Entrevista realizada por SALVA ROBLES La noche de arena El escritor Trifón Abad (Murcia, 1979), reconocido narrador de cuentos (dos veces ha sido finalista en el Premio Setenil), da un salto y publica su primera novela, inscrita en el género policíaco. Las múltiples reseñas elogiosas y las opiniones positivas de los lectores en las redes sociales son indicativas de un éxito editorial merecido y dan cuenta de que nos encontramos ante una obra narrativa virtuosa técnicamente hablando, convincente en conjeturas sobre nuestra realidad y tan conmovedora como adherida a este hoy a veces insoportable. Y no nos olvidemos de decir que La noche de arena (Grijalbo, 2024) es de lectura adictiva de principio a fin. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Se publican cientos de miles de novelas de género policíaco, criminal o detectivesco cada año. Es un género narrativo muy popular que vive una especie de boom según reza en los titulares, aunque yo creo que ese boom lo tiene desde que en el siglo XIX, tanto Poe como Conan Doyle, inventaron y trazaron el género y desde entonces nunca ha decaído. Pero es cierto que en las últimas décadas las editoriales han apostado fuerte por novelas de este tipo, los lectores las leen masivamente y el cine las copia o adapta sin miramientos (la novela negra nórdica tiene mucha culpa también en esto). Y, de pronto, tú que vienes del relato, debutas en la narración larga con una novela de este tipo. ¿Qué crees que puedes aportar al género como escritor, sobre todo teniendo en cuenta que, una vez leída, un lector atento se percata claramente de que la tuya es una obra muy personal y algo distinta a lo que estamos acostumbrados en la narrativa policíaca? —TRIFÓN ABAD: Como bien dices, se publican cada año muchísimas novelas de thriller, negras o de detectives; además, muchas de ellas firmadas por autores que gozan de prestigio dentro del género. Como lector y como espectador televisivo, yo disfruto mucho con los thrillers, así que lo que pretendía al escribir este libro era principalmente que el lector se divirtiera con la historia, aunque, a la vez, quería aportarle un trasfondo literario. Creo que, respecto a esto último, mi experiencia como cuentista me ha servido de gran ayuda. —ECP: Antes de entrar de lleno a analizar La noche de arena, me gustaría preguntarte por el proceso de escritura, algo que no suelen preguntar a los autores y que a mí me interesa mucho, puesto que casi nadie piensa en los meses, a veces años, y en las horas que se le dedican a una novela de 380 páginas como la tuya. ¿Cómo fue ese proceso, de dónde nace la idea inicial y cómo la construyes después? ¿Cuántas versiones y/o correcciones llevaste a cabo antes de la transcripción definitiva? —TA: La idea inicial de La noche de arena parte de una situación cotidiana, frecuente en las casas de campo. Los perros de los vecinos a veces pueden resultar molestos para quienes viven a su alrededor y me propuse iniciar un relato que partiera de ese conflicto. La propuesta de partida era un ajuste de cuentas rural, pero el personaje protagonista fue creciendo conforme avanzaba la historia, así que seguí ampliando la narración en otra dirección para ver a dónde me llevaba. Poco a poco, el texto se me fue yendo de las manos. El proceso duró aproximadamente un año. En cuanto al número de versiones previas a la definitiva, si nos referimos únicamente a la estructura, he de decir que solamente escribí una versión alternativa. Las correcciones durante el proceso editorial, una vez terminada la versión final, llevó algo menos de dos meses. —ECP: Me han gustado muchas cosas de tu novela y me llama bastante la atención que en ella utilizas estructuras, personajes y temáticas mucho más complejos que en las novelas detectivescas tradicionales. Se puede decir que en tu novela se percibe una clara evolución del género, que, según mi parecer, es por donde debería ir una obra de calidad, aunque pertenezca a una variedad narrativa tan concreta, y que por repetición nos regala muchas veces obras de escasa relevancia o, incluso, insustanciales y malas. En La noche de arena todos los códigos de la novela negra quedan dinamitados y, no por ello, deja de ser una novela negra y hasta muy negra. ¿Romper esos códigos fue algo premeditado y consciente mientras la escribías? Y, por otro lado, ¿cómo esquivaste la tentación, a veces inconsciente, de caer en las manipulaciones y trucos de este tipo de narraciones? —TA: Gracias, me alegra muchísimo descubrir que muchos lectores están percibiendo la novela como una historia que trasciende al género en sí. Como he dicho antes, mi intención no era escribir un libro que se atuviera únicamente a la trama, al giro argumental, a la sorpresa o a los lugares comunes de la novela negra. Por supuesto, hay códigos del género que sí están presentes: el detective con fantasmas del pasado, los suburbios (en este caso de periferia), la telaraña de personajes susceptibles de ser sospechosos... pero, como dices, me interesaba ante todo que fueran personajes y hechos creíbles, reconocibles, con los que el lector pudiera identificarse. Creo que el punto justo de verosimilitud lo logré gracias a que me basé en muchos entornos y contextos sociales que conozco bastante bien. —ECP: Otro puntazo de tu novela es su trama rural. Ambientas tu historia en espacios reconocibles de la Murcia profunda (y no tan profunda), un dato que también es algo inesperado en un género que tiene a las grandes urbes como magnéticos y míticos espacios narrativos. ¿Por qué situar tu novela en un espacio tan concreto, tan real, tan, a priori, poco “negro” y “poco” mítico? —TA: Como bien dices, es “poco” mítico a priori. Estamos acostumbrados a leer novelas o ver series que suceden en los bosques del País Vasco o Galicia, en las grandes urbes como Madrid o Barcelona... Son entornos que tenemos idealizados. Sin embargo, Murcia ofrece una variedad orográfica especialmente variada, así como un tejido social de lo más diverso, por lo que creí que es una región ideal para desarrollar una historia de este tipo. En los últimos tiempos, venía leyendo bastante literatura gritlit, un género estadounidense que se sitúa a mitad de camino entre el western y la ficción sureña, ocupando a menudo terrenos de la novela negra y del crimen, y me dije: «¿podría convertir lo que he visto en mi entorno, en la sociedad de la Murcia de periferia, en un buen material literario?». Y me puse a ello. Por lo tanto, el espacio y su atmósfera fueron elementos fundamentales para que la historia pudiera nacer y avanzar. —ECP: Menuda estructura arquitectónica tiene La noche de arena. En menudo berenjenal te metiste, no sé si desde el principio o esto lo fuiste decidiendo en el proceso de escritura. Una trama en dos tiempos (presente y constantes flashbacks hacia un pasado reciente), muchos personajes (con una galería de secundarios extraordinaria) y varias líneas argumentales. ¿Cómo se resuelve un galimatías narrativo mental de este calibre y que no se note ningún caos al traspasarlo a la palabra? Porque tu novela es compleja, sí. Sin embargo, el lector la lee engatusado, entregado y cae rendido ante una historia de múltiples capas. —TA: Como te decía, el punto de partida era un relato. Fui desarrollando situaciones en torno a Robles y me surgió la idea de introducir el escenario del desguace, que es un elemento también muy frecuente dentro de esa línea gótica que he mencionado. Se da la circunstancia de que, de niño, pude visitar con cierta frecuencia un desguace y los recuerdos se me quedaron de forma muy vívida atrapados en la memoria. Es un escenario muy potente, así que traté de incluirlo en la trama, junto a la huerta, los polígonos industriales, los bares de pueblo, los arrabales donde proliferan las viviendas ilegales... Y así, poco a poco, avancé en la línea temporal que se mueve en el tiempo presente. En cuanto a la otra, la que trata en un tiempo pasado, la escribí en un documento aparte, como una historia independiente. Es una línea argumental que gira en torno a Berta, la hija del detective Robles, y que se centra en los problemas de la adolescencia, un aspecto social que me interesa de forma especial, como docente, padre y ciudadano. Aquí hay otro escenario con mucha fuerza semántica, como es el desierto donde sucede la fiesta rave en la que se pierde el rastro de Berta. Una vez terminé los capítulos de la prolepsis, los inserté en la trama principal. Lógicamente, en un primer momento, muchas piezas del engranaje no giraban de la manera que yo necesitaba, así que tuve que ir ajustando muchos aspectos: la personalidad de los personajes, cómo su moral ha evolucionado con el paso de los años, el desgaste psicológico del protagonista, etc. Creo que, pese a su complejidad, la historia funciona de manera ágil y mantiene al lector interesado de forma permanente en cómo se van a resolver los dos casos planteados. —ECP: Otro punto fuerte de tu novela es la parte dialogada. Sinceramente, creo que es lo más difícil de trazar en una historia. Crear naturalidad y verismo en las conversaciones narrativas es complicadísimo y muchas obras fallan en este aspecto. En La noche de arena se aprecian los mejores diálogos que yo me he topado en mucho tiempo. ¿Cómo se llega a esa franqueza y claridad? ¿Cómo trabajaste el diálogo de tus personajes para no caer en ardides o en la artificiosidad? —TA: Me preocupo mucho de trabajar bien los diálogos. En una novela de este tipo, necesitaba que fueran ágiles, creíbles y, sobre todo, que ayudaran a que la acción avanzase. Supongo que una de las claves se encuentra en observar y prestar atención a las conversaciones reales, a cómo expresamos sentimientos, emociones y miedos en el día a día. Es importante que los personajes no emitan discursos elocuentes o perfectos y, por supuesto, que tengan algo que decirse, con su propio ritmo y su estilo, de acuerdo a su estrato social y al momento de la conversación. El diálogo es una fórmula ideal para caracterizar personajes, pero el uso del estilo directo conlleva riesgos. Tenemos que meternos en la piel de cada uno para saber cómo piensa, cómo reacciona, qué concede o por qué protesta. En el caso de los adolescentes, necesitaba que fueran voces simples, sin demasiada riqueza de vocabulario, con respuestas ágiles y cortas. Creo que dominar la ironía, los silencios y saber introducir la tensión del conflicto en la voz, son aspectos clave para dar con la naturalidad que hace creíble un diálogo. —ECP: Hablemos de los seres humanos que habitan en tu novela. Desde el asombroso protagonista (el ex detective privado Robles, sobre el que luego te preguntaré aparte), hasta esa portentosa galería de secundarios. Hay en tus personajes algo que yo agradezco mucho cuando me lo encuentro en una novela: VERDAD. Así, en mayúsculas. Tus personajes vomitan realismo y no utilizan un disfraz a base de cánones o clichés del género negro. ¿Cómo logras esa verdad, con qué fin la utilizas? ¿Estás satisfecho con lo que, en principio, tenías en tu cabeza y lo que luego ha llegado a ser el resultado final? —TA: En este sentido me referiría a dos factores importantes: por un lado, la descripción de los ambientes y, por otro, la profundidad emocional de los personajes. Los espacios en los que transcurre la acción de esta novela suelen ser áridos y poco amables, lo que suma peso al conflicto y se adhiere a la oscuridad emocional de Robles, el personaje principal. El calor murciano es también un elemento al que he dado protagonismo intencionadamente, pues en la tradición ha servido para aportar confusión y angustia (pienso en La familia del Pascual Duarte de Cela, Desgracia de Coetzee, Pedro Páramo de Rulfo...) y me interesaba que esa sensación de sofoco estuviera presente en las descripciones, casi de forma permanente. Creo que el haber acompañado la narración con esas descripciones sobre el clima, aunque sean sutiles, ayuda a crear una ambientación más creíble. Y, en segundo lugar, trabajo a conciencia la profundidad emocional de los personajes, con sus luces y sus sombras. Me gusta que se desarrollen de manera honesta y compleja, con sus contradicciones y sus matices morales. En el relato estaba acostumbrado a presentar personajes con apenas dos o tres pinceladas físicas y un par de reacciones, mientras en la novela he podido profundizar en estos aspectos y trabajar la personalidad de los actores principales desde muchas perspectivas, abordando sus conflictos internos, los obstáculos que se ha encontrado en su contexto social..., adaptándome siempre a las necesidades de la trama. Creo que el hecho de que cada uno de esos aspectos esté anclado a algo creíble ayuda a que el conjunto se perciba de forma auténtica. —ECP: Y ya que hablamos de personajes, quiero insistir en el ex detective. Veo a ese personaje como una rotunda metáfora del hoy. El dolor y la desolación que soporta este hombre es, además de por haber sufrido directamente una desgracia familiar, parte de esas psicopatologías que arrastramos en el siglo XXI, una época que está engendrando seres humanos golpeados (y que son inconscientes de ello, además) por una crisis de valores en un mundo que parece haber olvidado la ética, la empatía y la ternura hacia los demás y que, como resultado, da personas que deambulan como espectros o zombis en el día a día. A mí tu personaje Robles me tocó la fibra, me emocionó durante toda la novela. Es un personajazo, un ente de ficción para mí ya inolvidable. ¿Qué querías contarnos engendrándolo y pariéndolo dentro de tu novela?
