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EL COLOQUIO DE LOS PERROS

ENTREVISTAS

PERSISTIENDO

JORGE ARROITA & ALEJANDRO FERNÁNDEZ BRUÑA

24/2/2022

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LA ANTOLOGÍA DE APOSTASÍA.
CUANDO DEJÓ DE LLOVER.
50 POÉTICAS RECIÉN CORTADAS

Entrevista realizada por ANABEL ÚBEDA BERNAL

Hace ya algo más de un año, a finales de agosto de 2020, varios escritores jóvenes (maldita sea la etiqueta) de toda España recibían un correo de los editores de la revista Apostasía, dando luz a sus poemas para una antología que en principio sería Los hijos de los hijos de los hijos de la ira y que acabó siendo Cuando dejó de llover. 50 poéticas recién cortadas, editada en marzo de 2021. Las poéticas de los elegidos son las de los bisnietos de Dámaso Alonso, una gran variedad de voces que elevan un grito de disconformidad por una sociedad que no responde y tienen en común un sentimiento: la ruptura del concepto de patria noventayochista. Apadrinados por Ben Clark y Luna Miguel, en esta antología se juntaron las voces de recién premiados como Jesús Pacheco o Juan de Beatriz con poetas de más currículum como Rosa Berbel, Elizabeth Duval o Paula Díaz Altozano.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué es revista Apostasía? ¿Quiénes sois?
 
—JORGE: Apostasía surge en marzo de 2019 como un fanzine dentro de la Facultad de Filología de Salamanca, gracias a la colaboración entre Markel Hernández, Miranda Martínez Santiago, Jorge Arroita y Alejandro Fernández Bruña (los dos últimos llevamos actualmente la dirección, por razones de tiempo y proyectos vitales). Alejandro fue quien ideó la formación y estableció el nombre, primeramente, para manifestar nuestro deseo de irreverencia a lo canónico o institucional y que, finalmente, ha terminado siendo simplemente el nombre de la “marca”, pues el nombre perdió buena parte de su significación primera y el proyecto ha ido cambiando y adaptándose progresivamente. De hecho, la revista está ligada estrechamente a la antología Cuando dejó de llover (Sloper, 2021) y lo rodean otra serie de proyectos paralelos que pueden apoyarse en ella y converger. Personalmente, para mí Apostasía no es tan solo la materialidad de todo aquello que hemos hecho desde entonces hasta aquí, ni tan solo lo que es ahora: no solo es texto o marca, sino también intención. Apostasía es una tentativa en constante movimiento y reestructuración. Una tentativa cinética, una prospección a mover el panorama literario joven a nivel local en Salamanca, y de ahí a nivel nacional, en consonancia y cooperación con las tantas otras proyecciones que dejan su trabajo en proyectos del estilo y que tanto aportan al panorama literario, generalmente sin recibir demasiado a cambio. La idea de Apostasía, para mí, es el puro movimiento de acción y la aportación sincera a la literatura.
 
—ALEX: Un proyecto que nace en marzo de 2019 tras tres intentos previos (fallidos) de fundar una revista universitaria. En sus inicios era un mero contenedor para publicar nuestros textos, pero con el tiempo hemos ido ampliando radialmente los colaboradores habituales para enriquecer la revista de distintas miradas. Desde que nació hasta su momento actual ha habido cambios relevantes en la revista, pero seguimos intentando mantener cierta constante: la idea del texto como un tejido que establece conexiones con el pasado e intenta tender nuevos puentes hacia nodos futuros.
 
—ECP: ¿Cómo surge la idea para esta antología?
 
—J: Creo recordar que la idea de hacer una convocatoria de colaboración abierta para un número poético de la revista llevaba en el aire un tiempo. Aquella pudo ser la idea original. Pasó algo de tiempo y consideramos que, por qué no, tal vez podría formarse un libro si contactábamos con alguna editorial, entre una convocatoria abierta y el contacto con ciertos poetas que conocíamos, apreciábamos y queríamos su colaboración. Más tarde, vino la idea estructural para la antología, el hilo temático de la crisis y la precariedad, muy presente en las conversaciones del día a día, para este proyecto en particular. En ese momento, hicimos oficial la propuesta vía redes sociales. La maquinaria empezó a funcionar y el libro se fue formando en un constante fluir, una sensación muy gratificante, aunque en algunos momentos pareciera imposible su realización —ya sabéis, ese momento de tantear el mundo editorial—. Sin embargo, por suerte, terminó funcionando y convirtiéndose en algo real. Debemos aquí alabar el apoyo que nos brindó el poeta Ben Clark y la disposición de Sloper para llevar a cabo el proyecto.
 
—A: Mientras nos iban llegando las propuestas nos dimos cuenta de que teníamos algo más grande que un número de la revista, algo que excedía totalmente las competencias de Apostasía. Ha sido todo un reto filológico y de edición: nunca habíamos tenido que hacer un puzle con tantas piezas.
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—J: El equipo fue puramente la matriz originaria de Apostasía: los cuatro miembros que la conformamos originalmente, aunque con diferentes funciones. Markel se encargó especialmente del contacto con ciertos poetas con los cuales tenía más relación, Miranda de una parte de los envíos de la convocatoria por redes, y Alex y yo del resto de la convocatoria abierta, de la selección de poemas enviados por autores contactados, de la selección final de los textos incluidos, su división en secciones y su exacta colocación para que dialogaran entre ellos de la mejor forma posible. Alejandro, además, se encargó personalmente de toda la edición del libro, aquel último paso a paso, verso a verso, hasta su imagen final.
 
—A: Sí, pues a veces nos tienen que enseñar a mirar lo que no sabemos (ni podremos saber) ver.
 
—ECP: ¿Cuáles son las mayores dificultades en un proceso de selección tan complejo?
 
—J: Sin duda alguna, fue un proceso complejo. Por mi parte, me siento tremendamente orgulloso de cómo terminó quedando la selección, especialmente en cuanto al proceso de división en secciones y el diálogo directo entre los textos cercanos, aspecto que cuidamos con mucho mimo y que una mirada atenta al libro puede notar. Fue sumamente importante la gran sinergia que tuvimos Alejandro y yo a la hora de valorar qué introducir y, sobre todo, cómo introducirlo y colocarlo. Por otro lado, fue sumamente difícil elegir qué entraba y qué no, ya que había decisiones claras, pero otras sumamente relativas, en las que tienes que tomar finalmente una decisión. No es nada simple, pues también tienen que coincidir dos visiones diferentes, a pesar de la sinergia. Entre medias, de aquellos que entraban seguro y los que ni de lejos, se podía formar una zona de incertidumbre, una onda variable en un tramo en el cual se debe decidir y, además de ello, responder a aquellos que no terminan siendo seleccionados o el porqué de un texto sí y otro no, siendo del mismo autor (podían tener cabida en otro estado de la cuestión. No solo valoramos calidad, sino también la adecuación a: la heterogeneidad temática, las necesidades del libro según florecían, la posibilidad de inclusión en las secciones, los estilos o el diálogo con otros textos... Una serie de complicados factores que conlleva decisiones, en muchos casos relativas, pero que considero que terminaron generando un producto bastante interesante y bien formado.
 
—A: El hecho de hacer una única unidad con todos los elementos disponibles. De ahí el inicio de la antología, precedida por una cita de San Agustín que dice: «Y nosotros, que somos muchos, cada uno dividido en muchas partes’».
 
—ECP: ¿Cómo fue hilar tal pluralidad de voces por secciones o de alguna manera estas se interpelaban al vivir en la misma circunstancia sociocultural?
 
