Entrevista realizada por FLORENTINA CELDRÁN Me reconozco maltrecha tras cerrar la última página de Quince llamadas perdidas (Algaida, 2020), la última obra del narrador vallisoletano Rubén Abella, que ha merecido el LV Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián al mejor libro de relatos en castellano. Ha sido una lectura impactante, recorrida con avidez. Buscaba una muestra de esperanza, hasta que paré y vi con claridad que la esperanza estaba todo el tiempo presente, que es la lucha de sus protagonistas, y recordé algunos de los mejores relatos que había leído hasta el momento. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿De dónde beben tus “quince llamadas”, Rubén? —RUBÉN ABELLA: Como el resto de mis ficciones, estos cuentos beben de tres fuentes principales: la memoria, la imaginación y el lenguaje. Sin memoria no hay nada. De ella forman parte mis experiencias, por supuesto, pero también las experiencias de los demás y lo que leo y lo que veo a mi alrededor y lo que me cuentan. La imaginación me permite convertir mis observaciones en historias posibles, que es la esencia de la narrativa. Y el lenguaje invita al lenguaje. A veces no sé lo que quiero contar hasta que lo escribo. —ECP: Confieso que en el momento en el que empecé a ver las conexiones entre los relatos la lectura se volvió aún más intensa. ¿Esa estructura es algo premeditado o va surgiendo y haciéndose necesaria con el desarrollo de las historias? —RA: Ambas cosas. La red de vasos comunicantes que sustenta el libro es fruto de la planificación y de lo que va surgiendo mientras escribo. Hay protagonistas que reaparecen como personajes secundarios en historias que no son las suyas. Hay hilos narrativos que se interrumpen para resurgir y resolverse varios cuentos más adelante. Hay acciones cuyos efectos se descubren en relatos distintos de aquellos en los que se llevan a cabo. Me parece que este tipo de estructura enriquece el conjunto. Lo convierte en un organismo vivo, dotado de una morfología interna que le proporciona cohesión, complejidad y, en última instancia, sentido. Yo no he inventado nada, que conste. Hace más de un siglo que Sherwood Anderson publicó Winesburg, Ohio, un libro de cuentos entrelazados al que debo mucho y que siempre me ha servido de inspiración. —ECP: En un momento como el actual, donde las ciudades están siendo cuestionadas, donde parece necesario un replanteamiento del modelo urbano, Madrid aparece con toda su potencia como parte de las historias. ¿Es la ciudad el mejor escenario para el fracaso, para la lucha? —RA: Siempre he vivido en ciudades, por lo que es el escenario que mejor conozco. Además, hay que tener en cuenta que para que una historia avance debe contener un conflicto, y eso —el conflicto— es algo que abunda en las urbes. Pero, por supuesto, puede darse también en otros lugares. Para ello sólo hacen falta dos seres humanos. A veces incluso con uno basta. Escribo esto último pensando en novelas como El desierto de los tártaros de Dino Buzzati o Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil Hrabal, ambas construidas alrededor de un solo personaje. —ECP: Todos los relatos son piezas preciosistas, pulidas, depuradas, donde no sobra nada. Creo que el trabajo de contención y de corrección es espectacular. ¿Qué importancia le das en el proceso creativo? —RA: Gracias. La corrección es para mí la fase más placentera de la escritura. La trama ya está tejida, con todo el trabajo que eso supone, y puedes dedicarte a pulir, a mimar los detalles, a iluminar conexiones dentro del texto que antes, cuando estabas ocupado levantando la historia, te pasaron desapercibidas. Además, me horroriza aburrir, lo que me lleva a ser contenido. Escribir es tender con el lenguaje un puente entre nuestra mente y los lectores, y las palabras de más debilitan la estructura. Cuando le preguntaban acerca de su uso del lenguaje, Miguel Delibes respondía que escribía con las palabras que son. Salvando las distancias, yo trato de hacer lo mismo. —ECP: En dos de tus novelas anteriores, California y Baruc en el río, el recuerdo era una pieza fundamental. En este libro el recuerdo vuelve a estar muy presente. ¿Hay temas que te obsesionan, que te persiguen? —RA: Varios. Uno, como bien dices, es la