Entrevista realizada por ANDRÉS NORTES Distraídos venceremos es un ensayo publicado por Jekyll & Jill en su colección Fontanela hace pocas semanas. En él, Andrea Valdés hace un repaso por una selección de autoras y autores latinoamericanos y españoles que han practicado la autobiografía de formas sorprendentes para ir adentrándose en vidas y colectivos diferentes del habitual canon social occidental hasta poder vincularlos y descubrir voces que se hacen eco de ellos. Distraídos venceremos es un libro que merece la pena ser leído poco a poco, sin prisas. En sus páginas, en otra edición fenomenal como las que nos viene dando Jekyll & Jill, se encuentra una voz especial: reflexiva, humana, inteligente y con sentido del humor, tan interesante al menos como las voces de las que habla en su libro, que es la de Andrea Valdés. Totalmente recomendable. En esta pequeña entrevista, Andrea Valdés nos comentará algunos aspectos de su ensayo. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Distraídos venceremos es un título distinto y en ocasiones complejo, pero tremendamente gratificante. Vaya aquí mi enhorabuena. Podemos empezar por el título del libro. ¿Por qué Distraídos venceremos? —ANDREA VALDÉS: De entrada, gracias por leerme con tanta atención. Me parece bien empezar por el título. Yo quería algo muy vital, eso lo tenía claro, que compensara los jirones y fallas de las vidas a las que me remito y lo de Distraídos venceremos me atrapó en seguida. Casi parece que el título me escogió a mí y no al revés, pues en realidad es de Paulo Leminski, pero se empeñó en quedarse. Sobrevivió a todas mis opciones. Leminski era un autor que al principio iba a estar en mi selección, pero no llegó a entrar. Fue alguien muy ecléctico e interesante que escribió en un tono con el que me identifico mucho, porque tiene algo humilde pero también muy insolente, y espero que puedan decir lo mismo de mi escritura. La trabajé en esa línea. —ECP: Aún no paso de la portada. Los lectores ven también la frase “Usos y derivas en la escritura autobiográfica”, que parece un aburrido subtítulo académico y que, sin embargo, encierra una de esas hermosas sorpresas a simple vista de la literatura. ¿Cómo se te ocurrió? ¿Podríamos hablar de un libro “performativo”, que realiza aquello que cuenta a la misma vez que lo cuenta? —AV: Sí, es totalmente como dices. Igual es porque todo viene de mi dificultad para escribir. La exageré tanto que se me ocurrió buscarla en otros autores que encima me quedaban lejos, la mayoría en Sudamérica. Esa distancia quizás forme parte de mi “dramatización”: el hacer las maletas y querer actuar. Por otro lado está el contexto: este libro viene de una investigación financiada por un centro de arte en Barcelona llamado La Virreina. La única condición que me puso Valentín Roma es que hiciese lo que me diera la gana, así que no podía venirle con un texto de buena alumna encuadernado en espiral de papelería y citas de Batjin. No pertenezco al mundo académico y aborrezco las conversaciones de listillo. Escribo desde otro sitio donde lo erudito comparte espacio con generalizaciones de bar e incluso frases mal citadas. También es cierto que si defiendo cierta heterodoxia, pensé que sería bonito dejarme intoxicar algo por ella, por eso tampoco me ciño a un formato y en la portada aparece una imagen un poquito pornográfica. Es de una performance de Lenora de Barros, del año en que nací. Con Víctor Gomollón, el editor, vimos que le iba mucho al libro y el tono en que estaba escrito. —ECP: La primera parte de tu ensayo es una panorámica de autores que han tratado la escritura del yo de diversas maneras, todas ellas singulares, tanto como sus propias vidas. Yo tengo mis favoritos (igual que cualquier lector los tendrá) de entre las vidas de escritores que refieres en la primera parte de tu libro. ¿De qué investigación te sientes más orgullosa? ¿Quién de entre ellos te sorprendió más? ¿Cuál te llegó más de cerca o te aportó más intelectual y personalmente? —AV: ¡Me sería difícil elegir! Todos me han aportado mucho. De Jorge Baron Biza y Carlos Correas, por ejemplo, escribí tomándome una distancia: mi primer borrador era el recuerdo que yo tenía de sus obras. Al año las releí y corregí algunas cosas. También puedo decir que Maura Lopes Cançado me dio mucha bronca porque para mí ha sido muy complicado interpretar desde la cordura a alguien que la está perdiendo… y acaba donde acaba. Ya lo digo en el texto y lo cierto es que estuve cambiándolo hasta el último momento. La entrevista de Sergio Bizzio a Viel Temperley es un regalo y ¿por qué añadir algo más? A veces hay que entender que no hace falta y eso también me gustó. Este señor se explicó y lo hizo con tal claridad que a su lado sólo me quedó enmudecer y celebrarlo. María Moreno, que ya está en la segunda parte, también me puso en una situación interesante, de edición y plagio, aunque al final me dejara a solas con mi texto, porque la escritura es también asumir eso, que una está sola. Levrero me salió del tirón y fue como un gusto que me di a