Entrevista realizada por ISMAEL CABEZAS Buitrera Conocí la figura del escritor Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) a través del libro de poemas La posesión del humo, firmado por Violeta C. Rangel, que creo que fue el primer heterónimo femenino de la poesía española. Es Manuel Moya un autor que se mueve por diferentes géneros y mundos literarios con sobrada maestría; la narrativa, la traducción y la biografía, por ejemplo. Su obra ha recibido un más que amplio respaldo de la crítica. Converso con él a propósito de su última entrega narrativa, Buitrera, novela ganadora del premio Ciudad de Estepona 2022, publicada por la editorial Pre-Textos. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El título de un libro es, a mi parecer, muy importante, pues anticipa su posible contenido. ¿Por qué Buitrera? ¿Acaso querías expresar una imagen pesimista, que el hombre es simplemente un buitre para el hombre, que el mundo es tan sólo un lugar de podredumbre? —MANUEL MOYA: Buitrera es un título que lleva ya implícita una visión del mundo. Una visión pesimista, claro está. Mi intención, en todo caso, fue titularla Redención pero un tal León Tolstoi ya se me había adelantado con un título parecido. La novela se puede interpretar desde muchos ángulos distintos, según el personaje que queramos seguir. Uno de ellos, el que fue revelándose como el más importante, luego de un error fatal trata de redimirse, de empezar de nuevo, de encontrar una forma de honrarse a sí mismo, por así decir. Sin embargo, en el título, como dices, se impuso la parte pesimista. —ECP: Es realmente sorprendente el conocimiento que tienes de todo el mundo rural de la provincia de Huelva, hasta el último de sus recovecos. ¿Se trata de un conocimiento autobiográfico, porque has crecido y vivido en el entorno rural? Háblanos un poco de tu relación con ese mundo rural donde se desarrolla Buitrera. —MM: Bueno, nací y vivo en un pequeño pueblo metido entre las montañas. Este es mi territorio. De niño mi padre nos llevó en mula a mi hermano y a mí hasta el monte más alto. Desde allí nos dijo que al fondo se veía el mar, una leve línea plateada que era una mera ilusión suya, pero luego nos mostró nuestra geografía vital, todo el territorio donde había transcurrido su vida y donde seguramente transcurriría la nuestra. Fue como si nos legase un reino, el suyo, como si nos legase sus muertos, los nuestros. Creo que ese pequeño viaje fue algo muy importante en mi vida. Mi padre no podía sospechar entonces que las raíces ya carecían de importancia, que la gente nace en un lugar y vive en otro, y muere en otro muy distinto. Con aquel acto él nos donó su historia y la de las demás generaciones y eso, al menos en mi caso, eso se me quedó grabado. Hoy vivo en ese territorio, que también es el de mis muertos y el de mis hijos, el de mi tradición. Y lo conozco, naturalmente, con mis limitaciones, pero sí, creo conocerlo y reconocerme en él. Y me siento parte de él. Sigue siendo mi reino, el que mi padre, un pobre campesino que labraba su propia tierra, nos legó. —ECP: Me ha despertado mucho la curiosidad el léxico autóctono que se utiliza en el lenguaje de la novela, en la cual, incluso se incluye un glosario final sobre dicho léxico. Durante mi lectura algunas palabras que se utilizan se las he escuchado usar a mis abuelos, ya ambos fallecidos, y otras, aunque menos, a mi padre, que pasó su infancia en Jimena de la Frontera (Cádiz). ¿Crees que ese léxico se sigue utilizando por las gentes del campo en nuestros días, o simplemente es un testimonio de un mundo que ha desaparecido, que ha muerto para siempre? —MM: Conozco bien ese léxico. Mis padres eran campesinos y por tanto en casa se utilizaba ese léxico tan propio, procedente en muchos de los casos del viejo leonés. Con la tele, con la sustitución de trabajos y manejos agrícolas, donde habitaba la sustancia de esa fala, y con una cierta uniformidad lingüística esas palabras están cada vez más enterradas, pero yo la hablo y puedo utilizarla sin tener que forzar nada. Es mi lengua y la aprecio y me debo a ella. No puedo poner a hablar a un campesino de 1948, tiempo de la novela, de otra manera a cómo se hace ahí. No imagino a los campesinos de mi tierra hablando de forma distinta. Hacerlo de otra manera más que una traición, sería un sinsentido. Sé que esto podría dificultar la lectura a un castellanohablante, soy consciente, pero igual que yo leo a Rulfo con naturalidad, creo que cualquier lector puede leer Buitrera con la misma naturalidad. De hecho, es así y muchos lectores lo agradecen. Lo