Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Con este proyecto busco visibilizar las creaciones literarias de las nuevas generaciones, a la vez que intento mostrar un lado más humano de la literatura, alejado de cánones y efectismos sagrados, y una comunidad que comparta, en ocasiones, las mismas inquietudes. No en vano, desde su mismo nombre, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conectar con la naturaleza y descubrir nuevas tierras en las que establecerse. De esta manera, frente al carácter efímero de los encuentros, la entrevista con cada uno de los participantes se erige como un testimonio que permite profundizar en la labor de escritura, las últimas tendencias, las influencias o las preocupaciones de cada uno, entre otros muchos temas. En esta ocasión hablamos con Pablo Serrano Torres (Cartagena, 1996), poeta y estudiante de último año del Grado en Filología Hispánica en la Universidad de Murcia. Su obra ha sido reconocida con menciones en el Certamen CreaMurcia 2016 y en el XXXIX Premio Félix Francisco Casanova, además de un accésit en el I Premio de Relato Corto Mirando al Mar y un premio en el Certamen Mandarache de Microrrelato (2013). Además, ha participado en la muestra 7+7 (XXI Edición La Mar de Músicas), así como en revistas como Manifiesto Azul o El vuelo del flamenco. Por último, compagina su labor poética con el blog de reseñas Espacio coyote y la elaboración de una novela. A través de su primera publicación editorial, su pasión cultural y su propia labor de escritura, surgen temas como el dolor, la injusticia y, en realidad, todo un campo expandido que va dando forma a sus obras. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Este año algunos de tus poemas fueron publicados en Siete menos veinticinco (Asociación Diván/Raspabook), junto a otros poetas jóvenes de Cartagena como Elena Trinidad Gómez, Mery Salem, Anabel Úbeda o Jesús Sanmartín. ¿Has notado algún cambio después de publicar en una editorial? ¿Cómo ha sido compartir esa experiencia con esos otros poetas? —PABLO SERRANO: Bueno, lo cierto es que Siete menos veinticinco empezó a fraguarse hace ya más de un año. Recuerdo que le envié a Antonio Marín Albalate los poemas que quería publicar en junio del año pasado, y el libro no saldría hasta marzo, unos pocos días antes de que me marchara a Argentina. Fue una experiencia muy agradable, me hizo mucha ilusión que por primera vez se publicara algo mío en una editorial. Podría decirse que fue un chute de autoestima importante, de decir “oye, mira, lo que escribo gusta, la gente quiere leerme”. Sin embargo, más allá de eso, no ha supuesto mucho cambio en mi vida. El libro no ha tenido gran repercusión, me habría gustado en su momento que hubiera servido de excusa para establecer algún tipo de comunicación literaria, es decir, sentir que el libro se leyera y conocer qué impresión causara en los lectores, pero apenas recibió reseñas. No sé, no quiero infravalorar la publicación del libro, pero dado que me lo preguntas, lo que siento es que mandé un mensaje en una botella a perderse en el mar. Que es mejor que nada, pero eso. No recibí nunca un feedback que pudiera enriquecerme como escritor. […] Con respecto a la experiencia de trabajar con otros poetas, bueno, estuvo bien conocerlos. Sobre todo, me sirvió para tener una perspectiva más amplia de qué es lo que se está haciendo en mi ciudad entre la gente más joven, y lo que pude ver es que los autores agrupados en esa antología somos bastante distintos unos de otros. No creo que podamos hablar de una generación. Por poner un ejemplo, Mery Salem dirige su poesía más hacia un contexto, no voy a decir propagandístico (mierda, ya lo he dicho), pero sí políticamente activo, muy efectista, y siempre ligado a una actuación, performance, música. Creo que es muy distinto de lo que hago yo. Tampoco ha habido mucho contacto entre ellos y yo desde que se publicó el libro, y no he leído de ellos mucho más que lo que aparece en la antología. […] En lo que a mí respecta, yo soy bastante autocrítico y a día de hoy no considero especialmente interesantes los poemas que publiqué. Solo he rescatado un par de ellos para este recital, y especialmente uno, ‘Julia llora conduciendo un Volkswagen’, que creo que es radicalmente distinto al resto de lo que envié a aquella publicación, que era bastante más maniqueo: ‘Abdullah’, un poema sobre la