Entrevista realizada por INÉS BELMONTE AMORÓS Lo que se hunde Sigilosamente, la lírica de María Marín (Cieza, 1991) va fermentando y tiñendo de burdeos el estado poético de la Región de Murcia. Ya comenzó a expandir su imaginario con El desafortunado intento (Boria, 2018), presentando en sociedad a sus caníbales psiquiatrizados y sus paisajes de lombrices y árboles podridos. Luego publicaría la plaquette Mover de sitio los espejos (Colectivo Iletrados, 2022), y ahora, bajo el sello editorial Liliputienses, Lo que se hunde (2024). La voz literaria de Marín reúne la potencia de lo vulnerable, las regiones sucias y opacas del pensamiento, junto a la fuerza instintiva de la supervivencia. Lo que se hunde coloca al lector en la perspectiva de una mirilla desde la cual intuimos, con la voz de Hope Sandoval de fondo, un suave baile de espejos, que es lo mismo que decir de espectros, que es lo mismo que decir yo en los poemas del libro de Marín. Pero es mejor que sea ella quien nos hable de sus fantasmagorías poéticas. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Antes de comenzar con las preguntas, quería darte la enhorabuena por la publicación de este librito que, pese a ser físicamente tan pequeño, pesa como un buque en las manos (pesa más y más conforme avanzas en su lectura). A propósito de lo cual, ¿cómo conversa el tamaño minúsculo y el peso ligerísimo del poemario con los textos que lo conforman? —MARÍA MARÍN: Aprovecho entonces, antes de contestar a tu primera pregunta, para darte las gracias por haber querido saber más sobre el libro; sobre todo por haberlo leído con ese interés, por haberte acercado a él de esta manera y transmitirme una ilusión que, confieso, no había empezado a sentir por el libro hasta hace bien poco. En cuanto a la elección del tamaño físico, puedo decirte que es todo mérito del editor de Liliputienses, de José María Cumbreño. Yo no supe del formato hasta que llegaron los ejemplares de la imprenta y me envió algunos a casa. Tengo muchos libros de Liliputienses en la estantería, conozco las publicaciones de la editorial, pero nunca hablamos del tamaño. Al abrir la caja y ver ese librito, le encontré todo el sentido del mundo. Hablas del peso del contenido. Es verdad que pesa. Al menos a mí me ha pesado durante años y cerrarlo, verlo físicamente en algo que lo contiene, como encapsularlo, me costó mucho tiempo, muchas versiones, muchos cambios. Hay textos dentro que tienen más de diez años, otros que tienen tres o cuatro, el más reciente tiene dos, que es el tiempo que ha pasado desde que Cumbreño me pidió el manuscrito y no tuve más remedio que cerrarlo. Aprovecho para darle de nuevo las gracias por todo esto, si no es por él todavía le estaría dando vueltas. Porque de verdad que le he dado vueltas, al contenido, la forma. La mayor parte del tiempo ha sido eso: vueltas hasta dejarlo todo mareado. Tenía la idea clara en la cabeza, o la idea de la idea, pero me daba —y me da— mucho miedo no saber si yo era capaz de hacer que eso se viera. O que fuera una imagen trillada y terriblemente expresada, que la única sensación o sentimiento que pudiera producir fuera patética. Entiendo las críticas cuando te expones y siempre habrá a quien le guste más o menos, pero no quería que la emoción principal fuera esa o algo parecido. —ECP: Tu poemario se sostiene en un gran ejercicio de antítesis; por ejemplo, la del silencio y la música. Las pausas, los cortes, la elipsis, son característicos de tu estilo; y la forma se replica en el fondo, creando ambientes atmosféricos en los que reina el silencio (alguna vez mencionas directamente esta palabra en el poemario). Pero la ausencia total de sonido encuentra su contraste en la música, que orquesta y organiza la obra desde los paratextos. A la hora de escribir y articular Lo que se hunde, ¿fue tu intención crear esta antítesis acústica? ¿Cuál es para ti el valor estético y/o simbólico del silencio y la música en el libro? —MM: No puedo dejar de