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EL COLOQUIO DE LOS PERROS

ENTREVISTAS

PERSISTIENDO

MIGUEL DE JUAN

17/12/2024

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Por Roberto Alba
Miguel de Juan (Plasencia, 1975) es un autor novel, que no nuevo, cuyas pretensiones siempre fueron secretas y personales. Tras foguearse durante años en las arenas movedizas de las redes sociales, dio vida a su blog “Ausencia de Héroe” en 2012 como tú, yo o tantas otras personas; la diferencia es que el lugar al que se llega aún sigue siendo terreno fértil, aun acogiéndose al regadío por goteo en cuanto a actualizaciones se refiere. Esa tenacidad tenue nos da una idea del carácter contradictoriamente romántico del autor. Tras obtener de todo ello cierta repercusión y algún que otro certamen, Miguel, se lanza a la página impresa con un delicioso volumen misceláneo, ligero y amarillo. “Hoy el cielo es muy azul, pero no se lo digas a nadie” se publica en el proyecto editorial Farraguas y recopila textos escritos entre 2012 y 2022. Sortean a las piezas literarias sobrios dibujos y collages en blanco y negro que se incrustan sin estridencias en las páginas como parte del discurso casual que sigue al leitmotiv del sello; este no es otro que la definición de la palabra que lo nombra: “desaliñado… de ideas confusas y desordenadas”; o, en su vertiente lusa (que suena mejor) “desasistido de criança, negligenciada, mais dá ternura”. La literatura de Miguel de Juan me llama la atención por su ausencia total de pose, no ya intelectual o literaria, sino de ningún tipo, su naturalismo urbano trufado de referencias que comparto en gran medida y el difícil equilibrio que consigue a la hora de conjugar lo vulnerable en lo temático con la crudeza en su expresión. Piezas poéticas llenas de vida y verdad que apuestan al despiste genérico y a la inmediatez lectora. Nos reunimos con Miguel en una cálida tarde madrileña secuestrándole más tiempo de la cuenta de sus quehaceres familiares. Nos comenta que ni siquiera ha presentado su libro, a ver si con esta entrevista se anima. Seamos sutiles e invitémosle a una cerveza.

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EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo nos tomamos la cuestión genérica en este libro? Como ya sabes, para mí se trata claramente de un poemario, pero, aunque no importe mucho, nos debemos al hipotético lector y habrá que avisarle: ¿es este un libro de poesía o se equivoca el entrevistador para variar? 
 
MIGUEL DE JUAN: Jaja, no, no te equivocas en absoluto. Aunque lo primero que deberíamos preguntarnos es qué es la poesía, y eso nos daría para un par de ensayos por lo menos. Creo que Hoy el cielo es azul pero no se lo digas a nadie es un poemario en toda regla, al menos es lo que he intentado. Por ejemplo, hay relatos cortos que empezaron siendo poemas y viceversa. Es decir, todo es poesía, independientemente de la forma que tengan. Fue uno de los procesos más difíciles y también más bonitos: “convertir” esos pequeños relatos en versos, hasta conseguir que encajaran en el conjunto y conseguir también una prosa poética vertebrada, o al menos una poesía en prosa con sentido propio y distinto para cada lector. En todo caso, creo que debemos entender la poesía como una intención de expresar y de comunicarse con el que está al otro lado. He perseguido que el libro tenga estructura y una coherencia narrativa, estilística y diría que casi espiritual; que transmita al lector sensaciones y emociones intensas y diferentes, independientemente de la estructura formal, a la cual sí que doy una gran importancia; en algunos poemas la forma es más importante que el fondo. Es un poco como las canciones de Nirvana que gritábamos cuando éramos más jóvenes: hacíamos pogos, bailábamos, reíamos, sudábamos, nos llegaban al alma, sin quizá ni siquiera saber lo que decían las canciones de Cobain. A lo que voy es que muchas veces la cadencia, la tesitura, la forma, la sonoridad, el ritmo y la emoción pueden disociarse del propio contenido o significado de los textos. Pero también tiene que haber punch, un golpe a los higadillos, un lenguaje directo y contundente. Una mezcla de todo lo anterior, ese es fondo y la forma.  Sí, creo que definitivamente de eso va la poesía.
 
ECP: ¿Cuál es su génesis? Se nota la urgencia de las redes sociales ya vintage en los que el texto era casi todo (blogs, fac…ook, tu..blr (paso mil de mencionarlas), ¿me equivoco? ¿De dónde viene luego la idea de trazar un sutil hilo invisible que dé a los retazos esa entidad tan propia? ¿Qué método has seguido, más allá de la intuición, en el ganchillo que uniforme el patchwork? Me interesa mucho tu proceso de edición o montaje ya que su coherencia y la continuidad del libro me parecen muy logradas.
 
MdJ: El blog comenzó como una forma de reunir todo lo que estaba escribiendo, motivado en cierto modo por algunos cursos de escritura que realicé por aquel entonces, y en cierto modo también como una forma de exponerme y obligarme, de alguna forma a tener una continuidad y el mínimo de calidad exigible, de ahí como dices de la importancia de las redes sociales, de donde sí que obtenía una respuesta de los lectores, en forma de likes, comentarios, etc.,  y eso me gustaba, pero no lo llamaría exactamente urgencia. Más bien diría que el hecho de publicar en redes sociales de manera más o menos inmediata se debió a una especie de incontinencia creativa; a veces las ideas surgen y tienen que salir de inmediato, aunque luego se pulan, se corrijan y se mejoren, pero sentía la necesidad de que ese chispazo no se  perdiera en el intento o en el cosmos. Por cierto, uno de los textos que finalmente se quedó fuera de la selección se llama Urgencias y turgencias, que me parece un título bastante bueno y en cierto modo relacionado con lo que digo.  En cuanto a tejer la estructura, una de las cosas que me obsesionaron desde que empezó el proceso de edición fue que el lector observara y sintiera que había coherencia, y al principio me resultó complicado. ¡Hay que tener en cuenta que hay textos desde el año 2010 hasta el 2023, casi nada! Dicen que en ese tiempo, unos 13 años, los seres humanos hemos cambiado hasta dos veces todas las células de nuestro cuerpo, así que imagínate lo que puede haber cambiado el estilo, aunque espero que no la esencia. La esencia, eso es lo que más me importa. Entonces ahí, en ese periodo largo de tiempo, hay cambios de estilo, textos más largos, más cortos, inquietudes y preocupaciones diferentes, etc. Al margen de la intuición, el montaje fue largo y algo discontinuo, con muchas, muchas selecciones de textos. Al ser un proceso tan dilatado en el tiempo, seguía escribiendo mientras tanto, por lo que siempre había más y más de dónde escoger y también, paralelamente, iba madurando, cambiando (y creo que perfeccionando) mi proceso y estilo de escritura, por lo que realmente estoy muy contento y me alegro mucho de que observes esa coherencia y continuidad que tanto me costó, y que, como te digo, me obsesionó desde el principio. 
 
