Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Vivimos deprisa, apartados del sufrimiento ajeno y del devenir mundial de los acontecimientos, pero, un día, por nuestra felicidad se cuela, poco a poco, la ansiedad, la enfermedad y la crueldad inevitable de la vida: la muerte. Por mucho que nos la intentemos sacar, el anzuelo se va enroscando, como la poesía de Esteban Beltrán Verdes en La jodida intensidad de vivir, editada por Vaso Roto en 2018, hasta que forma parte de nosotros. Triturados por la miseria, el ruido y el ridículo de existir, la escritura, como apunta el actual director de la sección española de Amnistía Internacional, ofrece un bálsamo inestable con el que sobrevivir un día más. Queda el dolor, el drama subjetivo, pero también su rastro y, en ese preciso instante, la posibilidad de que otros aprendan a evitarlo observándolo de cerca. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: La jodida intensidad de vivir, como indica su título, está lleno de dolor, soledad, desosiego, amor e impotencia ante la injusticia. Por la cercanía biográfica con tus experiencias, ¿cuánto hay del Esteban Beltrán real en los distintos poemas, y cómo separas ambas facetas? —ESTEBAN BELTRÁN VERDES: No separo nada, soy yo mismo, o lo más aproximado a mí mismo que puedo alcanzar con palabras. Este libro que nunca pensó ser libro —esto ocurre cuando escribes un libro cada treinta años, que nadie lo espera, ni tú mismo— refleja, de manera imperfecta, interesada, una etapa turbulenta de mi vida en donde todo lo que mencionas en la pregunta —más esperanza e indignación y asombro— apareció a la vez por mi casa. —ECP: ¿Y con tu labor como director en Amnistía Internacional de España? Es inevitable pensar en temas como la libertad de expresión, la tortura, los exiliados, el medio ambiente, o el fascismo. —EBV: Soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde. Por la mañana trato de que el mundo sea lo mejor posible y, de madrugada, me exploro de manera inmisericorde. Esta “Jodida” no es poesía social, sino íntima, que quiero pensar que en lo profundo —esperanza, indignación, rebelión, consciencia— une las dos partes de mi vida. Por decirlo brevemente, procuro descifrar y resolver en ambas circunstancias: en un caso el mundo, en otro mi estómago. Hay dolor y esperanza en ambos. —ECP: ¿Es esa indagación, entonces, la materia principal de tus poemas? —EBV: Trato, en este libro, de saber cómo puedo salir (o mantener) la locura amorosa, o cómo ser relativamente feliz compartiendo los últimos meses de vida de una persona muy querida. Vivía tratando de comprender (o hacerme la ilusión) de controlar lo que vivía. —ECP: ¿Cómo se sobrevive a este proceso? —EBV: Escribir en directo ayuda a sobrellevar el día a día o, al menos, la belleza que deja la escritura. La belleza de las palabras al juntarse (independientemente de que escribas mejor o peor) me aliviaba. —ECP: También hay un exhibicionismo rotundo y claro plagado de inseguridades. —EBV: Yo lo llamaría autenticidad, no exhibicionismo. Como decía Mario Levrero, el novelista uruguayo, «yo me juego la vida al escribir». La literatura que amo es aquella que busca y rebusca entre los huesos y las entrañas sin piedad de uno mismo. Me amo y me odio, me gusto y me desprecio a la vez. ¿Quién no tiene inseguridades? Los muy seguros (o que parecen estar muy seguros de todo) son peligrosos por fanáticos. —ECP: Precisamente, en la introducción de Y eso fue lo que pasó, Natalia Ginzburg comenta que es un error buscar consuelo en escribir, pero que ese proceso de creación oscuro y triste, a su vez, lleva a «una conciencia absoluta, inexorable y mortal». —EBV: Mientras escribía en directo la “Jodida” odiaba escribir poemas, pero no había más remedio que escribir. Una fuerza oscura y descomunal que llegaba de mi propia vida me pedía palabras y palabras. No me resistí, pero me odiaba. —ECP: A la vez, los poemas son sufrimiento y, también, legado hacia tu hija, Lucía. —EBV: Solo hay un poema, el segundo del libro, en el que cuento a mi hija, por miedo a morir en un accidente de aviación, algunas claves de mi vida. Ese día me vi mudo