Entrevista por ALEJANDRO HERMOSILLA SÁNCHEZ [Extraída del número 17, verano de 2007] El baile y la vida Referirnos a Sol Picó y su compañía de danza en un tiempo complejo, abrupto y por definir como es el actual, es, desde luego, un placer por muchos motivos. Ella ha sabido intuir los tensos procesos entre los que se mueve el hombre contemporáneo y ha construido unas excelentes piezas inclasificables gracias a un trabajo concienzudo, unas dosis inteligentísimas de ironía y clarividencia a la hora de rescatar los mejores hallazgos de la danza vanguardista. Por ello, aprovechando una nueva visita de la inquieta bailarina al Festival Mudanzas de Cartagena, no dudamos en acercarnos a ella para realizarle una entrevista con el fin de conocer sus impresiones subjetivas sobre su carrera y su personalidad que pudieran ayudarnos a profundizar, aunque sólo fuera un poco más, en el misterio que rodea su sobradamente interesante personalidad y la de las obras que ha creado, bailado y presentado en cientos de escenarios. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿De dónde nace tu afición a la danza? ¿Tienes algún recuerdo especial a este respecto? ¿Desde siempre quisiste bailar? —SOL PICÓ: Recuerdo que bailaba por el pasillo de casa de una punta a otra sin descanso. Mi madre me llevó a danza clásica y el primer día flipé. La barra de ballet no me cabía bien en la mano, era la más enanita. —ECP: ¿Qué te dejaron tus años de formación en el conservatorio Óscar Esplá de Alicante? ¿Cómo fue que poco a poco fuiste decantándote por la danza contemporánea y fuiste integrando en tus espectáculos la danza clásica pero siempre en un segundo plano? —SP: Fueron años de mucha disciplina y constancia sin perdón, no fui a ninguna fiesta de cumpleaños si coincidía entre semana, todos los días a ballet, ¡estaba abducida! Cuando termino la carrera, eran 6 años entonces, empecé a encontrarme con el contemporáneo y me fascinó, pero los años de clásico ya habían dejado huella. —ECP: ¿Cuáles crees que fueron las máximas influencias artísticas que recibiste por aquella época? —SP: El encuentro con Los Rinos. —ECP: ¿De dónde crees que nace en ti el afán por experimentar constantemente? —SP: Todavía no me lo explico, nace y me dejo llevar. —ECP: ¿Cómo fue y de qué manera decidiste formar tu compañía? ¿Cómo te aventuraste y qué riesgos tomaste a la hora de montar y presentar tus primeras obras Pevequi, Peve, Espectacular Dance Poemato o Spitibrides? —SP: Monté compañía por la necesidad pura y dura de mostrar, explicar, exhibir… No es un acto que hice consciente y premeditado, las piezas fueron surgiendo, conocía a alguien, me inspiraba y nos poníamos manos a la obra, casi sin pensar. —ECP: ¿Con cuál de todas tus obras de los años 90 (Del planeta basura, Esto no es danza, Love is fastic) te sientes más identificada y con cuál crees que desarrollaste el trabajo definitivo para clarificar e impulsar tu propio estilo? —SP: Cada una de ellas tiene un significado especial porque corresponde a un momento concreto. El estilo nunca deja de definirse… —ECP: ¿Te esperabas el éxito de Bésame el cactus o de Paella mixta? —SP: Lo del “cactus” fue un auténtico subidón. —ECP: De tus colaboraciones con determinados artistas y compañías como La Danaus, Carme Portacelli, Joan Pueyo o La Fura dels Baus, ¿cuál ha sido la que más satisfecha te ha dejado? ¿Cómo fue trabajar con los nombres antes citados y que te aportaron como experiencia? —SP: Cada uno de ellos me aportaron su sabiduría y su forma de hacer y de cada uno de ellos aprendí mucho, pero es con el director de la Danaus, Kike Blanco, con quien seguí por más tiempo la colaboración. Acabamos codirigiendo Amor Diesel, un espectáculo para 6 intérpretes y 3 excavadoras. —ECP: ¿Hasta qué punto no es importante en tus obras, referentes artísticos y coreografías, los movimientos pictóricos vanguardistas, el