decirte que me suena rarísimo escuchar que yo pueda tener un estilo propio, me ha hecho reír, lo cual te agradezco doblemente. La música es muy importante para mí. Me ha dado muchas cosas, me ha regalado muchas personas, muchos momentos; cuando intento escribir algo no puedo evitar asociarlo, completarlo o acompañarlo siempre con ella, ponerle una especie de banda sonora. El propio poema debe tener sonoridad, crear esa cadencia que actúe como hilo conductor que te lleva flotando solo hasta el final. Yo busco hacerlo aunque no lo parezca o no me salga bien. En el libro buscaba, con la música, apuntalar de alguna manera la imagen que tenía en la cabeza, representar una progresión a lo largo de todo el poemario, como si fuera una partitura, como si fuera una obra completa que te sientas en un concierto a escuchar de principio a final. Por eso también el silencio, la respiración, que es también parte fundamental de la música. Y porque el silencio puede hacernos sentir cómodos e incómodos a partes iguales. Quería que tuviera un sentido, recrear una atmósfera que no se rompiera, aunque fuera finísima como las paredes de una pompa de jabón, o una especie de ensoñación. Quería la imagen del barco hundiéndose y posándose en el fondo hasta fundirse con el agua. —ECP: Otra antítesis muy poderosa en tu poemario es precisamente esa: la del hundimiento, esto es, la muerte y su deseo, frente la lucha por la vida. Así, versos como «El hundimiento / La calma, el saber / que aquí / acaba / todo» se contraponen a otras líneas; por ejemplo: «Cuando llegue la noche, / y estalle el silencio y su metralla / mantenme respirando». ¿Dirías que es un poemario que se inclina más hacia la vida o hacia la muerte? —MM: En las primeras versiones del manuscrito, el último poema del libro no era el que finalmente está, pero con el tiempo me di cuenta de que, aunque pudiera ser un final más contundente, no quería cerrarlo así. Llegó ese nuevo poema último y pensé que, inconscientemente quizá, ese era el cierre que realmente quería para el libro. El barco se hunde, ya cansado, se deja caer, de ahí la calma de aceptar finalmente su naturaleza, pero pide que lo mantengan respirando, se agarra con fuerza a ese hilo. Para mí el poemario acaba inclinándose más hacia ese finísimo vínculo que nos ata al mundo, hacia la vida, sí. —ECP: Se observa que la voz poética transita por una profunda crisis de identidad; incluso se discute su propio estatus de existencia, usando poderosos símbolos como la nieve y el fantasma. En este sentido, a veces el yo se acoge a personajes y elementos “salvavidas”, entre ellos, la madre. Háblanos un poco de esta figura en tu poemario. —MM: En el poemario buscaba representar con algunos de estos elementos la vuelta a la infancia, a casa, donde el abrazo de una madre puede calmar la más terrible de las pesadillas. Es a quien buscas cuando no puedes dormir. El lugar seguro al que volver. Si se tiene la suerte de tener una madre con la que te llevas bien, para cada uno su madre siempre es la mejor. Afortunadamente para mí, ese es el caso. No puedo dejar de tenerla presente, porque sin ella probablemente el barco se habría dejado hundir sin resistencia hace ya tiempo. Creo que sin mi madre habría ya una flota entera hundida en algún mar lejano. Desde luego, habría tenido lugar más de una implosión catastrófica. —ECP: Y hablando precisamente de aquello o aquellos que recuerdan el nombre y la existencia de una, en el libro dedicas un poema a esos objetos y títulos de obras que ya no sirven para configurar la identidad del yo lírico. Pasando ahora de ese yo poético a María Marín, ¿qué películas, libros, discos, objetos, etc. piensas ahora que reflejan parte de tu personalidad? —MM: Me pasa con estas preguntas como cuando estás hablando normal y de pronto te piden que digas una palabra cualquiera, que me quedo siempre pensando sin decidirme. Soy bastante indecisa en general, de hecho, estoy paseando por delante de la estantería del