Entrevista realizada por ROBERTO ALBA Carmelo Chillida (Caracas, 1964) es un gran poeta venezolano afincado en España desde 2016. Ese “gran” no es, en mi humilde opinión, gratuito; de hecho, ya les anticipo que quien suscribe no va a ser capaz de arder lo suficiente en este texto o en sus preguntas posteriores como para probarlo. Nos vemos forzados a entrevistar a Carmelo tras el poso energético que instauró entre los asistentes la gratificante presentación en noviembre de su último libro, “Juegos privados” (Kalathos ediciones, 2023). El acto, a cargo de Juan Cruz, trascendió a la obligatoria amenidad mercadotécnica de este tipo de encuentros cuando son positivos, que a veces no resultan así, y se erigió en intercambio de puro y sencillo conocimiento en el que fueron posibles, qué sé yo, la concordia, la bonhomía, la escucha real, el aprendizaje... Baste reflejar el cariz humanístico de la peculiar relación forjada entre presentador y presentado. Carmelo, tras las mil piruetas propias de todo migrante, se desempeña regentando una papelería en el barrio de Chamberí y Juan Cruz, amante de instrumentos y soportes analógicos de la noble escritura, se convierte en cliente asiduo a dicho establecimiento. Será el carácter dialogante y conversador de ambos lo que genere la amistad. Así pues, Carmelo, que ha leído al Juan Cruz periodista cultural y escritor, ignora que este es el Juan avispado y retador que tiene delante; mientras que Juan desconoce que el tipo prudente que le vende sus preciosos cuadernos fue profesor de la Universidad Central de Venezuela, discípulo y compañero de Rafael Cadenas en el Departamento de Literatura y vida, además de coordinador del suplemento cultural del emblemático diario “TalCual”. Cuando por terceras personas Juan se entera de la publicación de “Juegos privados”, Carmelo se lo vende como buen negociante devoto de Hermes, dios de las encrucijadas y de los mercaderes. Hay que imaginar la escena en la que el poeta corre tras el periodista a devolverle el dinero una vez alguien, de nuevo las terceras personas mangoneando, le ha desvelado quién es su cliente Juan. Caídas las máscaras, Juan lee el libro y concluye, como no puede ser de otra manera en las buenas historias reales, que es “el libro que necesitaba leer”; aquel que le reconcilia con el género poético. A partir de aquí no tenemos claro el cómo o el quién propone a quién la presentación, pero la complicidad que desprende y la honda y duradera sonrisa que provoca en nosotros, los asistentes, son innegables. La lectura posterior del libro y de la obra previa de Carmelo a nuestro alcance confirma que su poesía es lugar propenso a compañías y encuentros vivos como el relatado. La entrevista es una urgencia que compartimos con Juan Cruz: la de conversar sobre el libro que nos reconcilió, al menos por un rato, con el género poético. Qué mejor que hacerlo con su propio autor. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Mariano Peyrou en un texto al final de su último libro escribe una suerte de epílogo titulado “Ser otro” en el que afirma que para el escritor exiliado su migración, más que inscribirse en el eje espacial, lo hace en lo temporal, en tanto “funda una distinción entre un antes y un después” personal que modifica su relación con el lenguaje. ¿Está tu escritura de acuerdo con esta idea? ¿Afecta en alguna manera a este libro, pergeñado/redactado en Venezuela; corregido, editado y publicado aquí? CARMELO CHILLIDA: Lo primero que me gustaría decir es que yo no me siento un exiliado sino un emigrante; a los 50 años y de manera forzada, eso sí. Tanto el tiempo como el espacio son importantes. Emigrar a Madrid -y vivir en el barrio de Argüelles- me hace sentir que estoy cerrando un ciclo, pues mi padre, mis abuelos, bisabuelos y pare de contar, fueron madrileños, y muchos de este barrio. Por eso a veces digo, en broma, que soy un “semigato”. Como he dicho otras veces, Madrid es una ciudad maravillosa, infinita. Aquí me siento bien. En cuanto al lenguaje, hay una anécdota -como seguramente habrá en otras respuestas-. Yo le di el libro a un amigo para hacer cambios con miras a una editorial española. Cambiamos carros por coches, computadoras por ordenadores, etc, etc. Y después, cuando Kalathos ofreció publicarlo, lo volví a poner todo en español venezolano. Porque, a fin de cuentas, yo soy un escritor venezolano. Lo que sí conservé fueron las observaciones literarias (mi amigo me voló unas cuantas estrofas y, sobre todo, versos finales que eran respuestas, para cerrar los textos con preguntas y dejarlos abiertos, flotando entre las rachas de viento, como a él le gusta). ECDP: Por otro lado, el mismo Peyrou afirma después que más allá de “las circunstancias biográficas” de cada escritor (de sus “exilios particulares”) cualquier investigación literaria conlleva un exilio al estar motivada por una sensación de “expulsión de la lengua materna”. Como que las palabras que servían para denominar la realidad no se ajustan y la sintaxis aprendida no sirve para expresar lo que se siente dentro. ¿Qué opinión te merece esta idea? ¿Lo percibes en tu proceso de escritura? CC: Sí, claro, y lo percibía como profesor de literatura. Los cambios de tono y estilo a lo largo del tiempo no son caprichosos. Responden a cambios en la sensibilidad. Son también ciclos, algo crece, se desarrolla y se extingue. Como dice la nota de solapa de mi libro Desde el balcón (2013): “Con el tiempo la literatura o la poesía se van alejando de la realidad real, se van petrificando, hasta que ya sus formas no sirven para expresarse, y tienes que buscar nuevas formas”. Eso fue escrito hace años pero para mí es actual, y a ese riesgo de petrificación (incluyendo la propia) tiene que estar uno siempre atento y vigilante. ECDP: Durante la presentación de este libro has delimitado de una forma clara tu trayectoria