—TA: Has trazado un análisis muy acertado de lo que yo perseguía ilustrar con Robles. La culpa y la posibilidad de redención son dos temas que, a mi parecer, con frecuencia han estado en el corazón de la figura clásica del detective. Conecta con la tradición en el sentido de que es un personaje solitario y complejo, que conoce de cerca la oscuridad del mundo y esconde cicatrices internas. Es un hombre arrepentido, que soporta sobre sus hombros el gran peso de la culpa. Cuando la novela arranca, él está en el fango, pero la vida le ofrece una segunda oportunidad. Vive martirizado por sus errores del pasado, aunque poco a poco va volviendo a recuperar la autoestima, espoleado por la posibilidad de encontrar a su hija o, al menos, de descubrir qué fue lo que sucedió en aquella noche “de arena”. Así, para componer a Robles he bebido de otros detectives clásicos, pero quería que él luchara contra sí mismo por salir de esa oscuridad que le tiene atrapado. Creo que esta búsqueda de redención personal a través de la resiliencia hace que el personaje conecte con el mundo contemporáneo. —ECP: A los lectores nos gusta cotillear y entrar en las mentes de los autores con los que conectamos, por eso de la magia que a veces resulta de la literatura. Así que te quiero preguntar por tus referencias literarias, por esas lecturas o autores que te han dejado huella y que ahora, consciente o instintivamente, te han acompañado, o ayudado, en la construcción de La noche de arena. —TA: Muchas de mis referencias literarias se adscriben a la tradición del relato, género en el que me había desenvuelto hasta ahora, pero me referiré propiamente a la novela para no extenderme más de lo necesario. En los meses previos a comenzar La noche de arena había leído Desgracia y Hombre lento, ambas de Coetzee, y Meridiano de sangre de Cormac McCarthy, y varias novelas que Chris Offutt, entre ellas las dos que había publicado hasta entonces de su trilogía de novela negra protagonizada por el investigador Mick Hardin. Soy consciente de que empecé a escribir muy influido por la lectura de estos tres novelistas, pero imagino que, de manera inconsciente, me habrán ayudado tantas otras novelas que me han marcado a lo largo de mi vida. —ECP: Y para finalizar, dos cosas. Primero darte la enhorabuena por la recepción que está teniendo tu novela entre los lectores y los reseñistas. No sé cómo se vive en tu vida personal este “después del parto”. Y segundo, ¿qué nuevos proyectos literarios maneja tu cabeza y en qué momento del proceso creativo te encuentras? —TA: Muchas gracias por la entrevista y por esas amables palabras. La verdad es que la recepción está siendo muy positiva, en general. He tenido la suerte de recibir el feedback directo, tanto de lectores amantes del thriller como de expertos en género negro, y la gran mayoría me ha felicitado por haber escrito una ópera prima que consideran compacta y redonda. Una de las experiencias más satisfactorias y enriquecedoras es la participación en clubes de lectura, pues me encuentro con lectores muy avezados que me ayudan a apreciar aspectos del libro de los que no era consciente. También los festivales especializados suponen un reconocimiento, dada la cantidad de títulos que se publican cada año. Son eventos que me permite conocer a otros autores a quienes admiro y respeto. En fin, no puedo más que agradecer todas las cosas bonitas que me está aportando La noche de arena. En cuanto a los nuevos proyectos, me encuentro en un momento creativo bastante saludable. Esperemos que dure, porque ya se sabe que estos procesos son como el clima: hay periodos de abundancia y otros de sequía. Sin duda, tener la ocasión de publicar en un sello tan reconocido como Grijalbo es todo un reto y conlleva una gran responsabilidad, a la vez que supone un enorme aliciente que me anima a seguir escribiendo dando lo mejor de mí.
