Entrevista realizada por Juan de Dios García Un guitarrista valenciano, especializado en la interpretación con instrumentos renacentistas y barrocos y solista de vihuela y laúd, ha decidido publicar una ópera prima narrativa titulada Apoteosis de Charlie Peiró (Huerga y Fierro, 2016). ¿Se ha vuelto loco? De ninguna manera, aunque ya se sabe que en este mundo es extremadamente difícil que un creador con talento para una disciplina (en este caso, la música antigua) pueda ser aplaudido con el mismo fervor cuando se adentra en otro campo tan diferente. Veamos, pues, qué nos cuenta Carlos Gass sobre su primera criatura. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo presentarías a Charlie a un lector que no se haya embarcado aún en su aventura apoteósica? Preséntalo a ese lector virgen. —CARLOS GASS: Es difícil presentar a Charlie sin defenderlo. Charlie es alguien que vive al límite. Es alto, fuerte, y sobre todo ignorante. En parte se parece vagamente a personajes de la ficción como a Buck Mulligan de Joyce, o de otro modo al actor Gérard Depardieu en algunos de sus personajes. Charlie es rudo, aunque sensible; bebe incluso hasta llegar al coma etílico; fuma hasta que no puede más y visita habitualmente los prostíbulos. Es todo lo contrario a lo que podríamos llamar un personaje ejemplar. Sin embargo, es generoso, noble e inocente. Me pregunto, igual que lo hacía Dostoievski en la introducción de Los hermanos Karamázov «¿Por qué alguien va a leer esta obra si Alekséi, el protagonista de la misma, no es un gran hombre, ni es conocido, ni ha hecho nada especial?»; me pregunto por qué el lector debería dedicar el tiempo a la lectura de esta obra. Pues bien, yo creo que en el personaje de Charlie se condensan peculiaridades humanas universales, como la generosidad y la bondad, pero también la osadía y la acción. Además, es una novela divertida, una novela que pretende hacer reír. —ECP: ¿Y a Vicente? —CG: Vicente es un espíritu hedonista. Busca siempre el placer y el beneficio, aunque esto no le impide ser amigo de Charlie. Le gusta el dinero, es egoísta y siempre quiere que se cumpla su voluntad. Es un liante, y cuando una situación se complica, pone a cualquiera por delante. Por otra parte, es cordial, cuenta con los demás para sus planes, es divertido y bastante ingenioso. […] Te voy a leer un ejemplo del Vicente intrigante: Volvió a cerrar el ojo y a apuntar, disparó y volvió a fallar, pero con tan mala suerte que le acertó de lleno a la pared de detrás, la del muro de la calle, y un buen trozo de ella se desplomó al suelo aparatosamente como en un derribo. —¡Hostia Germán, la hemos liado! Como vea eso la Dama de Hierro la vamos a tener buena. Ve, corre y recoge los cascotes que se han caído al suelo y nos vamos de aquí cagando hostias a tirarlos por ahí afuera en cualquier sitio de la calle. ¡Corre, que no los vea la Dama de Hierro! —ECP: ¿Cuánto hay de Quijote y de Sancho Panza en cada uno de estos dos protagonistas? —CG: Mucho, pero están al revés. Aquí el Quijote es Charlie, es el que azuza a Vicente para buscar la aventura. Y Vicente —o Vicen, como lo llaman sus amigos en la novela— supera muchas veces las ideas descabelladas de su amigo. La historia de sus vidas es la historia de la búsqueda de la felicidad y del placer mundano. Al igual que don Quijote y Sancho, estos nuevos desventurados tienen sus lances en los bares, en las comidas con los amigos, y sobre todo en el mundo acuático: van a pescar, tienen un naufragio, Charlie se cae al mar y no sabe nadar… Van a un lugar que es descrito como el pueblo de las malditas sobrasadas, y al igual que sucede en el Quijote muchas veces, tampoco aquí se desvela lo que pasa en ese lugar, pero forma parte de la trama, en un lugar paralelo de la imaginación del lector. En mi novela se repasan las vidas de Charlie y