memoria. Me obsesiona hasta tal punto que le he dedicado tres novelas: las dos que mencionas y una tercera, Dice la sangre, aún inédita. La memoria es caprichosa y muy creativa. Rellena con material propio los huecos que deja el olvido —es aterrador pensar en la cantidad de cosas que olvidamos— y colorea a su gusto lo demás. Es también un mecanismo de defensa que nos protege, al menos en parte, del lado doloroso de la vida. Otros temas que me fascinan son la familia, el engaño, las desavenencias entre la realidad y el deseo, las relaciones de pareja y ese anhelo tan esquivo que llamamos felicidad. —ECP: Hay relatos contados a través de distintas miradas, distintas perspectivas. Todavía estoy digiriendo el impactante ‘Jackpot’. Otros relatos presentan una visión más intima... ¿Cómo prefieres la descripción, desde una mirada interior o desde miradas externas?
—RA: Depende de la historia y de la sensación que me interese transmitir con ella. Las voces narradoras en primera persona te susurran al oído. Suenan como la de un amigo contándote una confidencia en un rincón apartado de un bar. Las voces en tercera persona —y por lo tanto externas— son menos íntimas, pero te permiten decir cosas que quedan fuera del alcance de las miradas interiores. Al final, como todo en la vida, se trata de sopesar los pros y los contras. Quince llamadas perdidas es un laberinto de miradas que se cruzan. —ECP: Y el dolor y la lucha... ¿Crees que es más fácil conectar con los perdedores? —RA: En la famosa primera frase de Anna Karenina, Tolstói dice: «Todas las familias felices se asemejan; cada familia infeliz es infeliz a su modo». Como ser humano quiero ser feliz y, además, quiero rodearme de personas que también los son. Como escritor, sin embargo, la infelicidad me resulta mucho más interesante. ‘En la orilla’, uno de los cuentos del libro, tiene como protagonista a una anciana que hace inventario de su vida mientras las olas del mar la ahogan y su hija, su yerno y sus nietos la observan muertos de risa desde la playa. En ‘Maquetas’ un aficionado a las maquetas de barcos es testigo desde el balcón de cómo un hombre agrede a su novia. El dolor, la lucha, la frustración, los retos y los dilemas morales de los personajes generan en el lector empatía y ganas de saber cómo saldrán del atolladero. Esto es así desde Aristóteles. —ECP: En Ictus, otro de tus libros anteriores, el tema central era la búsqueda de la felicidad. ¿Tú dirías que ese es también el común denominador de las “llamadas”? —RA: Sin duda. Los protagonistas de Ictus se sienten decepcionados porque, pese a haber respetado las reglas del juego —las que nuestra sociedad impone— no encuentran el futuro prometido. Esas son las aguas movedizas en las que chapotean. Por su parte, los de Quince llamadas perdidas tratan de escapar del marasmo en que se han convertido sus vidas, una tela de araña hecha de errores propios y ajenos que amenaza con destruirlos. La grandeza de unos y otros reside en intentarlo, en no dejarse vencer por la corriente, en luchar a brazo partido para lograr que lo que son y lo que quieren ser coincida. ¿No es eso lo que hacemos todos? —ECP: En arquitectura la clave de bóveda es la pieza sobre la que se sostiene la estructura. En este libro que gira como un caleidoscopio ofreciendo distintas miradas, ¿nos hablas de tu clave de bóveda? —RA: Desde un punto de vista formal, la clave del libro es el cuento que mencionaste antes: ‘Jackpot’. Tiene cinco partes y es el número siete de los quince que tiene el libro. Se trata, por tanto, de una estructura redonda y simétrica, ideal para sostener un entramado narrativo. A nivel conceptual la clave sería el título del libro, que es también el de uno de los cuentos. En él, un adolescente despierta aterido a la orilla del río Manzanares después de pasar la noche drogándose y bailando en la sala La Riviera de Madrid. Al sacar el móvil del bolsillo, descubre quince llamadas perdidas de sus padres. Se va a casa a pie, pensando que el paseo le ayudará a entrar en calor y a prepararse para la bronca inminente. Al igual que esas llamadas paternas no contestadas, los cuentos del libro constituyen, a nivel simbólico, quince aldabonazos en la puerta de los lectores, quince timbrazos sin respuesta. —ECP: Al acabar una entrevista tendría que desearte suerte, pero estoy segura de que será así, como lo ha sido hasta ahora, y la prueba está en tus numerosos premios. Yo quiero darte las gracias por esta fotografía en gran angular sobre estas vidas pequeñas, que son una prueba de la grandeza de la lucha cotidiana. Y quiero meterte prisa, queremos otro libro de relatos o una nueva novela de Rubén Abella. —RA: Gracias a vosotros por prestar atención a mis ficciones.
