Entrevista realizada por ANTONIO MARÍN ALBALATE Un escritor con nombre Patricio Peñalver Ortega (Espinardo, Murcia, 1953) es periodista y escritor. Se inició en la década de los 80 como columnista y reportero del desaparecido Diario 16, continuando después con colaboraciones habituales en La Opinión, La Verdad, ABC, EFE, Onda Regional de Murcia, y la televisión autonómica Canal 7. Vinculando su trabajo profesional con dos de sus pasiones reconocidas, la cultura y el conocimiento, ha escrito crónicas, artículos, entrevistas y críticas. Ha hecho un especial seguimiento informativo durante más de 30 años del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión, entidad que le ha otorgado el premio Carburo de Oro (2009) y, en la modalidad de periodismo, el trofeo Pencho Cros (2015). Aún así, es la literatura, y su dedicación como escritor, la que concentra su interés. Ha publicado, hasta la fecha, siete libros: Una novela sin nombre (Nausícaä, 2000); El murmullo de las estaciones (Nausícaä, 2002); Tiempo de transición (Huerga & Fierro, 2013); La muerte del minotauro (Renacimiento, 2017); Personajes murcianos de fin de siglo (Tres Fronteras, 2021); ¡Apunten! ¡Fuego! ¡Viva la República! (Renacimiento, 2023) y Aunque parezca mi autobiografía tal vez sea la tuya (La Fea Burguesía, 2024). Al igual que el gran Pepe Hierro, Peñalver Ortega se deja caer en su bar favorito —bares, esos lugares— rodeado de rubias de salvaje espuma para, rugiéndole a la musa, sentir cómo cae su pensamiento, calamar hecho tinta de escritura sobre el absorbente papel de las servilletas. Da igual si hay gente o no. Patricio escribe y escribe. Y es que, para fortuna de sus lectores, no sabe hacer otra cosa. Conozco a Patricio desde el siglo pasado. Siempre vi en él a un tipo inteligente y cercano. Me precio de tenerle como amigo. Vaya por delante mi gratitud por haber pensado en mi persona para sus presentaciones cartageneras. Una en 2013, con motivo de Tiempo de transición, en la librería Ler y, la más reciente, en 2024 y en La Montaña Mágica, a propósito de su última obra, que ya es de todos, Aunque parezca mi autobiografía tal vez sea la tuya. El poeta y sin encargo amigo Juan de Dios García, sabiendo de mi querencia por el bueno de Patri, me invita a preparar una entrevista para publicarla en la estupenda revista virtual El coloquio de los perros. Vaya por delante mi gratitud a ambos amigos y sin encargo escritores. Ciertamente leída y anotada en sus márgenes esta Autobiografía, he sentido por momentos que viene a ser la mía. Aunque no tuviera yo un Dyane 6, sino un 600, por decir algo. Ni, desde luego, haya viajado en coche más allá de Albacete o Alicante. ¿Y qué más da? Viene a ser la mía por muchas similitudes, en cuanto a infancia se refiere y, sobre todo, por la música que suena en todas sus páginas. Leyendo este libro he pisado París, como Budapest, porque de alguna manera uno llega a sentirse protagonista de cuanto cuenta. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Según narras en tu Autobiografía, de un Dyane 6 pasaste a un Simca 1000. ¿Sobrevivieron al paso del tiempo? —PATRICIO PEÑALVER: Bueno, el único coche que tuve fue aquel Dyane 6 con el que siempre me sentí acoplado, lo compré de segunda mano en la concesionaria, tenía el morro pintado de negro, y fue como un amor a primera vista, nunca me fue infiel. Me sentía a bordo de un Pegaso en el que volaba sin sobresaltos de manera alada. Un verano de amores despechados mi amigo el escultor Pedro Noguera me sugirió la idea de viajar por Europa, sin rumbo fijo. Y aquel fue un viaje iniciático, yo sólo conocía el sur de Francia por una vendimia, y de pronto nos vimos por carreteras y autopistas recalando en ciudades y en lugares que nos atrapaban, como a Ulises, y que nos invitaban a interrumpir el viaje más de lo debido, por esos más de catorce países que transitamos; sólo teníamos un compromiso: visitar a un amigo de Pedro en el profundo