ECP: Dice Vila-Matas, en una entrevista precisamente, que la manida pregunta de qué es y qué no autobiográfico en un libro tiene, para mal, más sentido hoy que nunca. Yo creo, como él, que la llamada autoficción es una etiqueta tonta o perezosa que solo tiene la razón de ser de la manía de etiquetarlo todo; no obstante, ¿dirías que tu libro está tan plagado de la realidad que te rodea que puede merecer ese sello (en plan bien claro)? ¿Cómo te planteas la relación   entre ficción y verdad?
 
MdJ: Ahí has tocado algo muy importante para mí. Tengo claro que en todos los géneros literarios, las experiencias vitales y autobiográficas son muy importantes, más aún en el género más íntimo de todos, la poesía. Así que, ¿cómo no va a tener componente autobiográfico mi obra? En mi opinión la poesía, en cuanto a su condición de verdad, ha de ser, al menos en su parte nuclear, confesional. Claro que tiene un componente autobiográfico innegable, aunque algunos autores se empeñen en negarlo, o en llamarlo autoficción, como dices. Cómo lo disfraces luego es otra cosa, y ahí es donde entra el talento de cada cual. Dejando claro esto, también es cierto que muchas veces ese sentimiento o experiencia que sí es claramente autobiográfica puede que haya sido solamente una punzada que duró un instante y que luego se convirtió en poema pasado por los tamices de otras experiencias o simplemente del tiempo.  Y luego, ese sentimientos de uno pasan a ser del otro una vez que pasan a la pantalla del ordenador y se alejan más y más a medida que los textos pasan de mano en mano y que pasa el tiempo, hasta que a veces las punzadas, el sufrimiento o alegría quizá dejan de pertenecer a ese alguien que una vez escribió algo cuando estaba tan jodido, o tan contento, o tan borracho o tan confuso que vomitó unas estrofas que se perdieron más allá de Orion y por las que ahora me preguntas. Al principio me preocupaba el qué dirán: ¿qué va a pensar tal o cual persona concreta cuando lea estos poemas y quizá se vea reflejada en ella? Pero los poemas, como leí en una ocasión, no los escribimos ni para los amigos, ni para las amantes ni para las madres; los escribimos para gente que no conocemos, aunque a veces cueste huir del miedo al juicio de personas cercanas.
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ECP: En el mismo apartado, te debo decir que se desprende de tus textos: a) una querencia por momentos malos, o difíciles, y b) un interés en mostrar todas las facetas vitales (belleza, aburrimiento, sorpresas, amor, desamor, odios…) que dichos momentos son capaces de contener, ¿voy bien? ¿Es la estabilidad personal enemiga de la creatividad artística?
 
MdJ: Mmm, no vas mal, pero creo que vas bien a medias. Me explico: no tengo querencia por los momentos malos o difíciles, aunque es cierto que me resulta más natural escribir sobre los momentos difíciles, porque creo que todo aquello que desgarra es más fácil de plasmar. Lo difícil es contar bien la alegría, quizá porque es más efímera. La desgracia es más poética que la dicha; es también una especie de exorcismo para liberarte y poder vivir la vida, una vez exorcizados los males, con alegría. En cuanto a la estabilidad, te soy claro y directo: sí, en mi opinión, la estabilidad emocional es menos creativa para el escritor. En mi caso, por ejemplo, he sido padre hace dos años y es un factor que hace disminuir la fluidez y en cierto modo la creatividad, porque tus prioridades cambian, tu tiempo disminuye y tus neuronas merman por la falta de sueño. Actualmente estoy explorando otra forma de hacer poesía; no escribir tanto desde la rabia o las pulsiones, aunque si te soy sincero no me está resultando fácil. También tengo mucho más presentes otros aspectos como el miedo a la muerte y el constante del paso del tiempo. Eso es algo que por momentos me perturba, y que se manifiesta de manera mucho más fuerte que antes. También el temor a que, a tus seres queridos, y a ti mismo, les pase algo es mayor que antes, especialmente desde que soy padre. Los temas de referencia van cambiando con el paso del tiempo.  En todo caso, se escriba desde el lugar que se escriba, la poesía debe ser reivindicación, ya sea emocional, sexual, política o existencial. Es necesario desnudarse y atreverse, no ser autocomplaciente.
 
ECP: Me consta que has asistido talleres de creación literaria (relatos, seguro, ¿de poesía también?…) ¿Qué opinión te merecen? ¿Cuál es tu experiencia con ellos y qué influencia han tenido a la hora de pergeñar este libro?
 
MdJ: Sí, he asistido a talleres de literatura, concretamente a dos: uno en el Hotel Kafka, impartido por Eloy Tizón, y otro sobre relatos cortos, creo recordar, en la Escuela de escritores, no me acuerdo de quién lo impartía. Ahora que lo pienso, asistí a otro seminario de un día, y tampoco me acuerdo bien. Sí que me sirvieron, especialmente el primero, que consiguió que me esforzara en corregir el estilo y en prestar algo más de atención formal a mis textos. Y sobre todo a tomarme un poco más en serio y darme cuenta de que escribir me gustaba de verdad. Recuerdo la anécdota de cuando el primer día del curso nos preguntaron por nuestras influencias; se sorprendieron cuando hablé de Stephen King, Paul Auster, Charles Bukowski y Brett Easton Ellis. Te hablo de hace 20 años casi. Claro, yo me sentí totalmente fuera de sitio porque allí todo era un poco más "elevado”. No volví a hacer más cursos aparte de esos.  Pero estuvo bien.
 
