Entrevista realizada por JOSÉ LUIS LÓPEZ BRETONES Aposento Aposento, la nueva novela de Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970), parte de un hecho real no demasiado conocido: la desaparición de la escritora madrileña Mercedes Soriano no sólo del panorama literario español de finales de los 80 y principios de los 90 --donde consiguió brillar con luz propia junto a los Javier Marías, J. J. Millás, Luis Mateo Díez, Alejandro Gándara, José Mª Merino, Manuel de Lope, Vicente Molina Foix, Pedro Zarraluki, Adelaida García Morales, etc.—, sino su desaparición también del panorama, digamos, “social”. Una doble desaparición deseada, buscada, cultivada aparentemente con furia, al establecerse en una minúscula aldea almeriense de la zona del Cabo de Gata. Mercedes Soriano se largó de repente y permaneció años apartada hasta su prematura muerte en 2002, con 49 años. La editorial La Navaja Suiza ha hecho coincidir la salida de Aposento con la segunda novela que publicó Mercedes Soriano allá por 1991: Contra vosotros. Hasta ahora era difícil encontrar alguna de sus cuatro novelas, que estaban descatalogadas. Soriano dejó de escribir luego de publicar la última (Una prudente distancia, 1994) y apenas quedaba información sobre ella en ningún sitio. Se borró. Hubo una evidente y radical voluntad en todo ello. ¿Qué tipo de voluntad? Miguel Ángel Muñoz intenta desentrañarla en las páginas de Aposento. --EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Aposento no es sólo —ni principalmente-- una novela de indagación más o menos detectivesca sobre el rastro perdido de Mercedes Soriano, sino también una suerte de exploración personal, una reflexión sobre el oficio de vivir y de escribir, un recuento de los trances, obsesiones y esquivas recompensas que va aportando la vida y la escritura, un pequeño ensayo sobre la obra de Soriano y también, de manera muy matizada, una meditación sobre el influjo que el paisaje puede llegar a ejercer sobre nosotros. ¿Cómo conseguiste armar todas esas piezas para que la novela no se te desbordara y se te fuera de las manos? Es decir, ¿en el planteamiento previo ya sabías las piezas que ibas a manejar y cómo las ibas a ir encajando? —MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ: Tengo que confesar que, en general, lo que más me apasiona de la novela es su estructura; es decir, los elementos que el escritor emplea para desarrollar una historia. Creo que todo está ya contado, pero aún quedan resquicios para intentar contar algo de maneras diferentes, alterando los pequeños engranajes que hacen que todo el mecanismo acabe por encajar. Cuando empecé a escribir Aposento quería tener muchos materiales encima de la mesa y conseguir que fueran ajustándose de forma paulatina. La novela tiene cuatro partes muy diferenciadas, y el lector va percibiendo esos giros, va notando cómo la novela vira de pronto hacia otro estilo, hacia otro modo de narrar; esto puede que incluso le cause cierta impaciencia porque no acaba de ver cómo van acoplándose todas las piezas. Pero la última parte, que se titula intencionadamente “La novela”, es como una forma de decirle al lector: aquí está por fin la novela, o lo que más se parece a una novela. Es la parte que más tiene de investigación personal sobre las circunstancias de la desaparición de Mercedes Soriano. Ahí cobra sentido todo, es el momento en el que el libro muestra sus cartas y revela la influencia del paisaje del Cabo de Gata; es decir, qué significa pertenecer a un entorno determinado y qué sentido tiene esa investigación sobre una escritora que, habiéndolo conseguido literariamente todo en Madrid, huye a un lugar del que la mayoría de los que escribimos desde él nos gustaría escapar para ir hacia donde ella estaba. --ECP: Concebiste Aposento en octubre de 2002, hace casi 20 años, cuando leíste en un periódico la necrológica de Mercedes Soriano mientras esperabas en Barajas para embarcar en un avión que te llevaría en viaje de novios. Mercedes Soriano había muerto en un hospital de Almería de no se sabía muy bien qué y dejaba un marido y dos hijos de corta edad. A partir de entonces cualquier noticia sobre ella o sobre sus novelas se difumina, se va diluyendo. Pero tú decides en seguida que ahí había tema para un relato. Sin embargo, dejas pasar nada menos que 15 o 16 años hasta que te decides a emprender la tarea. Ese momento lo cuentas como el de una “visitación”, como si algo o alguien te susurrara el nombre de Mercedes Soriano en una especie de duermevela. Escuchas ese nombre dentro de ti y confiesas: «De entre todas las pequeñas historias de fantasmas de tu vida, he elegido contar esta» (p. 