Entrevista realizada por CLARA HERRERO CELDRÁN Conocido por ser cantante y bajista del grupo Farmacia de Guardia, que nació en un piso de estudiantes de Murcia distribuyéndose los instrumentos de forma aleatoria y conoció el éxito con temas como ‘Cazadora de cuero’ —dedicado a la muerte de Sid Vicious— o ‘Ella es demoledora’, Jam Albarracín trabaja desde hace años como crítico musical para la prensa regional murciana y otras revistas de este carácter. Arrastra varias “tesis doctorales” firmadas en la vida del rock and roll y el punk hispano. Por eso hemos querido entrevistar a este ilustrado tan especial y cercano. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿De qué manera entraste en el punk? —JAM ALBARRACÍN: En realidad consistió en una misión divina, todo fue muy romántico. Cuando salió, el punk fue un movimiento tan explosivo y rompedor... De repente, todos queríamos acabar con el mundo. Los grupos conocidos hasta entonces se habían pasado de moda, sólo se salvaban The Stooges y poco más. Toda la sensación es descrita en la canción 1977 de The Clash: «No Elvis, Beatles or The Rolling Stones». Fue como una revelación: había surgido una música que te hablaba a ti y dejaba atrás todas esas canciones de la época anterior en la que el rock era mainstream y se vendían muchos discos que hablaban de cosas que no interesaban a los chavales. Yo tenía dieciocho años y vivía una situación más o menos como en la que se inició el punk en Inglaterra: con una crisis económica enorme, paro y gente sin techo. De pronto, era llegar a casa y decir “¿Cómo me voy a quedar aquí quieto como ellos en su mansión mientras fuman porros escuchando canciones sobre alondras que lamen el espliego?” Queríamos calle, queríamos rock and roll, queríamos que nos hablaran a nosotros. En ese momento te dabas cuenta de que sólo valía la gente que hacía este nuevo tipo de canción. A mí me pasó un poco antes del punk, con grupos como Dr Feelgood; en cuanto los ponías, sentías que necesitabas salir a patear la ciudad, dándote igual el lugar al que fueras. Nosotros generalmente salíamos de bares, a encontrarnos con gente y a vivir la ciudad. —ECP: ¿Visteis el movimiento y decidisteis uniros o, una vez formada la banda, os convertisteis al punk? —JAM: Lo que pasó con el punk fue que produjo una ruptura muy potente; se afirmaba una nueva realidad que sólo unos pocos conocían, y nosotros estábamos seguros de encontrarnos entre esos privilegiados. Tengo una anécdota, de una noche más en la que salíamos de bares, generalmente a sitios donde tocaban música underground y conocías a diferentes tribus. Ese día yo me dirigía a La Bombilla cuando me crucé con Pepe Evangelio, que posteriormente sería el guitarrista de Farmacia de Guardia, y tan pronto como comenzamos a hablar nos dimos cuenta de que ambos llevábamos discos, yo de Devo y él de Richard Hell. Me dijo “¡Hostia, que tú también lo sabes!” como si ambos tuviéramos el resplandor y supiéramos algo que nadie más sabía. Ese día prácticamente formamos el grupo, porque nos pusimos a hablar y los dos planeábamos formar uno, a pesar de que ni él ni yo tuviéramos idea de cómo tocar. Entonces quedamos en el piso de un amigo y nos juntamos a hacer música sin saber, sin tener siquiera nombre para el grupo. Pensábamos que había una nueva realidad, que el mundo estaba cambiando gracias al punk y toda la gente de alrededor no lo sabía porque eran unos relamidos. —ECP: ¿Una nueva realidad con respecto a qué? —JAM: Solíamos usar mucho la expresión “Quedarse en los setenta” para todo aquel que escuchara grupos tipo The Rolling Stones, ya que eso significaba que no entendía la nueva realidad que nosotros vivíamos con tanta intensidad. Hacíamos esas canciones de una manera incluso algo elitista, teniendo por seguro que ocho de cada diez personas no iban a entender la música porque vivían en un mundo