Entrevista realizada por GEMA ALBORNOZ Arkhé Sara J. Trigueros es la librera jevi de 80 Mundos, Premio a la Librería Cultural 2019. Formó parte de la revista de poesía La Galla Ciencia y actualmente es integrante del colectivo Letras de Contestania. Arkhé, publicado por la editorial Candaya en diciembre de 2022, es su primer libro, una ópera prima madura, depurada e íntima, donde nos invita a reflexionar y rozar las propias fronteras de la salud mental. Un duro viaje a través de sus islas de dolor y cordura, en las que se refugian sus reflexiones, recuerdos y experiencias hacia el mismo centro de la tormenta. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Considerando el debate sobre las etiquetas de la mirada femenina en la literatura y sus luchas por la universalidad, ¿qué legitimidad tiene tu voz de mujer, aún quebrada, para tratar ese viaje en torno a la vida y los infiernos? —SARA J. TRIGUEROS: No sé si no me termino de sentir cómoda bajo el paraguas de la mirada femenina porque pienso que puede ser limitante y que se acerca más al prejuicio que a la descripción o porque mi voz, por lo menos mi voz literaria, es más no binaria que femenina. Y quizá eso explique su apariencia quebradiza o fragmentaria. Tampoco sé si existe algo como la legitimidad para tratar un tema y no otro. —ECP: Tus 17 puntillistas, cuidadas y elaboradas “Teselas afiladas”, son de distintos tamaños. ¿Dónde se incrustan y por qué son tan afiladas? —SJT: Son afiladas para que corten, porque el referente no es ya un objeto punzante, sino en muchos casos un cuchillo. Se incrustan, por un lado, en la piel. En estos años se oye hablar mucho de salud mental, pero no siempre de las formas en las que se manifiesta su ausencia. Yo quería escribir sobre la autolesión porque contra lo que no se dice no se puede hacer nada, y porque lo que he visto en mis compañeros de viaje es el terror a contarlo o el terror a enterarse. —ECP: En la antigüedad, las teselas tenían que colocarse invertidas. Pensando en tus poemas y en la cara que se ve de ellos, ¿qué función cumple lo que no se dice y los silencios escondidos en el fondo de los versos? —SJT: Hay una voluntad de incomodar, pero creo que para hacer literatura la visceralidad tiene que ser contenida. Mi forma de contenerla está en las elipsis. No digo que sea la única forma que hay en el poemario de transformar la experiencia en literatura (probablemente esa función la ocupen de forma mucho más evidente los paratextos y referentes clásicos), pero sí es la que me permitía respirar y creo que permite respirar al lector. —ECP: En tu “Interludio”, en ese descanso emocional, ‘Demian’, nos muestras un poema partiendo del texto en prosa del escritor Hermann Hesse. ¿Nos presentas cómo caminar por esos senderos del auto-razonamiento destruyendo los paradigmas anteriores para lo que se aproxima? —SJT: No sé si he contado esto anteriormente pero ese poema es el primer texto que escribí para Arkhé muchísimo tiempo antes de que la escritura de un libro fuera un horizonte factible para mí. Más allá del juego literario, del homenaje a David González y de que el tono del poema me servía de puente entre ambas partes, creo que funciona como centro porque de alguna manera vertebra al yo poético. Anticipa y explica, no tanto porque dialogue con los poemas que le preceden y siguen, sino porque dialoga directamente con el sujeto que los escribe. —ECP: La otra parte de tu poemario se titula “Auschwitz II”, nos recuerda ese campo de exterminio donde se ubicaban las mujeres. ¿Sería como la fábrica de la muerte de tu Segunda Guerra Mundial?
—SJT: El tema de Auschwitz II es fundamentalmente el cáncer y sus consecuencias. La comparación no sé si parecerá a todo el mundo acertada, pero para mí tiene su explicación en los testimonios de algunos supervivientes tanto de Auschwitz (Primo Levi o Victor Frankl) como de otras experiencias concentracionarias, por ejemplo la de Erika Riemann. Prácticamente todos coinciden en la necesidad de contar tras el regreso y en el muro que supone el silencio que se exige por parte de quien no ha tenido esa misma experiencia. El resto creo que es elocuente por sí solo: del cáncer solo se habla a través de metáforas, de tecnicismos o de paños calientes. Y es algo por desgracia bastante universal. —ECP: Noelia Illán Conesa invita en el prólogo a pasar y ver «ese infierno que arde» y donde hay dolor, catarsis y redención. ¿Cuánto has tardado en procesar, transformar y versar ese viaje al inframundo y su regreso? —SJT: En honor a la verdad, debería decir que el regreso del Hades se produjo, si es que es posible regresar del todo, meses después de tener el libro terminado. Pero el viaje completo duró casi dos años enteros. —ECP: Y después, de ese intenso viaje y su vuelta, ¿dónde queda la poesía? —SJT: Bueno, yo creo que la poesía estaba antes y estará después. Me parece que una respuesta fácil sería vincular el trauma a la poesía y plantearlos como indisolubles, pero la propia literatura actual lo desmentiría: son varias las voces que tratan de romper con la idea de poeta maldito y aunque mi propuesta estética actualmente no es esa, sí estoy muy de acuerdo con esas líneas de trabajo. [...] En este caso concreto, si no hubiera habido un planteamiento poético, no habría habido tampoco un planteamiento literario. Para mí había una realidad (que sí es una experiencia traumática), una pulsión (hacer algo con ella, para explicármela en un lenguaje familiar para mí) y al final una intención al publicarlo que supongo que tiene que ver con que la fuerza de tu trabajo no se agote en uno mismo. —ECP: ¿Cómo conseguiste, con ese deseo de correr huyendo de ti misma, llevarnos por esa odisea del dolor, la culpa, las pérdidas, el miedo, la muerte, el deseo de libertad y ese bestiario simbólico tan íntimo, valiente y breve? —SJT: Porque corremos para huir, pero también para encontrarnos en la mirada del otro.
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Entrevista realizada por JOSÉ LUIS ZERÓN HUGUET «Ansiar el milagro cuando uno está herido impide ver el resto de milagros que suceden a nuestro alrededor» Alberto Caride Brocal (Alcantarilla, 1982) trabaja en la actualidad como periodista en la agencia de noticias Europa Press. También ha trabajado en la editorial Rebelión y es integrante de la asociación literaria Colectivo Iletrados. Es licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Sus poemas han aparecido en la ya histórica antología de poetas murcianos Composición de lugar (La Fea Burguesía, 2016). Ha publicado el libro El viaje en el que te conocí (2009) y los poemarios Narciso despeinado (2012), Ciudades Jirón (2014), La rama jamás se desgaja limpia del leño (2019) y El síndrome de Guillain-Barré (2022), por el que se fragua esta entrevista. Formado en Catania y en París, es el coordinador de los recitales de los Lunes Literarios, que nacieron hace casi 11 años en el desaparecido café Zalacaín y en este momento siguen en el café El Sur de Murcia. En El síndrome de Guillain-Barré encontramos poemas concisos y autorreferenciales de gran calado vital, bien elaborados, con una lenguaje diáfano y una expresión serena. Estamos quizá ante el libro más maduro y lúcido del autor, tal vez el más singular, escrito desde una rigurosa coherencia estética sin fisuras y una extremada sensibilidad mostrada sin aspavientos, ni desgarros, ni gravedad, de manera natural y ágil, combinando con acierto complejidad y levedad y creando un oportuno efecto de distanciamiento con el fin de evitar la inanidad confesional. El volumen, encabezado por un poema-prólogo, tiene una estructura tripartita en la que se narran las tres fases que caracterizan la dolencia que da título al libro: el hormigueo, la diplopía y la falta de sensibilidad. Es un canto al poder de la voluntad, a la esperanza y la necesidad de un estado de alerta sensitiva no solo para que el poema o cualquier obra creativa se desarrolle, sino para que no perdamos como personas la capacidad de vivir intensamente en cualquiera de las vueltas y revueltas que nos reserva la vida. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El síndrome de Guillain-Barré es un trastorno poco frecuente del sistema inmunitario que ataca al sistema nervioso periférico. ¿Por qué este título? Algún lector puede pensar que sufriste esta afección, pero yo no lo creo. ¿Estoy en lo cierto? ¿La padeció alguna persona de tu familia o de tu círculo de amigos, o tan solo es una alegoría para expresar un estado interior que es una pérdida de sensibilidad más espiritual que física? —ALBERTO CARIDE: Efectivamente, es una enfermedad de las llamadas autoinmunes, en las que el síndrome ve al propio cuerpo como un enemigo. En mi caso, esta afección que provoca una pérdida de sensibilidad en los miembros, está utilizada en forma de metáfora, más para hablar de la pérdida de sensibilidad que yo mismo me he provocado. Así que, el poemario se podría decir que es una alegoría en la que soy yo mi propio síndrome de Guillain-Barré. —ECP: En tu nuevo libro destaca el claroscuro, es decir se alternan momentos de angustia existencial con destellos vitales, y hay amor y desamparo. Podríamos decir, si fuera una película, que tu poemario tiene un final feliz o al menos esperanzado, pues en el último poema se vislumbra el optimismo. —AC: Los años en los que se circunscriben los poemas y el propio proceso de creación han sido un claroscuro para mí. La imposibilidad de sentir en ciertos momentos ha provocado que esas luces y sombras fueran imponiéndose unas a las otras de forma inconstante, como inconstante ha sido también mi forma de vivirlas. Pero, como suele también suceder en mis poemarios, en el final del libro se vislumbra una tenue luminosidad, más constante, que augura ese final feliz que apuntas. —ECP: Se aprecian las huellas de unas vivencias personales interiores traumáticas. ¿Llegan a cicatrizar alguna vez las heridas del alma? —AC: Las vivencias siempre están presentes en mi poesía, no sé concebirla de otra manera, porque es mi manera de entenderme y de entender el mundo que me rodea. Las heridas se curan, pero las cicatrices sirven para recordar lo superado, aquello que un día dolió y hoy es sólo reminiscencia. —ECP: Precisamente en el poema de cierre dices: «A cierta edad, lo importante / es la sinestesia, aquello que incita / a seguir el rastro: ver con las yemas / de los dedos, reconocerte en el sonido / de otro cuerpo o que el olor de las cosas / sea intertextualidad y no verso. / Volvió el otoño. / Que sentí de nuevo». —AC: La sinestesia y la intertextualidad son dos grandes pilares de este libro. Por una parte, hay una continua interconexión de los sentidos; por otra, referencias abundantes a poetas tanto en el interior de los versos como en las citas (Jaime Gil de Biedma, Joan Margarit, Antonio Machado, Ángel González, José María Fonollosa, letras de canciones, películas, Wikipedia... Siempre me ha atrapado la sinestesia, me parece uno de los recursos fundamentales de la poesía: su capacidad para evocar en los sentidos esa polisemia que tienen las sensaciones, el poder que tiene la poesía de golpearnos con palabras comunes de forma diferente... Junto a ello, es importante en mi forma de escribir la intertextualidad voluntaria e involuntaria, a veces como homenaje, a veces como contrapunto, e incluso como manifestación involuntaria de un mapa de las lecturas realizadas. —ECP: De todos los autores que citas creo que quien más huella ha dejado en tu nuevo poemario, al menos a quien llevas más entrañado, es Joan Margarit. —AC: Sin duda, es el poeta que me ha acompañado en los últimos años. Y diría más, es el poeta que me ha salvado en los últimos años. Mi lectura de sus versos antes, durante y después de la escritura de este poemario me ha enseñado mucho, no sólo en lo poético, sino también en la forma de mirar, de sentir y de ordenar los sentimientos. —ECP: En El síndrome de Guillain-Barré no abundan los recursos retóricos. Las metáforas, imágenes y otros recursos literarios aparecen de manera muy dosificada. Sin embargo, me llama la atención el buen uso del símil, que es un recurso muy difícil. —AC: La realidad es que yo escribo más por arte de magia (intuición poética) que por dominio de las reglas. No soy un poeta arquitecto, un poeta revisador, medidor o vanguardista. Creo que esa ausencia, cada vez más patente en mis versos, responde a mi voluntad de querer ser cada vez más sencillo, más limpio. Aunque también pudiera ser una casualidad. Quién sabe. —ECP: En el poema X de la primera parte me han llamado la atención estos dos versos: «lo necios que somos muchas veces / al contacto con la luz»... —AC: Cuando se trata de sentir, no es la oscuridad lo que da más miedo. Moverse entre las sombras para que las cosas te afecten es fácil y cómodo. Pero sentir la luz, sentir que algo te toca, te fecunda, te ciega, puede dar miedo si uno no tiene, momentáneamente, la capacidad de recibirla. —ECP: Hay una gran variedad de símbolos antinómicos referidos a lo activo y lo pasivo, a lo que vive y lo que muere. Por ejemplo, luz y sombra, fuego y ceniza. También otros elementos antagónicos como libertad y encadenamiento, arraigo y huida, miedo y audacia... —AC: Cuando uno trata de entenderse tiende a llevar ciertas cosas al extremo para que quede más claro lo que uno mismo quiere decirse. Algo así como lo que canta Vetusta Morla en su canción ‘Los días raros’: «sin borrón no hay trato» o «sin carbón no hay Reyes Magos». —ECP: También encontramos en estos poemas una exaltación de la duda, del riesgo de la incertidumbre. De hecho, hay un poema que titulas ‘Dudas’ y otro ‘El valor del riesgo’, que comienza así: «Siempre ha sido una constante / en mí: si no hay riesgo, / la vida es un fracaso». —AC: Sí, y mucha culpa de que yo ame ahora la duda es de Joan Margarit. Nunca antes había leído una poesía como la suya en la que la duda fuera mostrada como un mecanismo necesario y positivo. No es algo nuevo, la filosofía ya la concibe así desde hace siglos, pero en la actualidad, también en la poesía contemporánea, la duda es casi siempre el principio del fin de algo, pero yo ya no la veo así. La veo como forma de autoconocimiento, sin necesidad de que preceda a ningún desastre. —ECP: Otro poema que me ha llamado la atención es ‘Velo de sombra’, y concretamente estos dos versos que podrían ser un aforismo: «La falsa promesa de certidumbre / que en cierto modo tienen las cadenas». —AC: Muy en la línea de los claroscuros de este poemario, de esa sensación de pérdida de sensibilidad, del miedo a las luces más puras, esos dos versos ahondan en la herida: la libertad a veces da miedo por su ausencia de certidumbre. —ECP: Hay una presencia constante de la entropía, de la incertidumbre, del cambio. La vida como un hecho transitorio. E igualmente hay algunas incursiones en el mundo onírico.
