Entrevista realizada por LUISA PASTOR El Café del Poeta: charla con MANUEL GARCÍA PÉREZ El 11 de mayo, con luz de domingo, me espera en una de las mesas del Café del Poeta, frente a mi casa, Manuel García Pérez, para hablar de su último poemario, Vida y época de la ausente Eileen, elegantemente editado por la editorial Renacimiento tras resultar ganador en el XI Premio de Poesía Juana Castro. Cuando llego, con tan solo cinco minutos de retraso, él ya ha apurado su café. Estoy acostumbrada, como vieja amiga suya que soy, a sus velocidades. Yo me pido mi vermú de siempre, que paladeo y me dura toda la conversación. Eso es lo que me gusta de tenerlo como amigo: nuestra complicidad, adornada con el sello de lo que es distinto. Al día siguiente, el libro se presenta en Orihuela y yo estaré a su lado. Trata de no concederle demasiada importancia, pero sé que es verdaderamente significativo y reafirmante para él. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo viviste y vives la experiencia de resultar premiado y publicado por Renacimiento, una editorial tan importante en el panorama poético nacional? Sé que no frecuentas demasiado los concursos. ¿Qué te movió a participar en este? —MANUEL GARCÍA PÉREZ: Pertenezco a una generación de escritores a los que publicar un libro le fue prácticamente imposible a finales de los noventa especialmente, porque los recursos en las editoriales, los procesos de industrialización, las ayudas y subvenciones, los requisitos y los criterios de calidad eran más que restrictivos. Que una editorial pequeña pudiese publicarte, tal y como sucedió con mis dos primeros poemarios, era un éxito mayúsculo. Con la llegada de la autoedición, Amazon y muchas subvenciones europeas, es raro que cualquier persona con inquietudes creativas no tenga ya publicado un libro. Además, llevo muchos años también reseñando obras literarias en diversos medios y, en esta última década, la nómina de escritores es infinita y los criterios de calidad han saltado por los aires, pues los editores en poesía están buscando creadores que, si bien demuestran talento, responden antes que nada a estereotipos de prestigio político y mediático, no tanto a estándares de innovación o trascendencia creativas. De repente, me he encontrado con autores que, sin apenas trayectoria, han logrado publicar en varias editoriales con amplia distribución. Por esa razón, necesitaba saber en qué lugar estaba yo después de estos años y me la jugué presentando este poemario a dos concursos internacionales donde la objetividad estaba por encima de la influencia de editores y las necesidades del mercado. Opté por el Premio Juana Castro y concursé con el convencimiento de que enviaba un trabajo meditado y con una unidad temática clara. Y, aunque los premios no signifiquen nada en muchos de los casos, el hecho de que lo ganase y me publicase Renacimiento me han valido al menos para reafirmar que mi trayectoria, desde hace muchos años, presenta una progresión estética y reflexiva, que responde a un constante trabajo de revisión y mejora de mis textos. —ECP: En la primera charla que mantuvimos tú y yo acerca del libro, me comentaste la influencia de la escritora Ottesa Moshfegh. De esta autora el New Yorker hizo una reseña en estos términos: «Posiblemente, la escritora americana más interesante a la hora de escribir sobre el hecho de estar vivo cuando estar vivo es un suceso terrible». Una musa oscura, Manuel. —MGP: Me gusta explorar la literatura contemporánea a través de aquellos autores que son hijos de su tiempo. La ficción que mira constantemente al pasado o aquella que se recrea en otras posibilidades de mundo no me interesan. Me inspira mucho más detenerme en narradoras como Moshfegh que analizan los problemas sociales y filosóficos de nuestra coyuntura, que profundizan y matizan el sentir y la preocupación de los sujetos anónimos que experimentan la soledad, pese a vivir en la metrópoli o en las capitales. Ese contraste entre la gestión de la