Entrevista realizada por DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR Este es el núcleo Leonardo Cano acaba de publicar su segunda novela, Este es el núcleo (Galaxia Gutenberg, 2024), que ha resultado ganadora del prestigioso Premio Barbastro de Novela. Aunque con solo una novela anterior en su currículum, la maravillosa La edad media (Candaya, 2016), Leonardo es toda una institución en la vida cultural y literaria murciana, gracias, entre otras actividades, a su labor al frente del Club Renacimiento, una escuela de escritura donde enseñan escritores de la talla de Miguel Ángel Hernández, Elvira Navarro, Ginés Sánchez, Cristina Morano y él mismo. Leonardo ha tenido la amabilidad de atendernos hoy para hablar de Este es el núcleo, una ficción distópica en la que los hombres son seres de segunda categoría en una sociedad dirigida por las mujeres, y en la que el metaverso es más importante que la “vida real”. La novela es un prodigio en el manejo de la tensión narrativa y, sobre todo, en la composición de una compleja estructura en la que se alternan diferentes líneas temporales a través de las que el lector va, capa a capa, fragmento a fragmento, comprendiendo las motivaciones del protagonista y los orígenes de esa distópica sociedad en que la inmortalidad se alcanza a través de la realidad virtual. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Leo, la primera pregunta es obligada. Si Este es el núcleo, ¿qué es el núcleo? —LEONARDO CANO: El núcleo no es otra cosa que el conjunto de los recuerdos de alguien, el cual, gracias a la inteligencia artificial, va a poder ser transferido y almacenado en un disco duro cuando muere. En esta novela, Pablo Alcubier es un informático que, en el presente, trata de crear una IA prodigiosa, que puede influir drásticamente en nuestra vida. Y, años después, se va a convertir en el primer hombre en poder almacenar su memoria y vivir la inmortalidad en el metaverso, en un mundo en el que las mujeres ostentan en exclusiva ese privilegio. —ECLP: La distopía suele ser utilizada por los escritores como vehículo para expresar preocupaciones sociales del presente y advertir sobre ellas. En tu mundo de ciencia-ficción distópico, a nivel social y político, me parece encontrar dos grandes advertencias: la lucha de géneros y los riesgos de la realidad virtual. Por otro lado, también parece que, a nivel filosófico, todas las tendencias posthumanistas, transhumanistas o antihumanistas, que tanto auge tienen hoy día, han podido influir en tu imaginación. ¿Qué peligros ves ahí, qué tendencias o “pistas” ves en el presente que te han hecho temer ese futuro? —LC: En realidad, creo que no temo demasiado al futuro. Suelo mirarlo con optimismo. Pero me gustan las novelas que exploran la tensión de la sociedad en la que vivimos. Y los escritores, en teoría, deberíamos ser personas movidas por la curiosidad y la falta de prejuicios. Así que varias circunstancias han podido desencadenar esta novela. Creo, por ejemplo, que a nadie se le escapa que vivimos en una sociedad muy polarizada. Y últimamente, al decir de las redes sociales, parece que hombres y mujeres estuvieran continuamente enfrentados. En cualquier caso, existe la percepción de que los diferentes géneros son de alguna manera enemigos. Vivimos en la sociedad del enfrentamiento. Y yo quería mostrar esa tensión y tratar de comprenderla sin dar respuestas fáciles. Para eso, construí un futuro con privilegios para las mujeres, en el que los hombres mueren sin poder transferirse. Y un presente en el que un mal marido y padre puede crear un gran adelanto para la Humanidad. —ECLP: ¿Qué referentes literarios te han inspirado para la creación de la novela? Está claro que El cuento de la criada (que, de hecho, aparece citada); pero, ¿qué otros libros te han servido para la escritura? No me refiero solo a la literatura, sino también al cine, porque me ha parecido ver algo de Olvídate de mí, o de Her, en ciertas ideas de la novela. —LC: Las películas que citas (y otras como Blade Runner, Ex Machina o las películas de Christofer Nolan) han sido desde luego inspiradoras. Obviamente, la novela ha de