Entrevista realizada por ESTHER GARBONI Hace unas semanas salió a la luz la edición en papel del texto ganador del último Premio Internacional de Dramaturgia Invasora: Nana de la desaparición. Edita Ediciones Invasoras (www.edicionesinvasoras.com) y con motivo de su lanzamiento entrevistamos a su autor, Sebastián Moreno. Nana de la desaparición no es una canción de cuna, porque no es un canto, sino un planto. Una elegía a la fragilidad de todo cuanto está a punto de desaparecer: los orangutanes de Borneo, las selvas, la propia cultura, el ser humano... La obra se nos abre emocionalmente, plagada de interrogantes que nos sitúan ante un futuro por escribir, en el que nuestras decisiones formarán parte de la escritura del propio devenir. La primera gran pregunta que nos hace plantearnos es: ¿estamos indefectiblemente abocados a extinguirnos? Y es, pues, esa primera cuestión la que me gustaría plantearle al autor. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Habla usted de la fragilidad desde distintas perspectivas: la de la soledad y el cansancio de la primatóloga Biruté Galdikas; la que provoca el miedo y la incertidumbre en su pupila, Liuba; la de los propios orangutanes en extinción, a los que les da voz, muy inteligentemente, a través del personaje de Muk; la fragilidad de la cultura e incluso del propio pensamiento, llegando a escribir «¿Cuánto tarda en pudrirse una idea?» ¿Cómo calibraría esa fragilidad? Dicho de otro modo, ¿en qué grado es más frágil la vida de un orangután que una idea? ¿Cuánto más frágil es, si es que lo fuera, la conciencia ecológica, encarnada aquí por los tres protagonistas, que la cultura y la organización social? —SEBASTIÁN MORENO: La misma fragilidad. Una rama de olivo encima de la hoguera, una lombriz escondiéndose entre la arena antes de que empiece la tormenta, una octogenaria, un libro que no se lee, una butaca vacía... Todo lo que se desvanece, lo que no somos capaces de proteger... La misma fragilidad. El día que muera el último orangután de Borneo. El día que nadie hable esa lengua muerta. El día que arda el último libro. Solo la vergüenza podrá absolvernos. —ECP: En este sentido, me gustaría saber si cree usted que, en un plazo no lejano, el ser humano estará extinto. —SM: Muy probablemente. Está claro que estamos acelerando el proceso de degradación del planeta. La finitud de las cosas es uno de los temas que me obsesionan. La muerte, el fracaso, las despedidas, la extinción. ¿Dónde irá a parar esta entrevista cuándo ya no estemos? Escribir teatro es, siempre, un acto político. Pero nos sirve también para poetizar y desaprender el mundo. Cuando se condensa el carbón, surgen diamantes. ¡Que nos pille leyendo! ¿Lee teatro? ¿Quién lee teatro? —ECP: Una inquietud que surge tras la lectura de su obra es entender cuál es nuestro objetivo en esta organización global llamada mundo y es, en realidad, la misma pregunta que se formula Galdikas: ¿para qué estamos aquí? —SM: A veces crees que estás aquí para hacer, y otras para ser hecho. Comparto este pensamiento con Liuba, una de las protagonistas de la función, que a su vez se la roba a uno de los personajes de El mar de Blai Bonet. Supongo que escribo teatro porque estoy más lleno de preguntas que de respuestas. Los interrogantes se me escapan por las cuencas de los ojos. Creo en que la Cultura debe posibilitar un debate diverso y abierto, sin temor, como la Filosofía, sobre nosotros mismos. ¡Cuántas veces, al ver, leer o escribir una escena he entendido un poco más por qué estoy aquí! La meta: estar para saber para qué estás. Mientras tanto: aprender a ser valiente, justo y feliz. Quisiera posibilitar un teatro capaz de estallar dentro de estas tres aristas; tres virtudes. —ECP: A colación con la anterior pregunta, me interesaría conocer su posición, aunque creo intuir la respuesta: ¿qué lado del cambio quiere promover? —SM: Concebí Nana de la desaparición como una fábula caligramática sobre la extinción de los orangutanes. Si bien al final brilla una brizna de esperanza, el enfoque es desolador, pero intenta huir del tono panfletario. La sensibilidad que marca cada una de las intervenciones, la frondosidad de las acotaciones, los guiños a la poesía visual dan fe de mi amor a la naturaleza. La primatóloga Biruté Galdikas (como las biografías análogas de Jane Goodall y Dian Fossey) es un ejemplo de entrega vital a la naturaleza y al discurso ecologista. Estoy profundamente interesado en todo lo que hoy sabemos —y los años de retraso que llevamos— sobre la huella ecológica que está sembrando nuestro comportamiento como sociedad. Confío en un teatro que sea altavoz y megáfono de estas ideas, de aquellos que a menudo no tienen voz, de aquellos que duermen al son de una nana que se estira durante siglos, como la lluvia. —ECP: Girando hacia otro de los interrogantes que plantea en su obra, y atreviéndome a apuntarle con la misma pregunta que Galdikas hace a Liuba, ¿sabe usted si es feliz?