inmigración muy efectista, ‘Sahara’, una composición de amor que ya no me lo creo, y ‘Elliott Smith’, un poema sobre la hipocresía capitalista bastante unilateral donde los buenos son muy buenos y los malos, muy malos. —ECP: Como ha pasado tiempo desde aquello, ¿piensas publicar próximamente un poemario o, en cambio, prefieres esperar a que haya un estilo más sólido? Actualmente le damos mucha importancia a publicar, lo que luego produce un exceso y presencia efímera de los libros. —PS: Sí me gustaría publicar un poemario, pero no sé si estoy preparado. Como dices, hay muchas publicaciones, demasiadas, y me gustaría que lo que publique realmente merezca la pena ser publicado. Hace algo menos de un año agrupé una selección considerable de poemas y los organicé en un poemario que iba a llevar por título Lechos, telarañas. Varios de los poemas que incluí ahí los he traído hoy al recital, pero muchos otros me doy cuenta ahora de que no son tan buenos como me gustaría. A día de hoy, no publicaría ese libro. Quiero publicar algo que resista la prueba del tiempo. Espero que no tarde demasiado en hacerlo, pero nunca se sabe. —ECP: También puede que influya la presencia de la “poesía juvenil” (Marwan, Loreto Sesma, etc.). ¿Crees que es beneficiosa, o que da una idea equivocada de la propia poesía? —PS: Conozco a esos autores, pero no los leo. Sinceramente, creo que vivimos en una era en la que la literatura más comercial es una realidad ineludible, y eso es más que evidente en el mundo de la prosa. Parece que en la poesía este fenómeno es una cosa más o menos nueva, pero no creo que sea muy distinto del caso de los bestsellers. No me preocupa, no creo que perjudique a la existencia de una “buena literatura” (si es que podemos hablar de tal cosa). La literatura se va a seguir produciendo igual, al margen de que algunos se aprovechen de este fenómeno para vender un producto vacío. Yo, y muchos otros “poetas jóvenes” (qué cansancio de término), escribo sin poner la vista en el mercado de la literatura. Y si la percepción de la masa es que si eres poeta joven automáticamente eres un Marwan de la vida, pues yo qué sé. Me trae un poco sin cuidado. Si de pronto la gente, gracias a este fenómeno, se anima a ir un poco más allá y pasar de Marwan a Miguel Hernández y a partir de ahí va escalando y va leyendo poesía, pues genial. Y si no, pues también. Es un debate que me trae un poco sin cuidado, yo escribo mis cosas. —ECP: Entonces, ¿cómo planteas tu labor de escritura —pocas o muchas correcciones, papel frente a ordenador, temas, influencias, etc—? —PS: Pues respecto a lo de las correcciones, ahora muchas más que antes. Como decía, soy bastante autocrítico y hago mucha criba de lo que escribo. El ejemplo más paradigmático es el ‘Breve poema lejano’, del que no tengo el original ya, pero te digo que de breve tenía poco. Le doy muchas vueltas a todo cuando escribo últimamente, en los últimos seis meses creo que no he escrito más de cinco poemas. A veces tengo una idea y la anoto en el móvil para poder escribir un poema sobre ello cuando me siente y el estado de ánimo sea propicio, que puede ser perfectamente un mes y medio después. Esta es como mi última tendencia, pero desde que empecé a escribir, ha abundado una escritura más impulsiva: escribir rápido, revisar poco, publicar cuanto antes en internet. Es el caso por ejemplo de ‘En su salsa’: vi la noticia (una chica de quince años es doblada en Brasil por un grupo de hombres adultos hasta sangrar, los violadores sacan fotos del suceso y las suben a twitter, se viraliza), escribí el poema, y lo subí a Facebook. Sin embargo, ‘Doce de octubre o veinticuatro de junio’ lo pensé el doce de octubre y no lo escribí hasta bien entrado noviembre. Además, ya no publico nada de lo que escribo en internet. […] Con respecto al formato, me gusta más el ordenador por una cuestión puramente práctica: estoy más acostumbrado, escribo más rápido, es limpio, puedo editar todo lo que quiera el texto sin borrar ni tachar ni gastar papel, y puedo recurrir a internet fácilmente cuando precise alguna referencia o para ayudarme a recordar algo concreto con una rápida busca a Google, tengo los diccionarios de la RAE para las consultas muy a mano... Escribir en la libretita queda muy guay y es muy bohemio y yo lo he hecho a veces, cuando no podía esperar a llegar a casa para escribir lo que tenía en la cabeza, pero