Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Las lagartijas guardan los teatros Estamos de enhorabuena ante la aparición de Las lagartijas guardan los teatros, “bautizo” libresco de Antonio Gómez Ribelles (Valencia, 1962). Se suponía que este libro iba a nacer en 2020 y se presentó en sociedad un año después, en otoño de 2021. Como se sabe, la propagación de una pandemia mundial rompió en mil pedazos muchos proyectos y pausó prolongadamente otros. Fue el caso de la editorial La Estética del Fracaso, comandada por Vicente Velasco y maquetada, con fructífero minimalismo, por José Alcaraz. A Antonio me une una sólida amistad desde hace aproximadamente una década. Aparte de lazos casi familiares, ambos frecuentamos círculos culturales parecidos y él es un pintor con fuertes tendencias literarias. Todo encaja, pues. Por circunstancias de la vida se ha mudado más de una vez: Jaca, Avilés y otras tierras del norte español. Los paisajes norteños le encandilan, aunque yo llevo convenciéndole hace tiempo de que se acoja a su “mediterraneidad”, que disfrute de sus orígenes valencianos, del deterioro de los muelles y las costas de este levante y de este sur. ¿Lo consigo? Me temo que no. Como digo, Antonio no es solamente un pintor. Es más, en esta entrevista me olvidaré de Antonio como artista plástico. Fijémonos en la potencia exclusivamente literaria de este poemario y sus obsesiones. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Crees que los artistas —aquí incluimos escritores, pintores, músicos, etc.— en los que más se puede confiar son aquellos que mantienen una obsesión? —ANTONIO GÓMEZ RIBELLES: ¿Somos obsesivos los artistas? ¿Es necesaria una obsesión para desarrollar hasta el fondo una obra que se sostenga en el tiempo? He leído y oído muchas veces a artistas contestar a la pregunta de por qué lo somos, y es una respuesta muy común decir que se convierte en una necesidad, sin saber muy bien explicar en qué consiste esa necesidad, si es una manera de mantenernos en acción, o si es algo más impactante y que nos afecta personalmente, si es algo hacia fuera y desde fuera o es algo hacia dentro. El “dentro” es la obsesión, la que no podemos dejar pero que nos puede mantener no creativos en el sentido de producir obra, pero que hace bullir todo hasta que llegue el momento. Esos son los artistas, los obsesivos, me da igual que lo sean sobre la forma de escribir y los temas, la memoria, las relaciones, sobre la imagen que nos presiona el pensamiento y los métodos, o aquellos que se proyectan sobre las cosas y solo hablan de sí mismos. Sí, son confiables y los busco una y otra vez. Y dices bien lo de mantener una obsesión, como si la cultiváramos, sin complejos, sin miedo de que pueda parecer una mera repetición. —ECP: ¿La obsesión es una garantía de que el escritor te está hablando honestamente y no con medias tintas? ¿Cómo ves tú esto? Pero dímelo como creador y como lector. —AGR: Si eres obsesivo eres sincero porque no puedes no serlo, y esa es la clave. Siempre doy por sentada la sinceridad de los artistas, aunque luego se te caigan, a veces muy pronto, es verdad; y suele coincidir esto último con autores que no dicen nada o solo lo mismo que ya otros dijeron igual, o que solo trabajan apariencias o efectos. Es difícil mantenerte en un sistema de creación que pueda manejar siempre los mismos conceptos claves y convencer de que tratas de una vuelta más, un paso adelante o un lugar que se quedó atrás, una imagen que no has contado lo suficiente, y que ves necesario hacerlo. Me haces pensar en artistas que me gustan ahora y me doy cuenta que son de este tipo obsesivo: Quignard, Kiefer, Carver, Modiano, Sebald, Vila Matas, Fernández Mallo, Boltanski, Rothko, Smithson, Long... Y claro, en el fondo todos hablan de sí mismos. Yo también hablo de mí mismo, a través de la memoria personal, familiar, o ajena. Para hablar de mí me apropio de recuerdos de otros, de imágenes de otros, de objetos