ECP: Foster-Wallace, insigne profesor de escritura creativa en varias universidades norteamericanas, solía establecer una contundente comparativa entre lo sólido de preparar clases sobre cualquier materia de ciencias o humanidades y lo leve de impartir este tipo de cursos, ¿estás de acuerdo?
 
MdJ: Nunca he impartido clases sobre humanidades o ciencias, pero sí puedo asegurarte que estos cursos eran leves, sin llegar a ser insoportablemente leves. Ya que has citado a ese magnífico escritor que es Foster-Wallace, algunos de estos cursos son como la broma infinita: si sigues en el máster (6.000 euros por aquel entonces) te prometemos la edición de tu libro y blablablá. También es verdad que eran otros tiempos en los que publicar era más difícil. Pienso que a escribir se aprende leyendo, escribiendo, dedicando tiempo, siendo constante, y corrigiendo. Corrigiendo muchas veces. Y borrando las palabras vacías, cambiando de orden la frase veinte veces. Los cursos pueden ser un añadido y una motivación, y también pueden servir para hacer contactos, pero creo que tienen su momento.
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ECP: Las pérdidas - amorosas, aclaro - son como la gota malaya, dices en un poema que me encanta, aludiendo a la confusión, o involuntario hallazgo, del expresidente Felipe González que, como bien explicas en el propio poema, logra mezclando las expresiones “gota china” y “bota malaya”. No te sé explicitar qué supone leer algo así para mí, que asocié el poder durante toda mi larga infancia con esa figura (cada vez más oscurecida). Desarrollar una comparativa retórica para referirse al desamor a partir de una de sus mediáticas ocurrencias me ha hecho reír y conmovido al mismo tiempo. Una sádica sorpresa como poco, te aseguro. A lo que iba: ¿cómo te planteas la escritura sobre esos grandes, eternos, temas, el amor en este caso? ¿Te vale el chascarrillo generacional para sacudirnos la afectación de encima? Ya sé qué “vale” pues bien lo demuestras en este fantástico poema, pero háblame de esas armas secretas tuyas, por favor. La copa Korac, o Bósforo serían otros ejemplos de este proceder tuyo.
 
MdJ: ¡Muchas cosas me preguntas! Lo de la gota malaya por ejemplo se me va ocurriendo a medida que se va desarrollando y va cogiendo fuerza al poema. Llega un momento en que la imagen de alguien sufriendo y soportando esa gota amorosa de sufrimiento (en esos momentos, incurable) me retrotrae a la expresión famosa y enlazo con Felipe González. Y así me pasa con otros muchos poemas. En este caso de la bota malaya me da la oportunidad de hacer algo de distensión en medio de tanta solemnidad. Los poemas que escribo se van construyendo a veces a medida que se van materializando, una estrofa llama a la otra, como si fuera una especie de escritura automática. Y todo se acaba mezclando hasta intentar conseguir un final lo más redondo posible. Y por supuesto que soy fruto de mi generación; tengo muchísimos referentes culturales que me han convertido en lo que soy actualmente. Un ejemplo muy claro es la Copa Korac a la que haces referencia; recuerdo de pequeño en la tele partidos de la antigua Yugoslavia y de cómo los comentaristas a veces menospreciaban la Copa Korac; incluso la señal de TV solía ser mala y oscura. Pero me maravillaba. Me parece que las batallas y las luchas aguerridas que libraban los jugadores se parecían mucho a las batallas amorosas, al final todos perdían en medio de un ambiente hostil. Me gusta mucho realizar metáforas con elementos reales y reconocibles, que se salgan del habitual realismo sucio y que aporten al lector su propio recorrido sentimental.
 
ECP: Creo que eres un poeta que usa muy bien las palabras pequeñas e invariables: las conjunciones, preposiciones y conjunciones. ¿Por qué comenzar el poema con Que no hay nada más bello que las causas perdidas y no con no hay nada más bello que las causas perdidas, más aforístico y sensato? ¿A qué ese Que tan inicial y rompedor? Cuéntanos.
 
MdJ: Es genial esta pregunta y es estupendo que te hayas fijado en este tipo de cosas. En este caso concreto lo cambié al menos unas 20 veces. Lo leía un día y me parecía perfecto, y al día siguiente me parecía que el poema no tenía ningún sentido sin ese Que. Qué digo al día siguiente, al minuto siguiente. Y lo mismo me pasa con otros muchos poemas. Doy mucha importancia a poner una coma, un punto y coma o dos puntos, a una palabra antes o después, a un adjetivo más o menos. Creo que ahí estriba la diferencia entre un buen poema, un poema mediocre o un poema infumable. El mensaje es importante, pero las comas, los punto y comas y en qué momento exacto separas una estrofa de otra aún lo son más. Poner una preposición o no ponerla, quitar todas las comas de golpe, cambiar una de sitio, o alterar el orden de las palabras o las frases. Disfruto muchísimo con ese juego.
 
ECP: Y ya puestos: ¿cuáles son las causas perdidas dónde Miguel de Juan encuentra más belleza? A ver, tus favoritas o aquellas que se te vengan primero a la cabeza.
 
MdJ: Yo mismo soy una causa perdida. Me has preguntado lo primero que se viniera a la cabeza, ¿no? Pero lamentablemente he de decirte que en mí no encuentro belleza. La encuentro en los detalles insignificantes que percibo en nanosegundos y desde ahí construyo las historias. Creo que belleza definitivamente está en lo fugaz, en los detalles, en los chispazos y hay que atraparla a tiempo. La belleza, ya sea física o espiritual, es el imán que une todas las cosas, de la vida o de la muerte, del amor o del desamor. El mundo actual con sus guerras, sus desastres medioambientales y sus extremismos también es una causa perdida. Y ahí tampoco encuentro belleza.
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ECP: Me pareces mucho más compasivo y benevolente cuando encaras piezas que surgen desde la amplitud y dialogan con lo humano, como Extraño rumor, que con aquellas que dialogan contigo mismo o visitan tu (bien parapetada) biografía, como Vendaval o Cinco vinos, por ejemplo. ¿Lo admites? ¿Te interesa el fracaso como actitud de la voz poética? ¿Cómo hacerlo sin caer en el desuso de la pose?
 
