Entrevista realizada por GEMA ALBORNOZ Todo rojo por dentro La madrileña Eva Gallud lleva más de quince años dedicada a la traducción y otros tantos a la escritura. Ha traducido a poetas como Emily Dickinson, Vera Brittain, Rupert Brooke, Siegfried Sassoon o Amy Lowell, y a narradores como Kate Chopin, Sarah Orne Jewett, Willa Cather, Edith Wharton, Guy de Maupassant, Henri Barbusse o D. H. Lawrence. Asimismo, ha publicado la novela Los años oscuros (2020) y los poemarios Raíz de ave (2018), El taxidermista (2016), Ningún mapa es seguro (2014) y Moléstenme sólo para darme de comer (2011). Su último libro es Todo rojo por dentro, de la editorial Dieciséis, casa en la que repite, y uno de sus proyectos actuales consiste en la escritura conectada de la que forman parte unos 30 miembros, un espacio femenino seguro de escritura llamado Micorriza. Nos interesamos por su último libro para conocer mejor a la autora. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Poesía o relato? —EVA GALLUD: No sabría cuál elegir. Me siento muy cómoda en los dos géneros. Creo que cada historia pide contarse de una forma. No soy yo quien elige si poesía o narrativa; es lo que va a contarse lo que decide qué forma es mejor para ello. A veces creo que es una cosa y termina siendo otra porque la historia necesita las particularidades de uno u otro género. —ECP: ¿Qué te aportan cada uno de ellos? —EG: En la poesía me siento más libre y más dispuesta a experimentar, como si fuese un espacio vacío más amplio, panorámico. La poesía es crear un paisaje, observarlo, habitarlo, sentirlo hasta dejarlo exhausto. Ahí es donde despliego de manera más voraz mi universo poético, aunque muchas veces estas imágenes se cuelan sin remedio en la narrativa. El relato me da la oportunidad de contar historias trenzadas por un imaginario más anclado a la realidad. —ECP: ¿Qué te ha permitido el relato corto que no te permite la poesía? —EG: El relato me permite profundizar en aspectos a los que mi poesía no llega, como puede ser mostrar la psicología de distintos personajes, o contar cosas de modo más directo. Me permite reflexionar de una forma diferente sobre aspectos que me atraviesan, como la clase o la violencia o la marginalidad de ciertos colectivos. En mi poesía, aunque también hay de todo eso, aparece de forma velada, menos accesible y más abierta a distintos significados. —ECP: ¿Relatos intimistas o íntimos? —EG: Pues creo que ambas cosas. Los relatos del libro muestran escenas intimistas —lo que pasa dentro de las casas, en ambientes familiares y demás—, pero también cuenta cosas muy íntimas, las que ocurren dentro de las cabezas, dentro del cuerpo. —ECP: Es tu primer libro de relatos cortos. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de este libro respecto a los anteriores? —EG: La poesía suele ser el género al que tiendo al comenzar a escribir algo. Luego, ese algo pide una u otra forma. Cuando escribí la novela, por ejemplo, empecé escribiendo hablando del tema en poemas, pero después me di cuenta de que así no iba a poder profundizar en la historia que quería contar, así que cambié a la novela. Sin embargo, estos relatos siempre los concebí como tales desde el inicio, sin poéticos pasos en falso. Llevaba tiempo escribiendo cuentos que simplemente guardaba en mi archivo. De repente, surgía una imagen, un personaje o una idea que sabía que tenía que trasladar a la escritura de esa forma. —ECP: Consigues rozar la fantasía y el misterio con relatos no muy extensos, con temas condensados. ¿Qué nos cuenta el “subtexto” de los mismos? —EG: Me gusta cuando se utiliza el misterio, la fantasía o el terror para hablar de violencias cotidianas, de males estructurales y de lo perverso que puede ser el sistema en que vivimos. Mi intención era hablar de las distintas violencias y opresiones —grandes y pequeñas, evidentes o sutiles— que sufrimos las mujeres desde la infancia sin hacerlo de forma explícita, y que, sin embargo, quien lo leyese pudiera sentir todo ese peso. Un poco como lo vivimos cada día: sentimos esa carga ominosa, pero no vemos la mano que nos está apretando. —ECP: En estos relatos de final abierto, ¿tiene importancia lo que no se dice y los silencios? —EG: El silencio es una herramienta más de opresión, así que sí, es importante lo que no se dice. Los finales abiertos nos indican que la historia continúa y puede hacerlo de muchas formas. No me interesan tanto los finales como observar el intervalo de vida que se está contando. En realidad, da igual lo que pase después. —ECP: Tanto en la poesía como en los relatos alcanzas una profundidad compleja y casi hiriente. ¿Qué papel cumple esa profundidad? —EG: No sabría calibrar esa profundidad que dices, la verdad. Supongo que se trata de llevar a quien lee a lugares que pueden ser incómodos, más que nada porque nos plantean preguntas sobre nosotras mismas. —ECP: Por mera curiosidad, ¿cuál es el relato que dio comienzo al libro? No en formato, sino en idea. —EG: Tenía un buen montón de relatos escritos, pero no había pensado hacer nada concreto con ellos. Envié uno de los más largos, ‘Lujo de vida’, a una convocatoria de una editorial que buscaba cosas así, pero lo rechazaron. Eso me hizo dudar de su valor, de modo que se lo envié a mi editor de la novela, Alejandro Marín, simplemente para que me dijera si valía la pena. A él sí le gustó y, a partir de ahí, empezamos a pensar en cómo montar el libro. Me di cuenta de que tenía muchos relatos que podían unirse para trazar una “línea de vida” con distintos personajes y así fue cómo comenzó todo. —ECP: ¿Cuál es el relato que más ha marcado una diferencia para ti? —EG: Creo que ‘Lujo de vida’ tiene un estilo propio, muy distinto a lo que suelo escribir. —ECP: ¿Y tu favorito?
—EG: Solemos decir que es difícil elegir uno, pero me quedo con ‘Lo que hay en los terraplenes’. Lo escribí pensando en el tipo de relato que me hubiera gustado leer a mí cuando era una adolescente gótica en busca de su identidad. Es un cuento que me debía a mí misma. —ECP: Me parece curiosa la última línea del libro: «Tengo ganas de llegar y sentarme un rato en el patio». Parece una conexión entre el final del proceso de escritura del autor, el cansancio al final de un día o al término de una lectura... —EG: Sí. La protagonista de ese cuento está muy cansada, sólo quiere sentarse, pero antes tiene que terminar su obra. La escritura es algo así. Y también es un proceso cíclico —como ese relato, que es circular— en el que pasas una y otra vez por ese llegar a la última línea, detenerte y volver a empezar.
