Entrevista realizada por Héctor Tarancón Royo Nihiloma El proyecto poético de Rubén Martín no se rinde ante la enfermedad, los fármacos o la adicción a la que nos ha inducido la Red. En su vía metalingüística, utiliza distintos recursos para abrir una pequeña fisura, hoy en día tan necesaria, entre nosotros y la experiencia de lo real. Así, desechando el uso de una única voz subjetiva, cuestiona de una forma abstracta y carnal, con sus tensiones y contradicciones, conceptos aparentemente claros como la identidad o la locura. Aprovechando la publicación de Nihiloma (2020) en Liliputienses, hablamos con él de la hiperaceleración del mundo digital, las posibilidades híbridas de la poesía actual y los laberintos mentales que recorremos en soledad, entre otras cosas, sin olvidar los puntos de contacto con su anterior obra, Sistemas inestables (Bartleby, 2015), y su traducción de Rompiente (2014) y Deprisa (2020), de Jorie Graham. — ECP: En tu blog comentas que Nihiloma fue escrito en 2017, pero no ha visto la luz hasta 2020 en Ediciones Liliputienses. ¿Se ha debido este retraso, pensando en el mercado, a su carácter transversal/de vanguardia? —RM: Terminé el primer borrador de Nihiloma en el verano de 2017, tras un proceso de escritura febril y muy rápido para mis estándares (un mes y medio aproximadamente, aunque contaba con algunos materiales previos y dispersos). Después vino una fase de corrección que culminaría ya a comienzos de 2018, y luego tuve que pensar qué era lo mejor para el libro, en qué editoriales podría encajar su propuesta “transversal”, como dices. A veces he llegado a sentir cierto miedo a que se quedara en un cajón, pero en realidad dos años se pasan volando y no tuve mucho tiempo de angustiarme por ese temor. En cierto modo, la irrupción de la pandemia ha transformado algunos aspectos de su significado: ¡tal vez es más ‘actual’ ahora que cuando lo escribí! Considero que ha sido un acierto haberlo propuesto finalmente a Liliputienses. El resultado no puede ser más cercano al libro que imaginaba. —ECP: También mencionas que su psicoesfera es la pandemia. ¿Cuál es su atmósfera de pensamientos, de qué se alimenta? —RM: Meses antes de escribirlo estuve recolectando información sobre algunos de los temas que abordaría Nihiloma: el mundo digital, la descorporeización de nuestras relaciones, el transhumanismo, la mente colmena, la obsolescencia de la cultura... A esto se sumó, aquel verano de 2017, una larga fase de insomnio que no fue angustiosa sino extrañamente disfrutable, fácil de sobrellevar pese a los efectos del cansancio. Todas esas noches tomaba notas con el móvil, a veces anotando los sueños y pensamientos delirantes que me sobrevenían en los breves momentos de sueño, a veces reflexionando sobre aquella ruptura de la normalidad, aquel estado alterado de conciencia y su fricción con el mundo en miniatura al que tenía acceso a través de la pantalla. Me imaginé como parte de una colectividad secreta de insomnes, que también leían las últimas noticias sobre los disturbios de Hamburgo y miraban fotografías de lepidópteros para matar las horas. Esta sensación me aportó lo que más necesitaba para escribir un nuevo libro: un hablante colectivo, un enjambre de voces que amenazaran con fusionarse en una sola. —ECP: Lola Nieto habló de ese «telar de conexiones» como una enfermedad, y en Nihiloma hay partes interrelacionadas y críticas con la Red, como el hasthag #gente_culta. A su vez, has creado una página en Facebook con el mismo título para promocionar el poemario, ¿qué nos aporta internet para dedicarle tanto tiempo? —RM: La noción de enfermedad está muy presente en el libro, de diferentes formas, pero también lo está la cuestión de cómo el sistema ejerce el poder de segregar al “insano” del conjunto de los “sanos”. Internet es una alucinación colectiva llena de posibilidades; supuso una revolución, y como toda revolución sufre su momento de reacción, que estamos viviendo ahora, con el monopolio de las megacorporaciones y la explotación económica de la adicción digital más allá de toda barrera ética. Esta Red hipercontrolada y barrida por algoritmos a los que ofrecemos libremente nuestros datos más íntimos no es la misma Red de hace dos décadas. Y cada vez le entregamos más horas y dependemos más de ella. Nihiloma pertenece a este momento de reacción y trata de sumergirse en él, para enfrentarse a sus contradicciones. En ese sentido, es adecuadamente irónico que utilice las redes sociales para expandirse. —ECP: También has incluido una pieza techno de Juan Manuel Romero, inspirada en su lectura, y varios vídeos en colaboración con la poeta Begoña Callejón. ¿Es Nihiloma una obra transmedia hija de su tiempo? —RM: Lo de Juan Manuel, a quien no conozco personalmente de momento, ha sido una de esas conexiones inesperadas por las que merece la pena publicar un libro. Que su lectura pueda provocar una respuesta creativa tan espontánea me parece algo maravilloso. Y Nihiloma también trata de eso, de la creatividad colectiva, de la creación a partir de la destrucción, y de los agentes que pueden patologizarla para someterla a su dominio. Los vídeos han sido una forma de insinuar una tímida dimensión transmedia, como señalas. También el poema en sí mismo, por otra parte, se abre paso a través de diferentes géneros y adopta una forma casi cinematográfica, al hacer que el ruido textual progrese de una página a otra. Así que se lleva bien con lo híbrido y lo interdisciplinar. —ECP: Desde otra perspectiva, al sumergirnos en el flujo constante de las redes parece que no hay momentos de pausa o reflexión, aspecto que se ve en el estilo: es un discurso hiperacelerado, hablando a través de Lipovetsky. —RM: Ese discurso hiperacelerado es el que los fragmentos largos de Nihiloma, en contraste con las otras formas breves, intentan explorar. En este aspecto la influencia de algunos poemas de Deprisa de Jorie Graham, que tradujimos durante estos años Antonio F. Rodríguez y yo, ha sido fundamental. Ella ha logrado convertir esa aceleración que nos atrapa y aliena diariamente en poesía, una poesía transgresora, sin concesiones. De ahí que uno de los hablantes de Nihiloma la cite, es una manera de darle las gracias. Por su parte los textos breves me permitieron jugar con otros discursos aparentemente cerrados: las narraciones de sueños y los testimonios de tono científico. Hay en el libro una serie de discursos que se cortocircuitan entre sí, que se interrumpen, aunque todos giran —como la polilla— en torno a la misma luz cegadora. —ECP: Esa parte, de corte cibernético, también se desarrolla en vertical, con una lluvia de datos que recuerda a Matrix, pero también al frame de El más allá (Masaki Kobayashi, 1964) que colgaste en Facebook, donde la escritura japonesa se inscribe en el propio cuerpo. Esto relaciona ambos tiempos, los pre y post internet, y relaciona la Red con la fantasmagoría. —RM: Es una lectura muy interesante la de la relación entre la Red y lo fantasmal. Encontré esa tipografía glitch a través de un post de Facebook del escritor y poeta Francisco Jota-Pérez, quien además ha estudiado a fondo el concepto de hiperstición —muy a grandes rasgos, el proceso por el cual algo imaginario sube varios peldaños en nuestra escala de realidad—, que estuvo presente en la escritura de Nihiloma. Esa tipografía puede recordar como dices a las lluvias de datos que aparecen en los créditos de Matrix, a su vez tomados de Ghost in the Shell (la de 1995, por supuesto), una de las obras maestras del cine japonés de animación. Cuando vi en el Louvre la estela que contiene el Código de Hammurabi me vino a la mente aquella catarata de signos de la película de Mamuro Oshii. Me fascinó la idea de que una obra de arte reciente tuviera el poder de parasitar la percepción de un objeto creado milenios antes. Hay algo de esa sensación de paradoja temporal en el poema, en la presencia de esas citas de Blake y Shakespeare que cobran significados distintos al ser incorporadas al texto. —ECP: Uno de los peligros es la difuminación de la identidad en esa parte virtual, pero también en los sueños. En el poemario incluyes microsueños, horarios nocturnos, el contacto con las sábanas, Freud, etc. ¿Cuántas ramificaciones tiene Nihiloma con la psicología? —RM: La difuminación de la identidad puede sentirse como un peligro o como una liberación, o como ambos a la vez, quizá. El poema es bastante abierto en este sentido; en mi lectura personal —que no considero investida de más autoridad que la de cualquier otro lector— está más cerca de esta última opción. Como ocurre durante la actividad onírica, la comunicación virtual podría liberarnos de las ataduras de nuestra yo, comunicarnos con un “nosotros”, una masa indiferenciada de mentes interrelacionadas. La idea puede resultar inquietante o incluso aterradora, pero también inducir a la exploración de un subversivo sentido de la colectividad, dentro de un mundo digital donde por el contrario se fomenta el individualismo exhibicionista. Me interesa la poesía que trata de cuestionar esa instancia de ese ‘yo’ convertido en objeto de consumo, que sigue siendo la materia prima de tantos malos poemas y tanta manipulación masiva. —ECP: Si pienso en tu anterior poemario, Sistemas inestables, veo muchos puntos de contacto con Nihiloma. Esa descorporeización está muy presente, nos encontramos con un sujeto deseante frío, mental, que no puede ir más allá porque está atrapado en un cuarto o la Red. ¿Crees que el hecho de enroscarnos demasiado en nuestros pensamientos nos impide escapar? —RM: Las diferentes voces que hablan en estos dos libros tienen con frecuencia una relación extraña, alienada, con el cuerpo: la enfermedad y el desahucio en ‘Fármaco / un tríptico’, la explotación sexual en el poema dedicado a Antoine d’Ágata, o mi propia experiencia con la cirugía y la anestesia en el pasaje que abre Sistemas inestables, podrían tener su correlato, como bien indicas, en los personajes que habitan Nihiloma, que experimentan por un lado la alteración cognitiva del insomnio y por otro la alienación de esa Red que nos intercomunica pero al mismo tiempo nos atrapa en un bucle de soledad y descorporeización. Pero precisamente este libro comienza planteando un fallo en la Red, un agujero en la página, y asomarse a ese agujero conduce a estados alterados donde otra forma de identidad es posible, una relación diferente entre los cuerpos y las conciencias. En el libro hay muchas imágenes ligadas a lo corpóreo: las circunvoluciones cerebrales, la piel, los ojos, las venas y arterias. Me interesa la idea de explorar el propio cuerpo como otredad, algo que se produce en nuestra vida cotidiana solo en determinadas circunstancias. El fallo, el error, nos permite vislumbrar las paredes hasta entonces invisibles de nuestras celdas. —ECP: La incertidumbre es otro de los materiales fundamentales de estos dos laberintos poéticos. Sobre todo, en Nihiloma, hay un reverso oscuro que apunta hacia el suicidio y la depresión. ¿Proviene esta de la ansiedad ante el futuro negado y de las múltiples crisis económicas a las que estamos asistiendo? —RM: Cuando imagino a los hablantes de Nihiloma tiendo a visualizar a unos hikikomori, esos jóvenes que se encierran en su habitación para vivir una vida exclusivamente virtual. Así que sí, ese reverso oscuro podría estar presente, y no es de extrañar que el arco argumental de esta distopía contenga lo que parece ser una intervención clínica masiva. Pero ahí surge de nuevo la cuestión de quiénes deciden quién está enfermo y quién es normal, y con qué propósito; la pregunta de si no es nuestra “normalidad” la enfermedad mental más destructiva e incapacitante. —ECP: A su vez, ese desequilibrio acentúa la enfermedad del individuo, que marca cierto rito de paso entre ambas obras: de la piel, el tatuaje o la sutura al mundo digital. Dirigiéndose los efectos sobre todo a la mente, el nihiloma quede definido como «un grito devorador / de obsolescencia», algo muy visceral, físico. ¿Es el cuerpo el reflejo de nuestro estado emocional? ¿Podemos distinguir nuestra carne de las extensiones cibernéticas? —RM: Al igual que en Sistemas inestables, en Nihiloma hay influjos de otras formas de expresión artística. Una de ellas es el género del body horror, tal como se ha desarrollado en el cómic y el cine, en las obras de David Cronenberg, Shinya Tsukamoto, Junji Ito o Shintaro Kago. En esta línea temática las fronteras entre cuerpo, mente y prótesis se vuelven porosas, difusas, o desaparecen, dando lugar a una interacción aterradora pero no exenta de erotismo, una especie de erótica de la mutación. La escritura es una de esas prótesis: a fin de cuentas, una tecnología que nos permite suplir una limitación física, por lo que según la lógica del body horror puede mutar, cobrar vida independiente, e infectar con su transformación a la mente y el conjunto del organismo. La cuestión final del libro no atañe a la tecnología, sino al ser humano, pues la tecnología es parte integral de nosotros, de nuestra evolución como especie. —ECP: Ya que hemos hablado de laberintos, sujetos e identidades, poniéndonos un poco borgianos, ¿no estaremos viviendo cada día como en La casa de Asterión? —RM: Sí, uno puede pensar que los confinamientos y restricciones de movilidad provocados por la pandemia nos han hecho vivir a muchos una experiencia cercana a la de Asterión. Para sobrevivir psicológicamente, se ha hecho necesario creernos dueños de nuestro propio laberinto, con sus ramificaciones digitales. Como en el cuento de Borges, esa ilusión es falsa. El laberinto no lo hemos creado nosotros, el minotauro acaba deseando la llegada del héroe que lo liberará dándole muerte. Eludir esa desidia, ese hastío, requiere una fortaleza anímica que no está al alcance de todos. La proliferación de trastornos psicológicos causados por la cuarentena y el desastre sanitario tendrá consecuencias difíciles de prever. —ECP: Tanto en ese relato de Borges como en Sistemas inestables y Nihiloma lo que se produce es una suspensión temporal. ¿En qué momento vivimos en realidad? —RM: Una de las obras que más me han influido, como a tantos otros poetas, es La tierra baldía de Eliot. De ella me fascina la simultaneidad de diferentes épocas en una “ciudad irreal” (unreal city); los oficinistas conviven con las ninfas del Támesis y la tarotista con la figura de Tiresias. En mi escritura con frecuencia trato de cuestionar la temporalidad, de modo que el lector se pregunte si se trata de una distopía o algo que sucede en nuestra línea de realidad. A lo largo de Nihiloma hay muchas alusiones a la hora en que trascurre la acción; pero de pronto ese hilo narrativo se emborrona, los relojes también fallan, cada personaje tiene una hora distinta pero están hablando simultáneamente. De este modo los asideros se pierden y nos enfrentamos a un vacío desasosegante, pero surcado de posibilidades. —ECP: Para plasmar formalmente este nudo de trastornos combinas formas largas con otras más cortas, poemas con diarios, tachones e incluso un uso muy localizado del guion. ¿Qué recursos encuentras en estas herramientas?
—RM: La variedad formal es para mí una necesidad a la hora de concebir los poemarios; incluso en Radiografía del temblor (mi primer libro, del que me siento ya muy alejado) se combinaban textos en prosa, verso libre y formas preestablecidas como la sextina. En Sistemas inestables y Nihiloma concibo el poema como una instalación que se despliega a lo largo de numerosas páginas, donde los cambios, alternancias y repeticiones crean un ritmo que no puede captarse de manera aislada, leyendo solo un fragmento. El poema cerrado, marmóreo, cargado de una supuesta “verdad” única, me resulta demasiado limitado y en ocasiones tramposo. Necesito la progresión, los lienzos de grandes dimensiones, para encontrar lo que necesito decir. Los ‘tachones’, como los llamas, y la degradación visual de las palabras llevan a un territorio donde el poema se cuestiona a sí mismo, parece cobrar vida más allá de la voluntad del autor. La entropía juega un papel clave, como en los cuadros de los expresionistas abstractos o en la música estocástica. —ECP: De hecho, en Sistemas inestables defiendes el abatimiento del ojo («mirar es excretar, no es interiorizar sino expulsar lo que se mira, el noventa por ciento de lo que el ojo roza es rechazado»), para luego en Nihiloma acentuar los símbolos y las disposiciones de los poemas. —RM: Sí, en este último libro —que para mí es un único poema— necesitaba establecer una tensión entre lo legible y lo ilegible. El ruido visual, los versos que se degradan en una cascada de significantes sin significado atribuible, funciona como una fuerza no humana que amenaza con devorar el texto. Esto está relacionado con uno de los temas de Nihiloma: la obsolescencia de los objetos culturales actuales, la posibilidad de que en el futuro lejano nuestra civilización actual sea literalmente incomprensible, una especie de Edad Oscura impenetrable al análisis. —ECP: El análisis metalingüístico que llevas a cabo hace que tu proyecto poético esté muy relacionado con nuestro presente inmediato, y nosotros. ¿Crees que la poesía tradicional, en su vertiente individual o mayoritaria, le ha dado la espalda a su tiempo? —RM: Creo que en este momento se está publicando extraordinaria poesía en España: tanto la producción propia de autores de todas las edades, como la traducción de autores extranjeros. Sin embargo, también hay una reacción que podríamos llamar ‘primitivista’, un intimismo primario que busca la reacción inmediata del lector mediante estrategias de seducción e identificación muy básicas. Este tipo de poesía, que no me interesa lo más mínimo, tendría dos vertientes: una juvenil y naïf (la llamada ‘poesía del follow’) y otra más elaborada, apegada a una tradición confesional y costumbrista, desarrollada por “autores consagrados”. La primera arrasa en ventas, la segunda en premios y distinciones. Para mí no existe mucha diferencia entre cartografiarse el ombligo en prosa mal cortada o en endecasílabos salpicados de guiños a Machado o Gil de Biedma. La literatura, de este modo, se convierte en poco más que propaganda del ego de su autor. En ese sentido sí pienso que hay una parte de la poesía española que da la espalda a nuestro tiempo, que ignora tanto las obras artísticas más definitorias de las últimas décadas como los problemas sociales y existenciales propios de la actualidad. Mi apuesta, y la de los contemporáneos que más admiro, trata de cuestionar la comunicación poética tradicional: no ofrecer un espejo que devuelva la imagen que el lector quiere ver (su propio rostro y las “grandes verdades” y tópicos consabidos), sino uno que pueda ser atravesado para acceder a un mundo de incertidumbre y asombro. Nuestro mundo, al fin y al cabo. —ECP: Esa apuesta no está exenta de riesgos, sobre todo en nuestro país, pues toda esa experimentación puede no comprenderse, o verse como algo demasiado hermético. ¿Piensas en la repercusión del libro, o en el efecto que va a tener en el lector? —RM: Es inevitable pensar en cómo será recibido lo que uno escribe, pero procuro que eso no me condicione en exceso. No creo que lo que hago sea particularmente hermético, y menos aún en esta última entrega, pero soy consciente de que para no pocos lectores, los más apegados al actual canon, Nihiloma no sería ni siquiera poesía, sino algo extraño que les empujaría a cerrar el libro tras una simple ojeada. Una “melopea” de “posmodernidad enloquecida”, como llamó recientemente un profesor español de universidad a las obras de Anne Carson y Jorie Graham. A mí me estimula mucho pensar en la reacción adversa de este tipo de mentes preclaras. Por otra parte, estoy muy contento con la acogida que está teniendo este trabajo. Pese a pertenecer al catálogo de una editorial completamente independiente, está recibiendo un considerable número de reseñas y llegando a muchos lectores que han tenido la amabilidad de compartir sus impresiones en las redes sociales. Aunque a veces no lo parezca, hay un público deseoso de nuevas formas de concebir el hecho poético. —ECP: Cuando hablamos de repercusión, yo creo que lo que hay detrás es el ego y el Canon de la posteridad, a veces con círculos provincianos que fabrican su propia “estirpe literaria”. ¿Puede evitar el lector esa parte endogámica? ¿Está el Canon sobrevalorado? —RM: Todos los lectores hacemos nuestro propio canon personal, y es positivo que así sea, pero se tiende demasiado a pensar en ese Canon con mayúsculas. Sobre todo es algo frecuente en poetas que no se cuestionan la tradición inmediata, que la reproducen acríticamente, no pocas veces con sonrojantes gestos de sumisión. Antes he mencionado el buen momento que está viviendo la poesía en nuestro país, pero hay personas de notable influencia que parecen molestas porque haya tanta variedad de voces, como si esta eclosión pudiera ser una amenaza para los “grandes nombres” a cuya alabanza ellos han dedicado su carrera académica. O acaso les incomoda comprobar que los jóvenes ya no leen a esos supuestos dioses vivos; tienen otros referentes, otras maneras de concebir la poesía que son resultado de otras lecturas, otros contextos y otras inquietudes. Si a esta suspicacia le añadimos cerrazón estética, endogamia, provincianismo, afán de hablar en nombre del Canon y cierta mentalidad colonialista —la relación con la poesía hispanoamericana merecería todo un diálogo aparte—, obtenemos un perfil óptimo para medrar en un sistema cultural basado en el tráfico de halagos y prebendas, donde las editoriales independientes son ignoradas, cuando no tácitamente atacadas. Es un sistema con ciertos rituales de vasallaje: los “poetas consagrados” parecen investir a sucesores más mediocres que ellos para así aparentar una relación de magisterio y establecer una red de influencias. Sucedía en los 90 y sucede ahora, solo cambian algunos nombres y el descaro de la práctica, que ya no se escuda siquiera en un mínimo criterio de calidad. Creo que los lectores que más importan, los jóvenes, algunos de ellos excepcionales poetas, se sienten muy alejados de ese canon del que aquellos se sienten dueños y señores. Tienen la mirada mucho más abierta y están ávidos de una poesía que cuestione el mundo en el que viven. Respecto a tu primera pregunta, al lector le aconsejo que lea todo tipo de poesía, cuanto más diferente entre sí mejor, pero que desconfíe de los grandes premios, las grandes palabras y las grandes editoriales; al igual que sucede en la música y en el cine actuales, la verdadera vida está muy al margen de los mecanismos de propaganda y seducción.