MdJ: El fracaso me parece uno de los ejes vertebradores de la poesía. Sin fracaso no habría ni científicos ni inventores, pero sobre todo no habría ni un poeta decente, jajá. Respecto a la pose, la detesto (aunque puede pensarse que es algo que va implícito en el oficio de escritor) a pesar de que hay quien pueda pensar que tanto desamor, sufrimiento y exageración es caer en una pose. Creo que a veces se exagera demasiado la desdicha en la vida real, por mucho que sea más poética. Deberíamos quitarle hierro al amor romántico, aunque sin caer en la superficialidad o en la subcultura.
 
ECP: Finalmente, claro, te he de preguntar por tus referencias más puramente literarias, no tan nítidamente presentes como las sociales y pop que ya hemos comentado por aquí. ¿Quién has leído más, o de manera más provechosa, y que te han enseñado para configurar tu propia obra? Me valen temas, andamiajes, posturas éticas… Son tus referentes, Miguel: tú mandas.
 
MdJ: Con mis referentes en poesía me pasó una cosa curiosa: me empezaron a interesar determinados autores y comencé a leer poesía de forma regular después de empezar a escribir, no antes. Si me preguntas por mis referentes, me fijo mucho en la generación del 50: Ángel González, Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Luis Panero… Pero antes de todo eso leí mucho a Charles Bukowski, quizá una de mis mayores referencias. Y también a Salinger, Carver, o los antes mencionados Stephen King o Easton-Ellis. Me interesaron mucho también William Burroughs y Allen Gingsberg. También mamé mucho de la que fue llamada "generación Kronen" en España: José Ángel Mañas, Ray Loriga…, aunque ahora lo vea como algo lejano. Obviamente el 27: Lorca, Cernuda, Machado, Salinas…, pero eso son palabras tan mayores que uno no los puede reconocer ni como influencia. Otros poetas que me entusiasman son Luis García Montero y Javier Egea... casualmente los dos de Granada, como los Planetas. Algo tendrá Granada para tener tanto talento poético; me han influido mucho las maravillosas revenge songs de estos últimos. La música es muy importante, en lo lírico, otros grupos españoles como la ironía, elegancia e inteligencia de Astrud y el sufrimiento existencial de Nacho Vegas. En la cadencia, los cambios de ritmo y la improvisación de Coltrane, o la actitud de grupos como Nirvana, Stone Temple Pilots o The Smashing Pumpkins. Como ves todo muy homogéneo jajá. Pero ahí está la gracia de la poesía y de la vida. Me interesa también mucho el aspecto social de la poesía: la poesía como arma de autodefensa en estos tiempos convulsos y extraños que vivimos. Hay que posicionarse y luchar contra toda esta horda de liberalismo extremo y egoísmo que nos ha dejado, entre otras muchas cosas, la pandemia. La sociedad ha cambiado enormemente en los últimos años. No digo que la poesía pueda hacer de ella un mundo mejor, pero al menos no lo jodamos más. Dejemos a nuestros hijos algo decente, al menos.
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Textos escogidos de “Hoy el cielo es muy azul, pero no se lo digas a nadie
(Farraguas, 2023)

La gota malaya
 
Pues no: la piel no es como la de una ballena blanca, gruesa, impenetrable, hermética
y aceitosa;
ni tampoco uno a todo se acostumbra, como al vino caliente o a la Cruzcampo.
(y a veces, sólo a veces)
Fui un galgo abandonado en Toledo,
y puede que haya llorado como la Callas recordando a Onassis:
mas mil veces que te perdí, otras mil que me repuse.
La prueba, fehaciente, es que aquí sigo.
Pero admitámoslo: las pérdidas en el amor no son nunca inocuas,
aunque tengamos escaras en la piel, el culo pelao y las mejillas desteñidas por la sal
de las lágrimas.
(muy al contrario)
Las pérdidas son como la gota malaya término que, erróneamente,
acuñó Felipe González mezclando
los términos gota china y bota malaya.
Gota o tortura china:
una gota de agua que cae del techo, y que poco a poco va horadando
la piel del cráneo del reo.
 
Así que no nos queda otra que aguantar la maldita gota china o malaya (oriental, en
todo caso)
que horada el corazón y las entrañas, y que duele, vaya que si duele.
Pero, incluso tras estas adversas circunstancias,
el cuerpo humano no se rinde, pues mientras estemos vivos, intentaremos desviar
esa gota que se dirige inexorablemente
al centro del cráneo.
Y sacaremos la lengua, intentando atrapar la gota
(flip)
como el camaleón a la mosca,
para aplacar la sed de vida y de futuro, soportando las pérdidas del camino, lleno de
piedras, romero y espigas,
y sabiendo que el azar es presumido
 
y que la vida se embarra en el trayecto.
Dejando pequeñas marcas que ocultamos bajo la ropa:
usando cada vez jerséis más gruesos para que nadie descubra
nuestro pequeño gran secreto.
(schhhh, la herida)
 
Mientras tanto, seguimos haciendo la senda y el cariño,
recordando lo bonito que fue,
el hermoso sendero que tuvimos: mas el sotavento es imprevisible,
y sólo dios sabe adónde nos llevará, porque imprevisibles son también los temporales
en estos tiempos
de cambio climático y ventiscas.
Y con todo ello les digo:
que me sigo cagando en el puto amor romántico, fatídico invento de poetas y
de literatos ahogados en absenta,
y que —por favor— no nos roben lo bailao, que de nada sirve,
ni tampoco la ilusión ni la sonrisa al infinito perdida.

Vendaval
 
La metaincapacidad de la hoja en blanco llevada al teclado y a la pantalla. La
metahistoria.
Qué pena no tener una botella de algo en el cajón. Como si sirviera de algo para el
caso que nos ocupa.
Como si no te llegara la sangre a la cabeza.
Como si no llegara la sangre al río. Siempre será mejor que llegue la sangre al río a
que no te llegue la sangre a la cabeza.
Admitámoslo.
(Se admite, señoría).
Esto último significaría que me estoy ahorcando. Y no es verdad.
Ni sería plan.
Quedémonos en el hecho de que hace sol y de que no llegó la sangre al río. Parece
abril. Las chicas han despertado de su letargo y yo del mío. Sus faldas tienen vuelo y
con este aire todo es posible. Hay cristales transparentes ahí arriba. Al final tendré que
inventarme esa botella de algo del cajón y brindar por días como este, en los que
enero parece abril.
Y quizá, disimuladamente, mire a través de los cristales aprovechando este bendito
vendaval.

