Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Música que escucharé cuando hayas muerto Suele ocurrir que en toda trayectoria literaria surge un libro que se convierte —quizá no voluntariamente— en hito para el autor. Es lo que creo que ha pasado con Música que escucharé cuando hayas muerto (La Garúa, 2021) de Ismael Cabezas, una figura a la que esta casa “coloquial” le ha prestado siempre atención y con esta última entrega poética no iba a ser menos. El escritor de La Línea de la Concepción, por circunstancias personales, se encuentra “atrapado” en su faceta de cuidador familiar y eso, creemos, ha influido en su concepción existencial y estética del vivir, le ha envuelto en una melancolía gruesa que, por momentos, ofrece una personalidad única en el marco lírico de la España contemporánea. Ahondemos en esa música post mortem. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Crees, como yo, que en Música que escucharé cuando hayas muerto hay un salto cualitativo? Aparte de los libros que te queden por publicar y sin menospreciar los que has escrito hasta ahora, intuyo que este libro tiene algo de definitivo, de cierre de etapa. ¿Lo notas tú así? —ISMAEL CABEZAS: Música que escucharé cuando hayas muerto supone un punto de inflexión en lo que han sido mis diferentes incursiones en la escritura poética porque ha sido escrito en torno a los cincuenta años, cuando ya se tiene más pasado que futuro y es un ajuste de cuentas con lo que hasta ahora ha sido mi vida; es el libro donde más tono de reflexión moral y confesional se puede encontrar, aunque piense que hasta la autobiografía es un género de ficción, porque los recuerdos no están fijados inmutables en el tiempo en la memoria, sino que son “plásticos”, van cambiando y mutando con nuestro propio cambio personal a medida que envejecemos. Creo que un poeta no tiene temas, tiene obsesiones, en las que va profundizando más y más conforme pasan los años y se va tomando conciencia, y aumenta la lucidez sobre ciertos hechos muy definitivos de nuestras vidas. Suelo publicar un libro de poemas cada cinco años, pero de hecho, el libro en el que trabajo ahora, Nunca besé a Montgomery Clift y Música que escucharé cuando hayas muerto, se pueden leer como un solo libro, las obsesiones que los atraviesan son las mismas. —ECP: En ‘Ciudad natal’ retratas muy bien la elección de la vida en la provincia y su veneno destructor, ¿pero quién nos destruye, Ismael, la provincia o nuestra elección? —IC: Yo lo único acertado que he hecho con mi vida ha sido consagrarla a la escritura poética, lo demás es un encadenamiento de error tras error. El lugar donde vivo tiene una capacidad de destrucción del individuo que no hay que menospreciar, lo que ocurre, es que un hombre acaba adaptándose a casi todo, y la cincuentena es una época de la vida de aceptación de tus circunstancias, y más te vale que sea así, porque de otra manera, puedes acabar muy mal. En La Línea los temporales de levante que se suceden año tras año, sin descanso, sin dar tregua, no sólo corroen hasta la destrucción todo lo que contenga hierro, sino que es capaz de destruir el interior, el corazón de un hombre. —ECP: ¿Y el viento constante que se da en tu tierra? ¿Aumenta el estado de melancolía o es una herramienta neorromántica más? —IC: El viento de levante es un viejo dios al que ya nadie reza. Yo tengo una predisposición hacía la melancolía, hacia el tono de elegía, pero eso es un rasgo de mi personalidad. Supongo que alguien puede ser muy feliz haciendo surf en mitad de un temporal de levante, a mí me hace rememorar el tiempo pasado, y a todos esos muertos, a los que quizás, amo demasiado. —ECP: En el autorretrato que es ‘Apuntes para un final’, ¿hay autocrítica o te ensañas demasiado contigo mismo? Parece una visión aniquiladora. —IC: Yo tengo una natural tendencia al melodrama. De hecho, en un viejo poema me definí como «encantador neurótico con grave tendencia al melodrama», que creo que es una visión bastante acertada de lo que soy. En un poema tienen que suceder cosas para lograr emocionar al lector. En mi caso, son hechos dramáticos de los que soy consciente al escribir, los cuales intensifico en la construcción del poema para lograr determinado efecto en quien lo lee. De todas maneras, en Música que escucharé cuando hayas muerto hay poemas que celebran la vida, como ‘Flores’, que es el descubrimiento de la belleza en lo diminuto, en lo que pasa siempre desapercibido a la mirada. Escribir poesía es una forma de mirar el mundo, al