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Entrevista realizada por ANA FÚSTER El pasado 15 de noviembre vio la luz la novela Del desorden y la herida de Salva Robles, publicada por Talentura, una editorial con merecida reputación por apostar fuerte en favor de autores noveles de calidad. Quizá Salva no pueda ser considerado un escritor novel en sentido estricto, pues ya contaba en su haber con un poemario titulado Y tú, por tanto, otra cosa, y ha sido finalista en varios certámenes de relato, pero de lo que no cabe duda es de que su primera incursión formal en la narrativa lleva marchamo de calidad: desde el primer día ha recibido numerosas reseñas positivas, tanto por parte de críticos especializados en literatura como por lectores. Con dos presentaciones a sus espaldas (Sevilla y Murcia) y una en ciernes en Cartagena, hoy lo recibimos con los brazos abiertos en El coloquio de los perros. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El lector que se acerque a Del desorden y la herida se encuentra con que la novela trata una amplia variedad de asuntos: el acoso escolar, los traumas que requieren atención psicológica, el uso actual de las redes sociales, la dificultad para gestionar nuestras emociones y, como marco común, una incapacidad absoluta para comunicarnos en la llamada Era de la Comunicación. ¿Estaban todos ellos ya presentes en la génesis de la novela o se fueron perfilando conforme avanzabas en su escritura? —SALVA ROBLES: Mi método de trabajo a la hora de construir una historia es enfrentarme al folio en blanco sin apenas planificación, me gusta tirar de ideas para explorar hacia dónde me llevan. Tenía una imagen en mi cabeza desde hacía años: un hombre descubre por casualidad, y en plena calle, algo de su esposa. Y de ahí tiré, de esa escena concreta que ahora no es el comienzo de la novela, pero que está un poquito más adelante. Así que la idea de partida fue hablar de la incomunicación, de ese retraimiento o encierro que nos hemos autoimpuesto paradójicamente en la época de las tecnologías y de las redes sociales. Para hablar de ello necesitaba a varios protagonistas y me venía bien que los personajes tuvieran relación entre sí, ya sea de manera directa o indirecta. Y de esa incomunicación fueron surgiendo, mientras la escribía, otros temas como algunos de los que mencionas. Lo que sí tenía claro, y creo que esto engloba todos los contenidos, es que mis personajes iban a ser muy contemporáneos y que tenían que reflejar algo que percibo en mis alrededores: la insatisfacción vital y la angustia que ella nos produce. Una ansiedad, una zozobra, una inquietud que yo creo que nos ocasiona un sistema capitalista que nos oprime y que hasta nos obliga a vivir siempre insatisfechos, descontentos o disgustados. —ECP: Siempre me resultan de interés los procesos que llevan a la elección del título, que no suele ser nada fácil, pues hay que dar con uno no solo adecuado al contenido, sino también atractivo para el futuro lector. Después de leer Del desorden y la herida, este me parece perfecto. ¿Cómo llegaste a él? —SR: Coincidimos: a mí también me resulta curioso indagar sobre cómo llega un escritor a colocar un título a los textos que piensa y luego escribe. Y me gusta memorizarlos y recordarlos; me gusta también que se ajusten a lo que me voy a encontrar entre las páginas y si resultan atractivos, tanto mejor: hay títulos en la historia de la literatura que son Belleza con mayúsculas: Las flores del mal, El amor en los tiempos del cólera… me han venido a la cabeza ahora mismo mientras te respondo. Y digo tanto mejor porque el título debe ser como una piel que describa con misterio, que enganche, por empatía, al lector y que le susurre una esperanza de placer o goce estéticos. En el caso del título de mi novela, que llegó a mitad de la escritura de esta, hay que matizar dos cosas: no se lo puse yo y sí quise desde el principio que apareciera la palabra desorden en él. El título me lo regaló una amiga, lectora y correctora de mi novela desde el primer capítulo. Yo le había comentado a ella que la novela que cambió mi vida como lector a los 18 años fue El desorden de tu nombre, de Juan José Millás, un título, por cierto y para mi gusto, grandioso y absolutamente hechicero. Así que la palabra desorden es un homenaje y, al mismo tiempo, creo que una imagen que describe perfectamente cómo se sienten y viven mis personajes. El resto del título se le ocurrió a mi amiga y me enamoré de él cuando me lo envió por un wasap una tarde de un finde en el que yo andaba ya por el ecuador de la escritura de la novela. —ECP: En relación con la pregunta anterior, llama la atención la cita que abre el libro: «Mi desorden es atroz» de Alejandra Pizarnik, tan cercana al título de la novela. ¿Por qué decidiste incluirla? ¿Es algo que se aplica a la sociedad occidental, pretendes preparar al lector para lo que se le viene en la lectura? —SR: Decidí incluirla con cierto miedo porque es muy descriptiva esa cita, quizá demasiado gráfica y expresiva y eso podría predisponer negativamente al lector que ya se encuentra algo tan tremendo antes de comenzar a leer la novela. Además, un lector despierto o curioso conoce algo de la vida de la autora y sabe que Pizarnik fue una mujer con una trayectoria vital, por desgracia, repleta de trastornos, pastillas y depresiones que la llevaron, muy jovencita, a un trágico desenlace. Finalmente, no quité la cita para no contradecirme como escritor; si yo quería hablar de dolor, porque el dolor hay que hablarlo y muchos de nosotros nos censuramos esto, esa cita es perfecta porque da visibilidad a uno de los vetos principales que nos autoimponemos los seres humanos en el siglo XXI: no hablar en primera persona de nuestras dolencias íntimas. Nos colocamos esa censura inconscientemente y, si no, ahí están las redes sociales donde el noventa por ciento de los estados que subimos son fragmentos (falsos y engañadores y muy tramposos) de una felicidad que nos hemos construido para mentirnos a nosotros mismos y así soportar mejor la verdadera realidad. Vivimos en un hoy atroz, en un desorden cruel y, en ocasiones, inhumano. Y sí, la cita de Pizarnik era oportuna y me venía al pelo para hablar de los desórdenes y de las heridas de mis personajes. —ECP: Una de las primeras cosas que se hace evidente cuando comienzas a leer la novela es su redacción fluida, que te permite avanzar páginas con facilidad. Sin embargo, es un estilo falsamente sencillo: en la primera parte, usas la narración en tercera persona; en la segunda cambias a primera, con un capítulo en segunda; en la tercera retomas el narrador omnisciente; hay monólogo interior, correos electrónicos, conversaciones en una aplicación de citas, numerosos diálogos en registro coloquial, onomatopeyas... ¿Fue