antiguo que ya no era el mismo que el nuestro. —ECP: ¿Cómo os organizabais? —JAM: No sabíamos tocar, nos distribuimos los instrumentos. Metimos a un chico que sabía tocar la guitarra para que, al menos, uno de nosotros supiera tocar. A partir de ahí, hicimos muchas canciones, dejando algunas a medias. Era un proceso muy simple: llegábamos con una nueva letra en un estribillo y las tocábamos sin haber ensayado nunca. Hasta el día que nos salió un concierto y tuvimos que buscarnos instrumentos. Todo muy ingenuo y nada preparado. Solíamos pensar “Bueno, ya se aprenderá en el camino”. Y así fue: nuestro primer concierto nos salió bien para no haber ensayado nada, porque íbamos muy convencidos; sin embargo el segundo fue un desastre y, al darnos cuenta, tuvimos que planteárnoslo y pensar que, aunque había sido muy bonito —incluso salimos en el periódico—, no podíamos seguir así, teníamos que hacer un esfuerzo: comprar un equipo, invertir económicamente y echarle horas al ensayo. —ECP: En Reino Unido la etiqueta “punk”, aunque su espíritu se viviese y se respetase, llegó después de que comenzase el movimiento. ¿En España fue también así, progresivamente, o simplemente surgió como una tendencia de un día para otro? —JAM: Yo creo que, en el fondo, sí pasó lo mismo que en Reino Unido, lo que pasa es que en España estábamos más despistados. Había grupos que copiaban mucho el estilo británico, pero es que realmente no hubo tantas bandas punk en España. Lo que sí salió en seguida fue una línea más new wave, como Alaska y otros grupos, los cuales tenían un componente punk. En cuanto al espíritu... Nosotros comenzamos muy a lo loco, sin saber tocar, y con esa chispa al principio que quizá tenían en Reino Unido. Todo lo que queríamos era provocar, nos lo pasábamos bien tocando los huevos. De hecho, cuando el PSOE abrazó el movimiento y empezaron a contratarnos en casas de juventud, recuerdo tocar en Espinardo saliendo con cruces gamadas y que nos prohibieran volver a tocar. No le dábamos una importancia política. Si hubieran sido de derechas nos habríamos pintado otra cosa. Queríamos provocar a los del PSOE, que pretendían lucir sus nuevos “cachorrillos”. Lo que hicimos fue salir a propósito gritando “¡Mata hippies!”. Además, teníamos un grupo de seguidores que iban allí donde fuéramos, cualquiera se apuntaba a un bombardeo y lo hacía todo mucho más divertido. —ECP: ¿Crees que nuevas bandas punk pueden considerarse como tales? —JA: El punk como movimiento inicial fue muy fuerte, una especie de movimiento kamikaze y suicida. Duró tan poco porque quería durar eso. Fue un atentado contra el establishment musical e incluso social, por lo que se auto-inmoló, y por eso duró dos o tres años. [...] Yo quiero creer que las nuevas bandas sí pueden considerarse punk. Unas porque les gusta el sonido, otras porque les gusta la actitud... No sé si se puede ser exactamente igual, porque los condicionantes de cada época son muy importantes y la gente vive de otra forma. Antes había personas viviendo en refugios y estaban en paro y ahora... Bueno, puede que también. Claro, es muy difícil porque hacer sonidos del 1978 en 2018 y que triunfe es difícil. Por otra parte, mola mucho estéticamente. Entonces, no sé, supongo que los movimientos, cuando surgen tan puros, como el punk, son irrepetibles. Aunque tampoco puedes decirles a unos chavales que hacen canciones punk y que les mola el estilo que lo que están haciendo no tiene valor. Sí lo tiene. —ECP: A nivel musical, desde luego. —JAM: Claro. Además, el punk fue un movimiento que hizo evolucionar la música. Ya se vio con el post-punk. El punk, en el fondo, son cuatro acordes mal tocados, agresividad, directo, actitud, una serie de cosas que no tienen molde. Aún así, existen grupos que me parecen totalmente punk. Pienso que sí se puede ser auténtico, pero es eso, que los condicionantes