pasillo mirando los libros e intentando quedarme con alguno que fuera representativo, pero supongo que sería injusto porque al final nos vamos configurando a partir de ellos. Sería una suma de todos, desde La campana de cristal hasta Peter Pan o los cómics de Astérix y Obélix. También es en esta estantería del pasillo donde dejo el estuche del violín. Un violín que se compró con mucha ilusión y esfuerzo, del que se esperaba mucho, porque así lo prometía; que en algún momento pasado sonó medianamente bien, y que poco a poco se fue apagando y atascando hasta ahora, que solo suena para algo puntual y lo más piano posible para no oírse demasiado y pasar desapercibido. Le pido perdón cada vez que lo abro. La cámara de fotos que me empeñé en que me compraran mis padres. Me encanta hacer fotos. Hace tiempo que no hago, ni siquiera sé si se me da bien, pero me gusta bastante. Salir en las fotos no me gusta tanto, de hecho, me he dado cuenta de que apenas tengo fotos sola, que si tengo que salir en alguna es con más personas y haciendo un esfuerzo. Para que te hagas una idea, yo cuando entro en los ascensores siempre me doy la vuelta para no verme en el espejo. Sin embargo, tengo un panel delante del escritorio con mil fotos de pequeña con mi familia que miro de arriba a abajo cada vez que me siento, ahí no me da vergüenza mirarme. Con las películas me pasa como con los libros. Últimamente estoy viendo de nuevo algunas que siempre me han encantado, me relaja verlas una y otra vez. Por ejemplo, hace poco he vuelto a ver Mejor... Imposible. Me encanta esa película, recuerdo lo que me llamó la atención la primera vez que la vi. La sacaron mis padres en VHS de un videoclub, luego la compraron y con el tiempo la tuvimos también en DVD (me siento en este momento como si tuviera cien años). Voy a confesar algo, y es que las comedias románticas de Sandra Bullock y de Jennifer Aniston me hacen bastante gracia. En el fondo soy muy romántica yo también, aunque lo oculte y estas mismas palabras las niegue más adelante y durante el resto de mi vida. Las películas de Tarantino me entretienen mucho. El baile de los vampiros de Polanski me hace reír, al tiempo que me da un repelús importante. Las de Fincher y Tim Burton me gustan mucho también. Las antiguas de Disney, sobre todo El libro de la selva o Los Aristogatos. Porco Rosso, que es mi favorita de Miyazaki. Así podría seguir hasta el infinito. Igual con la música. Puedo escuchar compulsivamente durante meses el mismo concierto para piano y orquesta de Shostakóvich o un ballet de Tchaikovsky, y al día siguiente tener puestas canciones de los 2000 de estas tipo Sonia y Selena o el último disco de C. Tangana. Aunque es verdad que siempre suelo alternar esa dualidad con Nina Simone, Aretha Franklin, Louis Armstrong y cosas así. Y, bueno, no es ninguna cosa, pero aquí tengo que nombrar a mi gato. El día que no esté, no sé lo que va a ser de mí. —ECP: Tu poemario está poblado de citas de autores muy diversos, tales como Shirley Jackson, Lewis Carroll, Olalla Castro, Hope Sandoval, o Cortázar. ¿Cuáles han sido las voces que has tenido más próximas y que han influido más directamente en la escritura de Lo que se hunde? —MM: Siempre hemos vivido en el castillo de Shirley Jackson, junto con Otra vuelta de tuerca [Henry James] puede que sean dos de mis novelas favoritas. Cuando iba dando forma al poemario, no sé exactamente por qué, siempre las tenía en mente. Creo que se debe a que la sensación que me han producido siempre los barcos hundidos es como la de una casa enorme llena de fantasmas o un lugar abandonado. Me han despertado muchísima curiosidad al mismo tiempo que me han dado un poco de miedo. Es una sensación parecida a la que tenía de pequeña al ver Alicia en el País de las Maravillas o cuando leía a Roald Dahl. Curiosidad y miedo. Como cuando estás viendo una película, te asustas, y te tapas los ojos con las manos, pero abres un poco dejando una rendija para entrever. Algo así. También