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Entrevista realizada por ANTONIO MARÍN ALBALATE Vivir de alquiler Markel Hernández Pérez (Arrigorriaga, 1997) es graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y máster de Estudios Literarios y Teatrales por la Universidad de Granada. Ha colaborado con diversos grupos de teatro en Bilbao, Salamanca y Granada, y en las tres ciudades ha podido estrenar varios de sus textos dramáticos de pequeño formato: La noche de los sueños imposibles, Las voces pervertidas y Como si fuera una obra de teatro. También destaca en su microteatro la pieza Tabú: las cosas que nunca dijimos. En 2020 su obra Vivir de alquiler ganó el LV Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián en su modalidad de teatro en castellano, que acaba de ver la luz en la editorial Algaida. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Naciste el año en que a Dario Fo le concedieron el Premio Nobel de Literatura. Bonito año, por tanto. Markel, ¿qué ha supuesto para ti recibir este galardón Ciudad de San Sebastián? —MARKEL HERNÁNDEZ PÉREZ: Siempre me ha gustado esa coincidencia, aunque lo cierto es que no me interesa tanto el Fo dramaturgo (con siempre Franca Rame detrás) como el Fo actor, con toda la recuperación de la tradición de la comedia del arte que llevó a cabo. Recomiendo mucho su Manual mínimo del actor. El premio me ha ayudado a (paradójicamente) ayudar a pagar los gastos del alquiler. Fuera de eso, me ha permitido comprar todos los libros que quiera sin tener que cuidar su precio y, a la hora de crear, ha supuesto la satisfacción tan buscada durante largo tiempo, esa palmadita en la espalada que me dijera «sigue así, vas bien, no desistas». —ECP: Vivir de alquiler transcurre dentro de una casa. Una casa que, como leemos en “Nota sobre el espacio”, puede no serlo. El periodista Adri Fauro dice que «Vivir de alquiler es la historia de un silencio». ¿Qué papel juega el silencio en esta pieza? —MHP: Confieso que no valoré tanto el peso de este elemento hasta que otros leyeron la obra y lo señalaron como central; para mí sencillamente era una pieza más. El silencio es el motor de arranque. Es una criatura bicéfala: por un lado, está el silencio relacional entre los personajes; por otro, el silencio físico en la casa. Si se materializara, está claro que sería una bestia creciente, de escena a escena va naciendo desde los intersticios y termina por devorarlo todo a su paso. Hay que tener mucho cuidado con el silencio. —ECP: Esta historia de perdedores es un fiel reflejo del drama de los desahucios. Los bancos, amparados en las leyes de un sistema de capitalismo salvaje, se adueñan de quienes hipotecaron su vida y su casa tratando de seguir adelante en una sociedad cada vez más deshumanizada e insolidaria. ¿Qué habría que cambiar para que historias como la que cuentas dejaran de ser una realidad tan dramática? —MHP: No pienso que mi obra sea una historia de perdedores o, desde luego, no es eso lo que pretendía. ¿Por qué intentar sobrevivir al sistema actual es ya una batalla perdida? Hay muchas victorias en la vida cotidiana que ni el capitalismo puede arrebatar. La realidad de los desahucios es (y no hay otra palabra) una mierda. Incluso en la crisis de la pandemia se han llevado desahucios por todo el país, sin piedad pero con mascarilla. ¿Quién teme al coronavirus si tienes a la policía en la puerta de tu casa para sacarte de ella? La rueda ha seguido girando hasta que Podemos no exigió el cese de los desahucios hasta el fin del estado de alarma. Lo único que se podría hacer es que salga adelante de una vez la Ley de Vivienda. —ECP: ¿Cómo nace Vivir de alquiler en tu imaginación dramatúrgica? ¿Cómo la concibes teatralmente? —MHP: Empecé a escribir la obra cuando el casero de hace un año nos comunicó a los del piso que