Entrevista realizada por LUIS MIGUEL ALONSO NÁJERA URRE AROA, SEIS POETAS DE TIERRA NABA La fuerza del verso como motor de vida, la orfebrería del idioma como medio para descubrir la verdad inalcanzable; estos son los principios que guían el respirar poético de Alfredo Rodríguez. Su unión con la poesía tiene lugar en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, y lo será sin duda más allá del ocaso, porque este poeta y la escritura parecen pervivir unidos en alianza intemporal, por encima de los avatares de la existencia. La reedición de Urre Aroa (Pamiela, 2020), canto a la Navarra soñada, que no deja de ser una glosa a esa Arcadia feliz que quizá existiera en los corazones de muchos indefensos del Arte, sirve ahora para mantener viva la llama de la esperanza en el sueño real, porque su poesía es precisamente el puente mágico que enlaza nuestra aspereza cotidiana con los Campos Elíseos originales. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Alfredo, he vuelto a leer con gran interés —y no menor deleite— tu magnífico Urre Aroa, y casi automáticamente ha venido a mi cabeza el recuerdo de Love’s labour’s lost, --Trabajos de amor perdidos--, la amable e inteligente comedia de Shakespeare. En ambos casos hablamos de una Navarra idílica, renacentista, culta y soñadora. ¿En qué medida reivindicas la utopía en la vida que has insuflado a estos poetas de Tierra Naba? —ALFREDO RODRÍGUEZ: Bueno, esa obra de Shakespeare creo que está ambientada en un momento un poco posterior y centrada en la Baja Navarra francesa, pero sí, en efecto, la idea respecto a lo que apuntas es la misma. He situado a mis apócrifos entre finales del siglo XV y principios del XVI, un periodo en que Navarra debió de ser durante unos treinta años un territorio totalmente libre —aunque ya lo era en realidad desde mucho antes— encajado entre Francia, Castilla y Aragón. Yo esa época siempre la he imaginado, o la he querido imaginar, como una época de esplendor artístico, una fase intensa de desarrollo económico y cultural que pudo facilitar el florecimiento en las artes, en literatura, y principalmente en poesía. Así pues, este libro contiene o pretende una interpretación, entre real y mítica, de un momento de plenitud artística y cultural en nuestra historia navarra. Al fin y al cabo Urre Aroa es eso, traducido al castellano: La edad de oro. —ECP: Tu poesía construye unos espacios de vida, amor y gallardía donde sus habitantes deambulan por espacios propios, donde el sentimiento heroico constituye el armazón de ese universo. ¿Qué lugar ocupa este mundo «sobrehumano» en la difícil cotidianeidad que nos toca vivir? —AR: Bueno, creo que este es un libro que trae una idea, rescata una idea que creo merece la pena: que es la poesía como algo antiguo, como una reserva cultural de la sociedad, algo que la velocidad de los tiempos y las máquinas no han podido avasallar aún. Urre Aroa reivindica el tiempo de la verdad y el don de la belleza, que es una verdad que perdura. La poesía es entendida aquí como única verdad, con su carácter sagrado per se. Y los poetas que aparecen son vistos como heraldos, como mensajeros de ese tiempo antiguo y perdido, al que aquí se le tiende un puente hasta nuestros días. —ECP: Este tema que apuntas me parece interesante, el denominar a la poesía como «única verdad». Te diré que tengo bastante respeto por el adjetivo «único», por ese carácter de exclusividad y, por tanto, de exclusión a todo lo que no se encuentre en ese bando. Recordando el verso de John Keats, Beauty is Truth, Truth Beauty, — that is all. / Ye know on earth, and all ye need to know, ¿podríamos hablar acaso de un espacio «verdadero» en el que convivan las artes en general como lugar ideal que ampare los sentimientos más elevados y nobles de nuestra existencia? —AR: Claro, eso siempre ha sido así. Y los poetas somos quizá los últimos supervivientes de esa noble estirpe de creadores absolutos. No olvides que para ella, para la poesía, hay que tener una sensibilidad precisa y, además, exige un esfuerzo que muchas veces no se está dispuesto a realizar. Y, por supuesto, se trata de un arte, aunque mucha gente no quiera verlo. Esa es la pureza, la verdad de la vida, que el poeta nos da y que queda como salvada para siempre en el poema. Además, ya lo dice el maestro José María Álvarez en esa definición suya perfecta de lo que es, o ha de ser, la poesía: «algo misterioso que misteriosamente nace de determinados seres y que, no menos misteriosamente, otros pocos seres excepcionales gozan, se exaltan con ello». —ECP: Las raíces de tus protagonistas hablan de una profunda vinculación telúrica, de un impulso vital que explica en buena parte su discurso poético, y a la vez la temática de sus poemas retorna una y otra vez a sentimientos intemporales, independientes de cualquier geografía. ¿Hay también en Urre Aroa