me parece que siempre tendré presente a Sylvia Plath, de un modo u otro, en todo lo que pueda intentar escribir, por lo que supuso para mí leer La campana de cristal en un determinado momento. Esta obsesión por leer todo lo que hubiera escrito. Mazzy Star, Sharon Van Etten, Cigarettes After Sex, o Damien Rice también forman parte de la banda sonora del libro —aunque no todos aparezcan explícitamente—, porque me llevaban a la sensación que me habría gustado transmitir: ese viaje en el agua, o incluso el estar dentro de casa mirando a través de una ventana empañada y llena de gotas porque fuera está lloviendo. Aquí podría incluso añadir a Shackleton [Henry Shackleton, pionero irlandés de la exploración antártica], porque la aparición del Endurance [el 9 de marzo de 2022, los restos del Endurance fueron descubiertos por una expedición realizada a bordo del buque S. A. Agulhas II] fue determinante para decidirme por el cierre del poemario. Igual es una tontería, pero cuando encontraron los restos del barco casi intactos, conservados por el agua helada, me replanteé cómo quería que acabara. Y no es que crea yo mucho en las señales, pero poco tiempo después, el Colectivo Iletrados me propuso la plaquette que hicieron para el Mursiya Poética de ese año, y gracias también a esa plaquette Liliputienses contactó conmigo. También es verdad que, desde que cerré el poemario —hace dos años— hasta ahora, han pasado muchas cosas, y, si la implosión catastrófica de la expedición a los restos del Titanic hubiera tenido lugar antes que el hallazgo del Endurance, lo mismo habría decidido otra cosa. —ECP: La imagen del Endurance hundido en las profundidades del mar Weddell enfatiza más la soledad y el aislamiento extremos que se desprenden del libro; y, sin embargo, emerge la búsqueda de otras voces (ya hemos hablado del ejemplo de la madre). Traspasando estas sensaciones de los textos a la propia publicación del libro, ¿has arrojado Lo que se hunde al dominio público para comprobar si hay alguien al otro lado, buscando interlocutores que conversen con ese yo lírico? ¿O concibes la publicación más bien como el exhibicionismo de un soliloquio que no espera interlocutores?
—MM: Creo que siempre se busca el diálogo. Es posible que pueda haber una parte de exhibicionismo no buscado, pero es a lo que te arriesgas cuando expones algún trabajo. Aun así, y aunque mi intención al escribir siempre es al principio ordenarme yo misma, creo que la literatura —si es que se le puede llamar a esto así—, el arte en general, siempre va a buscar a alguien al otro lado que escuche. Y si además de escuchar, también conversa, pues eso debe de ser ya algo increíble. He tenido mucho miedo con el libro. Además de por lo que decía antes de no querer resultar patética o aburrida, creo que el miedo se ha ido agrandando también por la duda de si realmente alguien querría leerlo. Podría decir que era auténtico pánico. —ECP: Quería finalizar la entrevista echando un poco la vista atrás para recordar tu obra anterior, El desafortunado intento (Boria, 2018). ¿En qué aspectos ha mutado tu voz poética respecto a tu primer libro? ¿Y qué queda aún de ella en Lo que se hunde? —MM: No quiero dejar de decir una vez más que nunca agradeceré lo suficiente a Luis Sánchez Martín, a Boria Ediciones, que arriesgara su tiempo y dinero en publicar un libro de poesía a una desconocida, que apenas usa las redes sociales, o que no pudo articular palabra en su primera presentación. También el trato que ha tenido siempre conmigo. Que Liliputienses se interesara por un manuscrito mío, o haber conocido a personas increíbles por el camino, es también gracias a que Luis un día decidió que esto era buena idea. En cuanto a tu pregunta, supongo que El desafortunado intento tenía un carácter más fragmentario, aunque siempre busqué que los poemas tuvieran una relación entre sí, darle sentido y unidad al libro como algo completo. Con el tiempo, también he intentado pulir más aspectos