0 Comentarios
Entrevista realizada por ANA FÚSTER El pasado 15 de noviembre vio la luz la novela Del desorden y la herida de Salva Robles, publicada por Talentura, una editorial con merecida reputación por apostar fuerte en favor de autores noveles de calidad. Quizá Salva no pueda ser considerado un escritor novel en sentido estricto, pues ya contaba en su haber con un poemario titulado Y tú, por tanto, otra cosa, y ha sido finalista en varios certámenes de relato, pero de lo que no cabe duda es de que su primera incursión formal en la narrativa lleva marchamo de calidad: desde el primer día ha recibido numerosas reseñas positivas, tanto por parte de críticos especializados en literatura como por lectores. Con dos presentaciones a sus espaldas (Sevilla y Murcia) y una en ciernes en Cartagena, hoy lo recibimos con los brazos abiertos en El coloquio de los perros. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El lector que se acerque a Del desorden y la herida se encuentra con que la novela trata una amplia variedad de asuntos: el acoso escolar, los traumas que requieren atención psicológica, el uso actual de las redes sociales, la dificultad para gestionar nuestras emociones y, como marco común, una incapacidad absoluta para comunicarnos en la llamada Era de la Comunicación. ¿Estaban todos ellos ya presentes en la génesis de la novela o se fueron perfilando conforme avanzabas en su escritura? —SALVA ROBLES: Mi método de trabajo a la hora de construir una historia es enfrentarme al folio en blanco sin apenas planificación, me gusta tirar de ideas para explorar hacia dónde me llevan. Tenía una imagen en mi cabeza desde hacía años: un hombre descubre por casualidad, y en plena calle, algo de su esposa. Y de ahí tiré, de esa escena concreta que ahora no es el comienzo de la novela, pero que está un poquito más adelante. Así que la idea de partida fue hablar de la incomunicación, de ese retraimiento o encierro que nos hemos autoimpuesto paradójicamente en la época de las tecnologías y de las redes sociales. Para hablar de ello necesitaba a varios protagonistas y me venía bien que los personajes tuvieran relación entre sí, ya sea de manera directa o indirecta. Y de esa incomunicación fueron surgiendo, mientras la escribía, otros temas como algunos de los que mencionas. Lo que sí tenía claro, y creo que esto engloba todos los contenidos, es que mis personajes iban a ser muy contemporáneos y que tenían que reflejar algo que percibo en mis alrededores: la insatisfacción vital y la angustia que ella nos produce. Una ansiedad, una zozobra, una inquietud que yo creo que nos ocasiona un sistema capitalista que nos oprime y que hasta nos obliga a vivir siempre insatisfechos, descontentos o disgustados. —ECP: Siempre me resultan de interés los procesos que llevan a la elección del título, que no suele ser nada fácil, pues hay que dar con uno no solo adecuado al contenido, sino también atractivo para el futuro lector. Después de leer Del desorden y la herida, este me parece perfecto. ¿Cómo llegaste a él? —SR: Coincidimos: a mí también me resulta curioso indagar sobre cómo llega un escritor a colocar un título a los textos que piensa y luego escribe. Y me gusta memorizarlos y recordarlos; me gusta también que se ajusten a lo que me voy a encontrar entre las páginas y si resultan atractivos, tanto mejor: hay títulos en la historia de la literatura que son Belleza con mayúsculas: Las flores del mal, El amor en los tiempos del cólera… me han venido a la cabeza ahora mismo mientras te respondo. Y digo tanto mejor porque el título debe ser como una piel que describa con misterio, que enganche, por empatía, al lector y que le susurre una esperanza de placer o goce estéticos. En el caso del título de mi novela, que llegó a mitad de la escritura de esta, hay que matizar dos cosas: no se lo puse yo y sí quise desde el principio que apareciera la palabra desorden en él. El título me lo regaló una amiga, lectora y correctora de mi novela desde el primer capítulo. Yo le había comentado a ella que la novela que cambió mi vida como lector a los 18 años fue El desorden de tu nombre, de Juan José Millás, un título, por cierto y para mi gusto, grandioso y absolutamente hechicero. Así que la palabra desorden es un homenaje y, al mismo tiempo, creo que una imagen que describe perfectamente cómo se sienten y viven mis personajes. El resto del título se le ocurrió a mi amiga y me enamoré de él cuando me lo envió por un wasap una tarde de un finde en el que yo andaba ya por el ecuador de la escritura de la novela. —ECP: En relación con la pregunta anterior, llama la atención la cita que abre el libro: «Mi desorden es atroz» de Alejandra Pizarnik, tan cercana al título de la novela. ¿Por qué decidiste incluirla? ¿Es algo que se aplica a la sociedad occidental, pretendes preparar al lector para lo que se le viene en la lectura? —SR: Decidí incluirla con cierto miedo porque es muy descriptiva esa cita, quizá demasiado gráfica y expresiva y eso podría predisponer negativamente al lector que ya se encuentra algo tan tremendo antes de comenzar a leer la novela. Además, un lector despierto o curioso conoce algo de la vida de la autora y sabe que Pizarnik fue una mujer con una trayectoria vital, por desgracia, repleta de trastornos, pastillas y depresiones que la llevaron, muy jovencita, a un trágico desenlace. Finalmente, no quité la cita para no contradecirme como escritor; si yo quería hablar de dolor, porque el dolor hay que hablarlo y muchos de nosotros nos censuramos esto, esa cita es perfecta porque da visibilidad a uno de los vetos principales que nos autoimponemos los seres humanos en el siglo XXI: no hablar en primera persona de nuestras dolencias íntimas. Nos colocamos esa censura inconscientemente y, si no, ahí están las redes sociales donde el noventa por ciento de los estados que subimos son fragmentos (falsos y engañadores y muy tramposos) de una felicidad que nos hemos construido para mentirnos a nosotros mismos y así soportar mejor la verdadera realidad. Vivimos en un hoy atroz, en un desorden cruel y, en ocasiones, inhumano. Y sí, la cita de Pizarnik era oportuna y me venía al pelo para hablar de los desórdenes y de las heridas de mis personajes. —ECP: Una de las primeras cosas que se hace evidente cuando comienzas a leer la novela es su redacción fluida, que te permite avanzar páginas con facilidad. Sin embargo, es un estilo falsamente sencillo: en la primera parte, usas la narración en tercera persona; en la segunda cambias a primera, con un capítulo en segunda; en la tercera retomas el narrador omnisciente; hay monólogo interior, correos electrónicos, conversaciones en una aplicación de citas, numerosos diálogos en registro coloquial, onomatopeyas... ¿Fue complejo