Entrevista realizada por GEMA ALBORNOZ Quienes llegaron Esta autora cordobesa es activista cultural y doctora en Literatura Española. Ha realizado estancias en universidades como Burdeos, el Colegio de México, Éxeter y Oxford. Fue reconocida con el I Premio Cuadernos del Sur a escritora joven más destacada (Fundación Cajasol) en 2023, al tiempo que su libro Muchacha con mirlo en las manos resultaba ganador del Premio Carmen Conde de Poesía de Mujeres, convocado por la editorial Torremozas. Con anterioridad, ha publicado tres libros de poesía: 13 segundos para escapar (Torremozas, 2017), La teoría de los autómatas (Hiperión, 2018) y El cielo roto de Shangái (Bartleby, 2022). En 2024, su libro Quienes llegaron, publicado en la editorial Cántico, ha quedado finalista del Premio Andalucía de la Crítica en la categoría de relato. Crucemos los dedos para que se lo lleve. Ojalá que esta entrevista contribuya. Y si no fuera así, ya vendrán otros laureles. De momento, sumerjámonos en Quienes llegaron. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué proceso de escritura prefieres, la poesía o el relato? —ESTEFANÍA CABELLO: Esta es una complejísima pregunta. No tengo nada clara la respuesta. Son modos de escritura muy diferentes que responden a su propio mundo idiosincrásico. No podría escoger entre uno y otro; tampoco como lectora. Generalmente leo ambos por igual. —ECP: ¿Cómo ha sido la incursión en estos relatos con una raíz común e identidad propia? —EC: Ha sido un libro cuyo proceso de composición me llevó mucho tiempo. Tenía claro que quería narrar la historia desde un componente histórico y documental, aunque sin renunciar al ejercicio ficcional, ahondando, además, en la cuestión de género. Ahí encontré la idea para narrar los siete cuentos, desde voces distintas pero siempre en femenino, que nos fuesen hablando desde el momento de ese difícil asentamiento colono hasta la actualidad. —ECP: De esas coordenadas en los asentamientos coloniales de la campiña andaluza, ¿cuáles sería la rosa de los vientos de Quienes llegaron? —EC: Cada cuento responde a una voz, edad y ubicación temporal diferentes. —ECP: A simple vista, ¿son recuerdos ficcionados o ficciones de recuerdos? —EC: Es una mezcla de ambos. En Quienes llegaron hay mucha ficción, pero ficción documentada: por ejemplo, todos los cuentos que se ambientan en otro momento histórico. Estos ocuparon muchas de mis lecturas, hasta la revisión de crónicas oficiales y otros documentos como la disposición de las “suertes” (los pedazos de tierra) que distribuían a cada colono. También hay recuerdos de experiencias personales trasmutadas en ficción; por ejemplo, las palabras, las tradiciones y el lenguaje empleado por la abuela del cuento ‘Aquí nunca pasa nada’ o la curiosidad que despertaba cualquier suceso en las personas que compartían esa tierra contigo, en tus convecinos (por ejemplo, el cuento ‘Suerte Rosales’). —ECP: Reflejas ese silencio de campiña como parte importante de la narración. ¿Cómo es la cultura del silencio «en el suelo que conoces»? —EC: El silencio es muy importante. Todo aquel que haya estado en la campiña solo de noche, lo conoce. Como es el caso propio, la casa donde me crié. Cuando me quedaba sola de pequeña en ella, me daba miedo escuchar cualquier sonido porque todo se expande y multiplica en ese silencio de la noche en el campo. Una crece con el respeto a ese silencio y a la naturaleza, pero también con un punto de temor o misterio, especialmente cuando se es pequeña. —ECP: Uno de mis relatos preferidos es ‘Aquí nunca pasa nada’. ¿Cómo de indispensable es el rol del espacio doméstico en Quienes llegaron¿Las palabras ayudan a limitar el espacio —y ámbito— doméstico de la mujer en tus relatos? —EC: Sí. Eso se percibe muy bien en los relatos en los que se menciona el hogar o la casa, es decir, el espacio físico que se ocupa. Especialmente en el relato mencionado, ‘Aquí nunca pasa nada’. El lenguaje empleado conscientemente en el libro quiso ser