depresión y la hiperestimulación de las ciudades forma parte del espíritu de este libro. Y Moshfegh, como Lorrie Moore, han sido influencias determinantes para la estética de Vida y época de la ausente Eileen. —ECP: Estamos, Manuel, ante un poemario marcadamente culturalista. Hay referencias a pintores, compositores, intérpretes de cine, instrumentistas, hombres y mujeres que conforman un tejido cultural más bien marginal o elitista, podría decirse, hasta el punto de que puede resultar en cierta medida hermético. Imagino que tú eres consciente de ello. ¿Es un riesgo calculado? ¿Una provocación al lector? —MGP: Necesitaba crear un crisol de estímulos en los que esa soledad profunda y desesperada contrastara con el flujo interminable de códigos y señales que la modernidad y posmodernidad representan. La globalización ha sido una globalización económica, cultural, del ocio incluso, étnica y tecnológica, pero también vivimos la globalización del individualismo y las enfermedades mentales. Y esto último son procesos destructivos, porque son íntimos, inéditos para quien los sufre, e intransferibles. La globalización también ha conllevado la resignación y acatamiento de que la soledad es un mal consustancial a las bonanzas de esta realidad donde la música, la literatura, las redes sociales, las plataformas audiovisuales, por ejemplo, fluyen a nuestro alrededor sin fecha de caducidad; un mundo virtual que nada tiene que ver con las realidades del espíritu. Mis referencias culturales en el poemario no hacen otra cosa que ahondar en su banalidad frente a mujeres destruidas y abandonadas a su suerte. —ECP: Explícanos la génesis de esta obra, ¿qué hay detrás de esta misteriosa Eileen Dunlop, que, como San Agustín, se ha convertido en una incógnita incluso para sí misma? ¿Cuál es su historia? ¿De dónde viene para acabar deambulando, como sonámbula, por tu poética? ¿Tiene algo de «mujer rota», en términos de Simone de Beauvoir? —MGP: A partir de mis lecturas de Otessa Moshfegh, y especialmente de la lectura de Mi nombre era Eileen, diseñé una biografía ficticia basada en algunos aspectos secundarios del perfil de la protagonista de Moshfegh. Conforme escribía el poemario, Eileen se iba pareciendo más a los personajes que suelo crear en otros de mis textos, porque el estigma de la autodestrucción empezaba a hacer mella en su realidad carnal y psicológica. Es una mujer rota, tienes razón, una mujer rota que se niega a aceptar el acabamiento, que asume que los ansiolíticos y los antidepresivos pueden mantenerla a flote y que, pese a la adversidad, prefiere el conformismo a desaparecer. —ECP: A la co-protagonista o antagonista, la presenta Eileen a través de un orfidal, en estos términos: «Me cogió la mano / y la miré sin parpadear a la cara. / No sé todavía / si era realmente hermosa. / Elogié la vegetación, / nuestra historia, / la vegetación que medra / alrededor de Rebeca». ¿Qué puedes contarnos de ella y de la toxicidad que esconde bajo su albornoz? —MGP: Todas las relaciones anteriores le han fallado al personaje principal de mi poemario, incluso su madre. Eileen no puede creer en el amor. Para alguien como ella, el amor es desencanto y derrota, una ilusión almibarada con obsolescencia programada. Sin embargo, en su comprensible búsqueda de la compañía, Rebeca es su alter ego, una representación de ella misma, de una mujer también aniquilada por la incomprensión y la ausencia. A ellas solo les queda el sexo y el acompañamiento, una clase de sororidad que no va a construir nada, pero que al menos les sirve para llevar sus duelos personales con pragmatismo. —ECP: Quien te conoce, advierte que en este libro se mantiene una línea constante en tu producción: la existencia asomada a un permanente abismo o lado oscuro, la identidad asociada al dolor. De hecho, entre las citas que encabezan el poemario podemos reconocer a dos poetas ciertamente tanatoestéticas (como Eileen), dos de las poetas suicidas más famosas de la poesía contemporánea: Anne Sexton y Sylvia Plath. ¿Podríamos llegar a decir que es tu gran obsesión? —MGP: En mi poesía, existen dos constantes fundamentales desde hace muchos años: la violencia como categoría filosófica y la aceptación de la muerte como un síntoma de padecimiento que es consustancial al hecho de ser hombre. Sé que hay una gran fascinación reciente por la poesía de Sexton, una fascinación que está vinculada a su suicidio, como en el caso de Plath. Pero siendo sinceros, no hay nada fascinante, una vez que sales de su literatura. Plath y Sexton estaban enfermas. Eran mujeres enfermas, con vidas donde el sufrimiento fue atroz. La relación creativa entre patología y escritura es demasiado atractiva, lo sé, y de eso me aprovecho, pero en mi poemario también se comprueba que Rebeca y Eileen están gobernadas por la culpa y, sobre la culpa, la ansiedad como síntoma de patologías feroces. Detrás de la seducción de estos escenarios, solamente hay sufrimiento y el vacío más absoluto. —ECP: Hablemos de los fármacos. Además del sueño, que es el fármaco reparador por excelencia, la medicación psiquiátrica tiene una importante presencia, facilitada por una terapeuta freelance, la doctora Tutle. Desde el Orfidal al litio, pasando por el Valium o el Infermitirol, que aparece en ‘Acampada en Michigan’. —MGP: Creo que es uno de los motores del relato que constituye este libro de poemas. El fracaso y la frustración sólo son subsanables desde la resignación asumida desde un proceso interior de deshumanización que la propia adversidad ha tramado para Eileen. La adicción a las drogas se convierte en una experiencia cotidiana, en una tabla de salvación momentánea, porque ese alivio sintomático tiene fecha de caducidad y es ahí donde empieza la autodestrucción, lo insalvable; el pretexto de vivir sencillamente por vivir. Esa es una de las reflexiones que explora este poemario. Vivir para nada. —ECP: En el poemario, se reflejan muchas de tus inquietudes, el melómano que eres, por ejemplo, no sólo por las referencias a grupos musicales, como los Moldy Peaches o cantantes concretos, como el islandés Ouse, a quien dedicas una oda, por cierto, sino también por el empleo de un lenguaje musical, que da títulos a poemas como ‘Rebeca’s blues’. ¿Qué aporta esa música, que también es, en muchos casos, alternativa y rara, a tu trabajo como escritor y al propio trabajo lector? —MGP: Es fundamental para lograr la verosimilitud en un poemario eminentemente urbano. Las resonancias minimalistas de Stetson y la presencia de los Moldy Peaches intervienen en una contextualización que aproxima a Eileen a la carnalidad, porque, pese al simbolismo y las metáforas, nuestra protagonista es una mujer, no es una alegoría o un trasunto semántico. De hecho, en Eileen no se idealiza nada en absoluto. Al contrario, se describe el inframundo de una mujer carnal a la que la soledad la cerca y asfixia. Y la música, además de aportar verosimilitud, es una falsa condición ambiental donde se disimula ese declive. —ECP: No puedo hablar contigo de este libro ni de nada, por otra parte, sin que aparezca el tema del cine, otro elemento fundamental en las páginas de este libro. De hecho, la historia de Eileen y Rebeca sirve de base a una película, en la que la propia autora intervino como guionista. ¿La has visto? ¿Hay algo de ese film en esta obra?
—MGP: No he visto la película, porque no quería contaminarme en la revisión de las galeradas. Eileen tiene su origen en la narrativa de Moshfegh, pero no es la Eileen de la narradora. Es mi Eileen, una mujer que, con el paso de los meses, se parece cada vez más a esas madres, abuelas y tías que han tenido que afrontar solas la pérdida de los suyos, la viudez, y ser cuidadoras de padres y madres incapacitados por la enfermedad o la senectud. La presencia de estas mujeres en mi poemario, pese a vivir en Estados Unidos, se asemeja a toda una generación de luchadoras silenciosas que sólo salían de casa para trabajar, haciendo de la invisibilidad su