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Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Javier Sánchez Menéndez: «La cultura auténtica nunca debe ser pose, debe ser alimento e intento de comprensión». Cada cierto tiempo surgen figuras atemporales, alejadas del ruido cotidiano y las modas, como la del escritor y antiguo editor Javier Sánchez Menéndez, que combinan un misticismo que no es del todo religioso, ni laico, y tienen como principal objetivo la aproximación a la esencia y la recuperación de la larga, y a veces olvidada, tradición clásica. Mediante las recientes publicaciones Para una teoría del aforismo (Trea, 2020) y Ética para mediocres (La Isla de Siltolá, 2020), hablamos con él sobre las formas breves, la libertad y la autenticidad. --EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Acaba de publicar Para una teoría del aforismo. ¿A qué se debe la efervescencia del género? ¿Podría tener que ver con las redes sociales, las revistas virtuales y su rapidez de lectura? —JAVIER SÁNCHEZ MÉNENDEZ: El género aforismo ha estado muy presente en la historia de la cultura, desde tiempos inmemoriales. Y como tal, nunca ha dejado de estar. Pero efectivamente, y acierta con su pregunta, la irrupción de las redes sociales, la rapidez de lectura, la brevedad (recordemos que Twitter, por ejemplo, limita los caracteres), y la falta o la pérdida de la “inteligencia”, todo eso mezclado, ha propiciado erróneamente una irrupción de los escritos breves. Y decimos escritos breves porque no todo lo que se escribe puede ni debe ser considerado aforismo. Vivimos tiempos donde creemos que economizamos todo, hasta el pensamiento, y no es así, de ahí eso de que lo exprese como una falta o una pérdida de “inteligencia”. --ECP: Su brevedad permite destellos de sabiduría o belleza, ¿pero corren estos el riesgo de perderse en la desatención e hiperaceleración de la vida cotidiana? —JSM: En efecto. Y no vamos a repetir la inteligente máxima de Gracián. La sabiduría y la belleza pueden y deben estar presentes en la esencia, y esta bellísima palabra, la esencia, en sí es precisa. Los tiempos que vivimos son momentos de vértigo, de rapidez, pero también de dejadez. Ya no se contempla, tan solo se mira de soslayo o a aquello que es efímero, apenas se observa con atención. El lector, el público, se conforma con muy poco, con poquísimo, y proporcionalmente se exige mucho menos. Por eso hay que defender la esencia, y esta esencia que decimos precisa de atención y de entendimiento. --ECP: Desde luego, ahí establece una distinción clara: sin filosofía y sin poesía no hay aforismo, y, en parte debido a esto, el 99% de los aforismos en castellano son ocurrencias. —JSM: Usted dice que el 99% de los aforismos en castellano son ocurrencias. Preferimos indicar que aquello que se cree como aforismo, en un elevado porcentaje no son aforismos. Por tanto, no se puede llamar, ni siquiera mencionar, como aforismo a lo que no lo es, y nunca lo ha sido, ni lo será. Efectivamente, sin filosofía y sin poesía no existe el aforismo. En mayor o menor proporción. Pero nuestra vida está cargada de filosofía y de poesía, aunque no sepamos descubrirlo. Todo es filosofía y todo es poesía, pero no lo contemplamos, ya que hemos dejado de atender. --ECP: Esta publicación ha coincidido con Ética para mediocres, donde se aproxima al género como autor. ¿Experimenta algún conflicto o dificultad al tratar el aforismo, la poesía (Fábula) y otros temas en la doble vertiente creativa y teórica? —JSM: El conflicto debe existir siempre. Un conflicto creador. Un conflicto que debe elevarnos a lo arduo. Un conflicto real y presente. La creación debe ser un conflicto, entre autor y obra, entre autor y lector, entre obra y lector, y entre todos juntos y la naturaleza (decimos aquí naturaleza y el conflicto nunca será con ella, es para conocerla, conocer su armonía y asumirla en nosotros). Crear es una fortuna, pero crear con dificultad es una exigencia. --ECP: Por una parte, esta vena aforística me lleva a su blog Cuaderno de apuntes, donde cuelga entradas mínimas: portadas de libros, paisajes, noticias enlazadas en una palabra («aquí»), etc. —JSM: No hay mejor manera de dar los buenos días, las buenas tardes, desear un buen fin de semana. Para mí no es una pose, es una creencia. Tan solo recomendar un libro, mostrar un texto o una opinión de algo, siempre relacionado con la cultura. Un cuaderno de apuntes, como menciona. Un muestrario de vida. La brevedad debe ser máxima, y la imagen ayuda, acerca a los lectores. Cada día me cuesta más escribir en ese cuaderno de apuntes, porque los apuntes prefiero no mostrarlos, guardarlos para otro tiempo. Este tiempo que corre no es el mío. --ECP: Por otra, recuerda al reciente El infinito en un junco de Irene Vallejo, ya que ambos surgen de un intento de reconstrucción de la sociedad y de salvación del individualismo mediante las enseñanzas del mundo clásico. —JSM: Siempre hay que estar (no decimos regresar, ni acudir) muy cerca de lo clásico. Lo clásico es el origen, el nacimiento, y ello es verdad, ahí encontraremos la verdad, solo ahí. Tal vez sea la única verdad que podamos conocer en nuestras vidas. La salvación, la reconstrucción, la enseñanza. El libro de Vallejo es una maravilla que parte y se desarrolla en ese mundo. El único posible. --ECP: Mediante el manifiesto La utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine, otro modo de ver esta ética y recuperación de la tradición reside en apuntalar los saberes humanísticos y la cultura no capitalizada, gratuita, social. —JSM: La cultura clásica, la defensa de las humanidades, el saber de antaño, la experiencia, los sabios de la antigüedad... Nos olvidamos de todo, es como si se hubiera reiniciado la humanidad abandonando la tradición, el pasado, la riqueza. Y es un inmenso error. Lo nuevo solo es nuevo, por muy positivo que sea. Lo nuevo se enriquece con lo mejor de antes, y la fusión de ambos posee una fuerza inigualable. El hombre ha pensado siempre sobre los mismos temas, y eso no ha quitado valor a los sabios de las distintas épocas. --ECP: Porque, fuera de ese tono abstracto, la cultura está impregnada de luchas, intereses e impostores o mediocres que se retroalimentan y propagan, como apunta Carlos Alcorta en su blog. ¿Qué efectos sociales o políticos tiene la Ética para mediocres? —JSM: Tener en sí, y como tal, es solo una intención. Toda escritura posee esa intención o ese fin que intenta mantenerse. La vida cultural, al igual que la vida normal u ordinaria (qué horrible es esta palabra, pero qué bien encaja, aunque también significa “por su orden”) está plagada de todo eso que comenta, que en el fondo no es más que ignorancia, incultura e impostura, y esto más en unos países que en otros: razón, la mayor o —en el caso de España— la menor inversión en educación y cultura. Ética para mediocres intenta ser un espejo de nuestro tiempo, solo eso. Nada más que eso. Nada menos que eso. Que se consiga o no, no soy quién para determinarlo. Pero es tan cierto que la mediocridad abunda, y por todas partes, y gran culpa es de los gobiernos, de verdad, y eso lo denunciamos infatigablemente. --ECP: Para terminar, vamos a sumergirnos en una batería rápida de aforismos: «La literatura de verdad no existe en el presente, podrá existir en el futuro. Hay gran literatura en el pasado». ¿En qué lugar deja eso a todos los escritores contemporáneos, incluido usted mismo? —JSM: Un escritor es un creador, pero un albañil también es un creador. El mundo está lleno de creadores. Veamos, ahora hay libros maravillosos, auténticos, enriquecedores. En el mundo contemporáneo hay maravillas bibliográficas. Y las seguirá habiendo. Siempre, a lo largo de la historia de nuestra cultura, han existido las joyas, las perlas, al mismo tiempo que la basura. Pero nuestro recorrido es corto. Nuestra existencia es limitada, vivimos poco tiempo (el justo y necesario), y no hemos nacido como jueces literarios, hemos llegado para alimentarnos de lo bueno. Dentro de muchos años, creo que Rilke hablaba de una cifra importante, la propia historia determinará quién merece la pena estar y quién no. Estamos convencidos de que nos llevaremos (o se llevarán) una sorpresa grande. Casi todo lo que ahora triunfa será olvidado. Tan solo unos pocos adquirirán la categoría de clásicos. En nuestra corta y limitada vida, ¿para qué vamos a hacer experimentos, si los clásicos son y serán clásicos? Por eso debemos acudir a ellos casi a diario. No hallaremos error. --ECP: «ARTE es verdad. Arte es lo que la filología o miopía no entienden». Con el auge del mediocre, el discurso posmoderno y la ficción como herramienta, ¿no se aproxima más a la mentira? ¿Es el academicismo lo contrario a la comprensión?
—JSM: El academicismo es lo contrario a la sabiduría, al pensamiento, a la belleza y a la bondad. El nuevo discurso es falso, sí, y por ese hecho abandona los valores tradicionales de la verdad y la honradez. La filología tiene mucha culpa de ello, se ha convertido (pienso que siempre lo ha sido), en un academicismo impostado, sin reflejos, sin intenciones. La filología vive tan solo para la pose, y la cultura auténtica nunca debe ser pose, debe ser alimento e intento de comprensión. --ECP: «HA muerto el gran ensayo, y mediante una muerte programada». ¿En qué sentido ha fallecido, y desde dónde ha venido esta estrategia? —JSM: Desde tiempos inmemoriales. Y no solo el ensayo, la narrativa, la poesía, el periodismo... Mire, uno más uno siempre ha sido dos. Y seguirá siendo dos, mientras no se demuestre lo contrario. Pero también, el logaritmo neperiano de 7’389 es dos. Y lo más sorprendente, la raíz cuadrada de 4 puede ser dos o menos dos. Quedarnos en la suma de uno más uno es lo que hoy se hace en ensayo, en poesía, en narrativa. No nos hace pensar, ni discurrir, ni imaginar, ni crear. Nos están volviendo imbéciles, o mejor, no desean que pensemos, no quieren que seamos uno. Orwell escribió en 1984 que dos más dos eran cinco, y así son las dictaduras, como estas en las que vivimos, las de la simpleza, las de la falsedad. Es la violencia, y la violencia genera miedo. El miedo es el arma de las dictaduras. --ECP: «SI las personas leyéramos más a menudo El Quijote seríamos mejores personas». ¿La cultura nos hace libres? ¿Lo hace por la paulatina reconciliación y consciencia de sus personajes? —JSM: La cultura nos hace libres, sí, con mayúsculas. Incluso diría que aquel que se cree libre, y no lo es, si leyera un poco más, entonces comenzará a descubrir qué significa la palabra libertad. El Quijote es una joya de la literatura universal, podemos indicar que una de las grandes joyas. Posee la capacidad del redescubrimiento, cada vez que lo lees, que acudes a algún pasaje, aunque ya lo conozcas, descubres aspectos nuevos, representaciones reales de una sociedad que no envejece. Cervantes tuvo la inmensa fortuna de entregarnos un diamante pulido y en bruto a la vez. Pulido porque él sabía, en todo momento —a pesar de jugarse el tipo en muchas ocasiones— lo que escribía y lo que quería escribir (pulido por él y en bruto para nosotros por ese redescubrimiento que mencionábamos). El Quijote nos otorga la luz del descubrimiento cada vez que acudimos a sus páginas. --ECP: «TODOS comenzamos a estar vivos cuando todos comenzamos a estar muertos». ¿Hay alguna revelación o acontecimiento cuya potencia luminosa no contenga también cierta oscuridad? —JSM: Vivimos sin saber realmente qué es estar vivo. Y, en cambio, vivimos con ese temor permanente a la muerte. Vivir y morir son una misma cosa. Vivir es una revelación, pero morir también es una revelación. Luz y oscuridad, aplicables a vida y a muerte respectivamente, viven en permanente fusión. Ese aforismo que cita bien podría ser: “Todos comenzamos a estar muertos cuando todos comenzamos a estar vivos”, o como dice el dicho, nacer es empezar a morir, al igual que morir es empezar a morir. Siempre desde el punto de vista de la perspectiva, de lo que cada uno entienda por contemplar, atender, entender. --ECP: «LA ética dispone de un muro. Un muro muy alto. Un muro prohibido. Todos formamos parte de ese muro». ¿En qué se diferencia esta finitud ética de la infinitud moral? ¿Es el muro una llamada de atención hacia lo esencial y verdadero? —JSM: En primer lugar, el muro ético debe ser tan alto que no tenga límites, es decir, es y debe ser infinito, y es por esa infinitud por lo que puede resultar prohibido. Pero debe existir. Sin él dejaríamos de ser, sin más. Hablaría más bien de infinitud ética y de finitud moral. El muro es nuestra consciencia, debe ser nuestra consciencia, y debemos tenerla en alerta y en permanente ejercicio. Más que ser una llamada de atención, el muro hay que contemplarlo, y alimentarlo desde la humildad, así intentaremos alcanzar la esencia, esa parte tan importante para intentar alcanzar la verdad. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Leer las cuestiones literarias de Cuando el Vips era la mejor librería de la ciudad (Círculo de Tiza, 2020) enternece, divierte y provoca muchas preguntas, pero cuando hace aparición la cuestión política la risa se congela, posiblemente porque el débil y poco valorado entramado de la cultura es una parte mínima del total: la autodestrucción tranquila y despreocupada de la sociedad. Aprovechando esta recopilación de las columnas publicadas durante los últimos cinco años en El Confidencial, más cinco entregas en Zenda, hablamos con el crítico y escritor Alberto Olmos en esta entrevista-maratón llena de verdades incómodas. --EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Empezaste haciendo crítica en 2004 con dos blogs, Hikikomori y Lector mal-herido, y terminaste en 2013, coincidiendo casi con el fin de la época dorada del blog. ¿Qué medios tiene ahora la crítica para publicarse y llegar al público? —ALBERTO OLMOS: Bueno, en rigor Malherido iba de libros y Hikikomori era más un diario, ahí no hacía reseñas. También, siendo riguroso, la verdad es que he seguido hasta más tarde de 2013 haciendo reseñas, pero ya en mi web malherido.com, que es de pago. Sobre la crítica hoy supongo que su modo de aflorar no es otro que los suplementos y algunas revistas, o también columnas donde uno de pronto decida hablar de libros. En realidad, nunca he sido muy adicto a la crítica literaria, sino a determinados críticos con voz propia —lo mismo para el cine. —ECP: Hubo varias razones personales: cumplir 39 años a principios de 2014, y no ser suficiente el saberse leído y accesible. ¿Representa esa confesión los vaivenes del entusiasmo de Remedios Zafra? —AO: En realidad mi cambio fue porque es muy tedioso andar con los comentarios anónimos y las disputas y ponerlo en privado me servía para seguir sin tanto estorbo. Me gusta leer y escribir algo sobre lo leído, si no, parece, con los años, que no leíste. Ahora ando más parado con esto porque escribo reseñas para El Confidencial y para Zenda, y no tengo tiempo, con los hijos además y la vida adulta definitiva. —ECP: La verdad es que parece un engaño, uno se cree que en la cultura va a encontrarse con fama y dinero, cual Mago de Oz, hasta que uno tira de la cortina. —AO: Todo en esta sociedad es venta de humo, decorado y romanticismo de escayola. Los jueces imparciales, y luego vemos cómo se eligen; los periodistas que destapan la verdad, y luego vemos lo que tapan; los escritores míticos, y luego todo es trapicheo de favores. Los políticos que buscan el bien de la gente, y luego todo es ocupar sillón, robar, poner a dedo a los amigos y mentir sin escrúpulos. —ECP: Si la actividad «de poner una palabra detrás de otra y decir algo sincero y enjundioso» es de las más inútiles, ¿qué sentido tiene hacer crítica hoy en día? —AO: Bueno, las cosas que te gustan no tienen otro sentido que el hecho de que sigan gustándote. Es agradable ser leído, pero es fundamental escribir no para ser leído. —ECP: ¿Qué dirías de la tan repetida frase: «yo para hacer una crítica negativa no la hago»? —AO: Una estupidez. Traducible por: yo para buscarme problemas prefiero no buscármelos y ya se los buscará otro, más idiota. La crítica negativa de un libro o una película, de un gobierno o de una moda social es imprescindible. Hablar siempre bien de todo en público debería ser señal más que suficiente de que deben quitarte el uso de la palabra. —ECP: Claro que no es nada fácil en el caso de la literatura: las editoriales, con toda su buena fe, mandan los libros, y uno puede pensar que hay que corresponder ese gesto con halagos. —AO: No, no, esto de que te manden libros yo, que soy muy mirado, pudoroso y solícito, justamente no lo veo como algo que deba influirte. No supone nada para los grandes grupos mandar cientos de libros aquí o allá. Es peor tener que hacer la reseña de un amigo, desde luego. —ECP: Cuando eso no sucede, o se toman «caminos poco claros moralmente para la curia de los políticamente correctos», uno se crea una «Mala fama». ¿Sigue estando ese camino lleno de enemistades, o esa «mala fama» se ha convertido en un cliché? —AO: Yo no siento que tenga enemigos, la verdad. Creo que caigo mal a un montón de gente, cosa que nada tiene que ver con una vida de batalla interpersonal que sólo resuelva la muerte. Además, yo no me dedico a sabotear regularmente el trabajo o el buen nombre de nadie. Son momentos puntuales de señalar o enrabietarse, tomados como norma cuando son muy excepcionales. —ECP: Pensándolo bien, aunque a cañonazos, todos han ido abandonando esa senda llena de destrucción: Tongoy, la Sargento Margaret, Addison de Witt... En aquellos tiempos la historia de la literatura se escribía en los comentarios de las entradas. —AO: Una teoría que tengo es que los blogs funcionaban porque había cientos de comentarios, y que esos comentarios dejaron de hacerse porque detrás de ellos —de esos anónimos— había varios escritores frustrados que, una vez consiguieron publicar en sellos grandes, dejaron de insultar a los escritores de su generación que ya publicaban en sellos grandes. Y de ahí la sequía actual, porque estos autores ya no necesitan desfogarse con comentarios anónimos en blogs. —ECP: A todo esto, ¿en qué se diferencia Cuando el Vips era la mejor librería del mundo, ese libro «un poco más gordo de lo normal», de una Poesía completa? —AO: A mis ojos en nada, porque también es poesía. —ECP: Tus columnas parten del aparentemente sencillo, pero complicado, ejercicio de leer. ¿Qué implica, y cómo lo hacemos en España? —AO: Leer implica sobre todo tiempo y soledad. Tiempo no tenemos mucho y la soledad —como prueba el éxito de las redes sociales— la aborrecemos. Así que leer es un acto absolutamente épico y antiguo y destinado a desaparecer o, como sucede hoy, a ser sobre todo fingido. Nadie lee nada, se opina de oídas, se engaña sobre lo leído realmente. —ECP: Muchos se quejan del lector, ese ente ignorado. ¿Se han vuelto elitistas los escritores en su elogio de lo complejo y lo posmoderno, los lectores son tontos, o solo buscan entretenerse? —AO: Bueno, siempre ha habido textos más y menos accesibles, no creo que ahora mismo se haya inclinado la balanza hacia lo complejo; de hecho, seguramente es al revés. Pero luego tienes al pensador Byung-Chun Han con sus libritos apretados de citas que venden mucho, que son leídos. En definitiva, uno tiene que escribir lo que le gusta y el público ya hará lo que le parezca. —ECP: De hecho, muchos lectores se fraguan en las bibliotecas públicas, pero nadie habla de ellas. ¿Hay que comprar menos y visitar más sus fondos?