—J: Como decía en la respuesta anterior, el proceso fue dificultoso. Aún así, creo que la mentada sinergia y las interrelaciones naturales entre los textos, ese famoso zeitgeist conjuntado con la existencia de un hilo temático de unión, facilitaron en parte el proceso de división y colocación. Creo también que es importante diferenciar estos dos últimos términos. La división en secciones fue, primero, una creación propia al observar las posibilidades que los textos ofrecían (probablemente lo que más nos costó fue elegir los títulos de las secciones), pero que terminaba teniendo bastante sentido, gracias a las interrelaciones naturales y a la adecuación artificiosa que se superpone a ellas y les otorga otra capa de sentido a posteriori. No obstante, hubo mucho trabajo de afinamiento, de elegir qué puede ir dónde según qué motivos a justificar, de realizar diversos traspasos de textos de una sección a otra hasta encontrar la respuesta más acorde, de subordinar textos a una sección en la que podrían no estar a causa de nivelar la calidad de esa sección o su heterogeneidad, o intentar aumentar el contraste mediante un diálogo concreto con otros textos que se encontraran dentro de ella. En este último punto es donde surge el proceso de colocación, que refiere no solo a la inclusión en secciones, sino también al diálogo interno entre los textos que las componen. Este fue el proceso de mayor minuciosidad, puesto que quisimos que (dentro de lo posible) cada texto pudiera dialogar, especialmente en contraste o progresión argumentativa, con aquellos que lo rodeaban, estableciendo una cierta cadencia en la lectura del libro dentro de su “página a página”.
 
—A: Intentamos hacer un cuadro panorámico con todos los textos que nos mandaron (que no todos los textos existentes). Es cierto que hay muchos más autores y poéticas fuera de la antología, pero tuvimos que hacer un filtro de las distintas voces que nos iban llegando a la bandeja de entrada para ofrecer cierta idea de coherencia textual.
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—ECP: Desde la salida de la antología en febrero de 2021, ¿ha recibido la difusión y la promoción que esperabais por parte de los medios culturales?
 
—J y A: Sin duda. De hecho, más de lo que esperábamos inicialmente. No solo las ventas y su rapidez fueron más sorprendentes de lo esperado (incluso contando con que yo era bastante optimista en cuanto a ello), sino también la recepción cultural en el campo literario. Más sorprendente aún fue cuando salió el primer artículo en El Cultural de manos de Túa Blesa, luego el precioso artículo de Daniel J. Rodríguez en Zenda, la perfecta entrevista colectiva proyectada en artículo por Álvaro Macías Rondán en 20minutos, la gran síntesis de José García Obrero para Diario de Córdoba, y por último la incisiva mirada de Celia Corral Cañas en la revista Presente. La recepción ha sido amplia y buena. Estamos sumamente contentos con todas las apreciaciones que se realizaron, con cómo fueron leídos, descargados y sintetizados muchos de los códigos que quisimos imprimir en la antología, aunque siempre se dieran quizá más prioridad a unos que a otros (por ejemplo, al tema de la precariedad, quizá con excesivo ahínco, y menos a otras temáticas internas del libro o a los diálogos internos entre textos). La verdad es que, en general, estamos sumamente encantados con la recepción de Cuando dejó de llover, tanto en ventas como en lecturas y análisis. Me cuesta imaginar que pudiera haber ido mejor.
 
—ECP: Actualmente, ¿en qué proyectos estáis insertos o cuáles podéis contarnos?
 
—J: Actualmente, en sentido colectivo, estamos en proceso de organización y publicación de dos nuevos números de la revista. El siguiente será una especia de antología narrativa en forma de número de la revista, que desde mi punto de vista quiere proyectarse como una defensa de la narrativa joven y sus formas breves, tan abandonada por el discurso y los premios literarios (casi parece a veces que solo existe “poesía joven”, por diversas razones que tienen sentido, pero que no debieran ser tal). Ambos números contarán con diversas colaboraciones, y tenemos mucha fe en ellos. Por otro lado, Miranda y yo estamos en proceso de diálogo para la creación de un canal de YouTube destinado a la divulgación literaria, que veremos qué tal se desenvuelve. Por su parte, Markel anda sumamente inmerso en el mundo del teatro y de la poesía, viviendo ahora en Granada. Aparte de ello, me encuentro en otros proyectos propios, al igual que el resto, los cuales serían: la creación de dos novelas (que llevan largo tiempo en proceso, paradas desde hace casi dos años), un poemario al que le quedan unos cuantos detalles por afinar, y la recolección de diversos relatos (algunos breves y algunos largos) en forma final de libro, si dios quiere algún día.
 
—A: Estoy editando un número especial de Apostasía sobre la Bauhaus mientras planeo una editorial.
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ABEL SANTOS

24/2/2022

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Entrevista realizada por PEDRO ALCARRIA VIERA

Con cada libro que publica Abel Santos (Barcelona, 1976) parece completar una especie de estudio minucioso, en detalle, de la explosión a cámara lenta que es la vida.
Creador del realismo bastardo y autor de libros tan reconocidos como El lado opuesto al viento (Parnass, 2010), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (Chamán, 2016) o Huelga decir (Boria, 2019), Abel se ha convertido indudablemente en una de las voces más interesantes de su generación.
Lo que hace que el lector conecte con su vivencia y con una vida aparentemente en las antípodas de lo “normal” —poeta maldito a su pesar, portavoz del infortunio, ex-alcohólico y ex-drogadicto...— no es lo que tenemos en común todos nosotros, pobres desgraciados: la noción de la degradación y de la muerte futura que ya nos aguarda sin remedio. No es eso tan sólo lo que cala en su poesía, no es la visión del acabamiento o de un transitar por lo salvaje, sino el dibujo general, el tejido complejo de la vida que vemos trazado en sus poemas, con sus capas de pérdida, abuso, tristeza, muerte... Pero también de comprensión y reflexión serenas. Sedimentos de la vida que van conformando el pasado. Ahora con El camino de Angi (Poémame, 2021) añade también a los materiales anteriores el amor y esa lucha a brazo partido que es una relación de pareja. En forma de diario emocional, vemos dibujarse una sucesión de momentos, anécdotas y pequeñas escaramuzas y refriegas contra ese futuro que acecha en cada momento del presente. Cuando estamos enamorados y el tiempo parece querer agotarse, consumirse a toda velocidad. Y lo cumple, porque así es lo efímero, su detestable perfección, tal como él mismo nos lo describe en su próximo libro, Algo te queda, con el que ha sido finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca, y en el que nos describe buena parte del proceso de duelo de su divorcio, la despedida de la hermosa luz que siempre fue su camino en la ciudad.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Creo que siempre escribes en verso libre, sin embargo tus poemas parecen cortados y decantados con una intención. ¿Hay en ello una voluntad de aproximarse al fraseo jazzístico?
 
—ABEL SANTOS: Es una forma que tengo de violentar el lenguaje sin perder el ritmo interior y particular del verso libre. El fraseo jazzístico tiene mucho que ver, sí. En mi libro Jass hay varios poemas con esta forma, pero ya aparecieron este tipo de composiciones en mi primer libro, Esencia, y curiosamente son estos poemas los que más calan profundamente a mis lectores, algo inexplicable, pues en estos tiempos acelerados y convulsos que vivimos, en los que todo va muy rápido y no tenemos tiempo para detenernos en algo y se valoran más los poemas breves, que un poema de carácter narrativo, prosaico y de más de una página atrape al lector es un verdadero logro. Me fascinaron en mi juventud los antipoemas de verso libre y prosaico de Nicanor Parra, así como el Aullido de Ginsberg o toda la obra poética de Walt Whitman o Bukowski. Como soy un autor autobiográfico y la realidad exige poner en contexto y atmósfera los hechos, escribir poemas de carácter narrativo es un puente entre el mundo real y el mundo poético.
 