que tuvieron otro momento. Usarlos como material hace que se reaviven, que su memoria se cambie por la mía y que crezca. Es honesto mostrar todo lo que utilizas y cómo lo hacemos, y por eso uso la poesía y la imagen, se ven muy bien los procesos, casi transparentes. —ECP: Has dividido el libro en tres partes: “La casa”, “Ciudades” y “Las lagartijas”. ¿Por qué está dividido en tres bloques? ¿Son interactivos? —AGR: Los poemas no nacieron en ese orden, al menos los iniciales del libro. Partían de ese proceso de compartir pintura y poesía para desarrollar un proyecto. Después, cuando se decidió publicar el libro, ya partía de esos tres conceptos básicos que fueron los que ordenaron el libro. Casi la mitad de los poemas son nuevos o fueron reescritos en torno a esas tres ideas: La casa como mito, la ciudad como territorio, las lagartijas como la construcción de lo real. ¿Admitirían otro orden? Supongo que sí, pero sería otro libro. Le doy mucha importancia al desarrollo de los proyectos, a lo que ocurre mientras avanzan y a dónde llegan, y en este caso llegué a este libro, tal y como es. —ECP: Hablemos de la casa, de las formas de habitar un espacio. El colegio, también. La infancia como espacio. La importancia de los huecos, del eco, del equilibrio en la incertidumbre. Hacer y deshacer como el concepto perpetuo de mudanza. ¿Eso sería lo más parecido a tu “identidad”? —AGR: Ya he dicho antes que la casa es el mito, y es la explicación de cómo somos y dónde estamos cuando no sabemos explicarlo. Cuando vacías una casa en una mudanza, y he pasado por muchas, aparece el eco que no estaba antes, y eso te da la imagen de la ausencia que vas a dejar, y también de todo aquello que hiciste para llenar de ti mismo ese espacio habitado, para llenar huecos dando nombres, que es lo mismo que poseer. Y eso vuelve a pasar una y otra vez, nos reinventamos en cada mudanza real o mental, pero como siempre llevamos todo en cajas, casi nada desaparece totalmente, siempre está el pasado para volver a verlo. Eso es algo que puedes llamar identidad, una forma de vernos en los espacios y sus mudanzas, y en la gente que transita por ellos, porque somos proyectores de nuestra identidad. Hay pequeños espacios ocultos, privados, pero casi todo está expuesto si sabes verlo. —ECP: Abramos el melón de la controversia creativa entre palabra e imagen. Hay un poema titulado precisamente ‘La imagen’ y otro poema, ‘Quedan’, es una tirada de imágenes. ¿Escribes con imágenes? —AGR: Pienso con imágenes, y eso se hace evidente en la pintura y en las transformaciones de las fotografías. El lenguaje verbal es algo aprendido y al que tardamos en llegar un tiempo y más en dominarlo como para leer y escribir. Si no llegáramos a él, nuestro pensamiento sería en imágenes. Yo uso las imágenes como una narración, una sucesión de imágenes que entrelazadas te llevan a una unidad en el poema y te construyen el relato y sus consecuencias. A veces son enlaces, signos, y en otras se vuelven esenciales, una historia en sí mismas. Pero necesito el poema para contarlas, no siempre puedo hacerlo solo en la pintura, y es entonces cuando surge el escrito, que nace del mismo origen, la reflexión en torno a la memoria de las imágenes, pero que necesita en estos casos de la palabra, a pesar de la contradicción. —ECP: Cantas al objeto también: cajas, armarios, cristales. ¿Eso es lo real? Esta pregunta la inspira tu poema ‘El dibujante’.