sociales, cuando surge un movimiento fuerte, luego no pueden volver a ser exactamente iguales. [En este momento interviene MARA MIRA, su pareja, profesora y crítico de arte, que acompaña a JAM en la entrevista] Lo que sí se puede ver como resultado del punk actualmente son dos ramas: por un lado, un estilo más skin-head y, por otro lado, los veganos, con ideología ultra ortodoxa y esa rebeldía de “a mí el estado no me va a controlar”. Esto lo focalizan completamente en la comida. Esto último quiere decir que no fuman, no beben, no toman drogas. Los punk actuales murcianos van todos con el pelo de colores, son veganos y animalistas. Son serios, no les interesa nada socializar, ya se conocen entre ellos y eso les parece suficiente. Quizá lo que les falta a estos es el punto hedonista que tenían los punk originales; son muy dramáticos, se lo toman todo muy en serio. Lo que queda de letras punk estaría en el hip hop; y estos actualmente tienen follones con los traperos. Se trata de grupos cerrados con gente inteligente e ideas muy claras. —ECP: ¿Crees que el punk es el último gran movimiento cultural del siglo XX? —JA: No sabría decirte si el último o el penúltimo, porque el último sería el rap, que salió en los 80 y fue muy potente. Aunque hoy en día sea mainstream y tan sólo sean conocidas cinco figuras que se lo comen todo, esa música comenzó en las calles de Nueva York, Los Ángeles y Miami como motor de protestas raciales. Definitivamente, hay que contar con el rap. Puede que el punk sea, irónicamente, el último movimiento romántico, ya que trataba de cuatro chavales jóvenes sin futuro que se lanzan a la calle a base de creatividad y de mala hostia para destruirlo todo. De hecho, hay un libro de Viv Albertine —la chica que salía con Mick Jones, el guitarrista de The Clash, y cantante de The Slits— titulado Ropa música chicos. A Jones lo describe ingenuo, como un simple chaval, al que sólo le interesa la música, las canciones y el sonido que nadie va a conseguir. Todo trata de eso, de chavales que comienzan a no tener futuro cuando entra la crisis. —ECP: Un tema interesante el de las mujeres en el punk. —JAM: Yo diría que el movimiento punk es uno de los que con más igualdad ha tratado a la mujer. Cuando aparece el punk, si te fijas, todas las chicas que van con ellos son tratadas de igual a igual, sus actitudes son similares. Yo siempre he tenido esa idea. Puede que este movimiento sea el primero que trata a la mujer igual que a un tío. —ECP: ¿Cuando tocabais en el grupo teníais como referencia más cercana a grupos españoles o a grupos británicos como Sex Pistols, The Clash, The Damned...? —JA: A The Clash mucho. De hecho, yo he hablado con componentes de otros grupos como Nacho Canut, que afirmaban copiar canciones de otras bandas con mucho morro. Nosotros nunca copiamos una canción, aunque puede que si te pones a escuchar canciones de Farmacia de Guardia y te recuerden el ‘Revolution rock’, por ejemplo, pero nunca llegamos a copiar canciones fijas. Sí, como referente claro podrían ser The Clash y The Boys, que con su velocidad punk y su melodía rock and roll eran mi grupo favorito. También, quizás, grupos como The Undertones, Eddie and the Hot Rods o Dr Feelgood, por el lado rock and roll. Españoles realmente sólo te diría Mermelada o Kaka de Luxe, pero metiendo más caña. Se podría decir que seguíamos un poco más a los grupos rápidos y nerviosos que a los grupos tipo Sex Pistols o The Damned. ¿Quién no ha tocado canciones de Ramones? Aunque de The Clash, si echas cuentas, llegamos a tocar doce canciones adaptadas al español. Solíamos tener siempre un par de temas de The Clash en el repertorio de nuestros conciertos. —ECP: ¿Podrías recomendarnos alguna banda punk actual?