reflejo de ello y de esa limitación espacial que pesa sobre las protagonistas. —ECP: ¿El llanto es una debilidad? —EC: Cada vez estoy más convencida de lo contrario. Siento que es una fortaleza. No el llanto en sí, sino el no tener miedo a mostrar tus sentimientos y a la validación de ellos. Una quiere mostrar cuando ríe y está feliz, pero no cuando está mal. Eso lo percibimos constantemente en redes sociales y se acentúa más aún en pueblos pequeños donde se mira con lupa el estado perfecto, que no existe. Ni todos somos guapos, ni maravillosos ni nos va estupendamente bien. Esa validación de que no siempre se es invulnerable, esa capacidad de humanizar el crecimiento y aceptarlo, me parece la verdadera fortaleza. —ECP: Hago mías tus palabras «Pero qué historia quieres que te cuente ahora, niña». ¿Qué supone el síndrome de la impostora en el proceso creativo de la mujer? —EC: En el proceso creativo de la mujer quizá no mucho más de lo que podría suponer también para cualquier otra persona que ejerza el ejercicio creativo, que siempre tiene un punto de “imposición”. Pero sí en el proceso de acceso al mercado editorial y a la esfera pública que han padecido las mujeres a lo largo de la historia. Cuando Carmen Conde entra a la Academia, en 1979, al ser la primera mujer que lo hace, se acuerda de todas las que lo intentaron previamente; se acuerda, entre otras, de Gertrudis Gómez de Avellaneda y de Emilia Pardo Bazán. Y ese discurso le sirve a la vez como escudo y defensa. Aún sentimos en muchas ocasiones la necesidad de recordar ese escudo y de agradecer ese camino. En ese sentido, sí podría influir el síndrome de la impostora, pero a nivel histórico. Nuestras escritoras del siglo XIX (y previas a ellas, otras) sí que tuvieron que lidiar con ese síndrome constantemente sin saberlo y, lo que es más duro, defender su condición de intelectuales y escritoras de cara a la galería. —ECP: Reflejas bien las tradiciones y cuestiones del trabajo en el campo. ¿Crees que, en la actualidad, se dan las mismas situaciones de diferencia de género y asignaciones de tareas?
—EC: Indudablemente, sí. En las zonas rurales, la atmósfera no ha cambiado mucho, y esto tiene que decirse y tienen que decirlo, precisamente, personas que vivan en esas zonas. Y digo indudablemente porque conozco de cerca las labores del campo por el contexto en que he crecido y te puedo afirmar que muy pocas mujeres (si no ninguna) conducen tractores en su jornada laboral, o se encargan de la maquinaria y sus arreglos, o de ir a tomar una copa a los bares con sus amigas después del día de trabajo. También conozco a muy pocos hombres que se encarguen de cuidar a niñas o niños y atenderlos cuando salen del colegio como sueldo adicional, o muy pocos hombres que realicen labores de costura; generalmente son labores que se siguen destinando a las mujeres. Por tanto, hay una diferenciación de asignación de tareas clara aún en estas zonas. Si les dijese a mis tías, vámonos al bar a tomar una copa en Navidad y que cocinen ellos este año, sería un escándalo. También es cierto que las generaciones que vienen por delante están cambiando estos patrones de una manera más rápida. —ECP: ¿Consideras que todo pronto será ruina en las zonas rurales? —EC: Hoy en día hay un movimiento migratorio de jóvenes hacia las ciudades, que es donde está el ocio y una oferta más amplia de actividades laborales. Así que, aunque suene poco ideal, no le veo mucho futuro a la zona rural a nivel laboral y de crecimiento. Creo que sí hay esperanza en la zona rural entendida como actividades de ocio o para segundas residencias. Una siempre piensa romántica y simbólicamente en que le gustaría vivir en la naturaleza, pero es complicado luego que esa idea se mantenga y vivir cómodamente en un entorno verdaderamente rural; pero, a la par, también nos hace bien respirar ahí y alejarnos de las grandes concentraciones de gente; por tanto, tampoco creo que todo sea ruina o me gustaría pensar que no. Ojalá que no.
