Entrevista realizada por Ángel Manuel Gómez Espada [Extraído del nº 18, Otoño de 2007] Hace años que seguimos la estela de la enorme poeta Concha García (La Rambla, Córdoba, 1956). Fue en la Prehistoria, cuando los perros de este coloquio iban a los mismos actos de pedantería sublime, sin saber los unos de los otros. Ya entonces, en aquellos primeros noventa, Concha se nos aparecía como una mujer sabia en palabras. A su lado estaban Juan Carlos Mestre, y José Ángel Cilleruelo, si no tiramos mal de la memoria. Uno, afortunadamente, no puede tomarse la poesía de la misma manera, tal y como se nos repartía en cucharaditas universitarias. Desde ese encuentro, Concha García ha hecho infinidad de cosas. A nuestra manera, hemos ido siguiendo las semillitas que nos ha ido dejando por el camino. De entre ellas, viajar por la Patagonia y darnos poemarios tan hermosos como Ayer y calles (Visor, 1995), Cuántas llaves (Icaria, 1998), Árboles que ya florecerán (Igitur, 2000), Lo de ella (Icaria, 2003). Además, ha conocido una segunda edición —una verdadera hazaña en los tiempos que corren— de su Pormenor y una antología, Si yo fuera otra (Puerta del Mar, 2005). Y la aplaudimos por ello. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué le pide Concha García al poema? —CONCHA GARCÍA: Que me transmita una emoción, sea de la índole que sea. —ECP: De los suyos, ha dicho que «son la reflexión de una escéptica». Con el paso del tiempo, ¿uno va haciéndose más escéptico dentro de su cosmos poético o más reflexivo? —CG: Dentro del cosmos poético una va exigiendo más porque no puedes repetirte y de alguna manera se acota el campo de posibilidades, debes ser más precisa, lo que exige también cierto grado de reflexión, sin que ello quiera decir que tiempo atrás no fueras reflexiva. Con la edad se pierde espontaneidad y eso es una manera de reprimir. Pero se gana en horizonte, por eso es mejor callarse a veces. —ECP: En una sociedad donde se desdeña tanto a la poesía (más aún a los poetas), ¿por qué los del gremio somos tan exigentes con ella? —CG: El lenguaje constituye el arte más humano y se mantiene próximo al pensamiento que lo inspira y en consecuencia la poesía no se cosifica como objeto utilitario. La sociedad de consumo pienso que tira hacia otro lado; en esta situación también es cierto que, como siempre, hay muchos que escriben poesía, pero muy pocos poetas. —ECP: Si el tríptico que conforma Otra ley, Ya nada es rito y Desdén es de carácter autobiográfico, vemos cómo éste va desapareciendo en los siguientes. ¿Podría decirse que en la evolución de sus poemarios parece darse una concienciación del otro? —CG: La trilogía que mencionas refleja más bien la construcción que una serie de críticos que ido configurado mi obra, como puedes suponer una no se plantea escribir una trilogía biográfica, creo que no soy tan pedante. Y por supuesto que en los poemas existe un lastre autobiográfico sin ser necesariamente autobiográficos. —ECP: Incluso Vázquez Montalbán decía en el prólogo de su Cuántas llaves que había una mujer protagonista en esos versos consciente de ser un personaje. —CG: Estoy de acuerdo. El personaje que habla en algunos poemas míos no soy yo, pero necesita de mi biografía, de la complicidad de mi mirada. —ECP: ¿Cuándo saben los árboles que ya han florecido? Este título, Árboles que ya florecerán, parece querer remarcar esa madurez de la que antes hemos hablado. Y conecta con esa idea suya de que un libro de poemas no se hace en un día. —CG: Me planteé escribir un poema largo y el verso de Clarice Lispector que abre el libro me dio la idea del título, me pareció muy hermoso hacer un paralelismo entre la imagen de una naturaleza en plena efervescencia y un planteamiento poético diferente, donde el sujeto dejase de lado ese derrotismo existencial, quería darle aire a la existencia, dotar de esperanza a la escritura para que no se limitase a enseñar sólo lo feo de la vida. —ECP: ¿Cuántas llaves se necesitan para encontrar la que abre el verdadero poema? ¿Cuántas cerraduras hay que dejar atrás? —CG: Muchas. Fíjate, este mes de agosto estuve en Montevideo y de pronto vi en la acera que alguien había incrustado con cemento una serie de llaves en una loseta de cemento, inmediatamente pensé que esas llaves ahí pegadas simbolizaban la posibilidad de abrir otras puertas, realmente me pareció curioso el hallazgo. Muchas veces andamos confundidos sin saber qué hacer, hacia dónde ir, y el hecho de ser más libres que otros puede ser también una restricción. —ECP: Se ha dicho que sus poemas son ventanas interiores. ¿Hasta dónde está de acuerdo con esta afirmación? —CG: Me hago servir de imágenes abundantes de interiores, de apartamentos o de bares, es cierto, el hecho de estar dentro y no fuera proyecta la mirada que quiero reflejar cuando escribo. —ECP: También se ha dicho que la suya es una poesía de la cotidianeidad, rasgo éste que se le echaba mucho en cara a los poetas de los noventa y de la experiencia. Parece que los críticos han perdido un poco el norte, o no se han parado a reflexionar que para Leopardi también era cotidiano todo lo que daba de sí la Recanati del siglo XVIII. Si comparáramos estos dos tipos de cotidianidades, también podríamos afirmar que Concha García es un clásico, ¿no le parece? —CG: La cotidianidad contra lo sagrado. No sé muy bien por qué la crítica tiene que parcelar, diseccionar, agrupar. Todo es cotidiano: el peso del mundo, cuando sientes tanta tristeza e impotencia al ser gobernados mayoritariamente por incompetentes, el reflejo tras la ventana de una tarde que se apaga, estar en la cola de un cine, el milagro del amor, la sagrada existencia, la miseria cotidiana, etc. —ECP: En los últimos años parece que hay una tendencia a dejar de lado la formación de grupos y la proliferación de antologías ha descendido bastante. ¿La poesía española de los últimos treinta años cada vez va siendo más heterogénea? —CG: No conozco muy bien todo lo que escriben los más jóvenes. Ha habido un exceso de antologías y de grupos poéticos y eso ha producido un cansancio. Tengo la sospecha de que la poesía española cada vez es más parecida porque hay una gran dosis de conformismo y una ausencia absoluta de rencor. —ECP: Una poeta