—AC: Creo que la única certidumbre que tenemos es que todo cambia. Nosotros, las personas que nos rodean, el lugar donde vivimos... Las personas somos hechos transitorios y vivimos en un mundo cargado de entropía. Por otra parte, creo que es la primera vez que el sueño, los sueños, el duermevela, tiene un peso importante en mi poesía, quizá por lo que tienen de libertad, quizá porque, a través de ellos, somos capaces de mostrarnos también nuestros miedos. —ECP: En la segunda parte, escribes: «Mójate los pies en la orilla / y descubre un nuevo milagro, / que no tiene por qué tocarte, que no tienes por qué verlo». ¿No entraría en esa categoría de milagro la propia poesía? —AC: Ansiar el milagro cuando uno está herido impide ver el resto de milagros que suceden a nuestro alrededor. Esos dos versos son el consejo de mi yo poético, más sinestésico, más directo, a veces más luminoso. Al menos, yo que siempre escribo sin saber dónde me llevará la poesía, así lo recibo. —ECP: Otro recurso que utilizas en El síndrome de Guillain-Barré es el desdoblamiento, la autoironía, el juego de espejos para distender el discurso confesional y crear cierto distanciamiento. Por ejemplo: «las anteojeras protectoras / de fulgor del camino, / me convierten en mi propia rémora, en una otredad de mí mismo». O estos otros: «Salgo de mí con tanta naturalidad / que lo dejo atrás sin saber aún / de mi vuelo». —AC: Creo que es el poemario en donde más patente queda el desdoblamiento que siento al escribir: mi yo material, que es el que ha vivido y se siente bajo el síndrome de Guillain-Barré, y mi yo poético, que me mira y mira esas vivencias con más honestidad que yo. —ECP: Organizas los célebres recitales Los Lunes Literarios desde hace más de una década y has invitado a numerosos poetas de diferentes edades y tendencias. ¿Qué te ha aportado esta labor como poeta? —AC: Yo no sería quien soy ni escribiría como escribo sin Los Lunes Literarios. Sin duda seguiría escribiendo, pero no tendría la suerte de llevar los versos de esos cientos de escritores en mi cabeza. Poder haberlos oído en sus voces es como tener una enorme play list poética en mi cabeza que me ha hecho disfrutar y aprender mucho. —ECP: Y por último, ¿cómo se lleva tu profesión de periodista con la escritura poética? —AC: Mi profesión de periodista es muy diferente a mi escritura poética. Por una parte, porque realmente el uso del lenguaje es totalmente distinto, pero también por esa evolución del periodismo hacia la inmediatez, que ha provocado que lo importante no sea saber escribir, sino hacerlo rápido. Así que el Alberto poeta y el periodista están ahora muy alejados. Entrevista por ÁNGEL MANUEL GÓMEZ ESPADA Esta entrevista tendría que haber aparecido mucho antes. Ha sido un año complicado tanto para el entrevistado como para el entrevistador y ambos convenimos y combinamos que saldría cuando fuera el momento más apropiado. Es lo bueno de hablar de los libros de poesía, que no hay tiempo exacto porque cualquiera puede ser bueno. Salvador Galán, viejo amigo de esta fábrica de coloquios, dejó publicado hace unos cuantos meses ya este libro que sacamos hoy a vuestra pantalla. Un libro que es un dietario poético, pero también mucho más. Nos atrevemos a decir que incluso se podría ver como una tabla salvadora. Bueno, qué libro de poesía no salva a quien lo escribe y, como en este caso, a quien lo lee. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: No otoño, no caer. Personalmente, entiendo el comienzo del juego, el otoño como trampa, la conexión que un currante puede hacer de septiembre como inicio de un nuevo calendario laboral que se frustra al comienzo del libro. No hay otoño, pero eso no nos hará caer. ¿Qué pasaba por tu cabeza cuando decidiste escribir este poemario? SALVADOR GALÁN: En realidad, el asunto del título, o el empaquetado y sentido global del libro que bien intuyes, constituye prácticamente esa trampa que citas. El libro surge de la pura casualidad: por Navidad me regalan una libreta blanca con una portada de bombilla en relieve y yo me propongo escribir algo parecido a un diario, a base de poemas urgentes, pequeños apuntes y breves teorías, pero un diario al fin y al cabo. Lo que se me pasó por la cabeza fueron muchas cosas y están ahí escritas y fechadas. Su centro de gravedad es la pura continuidad, seguir escribiendo casi cada día, ese compromiso a pesar de los quehaceres (que se multiplican cuando el trabajo flaquea, como en algún momento me sucedió, fue un curso Guadiana en lo laboral). Al final de verano termino la libreta, paso a ordenador el resultado y surge el título en base a que el tiempo que abarca la escritura va de invierno a verano (período de “entre otoños”). En las contratapas de la libreta añado entonces, ya en otoño, los poemas que abren y cierran el libro, plenamente consciente de su lugar y su sentido. Por eso son trampa, porque, como cualquiera, la hago. Lo de ponerlo en inglés se trata de una especie de broma privada y conveniente para jugar con ese doble sentido. Me gusta mucho esa cita de Mario Levrero en “Diario de un canalla” cuando se saca al lector de encima: “No me fastidien con el estilo ni con la estructura: esto no es una novela, carajo. Me estoy jugando la vida”. Algo así, qué drama-king suena ¿no? Me gusta mucho lo que escribe Alejandro Zambra de él (y lo tengo muy presente para escribir, no solo este libro sino para “escribir”, así a secas) de que Levrero “no escribía para impresionar a estudiantes de teoría literaria o para desconcertar a los críticos”, que lo hacía “para cumplir con mandamientos internos y caprichosos”. Yo estoy en eso totalmente, algo tan sencillo, tan tonto y personal me hace seguir. Algo tan serio, grave y de nadie más. En lo que respecta al título, creo que sería digno para un disco de cantautor malogrado en lengua anglosajona, uno de los Trágicos (con mayúsculas): un Elliot Smith, Nick Drake, o cualquiera de los Buckley, el papá o el hijo. Ser digno de ellos aunque sea en el nombre es ya un logro. Espero haber conseguido ir más allá de la pose con los textos en este sentido. ECP: Un diario como hojas de otoño caídas, ilustrado con unas tarjetas de visita reconvertidas en pequeños poemas visuales o collages. La idea del collage, ¿cómo surge? ¿Es anterior o posterior a decidir que lo que estabas construyendo