—AO: Hombre, comprar menos no es algo que uno deba promover, pues de algo tiene que vivir el sector editorial. En realidad no hay que hacer otra cosa que leer sin prejuicios: eso ya sería bastante. —ECP: Si hablamos de comprar, estadísticas oficiales aparte, ¿quién lee y se gasta el dinero en las novedades? A veces el escritor es el que menos lee: te quiere vender su historia, pero ni compra la de los demás ni va a sus presentaciones. —AO: Ni idea. Dudo mucho de los datos oficiales en este sentido, pero ahí están. Luego es cierto que muchos autores no leen novedades, pero hay que ser permisivo en este caso. Date cuenta de lo que es tratar de escribir un buen libro y andar a la par leyendo los buenos libros que escriben los demás. Es agobiante. —ECP: Quizá lo del esfuerzo no tenía que ver tanto con la alta y baja cultura, como con pagar y, en un click, estar viendo series en Netflix o HBO. —AO: También es cierto que hay muchos autores hoy que consideran las series su principal fuente de inspiración o entretenimiento, mucho más que los libros, y eso es un poco triste. —ECP: Si la cultura nos hace libres, pero lo progre sigue dominando el debate, ¿qué opciones tenemos? —AO: La Cultura no nos hace libres. Todo eso son tópicos y chorradas muy propias del mundo orwelliano que vivimos. ¿Qué libertad me da leerme todo Galdós, exactamente? Ninguna. Me da un mundo, un placer y quizá una tesis sobre Galdós. Pero libertad no da ninguna. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO En Alta cultura descafeinada Alberto Santamaría, reflexionando sobre arte contemporáneo y coleccionismo, advierte al lector sobre un hecho sencillo, aunque preocupante: que no seamos capaces de imaginar horizontes alternativos al neoliberalismo. Atrapados en un horizonte de peligrosa homogeneidad, no obstante, voces como la de Isabel Pérez Montalbán nos recuerda el sentido de la lucha y, sobre todo, su necesidad. Iniciadora de la “poesía de la conciencia”, basada en el compromiso con la clase obrera y la memoria histórica, ha reunido su poesía en El frío proletario (1992-2018) (Visor, 2019), y recientemente ha obtenido el XLI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla con Vikinga, que ha publicado este año en la misma editorial. Aprovechando la edición de la antología, hablamos con ella sobre la supervivencia, el papel político del poeta y las ayudas del Estado, entre otros temas. - EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En la introducción, ‘Noticias del yo’, comentas que has publicado unos pocos poemarios, y que otros textos dispersos están en el «vientre del olvido y la mudanza». ¿Cómo afrontas la creación literaria y la exhibición? —ISABEL PÉREZ MONTALBÁN: No he publicado todo lo que he escrito en tantos años por razones diversas, desde el olvido a la duda y a la pérdida de manuscritos. Y no me importa, tal vez no era necesario publicar tanto ni todo. Sí, estamos sobreexpuestos porque hoy la visibilidad está ahí, en medios y redes, y no en una pequeña librería. Creo que yo no estoy demasiado expuesta, pero reconozco sin duda que si no se sale en los medios apenas se tiene presencia. Lo curioso es que no me preocupo casi nada del tema. Desde niña, solo me interesaba escribir y leer, además de aprender sin parar. Escribir fue consecuencia de un deseo feroz de comunicación, conmigo y con otros. Luego, es verdad, se aspira a publicar, a ampliar esa comunicación, pero todo ha surgido sin poner mi vida en ello. En realidad, me he ocupado nada más que de sobrevivir y trabajar, más que de posicionarme en la poesía. No he tenido mucho tiempo. Ya se sabe que el arte es hijo del ocio y el tiempo libre. Yo he robado horas al sueño para hacer lo que me gustaba. No estoy orgullosa, porque han sido circunstancias reales contra las que solo podía luchar con esfuerzo e ilusión. --ECP: Como hija del ocio y el tiempo libre, ¿es la poesía una creación burguesa? Como tal, pero también pensando en la crítica que diriges hacia los Novísimos («la deriva de algunos ha sido sorprendente hasta desplomarse en el clasicismo más conservador»). —IPM: No hay poetas obreros. No hay representantes de la clase trabajadora (salvo excepciones, que ni se me ocurren). Naturalmente que cualquier disciplina en la creación o el pensamiento necesita condiciones materiales y sociales. Por eso es frecuente que el poeta o creador (no solo los Novísimos, los de ahora mismo) derive hacia el conservadurismo, el conformismo o el egocentrismo. No tiene conciencia de clase, sino de establecerse en la elite cultural. No todos, pero demasiados. --ECP: Frente a esto, nuestro mal contemporáneo, la precarización, y, casi, la muerte, tal y como comentas en ‘Clases sociales’: «y había estado a punto de morirse, / con seis años, mi padre, de aquella pulmonía. / Con seis años, mi padre». —IPM: El sistema ha generado indiferencia hacia la desigualdad. O peor: no solo indiferencia, incluso rechazo y hasta discursos contra al emigrante, al pobre o el marginado. Ahí cosecha la ultraderecha (y hasta la derecha suave) sus votos, entre personas que no saben decodificar las circunstancias, pero se encandilan con las consignas que victimizan a los otros. Los precarios son objeto de exclusión. Da lástima saber que hay una parte de la clase trabajadora que se deja seducir por ese canto de sirena maldita y engañosa. --ECP: La supervivencia se ha hecho más dura con la crisis, pero los años, supuestamente, permiten escalar laboralmente. Por ejemplo, eres correctora en una nueva editorial, muy prometedora, Letraversal. —IPM: Estoy encantada con cada trabajo, lo acepto como una manera de sobrevivir y entusiasmarme por lo que pueda aportar. Trabajo para las editoriales Col and Col y Letraversal, que apuestan por el mucho trabajo y la novedad desde un espíritu crítico. Y sin pretender el enriquecimiento. En este sentido, me siento orgullosa de colaborar para construir otra visión empresarial de este siglo. No se trata ahora solo de salario, sino de aportar. --ECP: Parece que el poeta, en algunos casos, lo es más por rodearse de un círculo permanente de seguidores, comentadores, críticos y otros avalistas. —IPM: Pues no es mi caso, ni siquiera tengo Facebook, Instagram o Twitter, nada. No sé si tengo seguidores, la verdad, aunque algunas personas me leen. Las redes sociales están cambiando estas relaciones entre el escritor y el público, supongo. Pero yo vivo muy aislada de los entornos literarios. Como ya he dicho, es que no tengo tiempo. Si tienes que levantarte a las 7 de la mañana para trabajar, de verdad se lleva una vida muy reglada. También reconozco que no he estado demasiado interesada. Y mi tiempo libre lo he usado para estudiar y leer, sobre todo. A mí los bares, los pasillos, los actos y demás no me sientan bien. Prefiero leer un libro que me gusta que ir a la presentación de ese libro. --ECP: Con esa no exhibición hay menos distracciones, pero también más distancia. ¿Le das importancia a las interpretaciones que pueda hacer el público? ¿Cómo mantienes el contacto con este? —IPM: Hoy, el lector tiene mil vías de acercamiento, no creo que necesite mi presencia física. La mayor parte de mis lectores lo han sido a través de internet, las bibliotecas y las instituciones públicas. Cuando tengo contacto con posibles lectores en pueblos y actos, me siento afortunada, porque permite el debate y el intercambio. Las interpretaciones del lector son un derecho y un hecho inevitable, como propon para apoyar o ir contra el Estadoero muy estrechas.. ctor ad copn los otros., y el intercambio. que pueda aportar. COl e claseía Roland Barthes. Cada lector crea su propia lectura. --ECP: Para hacer frente a esto, defines tu labor como «testimonio de aproximación a la verdad». En una época escéptica e irónica, ¿cuál es esa verdad? ¿Dónde reside o qué herramientas podrían ayudar a acercarnos a ella? —IPM: La verdad está detrás de mil capas de mentiras, intereses y manipulaciones varias. Yo solo intento aproximarme, no desvelarla del todo. No sé si es posible. Cierta verdad se encuentra al encarar las realidades sociales, los derechos humanos, al margen de la edulcoración de los medios o de su utilización para generar miedo. Una herramienta útil es la escritura, también la reflexión, usar varias fuentes, hacer un uso responsable de los medios de comunicación. Y, especialmente, tener espíritu crítico ante todos los recursos que se nos ofrecen o nos esclavizan. --ECP: Al hablar de espíritu crítico, ¿cómo crees que se puede conseguir? Pienso, haciendo un poco de agente del mal, que mucha gente instrumentaliza, y se hace la progresista y la moderna, aludiendo a sus múltiples lecturas o intereses artísticos, cuando luego la realidad es diferente. —IPM: El espíritu crítico deviene de circunstancias a las que no todo el mundo tiene acceso: la educación, la formación, la investigación y en especial la conciencia de clase o la empatía contra la injusticia. Hay muchos supuestos intelectuales que no han desarrollado el espíritu crítico. Se han mimetizado con el sistema y al servicio del sistema. La realidad trasera a su entorno ni les roza. O como dijo Luis Eduardo Aute: «No rozaron ni un instante la belleza». --ECP: ¿De qué hablamos, entonces, cuando hablamos de la labor política de la literatura? ¿Cómo situarse en un frente subversivo y crítico? Para la teórica Mieke Bal, por ejemplo, el verdadero arte político se produce cuando no está esponsorizado o censurado por el Estado, no supone una protesta puntual, no representa hechos puntuales, de moda, etc. —IPM: Toda escritura es política, aunque hable de mirlos en un jardín privado (no hay nada más conservador hoy, por ejemplo). Cualquier tema, cualquier opción formal, supone una elección política. El ensimismamiento en el yo es una actitud política. La rebeldía es una actitud política. El empeño en los textos crípticos también lo es. La evasión, la denuncia, el cultivo de lo estético sin revés. Todo es político. Sin embargo, es imposible que no haya cierta convivencia con el Estado, porque de él dependen premios, subvenciones, publicaciones, beca, leyes. Yo no hubiera estudiado, por ejemplo, sin la ayuda del Estado. Ese ideal de no depender de nada... De momento, es utopía. Ahora bien, hay que cuidarse de la censura y de la autocensura. Hay rendijas para ser libre escribiendo sin venderse, pero muy estrechas. --ECP: Como comentas, sin el Estado no tendríamos muchas de esas opciones que tenemos ahora. ¿Crees que lo tenemos injustamente denostado?