poética a través de tus libros, tus diferentes intereses y tus trabajos (profesor del Departamento de Literatura y vida de la Escuela de Letras en la Universidad Central de Venezuela y periodista cultural en diversos medios). ¿Sería posible que nos brindaras un resumen para el lector no asistente? ¿Cuál es el lugar de Juegos privados en ese camino? ¿Qué supone para ti? CC: En cuanto a la presentación, no puedo dejar de mencionar y agradecer a Juan Cruz. Fue el presentador perfecto para este libro, por su llaneza y su profundo sentido del humor. Y además hizo los deberes, llevaba el libro subrayado (risas). Después de una breve introducción, pasamos a una sesión de preguntas y respuestas que se convirtió en una conversación amena, sentida y divertida. Allí contamos anécdotas, como cuando conocí a Mark Strand en Venezuela o a Adam Zagajewski en Madrid. También conté cómo había sido mi relación con la escritura y cómo habían ido saliendo mis libros. Primero, en 1997, El sonido y el sentido, un libro que recibió buenas críticas, pero fue calificado de “neoclásico”. Después de ese libro, del que renegué, pensé que no iba a escribir nunca más poesía. Hablamos de cómo el trabajo periodístico me hizo reflexionar y me ayudó a expresarme con más soltura, sin pretensiones, en prosa. Luego de una crisis y de un proceso de psicoterapia, de pronto, en 2003, empecé a escribir versos y, aun resistiéndome, se hizo imposible no escribir. Total, que escribí un libro de 39 poemas (la edad que tenía entonces) titulado Versos caseros (publicado en 2005), al que le agregué dos secciones más de 20 poemas cada una: “El foso” y “La lentitud”. Después seguí escribiendo cuadernos de 20 poemas, muy autobiográficos y en un lenguaje directo, exento de metáforas y adornos “poéticos”. Reuní tres cuadernos y publiqué en 2011 ¿Un poema de amor?, y otros tres en 2013, y publiqué Desde el balcón. Seguí con los cuadernos de 20 poemas y reuní otro libro, “Canciones de insomnio”, que es cronológicamente anterior a Juegos privados, y ahora no hallo qué hacer con él (risas). Creo que Juegos privados es un libro diferente a los otros. Creo que es mi libro más personal. No fue escrito, como los otros, en secciones y haciendo variaciones sobre un tema, sino que fue creciendo de manera espontánea. De pronto tuve muchos poemas y el verdadero trabajo fue seleccionarlos, ordenarlos y corregirlos. ECDP: ¿Los juegos privados del título se equiparan a ese trabajo tuyo “que obliga a estar solo”? Entiendo que te refieres a tu quehacer poético, pero ¿qué excluye o prohíbe el tajante verso final: “Quien no sabe guardar un secreto no sabe jugar”? CC: No sé. Quizás sólo apunta a la necesaria complicidad (que hay que ganarse) entre lector y escritor. En mis versos yo procuro, tanto en los temas como en la forma, no excluir nada de lo que existe, y menos de manera tajante. ECDP: En otro poema expones de forma modesta (diciendo “creo”, por si acaso) que eso que llamamos poesía parece ser “el impulso del que escribe” y “lo que pasa dentro del lector”; previamente mantienes un toma y daca con “la musa” y “el tema”; y finalmente la voz poética acaba mostrándose reticente a un poema que “ronda” pero que finalmente no es escrito. ¿Cómo te figuras esa génesis del poema? ¿Crees, como escribió Delmore Schwartz, que “en nuestros sueños comienzan nuestras responsabilidades”? CC: El terreno de los sueños es demasiado misterioso para dar opiniones, más bien habría que escuchar las “opiniones” que el inconsciente nos da cada noche sobre nosotros mismos a través de los sueños. Pero no lo hacemos. En cuanto a lo que yo entiendo como poesía, se refiere más a una disposición, un estado de ánimo, una experiencia vital, algo más que un género literario. Como dijo alguien: La poesía está en todas partes, incluso en los libros de poemas (risas). Y vuelvo sobre los ciclos: el ciclo que comenzó en el que escribió los versos no se completa hasta que un lector lo lee. Quizás por eso en mis versos hay tantos guiños al lector, tratando de ganarme su complicidad. Y sobre la relación entre el poeta y el poema sólo cito los versos de un poema de Rafael Cadenas titulado “Las paces”: “Lleguemos a un acuerdo, poema. / ya no te forzaré a decir lo que no quieres / ni tú te resistirás tanto a lo que deseo. / Hemos forcejeado mucho. / ¿Para qué este empeño en hacerte a mi imagen / cuando sabes cosas que no sospecho? / Líbrate de mí. / Huye sin mirar atrás. / Sálvate antes de que sea tarde. / (…) Poema, / apártame de ti”. Bastante elocuente, ¿no? ECDP: Desde luego, en un rato volvemos con tu profe Cadenas, gracias por traerlo a colación. Cuando hablas de tu idea de poesía haces siempre hincapié en tu querencia por la claridad expositiva y la confianza en el léxico común, doméstico, en la distancia que da el humor (a veces tan negro como el plumaje de esas golondrinas bequetianas que reafirmas que “no volverán”) y en la ausencia de tropos; no obstante, mi lectura ha encontrado intenciones alegóricas en algunos poemas, como, por ejemplo, el que trata sobre la natación (según lo leo yo una poética encubierta). ¿Me he equivocado? ¿Me hablas un poco de ese poema o de otros que vayan más allá? CC: Bueno, yo no soy mucho de alegorías. Ese poema (basado en un hecho real, como la mayor parte de lo que he escrito) en verdad lo que intenta es describir una experiencia: el placer de nadar. Fue escrito en Venezuela y ahora lo he retomado aquí. Lo que pasa, quizás, es que el poema se inscribe en una de las líneas temáticas de Juegos privados, que es el disfrute del instante y el intento de vaciar la mente del ruido constante del pensamiento. Eso, más que un arte poética, sería un arte de vida. ECDP: Bueno, pues me he equivocado, pero bellamente (risas). El libro se apoya de diversas formas (disculpa, recordatorio, inmersión temática o cita) en diversos