Entrevista realizada por ALBERTO CISNERO La trama del desborde Acerca de Siluetas hablando porque sí En Siluetas hablando porque sí (Casa Vacía, 2022) de Diego L. García el lector y la figura del autor dialogan confusamente («sujetos diversos que entran y salen / con historias terribles / aterradoramente felices / que ya no existen en otra parte»); se pretende reestablecer la distancia mediante acotaciones que supondrían un punto preciso de distancia, pero el efecto concreto de esas intervenciones sobre los textos, su prueba material, logra también la sensación de que ambos estuviesen hablando por última vez, repitiendo confusamente las mismas palabras, que podrían ser las siguientes: no te puedo ayudar, muchacho, vos querés la destrucción. Hay demasiadas letras mayúsculas escritas en cada recodo de la ciudad («hay espacio en la muerte / para que todos digan lo suyo»), demasiados libros geniales escritos por autores geniales todo el tiempo (acaso porque no puedan escribir otros libros), y el acertado carácter minimal y neutro de la lengua que elige el poeta supone una forma de estar atento a cada palabra, para que se parezcan más a un sueño (o una pesadilla), adonde quiera que sean dirigidas (ya fuese tras las ortodoxia de la lengua castellana, en los doblajes del cine, de los mercaderes, banqueros o representantes del pueblo); elige y ocupa una lengua, una dirección en sí misma («ni la belleza ni el poema / necesitan que las cosas se completen»). —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo fue el proceso de producción de este libro? ¿Cómo fue su escritura? ¿Cómo se da, en tu caso, el proceso de la escritura? ¿Cómo trabajás? ¿Hacés planes, esquemas, apuntes? ¿Tratás de escribir de manera regular? —DIEGO L. GARCÍA: Siluetas hablando porque sí es un libro de una sola serie que, como en mis últimos trabajos, expresa un proceso ensayístico. Con esto quiero decir que parte de un concepto y lo explora de manera no lineal, sin un camino prefigurado, más bien llevándolo a sus tensiones. En este caso fue el cine noir y la poética que emana de sus procedimientos, con el agregado de lecturas que se cruzaban en ese momento como algunas novelas de Philip Roth y Richard Yates. Hubo un proceso de desarme de los materiales, de anotaciones y de cruces con otras artes como es el caso de la música ambiental. De todo eso después fue quedando un recorrido y la escritura que se vuelve un poco la trama, por fuera de un control absoluto, que une esos recortes. Escribo de manera regular cuando estoy con un proyecto en marcha, cuando ya aparece una serie que conecta un impulso con otro. Cuando eso ocurre, escribo diariamente hasta que el material pide avanzar a las fases de corrección. —ECP: Esa trama del desborde que al expresarla la significa ya se preanunciaba en tu anterior libro, Las calles nevadas: ¿Qué buscaste poner en riesgo en ambos libros? —DLG: Ambos libros tienen muchos puntos en común. De alguna manera cuando el campo de pruebas de Las calles nevadas se agota, empieza el recorrido de Siluetas. La atmósfera de un occidente perdido en ruinas y en las ruinas de su lenguaje buscaba un punto de tensión extremo en Las calles nevadas, mientras que Siluetas, de un modo más amable, menos combativo, arriesga a trabajar con y desde la propia trama de la decadencia. Los sujetos quedan expuestos sin espacio para crítica. Y entonces los riesgos son los propios de aquello que se sale del marco totalitario, de aquello que se asume como desplazamiento. La continuidad de un libro a otro se da en la necesidad de problematizar el detalle de ciertas construcciones de pensamiento, y por lo tanto de la lengua, que nos definen y nos conducen, aunque nos guste más creer que tenemos el control. Si nos salimos un poco, nos damos cuenta de que muchas veces no somos más que malos actores repitiendo diálogos tontos, temerosos de perder un encanto que no existe. —ECP: ¿Qué tipo de poesía influyó o resultó decisiva en tu producción? ¿Con qué autores te parece que entra en diálogo tu propuesta? —DLG: Creo que toda lectura va sumando a las influencias, no solo las de poesía y no solo las que nos gustan. Por suerte he aprendido a leer más allá del gusto, a encontrar cosas interesantes en diversas propuestas de escritura y valorarlas. Hay autores que te hacen sentir que te gustaría haber sido vos quien escribiera eso, como una forma de deslumbramiento. De estos puedo nombrarte en nuestra lengua a Daniel Freidemberg, a Mario Arteca, a Maurizio Medo, a Anahí Mallol, a Tamara Kamenszain. Seguramente haya otros más, pero esos van al estante de los fundamentales. —ECP: ¿Qué cualidades que apreciás en un poeta tratás de cultivar?
