Entrevista realizada por NATALIA CARBAJOSA El arte de traducir El rey de Varsovia de Twardoch y mucho más Bogumiła Wyrzykowska es licenciada en Filología Española por el Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos, así como traductora literaria y jurada de español. Ha vivido toda su vida en Varsovia, donde ha trabajado como profesora de español y traductora de diversos géneros. Ha traducido al polaco La pasión turca de Antonio Gala; Ganas de hablar de Eduardo Mendicutti; Ester, en alguna parte de Eliseo Alberto; Llámame Brooklyn de Eduardo Lago (premio accésit del Instituto Cervantes por la traducción); Clara y la penumbra, La caja de marfil y La dama número trece de José Carlos Somoza; El libro de los placeres prohibidos de Federico Andahazi; El año de Ricardo de Angélica Liddel (en colaboración con Magdalena Śliwka); Recóndita armonía de Marina Mayoral y diversos textos de Reinaldo Arenas (en colaboración con Ester Rabasco Macías) para la revista varsoviana Literatura na Świecie. En colaboración con Luisa López Sánchez, que ocupó el puesto de jefa de cultura del Instituto Cervantes de Varsovia, ha traducido al español La cuarentena, obra de teatro de género grotesco del escritor polaco Stanisław Sroczyński, así como una colección de cuentos sobre la emigración polaca titulada Aquel olor era de color azul de Grażyna Skoczeń. Actualmente está trabajando sobre la traducción al polaco de las crónicas de Sofía Casanova. Ester Rabasco, Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Lleida, comenzó su andadura como profesora de español para extranjeros en la década de 1990 en Polonia, donde obtuvo su puesto docente en el Instituto Cervantes. Del centro de Varsovia pasó a trabajar en los de Moscú, Estambul y Rabat, para volver recientemente al país donde comenzó gracias a su traslado a Cracovia. Involucrada desde siempre en talleres de literatura y en la difusión digital de la cultura española más allá de la enseñanza de la lengua —si es que ambas facetas pueden llegar a separarse—, su ejercicio en el Instituto Cervantes por tantos países ha discurrido paralelo a su actividad como traductora e investigadora. Es autora, junto con Bogumiła Wyrzykowska, de traducciones directas e inversas entre el español y el polaco, incluida la novela de la Premio Nobel Olga Tokarczuk Un lugar llamado Antaño (Lumen, 2001 y Anagrama, 2020). Su trabajo más personal es, sin duda, la versión anotada de los poemas de Anna Ajmátova Réquiem y Poema sin héroe (Disbabelia, 2017), reseñado en estas mismas páginas y en el volumen Destino desconocido: poesía y traducción (Eolas, 2022). Como investigadora, ha publicado ensayos y trabajos de investigación sobre literatura hispana, francesa y rusa. Bogumiła Wyrzykowska y Ester Rabasco Macías llevan más de veinte años colaborando en traducciones del polaco al español. En un principio, las realizaron compartiendo cafés y, posteriormente, a través de comunicación de tipo digital. Han traducido obras de gran relevancia en la cultura polaca, como Antaño y otros tiempos (Lumen, 2001 y Anagrama, 2020) de Olga Tokarczuk. Hablamos con ellas sobre el oficio de traducir, sobre la literatura y las lenguas y, cómo no, sobre su última cotraducción: la trepidante novela El rey de Varsovia [Król], de Szczepan Twardoch, publicada en Acantilado en 2023. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Bogumiła, ¿por qué te dedicaste precisamente a la lengua española y qué significó para ti la encrucijada con la cultura española e hispanoamericana? ¿Cómo llegaste a la traducción, cómo fue ese proceso y en qué medida cambió tu vida? ¿Qué obra te ha marcado más durante el proceso de traducción? —BOGUMIŁA WYRZYKOWSKA: Desde que era pequeña, quería ser traductora. Recuerdo que cuando mis padres me compraron mi primer walkman, yo realizaba grabaciones en una lengua inventada por mí, sin ninguna base estructural por supuesto, para