Entrevista realizada por CARLOS MARZAL Lo que esconde el manglar —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Llegas maduro a la literatura. Cuéntanos por qué. ¿Es una ventaja llegar con cierta edad? —LUCHO AGUILAR: Ciertamente, he llegado maduro a la literatura, ya con una edad respetable; sin embargo, literariamente hablando, me considero un perpetuo aprendiz. Con el paso de los años, me he convertido en un lector voraz, insaciable. Fui un lector tardío (en mi casa nunca hubo biblioteca, pero sí respeto y admiración por los libros y la cultura), y, como consecuencia de todo ello, comencé a leer todo cuanto caía en mis manos (principalmente, recomendaciones de algunos buenos amigos lectores) y libros con los que me topé también por casualidad y que despertaron en mí una inusitada sed de conocimiento. Por pudor, he mantenido en secreto las sucesivas tentativas de escritura con que intentaba aproximarme al mundo de la brevedad (que abordaba más como juego o ejercicio placentero que como una práctica rigurosa) y que, además, carecían de intencionalidad alguna. En mi círculo familiar y de amistades más cercanas tenían constancia de que dedicaba muchas horas a la lectura, pero nadie sospechaba que pudiera estar escribiendo algo, hasta que comencé a publicar pequeñas colecciones de haikus, a las que siguieron algunas publicaciones de aforismos en revistas literarias. Y, ahí, comenzó la fiebre. No concibo la vida sin la indispensable compañía de los libros: es mi manera de relacionarme con el mundo, con los otros y conmigo mismo. Leer y escribir es también un modo de autotraducirme. Las palabras son un salvoconducto: ayudan a transitar por la existencia, propician el cultivo de la atención. A decir verdad, no sé si comporta alguna ventaja llegar con una edad madura al ámbito literario. Lo cierto es que me siento muy afortunado a raíz de la publicación de mi primer libro de aforismos: he volcado en él todo el cúmulo de mi experiencia vital, lectora, musical y emocional. Esta publicación ha supuesto un inesperado regalo de la vida y estoy contento y agradecido por ello. Todo se lo debo a Miguel Catalán, quien me ayudó a seleccionar los aforismos que componen este libro. Sin su inestimable y desinteresada ayuda, el libro jamás habría visto la luz. Mi profundo agradecimiento hacia su figura personal y literaria es inconmensurable. Podría decirse que soy un aforista accidental, de alguna manera. Respondiendo directamente a tu pregunta, no estoy muy seguro de poder afirmar que tener una cierta edad te conceda una visión preferente del mundo; hay gente muy joven que escribe muy bien y que ha acumulado muchas más experiencias de todo tipo que, quizá, otros que apenas han tenido la oportunidad de experimentar más cosas a lo largo de sus vidas y que además son ya personas con una cierta edad también. Por lo tanto, la madurez personal, literaria o emocional, no está necesariamente vinculada a una determinada edad. Todo depende del punto de partida, de las circunstancias y un poco, tal vez, de la suerte. —ECP: Lo breve parece tu vocación. Los aforismos y los haikus. —LA: Pues, sí, eso parece. Primeramente, descubrí en el universo de la poesía china y japonesa esa peculiar manera de escribir tan breve, condensada y sintética que quedé absolutamente fascinado por esas formas líricas desnudas, reticentes y despojadas. Para mi asombro, el yo lírico del poeta no asomaba en este tipo de poemas, cosa que aún me produjo mayor atracción. Poesía de extrema sencillez, carente de toda retórica y alejada de las pautas compositivas de la poesía occidental, cuyos temas están directamente relacionados con la naturaleza y su observación (los cambios estacionales, la impermanencia de todo fenómeno, la fragilidad de todo lo viviente), impregnado todo ello por la percepción budista de la existencia y, más concretamente, por la filosofía del budismo zen. Imágenes, al modo de la aguada japonesa (sumi-e), pintadas con palabras, que expresan la fugacidad de todos los fenómenos (paisajes brumosos, flotantes). De manera que, al igual que con los aforismos, que aparecieron con posterioridad en mi vida, inicié una intensa indagación bibliográfica (ensayos, antologías, autores de la tradición, etc) y ahí se fraguó mi primera inmersión en el mundo de la escritura