Entrevista realizada por ÁNGEL MANUEL GÓMEZ ESPADA A finales del año pasado presentaba el poeta y músico cubano Julio Hernández su última creación poética en un marco incomparable, según dije en aquella ocasión: la Casa de Fieras del Jardín del Retiro. Y me parece un lugar muy adecuado para hablar de la Poesía. Los poetas apaciguándose en una casa para fieras. Poética imagen, sin duda. De aquella tarde memorable quedaron muchas preguntas por hacer y otras que pensé después. Como no nos pareció prudente hacerlo entre cervezas y tequilas, creí oportuno que habláramos más profundamente de este libro, Te llamarás pueblo, en este escaparate al que le tenemos tanto cariño. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Me encanta la cita que abre el libro: la definición que la SantaWiki da del Bovarismo, como síndrome. ¿Por qué esa cita? JULIO HERNÁNDEZ: El Bovarismo es un síndrome muy poco estudiado en el caso de España. Y en mi opinión es porque en este país tan desigual y sobre todo entre las capas más humildes, es donde se manifiesta con más virulencia. Cuando José Luis Arrese, ministro de Vivienda en 1957 dijo: “Queremos un país de propietarios y no de proletarios” nos maldijo por los restos. Y es que hay mucha gente que vive el concepto a diario. Están en un “estado de insatisfacción crónica”, tanto en los afectos, como en el amor, como en su vida diaria, “producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones, casi siempre desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades, y la realidad”. Viven por encima de sus posibilidades en un continuo trapecismo que suele frustrarlas. ECP: ¿Por qué decidiste que este libro tendría que ir en paralelo con un proyecto musical? JH: Lo veo como algo complementario, y no tanto paralelo. Ambos proyectos dialogan entre sí. El proyecto musical, al ser un lenguaje más directo, permite que quién escuche amplíe el contexto de la obra. No es algo nuevo. Mi anterior proyecto literario, “Por si olvido que escribí”, era complementado con un trabajo discográfico, “El Negrosexual y otras Historias”. ECDP: 2020: decías, mientras confeccionabas este libro: “De la nueva normalidad, me gustaría que hiciésemos buena cuenta, y sacásemos lo mejor que nos ha legado (…) “Parar y repensar, sin prisas”. No te voy a decir si sigues pensándome lo mismo ahora. Solo quiero saber si podría ser una buena poética para adentrarse en Te llamarás pueblo. JH: En Te llamarás pueblo, sí. Vivimos con muchas prisas. Casi no tragamos los hechos cuando ya vomitamos nuestras opiniones y estamos tragándonos hechos nuevos. Es como curar una indigestión consumiendo sin medida. En el plano personal, escribí el poemario mientras estábamos en confinamiento. Casi al terminarlo, con la mascarilla puesta, y sin poder acompañar a mi pareja, más que cuando fue indispensable, nació mi hijo. Tuvimos suerte de haber sorteado lo peor de la pandemia, mas seguimos viendo a negacionistas y políticos, enredar los argumentos para enriquecerse con las desgracias de todos. Inmediatamente, terminé un Máster, la grabación de un CD. Y esto, solo en 2020. El 2021, no fue mejor. El asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero, por las hordas de Trump, y la “espantá” de “el emérito” entre otras efemérides. Y el 2022 apunta maneras. Los ayusers contra casado, los rusos y los ucranianos a garrotazos, instigados por las políticas expansionistas de la otan, los camionero en huelga, que no sabemos si es un paro patronal, el insipiente desabastecimiento con que recuerdo a algunos que, esa situación incómoda me recuerda al bloqueo que desde hace más de sesenta años sufre mi país, pero multiplicado por mil. Por eso, desearía que Te llamarás pueblo se leyera con calma, sin atragantamientos, porque la historia que cuenta es la de una nueva vida, en un mundo acelerado, que se tambalea. ECP: Aunque personalmente hubiera preferido un título más quevedesco, como Te llamarás Polvo, referencia a lo que terminamos y terminaremos siendo, te decides por uno que lleva reminiscencias de Hernández. Me gustaría que nos hablaras un poco de ese título, que parece un consejo más que una advertencia al heredero de este libro. JH: El título es un canto a la vida que nace. Pueblo es una palabra que ha quedado deslucida por el alud neoliberal que desde los 90 anda enlodando nuestras vidas. Aunque quedan acepciones positivas, como la del pueblo de donde viene tu familia, la gente está demasiado infectada por el síndrome del bovarismo social como para querer voluntariamente ser Pueblo. Y a mí me gustaría rescatar conceptos como este, que han sido rebasados por los acontecimientos. Me gustó hacer una lectura del pueblo que, como digo en uno de los poemas iniciales, al creer vivir como dioses, solo mira a la cima de un Olimpo inalcanzable. Si mirásemos a los lados y viésemos que somos muchos más, al menos cambiaría la correlación de fuerzas, y aumentaría nuestra