Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO En Alta cultura descafeinada Alberto Santamaría, reflexionando sobre arte contemporáneo y coleccionismo, advierte al lector sobre un hecho sencillo, aunque preocupante: que no seamos capaces de imaginar horizontes alternativos al neoliberalismo. Atrapados en un horizonte de peligrosa homogeneidad, no obstante, voces como la de Isabel Pérez Montalbán nos recuerda el sentido de la lucha y, sobre todo, su necesidad. Iniciadora de la “poesía de la conciencia”, basada en el compromiso con la clase obrera y la memoria histórica, ha reunido su poesía en El frío proletario (1992-2018) (Visor, 2019), y recientemente ha obtenido el XLI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla con Vikinga, que ha publicado este año en la misma editorial. Aprovechando la edición de la antología, hablamos con ella sobre la supervivencia, el papel político del poeta y las ayudas del Estado, entre otros temas. - EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En la introducción, ‘Noticias del yo’, comentas que has publicado unos pocos poemarios, y que otros textos dispersos están en el «vientre del olvido y la mudanza». ¿Cómo afrontas la creación literaria y la exhibición? —ISABEL PÉREZ MONTALBÁN: No he publicado todo lo que he escrito en tantos años por razones diversas, desde el olvido a la duda y a la pérdida de manuscritos. Y no me importa, tal vez no era necesario publicar tanto ni todo. Sí, estamos sobreexpuestos porque hoy la visibilidad está ahí, en medios y redes, y no en una pequeña librería. Creo que yo no estoy demasiado expuesta, pero reconozco sin duda que si no se sale en los medios apenas se tiene presencia. Lo curioso es que no me preocupo casi nada del tema. Desde niña, solo me interesaba escribir y leer, además de aprender sin parar. Escribir fue consecuencia de un deseo feroz de comunicación, conmigo y con otros. Luego, es verdad, se aspira a publicar, a ampliar esa comunicación, pero todo ha surgido sin poner mi vida en ello. En realidad, me he ocupado nada más que de sobrevivir y trabajar, más que de posicionarme en la poesía. No he tenido mucho tiempo. Ya se sabe que el arte es hijo del ocio y el tiempo libre. Yo he robado horas al sueño para hacer lo que me gustaba. No estoy orgullosa, porque han sido circunstancias reales contra las que solo podía luchar con esfuerzo e ilusión. --ECP: Como hija del ocio y el tiempo libre, ¿es la poesía una creación burguesa? Como tal, pero también pensando en la crítica que diriges hacia los Novísimos («la deriva de algunos ha sido sorprendente hasta desplomarse en el clasicismo más conservador»). —IPM: No hay poetas obreros. No hay representantes de la clase trabajadora (salvo excepciones, que ni se me ocurren). Naturalmente que cualquier disciplina en la creación o el pensamiento necesita condiciones materiales y sociales. Por eso es frecuente que el poeta o creador (no solo los Novísimos, los de ahora mismo) derive hacia el conservadurismo, el conformismo o el egocentrismo. No tiene conciencia de clase, sino de establecerse en la elite cultural. No todos, pero demasiados. --ECP: Frente a esto, nuestro mal contemporáneo, la precarización, y, casi, la muerte, tal y como comentas en ‘Clases sociales’: «y había estado a punto de morirse, / con seis años, mi padre, de aquella pulmonía. / Con seis años, mi padre». —IPM: El sistema ha generado indiferencia hacia la desigualdad. O peor: no solo indiferencia, incluso rechazo y hasta discursos contra al emigrante, al pobre o el marginado. Ahí cosecha la ultraderecha (y hasta la derecha suave) sus votos, entre personas que no saben decodificar las circunstancias, pero se encandilan con las consignas que victimizan a los otros. Los precarios son objeto de exclusión. Da lástima saber que hay una parte de la clase trabajadora que se deja seducir por ese canto de sirena maldita y engañosa. --ECP: La supervivencia se ha hecho más dura con la crisis, pero los años, supuestamente, permiten escalar laboralmente. Por ejemplo, eres correctora en una nueva editorial, muy prometedora, Letraversal. —IPM: Estoy encantada con cada trabajo, lo acepto como una manera de sobrevivir y entusiasmarme por lo que pueda aportar. Trabajo para las editoriales Col and Col y Letraversal, que apuestan por el mucho trabajo y la novedad desde un espíritu crítico. Y sin pretender el enriquecimiento. En este sentido, me siento orgullosa de colaborar para construir otra visión empresarial de este siglo. No se trata ahora solo de salario, sino de aportar. --ECP: Parece que el poeta, en algunos casos, lo es más por rodearse de un círculo permanente de seguidores, comentadores, críticos y otros avalistas. —IPM: Pues no es mi caso, ni siquiera tengo Facebook, Instagram o Twitter, nada. No sé si tengo seguidores, la verdad, aunque algunas personas me leen. Las redes sociales están cambiando estas relaciones entre el escritor y el público, supongo. Pero yo vivo muy aislada de los entornos literarios. Como ya he dicho, es que no tengo tiempo. Si tienes que levantarte a las 7 de la mañana para trabajar, de verdad se lleva una vida muy reglada. También reconozco que no he estado demasiado interesada. Y mi tiempo libre lo he usado para estudiar y leer, sobre todo. A mí los bares, los pasillos, los actos y demás no me sientan bien. Prefiero leer un libro que me gusta que ir a la presentación de ese libro. --ECP: Con esa no exhibición hay menos distracciones, pero también más distancia. ¿Le das importancia a las interpretaciones que pueda hacer el público? ¿Cómo mantienes el contacto con este? —IPM: Hoy, el lector tiene mil vías de acercamiento, no creo que necesite mi presencia física. La mayor parte de mis lectores lo han sido a través de internet, las bibliotecas y las instituciones públicas. Cuando tengo contacto con posibles lectores en pueblos y actos, me siento afortunada, porque permite el debate y el intercambio. Las interpretaciones del lector son un derecho y un hecho inevitable, como propon para apoyar o ir contra el Estadoero muy estrechas.. ctor ad copn los otros., y el intercambio. que pueda aportar. COl e claseía Roland Barthes. Cada lector crea su propia lectura. --ECP: Para hacer frente a esto, defines tu labor como «testimonio de aproximación a