—IPM: Solo el Estado y sus instituciones, actuando con leyes y programas, podría intervenir para una mayor justicia social (no es así ahora, dependemos de los poderes financieros). La justicia no vendrá de los empresarios ni por sí misma. Necesitamos Estado y participar cada cual en cualquier lucha para apoyar o ir contra el Estado. Lo demás será dejar todo al albedrío de los poderosos, que no obran por nuestros intereses. Fui alumna de Julio Anguita y hasta su muerte no ha dejado de decir que sin la implicación activa de las personas no hay manera de cambiar nada. Estoy de acuerdo. --ECP: Retomando el poemario, también está ‘Puente romano’. ¿Cómo surgió y cuánto tiempo tardaste en resolverlo? Son ocho páginas de un lamento muy desgarrador, pero muy contenido, es decir, equilibradísimo. —IPM: Me costó fiebre y lágrimas (además de decisión frente el olvido y la vergüenza), pero necesitaba indagar en mi origen y en mi herencia, cuando tenía unos 30 años. Surgió como un poema más de mi libro Los muertos nómadas, que intentaba retratar mi autobiografía a través de esos familiares, ya muertos. Luego, se convirtió en el poema central, porque la madre supone el origen. Y mi madre había renunciado a su descendencia a través del suicidio. Aunque parezca un poema muy personal, que lo es, pretende cuestionar algunos tópicos enquistados: la sangre, la familia, el destino. Por eso, preferí un tono equilibrado, alejado del maniqueísmo, para que el lector pudiera identificarse en algún aspecto. No hay exhibicionismo por mi parte, solo exposición que permita pensar y trascender. La autobiografía nunca debe ser autocompasión o enaltecimiento del yo, creo, sino historia pequeña en complicidad y coincidencia con la de otros. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO La frase de Andy Warhol, posiblemente mejor escritor que artista visual, «¿no es la vida una serie de imágenes que cambia conforme se van repitiendo?» no solo representa la inestabilidad del tiempo y su constante fricción, sino la necesidad de indagar en la imagen original, en el pasado. Ambas facetas se reúnen en José María Micó, Catedrático de Literatura en la Universitat Pompeu Fabra, quien combina su labor académica con la música, dentro del dúo Marta y Micó, que ha publicado recientemente su tercer disco, Mapa de sombras cotidianas, con la poesía y, aún más, con la recuperación de las enseñanzas de los grandes clásicos, que ha ido recogiendo en Clásicos vividos (2013), Para entender a Góngora (2015), y la traducción de la Comedia (2018) de Dante Alighieri, todos ellos publicados en Acantilado. Aprovechando la publicación de su poesía completa, Primeras voluntades (Acantilado, 2020), tuvimos la oportunidad de hablar con él en junio, entre otros temas, sobre la lectura como medio de conservación, las relaciones entre música y poesía, y la fugacidad envenenada del tiempo. --El Coloquio de los Perros: Ahora que el confinamiento está más controlado, ¿cómo has vivido estos dos meses de encierro? ¿Cuáles crees que serán sus efectos en el entramado cultural? —José María Micó: En los primeros días mi situación se parecía a la de otros muchos períodos en los que he estado encerrado en casa trabajando, y he seguido una rutina que, en su mezcla de irrealidad e incertidumbre, puede llegar a tener apariencia de eternidad. Sin embargo, también esto va a terminar y advierto ahora que he trabajado muy poco, pero he recuperado algunos hábitos que preferiría no volver a perder, como leer y escribir sin pensar en compromisos académicos y dedicar una parte del día a tocar la guitarra y componer canciones. Los efectos en el entramado cultural están siendo devastadores, y supongo que los dos ámbitos que conozco mejor, el editorial y el musical, van a salir muy tocados. En mi caso, la publicación de Primeras voluntades ha precedido en pocas semanas a la de nuestro disco Mapa de sombras cotidianas, que aparecerá en los próximos días. Por tanto, he vivido muy directamente los efectos del confinamiento, porque el libro no se llegó a presentar y ya veremos si podemos dar algún concierto de presentación del disco. Los viajes a Madrid y a Italia, que antes eran gozosamente rutinarios, se han convertido en una ilusión, como le ha ocurrido a mucha gente. No me atrevo a decir qué es lo que pasará en el futuro, aunque opino que lo que le conviene al sector cultural no es recuperarse, sino regenerarse o reinventarse. Con la crisis anterior explotó la burbuja inmobiliaria, como se decía; tal vez no sea malo del todo que ahora explote la burbuja de la “industria cultural” (qué tremendo oxímoron), y que los agentes o mediadores de la cultura se den cuenta de que lo que importa es la calidad, y no el provecho comercial. Como se ve, sigo siendo un optimista. --ECP: Si juzgásemos el libro por su portada, podríamos decir que la música es una parte fundamental. Por un lado, formas parte del dúo Marta y Micó, ¿cómo complementa esta faceta tu labor poética, y en qué se diferencia? —JMM: La pregunta es muy clara, pero no sé si lo será la respuesta, porque llevo toda la vida dándole vueltas. Lo primero que debo decir es que la imagen de la cubierta es en realidad una feliz propuesta del equipo editorial de Acantilado que me gustó y enseguida di por buena. Las circunstancias de la vida me llevaron a alejarme de la música, pero lo cierto es que mi vocación literaria nace de ella: en mi adolescencia, las canciones de Víctor Jara, Inti-Illimani, Serrat, Raimon o Paco Ibáñez me llevaron a interesarme por los poemas de Neruda, Machado, Borges o Ausiàs March. Aprendí por mi cuenta a tocar instrumentos de cuerda y de viento que ahora me parecen inverosímiles (aunque los conservo casi todos), como el charango, el cuatro venezolano, el tiple colombiano, el rondador ecuatoriano, la quena y el siku. Estudiar música no era entonces algo tan factible como ahora (hablo de los años setenta del siglo pasado) y, habiendo ya escrito mis primeros poemas, opté por los estudios de filología. Para mí no hay verso ni prosa que valgan (incluso la prosa académica, que tanto he frecuentado) si no contienen, proponen o inventan su propio ritmo. Después de muchos años, más de treinta, en los que me tuvieron muy ocupado las tareas propias de mi condición de profesor e investigador universitario, un regalo del destino (así lo he definido más de una vez) me ayudó a tomar la decisión de hacer dos cosas que siempre quise hacer: traducir la Comedia de Dante y escribir canciones. --ECP: Por otra, la musicalidad es esencial en el ritmo de un poema, ¿ha influido la música en tu manera de componer los versos? —JMM: Un poema y una canción son cosas distintas y no las confundo; simplemente las junto, intentando respetar las leyes de cada género. En la música suele usarse el término fusión, aunque yo prefiero hablar de intersección: me dedico a buscar puntos de encuentro entre las cosas que siempre me han gustado, y el resultado son poemas, canciones o traducciones. Solamente tres de mis textos poéticos tenían relación expresa con la canción: ‘Blanca y azul’, un poema que escribí con la esperanza de que alguien lo cantase, pero nadie lo hizo; ‘Glosa para tango’, un homenaje al género, y ‘Samba triste’, un texto extraño que remeda las frases melódicas del saxofón de Stan Getz. Ahora, en cambio, tengo la ilusión de poner música a un número significativo de mis poemas, y a día de hoy son más de una veintena. Para mí es otro desafío, porque nunca sé previamente qué música se me va a ocurrir, y supongo que se me aceptará que, si soy yo mismo quien les pone música a mis poemas, no será con la intención de trivializarlos, sino para cortarles un traje a medida que les pueda sentar bien. En estos dos meses de confinamiento, por ejemplo, he compuesto tres nuevas canciones a partir de poemas incluidos en Primeras voluntades: dos de ellos (‘Sucesiones’ y ‘Reunión de amigos’) tienen un léxico sencillo y una disposición estrófica que permite crear una estructura relativamente convencional, pero el tercero, ‘Caleidoscopio’, es un poema complejo, metafísico y poco cantabile para el que, con algo más de trabajo, también he compuesto una melodía. Y en el disco Mapa de sombras cotidianas se incluyen tres textos, ‘Muchacha vieja’, ‘Ver a Marta nadar’ y ‘Silbo sin aire’ (este con música de Marcelo Mercadante) que parecían imposibles de musicar, pero ya son canciones. Sin embargo, nada de esto tendría interés ni valor si no fuese porque dispongo de un arma secreta: la capacidad artística de Marta como cantante. --ECP: También está la figura del comediante, y el momento imaginario en que deja la máscara, espacio entre realidades en el que tu poesía indaga: la trascendencia, la permanencia, y la emoción frente a lo efímero, la frivolidad y el espectáculo. —JMM: Yo no sé si me pongo o me quito la máscara al escribir y al subirme al escenario, y aunque hablar desde la tarima de profesor también tiene algo de teatral, es un hábito que tengo controlado; en cambio, nunca he tocado peor la guitarra que el día que Joan Manuel Serrat acudió a presenciar uno de nuestros primeros conciertos. Un poema se lee en unos minutos y una novela en unas horas o unos días, y ambos nos ofrecen el único consuelo posible: el rito de lo efímero en una sensación de tiempo abolido. Por eso para mí la literatura no es una labor intelectual, sino una actividad artística, afín a las artes plásticas y a la composición o a la interpretación musical, con las que comparte la intención de causar un efecto: hacernos mejores, o al menos instantáneamente felices. --ECP: Además, en tu poesía, hay una fuerte carga barroca. La oscuridad es un refugio, un lugar para pensar, mientras que la luz daña y produce ceguera. —JMM: Será el claroscuro barroco, tal vez. Un proyecto de libro que no sé si llegaré a escribir se titula Densidad. Los poetas que me interesan, entre los que están los metafísicos de los siglos XVI y XVII (no solamente los ingleses), escribieron textos con gran carga semántica, y yo intento escribir una poesía comprensible y densa, con el suficiente sentido superficial para satisfacer a los lectores apresurados, y con algún señuelo para atraer a los más atentos y pacientes. --ECP: El poema, en ese sentido, aborda directamente las situaciones, pero a la vez se esconde en símbolos y se complica al incluir un lenguaje más tradicional y antiguo. —JMM: La poesía es siempre alusiva y elusiva, por recordar un trabajo clásico de Dámaso Alonso sobre Góngora. Mi texto más complejo y simbólico es Camino de ronda, que escribí al mismo tiempo que las sencillas, y a veces frívolas, Letras para cantar. Ahora intento, como he dicho, lograr una sencillez expresiva sin renunciar a la complejidad. --ECP: Por último, tenemos una doble lectura de la vida: la decadencia y el paso del tiempo, a la vez que el triunfo más allá de la muerte, y la belleza de lo frío y lo imperfecto. —JMM: Así es. Ni la perfección ni la monstruosidad me parecen interesantes, porque nos inspiran una admiración aséptica o una curiosidad aberrante; me parecen mucho más bellas y turbadoras la singularidad y la imperfección, que reflejan mejor lo que somos, un esplendor que decae, y lo que tenemos, unos bienes fugaces. Casi todos mis poemas, serios o jocosos, hablan en el fondo de eso. --ECP: Es una poesía que requiere paciencia, relectura, como muestran las metáforas táctiles: el instante que se dilata en el tiempo y pide volver. —JMM: Antes he aludido a posibles lectores apresurados, que en realidad no me interesan, ni creo que a ellos vaya a interesarles mi poesía, o la poesía en general, si lo que esperan de un autor es un libro nuevo cada cierto tiempo, como ocurre con la novela. Los poetas solo podemos aspirar a tener unos pocos lectores que acaben siendo relectores, y la publicación es, más que una forma de difusión, un medio de conservación. Los versos se construyen con ocurrencias que aspiran a ser lapidarias: no sabemos quién, ni cuándo, ni dónde, ni cómo va a toparse con ellos, y por eso conviene componerlos de manera que no resulte fácil olvidarlos. --ECP: En una entrevista en El Cultural, sobre tu traducción de la Divina Comedia (publicada en Acantilado), dijiste que los clásicos «no son obras representativas de su tiempo, sino obras completamente excepcionales y eternamente contemporáneas». ¿Significa esto que deberíamos leerlos según lo que nos puedan aportar en cada momento personal y social? —JMM: Los clásicos son esos autores, o textos, que han alcanzado el ideal que he expresado en la respuesta anterior: nos resulta muy difícil olvidarlos porque siguen diciéndonos cosas útiles para trazar el mapa de un territorio inmutable: la condición humana. --ECP: Si cada momento es diferente, ¿a qué impulso obedece la reordenación de toda tu poesía en Primeras voluntades? Más que una antología, es prácticamente una obra nueva.
—JMM: Sí, es una obra nueva. Reunir de la manera habitual los libros que he publicado implicaba incurrir en repeticiones y formar un volumen engañosamente extenso, con muchas portadillas interiores y más de un centenar de páginas pares en blanco. Además, mi obra poética es breve y yo quería que, al reunirla, formase un libro también breve y compacto, juntando poesías afines y dando a los poemas extensos (como Camino de ronda, Ser y estar, Divieto di sosta y Momentos) la singularidad que no habían tenido en mis poemarios anteriores. Hay otras razones que explico en el prólogo, y añado aquí que, después de seis o siete años sin escribir ni un solo verso propio (salvo los quince mil que escribí para Dante y que siento también algo míos), me parecía llegado el momento de hacer balance y pensar en el futuro más que en el pasado: no es mi poesía reunida en un sentido convencional, sino las páginas ya escritas que me gustaría que se tuvieran en cuenta de aquí en adelante. --ECP: Retomando la comedia, también hay poemas humorísticos, sobre la solemnidad de los hechos históricos, la muerte o la elevación del espíritu. Como autor, traductor y profesor, ¿crees que leemos con demasiada seriedad? —JMM: Hasta el siglo XIX, la poesía tenía muchas funciones y valía para casi todo; era un marco universal del que pendían los demás géneros: el teatro, la novela y aun el ensayo. Después, el espacio poético se ha ido restringiendo hasta quedar reducido al lirismo sentimental o a la repetitiva decantación del yo. La poesía ha padecido siempre, desde los orígenes de nuestra cultura literaria, la infección de las modas sociales, de las disputas teóricas y de los pontificados críticos, una especie de fiebre alterna que va dando bandazos entre el trobar leu y el trobar clus, entre conceptistas y culteranos, clásicos y románticos, comunicación y conocimiento, experiencia y silencio. Ahora vuelve a imponerse, al menos comercialmente, una nueva cursilería de sentimientos banales y trivialidades expresivas, acorde con un público amplio que se cuantifica en el populoso cajón de sastre de las redes sociales y, por tanto, con una parte pequeña pero significativa de seguidores que son potenciales compradores de libros. Es una nueva moda alentada por la industria cultural, y en otros géneros eso ha pasado toda la vida. Pero hay alternativa, más allá de la resignación. Se trata de escribir buenos poemas, sean del tipo que sean, y añoro los tiempos en que el humor era uno de los muchos ámbitos posibles de la expresión poética. Si algo he aprendido en mis años de profesor es que los buenos poetas, por más diferentes que sean, que lo son, acaban siendo complementarios: Góngora no excluye a Quevedo, ni Lorca a Cernuda, ni Ángel González a José Ángel Valente. En todos ellos hay algo que nos conviene aprender. --ECP: A su vez, la repetición del instante, que nos da sentido en el tiempo, es otra de las claves de tu poesía. Esto se ve sobre todo en ‘Generación’, que abre y cierra el libro, con una ligera variación final. —JMM: El tiempo y la muerte han sido siempre mis temas, que en realidad se reducen a uno solo, porque, como digo en uno de mis Fósiles: «Si el tiempo existe, / no es necesario que la muerte acuda». Yo, como algunos filósofos clásicos, hubiera preferido no nacer, pero no lo digo desde una visión misántropa porque considere que el mundo es una calamidad, que lo es, sino porque considero que la vida es un maravilloso regalo envenenado. El deseo de vivir y el deseo de morir son contingentes e irrefutables, están en nuestra conciencia y pueden tener consecuencias en nuestro comportamiento, pero el deseo de nacer es una aporía. Venimos de la nada y hacia ella vamos, y yo, que soy hombre de poca fe y de alguna voluntad, creo solo en el posible eco póstumo de las cosas, buenas o malas, que hayamos hecho en vida, aunque sería ingenuo confundir ese eco con la eternidad. Hace tres años, en los primeros días de un confinamiento más largo que el actual y que yo cumplía para trabajar en Dante, mi padre murió, y en las cuatro semanas de agosto que siguieron a su muerte traduje varios cantos del Paraíso. Fue uno de los períodos más extraños y febriles de mi vida. Mi padre nunca leyó la Comedia, pero sin saberlo me ayudó a traducir los versos más inspirados y espirituales de la última cántica. Esta cadena de nacimientos contingentes que llamamos familia, o humanidad, es el verdadero misterio. De eso habla ‘Generación’, que, como has visto muy bien, abre y cierra mis Primeras voluntades. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO (Traductora: ELENA BORRÁS) El insectario Coman (La Bella Varsovia, 2019, trad. de Elena Borrás) está atravesado por la insatisfacción ante el paso del tiempo. A través de los versos, la madurez, los sueños y la realidad crean una serie de tensiones en la que chocan, pelean y demuestran su poder con toda su dureza. Se podría decir que ese desequilibrio, además, se desarrolla en un plano físico, debido a la gran cantidad de referencias corporales; y mental, al ver las expectativas brillar por su ausencia, pero sería más correcto, quizá, decir que tenemos ante nosotros un poemario en el que lo físico está filtrado por una lógica que, a su vez, es esperanza y herrumbre. Así, con motivo de su visita a España, entrevistamos por primera vez a Dan Coman en español, y comentamos su proceso de escritura, los trasvases culturales entre países, la actualidad literaria de Rumanía, y la contradictoria relación entre cuerpo y alma. Para ello, también contamos con Elena Borrás, quien nos devela aspectos de su dominio y preferencia hacia el rumano, y el proceso de traducción. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El insectario Coman deja una carga en el futuro destacable, también ligada a conceptos como la libertad o la renovación de los valores. —DAN COMAN: Cualquier libro que hable del pasado tiene que tener también en cuenta su futuro, como ocurre con este insectario. En lo que se refiere a los términos que has mencionado, están ahí, pero no me han interesado como valores sociales y políticos, es decir, como conceptos ligados a un estilo, como la poesía social o política, sino, estrictamente, de manera personal. —ECP: También hay un análisis poco indulgente contigo mismo. —DC: La poesía siempre es intransigente y, evidentemente, siendo una forma de literatura tiene poco que ver con la vida real. Cualquier tipo de análisis parte de sí mismo, pero solo tiene sentido desde el momento en que la gente se identifica en él. Entonces, es normal que exista esta dureza, o intransigencia de la que hablabas porque cualquier forma de análisis lleva a ello. —ECP: Para ello, ¿partes de una raíz filosófica o tiene un carácter más vital? —DC: No, a mí lo que me interesa de verdad es la literatura, no la filosofía. Creo que todo lo que deben hacer los escritores es traer más de la primera, y menos de la segunda. Me explico: es fundamental que un escritor sepa filosofía, pero debe olvidarla en el momento en que escribe. El discurso filosófico es más conceptual y abstracto, mientras que el literario es más concreto y está más relacionado con la vida inmediata, esto es, con la realidad. —ECP: ¿Cómo pueden, entonces, traer los escritores esa vida de la que hablas? —DC: Aquí creo que cada escritor tiene su propio ritual, y los hay tan diversos como formas de escribir. En mi caso, me gustan muchísimo las mañanas porque las asocio al café, a escribir y a leer. Digamos que puedo, y me he acostumbrado, a componer cuando es bastante pronto, especialmente durante los dos primeros cafés. —ECP: De hecho, en una entrevista alojada en Youtube, comentabas que para ti la escritura tiene mucho que ver con el sexo y el placer mental. —DC: Esta dicotomía entre el sexo y la mente viene directamente de la filosofía. El sexo está relacionado con deseos violentos y, posteriormente, con una tristeza violenta, con la fragilidad vital de la rutina. Si queda alguna huella de todo esto es gracias a lo que la mente puede precisar. Lo que realmente guardamos después es el recuerdo, también como proyección del futuro. Este es, de hecho, el vínculo que existe entre la mente, fría y analítica, y el cuerpo, más impulsivo. El verdadero placer llega de la relación entre estas dos partes, y de lo bien que pueda la mente relacionarse con lo que pasa en la otra parte. —ECP: También la mano es la unión del corazón, los sentimientos, con la mente. —DC: Escribo a mano. Como todo el mundo, me compré un ordenador e intenté hacerlo así, pero me salían frases idiotas que parecían sacadas de cuadernos de caligrafía. Escribir en el teléfono móvil también me lleva mucho tiempo cuando tengo que mandar algún mensaje, puedo tardar hasta diez minutos. No tengo nada en contra, hay mucha gente de mi generación que usa directamente el teléfono, pero es algo que no va conmigo, que no consigo materializar. —ECP: A su vez, el rumano, como lenguaje, tiene ritmos y términos diferentes del español. ¿Crees que se pierde algo? —DC: Entiendo cuál es el vínculo filológico, pero para mí es imposible comprender lo que habla un español. No obstante, en el caso de la traducción poética existen dos posibilidades: una, que se pierda mucho, o dos, que se gane mucho. Por eso creo que son fabulosos los talleres de traducción que se organizan en todas partes en el mundo. Concretamente, sobre El insectario Coman, creo que es una buena traducción porque, aparte de que confío en Elena, hemos trabajado mucho juntos revisando los textos y recuperando la atmósfera, el ritmo, etc. Es una gran suerte poder hacer esto. Este año, por ejemplo, saldrá en polaco y, aunque he hablado con la traductora, no hemos estado tanto tiempo hablando sobre los textos, por un lado, y tampoco nos conocemos tan bien como Elena y yo. Es decir, hemos hablado mucho de la parte sobre la técnica, pero no de la atmósfera, que es muy importante en la poesía. —ECP: Por otra parte, Elena, ¿de dónde viene tu interés por el rumano? ¿Cómo lo has podido ir aprendiendo y perfeccionando? ¿Cómo has enfrentado este proceso de traducción? —ELENA BORRÁS: Mi interés por el rumano surgió, como casi todo lo verdaderamente importante, de casualidad. Cuando yo estudié la Licenciatura en Traducción e Interpretación, en Salamanca el plan de estudios tenía muchísimo créditos de libre elección, de manera que podíamos configurar nuestros perfiles en función de nuestros intereses. Además, nos dejaban unas semanas en las que podíamos ir a probar las asignaturas. Entre muchas otras, yo acudí a la clase de rumano por curiosidad, pero me fascinó el idioma, me gustó mucho la metodología del profesor, Fernando Sánchez Miret... Y me quedé. Después de acabar la carrera, seguí en contacto con Fernando, que en un momento dado me avisó de que había unas becas de dos meses para traductores de literatura en formación en Bucarest. Aunque estaba casi convencida de que no me la iban a dar, la pedí, y un mes y medio más tarde llegaba a Bucarest. [...] Lo que iban a ser dos meses al final se convirtieron en siete años. Durante el primero, rechacé todo contacto con personas que me hablaran castellano. Al relacionarme y socializar exclusivamente en rumano, mi nivel mejoró muchísimo en muy poco tiempo. Además, la gran mayoría de mis amigos en ese momento eran escritores y me ayudaron enormemente a comprender las estructuras que yo ya había interiorizado de manera intuitiva. En el caso de la traducción de poesía rumana contemporánea, tengo la inmensa suerte de que, generalmente, conozco personalmente a quienes la escriben. En algunos casos, como el de El insectario Coman, se trata de traducir a amigos queridísimos. Siempre realizo al menos una corrección con los autores, con lo cual el trabajo adquiere otra dimensión. Lo primero que les digo siempre es que cuando yo les pregunto algo (por muy banal que les parezca mi pregunta) deben contestar sin tapujos y confiar en mí. Es, salvando las distancias, casi como ir al psicólogo: yo pregunto, escucho, analizo. Y les guardo los secretos, claro. En ese sentido, soy una lectora privilegiada, porque conozco los entresijos de los libros a un nivel muy íntimo y profundo. —ECP: En ese sentido, El insectario Coman es tu primera traducción, pero llevas bastante tiempo escribiendo. ¿Hace falta más comunicación entre España y Rumanía? —DC: Sí, es muy importante que exista esta unión. En el caso de la poesía, que es lo que más me interesa a mí, están empezando a cambiar las cosas. Por mi parte, coordino un festival de poesía, Poezia e la Bistrita (‘La poesía está en Bistrita’). Este año será la decimosegunda edición, y cuenta con cierto prestigio en Rumanía y la zona cercana. Inicialmente incluía la música de cámara, no necesariamente clásica, sino también contemporánea. Ahora es de poesía y música solamente, ya que hay grupos de rock, de jazz o de música más alternativa que hemos empezado a invitar. [...] A propósito del vínculo que mencionabas, espero que haya otras editoriales, aparte de La Bella Varsovia, que se animen a publicar poetas rumanos, ya que muchos de ellos son excelentes. En Rumanía, por ejemplo, hay dos o tres editoriales de poesía que, desde hace un tiempo, se han animado a publicar a poetas españoles: Charmides, Casa de Editura Max Blecher y, más recientemente, Tracus Arte. De hecho, desde hace algunas convocatorias hemos incorporado a poetas españoles, como Pablo García Casado, Berta García Faet, Elena Medel, Jesús Jiménez Domínguez, Sebas Puente o Pilar Adón. Lo cierto es que sería muy difícil hacerlo sin los consejos de Elena, sean o no aceptados por los gestores después. También es muy importante que pase con los otros países con los que colaboramos, donde hay personas en las que confiamos y ofrecen sugerencias creando una especie de red. —ECP: A la hora proponer esa selección, Elena, ¿sigues algún criterio? ¿Qué encuentras, personalmente, en la poesía? ¿Destacarías algún estilo o autor en concreto? —EB: Normalmente intentamos que la selección se complemente con la lista de participantes rumanos y la complete, sea por los temas que exploren, la voz, el estilo o incluso la manera de recitar sus poesías. Otro criterio que procuro respetar es que hayan publicado algún volumen recientemente, más o menos en los dos o tres años anteriores. He de decir que hasta el momento todos los poetas españoles que han leído en Bistrita han tenido una acogida sensacional, algunos de ellos han sido traducidos después de haber participado en el festival, lo cual es una gran alegría a nivel personal. [...] Para mí, la poesía es muchas veces un ancla que me ata al mundo real y, a la vez, a otros seres humanos con los que comparto experiencias o sentimientos. Como traductora, supone un reto a muchísimos niveles, y una gran satisfacción cuando estás segura de que el poema es lo que tiene que ser, que no le falta ni le sobra nada. Porque, es curioso, a veces es mucho más difícil lograr que no sobre. —ECP: Ahondando en esa relación cultural, lo que ha llegado aquí, sobre todo, ha sido la poesía trascendental y beligerante de Ana Blandiana. —DC: Ha sido extremadamente importante que hayan existido estos autores, como Ana Blandiana o Mircea Cărtărescu, publicado en Impedimenta, que disfrutan de bastante éxito. Esto hace que funcionen a modo de exploradores abriendo camino para los demás, realmente, con su visibilidad nos ayudan a todos. Admiro muchísimo a Ana Blandiana por lo que ha hecho por la literatura rumana, por su presencia en el extranjero, y por su actitud firme frente al comunismo con una verticalidad moral absolutamente impecable. No obstante, para algunos de mi generación, y sobre todo para las más jóvenes, ya no es un punto de referencia poético. En comparación, la poesía de Mircea Cărtărescu es mucho más importante, y está teniendo una recepción mucho más amplia. —ECP: Aparte de estos dos autores, ¿qué otros destacarías del panorama contemporáneo? —DC: Hay otro autor que también ha traducido Elena, Marin Malaicu-Hondrari, con una novela muy buena, Cercanías, que también se ha adaptado al cine como Parking, y es una coproducción con España en la que actúan Luis Bermejo y Belén. Verdaderamente considero que es un libro extraordinario, y creo que si alguna editorial se mostrara interesada en sacar una reedición en el momento en que salga la película tendría un éxito enorme. [...] En el caso de la poesía, hay algunos autores más o menos jóvenes que tendrían mucho éxito aquí porque son atípicos. Uno de los que a mí me encanta es Teodor Dună, así como Claudiu Komartin y Ana Dragu. Son los que promovería sin dudar lo más mínimo. —ECP: ¿Y de los que te han influido? —DC: Aparte de la literatura francesa o latinoamericana, si hablamos de Rumanía, hay un autor vanguardista que ahora está empezando a ser traducido a otros idiomas, que es Max Blecher. De hecho, en las nuevas traducciones publicadas en Estados Unidos, Francia y Polonia ha tenido un éxito enorme, y para mi generación representa un punto de referencia ineludible. En el terreno personal, está el poeta surrealista Gellu Naum. —ECP: Volviendo al poemario, se desprende un análisis de la masculinidad poco canónico: es sensible, nostálgico, etc. —DC: Tú lo sabes bien, la fragilidad existe en todas las personas, se enseñe o no, sea hombre o mujer. Nace de la ruptura, de la que hablábamos antes, entre sexo y mente, que es a su vez una de las partes fundamentales de este libro. Casi todos los hombres intentan disciplinar estos impulsos, pero es casi tan difícil como domesticar un pulpo, por lo que se parecen mucho a ellos en un sentido estructural. —ECP: En parte, también porque en el poemario hay bastante contraste entre lo que uno siente y las apariencias, que podemos ver en estos versos: ahora estoy enamorada de ti, dijiste, pero en una ciudad muerte / el amor ha de ser tratado con respeto y manifestado / con la mayor de las discreciones.
—DC: Siempre ha existido esta dicotomía entre la apariencia, lo que mostramos, y la esencia, lo que somos. De hecho, la dificultad real es intentar expresar esta segunda, aunque muchas veces nos quedemos en la primera. La idea es que, entre ambas, existe un constante desequilibrio relacionado con el hecho de que, por ejemplo, la supervivencia social esté más relacionada con la apariencia. Si analizas la esencia de este libro, por otra parte, puede llevarte a un análisis muy duro, como decías, pero que no lo es realmente. Más bien, se trata de una radiografía en frío de esa esencia. —ECP: Esta percepción severa se ve ayudada por el tipo de metáforas que exploras, relacionadas con el tabaco, el cuerpo, etc., que la hace más sucia y realista. —DC: Lo que me interesa es el análisis de la realidad del cuerpo, no del alma. Por ejemplo, relacionado con lo que hablábamos antes de la figura de Ana Blandiana, su poesía no ha llegado a ser un punto de referencia porque las nuevas generaciones necesitan elementos más concretos e inmediatos. Es muy difícil crear un discurso poético nuevo, y no es lo que yo he querido, sino que a mí, lo que me ha interesado, ha sido utilizar estas metáforas y elementos de la realidad inmediata. —ECP: Los modos de escritura, las distintas generaciones, y la renovación de los valores se concentran en la educación. Como profesor, ¿qué importancia le das a la educación? —DC: Durante muchos años nos han dicho que los jóvenes de hoy en día no leen, o que solo están en internet, es decir, que no hacen ni les interesa nada, lo que es una absoluta tontería, además de falso. Trabajo diariamente con personas muy jóvenes y, aparte de ser admirables, absorben la información como una esponja. La diferencia, claro, está en el tipo de información porque hoy el sistema de educación rumano tiene errores: depende mucho de los clichés, es decir, de la elaboración de unos contenidos comunes para todo el alumnado. Como es evidente, tienen que hacer esto porque han de pasar unos exámenes. No obstante, al mismo tiempo, he observado que si les propones soluciones alternativas, o maneras diferentes de ver las cosas, funcionan muy bien y, al final, están absolutamente encantados. [...] La feria del libro más importante de Rumanía, la Bookfest, terminó hace unos meses, y las estadísticas han mostrado que ha habido más visitantes que en ediciones anteriores, que la edad ha bajado, y que las ventas han aumentado, lo que significa que las cosas están comenzando a cambiar. Para que esto se produzca es muy importante la presencia de los escritores. En Rumanía ahora hay diferentes proyectos que llevan a los escritores a las aulas, pero no para hablar de su obra, sino para enseñar lo que quieran en una hora. Por ejemplo, puede ir un escritor a hablar de un clásico canónico, y entonces los alumnos tienen la oportunidad de hablar de esto con un autor contemporáneo, por lo que salen cosas fabulosas. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Vivimos deprisa, apartados del sufrimiento ajeno y del devenir mundial de los acontecimientos, pero, un día, por nuestra felicidad se cuela, poco a poco, la ansiedad, la enfermedad y la crueldad inevitable de la vida: la muerte. Por mucho que nos la intentemos sacar, el anzuelo se va enroscando, como la poesía de Esteban Beltrán Verdes en La jodida intensidad de vivir, editada por Vaso Roto en 2018, hasta que forma parte de nosotros. Triturados por la miseria, el ruido y el ridículo de existir, la escritura, como apunta el actual director de la sección española de Amnistía Internacional, ofrece un bálsamo inestable con el que sobrevivir un día más. Queda el dolor, el drama subjetivo, pero también su rastro y, en ese preciso instante, la posibilidad de que otros aprendan a evitarlo observándolo de cerca. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: La jodida intensidad de vivir, como indica su título, está lleno de dolor, soledad, desosiego, amor e impotencia ante la injusticia. Por la cercanía biográfica con tus experiencias, ¿cuánto hay del Esteban Beltrán real en los distintos poemas, y cómo separas ambas facetas? —ESTEBAN BELTRÁN VERDES: No separo nada, soy yo mismo, o lo más aproximado a mí mismo que puedo alcanzar con palabras. Este libro que nunca pensó ser libro —esto ocurre cuando escribes un libro cada treinta años, que nadie lo espera, ni tú mismo— refleja, de manera imperfecta, interesada, una etapa turbulenta de mi vida en donde todo lo que mencionas en la pregunta —más esperanza e indignación y asombro— apareció a la vez por mi casa. —ECP: ¿Y con tu labor como director en Amnistía Internacional de España? Es inevitable pensar en temas como la libertad de expresión, la tortura, los exiliados, el medio ambiente, o el fascismo. —EBV: Soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde. Por la mañana trato de que el mundo sea lo mejor posible y, de madrugada, me exploro de manera inmisericorde. Esta “Jodida” no es poesía social, sino íntima, que quiero pensar que en lo profundo —esperanza, indignación, rebelión, consciencia— une las dos partes de mi vida. Por decirlo brevemente, procuro descifrar y resolver en ambas circunstancias: en un caso el mundo, en otro mi estómago. Hay dolor y esperanza en ambos. —ECP: ¿Es esa indagación, entonces, la materia principal de tus poemas? —EBV: Trato, en este libro, de saber cómo puedo salir (o mantener) la locura amorosa, o cómo ser relativamente feliz compartiendo los últimos meses de vida de una persona muy querida. Vivía tratando de comprender (o hacerme la ilusión) de controlar lo que vivía. —ECP: ¿Cómo se sobrevive a este proceso? —EBV: Escribir en directo ayuda a sobrellevar el día a día o, al menos, la belleza que deja la escritura. La belleza de las palabras al juntarse (independientemente de que escribas mejor o peor) me aliviaba. —ECP: También hay un exhibicionismo rotundo y claro plagado de inseguridades. —EBV: Yo lo llamaría autenticidad, no exhibicionismo. Como decía Mario Levrero, el novelista uruguayo, «yo me juego la vida al escribir». La literatura que amo es aquella que busca y rebusca entre los huesos y las entrañas sin piedad de uno mismo. Me amo y me odio, me gusto y me desprecio a la vez. ¿Quién no tiene inseguridades? Los muy seguros (o que parecen estar muy seguros de todo) son peligrosos por fanáticos. —ECP: Precisamente, en la introducción de Y eso fue lo que pasó, Natalia Ginzburg comenta que es un error buscar consuelo en escribir, pero que ese proceso de creación oscuro y triste, a su vez, lleva a «una conciencia absoluta, inexorable y mortal». —EBV: Mientras escribía en directo la “Jodida” odiaba escribir poemas, pero no había más remedio que escribir. Una fuerza oscura y descomunal que llegaba de mi propia vida me pedía palabras y palabras. No me resistí, pero me odiaba. —ECP: A la vez, los poemas son sufrimiento y, también, legado hacia tu hija, Lucía. —EBV: Solo hay un poema, el segundo del libro, en el que cuento a mi hija, por miedo a morir en un accidente de aviación, algunas claves de mi vida. Ese día me vi mudo demasiado tiempo frente a ella, y quise que me escuchara. Pero no busco legado en el libro, en todo caso dejo un rastro de aquello que pensé que fue extraordinario en mi vida. —ECP: Frente a la rutina, la «emboscada de lo extraordinario» eleva el tono y difumina cualquier posibilidad de sufrimiento. —EBV: Toda vida es extraordinaria. Soy un creyente en la individualidad humana no egoísta, aquella que nos hace pensar que cada ser humano es irrepetible, pero que también es capaz de entender y asumir que, por lo tanto, somos diversos y nos necesitamos unos a otros. La belleza, como dije, difuminaba el sufrimiento. —ECP: Otro foco de tensión es