más preciado don. —ECP: Los paraísos artificiales, y muy en particular, el alcohol, sirven como escape ante la realidad pero persiguen como una maldición, una condena, convertida en ‘Primer mandamiento’, como sugieres en este hiperbreve poema, que dice tan sólo esto: «Se entregaba a la ginebra / como el solitario pájaro de Yeats al fuego». ¿Una realidad sórdida puede generar imágenes tan bellas como esta? —MGP: Sin espacio público, no hay humanidad. La mujer que representa Eileen es la que trabaja fuera y vive en casa la mayor parte de su tiempo. Si sale para relacionarse con los otros, lo hace emborrachándose o acostándose con hombres que afectivamente no le dicen nada. El alcohol borra, olvida y extingue esa condición promiscua y mórbida en mujeres que no tienen otra opción de ser visibles, de participar de lo público, pero, ¿a qué precio? Al precio de lo que vale una botella para poder regresar a casa sin remordimiento. —ECP: Pintalabios de color carmesí, rímel corrido, delineador blanco para los párpados. Podemos hablar de una cosmética del dolor, ¿no? —MGP: Creo que hay un ritual de muerte y sacrificio en el hecho de que mujeres como Eileen se maquillen. En el fondo, están perdidas y rotas, así que la cosmética intenta disimular ese daño constante que las va erosionando. Nada puede herir más que aparentar lo que uno no es, así que el maquillaje no es un maquillaje para fascinar, sino para consolidar la devastada autoestima que las gobierna. Un maquillaje tribal, de cazadora, o de presa que va a ser sacrificada. Las pinturas y los tintes, además, se diluyen y se borran, dejando un rastro zafio sobre la piel, solapando y ocultando contornos, perfiles, miradas. El maquillaje de varios días hace que la identidad del yo desaparezca. —ECP: El sentido espiritual que tiene esta propuesta de desconexión a través del sueño en ‘Mi año de descanso y relajación’ prepara también al lector para la entrada de un léxico de carácter ya declaradamente religioso. Ya al principio de la obra encontramos, por ejemplo, una ‘Oración para Colin Stetson’, famoso saxofonista y compositor estadounidense, y conforme se va cerrando el libro, se suceden referencias a Dios, los cielos, mandamientos varios y otras bendiciones, llegando incluso a poner el broche final un salmo y una monición de salida. Igual que he hablado antes de una cosmética del dolor, ¿podríamos decir también, como advirtió Tolstói en sus diarios a propósito de la muerte de su hijo, que el dolor comporta cierto misticismo, nos eleva espiritualmente el martirio? —MGP: No quise renunciar a una de las características fundamentales de mis poemarios anteriores y es ese sentido religioso y ritual que tiene la poesía tal y como yo la concibo. Pese a ser un poemario realista e inspirado en las metrópolis, la estructura, el simbolismo y el lenguaje pertenecen a una concepción de la poesía como una oración, un mantra, una fórmula propia del exorcismo. Rebeca y Eileen son personajes que dialogan con sus demonios a diario. Son mujeres, además, que no van a ser salvadas y que han dejado de tener esperanza. Por esa razón, hay un misticismo del mal y del bien en los textos, una aproximación a la catarsis desde la ejemplaridad de estas mujeres de carne y hueso, en las que el fatalismo y la perdición son ya una realidad. Agarrarse a Dios se ha convertido en una ilusión para ellas y la vida es ya un valle de lágrimas del que no van a salir, ni lo pretenden.