sur italiano; nuestro amigo no estaba allí y fuimos a buscarlo hasta San Remo. Desde allí regresamos, como Ulises, a nuestra particular Ítaca. Después, ese Dyan me acompañó durante dos años por las carreteras de Blanca y Abarán, los martes, y Jumilla y Yecla, los jueves. Mi Dyan ya formaba parte de mi vida, también de mi vida amorosa. Una noche, con una amiga que nos mirábamos mucho, al salir de una discoteca, el Dyan tomó el camino del monte y desde ahí, contemplando abajo las luces de la ciudad como si fueran estrellas, sonaba y sonaba ‘Tubular bells’ de Mike Oldfield, hasta que se agotó la batería del coche. Con mi Dyan podría decir que «he visto cosas que vosotros no creeríais». Hasta que llegó una de esas etapas de ruina, en la que quedé sin un euro. Y ahí, en la puerta de mi casa, se quedó mucho tiempo. ¡Ay, mi santa madre lo que sufrió! Lo del Simca 1000, en realidad, era el coche de mi amigo José Luis, y con dos amigos más nos decidimos a recorrer en verano las fiestas del Norte, y pasamos de los San Fermines a las de la Romería de El Carmín de Asturias; del Festival de Ortigueira en la costa de Coruña hasta las fiestas de Bilbao. No sé si era difícil hacer el amor en un Simca 1000, en cambio sí puedo garantizar que era imposible dormir. —ECP: Me sonrío cuando en las primeras páginas de esta obra recuerdas al vecino aquel que sacaba la televisión a la calle (en aquellos tiempos no todo el mundo podía tener la cosa-visión esa) para que la viesen sus amigos. Algo parecido viví yo. El niño que fui se acuerda del primero del barrio que tuvo una tele; en verano la sacaba a la calle. Al principio de gratis. Luego, cuando vio que podía ser rentable, cobraba una peseta por persona, aun cuando la gente llevara su propia silla. Realmente aquello era lo más parecido a un mini cine. Hablando del séptimo arte, dices que sueles ver una película antes de acostarte. ¿Cuál es tu género preferido en esta materia? —PP: Recuerdo esa España sombría en blanco y negro, de la leche en polvo americana en los colegios públicos. En mi barriada ningún vecino pudo comprar un televisor, sí en otro barrio que llamábamos el de abajo, y sí recuerdo haber visto la televisión desde la puerta de alguna casa. El primer televisor de mi barrio llegó al Centro Social y los partidos de fútbol entre el Real Madrid-Barça eran apoteósicos, con alguna que otra bronca. Por esa época me inventé unos números de circo en el patio de mi casa y les cobraba dos reales a los vecinos. También recuerdo las verbenas improvisadas en mi calle, en la puerta de un emigrante que regresaba de Alemania y se había traído un tocadiscos, con aquellas canciones que recuerdo de «mi amor entero es de mi novia Popotitos» o «Marina, Marina, contigo me quiero casar». Mi relación con el cine viene de muy lejos, tal vez desde mis nueve años; junto a mi casa había un cine de verano que funcionaba desde mayo a octubre, con sesión doble, la primera película la volvían a repetir; aunque no había dinero para entrar cada día, se establecía una cierta connivencia con los porteros. Todas las noches asistía y cuando me quedaba dormido venía a recogerme mi padre. Con respecto a los géneros, siempre he sido muy heterodoxo, cuando comencé a ver aquellas magníficas del neorrealismo me quedé impresionado con aquella escena del padre y el hijo, cuando le roban la bicicleta, en aquella famosa película de Vittorio De Sica. En esa etapa mi padre tenía una bicicleta, que utilizaba para ir a trabajar, y que para él era como un Mercedes; después, más de una vez me la dejó para ir a la pedanía de Los Garres, con otros amigos, para ir a ligar. A pesar de que junto a un cine nos guardaban las bicicletas, yo siempre estaba preocupado por si le pasaba algo. La imagen del ladrón de bicicletas se me había grabado. Obviamente, he visto mucho cine de todos los géneros. Ahora, por ejemplo, vuelvo a ver películas de Ingmar Bergman y me vuelven a maravillar; lo mismo