teatro de lo absurdo, el dadaísmo? ¿No crees que tu obra es una continuación lógica de un cierto tipo de teatro vanguardista, pero, en este caso, desarrollado a través de la danza o que incluso pone en representación ciertas ideas apuntadas en la pintura contemporánea? —SP: Cuesta demasiado analizarse uno mismo… Me encantaría acercarme a la representación de la pintura contemporánea, ¡ojalá! —ECP: Otra influencia que creo que se puede detectar en tu obra es el referente kitsch que está muy presente en la misma. El juego con determinados referentes absurdos o procedentes de la cultura pop, la cultura basura o el cómic que tamizas muy inteligentemente con elementos de nuestra tradición judeocristiana o mediterránea. ¿Estás de acuerdo? ¿Me podrías explicar esto? —SP: La influencia kitsch está muy presente porque es una mezcla de mundos entre los que me muevo, mis raíces, Alcoy, su gente, su cultura y todo lo que vivo desde que salgo de allí. Crean un cóctel curioso que me produce esas ganas de inventar micromundos donde todo esto pueda convivir. —ECP: Háblame de cómo surgió la idea de representar y montar La prima de Chita cuya representación me encantó. —SP: Fue una petición por parte del Festival Grec y me sedujo la idea de hacer un espectáculo en un lugar tan difícil como el teatro Grec, me lo tomé como un reto. La idea de buscar un mundo mejor hacía tiempo que me rondaba por la cabeza. Fue un parto complicado. —ECP: ¿Qué obras de danza has visto últimamente que hayan llamado tu atención y por qué? ¿Cuáles son las compañías de danza españolas de las que te sientes afín? ¿Y las extranjeras? —SP: Hace unos meses vi en Montpellier un espectáculo de Jerome Bel que me llamó mucho la atención porque era el gran reflejo de las corrientes que hay hoy día en Europa de las que me siento muy lejos y no sé si es bueno o malo. Me siento afín por una cuestión vital con muchos creadores del estado español y menos con los extranjeros. —ECP: ¿Cuáles son los bailarines fetiches de tu compañía y por qué? ¿Qué te decide a la hora de elegir un bailarín u otro para participar en tu compañía o representar un determinado tipo de papel? —SP: Más que bailarinas tengo una prima fetiche que no vive en Barcelona y siempre acude a los estrenos o los grandes eventos. ¡Cuando no venga temblaré! Mi querida Anita. […] Los bailarines me inspiran las obras, siempre que los observo bailar se me cae la baba. La actitud frente a la danza es lo que más me pone, es una forma de vida. —ECP: De todos los países en los que has estado, ¿cuál es en el que te has sentido más acogida o más te ha interesado y cuál es el que sientes que está más preparado para acoger y respetar tu idea de la danza? —SP: Francia es el que está más preparado y tiene una gran afición, pero en Alemania y Buenos Aires es donde me he sentido mejor. —ECP: Por cierto, ya que El coloquio de los perros es una revista con una vocación principalmente literaria, ¿me podrías citar cuál es el libro que más te ha gustado desde siempre o el que lees actualmente? ¿Alguna película? —SP: Me apasiona leer y es muy difícil escoger uno entre tantos. Todo lo que ha escrito Gabriel García Márquez me emociona… Una peli… Me marcó All that jazz. —ECP: ¿Discos u obras musicales? ¿Te sientes afín a las propuestas del techno o la singularidad escénica de músicos como Pet Shop Boys? Te cito este grupo por su atracción sin complejos hacia el kitsch y porque durante momentos de la representación de La prima de Chita me imaginaba la misma musicada con temas de su disco Very. —SP: Con la música, igual me coloca un Bambino, Pet Shop Boys o una espectacular Mina. —ECP: ¿En qué punto crees que está tu carrera en el momento actual? —SP: En un punto zen. —ECP: Por último, supongo que es una pregunta difícil o un poco compleja, pero ¿me podrías decir qué es para ti la danza, qué es lo que representa, en qué medida es la danza importante para el ser humano, cuál crees que es su función tanto simbólica como social? —SP: Para mí la danza es una opción de vida. De momento, sin ella estoy perdida. Si se bailara más, se follara más y se riera más, el mundo sería más interesante. ¡Hay que moverse más!