—AGR: El objeto es una cosa a la que le damos un contenido por el espacio de donde surgió, por su historia, por las posesiones anteriores. Yo digo que son capaces de irradiar. El pasado que no hemos vivido nos sorprende en estos objetos, y los que son nuestro pasado se convierten en algo presente y vivo. No son meros recuerdos ni es solo su poder de evocación lo que importa, es el hecho de que están aquí, de que existen de verdad y que además cuentan cosas. Sí, son lo real, porque lo real es lo que escribo, lo que pinto, lo que elijo llevar a casa y tenerlo, lo que construyo, a pesar del conflicto con la realidad. El dibujante habla de eso, de la capacidad de creación del mundo y de nombrarlo que posee el artista a pesar de que para otros solo sea un decorado. Argullol decía que el futuro existe mientras somos capaces de nombrar y esa es la ventaja de los artistas, que siempre somos capaces de seguir nombrando, y eso que nombramos con palabras o imágenes es lo real. —ECP: El mundo de la infancia y el colegio. De nuevo el espacio. Recuerdo físico y recuerdo mental. ¿Degradación espacial que da pie a la elevación mental? —AGR: Es que siempre me he movido en espacios interiores, como si mi espacio secreto tuviera un cascarón más que fuera cambiante: la habitación, la casa, el colegio, la ciudad, y yo lo adaptara en cada momento. Y la construcción mental de todos esos espacios no son otra cosa que la proyección del espacio secreto hacia ellos. El pasado siempre nos sorprende, pero más aún me sorprende la capacidad que tenemos para seguir cambiándolo, no así degradándolo, sino restaurándolo. —ECP: Los recuerdos, la memoria y su laberinto, sus vericuetos... Hay un juego borgeano del recuerdo en el poema ‘Ella’, donde Flori, tu esposa, hace como la madre de Borges. —AGR: Sí, es el mismo juego que yo practico al revés, en el que hago míos recuerdos fotográficos o relatos que escucho a otras personas, siempre próximas. Es asumir el proceso de la memoria relacional, de por qué amamos a las personas y cómo nos volcamos en ellas y ellas en nosotros, y de cómo se pueden entremezclar las memorias en eso que llamas laberinto y que se parece más a las bibliotecas de Borges, o de Eco en La misteriosa llama de la reina Loana, que se aproximan a una biblioteca mental. Asumo la falsedad de los recuerdos, su traición, y la memoria como algo cambiante. Por eso hablo de la mentira como algo creativo, y el contar recuerdos es creativo. Además, hacer partícipe a otros de esas mentiras los acercan a nuestro mundo y a nosotros al de ellos. Me ocurre también con las fotografías del álbum familiar y mis padres contando su realidad, que me invaden las imágenes y se convierten en algo mío como falsos recuerdos pero muy reales —ECP: En la parte de “Las ciudades” hay estampas destacables de Cuenca o de Vigo. ¿Qué te atrajo de ellas? —AGR: Son viajes, y siempre ocurren cosas que no olvidas, simples como el frío, un dolor, algo escrito en la pared, o cosas que esperas y que no están, como la lluvia. Prefiero siempre no esperar nada y encontrarme con situaciones que no son trascendentes, pero a las que soy capaz de otorgarles permanencia, por la cotidianeidad o por el asombro. O por el poder de evocación y de relación con otros tiempos y otras ciudades. Pero sobre todo porque dejan imágenes y espacios capaces de volar solos; esas pasan al poema o al cuadro. Da lo mismo la ciudad, importa aquello que ocurrió, y las lagartijas de Sicilia son un ejemplo claro. —ECP: ¿Podrías resumir a los lectores de El coloquio de los perros la simbología de los animales que protagonizan el título de tu libro? —AGR: No me gusta el concepto de símbolo en mi caso, ni en las lagartijas ni en otros que he utilizado con anterioridad. A veces he pensado en que son metáforas, pero tampoco eso responde bien al uso que hago de ellas. Es que no creo que sea capaz de crear una imagen símbolo que sirviera a nadie, por usar la definición de símbolo como imagen que nos lleva a un concepto superior. En esto soy proustiano cuando explicó que para él la magdalena era solo un enlace literario entre dos tiempos y dos recuerdos, una evocación. La lagartija apareció y me evocó las otras de mi infancia y lo que ocurrió alrededor de ellas. En eso es signo, no un símbolo como tal, sino el reconocimiento de una presencia continua, una imagen testigo. No suelo dibujar nada en los viajes y escribo poco, y en ese teatro grecorromano de Taormina donde aparecieron las lagartijas tampoco