—JA: Para mí el grupo más punk que he visto actualmente son Sleaford Mods. Son interesantes, muy diferentes: dos tíos de cuarenta y pico tacos, y su música consiste en que uno le da a un botón utilizando una base y el otro rapea encima. Puede que no suene de este estilo, pero te aseguro que es absolutamente punk. También hay otros grupos muy chulos, pero a lo mejor son demasiado miméticos, como The Briefs, aunque creo que no funcionan ya, su música es muy parecida a la de The Boys. Se me ocurren Protomartyr, que son estilo post-punk muy oscuro, de esos grupos que tienen un límite, escuchas tres canciones y es suficiente para decir “Vale, no puedo más”, son muy densos. Españoles no se me ocurre ninguno, a lo mejor estilo indie-post-punk... Biznaga están muy bien, su música es muy parecida a la de Eskorbuto, un poco rock radical vasco. —ECP: ¿Cómo era el ambiente de los conciertos de Farmacia de Guardia? —JA: Era muy divertido. Los mejores recuerdos son de la primera época, más que cuando ya tocábamos en escenarios o nos iba un poco bien. —ECP: Diversión dentro de la confusión, ¿no? —JAM: La confusión del principio es lo que mejor recuerdo, la de plantearse “¿somos punk o no somos punk?”. Era raro. Para empezar, la historia del movimiento estaba un poco maldita. La primera vez que me puse un imperdible me lo pensé tres veces. Solía hacerlo, pero al final no me lo ponía, ya que íbamos a estos bares en los que sonaban gran variedad de grupos, por consiguiente, lo mismo ocurría con la gente: era posible encontrar punks, mods, hippies, rockers... Además, el primer día que me coloqué un imperdible fuimos a un bar que se había puesto de moda y alguien se me acercó y me dijo: “¡Tío, llevas un imperdible!”, como diciendo “¿Qué coño haces?”. Tan sólo el imperdible representaba un punto de agresividad, ya que el concepto no se tenía claro y planteaba dudas si tan sólo un imperdible significaba violencia, es decir, ir buscando pelea.
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MIGUEL ÁNGEL VELASCO Pólvora en el sueño Entrevista realizada por Juan de Dios García Alfredo Rodríguez vive en Pamplona, una ciudad norteña que no se caracteriza precisamente por su clima caluroso, pero él sólo se basta para incendiar cualquier alma que lo acompañe. Simplemente hay que pronunciar una palabra, Poesía —así, con mayúsculas, como a él le gusta que se escriba—, y ya tenemos una hoguera encendida que no se va a apagar; te despides de él y ese cuerpo sigue en llamas. He conocido pocos fervores de ese nivel. El caso que nos ocupa para esta entrevista es el inmenso poeta mallorquín Miguel Ángel Velasco, del que la editorial Chamán acaba de publicar una antología, Pólvora en el sueño, prologada y seleccionada por Alfredo con un cuidado impecable. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Me gustaría saber cómo se gesta Pólvora en el sueño. No sé si es un encargo de la editorial Chamán, pero a mí me consta que Miguel Ángel Velasco te apasiona desde hace años. Tú me hablaste con entusiasmo sobre todo de tres poetas españoles vivos cuando nos conocimos en Pamplona: José María Álvarez, Antonio Colinas y Miguel Ángel Velasco. —ALFREDO RODRÍGUEZ: Bueno, esa pequeña lista ha crecido desde entonces. Habría que añadir ahí a Julio Martínez Mesanza, a Vicente Gallego y a José Carlos Llop. Pero la idea de una antología total de la obra de Miguel Ángel Velasco era algo que me rondaba la cabeza desde hacía unos cuantos años. Sentía que todos teníamos una deuda muy grande con su poesía y con su persona. Y la antología que hizo Gallego para Renacimiento en 2008, La mirada sin dueño, con ser hermosa y gigante como era, se me había quedado pequeña. Sentía que necesitaba más. Además, había toda esa información sobre la vida y la obra de Velasco que yo veía que estaba por ahí desperdigada, diseminada en libros, en revistas, en artículos de periódico, en internet, en la memoria de algunas de las personas que más cerca estuvieron de él, como su madre, Consuelo, o