demasiado tiempo frente a ella, y quise que me escuchara. Pero no busco legado en el libro, en todo caso dejo un rastro de aquello que pensé que fue extraordinario en mi vida. —ECP: Frente a la rutina, la «emboscada de lo extraordinario» eleva el tono y difumina cualquier posibilidad de sufrimiento. —EBV: Toda vida es extraordinaria. Soy un creyente en la individualidad humana no egoísta, aquella que nos hace pensar que cada ser humano es irrepetible, pero que también es capaz de entender y asumir que, por lo tanto, somos diversos y nos necesitamos unos a otros. La belleza, como dije, difuminaba el sufrimiento. —ECP: Otro foco de tensión es la oposición entre imaginación/sueño y escepticismo. —EBV: Como decía Pessoa, los poetas somos unos fingidores... Pero auténticos. Somos algo real en un poema y, al siguiente, seguimos siendo reales, pero ya somos otro. Y así el libro pasa de aceptar que todo ha pasado ya al poema siguiente en el que todavía reclamo que todo regrese al punto exacto donde estaba. Hay una coherencia incoherente en todo el libro. —ECP: De un modo u otro, el primer verso es ya toda una declaración: «No me desahogo hoy (aunque resulte increíble en esta mi historia de poeta de exabruptos)». —EBV: Fue una pesadilla escribir este libro que, como decía antes, nunca quiso ser libro. No pude evitar escribirlo, y me maldecía al empezar cada poema o cada texto. No sentía alivio ni evolución positiva. Cada poema era la constatación de que todo se repetía, de que dejaba el rastro de una vida que, en ese momento, se perdía de forma irremediable. Eso sí, escribiendo traté de jugarme la vida, de alcanzar o aproximarme a lo auténtico, y quizá la belleza que encontré en ciertos giros y palabras fue un consuelo. —ECP: Si nunca quiso ser libro, ¿qué era entonces? —EBV: Surgió, como decía, por la necesidad de hacerme la ilusión de que, a través de juntar palabras, era capaz de controlar lo que ocurría en mi vida por entonces. Lo bueno de haber escrito un libro cada treinta años es que nadie espera —ni yo mismo— escribir un libro. Todo surgió de madrugada, se escribió de noche y solo fue libro cuando alguien ajeno a mí lo leyó y descubrió un libro en lo que solo era, hasta entonces, un rastro. —ECP: Entonces, si todo se vuelca de pronto, ¿corriges los poemas después? —EBV: Sí, corrijo siempre, tras escribir, y dejo un tiempo sin ver el texto, para luego volver a corregir. Me he descubierto como un jardinero minimalista, y no es fácil serlo en un libro tan torrencial como la “Jodida”. En el mismo libro reflexiono sobre el hecho mismo de corregir... ¿Cómo mantengo la autenticidad de lo escrito en correcciones que llegan meses después de haber escrito por primera vez el poema? Pero siempre, siempre, menos es más. —ECP: Entre los poemas intercalas hasta cinco entregas del “Cuaderno desvergonzado”, en prosa, en los que el amor permea: hay redención, recaídas, etc. —EBV: Los fantasmas interiores crecían, se desarrollaban, a medida que mi vida se agitaba, y necesité la escritura como nunca. Y no me bastaron los poemas, aunque fueran de verso largo y tono narrativo, así que necesité la prosa y así nacieron los “Cuadernos desvergonzados”. Encontré después que estos cuadernos daban coherencia a todo el texto. —ECP: En ese sentido, la belleza de los poemas crece, literalmente, de la sangre, el dolor y la basura como un loto. —EBV: Sí, como decía Luis Rosales, nadie es el mismo cuando regresa del dolor. La belleza del juego de palabras contra la locura de psiquiátrico, la muerte inesperada y las despedidas inabordables. —ECP: Tampoco creas como si fuera un manual de autoayuda al uso, tan extendido hoy en día. —EBV: Si no me ayudó a mí el libro, imagino que no ayudará a otros, pero sí he encontrado en lectores que lo íntimo, si es auténtico, se aproxima a lo universal. Cada individuo conoce y vive un amor que creyó extraordinario, o la cercanía de la muerte, o las proximidades de la insensatez y quizá la locura. —ECP: Por otra parte, muchos de los poemas dependen de la memoria, un producto inestable y traicionero de por sí. —EBV: Hoy estoy convencido de que el ayer nunca