—SM: La felicidad no es una meta, es un camino. «Que los hombres mueren y no son felices» es una frase del Calígula de Albert Camus que me perfora, y es a la vez, motor creativo y acicate para muchas cosas. —ECP: Y en la misma línea, le formulo dos cuestiones que Galdikas plantea a su ayudante: ¿a qué tiene miedo? —SM: Me da miedo que se extiendan y blanqueen discursos de odio. La violencia creciente, la intolerancia, la indiferencia ante el dolor, la defensa de ideas que van en contra de la dignidad... Que la juventud acepte según qué ideales. Me da miedo el fascismo. Si es tan fácil enseñarles a odiar, será fácil enseñarles a amar. Ese es, como decías, el lado del cambio que quiero promover. —ECP: ¿Ha cerrado los ojos alguna vez abrazando un árbol? —SM: Sí. Y es una de esas experiencias que nunca olvidas. —ECP: Cambiando diametralmente de tema, me gustaría que nos hablara del proceso de escritura de esta obra. ¿Qué le inspiró a escribir sobre este tema? —SM: La experiencia de Galdikas es profundamente inspiradora. Lleva años estudiando a los orangutanes. Su biografía es un bosque espeso de anécdotas y vivencias. Por otro lado, la situación ecoambiental en Borneo (deforestación, aceite de palma, extinción de especies...) es abrumadora. La empatía que sentimos con los grandes simios, tan lejanos y tan cercanos a nosotros, te eriza la piel si intentas mirar el mundo desde las copas de los árboles en los que duermen. Todo un mundo verde desvaneciéndose: la selva, los orangutanes, la primatóloga octogenaria... ¿Quién recogerá el testigo? ¿El triple desenlace es inevitable? ¿Qué podemos hacer, qué debemos pensar, qué sabremos decir? Darle voz a la naturaleza también era un reto: no podía —no debía— hablar de ella sin ella; buscar las palabras ahogadas en el manglar fue todo un reto. Darle voz y silencio a estos personajes fue muy gratificante. —ECP: Llama particularmente la atención el poder evocador de su palabra y el modo en que nos lleva a participar de sensaciones y emociones que experimentan los personajes con recursos certeros. En concreto, el uso de imágenes sinestésicas y sensoriales, como los olores (a higos maduros, a sudor, a orines, a perfume ácido, a calcetín mojado, a hembra...) o las sensaciones térmicas (la humedad, el calor, el frío...). Su obra está plagada de estos y otros recursos propios del lenguaje poético. En este sentido, su obra tiene un interesante lirismo al servicio de la acción dramática. ¿Se considera usted un poeturgo, como un día afirmó? ¿O cree, en cambio, que como decía Lorca, «el teatro es la poesía que se levanta del libro» y, por lo tanto, es indisociable de la condición dramática de un buen texto, como este que tenemos entre las manos? —SM: Creo en un teatro en el que la palabra sea el único límite a la palabra. Donde el silencio tenga belleza, donde la imagen sangre. Donde el verbo seduzca a las páginas. Dramaturgo, poeturgo, narraturgo o lo que se precie. ¡Aquí estoy, que no es poco! La poesía no es una forma de retratar el mundo, es una actitud política. No es belleza, es herida. No es lazo, es látigo. No es beso, es mordisco. No invita a pensar, obliga a imaginar. Y Lorca, siempre Lorca, sabía tanto de todo esto... como una noche de luna llena. —ECP: Por último, una curiosidad. Dice en uno de los parlamentos: «si consigues que un orangután te mire directamente a los ojos, lo recordarás toda la vida». ¿Con qué acontecimiento de su vida podría comparar esta sensación? —SM: Hay un escalofrío específico que te recorre desde los tobillos hasta las sienes, cada vez que haces algo nuevo. La primera vez que ves el mar, el primer beso, la primera vez que visitas el tanatorio, la primera despedida, la primera vez que escribes la palabra FIN al final de un texto... ¿Cuándo fue la última vez que hicisteis algo por primera vez? —ECP: Muchas gracias, Sebastián, por abrirnos su escritorio y dejarnos ver los entresijos de su mundo creativo. Ha sido un placer que esperamos poder volver a repetir. ¡Mucho éxito y buen viaje para este libro que echa ahora a volar!
1 Comentario
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20/9/2022 06:10:04 am
Buenos días señor / señora,
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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