tendríamos que abandonarlo el próximo curso porque lo convertiría en un apartamento turístico. Esa imposibilidad de habitar el lugar estalló en mí. Mi cabeza conectó este hilo con otro, uno más antiguo: la relación de dos personas de mi familia. La dramaturgia empezó a encajar. Entré en una rutina de escritura a la que desgraciadamente no he vuelto. Me levantaba pronto por las mañanas y escribía durante horas, comenzaba líneas que después no me convencían, me quedaba en blanco y, aun así, seguía. Entonces, otros acontecimientos históricos reclamaron mi atención: la exhumación de Franco y el Procés. ¿Podría encajarlo en la obra? Probé. Clack. Como un guante. Hablar de la historia de los lugares te lleva a hablar de la vida de las personas que los habitan y eso te lleva a hablar de la historia, es inevitable. Si algo sabía con certeza, es que quería escribirlo más allá de la convención de que la literatura dramática tenga que materializarse en el teatro. ¿Y qué si jamás se representaba? Tenía que buscar la fórmula para que pudiera funcionar en el formato libro o que se leyera (casi) como una novela. Su teatralidad responde a mi idea de teatro: sin ningún aparataje operístico, posmodernismo teatral (¿qué es eso de seguir produciendo obras que podrían no exceder a la mitad del siglo XX?), retiré las acotaciones tan molestas, las didascalias servirían para la visualización, mezclar lenguajes y distintos niveles de ficción, estructuras dramáticas diversas... —ECP: Los doce capítulos de esta obra están precedidos por citas de poetas. En el primero hallamos a Ada Salas y en el último a Antonio Gamoneda. Y ambos escribiendo acerca del silencio. Salas dice: No creía posible este silencio. / No hay nada aquí. / Una extensión abierta donde todo / podría consumarse. Y Gamoneda afirma: Ahora / se abre ante mí un silencio que se excede; es ciertamente / un silencio excesivo; es perfecto en su especie. Toda una poética para darle más solidez, si cabe, al argumento de esta obra. ¿Te obsesiona el silencio?
—MHP: Quería crear un vestíbulo a cada escena, encontrar los versos o frases que pudieran condensar su esencia. Creo que la que más resume el argumento de la obra no son los relacionadas con el silencio, sino la inicial de Sergio Blanco (¿Por qué estamos acá? / Por eso mismo. Porque nada es cierto. / Porque todo es mentira. Porque nada es verdad.), que reitera la teatralidad de la ficción. El silencio me obsesiona, sí, quizá más en aquel momento de creación que ahora, cuando ya he aprendido que hay silencios con los que estamos obligados a convivir. Nada puede hacerse. —ECP: Te mueves entre la narrativa, la dramaturgia y la poesía. ¿Tienes preferencia por alguna en concreto o las tres te llenan por igual? ¿Eres un escritor “todoterreno”? —MHP: Ese todoterreno tendría un par de ruedas pinchadas. Siempre he combinado la prosa y la poesía, según lo que me interese escribir en un instante, pero en ninguna he llegado a trascender. Encontré en el molde dramático una cantera de posibilidades literarias y realmente me sorprendió tener éxito ahí. Desde la concesión del premio, he centrado casi toda mi creatividad (y mis lecturas) en el teatro y he dejado un poco de lado las otras. —ECP: ¿Qué autores teatrales en español o en otras lenguas han sido tus maestros? —MHP: No llamaría maestro a nadie, he aprendido más de lo que no me gusta que de lo que me gusta. En cualquier caso, por decir algunos: el teatro de Lorca (o sea, el bueno: El público, Así que pasen cinco años, Comedia sin título), Gracia Morales, Jaime Chabaud, la primera Liddell y el primer Mayorga, Pablo Remón, Lola Blasco; y en dirección teatral: Miguel del Arco, Ramón Barea o Ricardo Iniesta. Más allá de nuestra lengua: Bernard-Marie Koltès, Shakespeare, Artaud, Sarah Kane, Dorota Masłowska, Brook, Eurípides, Wajdi Mouawad, Beckett o Ionesco. —ECP: ¿Has vivido de cerca algún desahucio o has estado evitándolo en primera línea de protesta? —MHP: No. —ECP: Paralelamente al desahucio de esta familia acontece el de la momia de Franco y sus nostálgicos manifestándose en ese monumento al horror llamado el Valle de los Caídos. En el capítulo ‘Los restos’ el personaje de Sergio dice: «España no lo sé, pero Franco al menos sí está muerto». Y Juani le recuerda: «No, hijo. Franco está más vivo que nunca». ¿Cómo se entiende, si es que puede hacerse, que gente joven como tú —no es tu caso, afortunadamente— apoye el golpe militar que diera en su día un dictador asesino que todavía sigue teniendo una fundación que lleva su nombre? —MHP: Me decepciona profundamente lo fuerte que ha arraigado la ideología facha en la gente joven. Me da miedo. Pienso en la cantidad abrumadora de jóvenes que se dejan llevar por el odio, los valores tradicionales, la xenofobia, la supremacía económica, todo eso sin cuestionamiento crítico. Pienso en la superestrella del fascismo, Isabel Peralta. Hoy en día existe una infinita facilidad para estar informados, donde nosotros escogemos qué nos interesa saber y qué ignoramos, pero esto no es una cuestión de ignorancia. Hay fachas intelectuales y son precisamente ellos quienes han conseguido institucionalizar su discurso. —ECP: ¿En qué proyectos teatrales andas metido ahora? —MHP: Estoy pendiente de que me confirmen la fecha para poder estrenar Vivir de alquiler, a pesar de que es complicado organizar una actividad cultural en un futuro próximo con el riesgo de que pueda cancelarse por la pandemia. Nada me gustaría más que verla sobre un escenario, pero en estos tiempos es difícil. Si no eres nadie (como yo), los gestores culturales arriesgan lo mínimo. Por lo demás, estoy terminando de escribir otro proyecto con el que llevo trabajando desde verano, creo que merece la pena, y si no, al menos me ha divertido. A este le espera lo de siempre: el insidioso ciclo de presentar la obra a un concurso, esperar el resultado, fracasar, repetir el proceso. Entrevista realizada por MANUEL JESÚS SORIANO PINZÓN Tierra quemada Hay algo de cierta frescura e irreverencia poética en Rafael López Vilas, ese modo de tejer lo altivo con lo mundano. Hablar del país, de los bares, de su ciudad, y después vomitar versos y palabras sobre los pies de cartón, los sin techo, los vagabundos, los oprimidos por la sinrazón de la vida, los sin voces que juegan a la rayuela y cuentan los pasos por las calles angostas y frías de la urbe, mientras esperan la noche para ser devorados por los lobos que acechan, mientras los que tenemos voz dormimos entre almohadones y colchas acaudaladas. Ahora, en su novela Tierra quemada (Versátiles, 2020) nos habla de la desigualdad, la ruina, la corrupción y las fortunas alejadas de lo ajeno. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Una de las cosas que más llama la atención de su novela es el título, Tierra quemada. ¿Cuánto hay de «pandemia» en esta novela? —RAFAEL LÓPEZ VILAS: El título de este libro alude a esa táctica militar consistente en la destrucción de todo cuanto pueda ser de utilidad al enemigo cuando uno de los contendientes se retira o avanza a través del territorio del oponente. Tierra quemada bucea en el desolador escenario de la sociedad española tras la crisis del 2007 y hace un descarnado retrato de los despojos de las víctimas del desastre. Como ciudadanos, nos hemos acostumbrado a que los responsables de esa clase de catástrofes no sólo no paguen por sus crímenes, sino que, además, disfruten de una vida sufragada a costa del sufrimiento y de las vidas de muchas personas, con impúdica comodidad. Es una historia que se repite y, hasta la fecha, el ser humano no ha dado muestra alguna de tener intenciones de buscar una vacuna. —ECP: En su libro, con un discurso de acervo contemplativo, aborda poéticamente conceptos como la conciencia, la alteridad de sí mismo o la construcción del yo. ¿Deja lugar a la ficción? —RLV: Por supuesto. Esa conciencia o ese “yo” al que aludes, no me pertenecen, y sus vivencias, sus preocupaciones y su forma de afrontar la vida tampoco son las mías. La familiaridad que resuena en esta novela no debe confundirse con falta de ficción. Esto no es un reportaje periodístico, ni un documental. Obviamente está ambientada en una crisis que aplastó el país. En su corrupción política. Es un hecho real que nos ha jodido la vida a muchos. Esa construcción del “yo”, en realidad, es la construcción del “tú” y también del “él”, porque esta novela versa sobre un “todos nosotros” que yo, como escritor, a través de mi percepción de la realidad, sólo puedo imaginar. Es realismo social, sí, pero también una