Entrevista realizada por Ángel Manuel Gómez Espada Siempre es un placer que un poeta sabio como Antonio Aguilar saque nuevo libro. Y hablar con él un gozo. Por si fuera poco, Diario oblicuo es, en la humilde opinión de quien esto escribe, su libro más profundo, sincero y maduro de los que ha firmado. Antonio Aguilar no se prodiga mucho en lo de publicar, y eso normalmente me parece una buena señal: cada palabra está donde tiene que estar. Y cada hueco. Y cada blanco que sigue ocupando el poema en lo blanco de la página. Hablemos de este diario extraordinario y ojalá podamos convencerles de que es un libro que es para leer y releer. Y un libro de esos, también, para tener en la estantería y acudir a él cuando nos sintamos con pocas ganas para entender los avatares del mundo. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Primera pregunta que me parece obligada: ¿por qué es oblicuo este diario? ANTONIO AGUILAR: ¿Y por qué es un diario?, también podría ser la pregunta. En la poesía hay un espacio para la intuición y de ahí surge este título. Los títulos son un espacio de creación conflictivo, especialmente cuando no surgen de antemano. Son muchas las anécdotas recogidas en libros sobre el origen de algunos de ellos. Lo que sí veo es que es un diario donde el modo subjuntivo tiene una presencia que no tenía en libros anteriores, es una delicia comprobar cómo lo cambia todo, lo cuestiona, te permite ensanchar los de la intuición de una forma poderosa. Quizás, pienso ahora, lo oblicuo no sea otra cosa que un sinónimo de lo subjuntivo. ECP: Curiosamente, en tu anterior poemario también aparecía la palabra “oblicuo” en alguna ocasión. ¿La mirada del poeta está influida por la manera en la que coloca el folio o la hoja a la hora de escribir? AA: Y por la manera en la que se coloca sobre el mundo, como abismado, mareado por esa rotación del planeta y del espacio. El tiempo provoque tal vez otro tipo de zozobra. ECP: Como poeta de la luz y de la tarde que siempre has solido ser, y tan sobresalientemente, llama la atención que en este diario haya varias composiciones con la noche como protagonista. Poemas importantes colocados en lugares centrales del libro, me refiero. Imagino a Leopardi al fondo, por tanto. ¿La noche como remanso de paz para la escritura? AA: Me preguntabas al principio por el título. El carácter de diario o dietario, casi, está en el libro desde el primer momento, pero es verdad que al componerlo, sacrifiqué la cronología original por otro orden extrañamente más coherente, al menos para mí. Muchos de estos poemas están escritos robando tiempo al día, en horarios intempestivos y poco proclives para la poesía tal vez. Dejaba a mi hijo en alguna de sus actividades extraescolares y echaba a andar y en ese camino surgían los poemas. El tiempo de luz cambia con las estaciones, así que a lo largo del año algunos de esos tiempos terminaron pasando de la luz a la noche. Leopardi está ahí como tantas lecturas que han ido curiosamente apareciendo, incluso algunas de forma imprevista o con obstinación. ECP: El poeta como recolector de imágenes de lo que la tarde siembra. Así comienza este poemario. Esa imagen del poeta se ha ido transformando a lo largo de tu poética. O eso intuimos. ¿Cómo sientes y ves ahora la función del poeta y la función poética? AA: El otro día, en el Ojo crítico, escuché que un escritor definía su trabajo como la posibilidad de que el lector se sintiera por un momento también poeta. Si me quedara ahí no estaría mal. ECP: La lectura como plegaria. Esta poderosa imagen, y tan hermosa, imbrica con lo dicho en el primer poema. El placer de la lectura no solo es un condicionante, sino que en determinados momentos es preferible al de la escritura. ¿Esto es un signo de madurez poética o es algo que ha estado siempre acompañándote? AA: Siempre he tenido ese convencimiento. A lo mejor, algún día descubro que estaba equivocado y ya no tenga tiempo de corregirlo. En el poema Listas hablo de eso, el orgullo de los libros leídos y, si me apuras, el de los atesorados, porque