en la práctica, es evidentemente mejor el ordenador. […] Lo de las motivaciones ya es una cuestión más compleja. La respuesta más inmediata que se me ocurre es la terapia y la comunicación. Encuentro terapéutico sentarse y catalizar los pensamientos en la poesía. Eso me permite meditar, reconciliarme con algunas emociones, comprenderme mejor. Por supuesto, no solo escribo para mí mismo (la parte terapéutica), sino también para llegar a un otro. La posibilidad de poder transmitir a los demás algo que de otra forma me resultaría imposible es fundamental. De hecho, el título que le he puesto a este coso que traigo para recitar hoy es Tras el silencio oscuro de mi frente, parafraseando un verso del ‘Pequeño vals vienés’ de Lorca: la poesía es lo que hay detrás, lo que escondo, lo íntimo, la esencia, la médula, el no-decir. Poder decir y ser comprendido, conectar de algún modo a través de la palabra, me parece maravilloso, y es algo que raras veces pasa, pero es una de las cosas que busco al escribir, de las más importantes, de hecho. —ECP: La escritura, según el “canon” literario, parte de una lectura voraz de otros autores. En ese sentido, ¿te consideras un ávido lector de poesía? ¿Podrías mencionar algunas de tus influencias? —PS: No soy un ávido lector de poesía, ni tampoco soy muy fan del canon. Me gustaría leer mucha más poesía de la que leo, pero paradójicamente, estudiar Filología Hispánica me quita las ganas de leer. Es una carrera bastante más absorbente de lo que la gente se imagina, apenas me queda tiempo de leer por gusto, y aunque leo algunas cosas maravillosas (más bien muchas, no algunas), no es lo mismo leer a punta de pistola que leer por gusto. Cuando llega el verano estoy agotado (y aun así leo), así que tampoco son meses demasiado productivos en la lectura de poesía. Espero cuando acabe los estudios poder profundizar más en ella. La mayoría de poemarios completos que he leído son de autores murcianos que he escuchado en recitales y luego he comprado sus libros, he leído Vigilia del asesino de José Óscar López, Edición anotada de la tristeza de José Alcaraz, Ártico de Juan de Dios García, la antología La imagen y su semejanza de Javier Moreno. Y más allá de eso, una antología de Leopoldo María Panero, el poemario Escrito en un reflejo de Hugo Mujica, Poeta en Nueva York de Lorca. De todos ellos, quizá los que más me hayan llegado son Lorca y Panero. También encuentro poesía en la música. En este sentido, mis letristas favoritos probablemente sean Elliott Smith y Sufjan Stevens. —ECP: También has escrito artículos, como la reflexión sobre Final Fantasy X y la implantación, como otros videojuegos jrpg, de una “vida fantástica y cómoda” durante ese período de tiempo. ¿Hasta qué punto estos tipos de productos, como las redes sociales, ofrecen un refugio en el que esconderse? —PS: No se me había ocurrido relacionar los videojuegos con las redes sociales... Es una comparación curiosa. Creo que sí, que ambas son vías de alienación, pero los mecanismos y motivaciones de uno y otro medio son radicalmente distintos. Ambos se basan en la construcción de una ficción apetecible, pero en el caso de la red social, el motor que la construye es el narcisismo, el material con el que se elabora la ficción es la propia vida del usuario. Lo que propone la red social es una evasión de la propia realidad maquillándola y engrandeciéndola. Por otro lado, el videojuego está más cerca de manifestaciones artísticas como la literatura o el cine. La ficción se construye sobre la imaginación. La realidad ficticia que ofrece es externa a la vida real del usuario, implica necesariamente la aceptación y comprensión de un otro. Decía uno de mis profesores de la universidad, Francisco Florit, que leemos para vivir vidas ajenas. También jugamos para vivir vidas ajenas. Pero, como decía en el artículo del Final Fantasy en Espacio Coyote, no condeno esa actitud escapista, creo por el contrario que es algo necesario. Y, además, volviendo a la comparación con las redes sociales, el videojuego, como todas las manifestaciones artísticas que se basan en la construcción de una ficción ajena al lector, tiene una característica positiva: la ampliación de la visión del lector/jugador, el enriquecimiento. Todas estas ficciones, al introducirnos en una vida ajena, nos sacan de nuestro narcisismo diario poniéndonos bajo la piel de otros, nos muestran