como usted tiene que lidiar con una Barcelona postolímpica. ¿La transformación de una ciudad podría convertirse en un elemento poético, en un momento dado? —CG: La transformación de Barcelona me está haciendo pensar en cambiar de ciudad, tanto es la preocupación de los políticos para que se proyecte al exterior para los negocios y para el turismo que nos han robado nuestros espacios. No sé si esta indignación es poetizable. Por otro lado, en Barcelona escribir en castellano te invisibiliza. Esperemos que algo tan absurdo pase pronto. —ECP: Por último, díganos dos o tres poetas que le gustaría que le acompañaran en una hipotética antología de poesía actual y recomiéndenos ese libro de poesía que ha leído últimamente y ha hecho que vuelva a creer en ella. —CG: He leído a la poeta brasileña Ana Cristina César (1952-1983) y vuelvo a creer en la poesía. También al argentino Juan L. Ortiz (1897-1978) y a la uruguaya Ida Vitale (1923). Por ejemplo, con ellos quisiera estar y desde luego con algunos más pero que, por no herir sensibilidades, no nombro.
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Entrevista realizada por Juan de Dios García [Extraida del nº 10, Otoño de 2005] Por fin dimos con él, aunque no le escuchamos recitar. Una pena. La visita a Almería del solicitado Villena fue en calidad de antólogo y protector literario, pero nosotros, claro, aprovechamos las circunstancias para hablar de la poesía que recopila y de la que su ingenio escribe. Venía acompañado de algunos autores jóvenes pertenecientes a la cantera que el maestro madrileño apadrina en La lógica de Orfeo, última muestra en verso del estilo y nuevos nombres por los que apuesta: Álvaro García Ana Merino, Eduardo García, y Javier Rodríguez Marcos, cuatro representativas voces que brillaron aquella tarde declamando textos inéditos, los mismos textos que se lucirán, junto a otros, en los futuros libros que irán trazando el mapa completo de la constelación poética hispánica en el primer cuarto del siglo XXI. Villena asume ese riesgo porque sabe mucho de literatura, de hacerla y de leerla; también sabe de su poder mediático, trabajado durante décadas de lección magistral y debate en radio, prensa y televisión. Tras el micrófono, postula sus razonamientos con una fluidez convincente que no arranca el aplauso impulsivo, sino un silencio admirativo generalizado. No sé qué será mejor, la verdad. Lo que nos importa es que, al acercarnos, este profesor de la noche y presidente de cafetería bohemia a la antigua despejó con amabilidad todas las dudas que teníamos guardadas. Comprobémoslo. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿No le da miedo equivocarse en el tiempo como antólogo de la joven poesía española? —LUIS ANTONIO DE VILLENA: Todo antólogo se equivoca, lo importante es su nivel de acierto. Y yo creo que dentro de lo que mis antologías se propusieron (Postnovísimos tiene poco que ver con La lógica de Orfeo) puedo estar razonablemente contento. Basta ver los nombres y los rumbos de la poesía... —ECP: En Las herejías privadas me parece que se muestra un Villena con grandes ansias de libertad y ganas de denunciar en verso aberraciones políticas y culturales. Cita a Brodsky. ¿Qué le inspira Joseph Brodsky, muerto cinco años antes de la publicación de este libro? —LAV: Brodsky siempre me pareció un poeta interesante, pero no tiene mucho que ver con el clima de Las herejías privadas (libro rebelde y psicoanalítico) lo cito en razón de su exilio vital, porque tuvo que cambiar de patria, cosa en la que yo pensé a menudo. —ECP: Ha dicho recientemente que Antonio Lucas le parece un poeta inteligente. Cíteme algunos poetas no inteligentes, aunque no sean contemporáneos. —LAV: No debo citar nombres concretos pero la poesía está llena de magníficos poetas (por movernos en el nivel de la excelencia) que carecen de inteligencia lógica, aunque podían tener un numen muy poderoso. Octavio Paz fue un gran poeta muy inteligente. Dylan Thomas un gran poeta sin racionalidad. Por poner ejemplos muy obvios. No hablo de tontos, naturalmente. —ECP: Editó también una importante y necesaria antología de la poesía gay y lésbica en 2002 llamada Amores iguales. ¿Echa en falta que poetisas lesbianas en España alcancen el mismo nivel de popularidad como en Reino Unido tiene, por ejemplo, Carol Ann Duffy? —LAV: El mundo lésbico (aunque creciendo) va más lento en su desarrollo intelectual y en su salida a la luz que el orbe gay. Es más fificil luchar contra la marginación homosexual y la marginación femenina. Pero a mi entender tenemos una gran poeta hispano-uruguaya, Cristina Peri Rossi, que está lógicamente en Amores iguales. —ECP: «Sólo creo en la noche», decía Rilke. ¿Lo aplicamos también a Villena? —LAV: La noche es para mí tanto un mundo real como simbólico. Creo en la noche porque creo en las marginaciones y disidencias que tradicionalmente ampara. Gatos y búhos, como digo en Los gatos príncipes. —ECP: ¿Ha de huir del dolor el hedonista, en cualquier circunstancia? —LAV: Sí, el hedonista debe huir del dolor, pero nunca lo conseguirá del todo porque el dolor es un componente de la vida. Hay que buscar, con Epicuro, la aritmética de los placeres. —ECP: Leyendo el poema ‘Chapero’ de tu libro Los marginados parece describir la mente de los protagonistas de La virgen de los sicarios situándolos en España. ¿Qué apreciación tiene de esa película de Barbet Schoeder o del libro sobre el que está basada, del escritor antioqueño Fernando Vallejo? —LAV: Fernando Vallejo me parece en alguno de sus libros muy caótico y reiterativo, pero sin duda es un gran escritor y La virgen de los sicarios su más redonda novela, por hoy. —ECP: ¿Podría decirse que Luis Antonio de Villena y José María Álvarez son poetas dandis con una producción paralela pero con tendencias sexuales diferentes? —LAV: Álvarez y yo somos amigos y creo que cada uno tiene su camino y su sexualidad. Creo que el dandismo es sólo como un telón de fondo. Me gusta su poesía, la última sobre todo, más que la “novísima”. —ECP: ¿Espera algún día que su obra narrativa sea tan valorada como la de otros novelistas españoles: Mateo Díez, Vila-Matas, Jesús Ferrero, Pombo...? —LAV: Es una cuestión de etiquetas de la pereza crítica: yo estoy etiquetado de poeta y no de narrador (y no me quejo), a Pombo y a Ferrero les ocurre al revés, tienen tres o cuatro libros de poesía publicados, pero están etiquetados como narradores. Pereza crítica y falta de tiempo o de atención, como digo. —ECP: Esta pregunta es inevitable: ¿desde Sublime Solarium hasta Los gatos príncipes, qué le queda hacer en poesía con la vista puesta en los próximos años? —LAV: Siempre queda mucho por hacer. Si uno considerase haberlo hecho todo estaría acabado. El arte es un camino, si el artista aguanta, jamás deja de caminar.