sería un libro? SG: Surge en paralelo, un poco antes incluso según creo recordar. Yo hago collages, me ayudan mucho a relajarme y algunos no están mal, alguna amiga de Bellas Artes me dice que me haga un Instagram y todo. Los regalo, los acumulo. Me gustan los pequeños porque así me constriño y evito mi tendencia a llenarlo todo. Así comencé a intervenir en tarjetas de trabajo de estas que tiene la gente. En ocasiones, de amigos, en ocasiones de personas que me las regalaban, normalmente cuando nos despedíamos. Hay varias personalidades institucionales del mundo de la gestión cultural en las tarjetas intervenidas. Te invitan a una charla o a un acto, o mejor te dan un premio y luego, cuando te tomas algo, te preguntan por la vida, por el tema laboral y luego cuando todo acaba, te las entregan, o más bien conceden, ¿a ti no? A mí me las daban, qué sé yo, al menos les di un uso. Estoy agradecido pero yo no tengo tarjeta de vuelta así que, qué menos: te la pongo bonita, la menciono en mis poemas, y la muestro en el libro. Gracias. La idea de su presencia en el libro fue siempre apoyada por la editorial Kalathos, a la cual agradezco mucho que me animaran a mantenerla, porque dudé de ello y hubiera tenido que cambiar los versos en que se alude al hecho de su entrega y claro, eso supondría desobedecer el mandato interno y caprichoso al que he aludido antes. El que creó el libro en realidad. ECP: ¿Por qué decidiste ingresar exactamente esos? ¿Función estética o hay conexiones con los poemas a los que se adjuntan? SG: Los que elegí fueron todos. No hice más, fueron los realizados en aquel tiempo de redacción del libro. Tengo otras series de collages posterior, aún más pequeños, realizada en soportes mínimos de cartón, pero no tienen la lectura de las tarjetas y no tienen qué ver. Respecto a la segunda pregunta, en realidad, la he contestado antes. No quiero dejar de mencionar a Carmelo Chillida, poeta, profesor, librero-papelero y prologuista del libro, además de gran valedor de este, que también me animó a respetar la inclusión de los collages como parte imprescindible del todo general de No fall. Y si resulta que en realidad toqué algún texto para acomodo de los collages quedará entre las trampas no reconocidas del libro. ECP: La forma de diario, la inclusión de collages… Recuerdan al Diario de Juan Ramón. ¿Fuiste consciente de esa hipotética conexión? SG: Plenamente. Me gusta mucho ese libro, me parece además muy actual y moderno respecto a otros libros que suyos hay que sacudirles los pétalos de flores secas; vuelvo a él de vez en cuando y releí poemas durante la redacción de mi libreta. Fue una referencia consciente. Yo tuve un amigo poeta de mi edad, de estos que se tienen cuando un tirita de inédito y funda ismos y cónclaves secretos para conquistar el mundo (seguro que El Coloquio surge de una asociación parecida, al final lo bueno surge de la amistad, aunque no nos conquistemos ni a nosotros mismos). Pues bien, este gran amigo, fugaz y asociado a una época muy concreta de mi vida, fue el que me regaló mi ejemplar, precioso, de editorial Alianza con estuchito de cartón y señalador bordado, tras más de diez años sin vernos, porque supo que me acababa de casar. Después de aquel reencuentro no hemos vuelto a coincidir y es un libro muy especial para mí también por eso. Gracias de corazón, Pablo, si lees esto, que espero que sí. A ver si no pasan otros diez años, compañero. ECP: El mundo exterior cotidiano como inspiración de lo poético, visto desde esa ventana que es un gran escaparate. La apatía del discurrir diario y su trasiego se identifica con la apatía del creador en momentos de crisis. Sin embargo, aquí visualizo que no hay conexión entre el mundo interior y el exterior que dibujas. Antes todo lo contrario. Como si estuvieras enjaulado dentro de tus propios versos. ¿Componías así el contraste entre el vacío personal y lo habitual del exterior, que se regía por leyes bien distintas? SG: Mi ventana es un escaparate total, es cierto. A través de ella he visto desde un coche cayendo por la escalinata de enfrente hasta mariachis preguntándome si tenía algún producto quitamanchas. Aparte de esta extraña conexión al mundo, el contraste que comentas está muy bien visto, esa desconexión refleja cómo me sentía en algunos momentos, escribir no aliviaba, pero mantenía mi compromiso. Tengo un amigo que se tatuó en su empeine “hombre con una misión” en japonés (o eso le dijeron), pues yo tenía mi libreta. Y me he mostrado por cumplirlo. Por eso a veces, más que refugio, la escritura era una carga, un quehacer obligatorio, sin dramas, ¿eh? Sin queja. Esto de escribir sin red ha sido una experiencia nueva, en todos los libros que había escrito antes siempre anduve con máscaras. En la ficción narrativa no es tan peculiar, pero en poesía creo que sí; los profes de literatura suelen afirmar que es el género de lo íntimo, de lo subjetivo. No del todo para mí. Yo siempre me he escondido: en La puntualidad de Heinrich Böll (Verbum, 2015) tras el autor alemán; en Pan de Dédalus (Oblicuas, 2016) a la sombra de Homero y James Joyce; en Libro de Diabologán (Difácil, 2013) oculto en la música de Diabologum… tengo un par de poemarios inéditos muy antiguos y lo mismo: me tapo con Meg Ryan en uno y con Alan Moore y William Blake en el otro… siempre me he cubierto y disfrazado. Hasta No fall. En No fall quien pone la lavadora, le da un golpe al coche o se come un filete soy yo y el hermano que sale es mi propio hermano. Tal vez sea la última vez que lo haga. Hay una amargura irónica en todo el libro, especialmente en invierno. No sé si fue premeditado incluirlo, pero hay siete poemas en el diario el día de los Inocentes. Te aseguro que es coincidencia. Ese día escribí hasta siete veces, tengo la libreta de prueba. Uno puede llegar a aburrirse mucho en navidades. No obstante, es muy probable que alguna fijación oculta haya o padezca. Hay un relato en mi último libro de narrativa, Llamarse nadie (Difácil, 2017) titulado El día de los inocentes que sucede en a lo largo de ese día, desde la madrugada hasta poco antes de las doce. Es erótico y una vez estuve a punto de realizar una lectura dramatizada con una pareja amiga, (uno de ellos es dramaturgo) en un sex-shop ese día. Finalmente no pudo ser. Poco después el establecimiento cerró y mis amigos rompieron. Es el invierno quien me brinda su amargura irónica, como ves. Yo soy unas castañuelas. ECP: ¿“Procrastinando” es una crítica a algunas tendencias poéticas del pasado o es un retrato idílico del poeta? SG: En su concepción es totalmente personal, un retrato como dices, aunque no del todo idílico, ya que el poeta en cuestión no es como el Juan Ramón que podía permitirse la mañana pensando en qué adjetivo era el más indicado. En el cuaderno origen está prácticamente igual, fue escrito del tirón. Las consideraciones que el lector (tú) después se proponga, vislumbre o halle, esté de acuerdo o no, es satisfactorio pues lo ha hecho suyo y el diálogo queda solamente entre el poema y él. Como dicen los últimos versos: “Y