formales, lo cual vas aprendiendo con los años y las lecturas. Aunque no sé si se podrá apreciar realmente, porque también hay algunos poemas anteriores a 2018 que igual siguen cayendo en lo absurdo. Puede que hubiera una distancia más grande entre la voz y los poemas entonces, y eso es algo que en este último me he saltado un poco más. Por eso Lo que se hunde, en un principio y durante su confección a lo largo de muchos años, no me lo imaginé nunca publicado. Lo que sí quería era un poemario más cerrado, que pudieras coger poemas sueltos y entenderlos sin necesidad de verlos en su conjunto, sí, pero que al juntarlos construyeran un libro que tuviera cuerpo, que se sostuviera, de alguna manera, solo. Lo que queda del primero en este es todo. Creo que son las dos caras de una misma moneda. Tanto los aciertos como los errores. Al menos, a mí me gusta pensar que es así.
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Entrevista realizada por: INÉS BELMONTE AMORÓS y ELENA TRINIDAD GÓMEZ Misivas del desvelo La escritora, docente e investigadora Anabel Úbeda Bernal (Cartagena, 1994) retoma el mundo de la poesía desde una visión mucho más madura, en la observación desde el alumbramiento de una misma, con la atención necesaria para mirar el mundo desde lo más íntimo. Lo religioso y lo genealógico se retoma con un halo de esperanza. Asimismo, su ya tradicional poesía política —compromiso que comenzó con Visiones de refugio azul (Boria, 2019) y que en estas Misivas del desvelo (Bajamar, 2023) mantiene— aporta a su poética más claridad y un estilo a caballo entre la tradición y los códigos contemporáneos. Hemos querido charlar con ella para que nos cuente con más detenimiento su evolución y creación poética de estos últimos años. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: La primera pregunta quizás sea demasiado abarcadora, pero en cierto modo necesaria: ¿Quién es Anabel Úbeda Bernal? ¿Cómo te autodefinirías brevemente? —ANABEL ÚBEDA BERNAL: Anabel Úbeda es una persona ciertamente espiritual, no al modo religioso, que se mueve mucho por intuición; es resiliente y capaz de imponerse una autodisciplina muy fuerte. Pero, a la vez, sufre mucho por esta misma capacidad de trabajo, y creo que esa ruptura de mí misma se siente especialmente en este poemario, porque voy buscando cada vez un lenguaje más claro (que no simbólicamente más sencillo). —ECP: ¿Influye la profesión de docente en tu creación poética? ¿De qué modo? —AUB: Influye de forma directa porque cuando damos clase también estamos expuestos a muchos textos poéticos que de otro modo quizá no leeríamos y, de alguna manera, estos te llevan a otras búsquedas. Además, el aula da mucha vida y amplía nuestra visión de aspectos sociales y psicológicos, como la responsabilidad afectiva, o nos ayuda a examinar nuestro camino de estudiantes. De hecho, en este poemario hay un texto que habla de la docencia. —ECP: Háblanos de tu proceso de escritura actual. ¿Escribes con música o prefieres los ruidos naturales, el silencio...? ¿Es una escritura manuscrita o desde ordenador, móvil...? —AUB: Actualmente, los textos brutos los escribo bajo cualquier circunstancia, dado que son ideas que saltan. Luego, a la hora de editarlos, prefiero el casi absoluto silencio. —ECP: ¿Cuál es el sentido, para ti, de publicar un manuscrito propio? ¿Qué es lo especialmente ilusionante de ese largo proceso? Pensamos en la revisión o resignificación de los textos, las distintas recepciones de los mismos por parte del lector, las presentaciones... —AUB: Lo ilusionante del largo proceso es saber cuándo has culminado y que el conjunto está terminado. Este en particular pasó varias revisiones, cambios de título, ampliaciones y los textos han tenido mucha tijera. En esta ocasión, frente a Visiones del refugio azul (cuyos textos eran brutos, para qué mentir, y fruto de los últimos coletazos de la impulsividad universitaria), este ha sido leído, revisado y sancionado por varias personas de