la verdad». En una época escéptica e irónica, ¿cuál es esa verdad? ¿Dónde reside o qué herramientas podrían ayudar a acercarnos a ella? —IPM: La verdad está detrás de mil capas de mentiras, intereses y manipulaciones varias. Yo solo intento aproximarme, no desvelarla del todo. No sé si es posible. Cierta verdad se encuentra al encarar las realidades sociales, los derechos humanos, al margen de la edulcoración de los medios o de su utilización para generar miedo. Una herramienta útil es la escritura, también la reflexión, usar varias fuentes, hacer un uso responsable de los medios de comunicación. Y, especialmente, tener espíritu crítico ante todos los recursos que se nos ofrecen o nos esclavizan. --ECP: Al hablar de espíritu crítico, ¿cómo crees que se puede conseguir? Pienso, haciendo un poco de agente del mal, que mucha gente instrumentaliza, y se hace la progresista y la moderna, aludiendo a sus múltiples lecturas o intereses artísticos, cuando luego la realidad es diferente. —IPM: El espíritu crítico deviene de circunstancias a las que no todo el mundo tiene acceso: la educación, la formación, la investigación y en especial la conciencia de clase o la empatía contra la injusticia. Hay muchos supuestos intelectuales que no han desarrollado el espíritu crítico. Se han mimetizado con el sistema y al servicio del sistema. La realidad trasera a su entorno ni les roza. O como dijo Luis Eduardo Aute: «No rozaron ni un instante la belleza». --ECP: ¿De qué hablamos, entonces, cuando hablamos de la labor política de la literatura? ¿Cómo situarse en un frente subversivo y crítico? Para la teórica Mieke Bal, por ejemplo, el verdadero arte político se produce cuando no está esponsorizado o censurado por el Estado, no supone una protesta puntual, no representa hechos puntuales, de moda, etc. —IPM: Toda escritura es política, aunque hable de mirlos en un jardín privado (no hay nada más conservador hoy, por ejemplo). Cualquier tema, cualquier opción formal, supone una elección política. El ensimismamiento en el yo es una actitud política. La rebeldía es una actitud política. El empeño en los textos crípticos también lo es. La evasión, la denuncia, el cultivo de lo estético sin revés. Todo es político. Sin embargo, es imposible que no haya cierta convivencia con el Estado, porque de él dependen premios, subvenciones, publicaciones, beca, leyes. Yo no hubiera estudiado, por ejemplo, sin la ayuda del Estado. Ese ideal de no depender de nada... De momento, es utopía. Ahora bien, hay que cuidarse de la censura y de la autocensura. Hay rendijas para ser libre escribiendo sin venderse, pero muy estrechas. --ECP: Como comentas, sin el Estado no tendríamos muchas de esas opciones que tenemos ahora. ¿Crees que lo tenemos injustamente denostado?
—IPM: Solo el Estado y sus instituciones, actuando con leyes y programas, podría intervenir para una mayor justicia social (no es así ahora, dependemos de los poderes financieros). La justicia no vendrá de los empresarios ni por sí misma. Necesitamos Estado y participar cada cual en cualquier lucha para apoyar o ir contra el Estado. Lo demás será dejar todo al albedrío de los poderosos, que no obran por nuestros intereses. Fui alumna de Julio Anguita y hasta su muerte no ha dejado de decir que sin la implicación activa de las personas no hay manera de cambiar nada. Estoy de acuerdo. --ECP: Retomando el poemario, también está ‘Puente romano’. ¿Cómo surgió y cuánto tiempo tardaste en resolverlo? Son ocho páginas de un lamento muy desgarrador, pero muy contenido, es decir, equilibradísimo. —IPM: Me costó fiebre y lágrimas (además de decisión frente el olvido y la vergüenza), pero necesitaba indagar en mi origen y en mi herencia, cuando tenía unos 30 años. Surgió como un poema más de mi libro Los muertos nómadas, que intentaba retratar mi autobiografía a través de esos familiares, ya muertos. Luego, se convirtió en el poema central, porque la madre supone el origen. Y mi madre había renunciado a su descendencia a través del suicidio. Aunque parezca un poema muy personal, que lo es, pretende cuestionar algunos tópicos enquistados: la sangre, la familia, el destino. Por eso, preferí un tono equilibrado, alejado del maniqueísmo, para que el lector pudiera identificarse en algún aspecto. No hay exhibicionismo por mi parte, solo exposición que permita pensar y trascender. La autobiografía nunca debe ser autocompasión o enaltecimiento del yo, creo, sino historia pequeña en complicidad y coincidencia con la de otros.
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Entrevista realizada por LUIS MIGUEL ALONSO NÁJERA URRE AROA, SEIS POETAS DE TIERRA NABA La fuerza del verso como motor de vida, la orfebrería del idioma como medio para descubrir la verdad inalcanzable; estos son los principios que guían el respirar poético de Alfredo Rodríguez. Su unión con la poesía tiene lugar en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, y lo será sin duda más allá del ocaso, porque este poeta y la escritura parecen pervivir unidos en alianza intemporal, por encima de los avatares de la existencia. La reedición de Urre Aroa (Pamiela, 2020), canto a la Navarra soñada, que no deja de ser una glosa a esa Arcadia feliz que quizá existiera en los corazones de muchos indefensos del Arte, sirve ahora para mantener viva la llama de la esperanza en el sueño real, porque su poesía es precisamente el puente mágico que enlaza nuestra aspereza cotidiana con los Campos Elíseos originales. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Alfredo, he vuelto a leer con gran interés —y no menor deleite— tu magnífico Urre Aroa, y casi automáticamente ha venido a mi cabeza el recuerdo de Love’s labour’s lost, --Trabajos de amor perdidos--, la amable e inteligente comedia de Shakespeare. En ambos casos hablamos de una Navarra idílica, renacentista, culta y soñadora. ¿En qué medida reivindicas la utopía en la vida que has insuflado a estos poetas de Tierra Naba? —ALFREDO RODRÍGUEZ: Bueno, esa obra de Shakespeare creo que está ambientada en un momento un poco posterior y centrada en la Baja Navarra francesa, pero sí, en efecto, la idea respecto a lo que apuntas es la misma. He situado a mis apócrifos entre finales del siglo XV y principios del XVI, un periodo en que Navarra debió de ser durante unos treinta años un territorio totalmente libre —aunque ya lo era en realidad desde mucho antes— encajado entre Francia, Castilla y Aragón. Yo esa época siempre la he imaginado, o la he querido imaginar, como una época de esplendor artístico, una fase intensa de desarrollo económico y cultural que pudo facilitar el florecimiento en las artes, en literatura, y principalmente en poesía. Así pues, este libro contiene o pretende una interpretación, entre real y mítica, de un momento de plenitud artística y cultural en nuestra historia navarra. Al fin y al cabo Urre Aroa es eso, traducido al castellano: La edad de oro. —ECP: Tu poesía construye unos espacios de vida, amor y gallardía donde sus habitantes deambulan por espacios propios, donde el sentimiento heroico constituye el armazón de ese universo. ¿Qué lugar ocupa este mundo «sobrehumano» en la difícil cotidianeidad que nos toca vivir? —AR: Bueno, creo que este es un libro que trae una idea, rescata una idea que creo merece la pena: que es la poesía como algo antiguo, como una reserva cultural de la sociedad, algo que la velocidad de los tiempos y las máquinas no han podido avasallar aún. Urre Aroa reivindica el tiempo de la verdad y el don de la belleza, que es una verdad que perdura. La poesía es entendida aquí como única verdad, con su carácter sagrado per se. Y los poetas que aparecen son vistos como heraldos, como mensajeros de ese tiempo antiguo y perdido, al que aquí se le tiende un puente hasta nuestros días. —ECP: Este tema que apuntas me parece interesante, el denominar a la poesía como «única verdad». Te diré que tengo bastante respeto por el adjetivo «único», por ese carácter de exclusividad y, por tanto, de exclusión a todo lo que no se encuentre en ese bando. Recordando el verso de John Keats, Beauty is Truth, Truth Beauty, — that is all. / Ye know on earth, and all ye need to know, ¿podríamos hablar acaso de un espacio «verdadero» en el que convivan las artes en general como lugar ideal que ampare los sentimientos más elevados y nobles de nuestra existencia? —AR: Claro, eso siempre ha sido así. Y los poetas somos quizá los últimos supervivientes de esa noble estirpe de creadores absolutos. No olvides que para ella, para la poesía, hay que tener una sensibilidad precisa y, además, exige un esfuerzo que muchas veces no se está dispuesto a realizar. Y, por supuesto, se trata de un arte, aunque mucha gente no quiera verlo. Esa es la pureza, la verdad de la vida, que el poeta nos da y que queda como salvada para siempre en el poema. Además, ya lo dice el maestro José María Álvarez en esa definición suya perfecta de lo que es, o ha de ser, la poesía: «algo misterioso que misteriosamente nace de determinados seres y que, no menos misteriosamente, otros pocos seres excepcionales gozan, se exaltan con ello». —ECP: Las raíces de tus protagonistas hablan de una profunda vinculación telúrica, de un impulso vital que explica en buena parte su discurso poético, y a la vez la temática de sus poemas retorna una y otra vez a sentimientos intemporales, independientes de cualquier geografía. ¿Hay también en Urre Aroa una voluntad no escrita de conciliar ambos territorios? —AR: Claro, todo está unido, conectado. Todo es Uno en poesía. Estos poemas tratan de enlazar, de unir de algún modo, algunos Mitos antiguos o clásicos, enlazarlos digo con esta tierra, con Navarra. Intentan traer una luz distinta a este paisaje nuestro. Si tuviera que definir la poesía de este libro, yo diría que es una poesía que trata de universalizar lo local, una poesía que es expresión de un espíritu claramente universal. Porque a mí me interesa Navarra como algo que está en el mundo, no como una realidad aparte del mundo. La tierra de uno tiene un valor secreto, son sus raíces vivenciales, pero esas raíces hay que proyectarlas al exterior a través del diálogo con la Cultura, con la Cultura con mayúsculas, la que nos viene regalada en los grandes libros. —ECP: Sí, siempre tenemos ante nosotros el eterno debate entre el arraigo a las raíces y la necesaria apertura al mundo que llega con la civilización, el enriquecimiento cultural con todas las mayúsculas necesarias... Y todo ello dentro de un mundo en constante conflicto y evolución. Tu poesía, en Urre Aroa y otros tantos ejemplos, se asienta firmemente en un Olimpo donde el ser humano es «super ser humano», y todo cuanto siente y experimenta tiene lugar en ese cosmos. ¿Qué espacio queda ahí para la poesía de lo cotidiano? —AR: Bueno, la «poesía de lo cotidiano», como la llamas, para mí no ha sido siempre sino una pseudopoesía —con todos mis respetos para los que la escriben y la leen y la aman—, un “fake”, como dice mi hijo pequeño cuando algo no es verdadero. Para lo cotidiano, lo conversacional, lo mundano, yo prefiero los libros de Diarios, los libros de Correspondencia, los libros de Conversaciones. Que me encantan y los respeto muchísimo también. Pero la poesía, como te he dicho antes —la poesía verdadera, claro está—, es un Arte. Y es un misterio. Un misterio que no remite a escapismos ni a fantasías, sino a una realidad suprema, y que logra entreabrir, con Belleza normalmente, la palabra poética. —ECP: Varios de tus autores apuntan con frecuencia en sus versos un cierto distanciamiento de la vida terrena, una serena resignación ante el morir y su regreso a «…La tierra que llama al hombre a su seno», como apunta Xavier de Zuriquoain. ¿Podemos hablar de una cierta «contradicción» entre el amor a la vida y a la tierra a la que cantan —«Un hombre ha de saber que la poesía es la vida», según afirmaba Vicente Racais de Yuso—, y su visión cuasi trágica que se percibe en esta poesía encabalgada entre el vivir y la dilución posterior? —AR: Puede ser. No lo había pensado. Ten en cuenta que fueron poemas escritos durante un largo periodo de diez años —entre 2003 y 2013—. Y tú bien sabes que a lo largo de los años vamos siendo muchos, nunca somos el mismo que fuimos. Lo que sucedió fue que llegó un momento en que advertí ahí, con el paso del tiempo, que en esos poemas se distinguían o se daban diferentes voces mías, diferentes temáticas, diferentes miradas de poeta, diferentes formas de entender la poesía. Y se me ocurrió entonces reconducir todos esos poemas hacia esta idea de