la que fuera su pareja durante quince años, Angelika, o sus amigos, Vicente Gallego o José Saborit, entre otros; recoger toda esa información y ordenarla en una especie de libro-miscelánea o libro-híbrido, en fin, un libro que fuera casi definitivo. Resultó que después de publicar en Chamán Ediciones mi último libro de poemas, les propuse a Pedro Gascón y a Ana Toboso, responsables de la editorial, la idea de esa antología que yo tenía confeccionada para mí desde hace años —con la novedad, además, de incluir textos en prosa cuasi-inéditos y entrevistas por igual y a la que sólo habría que añadir un prólogo extenso— y aceptaron encantados. En fin, a los editores de Chamán les debo mucho, desde el principio, les debo casi lo más importante que te puedan dar, que es confianza, esto es, que confíen en tu trabajo y lo valoren. Hasta ahora la verdad es que no había tenido suerte con los editores. Al contrario, he tropezado con gente que no ha creído en mí. Los editores de Chamán son gente que tiene ilusión y cree en lo que hace, conservan el encanto de quien tiene sueños vivos. Con ellos he encontrado una súbita complicidad, en el lenguaje, en la sensibilidad. —ECP: ¿Hasta qué punto es crucial el papel de Consuelo, la madre del poeta, en su vida y, por tanto, en su obra? —AR: Bueno, yo creo, después de haberla conocido personalmente el año pasado en Valencia, con motivo de la presentación allí de Pólvora en el sueño, —aunque ya manteníamos contacto telefónico y electrónico desde hacía tiempo— que Consuelo Pereda Velasco (o Colibrí, como cariñosamente la llamaba su hijo) es una persona muy especial, de una sensibilidad y una belleza interior increíble, una madre que yo creo que es la madre que todo poeta hubiera deseado tener para sí. Una madre muy unida a su hijo en todos los sentidos, que le acompañaba infatigablemente a todos los recitales que daba, foros en que hablaba o premios que recogía. Que le animó a leer y a escribir desde pequeño, junto con su padre, Miguel Pons-Camps (que falleció muy pronto), que le leía versos en su infancia y eso le marcó al poeta, qué duda cabe. En la obra poética de Velasco aparecen ambos muchas veces, no sólo en infinidad de dedicatorias, sino en la propia carne de los poemas, sirviendo de tema y de fondo para muchos de ellos expresa o implícitamente. —ECP: Me llama la atención que hayas incluido algunas prosas en esta antología poética. Creo que muchos lectores de Velasco no conocíamos esa faceta suya, cosa que te agradecemos. —AR: Sí, eso ha sorprendido mucho. Yo las conocía desde hacía años. Me parecían muy interesantes. Fueron apareciendo la mayoría de ellas en la magnífica, y ya desaparecida, revista Archipiélago, Cuadernos de crítica de la Cultura, una revista mítica, una revista de Cultura de las de verdad, de las que ya casi no quedan, con contenidos interesantísimos y altamente enriquecedores. Yo conservo por casa varios ejemplares, entre ellos, claro está, busqué aquellos en los que aparecía Velasco. Aunque, fíjate, me falta un ejemplar que nunca he conseguido localizar, un ejemplar que contiene otro de esos textos en prosa maravillosos de Miguel, titulado ...¿Y si la primavera es verdadera?. Lo busqué por internet, por librerías, por bibliotecas públicas, y al final iba a facilitármelo, porque creía tenerlo entre su ingente biblioteca particular, Isabel Escudero, pero fue poco antes de sorprenderle la muerte desgraciadamente. Pero no desisto. Lo encontraré algún día. —ECP: Sé que esta pregunta es obligarte a decir públicamente a qué hijo o a qué sobrino amas más, pero me parece inevitable hacértela. ¿Cuál crees que es la obra cumbre de Miguel Ángel Velasco? ¿Hay un poemario que está por encima de todos? —AR: Hombre, yo me sentí fascinado y me dejé fascinar hasta el tuétano con La miel salvaje, como casi todo el mundo. Ese libro fue una auténtica revolución