Entrevista realizada por Manuela Partearroyo Tras su aventura en El último de Cuba, Rafael Sánchez, el protagonista de esta novela, efectúa su «segunda salida», por decirlo al modo cervantino, desde el corazón de Europa (la Ginebra de 1957). Un periplo que lo llevará a Roma, Madrid, Santander, Nueva York, la selva colombiana y Brasil. Con destellos de alta literatura (y alta cocina y altos poderes del Estado y de las finanzas internacionales), las tramas con trasfondo de espionaje que se suceden en la novela son una máscara más para hablar del tema central del libro: el Mal, con mayúscula, y su carácter total, totalista y totalitario. El mal como «presencia real» e incómoda, en un mundo que no quiere reconocerlo porque podría suponer el final de su precario equilibrio. Una galería de enormes personajes secundarios (muchos de ellos fácilmente reconocibles) y un villano al viejo estilo, Max Headpain, nos sitúan ante un espejo turbador, ¿de qué lado está Rafael, de qué lado el lector? Con motivo de la reciente presentación en Madrid del segundo libro de José Joaquín Bermúdez Olivares, El hombre de negro (La Huerta Grande), tuvo lugar la siguiente entrevista en la librería Los editores. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Tu primera novela se publicó hace relativamente poco, y sin embargo la trilogía de Rafael Sánchez parece estar construida en tu cabeza desde hace años. ¿Cuándo notaste la necesidad de escribir? —JOSÉ JOAQUÍN BERMÚDEZ OLIVARES: La necesidad de escribir es subordinada a la de leer. Yo me sigo considerando lector, con la gran suerte de haber visto dos obras publicadas. El último de Cuba parte de una suerte de inspiración (no encuentro palabra mejor) en septiembre de 2010 y El hombre de negro comienza en junio de 2015 con una imagen, la de una serie de televisión. La trilogía, si se completa, tal vez concluya a fines de 2018, en el centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial. Puede que la famosa y mal llamada crisis contribuyera a la decisión de escribir, junto con el convencimiento (seguramente injustificado) de que tenía algo que aportar, en lo temático, lo estilístico y lo conceptual. —ECP: Entonces, ¿no has tenido mapa para esa trilogía? —JJBO: Si bien cada libro se comienza a escribir con un plan bastante preciso, no puedo decir que la trilogía (en curso) fuese planificada a priori. Depende en buena parte de la potencia del personaje de Rafael Sánchez. Dicho esto, se trataría de una trilogía del medio siglo: de los 40 a los 47 años de edad del protagonista y del año 56 al 63 del siglo XX (con excursos al siglo XIX y a la actualidad). —ECP: ¿Cuál es el germen de El hombre de negro? —JJBO: El germen de El hombre de negro es muy concreto, como decía antes y detallo en las presentaciones: el personaje de una serie de televisión de finales de los 60, Pan Tau. La serie fue emitida en España en mi lejana infancia y el recuerdo distorsionado —¿qué es la literatura sino recuerdo distorsionado y lectura mal digerida?— me rondaba hasta que la tecnología actual con internet y Youtube permitieron fijarlo en 2014. —ECP: ¿Debe el lector esperar una continuación de El último de Cuba? —JJBO: No quisiera desanimar al lector potencial diciendo que debe leer El último de Cuba antes que El hombre de negro, son consecutivas, pero perfectamente independientes para disfrutarlas (o sufrirlas) por separado. Conozco algún caso en que la lectura de la segunda ha llevado a la primera. —ECP: ¿Consideras que ambas novelas congenian o has cambiado el tono? —JJBO: El tono es muy distinto entre ambas. En este hombre de negro, como su nombre indica, se trata del mal, de la oscuridad, la culpa, el pecado, la muerte, y en el anterior de la luz, la santidad, la salvación. Hay elementos nuevos como lo científico, la fantasía y el melodrama en El hombre de negro que estaban ausentes antes. Pero en ambas el estilo es inconfundiblemente el mismo: la necesidad de contar historias al tiempo que se hace literatura, el humor sardónico del juego verbal, el establecimiento de conflictos morales entre personajes y entre libro y lector, todo eso permanece. —ECP: ¿Cuáles son las influencias literarias confesables en esta nueva entrega? —JJBO: El ámbito de las influencias es resbaladizo. Las confesadas en el texto van desde Nabokov (¡pero a los genios se les admira, no se les imita!), David Foster Wallace, Cela, Torrente… Pero algunos han hablado de ¡James Joyce!, Cabrera Infante o Fernando del Paso. —ECP: ¿Y las inconfesables? —JJBO: Las inconfesables vienen del mundo del pop. Ya se ha mencionado una serie de televisión, personajes de dibujos animados como Dexter, películas de los 50, la novela de género (Frederick Forsyth o Graham Greene), la gastronomía, el fútbol… Lo que nunca confesaré es la influencia de personajes reales (en clave) aunque yo NO soy Rafael Sánchez ni el hombre de negro es una autobiografía disfrazada. —ECP: La de este libro es una segunda salida del personaje aún más apoteósica que la primera. Parece que su cinismo no termina de derribar una potente pasión por salir y viajar. ¿Cuánto de Quijote se cuela en Rafael Sánchez?