lo hice, solo miré, como si fueran una aparición fantasmática. La construcción mental de ese poema, Piedras blancas, cuyo primer verso da título al libro, ya la tenía, y luego creció la lagartija como enlace de los poemas del libro, en un desarrollo lógico después de provocar el recuerdo. Esas son las cosas que no esperas en un viaje y que te saltan delante y se quedan. —ECP: A veces parece que utilizas el verso para protegerte de unas cualidades humanas; por ejemplo, la vanidad; también para definir otras, como en el poema ‘La timidez’. ¿Por qué la timidez tiene cierto brillo de prestigio en el mundo del arte? —AGR: Por lo obsesivo, por volver al inicio de esta conversación. De niño era lo que decían vergonzoso, incapaz de hablar con desconocidos o con personas que consideraba superiores. Eso hacía que mi mundo mental estuviera lleno a rebosar, de ideas equivocadas las más de las veces, pero muy activo. Escuchaba, absorbía, y lo guardaba. La vergüenza desapareció hace tiempo, pero quedó la timidez que te lleva a sacar todo de una manera tendente a la soledad, la soledad creativa del artista y del lector, donde nos sentimos muy cómodos y donde todas esas cualidades humanas nos importan poco si no nos sirven para hacer las cosas con verdad. Debe ser que entre las obsesiones de los artistas está la timidez, al menos trabajando, donde se convierte en el entorno adecuado, porque a la hora de mostrar la obra estamos hartos de ver como esa timidez se pierde en apariencias en muchos casos. Pero en lo que escribimos o pintamos se vuelca todo, al menos todo lo que es útil en el momento de escribirlo, como si hiciéramos las cosas pensando que son solo para nosotros, sin cortapisas, y eso le da sinceridad y verdad. Lo demás es vanidad.
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Entrevista realizada por ANDRÉS NORTES Rutina del asesino Después de un final de curso complicado, con múltiples moratorias por parte de Juan Antonio y por la mía, con la infinita paciencia de Juan de Dios, que no me apremia para que le dé la largo tiempo prometida entrevista con Juan Antonio por la publicación de su primer libro de relatos, Rutina del asesino (La Fea Burguesía, 2022), por fin concretamos una cita. Hace un calor de mil demonios. Quedo con Juan Antonio un 14 de julio. Hoy ha subido casi a cuarenta grados. Nos hemos citado a las cuatro de la tarde en un páramo posnuclear o centro comercial decadente del norte de Murcia y no conseguimos encontrar una cafetería fresca abierta. Buscamos en varios sitios hasta contentarnos con un bar muy español (mesas metálicas limpiadas con un paño de origen incierto, camarero displicente con los desconocidos, suelo lleno de burruños de servilleta y otros seres). Un café-bar no es, definitivamente, una cafetería. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Juan Antonio, quiero empezar la entrevista con una pequeña broma, a la manera en que tu libro me sacó una buena sonrisa cuando llegué a su final. ¿Estás dispuesto a responder a una pequeña Encuesta de satisfacción? —JUAN ANTONIO LÓPEZ RIBERA: Por supuesto. —ECP: Describe breve, pero brevemente, cómo conociste la literatura. —JALR: Eso se lo debo a mi madre, que siempre ha sido una gran lectora. Ella me acercó, con 11 o 12 años, a autores como Edgar Allan Poe o Stephen King, sin ningún tipo de prejuicio ni recomendación de edad. Me lanzó directamente a la piscina y se lo agradeceré siempre. —ECP: Describe brevemente qué aspecto te llamó más la atención del acto de escribir (o del acto de leer, a tu elección). —JALR: Recuerdo que mis primeros relatos de ficción los concebí en la adolescencia. En aquella época, yo quería hacer aquello que hacían mis autores favoritos. Quería ver si era capaz de despertar en otras personas esas sensaciones que yo tenía como lector. Eso sigue estando en el centro de mi escritura: provocar sensaciones en el lector. De eso va la literatura, en mi opinión: como lector, quieres