escritores como Strand, Pascal, Marianne Moore o sobre todo Szymborska. A ella le escribes una elegía recogida y calma en la que llegas a dedicarle tu propio silencio. ¿Es la callada lo que mejor puede honrar a una voz como la suya, tan reconocida y premiada? ¿Detectas un exceso de ruido en ciertas celebraciones de lo poético por parte de la oficialidad o lo gubernamental? CC: La poesía es enemiga del ruido y amiga del silencio. ¿Qué más te puedo decir? ECDP: Nada, pero deja que insista al hilo de esto, ¿cómo viviste el Premio Cervantes de tu profe Rafael Cadenas el año 2022? ¿Leyó él tus Juegos privados? ¿Está su magisterio en algún recodo o sombrita del libro? CC: ¡Hombre! Imagínate la alegría que fue para mí, para los escritores venezolanos, para el país, ese Premio Cervantes, aunque el gobierno venezolano ni siquiera le hizo llegar una felicitación. No, porque Cadenas es “del otro bando” y ellos dividen al país entre amigos y enemigos. En fin, que vi en directo la retransmisión en YouTube en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, los reyes, los discursos, los aplausos. Fue una gran, gran alegría. Y, además, en todas sus últimas visitas a España Cadenas estuvo rodeado de mucha gente –por decirlo así. Esta vez, paradójicamente, pudimos conversar tranquilos, sin alharaca, en el Círculo de Bellas Artes. Primero en el podio Cadenas leyó el primer párrafo de Don Quijote, luego subimos a la terraza con esas grandes vistas de Madrid, donde yo tomé cerveza y él ron (a sus 93), y luego cenamos en el restaurante del mismo círculo. Y prolongamos la sesión porque llegaron unos amigos. Por supuesto le di mi libro. Tengo que llamarlo por teléfono. Hemos hablado, pero todavía no le he preguntado. Ah, y en el libro hay un poema en el que le robo un verso en el mismo título (lo pongo en cursivas): “Nada pido. Voy liviano”. ECDP: Por rematar con el tema de las referencias, ¿qué poetas o escritores, más allá de los mencionados, están en Juegos privados? Hablo de técnica, de juego de espejos que solo el autor conoce, hablo de lo lúdico secreto y de lo oculto o privado parafraseándote. CC: Eso es exactamente, Borges o Eliot lo llamarán la tradición; Strand, “la vida secreta de la poesía”. El hecho es que los escritores suelen tomar recursos formales de otros escritores, renovándolos -y rindiendo homenaje- al usarlos. Para mí está sobre todo algo que valoro mucho, que es la estructura musical de cada poema, cada verso. Yo suelo usar rimas escondidas y lo que se llama mezza rima, que consiste simplemente en que el final del verso rima pero no con el final del otro sino a la mitad. Ese recurso lo tomé (la técnica) de la “Égloga II” de Garcilaso de la Vega (que a su vez lo tomó de Petrarca). Como dije en la conversación con Juan Cruz cuando se presentó el libro, yo he leído de todo pero puedo decir que mi formación es más bien clásica, y cuando digo clásica digo Siglo de Oro: Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, los barrocos Góngora, Lope de Vega y, para mí el mejor, Don Francisco de Quevedo. Y entre los posteriores, siempre regreso a Antonio Machado, soy machadiano total. Fíjate, no son sólo los polacos. Ah, y otro recurso musical que suelo usar es la aliteración, y eso lo tomé de Rubén Darío. ECDP: La voz poética parece ir por libre respecto a nuestra actualidad vital (y digital); elogia la inseguridad y la duda frente al conocimiento; la lentitud, la reflexión y el “santo ocio” por encima del “negocio”; el agradecimiento y el regocijo sobre el “ayayay”; o el aprecio del fluir temporal contra la exposición fotográfica constante. ¿Se puede escribir literatura estando totalmente integrado y asimilado en la era que corresponde o es necesario el extrañamiento y su desencaje? CC: En sus inicios, el poeta era “la voz de la tribu”, como dice Pound. La épica de Homero es la expresión de los valores de la Grecia antigua. O aún más atrás: la figura del que cuenta (y canta) un cuento en torno a una hoguera, es el cuento de la tribu. Pero eso se fue perdiendo. Ya Platón expulsó a los poetas de su República. Y después del spleen de Baudelaire y la figura del poeta maldito (algo de lo que estoy muy lejano), la escisión entre el poeta y la sociedad a la que pertenece estaba consumada. Al escribir, yo intento hablarle de tú a tú al lector, consciente de esa escisión. ECDP: La distancia con la realidad que señalo en la anterior pregunta se realiza sin aspavientos ni pesanteces, sin rasgado de vestiduras; al contrario, el tono es celebratorio, bienhumorado, sereno y seductor. ¿A qué responde ese rumbo positivo? Existe un gran cambio respecto a la melancolía de Bajo el balcón, o el combate de Rojo como la cabeza de un fósforo. CC: Sí, como dije antes, Juegos privados es un libro diferente. Este es un libro de celebración y agradecimiento donde lo que predomina en la manera de ver las cosas, y de escribirlas, es el humor, y una especie de ironía compasiva. Esto es algo deliberado, pues en la poesía occidental contemporánea prevalece la ironía, pero parece que la risa, la simple risa, estuviese prohibida en la poesía. Estos poemas los he leído en público y con algunos de ellos la gente se ríe. También sé que se han reído, porque me lo han comentado, unos cuantos lectores del libro. Para mí eso es un regalo. ECDP: Sexo y vida parecen casi sinónimos en algunos poemas. Me ha admirado la naturalidad con que traduces este tema a la página escrita; no solo se da en este libro. ¿Cómo se hace para poetizar lo íntimo y lo erótico sin caer en manoseados clichés? ¿Cómo lo vives tú? ¿Algún referente literario en este logro tuyo? CC: Bueno, gran parte de la poesía mística se expresa a través de imágenes eróticas. Por ejemplo, el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. En la Biblia, el Cantar de los cantares (que tradujo Fray Luis de León). Esto también se ve en