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Entrevista realizada por GEMA ALBORNOZ Todo rojo por dentro La madrileña Eva Gallud lleva más de quince años dedicada a la traducción y otros tantos a la escritura. Ha traducido a poetas como Emily Dickinson, Vera Brittain, Rupert Brooke, Siegfried Sassoon o Amy Lowell, y a narradores como Kate Chopin, Sarah Orne Jewett, Willa Cather, Edith Wharton, Guy de Maupassant, Henri Barbusse o D. H. Lawrence. Asimismo, ha publicado la novela Los años oscuros (2020) y los poemarios Raíz de ave (2018), El taxidermista (2016), Ningún mapa es seguro (2014) y Moléstenme sólo para darme de comer (2011). Su último libro es Todo rojo por dentro, de la editorial Dieciséis, casa en la que repite, y uno de sus proyectos actuales consiste en la escritura conectada de la que forman parte unos 30 miembros, un espacio femenino seguro de escritura llamado Micorriza. Nos interesamos por su último libro para conocer mejor a la autora. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Poesía o relato? —EVA GALLUD: No sabría cuál elegir. Me siento muy cómoda en los dos géneros. Creo que cada historia pide contarse de una forma. No soy yo quien elige si poesía o narrativa; es lo que va a contarse lo que decide qué forma es mejor para ello. A veces creo que es una cosa y termina siendo otra porque la historia necesita las particularidades de uno u otro género. —ECP: ¿Qué te aportan cada uno de ellos? —EG: En la poesía me siento más libre y más dispuesta a experimentar, como si fuese un espacio vacío más amplio, panorámico. La poesía es crear un paisaje, observarlo, habitarlo, sentirlo hasta dejarlo exhausto. Ahí es donde despliego de manera más voraz mi universo poético, aunque muchas veces estas imágenes se cuelan sin remedio en la narrativa. El relato me da la oportunidad de contar historias trenzadas por un imaginario más anclado a la realidad. —ECP: ¿Qué te ha permitido el relato corto que no te permite la poesía? —EG: El relato me permite profundizar en aspectos a los que mi poesía no llega, como puede ser mostrar la psicología de distintos personajes, o contar cosas de modo más directo. Me permite reflexionar de una forma diferente sobre aspectos que me atraviesan, como la clase o la violencia o la marginalidad de ciertos colectivos. En mi poesía, aunque también hay de todo eso, aparece de forma velada, menos accesible y más abierta a distintos significados. —ECP: ¿Relatos intimistas o íntimos? —EG: Pues creo que ambas cosas. Los relatos del libro muestran escenas intimistas —lo que pasa dentro de las casas, en ambientes familiares y demás—, pero también cuenta cosas muy íntimas, las que ocurren dentro de las cabezas, dentro del cuerpo. —ECP: Es tu primer libro de relatos cortos. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de este libro respecto a los anteriores? —EG: La poesía suele ser el género al que tiendo al comenzar a escribir algo. Luego, ese algo pide una u otra forma. Cuando escribí la novela, por ejemplo, empecé escribiendo hablando del tema en poemas, pero después me di cuenta de que así no iba a poder profundizar en la historia que quería contar, así que cambié a la novela. Sin embargo, estos relatos siempre los concebí como tales desde el inicio, sin poéticos pasos en falso. Llevaba tiempo escribiendo cuentos que simplemente guardaba en mi archivo. De repente, surgía una imagen, un personaje o una idea que sabía que tenía que trasladar a la escritura de esa forma. —ECP: Consigues rozar la fantasía y el misterio con relatos no muy extensos, con temas condensados. ¿Qué nos cuenta el “subtexto” de los mismos? —EG: Me gusta cuando se utiliza el misterio, la fantasía o el terror para hablar de violencias cotidianas, de males estructurales y de lo perverso que puede ser el sistema en que vivimos. Mi intención era hablar de las distintas violencias y opresiones —grandes y pequeñas, evidentes o sutiles— que sufrimos las mujeres desde la infancia sin hacerlo de forma explícita, y que, sin embargo, quien lo leyese pudiera sentir todo ese peso. Un poco como lo vivimos cada día: sentimos esa carga ominosa, pero no vemos la mano que nos está apretando. —ECP: En estos relatos de final abierto, ¿tiene