del glosario es una deferencia, un acto de cordialidad, pero en realidad es innecesario. —ECP: Pasemos a hablar de algunos personajes de la novela, en particular de Wences, el humilde pajarero. Es extrema su pobreza, viviendo de lo que da el campo, con un oficio con el que apenas puede mal ganarse la vida, como el de pajarero, que vive en una choza miserable bajo el miedo al poder omnímodo franquista que representa la Guardia Civil, dueña y señora de su vida y destino. Delata a los posibles guerrilleros para poder seguir sobreviviendo, pero más tarde, en el último tercio de la novela, se embarca en una desesperada búsqueda de los fugitivos que persigue la Guardia Civil para ponerlos en sobre aviso de que pretenden asesinarlos. ¿Es Wences una especie de héroe de los humildes, de los que no tienen nada, de los que ni siquiera son dueños de su propio destino pues sus vidas dependen de un poder totalitario que puede hacer con ellas lo que les venga en gana? —MM: Wences, que es para mí el eje de la obra, es un pobre muchacho que lleva en lo alto un peso demasiado grande, una especie de carne de cañón, un marginal en unos tiempos ya de por sí marginales, alguien sin pasado y sin futuro, pero que en el interior de sí mismo quiere salir del agujero en que se ha convertido y que curiosamente será a través del mayor de sus errores que consiga abrir los ojos y se ponga a prueba a sí mismo. Fue un personaje que en la novela iba a tener un papel secundario y residual, pero poco a poco se me fue imponiendo. En él, en su actitud de rebelión frente al destino, estaba el meollo de la novela. —ECP: Uno de los personajes centrales de la novela es el capitán Llanos. Amante del orden y de la disciplina, excombatiente de la Guerra Civil y temido por sus propios compañeros subordinados en la Benemérita, representa la nueva España que ha surgido tras la guerra, donde se tiene una visión de lo que es España y lo español, absolutamente excluyente. Quien no cumple con las reglas del nuevo régimen es tachado de subversivo. «Formalidad es lo que está haciendo falta, compañero», afirma en uno de los pasajes de la novela. ¿Crees ver en la España de 2023 residuos de esa visión totalitaria de la sociedad? —MM: Sí, desgraciadamente. España es un país de contrastes y no sólo en lo geográfico y lo cultural. Biedma dijo que de todas las historias, la de España es la más triste. Estoy de acuerdo con él, aunque en todos lados cuecen habas, por supuesto. Ahí tienes Polonia, Zaire, Palestina, Argentina... Llanos, el capitán, representa lo que Arendt denominó como la banalidad del mal, el orden y la sumisión a un otro sin el menor reproche moral. Pero Llanos, que no es ni siquiera mala persona, que pasa por dificultades personales en su vida, cree en una especie de misión patriótica, en una determinada España que es como es y no puede ser de otra manera. Claro que últimamente han surgido demasiados Llanos alentados por unos medios y unas estructuras económicas que prefieren apechar con esta visión casposa y reaccionaria, que enmascara muchos de sus intereses, porque entiende que el mundo se les va de las manos. Como volver al blanco y negro. Ciertamente la banalización de los discursos de la izquierda, que está perdiendo su batalla argumental, ayuda a la reaparición de este tipo de discursos reaccionarios y cuajados de peligros e interrogantes. —ECP: ¿La tensión narrativa del final de Buitrera, en la que existe una carrera contra el tiempo para alertar a los supuestamente guerrilleros subversivos de que la Guardia Civil se les echa encima para asesinarlos, fue tal vez una de las partes más difíciles de escribir? —MM: No particularmente. Cuando llegué a esa parte, porque yo escribo las novelas en el mismo orden en que serán leídas, aunque sean estructuras más o menos complejas, ya tenía la historia entera en mi cabeza. Sólo había que escribirla. Las dudas me punzaron más bien al principio. Cuando Wences dio el salto de ser un secundario a convertirse en un protagonista, o en el protagonista, ya lo tuve claro. Y no, esa sensación de carrera, de suspense que obviamente va in crescendo, como en una fuga musical, es algo que me gustó mucho escribir y lo hice sin aparente esfuerzo. Lo difícil para mí de una novela es siempre el principio, cuando los personajes, a pesar del guion y todo el trabajo previo, tratan de escapar al papel que les corresponde. Cuando un personaje decide saltarse el guion, cuando rompe las costuras y lo hace desde una determinada lógica personal, en mi opinión hay que dejarlo crecer, hay que ver qué aporta, hacia dónde nos