Perseidas
 
Hoy, súbitamente, me di cuenta de que empecé a olvidarme de tu voz.
Es a la vez triunfo y desastre,
escozor y alivio en un mundo de vendas blancas y humor acuoso.
Suena tu voz ya deslavazada susurrando te quiero, detrás de aquellas montañas
cubiertas de niebla hoy. Como tan lejos, como tan dulce,
como aquella perseida que pasó cuando estabas mirando al suelo.
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CARMELO CHILLIDA

22/3/2024

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Entrevista realizada por ROBERTO ALBA

Carmelo Chillida (Caracas, 1964) es un gran poeta venezolano afincado en España desde 2016. Ese “gran” no es, en mi humilde opinión, gratuito; de hecho, ya les anticipo que quien suscribe no va a ser capaz de arder lo suficiente en este texto o en sus preguntas posteriores como para probarlo.
Nos vemos forzados a entrevistar a Carmelo tras el poso energético que instauró entre los asistentes la gratificante presentación en noviembre de su último libro, “Juegos privados” (Kalathos ediciones, 2023). El acto, a cargo de Juan Cruz, trascendió a la obligatoria amenidad mercadotécnica de este tipo de encuentros cuando son positivos, que a veces no resultan así, y se erigió en intercambio de puro y sencillo conocimiento en el que fueron posibles, qué sé yo, la concordia, la bonhomía, la escucha real, el aprendizaje... Baste reflejar el cariz humanístico de la peculiar relación forjada entre presentador y presentado. Carmelo, tras las mil piruetas propias de todo migrante, se desempeña regentando una papelería en el barrio de Chamberí y Juan Cruz, amante de instrumentos y soportes analógicos de la noble escritura, se convierte en cliente asiduo a dicho establecimiento. Será el carácter dialogante y conversador de ambos lo que genere la amistad. Así pues, Carmelo, que ha leído al Juan Cruz periodista cultural y escritor, ignora que este es el Juan avispado y retador que tiene delante; mientras que Juan desconoce que el tipo prudente que le vende sus preciosos cuadernos fue profesor de la Universidad Central de Venezuela, discípulo y compañero de Rafael Cadenas en el Departamento de Literatura y vida, además de coordinador del suplemento cultural del emblemático diario “TalCual”. Cuando por terceras personas Juan se entera de la publicación de “Juegos privados”, Carmelo se lo vende como buen negociante devoto de Hermes, dios de las encrucijadas y de los mercaderes. Hay que imaginar la escena en la que el poeta corre tras el periodista a devolverle el dinero una vez alguien, de nuevo las terceras personas mangoneando, le ha desvelado quién es su cliente Juan. Caídas las máscaras, Juan lee el libro y concluye, como no puede ser de otra manera en las buenas historias reales, que es “el libro que necesitaba leer”; aquel que le reconcilia con el género poético. A partir de aquí no tenemos claro el cómo o el quién propone a quién la presentación, pero la complicidad que desprende y la honda y duradera sonrisa que provoca en nosotros, los asistentes, son innegables. La lectura posterior del libro y de la obra previa de Carmelo a nuestro alcance confirma que su poesía es lugar propenso a compañías y encuentros vivos como el relatado. La entrevista es una urgencia que compartimos con Juan Cruz: la de conversar sobre el libro que nos reconcilió, al menos por un rato, con el género poético. Qué mejor que hacerlo con su propio autor.

EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Mariano Peyrou en un texto al final de su último libro escribe una suerte de epílogo titulado “Ser otro” en el que afirma que para el escritor exiliado su migración, más que inscribirse en el eje espacial, lo hace en lo temporal, en tanto “funda una distinción entre un antes y un después” personal que modifica su relación con el lenguaje. ¿Está tu escritura de acuerdo con esta idea? ¿Afecta en alguna manera a este libro, pergeñado/redactado en Venezuela; corregido, editado y publicado aquí?
 
CARMELO CHILLIDA: Lo primero que me gustaría decir es que yo no me siento un exiliado sino un emigrante; a los 50 años y de manera forzada, eso sí. Tanto el tiempo como el espacio son importantes. Emigrar a Madrid -y vivir en el barrio de Argüelles- me hace sentir que estoy cerrando un ciclo, pues mi padre, mis abuelos, bisabuelos y pare de contar, fueron madrileños, y muchos de este barrio. Por eso a veces digo, en broma, que soy un “semigato”. Como he dicho otras veces, Madrid es una ciudad maravillosa, infinita. Aquí me siento bien.
En cuanto al lenguaje, hay una anécdota -como seguramente habrá en otras respuestas-. Yo le di el libro a un amigo para hacer cambios con miras a una editorial española. Cambiamos carros por coches, computadoras por ordenadores, etc, etc. Y después, cuando Kalathos ofreció publicarlo, lo volví a poner todo en español venezolano. Porque, a fin de cuentas, yo soy un escritor venezolano. Lo que sí conservé fueron las observaciones literarias (mi amigo me voló unas cuantas estrofas y, sobre todo, versos finales que eran respuestas, para cerrar los textos con preguntas y dejarlos abiertos, flotando entre las rachas de viento, como a él le gusta).
 
ECDP: Por otro lado, el mismo Peyrou afirma después que más allá de “las circunstancias biográficas” de cada escritor (de sus “exilios particulares”) cualquier investigación literaria conlleva un exilio al estar motivada por una sensación de “expulsión de la lengua materna”. Como que las palabras que servían para denominar la realidad no se ajustan y la sintaxis aprendida no sirve para expresar lo que se siente dentro. ¿Qué opinión te merece esta idea? ¿Lo percibes en tu proceso de escritura?
 
