Entrevista realizada por BASILIO PUJANTE «La literatura de calidad surge de un lugar andrógino» Tras la buena acogida de su última novela, Cada noche, cada noche (Siruela, 2016), Lola López Mondéjar vuelve con el volumen de cuentos Qué mundo tan maravilloso (Páginas de espuma, 2018). Charlamos con ella sobre esta última criatura y sobre la presencia de la mujer en la literatura, tema importante tanto en la obra como en las declaraciones públicas de la narradora murciana. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El volumen de cuentos Qué mundo tan maravilloso consta de dos partes muy diferentes. ¿Fue deliberada esta decisión o surgió espontáneamente? —LOLA LÓPEZ MONDÉJAR: Fue una decisión deliberada. Quise que la primera parte, en la que sus protagonistas, burgueses acomodados, disfrutan de los recursos del mundo como si fuesen infinitos, tuviese continuidad en la segunda, donde exploro algunas de las futuras, y hoy ya presentes también, consecuencias de esta depredación que ha sufrido la naturaleza de nuestra parte; consecuencias que sufrirán nuestros hijos y nietos. —ECP: En la primera parte, “Estos mundos”, todos los cuentos siguen el mismo esquema: la protagonista hace un viaje a un sitio turístico. ¿Qué nos aporta viajar? ¿Qué opinas de la turismofobia? —LLM: El viaje ha sido siempre una forma de distanciamiento, de alejarnos de los roles que jugamos día a día y encontrarnos con otra parte de nosotros mismos más oculta. Es un tiempo de reflexión, de “viaje interior”, que necesitamos o, al menos, que yo he necesitado desde muy joven. He viajado mucho, recuerdo cuando a La India o a África iban muy pocos españoles y el viaje era todavía algo excepcional para muchos. Pero siempre he sabido que era solo una turista más, que tenía billete de vuelta, que no era un viajero del XIX que podía dedicar uno o dos años de su vida a recorrer un continente. He deseado mucho ser ese viajero, pero no he conseguido serlo. [...] No sé nada de la turismofobia, solo desde el punto de vista de la escasez de recursos y la contaminación, es decir, por razones ecológicas, puedo rechazar el gusto por lo diferente que el viaje implica. Viajar para mí es documentarte sobre el destino, leer su literatura, saber algo de su historia e intentar comprender a los otros. Es un encuentro con la alteridad. Si bien cada vez hay menos alteridad, porque el mundo globalizado nos asimila y nos homogeniza a todos, y convierte los lugares más exóticos en casi idénticos en sus prestaciones. El viaje del turista que visita determinados lugares por imitación o por glamour no lo conozco. No conozco a esos turistas y no puedo escribir sobre ellos. —ECP: El relato ‘Si empezásemos a pensar con el corazón’ está protagonizado por tres mujeres de épocas muy diferentes que comparten espacio. ¿Cómo crees que ha evolucionado el papel de la mujer en la sociedad? —LLM: Las mujeres hemos hecho la revolución feminista, que hoy ha triunfado al menos en uno de sus aspectos más importantes: la conquista de los ideales. Hoy es vergonzoso ser machista, excepto para algún grupo de recalcitrantes, y esto es un avance imprescindible para seguir caminando en la senda de la igualdad. Las mujeres ocupamos ya la plaza pública desde hace décadas, si bien en condiciones aún no igualitarias, por lo que ha empezado a cambiar nuestra vida y nuestra forma de ser y de representarnos en las artes. Sin embargo, en ese relato quería también mostrar las afinidades entre la hembra humana de cualquier época. La reproducción y la creación como formas distintas del hecho de ser mujer. Enlazar temporalmente varias experiencias femeninas, la creación y la decepción, la muerte, la soledad y el parto. —ECP: Has afirmado que la literatura es un campo “machista”. ¿Qué crees que debe cambiar con más urgencia para conseguir la igualdad en este ámbito? —LLM: La literatura no es machista sino las academias y las instituciones literarias que se apropian del discurso literario. El canon es occidental, blanco y masculino, como ya se ha señalado hasta la saciedad. Ni la Academia de la