tener infinitas influencias literarias y cinematográficas, deliberadas o inconscientes, porque así es como funciona la creatividad. Sin embargo, mientras escribo sobre un tema, yo intento no leer ninguna novela que lo trate o que se le pueda parecer. Para que su influencia no acabe llegándome en exceso. Así que, aunque es imposible desconocer de qué trata, todavía no he leído El cuento de la criada ni visto la serie. Tengo una manía incómoda por la originalidad, que sé utópica. Sí que suelo leer otras obras que me puedan inspirar en cuanto al narrador, el tono, la profundidad de sus personajes, la forma de hacer aflorar sus ideas o cualquier otra cosa que me interese. Para esta novela, leí mucho a Coetzee, Salter, Duras, Despentes, Delillo, Houellebecq y otros sospechosos habituales. —ECLP: «Estaremos más solos en cualquier vida definitiva de lo que lo estamos desde que nacemos». El protagonista, a punto de alcanzar esa inmortalidad virtual que plantea la novela, dice estas palabras. ¿Crees viable ese tipo de inmortalidad en un futuro a medio plazo? y, ¿crees que será tan solitaria y vacía como lo considera tu personaje? —LC: Quién sabe. Pero, desde luego, si ponemos un margen de 30-40 años, todo puede pasar. La tecnología evoluciona a una velocidad imparable y van a producirse muchos cambios en la sociedad, sin ninguna duda. ¿Será posible la emulación de una mente o que la inteligencia artificial tome consciencia? No lo sabemos. Entre otras cosas, porque todavía no conocemos en qué consiste esa consciencia. Lo que sí creo es que la inteligencia artificial podrá llegar a simularla con tal viveza que no sólo no sabremos distinguirlo, sino que puede que nos muestre de qué material de ficción está compuesta la nuestra. El protagonista sí que lo tiene claro en la novela cuando cita una frase de Dijkstra: «La cuestión sobre si las máquinas pueden pensar será tan importante como la de si los submarinos pueden nadar». En cuanto a la soledad, estoy seguro de que la gente que se pasa diez horas jugando al ordenador, compitiendo o colaborando dentro de un mundo virtual, no piensa que esté sola. —ECLP: «Según la opinión de las IA, la única verdad es la verdad narrativa. Nuestra experiencia como seres humanos está formada por las historias que nos contamos unos a otros. Pero, sobre todo, por las que nos contamos a nosotros mismos». Al hilo de estas palabras de tu novela, ¿qué relación crees que puede establecerse entre las inteligencias artificiales y la literatura?, ¿temes un futuro en que esas narraciones que nos explican tengan su origen en una IA y no en personas creadoras de novelas y relatos? ¿Funcionan los escritores igual que una IA, manejando información, combinando y alterando textos previos, para crear un relato que explique el mundo?
—LC: Yo creo que para el protagonista de mi novela esa sería una buena definición de lo que hacemos. Y respecto a si las IA nos remplazarán, me remito a mi anterior respuesta: todo va a cambiar en 30-40 años. El otro día leí que una escritora polaca de ciencia-ficción decía que ella deseaba una inteligencia artificial que limpiara su casa para que ella pudiera crear su arte, no una inteligencia artificial que creara arte para que ella tuviera que limpiar su casa. Me temo que en un futuro las dos cosas serán realizadas por las IA. Y nuestro problema será cómo lidiar con el tedio. —ECLP: Tuve la suerte de leer alguna versión previa de Este es el núcleo, y ahora, tras terminar la definitiva, he advertido cuánto ha cambiado la estructura de la novela, y cómo has conseguido integrar a la perfección lo personal, lo familiar y lo político. Cuéntanos el proceso de escritura. Da la impresión de que eres un novelista meticuloso, metódico, sin prisa. ¿Es por eso que han pasado ocho años entre tu primera novela y esta? ¿Tendremos que esperar otros ocho años para la tercera? —LC: Espero que no. De hecho, ya tengo bastante avanzado el trabajo previo de la siguiente novela. Pero quién sabe. Durante estos últimos siete u ocho años, no he estado trabajando la novela todo el tiempo. Pero ella sí que ha estado elaborándose en mi cabeza. La verdad es que me atraen