breve. Tal y como me sucedió después con el aforismo, comencé a escribir (sin pretensión alguna) cuanto me sugerían estos cautivantes poemas. Los iba anotando en un cuaderno y los iba dejando allí, sin concederles valor alguno; con el paso del tiempo, el número de poemas aumentaba de modo gradual, casi imperceptiblemente, e iba acumulando cientos de ellos en varios de mis cuadernos. Desde hace aproximadamente unos veinte años, han estado reposando en dichos cuadernos, hasta que, a raíz de la publicación de mi primer libro de aforismos, he decidido darles forma de libro e intentar publicarlos en un volumen. Veremos si ese deseo se hace realidad. —ECP: ¿Tienes alguna definición privada de lo breve, del aforismo en concreto? —LA: No me considero un estudioso del aforismo, a lo sumo, un modesto escritor de breverías. Sin embargo, podría ensayar un intento de definición, teniendo en cuenta, naturalmente, que el aforismo es un género escurridizo y, como tal, difícilmente clasificable. Lo primero que diría es que es un tipo de escritura breve, concisa, lacónica, de naturaleza anfibia, pues se nutre particularmente del pensamiento y de la poesía, en una peculiar simbiosis que lo convierte en un modo de escritura muy singularizado. Tal vez, podría decirse que es una suerte de reflexión poética, en la que tiene cabida toda una serie de figuras de lenguaje y de pensamiento, como, por ejemplo, la paradoja, la metáfora, la ironía, el sentido del humor, la reflexión moral, el sesgo crítico, etc. Es un texto autónomo, exento, independiente, susceptible de ser interpretado de modos distintos, no conclusivo, de naturaleza proteica e indómita. Quizá, uno de sus atractivos principales sea la variedad de formulaciones que admite, al mismo tiempo que huye del lugar común, de la ingeniosidad vacía y que deja entrever un sesgo moral en su enunciación e invita a conocer un aspecto novedoso de la realidad. Carece de premisas y corolario, de un mínimo desarrollo discursivo que permita su justificación, es decir, posee un marcado carácter apodíctico; acaso, otra de sus notas distintivas. —ECP: Eres músico profesional. ¿Qué te da la música que no te dé la literatura y al revés? —LA: En efecto, así es. Me dedico profesionalmente a la música desde hace casi cuarenta años, más o menos (¡qué vértigo!). Comencé en esta profesión muy tardíamente, a los veintiocho años (cómo no: la precocidad parece una constante en mi vida) y, también, como en todo lo demás, soy autodidacto. He tenido la fortuna de haber tocado junto a grandes músicos españoles, europeos y americanos, en distintas giras por España, Europa e Hispanoamérica. Ello me ha permitido aprender cosas de las que carecen los programas académicos de enseñanza de la música; si bien es cierto que estudié algunas asignaturas de música (Armonía de jazz, Composición y Arreglos y Teoría Musical) en el Taller de Músicos de Barcelona, allá por los años 1993-1994, y que contribuyó a ampliar mi formación teórica. Pero, en realidad, me he formado tocando, como muchos de mis compañeros músicos, al igual que muchos actores que no han estudiado Arte dramático o Interpretación y se han formado y adquirido experiencia profesional directamente en los escenarios. La música me ha proporcionado y continúa proporcionándome grandes satisfacciones (le he dedicado la práctica totalidad de mi vida). En la actualidad, se han invertido ligeramente los términos y le dedico también mucho tiempo a la lectura. La música aporta una felicidad instantánea (la literatura, también, pero de otra manera). Es enormemente exigente: requiere una seria disciplina de estudio y práctica diarias, de esfuerzo continuado. La música te conduce a un espacio sin espacio y a un tiempo sin tiempo: es una experiencia inefable de atención indivisa y profundo goce. Es una suerte de estado meditativo, de atención plena, de complicidad lúdica. Te abstrae por completo de todo lo circundante (con la lectura sucede algo parecido). Sin embargo, en la música no interviene la palabra y es una experiencia grupal, no individual: compartes en el momento la misma experiencia con los demás miembros del grupo y eso genera una dinámica muy especial de interacción y complicidad difícilmente alcanzable en otras disciplinas. Fundirte con el tempo musical desencadena