confianza de mi entorno que saben de literatura, de poesía o de arte en general. Me han ido aportado sus perspectivas y me han ayudado a hacer la voz del artefacto lo más uniforme posible. —ECP: Adentrémonos ahora en Misivas del desvelo. ¿Cómo dialoga este poemario con tu obra anterior, Visiones del refugio azul? —AUB: Cuando presenté Visiones del refugio azul en Alicante, Óscar, compañero de mi anterior editorial, me preguntó si mi próximo libro sería la vida en “aquel refugio”. Y es que el poemario culminaba encontrando el amor, pero siendo consciente de mi soledad, terminando una vez más en la doblez que me caracteriza. Visiones era un renacimiento tembloroso que recogía de manera distorsionada mucho dolor y también mucho aprendizaje. Dialoga con Misivas en que este se convierte en el paso lógico. Hay una mayor apertura, muchas más lecturas meditadas, un diálogo entre mis voces. No hay paratextos explicativos más allá de las citas cuidadosamente elegidas. Existe en él un latido de una voz poética que busca encontrarse a sí misma mediante una comunicación que juega con lo fragmentario, lo momentáneo y la repetición de imágenes que nos inserta en la pérdida del sueño. —ECP: El primer texto de tu libro con el que el lector se topa es el del título: Misivas del desvelo. ¿Quién, o quiénes son los destinatarios de esas misivas (si es que acaso tienen una presencia definida)? —AUB: Las misivas son mensajes que te llegan, del entorno, de una lectura, de la cultura. Escogí esta palabra, en primer lugar, porque nos hace inferir una inmediatez, una rapidez a la que estamos sometidos. Al final estamos en una sociedad en la que es muy difícil analizar todos los estímulos y momentos que pasamos y, muchas veces, el poema surge de manera primaria como un golpe. Lo uní al desvelo porque en este poemario hay muchas cosas que me quitaron el sueño. De hecho, pasé épocas muy complejas de terrores nocturnos y sueños muy vívidos provocados por un estado de alerta que están literalmente reflejados en una parte del libro porque necesitaba escribirlos, por su belleza o dureza, y creo que esos mensajes oníricos fueron clarificadores. —ECP: Llama la atención, a poco que abres el poemario, la incorporación de elementos de otras culturas en tus textos. Algunas próximas como la grecolatina, o la judeocristiana, pero otras más lejanas, como la cultura persa o la japonesa. Háblanos de esta “telaraña multicultural” que vas tejiendo en el libro. —AUB: La telaraña multicultural va naciendo de manera improvisada, el ketubah judía es el ajuar, es un término que en algún momento de una presentación de un libro apunté, igual que el komorebi, que nació en una búsqueda de palabras del día. Sin embargo, las referencias a la cultura persa o a la religión musulmana vienen de investigaciones sobre la mística y la lectura de textos tanto académicos como literarios, la grecolatina también viene de formación. —ECP: Uno de los aspectos a nuestro juicio más interesantes de Misivas del desvelo es la conjugación, a varios niveles, de la sensibilidad contemporánea (pensando especialmente en la de nuestra generación) y la de escritores de otras épocas. Esto se percibe, por ejemplo, en la combinación de términos como píxeles o pantallazo con un estilo que homenajea a figuras como Carmen Conde o Ángela Figuera Aymerich. Háblanos de esta incorporación de otras voces, otras visiones de mundo, en tu propia estética e imaginario. —AUB: Carmen Conde describe con gran sensibilidad la guerra y sus estragos en Mientras los hombres mueren, con unas imágenes bastante contemporáneas que ahora nos atraviesan por su dolor, y Ángela hablaba en sus textos del mercado y de los alimentos de la posguerra, por aquel entonces temas poco habituales en la poesía femenina. Es importante vernos reflejadas en su tono cívico y ético, en su forma de ver el mundo transido por el dolor y el progreso. Y tal como ellas lo hicieron en su época, también nosotras encontramos la forma de continuar