Entrevista realizada por IGNACIO BORGOÑÓS «Escribir un libro es dejar en la Tierra una vela encendida» Premio Torrente Ballester 2019 Hace ya bastante tiempo que el nombre de Miguel Sánchez Robles (Caravaca de la Cruz, 1957) es todo un clásico en el palmarés de los premios literarios más afamados de novela, cuento y poesía. Este escritor incombustible cada vez afila más el colmillo y sus textos son más desgarradores, más profundos, más existenciales. Cuando lees un poema de Miguel parece que alberga cuanto otros dirían en las trescientas o cuatrocientas páginas de una novela, cuando lees una novela de Miguel parece que todas aquellas páginas son poesía. Ese es el encanto de un tipo capaz de haber creado un estilo propio, un estilo acertado que sabe tocar el alma de los lectores, acariciarla, incluso jugar durante un tiempo con ella, para luego dejarla allí, por los suelos, condolida, cegada por la luz de la razón; un alma ya de por siempre triste y contenta a la vez, reflejo de la vida que todos intentamos explicar pero que ninguno lo consigue. Su humildad fascina, cualquier otro con la mitad de los premios que él ha ganado estaría postulándose para dar clases en Berkeley, hablaría ex cátedra o miraría con desprecio al resto de escritores de su tiempo. Sin embargo, Sánchez Robles va a lo suyo, premio a premio, sin quebraderos de cabeza por llegar a publicar en Alfaguara o alzarse con el Planeta, cuestión que por otro lado proporciona cierta tranquilidad. Jubilado ya de la Enseñanza, se contenta con escribir a diario, que es probablemente el mayor regalo que le ha dado la vida y, para sus incondicionales, que siga haciéndolo es como que la existencia decidiera besarte en la boca. Nada tiene que envidiar a los grandes, él ya es uno de ellos. Y si me apuran, podríamos estar ante el mejor escritor español vivo. ¿No me creen? Que el más pintado se presente a un premio literario —eso sí, de los limpios— donde también lo haga Miguel. Mis condolencias, porque no tendrá ninguna posibilidad ante este caravaqueño que ahora nos presenta su última novela, Algo pasa en el mundo, premiada, como no podría ser de otra forma, esta vez con el Torrente Ballester 2019. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué demonios pasa en el mundo, Miguel? —MIGUEL SÁNCHEZ ROBLES: Que la humanidad se ha enamorado de que lo fácil calme su cerebro y fuera de internet todo ha comenzado a oxidarse. El mundo se ha convertido de pronto en un delirio y cada día parece funcionar más como una vieja máquina de desgranar panizo. Quien haya visto trabajar alguna entenderá mejor lo que digo. Se ha acelerado en su metabolismo y ha desbordado a la ficción, casi ha conseguido hacerla ya superflua. Muchas de las cosas que en él suceden son demasiado esperpénticas y demasiado complejas a la vez, un engrudo difícil de tragar. Pero también está lleno de retos y de motivos para fundar nuevas esperanzas que sustituyan a las promesas caducadas. En ese sentido, comparto estas palabras de Paul Auster: «Lo que realmente asombra no es que todo esté derrumbado, sino la gran cantidad de cosas que siguen en pie». Es apasionante lo que va a suceder en las próximas décadas, aunque existan muchos peligros latentes, mucho temor y un riesgo enorme de que todo puede ir a peor. A mí me asusta la posibilidad de esa muerte del pensamiento que se ve venir y esa desconsideración a la dignidad humana que conlleva, el apayasamiento de lo trascendente y el auge del oprobio y de la bobería de los que hablaba Borges. Pero también sé que el ser humano, en situaciones así, casi siempre ha tenido valor de hacer algo nuevo por la vida. Ese es el tema: Hacer algo bueno y nuevo por la vida. Se podría empezar por una lista de cosas, de “propósitos de enmienda”, por ejemplo, pero creo que ni siquiera esa ingenua y básica idea exista en la cabeza de nadie porque todo parece estar en shock. A veces pienso que el mundo es una especie de castillo de naipes o de torre de copas de cristal tan delicada y tan enormemente frágil que los ministros, los presidentes, los asesores y los reyes no pueden en realidad hacer otra cosa más que darnos la mano y sonreír. Y otras veces