—JJBO: Don Quijote es un personaje noble, un cuerdo-que-se-vuelve-loco-que-se-vuelve-cuerdo sin perder su sentido moral (que para mí es obviamente el de un caballero cristiano). Rafael es más bien un pícaro, un lazarillo ciego a su vez que no sabe conducirse siquiera a sí mismo, un cobarde moral que no se atreve a tomar decisiones ni las riendas de su destino. Es también una víctima de su tiempo y su punto débil es su hija; pero nunca se enfrenta al poder ni muerde la mano que le da de comer. Es una máscara sin rostro propio detrás, un falsario, un fingidor del dolor que en verdad siente. —ECP: En tu novela se percibe un fiero debate moral en torno al bien y el mal, por los cuales el protagonista se pasea de modo resbaladizo. ¿Hasta qué punto esperas que el lector juzgue las acciones de los personajes? ¿Tiene acaso este esquema del Mal total algún propósito de ser reflejo del presente? —JJBO: La sociedad actual insiste en vedarnos y vetarnos la posibilidad de hablar del mal, de la culpa, de la muerte. Mi idea como autor no es hacer novela de tesis, pero sí escribir a la contra, como reacción a ese estado de cosas. Es evidente que todo lo que se escribe se hace desde el tiempo presente, y que todo lo que acaece al autor durante la redacción influye en la obra. Ojalá el lector inquieto quiera establecer ese diálogo entre el libro y el presente, sacar sus propias conclusiones y situarse en un lado u otro de la línea (tan fina) que separa Bien y Mal. A mí me ha costado mucho escribir este texto, pues seguramente conozco muy bien el mal, es materia que tengo demasiado cercana; por ello no puedo juzgar al protagonista, ni al antihéroe ni al villano. ¡Que el cielo los juzgue! Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Su objetivo principal es visibilizar y apoyar los proyectos literarios de las nuevas generaciones, vapuleadas por la falta de medios y la invisibilidad que todo comienzo lleva consigo. Desde su mismo nombre, Ver Sacrum, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conquistar nuevas tierras y conectar con la naturaleza, término que resume el tanteo, lleno de errores y éxitos, que domina a cada una de las voces invitadas al ciclo. Tras cada encuentro, la entrevista con cada uno de los participantes deja una huella palpable, a la vez que permite profundizar en su voz poética y, aún más, en su visión sobre el panorama literario nacional y, aún menos, en todo aquello que nos rodea y que, por desgracia, no somos capaces de ver. En esta ocasión, hablamos con Gala Hernández, cineasta y escritora, sobre las diversas relaciones entre imagen y palabra, el feminismo latente en sus creaciones, y el desbordamiento de su escritura poética, temas, entre otros, que entran en consonancia con su formación tanto en el Grado en Cinematografía y Medios Audiovisuales (ESCAC-UB) en la especialidad de Dirección de Ficción, como en el Máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneos (UPF) y el International Master in Audiovisual and Cinema Studies (Sorbonne Nouvelle-Paris X Nanterre). En paralelo a la teoría, estudió montaje audiovisual en el Taller Internacional de Montaje en San Antonio de los Baños (EICTV), ha dirigido el cortometraje en 35 mm Naturaleza muerta, y trabaja como editora de vídeo en Playground Magazine. En relación al campo literario, publicó por primera vez en esta revista, El coloquio de los perros, lo que le valió para darse a conocer y seguir en otros medios como Digo.palabra.txt, y la editorial Ad minimum, con la que editó la plaquette Ammnesia de las aves, y cuya editora, Beatriz Miralles, nos acompañó ese día. Eso, de momento, a lo que seguro le seguirán, pronto, más publicaciones y proyectos. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hasta ahora has vivido en ciudades tan dispares entre sí como Murcia, Barcelona y París. En ese sentido, ¿cómo ha influido cada una de ellas en tu escritura? ¿Has observado diferencias en la manera de gestionar la cultura y, concretamente, la poesía? —GALA HERNÁNDEZ: Murcia es un pozo de memoria, es mi infancia, mi adolescencia y en ese sentido pesa, infinitamente, claro, pero desde una cierta nostalgia de algo que ya no es, que ya no soy. No me siento especialmente murciana, ni regreso allí muy a menudo, aunque por otro lado, paradójicamente, es algo determinante en mi identidad, como toda ciudad natal, espacio de crecimiento y de formación. Pero me siento un poco desarraigada. Barcelona ha sido una ciudad crucial en mi desarrollo como poeta adulta: allí comencé a leer mucha más poesía —y de manera más consciente y constante—, a escribir, a conocer a otros jóvenes que también escribían. A mirar de otro modo también. Mi despertar poético sucedió en Barcelona. En París todavía me siento una recién llegada, casi una turista. Tendría que vivir más tiempo aquí para poder nombrar mejor París. De todos modos, la ciudad per se no es un motivo especialmente relevante en mis textos. En cuanto a la segunda pregunta, Francia es un país en el que tradicionalmente la cultura tiene un peso en la gestión pública muy distinto del que tiene en España. En ese sentido tenemos mucho que envidiar a los franceses; en otros no, y quizá no por mucho tiempo. La desgracia de Murcia —estoy convencida— es el PP, que lleva desde que nací en el poder, ¡24 años! Creo que no hace falta que explique cuánto le importan al PP la cultura, el arte, el cine o la poesía. —ECP: No obstante, esa transición ha estado marcada por el cine, tu principal pasión. ¿En algún momento pensaste que llegarías a publicar tus poemas en medios digitales y en editoriales? ¿Cómo has vivido todo ese proceso de exposición? —GH: No estoy segura de que el cine sea mi principal pasión. Muchas veces pienso que la poesía me llena más, aunque es absurdo tratar de establecer jerarquías. En cualquier caso, la diferencia principal es que al cine quiero dedicarme profesionalmente, mientras que la poesía es algo que surge por necesidad y de la que no espero nada. Por ese motivo, todo lo que me ha llegado a través de la poesía han sido gratas e inesperadas sorpresas. Por supuesto, me siento muy agradecida por todo, pero ha sido un camino que se ha abierto de forma muy natural frente a mí, siento que de algún modo casi no he tenido que lucharlo. Publicar un poema en internet no cuesta “nada”, mientras que en el cine todo es infinitamente más costoso y lento. En cuanto a la exposición, no me preocupa mucho, intento que lo que se exponga sean mis poemas, no yo. —ECP: En la entrevista que te hicieron en El Diario en 2015 comentabas que escribes los guiones de las historias que quieres contar. ¿Cómo diferencias ambos procesos? ¿Aprovechas las ideas que surgen en los poemas para tus cortometrajes y viceversa? —GH: No, para mí son procesos completamente