los artistas que tardan en sacar sus obras. Da la impresión de que no lo necesitan, pero que es su arte el que termina irrumpiendo. En Este es el núcleo, el proceso de escritura y, sobre todo, de corrección se tuvo que alternar con una larga ruta de presentaciones de mi anterior novela: La edad media. También con la creación desde cero de una escuela de escritura creativa: [clubrenacimiento.es]. Con todo, debo de ser lo que llaman un escritor “lento”. La planificación de una novela, en mi caso, siempre es la misma. Y nunca se termina pareciendo al resultado. Comienza con una recopilación de notas, de referencias, también de ideas sobre cómo tiene que ser la voz del narrador, la estructura o los diálogos. Luego trabajo a partir de una sucesión de borradores. Me gusta mirar un borrador y esperar que alguna buena idea me surja. En este caso, no logré que la estructura compleja de la novela cristalizara hasta después de trabajarla un tiempo, de ahí que tardara más en publicarla. —ECLP: Últimamente estamos asistiendo a una eclosión de reconocimiento nacional de la literatura murciana (por citar solo un par de ejemplos, los premios a Lola Tórtola y a Lola López Mondéjar). ¿Cómo ves tú, desde tu privilegiada posición de escritor que está en el núcleo de la literatura murciana y, además, en la escuela de escritura, el presente y el futuro de la literatura en nuestra región? —LC: La verdad es que lo veo como siempre lo he visto: con optimismo. Pero nunca creí que Murcia, culturalmente, fuera el páramo que algunos podían pensar. Tampoco que aquí fuera oro todo lo que relucía. A veces, también se necesita suerte. Y puede que últimamente esté más repartida por estos códigos postales. Debemos celebrarlo mientras tanto, por si decide recaer en otro lado.
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Entrevista realizada por LEONARDO CANO Del escritor Ángel Gracia sabemos que nació en Zaragoza en 1970; que es autor de los libros de poesía Valhondo (2003), Libro de los ibones (2005) y Arar (2010) y de la novela Pastoral (2007); también, que ha publicado este año una gran novela en la editorial Candaya. Con esto bastaría para justificar la entrevista que presentamos a continuación. Pero si, aparte, añadimos que Campo Rojo, su última publicación, es una novela honda y sobrecogedora sobre el acoso escolar en las aulas de los años 80 y un retrato generacional a partir de la aspereza de esa infancia y, más, la obra de alguien que cree en la literatura —y en un lenguaje minucioso y un tono incisivo y en las expresiones recuperadas del pasado— para conjurarlos, los argumentos ya abundan. Ángel Gracia, con su agudeza acostumbrada, nos lo demuestra. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo nace la idea de escribir Campo Rojo? ¿Qué razones te mueven a hacerlo? Porque aquí hay muchas novelas en una: la novela generacional, la de la periferia, la de denuncia... —ÁNGEL GRACIA: Hay tantas novelas en Campo Rojo como lectores. Lo demuestra la diversidad de opiniones y perspectivas acumuladas en estos nueve meses que han pasado desde su publicación. Unas lecturas se centran en los aspectos sociales, otras en los estrictamente literarios. Todas son válidas y todas enriquecen la novela […] La idea de escribir Campo Rojo me ha perseguido desde que descubrí que los mecanismos sociales de convivencia se repiten en todas las etapas de la vida. Hay abusones y macarras en el colegio y en el instituto; hay matones y sádicos en la universidad; hay acoso e injusticias en los trabajos y, si me apuras, hasta en las residencias de ancianos. Y nunca faltan machistas asquerosos haciendo la vida imposible a las mujeres […] Siempre es igual, tengan once o cincuenta años: un individuo intenta dominar a otro utilizando métodos más o menos brutales y esta víctima lucha o se somete. Extiéndelo a grupos y clases sociales y obtendrás un inquietante mosaico de humillaciones. Las relaciones entre las personas es un tema literario que siempre me ha fascinado, sobre todo la naturaleza violenta de muchas de ellas. Así que quise empezar por el principio: el colegio. Los primeros insultos, los primeros abusos, las