también uno es un poco su biblioteca. ECP: El poema como tatuaje, esa necesidad de dejar indeleble un pensamiento (pág. 85). Es una imagen poderosísima, extraída de un momento excesivamente cotidiano. ¿Qué poemas crees que te faltan por tatuarte? AA: Pero también con la certeza, no la seguridad, de que nada sobrevivirá al tiempo, en el caso de los poemas más memorables, probablemente solo sea cuestión de más tiempo, pero solo eso. Recuerdo la novela y la película de Fahrenheit 451 y esa comunidad al margen de la sociedad que decide salvar ciertos títulos convirtiéndose en ellos, siendo memoria de ellos. No sé qué me queda por tatuarme, espero que la vida me sorprenda. Noto con la edad, a este respecto, una sensación contradictoria, porque la idea de sorpresa se acentúa, apremiada por la constatación del tiempo, pero también el temor. Espero que gane la primera. ECP: Poesía y locura. Podría hacerte un sinfín de preguntas sobre este epigrama. Pero prefiero que nos comentes tu opinión al respecto y que nos digas qué explicación de las que te han ofrecido te convence más. AA: Algo estupendamente curioso debe no funcionar bien en la cabeza de los poetas. La propia obstinación por escribir, por buscar luego una justificación para ese hecho, es ya una manifestación evidente de que la cordura no es el motor de la escritura. Sin embargo, y más allá de la frivolidad, la escritura es la manera que tengo de explicarme el mundo (no tanto, para el lector, ya que hay un primer sentido de esta labor para mí que va más allá del acto posterior de la exposición). Como tantas cosas que hacemos, entre las que se encuentran las que nos individualizan y nos hacen únicos de alguna manera, la escritura no es un acto decididamente racional. ECP: En este sentido, tu aprendizaje poético muta con respecto a Canciones para el día de después, tu anterior libro, donde aparecía como figura principal alguien tan fundamental en tus lecturas como Anne Carson. Aquí referencias con nombres propios a autores que te han acompañado desde hace mucho, como Margarit, Pessoa o Zagajewski… ¿Volver a ellos transformándolos en tema poético es otra de las ideas del poemario, el milagro existente en esa comunión inevitable entre lectura y escritura? AA: Hay dos poemas donde aparece esta vinculación que son especiales para mí, uno es Frank Zappa y otro Félix Romeo, en los dos poemas se acentúa la idea de cómo la aspiración a la cultura y a la literatura ha sido una faceta importante y esencial en quien soy, no un adorno, no un pegado postizo. Como el amor la cultura nos deja impregnados de vida. ECP: El ayer parece una idea lejana. Eso afirmas al inicio de un poema portentoso como “Invisible” (pág. 16). Sin embargo, en el siguiente poema afirmas que “de pequeño” comías “literalmente de las palabras”. La vida, por tanto, es una idea lejana. Y, por ello, este diario, para luchar contra esa invisibilidad. Si hablabas de escritura del testimonio y la desorientación en Canciones, ¿aquí estaríamos hablando de poemas como necesidad de “salvar lo invisible” que siempre ocupa una gran parte de nuestras vidas? AA: Los recuerdos, que constituyen una parte del libro, pero no la única, ya que no es necesariamente un libro elegíaco -creo al contrario, que mira hacia delante-, aparecen porque aparecen en mi vida como cimientos, identidad de quienes somos, lo que sucede con los recuerdos es que con frecuencia se amoldan a nuestro presente o incluso a nuestras necesidades de un futuro determinado. Al releer los poemas de este libro me sorprendía la presencia de recuerdos que creía olvidados y que de pronto, un lunes a las siete de la tarde, por ejemplo, te asaltaba. Creo que el hecho de ser padre ha dado una relevancia a ciertos recuerdos, como una pequeña parde de la herencia sentimental que creo que dejaré a mi hijo, que por otro lado, es un joven muy preguntó y que tiene mucha curiosidad por datos de nuestra vida. De ahí de pronto que surja ese recuerdo de cuando unos delfines me dieron una vuelta a un delfinario portátil (no quiero ni imaginar en qué