luego proceder a su traducción al polaco. Me divertía mucho. Tenía una vecina que era traductora del francés, la visitaba en casa, y me gustaba mucho el ambiente de aquella casa a media luz, con una máquina de escribir, llena de libros y, desgraciadamente, también de humo de cigarrillos. Posteriormente, decidí estudiar Filología Española porque me atraía mucho tanto la cultura española como la iberoamericana, su gran variedad, su alcance y el carácter de las personas. Y así encontré a Ester, que es para mí como una hermana. Fue ella la que me abrió las puertas de la traducción, pues yo había cursado mis estudios cuando todavía no había especialidad de traducción en la Universidad; la facultad era joven y existía desde hacía pocos años. A raíz de trabajar en el mismo liceo, empezamos a traducir juntas. Lo pasábamos fenomenal intercambiando nuestras experiencias, debatiendo sobre las distintas soluciones, modalidades y, a veces, hasta peleándonos. Aprendí con Ester más que en la universidad. Ella es una experta en literatura y además una excelente profesora. ¿En qué medida esto me cambió la vida? Creo que fue una de las fases más importantes en mi carrera profesional. Y la más agradable, sin duda. Fue entonces cuando, gracias a ella, que se entusiasmó con la obra de Olga Tokarczuk, dimos a conocer esta escritora al lector en español. Otro momento muy importante fue cuando repetimos este proceso con Szczepan Twardoch, un escritor que a mí me encanta y que me interesaba sobremanera presentar en España. —ECP: Ester, el punto de partida y de llegada de tu trayectoria internacional hasta la fecha es Polonia, un país históricamente diverso y convulso en lo que a etnias, culturas e idiomas se refiere, casi un paradigma de la propia Europa en sus contradicciones y sus dilemas aparentemente insolubles. ¿En qué medida incide este hecho en tu actividad docente y traductora? —ESTER RABASCO MACÍAS: Cuando llegué a Polonia, en el año 1991, realmente no tenía nada que ver con la Polonia que ahora visitan anualmente más de treinta y cinco millones de turistas. Había muy pocos españoles y Polonia miraba ávidamente hacia Europa y Estados Unidos. Así que todo lo que venía de fuera se devoraba, en el buen sentido de la palabra. Realmente fueron unos años de muchas posibilidades laborales para mí, aunque pronto entendí que debía estudiar polaco para ello y, desde luego, sumar sueldos para sobrevivir. La situación económica en los años noventa, la imperante necesidad de cambios, hacía que la gente se volcara sobre todo en sus estudios o profesión con gran entusiasmo, los proyectos despegaban y el consumismo era como un paraíso todavía inalcanzable. Nada que ver con la Polonia llena de cafeterías y restaurantes que hoy podemos disfrutar. Así que, para mí, recién moldeada en la España de los ochenta, cada paso era un verdadero choque cultural. No obstante, me quedé en tierras polacas porque era un entorno afectuoso, generoso, receptivo y muy agradecido. En ese arranque, tuve el apoyo primordial de Amelia Vercher Moreno, que ocupaba lo que entonces se llamaba Asesoría Lingüística de la embajada española en Varsovia. Ella le dio un verdadero empujón al español en la educación secundaria en Polonia y a la formación de profesores, y buscaba docentes dispuestos a poner en marcha aquellos primeros proyectos. Fue así cómo llegué a trabajar en el NKJO (Escuela de Profesores de Lenguas Extranjeras) de Bydgoszcz y, posteriormente, en el liceo bilingüe Miguel de Cervantes de Varsovia. Aquí fue donde entablé amistad con Bogumiła y empezamos a organizar nuestras sesiones de café con traducción. Aquellos encuentros para mí eran más que un simple ejercicio de traslación lingüística, era la confrontación constante de culturas que, por encima de todo, deseaban entenderse, y ahí estábamos ella y yo personificando ese careo. Por ello, cada palabra, estructura, modismo, registro