la oposición entre imaginación/sueño y escepticismo. —EBV: Como decía Pessoa, los poetas somos unos fingidores... Pero auténticos. Somos algo real en un poema y, al siguiente, seguimos siendo reales, pero ya somos otro. Y así el libro pasa de aceptar que todo ha pasado ya al poema siguiente en el que todavía reclamo que todo regrese al punto exacto donde estaba. Hay una coherencia incoherente en todo el libro. —ECP: De un modo u otro, el primer verso es ya toda una declaración: «No me desahogo hoy (aunque resulte increíble en esta mi historia de poeta de exabruptos)». —EBV: Fue una pesadilla escribir este libro que, como decía antes, nunca quiso ser libro. No pude evitar escribirlo, y me maldecía al empezar cada poema o cada texto. No sentía alivio ni evolución positiva. Cada poema era la constatación de que todo se repetía, de que dejaba el rastro de una vida que, en ese momento, se perdía de forma irremediable. Eso sí, escribiendo traté de jugarme la vida, de alcanzar o aproximarme a lo auténtico, y quizá la belleza que encontré en ciertos giros y palabras fue un consuelo. —ECP: Si nunca quiso ser libro, ¿qué era entonces? —EBV: Surgió, como decía, por la necesidad de hacerme la ilusión de que, a través de juntar palabras, era capaz de controlar lo que ocurría en mi vida por entonces. Lo bueno de haber escrito un libro cada treinta años es que nadie espera —ni yo mismo— escribir un libro. Todo surgió de madrugada, se escribió de noche y solo fue libro cuando alguien ajeno a mí lo leyó y descubrió un libro en lo que solo era, hasta entonces, un rastro. —ECP: Entonces, si todo se vuelca de pronto, ¿corriges los poemas después? —EBV: Sí, corrijo siempre, tras escribir, y dejo un tiempo sin ver el texto, para luego volver a corregir. Me he descubierto como un jardinero minimalista, y no es fácil serlo en un libro tan torrencial como la “Jodida”. En el mismo libro reflexiono sobre el hecho mismo de corregir... ¿Cómo mantengo la autenticidad de lo escrito en correcciones que llegan meses después de haber escrito por primera vez el poema? Pero siempre, siempre, menos es más. —ECP: Entre los poemas intercalas hasta cinco entregas del “Cuaderno desvergonzado”, en prosa, en los que el amor permea: hay redención, recaídas, etc. —EBV: Los fantasmas interiores crecían, se desarrollaban, a medida que mi vida se agitaba, y necesité la escritura como nunca. Y no me bastaron los poemas, aunque fueran de verso largo y tono narrativo, así que necesité la prosa y así nacieron los “Cuadernos desvergonzados”. Encontré después que estos cuadernos daban coherencia a todo el texto. —ECP: En ese sentido, la belleza de los poemas crece, literalmente, de la sangre, el dolor y la basura como un loto. —EBV: Sí, como decía Luis Rosales, nadie es el mismo cuando regresa del dolor. La belleza del juego de palabras contra la locura de psiquiátrico, la muerte inesperada y las despedidas inabordables. —ECP: Tampoco creas como si fuera un manual de autoayuda al uso, tan extendido hoy en día. —EBV: Si no me ayudó a mí el libro, imagino que no ayudará a otros, pero sí he encontrado en lectores que lo íntimo, si es auténtico, se aproxima a lo universal. Cada individuo conoce y vive un amor que creyó extraordinario, o la cercanía de la muerte, o las proximidades de la insensatez y quizá la locura. —ECP: Por otra parte, muchos de los poemas dependen de la memoria, un producto inestable y traicionero de por sí. —EBV: Hoy estoy convencido de que el ayer nunca existió. Por eso el libro se escribe en directo, pensando en el futuro. La única manera de derrotar al tiempo es escribir hoy o para el mañana. La memoria miente. —ECP: Desde tu punto de vista, ¿tiene el arte capacidad política para denunciar la realidad? —EBV: Claro, todo sirve. Puede servirse de lo más bello para denunciar, no a la realidad, sino a sus verdugos. Debemos, eso sí, ser precisos y justos en esa tarea para ser creíbles. La poesía, o el arte en general, es, sobre todo, subjetividad. Por tanto, lo que podemos encontrar en el arte que denuncia —y que yo soy incapaz de hacer parte de mi escritura— es la emoción, la belleza que nos reconcilia con el ser humano. Esa belleza la podemos encontrar en Gabriel Celaya o Blas de Otero, y hoy en Fruela Fernández. —ECP: ¿Quiénes son esos verdugos? ¿Hay grandes diferencias entre los del hogar y la realidad exterior? —EBV: Los verdugos son aquellos que matan, hieren, encarcelan o someten a otros seres humanos. Poseen poder, pero no son eternos. La lucha por una vida mejor es cansada porque, esa sí, es eterna. —ECP: Me acuerdo, eso sí, del cortometraje Makun. No llores, de Emilio Martí, que ganó dentro del festival Abycine una ayuda de Amnistía Internacional para su producción. —EBV: La lucha por derechos humanos va unida también al arte y, por supuesto, al cine. Ken Loach es el adalid de la crítica social y, a la vez, despliega un cine de alta calidad. Así podemos pensar también que en la música, por ejemplo, Paco Ibáñez ha unido la lucha por la libertad con la poesía más clásica, o que Bruce Springsteen, con Into the fire, ha incidido en el orgullo por los bomberos que morían al subir escaleras de las Torres Gemelas el 11 de septiembre. Lo mismo ocurre con Ismael Serrano y sus historias sobre trabajos precarios. —ECP: Entonces, ¿cuál es el tema más urgente a denunciar en la actualidad y por qué? —EBV: Las políticas y discursos del “nosotros versus ellos” es lo más preocupante hoy porque cuestiona el consenso al que se llegó después del horror nazi de la Segunda Guerra Mundial: «todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos». Hoy gente como Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, y Erdogan en Turquía buscan chivos expiatorios en inmigrantes, indígenas u opositores para cuestionar que todos los seres humanos somos iguales. Debemos dar batalla de ideas los que creemos en la solidaridad, la igualdad y la diversidad. —ECP: ¿Y la vida que te hubiera gustado conservar? —EBV: Soy un vividor, busco la inmortalidad. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO La poesía de Luis Armenta Malpica es una voz atronadora e inclemente dirigida a lo divino que termina ahogándose y estrellándose contra el asfalto del lenguaje, lo cotidiano y el deseo. Además de poeta y ensayista, es director de Mantis Editores y, aunque ha publicado más de veinticinco poemarios desde 1996, conocemos su obra en España gracias a la labor de la editorial Vaso Roto con El agua recobrada (2012), antología poética con selección de Luis Aguilar, Greetings to the Family (2016), y Enola Gay (2019). Con motivo de este último, hacemos un repaso con él sobre su filosofía editorial, la rebeldía y la juventud, la visión doble y contrapuesta de la realidad, el engaño de la migala, y la energía del desamor. --EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Desde hace varios años diriges la editorial Mantis. ¿Cuál es su filosofía? —LUIS ARMENTA MALPICA: Por encima de la belleza (que podría ser inherente a la poesía, pero no imprescindible), creo que el género poético (o yo como poeta y editor, para no atribuirme una certeza general) propone un mundo sucedáneo, alterno, al mundo real. A diferencia de la narrativa de ficción, es un mundo que nace desde el hombre y va a parar a su interior. Esta experiencia de lo humano es lo que constituye su honestidad, su basamento. Sin la experiencia humana el lenguaje es más un producto racional que emocional. A Mantis Editores no le basta con el lenguaje o la distracción humorística. Lo quiere, sí, pero en la mayor riqueza de la palabra y del emisario. --ECP: Al menos, en España, ser poeta y editor resulta problemático porque no se contempla la confluencia de ambos papeles, sobre todo por la envidia o la vanidad de algunos autores, que presionan para ser publicados. —LAM: A nadie se le enseña a amar y todo el mundo lo practica desde pequeño. El lector de poesía debe hacer lo mismo por sus propios medios. Si a alguno no le interesa la poesía, no hay por qué obligarlo. Cuando sienta un hueco en su espíritu u otros libros lo desilusionen, probablemente encontrará uno lleno de versos que le haga cómplice y, como hacemos con la gente y los amigos, empiecen una relación que se irá ampliando y enriqueciendo. En lo personal, la creación y la edición de poesía nacieron al mismo tiempo y avanzan en línea paralela, así que lejos de resultar un problema ha sido una manera de enriquecer ambas posibilidades. --ECP: Y es una labor, en cierto modo, cada vez más complicada por el desarrollo de las nuevas tecnologías. ¿Crees que eso ha influido en las estadísticas de lectura? ¿Han cambiado las formas de entretenimiento? —LAM: Más que el vehículo con el cual acercar la poesía a los lectores, el mayor riesgo es creer en el arte y en la inteligencia del ser humano. Frente a la uniformidad mediática, a las modas y los vaivenes que impone la mercadotecnia y la pereza de algunos individuos, en Mantis Editores apostamos por ofrecer contenidos que motiven la reflexión, y que involucren de manera más profunda a los lectores con su siglo y su espacio. No debemos perder de vista que estamos en el siglo XXI, pero tampoco que trabajamos con las emociones más intensas y básicas de los hombres. Un equilibrio entre la forma y el fondo, entre el decir (actual) y su correspondencia emocional y sensorial con los seres humanos sería, si cabe, uno de los riesgos que más nos apasionan en nuestro quehacer editorial. Nos hemos abierto a los formatos digitales (ePub), pero la apuesta sigue siendo el libro impreso. Las estadísticas suelen considerar la compra de libros impresos: olvidan que mucha gente lee en fotocopias, en libros prestados, en la computadora, Kindle, en formato pdf, etc. Los jóvenes, sobre todo, prefieren leer en blogs y revistas electrónicas. --ECP: Si atendemos a la parte “más comercial”, el contacto con las distribuidoras y la prensa es fundamental. ¿Cómo, y en qué medida, funciona el sistema de críticas/reseñas? —LAM: Siempre se ha dicho que no existe la crítica en México y llega, si acaso, a breves reseñas entre amigos. Aunque no es del todo cierto, sí creo que falta un mayor acercamiento crítico, académico, hacia la literatura más actual. Las universidades privilegian el canon histórico por encima de los intereses más vigorosos y menos explorados de los libros emergentes. Por fortuna, siempre hay autores que vuelcan en revistas y libros de ensayo ese ojo inquisitivo que les hace compartir su experiencia lectora. --ECP: Últimamente han cerrado bastantes editoriales y librerías, lo que hace pensar en este tipo de empresas como algo más romántico que beneficioso en términos económicos. —LAM: También es verdad que los modelos económicos globales imponen cuotas de crecimiento difíciles de cumplir, entre impuestos, costes y gastos de distribución. Sin embargo, librerías que habían optado por el mercado digital, como Barnes & Noble, han regresado al formato de pequeñas librerías. Y las cafeterías y espacios culturales abren y cierran en un equilibrio precario, pero que muestra el entusiasmo por no dejarse vencer por una economía liberal tan poco humana. [...] En Mantis Editores publicamos poesía, lo que nos da cierto respiro al respecto de los grandes narradores (quiero decir los vendedores famosos y reconocidos) y su permanencia en un mercado que incita y obliga a la vigencia y a la sobreexposición. Los poetas, incluso los notables, siempre son más discretos en la venta. Y, por lo mismo, las leyes de mercado son distintas. --ECP: Uno de los rasgos esenciales de tu poesía es el asombro, ¿dónde lo encuentras y cómo lo recoges en tu obra? —LAM: El asombro existe en casi todos los poetas que admiro. La diferencia principal, me parece, está en el miedo y la memoria. En mi primer poemario, Voluntad de la luz (1996), aparecía la figura de una migala para representar, de manera alegórica, a la mujer y al narrador. Esta manera de homenajear a una de mis figuras tutelares traía consigo su carga de veneno: en toda la obra literaria de Arreola hay aspectos misóginos que yo debí romper. La mujer, en mis textos, no podría ser la víctima ni de la sociedad ni siquiera del hombre. Ni podría hacerla a un lado, como la dama del juego de ajedrez de mi novela fallida. Entonces, al igual que la Beatriz arreoliana, la migala en Voluntad de la luz (1996) le mostraría el camino al hombre, al poeta, hacia una realidad inexplorada. [...] También está el Ulises salmón de José Gorostiza: símbolo del poeta, del héroe, de quien regresa a casa luego de un largo viaje por los siglos de vida que lo llevan de la composición primaria (minerales y plantas) hasta la evolución espiritual. Pasar de Darwin y Lamarck a Teilhard de Chardin hubiera sido más complejo sin la Muerte sin fin de Gorostiza y sin Arreola. En este mismo libro el pez es femenino y la malagua el macho. Esta otra oposición de los artículos y personajes me serviría para un sujeto ambiguo, anfibio, no binario (como dicen ahora) que es el creador de ese libro que intentó (lo intenta, muchos años más tarde) recrear su propia historia a falta de una memoria en serio. Lo que quiero incorporar a la hora que refiero otros libros y temas musicales en mi propio trabajo son esos otros modos, olvidados por mí, o no reconocidos, no creados específicamente y que me representan. Así, los tantos referentes culturales y la memoria ajena alimentan, sin miedo, esta reconstrucción biográfica y ficticia, a la vez, de lo que soy como hombre y como poeta. --ECP: También pones el foco en hechos olvidados, a modo de reevaluación de la Historia. Si la memoria es una herramienta inestable y traicionera, ¿cómo hacer justicia al pasado? ¿Crees que estamos en una sociedad condenada al olvido? —LAM: La migala es el miedo, y no en vano compareció en mi mente en algunos versos de Llámenme Ismael (2014) para hablar de un tumor cerebral, clínicamente denominado aracnoide. Si bien este libro habla de Moby-Dick, la conocida y enorme ballena blanca, en la arquitectura del libro funciona en múltiples espacios: un pabellón para enfermos psiquiátricos, la embarcación que remite a Herman Melville, el Pequod, un edificio en Nueva York del cual se tira un joven fotógrafo en su intento de suicidio, etc. En estas habitaciones la incertidumbre corre por las venas, por los mares, por las nubes, siempre libre y con nosotros como espectador atónito del juego entre la vida y la muerte. El blanco del cachalote y el cuadro del tablero de ajedrez se funden en la almohada, que es capaz de ahogar a quien amamos con tal de no verlo sufrir, como en el filme de Milos Forman Atrapado sin salida (1975): embestimos un rostro para hundirlo en el sueño más profundo. También en Mar adentro (2004) está ese deseo de morir, que se nos niega una vez pronunciada la palabra eutanasia. Al contrario, el momento oportuno, en la siempre inoportuna muerte, es la noche: esa casilla negra del tablero. [...] Entre las mil y una noches que encantaban a Borges, quien tanto admiró a Arreola, hay Siete noches que me resultan magníficas. Son siete maravillas de lucidez, conferencias que Borges ofreció en 1977 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, posteriormente publicadas como libro en 1980. ¿Qué Arreola tras de Borges me inspiraron a escribir Enola Gay, distante de Voluntad de la luz por veinticinco libros, pero cuya capacidad de horrorizarme nunca desaparece? Puedo decir que nada, y mentiría. Lejos del juego y cerca de la estrategia de la guerra, el desamor sigue siendo la constante que nos hace escribir. Es el veneno. El Aleph es el mundo complejo que lo mismo requiere del blanco de la nieve que del negro del humo. La pureza y la pólvora, Beatriz y su revés. Ensayar la historia de la bomba de Hiroshima desde una varia invención, del diario de Paul Tibbets y del nombre del bombardero B-29 Superfortress, Enola Gay, por la madre del primer oficial, requirió muchos días negros, muchas noches en blanco y una mecha de enebros. Para seguir un método, contrario al Paraíso es el Infierno. La sociedad nos condena. El olvido es el arma. La memoria y la recreación poética son el antídoto. --ECP: Precisamente, el título de tu antología poética El agua recobrada me recuerda al mito de Narciso y la devolución, en sentido inverso, de identidad y certeza. —LAM: Esa antología fue preparada y titulada por el también poeta, narrador y periodista Luis Aguilar, título con el que concuerdo porque, como ocurría en mis primeros trabajos, el agua era un elemento primordial en el que sucedían los acontecimientos poéticos. Reunificarlos y renovarlos a partir de esa afinidad temática y espacial resulta muy lógico. Sin embargo, una muestra posterior difícilmente podría circunscribirse al agua o a la luz, ya que los episodios ficcionales y reales de mis libros posteriores a dicha antología se acercan más a las praderas norteamericanas, a paisajes renacentistas y, en mi libro más reciente, a la geografía japonesa. Hay, claro, recurrencias al mar, en Llámenme Ismael, sobre todo, pero no toda la simbología y mitología del agua que tuve en mis inicios. --ECP: Sobre todo por su variedad: por decisión del antólogo no hay cronología ni referencias. Hay transvases temporales, temáticos, espaciales, etc, que crean una nueva obra, colectiva y expandida. —LAM: Estoy sumamente complacido con la antología preparada por Luis Aguilar, a quien no me canso de agradecerle justo eso: la creación de un libro diferente, no cronológico ni temático, sino por afinidades tonales, elusiones y variaciones de la dicción de los poemas, y por un periplo mayor al de la simple revisión de lo mejor de cada obra publicada. Aguilar hace la misma reformulación que yo me planteo al atacar un proyecto: la variación de registros y posibilidades de un tema, de un elemento e incluso de un tratamiento autorreferencial (a la manera de Richard Wagner) para encontrar y separar momentos poéticos que de otra manera difícilmente pudieran ser encontrados por un lector distraído. --ECP: Aunque, eso sí, gira en torno al poder cegador de la luz y, como consecuencia, en la no visión, los ojos abatidos. ¿Qué mística encontramos en este territorio interior? —LAM: Toda mi vida he padecido disfunciones visuales: desde la temprana miopía al astigmatismo, una fuerte sensibilidad a la luz, y la dificultad mayor de lo común del paso de un medio luminoso a uno oscuro; luego el conato de una degeneración macular y, ya por la edad, la recuperación de algún grado de miopía, pero acentuada con vista cansada. En algún momento pensé en estudiar el lenguaje braille e incorporo algunas frases en braille en Envés del agua, por ejemplo, o un poema visual que retrata la pérdida del punto fino de lectura y la curvatura que sufren las líneas rectas en mi ojo izquierdo (al que llamo, por lo tanto, femenino) en ese mismo título. Mi aspiración es la luz, pero no solamente la visión del ojo, el sentido de la vista tal cual, sino esa luz espiritual que nos muestre un mundo distinto y nos permita trascenderlo e insertarnos en él. --ECP: El poeta, ahí, como en otros lugares de tu poesía, está atrapado por sus propias creaciones, puede imaginarlo todo y ponerse al nivel del creador, pero apenas puede verbalizar el amor, hacer corpórea a la amada.