existió. Por eso el libro se escribe en directo, pensando en el futuro. La única manera de derrotar al tiempo es escribir hoy o para el mañana. La memoria miente. —ECP: Desde tu punto de vista, ¿tiene el arte capacidad política para denunciar la realidad? —EBV: Claro, todo sirve. Puede servirse de lo más bello para denunciar, no a la realidad, sino a sus verdugos. Debemos, eso sí, ser precisos y justos en esa tarea para ser creíbles. La poesía, o el arte en general, es, sobre todo, subjetividad. Por tanto, lo que podemos encontrar en el arte que denuncia —y que yo soy incapaz de hacer parte de mi escritura— es la emoción, la belleza que nos reconcilia con el ser humano. Esa belleza la podemos encontrar en Gabriel Celaya o Blas de Otero, y hoy en Fruela Fernández. —ECP: ¿Quiénes son esos verdugos? ¿Hay grandes diferencias entre los del hogar y la realidad exterior? —EBV: Los verdugos son aquellos que matan, hieren, encarcelan o someten a otros seres humanos. Poseen poder, pero no son eternos. La lucha por una vida mejor es cansada porque, esa sí, es eterna. —ECP: Me acuerdo, eso sí, del cortometraje Makun. No llores, de Emilio Martí, que ganó dentro del festival Abycine una ayuda de Amnistía Internacional para su producción. —EBV: La lucha por derechos humanos va unida también al arte y, por supuesto, al cine. Ken Loach es el adalid de la crítica social y, a la vez, despliega un cine de alta calidad. Así podemos pensar también que en la música, por ejemplo, Paco Ibáñez ha unido la lucha por la libertad con la poesía más clásica, o que Bruce Springsteen, con Into the fire, ha incidido en el orgullo por los bomberos que morían al subir escaleras de las Torres Gemelas el 11 de septiembre. Lo mismo ocurre con Ismael Serrano y sus historias sobre trabajos precarios. —ECP: Entonces, ¿cuál es el tema más urgente a denunciar en la actualidad y por qué? —EBV: Las políticas y discursos del “nosotros versus ellos” es lo más preocupante hoy porque cuestiona el consenso al que se llegó después del horror nazi de la Segunda Guerra Mundial: «todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos». Hoy gente como Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, y Erdogan en Turquía buscan chivos expiatorios en inmigrantes, indígenas u opositores para cuestionar que todos los seres humanos somos iguales. Debemos dar batalla de ideas los que creemos en la solidaridad, la igualdad y la diversidad. —ECP: ¿Y la vida que te hubiera gustado conservar? —EBV: Soy un vividor, busco la inmortalidad.
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Entrevista realizada por Mª JOSÉ VILLARROYA lejos Entre París, Barcelona y Madrid viven los poemas de lejos, el nuevo libro de Ana Cerezuela, ilustrado por Kaos (Juan Bermúdez). Ana Cerezuela González nació en Murcia, en 1995; Juan Bermúdez en Granada, en 1993. Ella ha estudiado Antropología Social y Cultural en la Universidad Complutense de Madrid. Él estudió Bellas Artes en Granada. Ana publicó en 2015 su primera antología poética La viajera incandescente. Juan publicó en 2018 su primer libro ilustrado La torre y en 2019 El chico azul con pies de hierro. Los dos han participado en recitales, charlas, eventos, presentaciones, convenciones, festivales, ferias y exposiciones por toda España. A ambos les mueve la necesidad de comunicar. Los dos son reputados creadores online. Ana comparte en YouTube su poesía, además de realizar vídeos de contenido divulgativo y activista. Él, Kaos, en su canal de YouTube intenta aunar su habilidad como ilustrador y escritor mediante el medio audiovisual. No es de extrañar que una gran amistad y un mismo empeño los reuniera en este poemario del que hoy hablamos con Ana Cerezuela. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo surge la idea de tratar tu libro de poemas como un proyecto integrado de poesía e ilustración? —ANA CEREZUELA: La idea, en el fondo, era bastante obvia. Kaos y yo llevamos muchos años haciendo cosas juntos de forma bastante natural, porque tenemos inquietudes parecidas, nos admiramos mucho mutuamente y nos conocemos muy bien. Él hizo las ilustraciones del interior de La viajera incandescente, y desde entonces creo que ambos teníamos claro que la combinación de su trabajo y el mío podía ser muy interesante. Pero en realidad fue nuestra amiga KoiSamsa la que nos preguntó un día por qué no habíamos hecho todavía un poemario ilustrado, y nos dimos cuenta de que tenía razón. —ECP: ¿Qué aporta Kaos y sus ilustraciones a tu libro? —AC: Las ilustraciones dan una dimensión nueva a los poemas. Hubo un proceso muy bonito de negociación y creación conjunta, pero en última instancia son el resultado de dejar que Kaos se inspirase libremente en lo que yo había escrito. Las ilustraciones hablan por sí mismas, aportan un marco distinto al que yo concebía en los poemas, y para mí son una parte fundamental del contenido. —ECP: ¿Qué viaje recorrió el manuscrito hasta llegar a las manos de la editorial Valparaíso? —AC: Fue bastante rápido. El manuscrito sólo lo recibieron ellos, aunque la propuesta del proyecto con algunos textos e ilustraciones sí que la enviamos a varias editoriales. Pero Valparaíso fue la primera en contestar, y de todas las opciones era la que más me atraía por su foco en la poesía contemporánea y el espacio tan cuidado que dan a las autoras y autores jóvenes, así que no le dimos muchas más vueltas. —ECP: Tal y como yo lo veo, lejos es un libro sobre el exilio de uno mismo, sobre la huida y la búsqueda. París, Barcelona, Madrid. ¿Qué dejabas atrás en cada una de esas tres ciudades? Y, al mismo tiempo, ¿qué hallaste en ellas? —AC: Cuando me fui a Barcelona tenía 18 años y dejaba atrás todo lo que me había venido dado, estaba buscando el vértigo. Encontré algo de perspectiva, el sentido de pertenencia que creía que no tenía, la diversidad que echaba de menos, explicaciones satisfactorias y mecanismos de supervivencia emocional que me gustaría no haber necesitado. París me permitió abandonar un montón de creencias dañinas y un capítulo oscuro y sin ventanas. Encontré un lugar seguro en el movimiento, el placer de la vida extranjera, pero también una soledad implacable que me llevaba faltando toda la vida. Encontré un hogar volátil que estaba siempre lleno de luz y que compartí con un grupo de mujeres maravillosas que me enseñaron lo imprescindible que es el espacio compartido, los cuidados y la admiración honesta entre mujeres. A Madrid fui intentando dejar atrás las ruinas del daño y huyendo desesperadamente de la inercia. En las tres ciudades realmente estaba huyendo de la sensación de eternidad inevitable, del destino escrito. Pero sólo en Madrid me permití encontrar tierra firme, y desde entonces vivo aquí. —ECP: ¿Qué dirías que buscas y de qué dirías que huyes en tu vida? —AC: Huyo de lo absoluto y lo indudable, creo. La buena noticia es que después de todo le he perdido el miedo a la eternidad. Busco lo mismo que cualquiera: paz, salud y una vivienda digna. —ECP: Fue en un poema introductorio de tu primer libro La viajera incandescente, cuando dijiste «Sí, esto trata de amor». Entendida la afirmación a la manera de Ben Arabi («Porque mi religión es el amor»), ¿se puede acaso escribir sobre otra cosa o esa afirmación ha pasado a ser pecado de juventud? —AC: Se puede escribir sobre muchas más cosas, por supuesto. Se puede escribir sobre escepticismo, rabia, venganza, pérdida, ansiedad, vacío... La experiencia humana es rarísima y está llena de misterios interesantes. Pero sobre amor todavía hay que tener muchas conversaciones. Tenemos aún que aprender, y todavía muchísimo más que desaprender sobre amor. —ECP: «A todas las valientes que comparten sus cicatrices y salvan a otras». Es la dedicatoria que encabeza lejos. Hay un aliento claro de sororidad llegado de las manos del feminismo, un deseo de compartir con los lectores una complicidad que nos permita restallar heridas y ponerles nombre. —AC: Una de las grandes aportaciones del feminismo de los años sesenta es la idea de que lo personal es político. Hermanarnos las unas con las otras, escucharnos y apoyarnos es la única manera de encontrar las cicatrices que compartimos, y empezar a hacernos preguntas sobre por qué todas, tarde o temprano y de una forma u otra, acabamos viviendo