lingüístico, nos llevaba a largas discusiones. Éramos jóvenes y teníamos mucho tiempo. De esa época ¡cuántos textos duermen todavía en nuestros viejos discos de ordenador! Fue entonces cuando mi mente —acompañada por el entusiasmo, la amistad, el profesionalismo y la profesionalidad de Bogumiła— dio una verdadera vuelta de tuerca. El hecho de aprender otra lengua y de sumergirte en otra cultura hace que uno acabe viendo las cosas desde otra perspectiva, desde otro yo; y si hay otras (el catalán en mi caso) o sumas y amas otras nuevas (como lo hice con el ruso), se acaba percibiendo el mundo a través de un caleidoscopio; se acaba navegando en el interior de una doble corriente, como la del Bósforo, y te acostumbras a flotar y fluir hasta en corrientes contrapuestas. De este modo, en aquellos años surgió en mí el deseo de enseñar lengua y literatura española e hispanoamericana atendiendo en especial a la recepción del “otro”, así como la esperanza de acercar a nuestra cultura todo cuanto iba absorbiendo de la cultura polaca. Porque, si de algo estaba y estoy convencida es de que el arte, la literatura, puede poner en marcha vasos comunicantes de diversas culturas por muy distantes que sean. Posteriormente, si bien es cierto que personalmente me vi más absorbida por mi trabajo en el Instituto Cervantes en Varsovia, sí me halaga saber que formo parte de esa simiente que ha logrado sembrar y recoger Bogumiła con su propia lista de títulos traducidos. —ECP: Ester y Bogumiła, traducís del polaco a dos manos. ¿Cuál es vuestro método de trabajo? ¿Cómo se han originado vuestros proyectos? ¿Han sido básicamente traducciones por encargo o, por el contrario, proyectos personales? —ERM & BW: El método de trabajo ha ido evolucionando según nuestras circunstancias. Al principio, trabajábamos mano a mano sobre el texto polaco para traducirlo al español, para luego pasar a una revisión más detenida. Era una época en que andábamos envueltas de diccionarios con tomos y lomos físicos; cada duda era una peregrinación, pues nos forzaba a contrastarla con otras personas más expertas, con otros hispanistas, o bien nos llevaba a escribir cartas o correos a desconocidos expertos en determinadas materias. Además, estaba el esfuerzo de dar a conocer nuestra labor. De esa época guardamos algunas anécdotas estupendas, como la noche que Bogumiła, un compañero y yo tomábamos “la última” en mi casa, y recibí una llamada de Pere Gimferrer (entonces en Seix Barral) a las 22:00 de la noche. Al oír su nombre, ni siquiera le di al poeta la oportunidad de explicarse y aclarar que había leído los primeros capítulos de la traducción de Un lugar llamado Antaño (habíamos bombardeado a varias editoriales españolas con el mismo envío), simplemente le interrumpí y le solté que, si el que me llamaba a aquellas horas era Pere Gimferrer, entonces yo era Mercè Rodoreda (Requiescat in pace); al pobre señor le llevó un buen rato convencerme de que no se trataba de ningún amigo bromista. Gracias a nuestra iniciativa, finalmente fueron tres las editoriales que se disputaron la traducción (eran otros tiempos, claro), pero se la llevó Lumen y no Seix Barral. Esos esfuerzos y hazañas quijotescas de los traductores quedan siempre en la oscuridad. La novela de Olga Tokarczuk (desconocida entonces en España) recibió buenas críticas en la prensa española y para nosotras se convirtió en una carta de presentación. Ahí empezamos a tener algunos encargos: tradujimos al polaco Recóndita armonía de Marina Mayoral; un cuento y fragmentos de novelas de Reinado Arenas para la prestigiosa revista de literatura polaca Literatura na Świecie; el Instituto Mickiewicz me encargó la traducción al catalán de La locomotora de Julian Tuwim, la cual realicé en colaboración con el poeta J. M. Sala-Valldaura, etc. Sin embargo, cabe resaltar que la mayoría de los proyectos ha sido fruto de propuestas personales, ya que siempre