—DLG: Tomando de la pregunta lo que corresponde a la obra, te diría que siempre aprecio el riesgo. Cuando abro un libro de poesía quiero encontrarme con el riesgo desde la primera página, con algo que parezca no cerrar del todo, con algo que me obligue a volver a leer. —ECP: ¿En qué cosas creías cuando empezaste a escribir poesía? ¿En qué seguís creyendo? —DLG: Interesante para pensarlo. Creía en la producción independiente, en la circulación de mano en mano, underground diría si trajera ese concepto desde la música. He tratado de que esa desprolijidad necesaria se mantuviera. Aunque no fuera en las ediciones, porque tuve la suerte de editar con sellos que producen objetos muy bellos, que el texto conservara algo de aquel espíritu. —ECP: T. S. Eliot dice en alguna parte que ningún poeta honesto puede sentirse verdaderamente seguro de lo que ha escrito. ¿Estás de acuerdo con esta aseveración? —DLG: Totalmente. No me gusta escribir para encontrar seguridad, no apelo a producir una obra de exhibición que gane aplausos. Una obra segura de sí misma sería aquella que pacta con el lenguaje de moda, con lo que el mercado hace entrar fácilmente en el consumo. La inseguridad, así entiendo la idea de Eliot, tiene que ver con esa parte de la escritura que excede al dominio del autor y que posiblemente sea lo esencial. —ECP: ¿De qué es capaz la poesía? —DLG: De existir sin tener que dar explicaciones. Y eso no es poco.
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Entrevista realizada por LIDIA ROCHA Pisar la propia sombra Alberto Cisnero (La Matanza, 1975) es autor de una cantidad considerable de obras, prácticamente todas publicadas por la editorial Barnacle: El límite de la materia (reeditado en 2015), Tagsales (2013), Adiós y hasta pronto (2013), El movimiento obrero granizado (2014), Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes (2015), Drugstore (2015), Ajab (2016), Oquei, gracias (2017), Las casas (2018), Forma parte de mi guerra (2019), Akata mikuy (2020), Media hora con el autor (2021) y Los dados de la muerte (2021). Centramos esta entrevista sobre todo en su antepenúltimo libro Akata mikuy. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Para comenzar, hablemos del título del libro. ¿Qué significa Akata mikuy? —ALBERTO CISNERO: Es quichua, significa “comé mierda” o “comé aca”. Mis padres son quichuistas, hablantes de esa lengua. Es una frase que escuché muchas veces cuando se le solicitaba a alguien que hiciera algo que no quería hacer; entonces, el que se negaba, la usaba en vez de decir “déjame de embromar” “o no lo pienso hacer” o “preferiría no hacerlo, hacelo vos”. Ese desplante verbal, esa acritud del lenguaje, es la intención que aúna estos poemas. —ECP: Con esta actitud entrás en una reflexión sobre la escritura. —AC: Hay un regodeo en las palabras en sí, una búsqueda de la musicalidad de aquellas voces de la infancia. Reminiscencias. Escribir es pisar la propia sombra. Creo que siempre estamos sobre estos andariveles cuando nos sentamos delante del cuadernito. Es como intentar abrir y cerrar algo en la oscuridad. No sé si la escritura logra mostrarnos alguna variable, algún camino, tampoco es una instancia de salvación. Para ello el ejército de salvación, que ofrece otros muchos elementos de segunda mano. —ECP: El lenguaje en el que están escritos estos poemas tiene algo de esta herencia quichuista, pero también diferentes variedades del castellano, que mezcla lo arcaico, con lo culto y lo popular. —AC: Soy hijo del pueblo, hijo de un obrero de la construcción y de una trabajadora que limpiaba en casas ajenas. Esa es la primera variable. Y nací en el más profundo conurbano. Virrey del Pino, kilómetro 39, Ruta 3, partido de La Matanza, Buenos Aires. Eso es lo principal. Construyo los poemas a la vieja usanza. Cultor del Siglo de Oro Español y de toda la variable vernácula del rock y del heavy metal en particular. Las rupturas del idioma. El castellano entre el que me crié, el que se hablaba en mi casa no respondía a las ortodoxias de la lengua española, era un castellano intervenido. Dos personas oriundas del interior del país, de Santa Fe al norte y de Santiago del Estero, inmersos en un esquema suburbano, algo tenía que ocurrirles con ese castellano; trato de volver a captar esos crujidos iniciales. Por otro lado, me gustan las palabras, y en eso casi sin quererlo uno se torna borgeano. Borges supo decir: “Si suena bien, está bien”. Así que buscamos que ello suceda, para nosotros, al menos. Se trata de sonidos que ahora no están. Y no son menos íntimos que un sueño imposible, perdido para siempre. O que una piedra en la tierra. Trabajamos sobre recuerdos, evocaciones, con algo que ya es imposible de plasmar, de aplastar con tinta sobre el papel. —ECP: ¿Escribís de verdad en “cuadernitos”? —AC: Sí, soy de la vieja escuela. Primero las versiones manuscritas. Innúmeras versiones manuscritas. Después viene el proceso de pasarlo a la computadora, a un archivo de Word. Generalmente sobreviene un periodo de tres años hasta que regreso a las versiones digitales y las saqueo sin culpa, antes de darlo a la