paradójicamente la sensación de ausencia espacial y temporal: es algo semejante a una indescriptible flotabilidad, una levedad oceánica...; no sé, me resulta enormemente difícil explicarlo o describirlo porque este tipo de experiencias discurren en el terreno de lo inefable. En muy contadas ocasiones, se alcanza un estado de conciencia expandida, y eso genera adicción: es puro gozo extático; por eso mismo, vale tanto la pena reincidir: la música es sanadora, altamente liberadora. Conforma una arquitectura sonora compuesta instantáneamente por todos y cada uno de los miembros del grupo: una suerte de comunión fortuita. Cabe subrayar la importancia del silencio como eje orientador durante la interpretación, que nos permite respirar para reubicarnos en el discurso sonoro y adoptar la dirección más adecuada en la improvisación colectiva y que simultáneamente nos concede la oportunidad de escuchar a los demás en una conversación conjunta. Máxima atención, máxima concentración, pulso firme y ver hacia dónde nos conduce la música. Es, en suma, una experiencia sin palabras, que las palabras no pueden confinar. La literatura, por su parte, nos concede otros privilegios: la reflexión, la vuelta al renglón anterior (cosa totalmente imposible en la música, pues no hay posibilidad de rebobinar o rectificar), el lento paladeo, una y otra vez, de las palabras, el goce visual, gráfico, sonoro de la lengua; el placer estético, sensual y cognitivo que proporcionan los diversos textos: la música de las palabras. La lectura es al cine lo que la música es al teatro. En el primer caso, cabe la posibilidad de interrumpir la lectura y de volver a ella cuando así lo deseemos. Por el contrario, tanto en la música como en el teatro no cabe la rectificación o la vuelta atrás: todo sucede en tiempo real, en riguroso directo; he ahí su desafiante atractivo: el discurso jazzístico es pura búsqueda de belleza sonora, la tentativa del hallazgo rítmico, melódico o armónico, el encuentro con la sorpresa; o la conjunción de todo ello, como lo que anda buscando día tras día el saxofonista del espléndido relato El perseguidor de Julio Cortázar. —ECP: ¿Cuáles son tus maestros del género aforístico? —LA: El primer aforista a quien leí fue a Elias Canetti, cuyos textos desprendían un misterioso laconismo, un aire rotundo y sentencioso. Después, me topé con Emil Cioran, de una hiriente lucidez, provocador, iconoclasta y apocalíptico, casi fúnebre, podría decirse. George Steiner, escritor de una erudición aplastante, en cuyos textos de exquisita precisión muestra su irrenunciable amor por el lenguaje. En el ámbito del aforismo español, destacaría a Ramón Eder, una de mis primeras influencias (ojalá que eso sea cierto). También, sin duda, a Andrés Neuman, con uno de cuyos aforismos encabezo mi libro, de quien admiro su extrema brevedad, ingenio y sentido del humor. Sergio García Clemente, con quien descubrí muchas cuestiones de fondo relativas a la escritura del aforismo, en los jugosos intercambios de pareceres que compartimos durante un breve espacio de tiempo. Ramón Andrés, otro excelente aforista con un estilo muy personal. Carlos Pujol, de una sencillez desconcertante, de extrema claridad. Carlos Marzal, cuyos aforismos exhiben un acendrado y conciso empleo del lenguaje. Miguel Ángel Arcas, aforista de gran ingenio y fino sentido del humor. Ricardo de la Fuente, Javier Puche, Jesús Montiel, Mario Pérez Antolín y Joan Fuster, escritor de una peculiar mordacidad, entre otros. Y un aforista imprescindible, cuya magistral escritura ha dejado una profunda huella en muchos de los aforistas de habla hispana: el colombiano Nicolás Gómez Dávila. Ah, por cierto, se me olvidaba mencionar a uno de mis escritores referenciales: Octavio Paz, excelente poeta, brillante ensayista, cuyos textos son una fuente de inagotable inspiración. Mención especial para Miguel Catalán, magnífico aforista, amigo y mentor, a quien debo tanto. Y, entre las aforistas, cabría citar a Erika Martínez, Ana Pérez Cañamares, Azahara Alonso, Raquel Vázquez, Eliana Dukelsky, entre otras muchas. De los moralistas franceses citaría a Joseph Joubert, de un depurado clasicismo; Jules Renard, La Rochefoucauld, Jean de La Bruyere, Nicolas de Chamfort... —ECP: Se decía que España no era país para aforistas