—ECP: ¿Cuánta atención dedicas a la arquitectura del poema?
 
—AS: El poema se va escribiendo solo sin empuñar en el papel una palabra mientras voy viviendo y acumulando en la memoria creativa sensaciones, una canción o la frase de alguien que se cruza y que escucho al azar o que estoy leyendo y que tienen sentido con lo que ocurre en mi interior, por lo que estoy pasando emocionalmente. Nunca sé cuándo va a estar terminado el poema, si lo escribiré del tirón o me llevará más tiempo madurar su filosofía de vida. Hay una frase taoísta que refleja muy bien lo que quiero decir: «Cuando tengas hambre sabrás cuándo comer». [Risas].
 
—ECP: ¿Quién es tu enemigo? ¿Contra qué o contra quién escribes?
 
—AS: Me falta espacio, y me sobra el vacío. Escribo contra la usura de esa gente tan tacaña que no suelta aquello que no le pertenece: mi libertad.
 
—ECP: ¿Cómo surge el poema? ¿Qué significa para ti tener un pensamiento o una experiencia y querer trasladarlo a una forma poética?
 
—AS: Tiene que conllevar un cambio, asentar una nueva base en mi historia o en mi vida, como quieras llamarlo. Y el poema es una forma de comprender ese cambio de piel en mi identidad, en mis valores o mis principios.
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—ECP: ¿Como poeta qué te hace completamente único y diferente?
 
—AS: La naturalidad y la honestidad en lo que escribo. Persigo hacer una poesía que se entienda acerca de temas que no se entienden, como las adicciones, el abandono, o la sospecha de que existe algo más. Sin embargo, tampoco quiero ni pretendo demostrar nada ni agradar a nadie. Sólo intento que mi experiencia haga algo útil.
 
—ECP: ¿Te gustaría contarnos algo sobre tu infancia? ¿Identificas en ella algún tipo de acontecimiento o conflicto que te condujera hacia la poesía?
 
—AS: De niño yo solía jugar en el patio interior de casa. El vecino del ático era abogado, y pasaba largas horas escribiendo a máquina y escuchando jazz. Si bien en mi familia la música no faltaba, era la primera vez que escuchaba yo ese tipo de música, tranquila y nerviosa al mismo tiempo, casi narcótica. Aquello me fascinó. El conflicto principal que me llevó a la escritura fue la de crecer sin conocer a mi padre biológico, esto me llevó desde muy temprana edad, con 6 o 7 años, a volverme un niño callado, solitario, pero creativo, que se hacía preguntas sobre la identidad o la vida.
 
—ECP: ¿Qué poema podrías recitar de memoria?
 
—AS: ‘Madre’, de mi primer libro, Esencia. O ‘El boxeador’, de mi libro Todo descansa en la superficie, un poema que habla sobre mi padrastro.
 
—ECP: Tu poesía tiene una fuerte carga personal. ¿Te parece imposible escribir fuera de lo autobiográfico?
 
—AS: Imposible. Todos mis poemarios son autobiográficos, incluso en aquellos que eran de crítica social, como Huelga decir, en el que traté la crisis económica del 2009 pero mediante situaciones personales para hablar de política o hipocresía.
La prueba más reciente de que mi poesía es totalmente autobiográfica es mi próximo libro, Algo te queda, con el que he sido finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca y en el que trato el proceso de duelo de mi divorcio; este libro es el otro lado del telón de su libro precedente, El camino de Angi, un diario en verso en el que narré con lenguaje poético todo los pasos por los que camina una relación de pareja. Uno es la luz de un hombre que se siente amado y adora a su mujer, y el otro es la inesperada y rabiosa separación de esa luz.
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—ECP: Tras más de 20 años escribiendo, descríbenos cuál ha sido la evolución de tu poesía.
 
—AS: En mi realismo bastardo ha sucedido lo que me pareció siempre algo ajeno: ser padre. Mi hijo es ahora la mayor fuente de inspiración en mi obra y mi vida.
 
—ECP: Algo que me llama mucho la atención de tu estilo es la aparición en ocasiones de cierto acento filosófico o meditativo. ¿De dónde proviene?
 
—AS: Como hablábamos antes, de ese vacío que me provocó saber que mi padre biológico se desentendió de mí y que nunca llegaría a conocer. Quitando unos pocos datos sobre su persona, siempre le rodeó una niebla de misterio. Esto me llevó a hacerme preguntas sobre él y sobre mí en mi infancia, y más tarde, a empezar a leer filosofía, desde Lao Tsé a Nietzsche, de los estoicos como Séneca al humanista de Erasmo de Rotterdam. Creo que es totalmente necesario que en la belleza de la poesía haya una base filosófica que sostenga el mensaje entregado.
 
—ECP: ¿Qué título le pondrías a la edición de tus obras completas?
 
—AS: Nunca del todo.
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ÁLEX CHICO

13/2/2022

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Entrevistado por ERNESTO GARCÍA LÓPEZ
 El pasado 13 de diciembre de 2021, en la librería La Central de Callao de Madrid, tuve la oportunidad de acompañar a Álex Chico en su ruta de presentaciones de Los nombres impares. Lo que sigue no es solo la charla que mantuvimos aquella tarde, sino una conversación que se prolongó durante los siguientes días. Un diálogo que nos acercó hasta ese personaje difuso llamado Damián Gallego y, a partir de él, nos llevó hacia otros temas igual de complejos: por qué escribimos, qué nos mueve de un lugar a otro o por qué motivo uno se convierte en rehén de su propio deseo.

EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Escribimos desde la memoria, leemos en Los nombres impares. Y añades una frase de Faulkner: El pasado no pasa nunca, ni siquiera es pasado.
ÁLEX CHICO: Así lo creo. Muchas veces retenemos algo sin que nos demos cuenta. Está ahí, en nosotros, durante días o incluso años. Después, pasado el tiempo, reaparece, porque los mecanismos de la memoria son muy caprichosos. Esperan el momento oportuno para hacernos conscientes de que no lo habíamos olvidado del todo. La literatura es una forma de hacer emerger ese recuerdo durmiente.
 
ECDP: En ese sentido, estas novelas, junto a Un final para Benjamin Walter y Los cuerpos partidos, podrían formar una trilogía de la memoria.
AC: Sin duda. Yo añadiría un texto breve anterior a estos libros, Un hombre espera. Esa tetralogía tiene un hilo conductor: la memoria, el pasado que se hace presente, la manera en que nos condiciona todo lo que nos ha sucedido previamente... Y, de igual manera, la necesidad de la huida, del desplazamiento, porque todos estos personajes están en continuo movimiento: emigrantes, exiliados, prófugos, errantes. Aunque el universo de un autor es amplio y cabe casi todo, reconozco que me gustaría que, en algún momento, esas cuatro novelas se publicaran en un solo volumen.
 