complejo decidir qué técnica se adecuaba mejor a cada intención narrativa? —SR: Claro, es complejo escribir una novela y tomar decisiones, pero eso es lo bonito de la escritura: resolver y zanjar conflictos narrativos que se acomoden a las intenciones. Y me alegra que hayas percibido esa complejidad en la “aparente” sencillez de mi novela, porque me costó mucho edificar esos cambios y esa mixtura de estilos para hacerlos creíbles y que no quedaran como un batiburrillo o como una novela con ínfulas. Sin embargo, es verdad que la propia historia va pidiendo registros o voces diferentes: el narrador omnisciente me servía para presentar las situaciones y estacionar a los personajes en el lugar del mundo ficcional que describo. Pero mis cinco protagonistas tenían que ser “escuchados” y qué mejor que la primera persona o el monólogo interior para dar voz a sus emociones y sentimientos. Fue un reto importante esto último: cinco protagonistas significaba construir cinco voces diferentes, cada una con su propia personalidad. Y si ellos viven en el siglo XXI, ¿cómo no hacerlos hablar e interactuar en el mundo virtual y tecnológico que nos ahoga, oprime y esclaviza en nuestro presente? —ECP: Hablemos de los personajes. En ocasiones, Gema, Samuel y Luismi parecían un único ser tricéfalo, en el sentido de que cada uno rezuma amor por los otros dos, pero no se permiten expresarlo, y por tanto no logran ayudar y ayudarse. Es una situación relativamente común en la vida real. ¿Qué crees que nos paraliza tanto a la hora de poner en palabras nuestros sentimientos? —SR: A mí me llama mucho la atención que, en plena era tecnológica y de la hipercomunicación (algo hemos dicho antes sobre esto), sea cuando menos nos comunicamos de verdad entre nosotros. ¿Qué nos paraliza para expresar nuestras emociones? El bloqueo. Vivimos resistiéndonos a darnos cuenta. Nos autointerrumpimos inconscientemente. Nuestra mente nos defiende con ese bloqueo porque ella guarda recuerdos y evita que volvamos a sufrir. Y es ese bloqueo, por miedo a mirarnos y vernos de verdad, lo que nos paraliza a la hora de mostrar los sentimientos o a expresarnos con claridad. ¿Y de dónde nos viene este bloqueo? Para responderte, me hago otra pregunta: ¿la vida de hoy nos permite relajarnos, meditar, recapacitar o pararnos a descansar un momento? Yo creo que no, sinceramente. Y esa vida de hoy nos lleva a no dejar nunca reposar nuestras mentes y, por ello, no nos permitimos hacer actividades que nos relajen y nos permitan conectar de verdad con nosotros mismos. Si nos escucháramos más, estoy seguro de que nos comunicaríamos mejor con los otros. Pero, ¿quién puede evitar el ruido que nos asedia con tantas redes, plataformas televisivas, bombardeos tecnológicos o teléfonos móviles? —ECP: Marta es el único personaje adulto que consigue poner orden en su desorden e integrar su herida en su existencia. ¿Su función principal como personaje es ser la antítesis de Gema y Samuel, aportando un rayo de esperanza? —SR: Quiero mucho al personaje de Marta. Bueno, los quiero mucho a todos sinceramente. Me puse en sus pieles para no juzgarlos como personas y darles como escritor una entidad real y reconocible para los lectores que, por identificación, los comprendieran sin prejuicios. Y sí, creo que Marta es un personaje igual de herido que los demás, pero con un desorden más ordenado dentro de su propio desconcierto vital. Quizá, ser terapeuta y trabajar escuchando a sus pacientes a diario le lleva a poner más conciencia en sus propias circunstancias. Es una gran escuchadora, no le queda más remedio que serlo si quiere ayudar a sus pacientes. Y escuchar y escucharnos es el medicamento que todos deberíamos tomar hoy día. Marta simboliza ese rayito de esperanza, sí. En su labor como escuchadora está la verdadera medicina que necesitamos los seres humanos del siglo XXI. He querido poner énfasis, con este personaje, en que podemos sanar algo nuestras heridas y nuestros desórdenes si logramos hablar. El dolor hay que hablarlo, te dije antes en otra de tus preguntas de esta entrevista. Y si hablamos, el proceso comunicativo se pone en marcha y la sanación la tendríamos más cerca o igual viviríamos menos angustiados. Marta trabaja ayudando en este proceso a sus pacientes, que deben poner delante de ella una conciencia en el aquí y ahora, en lo que les pasa y sienten. Y hablar, comunicarnos entre nosotros, poner conciencia es el camino para fortalecernos, para reponernos y así mejorar nuestro presente. Creo, francamente, que es nuestra mejor baza: dialogar para aliviarnos. —ECP: El adolescente Pedro se yergue como un personaje magnífico, el más “ordenado” de todos, pues, en medio del caos adulto, se convierte en testigo lúcido del entorno (ya en la página 54 dice de su padre que «entiende que algo se debate siempre en él, que la enfermedad lo deja postrado en un mundo de ausencias» y de su madre que «cree que ella huye»), sabe expresar amor en silencio (visitas al abuelo), en pareja (con Andrea) y hasta encuentra una forma de dar salida en palabras a su propia herida (los correos). Aun así, no logra salvarse a sí mismo. ¿A dónde nos conduce ese final desesperanzador? —SR: Pedro es, por edad, el antónimo de los otros cuatro protagonistas adultos. He querido poner en él una imagen metafórica clara: el desorden de los adultos incide directamente en las generaciones que nos vienen detrás. Los jóvenes sufren las consecuencias del mundo que los adultos les hemos construido. ¿Qué estamos haciendo mal los adultos (casi siempre de manera inconsciente, o esto quiero creer) para dejarles esta realidad de hoy a nuestros hijos? Pedro, que sufre acoso escolar, pero también los propios adolescentes que lo acosan, son producto de la violencia que respiran, de una realidad sucia que los asedia por todas partes, una realidad que es imposible esquivar porque en la era tecnológica que nos protagoniza nos la exponen por todas partes. Nadie está a salvo de esa realidad, a menos que decidas retirarte del mundo e irte a vivir a un lugar sin wifi. Sin embargo, no veo un final desesperanzado en ese personaje. Creo, de verdad y de corazón, que Pedro es un personaje que debe existir en mi novela para que los lectores se despierten de una vez por todas y reaccionen. Tenemos que reaccionar ya, aunque sea a base de bofetadas y reveses. —ECP: En la novela tienen un papel importante las redes sociales, tanto en la historia de Pedro como en la de Marta, que muestra una actitud ambigua hacia ellas: por una parte, no parecen gustarle («demasiada desnudez individual», «gente esclavizada por sus mentiras y el vacío»); sin embargo, más adelante recurre a una aplicación para encontrar pareja. ¿Cuál es la opinión del autor, que se mueve con soltura en redes, sobre su uso actual?
