Entrevista realizada por DAMIÁN L. SARRO El crepitar de la memoria Alba Vera Figueroa, nacida en Tucumán (Argentina), es una cuentista que se ha formado con reconocidos escritores de la talla de David Lagmanovich, Noé Jitrik, Ricardo Piglia, Clara Obligado, Ángel Zapata y Lola Bardón, entre otros. Cursó tres años Letras en la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe) y publicó los libros de relatos Es un lugar (1995), Los Irreales (2021) y ahora El crepitar de la memoria (Metrópolis, Buenos Aires, 2021); también participó en antologías y recibió varios premios por sus producciones literarias. Con su última publicación, Vera Figueroa indaga cuestiones que rozan lo existencial de un pueblo en la configuración de su memoria, de su identidad; trazos de historias, de encuentros, de idiosincrasias, de recuerdos, de soledades, de sueños y de pensamientos que se configuran a través de la palabra. Los distintos personajes emergen por y desde la pulsión de la memoria como potenciadora de horizontes narrativos diseminados en las cuatro secciones: “Cuentos para la memoria”, “Cuentos fantásticos”, “Prosa fugaz” y “Teatro y sueño —epílogo—”. El crepitar articula, en su superficie textual, la referencialidad histórica —principalmente de la Argentina reciente— con la intertextualidad literaria —con foco en lo fantástico— en una ambientación centrada en el horizonte norteño, aunque sin definirse como regionalista; y aquí un aspecto para destacar del libro: la presentación del detalle, de la anécdota o de una historia mínima —doméstica— como trascendental, es decir, como sinécdoque; todo ello contribuye al valor estilístico de la escritura de Vera Figueroa. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Lo primero que puede aludirse, entre otros aspectos, y que funciona como nexo entre ambos libros, es el tema de la memoria: su valoración, su recuperación, su legado. Es un tópico recurrente en sus historias... —ALBA VERA FIGUEROA: Esta segunda publicación forma parte de una tríada que se completará con el próximo libro. Están organizados alrededor de la memoria como temática y desde ese espacio intangible intenté una búsqueda: las motivaciones humanas que inducen a sus personajes al compromiso con el medio social en el que viven. —ECP: Junto con la memoria, la cuestión de la dictadura y sus flagelos es recurrente en su escritura. ¿Lo toma como una deuda que aún no ha saldado la literatura nacional o más bien por cuestiones personales? —AVF: Pienso que la acción de la dictadura y sus devastadores efectos sobre la población se transmite a través de generaciones. No se acaba con el fin de un período de facto. La sociedad permanece sembrada de ideas que van naturalizándose desde las repetidoras comunicacionales favorecidas económicamente en tales períodos. Las familias escuchan y se hacen eco hasta que se consolidan nuevos “sentidos comunes”. Lograr establecer nuevos “sentidos comunes” es el éxito tardío y, a la vez, permanente de las dictaduras. Aquellas familias “actuantes” (cívico militar eclesiástico y empresario) que supieron constituirse en asociaciones ilícitas para asaltar los poderes del estado han emitido junto a la represión conjuntos de ideas profundamente antidemocráticas basadas en la búsqueda supuesta de libertad pero que en realidad han atacado la convivencia social. Si hay una deuda, no sería de la literatura, sino de los ámbitos que contribuyen a la difusión e instalación de aquellas ideas antidemocráticas. La deuda sería entonces de aquellos estamentos que no actúan contra las consecuencias que produjo la estructura mental depredadora sobre la convivencia social. Opino que se debe dar a conocer toda narración que mantenga en el presente aquellos hechos. —ECP: En su libro La novela histórica (1966) G. Lukács teoriza sobre el llamado «héroe medio», un personaje que pivota entre la muchedumbre y los próceres, por llamarlos de alguna forma, es decir, un tipo de sujeto que no se destaca por su historicidad ni laureles, pero tampoco se pierde en el anonimato. En los relatos de sus dos libros creo hallar a varios personajes que podrían amoldarse a esta categorización de Lukács. ¿Qué opina al respecto? —AVF: Me atrae esa categorización. Son los personajes medios quienes, al cuestionarse el