ECDP: También les unen que todas se aglutinen bajo una forma similar, a la que defines como novelas de ensayo ficción. ¿En qué consisten? ¿Cómo llegaste hasta esta forma narrativa?
AC: Creo que llegué desde diferentes vías. Y, quizás, desde un camino menos azaroso del que parece, porque estoy seguro de que esa forma de narrar se estaba gestando en mi escritura. Por un lado, está la influencia que han ejercido en mí determinados autores, como Sebald, Vila-Matas, Olga Tokarczuk o Vicente Valero, es decir, un tipo de autor que no se adscribe a un solo género, sino que juega constantemente con los diferentes modos de escritura. Por otro lado, está la importancia que le concedo al ensayo, que está dando, me parece, las mejores páginas de la literatura actual española. Y, por último, es la crónica de una imposibilidad, de una frustración. Cuando comencé a escribir Un final para Benjamin Walter, el planteamiento inicial era bien distinto. Quise ser el escritor que no era: convertirme en un novelista de literatura policíaca que destapara la verdad sobre la muerte de Walter Benjamin. Pero yo no jugaba en esa liga. Por eso la cosa no avanzó demasiado. Sin embargo, tenía un material espléndido que debía tratar de otra manera. Recordé una frase de T. S. Eliot: La poesía es sacarle partido a una mala situación. A partir de ahí comencé a escribir algo distinto, un tipo de libro que estuviera a mitad de camino entre el ensayo, las memorias, la crónica y que empleara con frecuencia la prosa poética. Una obra que apostara, más que por la ficción, por otras vías, como la hipótesis y la conjetura y que otorgara más importancia a la verosimilitud que a la verdad. Y, sobre todo, que apostara por conceder un papel activo al lector, que fuera él quien decidiera en último término qué tipo de libro había leído.
 
ECDP: Hay algo que también unifica esas novelas: el estilo que empleas. En un momento de Los nombres impares comentas que lo importante es «poseer un estilo sin que parezca que lo tienes».
AC: Ese comentario me lo hizo, hace un tiempo, José Ángel Cilleruelo, a propósito de Un final para Benjamin Walter. Me pareció muy oportuno. Un espejo en el que mirarse. Conseguir una voz sin que estés vociferándosela al lector. Una forma de narrar única, excepcional, que sea capaz de identificarse a ti y que, sin embargo, sea difícil de definir o encajar. Me gustó mucho una frase que leí en los diarios de Rafael Chirbes, refiriéndose a Galdós. Dijo de él que poseía un estilo que envuelve el tema de forma tan suave e invisible como el guante de látex que envuelve una mano. Quizás sería eso lo que busco, ese guante de látex al que se refiere Chirbes.
 
ECDP: Ese estilo es claro, aparentemente coloquial o natural en ocasiones, sin renunciar a estructuras más experimentales, como si se unieran tradición y modernidad.
AC: Ojalá se perciba así, sobre todo en lo que a unión entre tradición y modernidad se refiere. En todo caso, lo que uno escribe carece normalmente de aprioris. No hay una planificación previa ni apenas estímulos que dirijan la escritura, más allá del deseo de explicar una historia de la mejor manera posible. Que luego todo eso dé más de sí es otra cosa. Y me alegra que se perciba de esa forma. He comentado en más de una ocasión que la escritura consiste básicamente en tener algo que decir y encontrar la mejor forma de hacerlo.
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ECDP: Existe un fondo cultural en este libro y en el resto de tu obra. Un bagaje que no cae en el culturalismo ni en la erudición. En ese sentido, es muy interesante la importancia que concedes a las citas. La cita no como erudición sino como territorio de vida, de un hacerse libro. No como fuente de legitimidad y prestigio simbólico (el camelo de la erudición, que decía Josep Pla), sino como parte constitutiva de la producción de un texto y una vida.
AC: Empleo muchas citas, es cierto. En Los nombres impares, incluso, me permito bromear sobre ese empleo a veces abusivo, no lo niego. Sin embargo, si las uso, no es, como bien comentas, por un afán culturalista, sino por mi necesidad de expresarme a través de lo que han dicho otros. Citar forma parte de mi biografía. Es una manera de decir lo que quiero amparándome en el paraguas de la ficción. De alguna manera surgen más por pudor que por demostrar algún tipo de erudición.
 
ECDP: Es interesante la cuestión objetualista que aparece en tu novela, la atención a los detalles, siguiendo un modo muy perequiano, igual que la importancia que adquiere la escritura de diarios y cuadernos.
AC: Claro, porque todos esos objetos, tanto los diarios, como los cuadernos o los detalles, forman parte esencial del relato. De alguna manera, todo eso dispara la escritura. Me gusta practicar sobre esos detalles un zoom narrativo. Creo los hechos minúsculos, aparentemente insignificantes, guardan muchos significados. Secretos que pueden explicarnos mejor que otros sucesos más ampulosos. De alguna manera encierran la clave de lo que sucede. En ocasiones, conviene parcelar la mirada si queremos comprender qué tenemos delante. De la misma manera que es necesario hacerlo con la memoria: dividirla en sucesos y buscar un hilo que los una para entender nuestro pasado.
 
ECDP: En tus novelas, se sigue la técnica cervantina de insertar novelas dentro de una novela más grande, como sucede con los diferentes diarios que se mencionan en Los nombres impares.
AC: Eso está relacionado, de alguna forma, con la pregunta anterior. Cada historia encierra en sí otras historias. Cada detalle alberga nuevos detalles. Son pasos previos, antesalas, que dan forma a un hecho. Es interesante preguntarnos qué albergamos para ser como somos, para explicarnos por qué hemos tomado un camino y no otro. A poco que observemos, la realidad se dispara con una facilidad pasmosa. Eso siempre nos conduce a otras historias que estaban ahí, a nuestro lado, esperándonos.  
 
ECDP: En ese sentido, hay una obsesión que aparece en el libro, de manera directa u oblicua. Me refiero a la necesidad de literaturizar la existencia. ¿Cómo se imbrica vida y literatura?
AC: A medida que pasa el tiempo soy más consciente de que se imbrica peor de lo que pensaba. No porque cada vez sea más difícil combinar ambas esferas, sino porque me doy más cuenta de lo terriblemente complicada que es esa relación entre la vida y la obra de arte. Si algo he aprendido durante la ruta de presentaciones de Los nombres impares es justo eso, lo complejo que es unir ambos mundos. Durante las charlas en torno al libro me ha surgido varias veces la misma pregunta: ¿merece la pena? ¿Merece la pena configurar tu vida, acomodarla, para que produzca la obra que quieres? ¿Merece la pena tanta renuncia y tanta predisposición para escribir un solo poema o una novela de seiscientas páginas? Porque si algo debemos tener claro es que por todo hay que pagar un precio. También por escribir aquello que quieres. Es una cuestión mucho más compleja de lo que pensaba.  
 
ECDP: Hay un momento, durante las charlas que aparecen en la segunda parte del libro, en el que Damián Gallego advierte a sus interlocutores de que la literatura es una burda compensación, una simple migaja.
AC: Eso lo comenta Damián porque, de alguna manera, quiere prevenir al resto de personajes, a mí, a Ida y a Tomás. Les dice: Tened cuidado o acabaréis como yo, es decir, como un tipo solitario, lleno de recuerdos, casi mudo, por haber dedicado toda su vida a perseguir algo que quizás no lo merecía tanto. Ni siquiera la literatura, el afán por escribir, merece tantas concesiones.
 
ECDP: ¿Podríamos decir que ser rehén del propio deseo es el fundamento de toda tu trilogía?
AC: En parte sí, y está muy bien visto. Somos rehenes de nuestro propio deseo. Nos secuestra. Nos sacude. Organiza nuestras vidas. Y cuando nos damos cuenta siempre es demasiado tarde.
 