Lengua Española ni la Sueca, por poner dos ejemplos, han tomado en serio la producción estética de las mujeres. En este sentido son machistas. Mientras que para mí la literatura de calidad surge de un lugar andrógino, híbrido, por fuera de los determinantes de género. Creo que aunque ya estemos cambiando algunas cosas, en la lucha de las escritoras por que su obra no sea considerada “escritura de mujeres”, se aceptan con más facilidad aquellas reivindicaciones que no molestan al sistema patriarcal presente en el poder literario. Por ejemplo: el día de las escritoras ha sido una feliz ocurrencia adoptada por bibliotecas y ayuntamientos. En realidad ese día funciona como una recompensa por el castigo y la exclusión que sufren las escritoras el resto del año al excluirlas de los congresos, premios, jurados, suplementos, e invisibilizarlas en libros de texto y otras muchas manifestaciones culturales, pero hacer realidad el artículo 26 de la Ley de Igualdad que exige la paridad en los actos culturales es una tarea aún pendiente, pues supondría compartir el protagonismo en esos actos todos los días. Hay mucho que cambiar en la mentalidad de los hombres que detentan el poder en el ámbito literario. En este sentido, creo que en la lucha por construir un nuevo canon también sería interesante particularizar la literatura escrita por hombres como se ha hecho con la nuestra. Ver sus constantes, sus temas, sus obsesiones, identificarlos y hacerlos notar. Por ejemplo, se dice siempre que los once relatos de mi libro están protagonizados por mujeres, lo que parece excluir a los hombres de mi propuesta estética, como si no fuese interesante para ellos; sin embargo, no se señala que la mayoría de cuentistas varones escriben sobre hombres casi exclusivamente, porque eso parece que no nos excluye a nosotras, que las preocupaciones masculinas son universales. Los personajes femeninos tienen mucho que aportar a los varones, entre otras cosas, la más evidente, porque sus madres e hijas son mujeres —y sus parejas muy frecuentemente—, y espero y deseo que les apetezca saber qué sienten y piensan esas mujeres a las que dicen amar. Si no les interesa saberlo, mal nos va, a ellos y a nosotras. Por otra parte, porque lo que tiene que ver con lo humano, como insisto en mi libro, es muy semejante en un género y otro: las generaciones, la vida, la muerte, el amor, la amistad, las relaciones paterno-filiales, el sinsentido del mundo, que a todos nos competen. —ECP: Se invalida entonces la que iba a ser mi siguiente pregunta, que qué te ofrecen los personajes femeninos frente a los masculinos. —LLM: Creo que deberíamos preguntarle a casi todos los cuentistas y novelistas de la literatura universal, salvo alguna excepción, ¿qué le aportan los personajes masculinos frente a los femeninos? El problema estriba en que esta pregunta se nos formula a las escritoras y no a los escritores, que también suelen escribir casi exclusivamente sobre protagonistas de su mismo sexo. Por otra parte, está bien que los hombres hablen de hombres y nosotras de mujeres. Muchos estereotipos femeninos se los debemos a que los hombres se han inventado las mujeres y las han elevado a modelos de feminidad, cuando en realidad no las conocían, sino que proyectaban en ellas sus necesidades y deseos, o sus temores, idealizándolas o demonizándolas. —ECP: También comparten los cuentos de esta sección el hecho de venir encabezados por citas de otros textos. ¿Se trata de simples homenajes o han tenido influencia en la creación de los relatos? —LLM: Esos textos son la síntesis de mis preocupaciones y también el motor de algunos de los ejes del libro. El de Hofmannsthal, por ejemplo, es la clave de mi propuesta. Pensar la humanidad y la naturaleza como un todo indisociable, una materia común, y dudar de que el arte pueda reflejar la complejidad y la belleza del mundo. El texto de Bauman que abre la segunda parte es central. Nos habla de los efectos de esta sociedad de consumo de bienes que nos trae de la mano el precariado, la fragilidad e inestabilidad laboral que sufrirán