decidir qué técnica se adecuaba mejor a cada intención narrativa? —SR: Claro, es complejo escribir una novela y tomar decisiones, pero eso es lo bonito de la escritura: resolver y zanjar conflictos narrativos que se acomoden a las intenciones. Y me alegra que hayas percibido esa complejidad en la “aparente” sencillez de mi novela, porque me costó mucho edificar esos cambios y esa mixtura de estilos para hacerlos creíbles y que no quedaran como un batiburrillo o como una novela con ínfulas. Sin embargo, es verdad que la propia historia va pidiendo registros o voces diferentes: el narrador omnisciente me servía para presentar las situaciones y estacionar a los personajes en el lugar del mundo ficcional que describo. Pero mis cinco protagonistas tenían que ser “escuchados” y qué mejor que la primera persona o el monólogo interior para dar voz a sus emociones y sentimientos. Fue un reto importante esto último: cinco protagonistas significaba construir cinco voces diferentes, cada una con su propia personalidad. Y si ellos viven en el siglo XXI, ¿cómo no hacerlos hablar e interactuar en el mundo virtual y tecnológico que nos ahoga, oprime y esclaviza en nuestro presente? —ECP: Hablemos de los personajes. En ocasiones, Gema, Samuel y Luismi parecían un único ser tricéfalo, en el sentido de que cada uno rezuma amor por los otros dos, pero no se permiten expresarlo, y por tanto no logran ayudar y ayudarse. Es una situación relativamente común en la vida real. ¿Qué crees que nos paraliza tanto a la hora de poner en palabras nuestros sentimientos? —SR: A mí me llama mucho la atención que, en plena era tecnológica y de la hipercomunicación (algo hemos dicho antes sobre esto), sea cuando menos nos comunicamos de verdad entre nosotros. ¿Qué nos paraliza para expresar nuestras emociones? El bloqueo. Vivimos resistiéndonos a darnos cuenta. Nos autointerrumpimos inconscientemente. Nuestra mente nos defiende con ese bloqueo porque ella guarda recuerdos y evita que volvamos a sufrir. Y es ese bloqueo, por miedo a mirarnos y vernos de verdad, lo que nos paraliza a la hora de mostrar los sentimientos o a expresarnos con claridad. ¿Y de dónde nos viene este bloqueo? Para responderte, me hago otra pregunta: ¿la vida de hoy nos permite relajarnos, meditar, recapacitar o pararnos a descansar un momento? Yo creo que no, sinceramente. Y esa vida de hoy nos lleva a no dejar nunca reposar nuestras mentes y, por ello, no nos permitimos hacer actividades que nos relajen y nos permitan conectar de verdad con nosotros mismos. Si nos escucháramos más, estoy seguro de que nos comunicaríamos mejor con los otros. Pero, ¿quién puede evitar el ruido que nos asedia con tantas redes, plataformas televisivas, bombardeos tecnológicos o teléfonos móviles? —ECP: Marta es el único personaje adulto que consigue poner orden en su desorden e integrar su herida en su existencia. ¿Su función principal como personaje es ser la antítesis de Gema y Samuel, aportando un rayo de esperanza? —SR: Quiero mucho al personaje de Marta. Bueno, los quiero mucho a todos sinceramente. Me puse en sus pieles para no juzgarlos como personas y darles como escritor una entidad real y reconocible para los lectores que, por identificación, los comprendieran sin prejuicios. Y sí, creo que Marta es un personaje igual de herido que los demás, pero con un desorden más ordenado dentro de su propio desconcierto vital. Quizá, ser terapeuta y trabajar escuchando a sus pacientes a diario le lleva a poner más conciencia en sus propias circunstancias. Es una gran escuchadora, no le queda más remedio que serlo si quiere ayudar a sus pacientes. Y escuchar y escucharnos es el medicamento que todos deberíamos tomar hoy día. Marta simboliza ese rayito de esperanza, sí. En su labor como escuchadora está la verdadera medicina que necesitamos los seres humanos del siglo XXI. He querido poner énfasis, con este personaje, en que podemos sanar algo nuestras heridas y nuestros desórdenes si logramos hablar. El dolor hay que hablarlo, te dije antes en otra de tus preguntas de esta entrevista. Y si hablamos, el proceso comunicativo se pone en marcha y la sanación la tendríamos más cerca o igual viviríamos menos angustiados. Marta trabaja ayudando en este proceso a sus pacientes, que deben poner delante de ella una conciencia en el aquí y ahora, en lo que les pasa y sienten. Y hablar, comunicarnos entre nosotros, poner conciencia es el camino para fortalecernos, para reponernos y así mejorar nuestro presente. Creo, francamente, que es nuestra mejor baza: dialogar para aliviarnos. —ECP: El adolescente Pedro se yergue como un personaje magnífico, el más “ordenado” de todos, pues, en medio del caos adulto, se convierte en testigo lúcido del entorno (ya en la página 54 dice de su padre que «entiende que algo se debate siempre en él, que la enfermedad lo deja postrado en un mundo de ausencias» y de su madre que «cree que ella huye»), sabe expresar amor en silencio (visitas al abuelo), en pareja (con Andrea) y hasta encuentra una forma de dar salida en palabras a su propia herida (los correos). Aun así, no logra salvarse a sí mismo. ¿A dónde nos conduce ese final desesperanzador? —SR: Pedro es, por edad, el antónimo de los otros cuatro protagonistas adultos. He querido poner en él una imagen metafórica clara: el desorden de los adultos incide directamente en las generaciones que nos vienen detrás. Los jóvenes sufren las consecuencias del mundo que los adultos les hemos construido. ¿Qué estamos haciendo mal los adultos (casi siempre de manera inconsciente, o esto quiero creer) para dejarles esta realidad de hoy a nuestros hijos? Pedro, que sufre acoso escolar, pero también los propios adolescentes que lo acosan, son producto de la violencia que respiran, de una realidad sucia que los asedia por todas partes, una realidad que es imposible esquivar porque en la era tecnológica que nos protagoniza nos la exponen por todas partes. Nadie está a salvo de esa realidad, a menos que decidas retirarte del mundo e irte a vivir a un lugar sin wifi. Sin embargo, no veo un final desesperanzado en ese personaje. Creo, de verdad y de corazón, que Pedro es un personaje que debe existir en mi novela para que los lectores se despierten de una vez por todas y reaccionen. Tenemos que reaccionar ya, aunque sea a base de bofetadas y reveses. —ECP: En la novela tienen un papel importante las redes sociales, tanto en la historia de Pedro como en la de Marta, que muestra una actitud ambigua hacia ellas: por una parte, no parecen gustarle («demasiada desnudez individual», «gente esclavizada por sus mentiras y el vacío»); sin embargo, más adelante recurre a una aplicación para encontrar pareja. ¿Cuál es la opinión del autor, que se mueve con soltura en redes, sobre su uso actual?