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LA EXPERIENCIA PASAJERA Entrevista realizada por ALEJANDRO HERMOSILLA SÁNCHEZ Tenía bastante interés en entrevistar a Sergio Chejfec pues desde Lenta biografía (1990) hasta Modo linterna (2014), el escritor argentino ha construido y dado forma a una escritura sinuosa y sutil, leve y aguda, que se desplaza ante los ojos del lector como una misteriosa serpiente. Tanto, que destacar una obra en una estética tan profusa y llena de recovecos parece inútil. De hecho, se diría que el lector puede introducirse por cualquiera de los espacios vacíos que su literatura nos presenta, perdiéndose en unos textos libres, transitorios, repletos de evanescentes pasajes que fluyen a la par que los pensamientos de sus descentrados personajes. Resulta difícil distinguir en qué medida y hasta qué punto el autor de los libros se encuentra concernido por ellos, pero confío que esta entrevista ayude a despejar algunas dudas al respecto o abra nuevas interrogantes. Algo, esto último, que en el caso de una literatura como la de Chefjec más que deseable, se antoja necesario puesto que es un escritor que se regocija en las dudas, cuestiones y paradojas y no tanto en las respuestas a las preguntas. Razón por lo que ha sido tan interesante realizarle esta entrevista que dejo a continuación, en la que se muestra tan lúcido y agudo como los textos que crea. —ECP: Nos llama mucho la atención saber el momento en que caíste atrapado por la literatura. Los momentos de niño o joven en que pensaste o intuiste que te dedicarías a escribir y si hubo algún libro o alguna persona definitiva en este proceso. —SERGIO CHEJFEC: De chico no, pero sí de joven la literatura me atrajo como algo para lo que no estaba preparado. No lo sabía de un modo firme, pero la literatura me permitía alejarme de lo que suponía que debía ser, y sobre todo era una forma de optar por la falta de acción positiva. Para mí fue desde el principio una negatividad. Nunca me interesaron los resultados, siempre me sentí más cómodo en situaciones de espera, de dilaciones, de irresolución. Si en algún momento elegí la literatura fue porque era algo que me ofrecía precisamente eso: una situación no conclusiva permanente. —ECP: Asimismo, nos interesaría saber cómo viviste los tiempos de la dictadura de Videla. ¿Qué estabas haciendo exactamente en esos momentos y tu manera de exteriorizar e interiorizar ese horror? —SCH: Para mí fueron años completamente anómicos. No me decidía a hacer nada, de hecho hacía muy poco fuera de trabajar de un modo mecánico y ver a amigos con quienes tenía una relación muy estrecha, de afecto irrestricto. Éramos amigos desde el fin de la infancia y la dictadura nos encontraba como desamparados, fuera de todo lugar social e inserción. Éramos un poco políticos, medio filosóficos, sobre todo bohemios. Buenos para nada. Billar, ajedrez, deriva intelectual. Ejercíamos también una nostalgia medio exótica, pienso ahora, porque carecíamos de época dorada. Éramos muy callejeros, por eso nos arrestaban con frecuencia. Tengo la impresión de que para muchos la dictadura tuvo ese efecto intangible y desestabilizante. De consecuencias menos cruentas, naturalmente, que en muchos otros casos, pero también efectivas. —ECP: Se destaca siempre la dificultad de encontrar referentes e influencias a una estética tan medulosa y hermética como la tuya. En realidad, este hecho nos parece positivo pues revela cierta sorpresa y aprecio de una obra que, en principio, no se sabe bien cómo clasificar. ¿Qué opinas a este respecto? —SCH: ¿Qué opino de