pienso que el mundo es hermosísimo y su idiotez atractiva. —ECP: El personaje principal de Algo pasa en el mundo es un tipo muy quemado, con la angustia vital a flor de piel. Pero resulta que el protagonista de cualquiera de tus cuentos también es así, la voz de tu poesía igualmente. Todos esos seres quieren expresar algo que los quiebra por dentro. ¿De qué se trata? —MSR: Bueno, esta pregunta es de nota. Requeriría la ayuda de un gabinete multidisciplinar de psiquiatras y filósofos, y tal vez de algún oftalmólogo. Responder a eso es muy difícil. ¿De qué se trata? ¿Qué nos quiebra por dentro? Yo creo que la vida misma a veces nos quiebra como a un fémur. Casi todos tenemos experiencias humanas en las que sentimos esa quiebra, incluso casi podemos notar en el alma ese sonido con que se parten un hueso o una rama en el momento mismo de un desengaño o una desgracia. Tarde o temprano todos llegamos a esa zona en donde no hay respuestas o a ese día en que nos damos cuenta de que casi todos los pájaros que había en nuestra cabeza se han ido para siempre. Unos llegan antes y otros después. El protagonista de mi novela llega muy pronto. El libro es también una confesión sobre ese “porqué”, como cuando alguien muere muy joven y llega al Cielo y se ve impelido a preguntarle al primer ángel que encuentra o a Dios en esos tres segundos que dicen que tendremos para hablar con él: “¿Por qué tan pronto?”. En la novela existe una minuciosidad escrupulosa y lírica sobre ese “tan pronto”, y sobre qué le ha llevado a Manu a ser así, a pensar así, a comportarse así, a amar así a quienes también están rotos como él y como Marta. Pero en esa actitud personal y salvífica de poder expresarlo hay también una gran dosis de trascendencia, de placer, de alcanzar la belleza del pensamiento, porque tal vez nunca tendremos la posibilidad ni de hacerle esa pregunta a Dios ni de escuchar la respuesta. En la cita inicial de Benedetti ya queda clara esa intención: «Nunca pensé que en la felicidad hubiese tanta tristeza». Es legítimo que las personas que son dañadas por la vida dejen testimonio de su herida. La Literatura es también eso, sobre todo eso. Esa vocación de redención y de ajustar cuentas con la realidad es muchas veces lo que lleva a alguien a la poesía, a la fotografía, al arte mismo. Mis personajes generalmente forman parte de esa humanidad herida por el amor y la vida, pero también hay en ellos un sentimiento de gratitud por la existencia, una infinita ternura, un deseo de no irse del mundo, de seguir en la Tierra. —ECP: En esta novela hay mucha nostalgia, hay dolor, pero también una cierta complacencia en haber vivido al menos una infancia y adolescencia donde todo era distinto, esperanzador, “auténtico” tal vez. ¿Qué hemos perdido? ¿De qué nos hemos dado cuenta? —MSR: Aunque no seamos conscientes de ello, hemos sido suficientemente felices y hemos visto y aprendido demasiadas cosas. Nos hemos dado cuenta de todo. Y aunque nos hagamos “el tonto” viendo series sin parar y echando horas y horas delante de un videojuego, también todos sabemos que podríamos vivir aún de otra manera más auténtica, más intensa, más propia. La infancia y la adolescencia están llenas de intensidad. Hasta los espacios parecen mucho más amplios y llenos de matices. Y eso produce mucha nostalgia después. Yo siento cómo mucha gente adulta huye de la intensidad. Lo noto. Cada día se huye más, cada día somos como más “apócrifos”, casi vicarios de nosotros mismos. Quiero comprender ese fenómeno y a veces creo que escribo y leo para eso. Hay una cita de Gabriel Ferrater que usé en uno de mis libros de poesía que responde también a esa realidad: «Éramos el recuerdo que tenemos ahora. Héroes impacientes para la fe sumisa del después». «La humanidad está enamorada de que lo fácil calme su cerebro y fuera de internet el mundo entero ha comenzado a oxidarse» —ECP: Eres poeta, autor de relatos, ensayista y novelista. Cultivas todos estos géneros con éxito porque ahí está el aval de los premios. En una entrevista concedida a un diario regional en 2006 dijiste que «Los premios literarios son la forma más digna de publicar». ¿Podrías incidir en eso? ¿Por qué