menos en mi caso. En ese sentido, la poesía y la pintura tienen bastantes elementos comunes. —ECP: Veo un aumento de las referencias culturales en este poemario. En tu caso, ¿se hace prácticamente imposible una escritura no metacultural? —IC: Yo no puedo concebir mi vida sin las canciones de The Smiths, los poemas de Jaime Gil de Biedma o la pintura de Francis Bacon. Es como una segunda piel para mí. Eso no es culturalismo, eso es afirmar que no existe separación ninguna entre el arte y la vida, ambas son la misma cosa, el mismo magma. El culturalismo fue un movimiento poético que consistía en una compilación hasta el cansancio de referentes culturales de toda índole por parte de toda una serie de poetas que al terminar sus estudios de Filología se dedicaban a estudiar chino, en vez de a preparar oposiciones. Me hubiera gustado ver su terrible ansia y vocación por la escritura poética si hubiesen sido hijos de un mecánico de motos. —ECP: Hay una cosa que ya te he visto hacer en obras anteriores y que haces magníficamente: la biografía en verso de algún personaje anónimo de tu zona. Aquí lo haces con ‘El relojero’. ¿Tu poesía es necesariamente “narrativa”? Lo pregunto por el antiguo e infructuoso debate entre poetas épicos, épico-líricos y líricos ortodoxos. —IC: Los elementos narrativos son bastantes importantes en mi forma de construir un poema. A mí me preocupa lo que un poema dice, no cómo suene un poema, los poemas de Juan Luis Panero, por citar a algún poeta, suenan fatal si los lees en voz alta. Por otro lado, a mi sólo me interesan un tipo de personajes, los perdedores, los marginados, los outsiders, que en realidad todos y cada uno de ellos —y hay varios en el libro, y pienso ahora no sólo en ese poema que citas, sino también en ‘Actriz’, ‘Travesti’ o ‘Lecciones de literatura española’— son todos, en mayor o menor medida, una proyección de mi propia personalidad, diferentes alter egos que transitan por lugares a los que la mayoría de la gente no le gusta mirar. Yo, simplemente, lo que hago es darles voz. Y también querría apuntar que desconfío bastante de la prosa que no tenga un barniz poético o de la poesía que no posea ciertos rasgos narrativos. Lo único que existe es literatura, y por supuesto, junto con ésta, la vida. Nada más, es algo bastante simple y sencillo. —ECP: En varios poemas apuntas un enjambre familiar con las heridas abiertas aún. Bajo el prisma de este libro, ¿qué supone para ti la familia? —IC: Los mayores dramas de la condición humana se gestan y se desarrollan entre las cuatro paredes de la intimidad de un hogar. Es en la familia donde brotan todas las neurosis, donde existen los conflictos vitales realmente importantes y que marcan a un hombre de por vida. En ese sentido, la literatura es una forma de resolver esos conflictos, que en la vida real permanecen sin solución hasta incluso llegada la muerte de sus protagonistas. —ECP: Por encima de otros géneros musicales me llama la atención que el rock —cierto tipo de rock, mejor dicho— es una continua fuente de inspiración para tu escritura. Yo hablaría hasta de salvación, ¿no? —IC: Bueno no sólo el rock, el arte salva, la búsqueda de la belleza salva, ha salvado a muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia, el empeño en construir una obra artística, el desesperado anhelo de belleza. —ECP: «...Todos esos hombres desgraciados / cuya única posesión en el mundo / es un puñado de gastadas palabras, / en lo inútil que fue su vida entera / y en la atroz soledad en la que morirán». ¿Podríamos concluir que los sustantivos “soledad” y “muerte” son las dos columnas sobre las que se sostiene el edificio de este libro?
—IC: Bueno, creo que el libro tiene múltiples lecturas; hay poemas que arrojan la primera luz de la primavera y otros que son como la más oscura de las noches. «Estamos siempre solos», escribió Leopoldo Panero, y creo que es cierto, vivimos en soledad incluso cuando estamos acompañados por quienes nos aman, hay una parte de nosotros que incluso en compañía permanece en soledad. Creo que saber convivir con la propia soledad es algo muy importante y a lo que nadie nos enseña. La soledad tiene mala prensa y en realidad, sólo si no es deseada, es muy enriquecedora, vitalista, podemos hacer un ejercicio de introspección y ahondar en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. Mi soledad está llena de libros de poemas, de películas que adoro, de canciones que llevan acompañándome media vida. —ECP: ¿No nos salva algo, aunque sea en instantes sueltos, la contemplación de belleza? Tú la elogias en el pórtico de tu libro. —IC: Quise que el poema ‘Elogio de la belleza’ abriese mi nuevo libro de poemas, porque es un poema en el que creo profundamente en lo que enuncia. La luz que brota en una pintura de Caravaggio, un puñado de versos que nos acompañan desde los diecinueve años, esa canción que te hace recordar una noche de una perdida y lejana juventud: todo eso salva, justifica una vida entera. «Jamás olvides de qué noches indignas el arte te defiende, / pues más de una vez evitó que colgases / de una sucia cuerda el cansado peso de tu cuerpo». Esos versos son mi credo, mi razón de vida.