nos ha movido el objetivo de dar a conocer autores relevantes —no siempre comerciales— de la cultura polaca. De ese modo, hemos traducido a autores que nos han abierto puertas y otros que han acabado en verdaderos fiascos, como lo fue el caso de una obra polaca cuyo contrato de traducción en España se anuló por culpa del auge del covid, precisamente cuando ya habíamos finalizado la traducción. Hay que añadir que las traducciones que hemos realizado a distancia y por medios de comunicación digitales nos han llevado a experimentar otras formas de trabajo más dinámicas. Por lo general, para las traducciones al español solemos dividir la obra en dos partes para traducirla por separado; luego, intercambiamos las traducciones para revisarlas también por separado; en medio de este proceso realizamos algunas sesiones en línea para aclarar dudas, tomar decisiones, etc. Y ya en la etapa final, yo hago una nueva revisión general para pulir el español y Bogumiła otra para comparar con la versión original; aunque, al final, ambas solemos acabar participando en ambas tareas. Como se puede ver, es un proceso al que ahora le dedicamos tal vez muchas menos discusiones que antes, pero que se ha vuelto más exigente y laborioso. —ECP: Bogumiła y Ester, ¿cómo llegasteis concretamente hasta Szczepan Twardoch? ¿Quién es o qué representa este escritor en la cultura polaca? ¿Qué podríais contarnos del resto de su obra? —BW & ERM: Szczepan Twardoch es un sociólogo, publicista y escritor polaco, que se dio a conocer especialmente cuando, en 2013, fue galardonado con el “Pasaport Polityki” por su novela titulada Morfina. Desde entonces, cada publicación de Szczepan Twardoch es un acontecimiento en el mercado de libro polaco y siempre despierta muchas controversias y peliagudos discursos periodísticos. Y lo mismo sucede con las entrevistas al autor o los comentarios que publica en las redes sociales. Twardoch se caracteriza por expresarse de forma muy audaz, y en ocasiones con un estilo o registro que choca con lo más convencional. Desde su novela Morfina, su primer bestseller, evidencia que es un autor que lucha contra los estereotipos. Por ejemplo, aunque la ambientación de la historia transcurra durante la ocupación alemana y pueda llevar a evocaciones y asociaciones gloriosas, y a las clásicas imágenes del polaco patriota dispuesto a luchar y dar la vida por su patria, el tratamiento de Twardoch carece de todo ello. En su lugar, aparece un antihéroe, en este caso un morfinómano sin escrúpulos en la vida. Sí, Twardoch plasma meticulosamente el ambiente, pero para profundizar en el plano psicológico de un personaje de carne y hueso, lejano a los prototipos, y esa es la esencia del libro. Tanto en El rey de Varsovia como en El reino —su novela posterior, que es una continuación de El rey de Varsovia— Twardoch arremete contra el antisemitismo de los polacos en la Polonia de preguerra y durante la ocupación alemana, aunque su verdadero objetivo es profundizar en la violencia. Algunos critican que las novelas de Twardoch reducen el problema de los judíos y los polacos solamente a los colores blanco y negro y lo aplanan hasta cierto nivel de propaganda llena de estereotipos, pero el tratamiento atípico de los estereotipos y de la identidad es común en las novelas de este autor. Por otro lado, late siempre el trasfondo de una política histórica muy bien estudiada y presentada. Los lectores que desconocen los entresijos de la historia se enterarán de que existía el fascismo antes de 1939 (El rey de Varsovia), sentirán la cotidianidad de la ocupación alemana (Morfina), conocerán a muchos héroes nacionales, así como los motivos de la difícil situación de Polonia situada entre dos potencias (El rey de Varsovia [Król], El reino [Królestwo], Drach y Pokora). Cabe resaltar que Twardoch se considera propiamente silesiano («Que te jodan, Polonia», llegó a escribir tras una