CC: Sí, claro, y lo percibía como profesor de literatura. Los cambios de tono y estilo a lo largo del tiempo no son caprichosos. Responden a cambios en la sensibilidad. Son también ciclos, algo crece, se desarrolla y se extingue. Como dice la nota de solapa de mi libro Desde el balcón (2013): “Con el tiempo la literatura o la poesía se van alejando de la realidad real, se van petrificando, hasta que ya sus formas no sirven para expresarse, y tienes que buscar nuevas formas”. Eso fue escrito hace años pero para mí es actual, y a ese riesgo de petrificación (incluyendo la propia) tiene que estar uno siempre atento y vigilante.
 
ECDP: Durante la presentación de este libro has delimitado de una forma clara tu trayectoria poética a través de tus libros, tus diferentes intereses y tus trabajos (profesor del Departamento de Literatura y vida de la Escuela de Letras en la Universidad Central de Venezuela y periodista cultural en diversos medios). ¿Sería posible que nos brindaras un resumen para el lector no asistente? ¿Cuál es el lugar de Juegos privados en ese camino? ¿Qué supone para ti?
 
CC: En cuanto a la presentación, no puedo dejar de mencionar y agradecer a Juan Cruz. Fue el presentador perfecto para este libro, por su llaneza y su profundo sentido del humor. Y además hizo los deberes, llevaba el libro subrayado (risas). Después de una breve introducción, pasamos a una sesión de preguntas y respuestas que se convirtió en una conversación amena, sentida y divertida. Allí contamos anécdotas, como cuando conocí a Mark Strand en Venezuela o a Adam Zagajewski en Madrid.
También conté cómo había sido mi relación con la escritura y cómo habían ido saliendo mis libros. Primero, en 1997, El sonido y el sentido, un libro que recibió buenas críticas, pero fue calificado de “neoclásico”. Después de ese libro, del que renegué, pensé que no iba a escribir nunca más poesía. Hablamos de cómo el trabajo periodístico me hizo reflexionar y me ayudó a expresarme con más soltura, sin pretensiones, en prosa. Luego de una crisis y de un proceso de psicoterapia, de pronto, en 2003, empecé a escribir versos y, aun resistiéndome, se hizo imposible no escribir. Total, que escribí un libro de 39 poemas (la edad que tenía entonces) titulado Versos caseros (publicado en 2005), al que le agregué dos secciones más de 20 poemas cada una: “El foso” y “La lentitud”. Después seguí escribiendo cuadernos de 20 poemas, muy autobiográficos y en un lenguaje directo, exento de metáforas y adornos “poéticos”. Reuní tres cuadernos y publiqué en 2011 ¿Un poema de amor?, y otros tres en 2013, y publiqué Desde el balcón. Seguí con los cuadernos de 20 poemas y reuní otro libro, “Canciones de insomnio”, que es cronológicamente anterior a Juegos privados, y ahora no hallo qué hacer con él (risas).
Creo que Juegos privados es un libro diferente a los otros. Creo que es mi libro más personal. No fue escrito, como los otros, en secciones y haciendo variaciones sobre un tema, sino que fue creciendo de manera espontánea. De pronto tuve muchos poemas y el verdadero trabajo fue seleccionarlos, ordenarlos y corregirlos.
 
ECDP: ¿Los juegos privados del título se equiparan a ese trabajo tuyo “que obliga a estar solo”? Entiendo que te refieres a tu quehacer poético, pero ¿qué excluye o prohíbe el tajante verso final: “Quien no sabe guardar un secreto no sabe jugar”?
 
CC: No sé. Quizás sólo apunta a la necesaria complicidad (que hay que ganarse) entre lector y escritor. En mis versos yo procuro, tanto en los temas como en la forma, no excluir nada de lo que existe, y menos de manera tajante.
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ECDP: En otro poema expones de forma modesta (diciendo “creo”, por si acaso) que eso que llamamos poesía parece ser “el impulso del que escribe” y “lo que pasa dentro del lector”; previamente mantienes un toma y daca con “la musa” y “el tema”; y finalmente la voz poética acaba mostrándose reticente a un poema que “ronda” pero que finalmente no es escrito. ¿Cómo te figuras esa génesis del poema? ¿Crees, como escribió Delmore Schwartz, que “en nuestros sueños comienzan nuestras responsabilidades”?
 
CC: El terreno de los sueños es demasiado misterioso para dar opiniones, más bien habría que escuchar las “opiniones” que el inconsciente nos da cada noche sobre nosotros mismos a través de los sueños. Pero no lo hacemos.
En cuanto a lo que yo entiendo como poesía, se refiere más a una disposición, un estado de ánimo, una experiencia vital, algo más que un género literario. Como dijo alguien: La poesía está en todas partes, incluso en los libros de poemas (risas).
Y vuelvo sobre los ciclos: el ciclo que comenzó en el que escribió los versos no se completa hasta que un lector lo lee. Quizás por eso en mis versos hay tantos guiños al lector, tratando de ganarme su complicidad.
Y sobre la relación entre el poeta y el poema sólo cito los versos de un poema de Rafael Cadenas titulado “Las paces”: “Lleguemos a un acuerdo, poema. / ya no te forzaré a decir lo que no quieres / ni tú te resistirás tanto a lo que deseo. / Hemos forcejeado mucho. / ¿Para qué este empeño en hacerte a mi imagen / cuando sabes cosas que no sospecho? / Líbrate de mí. / Huye sin mirar atrás. / Sálvate antes de que sea tarde. / (…) Poema, / apártame de ti”.
Bastante elocuente, ¿no?
 
ECDP: Desde luego, en un rato volvemos con tu profe Cadenas, gracias por traerlo a colación. Cuando hablas de tu idea de poesía haces siempre hincapié en tu querencia por la claridad expositiva y la confianza en el léxico común, doméstico, en la distancia que da el humor (a veces tan negro como el plumaje de esas golondrinas bequetianas que reafirmas que “no volverán”) y en la ausencia de tropos; no obstante, mi lectura ha encontrado intenciones alegóricas en algunos poemas, como, por ejemplo, el que trata sobre la natación (según lo leo yo una poética encubierta). ¿Me he equivocado? ¿Me hablas un poco de ese poema o de otros que vayan más allá?
 
CC: Bueno, yo no soy mucho de alegorías. Ese poema (basado en un hecho real, como la mayor parte de lo que he escrito) en verdad lo que intenta es describir una experiencia: el placer de nadar. Fue escrito en Venezuela y ahora lo he retomado aquí. Lo que pasa, quizás, es que el poema se inscribe en una de las líneas temáticas de Juegos privados, que es el disfrute del instante y el intento de vaciar la mente del ruido constante del pensamiento. Eso, más que un arte poética, sería un arte de vida.
 