distintos, aun siendo ambos muy íntimos. He de decir que llevo mucho tiempo sin escribir un guion, prácticamente el mismo tiempo que llevo escribiendo poesía. No sé cuándo volverá a suceder. Supongo que ese solapamiento temporal tiene algo de sintomático. Sospecho que la poesía vino a sustituir una escritura de ficción cinematográfica estandarizada —en la que me formé en la universidad, la que en cierta medida se me impuso— que no me satisfacía del todo. Siento que últimamente me cuesta un poco la narrativa, tanto en literatura como en el cine. De ahí mi creciente interés por el cine experimental; y la poesía, creo, es una forma hermanada con el cine experimental en muchos sentidos. Es un tema que me obsesiona bastante: qué mecánica creativa convocan ambas formas, en qué procesos se encuentran y coinciden. Le doy muchas vueltas a eso porque ha de haber algo esencial en ellas que interpela directamente a mi propio aparato psíquico, a mi propia naturaleza. —ECP: Tus poemas están llenos de referencias a la mirada (iris, párpado, retina, etc), a la capacidad del sujeto poético para concretar una imagen. ¿Hasta qué punto crees que ha influido el cine en tu manera de escribir? —GH: Sí, esas referencias existen, creo que bajo una influencia, más que del cine directamente —que también—, de mi interés por la teoría cinematográfica, por los estudios fílmicos. En la producción intelectual y teórica sobre el cine, el acto de mirar, las distintas formas de la mirada —de ver, no ver, ser visto, ser visto por la imagen— son centrales. Supongo que de ahí vienen esa manera de pensar el mundo y la retórica que la cristaliza, en torno al ojo y la visión. Por otro lado, suelo pensar mucho en imágenes, es cierto que mis poemas son muy visuales, y deduzco que se debe a la práctica audiovisual. Pero también me interesan cada vez más el lenguaje y la palabra, como materia primera y última de la poesía, así que trato de no dejar que la lógica visual del cine contamine mi escritura. Creo que la empobrecería. —ECP: Aún más, también hay referencias a la dualidad de la existencia humana, a la máscara, y a toda esa multitud de perspectivas que va modelando al sujeto poético. ¿Es el poema la búsqueda de la identidad, de los límites, en el caso de que existan? —GH: El poema es búsqueda, siempre sin objeto. Es pregunta, nunca afirmación, como creo que es cualquier creación valiosa. Y el hallazgo final, paradójicamente, es también el poema, al que nunca se llega de manera consciente. Siempre siento que el poema subyace, que ya está ahí, que nos precede —“como la herida”— y yo únicamente lo rescato, lo saco a la luz. No creo que esa búsqueda corresponda forzosamente con la de la propia identidad, a veces es un intento de comprensión (de lo otro) o de reconocimiento (de lo otro hacia mí y viceversa), no un gesto introspectivo, sino volcado hacia el exterior, hacia el mundo. Que muy a menudo me interesa más que yo misma. Pero sí, llevas razón en que el yo es central en mi búsqueda poética. Supongo que se trata de un yo “otro”, distinto al que conozco, del que a veces me canso, me aburro. El yo poético me sorprende. Pienso en Ada Salas, una poeta a la que admiro, cuando dice que, en el poema, el yo que vive se enfrenta descarnadamente al yo que escribe. —ECP: No en vano, Unai Velasco comenta en el prólogo de Amnesia de las aves que tu voz poética gira en torno al “desbordamiento” y su tratamiento desde una poesía corporal que enlaza con poetas como Blanca Andreu. —GH: Me cuesta mucho analizar objetivamente mis poemas, integrarlos en una tradición o en una determinada corriente estética. Es verdad que Blanca Andreu ha sido una poeta que he leído con entusiasmo, que seguramente ha tenido cierta influencia en la configuración de mi voz poética. Unai señalaba con acierto que tiendo al desbordamiento, que no practico la contención —se observa en la frecuente dilatación de mis poemas— pero es algo que está cambiando poco a poco y que no sé si tiene que ver con que todavía no he alcanzado una madurez total en mi voz poética. Me gusta esa idea: tener todavía una larga trayectoria que realizar, a través de la cual poder sorprenderme a mí misma, atravesar estadios y distintas voces, multiplicarme. El desbordamiento y la centralidad del cuerpo pueden deberse a mi juventud, a una edad en la que todo está en potencia y se vive con mucha urgencia e intensidad, y en la que se tiende a dar mucha importancia a las sensaciones físicas, a explorar los límites del propio cuerpo. Pero ya estoy empezando a abandonar ese momento vital y creo que se está reflejando en las últimas cosas que he escrito. —ECP: Dentro de este “desbordamiento”, a su vez, si bien es cierto que los poemas se proyectan hacia el futuro, ¿crees que hay cierta nostalgia en ese intento de superar el pasado, las experiencias vividas? —GH: No sé si entiendo la pregunta, no sé si los poemas se proyectan hacia el futuro. Pienso que el pasado no se supera nunca, lo arrastramos con nosotros y eso es algo positivo siempre y cuando no produzca un excesivo dolor. Pero el poema, pienso, no surge ni del pasado ni del futuro, surge de un tiempo otro y de un espacio otro; profundos, desconocidos y silenciosos. —ECP: Por otra parte, tu poesía combina cierta aceleración, arrebatamiento, en la abundancia de imágenes, con el equilibrio, la riqueza y la densidad del lenguaje. ¿Cómo te planteas la escritura de tus poemas? ¿Corriges exhaustivamente o lo das por terminado poco después de su escritura? —GH: He aprendido y sigo aprendiendo, poco a poco, a realizar una labor de corrección minuciosa de los poemas. Cuando comencé a escribir corregía poco o nada, tenía prisa por acabar el poema, quería darlo por zanjado rápidamente para poder contemplarlo como lectora, no como autora, y quedarme perpleja. Siempre me quedo extrañada al leer mis poemas, me descolocan, y es una parte del proceso que disfruto mucho también, ese extrañamiento final. Sabía que aquella no era una buena práctica, pero no podía remediarlo, supongo que por lo mismo que ya he mencionado, por esa urgencia propia de la juventud. Con el tiempo he conseguido acostumbrarme a repasarlos y a pulirlos mucho más, con mucha más atención sobre el lenguaje, más concreción en