la poesía árabe. Yo lo vivo de manera completamente natural, soy discípulo de Whitman también en eso: “Sexo, sexo, sexo, la raíz de las raíces, la vida debajo de la vida”. ECDP: Es ya tu tercer libro en Kalathos ediciones, ¿qué significa esta casa para ti? Háblame de la edición y la bella portada que lo envuelve, por favor. Una mínima semblanza biográfica de esta obra como realidad cultural que sostenemos entre los dedos. CC: Artemis Nader y David Malavé, sus directores, son mis amigos. También formo parte del comité editorial (risas). El trabajo de Kalathos en España es impresionante, por la calidad y la cantidad de libros que ha publicado. Ha logrado formar parte del Gremio de Editores de España, ha estado ya dos veces en la Feria del Libro de Madrid, la última con su propia caseta; tiene una distribución potente en España, Portugal, Europa, Estados Unidos, Latinoamérica. Además, sus libros están siendo comprados por importantes universidades y bibliotecas de Europa y Estados Unidos. En cuanto a la bella portada del libro, es algo que significa mucho para mí. Es un mandala que me regaló hace tiempo mi cuñada, la extraordinaria artista plástica Natalie Rocha Capiello, que ilustró antes Rojo como la cabeza de un fósforo (2018). Durante años fue el fondo del escritorio de mi ordenador. Cuando me preguntaron por una imagen para la portada me acordé de ese mandala de manera espontánea. Cuando Natalie me lo regaló venía además acompañado por una canción: What a Wonderful World, de Louis Armstrong, que ahora pienso que también está en armonía con el espíritu del libro. Si hablamos de reír, nadie como Sachtmo. ECDP: ¿Y qué ha sido de tu biblioteca? ¿Cuánto se ha colado de ella, o de su pérdida o ausencia, en este libro? CC: Mi biblioteca, que era todo mi apartamento menos el baño, se quedó en Venezuela. Muchas veces me hacen falta libros que quedaron allá. Entre los pocos que me traje está un libro que se titula Conversaciones con Walt Whitman (que es una recopilación de lo que decía Whitman, hecha por uno de sus discípulos, Horace Traubel), Szymborska, Cadenas… Pero la pérdida de la biblioteca está inmersa en una pérdida mayor. Así que es mejor, sobre todo a cierta edad, desprenderse, desapegarse. De todas maneras lo que he leído está en mí. ECDP: Para terminar, ¿cuáles son tus planes, Carmelo? ¿Presentaciones, libros, lecturas…? CC: Aunque no me gusta “hacer planes”, sí está pendiente con la editorial una presentación del libro en Valencia, y una lectura en Granada con mi amigo y autor de Kalathos, Salvador Galán. Y bueno, lo que vaya viniendo. Estoy pensando en que, ya con siete libros, podría irse preparando una antología y publicar ese libro inédito, “Canciones de insomnio”. Y bueno, tengo otro de prosa fragmentaria que también me gustaría publicar, “Notas a pie de página”. Por último, quisiera darte las gracias por esta conversación, agradecer a la revista, a sus editores y a sus lectores. Extraemos dos poemas del libro Juegos privados No vivo para la poesía. Escribo a veces sí, a veces no. La poesía es importante, pero también hay otros asuntos importantes en este mundo. No postergo nada urgente para correr a escribir. Mentira: Sí postergo muchas cosas urgentes para correr a escribir. Pero no vivo para la poesía. En realidad, no vivo para nada en especial. Sólo vivo. A fin de cuentas el “poema” es apenas una página en blanco que poco a poco se va llenando de letritas. Y cuando está llena decimos: “Es un poema”. Luego la página se va volando, volando, y, con suerte, llega a manos de un lector. El impulso del que escribe, lo que pasa dentro del lector, es, creo, lo que llamamos poesía. ¿Y entonces? La página ya no está en blanco, está llena de letritas colocadas lo mejor que pude. Allá te va, lector, volando, volando. Aspiro el aire, sumerjo
la cabeza en el agua y veo en el fondo de la piscina los reflejos del agua en el suelo. Espiro el aire, saco la cabeza y veo la silueta de los eucaliptos recortados contra el cielo claro, los reflejos de la luz solar en las ondas de agua. Aspiro y espiro, aspiro y espiro. Si cuando me arrojé estaba nervioso, después de unas diez vueltas todo cambia. La cabeza que tanto pensaba ahora sólo se sumerge y emerge. El lugar de los pensamientos lo ocupa ahora el ritmo de la respiración. Aspiro y espiro, cada vez más lentamente, mientras nado estilo pecho, estirando los brazos y las piernas. Después de veinte vueltas la mente está vacía. Y si llego a pensar en lo que hace poco me atribulaba, lo hago de una manera muy distinta. Entre el ritmo constante de la respiración, la luz del sol, las ondas de luz en el agua y en el fondo, bailando, los problemas de esta mañana cobran su justa dimensión. Entre las ramas de los eucaliptos que mueve el viento, bailando, ya nada se ve igual. Es un día de semana, los demás trabajan y tú estás aquí, nadando a solas. Te sientes como si fueras rico, colmado, con más de lo que esperabas recibir. Y lo eres, quién podría dudarlo. Aspiro y espiro, y lo hago en el agua (seguramente porque es el elemento de mi signo, Cáncer). Otros practican yoga o tai-chi, yo nado. El asunto es quebrar los rieles del tren en que andamos montados, cada quien como puede. El asunto es el ritmo de la respiración. A mí me gusta nadar. El agua, la luz, el aire bailan en esta mañana que el ocio le roba al negocio.