ECDP: Bueno, pues me he equivocado, pero bellamente (risas). El libro se apoya de diversas formas (disculpa, recordatorio, inmersión temática o cita) en diversos escritores como Strand, Pascal, Marianne Moore o sobre todo Szymborska. A ella le escribes una elegía recogida y calma en la que llegas a dedicarle tu propio silencio. ¿Es la callada lo que mejor puede honrar a una voz como la suya, tan reconocida y premiada? ¿Detectas un exceso de ruido en ciertas celebraciones de lo poético por parte de la oficialidad o lo gubernamental?
 
CC: La poesía es enemiga del ruido y amiga del silencio. ¿Qué más te puedo decir?
 
ECDP: Nada, pero deja que insista al hilo de esto, ¿cómo viviste el Premio Cervantes de tu profe Rafael Cadenas el año 2022? ¿Leyó él tus Juegos privados? ¿Está su magisterio en algún recodo o sombrita del libro?
 
CC: ¡Hombre! Imagínate la alegría que fue para mí, para los escritores venezolanos, para el país, ese Premio Cervantes, aunque el gobierno venezolano ni siquiera le hizo llegar una felicitación. No, porque Cadenas es “del otro bando” y ellos dividen al país entre amigos y enemigos. En fin, que vi en directo la retransmisión en YouTube en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, los reyes, los discursos, los aplausos. Fue una gran, gran alegría.
Y, además, en todas sus últimas visitas a España Cadenas estuvo rodeado de mucha gente –por decirlo así. Esta vez, paradójicamente, pudimos conversar tranquilos, sin alharaca, en el Círculo de Bellas Artes. Primero en el podio Cadenas leyó el primer párrafo de Don Quijote, luego subimos a la terraza con esas grandes vistas de Madrid, donde yo tomé cerveza y él ron (a sus 93), y luego cenamos en el restaurante del mismo círculo. Y prolongamos la sesión porque llegaron unos amigos. Por supuesto le di mi libro. Tengo que llamarlo por teléfono. Hemos hablado, pero todavía no le he preguntado.
Ah, y en el libro hay un poema en el que le robo un verso en el mismo título (lo pongo en cursivas): “Nada pido. Voy liviano”.
 
ECDP: Por rematar con el tema de las referencias, ¿qué poetas o escritores, más allá de los mencionados, están en Juegos privados? Hablo de técnica, de juego de espejos que solo el autor conoce, hablo de lo lúdico secreto y de lo oculto o privado parafraseándote.
 
CC: Eso es exactamente, Borges o Eliot lo llamarán la tradición; Strand, “la vida secreta de la poesía”. El hecho es que los escritores suelen tomar recursos formales de otros escritores, renovándolos -y rindiendo homenaje- al usarlos. Para mí está sobre todo algo que valoro mucho, que es la estructura musical de cada poema, cada verso. Yo suelo usar rimas escondidas y lo que se llama mezza rima, que consiste simplemente en que el final del verso rima pero no con el final del otro sino a la mitad. Ese recurso lo tomé (la técnica) de la “Égloga II” de Garcilaso de la Vega (que a su vez lo tomó de Petrarca). Como dije en la conversación con Juan Cruz cuando se presentó el libro, yo he leído de todo pero puedo decir que mi formación es más bien clásica, y cuando digo clásica digo Siglo de Oro: Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, los barrocos Góngora, Lope de Vega y, para mí el mejor, Don Francisco de Quevedo. Y entre los posteriores, siempre regreso a Antonio Machado, soy machadiano total. Fíjate, no son sólo los polacos. Ah, y otro recurso musical que suelo usar es la aliteración, y eso lo tomé de Rubén Darío.
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ECDP: La voz poética parece ir por libre respecto a nuestra actualidad vital (y digital); elogia la inseguridad y la duda frente al conocimiento; la lentitud, la reflexión y el “santo ocio” por encima del “negocio”; el agradecimiento y el regocijo sobre el “ayayay”; o el aprecio del fluir temporal contra la exposición fotográfica constante. ¿Se puede escribir literatura estando totalmente integrado y asimilado en la era que corresponde o es necesario el extrañamiento y su desencaje?
 
CC: En sus inicios, el poeta era “la voz de la tribu”, como dice Pound. La épica de Homero es la expresión de los valores de la Grecia antigua. O aún más atrás: la figura del que cuenta (y canta) un cuento en torno a una hoguera, es el cuento de la tribu. Pero eso se fue perdiendo. Ya Platón expulsó a los poetas de su República. Y después del spleen de Baudelaire y la figura del poeta maldito (algo de lo que estoy muy lejano), la escisión entre el poeta y la sociedad a la que pertenece estaba consumada. Al escribir, yo intento hablarle de tú a tú al lector, consciente de esa escisión.
 
ECDP: La distancia con la realidad que señalo en la anterior pregunta se realiza sin aspavientos ni pesanteces, sin rasgado de vestiduras; al contrario, el tono es celebratorio, bienhumorado, sereno y seductor. ¿A qué responde ese rumbo positivo? Existe un gran cambio respecto a la melancolía de Bajo el balcón, o el combate de Rojo como la cabeza de un fósforo.
 
CC: Sí, como dije antes, Juegos privados es un libro diferente. Este es un libro de celebración y agradecimiento donde lo que predomina en la manera de ver las cosas, y de escribirlas, es el humor, y una especie de ironía compasiva. Esto es algo deliberado, pues en la poesía occidental contemporánea prevalece la ironía, pero parece que la risa, la simple risa, estuviese prohibida en la poesía. Estos poemas los he leído en público y con algunos de ellos la gente se ríe. También sé que se han reído, porque me lo han comentado, unos cuantos lectores del libro. Para mí eso es un regalo.
 
ECDP: Sexo y vida parecen casi sinónimos en algunos poemas. Me ha admirado la naturalidad con que traduces este tema a la página escrita; no solo se da en este libro. ¿Cómo se hace para poetizar lo íntimo y lo erótico sin caer en manoseados clichés? ¿Cómo lo vives tú? ¿Algún referente literario en este logro tuyo?
 