él se deja llevar una vez más/ pero ahora/ sorprendiéndose”. Conmigo me cito. Quitarme de en medio y que resista mi poema: ese es mi sueño. ECP: Vamos a centrarnos en el poema “3 jamases en 1 poética” y de él intentaré sacar varias conclusiones. La primera es qué pinta Nacho Vegas en él. SG: Ese poema fue escrito mientras veía en Filmin un pequeño documental, El fulgor, se llamaba. Muy sencillo y crudo, una entrevista o varios monólogos, más bien, según recuerdo, en los que Nacho Vegas exponía sus ideas acerca de la creación de canciones, entre otras cosas. Yo establecí una especie de poética a partir de las mismas. Alguna idea está escrita a la contra, por no estar de acuerdo con el músico asturiano, aunque en su mayoría le siguen matizándose y adaptándose a lo específico de la poesía. No hay tanta diferencia entre las canciones y los poemas, aunque sean completamente distintos. Me gustan mucho varias canciones de Nacho Vegas y por lo general me interesa lo que tenga que decir. Entre otras cosas, le debo la máxima que recogió de Michi Panero en “Después de tantos años” y que citó en el interior de su EP del hombre que casi lo conoció: “En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo.” Todo un epitafio, ¿verdad? Como para escribirlo bajo la estatua al manual de autoayuda desconocido. ECP: La segunda: ¿para qué sirve No fall si comentas en él que a lo más que se puede aspirar con un poema es a constatar el desorden? SG: Desconozco si tiene utilidad el objeto cultural de consumo titulado No fall. Me gusta mucho lo que dice Borges cuando le preguntan por la utilidad de la poesía, dice no entender la cuestión y se pregunta por la utilidad de la muerte o del sabor del café o de él mismo. Yo estoy de acuerdo y me hace gracia ese tono de “no me importunen” o, como decía el abuelo de un amigo mío de Graná, “¿por qué me perturban?” Ahora bien, el fragmento que citas dice que el poema quizá pretenda ordenar la realidad íntima del poeta pero que nunca lo conseguirá. Con esto estoy de acuerdo. Luego remata que a lo más que puede aspirar es a constatar el desorden. Con eso lo estoy aún más. ECP: En “Cuatro apuntes sobre ciertos tipos de arquitectura” habla de “la voz de los edificios”. ¿Llegó a escuchar esa voz en los días que estuvo escribiendo este diario? SG: Yo creo que sí, de la misma forma que escuchaba zumbar al mosquito impertinente que provocaba sueños al protagonista en mi primer libro publicado. Debo ser yo, claro. Fuera de bromas, además del desdoble habitual de cualquiera que se ponga creativo, en lo arquitectónico me gusta estar atento. En Madrid pasa mucho que vas caminando con prisas y no te paras a ver las fachadas, y algunas por bonitas, otras por distintas causas, piden ser miradas. Cuando trabajaba de educador social y debía hacer visitas y patear mucho las calles, ahí comencé a pararme y a mirar hacia arriba. Ciudad Lineal tiene casas fascinantes. La serie de poemas que aludes va más bien del hábitat y me hubiera sido más fácil reflexionar a partir del encierro Covid-19 y el fenómeno del teletrabajo con la importancia de estar a buenas en nuestro espacio, que también, pero mira, me he ido por las ramas más altas. ECP: Seguimos: “Un poema no es un medio sino un fin en sí mismo”. Entre Pessoa y Juan Ramón, ¿a quién le debe más su poética? SG: A Beckett, jaja, es broma (pero no). Tal vez he leído más a Juan Ramón, pero creo que mi poética le debe más a Pessoa (al que también he leído bastante, dicho sea de paso). Lo que pasa con Pessoa es que se me hace coágulo para escribir lo mío, es tan cierto, tan grave en ocasiones, me imagino que si el Dios judeocristiano escribiera poesía sería parecido, con ese tono claro y rotundo… es puramente personal e intuitivo esto que digo, eh, no diserto y sería discutible para según quién, pero a mí la lectura atenta de Pessoa no me deja escribir, me pasa también con la poesía de Passolini, con Juarroz, con los diarios de Pavese también... todos esos libros los mantengo lejos, en la casa de mis padres. Como decía Vallejo son golpes muy grandes, yo qué sé… me dan en el centro de todo y me quedo encerrado, con el lenguaje vuelto para adentro. Pero sí, supongo que mi poética le debe a Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos… esos heterónimos principalmente. Esa pregunta que se hace “¿Seré yo el único ser vil y equivocado de la tierra?” Yo me la hago en serio, y claro, luego, a ver quién escribe. Incluso en lo fáctico o digamos actitudinal, la propia idea de la desaparición multiplicativa de los heterónimos me cautiva. Ya lo he dicho: sería un sueño. Mi idea, de hecho, es publicar bajo seudónimo pronto. Quiero debutar de nuevo y no estar yo al frente de nada. Irá mejor. ECP: Cinco años después, ¿continúa siendo válido ese verso dentro de su forma de entender la poesía? SG: Sí, me remito a lo que he citado de Borges más arriba. Y a lo de Michi Panero también, que tiene relación. Una vez que has leído lo que escribe Kafka del bichito Odradek en Consideraciones de un padre de familia, o la metamorfosis en apenas medio folio que logra en “Deseo de ser piel roja” te das cuenta del poder de la literatura, llámalo poesía si quieres; cuando yo con catorce años leo esos dos cuentitos y me quedo enganchado, diciendo “no puede ser” y “qué ha pasado”, o “cómo lo ha hecho” ahí arranca ese verso. No escribe de nada, crea una realidad. Se puede escribir muy bien sobre cosas, cosas muy importantes que merecen ser contadas, descritas, recordadas y comprendidas. Pero la literatura, el arte, es ya solo. No tiene por qué ser soporte o mímesis de nada. Lo que hace Flaubert al principio de Madame Bovary cuando describe la gorra imposible del niño Charles entrando a su primer día de clase, si no recuerdo mal. Para mí esos detalles son más importantes que la excelsa artesanía con que nos dibuja el aburrimiento provinciano en la Francia del XIX. En enero leí Watt, lo último que me quedaba por leer de Samuel Becket, y hay una escena en que un comité nadie toma la palabra porque, cuando un miembro quiere dirigirse a otro ese no le mira, y todos tienen cosas que decirse, pero cada uno desea hablar a otro que nada tiene que decirle a él. Y conforme uno a uno cambian de destinatario cada vez va a peor, nadie mira a quien le mira y nadie abre el turno de palabra. Es demencial. Así se va orquestando una sucesión de carraspeos, visiones de cogotes y orejas, de giros de culos en la silla… que se prolongan páginas y páginas, con un humor y una gravedad, con un orden matemático, inquebrantable y ridículo… eso es, ahí está. En el cine se logra con imágenes, en la literatura se logra con palabras. Es la poesía. ECP: He querido ver un guiño a los novísimos a la hora de titular algunos poemas de forma kilométrica. SG: A los novísimos, a Quevedo, a Oliverio Girondo, incluso a Patricio Pron que puesto que escribe novelas y ensayos, y no poemas, tiene menos posibilidades de jugar a titular… Sí, sí, más allá de Panero y Vázquez Montalbán o el Arde el mar, del Gimferrer joven, no es que sea un lector particularmente atento