experimentar sensaciones que en la vida real no tienes oportunidad de experimentar; como escritor, quieres conjurarlas en las palabras para que después se manifiesten en la lectura. —ECP: En caso afirmativo, describe brevemente qué es lo que más y qué es lo que menos te ha llamado la atención del producto. —JALR: Si te refieres a la escritura, me llaman la atención dos cosas. Primero, que es un constante pulso con mis propios límites, que me obliga a echar mano de todas aquellas habilidades que yo pueda tener (y no solo habilidades narrativas) para lograr, en el caso que nos ocupa, el mejor relato que yo sea capaz de escribir. Y en segundo lugar, y muy relacionado, me interesa mucho la capacidad de la literatura para, con las más variopintas historias, personajes y épocas, explicarnos el mundo en el que vivimos. Aunque se dice así de fácil, para mí sigue siendo el gran misterio de la literatura. —ECP: ¿Recomendarías a alguien la lectura y la escritura? —JALR: Por supuesto. Como docente, la recomiendo todos los días a mis alumnos, que son los futuros lectores y escritores. Les suelo recordar estas palabras de Michel Houellebecq: «No leer es peligroso: te obliga a conformarte con la realidad». Y otra cosa que me encanta es recomendar libros, conversar sobre ellos, compartir la experiencia lectora. Acercarte a los demás a través del arte es, sin duda, una de las cosas más hermosas de este mundo. —ECP: Bromas y tonterías aparte, lo primero que quiero hacer es felicitarte por tu colección de relatos, que me acabo de releer a gusto, más que la primera vez que los leí —aunque de esto hablaremos un poco más tarde—. Y después, lo que quiero es anotar lo recio de la estructura de tu libro, casi casi la de una novela del boom, y que consiste en varios bloques temáticos, formales y tonales muy definidos. ¿Quiere esto decir que planteas los libros como dispersión o como concentración? —JALR: Paradójicamente, los bloques temáticos, que podrían dar una idea de dispersión, son los que más me ayudaron a conseguir unidad en los relatos. Yo trabajé con un corpus de unos treinta relatos, de los que al final seleccioné diecinueve para incluir en Rutina del asesino. Y solo tenía claro, en un principio, cuál iba a ser el primer relato (‘Rutina del asesino’) y el último (‘Encuesta de satisfacción’, por motivos obvios). Me obsesioné con cómo ordenar los relatos, cómo hacer la nómina y por qué unos sí y otros no. Hasta que me di cuenta, como bien dices, de que había diferentes núcleos temáticos y formales en ellos, y ahí encontré la clave para estructurar el libro. —ECP: También deseo que hablemos de la literatura en tu libro. ¿Te ha costado trabajo revivir, ucronizar, algunos de los clásicos más conocidos de la Historia de la Literatura en tu libro? ¿Qué hay de parodia, de la de homenaje pero también de la de caricatura en estos cuentos? ¿Y del viejo intertexto? —JALR: Es de las cosas que más disfruto cuando escribo: tomar algo real (un hecho histórico, una obra literaria, un personaje) y darle la vuelta, mirarlo desde una óptica diferente, llámese ucrónica, paródica o intertextual. De hecho, algunos de los relatos en los que se lleva a cabo con más claridad esto, como ‘El efecto Cortázar’ o ‘Gregor Samsa se marcha’, son de los más antiguos, son relatos que pueden tener perfectamente casi veinte años, cuya primera versión fue escrita al calor de esas lecturas adolescentes en que descubres a los autores que te marcarán para siempre. Son relatos que retomé, que revisé a fondo y que ahora tienen un aspecto muy diferente, pero en los que pervive ese gusto y ese ánimo por revivir y homenajear esas lecturas que fueron inolvidables. Pero también en los más recientes, en relatos escritos durante la pandemia, aparece esa literatura dentro de la literatura o sobre la literatura.