un libro de apócrifos (o heterónimos), idea que no es mía por supuesto, yo no la he inventado, sino que grandes maestros antes la habían utilizado ya, maestros como Machado, Pessoa o Borges, o más cercanos en el tiempo, mi maestro más directo, José María Álvarez, con un libro hermosísimo, La edad de oro, del que he robado no sólo la idea sino hasta el título, por cierto. Pero, como él bien dice, las cosas están ahí para cogerlas. —ECP: Henrique de Ariztarai, «el mayor poeta de los nabarros», según citas junto a su nombre, canta en uno de mis poemas favoritos de Urre Aroa a la nobleza de «Donde se cruzan cardo, decumanus, / Dormitalería y Curia...» para descubrirnos posteriormente sus miserias al afirmar «...Pero he perdido fortuna de timba en taberna / hasta caer embotado / por la embriaguez y el sueño...». ¿Cómo encaja en la Navarra milenaria este sincretismo tan del gusto mediterráneo? —AR: Pero no hay un rigor histórico en este libro ni se pretende. No es un libro de Historia en ningún caso. Es un libro de poesía, repleto de licencias poéticas, y es, sobre todo, un asalto a la poesía como género de ficción. Se mezclan un poco aquí realidad y fantasía, historia y ficción, como en la serie televisiva Juego de tronos, que supongo conoces, y que a mí me fascinó, en la que se fundían realidad histórica y ficción casi a partes iguales. Hay, por un lado, desde luego, una vindicación de lo épico, pero que trata de proyectar mi propia experiencia emotiva sobre una situación dramática, histórica o legendaria determinada. Digamos que utilizo esos relatos o momentos históricos o pseudohistóricos para hablar de mí mismo, de mi experiencia autobiográfica. —ECP: No hablaba yo obviamente de «rigor histórico», sino que destacaba el mestizaje vital de tus personajes. De hecho, el Renacimiento inundó Europa de determinados principios éticos y estéticos de la Antigüedad Clásica, sumándolos a los ya existentes. ¿Cómo condiciona tu ideología poética la relación entre ser humano y mito? —AR: Bueno, hay una cita magnífica, extraída del Libro rojo de Hergest —que es un manuscrito medieval escocés‒ que dice así: «Las tres maravillas que enriquecen al Poeta son: Los Mitos, su poder poético y la memoria de la antigua Poesía». A esta cita me suscribo de cabeza con los versos y la idea principal de este libro. Precisamente el maestro Álvarez suele decir que lo que nos falta hoy a todos, en todos los campos, es el Mito. El mundo mítico. Que esto es una de las cosas que ha desaparecido de nuestro mundo, y lo vamos a pagar muy caro. Lo suscribo. —ECP: Me ha llamado bastante la atención --aunque no debería, conociendo tu trayectoria literaria-- una de estas licencias poéticas, el hecho de que estos notables autores escriban en verso libre, en una época en la que la rima y la métrica canónica estaban claramente codificadas. ¿Cómo explicas --quizá como una apostilla personal a la descripción del prólogo-- su heterodoxia creativa? —AR: Pero sí hay métrica. ¡Es que nadie se va a dar cuenta! Todo el libro está volcado a métrica clásica, es decir, todos los versos (o casi todos) van medidos, mejor o peor, en heptasílabos, endecasílabos o alejandrinos, aleatoriamente, tratando de buscar siempre la música y el ritmo, ritmo sin el cual no hay emoción ni poesía que valga. Además, ese endecasílabo sin rima, el llamado «endecasílabo blanco» fue introducido en España por Garcilaso —de quien por cierto se habla en el prólogo: ya sabes que fue armado caballero en Pamplona en esa misma época porque formaba parte de las tropas de ocupación castellanas, no por otra cosa...— y por su amigo Juan Boscán a principios del XVI. O sea, que hay no hay anacronismo. En cuanto a la rima, sólo puedo decir que siempre la he sentido como un ripio insufrible. Me niego rotundamente a escribir una sola rima, salvo alguna asonancia involuntaria, que las hay en este libro. —ECP: Está claro que Urre Aroa se sirve de la Historia como soporte para la creación poética. Y ello sucede en Navarra, tierra singular que ha vivido su historia diferenciada entre dos grandes poderes políticos, España y Francia. Los autores que recoge el libro son hijos de esta historia ancestral, de los sucesivos mitos y también del Renacimiento. Al igual que existe el género tan consolidado hoy en día de la «novela histórica» --que bien sé no te atrae--, ¿podríamos hablar de una «poesía histórica»?
—AR: Claro. Lo he pensado mucho: creo que esto es totalmente «poesía histórica» —hoy mismo me lo decía una periodista que acababa de leer el libro—, pero también es «poesía-ficción». Aunque también está lleno el libro de claves y referencias autobiográficas, como te he dicho antes. Es decir, son poemas, algunos de ellos o muchos de ellos, que, aunque en apariencia no lo parezca, hablan de mí mismo, de mi experiencia vital, aunque la mayoría de las veces es mi experiencia bajo especie literaria. Hablan de momentos de mi vida real, presente o pasada, mis anhelos y mis desvelos como poeta; hablo de mi hijo, de consejos reales que le doy a mi hijo; hablo de mis padres, emigrantes extremeños que llegaron a Navarra hace casi sesenta años; el poema que aparece en la contraportada del libro —el de «La sangre negra...»— es un auténtico poema de la experiencia, un poema que narra un hecho absolutamente real: un accidente sufrido por mí mismo en una finca familiar del valle de Etxauri cortando piedras con una maza para hacer un camino. —ECP: No quiero ni puedo olvidar el soberbio --y atrevido-- prólogo que ha escrito Mikel Zuza para Urre Aroa. La construcción declaradamente seria de tus seis nobles poetas, las exhaustivas referencias históricas que los incardinan perfectamente en este período crucial de la historia de Navarra, hace que cobre aún más sentido la famosa frase shakespeariana, «Navarre shall be the wonder of the world». ¿En qué medida disfrutan los poemas que ahora leemos del apoyo de la prosa para consolidar su vigor referencial? —AR: Bueno, el historiador y novelista Mikel Zuza, que es un auténtico personaje en nuestro entorno literario, ha escrito un prólogo magnífico para este libro, un prólogo muy interesante y a la vez muy divertido —yo cada vez que lo releo es que me río mucho—, un prólogo que lo dignifica, que dignifica al libro, porque ha multiplicado por mil la idea inicial mía, la intención que buscaba mi libro desde un principio, ha catapultado con su texto en prosa la verosimilitud de los poemas y les ha dado alas para volar. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO La frase de Andy Warhol, posiblemente mejor escritor que artista visual, «¿no es la vida una serie de imágenes que cambia conforme se van repitiendo?» no solo representa la inestabilidad del tiempo y su constante fricción, sino la necesidad de indagar en la imagen original, en el pasado. Ambas facetas se reúnen en José María Micó, Catedrático de Literatura en la Universitat Pompeu Fabra, quien combina su labor académica con la música, dentro del dúo Marta y Micó, que ha publicado recientemente su tercer disco, Mapa de sombras cotidianas, con la poesía y, aún más, con la recuperación de las enseñanzas de los grandes clásicos, que ha ido recogiendo en Clásicos vividos (2013), Para entender a Góngora (2015), y la traducción de la Comedia (2018) de Dante Alighieri, todos ellos publicados en Acantilado. Aprovechando la publicación de su poesía completa, Primeras voluntades (Acantilado, 2020), tuvimos la oportunidad de hablar con él en junio, entre otros temas, sobre la lectura como medio de conservación, las relaciones entre música y poesía, y la fugacidad envenenada del tiempo. --El Coloquio de los Perros: Ahora que el confinamiento está más controlado, ¿cómo has vivido estos dos meses de encierro? ¿Cuáles crees que serán sus efectos en el entramado cultural? —José María Micó: En los primeros días mi situación se parecía a la de otros muchos períodos en los que he estado encerrado en casa trabajando, y he seguido una rutina que, en su mezcla de irrealidad e incertidumbre, puede llegar a tener apariencia de eternidad. Sin embargo, también esto va a terminar y advierto ahora que he trabajado muy poco, pero he recuperado algunos hábitos que preferiría no volver a perder, como leer y escribir sin pensar en compromisos académicos y dedicar una parte del día a tocar la guitarra y componer canciones. Los efectos en el entramado cultural están siendo devastadores, y supongo que los dos ámbitos que conozco mejor, el editorial y el musical, van a salir muy tocados. En mi caso, la publicación de Primeras voluntades ha precedido en pocas semanas a la de nuestro disco Mapa de sombras cotidianas, que aparecerá en los próximos días. Por tanto, he vivido muy directamente los efectos del confinamiento, porque el libro no se llegó a presentar y ya veremos si podemos dar algún concierto de presentación del disco. Los viajes a Madrid y a Italia, que antes eran gozosamente rutinarios, se han convertido en una ilusión, como le ha ocurrido a mucha gente. No me atrevo a decir qué es lo que pasará en el futuro, aunque opino que lo que le conviene al sector cultural no es recuperarse, sino regenerarse o reinventarse. Con la crisis anterior explotó la burbuja inmobiliaria, como se decía; tal vez no sea malo del todo que ahora explote la burbuja de la “industria cultural” (qué tremendo oxímoron), y que los agentes o mediadores de la cultura se den cuenta de que lo que importa es la calidad, y no el provecho comercial. Como se ve, sigo siendo un optimista. --ECP: Si juzgásemos el libro por su portada, podríamos decir que la música es una parte fundamental. Por un lado, formas parte del dúo Marta y Micó, ¿cómo complementa esta faceta tu labor poética, y en qué se diferencia? —JMM: La pregunta es muy clara, pero no sé si lo será la respuesta, porque llevo toda la vida dándole vueltas. Lo primero que debo decir es que la imagen de la cubierta es en realidad una feliz propuesta del equipo editorial de Acantilado que me gustó y enseguida di por buena. Las circunstancias de la vida me llevaron a alejarme de la música, pero lo cierto es que mi vocación literaria nace de ella: en mi adolescencia, las canciones de Víctor Jara, Inti-Illimani, Serrat, Raimon o Paco Ibáñez me llevaron a interesarme por los poemas de Neruda, Machado, Borges o Ausiàs March. Aprendí por mi cuenta a tocar instrumentos de cuerda y de viento que ahora me parecen inverosímiles (aunque los conservo casi todos), como el charango, el cuatro venezolano, el tiple colombiano, el rondador ecuatoriano, la quena y el siku. Estudiar música no era entonces algo tan factible como ahora (hablo de los años setenta del siglo pasado) y, habiendo ya escrito mis primeros poemas, opté por los estudios de filología. Para mí no hay verso ni prosa que valgan (incluso la prosa académica, que tanto he frecuentado) si no contienen, proponen o inventan su propio ritmo. Después de muchos años, más de treinta, en los que me tuvieron muy ocupado las tareas propias de mi condición de profesor e investigador universitario, un regalo del destino (así lo he definido más de una vez) me ayudó a tomar la decisión de hacer dos cosas que siempre quise hacer: traducir la Comedia de Dante y escribir canciones. --ECP: Por otra, la musicalidad es esencial en el ritmo de un poema, ¿ha influido la música en tu manera de componer los versos? —JMM: Un poema y una canción son cosas distintas y no las confundo; simplemente las junto, intentando respetar las leyes de cada género. En la música suele usarse el término fusión, aunque yo prefiero hablar de intersección: me dedico a buscar puntos de encuentro entre las cosas que siempre me han gustado, y el resultado son poemas, canciones o traducciones. Solamente tres de mis textos poéticos tenían relación expresa con la canción: ‘Blanca y azul’, un poema que escribí con la esperanza de que alguien lo cantase, pero nadie lo hizo; ‘Glosa para tango’, un homenaje al género, y ‘Samba triste’, un texto extraño que remeda las frases melódicas del saxofón de Stan Getz. Ahora, en cambio, tengo la ilusión de poner música a un número significativo de mis poemas, y a día de hoy son más de una veintena. Para mí es otro desafío, porque nunca sé previamente qué música se me va a ocurrir, y supongo que se me aceptará que, si soy yo mismo quien les pone música a mis poemas, no será con la intención de trivializarlos, sino para cortarles un traje a medida que les pueda sentar bien. En estos dos meses de confinamiento, por ejemplo, he compuesto tres nuevas canciones a partir de poemas incluidos en Primeras voluntades: dos de ellos (‘Sucesiones’ y ‘Reunión de amigos’) tienen un léxico sencillo y una disposición estrófica que permite crear una estructura relativamente convencional, pero el tercero, ‘Caleidoscopio’, es un poema complejo, metafísico y poco cantabile para el que, con algo más de trabajo, también he compuesto una melodía. Y en el disco Mapa de sombras cotidianas se incluyen tres textos, ‘Muchacha vieja’, ‘Ver a Marta nadar’ y ‘Silbo sin aire’ (este con música de Marcelo Mercadante) que parecían imposibles de musicar, pero ya son canciones. Sin embargo, nada de esto tendría interés ni valor si no fuese porque dispongo de un arma secreta: la capacidad artística de Marta como cantante. --ECP: También está la figura del comediante, y el momento imaginario en que deja la máscara, espacio entre realidades en el que tu poesía indaga: la trascendencia, la permanencia, y la emoción frente a lo efímero, la frivolidad y el espectáculo. —JMM: Yo no sé si me pongo o me quito la máscara al escribir y al subirme al escenario, y aunque hablar desde la tarima de profesor también tiene algo de teatral, es un hábito que tengo controlado; en cambio, nunca he tocado peor la guitarra que el día que Joan Manuel Serrat acudió a presenciar uno de nuestros primeros conciertos. Un poema se lee en unos minutos y una novela en unas horas o unos días, y ambos nos ofrecen el único consuelo posible: el rito de lo efímero en una sensación de tiempo abolido. Por eso para mí la literatura no es una labor intelectual, sino una actividad artística, afín a las artes plásticas y a la composición o a la interpretación musical, con las que comparte la intención de causar un efecto: hacernos mejores, o al menos instantáneamente felices. --ECP: Además, en tu poesía, hay una fuerte carga barroca. La oscuridad es un refugio, un lugar para pensar, mientras que la luz daña y produce ceguera. —JMM: Será el claroscuro barroco, tal vez. Un proyecto de libro que no sé si llegaré a escribir se titula Densidad. Los poetas que me interesan, entre los que están los metafísicos de los siglos XVI y XVII (no solamente los ingleses), escribieron textos con gran carga semántica, y yo intento escribir una poesía comprensible y densa, con el suficiente sentido superficial para satisfacer a los lectores apresurados, y con algún señuelo para atraer a los más atentos y pacientes. --ECP: El poema, en ese sentido, aborda directamente las situaciones, pero a la vez se esconde en símbolos y se complica al incluir un lenguaje más tradicional y antiguo. —JMM: La poesía es siempre alusiva y elusiva, por recordar un trabajo clásico de Dámaso Alonso sobre Góngora. Mi texto más complejo y simbólico es Camino de ronda, que escribí al mismo tiempo que las sencillas, y a veces frívolas, Letras para cantar. Ahora intento, como he dicho, lograr una sencillez expresiva sin renunciar a la complejidad. --ECP: Por último, tenemos una doble lectura de la vida: la decadencia y el paso del tiempo, a la vez que el triunfo más allá de la muerte, y la belleza de lo frío y lo imperfecto. —JMM: Así es. Ni la perfección ni la monstruosidad me parecen interesantes, porque nos inspiran una admiración aséptica o una curiosidad aberrante; me parecen mucho más bellas y turbadoras la singularidad y la imperfección, que reflejan mejor lo que somos, un esplendor que decae, y lo que tenemos, unos bienes fugaces. Casi todos mis poemas, serios o jocosos, hablan en el fondo de eso. --ECP: Es una poesía que requiere paciencia, relectura, como muestran las metáforas táctiles: el instante que se dilata en el tiempo y pide volver. —JMM: Antes he aludido a posibles lectores apresurados, que en realidad no me interesan, ni creo que a ellos vaya a interesarles mi poesía, o la poesía en general, si lo que esperan de un autor es un libro nuevo cada cierto tiempo, como ocurre con la novela. Los poetas solo podemos aspirar a tener unos pocos lectores que acaben siendo relectores, y la publicación es, más que una forma de difusión, un medio de conservación. Los versos se construyen con ocurrencias que aspiran a ser lapidarias: no sabemos quién, ni cuándo, ni dónde, ni cómo va a toparse con ellos, y por eso conviene componerlos de manera que no resulte fácil olvidarlos. --ECP: En una entrevista en El Cultural, sobre tu traducción de la Divina Comedia (publicada en Acantilado), dijiste que los clásicos «no son obras representativas de su tiempo, sino obras completamente excepcionales y eternamente contemporáneas». ¿Significa esto que deberíamos leerlos según lo que nos puedan aportar en cada momento personal y social? —JMM: Los clásicos son esos autores, o textos, que han alcanzado el ideal que he expresado en la respuesta anterior: nos resulta muy difícil olvidarlos porque siguen diciéndonos cosas útiles para trazar el mapa de un territorio inmutable: la condición humana. --ECP: Si cada momento es diferente, ¿a qué impulso obedece la reordenación de toda tu poesía en Primeras voluntades? Más que una antología, es prácticamente una obra nueva.
—JMM: Sí, es una obra nueva. Reunir de la manera habitual los libros que he publicado implicaba incurrir en repeticiones y formar un volumen engañosamente extenso, con muchas portadillas interiores y más de un centenar de páginas pares en blanco. Además, mi obra poética es breve y yo quería que, al reunirla, formase un libro también breve y compacto, juntando poesías afines y dando a los poemas extensos (como Camino de ronda, Ser y estar, Divieto di sosta y Momentos) la singularidad que no habían tenido en mis poemarios anteriores. Hay otras razones que explico en el prólogo, y añado aquí que, después de seis o siete años sin escribir ni un solo verso propio (salvo los quince mil que escribí para Dante y que siento también algo míos), me parecía llegado el momento de hacer balance y pensar en el futuro más que en el pasado: no es mi poesía reunida en un sentido convencional, sino las páginas ya escritas que me gustaría que se tuvieran en cuenta de aquí en adelante. --ECP: Retomando la comedia, también hay poemas humorísticos, sobre la solemnidad de los hechos históricos, la muerte o la elevación del espíritu. Como autor, traductor y profesor, ¿crees que leemos con demasiada seriedad? —JMM: Hasta el siglo XIX, la poesía tenía muchas funciones