de esa generación, pero comparto esa idea de que a partir del título comienza el poema. Que tú, como poeta, saltas al campo ya entonces, y que no hay mejor comienzo que tirar un caño como Maradona en su debut con la camiseta roja de Argentinos Juniors y sus dieciséis años estelares (más joven que Gimferrer o Rimbaud); o como Aquiles cuando llegaba a la batalla y se iba directo a por quien partiera la pana: Héctor, primero, y en otra refriega posterior, contra la amazona Pentesilea (mejor rival que Héctor). Al chico talón desde el primer canto de La iliada ya le ha dicho Tetis, su madre si mal no recuerdo, que no viviría mucho así que se medía a muerte desde el principio. A Maradona nadie le reveló nada porque él fue también padre de sus padres (y de sus amigos y compañeros). Todo este rollo para demostrar que creo que me sé la lección novísima de que lo camp y la alta cultura casan estupendamente (por lo trágico, no por lo frívolo) y que me gusta titular. Como dice Roger Wolfe en la conclusión de un poema suyo que me encanta “vaya mezclas”. No, no tengo arreglo. ECP: “Cuando el poema es de verdad, la realidad se expresa a partir de él”. La realidad es caos; la poesía es el espejo donde el desorden se refleja; ¿qué podemos aprender de la poesía entonces? SG: Dijo Bolaño en un programa de la tele chilena de poesía y literatura, que el poeta (el “gran poeta”, creo que apuntalaba; o bien el poeta “de verdad”, algo así) podía ser valiente o cobarde, y citaba alguno de la última clase (supongo que Neruda), pero que el mero gesto de asomarse al espejo de la poesía, la real, la que “quema”, es ya un acto de tal valentía que te redime del daño que esa cobardía tuya te hace a ti mismo. Algo así pienso yo, siento ponerme tan belicoso y maniqueo. Pero vivir la poesía, esto es, leerla y llevarla a tus días, de cualquier manera, leyéndola a ratos, eh, no solo escribiéndola o pensándola y escribiendo sobre ella (analizándola reflexiva o críticamente) te da un plus de valentía para aceptar ese caos, esa pedrada sinsentido en que se nos transforma todo con que una cosita falle. Quizá te enseña a aceptar ese miedo a la incertidumbre. A aprender que es así y que la bandera no se arria. Y eso sin ser gran poeta o uno de verdad. Tener a la poesía de tu lado es, como cantaba Baglioni, un piccolo grande amore (o súper poder). La identidad secreta del acertijo con que ponía Charles Simic punto final a El mundo no se acaba. ECP: “A lo más que se puede aspirar con un poema es a constatar dicho desorden”. La poesía entonces es constatación del caos. Entonces, ¿de qué te ha servido escribir No fall?
SG: De mucho, claro. Para empezar, para dejarles poemas a gente que quiero. Poemas en los que me aguardarán siempre. Considero mi mejor poema uno titulado “Corrección” que está dedicado a una amiga muy querida y que surge de un momento concreto de discusión por una cuestión puntual y actual, en un contexto laboral concreto, del área socioeducativa en la que ambos nos desempeñamos, sobre el hecho de verte sobrepasado y decir cualquier exabrupto cuando somos referentes, agentes conscientes del cambio social; algo muy de andar por casa y a la vez muy de nuestro tiempo, de mi realidad… No te sé explicar lo orgulloso que me siento de ese poema precisamente por lo útil que fue, que resulta. Ese texto, su equilibrio entre lo que dice y cómo lo dice, tan cerca de lo que yo le quise expresar en un momento dado de dificultad, de bajón, toda la solidaridad que encierra… me sirvió de mucho y me consta que a ella y a otros también les fue de ayuda. Es la poesía, amigo. ECP: ¿Ha sido el libro más fácil de componer y el más difícil de publicar? SG: Fácil de componer, puede ser, o más bien natural. Me gustó el compromiso que adquirí con la libreta y la rutina de estar siempre al quite de que nada, idea, hallazgo o expresión se me escapara volando. O de sentarme a escribir y darle vueltas a lo que había hecho o me había pasado ese día hasta llegar a algún lugar que siempre me sorprendía. La publicación fue un proceso más fluido incluso, Kalathos me propuso sacar un libro y yo les envié uno que tengo inédito, más acorde a las dimensiones y formas de los poemarios tal y como los conocemos. David Malavé, el editor, me escribió y me dijo que tenía pensado sacar algo con más lomo. Barajamos varias opciones: que yo construyera una antología exhaustiva de lo que había publicado hasta entonces (incluyendo plaquettes primerizas o piezas premiadas en certámenes jóvenes y tal) o bien unir al poemario otro y hacer un libro de doble tapa (esta opción me sedujo porque soy muy novelero y adjunté otro poemario también inédito, que según mi juicio, urgente y caprichoso, de ese momento, podían casar; ni que decir tiene que en realidad, nada de nada, pero ¿y lo precioso que sería?). David, me llegó a dar el sí, por whatsapp una noche que yo estaba en el Mar de China, literalmente, en una balsa flotante de pescadores. Ojo, lo digo más en plan Vila-Matas que Stevenson. Por lo bonito y lo insólito, no por dármelas de hombretón aventurero. En fin, que bajo aquellas estrellas rutilantes pareció buena idea. Luego fue Carmelo Chillida, ya en la tierra firme de Madrid, quien me dijo, “mándale el diario, que merece la pena, que eso es poesía también, que ahí estás tú”. Y llevaba razón, porque mira tres años después que aún sigo aquí. A puntico, pero sin caer nunca del todo. No fall que te crío. Entrevista realizada por JULIO MONTEVERDE «NECESITO UNA PALABRA, COMO EL AMOR, QUE NOS HAGA VULNERABLES» Para eso nace el pájaro / Lo comprenderás si lo escuchas Hadewijch de Amberes Esther Peñas (Madrid, 1975) es muchas cosas, —periodista, ensayista, novelista— pero sobre todo poeta, y acaba de sacar nuevo libro de poemas. Su título es Historia de la lluvia, y lo edita Chamán. Se trata de un libro admirable que supone la confirmación más expresiva de una voz poética en toda su amplitud y profundidad. Su palabra, precisa, elegante y compleja, es un don que nos hace llegar con total sencillez, como si fuera algo que hubiéramos perdido y ella se limitase a devolvérnoslo. Pero en realidad, y esto es sin duda lo más característico de obra, su poesía es una parte de nosotros que ella crea. Si todo acto poético es un acto de unión, en este libro Esther nos ofrece, a través del lenguaje, ese amor vinculante en forma de lluvia, en forma de canto, en forma de convocación a la que debemos responder. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hay una frase que aparece citada en tu libro y que sé que te gusta repetir. Se trata de «Dios está en la lluvia», que si no recuerdo mal —corrígeme si me equivoco— aparece en V de vendetta. Personalmente siempre entendí esa frase como una referencia a la posible vinculación de lo separado, es decir: la lluvia como la transparencia que vincula lo que está arriba con lo que está abajo, materializando el todo. En este sentido creo que tu verso «corazón capaz de lluvia» supone la confirmación de esa capacidad poética para vincular la realidad a través del amor, que vendría de este modo a ser una disposición, una facultad que el poeta ejercita. ¿Entiendes tu poesía como ese trabajo de vinculación de lo separado? —ESTHER PEÑAS: Hay muchos remiendos en la pregunta. Hago mío el principio hermenéutico de la correspondencia: «como es arriba, es abajo», que se enraíza con el versículo según el cual Dios crea al hombre «a su imagen y semejanza». Si damos por bueno ese principio, sustentado en la fe, lo que haría las veces de tegumento, de vaso comunicante, de vínculo, es el amor, en sus distintas intensidades, matices, naturaleza. No solo para el poeta. Para el hombre que toma consciencia de que lo otro, el otro, siempre es eso mismo, algo separado de lo uno que únicamente con amor puede ser religado. Lo otro distinto, no siempre entendido, más sí recibido. Sólo dejando que brote el amor, y cultivándolo, comienza a florecer el frágil injerto de la vida. Para amar hay que encontrar un lugar metafísico en donde lo real nos estalle, un lugar metafísico en el que el tiempo y el espacio se suspendan, un lugar para habitar con brújula, no con mapa, siempre abierto («el amor nos hace abiertos»), ubicado en el claro del bosque, en la intemperie, para que nos encuentre, el amor, sin máscaras, sin dobleces, sin contención ni reserva alguna. Con desnudez de origen. Siguiendo este razonamiento, el lenguaje es, por tanto, otro espacio de amor, de comunión. Un lenguaje que se escribe a sí mismo, que no es conducido por un propósito exacto y sólo así se cumple. Un lenguaje donde ni la voluntad de quien escribe ni la voluntad del tema ahoguen la palabra. Una escritura que haga crecer islas inexistentes en las cartografías. Una escritura de intuición de mundos. Un lenguaje que convoca el asombro porque el mundo se ha vuelto demasiado explícito y nada ha quedado por des-velar. El lenguaje como espacio en donde lo sagrado aún nos hable. Una escritura como abismo del disloque, del extrañamiento, del asombro. —ECP: Parece claro que el papel de los vínculos es determinante en este libro, que puede ser entendido, en mi opinión, como un intento una y otra vez culminado por establecer puentes entre lo que te sucede y los seres en los que tú sucedes. Esto en poesía, o más bien, en el mundo de los poetas, es extremadamente raro, ya que se suele buscar en el otro poco más que un admirador. ¿Cómo nació en ti esa necesidad de volcarte en otros seres en tu trabajo poético? —EP: Creo que uno es sí mismo en cualquier cosa que haga, sea escribir un poema, un artículo, escuchar al otro, cocinar o vestirse. Los otros han estado presentes desde mi infancia. La casa de mis padres ha sido, desde que tengo memoria, una suerte de hospedería constante: tíos, amigos de mis padres, familiares que venían del pueblo a buscar trabajo, o a tratarse de una enfermedad, desconocidos que traían referencias, mis sobrinas... Todo aquel que lo necesitara tenía las puertas abiertas de la casa de mi infancia, fuera un día, diez o años. La mujer que me cuidó de pequeña, Mari, vivió con nosotros hasta su muerte. Era una más de la familia. Salir de uno es caminar, y caminar es la apertura al mundo. También cuando se escribe. Historia de la lluvia es eso mismo, un hogar. —ECP: Algo que he visto siempre muy claro en tu obra, no solo en este libro sino también en otros como La vida, contigo, es que para ti el amor tiene un papel determinante como sutura, por medio de todos esos pespuntes en la realidad que acercan y cosen un mundo que ahora mismo parece por completo desmembrado. Así por ejemplo, en un punto de tu libro afirmas: «se ama lo que se nombra». Y parece entonces como si el amor te sirviera para reunir el mundo en los seres que amas a través del lenguaje. ¿Crees que tu poesía es un acto de amor en las palabras? —EP: Estamos en el mundo a través de las historias que oímos y que contamos, y sobre todo de las historias de las que somos parte. Por eso la palabra hace mundo, no sólo lo narra o convoca. Escribir es simplemente ser. Contar... O cantar. Todas las palabras, las de otros, las de antes, se suspenden en el aire jugando a ser cogidas. Cualquiera de ellas puede ser un don. Si lo es, un trueno la estalla para sellar su silencio. La poesía (es decir, la vida misma, tal y como la entiendo) se resume en una apuesta por templarse con, en una apuesta por la escucha (ponernos en relación con), y con el intento de comprender (de incorporar una verdad ajena a la nuestra). La poesía trata de habitar el mundo como una totalidad sin ninguna autoridad orgánica, donde todo es vinculante y necesario. Así me gusta pensar Historia de la lluvia. —ECP: En este libro aparecen también toda una serie de personas concretas a quienes van dedicados ciertos poemas. Pero más que destinatarios parecen generadores, o en todo caso, estar unidos a tus propias palabras que brotan en ti a partir de ellos. Y no hablamos solo de amor como tal, que por supuesto está claramente presente, sino también y muy en especial de amistad. En cualquier caso, no parece que exista una distinción esencial entre las palabras que utilizas para hablar de las personas que consideras tus amigos y las personas con las que la relación amorosa es más explícita. ¿Cómo concibes tú esta relación entre esos seres concretos en tu vida y tus palabras? —EP: En Historia de la lluvia trato de convocar una escritura que brote, que no haya que ir a buscarla, ni buscar nada en ella. Si nada se busca, la libación será siempre imprevisible e ilimitada. Una escritura que regrese de lo indecible. Eso vuelve a colocarnos en la geografía del amor, una geografía que habito con brújula, más que con mapa. Hay una celebración de personas que he tenido la fortuna de conocer; con algunas de ellas, el propio vínculo inspiró el poema. La realidad no es, crea. Con la mayoría, el poema brotó y, tras una lectura posterior, un nombre quedó anudado a él. En el caso de la persona amada, creo que el exceso que preside todo lo abre. Es la diferencia sutil pero radical entre un «te quiero» y un «te amo». La palabra en ofrenda de lo amado nos coloca en el borde siempre de ir todavía más allá de lo que ya se ha ido. Una palabra que da sentido al mundo, como se lo da quien ama. Una palabra que sea raíz, como radical es el amante. Una palabra que certifique, como quien ama atestigua la cosmogonía de un nuevo mundo. Una palabra que, al igual que el amor, no nos haga originales sino originarios, que no divague, sino que penetre. Una palabra, como el amor, que nos haga vulnerables. Pero que nos cumple. —ECP: Siempre me ha llamado la atención tu gusto por ciertas palabras en desuso o expresiones arcaicas —alfaguara, enaguas, membrillo— que recuperas con evidente satisfacción. Se trata de ciertas palabras descuidadas que tú pareces adoptar, o de las que te haces cargo. Palabras que amas y que en tu boca o tus poemas parecen acariciadas, envueltas en cariño. En este sentido, tu uso de ese lenguaje arcaico, muy inactual, parece convocar el recuerdo del poeta como trabajador, como miembro de la tribu. ¿Crees que es necesario que el poeta se haga cargo del lenguaje? Y si es así, ¿para