—ECP: Tus cuentos se prestan a la participación de los lectores, sobre todo aquellos que más experiencia lectora atesoran. ‘El efecto Cortázar’ quiero leerlo como homenaje al ‘Ómnibus’ de Cortázar. Pero también como un arrebato de orgullo de la baja cultura frente a los anteojos y los guantes aterciopelados de la ópera. ¿Te puedo preguntar, al hilo de todo esto, quién habla en los fragmentos en letra cursiva de este cuento? —JALR: Más que quién habla, diría quién piensa. A través de esos pensamientos, conocemos a un personaje que aprecia la literatura, pero que se sitúa en una posición muy elevada con respecto al resto de lectores. Es un lector prejuicioso, que desprecia al resto de lectores porque sus lecturas no figuran dentro de su —llamémoslo así— canon personal. Para mí, el reto fue intentar meterme en la cabeza de alguien muy diferente a mí. Nunca he podido soportar esa especie de elitismo lector, que lo único que consigue es la espantada de potenciales lectores y que la lectura termine siendo considerada como algo propio de bichos raros. —ECP: Otros de los guiños de posmodernidad que leo en tu libro —en plena clave, repito, de libertad hermenéutica— son estos: las Heroicas de Ovidio en ‘Yo soy la que marca el ritmo’, la angustia sartreana en ‘Rutina del asesino’, Matadero 5 de Kurt Vonnegut en los saltos temporales en ambos sentidos de muchos de tus cuentos, el viejo Gilles de Raïs y el mito de Pandora y Epimeteo en ‘El último encargo de Harry Lightlost’, El coloquio de los perros de Cervantes y ‘Las babas del diablo’ de Cortázar en ‘Welcome to the machine’, El cementerio de animales de Stephen King en ‘Experiencia’. ¿Me comentas algo sobre los que quieras de todos estos? —JALR: Todas esas referencias me halagan, pero no puedo decir que estuvieran presentes de manera consciente cuando escribía esos relatos. En el inconsciente, es muy posible. Al fin y al cabo, un escritor encuentra su voz a través de los sedimentos que otras muchas voces han dejado en él. Y no solo voces literarias. El relato ‘Dos tiros’, por ejemplo, que está ambientado en la Guerra Civil, es fruto de las historias que me contaban mis abuelos, que vivieron la guerra siendo niños. O ‘Konigsberg’, que tiene como origen una imagen que se me apareció varias veces en distintos sueños. Uno nunca sabe dónde va a encontrar el germen de una buena historia, así que hay que estar siempre con el oído bien atento. —ECP: ‘El último encargo de Harry Lightlost’ y muchos otros relatos introducen elementos distópicos que realizan un giro sobre los sabrosos tópicos y clichés sobre los que se han construido los respectivos cuentos. ¿Para cuándo, Juan Antonio, una novela de cifi, de ucronía o de distopía? ¿Qué obras de estos subgéneros te han llamado más la atención como lector? —JALR: Lo de la novela es un sueño que quiero cumplir, pero para ello tengo que armarme de valor y de tiempo. Escribir una buena novela me parece un esfuerzo titánico. Pero no dudes de que lo intentaré. El género, no sabría decirte. Desde luego, en los que señalas están algunos de mis autores favoritos: Orwell, Bradbury, Huxley, LeGuin, Lovecraft... —ECP: Dicho lo dicho, sin embargo, hay un guiño a la metaficción y a la autoficción en ‘Welcome to the machine’. ¿Crees que un escritor puede mantenerse completamente libre en la composición de sus textos? ¿Qué intuyes que te pueda llegar a influir, empujar, condicionar en la redacción de ese siguiente libro, ya sea novela o colección de relatos? —JALR: La escritura es un espacio de libertad. Dentro de ella, el escritor debe sentirse completamente libre de ataduras. Si no, ¿para qué escribir? Por otra parte, suele decirse que el primer libro de un autor es el más libre, ya que no tiene ningún tipo de presión ni recae sobre él ningún tipo de expectativa. Puedo decir que yo lo he sentido así. Si hay un segundo, supongo que el condicionante principal será Rutina del asesino, que es de momento la única referencia para los lectores, porque me han conocido como escritor con él. Pero esto es inevitable, y por ello no me preocupa demasiado. La escritura debe ser un