importancia lo que no se dice y los silencios? —EG: El silencio es una herramienta más de opresión, así que sí, es importante lo que no se dice. Los finales abiertos nos indican que la historia continúa y puede hacerlo de muchas formas. No me interesan tanto los finales como observar el intervalo de vida que se está contando. En realidad, da igual lo que pase después. —ECP: Tanto en la poesía como en los relatos alcanzas una profundidad compleja y casi hiriente. ¿Qué papel cumple esa profundidad? —EG: No sabría calibrar esa profundidad que dices, la verdad. Supongo que se trata de llevar a quien lee a lugares que pueden ser incómodos, más que nada porque nos plantean preguntas sobre nosotras mismas. —ECP: Por mera curiosidad, ¿cuál es el relato que dio comienzo al libro? No en formato, sino en idea. —EG: Tenía un buen montón de relatos escritos, pero no había pensado hacer nada concreto con ellos. Envié uno de los más largos, ‘Lujo de vida’, a una convocatoria de una editorial que buscaba cosas así, pero lo rechazaron. Eso me hizo dudar de su valor, de modo que se lo envié a mi editor de la novela, Alejandro Marín, simplemente para que me dijera si valía la pena. A él sí le gustó y, a partir de ahí, empezamos a pensar en cómo montar el libro. Me di cuenta de que tenía muchos relatos que podían unirse para trazar una “línea de vida” con distintos personajes y así fue cómo comenzó todo. —ECP: ¿Cuál es el relato que más ha marcado una diferencia para ti? —EG: Creo que ‘Lujo de vida’ tiene un estilo propio, muy distinto a lo que suelo escribir. —ECP: ¿Y tu favorito?
—EG: Solemos decir que es difícil elegir uno, pero me quedo con ‘Lo que hay en los terraplenes’. Lo escribí pensando en el tipo de relato que me hubiera gustado leer a mí cuando era una adolescente gótica en busca de su identidad. Es un cuento que me debía a mí misma. —ECP: Me parece curiosa la última línea del libro: «Tengo ganas de llegar y sentarme un rato en el patio». Parece una conexión entre el final del proceso de escritura del autor, el cansancio al final de un día o al término de una lectura... —EG: Sí. La protagonista de ese cuento está muy cansada, sólo quiere sentarse, pero antes tiene que terminar su obra. La escritura es algo así. Y también es un proceso cíclico —como ese relato, que es circular— en el que pasas una y otra vez por ese llegar a la última línea, detenerte y volver a empezar. Entrevista realizada por GEMA ALBORNOZ Arkhé Sara J. Trigueros es la librera jevi de 80 Mundos, Premio a la Librería Cultural 2019. Formó parte de la revista de poesía La Galla Ciencia y actualmente es integrante del colectivo Letras de Contestania. Arkhé, publicado por la editorial Candaya en diciembre de 2022, es su primer libro, una ópera prima madura, depurada e íntima, donde nos invita a reflexionar y rozar las propias fronteras de la salud mental. Un duro viaje a través de sus islas de dolor y cordura, en las que se refugian sus reflexiones, recuerdos y experiencias hacia el mismo centro de la tormenta. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Considerando el debate sobre las etiquetas de la mirada femenina en la literatura y sus luchas por la universalidad, ¿qué legitimidad tiene tu voz de mujer, aún quebrada, para tratar ese viaje en torno a la vida y los infiernos? —SARA J. TRIGUEROS: No sé si no me termino de sentir cómoda bajo el paraguas de la mirada femenina porque pienso que puede ser limitante y que se acerca más al prejuicio que a la descripción o porque mi voz, por lo menos mi voz literaria, es más no binaria que femenina. Y quizá eso explique su apariencia quebradiza o fragmentaria. Tampoco sé si existe algo como la legitimidad para tratar un tema y no otro. —ECP: Tus 17 puntillistas, cuidadas y elaboradas “Teselas afiladas”, son de distintos tamaños. ¿Dónde se incrustan y por qué son tan afiladas? —SJT: Son afiladas para que corten, porque el referente no es ya un objeto punzante, sino en muchos casos un cuchillo. Se incrustan, por un lado, en la piel. En estos años se oye hablar mucho de salud mental, pero no siempre de las formas en las que se manifiesta su ausencia. Yo quería escribir sobre la autolesión porque contra lo que no se dice no se