una voluntad no escrita de conciliar ambos territorios? —AR: Claro, todo está unido, conectado. Todo es Uno en poesía. Estos poemas tratan de enlazar, de unir de algún modo, algunos Mitos antiguos o clásicos, enlazarlos digo con esta tierra, con Navarra. Intentan traer una luz distinta a este paisaje nuestro. Si tuviera que definir la poesía de este libro, yo diría que es una poesía que trata de universalizar lo local, una poesía que es expresión de un espíritu claramente universal. Porque a mí me interesa Navarra como algo que está en el mundo, no como una realidad aparte del mundo. La tierra de uno tiene un valor secreto, son sus raíces vivenciales, pero esas raíces hay que proyectarlas al exterior a través del diálogo con la Cultura, con la Cultura con mayúsculas, la que nos viene regalada en los grandes libros. —ECP: Sí, siempre tenemos ante nosotros el eterno debate entre el arraigo a las raíces y la necesaria apertura al mundo que llega con la civilización, el enriquecimiento cultural con todas las mayúsculas necesarias... Y todo ello dentro de un mundo en constante conflicto y evolución. Tu poesía, en Urre Aroa y otros tantos ejemplos, se asienta firmemente en un Olimpo donde el ser humano es «super ser humano», y todo cuanto siente y experimenta tiene lugar en ese cosmos. ¿Qué espacio queda ahí para la poesía de lo cotidiano? —AR: Bueno, la «poesía de lo cotidiano», como la llamas, para mí no ha sido siempre sino una pseudopoesía —con todos mis respetos para los que la escriben y la leen y la aman—, un “fake”, como dice mi hijo pequeño cuando algo no es verdadero. Para lo cotidiano, lo conversacional, lo mundano, yo prefiero los libros de Diarios, los libros de Correspondencia, los libros de Conversaciones. Que me encantan y los respeto muchísimo también. Pero la poesía, como te he dicho antes —la poesía verdadera, claro está—, es un Arte. Y es un misterio. Un misterio que no remite a escapismos ni a fantasías, sino a una realidad suprema, y que logra entreabrir, con Belleza normalmente, la palabra poética. —ECP: Varios de tus autores apuntan con frecuencia en sus versos un cierto distanciamiento de la vida terrena, una serena resignación ante el morir y su regreso a «…La tierra que llama al hombre a su seno», como apunta Xavier de Zuriquoain. ¿Podemos hablar de una cierta «contradicción» entre el amor a la vida y a la tierra a la que cantan —«Un hombre ha de saber que la poesía es la vida», según afirmaba Vicente Racais de Yuso—, y su visión cuasi trágica que se percibe en esta poesía encabalgada entre el vivir y la dilución posterior? —AR: Puede ser. No lo había pensado. Ten en cuenta que fueron poemas escritos durante un largo periodo de diez años —entre 2003 y 2013—. Y tú bien sabes que a lo largo de los años vamos siendo muchos, nunca somos el mismo que fuimos. Lo que sucedió fue que llegó un momento en que advertí ahí, con el paso del tiempo, que en esos poemas se distinguían o se daban diferentes voces mías, diferentes temáticas, diferentes miradas de poeta, diferentes formas de entender la poesía. Y se me ocurrió entonces reconducir todos esos poemas hacia esta idea de un libro de apócrifos (o heterónimos), idea que no es mía por supuesto, yo no la he inventado, sino que grandes maestros antes la habían utilizado ya, maestros como Machado, Pessoa o Borges, o más cercanos en el tiempo, mi maestro más directo, José María Álvarez, con un libro hermosísimo, La edad de oro, del que he robado no sólo la idea sino hasta el título, por cierto. Pero, como él bien dice, las cosas están ahí para cogerlas. —ECP: Henrique de Ariztarai, «el mayor poeta de los nabarros», según citas junto a su nombre, canta en uno de mis poemas favoritos de Urre Aroa a la nobleza de «Donde se cruzan cardo, decumanus, / Dormitalería y Curia...» para descubrirnos posteriormente sus miserias al afirmar «...Pero he perdido fortuna de timba en taberna / hasta caer embotado / por la embriaguez y el sueño...». ¿Cómo encaja en la Navarra milenaria este sincretismo tan del gusto mediterráneo? —AR: Pero no hay un rigor histórico en este libro ni se pretende. No es un libro de Historia en ningún caso. Es un libro de poesía, repleto de licencias poéticas, y es, sobre todo, un asalto a la poesía como género de ficción. Se mezclan un poco aquí realidad y fantasía, historia y ficción, como en la serie televisiva Juego de tronos, que supongo conoces, y que a mí me fascinó, en la que se fundían realidad histórica y ficción casi a partes iguales. Hay, por un lado, desde luego, una vindicación de lo épico, pero que trata de proyectar mi propia experiencia emotiva sobre una situación dramática, histórica o legendaria determinada. Digamos que utilizo esos relatos o momentos históricos o pseudohistóricos para hablar de mí mismo, de mi experiencia autobiográfica. —ECP: No hablaba yo obviamente de «rigor