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Entrevista realizada por LUISA PASTOR Fue voraz Fue voraz (Olé, 2024), segundo poemario de Alejandro López Pomares, recoge poemas articulados en torno al paso del tiempo, uno de los tópicos horacianos más arraigados en la tradición poética. Lo que dejamos atrás es un paraíso que debemos dar continuamente por perdido, y cuya evocación, por doloroso que sea ese nóstos, los seres contemplativos ni pueden ni quieren evitar. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Alejandro, de todas las contemplaciones, el mar. ¿Por qué? ¿Es acaso un espejo? Si es así, ¿qué ves en él? —ALEJANDRO LÓPEZ POMARES: El mar tiene una recurrencia eterna y, sin embargo, y a pesar del constante ir y venir, cada ola muere al llegar a la orilla. De modo que hay un doble aprendizaje, imagino que inconscientemente me ha hechizado desde siempre, sobre la esencia misma de la vida como algo tan libre y al tiempo tan encorsetado como es el mar. Nos habla de cómo la vida muere a cada segundo y de cómo todo perdura y se conserva generación a generación. Nos habla también, y de forma casi contraria, de cómo los recuerdos quedan ahogados en el olvido y, cómo, a pesar de ello, la memoria los rescata cuando menos lo esperas. Y sobre ese doble juego bascula casi toda la esencia de la existencia humana, lo caduco y lo perenne, lo perdurable y lo fugaz. Si hay un recuerdo que he ido actualizando año a año desde mi infancia es el de mi yo-niño mirando hacia el mar desde el balcón de mi casa de verano mientras todos comían. Se juntaban, creo yo, la altura del piso donde vivía, la magnitud de un mar abierto y lleno de tonalidades y el sonido de las olas al intentar agarrarse a la orilla. Todo eso unido me impresionaba entonces y me sigue impresionando ahora. —ECP: En el poema ‘Fue voraz’, ubicado en la primera parte del libro “Antes de todo” se desvela al protagonista real del poemario: «Prefiero apagar la luz y salir a la ventana, / el sonido ya no es el del siempre, la brisa me toma de la mano, / el tiempo fue voraz». Creo que es un acierto ocultarlo en el título, que el lector deba intuirlo o asociarlo a otros tantos aspectos de la vida: el amor, por ejemplo. ¿En qué otros aspectos has sentido, en primera persona, la voracidad de la vida? —ALP: Creo que la voracidad de la vida es un sentimiento propio de la adultez. Instintivamente unido a la pérdida. Mientras te regodeas en la infancia, en la inocencia, la inmortalidad te ampara, pero con la madurez, sea por edad o por las circunstancias propias de cada vida, la sensación de que el tiempo nos pisa los talones es inevitable. Nos devora. Y pienso que, con la voracidad del tiempo, viene todo lo demás, la añoranza por la niñez y su luminosidad, por la vida despreocupada y los días del eterno aburrimiento, la fascinación permanente ante cada descubrimiento cotidiano, las sensaciones desbocadas, el todo es posible y, evidentemente, esa sensación de que parece que todo va a ser así, va a permanecer, por siempre jamás. Enseguida nos golpea la vida y nos destroza los moldes y, sin embargo, sus misterios la siguen haciendo tan interesante. —ECP: En el prólogo a La soledad tras el ruido de fondo, escrito por el poeta José Luis Zerón, él advierte que «se trata del dietario de un personaje hipersensible, introspectivo». Ahora, en Fue voraz, ese rasgo se hace mucho más acusado e incluso explícito, puesto que los poemas van fechados... —ALP: Es precisamente por Zerón por quien tuve la curiosidad de comenzar un diario literario. Él acaba de publicar una selección de sus textos en un libro titulado A salto de mata (Frutos del tiempo, 2023) y yo un poemario formado por entradas en verso fechadas que se pueden concebir como poesía narrativa y, además, cronológica. Todo comenzó en el verano de 2018, cuando me propuse comenzar aquel diario una noche que me encontraba en el balcón de mi casa de verano. Desde entonces, con sus altibajos y sobrevenidos por los acontecimientos personales, familiares, la pandemia de por medio, eran largas las épocas en las que no escribía nada y otras, sobre todo, nuevamente los veranos, en los que conseguía darle una cierta continuidad. De las muchas entradas, en la mayoría busqué usar un formato poético, creo que por poder permitirme así darle una licencia más estética, más cercana al sentimiento que me infunden las cosas que percibo. Con respecto a esto, es decir, en si en los textos se aprecia o no una mayor o menor sensibilidad, no es algo que yo pueda responder. Agradezco que