la elección de cada palabra, de cada silencio. Me queda, aun así, mucho trabajo que hacer al respecto. —ECP: Como consecuencia de ese tratamiento íntimo y elevado, por medio del lenguaje, de lo cotidiano, ¿hasta qué punto crees que tus poemas pueden ser herméticos o crípticos para los lectores? —GH: No creo que el poema tenga que ser comprendido. Al menos no en el sentido habitual en el que comprendemos, por ejemplo, la narración de una novela más o menos convencional. El hermetismo en la poesía no existe, en el sentido de que el lenguaje poético ha de ser polisémico, abierto, poroso e inestable (o no ser). —ECP: En el recital citabas a Alejandra Pizarnik, una de las poetas que más ha influido en esta última década, como una de tus principales influencias. Sin embargo, ¿qué otros autores te han fascinado o descubierto algún elemento de la poesía que has terminado haciendo tuyo? —GH: Pizarnik fue importante porque, como a muchos, al inicio me abrió las puertas de una percepción nueva del lenguaje, del mundo. Yo era (casi) una niña y me impactó. He leído sobre todo a mujeres, supongo que medio por un gesto político y por sentir una mayor sintonía o proximidad con la sensibilidad femenina —sensibilidad que, por otra parte, he hallado también en poetas hombres—. Pero no me gustan las listas de autores de referencia, creo que son inútiles. Así que mencionaré solo a un buen amigo que tiene tan solo veintiún años y al que considero un gran poeta, Rodrigo García Marina. La influencia externa también procede de intercambios enriquecedores con amigos de mi generación, como Rodrigo. —ECP: En tus poemas, influencias (“Siempre habrá alguna bota”, de Idea Vilariño), o en algunos de tus ensayos audiovisuales (A través del espejo, un recorrido por el autorretrato fílmico femenino) también analizas y reivindicas el cuerpo femenino. ¿Encuadrarías esa labor dentro del feminismo? ¿Dónde reside o cómo es posible solucionar esa desigualdad de género? —GH: Soy feminista. Mi poesía es feminista en la medida en la que surge de una voz femenina que quiere hablar, contarse y contar al mundo a través de una subjetividad femenina, pero no escribo para reivindicar nada. No me interesa la militancia a través del texto poético, la poesía social, activista. Creo que se milita sobre todo a través de la forma del poema, no del fondo. Puedes escribir un poema con un mensaje feminista —no me parece mal—, pero si lo haces a partir de la retórica y del léxico heredado, dominante, que de algún modo configura también el sistema patriarcal en el que vivimos, no estás rompiendo ni subvirtiendo nada. Es inútil. Pienso en Albert Serra cuando dijo que para él Ken Loach es de extrema derecha porque es convencional en la forma: es una boutade de las suyas, pero comulgo con esa lógica. En cuanto a la segunda pregunta, es demasiado compleja como para responderla aquí y zanjar el tema en dos frases. Diré que una de las cuestiones que me obsesionan últimamente es la inclusión del hombre en la lucha feminista, que se sientan también interpelados por ella. Muchas veces tengo la impresión, cuando hablo con hombres, de que sienten que es algo que no les concierne, que es cosa nuestra. Se posicionan al margen o no se posicionan, como si el patriarcado no les oprimiera también a ellos. O como si no fuera deseable la igualdad para todos, no sólo para nosotras, sino para el bienestar general. —ECP: Por último, me gustaría preguntarte por la influencia que ha tenido en tu formación el legado cultural de tus padres, Patricio Hernández, gestor cultural muy activo en Cartagena, y Lola López Mondéjar, psicoanalista y escritora reconocida a nivel nacional.
—GH: Crecer en una casa llena de libros, en la que se estimula la reflexión intelectual y el pensamiento crítico es un enorme privilegio para cualquier niño. No sé si hubiese tenido acceso a mucha de la producción cultural que llevo consumiendo desde niña si no hubiese tenido unos padres como los míos. Así que me siento muy agradecida por ello. Les admiro mucho. Son dos faros que a menudo me iluminan en la oscuridad. Entrevista realizada por Juan de Dios García Un guitarrista valenciano, especializado en la interpretación con instrumentos renacentistas y barrocos y solista de vihuela y laúd, ha decidido publicar una ópera prima narrativa titulada Apoteosis de Charlie Peiró (Huerga y Fierro, 2016). ¿Se ha vuelto loco? De ninguna manera, aunque ya se sabe que en este mundo es extremadamente difícil que un creador con talento para una disciplina (en este caso, la música antigua) pueda ser aplaudido con el mismo fervor cuando se adentra en otro campo tan diferente. Veamos, pues, qué nos cuenta Carlos Gass sobre su primera criatura. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo presentarías a Charlie a un lector que no se haya embarcado aún en su aventura apoteósica? Preséntalo a ese lector virgen. —CARLOS GASS: Es difícil presentar a Charlie sin defenderlo. Charlie es alguien que vive al límite. Es alto, fuerte, y sobre todo ignorante. En parte se parece vagamente a personajes de la ficción como a Buck Mulligan de Joyce, o de otro modo al actor Gérard Depardieu en algunos de sus personajes. Charlie es rudo, aunque sensible; bebe incluso hasta llegar al coma etílico; fuma hasta que no puede más y visita habitualmente los prostíbulos. Es todo lo contrario a lo que podríamos llamar un personaje ejemplar. Sin embargo, es generoso, noble e inocente. Me pregunto, igual que lo hacía Dostoievski en la introducción de Los hermanos Karamázov «¿Por qué alguien va a leer esta obra si Alekséi, el protagonista de la misma, no es un gran hombre, ni es conocido, ni ha hecho nada especial?»; me pregunto por qué el lector debería dedicar el tiempo a la lectura de esta obra. Pues bien, yo creo que en el personaje de Charlie se condensan peculiaridades humanas universales, como la generosidad y la bondad, pero también la osadía y la acción. Además, es una novela divertida, una novela que pretende hacer reír. —ECP: ¿Y a Vicente? —CG: Vicente es un espíritu hedonista. Busca siempre el placer y el beneficio, aunque esto no le impide ser amigo de Charlie. Le gusta el dinero, es egoísta y siempre quiere que se cumpla su voluntad. Es un liante, y cuando una