conduce. Me gusta que una novela se me salga de las manos, se haga viva, que no me siga como un perrito. Una novela debe implicar cierta subversión para que cuaje, debe convertirse en una aventura para el escritor. Hay quienes no se salen una coma del guion o de la escaleta, yo no puedo. Entiendo la creación literaria como vibración, como lucha de fuerzas. Y eso me vale tanto en la poesía como en la prosa, como sabes. —ECP: ¿A qué se debe la elección de la división de la estructura de la novela en jornadas, en días, y no en capítulos? ¿Obedece a algún planteamiento narrativo en particular que quisieras conseguir? —MM: Creo que incorpora un efecto dramático y lo hace sin en apariencia tener que tocar o trastocar nada. Es el efecto del paso inmisericorde del tiempo, es la carrera contra el tiempo, contra el reloj y también una manera de ordenar la historia. La historia me lo pedía así. El lector puede, en todo caso, prescindir de esas referencias, porque no están dentro, sino al margen del propio texto narrativo. —ECP: El pajarero Wences afirma en el último cuarto de la novela: «Cómo le hubiese gustado ser pájaro esa mañana». ¿Representa el personaje de Wences la libertad en la novela, la más pura de las libertades, a pesar de vivir en los márgenes de la sociedad y de no tener ningún bien material ni a nadie en el mundo?
—MM: Wences, un pobre raterillo marcado a hierro por su pasado, quiere liberarse, quiere ser uno de esos pájaros que él precisamente captura. La idea de libertad es central en el personaje. Incluso metafóricamente. Él corre para liberarse, corre porque necesita redimirse, limpiarse toda la costra para comenzar una nueva vida. La redención no está al alcance de casi nadie, porque se viene de asumir y aceptar una caída, un error, y es mucho más fácil en la vida la autocomplacencia, la huida hacia adelante, incluso la inmolación o la negación. Wences trata de romper con todo eso y se rebela contra sí mismo, que es la más difícil, la más ardua y la más incierta de las rebeliones. Su único capital, puesto que ya no tiene nada, ni siquiera crédito personal, es su libertad, sus deseos de romper con todo y salirse de sí mismo, redimirse. —ECP: Y, por último, el personaje de Pura, la mujer que perdió a su hijo en la guerra, literalmente muerto de frío, y que ella misma entierra a su marido, le dice a Wences, una sentencia que creo muy significativa casi al final de la novela: «La vía. Las cosas que van pasando en la vía, mireusté». ¿Ha sido esa tu intención al escribir Buitrera, crear un fresco de personajes que ya están todos olvidados, como si sus vidas nunca hubiesen sucedido y de un mundo que hace mucho que ya dejó de existir? —MM: Por mi edad —nací en 1960 y en un pequeño pueblo de montaña— he conocido a muchas Puras y a muchos Wences, a muchos Llanos... Suelo decir que vivo en una pequeña comunidad, que es como vivir en una novela, donde cada uno de los vecinos es un personaje con perspectivas, pensamientos, vivencias, problemas, ilusiones, etc... Los personajes de Buitrera siguen existiendo hoy día por todas partes. Si no siguieran existiendo esos personajes, la novela no tendría sentido. Sigue existiendo el joven desubicado que se busca a sí mismo, embarullándose aún más en cada nueva decisión o no-decisión, como Wences, sigue existiendo el personaje resignado, como Pura, sigue existiendo el que decide seguir un guion escrito por otros, como el capitán Llanos, existen las víctimas anónimas que suelen ser los más pobres y los más marginales, como los huidos, existen los aprovechados que someten a los demás para trepar en la vida, como Sebas, el cabo de la guardia civil, y existe la gente normal que apura un vaso de vino, que trabaja en la huerta, que fuma en una plaza, que conduce un autobús, que se tira a un tren, existe el que le gustan los pájaros, existen los indiferentes, los que pasan de puntillas por la vida, etc... La novela es, como casi todas las novelas, un fresco, un despliegue humano, algo que sucede entre personas. No es, por tanto, un texto sobre la nostalgia, no vislumbro en él ningún rescate, ninguna melancolía, ningún canto al pasado. Hay, sí, un cierto cariño hacia una gente, hacia un espacio y hacia un modo de decir y de entender el mundo que me son familiares, pero en esto procuro no engañarme, toda novela debe ser una piedra lanzada hacia adelante.