—SR: Tengo opiniones encontradas sobre las redes sociales. Me pasa como a Marta: despotrico de ellas, pero las uso a diario sin miramiento alguno. Y en esta ambigüedad o contradicción, tan humanas, creo que vivimos muchos. A mí las redes sociales me han regalado bastantes cosas positivas y solo me han restado tiempo para lo que realmente me gusta en mis ratos de ocio: leer (más) y ver (más) películas o series. Gracias a Facebook o Instagram (que son las redes que utilizo), he podido contactar con gente que me aporta mucho en mis inquietudes culturales y hasta he logrado amigos de verdad y para toda la vida gracias a los contactos y también he encontrado una pareja que me procura paz y felicidad a espuertas. No me puedo quejar, claro está. Entré en ellas cuando mi vida dio un giro importante y necesité distracción para soportar las heridas y los desórdenes que esa zancadilla de la realidad me ocasionó. Y decidí utilizarlas para enriquecerme culturalmente, para compartir con otros mis lecturas, las películas y series que veo, para expresar las agitaciones que la vida me produce y para dejar un legado emocional a mis hijos. Como ves, todo positivo. Ahora bien, soy consciente (o eso creo) de que la virtualidad es una falacia, muchas veces una mentira y casi siempre un semillero de perversidades cuando se utiliza mal. Como todo en la vida, depende del uso que le des o de la importancia que le otorgues. Las redes han venido para quedarse durante mucho tiempo (a menos que la realidad censora y dictatorial que parece que viene por el horizonte, nos las arrebaten), así que mientras sea posible, usémoslas con cabeza y saquémosles partido efectivo y auténtico. Yo hasta me río a carcajadas casi todos los días con las ocurrencias de muchos. Y, mira, reírse es una buena terapia para soportar mejor todo lo que nos rodea. —ECP: Tu única obra publicada hasta este momento era un poemario, pero después de la excelente acogida de la novela, tanto entre la crítica como entre los lectores, ¿te planteas seguir por el camino de la narrativa? —SR: Llevo toda la vida escribiendo narrativa, otra cosa ha sido que yo quisiera que se publicara, porque casi nunca me apetece o no me atrevo. Soy muy crítico y exigente conmigo mismo, no te puedes hacer una idea de las inseguridades que me provoca publicar. Y, curiosidades de la vida, lo primero que me publicaron, hace ya muchos años, fue un poemario gracias a la insistencia de un amigo que movió cielo y tierra para conseguir subvenciones. Me encanta la poesía, más leerla que escribirla, aunque escribo bastante poesía también, pero con menos asiduidad que narrativa. Tengo cosas escritas a medias, otras acabadas a falta de revisión, otras en ciernes o empezadas recientemente. Poesía, relatos y novelas. Escribir me gusta, pero no ambiciono nada con mi escritura, quizá por esa exigencia que te he comentado. De hecho, te cuento otra curiosidad: Del desorden y la herida llegó a mi editor a través de una amiga mía, la misma que me regaló el título de la novela. Fue ella quien, sin decirme nada, movió el manuscrito viendo que yo no hacía ningún movimiento en pos de su publicación. Y mira tú por dónde, ese loco editor de Talentura, Mariano Zurdo, se lo leyó y decidió publicármelo. Creo que la buena acogida de la novela, que yo estoy recibiendo con mucha emoción, pero también con bastante estupor (y te juro que no es falsa modestia), me está impulsando para seguir escribiendo con ganas y con algo más de seguridad. Y, oye, que me hace feliz (mucho, mucho) que la novela esté conectando con tantos lectores. Entrevista realizada por FERNANDO SALAZAR TORRES El pensamiento lírico de Un adiós abierto —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué relaciones existen entre tu trabajo teórico-crítico y tu obra poética? —JULIO CÉSAR GALÁN: Mi labor ensayística vino principalmente con la publicación del libro de poemas Inclinación al envés. Allá por 2014, con la edición de ese poemario, empiezo a trasladar esos condicionantes estéticos, esas preocupaciones líricas que ya estaban con anterioridad en los primeros libros, sobre todo, en El ocaso de la aurora, en cuanto a reflexión sobre el lenguaje. También tuve una fuga mediante la otredad de Óscar de la Torre y la muestra poética, Limados. La ruptura textual en la última poesía española, cuya introducción me sirvió como base para lanzar, junto a otros compañeros de viaje, lo que he llamado Poesía Especular/Poesía non finito. He ido ahondando en esta tendencia poética (ya corriente) en diversos textos como Ensayos fronterizos, Cuaderno de Sombrario o Correos a los editores (del 2017 a la actualidad). Este último daba una retórica non finito específica para mostrar el proceso. Ahora mismo estoy cerrando un ensayo (una poética más, sería la quinta si contamos también el ensayo de Jimena Alba El último manifiesto) que me servirá como retrospectiva y adiós a esta manera de hacer. —ECP: ¿Cuál es el lugar que ocupa Un adiós abierto en tu propuesta lírica? —JCG: Ocupa un lugar esencial en una tercera etapa creativa, pues se trata de la consumación personal de la tendencia Poesía Especular/Poesía non finito. Mi poesía se podría dividir de diferentes maneras. Una primera edad formada por El ocaso de la aurora, Tres veces luz y Márgenes. Una segunda edad constituida por El primer día, Inclinación al envés y Testigos de la utopía. Y una tercera forjada por Un adiós abierto y el inédito Un cancionero inacabado. Pero, además, se trata de un cierre. En este libro de poemas consigo, o eso creo, que el lector, de manera indirecta, inconsciente, cree el libro mientras lo lee. Es como si el lector estuviera dentro de mi cabeza y al realizar su acto crea el mío, y yo, el suyo. —ECP: Un adiós abierto es una suma de autobiografía y la incorporación de marcas textuales. ¿Qué lugar consideras que tiene, en general, la biografía en tu obra literaria y, en particular, en este nuevo libro? —JCG: El carácter autobiográfico de Un adiós abierto es el más alto de todos mis libros junto con Un cancionero inacabado; mejor dicho, habría que apuntar que emerge como la expresión autobiográfica más llena de parresia. En este libro confluyen una depresión posparto, el machaque por aquella crisis económica que algunos sufrimos más que otros y muchos fantasmas del pasado; pero también es un libro muy vitalista, lleno de esperanza. Ha salido un libro lleno de abismos y de vitalismos a partes iguales. En mi poesía la veta autobiográfica resulta esencial, de hecho, en mi caso, asocio los poemas a un decir sobre uno mismo en el que se pueden ver reflejado los demás. Mi libro menos autobiográfico es mi primer poemario, El ocaso de la aurora (pero, incluso este, tiene bastante de mi vida. Solo me gusta la ficción, en poesía, para mis heterónimos). Este poemario surgió muy hermético y muy alejado de su concepción original, la cual entroncaba con lo que estoy haciendo ahora. Todo lo posterior es en menor o mayor medida autobiográfico; y lo es, en el caso de El ocaso de la aurora, porque no cuento casi nada de otros sujetos y la órbita vital gira en torno a una experiencia personal: el insomnio y sus alrededores. En Un adiós abierto tan sólo me dejé llevar por lo que me estaba pasando por encima. —ECP: La idea central de tu teoría y crítica es que «El proceso es el fin” de la obra literaria». En el caso particular de Un adiós abierto, ¿en qué consiste ese proceso y qué elementos literarios y no literarios incorporas? —JCG: Pues Un