18). ¿Fue realmente de esa forma tan, digamos, fantasmal como encontraste el impulso que te hizo ponerte por fin a escribir la novela? —MAM: Mercedes Soriano muere el día antes de mi boda, un viernes 18 de octubre de 2002. Y el 21 o el 22 leo su necrológica en El País. Yo sabía que ella vivía en Almería porque en la información de las solapas de sus últimas novelas se decía. Pero lo que me pareció increíble era un detalle si quieres tonto: el periódico entonces más importante e influyente, en el que ella había sido colaboradora y a la que había en cierto modo promocionado, había tardado cuatro días en publicar su necrológica. Eso me decía mucho del olvido en el que Mercedes Soriano estaba ya por aquel entonces, pero también del lugar al que se había retirado: un lugar desde el que las noticias tardaban cuatro días en llegar a Madrid. Es ahí cuando empecé a preguntarme qué era lo que había pasado, por qué esa mujer tomó ese camino en su vida; y supe que ahí había un asunto que podría ser interesante. Pero es cierto que pasaron aún muchos años hasta el momento en el que me decido a escribir sobre ello. Y esa decisión, efectivamente, tuvo algo de fantasmal. Sucedió en ese duermevela al que te referías, un día cualquiera, en un momento que no deja de tener algo de sobrenatural. Porque yo creo firmemente que la literatura tiene todavía algo que es extraño, misterioso; y el misterio es que las cosas ocurren cuando tú no sabes por qué. Desde luego, tienes que estar predispuesto a ello, pero existe ese momento inexplicable en que la idea que tú has tenido sedimentada en tu cerebro durante 15 años aparece de repente y viene en tu ayuda. Sí, pienso que la literatura tiene todavía un componente que no puede dejar de ser espectral. --ECP: Tu novela es también una reflexión sobre el hecho mismo de la escritura, sobre las dudas e inseguridades que a menudo asaltan al escritor, los períodos de sequía, los impulsos que nos llevan a darle una forma literaria a ciertas obsesiones, etc. En la página 42 llegas a escribir: «Para mí, la escritura de un libro acarrea la ruptura de una armonía que parecía imperturbable». ¿Puedes explicar en qué consiste esa armonía preexistente al acto de la escritura? Es decir, ¿no intenta siempre el escritor conseguir cierta armonía que sólo la escritura contribuye a reestablecer? —MAM: La literatura que más me interesa es la que inquieta, la que transforma, la que golpea. Y ese tipo de literatura es siempre incómoda, como lo eran los libros de Mercedes Soriano. Una incomodidad que procede de tu deseo de romper algo, de no ser conformista, de no contar una historia que simplemente agrade al lector. Y al primero que tienes que poner en apuros es a ti mismo como escritor, porque lo que intentas hacer, por emplear una imagen elocuente, es como romper un vaso contra el suelo e intentar volver a recomponerlo. Esa es la armonía previa al relato de la que hablo: hacer trizas algo que estaba completo para después intentar restaurarlo de otro modo. --ECP: Por otra parte, según has expresado en otros trechos de tu obra, tú siempre has defendido la visión de la literatura como un diálogo. —MAM: Así es. Y te diré una cosa: cada vez tengo una mayor sensación de que cuando sale un libro estamos atentos a la repercusión que tiene, a lo que se dice sobre él, a las circunstancias en las que nace, pero casi nunca se habla de lo que el texto es en sí mismo, sino de otro tipo de eventualidades: de por qué ha tenido éxito, de qué temas ha tocado, etc. Casi nunca se entra en ese diálogo para el que la literatura está creada y que consiste en realizar una inmersión profunda en aquello que el libro te está contando. Cuando yo elijo indagar sobre Mercedes Soriano mi interés no era bucear en sus circunstancias íntimas, sino en lo que ella había escrito; es decir, intentaba establecer un diálogo puramente literario, de escritor a escritor, porque creo que efectivamente la literatura tiene que ser un diálogo con el otro. El protagonista de Aposento, que en este caso es también su autor, se va introduciendo en el texto como un personaje más, si bien yo he intentado huir de la autoficción porque ese personaje tiene posos realmente autobiográficos. Ahora bien, esto tampoco quiere decir que mi libro no sea una ficción, porque la literatura ficcionaliza cualquier cosa que se narra: desde el momento en que pasas cualquier experiencia por el filtro del lenguaje la estás ficcionalizando irremediablemente. —ECP: Al mismo tiempo que tu novela la editorial ha lanzado una reedición de Contra vosotros, la segunda obra de Mercedes Soriano, que no había sido publicada desde 1991. ¿Cómo se