me pasa, de manera distinta, con Alfred Hitchcock. El cine francés de la nouvelle vague siempre me encantó. Desde siempre regresó una y otra vez a las fascinantes propuestas de François Truffaut. También me gusta el cine militante y reflexivo de Kean Loach, frente a esas cursilerías de las americanadas con esas gentes de grandes casas y de cochazos. Actualmente me siguen interesando mucho Andrei Tarkovski, Wim Wenders, David Lynch, Aki Kaurismäki o Paolo Sorrentino. Por supuesto que sigo el cine español: clásico y actual. Como te decía al principio, suelo ser muy heterodoxo con los géneros y, sí, suelo ver dos películas, casi todos los días. Por ejemplo, ayer volví a ver Noches blancas de Visconti y el otro día me acerqué a la filmoteca regional Paco Rabal de Murcia para ver el estreno del corto Coliflor, y otro dos más: Valores y Avería del director murciano Dany Campos, y me gustaron mucho, me sorprendieron. —ECP: Años cincuenta y sesenta, tiempos sombríos aquellos. Aun así, la infancia siempre se recuerda como una etapa donde todo está por descubrir; donde el asombro, ante cualquier cosa nueva, es constante. El niño que fuiste, tan hambriento de cultura, leía todo lo que caía en sus manos. Me gustaría preguntarte si fue el leer lo que te llevó, posteriormente, a disponer palabras en un papel. Dicho de otro modo: ¿cuándo sentiste la pulsión de escribir? —PP: No sé exactamente cuándo se produce exactamente esa pulsión y por qué me puse a escribir, lo que sí sé es que comencé a una edad muy prematura. Mi abuelo era belenista y las figuras para su transporte las liaba en papel de periódicos. Aún recuerdo la montaña de ABCs y las revistas Blanco y Negro almacenadas en una habitación; ahí me metía y hojeaba entre tantas páginas al azar. Después, leía todas las tardes en voz alta y mi abuelo me escuchaba y me corregía sonriendo. Cuando llegaban mis primos, que eran 6 años mayores, les decía que si no les daba vergüenza que un crío ya supiera leer. Lo cierto es que, al modo cervantino, yo tenía la costumbre de leer cualquier papel que me encontrara por la calle. Después me inicié con la lectura intensa de tebeos, en la papelería de Miguel de los Tebeos, de Espinardo, se podían cambiar varios por 20 o 30 céntimos de peseta. Más tarde, en la adolescencia, llegó la pasión de leer novelas y yo creo que más tarde llegó esa pulsión de escribir. —ECP: Música y palabras deben ir siempre de la mano. Eso creo. Luego está también la música de las palabras, cuando al escritor, ya con voz propia, se le reconoce por el sonido de su escritura. En este libro (como ya me advertiste) hay mucha música, de todos los géneros posibles. ¿Cómo definirías la música de tus palabras? —PP: No sé definir de manera precisa la musicalidad en lo que escribo, sin embargo, sí tengo muy claro que la música forma parte de todo lo que escribo. En casi todos los libros hay referencias musicales y en la autobiografía especialmente hay mucha. Al hacer un recorrido por casi toda mi vida, desde la niñez hasta la adolescencia, hago mención a las letras de muchas canciones de los guateques. Además, cuando escribo mis textos, suelo escuchar música. He escuchado tanto a David Bowie como a Lou Reed o las Variaciones Goldberg de Bach, que me concentran mucho y por momentos me inspiran. —ECP: ¿Qué es para ti la música y cuáles son tus géneros preferidos? —PP: Para mí la música es vida y no concibo la vida sin música. De adolescente quise ser músico y mis primeros dos trabajos laborales los perdí por cuestiones de horarios para ensayar. Mi vida giraba en torno a la música y a las chicas; era muy enamoradizo. Llegué a cantar en las fiestas de mi pueblo. No sé ni cómo me atreví al ‘Proud Mary’ de los Creedence Clearwater Revival. En lo que respecta a los géneros, soy muy heterodoxo. Dependiendo del momento lo mismo escucho clásica que jazz; rhythm and blues que rocanrol, algún que otro grupo indie o canción de autor. —ECP: ¿Qué