autoestima al sentirnos más valiosos. O no, aunque en verdad me gustaría que así fuese. ECP: Cuando el mundo nos falla, acudimos a los dioses; cuando nos fallan los dioses, nos aferramos a la vida con uñas y dientes. Esa ha sido mi gran lectura del poemario. Y cómo lección se cruza por el camino con una única esperanza, la de hacernos partícipes de esa única certeza. ¿Qué mejor manera que aferrarse al mundo que ofreciéndole un hijo a la gran y única verdad que es la Vida? JH: Por fortuna no vinimos a quedarnos. Hay una vieja leyenda yoruba que dice que la muerte vino a llevarse a los más viejos para que los jóvenes pudieran, a través del trabajo, acumular experiencias. Por esa razón hay que vivir y hacer el trayecto. Y para ello, es indispensable nacer, con todo lo que ello conlleva. No solo a nivel de crecimiento, sino también de aprendizaje. No sé si la única y gran verdad es la Vida, pero sí que es bastante objetivable. Estás, a pesar de que cierres los ojos y pienses que así desaparece el mundo, como hacen los bebés. Estás, a pesar de que te niegues a crecer, como sucede durante la adolescencia. Estás cuando compartes la vida, trabajas, te manifiestas o directamente pasas y te vas de eremita a un desierto. Y cuando todo eso pasa. Dejas de estar. Y de mi Vida, solo quedará una obra capaz de trascenderme. Y esa obra es mi hijo. ECP: El libro es un canto a la fragilidad de la vida y al milagro de la fuerza indestructible de sus raíces. Incluso en la vorágine de un caos provocado por un remolino que no sabíamos de dónde veníamos, Julio Hernández fue capaz de crear y concebir. ¿Qué perspectiva adoptaste en ese tránsito? JH: Es difícil arrancar un árbol que está bien enraizado. Puede doblarse, incluso partirse, pero si está bien agarrado, vuelve a brotar. En todo este tiempo, he reencontrado un pasado rico y nutricio que me devolvió quien era, y cuales eran mis raíces. Los creyentes en la Regla de Ocha, una religión de origen africano muy practicada en Cuba, hacen la moyugba, un rezo en el que invocan la memoria de todos sus ancestros. Y en este libro, ancestros son los que con su ejemplo me dan armas para analizar el presente, para contextualizar los hechos que nos acontecen a diario. Los Chico Mendes, los Christopher Dorner, los El Hajj el Shavazz, los Evaristo Estenoz. ECP: La primera parte habla de la fragilidad de los dioses. Mejor dicho, de los que se creyeron dioses. Bueno, se creen porque íbamos a salir mejores, pero lo hemos dejado para el 2070, como los gobernantes de la India lo de dejar de contaminar. Dioses que dormían en habitáculos de 35m2 y sin despegar la cara de la pantalla donde veían e imitaban las experiencias multifrutas orgásmicas de los ricos. Ricos que, por ejemplo, cantaban para recaudar dinero y combatir a la Bestia Negra del virus desde los jardines versallescos de sus casas insultantes, que valían cinco o seis veces más de lo recaudado. Entonces, ¿fuimos dioses o santos inocentes que ni así quisimos abrir los ojos? JH: Fuimos y somos aún, demasiado ingenuos. Pero es lógico. No sabemos qué hacer para comprarnos un yate. Si evadimos impuestos, a lo máximo que llegamos es a pedir un préstamo para pagar la multa y endeudarnos. Tenemos una casa, y ya invitamos a todo el bar a cañas, que no da para más. Si tenemos dos o tres casas, nos creemos potentados y que vendrá una turbamunta de "okupas" a expropiarnos nuestras "propiedades". Solo sabemos vivir como pobres y los ricos lo saben. Saben que tenemos una fibra sensible y la tocan las veces que lo creen necesario. Mira, si cada rico pusiese a disposición de todos una cuarta parte de su patrimonio, habríamos salido antes de la crisis del 2008, de la del 2011 y de la pandemia. ECP: Todo libro de poemas es un cúmulo de momentos exactos y tengo la impresión de que su publicación también lo es. ¿Este era el momento exacto de publicar este libro? ¿No tenías miedo a que el público pensara: “otro libro postpandemia hablando del confinamiento…”? JH: Sin dudas el momento era este. La incertidumbre en el futuro es una de las grandes generadoras de ideas. La coyuntura de un aislamiento de meses, me generó un montón de preguntas, y no todas en positivo, pues el motivador número dos, no por ello menos importante, se iba acercando con el nacimiento de mi hijo. ¿A qué mundo lo traigo? ¿Con qué derecho dejarlo sin armas para la batalla, que es la vida, a que lo arrojaba? ¿Padre es solo el que engendra, o es también el que arma? Pues, todas esas incógnitas aún siguen martilleándome la cabeza. ECP: En la segunda parte tropezamos con la parte más difícil del libro, el momento más delicado, cuando todo se transforma con la aparición de Uriel. ¿Cómo ha transformado tu forma de concebir la Poesía la llegada de tu hijo? JH: A Uriel tengo que decirle las cosas claras. Dejar las florituras para un momento de más paz, porque hoy las florituras no valen en el discurso, mas que para encubrir la