adiós abierto recoge un itinerario: las estancias en cuatro ciudades con sus distintos espacios temporales: Mahón y Alaior (2012-2014), Cáceres (2015-2017) y Lisboa (2018). En mi caso no fueron libros de poemas basados en viajes turísticos, cuasiturísticos, vacacionales o de recreo. Fueron periodos laborales y académicos, los cuales y en algunos casos, como del de Menorca, fueron vividos en condiciones lamentables. Tanto en este libro como en Un cancionero inacabado, las roturas vitales tienen su correlación en las líricas (la teoría no viene antes que la creación, como algunos mal leídos creen en mi caso). Al final de tanto ir de acá para allá, me di cuenta de que el proceso era lo esencial. Aún lo sigue siendo, aunque estoy en un periodo de cambio, lo que me pide el cuerpo es hacer un poema a lo Migraciones de Gloria Gervitz (en cuanto a su concepción de poema-río) y que se publique póstumo o casi al final de mi vida. Desde hace tiempo no creo en la poesía desde un punto de vista contextual (el poder, los popes, los promocionados, los epígonos, etc, de poder y degradación); viendo con perspectiva el transcurso lírico de nuestro país en los últimos cuarenta años, han ganado (temporalmente) los peores. En cuanto a qué consiste el proceso en Un adiós abierto, tengo que decir que casi todos los poetas dan una importancia categórica al resultado. De ahí que la idea de ir recogiendo los apuntes, los diversos trazos que hacemos cuando vamos fabricando el libro me resulte la mar de interesante, es decir, recoger las antesalas de la edición y ponerles unos distintivos pragmático-textuales. Esto se recogía en un primer movimiento. Tras esta primera estancia, venía otro segundo movimiento en el que se dejan los versos sin puntuación, como si estuviesen en un limbo. Y una tercera sala en donde los poemas están totalmente resueltos. Se trataría de ocho poemas y sus antesalas, lo mismo que ocurre en el próximo Un cancionero inacabado, ambos libros se podrían publicar de manera conjunta. —ECP: ¿Cuál es la biografía de tu pensamiento lírico? —JCG: Así es como definí el ensayo y, en concreto, la poética: «La biografía de un pensamiento lírico». Teniendo en cuenta que en España se entiende el ensayo como un remedo académico aligerado de bibliografía, como un tema de hoy o de actualidad, o como divagaciones sin ton ni son, quizás, con algo de unión, pues tener un pensamiento poético fuerte lo veo esencial. Ante un ensayo totalmente líquido (en la mayoría de los casos) hay que ir hacia otra concepción del mismo, de ahí el axioma: «Una poética debe ser el pensamiento lírico de un poeta». No vale eso de Este tipo de textos no valen para nada o Mi poética son mis poemas o la cortedad de enlazar tópicos tras tópico: el enigma, la inspiración, etc. En fin, para mí, quien no tiene poética no tiene pensamiento lírico, por lo tanto, una parte importante de su vida poética queda coja. Por mi parte, la teoría ha venido antes que la práctica. Se puede pensar equivocadamente que es imposible escribir poesía en libertad desde unos presupuestos teóricos; pero punto uno: ¿no es la métrica un presupuesto teórico que encorseta un decir? Se podría pensar que la Poesía Especular/Poesía non finito es un programa, pero es una pulsión que se ha dado en varios poetas (Mario Martín Gijón, Lola Nieto, Rubén Martín, etc). Estamos en un momento de cambio poético (por supuesto, subterráneo). —ECP: En la primera parte del libro, “Un amor viejo como un recién nacido (el libro antes del libro)”, hay una serie de tipologías textuales del teatro, de la poesía y de la narrativa. ¿Consideras que esta característica hace su libro una obra híbrida? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué? —JCG: La hibridación de géneros es algo que se da levemente al igual que el uso de diferentes registros lingüísticos. La verdad, intento huir de algunos corsés postmodernos porque todo esto de la hibridación mal entendida ha llevado al pastiche. Si hay diálogo, en algún momento del libro, es porque tiene un significado antextual; al igual que si hay prosa, por ejemplo, sin puntuación es porque esa parte tiene un significado antextual. Todo es un intento de mostrar el arco del poema, el proceso, desde el origen hasta su cierre (y abierto puesto que en la poesía no puede haber final). —ECP: Has creado el término Poesía Especular/Poesía non finito, siendo esta obra y la próxima por publicarse como ejemplos definitivos de esa propuesta. Explícanos de manera amplia su definición y características. —JCG: Sí, durante años he estado teorizando sobre el hecho poético. Sin embargo, como he dicho antes, primero vino la práctica y después la teoría. Mis primeros libros (El ocaso de la aurora, Márgenes y Tres veces luz) se incardinaban bastante en lo metapoético, así que ha habido una evolución natural, al seguir indagando en el hecho lírico; pero desde Inclinación al envés hasta las últimas entregas, Un adiós abierto y Un cancionero inacabado todo ha sido un ahondar en el proceso, en lo non finito. Creo que hay una gran mina en este ámbito y que hay mucho por explorar. Poesía Especular es juntar los bocetos, los esbozos, los antextextos junto al resultado final, y aquí hay mil maneras de ponerlo en práctica. Desde esta posición tenemos tachados, varios finales alternativos, degradados, figuras y formas visuales, llaves, poemas dentro de poemas, poemas partidos, saltos de página, bocetos, mezcla de fechas y de lugares, autoplagios, versiones, reescrituras, acotaciones, injertos, intertextos, versos excluidos o anexos, etc. Todo ello se desenvuelve desde una base retórica metatextual: conjeturas, subtextos, esbozos, prelectura, intratextos..., es decir, cada uno de esos distintivos va aparejado con una manera de hacer (de las anteriores). Las antesalas del poema “final” tienen toda una retórica propia (y por explorar). —ECP: ¿Qué obras y autores han marcado tu pensamiento para llegar a tus propuestas teóricas, críticas y poéticas? —JCG: Pues en los inicios están autores españoles (Quevedo, Góngora, Bécquer, Juan Ramón, Lorca, Valente y Claudio Rodríguez), franceses y portugueses. A partir de Inclinación al envés y de la lectura de la antología Las ínsulas extrañas, la influencia de autores hispanoamericanos ha sido esencial. De hecho, casi un noventa por ciento de mis lecturas de poesía actual se centran en esa veta, de la cual puedo destacar a Héctor Viel Temperley, Eduardo Espina, Vicente Rodríguez Núñez y toda la vanguardia hispanoamericana del siglo XX. Del lado español y de los actuales, me interesan, sobre todo, José María Fonollosa, Leopoldo María Panero, Jenaro Talens, Chantal Maillard y Carlos Marzal. —ECP: ¿Qué otras nuevas propuestas poéticas y teóricas divisas en el panorama literario de la actualidad? —JCG: Pues hay sentimiento común en esto de la Poesía Especular que se está dando a través de varias ramas: Intrapoesía (la crítica literaria hecha poesía), Poesía non finito (el proceso es el fin) y Poesía de la Otredad (el espacio de los otros: editores, amigos, apuntadores, etc). Uno se da cuenta de que las posibilidades de trasladar las antecámaras del poema, de proyectar lo que ocurre antes del poema, tiene muchísimas vías por abrir. Más que propuestas me interesan poetas como Héctor Montecinos, Mario Arteca, Santiago Vera, Sebastián Bianchi, Marcelo Díaz, Omar Pimienta, Patricio Grinberg, Anaité Ancira, Manuel Fernández, Raciel Quirino o tu poesía. —ECP: ¿Qué planes y proyectos se aproximan?