imprenta. —ECP: Hay un lenguaje que te une a los libros anteriores, algo que continúa en tu decir. —AC: Escribí estos poemas en 2018, es decir, fueron escritos por una persona que ya no soy. Ya no sé cómo se llama el hombre que escribió esas patrañas. Los poemas incluidos en Akata mikuy son breves. Las casas, por ejemplo, es un libro extenso, de ciento tres poemas, que se fue convirtiendo en un libro familiar. Mi apellido materno es Casas. Forma parte de mi guerra contiene poemas largos. Las temáticas no varían. El título proviene de un verso: «confiamos en las palabras en la oscuridad de la vida / forma parte de mi guerra». Un arte poética, por caso. Su escritura estuvo atravesada por situaciones políticas concretas: la derrota electoral del gobierno popular que hasta entonces gobernaba y que había posibilitado, en mi experiencia personal y colectiva, cosas que no habían ocurrido hasta entonces; detalles: que mis padres tuvieran obra social por primera vez en sus vidas. El libro concluye el mismo día del triunfo electoral del infame Mauricio Macri. También hay alusiones al proceso de disolución que aconteció en el país desde el final del menemato hasta la definitiva ruptura del esquema de convivencia social pacífico en el 2001. Formo parte de la generación que salió a cortar las rutas, de una militancia concreta en la calle, en distintas organizaciones políticas, sociales y gremiales que integré. Y desde donde pasamos a la acción directa. Tampoco había opciones. No hago de esto una épica, sino que trato de dar cuenta de tales situaciones; nadie lo va a hacer por mí. —ECP: ¿Dónde estabas en los levantamientos del año uno del siglo?, interpelás. Vos eras un joven de 19 o 20 años en el año uno del siglo. —AC: Sí, soy clase 75. Y continué vivo gracias a la soja transgénica. Durante mucho tiempo nos alimentamos con granos de soja transgénica, un balde semanal de cinco kilos por grupo familiar. No rehúyo de mi pertenencia. No me vas a ver subiendo selfies en las redes sociales tras, o durante una manifestación porque las manos las voy a tener ocupadas arrojando piedras. Mi padre solía decir, cuando alguien estaba medianamente bien, moderadamente sobrio, “está recuperado por la sociedad”. No podría decir eso acerca de mí. Es una interrogación generacional. Generalmente me reúno con otros que han vivido lo mismo que yo, que equivale a decir, que han bebido como uno. Cuando le preguntaba a mi papá por qué aceptaba ser delegado de obra, sufrió violencia a partir de ello, respondía: “Porque alguien tenía que hablar”. Y le preguntaba: “Por qué vos”. “Porque todos comíamos parecido”. Si nos vamos a juntar, juntémonos y cantemos. Mis mejores amigos no son poetas. —ECP: ¿Por eso le cantás «a lo que tenés de débil y de inadaptado»? —AC: Es probable, sí. Y es lo que tengo más a mano. Y al bueno de Walt Whitman. —ECP: Como cuando decís «Voy a cantar mi propia canción canalla y popular». —AC: Son aquellas canciones del pueblo. Adán y Los Dados Negros. Pegadizas. Algunas tribuneras, como ‘La plantita’, ‘Ay negrita’, ‘Tarjetita de invitación’. En su momento me fueron próximas, de la misma manera que Piazzolla o el jazz. —ECP: ¿Cómo llegó a vos la literatura? —AC: Mi padre nos obsequiaba libros los viernes o los sábados, eran sus días de cobro. Trabajaba mayormente en negro. Nos compraba libros usados en la feria de Primera Junta. Libros que nunca leyó, que no desentrañó. Él sólo leyó un libro: Martín Fierro. Era su libro, lo sabía de memoria. Improvisaban payadas con un tío a partir del poema. Entonces compraba libros de los que siempre traía una referencia. Hasta el día de hoy recuerdo esos momentos; aún conservo en la biblioteca el ejemplar de Moby Dick de la editorial Sopena que me dio. Tenía once años y le dije: “¿Qué es?”. “Es la historia de un hombre que persigue a una ballena”. No conforme con eso, agregó: “Y para que conozcas el mar”. Una enunciación del mundo. Y antes de lo libresco, lo vital, la literatura oral. Cuando pedíamos un cuento, nos narraban anécdotas de la vida rural. Geórgicas. Personas que ellos conocieron y que para nosotros pasaron a la pequeña mitología familiar. Y también a partir de los discos que se escuchaban en casa, de la poesía que tiene el chamamé, que era el género recurrente. Incluso aquellos chamamés que no tienen letra, tienen glosa, que es una introducción recitada sobre un tema en particular y concluye con un remate que incita al júbilo que supone el sapukay. Tuve la suerte de tener un buen profesor de música en mi escuela primaria. Alberto Bernal, quiero traer su nombre en esta noche de abril. Lo recuerdo. Fueron las primeras noticias que tuve de la obra de Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, el Chango Rodríguez (su ‘Vidala de la copla’, todavía podría cantarla). Y luego el rock, el heavy y el trash metal. Es decir, siempre estuvimos entre la rispidez y la posibilidad de las palabras. Nos basta una mesa, una silla, pluma, tinta y papel. Y que las palabras no giren como la tierra.
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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