posicionamiento en su lugar de actuación, logran algún tipo de transformación. Será el cuestionamiento y la posterior prueba de su accionar lo que dará origen a la narración. —ECP: ¿Es posible realizar una lectura de sus relatos desde la ficción histórica pero anclada en la intimidad de los personajes? ¿Hay una vinculación entre la esfera privada y la pública para interpretar la trama de sus cuentos? —AVF: Quise rescatar la intimidad de personajes comprometidos con la vida social. Acercarme a las diversas visiones que componen su cosmogonía para comprender algunas de las causas que impelen a comprometerse con el núcleo que excede a su familia. Mostrar que sus conflictos cotidianos, sus interrogantes existenciales, comunes a cualquier ciudadano, no les han impedido dar pasos hacia el mundo exterior. Justamente Lukács plantea un quiebre en el devenir individual a partir de la Revolución Francesa. Será la participación ciudadana a favor o en contra de los cambios políticos y sociales lo que influirá en sus propios destinos. Lo ideal sería que, en tanto ciudadanos, aprendamos a distinguir con claridad los distintos modelos que se nos proponen política e ideológicamente y aprender cuáles nos favorecen o perjudican a mediano y largo plazo. Por supuesto que la vida pública y la privada están relacionadas, aunque la enorme distorsión comunicacional contribuya a la confusión general. —ECP: Si tuviera que realizar una escala de preferencia de sus personajes históricos, ¿quiénes la integrarían y por qué? ¿Qué personaje de nuestra historia no le despierta interés para ficcionalizar? —AVF: El relato ‘Los Irreales’, que inicia el libro del mismo título, es un homenaje a Manuel Belgrano. Nuestro héroe de las guerras de independencia nacional. Libró la batalla de Tucumán, en el año 1812, acompañado de vecinos y soldados en inferioridad de condiciones respecto al ejército realista. Este hecho es paradigmático y fundacional del espíritu que domina en términos generales a los habitantes de la provincia. Personas comunes que se ven impelidas a abandonar sus tareas cotidianas y agruparse por un bien común, drástico, perentorio. Este tipo de héroe, así como médicos, enfermeras en tiempos de guerra, maestros, héroes anónimos que protegen la vida en todas sus formas me provocan un profundo sentimiento de gratitud, emoción y esperanza en la especie humana. No podría llevar a la ficción la vida de humanos depredadores. No descubro cualidades que me emocionen en este sector de la humanidad. —ECP: En mi lectura de ambos libros considero que existe una marcada intencionalidad de entender ciertos aspectos que hacen a la idiosincrasia nacional. ¿Considera usted a la literatura como un medio para aprehender aspectos de una nación? —AVF: Sabido es que la acción del conjunto de disciplinas tales como la historia, filosofía, sociología, las artes y la cultura en general van conformando un perfil de nación. Entre ellos la literatura ocupa su lugar. Pero sí podría afirmar que la difusión de las ideas debe estar repartida en muchas voces, no es bueno que se monopolice en unos cuantos individuos que generalmente responden a intereses de grupos depredadores monopólicos. Esta concentración de las voces termina formateando la idiosincrasia de una nación. Y un turista desprevenido puede llegar a pensar que la idiosincrasia es lo que transmiten las pantallas unificadas desde un emisor premeditado y alevoso. Pienso que en estos tiempos de impresionantes lobbies empresariales la lucha más urgente es la democratización de los medios comunicacionales, si es que nos interesa adentrarnos en la maravilla de los detalles que nos ofrece una vida humana y con ello la conformación de la idiosincrasia de una nación. No hay nada que atente más contra ello que la concentración de las voces mediáticas. —ECP: En El crepitar de la memoria, principalmente en los cuentos ‘Muros remotos’ y ‘Eternidad’, hay una tensión entre dos planos: el pasado fundacional del país y el pasado reciente, complejo y convulsionado. ¿Los considera dos planos irreconciliables o entrelazados y deudores uno del otro? —AVF: Hay un aspecto irreconciliable en la medida en que una parte ha prevalecido por la fuerza de las armas sobre la otra parte. Hubo un genocidio en América a partir del siglo