produjo esa confluencia? —MAM: Cuando La Navaja Suiza decidió publicar Aposento sus responsables tuvieron de pronto la idea de reeditar también algún libro de Mercedes Soriano. Eso me pareció fantástico, porque yo había escrito sobre una autora que había desaparecido, de la que no quedaba prácticamente ningún tipo de información, aparte de dos o tres artículos perdidos en internet, y era como si nunca hubiese pasado por el mundo. Y lo que yo quería hacer era acabar con esa invisibilidad. Ahora bien, en mi novela se asume todo el rato que sus libros estaban descatalogados, y yo nunca pensé que Aposento iba a verse acompañado por la reedición de un libro de Mercedes Soriano. Esa situación me resultó curiosísima, porque parecía que mi novela adquiría a partir de entonces un cariz distinto. Evidentemente, Aposento no es el mismo libro una vez que aparece junto a una reedición de Contra vosotros, gracias al cual el lector puede acudir directamente a la lectura de Mercedes. Una vez que aceptaron publicar mi novela, los editores me preguntaron qué libro de ella podrían rescatar, porque son gente que están en la treintena y tampoco tenían noticia de quién era Mercedes Soriano. Los de nuestra generación, la hubiéramos leído o no, podíamos tener alguna lejana referencia o algún recuerdo, pero hay muchísima gente de generaciones más jóvenes que no la conocen. Entonces, al pedirme consejo, les dije que, aunque todas merecerían reeditarse, quizá su novela más potente era Contra vosotros. Ninguno de sus cuatro libros es especialmente amable, son difíciles de leer, tenía un estilo duro que conectaba con ciertos escritores que a ella le gustaban mucho, como Thomas Bernhard o Goytisolo. Y aunque sus cuatro novelas son muy sugestivas y resultarían hoy muy actuales por las temáticas que tratan, Contra vosotros nos introduce directamente en la forma de pensar de los compañeros de generación de Mercedes Soriano: aquellos que venían de la izquierda y que habían llegado al poder en los años 80. —ECP: Y a quienes ella no trata precisamente muy bien. —MAM: Sus páginas son una diatriba contra todos aquellos trepas, aquella beautiful people, sobre todo del mundo cultural, que habían llegado rápidamente para hacer obra pero sobre todo para hacer caja, y a quienes Mercedes Soriano, con un estilo muy directo y desde las mismas convicciones ideológicas, pone a caer de un burro. Contra vosotros, con esa crítica generacional tan fuerte, me sigue pareciendo una obra muy valiosa porque demuestra, como he dicho antes, que la escritura nunca tiene que ser contemplativa ni amable. Creo que este tipo de escritura tan radicalmente crítica sigue siendo necesaria; y es además imprescindible que se haga desde distintas ideologías. Los escritores han de seguir enfrentándose a la realidad desde una postura contestataria y de sospecha. Ahora vivimos en una sociedad de bandos en el que nadie parece querer criticar su propia ideología. Eso es limitador, somos ciudadanos antes que personas que pertenecen a un bando ideológico cualquiera. Mercedes Soriano tuvo esto muy claro porque nunca renegó de sus ideas políticas, ni tenía por qué hacerlo. Pero las sometió a crítica y quiso reivindicar ese tipo de literatura combativa, algo que a mí me parece incluso socialmente sano, porque cuando la literatura es así de audaz contribuye de alguna manera a que la batalla y la contraposición de ideas se refugie en el ámbito cultural y no se expanda a otros terrenos más peligrosos. —ECM: Mercedes Soriano murió ocho años después de la aparición de su última novela, Una prudente distancia (1994). No publicó nada más, se hundió en el silencio definitivo. Tú aventuras algunas hipótesis para explicar ese silencio: «No sé si una enfermedad se manifestó tiempo antes de su muerte y la obligó a luchar durante varios años; tal vez la crianza de sus dos hijos la desalentó o la alejó de la literatura. Tal vez fue un cúmulo de circunstancias: decepción ante el recibimiento de sus obras, obstáculos inesperados, o el efecto del Cabo de Gata, del desierto, del sol que lo quema todo, que convoca los desapegos más profundos y transforma en innecesarias la mayoría de cosas» (p. 197). En todo caso, parece claro que se mezclaron razones ideológicas, literarias y personales: una especie de sensación de fraude, desencanto y resentimiento que la empujaron a dejarlo todo y a no querer formar parte de aquel aparato. Eligió irse para vaciarse y volver a encontrarse. Algo así. Tú hablas también de que su huida fue «un deseo de autenticidad, pero también una protesta, un insulto, un desprecio del que pocos se dieron por aludidos» (p. 99). —MAM: Bueno, esa página