en la mortecina y acomodaticia poesía española de la época. Sobre todo porque era un libro escrito con mucha libertad, con mucho descaro, mucha desenvoltura. Y eso a mí me atrapó. Y por ahí empecé con el gusanillo velasquiano, y fui tirando del hilo, y me maravillé con Fuego de rueda, que me parece un libro que es una experiencia completamente alucinante, que influyó muchísimo en mi poesía. Y tiré hacia atrás y descubrí El sermón del fresno, del que ya me había hablado algún amigo en Pamplona, porque resulta que el libro fue editado aquí, en mi ciudad, lo cual me llenó de alborozo, y descubrí, como te digo, un libro que es una auténtica obra de arte casi oculta en las simas del olvido, con poemas como el que da título al libro que yo creo que es uno de los mejores poemas que han honrado nuestra lengua. Y de los últimos años, hombre, Ánima de cañón, el libro que publicó pocos meses antes de morir, es un libro soberbio, un libro de alta Poesía incandescente. —ECP: ¿El mar y la infancia van a estar unidas para siempre en la imaginería de Velasco? ¿Puede entenderse su obra descontextualizada de su Mediterráneo? —AR: No, creo que no. Su obra goza de una hermosa y extraña sensorialidad mediterránea. Eso es indudable. Y, además, porque está expresamente descrita, por ejemplo, en libros como Memoria del trasluz, con toda esa imaginería marina a flor de piel en los poemas. Miguel debió ser un gran nadador, un portento acuático. Nadaba y nadaba en solitario y se adentraba sin miedo mar adentro hasta la extenuación, donde nadie le seguía. Eso en las calas de Mallorca en su infancia y primera juventud, pero luego están también los años en Jávea junto a Angelika, en un lugar precioso de la costa levantina; hay muchos poemas que hablan de esa larga época cerca del mar y evocan todo ese mundo con mucha calidez. —ECP: ¿Filosofía, amistad y sustancias enteógenas podrían ser las tres columnas sobre las que se sostiene su aprendizaje en la etapa madrileña? —AR: Sí, en Madrid conoció y se cruzó con varios personajes que marcaron también su vida y su obra. Amigos como el novelista colombiano Santiago Gamboa —que fue su compañero de piso y de correrías nocturnas durante una primera época— o como José Lage —con quien compartió experiencias con esas sustancias embriagadoras, experiencias que le llevaron a aquella amplitud de percepción tan característica de la ebriedad con drogas—, a quien llega a dedicar por entero uno de sus libros, Ánima de cañón. O gente como Agustín García Calvo e Isabel Escudero, que fueron sus mentores y maestros, que le influyeron muchísimo con aprendizajes y lecturas, sobre todo en la manera de entender la Poesía, y eso fue decisivo en su obra, un cambio de rumbo total, un viraje de 180 grados en la forma y en el contenido de sus versos. Se imbuyó totalmente de la obra de Sánchez Ferlosio, sobre todo la ensayística, a quien consideraba un maestro. La rama dorada de J. G. Frazer era otro de sus libros de cabecera. También por entonces el aprendizaje filosófico de Elias Canetti, de quien llegó a investigar a fondo su obra y era una auténtica obsesión para él, llegando incluso a empezar una tesis doctoral que desgraciadamente no llegó a terminar, pero de la que aparece precisamente un pequeño bosquejo en una de las prosas recogidas al final de Pólvora en el sueño. Y también en una noche de Madrid es donde conoce a la que habría de ser prácticamente la mujer de su vida, Angelika Neitzke, una bella joven alemana por quien lo dejó todo y se fue a vivir a un casa perdida en un bosque de Hoyo de Pinares, un pueblecito en la provincia de Ávila, donde se dedicó de lleno a pasear, a leer, a escribir obsesivamente y a experimentar con sustancias, y descubrió el amor a la Naturaleza, y donde se convirtió de verdad en un genuino metafísico, es decir, alguien capaz de asombrarse radicalmente frente a las