Vicente desde la infancia. La de Charlie cuando de joven viaja a París, o cuando Vicente habla de los recuerdos de la ciudad de Valencia, o de los días pasados en la Albufera. Por otra parte, Don Quijote es un héroe al que todo le sale mal, mientras que a Charlie, en ocasiones, las cosas no le van mal del todo y tiene suerte, igual que la tiene Vicente. —ECP: ¿Sería posible concebir esta novela sin su valencianismo o su “valencianidad”? —CG: No. Sin embargo, lo que buscaba al escribirla no era hacer una obra levantina, ni una novela de memoria histórica ni costumbrista, y creo que no lo es. Lo que sucede es que esta historia transcurre en la provincia de Valencia, en un lugar imaginario (Beniforquet, pueblo de Charlie) y casi siempre en sitios reales de la provincia (la comarca de la Safor, La Marxuquera o Gandía). Lo que he querido es mostrar que cualquier parte del mundo es válida desde un punto de vista literario y humano. Como sucede con las novelas de Balzac o Dickens, mis personajes pasean por el grao de Gandía o por Denia con la misma naturalidad como lo harían otros por la Rue de Rivoli de París o por cualquier avenida helada de San Petersburgo de una novela rusa. Sus vidas no son menos interesantes que las de los ciudadanos de las grandes capitales, ni lo que se llama “costumbrismo” consiste en que la acción suceda en un pueblo o en una gran capital. La genialidad de Vicente y Charlie es haber logrado sublimar la vulgaridad de sus existencias y convertirse en personajes literarios por la singularidad de sus trabajos. Por eso les acontece esta apoteosis, en el sentido clásico de la palabra, y como les acaecía en la mitología griega a los héroes cuando por sus méritos en la guerra lograban la condición de dioses, del mismo modo Charlie y Vicente alcanzan de algún modo la divinidad al convertirse en héroes de ficción en una novela y por tanto consiguen un visado a la eternidad. —ECP: ¿Entonces no entraría Apoteosis de Charlie Peiró en esa tradición literaria que la crítica ha venido a llamar “novela mediterránea” o, con más concreción, “novela levantina”? —CG: Tal vez, pero mis fuentes no son estas, desde luego. Me ha influido mucho la literatura francesa, especialmente Flaubert y muy en concreto obras como Bouvard y Pécuchet o La educación sentimental. También Maupassant o Proust. Por otra parte, y de otra manera muy distinta, Tolstoi, Collins y por supuesto Cervantes. Y me gusta mucho Pardo Bazán, entre otros. Poco de valenciano hay aquí, y además puedo decir que no me gusta demasiado Blasco Ibáñez y no he leído a Chirbes, aunque visto desde fuera es fácil catalogar esta novela como levantina, y no me parece mal del todo. —ECP: La amistad es la columna vertebral de esta apoteosis, ¿no? —CG: Claro, y también el intento emocionante de buscar la transcendencia, vivir con intensidad, aunque sea en un bar de pueblo o en una partida de bacarrá, intentar soslayar en la medida de lo posible las limitaciones culturales, sociales o económicas que la vida les ha impuesto. La amistad y la confianza mutua están siempre por encima de todo, incluso del dinero, por eso cuando Vicente le propone a Charlie irse a vivir con él y con su mujer le dice: —…Mira Charlie, te voy a decir las cosas claras para que luego no haya lugar a equívocos ni malentendidos. Escucha: tú nos ayudas con el dinero y nosotros a cambio nos hacemos cargo de cuidarte como a uno más y de todo lo que necesites… Y así tendrás una familia. —Eso que me estás proponiendo… ¿qué es? ¿Que te pague por tu amistad? Menuda amistad. Collons! —¡Que no, hombre, no! Que no es eso. La amistad nosotros ya la tenemos desde hace mucho, la amistad está muy por encima del dinero. El dinero no vale una mierda para comprar un amigo. —¡Eso también es verdad! — le contestó Charlie, y continuaron su camino dejando atrás la