otras realidades, y esto siempre es enriquecedor. —ECP: Videojuegos, cómics, música… Tus poemas funcionan como un campo expandido que recibe la influencia de una gran variedad de elementos. ¿Qué encuentras en algunas de estas manifestaciones y cómo influyen en tu escritura? —PS: Ya he hablado un poco sobre esto antes, pero se puede profundizar. Me encanta el arte en todas sus manifestaciones y encuentro que todas las disciplinas, la música, el cine, el cómic, la poesía, la novela, sirven como una exploración del alma humana, y una expresión de la misma. Alma es un término un poco peliagudo... Quizá mente sería mejor, pero también es un término demasiado racionalista, así que creo que prefiero alma. Me apasiona sentir esa conexión que ofrece el arte. Pretendo volcar lo mismo en lo que escribo. No sé si lo logro. Todas las manifestaciones artísticas, en tanto que me han afectado de algún modo en algún momento de mi vida (las películas que he visto, los cómics que he leído, la música que he escuchado), de algún modo pasan a formar parte de mí. En buena medida lo que nos constituye son los recuerdos, somos una red de información. Y, por tanto, cuando escribo, pueden filtrarse en mis versos. A veces son ideas argumentales, a veces son sentimientos, a veces son escenas, imágenes... No sé si con eso contestaré a la pregunta. Soy consciente de que en la literatura hay una serie de técnicas que asemejan el lenguaje de la literatura al del cine, pero no me refiero a eso cuando hablo de influencias. No me paro a pensar si quiero que un poema sea cinematográfico, no se trata de eso. —ECP: Tus poemas también comparten una visión un tanto nihilista que choca con toda esa “filosofía del optimismo” (con términos como “coaching”, “emprendimiento”, “toxicidad”) que elimina cualquier aspecto negativo de nuestras vidas. —PS: Sí, odio esto. Creo que es reflejo de una hipocresía generalizada, es un síntoma de la mentalidad capitalista en la que vivimos que trata de excluir todo lo “malo” ocultando realidades y creando segregación. Construimos una ficción social, realmente, y eso, por supuesto, está en las redes sociales. Es huir de la realidad disfrazándola de lo que no es, mirando a otro lado. Lo de la toxicidad lo encuentro especialmente horrible. Le leí a José Daniel Espejo hablar en este sentido de un “apocalipsis cuqui”, y no podría estar más a favor de la implementación de ese concepto. Estamos realmente viviendo un “apocalipsis cuqui”. —ECP: Cambiando de tema, cuando organizaste el festival Raíces en la Algameca Chica (Cartagena), ¿separaste las facetas de poeta y gestor cultural? ¿En qué medida crees que los festivales y los recitales ayudan a la difusión de la poesía? —PS: Sí, por supuesto. Igual ahora pienso que quizá fue muy narcisista decidir participar con un recital en Raíces formando parte del comité organizador, pero bueno, tampoco fue una decisión unilateral, así que ya está, ya fue. Mi participación en aquel festival, como gestor, tuvo dos vertientes: por un lado, acudir a recitales, proponer autores y ponerme en contacto con algunos de ellos para ir dando forma a la programación, aunque en este sentido mi participación fue minúscula en comparación con la de Alberto Caride. Por otro lado, se nos ocurrió contratar unas actrices para que presentaran a cada poeta con una pantomima de Góngora contra Quevedo, y yo me encargué de escribir los guiones que debían interpretar. Nunca había escrito teatro, fue una experiencia tan divertida como agobiante (muchísimo trabajo, más de veinte páginas de guion, poco tiempo). Lamentablemente, por una serie de catastróficas desdichas, esto no salió muy bien, aunque fue divertido igual. Y en cuanto a mi faceta de poeta, quedó relegada al momento del recital únicamente. […] Con respecto a la segunda pregunta, pues imagínate, si te digo que yo apenas puedo leer más poesía que la que escucho en recitales, creo que hacen una importante labor de difusión. He escuchado poemas geniales en Zalacaín, en el festival Deslinde, en nuestro propio festival Raíces, en este ciclo. De hecho, me siento tremendamente agradecido de poder estar aquí leyendo mis poemas ante un público que ha venido a escucharme. Encuentro muy gratificantes todos estos proyectos. —ECP: Sin embargo, cuando recitaste con Hugo Cano en los “Lunes Literarios” de Zalacaín, planeasteis una especie de performance que iba más allá de la