mía es bastante provocativa. Aposento es también una reflexión sobre cómo investigar algo cuando no tienes demasiados datos a tu disposición. Lo único que yo tenía eran los libros de Mercedes Soriano, y en ellos había que hallar todas las claves de su vida y de su pensamiento. Ya he comentado que desde el principio tenía claro que esa investigación que emprendí —que en cierta forma llega a ser bastante infructuosa— no quería convertirla en un libro biográfico ni contar chismes ni nada de eso. Pero es verdad que desde su primera novela se observan ya indicios de que Mercedes Soriano quería desaparecer, quitarse de en medio. Era evidente que no le gustaba nada la vida que llevaba en Madrid y que deseaba irse a vivir junto al mar. En su primera novela, Historia de no (1989), hay un momento de desesperación en el que la protagonista coge de repente un taxi y se hace conducir hasta la costa; y aunque no nombra a Almería, parece claro que ya desde ese momento estaba hablando de este paisaje. Toda su obra está hecha desde esa perspectiva. Por otro lado, siempre me han atraído las historias de escritores que de pronto deciden cortar con todo y desaparecen. En mi novela comento algunos de esos casos: escritores que tienen una necesidad de quitarse de en medio y dejar de escribir, porque la literatura siempre es una pelea. Y a mí me han interesado mucho todas esas historias de gente que se aísla y que es capaz de contemplar el mundo desde un lugar apartado y solitario. —ECP: En tu libro cuentas también cómo compraste Contra vosotros al poco de salir, a principios de los 90, aunque una serie de circunstancias hicieron que fueses demorando su lectura. Pero decides retomar sus novelas e investigar su figura en un momento que parece crucial para ti: cuando estabas a punto de abandonar la literatura. Y añades que ese era el momento idóneo para acercarte a ella. «Este es un libro sobre ti, pero también sobre mí», escribes de manera muy significativa. A partir de ese momento recobras una fe en la literatura que creías haber perdido y sabes a la perfección lo que tienes que hacer, lo que tienes que escribir. ¿Qué fue lo que te produjo esa crisis de la cual parece que vino a salvarte Mercedes Soriano?
—MAM: Cuando has publicado ya una serie de libros y conoces cómo funciona el llamado “mundo literario”, y ves que la sociedad actual no tiene interés por leer libros, sino por publicar libros y que su publicación sea un acontecimiento, a mí me produce cierta desazón. Y llega un momento en que eso te provoca una serie de reacciones que pueden identificarse con una crisis, que por otro lado yo creo que son inevitables en la vida de cualquier escritor. En uno de esos momentos es cuando me vino la determinación para empezar a escribir Aposento, que curiosamente es para mí un libro muy feliz porque me ha hecho dialogar durante varios años con una persona que había muerto, con la que yo no podía hablar sino a través de sus libros. Como he comentado antes, ese diálogo tan solitario y profundo que mantuve con Mercedes Soriano es en el fondo lo que yo considero como lo más importante de la literatura. Al cabo de tantos años descubres que lo fundamental es escribir tu libro en soledad. La enseñanza es tan sencilla y tan básica como esa: darte cuenta de que todo lo demás —publicar libros, estar en esta editorial o en la otra, con esta u otra repercusión— tiene al fin y al cabo una importancia relativa. —ECP: Háblanos, para acabar, del título de tu novela, que me parece muy sugerente en su simplicidad. ¿Lo tuviste claro desde el primer momento, barajaste otras opciones? ¿Cómo surgió? —MAM: El título de Aposento lo tuve claro desde el principio. Me parece una de esas palabras que ya casi no se usan, pero que tiene para mí distintos significados que en la novela encuentran explicación. El aposento es aquel lugar en el que uno se acaba encontrando bien, como en casa, y ese es también uno de los temas del libro: cómo sentirse en casa en un determinado lugar y no en otro. Pero además el aposento es esa especie de habitación propia de la que hablaba Virginia Woolf, el lugar en el que tú escribes, que es absolutamente tuyo y de nadie más: y ese lugar es la literatura. Me pareció que el título tenía todos esos sentidos que le venían muy bien a la novela. Tanto Mercedes Soriano como el escritor que protagoniza la novela acaban encontrando aposento en un sitio que está muy condicionado por un paisaje, el del Cabo de Gata, y esa potencia que tiene el paisaje hace que encuentre su sentido, su razón de ser.
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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