qué? ¿Con qué finalidad? —EP: Salen, las hago mías desde lo inconsciente, bailo con ellas. Acaso el secreto esté en cantar esas palabras con asombro y ternura allí donde otros las usan con costumbre o impostura. Ósculo, convocar, amartelar, folgar, amada, triscar... Creo que cada cual (sea o no poeta) tiene su propio campo semántico, una estirpe lingüística y gramatical (en mi caso estructuras como «te soy», «te me entrego», etc.) que lo nombran. Y que asoman con la delicadeza del encuentro. —ECP: En ocasiones tus poemas terminan de forma abrupta con un corte seco que detiene la corriente. A veces parece como si te vieras en la necesidad de salir del poema, como si percibieras un riesgo de llegar a cierto punto de no retorno del que quizá ya no pudieras volver... Otras veces en cambio parece una necesidad o impaciencia por retornar a la vida transformada que el poema ha creado al surgir, y que era su objetivo desde el principio —«Termina el texto... queda todo en suspenso», dices en un punto del libro—. En todo caso, parece percibirse una lucha. ¿A qué crees que responde esa necesidad o gozo por detener el poema? —EP: Lo que me sale responder es aquello que me dijo una vez mi madre de que «nací demasiado tarde». El poema se canta a pesar del poeta. Mahoma no es el autor del Corán, le fue revelado por el arcángel san Gabriel; Homero no escribió la Ilíada, rezó a la musa para que se la cantara; Moisés no escribió los mandamientos, sino Yahvé; no fue Parménides, sino la Diosa, quien pronunció el logos del «camino del ser»... Del mismo modo que reconozco que no soy mi única dueña y señora, tampoco embrido lo que sucede en el poema, final incluido. —ECP: En tus libros de poemas, que ya van acumulándose en nuestro favor, hay ciertos versos que se repiten de uno a otro y que dan a tu obra un sentido de unidad, como si toda ella no fuera más que un único y largo poema. Pero del mismo modo, se percibe claramente una evolución en los temas, y cada libro posee su propio carácter y especificidad, sobre todo en los símbolos generadores que escoges y que sitúas en el centro de cada uno a modo de eje —pienso por ejemplo en la talaria de tu libro El paso que se habita—. ¿Cómo percibes esta dialéctica en tu trabajo? —EP: Siento una querencia mayúscula por los símbolos. Son síntesis infinitas que nos permiten interpretar la realidad, dejando que el misterio prevalezca, que ensanchan la experiencia vital, le dan sentido, que nos ayudan a asomarnos allí donde todo está oscuro, y filtran un rayo de luz (acaso el que cantara Cohen) que intuye. Lo ungido, es decir, lo que se inviste de sagrado; la penumbra, como zona limítrofe; las talarias, en tanto que entrega y oráculo y, por último, la lluvia. Esos serían los símbolos generadores, como los denominas. Pero una vez más, me escogen y yo, que tengo vocación intrínseca, obedezco. —ECP: Hablando de esos símbolos generadores que utilizas, en Historia de la lluvia me ha conmovido especialmente esa gacela insomne que atraviesa al trote todo el poemario, y que parece salida directamente del Cantar de los cantares. Aunque siempre, y esto es lo que más me gusta de este símbolo, lo percibes como una belleza frágil que en todo caso no remite directamente a un amor divino, sino a uno que alcanza lo divino a través de lo profano, del cuerpo mismo, que de esta forma deviene sagrado. Así, llegas a decirle al ser amado: «Te rezo en cántico solemne», pero a la vez existe esa carnalidad, esa materialidad abrumadora que poseen tus poemas y que despliegas como erotismo fulgurante —«Tú lo sabes, la vulva es un nenúfar, estás dentro»—. No sé si podrías explicarnos un poco cómo funciona para ti este tránsito hacia lo sagrado a través del erotismo. —EP: A lo sagrado se llega a través de lo humano. No hay otro camino posible. San Agustín hablaba del «ordo amoris», es decir, el mundo en pleno viene del amor y está orientado al amor. Acaso la experiencia más cercana a la mística sea la experiencia del éxtasis amoroso; amor y erotismo en fragua única de la que deviene el abandono de sí, la entrega al otro, la comunión de dos cuerpos que no pierden, a pesar de ello, su individualidad. Me viene a la cabeza, perdón por lo pedante, la palabra «solenoide», que refiere un campo magnético casi homogéneo de enorme intensidad en su interior y débil en el exterior. Dos cuerpos que se aman crean ese campo. Están a punto de estallar de goce, de alegría, de plenitud, y el mundo (lo externo) desaparece. El deliquio de amor, el éxtasis carnal, un placer tan último que lo ocupa todo. Si lo de arriba es lo de abajo, y viceversa, como empezamos la conversación, el extremo de lo humano no deja de ser el extremo de lo divino. En última instancia, una oblación. Fieramente humana, claro. —ECP: Este libro se cierra con un poema titulado ‘La hermandad de los conmovidos’, un emocionante poema que en la reciente presentación que realizaste en la librería Enclave de Madrid pudimos escuchar leído a varias voces por muchas de las personas que aparecen en este libro. Y en este sentido, es muy bello pensar que tus palabras, o tú misma, has conseguido materializar esa hermandad de facto a través de tus poemas; una hermandad que ya estaba implícita pero que tú has logrado materializar a través de tu trabajo. ¿Eres consciente de esa comunidad poética que se ha organizado a tu alrededor, y de la que yo mismo puedo dar fe de que en ningún caso es solo metafórica? —EP: Agradezco en lo profundo lo bello de lo que dices. Suponiendo que sea así, lo cual sería hermosísimo, lo que sí que intento es relacionar a quienes conozco, de manera que surjan nuevos vínculos que ya no tenga que pasar necesariamente por mí. Es como las ondas que se producen en un estanque, llegan más lejos los afectos, se convierten en generadores. Y otra de las cuestiones que hace de argamasa, me parece, es la gratuidad, el nulo cálculo del rédito que uno pueda obtener por lo que hace, la alegría (que se contagia y se expande, es otro tejido que une y vincula), estar en la celebración; esto permite que las relaciones se ensanchen, en todos los sentidos, y creen hermandad, que siento como una comunidad de afectos. De conmovidos ante el milagro de la vida. ECP: Por último, no puedo dejar de pregúntate, a ti, que tantas veces has entrevistado a los poetas, que tantas veces los has puesto en aprietos por la exigencia y la elegancia de tus preguntas, y que les has motivado a elevarse por encima de sí mismos para estar a tu altura, ¿qué te ha parecido esta pequeña entrevista? ¿Consideras que hay algo que añadir o eliminar en ella?
—EP: Que te hayas tomado el trabajo de pensar las preguntas, de pensarme, de alguna manera, es un regalo para mí, querido amigo. Gracias por la atención prestada a esta Historia de la lluvia. Las preguntas me han resultado estimulantes y amorosas, me han colocado allí donde uno se pone en juego. Si hubiera que eliminar algo, la poda quedaría del lado de las respuestas, sin duda. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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