la misma forma de violencia sistémica. Es la conversación que surge desde La mística de la feminidad (1963) sobre los “malestares sin nombre”: si no podemos ponerles nombre y hablar de ellos, no podemos curarlos. Los espacios de vulnerabilidad compartida, contar las historias que llevan toda la vida silenciadas, es el paso primero hacia la articulación de una lucha. Y entender que lo que te ha pasado a ti probablemente le ha pasado o le pasará mañana a tu amiga, tu hermana, tu madre, tu vecina o tu novia es, por un lado, catártico y terapéutico y, por otro, gasolina para una rabia más que justificada. —ECP: Y de tu apuesta por el colectivo LGTB. ¿Estás creando realidades o utopías? —AC: Yo no lo llamaría “apuesta”. Escribo desde el colectivo, aunque no pueda hablar por todas sus siglas. Pero sí puedo hablar por mí: soy una mujer bisexual en un mundo heteronormativo y machista, y eso, aunque a todas nos gustaría que fuese de otra manera, convierte mi mera existencia en un acto de resistencia política. No estoy creando nada. Estoy existiendo. Visible, eso sí, porque tenemos que ocupar los espacios cuando tenemos la oportunidad, para que en algún momento otras personas los puedan ocupar sin necesidad de ser “valientes”. Pero yo no elegí que mi poesía tuviese un componente político: mi existencia (y la de todas las personas LGTB) fue politizada por otros. —ECP: Era noviembre de 2018 cuando lejos vio la luz en las librerías. Han pasado 14 meses y puede ser tiempo de hacer balance. ¿Cómo fue recibido por los lectores? ¿Qué sensación tienes de la experiencia? —AC: Desde el principio fue recibido con mucho cariño y confianza. Me sigue sorprendiendo haberme encontrado con que la gente, después de tres años, seguía esperando que publicase algo con bastante paciencia y muchas ganas, o al menos es esa la energía que yo he recibido en presentaciones y recitales. La experiencia de publicar Lejos ha sido un baño de realidad. No hay nada que te pueda preparar para mirar a la cara a alguien que ha leído tu obra y la ha hecho suya. En general, verme ahí me ayuda bastante a lidiar con mi síndrome de la impostora. La sensación que tengo es de profunda gratitud, todavía un poco de sorpresa, y muchas ganas de más. —ECP: ¿Dirías que se lee poesía en nuestro país? —AC: Sí. Evidentemente se lee menos poesía que novela, pero esto es bastante inevitable, y no pasa nada. Hay toda una comunidad de gente muy joven que no sólo lee, también recita, escucha, escribe y comparte poesía, y aunque no aparezcan en las estadísticas, lo que está ocurriendo en Instagram y en los micros abiertos es muy importante y potente. —ECP: Tú has comentado en más de una ocasión que tu trabajo como youtuber es muy posterior a tu vocación de escribir. ¿No tienen en realidad mucho en común? ¿Qué implicaciones tiene a la hora de vender libros y tener un público fiel? —AC: Creo que ahora mismo es más lo que los diferencia que lo que los une. YouTube tenía gracia en 2013, cuando nadie sabía muy bien lo que hacía, los boomers se reían de nosotros y los que estábamos ahí jugando a crear algo éramos adolescentes aburridos sin pretensiones. Ahora la mayoría de los que empezamos en esa época somos autónomos precarios intentando vivir de lo que sabemos hacer. Yo descubrí con 18 años que aquello era una ventana para explorar un formato que en aquel momento me interesaba y, de casualidad, compartir lo que escribía. Pero lo mío con la poesía es otra historia, y la colisión de ambas esferas fue completamente accidental. Aún así, le concedo a las redes sociales todo el mérito que se merecen, porque mi vida sería otra completamente distinta si no hubiera empezado a hacer vídeos, y mis poemas seguirían siendo un secreto. El problema no es internet, el problema es que como sociedad todavía se nos hace bola. Y después de años y años de mala prensa, es muy complicado acceder a espacios tradicionales o sentirse una escritora legítima cuando llevas cargada a la espalda la mochila de youtuber. Es difícil dejas atrás un trabajo de tantos años y que me ha abierto tantas puertas, pero si miro al futuro, ser “Terafobia” ya no me compensa