decisión judicial que se negaba a reconocer la nacionalidad silesiana). Y en este sentido, Drach es una novela que profundiza en la identidad de Silesia. La obra es una saga silesiana llena de muertes, traiciones, amores y sueños, en la que Twardoch describe de una manera brutal, a veces vulgar, la vida en Silesia desde 1918 hasta 2014 con un lenguaje muy específico de frases cortas en las que entrelaza muchas frases en silesiano. Resulta significativo que su novela Pokora, además de una versión en polaco, cuenta con una publicación en silesiano. Con su última novela, Frío [Chołod], además de seguir profundizando en la cuestión de la identidad individual, el escritor muestra su otra cara, más ambigua, metafísica e intransigente. Y, al fusionar ambos aspectos, avanza en un complicado juego con diversos idiomas. Es un gran libro, pero muy exigente; el lector no puede esperar una lectura fácil, relajante. El relato es aparentemente caótico, como lo es en Drach. El narrador parece enredarse en la cronología, le cuesta centrarse en un solo hilo, mezcla polaco, alemán, ruso y silesiano. Pero es, como muchas de las novelas de Twardoch, una historia sobre la búsqueda de la propia identidad, una historia que retrata la caída y el hecho de volver a ponerse en pie. Finalmente, cabe también mencionar una obra reciente, escrita totalmente en silesiano, para ser representada en el teatro: El toro [Byk], en la que el protagonista de nuevo muestra su lucha con su identidad. Como broche final, diremos que en 2022 le otorgaron el premio Kazimierz Kutz, que debe el nombre a un destacado director del cine y promotor de Silesia, y que tiene por objeto honrar a los artistas que destacan por su obra artística y por su importante papel en el debate público actual sobre el proceso de la construcción de una sociedad democrática y tolerante. —ECP: Ester y Bogumiła, habladnos de vuestro trabajo en El rey de Varsovia. Se trata de una novela compuesta por muchos estratos y opuestos —el complejísimo contexto histórico sobre el que se desarrolla la trama, la doble perspectiva temporal entre el presente y el pasado recordado, el desdoblamiento de la voz narrativa, la presencia del yiddish y el hebreo junto al polaco, los claroscuros de personajes al mismo tiempo fascinantes y repulsivos, la fuerza vital irresistible frente a la destrucción y la crueldad implacables—... —ERM & BW: El rey de Varsovia es una novela que condensa diversos estratos: la audacia de un narrador que hace malabarismos tanto con el presente y el pasado como con su propia identidad; las contrariedades de la intrahistoria que fluyen por debajo de la Historia —la variedad étnica y religiosa en la ciudad, el fascismo y el antisemitismo en Polonia antes de la invasión alemana, las cárceles donde aterrizaban los comunistas, la marginación de los judíos en la universidad, el hampa socialista, el sentido de las ideologías, así como el sionismo y el sueño de Palestina, episodios de la historia de Israel...—; la humanidad de carne y hueso de los tipos más descarnados que podamos imaginar; la pasión por el boxeo en la época; la amplia heterogeneidad de arquetipos femeninos, aunque el autor profundice más en unos que en otros; la presencia inherente e ineludible de la violencia en el ser humano; el simbolismo metafísico de un cachalote que flota sobre Varsovia; la ignota esencia de las relaciones entre personas; los intrincados laberintos de la conciencia humana, etc. Por su densidad, es comprensible que cada lector se deje llevar en una dirección concreta. Por ejemplo, uno puede distraerse con lo anecdótico de la trama, con la plasticidad cinematográfica, con las vividas descripciones de espacios, con la minuciosidad de detalles de la vida cotidiana y esos objetos más insignificantes que hacen vibrar una época. No obstante, tal vez sólo al culminar el último capítulo podemos descubrir que «una vez finalizada la