supone el flamenco en tu vida? —PP: El flamenco es una forma de vivir, de sentir. Uno no sabe ni cómo ni por qué, de pronto se instalan esas enigmáticas cadencias musicales, y ese desgarro o alegría le pellizca el alma. La historia del flamenco se puede estudiar y escuchar, al margen de los directos. Hoy tienes, por suerte, casi todas las grabaciones en YouTube. Si uno se adentra en esa historia del flamenco, escuchando discos, leyendo libros, puede llegar tranquilamente, cada vez, a saber menos, o al modo socrático, concluir: «Sólo sé qué no sé nada». A esa conclusión llegué yo hace ya un tiempo. No me interesa, por lo general, lo que escriben los profesionales del flamenco, aunque sean necesarios. Prefiero olvidarme de las teorías y sentir de pronto una ráfaga de emoción durante una actuación o en la escucha de un disco que de manera azarosa te llegue a la mente, en mitad de la noche o recién levantado. A mí la chispa del flamenco me llegó de niño. Vivía en una barriada obrera, de perdedores, en la que convivían un grupo de gitanos. Y tengo un recuerdo muy nítido de aquellas hogueras para pasar el frío y de aquellos bailes y cantes al compás de las palmas en torno a las circunferencias de esos braseros, por tangos o bulerías. También recuerdo en aquel bar de Perico los calichazos de coñac y anís que se bebían los obreros, mientras en la máquina de discos se escuchaba a Juanito Valderrama, Rafael Farina, El Mejorano, Canalejas del Puerto Real o Antonio Molina. Así que, para mí, el flamenco siempre está ahí, de manera especial cuando tengo necesidad de escucharlo. —ECP: Según dijo Ramoncín, Francisco Umbral, a quien tú y yo admiramos, hoy seguramente estaría prohibido. ¿Lo crees así también? ¿Qué opinas de este tiempo tan políticamente correcto? —PP: Yo recuerdo aquellos tiempos del franquismo en el que se prohibía todo, obviamente menos ser franquista, fascista, falangista o nazi. Más de tres reunidos en la calle ya era manifestación ilegal y si repartías octavillas contra el régimen te podían caer como mínimo 18 meses de cárcel. De hecho, el Tribunal de Orden Público duró hasta el 4 de enero 1977. Y, efectivamente, recuerdo haber visto en algunos bares del barrio chino o en algunas barberías los famosos carteles de: “Se prohíbe cantar”. En estos tiempos políticamente correctos observo un serio macarreo en el lenguaje por parte de las fuerzas reaccionarias con la intención de confundir o deteriorar instituciones democráticas. Y de eso de la batalla cultural, ya no digo nada, entre bulos, difamaciones y reescrituras de la Historia. —ECP: Desde que Facebook entró en nuestras vidas, has utilizado esta red para ir posteando en tu muro, por entregas, tus obras. ¿Con qué fin lo haces? —PP: Sinceramente, para vender mi literatura, como pescado fresco, que es capaz de llegar al instante al otro lado del Atlántico. Gracias a este mecanismo he llegado a contactar con otros escritores y lectores. También para divertirme, a ratos intentando usar la ironía. Facebook es como una antigua corrala, y ahí puedes encontrar todo tipo de gente, cada uno con sus cosas y sus manías, que no tienen que ser menos importantes que las de uno. —ECP: Para aquellos lectores que aún no conozcan tu ya larga y consolidada obra, se me ocurre plantearte unas preguntas breves para sendas respuestas también breves o bravas, según veas tú. ¿Por qué Una novela sin nombre? —PP: Yo siempre utilizo la frase de Umbral: «Yo aquí he venido a hablar de mi libro». Cuando lo cierto es que no me gusta monologar sobre mis libros. Yo creo que Una novela sin nombre era una necesidad de explicar, a través de un profesor de instituto de Filosofía, en provincias, desde un punto de vista existencial, qué estaba pasando en ese fin del siglo que terminaba y en el nuevo milenio que nos llegaba. Recuerdo, por entonces, que un profesor ya mayor veía obscenidades en mis personajes en el trato entre profesores y alumnos y entre los