y hoy parece una moda. ¿Cómo ves el panorama nacional? —LA: En efecto, parece que la tradición aforística no tuvo una continuidad literaria en nuestro país. Quizá, desde el Barroco, con figuras como Setantí o Gracián, quedó interrumpida la producción aforística hasta que José Bergamín, a principios del siglo XX, llamó la atención sobre este particular fenómeno de ausencia de textos aforísticos en nuestras letras. A partir de ese momento concreto, se tiene la impresión de que la fragmentación de los grandes discursos filosóficos cede el paso a las formas breves de escritura y da comienzo una renovación, una reactivación de los géneros emparentados con la brevedad. Contrariamente, en otros países como Francia, por ejemplo, la tradición que arranca de los moralistas franceses, en la época de la Ilustración, se prolonga en el tiempo hasta nuestros días. España, desde hace tres décadas, aproximadamente, ha experimentado una emergencia notable del género, con un número creciente de aforistas, que incluye naturalmente a un significativo grupo de mujeres aforistas. La calidad literaria de algunos autores en lengua española es realmente excelente. Sin embargo, también parece que se ha puesto de moda el hecho de escribir con brevedad, hecho que favorecen y difunden las nuevas redes sociales. Pero considero que hay que hacer una distinción fundamental entre la redacción de textos breves, cuya función principal está encaminada a la comunicación informal y la elaboración de textos que emplean las formas breves de escritura, tales como la modalidad de escritura aforística, cuyo alcance y tratamiento se orienta al discurso literario, reflexivo, de enunciación moral. Por lo tanto, en mi modesta opinión, no conviene confundir la mera comunicación con la literatura. —ECP: ¿Cómo te defines como aforista? ¿Qué esconde tu libro Lo que esconde el manglar? —LA: Me resulta enormemente difícil responder a esa pregunta. No obstante, lo primero que diría es que esa cuestión acaso debería contestarla cada lector tras la lectura del libro. Me gustaría pensar que alguno de mis aforismos (ojalá), pueda resultar interesante desde distintos puntos de vista, que pudiera, de alguna forma, comprometer a un hipotético lector. Sería igualmente deseable que mis textos interpelaran al lector, que cuestionaran ciertos lugares comunes, que mostraran un sesgo irónico o humorístico; que apostaran por restar solemnidad a lo grandilocuente; que poseyeran un cierto grado de reflexión, de poeticidad, que excluyeran toda pomposidad. Sin embargo, todo ello conforma un propósito de intenciones que no sé si se alcanza en alguno de ellos. Espero que cuando menos, sea un libro ameno, entretenido y variado. Tal vez es demasiado pedir. Con respecto al título del libro, surgió de manera espontánea en una conversación que mantuve con Miguel Catalán, y me condujo a esa imagen metafórica que muestra la intuición de algo oculto. Evoca, por tanto, una imagen vegetal, arbórea, que alude veladamente al efecto que produce la lectura de un aforismo logrado: un manglar de sentidos. Es decir, un texto susceptible de ser interpretado de diversos modos, en cuyo fondo no explícito, no visible a simple vista, alberga u oculta otros posibles sentidos. El manglar, formación vegetal propia de zonas pantanosas tropicales, cuyos árboles y plantas, ramas y raíces crecen en una doble dirección, ascendente y descendente, esconde una gran biodiversidad terrestre y marina. El aforismo, a su vez, se nutre simbióticamente del pensamiento y de la poesía, en una doble dirección que ensancha su alcance reflexivo y poético. Es un género anfibio, en definitiva, que exige una lectura desautomatizada por parte del lector y que incorpora una cierta dosis de sorpresa y novedad, que desafía lo previsible y provoca una sacudida inesperada en quien lo lee. —ECP: ¿Para quién escribe un aforista? ¿Para quién Lucho Aguilar?