y valía para casi todo; era un marco universal del que pendían los demás géneros: el teatro, la novela y aun el ensayo. Después, el espacio poético se ha ido restringiendo hasta quedar reducido al lirismo sentimental o a la repetitiva decantación del yo. La poesía ha padecido siempre, desde los orígenes de nuestra cultura literaria, la infección de las modas sociales, de las disputas teóricas y de los pontificados críticos, una especie de fiebre alterna que va dando bandazos entre el trobar leu y el trobar clus, entre conceptistas y culteranos, clásicos y románticos, comunicación y conocimiento, experiencia y silencio. Ahora vuelve a imponerse, al menos comercialmente, una nueva cursilería de sentimientos banales y trivialidades expresivas, acorde con un público amplio que se cuantifica en el populoso cajón de sastre de las redes sociales y, por tanto, con una parte pequeña pero significativa de seguidores que son potenciales compradores de libros. Es una nueva moda alentada por la industria cultural, y en otros géneros eso ha pasado toda la vida. Pero hay alternativa, más allá de la resignación. Se trata de escribir buenos poemas, sean del tipo que sean, y añoro los tiempos en que el humor era uno de los muchos ámbitos posibles de la expresión poética. Si algo he aprendido en mis años de profesor es que los buenos poetas, por más diferentes que sean, que lo son, acaban siendo complementarios: Góngora no excluye a Quevedo, ni Lorca a Cernuda, ni Ángel González a José Ángel Valente. En todos ellos hay algo que nos conviene aprender. --ECP: A su vez, la repetición del instante, que nos da sentido en el tiempo, es otra de las claves de tu poesía. Esto se ve sobre todo en ‘Generación’, que abre y cierra el libro, con una ligera variación final. —JMM: El tiempo y la muerte han sido siempre mis temas, que en realidad se reducen a uno solo, porque, como digo en uno de mis Fósiles: «Si el tiempo existe, / no es necesario que la muerte acuda». Yo, como algunos filósofos clásicos, hubiera preferido no nacer, pero no lo digo desde una visión misántropa porque considere que el mundo es una calamidad, que lo es, sino porque considero que la vida es un maravilloso regalo envenenado. El deseo de vivir y el deseo de morir son contingentes e irrefutables, están en nuestra conciencia y pueden tener consecuencias en nuestro comportamiento, pero el deseo de nacer es una aporía. Venimos de la nada y hacia ella vamos, y yo, que soy hombre de poca fe y de alguna voluntad, creo solo en el posible eco póstumo de las cosas, buenas o malas, que hayamos hecho en vida, aunque sería ingenuo confundir ese eco con la eternidad. Hace tres años, en los primeros días de un confinamiento más largo que el actual y que yo cumplía para trabajar en Dante, mi padre murió, y en las cuatro semanas de agosto que siguieron a su muerte traduje varios cantos del Paraíso. Fue uno de los períodos más extraños y febriles de mi vida. Mi padre nunca leyó la Comedia, pero sin saberlo me ayudó a traducir los versos más inspirados y espirituales de la última cántica. Esta cadena de nacimientos contingentes que llamamos familia, o humanidad, es el verdadero misterio. De eso habla ‘Generación’, que, como has visto muy bien, abre y cierra mis Primeras voluntades. Entrevista realizada por ANABEL ÚBEDA Se abre la noche más oscura en el primer episodio del nuevo poemario de Marisa López Soria, Muy señores míos (Difácil, 2020), una vuelta a los escenarios del “mundo adulto” tras veinticinco años de En consideración te escribo, su primer poemario, y tras una dilatada y exitosa carrera en el mundo de la literatura infantil y juvenil. En esta epístola abierta rescata al interlocutor que será capaz de palpar los más amargos aprendizajes, la pérdida del ser querido y el reencuentro con el amor maduro, con un tono que se mueve entre lo pasional, lo irónico y un cierto sosiego de quien comprende la labor de la rutina e identifica la felicidad. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Antes de entrar en este poemario, que puede ser visto como una carta abierta o como un diario, según la lectura que se haga de él, ¿por qué la fórmula «Muy señores míos»? —MARISA LÓPEZ SORIA: Mi padre era enólogo y agente comercial de grandes marcas de “vinos y alcoholes”. Recibía a diario cartas, pero también las libraba a distintas ciudades de la geografía española; el ir y venir de correos era un continuo. Mis hermanos y yo bajábamos sigilosos a verle en su despacho, ahí se comerciaba con los mejores caldos desde un teléfono y una máquina de escribir Olivetti. Él solía echarnos de aquel santa sanctórum con un dedo en los labios mientras hablaba con alguien al otro lado del hilo, al tiempo que nos alcanzaba papel de calco donde nuestros dibujos se repetían sobre folios de membrete azul con su nombre y dos apellidos. El encabezamiento de aquellas cartas que iban y venían era siempre igual: «Muy señor mío». Es curioso que el inconsciente te lleve por caminos que ni sospechas. Es ahora que me haces esa pregunta que caigo en cuenta, y aunque me gustaba el título sin ahondar en el por qué, ahora me gusta más. —ECDP: Divides en tres secciones esta obra que canta al amor, con sus oscuridades, lamentos y luces. “La orilla rota” nos lleva a un lamento continuo sobre un tema tan serio como la aceptación y la convivencia con la muerte del padre, con el que consigues emocionar al lector (ya no hay nada que hacer, / no estás, / ni convocan tu nombre romano, de III) e incluso sacar alguna sonrisa cuando las visualiza (Dice la pescadera que transmito dualidad, / la tensión de cruces negras..., de XVI). ¿Cuánto tiempo toma mostrar tantas emociones de esa forma meditada? —MLS: La primera parte del poemario, “La orilla rota”, nace del duelo más profundo, del dolor, de la rotura, del daño irreversible, de querer negar lo inevitable y de la evidencia de la orfandad. Pero Marcelo murió en 2008, así que imagina si ha llovido, hasta en Murcia ha llovido. El tiempo de mostrar lo escrito es el tiempo del reposo, del pulido del lenguaje, el tiempo de enfriar emociones, quitar sensiblerías o intentarlo, haciendo literario y poético solo lo más natural. Esa búsqueda de pureza del lenguaje siempre me remite a mi madre, haciéndonos recurrir incansablemente al