las influencias o de las dificultades para encontrarlas? Supongo que las influencias no operan en todos los casos del mismo modo, e incluso no siempre para un mismo autor significan lo mismo. La idea de influencia es un tanto determinista. El autor no es completamente pasivo a ellas, porque de hecho siempre dice “esto sí”, “esto no”. De un mismo escritor que aprecie extrae unas cosas y no otras. O sea, la cosa es más dinámica. Uno puede decir, de hecho, que las influencias funcionan también hacia atrás, es la tesis que Borges desarrolla en ‘Kafka y sus precursores’. Y extendiendo un poco el argumento, la influencia es visible cuando ya no opera como tal. —ECP: Leímos un ensayo tuyo sobre Joaquín Gianuzzi que además de parecernos riguroso y exacto, nos llamó mucho la atención en cuanto a que mucho de lo que sugerías sobre el poeta argentino, o al menos bastantes de sus características, se podían transferir a tu propia obra. —SCH: Joaquín Giannuzzi es una especie de héroe cultural. Un héroe no subrayado, tampoco demasiado heroico. Un héroe de la voz baja, o hasta monocorde. Lo veo como ejemplo de la extraña combinación que se produce en el siglo XX argentino dentro de los sectores medios. Escritores e intelectuales que se hacen a sí mismos sin gran ayuda formativa, pero que se desarrollan en un tejido increíblemente fértil. Una de las claves más notorias de buena parte de la literatura argentina es la autorreferencialidad: el escritor no solamente escribe, también siente que debe explicar por qué y desde dónde lo hace. Se produce entonces un juego de sujetos solidarios con el autor, que a veces se mueven como sucedáneos y otras como sosías. El caso de Giannuzzi es muy particular porque, como poeta conceptual tendía a la síntesis y evitaba la expansión. Era también muy pudoroso —pero no le molestaba, al contrario, ser por momentos bastante prosaico—; era pudoroso porque no tenía veta confesional. Me sentí identificado con esa figura que en silencio y durante décadas había labrado su propio perfil sin otra herramienta que sus versos. Hay poetas de quienes puede decirse que su poesía es una máquina, o un artefacto. De Giannuzzi no puede decirse eso, porque la suya es sobre todo un carácter. Eso hace, paradójicamente teniendo en cuenta todo lo que tiene de bueno, que de algún modo esté condenado a un segundo plano, en el sentido de no ser protagonista. Lo cual no me parece negativo. —ECP: En cualquier caso, quisiéramos saber qué es lo que te dicen y representan para ti, dentro de la literatura de tu país de origen, los siguientes nombres: Héctor Murena, José Bianco, Leopoldo Marechal, Juan José Saer, César Aira, Beatriz Sarlo. —SCH: En diferentes aspectos, todos maestros. —ECP: ¿En qué medida Lenta biografía (1990) pudo significar para ti una catarsis? ¿Qué había de natural, verdadero y prefabricado en esta obra? ¿Te puso en paz con tu origen, significó una exploración del mismo? A mí me recuerda —por el ascendente judío-- a Las genealogías de Margo Glantz y me parece un libro emocionante y sencillo. —SCH: Había sin duda un componente catártico. Meses después de publicado murió mi padre. El libro está dedicado a él en la medida en que es la figura que lo motiva, su pasado. Cuando iba a visitarlo siempre tenía el libro a su lado. Pero nunca supe si lo leyó. No leía con facilidad. Por otra parte, yo era consciente de que, como texto, estaba más allá de su capacidad de comprensión. Mi padre no era un lector entrenado, apenas leía los diarios (que muchas veces se los hacía leer). La novela se basa en la imposibilidad del autor de contar la vida propia si no conoce la del padre. Digamos que yo, como mis hermanos, no pudimos conocer su historia porque se negaba a contarla. Luego yo escribí una novela sobre él, pero escrita de un modo para él inaccesible. No fue revancha, tampoco algo deliberado. Me parece razonable que