situación se complica, pone a cualquiera por delante. Por otra parte, es cordial, cuenta con los demás para sus planes, es divertido y bastante ingenioso. […] Te voy a leer un ejemplo del Vicente intrigante: Volvió a cerrar el ojo y a apuntar, disparó y volvió a fallar, pero con tan mala suerte que le acertó de lleno a la pared de detrás, la del muro de la calle, y un buen trozo de ella se desplomó al suelo aparatosamente como en un derribo. —¡Hostia Germán, la hemos liado! Como vea eso la Dama de Hierro la vamos a tener buena. Ve, corre y recoge los cascotes que se han caído al suelo y nos vamos de aquí cagando hostias a tirarlos por ahí afuera en cualquier sitio de la calle. ¡Corre, que no los vea la Dama de Hierro! —ECP: ¿Cuánto hay de Quijote y de Sancho Panza en cada uno de estos dos protagonistas? —CG: Mucho, pero están al revés. Aquí el Quijote es Charlie, es el que azuza a Vicente para buscar la aventura. Y Vicente —o Vicen, como lo llaman sus amigos en la novela— supera muchas veces las ideas descabelladas de su amigo. La historia de sus vidas es la historia de la búsqueda de la felicidad y del placer mundano. Al igual que don Quijote y Sancho, estos nuevos desventurados tienen sus lances en los bares, en las comidas con los amigos, y sobre todo en el mundo acuático: van a pescar, tienen un naufragio, Charlie se cae al mar y no sabe nadar… Van a un lugar que es descrito como el pueblo de las malditas sobrasadas, y al igual que sucede en el Quijote muchas veces, tampoco aquí se desvela lo que pasa en ese lugar, pero forma parte de la trama, en un lugar paralelo de la imaginación del lector. En mi novela se repasan las vidas de Charlie y Vicente desde la infancia. La de Charlie cuando de joven viaja a París, o cuando Vicente habla de los recuerdos de la ciudad de Valencia, o de los días pasados en la Albufera. Por otra parte, Don Quijote es un héroe al que todo le sale mal, mientras que a Charlie, en ocasiones, las cosas no le van mal del todo y tiene suerte, igual que la tiene Vicente. —ECP: ¿Sería posible concebir esta novela sin su valencianismo o su “valencianidad”? —CG: No. Sin embargo, lo que buscaba al escribirla no era hacer una obra levantina, ni una novela de memoria histórica ni costumbrista, y creo que no lo es. Lo que sucede es que esta historia transcurre en la provincia de Valencia, en un lugar imaginario (Beniforquet, pueblo de Charlie) y casi siempre en sitios reales de la provincia (la comarca de la Safor, La Marxuquera o Gandía). Lo que he querido es mostrar que cualquier parte del mundo es válida desde un punto de vista literario y humano. Como sucede con las novelas de Balzac o Dickens, mis personajes pasean por el grao de Gandía o por Denia con la misma naturalidad como lo harían otros por la Rue de Rivoli de París o por cualquier avenida helada de San Petersburgo de una novela rusa. Sus vidas no son menos interesantes que las de los ciudadanos de las grandes capitales, ni lo que se llama “costumbrismo” consiste en que la acción suceda en un pueblo o en una gran capital. La genialidad de Vicente y Charlie es haber logrado sublimar la vulgaridad de sus existencias y convertirse en personajes literarios por la singularidad de sus trabajos. Por eso les acontece esta apoteosis, en el sentido clásico de la palabra, y como les acaecía en la mitología griega a los héroes cuando por sus méritos en la guerra lograban la condición de dioses, del mismo modo Charlie y Vicente alcanzan de algún modo la divinidad al convertirse en héroes de ficción en una novela y por tanto consiguen un visado a la eternidad. —ECP: ¿Entonces no entraría Apoteosis de Charlie Peiró en esa tradición literaria que la crítica ha venido a llamar “novela mediterránea” o, con más concreción, “novela levantina”? —CG: Tal vez, pero mis fuentes no son estas, desde luego. Me ha influido mucho la literatura francesa, especialmente Flaubert y muy en concreto obras como Bouvard y Pécuchet o La educación sentimental. También Maupassant o Proust. Por otra parte, y de otra manera muy distinta, Tolstoi, Collins y por supuesto Cervantes. Y me gusta mucho Pardo Bazán, entre otros. Poco de valenciano hay aquí, y además puedo decir que no me gusta demasiado Blasco Ibáñez y no he leído a Chirbes, aunque visto desde fuera es fácil catalogar esta novela como levantina, y no me parece mal del todo. —ECP: La amistad es la columna vertebral de esta apoteosis, ¿no? —CG: Claro, y también el intento emocionante de buscar la transcendencia, vivir con intensidad, aunque sea en un bar de pueblo o en una partida de bacarrá, intentar soslayar en la medida de lo posible las limitaciones culturales, sociales o económicas que la vida les ha impuesto. La amistad y la confianza mutua están siempre por encima de todo, incluso del dinero, por eso cuando Vicente le propone a Charlie irse a vivir con él y con su mujer le dice: —…Mira Charlie, te voy a decir las cosas claras para que luego no haya lugar a equívocos ni malentendidos. Escucha: tú nos ayudas con el dinero y nosotros a cambio nos hacemos cargo de cuidarte como a uno más y de todo lo que necesites… Y así tendrás una familia. —Eso que me estás proponiendo… ¿qué es? ¿Que te pague por tu amistad? Menuda amistad. Collons! —¡Que no, hombre, no! Que no es eso. La amistad nosotros ya la tenemos desde hace mucho, la amistad está muy por encima del dinero. El dinero no vale una mierda para comprar un amigo. —¡Eso también es verdad! — le contestó Charlie, y continuaron su camino dejando atrás la funeraria que casualmente estaba arrimada al hospital. —ECP: Wilhelm Raave decía que el humor es un chaleco salvavidas en la corriente de la existencia. ¿Me equivoco si esta máxima de Raave es perfectamente aplicable a tu novela? —CG: No te equivocas, en absoluto. El humor es un ingrediente esencial en esta novela porque es la actitud que ayuda a los personajes a soportar la vida. Es un lenitivo, es el arma que pueden esgrimir quienes no tienen más poder que su inteligencia natural para enfrentarse a los enigmas de la existencia, al asombro provocado por las sensaciones de la juventud perdida, a los recuerdos de la infancia, al contacto con la vida de los animales, a las relaciones de hombres y mujeres… —ECP: La publicación