—LAM: El lenguaje es un invento humano. Según Umberto Eco, Dios no requería de palabras para comunicarse con Adán (porque era Dios), sino que fue él quien tuvo que crear el lenguaje para hablarle a su creador. Pero las palabras están cargadas de sentido y de pasión humana, lo que hace difícil su domesticación. Con el tiempo, esas mismas palabras se convierten en otras: algunas ganan peso y densidad, otras se vuelven comunes o se banalizan, algunas más (quiero pensar que las que se integran en un poema) nos revelan un lenguaje distinto. En mi obra siempre hay un amado y un desapasionado en fluctuación, en lucha: el otro es necesario para hacer resonar una pregunta, para esperar respuesta, para acompañar ese intervalo, la pausa entre palabra y voz, entre canto y violencia. El cuerpo del amado también está construido con palabras porque lo idealizamos como divinidad o, bien, como demonio, y entonces requerimos de palabras para entablar un diálogo. --ECP: Es el cuerpo el que no termina de formarse, y así los versos se dispersan entre los ángeles, la podredumbre, el árbol del Paraíso, el Infierno, la serpiente, el río, etc. —LAM: El lenguaje también es un poder, y en su capacidad de destrucción y construcción hacemos otros mundos, ya sea el Paraíso o el Infierno. Mi mundo literario viene de mis lecturas de la Biblia y la Comedia de Dante, pero también se mueve en basamentos próximos: Auschwitz, Hiroshima, Chernóbil, Berlín, Río de Janeiro o mi propia ciudad, su violencia hacia los jóvenes, y su desinterés por los ancianos. Todo este cuerpo (corpus) está en un interminable proceso de equilibrio, la sociedad fluctúa entre la llegada y salida de corrientes liberales y muy conservadoras. Un cuerpo que a veces presume sus placeres y otras veces los castiga y silencia. --ECP: Así como por homenajes (Greeting to the Family): el Greenwich Village, Robert Mapplethorpe, Nick Drake, Allen Ginsberg... —LAM: Tengo fascinación por los espíritus rebeldes, de allí que personajes como los que mencionas y otros más me parezcan geniales. Nada más que aquellos que murieron muy jóvenes, porque es la juventud tan llamativa (cada vez más lejana), lo que hace que la mire con envidia y con cierta deferencia. Llevo una vida muy apacible, sin drogas, sin excesos. Mi manera de acercarme a ese lado salvaje del camino me lo permite la música: Lou Reed, David Bowie, Jeff Buckley. De allí que los tome, de manera ficticia, para seguir construyendo esa ciudad imaginaria que es mi literatura. --ECP: Parece que hemos hablado mucho de poesía, pero por sí misma es un campo bastante reducido. ¿En qué otras disciplinas encuentras inspiración para seguir escribiendo? —LAM: Escribo mucho a partir de poemas y de ensayos, pero también de música y del arte en general. De joven hice por breve periodo de tiempo danza clásica, lo que me orilló a intentar un poema (Papiro de Derveni) con estructura de ballet y teniendo como personaje principal al pintor Caravaggio. Después, he realizado ciertos intentos de óperas más complejas (en Götterdämmerung, que es una biografía mentida, incompleta y confusa). Escribo a partir de cualquier cosa, detalle o tema: si crea una convulsión, si es capaz de sacudirme, seguramente ese pretexto será una bomba atómica. --ECP: Al fin y al cabo, tu poesía se mueve en terrenos mínimos y frágiles: «Una mirada basta / para contaminar la transparencia» (‘Seppuku de Mishima’, Enola Gay). —LAM: Insisto en que mi modo de ver el mundo parte de una enfermedad, pero busca la gracia, la salvación, la trascendencia. Persigo que mis textos expresen lo que mi cuerpo (incluso mi lenguaje) es torpe en responder. Yo quisiera mirar con las palabras puras lo que es puro, y que así permanezca. Mientras tanto, dada mi condición humana, me conformo con ser mejor persona gracias también a lo que escribo. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO « Debe ser mutuo el dar y recibir entre aquellos que intercambian algo más que poesía: vida» Con tan solo un par de años en activo, Anabel Úbeda (Cartagena, 1994) ha recitado en numerosos ciclos (Festival Internacional Raíces, Ver Sacrum, Poetas en Cercanías) y ha aparecido en Siete menos veinticinco (Raspabook, 2017) y El vuelo del flamenco (2017), labor creativa y vertiginosa que, según la editorial Boria, se resume en: «Durante todo este tiempo su visión poética se ha movido entre la forma de ver el mundo y sentir el propio espíritu y la vida”. Aprovechando la publicación de su primer poemario, Visiones del refugio azul (Boria, 2019), conversamos con ella sobre el sistema educativo, la poética del dolor, el feminismo o la necesidad de mayores iniciativas para los jóvenes poetas. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Tu trayectoria poética comenzó en Siete menos veinticinco (Asociación Diván/Raspabook) junto a otros poetas como Elena Trinidad o Jesús Sanmartín. ¿Experimentaste algún cambio después de publicar en una editorial? ¿Cómo fue esa experiencia compartida? —ANABEL ÚBEDA: El cambio fue significativo en tanto que conocí a otras personas dedicadas a difundir y promocionar la labor poética y cultural. Todo aquello enriqueció mi perspectiva, mi círculo, y me ayudó a no ser solo flor de un día tras haber recitado en el festival internacional de poesía Raíces, en la Algameca Chica, donde empecé junto a algunos de mis compañeros de la antología. La experiencia junto a esos compañeros ha continuado después y, aunque en principio había algo de tensión y desconfianza, con el tiempo el compartirla con ellos y ver los puntos débiles y fuertes nos ha ayudado a sentirnos más como un grupo, ya que también algunos de nosotros hemos colaborado en el primer número de El vuelo del flamenco. Sin embargo, como ya dije en su momento, la promoción de la antología fue mínima y su edición fue lo bastante posterior como para hacernos sentir muy distantes de los poetas que están reflejados en esas páginas, aunque algunos descubrimos en esa primera presentación más afinidad entre nosotros, como yo con Jesús Sanmartín, que es un compañero de letras excepcional con el que suelo poner en común mis escritos. Lo que sí es cierto es que El vuelo del flamenco ha sido un gran aliciente y el motor que ha movido mi trayectoria. Como revista ha jugado un papel importante en conectar a toda la Región, no solo a nivel de los dos grandes núcleos como son Cartagena y Murcia, sino más allá de esos límites y fronteras. Les debo mucho y forman parte de la raíz del colectivo juvenil y cultural Bálamo del Arte, en el que hago principalmente de coordinadora. —ECP: ¿Qué iniciativas destacarías entonces y cuáles estarían por hacerse? En algunas ocasiones has hecho también de gestora cultural al organizar encuentros en sitios como Coyote (Cartagena). —AU: Deslinde, en los dos años consecutivos que llevo participando como oyente, me ha dado la oportunidad de conocer a otros poetas y ver otros prismas junto a la riqueza y crudeza de la poesía de Ana Blandiana, que desgarra y hace llorar, o el interesante coloquio teórico-literario que vivimos con Luis Antonio de Villena. Está claro que es un espacio heterogéneo, que en cada edición se regirá por una estructura y objetivos y seguirá creciendo, esperemos, sin olvidar a los jóvenes que, como yo, recitamos en el micro libre que se organizó en su primera edición. [...] Aunque mi labor como gestora cultural de Coyote se vio truncada en su mejor momento, debido a las obras del puerto, me enriqueció mucho como poeta y como persona. No sólo conseguí llenar en dos de los varios eventos aquella sala, sino que conseguí conectar a los jóvenes con el espíritu cultural de Coyote, así como crear un espacio heterogéneo de música y poesía de todos los estilos. La verdad es que me siento muy agradecida por la confianza que depositó en mí JC, que es un hombre que sabe mucho de poetas malditos y de la espiritualidad. —ECP: Precisamente, puede que la etiqueta “autor joven/joven promesa” esté un poco desgastada. Hay cierta presión para exhibirse cuanto antes en recitales, revistas, redes sociales, etc. —AU: No creo que la haya, creo que es un sentimiento de cada uno y es la propia persona quien necesita marcar sus tiempos. Conozco muchos amigos que escriben obras de calidad y no sienten esa necesidad porque no han salido a círculos literarios. Creo, sin duda, que la presión la ejercemos contra nosotros mismos, porque una vez que empezamos a recitar en público o a publicar en pequeñas iniciativas siempre esperamos un poco más, quizá un milagro o ganar algún concurso circunstancial que nos motive y nos ayude a entrar en esos círculos literarios. Y, sí, creo que esto último depende de varios factores. El primero sería saber mantener la distancia adecuada con otros autores e intercambiar opiniones respetuosamente para seguir mejorando y enriqueciéndonos. El segundo factor es la necesidad que yo he tenido en los últimos tiempos de conseguir desterrar el comportamiento competitivo o las envidias poéticas, que es algo que he sentido muy de cerca, incluso por parte de amigos, y, por ello, siempre intento colaborar con los demás en aquello que les haga falta. Ya que, si cuentan contigo, lo mejor es ir, aunque sea para escuchar y acercarte poco a poco a otros puntos de vista. —ECP: Aunque eres la “mayor” de Siete menos veinticinco, empezaste a publicar hace relativamente poco. ¿Desde cuándo llevas escribiendo y en qué espacios o medios te sientes más cómoda? —AU: Empecé a escribir en blogs propios como medio de escape de mi situación de acoso escolar y de la ansiedad que me acompañaba durante los años de Educación Secundaria. En esos años, escribía especialmente textos narrativos y mi profesor de Literatura, JM, me insistió en que nunca dejase de escribir porque tenía talento y me instó a probar con la poesía, de tal modo que hasta hoy ha seguido apoyándome desde la distancia. [...] Pues sí, estuve muchos años dentro de la familia musical de Cartagena, entre autores de diversos estilos e influencias que me ayudaron a adquirir cierta musicalidad y a dominar el oído, y a su vez a tener presente lo importante que es colaborar con otras artes, cuando ni siquiera pensaba que iba leer algo mío en público. Entonces, siempre estaba yendo a conciertos y escribiendo reseñas para ayudarles con la promoción, e incluso haciéndoles entrevistas y fotos. Era un buen momento y se sentía el hermanamiento de las bandas. —ECP: Precisamente, Luis Antonio de Villena, uno de los invitados principales de la 3ª edición del festival Deslinde, ha hablado de la pervivencia de esa España antigua y del silencio ante casos de abuso escolar. —AU: Sí, me acuerdo de ese momento. Creo que la perspectiva siempre es la misma y que es necesario establecer más programas de concienciación sobre el acoso escolar o que desde los mismos profesores y familias se creen talleres que a través de la literatura, de visionados de películas o de la escucha de casos reales, se consigan ver las raíces del abuso escolar y se acabe el silencio, porque siempre hay dos perspectivas. No hay que tener miedo al “fuerte” porque, en muchas ocasiones, esta postura solo oculta inseguridad y desconocimiento de los que se salen de la sociedad. —ECP. También pasas mucho tiempo activa en las redes sociales. ¿Crees que hay un riesgo de sobreexposición? —AU: El riesgo de sobreexposición parte de uno mismo, ya que nosotros decidimos qué publicar, cómo, dónde y hasta quién lo ve, al menos en Facebook. Yo, que he pasado por situaciones complicadas en las redes sociales, soy consciente de a quién agregar y quién no, y a pesar de publicar mucho, sé que estoy en zona segura. Supongo que para mí son un medio de promoción y comunicación con viejos conocidos a los que no veo. Además, me sirven para enterarme de eventos o de cosas que me interesan, como conciertos musicales o presentaciones de libros. Eso sí, de las noticias que aparecen, no me fío mucho, que ya se sabe... —ECP. Mientras tanto, te estás preparando las oposiciones a profesora de secundaria como salida profesional tras estudiar Filología Hispánica. ¿Cómo fueron aquellos años universitarios? ¿Desgastan las oposiciones y la legislación actual del sistema educativo español? —AU: Esos años fueron bonitos, se echan de menos. No diría que influyeron positiva ni negativamente. Simplemente abrieron mis ojos a ser más exigente con lo que escribía, a no quedarme en la superficie y ahondar en unas ocasiones, más que en otras, en mis imágenes. Empecé a recitar en público justo al acabar el Grado y nunca pensé que lo haría, si fue casualidad o algo predestinado. Mi plan inmediato es opositar, pero si no consigo nada, empezaré a plantearme preparar la maleta. Mejorar del sistema educativo, como futura profesora, repararía muchas cosas, entre ellas el lugar que se le da a las letras y la cultura como el mejor medio para llegar al conocimiento de la diversidad y de nosotros mismos como ciudadanos democráticos, al servicio siempre de conocimientos instrumentales que nos ayuden en la vida diaria. Sin embargo, todo esto tan ideal sería posible si acceder a la profesión no fuera tan complicado para gente joven y no tan joven que pasa mucho tiempo preparándose y pierde, muchas veces, la ilusión, lo cual se transmite al alumnado. El sistema de oposiciones es bastante obsoleto, en tanto que se pide otras cosas a los profesores hoy en día y también por el temario, que se aleja mucho de la realidad. El año pasado fue realmente duro para mí, con ciertos niveles de ansiedad, y fue un gran desengaño, aunque ya sabía que las leyes de educación de este país han sido y son un desastre. Esto afecta en general a todo el proceso, porque las probabilidades de aprobar y acceder a una interinidad cada vez son más difíciles, sobre todo en Murcia, porque hay una gran falta de financiación en la educación pública y creo que esto no se puede discutir. Son cosas que vas conociendo conforme pasan los meses, lees noticias, ves plazos y conoces cómo está el nivel de los alumnos a través de ellos mismos cuando les das clases particulares. —ECP: Ahora que acabas de publicar Visiones del refugio azul en Boria, ¿cuál es su origen y qué escritores u obras te han acompañado desde entonces? —AU: Destacaría, sin duda, a Rosalía de Castro o Sylvia Plath, porque la densidad de sus imágenes y figuras literarias ha sido trasladada a muchos versos de mis creaciones. Por otra parte, he sentido siempre una gran atracción por la literatura hispanoamericana y autoras como Alejandra Pizarnik o Alfonsina Storni, que persisten en ese fondo existencial y desgarrado de mis poemas, puesto que mis visiones sobre la depresión o el dolorido sentir se identifican con las de ellas, en una especie de sororidad. Entre los autores de la generación del 98 y el 27, destacan Antonio Machado y su concepto de patria como «la tierra y sus gentes», presente, por ejemplo, en mi poema ‘Las maestras de la República’ o ‘La revolución está en las letras’, de mi etapa de inicio; y Miguel Hernández, con su representación del vientre de la mujer como dador de vida. Actualmente estoy leyendo más. Realmente he leído desde clásicos como la Antolojía poética de Juan Ramón Jiménez a coetáneos míos como María Marín y su Desafortunado intento; obras de teatro como Yerma de Lorca o El tragaluz de Buero Vallejo y narrativa de diferente tipo, que me han servido para enriquecerme culturalmente y abrir nuevas perspectivas en lo que escribo, aunque cada vez deje más tiempo entre poema y poema y estas germinan y se desarrollan de otra forma. —ECP: Esa sororidad, término que alude a la solidaridad entre mujeres en situaciones de desigualdad, también se observa en las citas iniciales del poemario de Rosa Montero y Susana Fortes. ¿Hay un componente feminista y/o reivindicativo en la obra? —AU: Creo que el carácter reivindicativo o no de la obra debe ser visto por el lector. Pero sí puedo decirte que el término sororidad sobrevuela mi obra y se posa en ella en distintas partes del libro, sobre todo si se tiene en cuenta que el yo poético del mismo vive tratando de descubrirse. Hay poemas, como ‘La luna azul’, donde la alusión a Lilith y a la otra mejilla reivindican eso, la ruptura de la mujer con los estereotipos y con lo impuesto, mientras que en otros como ‘Madre Tierra’ la sororidad se muestra en una gran fantasía como son las princesas, que se convierten juntas en heroínas para salvar el mundo, los pueblos y la tierra de la inminente fatalidad que ha causado la mano del hombre. Y en parte de los poemas se expone literalmente esa unión, marcando el camino del conocimiento a otras mujeres u hombres que deseen ver la vida desde una perspectiva diferente. —ECP: ¿Y una apuesta por lo defectuoso? Los primeros versos del ‘Preludio’ cuentan: «Transfigurada como una Venus / descarto chinescas sombras, / ideas, demasiado perfectas». —AU: Todos somos defectuosos, en cierta manera. Siempre que nos encontramos ante un espejo hay algo que nos puede desagradar. Hay días que nos vemos mejor, otros que nos vemos peor y que no sabemos si lo estamos haciendo bien o mal, si todo puede torcerse. ‘Preludio’ va un poco de lo defectuoso, por eso, lo de los «resbalones en las medias», que no son otra cosa que los errores que una comete, se quedan marcados y sirven para volver a levantarse. —ECP: También hay alusiones al pasado como un lastre tormentoso. Si a eso le unimos la poética del dolor, la interpretación tradicional es encuadrar la obra desde una perspectiva de catarsis o superación. ¿Pero realmente la ha habido? ¿Tenías esa o alguna otra intención determinada mientras terminabas de estructurarlo? —AU: El lastre tormentoso al que te refieres no es el pasado en sí, ni esos episodios, sino los errores que el mismo yo poético iba cometiendo al no ser capaz de abrir los ojos. Esos momentos son los que le sirven para aprehender(se). Decididamente, el proceso que trata de mostrar el progreso que hace la obra en sus distintos apartados es mostrar un camino desde el momento en que abre los ojos y sale a la luz, hasta que deambula por la ciudad, por el bosque y por el mundo hasta encontrar el sitio. Esa era mi intención en el momento de estructurarlo porque simplemente sobre el papel surgió así para mi primer recital en solitario y me gustó bastante la idea, ya que encajaba bastante bien para dar a los demás una perspectiva general de mi obra, pero con sentido. —ECP: El amor es otro de los ejes y, en ocasiones, una prisión: «Aprendí / a no esperar ver / cumplida tu promesa, / la de: / amor, estoy aquí». —AU: Sí, en ocasiones, el amor que se muestra en los poemas se convierte en una prisión. En este caso, es la propia prisión creada para satisfacer una necesidad personal: la de no sentir tan honda la soledad, la de querer creer que hay alguien de verdad, que no es una mentira. Cuando se sale de esta primera prisión, viene otra. —ECP: ‘Músicos de Bremen’, por otra parte, hace referencia a la precariedad de las esferas culturales.