funeraria que casualmente estaba arrimada al hospital. —ECP: Wilhelm Raave decía que el humor es un chaleco salvavidas en la corriente de la existencia. ¿Me equivoco si esta máxima de Raave es perfectamente aplicable a tu novela? —CG: No te equivocas, en absoluto. El humor es un ingrediente esencial en esta novela porque es la actitud que ayuda a los personajes a soportar la vida. Es un lenitivo, es el arma que pueden esgrimir quienes no tienen más poder que su inteligencia natural para enfrentarse a los enigmas de la existencia, al asombro provocado por las sensaciones de la juventud perdida, a los recuerdos de la infancia, al contacto con la vida de los animales, a las relaciones de hombres y mujeres… —ECP: La publicación de Apoteosis de Charlie Peiró ha tardado muchos años en llegar. ¿Qué ha motivado esta espera? —CG: La sociedad actual nos tiene acostumbrados a que un escritor debe empezar a publicar en la veintena, producir una novela al año, y además venderla y promocionarla en los medios de comunicación y sobre todo en las redes sociales. Esa no es exactamente mi idea de la literatura. La literatura es un arte, igual que el teatro, o la poesía, un arte y no solo una industria; escribir una novela lleva mucho tiempo y trabajo, lecturas, estudio… Hoy en día se busca el dinero rápido, el éxito rápido y el entretenimiento fácil. Resulta impensable que una persona de cincuenta y tantos años se atreva a publicar una primera novela, pero Stendhal lo hizo, y Sánchez Ferlosio está escribiendo ahora con más de ochenta años obras fundamentales. Hoy en día parece que si no eres reconocido con veinticinco años no eres nadie. La literatura no es solo una carrera de obstáculos sino de fondo. Muchas novelas actuales me suelen parecer ejercicios de redacción intrascendentes. Para mí una novela es una representación del mundo, y yo… no he sabido hacerlo antes. Por otra parte, mi formación y mi trabajo es de músico, y a ese oficio, así como a la construcción de instrumentos, es a lo que he dedicado mi vida hasta ahora. —ECP: Vayamos a la semilla de tu novela. ¿Cómo se fraguó tu decisión de escribir Apoteosis? —CG: Yo siempre he leído mucho. De joven me gustaba imaginar cómo escribiría la novela que estaba leyendo. Aunque, como he dicho antes, soy músico, la literatura siempre ha estado ahí como pulsión artística, como un latido que pide nacer y manifestarse. La Apoteosis se fraguó por la necesidad de contar una historia. Yo conozco muy bien Valencia y me pareció ineludible escribir sobre nuestra forma de ser. Poco a poco fui redactando capítulos sin ningún orden y más tarde organicé esta maraña hasta que se fue estructurando en tres partes. La primera es de presentación, la segunda es de plena actuación de los personajes y la tercera mitad es metafísica. El último capítulo es un largo camino a la muerte, no a la muerte del esqueleto y la calavera, sino un retorno a lo eterno, o lo que sea. He intentado siempre ir contra la falta de autonomía a la hora de escribir. Mi mayor enemigo ha sido aquí la educación religiosa que mi generación recibió. Eliminar o reducir el peso religioso del lenguaje fue una de las cosas que más me ha costado. —ECP: ¿Has pensado que en un futuro podrías escribir una novela en valenciano y no en castellano? —CG: De momento no. Hablar valenciano me resulta emocionante, pero no es mi lengua materna y su discurso no se adapta en este momento a lo que busco al escribir. Lo que tengo en proyecto es escribir en castellano. Acaso me pase como a Conrad o Juan Marsé que, hablando polaco o catalán, escribieron sus obras en inglés y castellano. Tengo escrita una colección de relatos de temática diversa: hay alguno que habla de la música, otro es de viajes, hay uno de fantasmas y espiritismo, incluso tengo un relato que trata de un problema con la identidad en el