novela, cuando sabemos más de lo que sabíamos, estamos verdaderamente preparados para leer la novela de veras», como nos dijo muy sabiamente una lectora del libro (Dolors V.), y llegar a ser conscientes de su complejidad. Ergo, no es una novela con una simple estructura simple que dirija su argumento hacia un final (No se dejen ustedes engañar). El placer de El rey de Varsovia está en paladear su lectura, a pesar de nuestras carencias históricas, de nuestras ideas, de lo incómoda que resulta la presencia constante de crueldad; a pesar de los golpes que resuenan constantemente. Porque su ritmo desbocado responde al propio ritmo del boxeo, al ritmo de una época, espacio y personajes convulsos que contagia el pensamiento y el registro lingüístico de los personajes. —ECP: ...Y suponemos que de gran complejidad para las traductoras... ¿Cuáles han sido los retos específicos que habéis tenido que superar como traductoras de esta obra?
— ERM & BW: Para empezar, no hay traducción posible si no se entiende la novela desde su médula, si no se ha reflexionado, si no se ha logrado incluso verla como obra propia, por decirlo de algún modo. De ahí que realizáramos multitud de búsquedas de información que acabaron convirtiéndose en infinitas notas que nos iban guiando en la traducción, pero que resultaban difícilmente incluibles en la publicación. De todos modos, la editorial —que no las había solicitado— tuvo la amabilidad de incluir algunas notas para facilitar el camino al lector, sin abrumarlo en exceso. Es evidente que un traductor no puede ser experto en cualquier materia; por ejemplo, nosotras no lo somos en boxeo, en armas o en otros objetos que el autor desmenuza hasta la saciedad para nombrar la parte más innombrable. Por eso, podemos llegarnos a obsesionar con cualquier tema: encontrar un libro de boxeo español de los años treinta porque el boxeo ha evolucionado y, con él, lo han hecho sus formas de expresión, los nombres de las prendas o del calzado, para evitar caer en anacronías. Y es que las descripciones de Twardoch son extremadamente detalladas, penetran en la materia hasta atomizarlas, las descripciones recorren la materia penetrándola, y por eso hay que asegurarse de que la parte más rebuscada del revólver o del avión que estás nombrando se corresponde con el término del modelo específico a la que él alude. Por otra parte, ahí están siempre los nombres de los culturemas, esas unidades lingüísticas cargadas de cultura o ideología. Por ejemplo: ¿es lo mismo decir pierogi que empanadilla hervida o ravioli? Hace veinte años no nos atrevíamos a dejar pierogi en una traducción; ahora sí podemos porque Polonia está a mano de todos y existe un turismo ávido de cocinas extranjeras, además de internet. Sin embargo, no nos podemos pasar de atrevidas porque en las traducciones siempre hay una relación de poder, una lengua dominante que subyuga a la otra. ¿Se imagina alguien traducir El Daily Express al español? Está claro que no, aunque no todos somos capaces de traducirlo, lo aceptamos porque es el nombre original en inglés, posee su carga ideológica, y además viene de Inglaterra. Pues bien, nosotras pretendimos dejar los nombres originales de los periódicos en polaco, pero la editorial lo vio demasiado arriesgado, aunque esos periódicos existen en Wikipedia y, si la explicación no está en español, hasta podemos usar el traductor automático de la página. Pero está justificado, el polaco no tiene la potencia del inglés, y en este caso hay que facilitarle las cosas al lector (¡así son las cosas!). Pero si ya nos concentramos en el estilo de Twardoch y en la facilidad con que cambia de registro, eso ya son palabras mayores. Por ejemplo, hay que agarrarse fuerte con los vulgarismos. Es cierto que el español es más que rico en este ámbito —aunque sea por su gran amplitud hispana—; sin embargo, a veces resulta tan difícil transmitir las mismas asociaciones