nuestros hijos, lo que da pie para los relatos de la segunda parte. Soy lectora de ensayo y me nutro de algunos de los conceptos que considero más fructíferos para explicar la realidad en la que vivo. —ECP: En la segunda sección, “Mundos futuros”, abordas temas polémicos (la obesidad, la eutanasia, el uso de robots sexuales) desde un punto de vista un tanto distópico. ¿Eres optimista sobre el futuro de nuestra sociedad? —LLM: En absoluto, creo que hemos llegado tarde a una posible solución del cambio climático, que no hemos hecho ni hacemos nada por evitarlo, y que las consecuencias traerán mucho sufrimiento a las generaciones futuras. —ECP: Uno de los temas de esta sección, en concreto el del relato ‘Apoptosis’, es el suicidio. ¿Crees que estamos ante lo que algunos han llamado “una epidemia silenciosa”? —LLM: Por supuesto. Ya traté la eutanasia en Cada noche, cada noche, y el suicidio en ese pequeño relato. Ahí es un suicidio social, pero en el fondo creo que esa epidemia silenciosa habla del fracaso de la sociedad para hacer vivible la vida, habitable el planeta, acoger a quienes más dificultades tienen y no dejarlos al margen. Me preocupa mucho el suicidio como síntoma de un fracaso colectivo y no solo individual. —ECP: A lo largo de tu carrera literaria has cultivado tanto el cuento como la novela. ¿Qué es lo que prefieres de cada uno de estos dos géneros?
—LLM: No prefiero ninguno de los géneros, se dan como resultado del mismo proceso creativo. Surgen los cuentos como conejitos, que diría Cortázar, y las novelas como necesidad de introducirme en un mundo mucho más tiempo. No siento preferencia por un género u otro, sino que depende del tema, de las necesidades formales de lo que deseo contar, que exigen su propia estructura. —ECP: Tu anterior libro, Cada noche, cada noche, ofrecía una visión distinta a la que mucha gente tiene de Lolita de Nabokov. ¿Estás contenta con la recepción que tuvo tu novela? —LLM: Mi novela se anticipó un poco al movimiento #Metoo y sus derivados al denunciar la banalización que la cultura patriarcal impuso sobre el abuso y la violación, e insistir en la necesaria relectura de muchos textos literarios, como ya hiciera Angela Carter respecto a los cuentos clásicos, que nunca fueron interpretados en el sentido que hoy podemos apreciar, precisamente porque corrían paralelos al pensamiento hegemónico que erotiza a las niñas y desculpabiliza al agresor. Una necesaria relectura que no excluye el valor del texto, sino que lo sitúa en un espacio y un tiempo determinados. Puede leerse al respecto mi artículo ‘Los claroscuros y la obra de los monstruos’. La recepción de Lolita como “una maravillosa historia de amor”, así sigue siendo calificada en la contraportada del libro en español aún hoy, es un ejemplo más de esta ceguera hacia el abuso sexual de las niñas que mantuvo el pensamiento hegemónico hasta hace bien poco; un ejemplo más de esos “derechos del deseo” de los hombres para inventarse la reciprocidad del deseo de las mujeres a las que someten y violan. Se trata de una forma vil de disculpa: ella lo estaba deseando también, llevaba minifalda... Creo que nos suenan demasiado estas cosas. Se trata de desresponsabilizar al agente y hacer recaer la culpa en la víctima, lo que ha sido una constante histórica en lo que a las mujeres se refiere. Expuse estos argumentos más ampliamente en un artículo en El País. Creo que muchos lectores han sabido apreciar mi contribución a identificar y denunciar esta ceguera, y eso me satisface. De hecho, me llegan testimonios de quienes reconocen mi aportación, si bien en el terreno de la literatura todo es modesto y poco trascendente. Somos una minoría los que leemos libros, y no podemos esperar grandes transformaciones sociales con nuestro insignificante granito de arena, por interesantes que sean nuestras propuestas.
1 Comentario
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20/9/2022 07:49:22 am
Buenos días señor / señora,
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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