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Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Música que escucharé cuando hayas muerto Suele ocurrir que en toda trayectoria literaria surge un libro que se convierte —quizá no voluntariamente— en hito para el autor. Es lo que creo que ha pasado con Música que escucharé cuando hayas muerto (La Garúa, 2021) de Ismael Cabezas, una figura a la que esta casa “coloquial” le ha prestado siempre atención y con esta última entrega poética no iba a ser menos. El escritor de La Línea de la Concepción, por circunstancias personales, se encuentra “atrapado” en su faceta de cuidador familiar y eso, creemos, ha influido en su concepción existencial y estética del vivir, le ha envuelto en una melancolía gruesa que, por momentos, ofrece una personalidad única en el marco lírico de la España contemporánea. Ahondemos en esa música post mortem. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Crees, como yo, que en Música que escucharé cuando hayas muerto hay un salto cualitativo? Aparte de los libros que te queden por publicar y sin menospreciar los que has escrito hasta ahora, intuyo que este libro tiene algo de definitivo, de cierre de etapa. ¿Lo notas tú así? —ISMAEL CABEZAS: Música que escucharé cuando hayas muerto supone un punto de inflexión en lo que han sido mis diferentes incursiones en la escritura poética porque ha sido escrito en torno a los cincuenta años, cuando ya se tiene más pasado que futuro y es un ajuste de cuentas con lo que hasta ahora ha sido mi vida; es el libro donde más tono de reflexión moral y confesional se puede encontrar, aunque piense que hasta la autobiografía es un género de ficción, porque los recuerdos no están fijados inmutables en el tiempo en la memoria, sino que son “plásticos”, van cambiando y mutando con nuestro propio cambio personal a medida que envejecemos. Creo que un poeta no tiene temas, tiene obsesiones, en las que va profundizando más y más conforme pasan los años y se va tomando conciencia, y aumenta la lucidez sobre ciertos hechos muy definitivos de nuestras vidas. Suelo publicar un libro de poemas cada cinco años, pero de hecho, el libro en el que trabajo ahora, Nunca besé a Montgomery Clift y Música que escucharé cuando hayas muerto, se pueden leer como un solo libro, las obsesiones que los atraviesan son las mismas. —ECP: En ‘Ciudad natal’ retratas muy bien la elección de la vida en la provincia y su veneno destructor, ¿pero quién nos destruye, Ismael, la provincia o nuestra elección? —IC: Yo lo único acertado que he hecho con mi vida ha sido consagrarla a la escritura poética, lo demás es un encadenamiento de error tras error. El lugar donde vivo tiene una capacidad de destrucción del individuo que no hay que menospreciar, lo que ocurre, es que un hombre acaba adaptándose a casi todo, y la cincuentena es una época de la vida de aceptación de tus circunstancias, y más te vale que sea así, porque de otra manera, puedes acabar muy mal. En La Línea los temporales de levante que se suceden año tras año, sin descanso, sin dar tregua, no sólo corroen hasta la destrucción todo lo que contenga hierro, sino que es capaz de destruir el interior, el corazón de un hombre. —ECP: ¿Y el viento constante que se da en tu tierra? ¿Aumenta el estado de melancolía o es una herramienta neorromántica más? —IC: El viento de levante es un viejo dios al que ya nadie reza. Yo tengo una predisposición hacía la melancolía, hacia el tono de elegía, pero eso es un rasgo de mi personalidad. Supongo que alguien puede ser muy feliz haciendo surf en mitad de un temporal de levante, a mí me hace rememorar el tiempo pasado, y a todos esos muertos, a los que quizás, amo demasiado. —ECP: En el autorretrato que es ‘Apuntes para un final’, ¿hay autocrítica o te ensañas demasiado contigo mismo? Parece una visión aniquiladora. —IC: Yo tengo una natural tendencia al melodrama. De hecho, en un viejo poema me definí como «encantador neurótico con grave tendencia al melodrama», que creo que es una visión bastante acertada de lo que soy. En un poema tienen que suceder cosas para lograr emocionar al lector. En mi caso, son hechos dramáticos de los que soy consciente al escribir, los cuales intensifico en la construcción del poema para lograr determinado efecto en quien lo lee. De todas maneras, en Música que escucharé cuando hayas muerto hay poemas que celebran la vida, como ‘Flores’, que es el descubrimiento de la belleza en lo diminuto, en lo que pasa siempre desapercibido a la mirada. Escribir poesía es una forma de mirar el mundo, al menos en mi caso. En ese sentido, la poesía y la pintura tienen bastantes elementos comunes. —ECP: Veo un aumento de las referencias culturales en este poemario. En tu caso, ¿se hace prácticamente imposible una escritura no metacultural? —IC: Yo no puedo concebir mi vida sin las canciones de The Smiths, los poemas de Jaime Gil de Biedma o la pintura de Francis Bacon. Es como una segunda piel para mí. Eso no es culturalismo, eso es afirmar que no existe separación ninguna entre el arte y la vida, ambas son la misma cosa, el mismo magma. El culturalismo fue un movimiento poético que consistía en una compilación hasta el cansancio de referentes culturales de toda índole por parte de toda una serie de poetas que al terminar sus estudios de Filología se dedicaban a estudiar chino, en vez de a preparar oposiciones. Me hubiera gustado ver su terrible ansia y vocación por la escritura poética si hubiesen sido hijos de un mecánico de motos. —ECP: Hay una cosa que ya te he visto hacer en obras anteriores y que haces magníficamente: la biografía en verso de algún personaje anónimo de tu zona. Aquí lo haces con ‘El relojero’. ¿Tu poesía es necesariamente “narrativa”? Lo pregunto por el antiguo e infructuoso debate entre poetas épicos, épico-líricos y líricos ortodoxos. —IC: Los elementos narrativos son bastantes importantes en mi forma de construir un poema. A mí me preocupa lo que un poema dice, no cómo suene un poema, los poemas de Juan Luis Panero, por citar a algún poeta, suenan fatal si los lees en voz alta. Por otro lado, a mi sólo me interesan un tipo de personajes, los perdedores, los marginados, los outsiders, que en realidad todos y cada uno de ellos —y hay varios en el libro, y pienso ahora no sólo en ese poema que citas, sino también en ‘Actriz’, ‘Travesti’ o ‘Lecciones de literatura española’— son todos, en mayor o menor medida, una proyección de mi propia personalidad, diferentes alter egos que transitan por lugares a los que la mayoría de la gente no le gusta mirar. Yo, simplemente, lo que hago es darles voz. Y también querría apuntar que desconfío bastante de la prosa que no tenga un barniz poético o de la poesía que no posea ciertos rasgos narrativos. Lo único que existe es literatura, y por supuesto, junto con ésta, la vida. Nada más, es algo bastante simple y sencillo. —ECP: En varios poemas apuntas un enjambre familiar con las heridas abiertas aún. Bajo el prisma de este libro, ¿qué supone para ti la familia? —IC: Los mayores dramas de la condición humana se gestan y se desarrollan entre las cuatro paredes de la intimidad de un hogar. Es en la familia donde brotan todas las neurosis, donde existen los conflictos vitales realmente importantes y que marcan a un hombre de por vida. En ese sentido, la literatura es una forma de resolver esos conflictos, que en la vida real permanecen sin solución hasta incluso llegada la muerte de sus protagonistas. —ECP: Por encima de otros géneros musicales me llama la atención que el rock —cierto tipo de rock, mejor dicho— es una continua fuente de inspiración para tu escritura. Yo hablaría hasta de salvación, ¿no? —IC: Bueno no sólo el rock, el arte salva, la búsqueda de la belleza salva, ha salvado a muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia, el empeño en construir una obra artística, el desesperado anhelo de belleza. —ECP: «...Todos esos hombres desgraciados / cuya única posesión en el mundo / es un puñado de gastadas palabras, / en lo inútil que fue su vida entera / y en la atroz soledad en la que morirán». ¿Podríamos concluir que los sustantivos “soledad” y “muerte” son las dos columnas sobre las que se sostiene el edificio de este libro?
—IC: Bueno, creo que el libro tiene múltiples lecturas; hay poemas que arrojan la primera luz de la primavera y otros que son como la más oscura de las noches. «Estamos siempre solos», escribió Leopoldo Panero, y creo que es cierto, vivimos en soledad incluso cuando estamos acompañados por quienes nos aman, hay una parte de nosotros que incluso en compañía permanece en soledad. Creo que saber convivir con la propia soledad es algo muy importante y a lo que nadie nos enseña. La soledad tiene mala prensa y en realidad, sólo si no es deseada, es muy enriquecedora, vitalista, podemos hacer un ejercicio de introspección y ahondar en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. Mi soledad está llena de libros de poemas, de películas que adoro, de canciones que llevan acompañándome media vida. —ECP: ¿No nos salva algo, aunque sea en instantes sueltos, la contemplación de belleza? Tú la elogias en el pórtico de tu libro. —IC: Quise que el poema ‘Elogio de la belleza’ abriese mi nuevo libro de poemas, porque es un poema en el que creo profundamente en lo que enuncia. La luz que brota en una pintura de Caravaggio, un puñado de versos que nos acompañan desde los diecinueve años, esa canción que te hace recordar una noche de una perdida y lejana juventud: todo eso salva, justifica una vida entera. «Jamás olvides de qué noches indignas el arte te defiende, / pues más de una vez evitó que colgases / de una sucia cuerda el cansado peso de tu cuerpo». Esos versos son mi credo, mi razón de vida. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Vivió solamente seis años de franquismo. Su memoria adolescente y juvenil está enmarcada en toda la explosiva década de los años ochenta y primeros noventa. Descubrí a este autor con su libro Paisaje para un ciego a través de la difunta Aula de Poesía José Cadalso, coordinada por el pintor, gestor cultural e inolvidable anarquista Juan Gómez Macías. Este gaditano de La Línea de la Concepción es Graduado Social por la Universidad de Granada, miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños y nacido en 1969, el mismo año que Dave Grohl, P. J. Harvey y Marilyn Manson, el mismo en que murió Brian Jones y The Beatles publicaron Yellow Submarine y Abbey Road. Ismael Cabezas, aparte de un lector y creador con una ética y una estética diáfanas, es un gran amante de la música pop y rock. Nos une, por ejemplo, nuestra pasión por Nick Cave... Pero no hablemos de caprichos o batallitas melómanas ahora. Hablemos de la poesía de Ismael, de los dos libros que acaba de publicar: Pisadas en la nieve sucia y Sutura, editados en Baile del Sol y Ediciones en Huida, respectivamente. Hablemos de madurez lírica, de confesiones, de herencias culturales y visiones críticas. De literatura, al fin. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Entre Paisaje para un ciego (2008) y Pisadas en la nieve sucia y Sutura, ambos de 2015, han transcurrido siete años. ¿Eres un poeta de lenta cocción o los tiempos de una editorial y los de la escritura van muy desacompasados? —ISMAEL CABEZAS: Bueno, soy un poeta lento, es decir tardo bastante tiempo en poder darle forma a esa extraña mezcolanza de emociones y pensamientos que precede a la escritura del poema. Eso no quiere decir que tarde mucho en escribir un poema; no soy un poeta que escriba diez versos y los continúe un mes más tarde. En mi caso, el poema debe de surgir de un tirón. Luego, sobre ese borrador, trabajo, pero si un poema se queda a la mitad, inconcluso, no llegará nunca a ser un poema. También influyen los tempos de trabajo de las editoriales. En el caso de Pisadas en la nieve sucia, el texto estaba listo aproximadamente un año antes de ser publicado. Escribí Pisadas en la nieve sucia y Sutura casi uno a continuación del otro, si bien el texto de este último estaba fijado un año antes de su publicación, y durante ese año de espera, compuse unos quince poemas que iban en la misma tónica del poemario, y decidí añadírselos, lo cual acabó dándole más fuerza al conjunto, o así, al menos, lo creo. —ECP: Eso es presente. Rebobinemos un poco. ¿Qué ecos quedan en ti de libros iniciales como La herencia bastarda de los días, Breve tratado de melancolía o El otoño del solitario? ¿Crees que los sostiene el tiempo?, ¿los sientes lejanos?, ¿son la semilla de un desarrollo coherente hasta Paisaje para un ciego, Pisadas en la arena y Sutura? —IC: Luis Antonio de Villena afirma que hoy en día, en contraste con lo que ocurría antes, los poetas empiezan a alcanzar su voz propia en torno a los cuarenta o los cuarenta y cinco años. Ese ha sido mi caso. En La herencia bastarda de los días había influencias aún de la generación del 27, especialmente de la poesía amorosa de Pedro Salinas, que desaparecerían con el tiempo. Sin embargo, en aquellos libros se encuentran ya algunas de mis obsesiones particulares como son el paso del tiempo y la pérdida de la juventud, que se verían más ampliamente tratados a partir de Paisaje para un ciego. —ECP: Precisamente, aunque arrastraba amargura, recuerdo el buen sabor de boca poético que me dejó Paisaje para un ciego. Ese libro merecería una reedición en una editorial con una mayor presencia y distribución. Creo que con Pisadas en la nieve sucia y Sutura ya has avanzado algo en ese aspecto, ¿no? Me refiero a que tanto la editorial Baile del Sol como Ediciones en Huida son editoriales que tienen presencia en este subterráneo mundo poético. ¿Estás notando esa ilusión, esa mínima mejoría? —IC: Bueno, hasta la publicación de Pisadas en la nieve sucia y Sutura siempre había publicado mis libros de poemas en ediciones de instituciones públicas, que tienen nula o escasa difusión. Paisaje para un ciego era un libro donde ya se mostraba una voz poética propia