mí misma, pero con todos pasé un buen rato. Con los diarios de Chacel me reí tanto… ¡Los quiero! —ECP: Tú misma incluyes fragmentos no solo de tu investigación literaria, sino también de tu vida. Aunque esta está presente en todo el ensayo, creo verla con más intensidad según avanza el libro. ¿Qué hay en este deseo de no esconderse en el objeto de la escritura? ¿Quizá una toma de posición como ser singular, afirmando que todos lo somos (aun no teniendo circunstancias terribles como el exilio, enfermedades físicas o mentales, crímenes familiares)? ¿Una empatía emergente por los yoes no hegemónicos? —AV: Sí, lo creo absolutamente y es uno de los motivos por los que soy optimista. Me gusta pensar que no hay dos seres iguales y que de cualquier circunstancia puede salir un gran texto. En cuanto a lo de no esconderse en la escritura, tiene que ver con cómo soy. Es un hecho: escribo mejor cuando aparezco y esto me genera un conflicto. Debo decir que soy consciente que hacer de mi lectura una experiencia que merezca ser narrada tiene un punto repelente. Tampoco me entusiasma oír hablar de auto-ficción, pero no es la primera vez que pasa. A veces empiezo desde lugares que siento como en contra y cuando escribo busco el modo de ponérmelos a favor, de no dejarme paralizar por ello. Otro ejemplo sería La línea sin fin, que es una investigación sobre Cataluña que hice con David Bestué, años antes de volvernos todos locos… La hice porque vivía en un lugar que me daba pereza ¿y desde cuándo la pereza es un motivo para empezar a hacer algo? En cualquier caso, a mí me sirvió. —ECP: En “Vahografías”, divertido juego de palabras, asistimos al desleimiento de la persona biografiada, al intento fallido o al menos arduo de escribir vidas. ¿Es el “making of” de una biografía un material tan relatable como la vida en sí? —AV: Así a priori te diría que mejor no exhibir el andamiaje con el que una trabaja, pero hay casos en que no acabo de ver dónde empieza una cosa y acaba la otra y esa ambigüedad me atrae. Es como la de pensar en lo que promete un texto y en lo que se convierte. En Sobre Sánchez de Osvaldo Baigorria, me gusta que el encargo fuera mutando y que él sufriera con el texto los efectos de ese cambio y que haya un juego de espejos con su biografiado. También me gusta que aluda a la dimensión física del acto de escribir, que puede ser agotador. Se ve en Levrero y ese cuerpo medio arruinado que yo asocio a su escritura. Temperley, en cambio, nadaba para escribir mejor porque para él la poesía era una respiración y eso es muy bello. —ECP: En el renacer de la escritura del yo y en la vinculación que se hace en libros como el tuyo parece haber asimismo un resurgir de concepciones teóricas como la estilística (denostadas durante décadas) que relacionan la personalidad y la vida del escritor o escritora con los detalles últimos de su obra, las cuales se vuelven consecuencia directa (y casi única) de aquellas. ¿Crees que hay un cambio de tornas y que la estilística puede volver a tener una cierta relevancia? ¿En la vieja terna saussureana de la comunicación el emisor vuelve a hacerse fuerte? —AV: Aquí es cuando voy a Google y escribo “estilística” & “Sausurre” = ¿? Dicho esto, me encantaría contestarte, pero es que me cuesta mucho pensar la escritura en ese plano. —ECP: En “De una isla inubicable a una favela que se desintegra” haces un hermoso panorama comparatista entre escritoras cercanas en el tiempo con reivindicación de género que sirve para poner un énfasis también en que la escritura sirve para reencontrarse no solo con el yo sino con el nosotras. Veo, sin embargo, que muchos de los acercamientos a la cuestión autobiográfica o autoficcional de autores contemporáneos carecen de la fuerza política de tu libro. ¿Consideras que lo político en la literatura es susceptible de desactivarse o que, por el contrario, de toda literatura, incluso la explícitamente apolítica, puede extraerse un carácter político? —AV: Me inclino a opinar lo segundo: lo político para mí es inherente al ser humano y, como dices, también está en quien se desentiende. Por eso me cuesta tanto el indie neoyorkino (Noah Baumbach, Lena Durham…), algunas apuestas ombliguistas de Random House o Blackie Books con sus libros Lacasito y lenguaje “cuqui”… ¡con la que está cayendo! Sé que tiene su público, pero yo estoy en otro sitio. Cristina Morales sí me interesa y bastante, aunque igual insista demasiado en lo político y para mí la literatura es algo más complejo, algo que sucede siempre de manera oblicua y un poco a pesar de quien la escribe. Prefiero que no apele a mi conciencia muy frontalmente y me dé un espacio para leerla. Ese espacio yo también lo he buscado con las autoras que menciono en la tercera parte, procedentes todas de territorios muy hostiles, fracturados, inestables y donde he hecho un trabajo de edición, más que de escritura. Quise juntar sus voces como se van juntando las tramas en un tejido, que es puro texto. Las cojo, suelto y retomo… Quería que el lector se desubicara un poco, como me sucedió a mí