haya ocurrido así, porque su silencio me enseñó. Él me legó algo ilegible, y de algún modo se lo devolví. En plano más de la novela, a los elementos de mi experiencia y mi visión de los hechos se sumaba una cuestión, digamos, estética. La idea presente ya desde entonces que la narración debe escenificar su propia artificiosidad, como una manera de proponer un realismo propio de la literatura. Desde entonces me gustaron los personajes que tienen algo de fabricados, son menos reales pero con mayor capacidad de irradiación metafórica. —ECP: ¿Se podría decir que en algunos libros como en El llamado de la especie (1997) o Cinco (1996) cultivas una especie de realismo mágico racional o al menos muy sui géneris. Más allá de las categorías y definiciones que en ocasiones confunden y no dejan centrarse en la escritura quisiéramos saber cómo cristalizaron aquellas metáforas portuarias de niños raídos y mujeres de provincias y milagrosas allí. ¿No pudo influir la naturaleza, el caos venezolano en la hechura de estos libros? Lo decimos porque, ahondando en la definición que antes dimos, hay una especie de racionalidad extrema a través de la que conduces estas narraciones que choca y se contrapone con el caos mágico que describes allí. —SCH: Esos dos relatos son como de transición, me parece. Había terminado Los planetas y encontraba muchas dificultades para que se publicara. El título Cinco viene en parte del hecho de ser el quinto, la quinta narración. Esa cosa medio surrealista o mágica es para mí la ficción. Me suena difícil pensar en un personaje con atributos “reales” que sea una figura de ficción. Y los hechos, por otro lado, al ser medio mágicos o descabellados deben así hablar más claramente de aquello que de otro modo sería obedientemente legible. La experiencia de Venezuela fue para mí valiosísima, fundamental. Diría que no sé cómo habría seguido escribiendo si no hubiera vivido en Venezuela. De Argentina me fui con dos libros terminados. El resto hasta Los incompletos lo escribí en Caracas. —ECP: ¿Cuáles fueron las razones que te condujeron a Venezuela, por cierto? —SCH: De un día para otro me propusieron trabajar en una revista de artículos y ensayos. Debía decidirme pronto y viajar en una semana. No lo dudé, en buena medida porque pese a mi deseo de vivir fuera de mi país, sabía que por iniciativa propia nunca lo haría. Pensé que sería una experiencia de vida en el extranjero por dos o tres años. Pero se extendió y no me arrepiento. —ECP: ¿En qué medida en Los planetas (1999) la extrema normalidad, el fluir cadencioso de los trenes y los pensamientos de los protagonistas podía contribuir a que tomáramos mayor conciencia del horror de la historia de desaparecidos que se nos narra al fondo? ¿Fue otra forma de ponerte en paz con tu pasado pero en este caso no el de tus padres sino el tuyo propio? —SCH: Quería describir los avatares y rasgos de un mártir no heroico. Creo que el martirologio que se describe allí, un martirologio particular, es cierto, muy vaciado de rasgos, hace justicia con una zona más ominosa de la cuestión de los desaparecidos. Aunque hayan sido ejecuciones o asesinatos por parte del Estado, no por eso dejan de ser eso, muertes. Definitivas y, en muchos de estos casos, casuales; asociadas a una serie de hechos entre deliberados y azarosos. Quiero decir, la literatura a veces presenta la muerte como una construcción. Para mí era más importante presentarla como una condición —de la que el Estado hizo un uso horroroso—. —ECP: ¿Crees que son la digresión y la descripción las bazas de tu estética y cómo esto afecta al estatuto de las narraciones? Por ejemplo, en Boca de lobo (2000) cuando describes a los obreros tiene uno la sensación de que lo estás haciendo con moscas. Es decir, se siente su enajenación, también sus problemas, pero lo haces de tal forma que se los siente moverse, fluir y finalmente