no te interesan las grandes editoriales? —No he dicho nunca que no me interesen las grandes editoriales, lo que ocurre es que el proceso para llegar a ellas está lleno de trampas y requiere muchísimo hastío. En cierto sentido tienes que ser genuflexo y perder mucho tiempo en las genuflexiones. Tienes que venderte bien a ti mismo y para venderte tienes que servir, buscar trampolines, tocar las teclas y los timbres adecuados, saber muy bien el teléfono al que tienes que llamar, adular al que lo descuelga... Yo ni siquiera me he preocupado en saber dónde están esas puertas ni esos teléfonos. Ese es un mundo puramente materialista y venal en el que la suerte y el oportunismo son factores decisivos. Hubiera podido dedicar tiempo y esfuerzos para intentar llegar a ellas, pero he preferido emplear ese tiempo en escribir lo que me ha salido... “del alma”, en nadar, hacer bicicleta, viajar, leer, dar clase a alumnos llenos de vida que me han contagiado su vitalidad y me han ayudado a seguir siendo joven. Si quieres poder hacer todo eso, tienes que renunciar a cosas e invertir tiempo en la tarea requerida para “llegar ahí”, tiempo en hablar con gente que después tiene que hablar con otra gente que después tiene que hablar con más gente, como esos abogados de las películas norteamericanas que siempre tienen problemas y hablan de ellos con otros abogados que después tienen que hablar con más abogados y así sucesivamente. Además, creo que ya da igual, hoy en día unos libros sepultan a otros libros en muy pocas semanas, es todo demasiado voraz y comercial, ya no es tan “sagrado” ese prestigio. Las “grandes editoriales” a las que te refieres se mueven por unos objetivos y unos códigos que cada vez tienen menos que ver con la auténtica Literatura y más con la industria del entretenimiento y la publicidad. Yo he publicado casi toda mi obra a través de relevantes premios literarios y mis libros están ahí como puedan estar muchos de los otros, formando parte del mismo montón, del mismo olvido. A veces me escribe gente de Sudamérica o del algún lugar de España, incluso de librerías, preguntando cómo pueden hacerse de algunas de mis obras ya descatalogadas como La tristeza del barro o Corazones de cordero porque una persona “puntual” que tú no conoces de nada está interesada en leerlos, y eso me gusta, que alguien busque un libro tuyo que nadie ha intentado meterle con calzador o venderle con técnicas de marketing. Puede parecer poco, pero alienta porque es sincero y humilde está muy alejado de la voracidad del mercado. —ECP: En tu última novela dices que «Nuestras biografías son auténticas, pero nuestras vidas están empezando a ser falsas». ¿Qué nos ocurre? —MSR: Ocurre que «los ojos de los demás son nuestras prisiones y sus pensamientos nuestras jaulas», como dice Virginia Wolf. Y también ocurre que nos acostumbramos a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad, como postula en sus libros Milan Kundera. Esto, si lo pensamos bien, tiene mucho que ver con los efectos colaterales que están produciendo en nosotros las redes sociales y la globalización, lo amplifican. Y también ocurre que cuanto más avanzamos en la tecnología más parece devorarnos la Nada. Esto lo digo yo, lo escribí en un ensayo y está muy relacionado también con tu pregunta. «Pero no es lo más triste. No ser es lo más triste» escribí también en esa obra. —ECP: ¿Nos tenemos que reconciliar con nosotros mismos como género humano o ya no tenemos remedio? —MSR: Tenemos remedio, por supuesto. Tenemos más remedio que nunca porque tenemos más medios y más elementos de conciencia que nunca. Lo que no tenemos es la actitud, por eso de estar enamorados de lo fácil, de lo masivo, de lo gregario, y porque nos sentimos como perdidos dentro de un gallinero, de una inmensa granja. Necesitamos nuevas constelaciones de sentido. Necesitamos incluso silencio. Necesitamos pensar por nosotros mismos. A veces oyes hablar en la televisión a gente que no para de hacerlo, hay demasiada gente que no para de hacerlo, y te das cuenta de que hay algo terriblemente equivocado en todo lo que dicen, terriblemente mimético, vacío, trasnochado. Hay que parar esa locomotora “verborreica”, despejar esa niebla para tratar de ver bien a dónde pijo vamos antes de que la oscuridad pueda llegar a borrarnos todos los caminos. —ECP: ¿Y tú qué lees, Miguel? Porque tus cuentos y novelas no tienen una estructura usual y se nota que has querido romper con lo estandarizado. Yo creo que hasta te aburre leer y por eso exploras caminos propios. —MSR: Me cuesta mucho trabajo que me guste una novela “convencional”, que me conmueva un libro o una película o una serie. Pero a veces encuentro algo que me fascina, que te llena de enjundia, que te revela una verdad que no habías visto nunca. El otro día vi Esperando a Godot en Youtube de un ESTUDIO 1 en blanco y negro de hace más de cuarenta años y me pareció magistral, me quedé embobado. Sin embargo, esa obra la vi una vez en Madrid no hace mucho tiempo y no fue lo mismo, tenía un “sesgo guay”, uno de los personajes iba en calzoncillos y los actores abusaban de un histrionismo innecesario. Ese “sesgo guay” lo tienen ahora muchas obras de arte y mucha poesía y mucha pintura y mucha prosa y casi todo lo que sale por televisión. No puedo evitarlo, en cuanto lo detecto soy incapaz de seguir prestando atención. No es un prejuicio, es más bien un déjà vu. Siento que se están “quedando conmigo”, que me están vendiendo algo que no quiero comprar o que me están repartiendo un alimento sin sabor ni sustancia. En ese sentido soy tal vez exigente, lo reconozco, pero a veces encuentro pequeños tesoros en libros y películas magníficas que te ayudan a ampliar el diámetro de tus pensamientos. —ECP: ¿Has contado los premios literarios que has conseguido? —MSR: No. Nunca. No llevo esa cuenta porque tampoco lo tengo como un ranking o algo así. Soy anti-ranking. Tengo un amigo que se considera a sí mismo el «mayor anti-autovías del mundo». Es un placer beber vino y hablar con él de eso. Te lo explica y casi te convence. Nos partimos de risa. Pues en ese mismo sentido yo soy anti-ranking, anti los diez mejores libros del siglo, anti los diez mejores goles de cabeza, anti los diez mejores lo que sea. «La lectura y la escritura son también una expedición a la luz» —ECP: Leyendo tus poemarios La sucia piel del mundo o El destrozado cielo de los charcos se aprecia un caos latente. ¿Cómo hacemos para construir? ¿En dónde buscarías tú la luz? O es que «Seguir es mi única esperanza», como dijo Claudio Rodríguez en su ya mítico Don de la ebriedad.
—MSR: La claridad y la luz están en muchas cosas, Ignacio. Además de ser un don y de bajar siempre del cielo, como dijo también Claudio Rodríguez, yo personalmente encuentro mucha de esa luz y de esa claridad necesaria para no perderse en la vida, en la poesía y en la Naturaleza, incluso en el amor. En ese sentido soy fan del Universo. Hay dos universos, el universo de lo pequeño y el universo de lo grande, como se explica en el cuento de ficción sobre Dios que tiene que escribir Manu en la cárcel en Algo pasa en el mundo. Yo soy fan de los dos. Y lo que más me asombra es que exista esa luz y que vaya de una punta a otra de ambos. Los buenos libros tratan de acercarse un poco a esa omnisciencia mística que hay en la luz. No se puede construir nada sin luz. La lectura y la escritura son también una expedición a la luz. Escribir un libro es dejar en la Tierra una vela encendida. —ECP: El futuro era esto: Telecinco, Instagram, muchachas con jerséis enormes y zapatos con plataforma; Vaquerizo y toda esa tropa de tipos que ya no se quieren parecer a Steve McQueen, sino a ese rapero llamado Bad Bunny. ¿Hay tristeza en el hecho que la gente se mienta a sí misma? —MSR: Todos nos mentimos muy bien a nosotros mismos. Nos enseñan desde pequeños a hacer eso. No sé quién dijo que la verdad pura en la vida real no sirve para nada, pero iba encaminado. Sí, el futuro era esto, pero también hay que pensar que podría haber sido peor. Desde luego, el pasado no era tampoco ningún paraíso que digamos. Y las predicciones literarias que Huxley y Orwell hicieron eran mucho más terribles de lo que el mundo es hoy. Al menos ya no pasamos tanto frío en los pies. —ECP: Y para terminar, Miguel, te pregunto como al principio. ¿Qué demonios pasa en el mundo? —MSR: Para ser conciso, creo que decir eso de que «el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos» puede ser una buena respuesta.