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Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Brocal y voraz Brocal y voraz (La Garúa, 2023) no es exactamente el debut literario de Mª Carmen Ruiz Guerrero (Murcia, 1976), pero es como si lo fuera, ya que su primer libro-caja, Sólo esto. (2019), diseñado por Cristóbal Sánchez e ilustrado por Enrique Escolar, fue una publicación íntima, de corto alcance. En realidad, la autora se estrena de la mano de una editorial, La Garúa, que lleva años batiéndose el cobre en verso desde Barcelona. Brocal y voraz es una llamada de atención que se justifica sola; un libro al que hay que echarle no sólo un vistazo para tomarle el pulso a una poeta “emergente”, sino que hay que reseñarlo y valorarlo como lo que es: el fruto de una voz que se abre paso sin alboroto, porque ya tiene madurez y no necesita sazonarse más. Está en su punto. Disfrutémoslo. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En Sólo esto hay un poema en el que, mientras te duchas, lanzas esta pregunta sobre lo que tu cuerpo silencia: «¿Cómo es posible que se arremolinen / aquí tantos proyectos, / tantas inquietudes, tantos / cataclismos, sueños y desesperanzas? / Un cuerpo pequeño, finito, / tan insignificante / comparado con la energía que encierra...». ¿No estarías anunciando, sin saberlo, la “explosión” que vendría con Brocal y voraz? —Mª CARMEN RUIZ GUERRERO: Sólo esto nace desde la necesidad de recoger y dar forma a todo ese caos poético que andaba dando vueltas durante veinte años, y no podía ser de otra forma que desde el desorden, que es el subtítulo del libro (Sólo esto. Poesía en des-orden). De alguna manera se convierte en una llegada y un punto de partida, como poner a cero el cuentakilómetros para tomar impulso. Creo que es mi forma de actuar y de relacionarme con el mundo en el día a día. Cada cierto tiempo tengo que parar y reorganizar, porque suelo tender al caos sin proponérmelo. No sé si tengo demasiados intereses para tan poco tiempo, se me arremolinan las inquietudes y hay que meterlas en vereda. Por otra parte, entre Sólo esto y Brocal y voraz hay otro libro de poemas que se ha quedado guardado. Quizá la carga negativa de esos poemas, que al mismo tiempo juegan con la ingenuidad de una voz que descubre que la realidad es oscura —ingenuidad también en la forma—, lo ha obligado a estar en silencio. Brocal y voraz en ese sentido sí es un estallido, pero mucho más controlado. —ECP: Se divide Brocal y voraz en “Lo hondo”, “Nivel del espejo de agua” y “La boca”. ¿Cuánto de necesaria era esta verticalidad en la estructura tripartita del libro? —MCRG: La metáfora del pozo me ha interesado siempre. Es una fuente de vida y un elemento mágico en muchos imaginarios, pero no puedes fiarte de poder salir. En el centro del patio del colegio “de los pequeños”, en El Esparragal, teníamos un pozo. Mi recuerdo, que no sé si es imaginación, lo pinta de verde. Atraía poderosamente nuestra atención, porque además no estaba permitido acercarse. ¿Viviría dentro el demonio? —nos lo preguntábamos constantemente—. Luego me fui dando cuenta de que allí pueden esconderse sentidos que no encontramos fuera. La verdad no está siempre en lo que vemos, la mirada hacia lo oculto es necesaria. El poema por el que me preguntabas antes parte de un punto de vista parecido. La complejidad de la realidad no la vemos cuando no miramos bien, y aquí la he representado en esa verticalidad-profundidad, que de todas formas no es un camino de un solo sentido; en muchos poemas hay referencias también a la horizontalidad. Y si te das cuenta, en ningún momento se sale completamente del pozo. No hay un salto al exterior. Además, después del desorden de Sólo esto, quería hacer un esfuerzo por reordenarme, una especie de desafío poético. —ECP: ¿Puede ser la oscuridad un lugar confortable? En “Lo hondo” así lo parece. —MCRG: Incluso necesaria. Ofrece tibieza y silencio. La oscuridad aterroriza a los niños, a mí también cuando era pequeña. Sin embargo, un día empecé a sentirla como fuente de paz, una cómplice de la necesidad perentoria de parar cada cierto tiempo. En Brocal y voraz, y en otros poemas que no están en el libro, esa oscuridad está ligada a la naturaleza, al hueco del árbol, por ejemplo. —ECP: ¿Debe uno aceptar la imperfección para empezar a “cantar”? —MCRG: Si no la aceptas, estás continuamente rebelándote contra ella, y no dejas espacio para ese canto. Es inevitable que las relaciones se estropeen, que falten personas de las que no querías separarte, que muchos deseos no se cumplan. Están ahí y no sirve de nada ponerse una venda en los ojos. Puedo cantar porque lo sé. También es verdad que hubo un momento previo a toda esa imperfección en el que el canto era mucho más inocente. Ahora es un canto desde la consciencia. Existe lo irreparable, aunque no nos guste. De todas formas, aceptar la imperfección no significa aceptar la injusticia o las desigualdades. Eso también quiero que quede claro. Estar viva y consciente implica la rebelión, porque hay muchas cosas que sí se pueden arreglar. —ECP: El comienzo de “Nivel del espejo del agua” es un poema de rotunda belleza sobre la experiencia traumática de un aborto y la contemplación de dos hijos que sí crecen sanos. ¿Por el dolor a la alegría, como el lema de Beethoven o el verso de José Hierro? —MCRG: Ese poema de José Hierro es de mis preferidos. De hecho, es una de las citas que aparecen en Sólo esto. Creo que Hierro lo toma de Goethe. Es que el dolor es inevitable, y además es un rumor que una vez que llega no termina de irse nunca. Pero a la alegría no estoy dispuesta a renunciar. Es un grito de rebeldía y un camino de relación con el otro, que también lleva sus dolores a cuestas. El poema de Carmen Martín Gaite ‘Mi ración de alegría’ se ha llegado a convertir en ocasiones en un mantra. —ECP: «Parece que rezo, pero no tengo Dios». ¿Llegas al ateísmo por desengaño o por convicción? —MCRG: Creo que llego al ateísmo por rabia al principio, por la instrumentalización del miedo y del dolor que veo en las religiones tantas veces, y por convicción absoluta después. —ECP: Sales al balcón, doblas barrotes de una jaula, derrumbas paredes... Todos son actos escritos en “La boca”. ¿La liberación personal coincide con la liberación poética? —MCRG: Creo que derribo más paredes en la poesía de las que se dejan derribar en