a leerlas. Me interesa esa incomodidad. También lo hice como un acto de resistencia bibliográfica, que es algo que aprendí de mi amiga, la artista y archiva Gelen Jeleton, a quien menciono mucho. Su texto, que es la descripción de un enfado, me hizo pensar en lo complacientes que somos a veces con las citas. Es ese lugar en el que estamos a salvo, que es algo que no vivieron estas autoras. Realmente tuvieron que empezar de cero, citando a sus abuelas, porque en su contexto ya me dirás qué pinta Lacan o Foucault… Y eso lo admiro. —ECP: Al hilo de la pregunta anterior, se me ocurre otra pregunta, tal vez menos relacionada directamente con tu ensayo, pero sí con el resurgir de la autoficción, la no ficción y la escritura del yo. ¿No puede ser que en una sociedad como la occidental contemporánea —donde los individuos practican actitudes sociales de falsa modestia—, hablar como tema único o hilo argumental de la propia vida y la propia obra sea recibido como vanidad o petulancia? —AV: Totalmente y soy sensible a esto, por eso me alegra que exista gente tan radical como Paul B. Preciado, por hacer de su cuerpo una disidencia, muy en la línea de las escritoras no-blancas que cierran mi ensayo, y conectarlo con otras luchas y transiciones (la productiva, la climática). Hay que defender y reescribir tantos legados y echarle imaginación. Es cierto que los autores que yo recojo abarcan un periodo que va de 1950 al 2000, lo que me permite leerlos con mayor claridad. Quizás lo siguiente sea conectarlos con otras obras como Testo Yonki por el uso del protocolo médico y sus efectos en la escritura o Teoría King Kong donde Virginie Despentes revierte le papel de víctima y se da una voz, se restaura. Si no las incluí es porque dudo que ahora mismo lo necesiten: son autorías que ya están cuajando en nuestro imaginario y eso es una buena noticia y porque pertenecen geográficamente a otro contexto, pero de aquí a un tiempo me gustaría pensarlas en relación a otras menos conocidas, siempre contemporáneas. —ECP: En la escritura de vidas, tanto propias como ajenas, y en la investigación sobre las mismas puede introducirse el factor pudor. ¿Todo es publicable o incluso comentable? ¿Qué consideración tienes al respecto de lo publicado y lo no publicado, los textos nacidos para la libreta y el cajón frente a los textos nacidos para la editorial?
—AV: Me lo he preguntado mucho y no tengo la respuesta. Creo que hay grandes libros que no se han publicado, ni siquiera escrito, como sería el caso de Lucrecia Martel. Me encantaría leer un ensayo suyo sobre geografía y ríos. Sé que sería maravilloso, pero como ex-librera certifico que tiende a suceder lo contrario. Escribir tiene algo catártico y aquí se abre la veda a toda clase de vomitonas… y es una pena. Más de la mitad es ruido y esto no tiene tanto que ver con si es un material sensible o no, sino con la vuelta que le das cuando lo enfrentas por escrito. Yo misma tengo mi propio De profundis… cuajándose en algún sitio, pero como no soy Oscar Wilde me digo a diario si es lícito publicarlo y a día de hoy siento que no lo es. No todavía. Se parece más a una peonza que gira sobre sí misma, ¿y a quién puede interesarle eso? Luego hay otras historias que me podrían parecer de mal gusto, pero que acaban siendo viables como texto, más allá del morbo. Pienso en Jorge Baron Biza. De hecho, leí su novela atenta a ese cambio, al cómo metaboliza algo tan íntimo y monstruoso y lo vuelve legible. No lo hace en plan carroñero ni a cualquier precio. Se pone unas condiciones y eso lo humaniza y hace que me interese. —ECP: Después de Distraídos venceremos, tanta documentación como creación, ¿por cuál de estos caminos te gustaría que discurriera tu obra? —AV: A una parte de mí le gustaría usar este ensayo como punto de partida y dialogar con otras personas en torno a películas y obras de arte que también han trabajado lo autobiográfico de un modo muy concreto. Me refiero a releer El encargo del cazador de Joaquim Jordà o toda la obra de Félix González-Torres: salir de los libros e incitar intercambios, no ya de formatos sino de lenguajes, pues yo vivo un poco en esa intersección. Me he formado en redacciones de prensa, he escrito para una compañía teatral y varios artistas, he hecho un programa documental y hace nada me animé con la radio. Todos tienen sus códigos y eso es muy bonito. [...] También me encantaría investigar un sólo tema o figura. En este caso no quiero que sea un escritor o escritora, sino alguien que me obligue a mirar más allá de los tres palmos que me separan de una página o una pantalla. ¡Es que me estoy quedando cegata! Quiero mirar a lo lejos y que me hablen con palabras que desconozco, del textil o la arquitectura, por ejemplo, y aprender escribiendo, que es lo que más gusta, aunque tenga que meterme en medio para llegar a donde quiero.
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20/9/2022 07:39:29 am
Buenos días señor / señora,
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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