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Entrevista realizada por DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR 50 estados Ezequiel Zaidenwerg ha escrito 50 estados. 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos (Kriller71/Fulgencio Pimentel, 2022), un libro maravilloso e inclasificable en el que hay 50 poemas (que son en realidad cien poemas: 50 en inglés y 50 en castellano) escritos por trece poetas que son en realidad trece personajes (catorce, si contamos al antólogo-traductor), que desgranan sus biografías poéticas y sus opiniones sobre la literatura en las entrevistas que acompañan a cada selección de poemas. Esta ficción utiliza el género de la antología poética bilingüe para crear algo que es un libro de poemas, una teoría y práctica de la traducción, un ensayo sobre la poesía y, como dice el prologuista, una novela tenue. Pero no piensen que es la (relativa) extrañeza u originalidad del planteamiento lo que se está alabando aquí. Lo increíble es la calidad desplegada en cada una de sus partes: cada poema es una pequeña joya; cada traducción nos hace plantearnos qué es traducir un poema, cómo cambian las palabras y los ritmos de un idioma a otro; cada entrevista es una pequeña novela y al mismo tiempo un ensayo sobre la poesía norteamericana y universal. Y, por si todo esto no bastara, el conjunto final ofrece una visión de la poesía y una visión del mundo, que es al fin y al cabo lo que hace un buen poema, o una buena novela o un buen ensayo. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Permítame felicitarle por este ambicioso proyecto, y hacer al mismo tiempo la primera pregunta: ¿Cómo surgió el libro? ¿Tuvo desde el principio la visión de la antología con las entrevistas y fue completándolas una por una, o fue un proyecto cambiante, que terminó adquiriendo la forma actual? —EZEQUIEL ZAIDENWERG: Muchísimas gracias, Diego. Fue un proyecto cambiante, que creció por acción y reacción. En 2005 abrí un blog donde traducía poemas, por lo general de autores de Estados Unidos, que para mi sorpresa encontró rápidamente un público interesado y activo. Para 2008, la vida digital había migrado a plataformas más “sociales” en el sentido en que lo entendemos ahora, y la interacción con ese público se movió de Blogger a, principalmente, Facebook. A raíz de mi trabajo en el blog, me contrataron para dar un curso de poesía latinoamericana y traducción para un programa study abroad de un college de Pennsylvania, donde me tocó como alumna la extraordinaria poeta estadounidense Robin Myers, que por entonces tenía 21 años. A partir de ese curso, y de mi vínculo con Robin —que muy pronto se convirtió en una gran amiga y colaboradora—, empezaron a aparecer en mi escritura unas “voces”, en ráfagas de tres o cuatro poemas, que yo identificaba como “estadounidenses”. Y digo “aparecer” por falta de un término mejor: no sabría explicar por qué esos poemas, si bien era yo quien los —digamos— escribía, no me pertenecían como “autor”. Al no sentirlos “míos”, empecé a publicarlos en mis redes, y me encontré con que la gente los comentaba y los compartía como si fueran traducciones “verdaderas”. Eso me instó a continuar, aunque la idea en ese momento era una simple antología de poetas apócrifos. Las entrevistas surgieron más adelante, ya mudado a Nueva York, en una clase de la maestría de escritura creativa en español de NYU con el gran Sergio Chejfec. Al principio, intenté escribirlas yo, pero Sergio me desalentó con amabilidad: el tono, a su entender, no era lo suficientemente variado. Por eso decidí redoblar la apuesta y me puse a buscar, como el director de una película independiente, un elenco de personas estadounidenses “reales” para que se hicieran pasar por los personajes, a quienes les entregué un escueto guión sobre cada poeta, que podían seguir o ignorar a