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Entrevista realizada por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA SELVA DE NOSTALGIAS Y OTROS REMAKES Una entrevista en torno a su última novela: Remake
—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Por qué elegiste la cinta de Eisenstein para introducir en la novela ese juego de repeticiones y, en cierto modo, nostalgias que se configura como pauta dentro de Remake? ¿Se te pasó por la cabeza algún otro título cinematográfico antes de elegir este? —BRUNO GALINDO: Antes de contestar, si me permites, explico un poco el asunto para ayudar a quien no haya leído la novela: hay un director de cine en declive, que come de sus trabajos para una agencia, a quien se le encarga rodar un comercial para una agencia de seguros; durante el rodaje —en el que se simula la evacuación de un edificio— se le cuelan en el plano cuatro sujetos con un carrito de bebé que interpretan la famosa escena de la escalera Odessa y luego desaparecen. Contestándote, ahora sí, la pregunta: me interesaba esa escena de El acorazado Potemkin porque es icónica en varios niveles, al menos dos: el cinematográfico y el político. Representa una nostalgia revolucionaria que juega un papel importante en la novela. Pasé mucho tiempo pensando en otras escenas para contar lo que quería, y concluí que esta era perfecta. —ECP: Al leer tu novela, sentí en todo momento que tu acercamiento hacia la cultura del remake es esencialmente crítico, aunque no lo expreses de forma explícita y, a decir verdad, creo que esa es la mejor forma de aproximarse a una realidad que actualmente tiene lugar a nuestro alrededor. Siguiendo esta idea, ¿crees que estamos en un momento en el que la recuperación del pasado no es más que pura nostalgia, un bien de mercado más y que, con frecuencia, carece de un sentido crítico? —BG: Puede parecer que hay una crítica de la nostalgia y, en particular, de los fenómenos comerciales asociadas a esta, pero yo no estoy tan seguro de que la haya. Sátira sí. Es verdad: la novela habla con cierta frialdad sobre los ciclos de revival que nos hacen volver a apreciar lo de hace veinte años, pero ¿los crítica? Me interesa más el hecho redentor de volver atrás que decir: mira qué mal lo hacemos. Los años nos hacen más comprensivos emocionalmente y, si además, vivimos un panorama perturbador —nuestro mundo ya es una distopía—, recordar o incluso querer volver a vivir algo que nos hizo felices son cosas lógicas. Dicho lo cual —y aquí sí seré crítico— donde no hay que pasar ni una es en el uso político de la nostalgia, sobre todo —aunque no exclusivamente— si nos fijamos en la ultraderecha. —ECP: ¿Nos enredamos con todo el aliento retro y no conseguimos mirar hacia delante? —BG: A menudo sí. A mí me ha pasado mucho. —ECP: Por otra parte, ¿no crees que, en el campo cultural y artístico, ese recurrir al pasado no supone una reutilización de materiales que bien pudiera ser creativa de modo que se podrían alumbrar proyectos que, mirando hacia atrás, iluminaran el presente o bien trazaran nuevos caminos? ¿Hay excepciones? —BG: Sí lo creo. Ya lo creo. Pero tengo la impresión —y si es así, no debería pasar nada por admitirlo— de que en la cultura no se nos ocurren muchas cosas nuevas. Tal vez la vanguardia no está ahora mismo ahí sino, no sé, en la filosofía. O en la ciencia. —ECP: Pensemos ahora en algo diferente al remake, pero que está cerca de él y que, tal vez, tenga que ver con lo que te preguntaba antes y no sea más que enfocar la misma pregunta de otro modo, aunque abriéndose hacia otras ideas, aunque cayendo en el bucle... Si te paras a pensar, podemos ver el modo en que a lo largo de la historia siempre se ha remezclado o sampleado, por decirlo de alguna manera. Por ejemplo: ha habido etapas, momentos en que se ha recogido una serie de motivos culturales, literarios o artísticos y que generaciones posteriores los han adaptado, por llamarlo de alguna forma, a su cosmovisión, a su modo de enfocar la realidad. Lo