consigues por momentos disolver el tiempo. No sé qué piensas. —SCH: Mientras escribía Boca de lobo tenía una especie de idea caprichosa, medio como una teoría portátil: el mundo se divide en dos: el mundo escrito y el mundo no escrito (no el mundo no descripto, sino el de los objetos; el mundo de las palabras y el mundo de las cosas materiales). Y pensaba que entre ambos mundos se plantea una lucha permanente, un mundo y otro tratan de cancelar al otro. Creo que de a ratos digo algo por el estilo. El mundo escrito, el de los libros bajo cualquiera de sus formas, se opone al mundo de lo cierto, y también al revés. Los obreros, como clase, vendrían a estar en el medio. Porque como el género de individuos más asociado a la producción material, es también el género de individuos que ha recibido más voces prestadas por escrito. En cuanto a la digresión y la descripción, encuentro que me siento más a gusto con ese tipo de registros o estrategias, o situaciones, no sé cómo llamarlas. Para mí es una cuestión también de imaginación. No creo que la imaginación deba vincularse solamente con la fantasía relacionada con acciones, peripecias y protagonistas. Me gusta crear pequeñas fantasías conceptuales, medio ensayísticas, como una manera de darle otra vida al relato. —ECP: Quería comentarte también que pienso que eres un excelente poeta. Tu libro Tres poemas y una merced (2002) me parece estupendo. De hecho, tu estilo de escritura tan reflexivo me parece que se presta perfectamente al género poético y que por momentos incluso allí resalta más. Los versos finales de ‘Botín de guerra’ me parecen fascinantes y no me resisto a dejar de citarlos porque en parte me parecen un resumen de tu forma de encarar la escritura: «Uno tiene las historias que puede / las que le han tocado / de las que no se queja / y debe con esas historias / poner nombres endilgar argumentos / ver el modo de decir lo suyo / diciendo lo mismo nombrando aquello / que la realidad señala / y deja en blanco». Me pregunto, por otro lado, por qué la mención a varios próceres y figuras insignes americanas en este libro. —SCH: El libro lo realicé como homenaje a cuatro ensayos que admiro y admiré en su momento. Pertenecen a María Moreno, Antonio José Ponte, Joseph Brodsky y Edgar Bayley. El de Bayley es más bien una muy breve prosa poética, pero con entonación ensayística. El subtítulo fue “Cuatro poemas desplazados” porque me interesaba dejar en claro que había una labor de deslizamiento, en este caso que eran poemas derivados de prosas más o menos argumentativas, en algunos casos con fuertes definiciones políticas o históricas. Lo que hice fue pensar en versiones poemáticas de esos ensayos, y para ello me interesé en los líneas que desarrollaban (episodios de Martí y el uso de Martí, la hija de Rodolfo Walsh, momentos de la vida de Brodsky, la idea de merced y de gracia). En el caso de Bayley, organicé en versos su pieza en prosa sin cambiar el texto. En los otros casos, indagué un poco en los hechos que describen y en otras fuentes o miradas, y recogí los ensayos de ellos, ampliando, discutiendo o replicando sus hipótesis. O sea, fue como un ejercicio de lectura, pero volcado en formato poético. Y para ello tuve que robarles la voz y propinarles la mía. Como un ejercicio de apropiación y asignación a la vez. —ECP: En Mis dos mundos (2008), el narrador se encontraba hastiado de caminar. Esto en cierto modo me remite a tu origen judío y a varios mitos y epopeyas como la del judío errante o la eterna migración y, en ocasiones, exilio en busca de la tierra prometida. ¿No podría ser por tanto una forma de conectar a la vez que revelar cierto hastío con un origen familiar que de alguna manera —aunque sea soterrada-- te condiciona? Sabemos que muchas veces las anécdotas y circunstancias de los libros nacen de forma inconsciente, que no existe previa reflexión