puede hacer nada, y porque lo que he visto en mis compañeros de viaje es el terror a contarlo o el terror a enterarse. —ECP: En la antigüedad, las teselas tenían que colocarse invertidas. Pensando en tus poemas y en la cara que se ve de ellos, ¿qué función cumple lo que no se dice y los silencios escondidos en el fondo de los versos? —SJT: Hay una voluntad de incomodar, pero creo que para hacer literatura la visceralidad tiene que ser contenida. Mi forma de contenerla está en las elipsis. No digo que sea la única forma que hay en el poemario de transformar la experiencia en literatura (probablemente esa función la ocupen de forma mucho más evidente los paratextos y referentes clásicos), pero sí es la que me permitía respirar y creo que permite respirar al lector. —ECP: En tu “Interludio”, en ese descanso emocional, ‘Demian’, nos muestras un poema partiendo del texto en prosa del escritor Hermann Hesse. ¿Nos presentas cómo caminar por esos senderos del auto-razonamiento destruyendo los paradigmas anteriores para lo que se aproxima? —SJT: No sé si he contado esto anteriormente pero ese poema es el primer texto que escribí para Arkhé muchísimo tiempo antes de que la escritura de un libro fuera un horizonte factible para mí. Más allá del juego literario, del homenaje a David González y de que el tono del poema me servía de puente entre ambas partes, creo que funciona como centro porque de alguna manera vertebra al yo poético. Anticipa y explica, no tanto porque dialogue con los poemas que le preceden y siguen, sino porque dialoga directamente con el sujeto que los escribe. —ECP: La otra parte de tu poemario se titula “Auschwitz II”, nos recuerda ese campo de exterminio donde se ubicaban las mujeres. ¿Sería como la fábrica de la muerte de tu Segunda Guerra Mundial?
—SJT: El tema de Auschwitz II es fundamentalmente el cáncer y sus consecuencias. La comparación no sé si parecerá a todo el mundo acertada, pero para mí tiene su explicación en los testimonios de algunos supervivientes tanto de Auschwitz (Primo Levi o Victor Frankl) como de otras experiencias concentracionarias, por ejemplo la de Erika Riemann. Prácticamente todos coinciden en la necesidad de contar tras el regreso y en el muro que supone el silencio que se exige por parte de quien no ha tenido esa misma experiencia. El resto creo que es elocuente por sí solo: del cáncer solo se habla a través de metáforas, de tecnicismos o de paños calientes. Y es algo por desgracia bastante universal. —ECP: Noelia Illán Conesa invita en el prólogo a pasar y ver «ese infierno que arde» y donde hay dolor, catarsis y redención. ¿Cuánto has tardado en procesar, transformar y versar ese viaje al inframundo y su regreso? —SJT: En honor a la verdad, debería decir que el regreso del Hades se produjo, si es que es posible regresar del todo, meses después de tener el libro terminado. Pero el viaje completo duró casi dos años enteros. —ECP: Y después, de ese intenso viaje y su vuelta, ¿dónde queda la poesía? —SJT: Bueno, yo creo que la poesía estaba antes y estará después. Me parece que una respuesta fácil sería vincular el trauma a la poesía y plantearlos como indisolubles, pero la propia literatura actual lo desmentiría: son varias las voces que tratan de romper con la idea de poeta maldito y aunque mi propuesta estética actualmente no es esa, sí estoy muy de acuerdo con esas líneas de trabajo. [...] En este caso concreto, si no hubiera habido un planteamiento poético, no habría habido tampoco un planteamiento literario. Para mí había una realidad (que sí es una experiencia traumática), una pulsión (hacer algo con ella, para explicármela en un lenguaje familiar para mí) y al final una intención al publicarlo que supongo que tiene que ver con que la fuerza de tu trabajo no se agote en uno mismo. —ECP: ¿Cómo conseguiste, con ese deseo de correr huyendo de ti misma, llevarnos por esa odisea del dolor, la culpa, las pérdidas, el miedo, la muerte, el deseo de libertad y ese bestiario simbólico tan íntimo, valiente y breve? —SJT: Porque corremos para huir, pero también para encontrarnos en la mirada del otro. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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