—AU: ‘Músicos de Bremen’ nació en un momento convulso en Cartagena, cuando aún era legal eso de hacer conciertos en formato eléctrico. Yo que lo he vivido de cerca toda mi adolescencia y juventud, he visto el esfuerzo de muy buenos músicos de cerca que nunca recibían una remuneración acertada o directamente no la recibían por su trabajo. Los dueños de los “garitos” y locales, no eran capaces —y si se arregla, no sé si lo serán— de ver el esfuerzo que supone comprar un equipo, pagar una sala de ensayo, pasar horas componiendo y grabar un disco, para que luego le paguen a un grupo de tributo o versiones que ni siquiera es oficial más que a un grupo de canciones propias. —ECP: Y tampoco faltan las alusiones a la necesidad de solidaridad (‘Beggars can’t be choose’) o a las personas que te han impulsado. —AU: La solidaridad es un eje fundamental en mi poesía desde el momento en que la misma nace porque ver situaciones injustas que te hacen replantearte muchas cosas, aunque, en ocasiones, sea muy difícil ayudar. Aparece como un sentimiento global hacia aquellos que no conoces, incluso a los personajes ficticios que pueblan algunos de mis poemas, así como por parte de los reflejos de las personas reales que me han impulsado y siempre han estado conmigo de una manera u otra desde estos comienzos o desde mucho atrás. Debe ser mutuo el dar y recibir entre aquellos que intercambian algo más que poesía: vida. —ECP: Hemos hablado de festivales, publicaciones y otros agentes de la Región, pero nos hemos dejado las editoriales. ¿Cuál es tu impresión general? ¿Dónde ubicarías la labor editorial de Boria? —AU: Bueno, en su momento, cuando lo mandé a la editorial y recibí respuesta a los dos meses, fue porque el propio Luis me empujó a enviarlo a través de Facebook sin conocerme apenas. Era un momento en el que no conocía el mundo editorial, aunque sí las opciones de edición. Creo que no todas las editoriales se arriesgan a editar una “novata” como yo, con una poesía como la mía. En este caso, mi editor es un gran jefe —como le decimos cariñosamente sus editados— y ha creado una gran familia que traspasa Murcia. Poco después de firmar, empecé a conocer los métodos de supuestas “editoriales” y también de las dedicadas a la autoedición, donde corren los contratos blindados, las permanencias, los mínimos e incluso propuestas de financiación que, a mi parecer, deberían correr a cargo del propio escritor y no de una imprenta con pretensiones de editorial. Yo soy de las que piensan que es mejor ver al editor cara a cara y tomarse un café con él, sabiendo antes si encajas en su propia propuesta, ya que es un mundo difícil y es mejor estar bien acompañado y con una buena seguridad que con una caja con doscientos libros por falta de distribuidor. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Con este proyecto busco visibilizar las creaciones literarias de las nuevas generaciones, a la vez que intento mostrar un lado más humano de la literatura, alejado de cánones y efectismos sagrados, y una comunidad que comparta, en ocasiones, las mismas inquietudes. No en vano, desde su mismo nombre, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conectar con la naturaleza y descubrir nuevas tierras en las que establecerse. De esta manera, frente al carácter efímero de los encuentros, la entrevista con cada uno de los participantes se erige como un testimonio que permite profundizar en la labor de escritura, las últimas tendencias, las influencias o las preocupaciones de cada uno, entre otros muchos temas. En esta ocasión hablamos con Pablo Serrano Torres (Cartagena, 1996), poeta y estudiante de último año del Grado en Filología Hispánica en la Universidad de Murcia. Su obra ha sido reconocida con menciones en el Certamen CreaMurcia 2016 y en el XXXIX Premio Félix Francisco Casanova, además de un accésit en el I Premio de Relato Corto Mirando al Mar y un premio en el Certamen Mandarache de Microrrelato (2013). Además, ha participado en la muestra 7+7 (XXI Edición La Mar de Músicas), así como en revistas como Manifiesto Azul o El vuelo del flamenco. Por último, compagina su labor poética con el blog de reseñas Espacio coyote y la elaboración de una novela. A través de su primera publicación editorial, su pasión cultural y su propia labor de escritura, surgen temas como el dolor, la injusticia y, en realidad, todo un campo expandido que va dando forma a sus obras. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Este año algunos de tus poemas fueron publicados en Siete menos veinticinco (Asociación Diván/Raspabook), junto a otros poetas jóvenes de Cartagena como Elena Trinidad Gómez, Mery Salem, Anabel Úbeda o Jesús Sanmartín. ¿Has notado algún cambio después de publicar en una editorial? ¿Cómo ha sido compartir esa experiencia con esos otros poetas? —PABLO SERRANO: Bueno, lo cierto es que Siete menos veinticinco empezó a fraguarse hace ya más de un año. Recuerdo que le envié a Antonio Marín Albalate los poemas que quería publicar en junio del año pasado, y el libro no saldría hasta marzo, unos pocos días antes de que me marchara a Argentina. Fue una experiencia muy agradable, me hizo mucha ilusión que por primera vez se publicara algo mío en una editorial. Podría decirse que fue un chute de autoestima importante, de decir “oye, mira, lo que escribo gusta, la gente quiere leerme”. Sin embargo, más allá de eso, no ha supuesto mucho cambio en mi vida. El libro no ha tenido gran repercusión, me habría gustado en su momento que hubiera servido de excusa para establecer algún tipo de comunicación literaria, es decir, sentir que el libro se leyera y conocer qué impresión causara en los lectores, pero apenas recibió reseñas. No sé, no quiero infravalorar la publicación del libro, pero dado que me lo preguntas, lo que siento es que mandé un mensaje en una botella a perderse en el mar. Que es mejor que nada, pero eso. No recibí nunca un feedback que pudiera enriquecerme como escritor. […] Con respecto a la experiencia de trabajar con otros poetas, bueno, estuvo bien conocerlos. Sobre todo, me sirvió para tener una perspectiva más amplia de qué es lo que se está haciendo en mi ciudad entre la gente más joven, y lo que pude ver es que los autores agrupados en esa antología somos bastante distintos unos de otros. No creo que podamos hablar de una generación. Por poner un ejemplo, Mery Salem dirige su poesía más hacia un contexto, no voy a decir propagandístico (mierda, ya lo he dicho), pero sí políticamente activo, muy efectista, y siempre ligado a una actuación, performance, música. Creo que es muy distinto de lo que hago yo. Tampoco ha habido mucho contacto entre ellos y yo desde que se publicó el libro, y no he leído de ellos mucho más que lo que aparece en la antología. […] En lo que a mí respecta, yo soy bastante autocrítico y a día de hoy no considero especialmente interesantes los poemas que publiqué. Solo he rescatado un par de ellos para este recital, y especialmente uno, ‘Julia llora conduciendo un Volkswagen’, que creo que es radicalmente distinto al resto de lo que envié a aquella publicación, que era bastante más maniqueo: ‘Abdullah’, un poema sobre la inmigración muy efectista, ‘Sahara’, una composición de amor que ya no me lo creo, y ‘Elliott Smith’, un poema sobre la hipocresía capitalista bastante unilateral donde los buenos son muy buenos y los malos, muy malos. —ECP: Como ha pasado tiempo desde aquello, ¿piensas publicar próximamente un poemario o, en cambio, prefieres esperar a que haya un estilo más sólido? Actualmente le damos mucha importancia a publicar, lo que luego produce un exceso y presencia efímera de los libros. —PS: Sí me gustaría publicar un poemario, pero no sé si estoy preparado. Como dices, hay muchas publicaciones, demasiadas, y me gustaría que lo que publique realmente merezca la pena ser publicado. Hace algo menos de un año agrupé una selección considerable de poemas y los organicé en un poemario que iba a llevar por título Lechos, telarañas. Varios de los poemas que incluí ahí los he traído hoy al recital, pero muchos otros me doy cuenta ahora de que no son tan buenos como me gustaría. A día de hoy, no publicaría ese libro. Quiero publicar algo que resista la prueba del tiempo. Espero que no tarde demasiado en hacerlo, pero nunca se sabe. —ECP: También puede que influya la presencia de la “poesía juvenil” (Marwan, Loreto Sesma, etc.). ¿Crees que es beneficiosa, o que da una idea equivocada de la propia poesía? —PS: Conozco a esos autores, pero no los leo. Sinceramente, creo que vivimos en una era en la que la literatura más comercial es una realidad ineludible, y eso es más que evidente en el mundo de la prosa. Parece que en la poesía este fenómeno es una cosa más o menos nueva, pero no creo que sea muy distinto del caso de los bestsellers. No me preocupa, no creo que perjudique a la existencia de una “buena literatura” (si es que podemos hablar de tal cosa). La literatura se va a seguir produciendo igual, al margen de que algunos se aprovechen de este fenómeno para vender un producto vacío. Yo, y muchos otros “poetas jóvenes” (qué cansancio de término), escribo sin poner la vista en el mercado de la literatura. Y si la percepción de la masa es que si eres poeta joven automáticamente eres un Marwan de la vida, pues yo qué sé. Me trae un poco sin cuidado. Si de pronto la gente, gracias a este fenómeno, se anima a ir un poco más allá y pasar de Marwan a Miguel Hernández y a partir de ahí va escalando y va leyendo poesía, pues genial. Y si no, pues también. Es un debate que me trae un poco sin cuidado, yo escribo mis cosas. —ECP: Entonces, ¿cómo planteas tu labor de escritura —pocas o muchas correcciones, papel frente a ordenador, temas, influencias, etc—? —PS: Pues respecto a lo de las correcciones, ahora muchas más que antes. Como decía, soy bastante autocrítico y hago mucha criba de lo que escribo. El ejemplo más paradigmático es el ‘Breve poema lejano’, del que no tengo el original ya, pero te digo que de breve tenía poco. Le doy muchas vueltas a todo cuando escribo últimamente, en los últimos seis meses creo que no he escrito más de cinco poemas. A veces tengo una idea y la anoto en el móvil para poder escribir un poema sobre ello cuando me siente y el estado de ánimo sea propicio, que puede ser perfectamente un mes y medio después. Esta es como mi última tendencia, pero desde que empecé a escribir, ha abundado una escritura más impulsiva: escribir rápido, revisar poco, publicar cuanto antes en internet. Es el caso por ejemplo de ‘En su salsa’: vi la noticia (una chica de quince años es doblada en Brasil por un grupo de hombres adultos hasta sangrar, los violadores sacan fotos del suceso y las suben a twitter, se viraliza), escribí el poema, y lo subí a Facebook. Sin embargo, ‘Doce de octubre o veinticuatro de junio’ lo pensé el doce de octubre y no lo escribí hasta bien entrado noviembre. Además, ya no publico nada de lo que escribo en internet. […] Con respecto al formato, me gusta más el ordenador por una cuestión puramente práctica: estoy más acostumbrado, escribo más rápido, es limpio, puedo editar todo lo que quiera el texto sin borrar ni tachar ni gastar papel, y puedo recurrir a internet fácilmente cuando precise alguna referencia o para ayudarme a recordar algo concreto con una rápida busca a Google, tengo los diccionarios de la RAE para las consultas muy a mano... Escribir en la libretita queda muy guay y es muy bohemio y yo lo he hecho a veces, cuando no podía esperar a llegar a casa para escribir lo que tenía en la cabeza, pero en la práctica, es evidentemente mejor el ordenador. […] Lo de las motivaciones ya es una cuestión más compleja. La respuesta más inmediata que se me ocurre es la terapia y la comunicación. Encuentro terapéutico sentarse y catalizar los pensamientos en la poesía. Eso me permite meditar, reconciliarme con algunas emociones, comprenderme mejor. Por supuesto, no solo escribo para mí mismo (la parte terapéutica), sino también para llegar a un otro. La posibilidad de poder transmitir a los demás algo que de otra forma me resultaría imposible es fundamental. De hecho, el título que le he puesto a este coso que traigo para recitar hoy es Tras el silencio oscuro de mi frente, parafraseando un verso del ‘Pequeño vals vienés’ de Lorca: la poesía es lo que hay detrás, lo que escondo, lo íntimo, la esencia, la médula, el no-decir. Poder decir y ser comprendido, conectar de algún modo a través de la palabra, me parece maravilloso, y es algo que raras veces pasa, pero es una de las cosas que busco al escribir, de las más importantes, de hecho. —ECP: La escritura, según el “canon” literario, parte de una lectura voraz de otros autores. En ese sentido, ¿te consideras un ávido lector de poesía? ¿Podrías mencionar algunas de tus influencias? —PS: No soy un ávido lector de poesía, ni tampoco soy muy fan del canon. Me gustaría leer mucha más poesía de la que leo, pero paradójicamente, estudiar Filología Hispánica me quita las ganas de leer. Es una carrera bastante más absorbente de lo que la gente se imagina, apenas me queda tiempo de leer por gusto, y aunque leo algunas cosas maravillosas (más bien muchas, no algunas), no es lo mismo leer a punta de pistola que leer por gusto. Cuando llega el verano estoy agotado (y aun así leo), así que tampoco son meses demasiado productivos en la lectura de poesía. Espero cuando acabe los estudios poder profundizar más en ella. La mayoría de poemarios completos que he leído son de autores murcianos que he escuchado en recitales y luego he comprado sus libros, he leído Vigilia del asesino de José Óscar López, Edición anotada de la tristeza de José Alcaraz, Ártico de Juan de Dios García, la antología La imagen y su semejanza de Javier Moreno. Y más allá de eso, una antología de Leopoldo María Panero, el poemario Escrito en un reflejo de Hugo Mujica, Poeta en Nueva York de Lorca. De todos ellos, quizá los que más me hayan llegado son Lorca y Panero. También encuentro poesía en la música. En este sentido, mis letristas favoritos probablemente sean Elliott Smith y Sufjan Stevens. —ECP: También has escrito artículos, como la reflexión sobre Final Fantasy X y la implantación, como otros videojuegos jrpg, de una “vida fantástica y cómoda” durante ese período de tiempo. ¿Hasta qué punto estos tipos de productos, como las redes sociales, ofrecen un refugio en el que esconderse? —PS: No se me había ocurrido relacionar los videojuegos con las redes sociales... Es una comparación curiosa. Creo que sí, que ambas son vías de alienación, pero los mecanismos y motivaciones de uno y otro medio son radicalmente distintos. Ambos se basan en la construcción de una ficción apetecible, pero en el caso de la red social, el motor que la construye es el narcisismo, el material con el que se elabora la ficción es la propia vida del usuario. Lo que propone la red social es una evasión de la propia realidad maquillándola y engrandeciéndola. Por otro lado, el videojuego está más cerca de manifestaciones artísticas como la literatura o el cine. La ficción se construye sobre la imaginación. La realidad ficticia que ofrece es externa a la vida real del usuario, implica necesariamente la aceptación y comprensión de un otro. Decía uno de mis profesores de la universidad, Francisco Florit, que leemos para vivir vidas ajenas. También jugamos para vivir vidas ajenas. Pero, como decía en el artículo del Final Fantasy en Espacio Coyote, no condeno esa actitud escapista, creo por el contrario que es algo necesario. Y, además, volviendo a la comparación con las redes sociales, el videojuego, como todas las manifestaciones artísticas que se basan en la construcción de una ficción ajena al lector, tiene una característica positiva: la ampliación de la visión del lector/jugador, el enriquecimiento. Todas estas ficciones, al introducirnos en una vida ajena, nos sacan de nuestro narcisismo diario poniéndonos bajo la piel de otros, nos muestran otras realidades, y esto siempre es enriquecedor. —ECP: Videojuegos, cómics, música… Tus poemas funcionan como un campo expandido que recibe la influencia de una gran variedad de elementos. ¿Qué encuentras en algunas de estas manifestaciones y cómo influyen en tu escritura? —PS: Ya he hablado un poco sobre esto antes, pero se puede profundizar. Me encanta el arte en todas sus manifestaciones y encuentro que todas las disciplinas, la música, el cine, el cómic, la poesía, la novela, sirven como una exploración del alma humana, y una expresión de la misma. Alma es un término un poco peliagudo... Quizá mente sería mejor, pero también es un término demasiado racionalista, así que creo que prefiero alma. Me apasiona sentir esa conexión que ofrece el arte. Pretendo volcar lo mismo en lo que escribo. No sé si lo logro. Todas las manifestaciones artísticas, en tanto que me han afectado de algún modo en algún momento de mi vida (las películas que he visto, los cómics que he leído, la música que he escuchado), de algún modo pasan a formar parte de mí. En buena medida lo que nos constituye son los recuerdos, somos una red de información. Y, por tanto, cuando escribo, pueden filtrarse en mis versos. A veces son ideas argumentales, a veces son sentimientos, a veces son escenas, imágenes... No sé si con eso contestaré a la pregunta. Soy consciente de que en la literatura hay una serie de técnicas que asemejan el lenguaje de la literatura al del cine, pero no me refiero a eso cuando hablo de influencias. No me paro a pensar si quiero que un poema sea cinematográfico, no se trata de eso. —ECP: Tus poemas también comparten una visión un tanto nihilista que choca con toda esa “filosofía del optimismo” (con términos como “coaching”, “emprendimiento”, “toxicidad”) que elimina cualquier aspecto negativo de nuestras vidas. —PS: Sí, odio esto. Creo que es reflejo de una hipocresía generalizada, es un síntoma de la mentalidad capitalista en la que vivimos que trata de excluir todo lo “malo” ocultando realidades y creando segregación. Construimos una ficción social, realmente, y eso, por supuesto, está en las redes sociales. Es huir de la realidad disfrazándola de lo que no es, mirando a otro lado. Lo de la toxicidad lo encuentro especialmente horrible. Le leí a José Daniel Espejo hablar en este sentido de un “apocalipsis cuqui”, y no podría estar más a favor de la implementación de ese concepto. Estamos realmente viviendo un “apocalipsis cuqui”. —ECP: Cambiando de tema, cuando organizaste el festival Raíces en la Algameca Chica (Cartagena), ¿separaste las facetas de poeta y gestor cultural? ¿En qué medida crees que los festivales y los recitales ayudan a la difusión de la poesía? —PS: Sí, por supuesto. Igual ahora pienso que quizá fue muy narcisista decidir participar con un recital en Raíces formando parte del comité organizador, pero bueno, tampoco fue una decisión unilateral, así que ya está, ya fue. Mi participación en aquel festival, como gestor, tuvo dos vertientes: por un lado, acudir a recitales, proponer autores y ponerme en contacto con algunos de ellos para ir dando forma a la programación, aunque en este sentido mi participación fue minúscula en comparación con la de Alberto Caride. Por otro lado, se nos ocurrió contratar unas actrices para que presentaran a cada poeta con una pantomima de Góngora contra Quevedo, y yo me encargué de escribir los guiones que debían interpretar. Nunca había escrito teatro, fue una experiencia tan divertida como agobiante (muchísimo trabajo, más de veinte páginas de guion, poco tiempo). Lamentablemente, por una serie de catastróficas desdichas, esto no salió muy bien, aunque fue divertido igual. Y en cuanto a mi faceta de poeta, quedó relegada al momento del recital únicamente. […] Con respecto a la segunda pregunta, pues imagínate, si te digo que yo apenas puedo leer más poesía que la que escucho en recitales, creo que hacen una importante labor de difusión. He escuchado poemas geniales en Zalacaín, en el festival Deslinde, en nuestro propio festival Raíces, en este ciclo. De hecho, me siento tremendamente agradecido de poder estar aquí leyendo mis poemas ante un público que ha venido a escucharme. Encuentro muy gratificantes todos estos proyectos. —ECP: Sin embargo, cuando recitaste con Hugo Cano en los “Lunes Literarios” de Zalacaín, planeasteis una especie de performance que iba más allá de la lectura de poemas. —PS: Sí, bueno, fue una locura. Realmente los elementos performativos no eran tantos, pero eran llamativos. Nuestro recital estaba estructurado en varias partes: una primera parte, ambientada en el espacio, la constituían mis poemas inspirados en el disco de Oneohtrix Point Never Returnal, del cual hacíamos sonar al comienzo la primera pista, una suerte de explosión de ruido que, dentro de mi narrativa, constituía la destrucción de una nave espacial devorada por un agujero negro. Una de las imágenes que se repetían en esa sección del recital era el coyote, de ahí la máscara con la que leía. Era un poco surrealista, lo escribí una noche a las tantas de la madrugada, y el coyote era el símbolo del subconsciente, la pulsión sexual, el abismo. Ya te digo que era una cosa muy loca, y luego Hugo estaba comenzando sus disertaciones sobre el yo, por eso llevaba esa mascarilla con la palabra “yo” escrita, y el rollo del bebé se explicaba con el último poema. Fue divertido. —ECP: Como hemos hablado de la difusión de la poesía, recuerdo que hace dos años obtuviste una “Mención de Honor” en el CreaMurcia. ¿Qué supuso para ti obtener ese reconocimiento? ¿Crees que la poesía y la novela deberían volver a estar en diferentes disciplinas? —PS: Yo diría que no ha supuesto nada, más allá de la satisfacción personal. Sigo escribiendo igual. Bueno, supongo que quizá el hecho de que esté aquí hoy se deba en parte a esa mención, por lo cual estoy agradecido. Con respecto a la segunda pregunta, sí, definitivamente. El primer año que nos presentamos Hugo y yo, cuando vimos cómo funcionaban los premios, Hugo me dijo “esto es una carrera de motos contra coches”. No podría estar más de acuerdo. —ECP: Y, como también has mencionado tus estudios universitarios, ¿cómo ha sido tu paso por la universidad? ¿Qué harás cuando acabes el grado?
—PS: Bueno, mi paso por la universidad ha supuesto una etapa más en mi vida, nada más (ni nada menos). No creo que me haya moldeado demasiado como escritor, aunque quizá las asignaturas más teóricas de la literatura sí me han permitido acercarme a la literatura desde ópticas distintas, y eso ayuda mucho a la hora de leer y de crear literatura. Permite tener una conciencia más amplia de lo que es o puede ser literatura, y lo que eso implica y, por supuesto, ha supuesto un redescubrimiento genial de la literatura hispanoamericana, esas clases son lo mejor de la carrera. Sin embargo, en general, la universidad ha sido una decepción. No me quiero poner ahora aquí a destripar la Universidad de Murcia, pero creo, desde mi ignorancia, que muchas cosas deberían cambiar. Con respecto a qué haré cuando acabe el grado, pues seguir estudiando, hacer el máster de profesorado y opositar; mi intención es ser docente, y transmitir a mis alumnos que hay vida más allá de Facebook e Instagram, que no son el centro del mundo, que no hay un centro, y que solos e ignorantes no llegamos a ningún sitio: que en los libros hay vida. Mientras tanto, seguiré escribiendo, como siempre. —ECP: Para terminar, ¿nos podrías hablar un poco del argumento o las intenciones que persigues con la novela que estás escribiendo? —PS: Sí, es una novela existencialista, un poco a la manera de El túnel de Sábato, Submarino de Joe Dunthorne o El guardián entre el centeno de Salinger. La visión del narrador es la de una adolescente de quince años que va reflexionando sobre su vida en primera persona. El tema principal de la novela es el amor tóxico (por muy poco que me guste ese adjetivo de tóxico, aquí me parece el más apropiado), ella está enamorada de un chaval que no la trata bien, y a lo largo de la novela irá madurando, en parte gracias a la relación con su profesor de filosofía, con quien mantiene una relación sexual algo extraña. Y bueno, al margen de esta historia de amor, ella reflexiona un poco sobre la existencia, la propia escritura, la política, las relaciones humanas, el poliamor, el narcisismo, las redes sociales. En fin, por ahí van los tiros, más o menos. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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