—JCG: Se avecinan un par de reediciones, las de El ocaso de la aurora y Tres veces luz, en sus ediciones originales, tal como se concibieron; la edición de un par de antologías al inglés y portugués; el tercer libro de mi heterónimo, Luis Yarza, Fábula de las transparencias; y un libro de narrativa, Nomadeo argelino y otros exilios. Hay otros libros (ensayos, novelas, teatro...) que están en la cocina o que están cerrados, pero es mejor no hablar mucho de ellos. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Vaciad la tierra Cuando se anuncia la incursión narrativa tardía de un poeta, suele ocurrir que las alarmas defensivas del lector curtido se activan y todo son sospechas. Más aún si se trata de un debut novelístico. ¿Será una “novela lírica”, en el peor sentido de ese sintagma? ¿Estará llena de descripciones contemplativas que aburren a un rebaño de cabras? ¿Cuántos endecasílabos camuflados se podrán contar en sus páginas? ¿Qué grado de densidad metafísica mantendrá? Todas estas interrogaciones se desvanecen conforme avanzamos en la lectura de Vaciad la tierra (Pre-Textos, 2022) porque, con tantos prejuicios a la contra, su autor, Agustín Pérez Leal, se las ha arreglado para salir exitoso de una novela cuyo protagonista es Ósip Mandelstam y cuya sustancia argumental es que lo acompañemos en su proceso de tortura y desaparición en la Rusia estalinista. Todavía aplaudiendo el resultado, decidimos entrevistarlo para que nos explique la fórmula. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Sabemos de lo especial que fue la figura de Ósip Mandelstam, tanto en el plano poético como en el humano, pero me gustaría saber qué lo distingue de otros grandes escritores contemporáneos para que haya atraído tanto tu atención y dedicarle un libro a su larga agonía. —AGUSTÍN PÉREZ LEAL: La razón principal es que no lo acabo de entender. No concibo un ser humano como él, me resulta muy difícil de comprender, de asumir. Intentaré explicarme: cuando en 1934 Ósip Mandelstam escribe y difunde su famosísimo Epigrama contra Stalin sabe de sobra que lo que está haciendo provocará su entrada en prisión y, muy probablemente, su condena a muerte. Sabe que se está jugando la vida y sabe que, enfrentándose al gran poder de Stalin, a su paranoia y su ilimitada ambición, no puede ganar. Está quemando todas sus naves a conciencia. Otros escritores consagrados de su generación intentaron desesperadamente esquivar las balas que les enviaba constantemente el Kremlin. Él no. Él acude al encuentro de la bala. Es un nuevo Miguel Servet camino de Ginebra con la intención de ser condenado a la hoguera por Calvino. Y eso es, precisamente, lo que creo tan difícil de entender. Su instinto de supervivencia ha de estar clamando dentro de él para que no escriba esa enormidad contra el tirano y, sobre todo, para que no la difunda de un modo tan temerario. Pero también dentro de él ha de haber otra voz que lo impulsa a denunciar la situación de terror en que vive Rusia y erigirse en portavoz de ese miedo para combatirlo, y tal vez para mostrar que es posible escapar de él. Y decide seguir lo que es, a todas luces, una ruta suicida: la más justa y la más peligrosa. Que Mandelstam tuviese la entereza moral, la coherencia y la valentía suficientes como para hacer lo que hizo fue el primer impulso que me movió a convertirlo en protagonista de mi relato. Quise entender sus motivos y acercarme tanto como me fuese posible a su visión del mundo y a su decisión. Me sentí conmovido y concernido porque, además, quien había decidido actuar tan en contra de su propio bienestar era y es una de las voces poéticas más puras, delicadas, hondas y emocionantes que yo haya leído nunca. —ECP: Aunque el ritmo de la novela es, digamos, épico, inunda la mayoría de sus páginas una atmósfera alucinatoria. ¿Podríamos calificar a Vaciar la tierra de novela poética? —APL: No sé si me atrevería a tanto, o si será ese prejuicio el que ha podido alejarla de algún lector. En el fondo creo que le puede valer tanto la etiqueta de novela poética como la de novela de aventuras, existencial, histórica, política, biográfica o experimental. Puede contener trazas poéticas (al fin y al cabo, el protagonista es un poeta reconocido como una de las cimas de la literatura rusa del pasado siglo), y yo hice todo lo que pude para amoldar la narración a una prosa viva, rítmica, que tuviera algo de musical y se acercase en lo posible al lenguaje poético; pero siempre pretendí escribir una novela y nada más. La traducción del epigrama que hago en la primera parte del libro, así como las versiones que incluyo de algunos otros poemas de Ósip, las transcribí en prosa para no romper la continuidad de la lectura... Pero también hice tanto como supe para escribir una novela puramente narrativa, seca, con descripciones breves y un ritmo cambiante que no entorpeciera la lectura ni la interrumpiese con largas parrafadas reflexivas ni con un exceso de información que habría lastrado el resultado final. —ECP: ¿En qué momento se te ocurre crear la presencia de Parnok y qué importancia le das respecto al ritmo narrativo en Vaciad la tierra? —APL: Parnok es un personaje que Ósip creó como un alter ego para El sello egipcio, una de sus narraciones. Según cuenta en Contra toda esperanza Nadiezda Mandelstam, la viuda del poeta, el origen de la invención fue el gran parecido físico existente entre Ósip y el músico Valentin Parnak, uno de los introductores del jazz en la Rusia anterior a la revolución (existe un retrato a lápiz de Parnak firmado por Picasso que ha dado lugar a más de una divertida confusión). Parnok fue también fundamental en mi novela cuando entendí que no podía abordar el relato salvo desde el punto de vista de su protagonista, pero que ese punto de vista me resultaba insuficiente si el protagonista tenía que ir perdiendo poco a poco la cordura. Fue la idea de desdoblar a Ósip en su propio alter ego, y que fuese el propio Parnok quien asumiese la tarea de narrar lo que le (o les) sucede, lo que me permitió comenzar la redacción del libro con un mínimo de confianza. Además, ese desdoblamiento de voces me ayudó mucho a caracterizar al personaje y a mostrar su evolución mediante esos diálogos alucinados Ósip-Parnok que salpican el texto. —ECP: En las notas finales de agradecimiento dices que, para trabajar en esta novela, te resultaron esenciales los relatos de Mandelstam ‘El sello egipcio’ y ‘El rumor del tiempo’. ¿Por qué? —APL: Ambos relatos son, en muchos aspectos, el autorretrato de Ósip anterior a su pasión y muerte. En el primero de ellos crea a Parnok, y a través de su personaje se retrata a sí mismo como artista adolescente, con su punto de nostalgia y de ingenuidad; pero con una profundidad introspectiva, centrada sobre todo en detalles familiares, objetos cotidianos y aparentes minucias, que me sirvieron mucho para caracterizar al personaje y darle toda la vida y la pasión que necesitaba. —ECP: La novela se divide en tres partes: “Matadero”, “Despiece” y “Despojos”. Se pretende una animalización total, ¿no? —APL: Así es. En algún pasaje de la novela se describe el terror provocado por la dictadura estalinista como una picadora de carne que, una vez puesta en marcha, ya no se puede parar. Los testimonios que conocemos del terror soviético son estremecedores, y en ellos abundan las metáforas que vinculan a las víctimas de Stalin con animales: corderos o reses llevados al matadero (la imagen tiene raíz bíblica) que son conscientes de su destino y no pueden hacer nada para evitarlo. Al mismo tiempo, esas tres partes hablan del proceso de desmembramiento y descomposición de Ósip (quien, en una cita de las cuatro que encabezan el libro, habla de que «El destino futuro de la novela no será otro que la historia de la atomización de toda biografía como forma de existencia individual. Es más: incluso seremos testigos de la pérdida catastrófica de la biografía») y le acompañan sucesivamente por los tres escenarios esenciales de la novela: la cárcel moscovita, el tren y el campo de tránsito. —ECP: ¿Hay algún instante o escena de la novela donde te haya podido la emoción mientras la escribías? —APL: Tuve que interrumpir la redacción de la novela (y la interrupción me duró varios años) porque al contar la muerte de uno de los personajes en el tren me di cuenta de que me había quedado sin fuerzas, lleno de dudas y con un dolor emocional que me impedía continuar. Por un lado, me preocupaba caer en el morbo y ser injusto con la voz del narrador; por el otro, un exceso de laconismo podía ser interpretado como falta de empatía... El equilibrio entre ambos excesos me resultaba muy difícil de alcanzar, y me temía que podía acabar con más de un lector abandonando la novela si detectaba algo postizo en el tono de la narración. Además, no me veía capaz de abordar la inevitable muerte del protagonista: por nada del mundo quería yo que Ósip muriese. Retomar años después la redacción me supuso un esfuerzo grande: me recluí en un monasterio aragonés durante quince días para revisar lo que ya tenía escrito, recopilar toda la información necesaria para continuar sin contradecirme y abordar el final del relato. Pero mejor te respondo de otro modo. La escena de la navaja de afeitar (que en una primera versión abría la novela) me dio miedo, y hay pasajes que los escribí temblando. Y cuando escribí la escena con la que comienza la tercera parte estuve llorando durante todo el rato. —ECP: La aplicación del sistema soviético queda retratada como ejemplo de totalitarismo destructor, un gran error de la historia. Supongo que te mueves en círculos culturales donde hay bastantes compañeros que ven el comunismo o el socialismo soviético con buenos ojos. ¿No has temido en ningún momento el posible reproche, señalamiento o silencio excluyente de esa “intelligentsia” española al publicar Vaciad la tierra?