ECDP: Sin embargo, en todas ellas se apuesta por la escritura como un modo de salvar la vida, de no olvidarse de uno mismo, de volver a un pasado.
AC: Ahí está la paradoja. Eso me recuerda a una frase de Paul Auster. Una vez le preguntaron por qué escribía. Él dijo que no lo sabía, pero estaba convencido de que sería peor si no lo hiciera. Me parece una buena forma de encarar este asunto. Sabes que tienes que renunciar a muchas cosas, sabes que te está condenando al ostracismo y a la soledad, y sin embargo crees que eso es lo que debes hacer, porque no existe otro camino para llegar a ti mismo o para recuperar una parte de tu memoria. Si lo piensas bien, tiene algo perverso.
 
ECDP: ¿La propia escritura es uno de los grandes temas de la literatura? No hablo de «metaliteratura», en lo que a técnica y estructura se refiere, sino de entender la escritura como una de las heridas donde se inscribe la ambivalencia de lo humano.
AC: La escritura, como tema narrativo, es algo que me preocupa desde hace mucho tiempo. Está relacionado con lo que comentábamos antes. Me refiero a buscar el momento en que nuestra identidad queda sujeta a la necesidad de literaturizar todo lo que nos sucede, como si muchos recuerdos o muchas esperanzas no pudieran llegar a nosotros si no es filtrados por la imaginación y el lenguaje. Quizás el gran tema sea el de la identidad, tan volátil y líquida.
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ECDP: También el miedo surge en ese proceso creativo…
AC: Sin duda. Un miedo atroz. Piensa que estás poniendo sobre la mesa de tu escritorio una buena parte de tu vida y que, además, buscas compartirlo con quien quiera escucharte o leerte. Estás corriendo un riesgo que, a veces, no puedes asumir del todo, porque lo que sucede después puede ser devastador: que lo publiquen o no, que lo lean o no lo lean, que te presten atención o nadie se entere de que has sacado nuevo libro… En fin, es un camino con demasiadas sombras.
 
ECDP: Si hay algo que define tanto esta novela como el resto de tu obra, es la importancia que le concedes al tema del lugar, al despliegue físico de los territorios, así como al gusto por la precisión toponímica. De hecho, los representas con sus topónimos auténticos, buscando esos “reales de referencia”.
AC: Sin duda. El tema del lugar, de la influencia que ejercen sobre nosotros determinados espacios, es algo que ha estado desde mi primer poema hasta esta última novela. El lugar y la ausencia de lugar. Uso esos topónimos reales por varios motivos, entre ellos porque no creo tener una gran imaginación literaria como para ponerme a inventar ciudades o pueblos. Pero hay otra razón que me interesa más: quiero que cada libro mío proponga a los lectores un viaje distinto. Que ese mismo lector adopte un papel activo y que después de leer el libro, o durante la lectura, visite esos lugares que menciono. Si le es posible, claro. Una de las cosas que más me gustan es saber que hay lectores que se han desplazado a Portbou después de leer Un final para Benjamin Walter o que visiten el barrio de Vallcarca a partir de las menciones que hago de ese territorio fronterizo en Los nombres impares. Si no escribiera y no diera clases en un instituto, creo que sería feliz con ese trabajo, enseñando lugares a la gente, hablándoles de lo que hubo y hay ahora en determinados emplazamientos.
 
ECDP: En Los nombres impares hay múltiples referencia a los grupos de vanguardia latinoamericanos, desde los infrarrealistas hasta los autores de Hora Zero. En uno de los diálogos con Bruno Montané, pareces definir a buena parte del grupo. Te refieres a ellos como tristes, santos y locos. ¿Así juzgas a Darío Galicia o al propio Damián Gallego?
AC: Así es como lo juzgo, efectivamente. Esos tres apelativos, lo de triste, santo y loco, aparece en un poema de Bruno Montané. Me pareció una buena manera de englobar a buena parte del grupo. A Damián y a Darío, en primer lugar, y también a muchos escritores de aquella época. Es una conjunción algo extraña, pero creo que encaja en varios autores.
 
ECDP: ¿Dirías que Los nombres impares homenajea a Roberto Bolaño? No hablo del autor, sino a su modo de entender la literatura: un pulso de vida efímero, vulnerable, frágil y siempre intenso.
AC: Más que un homenaje, lo que creo que hay es una relectura, una reinterpretación. No pretendo desmitificar a Roberto Bolaño. A lo que aspiro, más bien, es a mostrar que aquel grupo de infrarrealistas no son forzosamente los realvisceralistas de Bolaño. Que hay ficción en ellos, porque todo es ficción en cuanto usamos el lenguaje para comunicarnos. No podemos tomarnos al pie de la letra lo que explica Bolaño. En cierta forma, como dice uno de los personajes, todos deberían tener la oportunidad de explicar cómo fue aquella época. Bolaño la describió de manera magnífica. Quizás sea el momento de descubrir otras interpretaciones.
 
ECDP: Hay un interés, ya decimos, por los linajes de escritores latinoamericanos.  ¿De qué forman te han influido estos grupos en tu escritura?
AC: Bolaño está, sin duda. Pero también otros. Y no hablo solo de los grandes autores. No me refiero a la inevitable influencia de Borges o Cortázar, por citar a dos maestros. Hablo también de escritores menos conocidos con una obra espléndida, como Darío Galicia o Néstor Sánchez. No sé si estéticamente me han influido demasiado. Lo que sí sé es que su modo de entender la literatura ha podido permear de alguna manera en mi forma de entenderla.
ECDP: En la novela mencionas un término: los puntos ciegos de la narrativa. ¿Podrías desarrollar un poco esta idea?
AC: Es un término que empleó Javier Cercas, aunque en mi caso le otorgo otro significado. Para mí define ese momento en el que te das cuenta de si una historia merece o no ser narrada. Ese momento llega si durante el proceso de documentación la historia ha logrado ramificarse hacia otros territorios, si ha alcanzado otras historias con las que no contaba en un inicio. Si ha conseguido conectarse con otros universos, siguiendo el sebaldiano «delirio de relación», entonces descubro que sí, que lo que tengo entre manos debe ser llevado hasta el final. Si no lo logra, prefiero guardar la historia en un cajón, a la espera de que encuentre su momento para ser narrada. Ese es el punto ciego al que me refería.
 
ECDP: La voz narrativa comenta, en una ocasión, que su deseo es anotar y olvidar. Podría ser una paradoja para un escritor que otorga tanta importancia a la memoria…
AC: Esta es una paradoja que me ha surgido recientemente. Quiero decir que no me la había planteado hasta que no he escrito Los nombres impares. Siempre he confiado en que la memoria es necesaria. Y, por supuesto, lo sigo pensando. Sin embargo, tras escribir este libro me he dado cuenta de que el ser humano tiene derecho también a lo contrario. Solemos pensar que todo el mundo debe tener la oportunidad de ser recordado. De un tiempo a esta parte, he descubierto que otra gran conquista sería justo lo opuesto. Y más en el momento en el que vivimos, en el que cada cosa que hacemos, buscamos, consultamos, queda archivado para siempre en algún lugar del universo cibernético. Debemos tener derecho a ser olvidados, a borrar nuestro paso por el mundo. Debemos tener derecho a que nuestro pasado no se convierta en un constante ajuste de cuentas con nuestro presente.
 
