Entrevista realizada por VILMA ISABEL DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ Silencio cerca de una pirámide antigua Recibo las respuestas a la entrevista con Viridiana Carrillo (México, 1984) dos días después de terminar Una habitación propia de Virginia Woolf. Es curioso lo mucho que había postergado la lectura de ese libro en especial y me hace eco en el pensamiento las respuestas que ahora leo. De lo primero, tengo que ser sincera y creo que había en mí un cierto miedo, un miedo genuino en encontrarme, de recibir en la cara sus argumentos y acabar replanteando mi propia postura en cuanto a la escritura y las mujeres. De lo segundo, me complace encontrar en las respuestas a mi entrevista a una escritora libre, segura de sus palabras y que empuña el oficio con disciplina, con la idea de que, si bien sería mucho más cómodo escribir en una habitación propia y con una entrada fija de dinero que deje la creatividad sin cadenas, escribir en mayúscula es una necesidad que no puede esperar a que eso pase. Viridiana hace su habitación en el lugar que se pueda, como muchas y eso me parece literario en sí, no del tipo romántico que muchas lecturas retratan, con un escritorio cómodo, una silla ideal para las largas horas de desdoblamiento hacia las páginas, ni con una ventana amplia y un grupo de libreros empotrados repletos de ejemplares. Porque ella misma lo menciona: Silencio cerca de una pirámide antigua (Punto Aparte, 2022), su segundo libro de cuentos, nace en la cocina, pero pudo ser en una silla dura o en un balcón sin pintar con la computadora en los muslos y las piernas sobre una silla de plástico, como estoy ahora. Y mi reflexión antes de abordar las respuestas de un diálogo a la distancia, que espero lean con el mismo gusto que me produjo, sería: el mundo ha mejorado para la mujer en muchos aspectos, pero como no es ideal, nos toca escribir sin esperar nada a cambio para llegar a otras y otros, para hacerlos sacudir sus posibilidades o simplemente porque el que escribe necesita hacerlo, como necesita pararse, tomar un baño, trabajar para llenar el refri, enamorarse sin pensar en lo que pasará en diez años. Escribir es vivir la pasión que no te deja pensar en otra cosa y antes de la habitación lo más importante es no dejar de hacerlo. Veamos esta correspondencia México-Chile. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo nace Silencio cerca de una pirámide antigua? —VIRIDIANA CARRILLO: Bueno, uno intenta escribir y luego, si siente que ha encontrado algo, te decides en dar forma a un libro. O al menos eso hago yo. Me di cuenta de que la mayoría de los cuentos giraban en torno a una ciudad en la que viví de niña y tenía una zona arqueológica. Además, un tiempo mi madre estuvo emparejada con un arqueólogo y él nos llevaba seguido a las pirámides y me dejaba ver y tomar algunas piezas o fragmentos. Teníamos obsidianas, que he perdido. Eso tuvo una impresión grande en mi yo adolescente. Me parecía fascinante la arqueología. A la vez, en esa ciudad está una de las refinerías más grandes de México, mi hermano trabajó un tiempo en ella y constantemente había accidentes, así que esa dualidad entre lo prehispánico y el progreso también me resultaba interesante. —ECP: ¿A que libros y autores regresas? —VC: Como necesito estar leyendo a la vez que escribo, volví a leer un poema de Rosario Castellanos que comienza «Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras, / como con una cesta de fruta verde, intactas» y yo sentí que, precisamente, cuando se quiere escribir se está así, con las palabras intactas, hasta que comienzas a escribirlas. Ese poema no tiene la palabra pirámide, sino roca. Aunque son casi lo mismo, cambia la forma y la intencionalidad, el significado que le damos, pero sigue siendo roca. Pura roca erigida. —ECP: ¿Cómo ha sido escribir