digan eso de mi escritura, y en mi interior lo creo así, pero no es algo que pueda comparar. —ECP: También comenta Zerón que en tus poemas «es fundamental la Flânerie, el caminar errante que posibilita el encuentro del poeta consigo mismo, con los otros y con el paisaje que le rodea». ¿Es también importante en el proceso de creación de estos poemas? —ALP: Así sigue siendo. De alguna forma encuentro con facilidad el estímulo poético en el caminar libre, sin rumbo fijo. Por mi evolución académica como biólogo y antropólogo me he visto caminando por lugares que me han provocado un gran asombro, lejos de la cotidianeidad que nos lleva a desdeñar la riqueza de nuestro entorno. He llegado a sentir lo que los etnógrafos conocen como el “extrañamiento”. Una sensación de fascinación en el momento en el que salimos de lo común y que activa, de repente, tu atención y capacidad de observación de lo que ocurre. A raíz de esa experiencia le tomé el gusto a lo que conocen como “observación participante” y yo mismo la he ido agudizando, no solo con la vista, sino con algo que a mí me interesa mucho y de lo que estamos muy poco formados, con la escucha. Existe un concepto que desarrollé en mi poemario La soledad tras el ruido de fondo y que ahora he seguido madurando, que es la percepción del paisaje sonoro o soundscape como se le conoce en el mundo anglosajón, que, de la misma forma que caracterizamos un paisaje por sus colores y formas, por sus montañas, árboles, rascacielos, etc, surge de la multiplicidad de sonidos que componen un lugar y un momento concreto, de nuestro presente, de nuestra ciudad que es así aquí y ahora y diferente a como lo fue hace 50 años y lo será en el futuro. Un sonido que, al igual que la visión, solo se puede percibir con una escucha consciente y atenta. —ECP: El prólogo a Fue voraz lo firma Manuel García y en él habla de la escritura como «un regreso inútil, un empuje hacia lugares y momentos que ya no se vivirán así (...) Queda algo, pero ya no es igual». ¿Qué momentos son para ti motivo continuo de regreso por inútil que sea? —ALP: El valor de la utilidad es algo que aquellos que escribimos por motivación y por gusto, y no por profesión, asumimos en su justa medida. Escribir no es “útil” en un sentido práctico. Es estimulante, satisfactorio, reparador o, todo lo contrario. Y no depende ni siquiera de la persona, va mucho más allá, puede hasta depender del momento vital. Lo que un libro tiene de sanador, el siguiente te deja sumido en la incertidumbre. Lo que nos dice toda lógica es que los momentos de añoranza, felices o tristes, deben quedar atrás para dejarnos avanzar, pero pienso que aquellos que conservamos en la memoria tienen todavía algo que enseñarnos y, por eso, recurrentemente, volvemos a ellos. Creo que no se trata de vivir en el pasado, sino de comprender de qué forma esos instantes nos hicieron como somos ahora. No creo que sea inútil escribir sobre ellos. —ECP: Entre las citas que incluye el poemario me llama la atención una de Paul Auster. ¿Crees, como él, en la música del azar, en que hay una especie de propósito oculto, una razón para todo lo que sucede en el mundo? —ALP: Qué va. Aunque he transitado mucho por la idea romántica del destino y de la teleología, por la belleza intrínseca y el magnetismo que tiene ese juego de que la voluntad individual esté sometida a una fuerza irrefrenable, con el tiempo me he sentido mucho más atraído por otra concepción diferente: la creación constante del presente como resultado de las muchísimas interacciones entre el mundo, los seres vivos y las fuerzas que nos unen. Cada decisión que tomamos o que no tomamos modifica el siguiente momento y sus infinitas posibilidades. —ECP: En el poema de cierre, ‘El rumor de las horas II’, escribes: «Da igual el color de los días, / da igual las películas, canciones, libros / o mensajes con los que trate de revestirlos. / El presente, / en cuanto me descuido, / otra vez me abandona». ¿Con qué películas, canciones, libros