cosas, alguien que, como los primitivos, era capaz de tener una experiencia numinosa e intuitiva del mundo que le rodeaba, capaz de ver toda la belleza de ese mundo y hacerla suya. —ECP: La amistad con Vicente Gallego es otro cantar, ¿no? —AR: Sí, claro, Gallego era su hermano del alma, su hermano espiritual y físico. Tuvieron una conexión total, a todos los niveles, y eso se refleja muchas veces en sus respectivas obras. Yo creo que se influyeron mutuamente, se retroalimentaron. Hay mucho de Gallego en Velasco, pero también hay mucho de Velasco en Gallego. Compartieron también experiencias y viajes con sustancias, se juntaban a menudo en la casa de Jávea para recitarse poemas, para hablar de poesía y para reír juntos. Y todo eso une mucho. Yo creo que Vicente Gallego es quien mejor ha sabido entender la obra de Miguel Ángel Velasco. El genial prólogo que escribió para la antología La mirada sin dueño, titulado “Una ética del exceso”, es sencillamente emocionantísimo y es la mejor guía para seguir con paso seguro y pie firme los derroteros velasquianos. Vicente también ha colaborado en Pólvora en el sueño, con un texto inédito brillante y muy esclarecedor sobre la amistad sin igual que les unía, titulado “Miguel, en su cifra y su aroma”. En Valencia estuvimos hace unos meses presentando el libro juntos, y fue una experiencia alucinante de la que me siento orgullosísimo. —ECP: ¿Por qué crees que en su etapa de madurez Velasco renunció a citar sus primeros libros? ¿No quería aceptar la semilla del fruto que perseguía? —AR: Bueno, como te he dicho antes, hubo un cambio total, un viraje increíble en la obra de Velasco con la influencia decisiva sobre todo de su maestro Agustín García Calvo. Después de publicar sus tres primeros y laureados libros (Sobre el silencio y otros llantos, Las berlinas del sueño, y Pericoloso sporgersi) publicados entre 1980 y 1986, y que se podrían enmarcar dentro de una poética de vanguardia surrealista e incluso posnovísima, se produce un silencio de unos diez años —los años de silencio son decisivos para la madurez de un poeta— en los que el poeta se dedica a leer y a escribir, a empaparse bien de Poesía verdadera, poesía con ritmo, con verso medido, poesía con música interior. También a imbuirse de Filosofía pura. Se dedica a pasear por los bosques de Ávila, acompañado de un perro, se encierra a escribir en la oscuridad de su cuarto como un auténtico anacoreta, se deja engullir por el mito de la Naturaleza, por toda la belleza real de las cosas que le rodean, los árboles, las piedras, los pájaros, los fósiles... Hay una auténtica revolución lírica en el interior de su alma. Y el poeta verdadero, el poeta que él en verdad anhelaba ser y convertirse, renace diez años después con El sermón del fresno en 1995. Es un Velasco nuevo, renacido, un Velasco un poco desengañado de los premios literarios y de toda la farándula e hipocresía que muchas veces los acompaña —que sólo entontece y envanece—, un Velasco enamorado de la vida verdadera, más viejo de alguna manera, más sabio. Y que no quiere ni oír hablar de aquellos libros, que considera ejercicios cuasi adolescentes, poesía asilvestrada, que no surgía, como la de ahora, la de a partir de El sermón del fresno y Dibujo de la savia, del fondo de las entretelas del alma; una poesía que pone el énfasis muchas veces en lo musical, en la pura Música, que supone un auténtico experimento de innovación entre el sonido y el sentido, y exige al lector un permanente tanteo cognoscitivo para desvelar verdades. —ECP: ¿Qué deuda tiene Velasco con el pensamiento de Elias Canetti?