y quizás mereció mejor suerte en ese aspecto, aunque hay que agradecer a Juan Gómez Macías, que fue el responsable de su edición, que apostase por él. Paisaje para un ciego sirvió para abrir puertas, ya que se lo envié a los editores de Baile del Sol y de Ediciones en Huida y sirvió para que conociesen cuáles eran las coordenadas de mi poesía […] Sí hay un salto cualitativo con la publicación en editoriales como Baile del Sol y Ediciones en Huida, pues a la distribución en librerías de todo el territorio nacional hay que sumarle que el libro está disponible en las respectivas webs de las editoriales. Estoy muy contento con publicar en estos dos sellos independientes, que tienen, ambos, un catálogo muy interesante. —ECP: Vayamos a la semilla de Pisadas en la nieve sucia. Ya me he encontrado a algún lector que, opinando sobre este libro, hace la curiosa observación de “es un poemario muy narrativo”. ¿Te llama la atención esa observación? Lo digo porque normalmente las novelas “líricas” suelen ser un tostón y cuando alguien comenta que un poemario es “narrativo” se me levantan las orejas en señal de alarma. ¿Qué me dices? —IC: Siempre he sido un poeta que he utilizado mucho las técnicas narrativas a la hora de escribir y concebir un poema. La poesía de Juan Luis Panero, que me ha influenciado bastante, es muy narrativa. Esa observación es acertada. Otra cosa es mi concepción del poema, está muy alejada del poema que hace primar la música, el sonido. Con las técnicas narrativas en poesía esa música se pierde. Hay poetas que afirman que tanto exceso de narrativa en un poema termina provocando que éste suene mal. No lo creo así. Es por otra parte mi apuesta estética, y con la que más cómodo me he sentido a lo largo de los años. —ECP: ¿Qué te gustaría destacar más de Pisadas en la nieve sucia? Algo que creas que realmente es evidente que con este libro has logrado. —IC: Creo que en Pisadas en la nieve sucia hay una voz propia, algo que ya se podía comprobar en Paisaje para un ciego, pero este libro no tuvo suerte con la distribución. Existe una cosmovisión, con la cual el lector se verá o no identificado, pero es la mía, es mi forma de ver e interpretar la realidad. —ECP: ¿Y de Sutura? —IC: Sutura es un libro, podríamos decir, más intimista y más cercano de eso que se considera poesía confesional. En Sutura no aparecen los poemas que están cercanos a eso que se ha denominado “poesía de la conciencia crítica”, poemas con fuerte carga social. En este libro hay una fuerte carga autobiográfica en los poemas, aunque introduzca en muchos de ellos elementos de ficción. Sutura es fundamentalmente un tratado sobre el fracaso y la derrota, las dos palabras que más aparecen en el texto son “belleza” y “derrota”, lo cual dice mucho del contenido de los poemas. —ECP: ¿Elegir entre Pisadas en la nieve sucia y Sutura se prestaría siempre un juicio salomónico? Supongo que no podrías proclamar tu amor más por uno que por otro. —IC: En ambos libros se reconoce una voz propia. Creo, modestamente, que a estas alturas del partido he logrado crear. La visión de la realidad interior y exterior en los dos es la misma, una visión desesperanzada, desoladora, pesimista, aunque siempre intente acabar los libros con un poema que arroja algo de luz entre tanta tempestad. —ECP: ¿Qué lector esperas encontrar tras estos dos poemarios? Porque tienes en mente un lector ideal, ¿no? ¿O no te vienen a la cabeza esas ilusiones? —IC: Dado el alto contenido autobiográfico, confesional, de mi escritura, un lector ideal es aquel que haya pasado por experiencias, por vivencias muy similares a las mías, y que comparta mis referentes culturales. Creo que sólo así se puede llegar al fondo de lo que realmente quiero expresar con mi poesía. No sé si esos lectores existen, pero estaría bien que así fuera. Me encuentro con reacciones encontradas; de las personas que han leído ambos libros, hay algunos que prefieren Pisadas en la nieve sucia a Sutura y viceversa, depende mucho del momento vital que esté pasando el lector cuando se enfrenta a los textos. Si estás celebrando la vida —como ha ocurrido con un lector—, porque acabas de ser padre, Sutura no es definitivamente tu libro de poemas. —ECP: Sin duda, una indicación práctica. […] Bien, hasta ahora has hablado como autor. Me gustaría saber tu opinión sobre el estado general de la poesía contemporánea escrita en español. ¿Te atreves a tomarle el pulso? No te pido que me respondas con una tesis doctoral, pero regálame, al menos, una breve panorámica de la poesía que se hace desde España hasta Méjico, atravesando