ECDP: La literatura no es útil, sino necesaria, nos dice Damián Gallego. ¿Coincides con esta perspectiva del personaje?
AC: Absolutamente. Vivimos en una dictadura de lo útil. Esto se ve muy bien en la pedagogía. Los alumnos miden la importancia de algo según la utilidad que ellos crean, o les hayan explicado, que tiene aquello que le explicas. Encaminar a esos alumnos a la práctica, a la utilidad, sin hacer que se planteen otras cuestiones, es un fracaso de la educación contemporánea. Porque detrás está el poder, que es quien decide para qué te quiere en la sociedad. Te convierte en alguien útil, medio analfabeto, sin capacidad de reflexión, para manipularte como le dé la gana. En la literatura ocurre igual. No debemos medir la importancia de una obra por el rédito que pueda calcular el departamento de marketing de una editorial. Es paradójico que en la actualidad ciertos medios oficialistas conmemoren a Joyce y, a la vez, no sean capaces de atender a otras obras actuales porque se escapan del canon comercial.  
 
ECDP: Partiendo de la continuidad de la escritura, de esos vasos comunicantes entre autores y textos, ¿dirías que escribimos un mismo libro polifónico?
AC: Yo diría que sí. Por eso valoro tanto el concepto de universo literario de un autor. Buena parte de las cosas que he escrito ya estaban en mis primeros textos. En mis primeros ensayos, en los relatos inacabados, en los poemas previos que luego no fueron publicados. Esas obsesiones nacen al comienzo de una escritura. Luego no hacemos más que escribir anexos, epílogos, a partir de esas obsesiones originales. Cuando comenzamos a escribir, elegimos sin darnos cuenta unos pocos temas. Por eso es tan delicado saber con qué te comprometes. Después no vas a hacer más que dar forma a esas preocupaciones. Con distinta voz, con tonos diferentes, pero sin salir de esas angustias existenciales que surgen en la infancia y, sobre todo, en la adolescencia.
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JULIO CÉSAR GALÁN

6/2/2022

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Entrevista realizada por FERNANDO SALAZAR

Con permiso del olvido


Julio César Galán caracteriza su poética, entre otros aspectos estilísticos, por un interés teórico y crítico. Es autor de uno de los planteamientos poéticos contemporáneos más destacados, conocido como Poesía Especular, donde el poema no es el fin, sino algo que siempre está en proceso. Esto es sumamente valioso porque es una de las pocas propuestas del presente histórico, por no decir la única, que unifica autor, obra, lector e intérprete o crítico literario. El giro completo de la literatura. También desarrolla la heteronimia. Y es autor de libros sobre teoría y crítica literarias. Este conjunto forma parte de una de las poéticas españolas con mayor riesgo y búsqueda. El lector encontrará en esta entrevista parte de los propósitos e indagaciones de esa Poesía Especular.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En tu libro Ensayos fronterizos: entre el poema y la heteronomia (2017) distintos autores discuten, entre otras cuestiones, sobre los problemas de la escritura y la reescritura. ¿Una de tus propuestas líricas en Con permiso del olvido supone volver a reflexionar sobre el problema de los géneros literarios bajo el concepto de la identidad y el problema del campo textual?
 
—JULIO CÉSAR GALÁN: Cuando uno hace una propuesta poética como la de Poesía Especular o Poesía non finito, al exponerla, como he hecho en varios ensayos, hace también una reconstrucción de un género o al menos, lo intenta. Reconstruirlo es reconstruir una parte de la tradición. En Con permiso del olvido se sella de manera definitiva ese arco temporal que en mi poesía va de 1996 a 2020; si entendemos el género literario como familia o modo, y aún más, desde la retórica latina, esa de Horacio en su Epistula ad Pisones. Pero, en mi caso, en lugar de unir cada género con su forma métrica, temática o estilística, he decidido enlazar cada tipología textual con un distintivo gráfico, ortotipográfico, visual o dialógico con la finalidad de mostrar el proceso creativo del poema. Un tachado, una nota a pie de página, unas barras o una marginalia por sí solas no dicen nada (ya lo dijeron en su momento con las vanguardias, los experimentalismos o las neovanguardias); pero si se ponen en conexión con la finalidad de reflejar la genética textual, entonces, todo cambia. Este asunto, el de la rotura del poema, el de agujerearlo, tiene a su vez una conexión identitaria: mostrar las vidas posibles del poema y también, las vidas probables de uno mismo. De todas estas búsquedas se da cuenta en Con permiso del olvido.
 
—ECP: En tu última poesía, aquella que va desde Inclinación al envés (2014) hasta Testigos de la utopía (2017), se replantea la figura del autor, quizás, su muerte o, mejor dicho, ¿su resurrección? ¿Algo que ver con aquella visión de Roland Barthes? ¿En Con permiso del olvido hay un recorrido por las diversas muertes del autor?
 
—JCG: Enlazando esta pregunta con la otra, tengo que comentar que Juan Andrés García Román decía, en su prólogo a Inclinación al envés, que la poesía se había convertido en un apéndice de la prosa; y, en gran parte, es así. La cantidad de epígonos, desde hace décadas, es tremenda y ha hecho de la realidad lírica puro prosaísmo. Uno lee algunos jóvenes y no tan jóvenes y parece que siempre nos ofrecen la misma fotografía (o similar). La apariencia de tiempo estático resulta inaceptable. Un ejemplo para el cambio: las nuevas tendencias ciberpoéticas han hecho que nos replanteemos la cuestión del sujeto poético, de la identificación autor-escritura, de la transversalidad y la intermedialidad, etc. Estos asuntos han hecho que algunos autores hayamos dejado los descafeinados eclecticismos, la soporífera tarara de la tradición es la tradición (esto vale para eso del autor es un amasijo de citas) y otros sonsonetes de este tipo. Al escribir lo que hacemos es reconstruir. Por mi parte, mostrar las reescrituras es uno de los actos más leales —con uno mismo— de escribir. Y cuando hablo de leales, me refiero a nucleares. En sí, esto es mostrar la progresiva desaparición del autor: el gesto que se afirma durante unos momentos, la conciencia de ser un eslabón más en la gran cadena... Desde esta perspectiva, el autor es un intralector porque se convierte, durante un tiempo, en un intérprete de sí mismo (el lenguaje que mira su habla). Desde la Poesía Especular, el poeta refleja la escritura como una categoría móvil. El autor es un personaje y un paisaje (más sus plurales). En su pluralidad, en su colectividad (¿qué es esto? Los otros de uno mismo, es decir, quienes ayudan a hacer el libro, por ejemplo, los amigos, los compañeros de viaje poéticos, la pareja, el editor...). Nuestra visión de la creación poética cada vez es más colectiva, tanto desde un punto de vista externo con los heterónimos, como interno con esos juegos que hicimos en Inclinación al envés, El primer día y Testigos de la utopía de invitar a otros autores, de divertirnos con traducciones/versiones, ya sean propias o ajenas, de poner las correcciones que nos señalaban nuestros editores... Estas son nuestras muertes del autor.
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—ECP: Dame tu postura respecto a la crítica literaria contemporánea. En relación con ello, ¿cuál crees que será la recepción de esta antología?
 
—JCG: Casi siempre se tiene una visión negativa sobre la crítica literaria, como algo flojo, irregular, descuidado, perezoso, etc, y tan solo cuando hacen una buena crítica a uno es auténtica. Sus círculos concéntricos, es decir, dosieres, antologías, reseñas, artículos, estudios..., cuando están justificados por el cerco de la aportación resultan una actividad necesaria. Tanto en la creación como en la interpretación pocos son buenos. El mayor problema de la crítica literaria es que la mayoría (seguramente el 98%) la hacen los poetas (juez y parte, pues como que no), es decir, que es tendenciosa, extremadamente subjetiva y, por lo tanto, inservible. Además, como dice mi querido Óscar de la Torre, casi todos los críticos no poseen un sistema analítico ni propio ni ajeno (van al tuntún), ni tampoco una metodología interpretativa. ¿Vivimos en una mentira? Quién sabe...
En cuanto a la recepción de mi antología, lleva más de medio año en circulación y ha tenido varias reseñas y entrevistas. Está teniendo muy buena acogida, así que feliz por ser escuchado desde la periferia.
 