—APL: No he temido ni he sufrido reproches ni señalamientos, la verdad. Debe de ser que mis amigos son gente tolerante, amigable, dialogante y curiosa, y que la novela apenas ha logrado traspasar ese círculo amistoso, a veces casi familiar. Silencio sí he notado, pero vete tú a saber a qué es debido: lo mismo puede deberse a algún apriorismo ideológico que al poco interés de mi propuesta. Esta es una novela que nació de una obsesión mía por comprender a Ósip Mandelstam, y las obsesiones no suelen ser fáciles de compartir. Me quedo con que todos los que han leído la novela y me han hablado de ella la han considerado digna de ser publicada y leída, porque estimo demasiado mi tiempo de lectura como para andar jugando con el de los demás. Entrevista realizada por MARTA GÓMEZ DE LA VEGA y MARÍA MARTÍNEZ AZORÍN Lobos que miran desde los pies de la cama El pasado 29 de noviembre en Libros Traperos nos vestimos de largo para presentar la última creación de Antoni Sanchiz, Lobos que miran desde los pies de la cama, alumbrada este mismo mes por la legendaria editorial murciana Boria, que, por desgracia, cierra y convierte esta obra en su última publicación. Antoni muestra una sensibilidad, una generosidad y un amor a la vida que se cuela en las moléculas de este libro y en las nuestras. Cada verso es una respiración profunda para tomar aire o para expulsar el miedo; también puede ser un alarido, ese que trepa por la garganta cuando el cuerpo no tiene otro medio para liberar la impotencia, el cansancio y ese frío que te acompaña sigiloso, aderezando el cóctel emocional con algo todavía más duro, la incertidumbre. Estos poemas cuentan una lucha dilatada contra el cáncer, con todo lo que conlleva, pero sobre todo arrojan a nuestros ojos una historia de amor, amistad y complicidad mayúscula; un torrente de vida que va mutando y que, a pesar del desenlace fatal, no se extingue, porque, aunque la vida en pareja se trunca, el amor sigue latiendo. Estos versos son latidos, las pulsaciones últimas a las que se aferra el amante, compañero y poeta, no para olvidar, pero sí para seguir viviendo con el orgullo y el amor tatuado en su pecho y en las células. Acompañar a Antoni en esta presentación nos incitaba a romper la estructura habitual de estos eventos y, emulando al mismo protagonista en su dilatada trayectoria literaria, jugamos. En este libro se juega con la vida y con las letras, con el ritmo, la versificación, las metáforas. Se apela a canciones, mitos, libros y dioses, sobre todo a los de las máscaras verdes. Antoni es un malabarista, un payaso, un cazador, un vividor que se aferra a lo esencial: la presencia y los vínculos. Nosotras no supimos elegir entre los pingüinos, los cíclopes, las avestruces e infinidad de monstruos que rondan los sueños y acompañamos a Antoni, cada una a un lado; honrando su lucha, vigilando y disfrutando toda la dicha que este libro le traerá. ¡Larga vida a estos lobos! —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cuál es el monstruo del que te enamoras a pesar del miedo? —ANTONI SANCHIZ: El monstruo sublime, ese que nos espera a todos cada día al abrir los ojos, la vida y su azar de alegrías y tristezas, la realidad siempre por construirse desde lo desconocido, desde la lotería de los átomos, de los genes, del aleteo de cualquier cucaracha en una cocina infecta al otro lado del océano. La consciencia de que realmente apenas podemos controlar nada a pesar de que algunos crean en esa ilusión. El monstruo de la vida que es padre y casa de todos los monstruos, de todos los lobos que nos habitan y nos conforman, que nos instala a diario en el miedo del niño asustado que todos llevamos dentro y que solo quiere la seguridad del regazo de la madre, volver al útero y ahí permanecer en silencio, flotando, pero que a la vez despierta al explorador intrépido, al buscador de fronteras, de estímulos, de recuerdos con los que crear el mundo en una suerte de combinatoria germinal. La vida, jodida vida, ese es el monstruo que nos enamora y, que acabado el juego, también nos mata. *** Pero sucede que los monstruos no se olvidan por más que mire hacia otro lado *** —ECP: ¿Dónde quedan las conversaciones cuando no suceden? —AS: Tantas veces el silencio es la mejor de las conversaciones... Me refiero al silencio oral, por supuesto. Esas conversaciones silenciosas son infinitamente mas eficaces, en términos de comunicación, que lo que podemos hacer con el limitado lenguaje verbal (oral o escrito). ¿Cómo nombrar aquello que expresamos mirándonos, tocándonos, a través de las feromonas o por el contacto de los campos biomagnéticos? Aún así, inventamos la poesía como brazo armado de la filosofía, para tratar de traducir los lenguajes naturales al lenguaje verbal. ¿Por qué? Bueno... ¡Somos humanos y hacemos cosas de humanos! ¿Por qué buscar explicaciones a nuestra naturaleza? Las conversaciones, al fin, siempre suceden, de una forma u otra. Otra cuestión es que deseemos alargarlas, retomarlas, que no acaben nunca, pero eso, eso es otro tema... *** No todas las miradas son espejos del alma. *** —ECP: ¿En cuántos trozos se ha roto tu espejo? ¿Cuál es tu pegamento? —AS: Mi espejo, que es similar al espejo de cada cual, está destrozado, como en el fondo están destrozados todos los espejos. No he podido contar los trozos. Están ahí, en el suelo, reflejando cada uno de ellos una parte de mi alma, reflejando los lobos que me habitan, mezclando pasado y futuro en un presente cambiante a cada instante, creando todas las realidades posibles para crear así la realidad. Un espejo roto no se puede arreglar, ni falta que hace, pero sí podemos tratar de montarlo como si fuese un puzle, pegando al menos los trozos más grandes para que sea funcional. No hay que disimular la rotura, pero tampoco hay que ponerse a hacer kintsugi. Cada cual tendrá sus pegamentos posibles. En mi caso, continuar con una forma de ser y estar creada a dos corazones a lo largo de muchos años de amistad y amor, a pesar de la amputación, contra la amputación. Ser consciente de la suerte que es estar rodeado de la mejor gente que hemos ido encontrándonos por la vida es ya un pegamento imprescindible. Los refugios necesarios: el arte, la familia, la amistad, esas “formas” platónicas de las que creamos el “reino del devenir”. También ayuda mucho tener unas buenas barras de referencia habitadas siempre por las mejores, esas amigas/camareras que siempre te cuidan más allá de sus obligaciones contractuales. —ECP: Ritual nocturno para espantar a los lobos. —AS: Primero, a los lobos no los espanta ni Dios, son una parte de nosotros mismos y sólo la idiotez podría hacer que no seamos conscientes de ellos. No poder/evitar/saber/que somos el callejón oscuro, la puerta sirena/el ojo del cíclope. Dicho esto, hay que tratar de mantenerlos a raya, mirarlos frente a frente, a pesar de que no podamos hacer nada contra ellos. Precisamos el miedo para no morir de inanición o pisoteados por un mamut. Mirarlos frente a frente para que sepan que sabemos. A pesar de todo, habrá momentos en que se metan entre las sábanas con nosotros. Es entonces cuando entra en juego el ritual. Los humanos somos seres rituales y también rutinarios, entendiendo rutina como orden necesario. Creamos muy fácilmente las rutinas que nos defienden del caos. El ritual ayuda a afianzar esas rutinas. Obviamente, rituales y rutinas van cambiando a lo largo del tiempo, acomodándose a las circunstancias. Ahora mismo no se me ocurre mejor ritual que salir a comprarle comida a la gata, equivocar el camino de vuelta a casa y encontrarme tentando al azar en la barra de alguno de mis bares de cabecera.