verdad. Por eso cada día amo más a Miguel Hernández de «Vientos del pueblo me llevan…», y al Antonio Machado del poema LIII de «Proverbios y cantares». Poesía que no se contempla en el río como Narciso, sino que habla directo al micrófono llamándonos a despertar. ECP: ¿Y no has tenido miedo de que el público piense: “otro poeta que nos habla de la paternidad… ¡Como si no hubiera libros ya!” Porque me parece llamativo la tendencia existente en la poesía de este siglo de la paternidad como objeto poético. ¿Has consultado otras lecturas al respecto para enfocar tu escritura? JH: ¿Por qué, si es de lo que más orgulloso he estado en mi vida? Una cosa es hablar de lo bello que es traer al mundo un niño, desde la perspectiva de un dios solitario y obnubilado con las alturas que promete la sociedad de consumo, «sinflictos», de eso que llaman ahora «clase media», y otra cosa es un libro que habla de raíces que no se pueden trasplantar porque enraízan en la tierra de muchos que han sido oprimidos, vejados y satanizados, pero que siguieron luchando a pesar de los pesares, como dijera José Agustín Goytisolo a Julia. ECP: La última parte, que da título al libro, me parece la más lograda del libro, junto al epílogo. Es la primera lección como padre, advertirle de a lo que va a enfrentarse, explicarle porqué has elegido ese nombre para él, Pueblo. Y cuál será la primera decisión importante, que le marcará el recorrido para siempre. JH: La primera decisión solo la puedo intuir, porque desde que el humano nace comienza a forzarse una personalidad independiente a la de sus progenitores. La educación no es más que un intento inútil por encauzar el río de la personalidad de hombre. Pero, quizá en el mismo título del libro estará su primer dilema. Ser Pueblo es una opción jodida, difícil. Y no tiene vuelta atrás. Yo solo intento indicarle un camino, mostrarle referentes y decirle que, como pueblo, vivir es un acto heroico diario mas, cuando posas la cabeza en la almohada, duermes tranquilo. ECP: Decías recientemente: “Decirlo todo, pero decirlo en la medida justa”. ¿Te has dejado algo que decir, en esta época de autocensura que nos han impuesto de la manera más sutil posible, sin mancharse las manos?
JH: Me han quedado muchas cosas por decir. No sé si tantas para dedicarle a cada una un libro pero, sí. Algunas polémicas como ¿Qué han hecho los eslóganes de la nueva izquierda por la redención de la clase obrera? ¿Ha sido el #metoo, como expresión de la liberación de la mujer de clase media y rica estadounidense, la antesala de la aparición de la reacción neoconservadora actual? ¿Por qué Black Lives Matters, no se convierte en Poor Lives Matters y moviliza a los oprimidos del mundo? ECP: Apoyándome en el título del otro libro que se presentaba ese mismo día, «La cuadratura imposible del verso» de María Givernau, te pregunto: ¿en esta situación actual que provoca el marco de tu libro la cuadratura imposible de qué hemos hecho? JH: No sé si la cuadratura, pero al menos muchas asperezas de las aristas podrían moldearse. ECP: Lo bueno de los libros de poemas es que están vivos y se van transformando conforme va pasando el tiempo. ¿Cómo se ha transformado este libro desde que lo escribiste, tanto exterior como interiormente? JH: Este libro nace en mitad del confinamiento. Ha habido 6 olas de recrudecimiento del virus. Un cambio de gobierno en Murcia. Ha dimitido - dimitido, que es una novedad histórica - un presidente del PP. Se ha negociado una reforma laboral insuficiente para la clase trabajadora. El emérito, pudiendo volver de su retiro dorado, decide que volverá cuando se le pinte en su real sexualidad. Ha comenzado la primera guerra europea del siglo XXI, mientras los yemeníes siguen cayendo bajo las bombas de Arabia Saudí. En Castilla y León ha entrado al gobierno la derecha más extrema, radical y neoliberal, y en Madrid, su presidenta autonómica confirma el secreto a voces de que gobierna en coalición tácita con el mismo partido de extrema derecha. Y mi libro sigue ahí. Escrito. En este mar de sucesos que no cesa de cambiar. No hay nada que en él se halla escrito que atrajera el futuro, lo definiera o diera forma. Y no me gustaría que fuese una bitácora de navegación. Me gustaría que fuese el registro de un grupo de injusticias que podría sufrir, no solo mi hijo, sino otros niños y nosotros mismos, dioses degradados. Es decir que exteriormente, mi libro no ha cambiado mucho. Interiormente, como he escrito antes, hay muchos temas por tratar y ampliar. Los lugares a los que los nuevos acontecimientos estan llegando, y que me resultan inspiradores, aún están en barbecho. Quizá de esta transformaciones nazcan poemas, pero serán de otro libro.
1 Comentario
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15/9/2022 04:55:21 am
Buenos días señor / señora,
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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