histórico», sino que destacaba el mestizaje vital de tus personajes. De hecho, el Renacimiento inundó Europa de determinados principios éticos y estéticos de la Antigüedad Clásica, sumándolos a los ya existentes. ¿Cómo condiciona tu ideología poética la relación entre ser humano y mito? —AR: Bueno, hay una cita magnífica, extraída del Libro rojo de Hergest —que es un manuscrito medieval escocés‒ que dice así: «Las tres maravillas que enriquecen al Poeta son: Los Mitos, su poder poético y la memoria de la antigua Poesía». A esta cita me suscribo de cabeza con los versos y la idea principal de este libro. Precisamente el maestro Álvarez suele decir que lo que nos falta hoy a todos, en todos los campos, es el Mito. El mundo mítico. Que esto es una de las cosas que ha desaparecido de nuestro mundo, y lo vamos a pagar muy caro. Lo suscribo. —ECP: Me ha llamado bastante la atención --aunque no debería, conociendo tu trayectoria literaria-- una de estas licencias poéticas, el hecho de que estos notables autores escriban en verso libre, en una época en la que la rima y la métrica canónica estaban claramente codificadas. ¿Cómo explicas --quizá como una apostilla personal a la descripción del prólogo-- su heterodoxia creativa? —AR: Pero sí hay métrica. ¡Es que nadie se va a dar cuenta! Todo el libro está volcado a métrica clásica, es decir, todos los versos (o casi todos) van medidos, mejor o peor, en heptasílabos, endecasílabos o alejandrinos, aleatoriamente, tratando de buscar siempre la música y el ritmo, ritmo sin el cual no hay emoción ni poesía que valga. Además, ese endecasílabo sin rima, el llamado «endecasílabo blanco» fue introducido en España por Garcilaso —de quien por cierto se habla en el prólogo: ya sabes que fue armado caballero en Pamplona en esa misma época porque formaba parte de las tropas de ocupación castellanas, no por otra cosa...— y por su amigo Juan Boscán a principios del XVI. O sea, que hay no hay anacronismo. En cuanto a la rima, sólo puedo decir que siempre la he sentido como un ripio insufrible. Me niego rotundamente a escribir una sola rima, salvo alguna asonancia involuntaria, que las hay en este libro. —ECP: Está claro que Urre Aroa se sirve de la Historia como soporte para la creación poética. Y ello sucede en Navarra, tierra singular que ha vivido su historia diferenciada entre dos grandes poderes políticos, España y Francia. Los autores que recoge el libro son hijos de esta historia ancestral, de los sucesivos mitos y también del Renacimiento. Al igual que existe el género tan consolidado hoy en día de la «novela histórica» --que bien sé no te atrae--, ¿podríamos hablar de una «poesía histórica»?
—AR: Claro. Lo he pensado mucho: creo que esto es totalmente «poesía histórica» —hoy mismo me lo decía una periodista que acababa de leer el libro—, pero también es «poesía-ficción». Aunque también está lleno el libro de claves y referencias autobiográficas, como te he dicho antes. Es decir, son poemas, algunos de ellos o muchos de ellos, que, aunque en apariencia no lo parezca, hablan de mí mismo, de mi experiencia vital, aunque la mayoría de las veces es mi experiencia bajo especie literaria. Hablan de momentos de mi vida real, presente o pasada, mis anhelos y mis desvelos como poeta; hablo de mi hijo, de consejos reales que le doy a mi hijo; hablo de mis padres, emigrantes extremeños que llegaron a Navarra hace casi sesenta años; el poema que aparece en la contraportada del libro —el de «La sangre negra...»— es un auténtico poema de la experiencia, un poema que narra un hecho absolutamente real: un accidente sufrido por mí mismo en una finca familiar del valle de Etxauri cortando piedras con una maza para hacer un camino. —ECP: No quiero ni puedo olvidar el soberbio --y atrevido-- prólogo que ha escrito Mikel Zuza para Urre Aroa. La construcción declaradamente seria de tus seis nobles poetas, las exhaustivas referencias históricas que los incardinan perfectamente en este período crucial de la historia de Navarra, hace que cobre aún más sentido la famosa frase shakespeariana, «Navarre shall be the wonder of the world». ¿En qué medida disfrutan los poemas que ahora leemos del apoyo de la prosa para consolidar su vigor referencial? —AR: Bueno, el historiador y novelista Mikel Zuza, que es un auténtico personaje en nuestro entorno literario, ha escrito un prólogo magnífico para este libro, un prólogo muy interesante y a la vez muy divertido —yo cada vez que lo releo es que me río mucho—, un prólogo que lo dignifica, que dignifica al libro, porque ha multiplicado por mil la idea inicial mía, la intención que buscaba mi libro desde un principio, ha catapultado con su texto en prosa la verosimilitud de los poemas y les ha dado alas para volar.
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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