CC: Bueno, gran parte de la poesía mística se expresa a través de imágenes eróticas. Por ejemplo, el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. En la Biblia, el Cantar de los cantares (que tradujo Fray Luis de León). Esto también se ve en la poesía árabe.
Yo lo vivo de manera completamente natural, soy discípulo de Whitman también en eso: “Sexo, sexo, sexo, la raíz de las raíces, la vida debajo de la vida”.
 
ECDP: Es ya tu tercer libro en Kalathos ediciones, ¿qué significa esta casa para ti? Háblame de la edición y la bella portada que lo envuelve, por favor. Una mínima semblanza biográfica de esta obra como realidad cultural que sostenemos entre los dedos.
 
CC: Artemis Nader y David Malavé, sus directores, son mis amigos. También formo parte del comité editorial (risas). El trabajo de Kalathos en España es impresionante, por la calidad y la cantidad de libros que ha publicado. Ha logrado formar parte del Gremio de Editores de España, ha estado ya dos veces en la Feria del Libro de Madrid, la última con su propia caseta; tiene una distribución potente en España, Portugal, Europa, Estados Unidos, Latinoamérica. Además, sus libros están siendo comprados por importantes universidades y bibliotecas de Europa y Estados Unidos.
En cuanto a la bella portada del libro, es algo que significa mucho para mí. Es un mandala que me regaló hace tiempo mi cuñada, la extraordinaria artista plástica Natalie Rocha Capiello, que ilustró antes Rojo como la cabeza de un fósforo (2018). Durante años fue el fondo del escritorio de mi ordenador. Cuando me preguntaron por una imagen para la portada me acordé de ese mandala de manera espontánea. Cuando Natalie me lo regaló venía además acompañado por una canción: What a Wonderful World, de Louis Armstrong, que ahora pienso que también está en armonía con el espíritu del libro. Si hablamos de reír, nadie como Sachtmo.
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ECDP: ¿Y qué ha sido de tu biblioteca? ¿Cuánto se ha colado de ella, o de su pérdida o ausencia, en este libro?
 
CC: Mi biblioteca, que era todo mi apartamento menos el baño, se quedó en Venezuela. Muchas veces me hacen falta libros que quedaron allá. Entre los pocos que me traje está un libro que se titula Conversaciones con Walt Whitman (que es una recopilación de lo que decía Whitman, hecha por uno de sus discípulos, Horace Traubel), Szymborska, Cadenas… Pero la pérdida de la biblioteca está inmersa en una pérdida mayor. Así que es mejor, sobre todo a cierta edad, desprenderse, desapegarse. De todas maneras lo que he leído está en mí.
 
ECDP: Para terminar, ¿cuáles son tus planes, Carmelo? ¿Presentaciones, libros, lecturas…?
 
CC: Aunque no me gusta “hacer planes”, sí está pendiente con la editorial una presentación del libro en Valencia, y una lectura en Granada con mi amigo y autor de Kalathos, Salvador Galán. Y bueno, lo que vaya viniendo.
Estoy pensando en que, ya con siete libros, podría irse preparando una antología y publicar ese libro inédito, “Canciones de insomnio”. Y bueno, tengo otro de prosa fragmentaria que también me gustaría publicar, “Notas a pie de página”. Por último, quisiera darte las gracias por esta conversación, agradecer a la revista, a sus editores y a sus lectores.

Extraemos dos poemas del libro Juegos privados
No vivo para la poesía.
 
Escribo a veces sí, a veces no.
 
La poesía es importante,
pero también hay otros asuntos importantes en este mundo.
 
No postergo nada urgente
para correr a escribir.
Mentira: Sí postergo muchas cosas urgentes
para correr a escribir.
 
Pero no vivo para la poesía.
En realidad, no vivo para nada en especial.
Sólo vivo.
 
A fin de cuentas el “poema”
es apenas una página en blanco
que poco a poco se va llenando de letritas.
 
Y cuando está llena decimos: “Es un poema”.
 
Luego la página se va volando, volando,
y, con suerte, llega a manos de un lector.
 
El impulso del que escribe,
lo que pasa dentro del lector,
es, creo, lo que llamamos poesía.
 
¿Y entonces?
La página ya no está en blanco,
está llena de letritas colocadas
lo mejor que pude.
 
Allá te va, lector, volando,
volando.


Aspiro el aire, sumerjo
la cabeza en el agua y veo
en el fondo de la piscina
los reflejos del agua en el suelo.
Espiro el aire, saco                                                                    
la cabeza y veo
la silueta de los eucaliptos recortados
contra el cielo claro, los reflejos
de la luz solar en las ondas de agua.
Aspiro y espiro, aspiro y espiro.
Si cuando me arrojé estaba nervioso,
después de unas diez vueltas todo cambia.
La cabeza que tanto pensaba
ahora sólo se sumerge y emerge.
El lugar de los pensamientos
lo ocupa ahora el ritmo
de la respiración. Aspiro y espiro,
cada vez más lentamente,
mientras nado estilo pecho,
estirando los brazos y las piernas.
Después de veinte vueltas
la mente está vacía. Y si llego a pensar
en lo que hace poco me atribulaba,
lo hago de una manera muy distinta.
Entre el ritmo constante de la respiración,
la luz del sol, las ondas de luz en el agua
y en el fondo, bailando,
los problemas de esta mañana
cobran su justa dimensión. Entre las ramas
de los eucaliptos que mueve el viento,
bailando, ya nada se ve igual.
Es un día de semana, los demás
trabajan y tú estás aquí, nadando a solas.
Te sientes como si fueras rico, colmado,
con más de lo que esperabas
recibir. Y lo eres, quién podría dudarlo.
Aspiro y espiro, y lo hago en el agua
(seguramente porque es
el elemento de mi signo, Cáncer).
Otros practican yoga o tai-chi, yo nado.
El asunto es quebrar
los rieles del tren en que andamos montados,
cada quien como puede. El asunto es el ritmo
de la respiración. A mí me gusta nadar.
El agua, la luz, el aire
bailan en esta mañana
que el ocio le roba al negocio.
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    El Coloquio de los Perros.
    Revista de Literatura.
    ISSN 1578-0856

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