que despierta una palabra en polaco... Otro asunto muy arduo fue el tema de la sintaxis del autor, capaz de dividir una frase simple en dos frases, colocándole un punto en medio y sin importarle que uno de los sintagmas quede disfrazado de frase sin verbo. Para nosotras está claro que ese estilo responde al pensamiento simple e impulsivo del protagonista, incluso a los propios golpes de boxeo; así que fuimos osadas en los momentos más significativos. Pero pronto nos dimos cuenta de que la correctora de la editorial no lo había percibido así; puede que hasta pensara que éramos unas ignorantes en cuestiones sintácticas. ¿Si fuera una traducción del inglés se respetarían esas experimentaciones estilísticas? Y, por si fuera poco, el narrador nos recuerda constantemente que la mezcla étnica, religiosa o política, lleva a que las personas hablen mejor una lengua que otra, cometan errores léxicos, mezclen lenguas o palabras... Y Twardoch ahí no se corta un pelo. Ojalá hayamos conseguido que el lector lo perciba. —ECP: Bogumiła y Ester, si los lectores de El coloquio de los perros se acercan a vuestras traducciones, ¿qué os gustaría que apreciaran en ellas? Y sobre todo de vuestra última traducción. —BW & ERM: Es evidente que cada lector lleva en sí su forma de leer, su historia como lector, sus gustos, conocimientos... Sería irreal que les pidiéramos a los lectores que extrajeran lecturas similares, unidireccionales. Quisiéramos darle una vuelta a tu pregunta y compartir contigo las opiniones recogidas en un grupo de WhatsApp acerca de la lectura de El rey de Varsovia. Todas ellas nos han sorprendido gratamente, aunque los lectores están poco o nada familiarizados con Polonia. Tal vez estas citas animen a otros lectores a acercarse a esta novela de Twardoch y a valorar la traducción por sí mismos: «En primer lugar, debo admitir que me provocó repulsión. Creo que nunca había visto escenas más desgarradoras que el asesinato de Naum. Pero a medida que avanzaba la novela, me sentía atraída por ese mundo sórdido y cruel donde rigen otros códigos de conducta». (Dolors V.) «El relato, intenso, muy violento, duro con las mujeres, plausible en el contexto histórico y sociológico en que se produce de entreguerras y círculos mafiosos-revolucionarios, crea un fuerte impacto en un lector situado en un contexto, el actual, que impone los criterios morales de corrección política, también en la creación artística, en especial la audiovisual. La secuela televisiva de esta novela, presenta unos niveles de violencia sin duda más moderados y adaptados a esas presiones político-morales». (Carlos M.) «La obra refleja un mundo que, como lector, rara vez he frecuentado. Me refiero a la sociedad anterior a la segunda GM, de aquellos países donde convivían hebreos y católicos por igual. Y diría que para un lector hispano refleja un mundo lejano, distante. (...) creo que el autor parte de que su público, al que va dirigida la obra, el vernáculo, ya conoce o puede conocer la historia reciente de su país, y por lo tanto no se entretiene (ni necesita hacerlo, ya lo sé) en explicaciones o contextualizaciones. Es por eso que todo ese parte político a mí se me ha escapado y la he dejado ir tranquilamente. Me he hecho a la idea de que puede que fuera tan difícil como explicar el contexto político previo a nuestra guerra civil. Sé que no debió ser así, que no es válido el paralelismo, pero...». (Eduardo L.) «Me abruma la perspectiva del protagonista. Es algo que me inquieta hasta el tuétano. Me impide olvidarme de la historia durante horas. ¿Desde dónde te observa ahora? Te engulle y te escupe a su antojo y, sinceramente, lo agradezco. No soy amante del mal y sus atractivos varios, pero tal complejidad y riqueza de situaciones y eventos históricos lo merecen». (Inma R.)
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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