sobre las mismas. Pero nos gustaría saber qué piensas a este respecto. ¿Crees que es pertinente esta lectura? —SCH: No estoy seguro. Creo que el cansancio de caminar alude al ostracismo del caminante como figura central de la modernidad. Ahora quedan solamente los tics de aquel apogeo. Me refiero al momento cuando el flaneur, o antes el caminante rousseauniano en la naturaleza, modelaron la percepción y sobre todo una sensibilidad cultural frente a lo urbano y lo natural. El caminar como trance de convergencia entre individuo y entorno. Prácticamente todas las idealizaciones del caminar que encuentro en la literatura actual sufren de atraso y parecen celebrar una fiesta terminada y se aferran a una idea de ciudad ya inexistente. La fiesta Benjamin. Casi todas son ecos acríticos del antiguo entusiasmo. El narrador de esta novela no puede hacer otra cosa que caminar, y si bien no llega a hacerlo como un autómata, envidia de éstos la despreocupación. En cuanto a lo judío, creo que la conexión no está dada tanto por la tendencia al desplazamiento sino por algo más básico y que se omite muchas veces. La diáspora, el exilio de la tierra prometida, no habla solamente de una errancia permanente por el mundo, sino que éste, el mundo, se define por su condición genérica. Quiero decir, del exilio de la tierra prometida se desprende que da lo mismo estar en cualquier lugar; porque todo lugar es foráneo. —ECP: A raíz de Baroni: un viaje (2007) y Mis dos mundos se ha tendido a compararte con Sebald y ciertos narradores centroeuropeos como Peter Handke. En parte, esto se debe a que tú mismo has realizado algún artículo sobre el creador de Austerlitz. Y sin embargo yo entronco esos dos textos —sobre todo, el primero-- con las tradiciones judía y argentina, como te comenté anteriormente. Salvando las distancias, aquellos recorridos hacia aparentemente ninguna parte de los personajes de Arlt, esas palabras lanzadas hacia el aire y que parecían volar como esferas de los personajes de Marechal y cierta idiosincrasia latinoamericana de estar en el mundo a la que se ha referido también mucho Roberto Bolaño. Aunque hay que reconocer que también está presente ese primer influjo citado al principio. ¿Cómo entiendes esta cuestión y las vivencias interiormente? —SCH: Varios libros de uno y otro me resultan admirables. Algo ambivalente me ocurre con Austerlitz: proviene de una inteligencia brillante y de una gran sensibilidad cultural, pero se organiza como un tributo a la novela realista tradicional, con sus desarrollos épico formativos, sus esquemas de personajes auxiliares y secundarios, etc. Prefiero las obras de Sebald más indecidibles, como Vértigo y Los emigrantes. Que Sebald haya muerto después de Austerlitz es una mala jugada de la literatura, porque queda como postrera su obra más arcaizante. En cuanto a Handke, le perdí un poco el rastro. Sin embargo varias de sus novelas fueron para mí fuente de inspiración (dicho así suena cursi, pero es sincero). De hecho, El aire recoge uno de sus motivos de Carta breve para un largo adiós. El dúo Handke-Wenders fueron para mí decisivos en determinado momento. Y La repetición es una novela ejemplar. Tengo la impresión de que Handke es un autor que cambia la idea de conmoción literaria: la conmoción que puede provocar una obra. No lo hace de la nada, claro, pero con él se fragua una sensibilidad que hace de la distancia una condición para la identificación con el objeto. Respecto de Arlt, Marechal, Bolaño y muchos otros, todos, y me incluyo por supuesto, cortados prácticamente por la misma tijera. —ECP: ¿Cómo nacieron los personajes de La experiencia dramática (2013), cuál fue la primera visión que tuviste de ellos y cuándo intuiste a la obra en su conjunto? —SCH: Tengo una amiga con quien nos conocimos para practicar idiomas. Una vez por semana, 45 minutos en castellano y 45 minutos