la vida real. Hay un deseo irreprimible de romper fronteras que sólo nos encierran. Estaría bien que algún poema sirviera de ariete. —ECP: Aparte de a tu hermana Leo, el libro está dedicado «a quienes eligen escuchar». ¿Quiénes son los que eligen no escuchar? —MCRG: Demasiadas personas. Tengo la sensación de que nos hemos convertido en sujetos que mantienen monólogos, apenas nos paramos a escuchar a quienes tenemos cerca. No sé si el motivo es la sobreocupación del tiempo, las redes sociales —en las que nos capuzamos y ya no somos capaces ni de asomarnos fuera—, que no nos interesa lo que otros puedan contarnos. Escuchar supone un esfuerzo que estamos dejando de valorar. Soy consciente de que a mí también me pasa y quiero estar alerta. En nuestras disputas políticas está asimismo muy presente. Tenemos un punto de vista y ponemos una barrera, agresiva o muy agresiva a menudo, ante lo que viene del “lado contrario”. Escuchar supone siempre aceptar una responsabilidad, al igual que ver, y no somos más inocentes por hacer oídos sordos a los problemas ajenos, cercanos o globales. Siguen existiendo a pesar de nuestra sordera, que se convierte por desgracia en una nueva frontera. —ECP: ¿Sientes que, al “descoagular” tu presencia poética con Brocal y voraz, vives un frenesí de lectura y escritura?
—MCRG: Vivo en un frenesí de lectura y escritura desbordante. Me da ansiedad no poder leer todo lo que voy descubriendo y que me maravilla. Acumulo libros y después voy a la biblioteca y me llevo más a casa. No significa que me guste todo lo que cae en mis manos, pero hay tanta buena poesía por ahí, dentro y fuera de la región, que me falta el tiempo por todas partes. Te iba a empezar a decir nombres propios, pero la lista sería larguísima, y sería injusto dejarme poetas sin nombrar. Disfruto leyendo y aprendo cada día de su concepción de la poesía, de su postura ética y estética, con tantas diferencias y, por el mismo motivo, tan enriquecedoras. —ECP: Queda bastante obra de Mª Carmen Ruiz Guerrero que ofrecer en el futuro al lector, ¿no? —MCRG: Tengo varios archivos con un buen puñado de poemas que están incluidos en tres posibles libros, el que te comentaba antes, anterior a Brocal y voraz —que probablemente se quede bien guardadico—, y un par a los que di forma prácticamente al mismo tiempo que a este último. Luego, escribo siempre. No siempre al mismo ritmo, pero sí con bastante continuidad. Es mi forma de estar en el mundo, y de no explosionar o implosionar cuando menos se lo esperen quienes están cerca. Qué rumbo tomarán, lo veremos. Entrevista realizada por GEMA ALBORNOZ Quienes llegaron Esta autora cordobesa es activista cultural y doctora en Literatura Española. Ha realizado estancias en universidades como Burdeos, el Colegio de México, Éxeter y Oxford. Fue reconocida con el I Premio Cuadernos del Sur a escritora joven más destacada (Fundación Cajasol) en 2023, al tiempo que su libro Muchacha con mirlo en las manos resultaba ganador del Premio Carmen Conde de Poesía de Mujeres, convocado por la editorial Torremozas. Con anterioridad, ha publicado tres libros de poesía: 13 segundos para escapar (Torremozas, 2017), La teoría de los autómatas (Hiperión, 2018) y El cielo roto de Shangái (Bartleby, 2022). En 2024, su libro Quienes llegaron, publicado en la editorial Cántico, ha quedado finalista del Premio Andalucía de la Crítica en la categoría de relato. Crucemos los dedos para que se lo lleve. Ojalá que esta entrevista contribuya. Y si no fuera así, ya vendrán otros laureles. De momento, sumerjámonos en Quienes llegaron. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué proceso de escritura prefieres, la poesía o el relato? —ESTEFANÍA CABELLO: Esta es una complejísima pregunta. No tengo nada clara la respuesta. Son modos de escritura muy diferentes que responden a su propio mundo idiosincrásico. No podría escoger entre uno y otro; tampoco como lectora. Generalmente leo ambos por igual. —ECP: ¿Cómo ha sido la incursión en estos relatos con una raíz común e identidad propia? —EC: Ha sido un libro cuyo proceso de composición me llevó mucho tiempo. Tenía claro que quería narrar la historia desde un componente histórico y documental, aunque sin renunciar al ejercicio ficcional, ahondando, además, en la cuestión de género. Ahí encontré la idea para narrar los siete cuentos, desde voces distintas pero siempre en femenino, que nos fuesen hablando desde el momento de ese difícil asentamiento colono hasta la actualidad. —ECP: De esas coordenadas en los asentamientos coloniales de la campiña andaluza, ¿cuáles sería la rosa de los vientos de Quienes llegaron? —EC: Cada cuento responde a una voz, edad y ubicación temporal diferentes. —ECP: A simple vista, ¿son recuerdos ficcionados o ficciones de recuerdos? —EC: Es una mezcla de ambos. En Quienes llegaron hay mucha ficción, pero ficción documentada: por ejemplo, todos los cuentos que se ambientan en otro momento histórico. Estos ocuparon muchas de mis lecturas, hasta la revisión de crónicas oficiales y otros documentos como la disposición de las “suertes” (los pedazos de tierra) que distribuían a cada colono. También hay recuerdos de experiencias personales trasmutadas en ficción; por ejemplo, las palabras, las tradiciones y el lenguaje empleado por la abuela del cuento ‘Aquí nunca pasa nada’ o la curiosidad que despertaba cualquier suceso en las personas que compartían esa tierra contigo, en tus convecinos (por ejemplo, el cuento ‘Suerte Rosales’). —ECP: Reflejas ese silencio de campiña como parte importante de la narración. ¿Cómo es la cultura del silencio «en el suelo que conoces»? —EC: El silencio es muy importante. Todo aquel que haya estado en la campiña solo de noche, lo conoce. Como es el caso propio, la casa donde me crié. Cuando me quedaba sola de pequeña en ella, me daba miedo escuchar cualquier sonido