—AR: En esos años, además de escribir poesía, preparaba una tesis para su doctorado en Filosofía, titulada Muerte, duelo y supervivencia en la obra de Elias Canetti, tesis que desgraciadamente nunca culminaría. Después de cursar estudios de Filología y Filosofía en la Complutense de Madrid, centra su labor de investigación en la obra del escritor y premio Nobel de Literatura. Y, como Canetti, Velasco es un devoto de la metafísica, una preclara mente obsesiva buscando el origen de lo creado y el origen de la muerte, la cual está, de hecho, omnipresente en su obra poética. Pero a pesar de hablar tanto de la muerte, en el fondo de sus poemas yo creo que está el gozo inmanente de vivir. Hay una cita canettiana muy reveladora que acompaña al poema ‘La lección’ (que habla de los últimos días de su padre en el hospital de Palma), incluido en esa maravilla de libro, del que tantas lecciones de vida se pueden extraer, que es La vida desatada, y que dice así: Aprendía palabras / en su lecho de muerte. Además, el texto en prosa de Velasco que incluyo al final en Pólvora en el sueño, titulado ‘Canetti, el último antepasado’, habla muy bien y a las claras de toda esa experiencia de la muerte presente en la obra del escritor rumano, que tanto fascinó y obsesionó a nuestro poeta. —ECP: La sexta parte de tu prólogo se titula “Versos premonitorios”. ¿Realmente su hipersensibilidad pudo haberle hecho capaz de escribir su futuro inmediato? —AR: Yo a veces creo que sí. Que él mismo marcó su destino. Que sabía, o presentía de alguna manera, lo que iba a sucederle en breve. Pienso que siempre sintió una mezcla de seducción y a la vez de temor hacia la muerte que determinó su vida en todo momento. No solo su vida, sino su obra. Y aunque sé de veras que no buscó esa muerte propia voluntariamente en ningún momento (como se ha llegado a especular) sí que gustó de jugárselo todo en los límites de la misma, y mucho le atrajo vivir en el filo de esa navaja. Esos versos premonitorios a los que haces referencia aparecen en su último libro publicado en vida, Ánima de cañón, abren el poema del mismo título, y dicen así: ¿Qué será cuando el día se congele / con la detonación de nuestra carga / en el hueco del tiempo? Yo creo que son provocativamente diáfanos. De hecho, todo ese libro en sí podría decirse que es una especie de epitafio en verso, de testamento lírico, escrito con un tono extrañamente sereno. Como digo en el prólogo de Pólvora en el sueño, no podíamos saber, cuando se publicó, que iba a ser su último libro, pero ahora, a causa de un extraño juego de la muerte, lo parece. —ECP: Veo que el calificativo “raro” se le quedaría pequeño a este poeta. —AR: Bueno, alguien habló una vez de la perla rara del poeta. Yo creo que el caso de Velasco encaja perfectamente en ese perfil de poeta extremadamente puro y sui generis. Y me atrevería a decir en ese sentido que su poesía es un auténtico conjuro del tiempo. Así que su figura como poeta se ha convertido para mí en la de una especie de demiurgo, si se me permite la imagen. —ECP: ¿Qué sensación como lector y estudioso de Miguel Ángel Velasco te ha dejado el esfuerzo realizado para editar Pólvora en el sueño? —AR: ¡Pero es que para mí no ha sido un esfuerzo! ¡Ha sido un placer! Así se lo decía muchas veces a mi editor. La preparación del libro ha sido una experiencia totalmente placentera. Y así también lo refiero precisamente al final del libro, en la nota de agradecimiento; ahí hablo de la confección placentera de este libro durante largos días hasta altas horas de la madrugada. Hablo de que fue un auténtico placer ir transcribiendo pacientemente todos los poemas seleccionados, uno a uno, verso a verso, como haciéndolos míos en cada palabra. Y añado: a veces, cuando terminaba de copiar alguno de esos poemas —y esto es rigurosamente cierto— tenía que levantarme de la silla, pues me sentía como flotar, como levitar; tal era el efecto en mí de su emoción y su belleza, de su altura de vuelo. Eso ha sido así de verdad. Esa ha sido la sensación real. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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