condiciones vivían) y de cómo con apenas cuatro o cinco años tuve el arrojo de presentarme voluntario. ECP: Y, conectando con esta idea, parece que hay un deseo del poeta por revivir su infancia en la infancia de los otros. ¿Es esto también una raíz que recorre la poética definida en Diario oblicuo? AA: Intento que mi vida se ensanche todo lo posible y una de las maneras de hacerlo es vivir un poco la vida de los demás a través de la observación, la lectura, las películas, la música… ECP: También en Canciones… firmabas “Canción del otro” (pág. 49), donde daba la sensación de que estabas despidiéndote de la voz poética que te había acompañado hasta ese momento. ¿Diario oblicuo ha marcado una nueva etapa? ¿Hacia dónde va la voz poética que marca este libro? AA: En Diario oblicuo he intentado olvidar lo que creía que sabía. Por ejemplo, había una serie de mecanismos formales que sustentaban mi poesía antes de Diario Oblicuo y muchos de ellos siguen haciéndolo ahora, pero por otros motivos. Lo que ha cambiado es el cómo he llegado a ellos. La métrica de verso impar, por ejemplo, era uno de los elementos que sustentaba la música de mis poemas, pero notaba cómo recurría a ella buscando una seguridad de que eso que estaba escribiendo era poesía, casi como una superstición, en un mundo donde las seguridades no existen. Además, esa métrica propicia un tono y unos temas y tenía la necesidad de ampliar lo que quería decir. Este proceso de desprenderme de cierto equipaje ha sido liberador porque me ha ofrecido la oportunidad de confiar en mi intuición, de escuchar, de bailar un endecasílabo en el número de sílabas o en los acentos porque sí, porque la intuición, el oído me dicen que sí, además, de que he seguido explorando otros elementos rítmicos, sobre todo, que no se asientan solo en la métrica. ECP: Seamos malos por un momento, Antonio. Cuando escuchas – porque imagino que, desgraciadamente, seguirás escuchándolo – a alguien decir aquello tan manido como presuntuoso de “no leo para no contaminarme” (o expresiones similares), ¿qué piensas a estas alturas? ¿Ha mudado también tu visión hacia ellos con el paso del tiempo? AA: Esa frase retrata por sí sola quien la dice o incluso la piensa. La literatura es contaminación. Este libro es una pura contaminación y no solo eso sino que es a la vez la celebración de esa contaminación. ¿Qué otra cosa nos queda? ¿Vamos a inventar la poesía ahora? Yo camino con Claudio Rodríguez, dialogo con Idea Vilariño, plagio a Eloy Sánchez Rosillo, amo a Clara Janés, Eugenio de Andrede, Olvido García Valdés… Esta es una de las cosas en las que me he mantenido firme a lo largo del tiempo. Lo que sí ha cambiado, tal vez, es que esta relación es mucho más íntima con los años. ECP: Veo que el poema seleccionado por la editorial como contraportada es “Yesca”. ¿Sería una tesis válida de lo que has querido decir en este libro? AA: Sí. No sé qué suerte tendrá este libro, pero la intuyo, la ingenuidad es algo que se modera con los años, pero esta es mi manera de decirlo, lo que me da sentido, lo que he encontrado y lo que pienso seguir haciendo. ECP: ¿Estás de acuerdo con nosotros en que es tu libro más redondo y significativo? AA: Desde luego sí que puedo afirmar que es el más oblicuo. Cada libro tiene su espacio. Algunos me dan cierto rubor con el paso del tiempo, tampoco soy yo un poeta muy prolífico. Pero en Diario oblicuo me veo de una manera en la que en otros libros solo me intuía y eso me hace pensar que haya llegado a un sitio donde antes no hubiera estado. ECP: Pues ya solo nos quedaría darte las gracias por habernos regalado “Incertidumbre” (pág. 49). AA: Pues aquí te lo dejo, para que lo disfrutes: La incertidumbre
Unos niños observan algo en el jardín. Se asoman desde una baranda. Hay unos setos que no nos dejan ver lo que sea que esté del otro lado. Podría ser cualquier cosa. Al rato todo su interés decae. Se marchan. Me levanto del café y sigo mi camino. Me resisto a mirar lo que hubiera del otro lado del jardín.
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