diccionario, o sentando a sus hijos para leernos en voz alta, puede que en la pretensión de poner los versos a prueba y depurar, que lo que entonces era un rollazo al que asistíamos casi con oídos sordos, ahora me sabe a música celestial. Así es la vida. —ECDP: Coincido con otros compañeros en que el poema que cierra la primera parte es uno de los más sentidos. Para mí uno de los versos más expresivos es: «Aludo a la apatía de los agujeros negros». ¿A veces la pérdida nos lleva a sentirnos sin función y sin rumbo, indiferentes a la realidad? —MLS: La orfandad absoluta es desgarradora. Esa palabra, huérfano, contiene en sí misma la soledad, el ser solo en el que te conviertes cuando sucede el definitivo corte del cordón umbilical que nos une a padre y madre, lo queramos o no. Es algo casi atávico, podemos racionalizar ese hecho por adultez, pero debajo de nuestra piel duermen esas conexiones invisibles que la esencia transporta. Cuando ellos se van es el momento en el que tomamos conciencia de nuestro desierto, tengas los años que tengas, hayas formado tu propia familia o no, y hayan sido los mejores padres o no. Desde el momento en que nos faltan somos conscientes del vacío. Ellos, aunque no hayan estado presentes o próximos, afectuosos o no, forman parte de ti, estaban al otro lado de tu orilla. Ya no hay auxilio seguro, esa asunción plena perturba, nos deja indefensos, aunque la educación y la cultura nos exigen control. —ECDP: En “Trampantojo (Poemas reo)”, no sé si son los poemas los que quedan presos o es el lector asistiendo a una galería de personalidades masculinas o situaciones que a las mujeres nos pueden sonar (‘Hombre sin fin’; ‘Compañía de seguros’). ¿Cómo se empieza a crear ironía y sátira a partir del dolor de los amores desafortunados? La ironía es la máscara perfecta donde ocultar sentimientos. Se pueden decir los mayores disparates bajo la carpa del sarcasmo y el humor. El humor lo mitiga todo, forma parte del buen talante, el buen humor es inteligente, es la fuerza oculta del clown que bajo su nariz de payaso dice las mayores verdades en el rostro de los poderosos provocando su desconcierto. —ECDP: ¿Contribuye la creación de Literatura Infantil y Juvenil a esta libertad creadora que tan pronto nos evoca el recuerdo como una pequeña sonrisa?
—MLS: Supongo que sí, aunque al escribir literatura infantil y juvenil no hay tanta libertad como parece. Si mi escritura tiene viveza, como si estuviera desabrochada, es porque lo que más procuro, en un género o en otro, es el intento de crear naturalidad. —ECDP: Sobre “París”, el lugar del eterno encuentro entre los enamorados, esta vez nos muestras el amor de pareja desde la perspectiva de quien encuentra la felicidad en el bienestar del día a día, es un “nosotros” que contagia vitalidad e identificación en el otro. ¿Está esa plenitud del amor sano ya inserta en la poesía de nuestros días o aún acecha sobre nosotros el eterno spleen hasta que alcanzamos la experiencia? —MLS: Me creo que en poesía hay mucho florilegio sobre el amor, y menos sobre el desamor, que socialmente es lo más abundante. Pero mis lecturas poéticas no son recomendables, leo sin avidez, pero reconozco a los buenos poetas por el poso del legado materno, y por intuición, que ahora sabemos que es un proceso más complejo que el racional. Respecto al amor al que canto en “París”, como deja entrever Eliot, hay una parte que es puro sortilegio, y otra que es tarea de dos. Esto último solemos descartarlo por prosaico, dejándoselo todo a la magia, siendo claro que hasta que no entendemos esa conjunción dual no llegamos a puerto. Si se me permite, diré que emocionalmente somos extremadamente incultos. Siempre me he preguntado por qué las instituciones, en la formación del ser holístico, no abordan estas cuestiones más esenciales, complejas y necesarias que aprender exponenciales. ¡Gracias que la literatura nos va mostrando algunas pistas! —ECDP: Tras leer una palabra poética tan trabajada y que juega perfectamente con el ritmo, uniendo lo estético con lo más cotidiano, ¿por qué has demorado tanto tiempo en adentrarte de nuevo en la poesía “de adultos”? ¿Sentías que se posarían todas las miradas sobre ti por el recuerdo del verso de tu madre Josefina Soria? —MLS: Nunca he pensado que el freno para no escribir poesía fuera Josefina Soria. Al contrario, ella me mostró la excelencia en el lenguaje, ella aplaudió el juego de mis versos sabiendo que jugar es una forma elevada de investigar, un desenfado que llegó a conocer con el poemario En consideración te escribo. Porque jugar hay que jugar siempre, en la poesía o en la literatura infantil y juvenil. ¿O acaso no hay juego en creerse lo de «las perlas de tu boca»? Antes de todo es la metáfora, así que es bueno relajarse y abrir el foco para mezclar y trasgredir lo establecido. Me encuentro felizmente atrapada en una literatura que llamo para todos los públicos en el intento de evitar lo políticamente correcto o fuera modas, y aun así tengo un público que me deja un hueco estupendo, así que pretendo seguir disfrutándolo. Cierto que en ocasiones necesito comunicarme con vosotros, los adultos, con esa otra chispa que se enciende cuando estamos sometidos a determinadas emociones. Todavía trabajo un grito de infancia que puede que vea la luz algún día. —ECDP: ¿Cómo ha sido la recepción del libro en estos tiempos convulsos? —MLS: La recepción de Muy señores míos está siendo excelente, empezando por un editor desconocido que apostó por mí. Y es que un editor entusiasmado puede ser el 50% del éxito de un libro. El confinamiento detuvo su salida y las presentaciones y ferias, pero la promoción actual hace que esté dando pasos a buen ritmo, lo que me alegra infinito, ya que es un muy querido libro y no vamos a dejar que una fecha de edición lo haga caducar en el tiempo. Todo lo hace más especial. —ECDP: Y, para acabar, ¿se esposa a algo Marisa López Soria? —MLS: A lo que más me esposo es a los afectos, a la empatía, ahora y siempre. Antes, a la libertad y a la desobediencia, me considero buena en el sentido machadiano, pero he sido siempre muy rebelde. Gracias a los dioses, soy de la panda de “los proscritos”. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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