ficción jodidamente real a la que he dado vida a través de los personajes de la novela. En cualquier caso, creo que es bueno que el lector se vea reflejado o que crea conocer personas así, y sería mejor todavía que no las olvidasen. —ECP: Poesía, novela, El Lobo, Rafael, ¿Doctor Jekyll y el señor Hyde? —RLV: No lo creo. No hay nada que El Lobo hiciese a lo que Rafael no estuviese dispuesto y viceversa. El Lobo está aquí, es ese tipo que se sube al escenario que sabes que no va a dejarte indiferente. Es el tío que empuña el látigo, el que vierte limón en la herida y te retuerce el estómago porque no ha venido a agradar. Rafael no es distinto, pero no se patea los escenarios. Sabe lo que hace y del modo en que lo hace, y es consciente de la demasiada exposición y los riesgos que tiene decir las cosas que dice del modo en que las dice. Lógicamente, una novela y un poemario no comparten las mismas reglas y no parten del mismo lugar, aunque el fulano que las escribe, en este caso, sí. De todos modos, El Lobo y Rafael no prescriben paños calientes ni frascos de mercromina. —ECP: ¿Qué nos quiere contar en Tierra quemada? —RLV: Con la trascendencia que tuvo la crisis de 2007 en la vida de los españoles, llama la atención que la narrativa de este país haya pasado de puntillas sobre una época que marcará nuestro futuro durante décadas. Generaciones de escritores anteriores a la mía no han desenfundado el bolígrafo, y las más jóvenes tampoco lo han hecho. La poesía, en cambio, sí ha demostrado un interés y un compromiso mayores con el asunto. A mí, me interesaba escenificar cómo la crisis y la manera de gestionarla del gobierno español de entonces hundieron en la miseria a la clase trabajadora y a los más desfavorecidos, mostrando, además, la obscenidad con que el partido del gobierno y muchos empresarios poderosísimos se repartían el pastel mientras no dejaban de repetir que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Lo peor, sin embargo, no es que lo dijesen y lo repitiesen hasta el hartazgo, lo peor es que agachamos la cabeza y nos lo creímos. —ECP: ¿Escribir es un alimento y una necesidad? —RLV: Siempre he pensado que ese tipo de frases resultan rimbombantes y plagadas de afectación. El arte, la literatura, la poesía, rebosan de eslóganes que alimentan una mística y una magia de la que carecen la mayoría de los actores que trabajan en ellas. Hay muchos escritores que visten su personaje de esa guisa y adornan su labor con frases así. En la mayoría de los casos, es sólo pantomima, aunque queda bien decirlo y le confiere a dicho individuo cierto aire de distinción que, en parte, disimula su falta de talento. A mí escribir es lo que más me gusta. Lo que quiero hacer todo el tiempo que pueda y mientras quiera hacerlo. Pero alimento y necesidad son otra cosa. Necesidad es que tu hermana pase sin comer para darte de comer a ti. Necesidad es tener plásticos en lugar de cristales en las ventanas. Yo he tenido esa hermana y esas ventanas. He tenido que trabajar durante años para poder malvivir. ¿Que querría haber estado toda la vida escribiendo? Pues claro... —ECP: ¿Qué opina de la novela y la poesía actuales? —RLV: Cuando desembarqué en Madrid en 2000, me encontré una ciudad plagada de un montón de gente pastando en el campo de la creación, aunque la calidad de la leche, en general, dejaba bastante que desear. Entonces no existía la fiebre que hay hoy con las redes sociales. Creo que las redes son un factor que ha transgenizado el carácter del forraje, y que la calidad de literatura y poesía que se publica en las editoriales también es peor. La mayor parte de las veces que vago por una librería tengo la sensación de deambular por el desierto. Claro que de vez en cuando me encuentro con alguna cosa interesante, y cuando sucede es como tener una inesperada erección. He leído muchos de los libros de las nuevas voces que han conquistado el estante librero y en su mayoría me resultan de una intrascendencia insoportable. También es cierto que soy bastante pejiguero y un poco gilipollas a la hora de contentar... —ECP: ¿Necesita alimentarse del recital poético y ver al público expectante a cada palabra que suelta con pasión, y algunas veces, con disparidad? —RLV: Ciertamente que no. Cuando subo a un escenario