diversos estudiantes. Ay, si viera esas relaciones ahora en 2024. Como nota curiosa te diré que fue la primera novela que publiqué, pero la tercera de las que ya tenía escritas. —ECP: ¿Cómo sucede El murmullo de las estaciones? —PP: Los libros para mí son como hijos. Y este ya se hizo mayor de edad y yo creo que hasta voló de mi casa. El murmullo de las estaciones fue la segunda novela publicada y aquí sí coincide en que fue la segunda novela que escribí. ¿Cómo sucedió? Como un ciclón, como un divertimento. Por cierto, un crítico de El Cultural la puso a parir. Recuerdo que el profesor Victorino Polo, que había estudiado con el crítico en Salamanca, una vez riendo me dijo: «¿pero tú le has violado a su hija?». Lo mejor llegó cuando unos días después un crítico del ABC la puso muy bien. —ECP: ¿Estamos todavía en Tiempo de transición? —PP: Bueno, visto con cierta distancia nos vendieron una Transición modélica. Obviamente, con aquella Ley de Amnistía del 1977 ya no se iban a investigar los cientos de miles de tropelías cometidas durante el franquismo. La transformación democrática de la sociedad la hicieron los trabajadores en las fábricas, los estudiantes y los jóvenes profesores, sin menospreciar a ciertos liberales o conservadores del régimen que intuían que había que pactar. Los militantes de la derecha democrática, por provincias, cabían en un taxi. Así que seguimos en Tiempo de transición. Desde el libro se cuenta de manera amable ese desencanto y me alegro que esta obra se haya estudiado en alguna Facultad de Derecho. —ECP: ¿Cómo es La muerte del minotauro? —PP: La muerte del minotauro narra los días de un torero español durante su campaña americana, de hotel en hotel, de país en país y de plaza en plaza. Él «mata las horas con la lectura de Cien años de soledad, mientras su chófer intenta escribir una novela y el mozo de espadas, siempre en busca de bares de ambiente, ignora que será secuestrado. En la trama también intervienen una cantaora, Lucía Vargas, con quien el torero había mantenido una relación amorosa; una cálida admiradora francesa y un compañero de ruedos, José Delgado, con quien el protagonista comparte una profunda enemistad. La acción se sitúa en Bogotá, en Colombia, pero también en Macondo. —ECP: ¿Qué Personajes murcianos de fin de siglo te han calado más hondo? —PP: Te he decir que, como profesional, me entregué a cada uno con la misma intensidad periodística. Tal vez los que más trabajo me dieron fueron los amigos, que, durante las entrevistas, entre copas y copas, se iban por las ramas y después tenía material para escribir, en vez de una página, un periódico entero. —ECP: ¡Apunten! ¡Fuego! ¡Viva la República! Un libro muy a tener en cuenta. ¿Cómo te imaginas a España de no haber triunfado aquel golpe de estado?
—PP: Lo peor fueron esas matanzas de miles y miles de republicanos en los primeros años de la posguerra, con juicios sumarísimos, y aquellos campos de concentración, el más cercano el de Albatera. Nos dejaron en el atraso unos cuarenta años con respecto a Europa y la mayoría de artistas e intelectuales y científicos tuvieron que abandonar El País. Ya con imaginarme que eso no habría pasado tengo bastante. Sin embargo, el tema da para escribir una gran ucronía. —ECP: Aunque parezca mi autobiografía tal vez sea la tuya es un libro que me ha enganchado de principio a fin. ¿Lo has pasado tan bien escribiéndolo como yo al leerlo? —PP: Lo pasé fenomenal, quería escribir un texto nada ampuloso con un estilo directo en el que primara el ritmo. Todas las tardes tomaba un café en el Zalacaín y, mientras tanto, iba pensado. Como ahí no podía escribir porque los amigos me entretenían, con lo ya pensado, y en cierto modo escrito ya en la cabeza, me iba al bar Ítaca y ahí escribía sobre un par de servilletas de papel que a la mañana siguiente pasaba al ordenador.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
Archivos
Diciembre 2024
Categorías
Todo
|