fuera de México? —VC: Un amigo me dijo que estando en México había escrito un libro sobre Chile, y que ahora que estaba en Chile escribía uno sobre México. No sé si será así. Puede ser que, estando lejos, uno recuerda y se pone nostálgico y evoca cosas, surgen ideas, se conversa sobre tiempos pasados y a mí me gusta mucho conversar y que me cuenten cosas. Sin embargo, en esencia, me es exactamente igual escribir aquí que en México. Sigo molestando a mis amigos para que me lean y me ayuden a corregir, sigo contándoles anécdotas, solo que ahora por Whatsapp. —ECP: En tus cuentos hay una atmósfera de intimidad. ¿Es difícil pasar de escribirlo a publicarlo? ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Hay gestos o rituales que te faciliten la escritura? —VC: No hay ritual, ni siquiera un lugar determinado donde me siente a escribir. Este libro fue escrito en la barra de la cocina de la casa donde viví al llegar a Chile. La cocina era mi lugar favorito, así que me sentaba ahí a escribir, aunque no era muy cómodo. Trabajo, tengo una hija y poco tiempo libre. Entonces pienso mucho lo que quiero escribir antes de hacerlo, siento que así voy economizando el tiempo. Cuando estaba en México y escribí el primero, tuve mucho tiempo libre porque estábamos en pandemia, así que estaba en casa, con un escritorio y muchos más libros que ahora. Digo, libros míos, ahora tengo los de mi pareja. Lo cierto es que necesito estar alejada de grandes estímulos porque me distraigo con facilidad, soy muy despistada. Necesito silencio, no absoluto, pero me es imposible concentrarme si hay alguien cerca conversando porque enseguida pongo atención a lo que está fuera de mí. Necesito leer, eso sin duda y robarme poemas. Necesito, sobre todo, observar, prestar oído. —ECP: Cuando te leo, encuentro una rotunda honestidad, pones en el papel pensamientos que parecen llevados a los cuentos sin miramientos. ¿De dónde nace la valentía para hacerlo? —VC: El deseo. Es lo que nos mueve a hacer cosas, el deseo de contar algo, de comunicarlo, somos seres que nos encanta comunicarnos. Alguien sale de vacaciones y enseguida sube una foto a las redes, vamos a algún restaurante y lo compartimos, decimos en Facebook cómo nos sentimos o cómo nos fue en una fiesta. Ser lector es fundamental, uno sale de los grandes libros un tanto enloquecido por querer hacer lo mismo. Y así vamos intentándolo, de repente llegan algunos amigos que nos dan confianza, nos leen y nos hacen comentarios, nos ayudan. —ECP: ¿Hay escritores con los que sientas una conexión especial? Y, de ser así, ¿a qué lo atribuyes? —VC: ¡Amo a Agota Kristof! La admiro. Hizo una obra bellísima. Cuando uno lee La analfabeta encuentra una honestidad tremenda, sin pretensiones, nos recuerda que hay que tener paciencia. En estos tiempos pocos tienen paciencia. De repente, se alardea mucho sobre una obra, hay escritores que quieren publicar un libro cada año o sienten que se quedan fuera de radar. Luego, lees a esas grandes como Kristof y te da unas cuantas lecciones, nos dice escribe incluso cuando no le interese a nadie, o sea sé un poco necia, y vaya que se me da la necedad. —ECP: ¿Qué géneros literarios te gustaría trabajar en un futuro? —VC: A veces intento escribir una novela y a menudo la abandono o prefiero hacerla cuentos. No me convence, reconozco durante la escritura que me siento mejor siendo cuentista y que un texto largo no se me da. No niego que me encantaría poder escribir cuentos más cortos, sin irme tanto por las ramas. Supongo que con más obstinación podré conseguirlo. Ahora mismo trabajo en cuentos de género fantástico. Bueno, creo que eso son. Y lo estoy pasando bien, me divierte mucho. —ECP: En tu primer cuento, dentro de Silencio cerca de una pirámide antigua, tocas el tema de la muerte de tu hermana. ¿Hay algún tipo de sanción al hacerlo?