—SR: Tengo opiniones encontradas sobre las redes sociales. Me pasa como a Marta: despotrico de ellas, pero las uso a diario sin miramiento alguno. Y en esta ambigüedad o contradicción, tan humanas, creo que vivimos muchos. A mí las redes sociales me han regalado bastantes cosas positivas y solo me han restado tiempo para lo que realmente me gusta en mis ratos de ocio: leer (más) y ver (más) películas o series. Gracias a Facebook o Instagram (que son las redes que utilizo), he podido contactar con gente que me aporta mucho en mis inquietudes culturales y hasta he logrado amigos de verdad y para toda la vida gracias a los contactos y también he encontrado una pareja que me procura paz y felicidad a espuertas. No me puedo quejar, claro está. Entré en ellas cuando mi vida dio un giro importante y necesité distracción para soportar las heridas y los desórdenes que esa zancadilla de la realidad me ocasionó. Y decidí utilizarlas para enriquecerme culturalmente, para compartir con otros mis lecturas, las películas y series que veo, para expresar las agitaciones que la vida me produce y para dejar un legado emocional a mis hijos. Como ves, todo positivo. Ahora bien, soy consciente (o eso creo) de que la virtualidad es una falacia, muchas veces una mentira y casi siempre un semillero de perversidades cuando se utiliza mal. Como todo en la vida, depende del uso que le des o de la importancia que le otorgues. Las redes han venido para quedarse durante mucho tiempo (a menos que la realidad censora y dictatorial que parece que viene por el horizonte, nos las arrebaten), así que mientras sea posible, usémoslas con cabeza y saquémosles partido efectivo y auténtico. Yo hasta me río a carcajadas casi todos los días con las ocurrencias de muchos. Y, mira, reírse es una buena terapia para soportar mejor todo lo que nos rodea. —ECP: Tu única obra publicada hasta este momento era un poemario, pero después de la excelente acogida de la novela, tanto entre la crítica como entre los lectores, ¿te planteas seguir por el camino de la narrativa? —SR: Llevo toda la vida escribiendo narrativa, otra cosa ha sido que yo quisiera que se publicara, porque casi nunca me apetece o no me atrevo. Soy muy crítico y exigente conmigo mismo, no te puedes hacer una idea de las inseguridades que me provoca publicar. Y, curiosidades de la vida, lo primero que me publicaron, hace ya muchos años, fue un poemario gracias a la insistencia de un amigo que movió cielo y tierra para conseguir subvenciones. Me encanta la poesía, más leerla que escribirla, aunque escribo bastante poesía también, pero con menos asiduidad que narrativa. Tengo cosas escritas a medias, otras acabadas a falta de revisión, otras en ciernes o empezadas recientemente. Poesía, relatos y novelas. Escribir me gusta, pero no ambiciono nada con mi escritura, quizá por esa exigencia que te he comentado. De hecho, te cuento otra curiosidad: Del desorden y la herida llegó a mi editor a través de una amiga mía, la misma que me regaló el título de la novela. Fue ella quien, sin decirme nada, movió el manuscrito viendo que yo no hacía ningún movimiento en pos de su publicación. Y mira tú por dónde, ese loco editor de Talentura, Mariano Zurdo, se lo leyó y decidió publicármelo. Creo que la buena acogida de la novela, que yo estoy recibiendo con mucha emoción, pero también con bastante estupor (y te juro que no es falsa modestia), me está impulsando para seguir escribiendo con ganas y con algo más de seguridad. Y, oye, que me hace feliz (mucho, mucho) que la novela esté conectando con tantos lectores. Entrevista realizada por SALVA ROBLES «Todo lo que estamos viviendo me parece un mundo distópico» Diego Sánchez Aguilar, escritor murciano, publica su primera novela: Factbook. El libro de los hechos (Candaya, 2018). No hay que perdérsela: estamos ante una obra valiente, lúcida y muy crítica con la realidad que nos envuelve y que muy pocos se atreven a mostrar. Imprescindible lectura, una novela-guantazo imperecedera (tiempo al tiempo) que va a dar mucha guerra. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El término “distopía” que, inevitablemente, se va a utilizar constantemente cuando se hable de Factbook. El libro de los hechos, debería tener una nueva acepción a partir de la existencia de tu novela. En una distopía, la realidad sucede con métodos incompatibles a los que se dan en una sociedad existente y representa una sociedad hipotética indeseable. La distopía de Factbook no es hipotética en su mayor parte, es algo que, por desgracia, estamos viviendo. ¿Te atreves a darnos esa nueva acepción de “distopía” según lo que ocurre en tu novela? —DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR: Me encanta que hayas comenzado por esa pregunta, porque precisamente es ese el planteamiento estético general que tenía en mente cuando empecé a escribirla. Me dije: todo lo que estamos viviendo, desde 2008 hasta hoy (muerte de la libertad de expresión, pérdida de todo tipo de derechos sociales y laborales que parecían consolidados, etc), me parece un mundo distópico, y quiero contarlo de alguna manera. Una novela social o de denuncia no me valía. Una distopía clásica, que sitúa al lector en un lejano futuro, tampoco me interesaba, porque quería hablar más del presente y del pasado que del futuro. Así que decidí introducir elementos fantásticos propios de la novela distópica (la clínica de criogénesis, La Manga del Mar Menor arrasada por un terremoto, ciertas leyes represivas inventadas, sectas y grupos terroristas de corte más bien bizarro...) y ponerlos exactamente al mismo nivel de ficción que ciertos hechos o leyes que ya forman parte de nuestra historia reciente. Así pretendía crear una distancia entre el mundo narrado y la conciencia del