—ECP: La poesía escrita en español, me parece, lleva bastantes años repitiendo los mismos sistemas escriturales. Además, actualmente sus modelos de composición giran con mayor frecuencia hacia la poesía escrita en inglés, puntualmente a lo que se hace en Estados Unidos. ¿Aceptas que la poesía, por estos motivos, se ha tornado epigonal?
 
—JCG: No sé. Ellos, los anglos, repiten los nuestros y nosotros los suyos. Quizás seamos más seguidistas nosotros por una simple razón: el número de poetas anglosajones traducidos al mercado hispanohablante es mucho mayor que el nuestro al suyo. Aquí, en España, por ejemplo, se traduce muchísimo del inglés. Yo tengo que decir que lo que he leído de la tradición anglosajona me interesa poco y de la actual, menos. De hecho, mi consideración es que muchos de sus poetas multipremiados tienen una calidad muy, muy, muy tibia, por decirlo suavemente.
En España, hace veintitantos años hubo un enfrentamiento que se daba, más o menos, entre una poesía de línea neopurista, minimalista, claroscura y otra realista, accesible y clara; después vino el eclectismo (en estos momentos, un montón de jóvenes están por aquí), es decir, en la mezcla; ahora tenemos la combinación, unos escriben como los otros y los otros como los uno (una grandísima parte de los de mi generación, aquellos que van de 1970 a 1990) Un puro disparate todo esto (además, a mí me parece que lo mejor de muchos poetas es haber nacido o vivir en Madrid o Barcelona). En mi caso, la tradición de mis versos viene de la tradición hispanoamericana y mediterránea.
¿Cuáles son los motivos de la abundante epigonalidad? Si tenemos en cuenta que, como decía Óscar de la Torre, es una degradación sistemática de una tendencia o estilo, las razones pueden ser las siguientes: falta de propuestas tanto estilísticas como teóricas, el seguidismo que acaba en clientelismo, la escasa pericia en el manejo de la materia lingüística o el narcisismo confundido con moda. Vivimos un tiempo en el que los propios epígonos se critican unos a otros, se confunden y se igualan. Es una gran masa en todos los países, sin excepción. Para mí son como los insectos, molestos en su conjunto, extraños la mayoría (me acerco a ellos con curiosidad, la de mi heterónimo, Óscar de la Torre, que los estudia con gusto y mucho interés. Es como un forense literario), asquerosos todos.
 
—ECP: Quizá una nueva manera de reactualizar la tradición no sea la repetición de modelos y esquemas de la poesía moderna, sino releer con nuevos códigos de lectura nuestras tradiciones (algo que ocurre con la muestra inédita en Con permiso del olvido del libro, Un adiós abierto), ¿no te parece? ¿Qué opinas?
 
—JCG: Para «releer con nuevos códigos de lectura nuestras tradiciones» hay que conocer esos códigos, es decir, uno tiene que preguntarse qué le puede venir bien a la poesía de cada uno. Por mi parte, lo que intenté en Inclinación al envés, El primer día y Testigos de la utopía fue hacer una Poesía Especular/Poesía non finito: juntar los antetextos y el poema final, las reescrituras y la escritura, los bocetos y el cierre. ¿Qué implica en esos libros esta tendencia poética? Pues la búsqueda de una retórica que pudiese reflejar eso.
En el libro inédito Un adiós abierto lo que intenté es poner en práctica todo lo que aprendí con mis amigos mexicanos de la editorial Sombrario, situado en el ensayo Cuaderno de Sombrario. ¿Y cuál fue el aprendizaje? Pues esclarecer todo ese barroco textual, todas esas maneras de agujerar el texto, de esclarecer con sencillez toda esa retórica limada, todo ese elogio del boceto para el cual he tomado dos direcciones, una, la de los Cancioneros y Romanceros: para hacerlo claro y sencillo. La otra, la de las vanguardias y sus diferentes oleadas (principalmente la de los 70). Para ello, relacioné cada tropo con un tipo de antetexto: esbozo, intratextos, deslecturas, apuntes... Sin embargo, había que añadirle el alma, la melodía, y vino a través de esa forma de retomar los versos de la tradición cancioneril. Un adiós abierto es un libro que el lector va haciendo conforme lo lee.
 
—ECP: Hasta ahora has publicado cuatro poéticas, tres con tu nombre Ensayos fronterizos, Cuaderno de Sombrario (2020) y Correos a los editores (2021), y otra con la heteronimia Jimena Alba, El último manifiesto (2019). ¿Qué relación guardan con la reunión de todos estos poemas que van de 1996 a 2020?
 
—JCG: Pues con los tres primeros libros poco, pues El ocaso de la aurora, Márgenes y Tres veces luz iban por el tanteo; aunque con el que mayor relación guarda es con el primero, pues en él quise establecer una reflexión sobre la creación poética en cuatro movimientos. Esas poéticas están más conectadas con Inclinación al envés, El primer día, Testigos de la utopía, Un adiós abierto (saldrá el año que viene) y Un cancionero inacabado, que está en proceso. Para mí son una necesidad, necesito explicarme los motivos de lo que hago. Igual que necesito saber qué concepto tengo de la amistad, del amor o de la familia, requiero saber esto, tener una buena base para no ser voluble y engancharme a cualquier cosa.
—ECP: ¿Por qué la elección del título, Con permiso del olvido?
 
—JCG: El título lo saqué de la mina del poeta Luis Feria, uno de los mejores autores de la generación española del 50, que por supuesto no está en el canon ni en los circuitos oficiales (no le hace falta, el canon es para los que creen en el amaño, en la mentira, en lo de siempre, en el brillo del trepa embalsamado por la cultura; es para aquellos que creen en la beatería de lo literario). Pero es un poeta extraordinario, de una fuerza y una imaginaría portentosas (le pasa lo mismo que a Héctor Viel Temperley). El título tiene un perfil irónico, pues yo no creo en la inmortalidad literaria, pues llegará el momento en que la tierra hará pum. En realidad, no hay poesía, tan solo algunos momentos líricos.
 
—ECP: ¿Si tuvieras que salvar un poema de esta antología cuál sería?
 
—JCG: Aunque esta antología es un único poema, me quedaría con una parte, la de “Sobre el nivel del mar”. Se trata de un texto del libro Tres veces luz (en este caso, en el de Con permiso del olvido, cada apartado va como “Página”), terminado en Granada, en 2005. Ese poema salió del tirón un domingo y recuerdo perfectamente aquella sensación epifánica, ascendente, unitiva. Siempre empiezo las lecturas con esa punta de lanza. Hace poco me pregunté el porqué de comenzar siempre así y la respuesta fue que era una manera de revivir ese momento. Una lectura pública es un modo de revivir ese momento, por lo tanto, elijo ese instante.
 
—ECP: ¿Cómo fue la selección de los poemas? ¿Qué relación guarda esta antología con otras, por ejemplo, con Acorde para las aguas madres (2019)?
 