—VC: La pérdida de alguien amado es una de las experiencias humanas más desgarradoras, nos afecta hasta en la relación que después tendremos con los otros. Aprendemos a relacionarnos con esa herida. La escritura no es para mí algo terapéutico, tampoco es que no me ayude a entender, pero no da las respuestas. La pérdida es algo complejo, el lenguaje también. Finalmente, se intenta contar una historia usando ciertas reglas o herramientas de la narrativa, no solo se vierte un dolor. Eso, me parece, resultaría muy caótico. —ECP: La poesía aparece en tus libros de forma contundente, ya sea en el título o en algún epígrafe antes de los cuentos, pero también en imágenes poéticas que refrescan tu narrativa. ¿Qué poetas te han acompañado durante tu tiempo como escritora? ¿En un futuro ves un libro de ese género agregado a tu colección? —VC: Con este libro fue la poesía de Rosario Castellanos. Era uno de los pocos libros que me traje de México. Debido a mis constantes mudanzas, nunca he podido formar lo que uno suele llamar su biblioteca, siempre he tenido que decidir qué libros dejo y cuáles me llevo conmigo, cuál regalo o dejo al cuidado, que es lo mismo que regalarlo, pero añadiendo cierto temor de perderlo. Nunca falla. La mayoría de las veces la elección responde a lo sentimental, al recuerdo. Por suerte mis amigos me han regalado libros de grandes poetas como Celan, Castellanos, Owen, Anne Carson, entre muchos otros y como son esos los que conservo, son los mismos a los que vuelvo constantemente. No soy una gran lectora de poesía, solo trato de leer lo más que puedo. Esto no quiere decir que piense en escribir poesía, o mejor dicho en hacer un libro. Nada va más allá de algún poema malísimo escondido por ahí en un archivo Word. —ECP: La vida de artista, de creadora, en Latinoamérica no es sencilla, económicamente hablando. ¿Cuál es tu motivación para seguir con el oficio de escritora? —VC: Yo no vivo de la escritura, ni de nada relacionado con la literatura. No me preocupa, ni me acompleja. Se pude seguir escribiendo aun cuando te dediques a lo que sea para ganar plata. Por supuesto que a todos nos gustaría vivir regalías, a mí más bien me gustaría vivir sin trabajar, pero no creo que eso me suceda. ¿Cuál es mi motivación? Pues eso que dijo Wisława, prefiero lo ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos. En lugar de poemas, cuentos. —ECP: ‘Antes del juego’ de Vasko Popa y ‘Silencio cerca de una pirámide antigua’ de Rosario Castellanos son dos poemas que abren tus libros. En ellos hay una carga hacia nuestro pasar por la vida, pero también el misterio de la muerte. En tus cuentos la muerte toma personajes distintos, ya sea un ser amado o un animal. ¿La literatura es un ungüento para afrontar lo inevitable? ¿Hay escritores que te han hecho sentir así? —VC: No creo que en mis cuentos intente racionalizar ningún tema, sólo suceden, y los personajes, lo mismo que yo, lo viven como pueden. Me cuesta en mi día a día reflexionar sobre lo que me va sucediendo. Puedo pensar en ello e intentar explicármelo después de la afectación, después de que sea lo que sea que haya pasado, puedo verlo con más tranquilidad y en algún momento puedo articularlo, comunicar en palabra eso que a mí me conmueve. Pero sin la intención de hacer un tratado, un análisis. Las grandes historias nos conmueven, sin necesidad de explicarnos a detalle qué debemos hacer o cómo afrontar la vida. Esas historias suelen tocar los temas enormes de nuestra condición. Lo que quizás sí hacen es mostrarnos una forma, o varias, distinta de observar esos claroscuros de la vida. Lo que también hacen es dejarnos con el corazón desbocado por querer hacer un libro parecido, y fallamos la mayoría de las veces. Y está muy bien fallar en eso. Por mencionar algunos contemporáneos que se me vienen a la cabeza, diría Mircea Cărtărescu, Olga Tokarczuk, María José Ferrada u Ocean Vuong, y otros a los que vuelvo de vez en cuando como Clarice Lispector, Inés Arredondo o Herta Müller.
1 Comentario
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14/11/2023 10:44:06 pm
Buenos días señor / señora,
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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