lectura de poemas. —PS: Sí, bueno, fue una locura. Realmente los elementos performativos no eran tantos, pero eran llamativos. Nuestro recital estaba estructurado en varias partes: una primera parte, ambientada en el espacio, la constituían mis poemas inspirados en el disco de Oneohtrix Point Never Returnal, del cual hacíamos sonar al comienzo la primera pista, una suerte de explosión de ruido que, dentro de mi narrativa, constituía la destrucción de una nave espacial devorada por un agujero negro. Una de las imágenes que se repetían en esa sección del recital era el coyote, de ahí la máscara con la que leía. Era un poco surrealista, lo escribí una noche a las tantas de la madrugada, y el coyote era el símbolo del subconsciente, la pulsión sexual, el abismo. Ya te digo que era una cosa muy loca, y luego Hugo estaba comenzando sus disertaciones sobre el yo, por eso llevaba esa mascarilla con la palabra “yo” escrita, y el rollo del bebé se explicaba con el último poema. Fue divertido. —ECP: Como hemos hablado de la difusión de la poesía, recuerdo que hace dos años obtuviste una “Mención de Honor” en el CreaMurcia. ¿Qué supuso para ti obtener ese reconocimiento? ¿Crees que la poesía y la novela deberían volver a estar en diferentes disciplinas? —PS: Yo diría que no ha supuesto nada, más allá de la satisfacción personal. Sigo escribiendo igual. Bueno, supongo que quizá el hecho de que esté aquí hoy se deba en parte a esa mención, por lo cual estoy agradecido. Con respecto a la segunda pregunta, sí, definitivamente. El primer año que nos presentamos Hugo y yo, cuando vimos cómo funcionaban los premios, Hugo me dijo “esto es una carrera de motos contra coches”. No podría estar más de acuerdo. —ECP: Y, como también has mencionado tus estudios universitarios, ¿cómo ha sido tu paso por la universidad? ¿Qué harás cuando acabes el grado?
—PS: Bueno, mi paso por la universidad ha supuesto una etapa más en mi vida, nada más (ni nada menos). No creo que me haya moldeado demasiado como escritor, aunque quizá las asignaturas más teóricas de la literatura sí me han permitido acercarme a la literatura desde ópticas distintas, y eso ayuda mucho a la hora de leer y de crear literatura. Permite tener una conciencia más amplia de lo que es o puede ser literatura, y lo que eso implica y, por supuesto, ha supuesto un redescubrimiento genial de la literatura hispanoamericana, esas clases son lo mejor de la carrera. Sin embargo, en general, la universidad ha sido una decepción. No me quiero poner ahora aquí a destripar la Universidad de Murcia, pero creo, desde mi ignorancia, que muchas cosas deberían cambiar. Con respecto a qué haré cuando acabe el grado, pues seguir estudiando, hacer el máster de profesorado y opositar; mi intención es ser docente, y transmitir a mis alumnos que hay vida más allá de Facebook e Instagram, que no son el centro del mundo, que no hay un centro, y que solos e ignorantes no llegamos a ningún sitio: que en los libros hay vida. Mientras tanto, seguiré escribiendo, como siempre. —ECP: Para terminar, ¿nos podrías hablar un poco del argumento o las intenciones que persigues con la novela que estás escribiendo? —PS: Sí, es una novela existencialista, un poco a la manera de El túnel de Sábato, Submarino de Joe Dunthorne o El guardián entre el centeno de Salinger. La visión del narrador es la de una adolescente de quince años que va reflexionando sobre su vida en primera persona. El tema principal de la novela es el amor tóxico (por muy poco que me guste ese adjetivo de tóxico, aquí me parece el más apropiado), ella está enamorada de un chaval que no la trata bien, y a lo largo de la novela irá madurando, en parte gracias a la relación con su profesor de filosofía, con quien mantiene una relación sexual algo extraña. Y bueno, al margen de esta historia de amor, ella reflexiona un poco sobre la existencia, la propia escritura, la política, las relaciones humanas, el poliamor, el narcisismo, las redes sociales. En fin, por ahí van los tiros, más o menos.
3 Comentarios
FRANCISCO
13/12/2017 02:00:25 pm
UNA VEZ LEÍ UN BREVE POEMA QUE DECÍA ASÍ:
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20/9/2022 08:05:24 am
Buenos días señor / señora,
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20/9/2022 08:06:33 am
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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