en inglés. Así, con esa intención se fue creando una relación muy particular. Diría que la utilidad práctica fue dando lugar al afecto y a la comprensión mutua. Pero siempre hubo un mandato, digamos, contractual: el diálogo cronometrado, 90 minutos en total, a partes iguales. Creo que eso fue el germen. Encuentros en los que uno debía actuar de sí mismo, en una lengua que no le pertenece. Esforzarse por ser comunicativo, tanto como emisor cuanto como receptor. Y varios etcéteras. —ECP: Hay cierto dramatismo lógico, casi matemático y abstracto en tus obras que en La experiencia dramática llega a su cénit. En cierto modo, esto también sucedía con Borges, en cuyas historias por más emocionante que fuera lo que nos estaba narrando, siempre reverberaba esa lógica numérica antes mencionada. ¿Te ves reflejado en lo que indicamos? —SCH: A lo mejor da esa impresión porque la novela es por momentos un poco cerebral; por la deliberación del narrador pasa todo, y todo lo analiza y elabora. Pero creo que Borges era cerebral en otro sentido. En su caso sí mucho más lógico. —ECP: Un espectador que observa no toma decisiones y evita juicios. Así defines en un momento determinado a Félix. ¿No sería esta de algún modo la manera ideal de adentrarnos en una obra de arte, en la realidad o en tus novelas? ¿Evitando la subjetividad y objetivizando nuestros sentimientos? —SCH: La verdad es que no me arriesgo a decir cómo deberíamos contemplar el arte o cualquier otra cosa. A veces quisiera que mis relatos fueran leídos como cuadros o instalaciones; quiero decir, que perdure en el recuerdo de quien lo lea un tiempo elastizado, sin comienzo ni final discernible, en el que se desarrollan distintas situaciones de una misma escena. —ECP: ¿Qué diferencias encuentras entre La experiencia dramática y otras de tus obras? ¿Piensas que esa diferencia es trascendente o que en el fondo se solapa pues estás escribiendo de alguna forma una obra continua que no finaliza nunca y sus constantes se infiltran en cada uno de sus pasajes que son tus novelas? Pienso, por ejemplo, que podríamos intercambiar pasajes de El aire (1992) en este último libro y viceversa y prácticamente no lo notaríamos. Algo en absoluto negativo sino bastante sugestivo. —SCH: Yo creo que con el tiempo uno va canibalizando su propia obra. A veces reitera motivos, o toma atajos, o tiene unas premisas ya naturalizadas y que le resultan invisibles. Eso es un riesgo y un desafío. No muchos logran zafar. Tiene también un costado melancólico, porque con cada nuevo libro nos alejamos del comienzo (creo que el comienzo es el momento de máxima felicidad de un escritor), nos adentramos más en nuestra propia lengua. Es curioso que ocurra de ese modo, porque se supone que cada nuevo libro es un vínculo hacia el futuro y lo que vendrá, y sin embargo es algo que nos ata aún más a nuestro pasado como escritores. —ECP: ¿Crees que es posible extraer algún significado de La experiencia dramática? ¿Te interesa?
—SCH: Es difícil hablar en términos de significado. Sería como buscarle cinco patas al gato. Pero entiendo la pregunta, porque es verdad que la novela, o en general mis libros, plantean la cuestión del sentido o significado de un modo bastante presente. Es el narrador en primer lugar quien se pregunta por el significado de lo que dice. En ese sentido, asume una prerrogativa del lector. —ECP: ¿Aspiras a algo con tu literatura o el mero hecho de que esta misma se forje, exista, ya es la más grande satisfacción? —SCH: No creo que pueda aspirar a mucho. Me gusta escribir y ser escritor. Es una forma de impunidad a mi medida. Pero a la vez no siento que tenga un mandato o una necesidad trascendental. Supongo que podría dejar de escribir en cualquier momento, pero no tengo deseos de hacerlo. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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