ejercicio de libertad y honestidad, para uno mismo y para los lectores. Y así es como me lo sigo planteando a día de hoy. —ECP: Me gusta mucho “Interlude”, el bloque de relatos hiperbreves que se halla en el centro del libro. Lo he leído varias veces en clase con mi alumnado y les (nos) ha encantado la traslación semántica efectuada con una o dos palabras, un sintagma, una oración. ¿Le ves proyección al microrrelato como género? La novela corta no la tuvo... —JALR: Pues una de las cosas que más me han sorprendido con Rutina del asesino es que yo, al publicar un libro de relatos, iba un poco contracorriente, en el sentido de que el género rey de la narrativa es la novela y todo lo que no sea novela es algo marginal y, en apariencia, poco apetecible. Pero no. Muchos lectores me han agradecido el formato del libro, el poder leer una historia completa en pocos minutos. Esas pequeñas píldoras, así llamaban muchos lectores a mis relatos, y en especial a los microrrelatos. Supongo que es consecuencia del ritmo de vida que llevamos. Pero tal vez eso beneficie al género. No sabría decirte. —ECP: Tu libro es una panoplia de técnicas literarias narrativas, tipos de texto, etc. Cuéntanos algo sobre tus favoritas y sobre aquellas que se te muestren más rebeldes. —JALR: Manejar tantas técnicas y tonos fue una de las cosas más divertidas a la hora de escribir estos relatos. Cada relato era como un comienzo desde cero. Había una voluntad de explorar las posibilidades y límites de cada tipo de narrador, de cada estructura formal, de cada tipología textual... Y ponerlos en juego con distintas historias. Hay diecinueve relatos en Rutina del asesino, y me atrevería a decir que hay diecinueve mundos distintos. Dicho esto, no quiero que se entienda que el libro es una especie de batiburrillo; hay conexiones temáticas, estilísticas y tonales que le dan unidad. —ECP: ¿La literatura será política o no será? ¿Cuántos locutores de ‘Kaiser’ tenemos que aguantar? —JALR: La vida es política, por muy denostado que esté en estos momentos el término. ¿La literatura es política? Entiendo que sí, al ser parte de la vida y al suponer un posicionamiento del escritor dentro de ella. Otra cosa es la literatura al servicio de la política o de unas ideas políticas. Ahí ya estaríamos entrando en el terreno del panfleto, y un panfleto sirve para lo que sirve. Un panfleto no es literatura. La literatura no está para servicio de nadie. —ECP: Un buen escritor es un mejor lector, de eso estoy seguro y pienso que tú también. Y casi con seguridad, un buen aficionado a otras artes. Por series no te pregunto, que se nos van las horas. ¿Qué estás leyendo en la actualidad? ¿Y oyendo? —JALR: Ahora mismo estoy leyendo El corazón helado de Almudena Grandes. Antes de él, y que me hayan gustado en el género novela, Los gatos pardos de Ginés Sánchez y El ferrocarril subterráneo de Colson Whitehead. En cuanto a relato, he estado releyendo a Carver y descubriendo a Jorge de Cascante con Una ciudad entera bañada en sangre humana. El ensayo ¿Soy yo normal? de Luisgé Martín, publicado en Cuadernos Anagrama, también me sorprendió. También leo de vez en cuando sobre Historia, especialmente sobre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial: lo último que he leído en este sentido ha sido El holocausto español de Paul Preston. En verano, con los calores, me gusta leer novela negra; este verano voy a disfrutar las novelas del vallisoletano César Pérez Gellida. Y en cuanto a música, ya suelo tirar de mi discografía personal; me cuesta mucho más abrirme a nuevas experiencias musicales que literarias. Te puedo decir mis últimas adquisiciones: I don’t live here anymore de The War on Drugs, WE de Arcade Fire, Dance fever de Florence & The Machine y Hey what de Low. —ECP: Antes de acabar, háblanos un poco sobre tu labor de promoción de la lectura como profesor, concejal de Cultura de tu pueblo, Alguazas, y escritor. Y como director de un club de