a nivel artístico y laboral, y por eso estoy tratando de hacer una transición hacia una imagen que aguante mejor el paso del tiempo. —ECP: Una pregunta trampa. A tenor del éxito de poetas como Elvira Sastre o @stabebi, ¿se han convertido las redes sociales en un medio sine qua non para la divulgación de la poesía? ¿Son capaces los seguidores de distinguir entre la calidad literaria y la influencia mediática? —AC: La influencia mediática no ocurre por casualidad. Un número de seguidores es, en principio, un número de personas reales tomando la decisión individual de prestarte su tiempo y su atención. Y eso a veces se consigue siendo guapo y millonario, y otras veces es fruto de un trabajo constante y de calidad, y a veces una combinación de todo. Atraes al público que te interesa haciendo el contenido que te interesa. [...] Si se me permite ponerme antropóloga, yo creo que la conversación tiene que partir de otra pregunta: ¿es internet una democratización de los medios de comunicación o una forma de capitalizar los espacios de interacción social? En cristiano: las redes sociales han permitido que mucha más gente pueda saltarse el filtro y llegar al público sin intermediarios, y eso ha tenido un impacto sin precedentes en los productos culturales, que ahora son más diversos, más experimentales y menos dependientes de lo académico y lo formal. Que haya escritores llegando a sus lectores a través de las redes sociales ha avivado la poesía y la ha acercado a la calle, y nos ha obligado a escuchar historias que antes no tenían ningún altavoz o incluso nos eran incómodas. Por supuesto, las redes no están exentas de los problemas del “mundo real”, y ya estamos viendo las mismas lógicas de los medios tradicionales aparecer en las redes sociales, pero a mí me parece que todavía estamos en un momento en el que si educas bien a tu algoritmo puedes encontrar mucho talento tan válido e interesante como lo que ofrece la industria tradicional (o más). —ECP: Eres una poeta de otra generación poética. Háblanos de tus influencias y referentes. —AC: Me interesan, sobre todo, los poetas vivos, sin desmerecer a los de siempre. Rupi Kaur, Savannah Brown, Leonor Antón, Elena Codes, Jorge Villalobos, Irene X, Elvira Sastre... Son algunos de los nombres que se me ocurren. Pero en general últimamente me gusta explorar sin prestar mucha atención al apellido, y dejarme inspirar por los tesoros que encuentro en librerías, bares, ferias, redes sociales y micros abiertos. —ECP: Una pregunta quizás no del todo pertinente. ¿Qué aporta tu juventud a los versos? —AC: Supongo que la obligación de hacer las cosas sin ambición, porque todo apunta a que hasta que cumpla 40 años seré oficialmente una “joven poeta”. No es que me moleste. Pero no tengo muy claro cómo funciona este espectro de la madurez y la juventud en la poesía. Me da la sensación de que hablamos de que la obra de un poeta ha “madurado” cuando empezamos a ver sufrimiento y trauma, o cuando su voz empieza a parecerse a lo que identificamos como serio e importante, y todo lo demás es “poesía joven” cuyo atractivo principal es la “inocencia”. Yo creo que mi edad, como mucho, aporta la narrativa de mi generación (la de los niños de los noventa, que, por cierto, ya no somos los más jóvenes del panorama) y quizás un cierto escepticismo sobre la forma en la que se valora y se valida el arte de unos y otros. —ECP: ¿Y qué aporta Ana Cerezuela al panorama poético?
—AC: ¡No lo sé! Supongo que mi voz y mi mirada, pero mi poesía es más visceral que intencional, y para mí escribir es un fin en sí mismo, no intento pasar a la historia ni “aportar al panorama”. Creo que lo mejor que puedo aportar son preguntas. —ECP: ¿Sabes vivir sin escribir? —AC: Nunca lo he intentado. —ECP: Sabemos que andas trabajando en un nuevo proyecto, cuéntanos qué te traes entre manos. —AC: Estoy trabajando en otra antología, esta vez en solitario, de la que estoy bastante orgullosa y que verá la luz prontísimo. Es lo que he estado escribiendo y puliendo durante el último año, y es bastante más minucioso e intencional que lo que he publicado hasta ahora. Tiene una estructura que habla de contraste, y de un diálogo entre el rencor y el amor, entre el escepticismo y la fe. Escribirlo y trabajarlo ha sido muy interesante y también bastante agotador, y me muero de ganas de que salga a la calle. Entrevista realizada por ANTONIO PARRA SANZ Con motivo de la aparición de Progenie (Alfaguara, 2020), la nueva novela de Susana Martín Gijón, hemos charlado con su autora, sumida en pleno proceso de promoción, acerca de los entresijos de esta magnífica novela y de su manera de concebir la literatura. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Ya eres toda una especialista a la hora de escribir novela negra. ¿Cómo urdes las tramas?, ¿hay algún sistema o “fórmula mágica” para crear una buena historia criminal? —SUSANA MARTÍN GIJÓN: No creo en las fórmulas mágicas, pero sí en el trabajo y la constancia. Llevo diez años escribiendo novelas del género y creo que aprendo cada día. Hay que ser perfeccionista, escuchar las críticas, revisar los textos una y otra vez... Y sobre todo, leer mucho, que es una satisfacción y también una forma de crecer. [...] Creo que la labor de los escritores no se valora lo suficiente, parece que nos sacamos las historias de la chistera, pero no, hay meses, incluso años de trabajo detrás de cada trama. —ECP: Anika Kaunda y ahora Camino Vargas, dos mujeres policías al frente de tus novelas, ¿tienen algo en común entre ellas, tienen mucho de Susana Martín Gijón, nacieron antes o después de las historias que protagonizan? —SMG: No tienen muchas cosas en común. Annika es una mujer más joven, idealista, y está comenzando su carrera. En Más que cuerpos se enfrenta por primera vez a un caso de asesinato. Sin embargo, Camino ya lleva chupadas muchas autopsias de este tipo en su carrera. Annika es de origen namibio y tuvo que huir de su país durante la guerra de independencia de Sudáfrica con siete años. Construyó su vida en Extremadura, y acabó entrando como policía nacional en la comisaría de Mérida, pero tiene un pasado traumático que la ha definido tal y como ahora es. Camino es una mujer de cuarenta y cuatro años con las cosas muy claras en la vida, espontánea, divertida, con poco tacto a veces, y con unas mascotas de lo más peculiares. —ECP: Hay quienes crucifican a los policías protagonistas de una novela negra, bien porque no tengan vida personal, bien porque ésta sea desoladora y amenace con devorar al personaje. ¿Cómo te afecta eso a la hora de crear a tus protagonistas? —SMG: La profesión en la que se basan es muy absorbente y requiere de mucha implicación. A veces se exagera en los personajes, pero hay un fondo de verdad en ello. En el caso de Camino, es exigente con ella y con su equipo, pero también sabe desconectar e irse a pegar unos buenos bailes. —ECP: Además de Camino Vargas, hay una serie de personajes en esta novela que ayudan a que su universo llegue mejor al lector. ¿Has querido construir una familia policial? —SMG: Algo así. Nos adentramos en la vida y forma de ser y pensar de todos los miembros del Grupo de Homicidios. Conocemos a Teresa, la superabuela a punto de jubilarse que está más pendiente de sus nietos que de los casos; Fito, el subinspector guaperas que no se entiende con Camino; Lupe, siempre tratando de demostrar su valía; y por supuesto, Pascual, con su divorcio, su hija, su dieta y su gato. Cada uno aporta un ingrediente fundamental a la historia. —ECP: Enlazando con lo anterior, hay referencias y flecos del pasado de algunos de esos personajes. ¿Estamos ante una serie de novelas? —SMG: Sí, me gustaría poner en algún otro buen aprieto a Camino y al resto del equipo. —ECP: ¿Qué tal el salto de Extremadura a Sevilla, y por qué la capital andaluza? —SMG: Conozco la ciudad (nací allí y pasé los veranos de mi infancia) y me parece un escenario fantástico para este género de novela, con todas sus caras, tanto las turísticas como las más invisibles. —ECP: Las víctimas son mujeres embarazadas. ¿No te dio miedo tocar un tema que puede ser tan sensible para el lector? —SMG: Un poco. Sabía que me adentraba en un terreno delicado, pero confié en hacerlo con la destreza suficiente para no herir