revistes tu presente? —ALP: Una pregunta así siempre me lleva a hacer un trabajo de revisión del pasado más reciente y me doy cuenta de que lo olvido con mucha rapidez. Con respecto al cine, estoy descubriendo el universo mumblecore, a raíz de un pódcast que he escuchado sobre escritura de guiones. En particular he visto Frances Ha, una película de Noah Bambach y Greta Gerwig, que me ha llevado incluso a escribir algún poema. Por otro lado, he acabado, tras varios intentos, la película más inquietante que he podido ver en mucho tiempo, Las armonías de Werckmeister de Bella Tarr. Absurdamente excesiva y bella. Lo dejo ahí para quien quiera indagar. En cuanto a música, es muy variada como para poder dar nombres, pero así autores que frecuente están Nick Cave, Leonard Cohen, Dire Straits, Agnes Obel, Damon Albarn y todo lo que vaya conociendo. Y, por último, con respecto a los libros que he leído, además de tu plaquette Bajo el signo de Acuario y Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig, que estoy leyendo ahora, he terminado El acontecimiento de Annie Ernaux y una recopilación de obras de teatro breves de Ramón Gómez de la Serna. —ECP: En ‘Bot literario’ dices: «Esta vida que es la del 2020 y no la de antes, está hecha de bits y likes», y adelante añades que «esta es la vida y esta es la cultura que nuestra época se merece». Con todo, ¿a qué le pondrías tú todos tus likes?
—ALP: Pues vaya, pregunta difícil. Yo le sigo poniendo likes a los que siguen tomando en serio las cosas que hacen, a los que hacen un uso cultural inteligente de los nuevos medios. Los tiempos han cambiado mucho más rápidamente de lo que somos capaces de asimilar y cuesta un gran esfuerzo saber reconocer lo bueno en las nuevas formas de comunicación con el enorme abanico de posibilidades que se nos abren y, al mismo tiempo, el abismo de estupidez que esconden y en el que caemos sin darnos ni cuenta. Si damos un like a cualquier cosa, todo dejará de tener valor. —ECP: Cuando tú, un watchman, afirmas que te falta la frase final que dé sentido a toda tu escritura, ¿es porque te das por vencido? Te voy a pedir, a modo de despedida, que improvises una. —ALP: La escritura me ha ayudado a descubrir algo que llevo muchos años intentando comprender. La vida no tiene respuestas, siempre viene una nueva pregunta. En la vida no hay una frase definitiva que dé resultado a todo, no hay una verdad que nos alumbre. Nadie tiene la verdad. A lo más que podemos aspirar es a pequeñas certidumbres. Sé que el tiempo fue voraz, pero como aquellas olas que te decía al principio, con cada una, el tiempo se renueva, y viene otra, y otra. Así que, sintiéndolo mucho, sigo buscando todavía mi frase y, quizás, a todo lo que aspire sea a plantearme nuevas dudas. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHESSA, ALBERTO [Non finito] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FABRELLAS, JOAQUÍN FONT, VIOLETA GAIRÍN, RAMIRO GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA PÉREZ, MANUEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO [La nueva subjetividad] GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LARA ALBERCA, JOSÉ MANUEL LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ PELLICER, PABLO LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MARTÍNEZ MÁRQUEZ, ALBERTO MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PARRA SANZ, ANTONIO [Gómes & Cía] PELLICER, GEMMA PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA ROVALHER, DANIEL RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [El borde cortante] SÁNCHEZ, GINÉS [Mujeres en la oscuridad] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El órgano] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Factbook] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [La cadena del frío] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Los que escuchan] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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