XV. Es un continente que sufrió un asalto de invasores. Los originarios de estas tierras recibieron a viajeros navegantes y estos los asaltaron, mutilaron, explotaron y los convirtieron a la servidumbre. Robaron sus riquezas y desde la ignorancia desconocieron la humanidad de sus habitantes. Esto es muy grave en términos humanitarios. Podría decirse que esa fue una enorme herida que se instaló como grieta fundamental entre invasores e invadidos (y aquí recuerdo a Eduardo Galeano). Pero si bien son hechos irreversibles se puede construir una nueva conciencia a partir del reconocimiento de aquella atrocidad. ¿Cómo? Revirtiendo la actitud. Desde una inteligencia emocional. Desde el amor y el reconocimiento de la existencia del otro diferente. Reconociendo aquella barbaridad humana de nuestros antepasados se podría adoptar una actitud amorosa hacia el otro diferente y se lograría la reciprocidad. Sería bueno evitar en lo posible los atajos mentales: «les dejamos el idioma castellano» escuché por ahí a un expresidente y conferencista acaudalado. —ECP: ¿Qué le representa para usted la figura de Anastasio Quipildor en ‘Del cruce’, uno de los cuentos de El crepitar de la memoria? ¿Hay una escritura intertextual en ese personaje, es una conmemoración al Quipildor histórico o una alusión al vocablo quichua? —AVF: En las montañas de Tucumán persiste la cultura antigua. En Tafí del Valle los pueblos originarios han logrado, gracias a su persistencia y al compromiso de políticas de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), rescatar, del olvido y la destrucción, su lengua, costumbres y sus fiestas. Quipildor, como tantos otros, es uno de sus apellidos típicos. Pero Anastasio Quipildor es, además, alguien que no logra, a pesar de los años, amoldarse a las costumbres urbanas. Él persiste, unido íntimamente a la naturaleza con la que se comunica. Los pájaros le proveen la música, la majestuosidad de la selva es su lujo propio, el sendero desparejo le sirve de voluptuoso roce a sus pies. Quise acercarme de alguna manera a las vivencias diarias de un ser humano más natural, pero desde nuestro diario intercambio con la sobrenaturaleza creada es muy difícil lograrlo. —ECP: Mi recorrido por El crepitar de la memoria produjo la impresión de que a medida que se avanza desde la Primer Parte, “Cuentos para la memoria”, hasta la Tercera Parte, “Prosa fugaz”, la intensidad política y la lectura histórica se va evaporando hacia un enfoque más del detalle, del acontecimiento ficcional que hace eco entre un sesgo fantástico y un realismo cotidiano explícito. —AVF: Exacto. Es la idea que me condujo. La densidad de la vida social, sus conflictos, su extremo compromiso, sin embargo, deben dejar tiempo y espacio para sorprenderse ante la aparición de lo inesperado, del hecho que conmueva y sirva para recortar un pedacito del día y así como una fotografía o un dibujo permanezca en la memoria. Así llegué al mundo onírico de la cuarta parte. El sueño como la verdadera dramaturgia a develar hecha seguramente de pedazos de memoria que continúa crepitando aún dormidos. Luego, al despertar, otra vez ese intercambio incesante entre los acontecimientos diarios y los recuerdos hacia la alimentación de la memoria. —ECP: Respecto al nombre de las partes de El crepitar de la memoria, he realizado una posible lectura entre la memoria y su opuesto, la fugacidad (Primera y Tercera Parte) y entre la fantasía que hay en los sueños (Segunda y Cuarta Parte). ¿Qué ha prevalecido en su escritura a la hora de nombrar las partes de su libro? —AVF: Muy interesante la reunión que haces de las partes. Entre la primera y la segunda quise diferenciar los cuentos atados a la realidad, de los cuentos surgidos en la imaginación. En la tercera parte es la observación de los detalles lo que permite develar el trasfondo de cada escena, casi como una ensoñación diaria. Esta tercera parte, de breves ensoñaciones diurnas, me facilitaba la llegada al mundo onírico donde las reglas se nos escapan. Sería como un tránsito de lo real a lo imaginario hasta llegar a lo simbólico del sueño, tal vez una influencia de mis lecturas de los seminarios de Lacan. —ECP: En su último libro hay menciones de Poe y de Borges. ¿Qué autores encabezan su biblioteca personal? —AVF: Además de Poe y Borges como cuentistas, he leído a varios autores en quienes busco una forma particular de interpelación o descripción de las costumbres como expresión de la esencia del espíritu humano. Creo que Hijo de hombre del paraguayo Roa Bastos, El astillero y otras obras de Juan Carlos Onetti, La catedral de Carpentier, Pedro Páramo de Rulfo, El villorio de Faulkner, y otras: Hemingway, Carver... Por el ritmo y la cadencia de las palabras, El limonero real y otras obras de Juan José Saer. Daniel Moyano, Antonio Di Benedetti... Por el atrevimiento ante situaciones nada literarias, a César Aira. Recuerdo obras de autores que me han impresionado en su momento: Madame Bovary de Flaubert, El proceso de Kafka, Chesterton, Lovecraft, Dickens, Chejov, Dostoievski, Virginia Woolf, James Joyce, Unamuno. Roberto Arlt, Eduardo Galeano, Nada de Carmen Laforet... Me gustan los teóricos ensayistas como Barthes, Foucault, Zizek, Ortega y Gasset y teóricos de la sociología. Busco el tiempo para volver a su lectura. —ECP: En el cuento ‘Crepitar’, de su último libro, se lee lo siguiente: «si un libro, desde el estante de una biblioteca en un pueblito solitario y perdido, logra alimentar el devenir en un individuo que a su vez influirá sobre otros hombres y mujeres... Imagine. Si un libro es capaz de tamaña hazaña, entonces cómo no figurarse que un libro mantenga otra serie de relaciones inimaginables para nosotros. Un libro es... Cómo decirle para que nos entendamos... Un detonante. Un libro es un detonante» (p. 79). ¿Qué libro fue el “detonante” para usted? ¿Qué debe narrar o cómo para lograr “tamaña hazaña”?
—AVF: Es muy movilizante tu pregunta acerca de encontrar el “detonante” capaz de provocar la escritura. No creas que no le he dado vueltas. Mas bien creo que se trata de la emoción. Hechos de la vida cotidiana, el permanecer absorta ante un hecho que me impacta, que moviliza mi sangre y que me dice que ahí hay algo que no comprendo en su totalidad. Un hecho que encierra una serie de variables que no logro aprehender pero que resuena con algo de historia y tal vez con influencias fantásticas. Pero esto sería hablar en realidad del proceso de la escritura. En cambio, el “detonante literario”... Cómo emocionarse ante un hecho descrito con las herramientas del lenguaje y no de la música o la pintura... Ahí es donde entramos al lenguaje específico: la palabra escrita. En mi niñez hubo una voz masculina que recitaba poesía, en voz alta, por toda la casa, que relataba historias que nunca concluían de igual forma, que cambiaban cada vez. Era una voz que reía y se divertía con el juego lingüístico y proponía a su vez nuevos juegos de lenguaje. Después, durante mi adolescencia apareció la vorágine lingüística de los escritores españoles: Jorge Manrique, Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo, Calderón de la Barca, Cervantes, Federico García Lorca y tantos otros. Los he leído de un modo disperso sin regirme por estudios o análisis. He permitido que el lenguaje resonara en mí. Solo eso. Luego muchas de esas obras recreadas en los teatros de Tucumán, o las adaptaciones libres del teatro independiente supongo que me reencontraron con aquella voz plena de lenguaje. Luego el curso de mi vida interrumpió aquel proceso exquisito. —ECP: ¿Usted pregona por una literatura canónica que relea los clásicos o se inclina por un terreno periférico o “de las orillas”, como diría Beatriz Sarlo. —AVF: Desde y hacia los clásicos pasando por la escritura de época. Para entender nuestra periferia es bueno tener como referencias las periferias que nos precedieron. Las y los autores de América Latina fueron llegando de manos de un estudioso de las nuevas formas narrativas y de la escritura de la mujer, el profesor David Lagmanovich. En sus numerosos cursos y seminarios de literatura latinoamericana dictados en Tucumán y llevados también por sus asiduos invitados, Noé Jitrik por nombrar a alguno de ellos. Además, es muy bueno recorrer obras de autores de la propia región por las temáticas comunes.
3 Comentarios
17/6/2022 06:27:15 am
Muy bien la entrevista, un abrazo para Alba.
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15/9/2022 08:13:01 am
Buenos días señor / señora,
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