—JCG: La selección estaba hecha, pues ya en otras ocasiones tuve que reunir los poemas. En un principio, hice una lectura en zigzag, rápida, impresionista, por todos los libros. Aquí, ya casi lo tenía claro. Después, una relectura a fondo. En este segundo estadio se confirmó casi al cien por cien la primera lectura. Fue sencillo, tan solo decidí hacer algunos ajustes en algunos poemas, reescribirlos como los de El ocaso de la aurora, los cuales puse en prosa, pues se concibieron así y añadí los poemas del libro Un adiós abierto, que desde 2021 está cerrado y listo para editarse en Pre-Textos.
En cuanto a la segunda cuestión: Acorde para las aguas madres es el germen de Con permiso del olvido en relación a la selección de los libros Tres veces luz, Márgenes e Inclinación al envés. La razón de hacer Acorde para las aguas madres estribaba en un proyecto antiguo, ya comentado en el prólogo de El ocaso de la aurora. Ahí Miguel Ángel Lama daba noticia del mismo y yo quise recuperar y reunir una serie de poemas en torno a la enfermedad y el amor.
 
—ECP: Creo que todo autor, en algún momento de su trayectoria creativa, debe preguntarse qué ha aportado. Si te hicieras esta pregunta, ¿qué me podrías decir? Y no vale entrar en eso de lo deben decir otros o esa tontuna de mi poética son mis poemas.
 
—JCG: No, no iba responder con falsas inmodestias, esas de autor que dice en Facebook que no nos va a dar la tabarra con sus historias y venga tabarra con sus historias. Aunque hay que decir que esa aportación deben completarla los lectores, los editores y los estudios literarios, yo te puedo comentar que se ejemplifica en esa propuesta comentada de Poesía Especular (también denominada, en su momento, Poesía non finito), que es una poética del boceto, del afuera, de juntar, como he dicho, reescrituras y escritura, con toda una retórica pragmática del antetexto, de deshacer el poema y volverlo hacer; y mostrarlo todo de todas las maneras. Una propuesta, no sé si una aportación, pero lo que sí sé es que no he seguido a nadie (eso sí, tengo mis maestros actuales: Héctor Viel Temperley, César Vallejo, Cavafis, Francisco Pino, César Simón, José María Fonollosa, Adonis, Diego Jesús Jiménez, Leopoldo María Panero, Chantal Maillard, Eduardo Espina, Eduardo Milán, León Félix Batista, Carlos Marzal, Maurizio Medo...), que he trazado esa ruta en varias poéticas y que ya sé los motivos de lo que hago. Ya estoy tranquilo.
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    ENTREVISTAS

    El Coloquio de los Perros.
    Revista de Literatura.
    ISSN 1578-0856

    3SPADA
    ACERETE, ALBERTO
    ALBARRACÍN, JAM
    ALCOLEA, MARINA
    ARBILLAGA, IDOIA
    ARMENTA MALPICA, LUIS
    BATRES, IZARA
    BEATRIZ, JUAN [de]
    BELLIDO, ÁLVARO
    BELTRÁN VERDES, ESTEBAN
    BERMÚDEZ OLIVARES, JOSÉ JOAQUÍN
    BLANDIANA, ANA
    BOCANEGRA, JOSÉ
    BORGOÑÓS, IGNACIO
    BUSUTIL, GUILLERMO
    CABEZAS, ISMAEL
    [Música que escucharé cuando hayas muerto]

    CABEZAS, ISMAEL

    CAMARASA, RAFAEL

    CARBAJOSA, NATALIA

    CÉLINE

    CEREZUELA, ANA

    CERVERA, RAFA

    CHEJFEC, SERGIO

    CHEJFEC, SERGIO
    [5]

    CHESSA, ALBERTO

    CHESSA, ALBERTO
    [Anatomía de una sombra]


    CHICO, ÁLEX

    CISNERO, ALBERTO

    COMAN, DAN

    CONTRERAS, NADIA

    CRUZ, GINÉS

    DELGADO, DESIRÉE

    DÍEZ, JOSÉ MANUEL

    DOMINIQUE A

    ELENA PARDO, CRISTINA

    ESPEJO, JOSÉ DANIEL

    FONT, VIOLETA

    GALÁN, JULIO CÉSAR

    GALÁN MOREU, SALVADOR

    GALINDO, BRUNO

    GALVÁN, ANI

    GAMBOA, JEYMER

    GARCÍA, CONCHA

    GARCÍA, DIEGO L.

    GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR

    GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO

    GARCÍA MELLADO, ISABEL


    GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO

    GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO

    GASS, CARLOS

    GINÉS, ANTONIO LUIS

    GINÉS, ANTONIO LUIS
    [Antonov]


    GÓMEZ, MACARENA

    GÓMEZ BLESA, MERCEDES

    GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO

    GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE]


    GONZÁLEZ LAGO, DAVID

    GRACIA, ÁNGEL

    GROZO, DANIEL

    GUERRA NARANJO, ALBERTO

    HENDERSON, DAIANA


    HERNÁNDEZ, GALA

    HERNÁNDEZ, JULIO

    HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL

    HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL
    [EL DOLOR DE LOS DEMÁS]


    HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO

    IRIBARREN, KARMELO C.

    JORGE PADRÓN, JUSTO

    KASZTELAN, NURIT

    LADDAGA, REINALDO

    LAYNA RANZ, FRANCISCO

    LINAZASORO, KARLOS

    LOBATO, FLORA


    LÓPEZ, PABLO

    LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO

    LÓPEZ KOSAK, ANDREA

    LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA

    LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA
    [Qué mundo tan maravilloso]


    LÓPEZ SANDOVAL, DAVID

    LÓPEZ SORIA, MARISA

    LOUZAO, ALICIA

    MAESTRO, JESÚS G.

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    MARTÍ VALLEJO, MAITE

    MARTÍN, RUBÉN

    MARTÍN GIJÓN, SUSANA

    MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR

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    MORENO, JAVIER

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    PÉREZ CAÑAMARES, ANA
    [Querida hija imperfecta]


    PÉREZ CAÑAMARES, ANA
    [Las sumas y los restos]


    PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL

    PERONA, JESÚS

    PICÓN, EMILIO

    PRADA, JUAN MANUEL DE

    PRUDENCIO, JESÚS

    PUJANTE, BASILIO

    PUJANTE, MANUEL

    RÍOS, BRENDA

    RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL

    RODRÍGUEZ, ALFREDO

    RODRÍGUEZ, ALFREDO
    [URRE AROA]


    RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO

    RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE

    ROMERO MORA, J.D.

    ROSADO, JUAN JOSÉ

    ROSSELL, MARINA

    RUDEL, JAUFRÉ

    SALSE BATÁN, ALEJANDRO

    SÁNCHEZ, GINÉS

    SÁNCHEZ, GINÉS [2096]

    SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD]

    SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO

    SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK]

    SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO
    [LA CADENA DEL FRÍO]


    SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL

    SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS

    SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER

    SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL

    SANTOS, ABEL

    SCHWEBLIN, SUSANA

    SEÑOR, RUBÉN

    SERRANO, PABLO

    SORIANO, ADA

    SUANE, SAÚL

    ÚBEDA, ANABEL

    URÍA, JUAN MANUEL

    VAL, FERNANDO DEL

    VALDÉS, ANDREA

    VALLÈS, TINA

    VARAS, VALENTINA

    VERA FIGUEROA, ALBA

    VICENTE, TERESA

    VICENTE CONESA, FRANCISCO

    VILA-MATAS, ENRIQUE

    VINUEZA, HUMBERTO
    WÄSTBERG, PER
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