hizo Jean Cocteau en Orfeo y así sucedía también en el Barroco que, sin ir más lejos, lo que hizo fue recuperar o adaptar tópicos que ya habían sido desarrollados en el Renacimiento, pura distorsión o mutación de elementos preexistentes. Y en el siglo veinte eso podría verse en el terreno musical quizás de forma mucho más evidente en la cultura del hip hop o en la música electrónica, e incluso en proyectos ambient como los de Leyland Kirby en The Caretaker. Por no hablar de las conexiones entre dadaísmo y situacionismo. O la propia recuperación del concepto de espectáculo de Debord o el de simulacro de Baudrillard en los últimos años (e incluso con la reciente recuperación de cuestiones como el concepto de control de William S. Burroughs a consecuencia del SARS-CoV-2). Y si miramos más atrás, el propio Séneca hizo una versión de Medea... ¿Encuentras en la literatura o en algún otro campo creativo contemporáneo ejemplos en los que se recuperen artefactos previamente realizados para darle a aquellos un giro y expresar nuevas realidades? ¿Crees que los ejemplos que he traído a colación no serían más que remakes, puras repeticiones de formas y conceptos? —BG: Igual que los personajes literarios antiguos o nuevos casi siempre terminan encajando en arquetipos, las historias también repiten los patrones que determinan nuestras vidas. Somos de pocas maneras y nos ocurre más o menos lo mismo; hasta lo diverso está pautado. Todo está en Ovidio. Luego todos tenemos una genética única e irrepetible, obviamente. La repetición está explorada en la literatura que repite (he mencionado a Fernández Mallo y a Pablo Katchadjian) y mi novela forma parte de ese loop. —ECP: Si te dan a elegir, ¿qué escoges: samplear o hacer remakes? —BG: Remakes, claro. Un remake lleva el sello del que lo hace y enriquece o empobrece lo anterior, pero le añade algo en todo caso. —ECP: ¿Por qué crees que la vida se ha convertido en un remake? ¿Qué necesidad tenemos de repetirnos, de volver a sentir igual que en otros momentos? —BG: La repetición está en nosotros desde Prometeo. Freud dedicó su vida a estudiar por qué volvemos a hacer aquello que hicimos, incluso lo que nuestros padres y madres hicieron, queramos o no. Hasta la juventud, que es original por naturaleza, es repetición. La tesis de la novela es que el futuro pinta mal, el presente también y entonces, ¿qué queda? Repetir lo que nos gusta tampoco está tan mal. Así las cosas, una buena combinación de repeticiones placenteras y de otras desconocidas me parece un buen plan. Recordemos al artista Wolf Vostell: «Son las cosas que no conocéis las que os cambiarán la vida». —ECP: Y siguiendo con lo anterior: ¿no resulta una forma barata o poco sugestiva, apenas sugerente e incluso cobarde la de afrontar la vida o la realidad en un continuum de reposiciones o repeticiones? O, sencillamente, ¿por qué crees que triunfa tanto en nuestra sociedad la pasión por los retrovisores? —BG: La predictibilidad tiene un valor positivo para la mayor parte de nosotros, muy poca gente se decantaría por lo que no conoce. El patrón que marca nuestro devenir es: que no pase nada fuera de mi control. El arte puede proponer una aventura y la irrupción de nuevas ideas que nos saquen de la repetición. Pero, en líneas generales, y aunque cualquiera negaría esto, no se le tiene mucha simpatía al arte. Solo en dosis homeopáticas. La nuestra es una sociedad llena de miedo. —ECP: ¿Llegamos a usar también el retrovisor en el amor? El protagonista de tu novela parece que lo hiciera. —BG: Sobre todo ahí. Varios personajes en Remake están en ello. Creo que todos nos preguntamos alguna vez por nuestras antiguas relaciones y fantaseamos con el “cómo sería ahora”, aunque sea para decirnos que no. Pero eso no quiere decir que no cometamos los mismos errores (y aciertos) en la siguiente relación. Todo el mundo tuvo algo con alguien que le gustaría haber hecho mejor, o tuvo algo que quiere repetir con otra persona bajo la ilusión de que esta vez sí será una buena experiencia. De eso, y de una fantasía capitalista diseñada para volver a ese lugar, va Remake. —ECP: Al leer tu libro no pude evitar recordar textos de Mark