de Apoteosis de Charlie Peiró ha tardado muchos años en llegar. ¿Qué ha motivado esta espera? —CG: La sociedad actual nos tiene acostumbrados a que un escritor debe empezar a publicar en la veintena, producir una novela al año, y además venderla y promocionarla en los medios de comunicación y sobre todo en las redes sociales. Esa no es exactamente mi idea de la literatura. La literatura es un arte, igual que el teatro, o la poesía, un arte y no solo una industria; escribir una novela lleva mucho tiempo y trabajo, lecturas, estudio… Hoy en día se busca el dinero rápido, el éxito rápido y el entretenimiento fácil. Resulta impensable que una persona de cincuenta y tantos años se atreva a publicar una primera novela, pero Stendhal lo hizo, y Sánchez Ferlosio está escribiendo ahora con más de ochenta años obras fundamentales. Hoy en día parece que si no eres reconocido con veinticinco años no eres nadie. La literatura no es solo una carrera de obstáculos sino de fondo. Muchas novelas actuales me suelen parecer ejercicios de redacción intrascendentes. Para mí una novela es una representación del mundo, y yo… no he sabido hacerlo antes. Por otra parte, mi formación y mi trabajo es de músico, y a ese oficio, así como a la construcción de instrumentos, es a lo que he dedicado mi vida hasta ahora. —ECP: Vayamos a la semilla de tu novela. ¿Cómo se fraguó tu decisión de escribir Apoteosis? —CG: Yo siempre he leído mucho. De joven me gustaba imaginar cómo escribiría la novela que estaba leyendo. Aunque, como he dicho antes, soy músico, la literatura siempre ha estado ahí como pulsión artística, como un latido que pide nacer y manifestarse. La Apoteosis se fraguó por la necesidad de contar una historia. Yo conozco muy bien Valencia y me pareció ineludible escribir sobre nuestra forma de ser. Poco a poco fui redactando capítulos sin ningún orden y más tarde organicé esta maraña hasta que se fue estructurando en tres partes. La primera es de presentación, la segunda es de plena actuación de los personajes y la tercera mitad es metafísica. El último capítulo es un largo camino a la muerte, no a la muerte del esqueleto y la calavera, sino un retorno a lo eterno, o lo que sea. He intentado siempre ir contra la falta de autonomía a la hora de escribir. Mi mayor enemigo ha sido aquí la educación religiosa que mi generación recibió. Eliminar o reducir el peso religioso del lenguaje fue una de las cosas que más me ha costado. —ECP: ¿Has pensado que en un futuro podrías escribir una novela en valenciano y no en castellano? —CG: De momento no. Hablar valenciano me resulta emocionante, pero no es mi lengua materna y su discurso no se adapta en este momento a lo que busco al escribir. Lo que tengo en proyecto es escribir en castellano. Acaso me pase como a Conrad o Juan Marsé que, hablando polaco o catalán, escribieron sus obras en inglés y castellano. Tengo escrita una colección de relatos de temática diversa: hay alguno que habla de la música, otro es de viajes, hay uno de fantasmas y espiritismo, incluso tengo un relato que trata de un problema con la identidad en el siglo XXI. También he comenzado una novela ambientada en USA. —ECP: ¿Qué herramientas inspiradas en tus conocimientos musicales has utilizado para este trabajo narrativo? Porque aquí, en Apoteosis, tú ya no eres un intérprete, sino el compositor. —CG: He usado esa capacidad formal que los músicos tienen para sentir las grandes estructuras sonoras, como la forma sonata o la de un concierto de música electroacústica. Como curiosidad recuerdo que los capítulos uno y dos tienen la forma sonata. Comienzan con una breve introducción que habla del mar y de los pájaros. Casi inmediatamente aparece la exposición de la sonata con la presentación del primer tema, que será Charlie; el segundo tema es Vicente; luego vienen los divertimentos contrastantes en forma de una tertulia en una cantina de pescadores y la primera salida al mar de Charlie para pasar el día pescando. Después el desarrollo donde se habla de ciertas curiosidades de las aficiones de Charlie. Hay una recapitulación y una coda formada por algo que sucede al final. Lo curioso de este uso de la forma sonata es que fue algo totalmente involuntario, inconsciente, y no me di cuenta de esto hasta que la novela estaba casi terminada. Otra influencia de la música está en ciertas simetrías en lo que les sucede a los personajes. Así, si uno cae al mar, el otro tarde o temprano caerá a un pantano. Todo lo que le sucede a uno tiene un reflejo en el otro, es como una especie de leit motiv, o mejor un motivo unificador que relaciona a los protagonistas para dar unidad al relato. […] Es cierto eso que dices de que aquí soy el compositor. Crear es algo que me gusta, aunque nunca he sentido la necesidad de componer, tal vez porque la interpretación me llena, como músico, totalmente, ya que es, al menos para mí, tan creativa como la misma composición. La creación literaria exige mucho esfuerzo, es incómoda y muchas veces parece que no va a ir a ningún lugar de interés, pero a la vez es algo magnífico. —ECP: Ya sabes lo que pasa con el reto de una segunda novela, ¿no? Dicen que hay una maldición sobre los segundos discos, las segundas películas, las segundas novelas. ¿Le haces caso a esas creencias?
—CG: Yo a eso no le hago ningún caso, simplemente no me preocupa. Una novela supone mucho trabajo, la Apoteosis de Charlie Peiró me costó más de cinco años de dedicación casi diaria. La novela que estoy escribiendo ahora, la que transcurre en los Estados Unidos, lleva el mismo camino. Creo que más que una maldición, lo que pasa muchas veces es que la segunda obra produce desconfianza o cansancio por el trabajo que conlleva. Es muy posible desistir en el intento de escribir una segunda obra. La primera quizá sea más natural o una necesidad, mientras que la segunda ya es, de algún modo, una obligación, la obligación de continuar escribiendo. Para mí lo importante es tener algo que contar y en ocasiones las segundas partes de las películas (Kill Bill II), o de las novelas (segunda parte del Quijote), pueden llegar a ser incluso mejores que las primeras. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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