toda Hispanoamérica hasta Tierra del Fuego. —IC: No estoy muy al tanto del panorama poético actual, debido a que éste es demasiado extenso. Quiero decir con esto que existen muchas editoriales independientes publicando poesía, decenas de revistas de creación on line, sin olvidar los blogs personales, donde cada cual publica lo que escribe. Con tanta producción es difícil estar al día. Poder publicar un primer libro en papel es complejo, no es fácil, y eso hace que te encuentres con poemas muy buenos alojados en bitácoras. Ocurre también que, cuando se ha sido lector de poesía durante más de veinte años, es complicado que algo ya te sorprenda, y en mi caso, al menos, tiendo a refugiarme en los poetas que han significado mucho para mí a lo largo de los años. Eso no quiere decir que no me interese lo nuevo, por supuesto que sí me interesa. Durante muchos años he sido un comprador de poesía absolutamente compulsivo, es decir, llegaba a la sección de poesía de una librería, comenzaba a hurgar y si leía algo que me gustaba, me lo llevaba, independientemente de quién fuera su autor, si lo conociese o no. De esta manera he descubierto a muchos poetas muy interesantes, por esa razón es tan importante una buena distribución a librerías cuando un libro de poemas se publica […] Por otro lado, sigo con interés las nuevas publicaciones de poetas que me han acompañado desde siempre, como Karmelo C. Iribarren, Joan Margarit, Javier Salvago o Eloy Sánchez Rosillo. Me interesa mucho la poesía de la conciencia crítica, especialmente los acercamientos que ha hecho a ella Ana Pérez Cañamares. Considero que es una poesía muy difícil de escribir porque existe siempre el riesgo de caer en lo panfletario […] De entre las voces más jóvenes, podría destacar a aquellos cuya poesía conozco más de cerca, como Safrika, Mª Eugenia Reyes Lindo, Sergio Berrocal o Stewart Mundini. He de decir que tengo especial predilección por un poeta que considero de culto, que tiene casi toda su obra publicada en Renacimiento, y que para mí es de mucho interés, se trata de Ángel Mora Casado. —ECP: ¿Y dónde te colocas tú en esa panorámica? —IC: A veces puedo rozar eso que se ha llamado “poesía de la conciencia crítica”. Algunos de los poemas de Pisadas en la nieve sucia, los que tienen más contenido social, pueden encuadrarse en ella. Pero creo que el grueso de mi poesía es de corte confesional, marcadamente autobiográfica, aunque muchas veces no deje de ser un mero personaje que construyo y pasea por mis poemas. —ECP: ¿Qué le aconsejarías a alguien de menos de veinte años que está iniciándose en el camino de la creación poética? —IC: Que lea mucha poesía, que la devore. No hay mejor forma de aprender a escribir que leer la gran poesía que te ha precedido. También le diría que se mantuviese en contacto con las otras formas de belleza, la pintura, la música, el cine, que tanto contienen de poesía como la poesía misma. Y que escuche con oído atento a la vida, que es la que encierra la verdadera poesía. Que escriba mucho y destruya después lo escrito, hasta dejar de imitar y lograr la voz propia. Que no tenga miedo a los silencios editoriales y, si es necesario, se autoedite su primer libro, será la mejor carta de presentación posible. Y que sea honesto, no vale cualquier estratagema con el objetivo de publicar. —ECP: ¿Hacia dónde va la poesía de Ismael Cabezas?
—IC: Soy un poeta lento, suelo tener un poemario listo aproximadamente cada cinco años, y en 2015 he publicado dos, así que creo que estaré en silencio un tiempo. Como casi todos los poetas que admiro, soy un poeta de muy pocos temas que se convierten en obsesiones: la pérdida de la juventud y entender ésta como el auténtico paraíso perdido, el tiempo y sus estragos, la derrota que se acaba imponiendo como único destino posible a toda existencia. Son asuntos recurrentes. Ahora bien, todo acontecimiento importante que ocurre en mi vida acaba de una u otra manera reflejado con mayor o menor exactitud en un poema. Así que cambios en las actuales circunstancias personales, como por ejemplo, un cambio de ciudad, la aparición del amor o algo que se le parezca, probablemente originarían nuevos poemas. Es posible que sea por esas sendas por donde vaya a transitar mi poesía en el futuro. Actualmente tomo notas para un posible nuevo libro de poemas, pero son sólo eso, notas, de eso al poema tiene que transcurrir mucho tiempo, que, como todo en la vida, es lo que acaba poniendo en su lugar a todo. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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