su legado y de llevar a cabo un diálogo con una estética que nos incardine en nuestro contexto, pues nuestra guerra es otra muy diferente. —ECP: La espiritualidad es un motivo muy presente en tu poemario. ¿Qué importancia y qué papel querías que tuviera en el mismo? —AUB: La espiritualidad siempre ha formado parte de mi vida, de una u otra manera. De hecho, ya aparecía en algunas imágenes de Visiones del refugio azul, aunque no se notaba tanto en el tono general. Sabía que de algún modo su presencia sería importante, especialmente en la última sección, que está atravesada por un momento de crisis vital y por la lectura de autoras profundamente espirituales como Ernestina de Champourcín o Santa Teresa de Jesús. Ellas han terminado influenciando mi manera de escribir de una u otra manera. —ECP: Otro tema que se aborda es el de la representación de la violencia, sobre todo desde lo colectivo (la familia, la España vaciada...). Esto se traslada, además, al plano del discurso poético, generando un lenguaje e imágenes muy potentes: el «crujir verbal», los «cristales rotos bajo mis pies de niña»... ¿Cómo iba articulándose este tema a medida que nacía el libro? ¿Y cuál es el peso de lo colectivo en el tratamiento que haces de la violencia?
—AUB: Los poemas nacieron de manera separada y mucho antes que la construcción del libro. De hecho, algunos fueron escritos nada más publicar Visiones del refugio azul y en tres años han ido sufriendo cambios de redacción. Nacen a raíz de la lectura de otros autores y también de leer noticias de actualidad o acudir a fuentes para descubrir las problemáticas de la sociedad. En esta ocasión quise insertarlos como si fueran titulares, porque al final también son fragmentos de la realidad y son misivas que a algunos nos quitan el sueño. Por otra parte, el peso colectivo en el tratamiento que hago de la violencia va muy unido con referentes como Figuera, Carmen Conde o Aguirre. Es la misma sociedad la que desde el desconocimiento aún no ha reparado muchas situaciones que afectan a nuestro modo de vivir (las alusiones a la República, a la polarización de la sociedad...) y nos hacen perder lo propio. El humano ha perdido también esa visión de conjunto que al final es la única que puede sacarnos de los distintos tipos de violencia que sufrimos (económica, medioambiental...), o al menos paliarla buscando puntos en común. —ECP: Misivas del desvelo también abarca géneros más ambiguos o desdibujados, a caballo entre la prosa poética y el diario. ¿Qué te permite el uso de estas estructuras, en comparación con las del verso? —AUB: Los géneros que están en la linde de la lírica dentro de Misivas del desvelo me han permitido dar mayor amplitud y claridad a mi expresión poética, además de que son un contenedor más adecuado para la transmisión de emociones e imágenes que tienen una mayor dureza o que necesitan solo ser y que los lectores las aprehendan dentro de sí. Me apetecía contar el duelo en la segunda parte de “Crónicas” como un diario que recogiese esas sensaciones. —ECP: Finalmente, aprovechamos para rescatar este verso, o más bien sentencia, con el que cierras el texto ‘Contrarreloj’: «Ningún poema ni parlamento podrá salvarme». ¿De qué sí puede salvarnos la poesía? Si es que crees que ese es su cometido. —AUB: La poesía me ha salvado de ver el mundo de una forma oscura. Nos ayuda a reflexionar sobre los límites humanos y de la vida, pero también a canalizar nuestras emociones de un modo diferente al que lo puede hacer otro tipo de lectura. Nosotros nos convertimos en ese yo-lírico que enuncia. Frente a la narrativa, donde no siempre hallamos ese personaje con el que nos identificamos, la poesía sobrevive al tiempo, nos puede salvar de algunas tormentas en ese momento de pausa que representa, aunque no nos salva de situaciones donde la ansiedad nos domina, como el caso del texto citado. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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