siglo XXI. También he comenzado una novela ambientada en USA. —ECP: ¿Qué herramientas inspiradas en tus conocimientos musicales has utilizado para este trabajo narrativo? Porque aquí, en Apoteosis, tú ya no eres un intérprete, sino el compositor. —CG: He usado esa capacidad formal que los músicos tienen para sentir las grandes estructuras sonoras, como la forma sonata o la de un concierto de música electroacústica. Como curiosidad recuerdo que los capítulos uno y dos tienen la forma sonata. Comienzan con una breve introducción que habla del mar y de los pájaros. Casi inmediatamente aparece la exposición de la sonata con la presentación del primer tema, que será Charlie; el segundo tema es Vicente; luego vienen los divertimentos contrastantes en forma de una tertulia en una cantina de pescadores y la primera salida al mar de Charlie para pasar el día pescando. Después el desarrollo donde se habla de ciertas curiosidades de las aficiones de Charlie. Hay una recapitulación y una coda formada por algo que sucede al final. Lo curioso de este uso de la forma sonata es que fue algo totalmente involuntario, inconsciente, y no me di cuenta de esto hasta que la novela estaba casi terminada. Otra influencia de la música está en ciertas simetrías en lo que les sucede a los personajes. Así, si uno cae al mar, el otro tarde o temprano caerá a un pantano. Todo lo que le sucede a uno tiene un reflejo en el otro, es como una especie de leit motiv, o mejor un motivo unificador que relaciona a los protagonistas para dar unidad al relato. […] Es cierto eso que dices de que aquí soy el compositor. Crear es algo que me gusta, aunque nunca he sentido la necesidad de componer, tal vez porque la interpretación me llena, como músico, totalmente, ya que es, al menos para mí, tan creativa como la misma composición. La creación literaria exige mucho esfuerzo, es incómoda y muchas veces parece que no va a ir a ningún lugar de interés, pero a la vez es algo magnífico. —ECP: Ya sabes lo que pasa con el reto de una segunda novela, ¿no? Dicen que hay una maldición sobre los segundos discos, las segundas películas, las segundas novelas. ¿Le haces caso a esas creencias?
—CG: Yo a eso no le hago ningún caso, simplemente no me preocupa. Una novela supone mucho trabajo, la Apoteosis de Charlie Peiró me costó más de cinco años de dedicación casi diaria. La novela que estoy escribiendo ahora, la que transcurre en los Estados Unidos, lleva el mismo camino. Creo que más que una maldición, lo que pasa muchas veces es que la segunda obra produce desconfianza o cansancio por el trabajo que conlleva. Es muy posible desistir en el intento de escribir una segunda obra. La primera quizá sea más natural o una necesidad, mientras que la segunda ya es, de algún modo, una obligación, la obligación de continuar escribiendo. Para mí lo importante es tener algo que contar y en ocasiones las segundas partes de las películas (Kill Bill II), o de las novelas (segunda parte del Quijote), pueden llegar a ser incluso mejores que las primeras.
5 Comentarios
12/5/2017 03:39:06 pm
Carlos Gass ha escrito una obra llena de vida. Además de las aventuras de los personajes y de la diversión, hay descripciones de gran lirismo. La novela gana a medida que avanza y va desplegando muchos más matices. Sorprende el buen oficio de Gass para ser una ópera prima. Muy recomendable!
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20/9/2022 08:50:20 am
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antonio alfaro lópez
12/5/2017 03:50:59 pm
Jo, Carlos, esto de Charlie me resuena como a ecos mejorados, madaurados, afinados, de aquellos encuentros, cruces y arpegios de tu figura zambuchera cuajada de laud, sonrisa y amistad. Me alegro mucho y te acompaño en tu afan creativo. Un abrazo.
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