lectura, que eso tampoco se me escapa... —JALR: Son experiencias muy gratificantes. Promocionar la lectura (o la cultura en general, en mi etapa de concejal de gobierno) la mayoría de veces parece aquello de predicar en el desierto, pero cuando se consigue algo, por pequeño que sea, se siente como un gran logro. Lo último, el club de jóvenes lectores de Abarán (localidad donde trabajo como docente), al que hemos llamado “En mayúsculas” y con el que ya llevamos un año de andadura. Contamos con unos veinte miembros, y a través de él muchos de ellos han llegado a formar parte de un grupo de teatro joven que este verano estrenó su primera obra. Todo esto supone un gran esfuerzo personal por parte de quienes coordinamos estas actividades, pero cuando ves que los jóvenes disfrutan con la lectura, con el teatro, con la cultura en general, y que se implican porque quieren más, no hay mayor ni mejor recompensa. Y 4. Tras la entrevista, seguimos hablando de cuestiones personales —Juan Antonio, cuando ejercía como concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Alguazas, me casó con mi pareja actual y antes de eso habíamos pasado once años trabajando en el mismo lugar, a los que les siguieron todavía dos más, y no puedo dejar, ya a micro cerrado, de exponerle uno de mis miedos: si quiere seguir escribiendo, no le va a caber más remedio que elegir, o para todo su discurso o para cada obra: tomar un camino entre tantos otros sugeridos en su primera obra. Que no va a poder abarcar tanta diversidad en una segunda, vamos. Este breve libro de cuentos, para quien no lo sepa, es extremadamente variado. En sus ciento cincuenta páginas hay primera, segunda y tercera persona; hay relato histórico, de ciencia-ficción y de autoficción; hay relatos que son entradas de Wikipedia, informes de la Guardia Civil y entrevistas en programas de radio a lo Cuarto milenio. Le expreso esta reserva y él me contesta que es el motivo por el que se animó a agrupar los relatos en bloques, como hemos leído más arriba. También me comenta que puedo añadir toda esta coda y lo que sigue a la entrevista, que conste.
Otro de los temas que quedaron off the record fue que disfruté mucho más con la segunda lectura que con la primera. En la primera lo rudo, lo inventivo, lo anecdótico, llamaba la atención por la imaginación de guionista que se gasta Juan Antonio. Sin embargo, fue en la segunda cuando empecé a apreciar detalles, sutilezas, diálogos abiertos con el lector. Yo le digo que, detrás de ‘Dos tiros’ y el problema de la memoria histórica, observo cómo los personajes del cuento se recuperan y se llaman, quizá simbólicamente, “Gallardo” (valiente) y “Aurelio” (dorado, por Judas), mientras que los nombres de los asesinos caen en el pozo de la desmemoria dado por el sustantivo común con el que son referidos en el texto. Me anota más bien que el segundo se trata de un nombre relativamente frecuente en generaciones anteriores y que responde a una persona de su experiencia familiar, por lo que me digo que me he pasado tal vez de frenada, pero que como la lectura es del lector, no tengo por qué rechazar mis lecturas. Con los cuentos de Juan Antonio se puede dialogar tan bien como con su autor. Llevamos un par de horas y estamos ya habituados al nefasto café-bar, tinnitus mediante, cuando decidimos dejar la conversación por respectivas obligaciones. Quedamos emplazados sin fecha para una cerveza, pero es que no importa cuánto tiempo pase hasta que vuelva a charlar con Juan Antonio: es de esas personas que, pasados muchos días o meses, te hace sentir exactamente (igual de bien) como si lo hubieses visto ayer, que es de las mejores cosas que creo puedes decir de alguien. Voy a afirmar lo mismo de ese segundo nonato libro. Ojalá cuando venga, en algunos meses o años, se nos haga tan familiar y perennemente natural como su escritor. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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