Fisher en Los fantasmas de mi vida. Incluso también algunas reflexiones de Simon Reynolds en el terreno musical, por ejemplo, en Retromanía. Ambos autores consideran que estamos en una etapa en la cual no se aporta nada nuevo y que solamente se repiten fórmulas anteriores. Así, el pasado se pone frente a nosotros como una forma espectral que, a veces, poco tiene que ver con nuestra propia realidad. ¿Qué opinión te merece esto? Y te lo pregunto, sobre todo, porque entiendo que Remake es partícipe de esas sensaciones, de esas reflexiones que están en la obra de Fisher o Reynolds aunque, en tu caso, desde una perspectiva completamente personal.
—BG: Leí Retromanía cuando apareció y es una referencia importante en esta novela. La teoría del fin de la historia de Fukuyama, pero en la música, ¿no? Aunque comparto las opiniones de Reynolds y de Fisher, hay que tener cuidado con esas afirmaciones, porque da la impresión de que uno sabe todo lo que se está haciendo. —ECP: En tu novela llegas a hablar de El hacedor (de Borges), Remake de Agustín Fernández Mallo, una revisitación de un cuento de Borges que, “gracias” a la intervención de María Kodama, fue incluso retirado de las librerías. ¿Consideras que en la literatura se hace difícil jugar con obras o elementos presentes en otras narraciones y emplear técnicas de apropiación y reescritura debido a que los posibles receptores, críticos, lectores, etc, se muestran contrarios a experimentos de ese tipo cuando, por ejemplo, en el terreno musical el sampler y la remezcla son algo más cotidiano y aceptado? ¿A qué crees que se debe? —BG: La literatura favorece ese juego; muchas veces casi lo exige. Otra cosa es que haya personajes sin sentido contemporáneo como María Kodama. Lamenté la retirada del libro de Agustín porque invisibilizó su trabajo, aunque por otro lado el litigio volvió legendaria la obra y al propio autor. ¡Quién tuviera un libro retirado! Por otro lado, la ignorancia de los procedimientos de la música es una de las pequeñas vergüenzas del mundo editorial; parece que en las editoriales nunca permea nada de lo que pasa en otros sectores, como la música o el cine. ¿Cómo es posible que no haya un mayor diálogo desde la parte industrial de todas esas artes? —ECP: ¿Qué tipo de literatura consideras, llegados a este punto, que es la que mejor define o traduce el tiempo que vivimos? ¿O crees que la literatura se ha quedado fuera de juego en una posible interpretación del mundo? —BG: Sucede algo curioso: la literatura parece un territorio cada vez menos relevante, mientras que las historias son cada vez más importantes para la sociedad. Si hablamos de literatura, el tono es de derrota; como decía Fogwill, ser escritor es haber fracasado en la vida. Pero si hablamos de narrativa, se abren las posibilidades en múltiples escenarios, y es obvio que me refiero al audiovisual. Hay que seguir en el libro, pero a la vez pensar en escribir —y en leer— en todos los lugares posibles. —ECP: ¿Cuál es en la actualidad tu percepción la realidad que nos rodea debido a los cambios que estamos experimentando en los últimos meses? ¿Ha cambiado mucho tu estado mental respecto a lo que pensabas o sentías anteriormente? —BG: Son tiempos de cuerda floja: si llevabas tiempo viviendo ahí, el presente no es particularmente catastrófico. En la escritura creativa, casi todo el mundo malvive. Conozco gente cuyo mundo se ha venido abajo y otra cuyo estado mental ha permanecido bastante estable. No ha cambiado mucho mi estado mental. Soy bastante positivo, dadas las circunstancias. —ECP: Antes hablábamos de retrovisores: pensemos en espejos sin más, no necesariamente de coches. ¿Consideras que nuestra sociedad se mira mucho en el espejo? ¿No se ha cansado todavía de hacerlo? —BG: Somos asombrosamente autorreferenciales. Ante cualquier cosa de la que nos estén hablando, ya estamos pensando “pues yo...”. —ECP: Y por hacer un poco de síntesis e ir concluyendo, ¿crees que el recuerdo o la nostalgia es (o podría convertirse en) el opio del pueblo? —BG: Ya lo es. Y es un buen opiáceo. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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