sensibilidades y sí mostrar en cambio lo que quería. Me interesaba el tema y aposté por él. —ECP: ¿Qué ha supuesto para Susana Martín Gijón saltar a una editorial de primera línea como Alfaguara? —SMG: Mucho. Para empezar, la posibilidad de que mis novelas estén en los escaparates de las librerías en toda España. Tengo muchísimo que agradecerles. —ECP: Con todo el tiempo que llevas escribiendo novelas negras, ¿te atreves a valorar cómo está el género en España y la razón de tanto éxito editorial? —SMG: El género goza de muy buena salud. Se me escapan las claves del éxito editorial, pero como lectora puedo decir que es una narrativa amena, adictiva en muchos casos, y que permite mostrar la realidad social hasta puntos que a veces ni el periodismo se puede permitir. —ECP: ¿Sacamos pecho entonces frente a otras oleadas extranjeras o aún nos faltan más méritos para que se reconozca fuera al noir español? —SMG: Aquí se hace muy buena novela negra, no creo que tenga nada que envidiarle a la nórdica o la norteamericana, por hablar de las más prestigiadas. —ECP: Hay una pregunta que deseo fervientemente dejar de hacer, pero nunca sé si ha llegado el momento. ¿Por fin la mujer está ya considerada en igualdad de condiciones con respecto al hombre en el género negro? —SMG: No lo creo, pero sí veo que estamos avanzando. Antes, en la mayoría de festivales del género la foto era casi unánimemente masculina, y lo mismo pasaba con las novelas reseñadas en periódicos, los premios, etc. Ahora se nos da más visibilidad. —ECP: ¿Qué les pides a los lectores de novela negra? —SMG: Que entren en el juego y lo disfruten. —ECP: ¿Qué fuentes literarias son las que más tienes presentes a la hora de escribir? —SMG: Ninguna de forma consciente. Tengo mis favoritos en el género, por supuesto, pero no trato de ser como ellos. —ECP: Recientemente has sido la presidenta del jurado de un importante premio literario. ¿Qué tal la experiencia?
—SMG: Muy buena. Es un premio famoso por su transparencia, y he tenido la oportunidad de confirmarlo. Además, tuve la suerte de compartir jurado con personas que se tomaron muy en serio su responsabilidad y con un gran criterio. —ECP: ¿Realmente estamos tan cerca de la manipulación genética como parece traslucirse en tu novela? —SMG: Solo hay que ver lo que ha hecho el científico chino He Jiankui para darse cuenta de hasta qué punto tenemos ya encima ese debate y que toca legislarlo y reflexionar sobre sus límites. —ECP: ¿Por qué elegiste una estructura con capítulos tan breves? Es algo que me ha llamado mucho la atención. —SMG: Me lo pedía el cuerpo. Salían así, pero después me di cuenta de que, además, la historia ganaba en agilidad. —ECP: Imagino que ahora estás en plena fiebre de presentaciones, giras y demás actos promocionales. ¿Qué te llega por parte de los lectores o críticos sobre Progenie? —SMG: La mayoría es gente comentando cómo le ha enganchado la novela, lo adictiva que es, y que quiere seguir conociendo a Camino. Es muy gratificante. Por supuesto, también hay a quien no le gusta, sobre todo porque lanzo una mirada del mundo que no todos tienen por qué compartir. —ECP: Hay quien dice que tras publicar una magnífica novela, y Progenie lo es, con una gran editorial, llega el vértigo de cara a la siguiente. ¿Has notado algo? —SMG: Tengo vértigo desde que firmé con Alfaguara. Ahora en serio, estoy trabajando en la siguiente, y creo que esa sensación al enviarla para que otros la valoren, nunca desaparece. —ECP: ¿Qué planes tenemos en mente? —SMG: De momento, ver cómo evoluciona Progenie y seguir con la promoción. Paralelamente, echar a andar esa próxima novela. —ECP: Ejerce ahora de publicista. ¿Qué les decimos a los lectores para que se acerquen a Progenie? —SMG: Que si les apetece una novela del género que se sale de los cánones, le den una oportunidad. Hay un trasfondo social de plena actualidad pero que no se había abordado a través de una ficción criminal, hay personajes entrañables, hay humor, y hay, cómo no, crímenes. Muchos crímenes. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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