—LA: Nunca he escrito con premeditación. Todo lo que escribo surge por pura necesidad, de forma espontánea y sin propósito. Sencillamente, escribo cuando siento el impulso de escribir. No me he detenido a pensar jamás en un futuro lector. Me detestaría a mí mismo si resultara ser un escritor complaciente con mis potenciales lectores. Escribo por puro placer, por apetencia, no sin esfuerzo, claro está, pero no me detengo a pensar en quién me leerá o si los aforismos gustaran más o menos. Creo sinceramente que este tipo de cuestiones obstaculiza y lastra el impulso creador. Leer y escribir, pero por encima de todo leer, es una maravillosa adicción y la fuerza motriz que me anima a continuar perseverando en la escritura. Mi mayor aspiración consiste en llegar escribir bien, con claridad, precisión y belleza, lejos de toda afectación o pomposidad, si eso fuera alcanzable alguna vez. —ECP: ¿El jazz es la más reflexiva de las músicas? ¿Ves afinidades entre el jazz y lo breve? —LA: Pues, no sé si es la más reflexiva, pero sí puedo afirmar que es una música de una compleja sencillez, valga el oxímoron. El jazz nace de la confluencia de la música clásica europea con los ritmos procedentes de África, que termina de cuajar con la influencia del blues, es decir, con las canciones que cantaban los esclavos negros, que llegaron desde África, en los campos de algodón. Sus desgarradoras canciones son puro lamento, una constante plegaria cuyo origen habría que rastrearlo en las infrahumanas condiciones de trabajo a que eran sometidos los esclavos africanos. Con posterioridad, el jazz adoptó una forma cada vez más refinada, incorporando el componente del baile: se convirtió paulatinamente en un estilo pensado para bailar, con letras más festivas y desenfadadas. Por otra parte, evolucionó hacia la música religiosa: el góspel. A continuación se sucedieron diferentes estilos dentro del género: la era del swing, el estilo New Orleans, el be-bop, el latin-jazz, el cool, el hard bop, el free, etc. Hay un dato muy significativo en lo referente al desarrollo y evolución del género: así como la música clásica europea se extiende a lo largo de dos milenios, aproximadamente, el jazz, asombrosamente, evolucionó de manera vertiginosa en tan sólo algo más de una centuria. Su influjo ha alcanzado a todas las músicas del mundo, debido al componente mestizo que la caracteriza, a la libre interpretación de las melodías y a su característica más definitoria: la improvisación, en la que se busca alcanzar una voz propia. Es una música que requiere una escucha atenta y minuciosa, pues, gradualmente, las nuevas generaciones de músicos afroamericanos y europeos han ido incorporando elementos rítmicos, armónicos y melódicos cada vez más complejos; hay quien asegura que es una música con un alto componente intelectual. Tal vez sea así, pero dentro de este inagotable género, también se dan estilos más amables, menos complejos. En todos ellos no ha de perderse de vista el hecho de que fue una música concebida para ser bailada: el valor y relevancia del componente rítmico (el swing) es su rasgo más distintivo. Es una música absolutamente fascinante. Se podrían señalar, en efecto, algunas similitudes entre el jazz y lo breve. De hecho, hay estilos como el cool que incidían en una forma de tocar más sobria, más sencilla, pero no por ello menos sofisticada. Pensemos por ejemplo en Miles Davis, Chet Baker, Stan Getz, por citar algunos de los más conocidos. Su virtuosismo residía en la sencillez, en la simplicidad de un fraseo muy melódico, de un marcado lirismo. Es un tema inagotable y fascinante. He procurado ofrecer apenas unas breves pinceladas al respecto. Además, hay una inmensa bibliografía y discografía disponible para todos aquellos que estén interesados en este tipo de música. —ECP: ¿Hacia dónde te diriges ahora? ¿Qué te traes entre manos? —LA: Mi intención es continuar leyendo y escribiendo, explorar nuevas vías de aproximación a la escritura del aforismo, seguir documentándome e intentar mejorar la calidad literaria de mis textos. El proyecto más inmediato es darle forma definitiva a un libro de haikus, que lleva reposando dos décadas en una carpeta e intentar publicarlo. Y, a continuación, dedicarme a releer los cuadernos de aforismos que he escrito durante los últimos años, efectuar una rigurosa selección (quizá la tarea más ardua de un escritor, el trabajo de poda y papelera), calibrar el orden, la disposición final y, si la suerte acompaña, llegar a publicarlo. Entretanto, continuar tocando, leyendo y escribiendo con entusiasmo y perseverancia.
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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