primeras palizas. —ECP: ¿Y cómo son capaces los personajes de Campo Rojo de sobrevivir a esa infancia? ¿Qué les hace aguantar? ¿El amor de la familia, el sentido del humor, la esperanza en un futuro más afortunado? —AG: Nadie sobrevive indemne ni en la novela ni en la vida real, como sabemos todos los que tenemos más de catorce años (el Gafarras, uno de los protagonistas de la novela, solo tiene once, aún no lo sabe). Duele descubrir que la pérdida de la inocencia y la pureza de la infancia es algo más que un tópico. La novela narra esa pérdida, cuando ante los ojos de los chavales se cae el velo de la realidad. Ni los padres son dioses ni nadie va venir a ayudarte ni a defenderte […] No quiero adelantar nada para los que no lo han leído, pero el libro cuenta precisamente que el miedo a los demás y el sufrimiento por sentirse solo dejan huellas psicológicas. Nos cambia. Nos hace desconfiar, encerrarnos en nosotros mismos. Unos sobreviven endureciéndose, blindándose; otros prefieren dejarse arrastrar por la corriente y desaparecen en medio de la multitud. —ECP: El lenguaje es muy importante en la novela y, sobre todo, el tono. ¿En qué momento decides que esa segunda persona es la que va a interpelar al protagonista, el Gafarras, y le va a plantar un espejo delante que le va a decir: esto es lo que eres? —AG: La segunda persona insiste en los aspectos más obsesivos del personaje. El Gafarras se cuenta a sí mismo todo lo que ve para analizarlo, revisarlo y desmontarlo. Desconfía de los demás y de sí mismo. Desconfía, sobre todo, de la realidad. El Gafarras se autoanaliza, se juzga y se condena todo el tiempo. Cuenta los números (está obsesionado con los números primos), estudia las palabras, se inventa sus propios rituales de superstición y los repite día tras día porque está convencido de que le ayudarán a sobrevivir. Para expresar toda esa ebullición mental (¿neurosis infantil?) necesitaba la segunda persona verbal, aunque quizás no se corresponda, si lo piensas bien, con una auténtica perspectiva de segunda persona. —ECP: En cuanto al lenguaje, háblanos de cómo lo has tratado; porque se adivina detrás un gran trabajo, digamos, de arqueología de unos modos de expresión y de unos términos sacados directamente de las aulas de los 80. —AG: Las palabras pueden hacernos felices y pueden destruirnos. Si yo te digo: “eres un guaperas”, te sentirás bien y creerás que te respeto e incluso que te admiro. Si te digo “eres la polla en vinagreta”, te sentirás mucho mejor, te relajarás y serás mi amigo. Sin embargo, si te digo “eres un tonto del haba” o “eres un retrasado mental”, te pondrás en guardia, creerás que no te respeto, que me río de ti. Multiplica eso por cien veces al día. Multiplícalo por meses, cursos, años, toda la vida. Llegarás a aceptar que eres inferior a mí. - ECP: ¿Dónde quedarían trasladadas estas relaciones de poder treinta años después, cuando esos niños ya han accedido al trabajo y están establecidos en la sociedad? ¿Crees que esas relaciones entre quienes ejercen el miedo y quienes lo sufren predominan también en nuestros trabajos y en nuestra vida? —AG: Me impresionó La cita blanca de Michael Haneke, estrenada en España en 2010, justo cuando empezaba a escribir la novela. Se sitúa en 1913, en un pueblo de religión protestante en el norte de Alemania y cuenta con perturbadora precisión cómo nació el nazismo. Las relaciones malsanas entre los habitantes, los castigos, las venganzas. Es un lugar dominado por el sadismo y el odio […] Cuando escribía Campo Rojo, situada a principios de los años 80, tenía la sensación de que también estaba tratando sobre el presente. Los que eran niños en 1980 ahora tienen entre cuarenta y cincuenta años. Y, claro, de aquellos matoncetes crueles, nada empáticos con los que eran diferentes, solo podíamos esperar adultos intolerantes, machistas y racistas. De aquellos chavales sádicos solo podíamos esperar psicópatas sociales. Siempre he pensado que los que robaban el bocadillo en el recreo han continuado luego robando en bancos e instituciones. Que los abusones que dominaban a los más pequeños han sido luego los jefes de las