voluntad. —ECP: Algo especialmente interesante de este libro es saber que el autor de los poemas en inglés y su traducción son la misma persona, cuya lengua materna es el castellano. La pregunta es inevitable: ¿todos los poemas en inglés preceden a su traducción al castellano o ha habido alguna “trampa”? ¿Cómo se traduce uno a sí mismo? —EZ: Bueno, un poco la “trampa” del libro es cuestionar los límites de ese “sí mismo”, identificado con la otrora sacrosanta figura autoral. Aunque yo, por supuesto, no diría que es una trampa... En cualquier caso, la mayoría de los poemas los escribí en castellano; y luego Robin Myers o bien revisó mis propias versiones o directamente tradujo desde cero. Con algunas excepciones: los poemas formalistas de Ariella Jenkins los compuse en inglés y fui traduciéndolos al castellano yo mismo a medida que avanzaba; y ‘Declaration of Independence’, el poema largo que cierra el libro, que está compuesto únicamente con palabras del documento histórico homónimo, también lo escribí en inglés, aunque la traducción estuvo a cargo de Hernán Bravo Varela. En cierta forma, fue una manera de tomar distancia del rol de traductor en el que me sentía encasillado... —ECP: ¿Cómo fue el proceso de creación de los trece poetas? ¿Precedía el personaje (biografía, entrevista...) y, con él ya creado, nacían los poemas, o primero aparecían los poemas y, sobre ellos, se construía el personaje? —EZ: Así fue: primero aparecían los poemas y, a partir de esa intuición, se construía el personaje; o, más que un personaje, el esqueleto de una biografía, que luego completaron —siguiendo mis escuetas instrucciones o apartándose de ellas— las personas que prestaron al juego de las entrevistas. —ECP: Del mismo modo que, a través de los personajes de una novela, el lector puede intuir o jugar a adivinar las opiniones y las preocupaciones del autor, en 50 estados, y especialmente a través de las entrevistas y de esas preguntas recurrentes que el antólogo Ezequiel Zaidenwerg plantea a sus personajes, se dejan ver una serie de preocupaciones o de obsesiones sobre la poesía que parecen absolutamente personales. Por ejemplo, me atrevería a aventurar que la relación entre la poesía y “el sistema literario” es algo que le preocupa especialmente. Jugando con la encuesta de la antología, la pregunta inevitable sería: ¿tenés algún vínculo con el mundo institucional de la poesía? —EZ: Me preocupaba más en ese entonces: el libro se escribió a lo largo de una década, entre 2008 y 2018, y mis propias posiciones fueron cambiando por el camino. Cuatro años después, si bien estoy muy vinculado al mundo institucional de la poesía —como autor, traductor, antólogo, productor, editor, etc.—, el “sistema literario” me importa cada vez menos. Y, a la vez, mi relación con las palabras y la lengua se ha vuelto aún más central en mi vida. —ECP: La rima, las estructuras métricas tradicionales versus el verso libre son otra de las obsesiones de este libro, tanto en la práctica, donde hay un apabullante despliegue técnico (bilingüe, además), como en las entrevistas, donde varios poetas reflexionan sobre esta cuestión. ¿La poesía necesita métrica, rimas, limitaciones formales?
—EZ: No me parece que la poesía necesite nada en particular. Me importan mucho el ritmo y el sonido, y de ahí el interés por el metro y la rima. De todos modos, a veces se pierde de vista que el verso libre también es una forma, con su historia y sus límites. No veo oposición ni antagonismo entre distintas formas y herramientas técnicas: las siento parte de un repertorio común, a disposición de quien las quiera usar. —ECP: A través de las preguntas del antólogo y, sobre todo, a partir de las respuestas de los poetas, el libro plantea la experiencia poética como algo eminentemente personal, que parece huir de la teoría más abstracta o formalista. Las entrevistas muestran a jóvenes que recuerdan su primer poema, que explican por qué o cómo empezaron a escribir, y lo hacen generalmente en situaciones novelescas pero cotidianas, llevando así la poesía a un territorio de lo cercano y vital que a veces tiende a olvidarse, y creo que ese es uno de los grandes “temas” de este libro. ¿Cómo entiende usted la poesía, en ese sentido? ¿Qué papel cumple la poesía en una sociedad que mayoritariamente la ignora? —EZ: No estoy de acuerdo en que la sociedad ignore la poesía. Me explico: la “poesía” como género literario eminentemente libresco, prestigiado, con fama de difícil o inaccesible, dirigido a un pequeño cenáculo