lector, esa distancia necesaria siempre para entendernos y comprendernos mejor. Resumiendo: es una distopía del presente, de nuestro día a día: una “dishoydía”. —ECP: La estructura de Factbook es ambiciosa, cosa que agradecemos los lectores que buscamos algo más que trivialidad y mecanismos de relojería repetitivos cuando leemos una novela: tres voces narrativas se pronuncian, los tiempos se solapan (pasado y presente como motores y el futuro incierto como aspiración y/o condena), el asunto narrativo es variado y toca multiplicidad de temas (disyuntivas éticas sobre todo) y el lector, por arte de tu magia, no se pierde en ningún momento y se pasa 349 páginas absolutamente secuestrado. Una novela así no se escribe de un tirón y deben existir varias versiones. Entre la primera de ellas y la que se acaba de publicar, ¿hay muchas diferencias? ¿Y por qué esas diferencias? —DSA: Otra cosa que tenía clara cuando empecé a escribir era esa ambición. No quería una novelita concentrada y pulida (no tengo nada contra ellas, algunas son grandes obras), sino que, por esa idea inicial de mezclar ficción distópica y realidad, delirios paranoicos e historia reciente, en mi mente estaba la idea de una novela excesiva, expansiva. Efectivamente, la primera versión estaba cerca de las quinientas páginas. Eso tiene mucho que ver, no sólo con ese plan incial “expansivo”, sino con el placer de narrar. Una vez que encuentras unas voces y un tono que te gustan, que se ajustan a lo que buscabas, entonces es muy fácil dejarse llevar por esa música. Y, claro, luego toca releer con ojos de lector y darte cuenta de que tal vez has contado demasiadas cosas, de que el lector puede aburrirse, despistarse, de que la intensidad se pierde. Y entonces viene el trabajo de balanza y tijera, de intentar combinar lo expansivo con la intensidad. —ECP: Los que te conocemos un poquito y te seguimos fielmente por Facebook, podemos intuir (yo lo pienso, incluso) que tu novela ha supuesto para ti una gratificante (e imagino que, al mismo tiempo, desasosegante) vomitona de las de borrachera descomunal. ¿Qué tipo de resaca te ha dejado? —DSA: Creo que, ahora mismo, con todo el ajetreo laboral y de promoción de la novela, sigo todavía en la etapa de la ebriedad. Las últimas correcciones de la novela las hice en realidad en el verano de 2018, es decir, hace nada. La resaca vendrá más adelante. Imagino que será una sensación de vacío, inevitable cuando se ha escrito de esa manera un poco torrencial y ambiciosa. —ECP: ¿Tengo un problema grave, de sillón frente a un psiquiatra, si te confieso que no he podido evitar la identificación personal con los tres personajes centrales de tu novela? —DSA: Pues es un problema que compartimos, y creo que tiene mucho que ver con mi manera de entender la escritura en general y esta novela en particular. Yo no quería hacer una novela política en el sentido de “novela de tesis”. En la novela de tesis el autor tiene una idea muy clara de qué idea social o política quiere transmitir al lector, y crea la trama y los personajes en función de dicha “tesis” para ilustrarla o demostrarla, de manera que siempre hay personajes diseñados para “caer mal”. Yo, que casi siempre escribo para entenderme mejor, y para intentar entender algo mejor el mundo, no tengo ninguna tesis. Esta novela no ofrece respuestas, sino que se hace preguntas continuamente, como me ocurre a mí. Algo que une a los tres personajes es la perplejidad, el miedo y el continuo preguntarse quiénes son, cuál es su papel en un mundo que ha cambiado de forma brusca, inesperada y desconcertante. Cada uno, desde su propia posición y sus propias dudas y culpas, son portavoces de las mías y espero que de las de los lectores. —ECP: Lucha feroz y titánica entre Facebook y Factbook. O dos maneras diferentes de desnudar al EGO. Una red social existe y la otra “creo” que, de momento, no. ¿Por qué y para qué te la inventas? —DSA: La invento como reacción al funcionamiento de las redes sociales actuales, bien sea Facebook, Twitter o Instagram. Todas se basan en el efecto burbuja y en la satisfacción del ego y la vanidad a través del “like”. Y quería crear un reverso oscuro, de gente harta, donde no hubiera “likes”, donde no hubiera nombres, donde solo hubiera hechos. Porque, como vemos cada día más en nuestros políticos y periodistas, los hechos ya no importan para nada: solo el discurso y el relato que los tergiversa o enmascara. Creo que estaría muy bien poner los hechos por delante. Hacer un libro de hechos que sustituya al libro de caras, de máscaras. —ECP: Y ya que estamos con el EGO: ¿en pleno siglo XXI tienen cura algunos de sus múltiples síntomas? —DSA: Eso sí que no lo sé. Como he dicho antes, mi novela no ofrece soluciones, a no ser que se consideren como tales el ahorcamiento de los culpables de la crisis o la llegada del Gran Meteorito. ¡Jajajaja! —ECP: Cada página (todas, ni una sola página deja de hacerlo en Factbook) es una página que piensa. Y el lector, que subraya cada dos por tres (mental y físicamente —que nadie la lea sin un lápiz en la mano—) se sumerge, al mismo tiempo, en esos pensamientos de la novela y en los suyos propios, motivados por culpa de la novela. Y, claro, llega el terremoto del que salen hostias o puñetazos mentales. Y aquí me acuerdo de algunos excelentes escritores. Pero yo no los voy a nombrar. Hazlo tú (porfa). —DSA: Miguel Ángel Hernández definió esta novela como una mezcla de Don DeLillo, Manuel Vilas y Michel Houellebecq. Me gusta mucho esa definición. DeLillo es uno de mis escritores favoritos, por su ambición, su manera de hacerte pensar y disfrutar en cada párrafo, por no plegarse nunca a la narrativa más aburrida y convencional. De Manuel Vilas amo casi todo: el ritmo de su prosa, su