no disfruto en absoluto recitando. Es una forma de darse a conocer y que el personal escuche tu trabajo. Lo mismo puedo decir de los lectores. Por supuesto, me alegra que disfruten con mi trabajo, pero eso es algo que ya nada tiene que ver conmigo. Mi disfrute ya sucedió cuando escribí lo que recito o el libro que tienen entre manos. Soy egoísta y disfruto en soledad de ello. Es un ejercicio de onanismo puro y duro, lejos del mundanal opinario. No se trata de una pose ni del discurso hipócrita de un personaje. Las felicitaciones, los aplausos, las emociones que puedo inferir en el lector/espectador, personalmente me resultan indiferentes, y creo que, de no ser así, empezaría a intentar complacer a los demás escribiendo lo que se supone que esperan de ti y sería el principio del fin, porque esto va de lo que yo quiero decir y no de lo que tú esperas escuchar. Los aplausos, las buenas críticas, ayudan a vender libros, pero a veces ni siquiera eso. —ECP: En el prólogo del escritor Adolfo Gilaberte, éste dice: «La realidad que cuenta esta novela no es elegante ni sofisticada, no, es del color del hierro y del sudor, huele a días y noches sucesivos al borde del sumidero, sabe a cañerías y a sopa de sobre». ¿Cuántas noches de insomnio, de lágrimas vertidas y de querer borrarlo todo ha pasado creando Tierra quemada? —RLV: Una vez publicada, el grueso de la novela ha supervivido sin contratiempos a las correcciones, y pude terminar de escribir el libro sin derramar ninguna lágrima ni padecer insomnio alguno. Aun así, en muchos aspectos, no fue un libro fácil de escribir porque, precisamente, más allá de la tramoya de corruptela y depravación político-empresarial del decorado, Tierra quemada habla de un país plagado de gente arrasada por las urgencias y la necesidad. Gente que lo han perdido o le han quitado todo. Enfermos que mueren en un pasillo esperando la atención de un médico que nunca llega. Personas que trabajan para ser pobres. Indigentes que no son considerados ni siquiera bestias de carga y que son arrojadas a la marginalidad del olvido como si fuesen basura. No obstante, sí que hay un personaje, el de María Olmedo, cuya historia es una tragedia mayúscula y su escritura fue, sin duda, lo más difícil que he tenido que escribir nunca. —ECP: Si antes de la pandemia había desigualdad: ¿cómo lo ve desde ese punto, irreverente, del que acentúa sus palabras? —RLV: Como dices, necesidades y desigualdad ya estaban ahí antes de la pandemia. La covid ha tensado la cuerda y acentuado la indecencia de la situación de miles de personas en este país. Esta es la basura que hemos consentido. Durante los dos últimos gobiernos del PP, el desencanto y la abulia de gran parte de la población permitieron el desmantelamiento y el saqueo sin precedentes de las arcas públicas y el estado del bienestar sirviéndose de una crisis económica como coartada. La respuesta de aquel gobierno fue ideológica, una respuesta con absoluta conciencia de clase, en este caso, de las elites económicas, que se sirvieron del PP y del dominio de los medios de comunicación para minimizar el poder de la clase trabajadora y sufragar sus pérdidas. No obstante, la desigualdad no es la única que goza de que la sociedad española mire hacia otro lado. Igual ocurre con la violencia machista, con el cambio climático, la revitalización del franquismo o averiguar quién demonios es M. Rajoy. —ECP: ¿Próximos proyectos? —RLV: Dada esta interminable pandemia, predecir el siguiente paso sería casi un ejercicio de vaticinio de fin de carrera. Por el momento, continuaremos con la promoción de Tierra quemada, y con suerte, quizá antes de fin de año, se publicará Vosotros, el Pueblo: poemas anti-sociales, finiquitando así mi Bilogía obrera. Hasta entonces, seguiré con la novela y el poemario en los que estoy trabajando, y me sentaré a esperar, con permiso de mi editor en Versátiles, José Ángel Garrido, a que alguien en Mondadori o Anagrama levante el teléfono y me llame... Dejamos la charla, con pena, mientras sigue oliendo a tierra quemada por las calles lluviosas de la ciudad alejada del bullicio de antaño.
Gracias, amigo Rafael, el Lobo irreverente... |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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