de aristócratas del espíritu, tiene en efecto una cuota de mercado minúscula y una gravitación social muy pequeña. Por motivos históricos —que, por supuesto, son fundamentalmente económicos y técnicos—, solemos asociar la “literatura” con la novela, que aún hoy ocupa económicamente un lugar de relativo privilegio. Sin embargo, esa fase —la llamada autonomía literaria— hace tiempo que está desdibujándose a raíz de los cambios en los modos de prestar atención precipitados por las transformaciones técnicas de las últimas décadas. Me refiero en particular a Internet y a los dispositivos con que las personas nos pasamos buena parte del día “leyendo”, aunque “leer” ya no sea lo que era. Esas transformaciones han dado lugar a toda una economía extractivista de la atención, e incluso en términos de “industria” la novela —por poner el ejemplo paradigmático de la fase anterior— se vuelve mucho más difícil de monetizar que la poesía: porque un poema, si funciona, te captura la atención de inmediato, sin exigirte mucho tiempo. Por mi parte, en los últimos años dejé de pensar la poesía asociada a la “literatura” y al soporte que es el libro físico, monomedial. Lo que me interesa es la palabra pública, todo aquello que hacemos colectivamente para expandir los límites de la lengua recibida, de lo que se puede decir, sentir e imaginar con palabras. En verdad, el poema es la ballena en el cielo: la constante mutación de la lengua común, de la que todos somos agentes. De todos modos, más allá de esta argumentación, hace tiempo que se consume más poesía que prosa: todo el mundo tiene en la cabeza una playlist interminable de letras de canciones, que, en términos literarios, son un género poético. Y la Academia Sueca, que no será mi taza de té pero sí es ampliamente reconocida como institución legitimadora, le entregó en 2016 el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, de modo que más allá de los prejuicios que aún circulan por ahí, hay un reconocimiento “oficial” de la canción como literatura por derecho propio. —ECP: Casi todos los poetas antologados citan a músicos y bandas de pop como parte fundamental en su formación poética. ¿Es también la música pop una influencia en su escritura? ¿Qué disco sería el equivalente musical de 50 estados? —EZ: Qué linda pregunta. No lo sé. Ojalá un disco conceptual. —ECP: ¿Hay un tono, o una mirada poética “norteamericana”? ¿En qué se diferenciaría de otras tradiciones poéticas? —EZ: Creo que, desde afuera, o al menos por lo que observaba cuando vivía en Argentina, tendemos a asociar esa mirada “estadounidense” a una preocupación fundamental por lo concreto y la materialidad de la existencia, que con frecuencia se traduciría en un pulso narrativo; al gusto por lo coloquial y despojado en detrimento del adorno retórico y la efusividad lírica; y a una marcada tendencia a recortar de aquello que llamamos realidad un fragmento o escena en representación de un orden general o trascendente. Cuando me mudé acá, sin embargo, me di cuenta de que el panorama era mucho más amplio, y que de hecho tenían más relevancia el experimentalismo y otras visiones del poema como artefacto, dispositivo o proceso abierto. Aunque, en los últimos años, también observo un tímido regreso a la llamada “lírica” y a las poéticas del yo, sobre todo de la mano de la agenda que marcan las políticas de la identidad. —ECP: ¿Hay alguna posibilidad de que el libro se publique en Norteamérica? ¿Cómo cambiaría su publicación en una editorial norteamericana la perspectiva de este libro? —EZ: Hasta el momento no ha habido interés. Si se editara acá, creo que volvería a hacer las entrevistas, pero con un elenco de escritores de Latinoamérica. —ECP: Para terminar, creo que es inevitable volver al “cuestionario Zaidenwerg”: ¿Qué has estado leyendo últimamente? ¿Qué pensás de la poesía estadounidense actual? —EZ: No sabía que hubiera un cuestionario Zaidenwerg. Gracias por eso. Últimamente estuve leyendo a Baruch Spinoza, a quien tenía pendiente, y que me tiene maravillado. Otra lectura que ha sido fundamental en el último año y medio es el Tao Te King, que es una ética, una poética y una política de lo no binario. Comparto enlace a Google Docs con mis versiones, por si alguien quiere leerlo. Y, por último: me desacostumbré a pensar en términos nacionales, pero en Estados Unidos hay una tradición poética increíble y gente talentosísima en activo. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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