capacidad para conectar con lo más emocional del lector sin caer en lo cursi (al contrario, desafiándolo también intelectualmente), su enorme capacidad para el exceso y el delirio gozoso; y, también, su forma contemporánea, genial, de contar España sin caer en los tópicos del realismo y el costumbrismo. Y de Houellebecq me ha gustado siempre, sobre todo en Las partículas elementales, esa ambición de poner al lector frente a los problemas humanos y sociales más inmediatos, más polémicos, con una sinceridad brutal y dolorosa. Yo añadiría a David Foster Wallace, porque me parece que es el escritor que mejor ha retratado el nihilismo de la sociedad occidental con una ambición literaria y ética inigualable. Y también a otros dos escritores españoles a los que me siento muy cercano estéticamente por muchas de las razones dadas anteriormente: Javier Moreno y Agustín Fernández Mallo. —ECP: Para mí, Factbook es una novela inclasificable. Se me quedan cortos o insuficientes o injustos los términos de novela política, realista, social, tragicómica, ficción especulativa, filosófica, satírica o posmoderna. Incluso el de “distópica”, que ya comentábamos al principio. ¿Dónde la ves tú como el doctor Frankenstein que la ha creado? —DSA: Yo la veo como una novela de ficción especulativa realista. Me gusta lo de “especulativa”, porque especular viene del latín speculum, espejo. Y se supone que el realismo, según la definición de Stendhal, nace como «un espejo al borde del camino». Al especular, lo que hacemos es pensar, reflexionar (reflejarnos, es el mismo juego que el del espejo), es decir, vernos desde fuera: objetivarnos, crear imagen exterior que podamos mirar y analizar, desdoblándonos. El problema del espejo realista, cuando ofrece una imagen previsible, típica, convencional (y ese es el realismo del que huyo) es que no te hace prestar atención, te da una imagen que ya tienes dentro, que estás esperando, y que, por eso mismo, no te hace reaccionar: miras de refilón y dices, “ah, vale, sí, eso es una calle”. Por eso he preferido aquí la ficción especulativa, que ofrece un reflejo extraño, que te hace fijarte más, pensar, profundizar, reaccionar. Y en ese proceso, en esa distancia, es cuando el reflejo es verdaderamente “realista” porque muestra las costuras de la realidad, lo que es, y lo que puede ser, al mismo tiempo. Ficción especulativa, ética y perpleja. Ese sería otro intento de definición, porque las cicatrices de este “monstruo” que he creado están llenas de intentos de entender qué hacer, o qué se ha hecho, en un mundo que se ha vuelto incomprensible. —ECP: Me gusta la ironía, el humor, las puyas, la mordacidad, el sarcasmo y los retintines en mitad de toda esa realidad asfixiante y opresiva que muestra constantemente la novela, porque me permite respirar entre las páginas. ¿Era necesario, verdad?
—DSA: Pues la verdad es que ese humor que dices no está usado de una forma estética consciente. Es decir, no iba dosificando, no pensaba “esto es demasiado fuerte, vamos a compensar ahora con humor”. Ese humor viene de la distancia con la que los personajes se miran a sí mismos, que es la que obtengo yo cuando miro el mundo al escribir, esa distancia permite el conocimiento, como he explicado antes, pero también hace surgir el humor. Casi todo el humor que hay es autoinfligido por los personajes hacia sí mismos, es una crítica que realizan hacia sus formas de ser o de estar en el mundo. —ECP: Dice Gustavo (qué gran personaje) en un momento de la novela (creo que al principio, en las primeras páginas): «No sé cómo puede vivir la gente sin ser culpable». Y pienso, con inocente sinceridad, que esa frase es el motor casi primigenio (y hasta inspirador) para que hayas escrito Factbook. El libro de los hechos. No hay pregunta. Pero tú contesta de todos modos. —DSA: Pues sí, la culpa es el gran motor del libro. Hay una doble culpa en la novela. Por un lado, está la idea, que se expande a través de los ahorcamientos y de la red social Factbook, de que sí hay culpables, con nombres y apellidos, en todos esos “sacrificios” que han venido con la “crisis” (yo prefiero llamarla “estafa financiera”). Los medios de comunicación, así como todas las ficciones comerciales que nos explican nuestra realidad han evitado esa cuestión: hablan de la crisis como de una borrasca, un fenómeno atmosférico impredecible y caprichoso, divino casi; y hablan de los recortes y pérdidas de derechos como “sacrificios inevitables”, como las consecuencias tras una tormenta, que hay que asumir sin buscar culpables. Pero cada una de esas leyes ha sido perfectamente pensada y firmada por gente con nombres y apellidos que sabían perfectamente lo que estaban haciendo, sus consecuencias, el daño que generan en la población, así como que hay otras soluciones. Esa idea de culpa como responsabilidad es muy importante en la novela. [...] Y luego está la otra culpa, la de los personajes, que es a la que hace referencia la cita que has mencionado, de Gustavo. Los personajes se sienten culpables por lo que han hecho, y por lo que no han hecho, en su vida. Esta es una culpa íntima, biográfica, ética, relacionada con lo social, pero también con lo familiar y lo sentimental. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GAIRÍN, RAMIRO GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO [La nueva subjetividad] GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [El borde cortante] SÁNCHEZ, GINÉS [Mujeres en la oscuridad] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Factbook] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [La cadena del frío] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Los que escuchan] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
Archivos
Marzo 2025
Categorías
Todo
|