—ECP: ¿Mishima qué piensa de tus poemas? —AS: ¡A Mishima (que aunque tenga un nombre masculino es una gata encanijada) no le gusta que escriba, ni que lea, ni que haga nada que no sea ser su colchón! Es como una oveja de Alberto Caeiro en la colina («Amar es la eterna inocencia, / y la única inocencia es no pensar...»), genera rituales necesarios, hay que cuidarla, ocuparse de sus cosas, eso es un buen antídoto contra la soledad y evita que la mirada se nos vuelva hacia adentro porque «el que lucha con monstruos debe tener cuidado para no resultar él un monstruo. Y si mucho miras a un abismo, el abismo concluirá por mirar dentro de ti». Así que Mishima, aparte de ser poesía cuando “ayuda” a barrer o a hacer la cama, es también cuerda de seguridad necesaria, y no, no le gustan mis poemas. Yo lo sé, pero ella disimula y me mira interesada cuando le leo alguno. *** Mishima buscando enterrar su cabeza pequeña en mi axila. Desde la ventana el estruendo de los jueves adolescentes. *** —ECP: ¿Te mareas en barco? Elige un sitio bañado por el Mediterráneo para irnos. —AS: Normalmente no me marea navegar. Tengo muy buenos recuerdos de varios sitios cercanos y entrañables: jugar a los indios en Bocarrambla; salir a pescar el desayuno con mi hermano en La Azohía; prepararme un examen bien abrigado en las rocas de Cala Flores, frente al islote del Descargador; pasear a los perros entre la boria de las mañanas de invierno en Los Urrutias; buscar el Bar de Jo por las ramblas de Los Escullos; jugar al escondite con avestruces tutú rosa en El Ampurdán... No es necesario que piense en ir a ningún lugar concreto del Mediterráneo porque habito en él, en esa suerte de extraño viaje donde el tiempo es a la vez pasado y presente, donde el tiempo está parado y continuamente se ahoga el mismo ahogado y continuamente nos lo escupe a la playa que huele a bronceador, romero y pino, donde las motos de agua siguen la estela de los trirremes y modernas concubinas tontean con recios esclavos exóticos. Somos, en fin, los mediterráneos, hechos de su materia, de sal, sangre, risa y llanto, su creación y su alimento. No se me ocurre mejor lugar donde ser. —ECP: ¿Cuál es tu militancia en la actualidad? —AS: Ideológicamente no he cambiado mucho en los últimos cincuenta años. Quizás el tiempo nos hace más “descreídos”, por decirlo de algún modo. También más extremistas. Tengo muy claro cuál es mi sitio: desde siempre me he sentido cómodo entre Proudhon, Nietzsche, Bakunin («No soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres»), ese punto conservador de la gente de campo y toda la influencia cristiana. El concepto ubuntu («yo soy porque nosotros somos») me parece la solución perfecta a la dicotomía que siempre hemos tenido entre individualismo y socialismo. En cualquier caso, siempre suscribiré la idea de Emma Goldman: «si no hay baile, no es mi revolución». La lucha por la felicidad, por el amor en todas sus facetas, es lo que siempre nos ha movido, lo que consigue que le hagamos cara a los lobos cada día. No tengo ningún problema en odiar tanto como odio lo que odio, porque siempre ha sido absolutamente por amor, la única fuerza que debería mover el mundo. Intentar ser disidentes en la disidencia, odiar desde el amor más hondo todo lo que siembra dolor entre las personas. Militar en el calor de un cuerpo, en ese viaje que es a veces una mirada. Militar en lo construido, continuar el trabajo, tratar de ser camino enamorado. *** Milito en el miedo íntimo, enorme como un grano de sal, a perder tu amor. *** —ECP: ¿Pastillas para dormir o despertar? —AS: ¿Sueño o vigilia? ¿Dónde habita la realidad? Pastillas para dormir como pasaporte a una tierra más feliz, a una tierra donde la muerte no existe, donde todo es posible, donde los lobos sólo son perros mansos. Y después... Pastillas para despertar y seguir habitando la absurda vigilia que nos arrastra a diario, que transcurre en un tiempo siempre lineal, donde todo es inexorable y sin vuelta atrás. En lo social, sin embargo... Estamos dominados por Hipnos y sus oniros. Ya no es la religión el opio del pueblo, es el capitalismo quien nos mantiene dormidos en la continua pesadilla del consumismo. Es necesario que la sociedad empiece a tomar café como si no hubiera un mañana, recuperar la conciencia personal y la de clase, desechar el egoísmo rabioso, el consumo sin fin (ni finalidad), pero eso, quizás, sea otra historia.
—ECP: ¿En qué punto cardinal de la cama te aguardan los monstruos? —AS: A veces han dado vueltas alrededor, a veces se han metido dentro esperando nuestro sueño para lanzar su mordisco. El amor ha sido el arma eficaz para mantenerlos sentados a los pies de la cama, al sur. Sentados apoyando los hocicos babeantes, prestos siempre al mínimo descuido para esparcir su rabia. Y ahí siguen, ahora normalmente acostados, dormitando, satisfechos de su obra, a veces se levantan y me miran para recordarme que son parte de mi propio ser, que nunca me abandonaran porque, al fin, eso es un ser humano. Sólo los psicópatas y los muertos andantes no tienen miedos. *** Silencio roto, silencio devorado por un nuevo fantasma perdido. *** —ECP: ¿Música de frontera o de desiertos? —AS: ¿Qué es una frontera sino un desierto? A mí me encanta caminar por las calles de atrás, esas que no conocerán los turistas, esas en las que no se adentran pueriles y bienpensantes, donde están los habitantes vivos, donde suceden las cosas, donde está la música, esas calles de atrás que conforman el borde de la vida, que son frontera entre el bullicio y el desierto diario, donde eternamente Camelia tirotea a Emilio Varela. En la frontera nos encontramos los disidentes, un paso mas allá, en el desierto, seremos eremitas. Quizás sea el territorio donde realmente se produce la lucha con nuestros lobos, la aceptación de que, vayamos donde vayamos, ahí estarán ellos habitándonos la sombra, pegados a los talones, la capacidad de convivir con ellos y de vivir a pesar de ellos. —ECP: ¿Qué has soñado esta noche? —AS: El momento de la hipnopompia es el que suelo desear, esos segundos en los sigues en el sueño, hablando con el perro Undo, bailando con mi esposa, patinando sobre suelos de adoquines imposibles en una fiesta maravillosa, pero estás ya despierto, estás ya del lado de la vigilia sabiendo que se acaba esa otra realidad en la que no existe la muerte, el tiempo, en la que todo puede suceder a la vez, sabiendo que hay que levantarse, desayunar, asearse, y comenzar a alimentar a los lobos. Quiero soñar que no escribo Lobos que miran desde los pies de la cama. ***
Y ¿qué opción quedaba si los dos éramos agua y nos metimos en la misma cama? *** |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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