empresas. Pero lo más perturbador de todo es encontrar el camino inverso: las víctimas que, pasado el tiempo, se han convertido en verdugos de otros. —ECP: Decía hace poco Samanta Schweblin: «escribir es entrar en el miedo y salir ileso». La pregunta sería: de la escritura de Campo Rojo, ¿has salido ileso?, ¿de Campo Rojo también se sale? —AG: Como ya he contado en otras entrevistas, todos tenemos un Campo rojo en nuestra mente y de la mente uno nunca puede escapar. El que ha sentido miedo nunca lo olvida. Hablo de miedo de verdad, no ese miedito casi enternecedor de dormir con la luz apagada. No sé exactamente a qué se refiere Schweblin (una escritora excelente, por otra parte), quizás al pánico que genera la creación, pero eso es otra cosa. Es un reto emocionante, lleno de peligros, pero para eso está la ficción, para agarrarnos a ella y salvarnos. —ECP: Tratas despiadadamente la escuela de esa época, pero ¿crees que sigue existiendo en la actualidad ese abandono por parte de profesores y esa inconsciencia por parte de los padres en cuanto al destino de sus hijos en clase? —AG: El libro no pretende ser un tratado de educación ni de civismo ni tiene afanes sociológicos. No he escrito un ensayo sobre la escuela de los 80, solo una novela. No me corresponde a mí analizar “los grandes problemas de la enseñanza en España”. Simplemente cuento una historia y parece que a los lectores les mueve recuerdos y vivencias. Personas de sesenta y tantos años y chavales de diecisiete me han dicho que se sentían totalmente identificados con algunos de los personajes del libro, que les hacía revivir escenas de su pasado. Yo pensaba que quizás la novela tendría una lectura generacional pero ahora veo que hay ciertos temas que, desgraciadamente, son atemporales y universales. —ECP: ¿Qué significa para ti la periferia?, ¿qué querías mostrar con ella?, ¿crees que es un paisaje poco apreciado y tratado por la literatura?
—AG: Simplemente es el espacio donde nací y crecí. Durante veinticinco años viví y dormí junto a una ruidosa fábrica. Más allá de mi ventana solo había descampados y autopistas. Mi barrio se parecía bastante a la Zona que describe Tarkovsky en Stalker, pero sin el glamour del meteoro y la ciencia ficción. Siempre me he sentido en las afueras de todo y siempre he creído en la lucha de clases. Para superar este término tan desgastado y desprestigiado, ahora se utiliza la palabra “castas”, pero el concepto permanece. Hay gente que tiene el dinero y el poder y el resto somos unos pringados. Por eso, una de las cosas más terribles que cuenta Campo Rojo es la violencia entre iguales. Los enemigos son otros, pero los desgraciados se machacan entre ellos. No hay esperanza de cambio. —ECP: Has dicho en algún lugar que Campo Rojo mezcla autobiografía con trabajo literario. ¿Cómo has lidiado con el pudor de relatar hechos o circunstancias que te hayan sucedido a ti o a las personas de tu entorno? —AG: En el zaragozano bar La Gasca, uno de mis preferidos, hay un cartelito que anuncia: “Atención. Esta tortilla contiene huevo”. Efectivamente, es un sacrilegio pero hay tortillas que no utilizan huevo. Del mismo modo, sé que hay novelas que no utilizan la ficción (de todos modos, creo que esto es imposible). Créeme: mi novela sí contiene huevo, sí contiene ficción. Quizás a otros escritores su biografía les sirva como material narrativo. La mía no me alcanza; tampoco la vida de las personas que he conocido. Se ha dicho ya muchas veces: la novela cuenta la verdad a través de pequeñas (o grandes) mentiras […] Uno de los temas de la novela que más me ha gustado desarrollar es el de las leyendas urbanas. Historias con tantas versiones como personas que la cuentan. La creatividad no tiene límites y casi siempre tiende hacia la exageración. Los humanos somos seres hiperbólicos. De ahí surgieron los capítulos con el epígrafe “Las palizas más grandes de la historia”. Historias que casi nadie cree pero todos escuchan fascinados. Historias que nos atrapan porque nunca sabemos si son reales o pura ficción. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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