porque todo se expande y multiplica en ese silencio de la noche en el campo. Una crece con el respeto a ese silencio y a la naturaleza, pero también con un punto de temor o misterio, especialmente cuando se es pequeña. —ECP: Uno de mis relatos preferidos es ‘Aquí nunca pasa nada’. ¿Cómo de indispensable es el rol del espacio doméstico en Quienes llegaron¿Las palabras ayudan a limitar el espacio —y ámbito— doméstico de la mujer en tus relatos? —EC: Sí. Eso se percibe muy bien en los relatos en los que se menciona el hogar o la casa, es decir, el espacio físico que se ocupa. Especialmente en el relato mencionado, ‘Aquí nunca pasa nada’. El lenguaje empleado conscientemente en el libro quiso ser reflejo de ello y de esa limitación espacial que pesa sobre las protagonistas. —ECP: ¿El llanto es una debilidad? —EC: Cada vez estoy más convencida de lo contrario. Siento que es una fortaleza. No el llanto en sí, sino el no tener miedo a mostrar tus sentimientos y a la validación de ellos. Una quiere mostrar cuando ríe y está feliz, pero no cuando está mal. Eso lo percibimos constantemente en redes sociales y se acentúa más aún en pueblos pequeños donde se mira con lupa el estado perfecto, que no existe. Ni todos somos guapos, ni maravillosos ni nos va estupendamente bien. Esa validación de que no siempre se es invulnerable, esa capacidad de humanizar el crecimiento y aceptarlo, me parece la verdadera fortaleza. —ECP: Hago mías tus palabras «Pero qué historia quieres que te cuente ahora, niña». ¿Qué supone el síndrome de la impostora en el proceso creativo de la mujer? —EC: En el proceso creativo de la mujer quizá no mucho más de lo que podría suponer también para cualquier otra persona que ejerza el ejercicio creativo, que siempre tiene un punto de “imposición”. Pero sí en el proceso de acceso al mercado editorial y a la esfera pública que han padecido las mujeres a lo largo de la historia. Cuando Carmen Conde entra a la Academia, en 1979, al ser la primera mujer que lo hace, se acuerda de todas las que lo intentaron previamente; se acuerda, entre otras, de Gertrudis Gómez de Avellaneda y de Emilia Pardo Bazán. Y ese discurso le sirve a la vez como escudo y defensa. Aún sentimos en muchas ocasiones la necesidad de recordar ese escudo y de agradecer ese camino. En ese sentido, sí podría influir el síndrome de la impostora, pero a nivel histórico. Nuestras escritoras del siglo XIX (y previas a ellas, otras) sí que tuvieron que lidiar con ese síndrome constantemente sin saberlo y, lo que es más duro, defender su condición de intelectuales y escritoras de cara a la galería. —ECP: Reflejas bien las tradiciones y cuestiones del trabajo en el campo. ¿Crees que, en la actualidad, se dan las mismas situaciones de diferencia de género y asignaciones de tareas?
—EC: Indudablemente, sí. En las zonas rurales, la atmósfera no ha cambiado mucho, y esto tiene que decirse y tienen que decirlo, precisamente, personas que vivan en esas zonas. Y digo indudablemente porque conozco de cerca las labores del campo por el contexto en que he crecido y te puedo afirmar que muy pocas mujeres (si no ninguna) conducen tractores en su jornada laboral, o se encargan de la maquinaria y sus arreglos, o de ir a tomar una copa a los bares con sus amigas después del día de trabajo. También conozco a muy pocos hombres que se encarguen de cuidar a niñas o niños y atenderlos cuando salen del colegio como sueldo adicional, o muy pocos hombres que realicen labores de costura; generalmente son labores que se siguen destinando a las mujeres. Por tanto, hay una diferenciación de asignación de tareas clara aún en estas zonas. Si les dijese a mis tías, vámonos al bar a tomar una copa en Navidad y que cocinen ellos este año, sería un escándalo. También es cierto que las generaciones que vienen por delante están cambiando estos patrones de una manera más rápida. —ECP: ¿Consideras que todo pronto será ruina en las zonas rurales? —EC: Hoy en día hay un movimiento migratorio de jóvenes hacia las ciudades, que es donde está el ocio y una oferta más amplia de actividades laborales. Así que, aunque suene poco ideal, no le veo mucho futuro a la zona rural a nivel laboral y de crecimiento. Creo que sí hay esperanza en la zona rural entendida como actividades de ocio o para segundas residencias. Una siempre piensa romántica y simbólicamente en que le gustaría vivir en la naturaleza, pero es complicado luego que esa idea se mantenga y vivir cómodamente en un entorno verdaderamente rural; pero, a la par, también nos hace bien respirar ahí y alejarnos de las grandes concentraciones de gente; por tanto, tampoco creo que todo sea ruina o me gustaría pensar que no. Ojalá que no. Entrevistado por El Coloquio de los Perros «El poema siempre está en construcción» Luego de un libro publicado en España en 2020 por la editorial Liliputienses, (Fotografías), y dos en los Estados Unidos por la editorial Casa Vacía, el poemario Siluetas hablando porque sí (2022) y el ensayo El lento hacer (2023), ambos por Casa Vacía, el escritor argentino Diego L. García (Buenos Aires, 1983) ha sacado otra obra determinante en su trayectoria: se trata de Unos días afuera, una antología que recorre todo su trabajo poético. La misma ha sido editada por Pixel en Argentina, a fines de 2023. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Gracias, Diego, por esta conversación. ¿De qué se trata tu nueva publicación Unos días afuera? —DIEGO L. GARCÍA: Gracias a ustedes, es un placer. Unos días afuera es un libro importante para mí, ya que recoge textos desde 2013 a 2023, haciendo de alguna manera un libro nuevo a partir de esa reelaboración que permiten las antologías. Realmente fue una gran noticia que la editorial me propusiera este libro y su composición también ha sido gratificante, pues me permitió volver sobre textos escritos hace bastante tiempo, los primeros se remontan a 2002, aunque aparecieran más tarde en libro. Poder corregir, o mejor dicho reescribir algunos versos y a su vez construir una nueva propuesta desde ese ensamble me ha gustado mucho. El poema siempre está en construcción, siempre puede volver a su estado textual desde donde ensayar otras alternativas. Así que, a su manera, este es un libro nuevo desde lo orgánico. Contiene un remix cronológico, en gran parte los últimos dos poemarios, con el agregado de una serie que estaba inédita hasta ahora. Y en cuanto a su edición, la verdad que Pixel ha hecho un trabajo de lujo, es un objeto muy bello, uno siempre desea que su escritura sea así cuidada. Estoy agradecido por ello. —ECP: ¿Podremos tenerla aquí en España? —DLG: Por el momento se está distribuyendo sólo en Argentina. En España pueden conseguir (Fotografías), en una edición muy linda que hizo Liliputienses, y los dos editados por Casa Vacía a través de las tiendas virtuales. —ECP: A propósito, publicaste un libro de ensayos. Cuéntanos un poco sobre él.
—DLG: Sí, se titula El lento hacer. Ensayos sobre imagen y escritura, y lo editó Casa Vacía el año pasado en los Estados Unidos, pero puede conseguirse en otros países. Es un libro que me costó muchos años terminar, sobre todo encontrar el tono adecuado para salir de la formalidad académica, pero también del molde de la reseña que por entonces escribía muchas en distintas revistas. Mi intención en este caso era poder dar con otro tono, tal vez algo más poético o, podría decir, más abierto. Son ensayos muy breves que abordan siempre una imagen, ya sea una fotografía, un film o una imagen literaria. Me interesaba explorar aquello que no está en el primer plano, en la obviedad, que a veces con lo visual es difícil de captar. Vivimos en un tiempo de imágenes simplistas, de un erotismo básico, de mensajes chatos y directos. Y como contracara, me interesó adentrarme en los espacios periféricos de cada obra que iba tomando, impulsarme en ellas para pensar algo más. Algo fuera de cuadro. Así también salir antes de que las cosas se pongan demasiado explicativas. Me gusta el ensayo que no termina de resolver el asunto, sino que invita al lector a continuarlo. —ECP: Desde ese aspecto, ¿qué relación estableces entre el ensayo y la poesía? —DLG: Creo que ese es el punto de fuga de los géneros que elijo a la hora de escribir. Entiendo al poema como un territorio donde se puede pensar en proceso, en tiempo real, donde a la vez que el mundo es convocado, también lo es la puesta en cuestión de sus mecanismos. No me interesa el poema cerrado, que apela a un remate, que organiza información de manera lineal. Ahí es donde lo ensayístico como campo de pruebas abre espacio a una escritura que desborda de la idea tradicional del “poema”. Aparece el desecho, la interferencia, el maldecir, la rudeza, en medio de un tapiz que va desenvolviéndose sin saber del todo hacia qué destino. Y en el ensayo en prosa, es el ritmo, la construcción lingüística, la ambigüedad, lo que irrumpe en el esquema narrativo para dar otros colores al pensamiento. Considero que atenerse a los preceptos clásicos de un género es limitar la potencialidad de la experiencia. Esa experiencia de dos caras, escritura y lectura. —ECP: Volviendo a Unos días afuera, ¿dónde se produce esa fuga de la que hablas? —DLG: La cuestión de la imagen posiblemente sea una de mis obsesiones, así que desde las referencias al cine, sobre todo el noir norteamericano, a fotografías, a escenas callejeras, la trama poética se recorta en algo a medias entre lo espontáneo y lo técnico. Quiero decir, trabajo con texturas reconocibles a veces y otras que ya no guardan referencias claras, puesto que ha quedado el vacío de una sintaxis rota o una superposición como esas pegatinas callejeras en las que se intuye un fondo anterior. Desde esos procedimientos que parecen bastante plásticos, el poema se corre de la necesidad de un pacto inteligente en el sentido capitalista. Suele considerarse al lector como alguien que debe resolver el asunto, que debe sentirse recompensado con un entendimiento mediano, una lucidez aplaudida para que lo empuje a seguir comprando ese bien cultural tal como lo haría con un electrodoméstico. Ahí es donde mi poesía no pacta, sino que sale del carril o intenta hacerlo (no sé si siempre lo logro). Entendido así, el poema puede liberarnos de lo pensable de la época, del aturdimiento de la razón económica, del exitismo idiota del que no está exenta la literatura cuando quiere vender verdades. Unos días afuera es eso, unos días afuera de esa lógica para mirar las cosas de otra manera. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Venero Nares Montero, madrileña de 1982, publicó el pasado otoño un libro que merece la atención de nuestra mirada cervantista y canina. Aunque está escrito en forma versal, lo cierto es que cada poema parece el pecio lírico del diario de una náufraga que quiso dejar negro sobre blanco un profundo camino de dolor, cincelado, eso sí, de manera exquisita. Porque el dolor es salvaje, y hay que tener talento para canalizarlo, escribirlo y sabiduría en el manejo de un idioma para retorcerlo y exhibirlo con la expansión, la elegancia y la pericia requeridas. El libro lleva por título Venero y ha sido publicado por la editorial hispano-chilena RIL. Adentrémonos en sus aguas. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Recién terminada la lectura de Venero, hay dos símbolos, agua y flor, que sobrevuelan en el ambiente. Son, creo, los vocablos más repetidos en el libro y están colocados en el lugar adecuado de cada poema. ¿Simboliza el agua en Venero vida o simboliza muerte? ¿Y las flores, con tan buena prensa siempre? Hablas varias veces de su muerte también. —NARES MONTERO: Efectivamente, en el poemario hay una serie de vocablos y de conceptos que se repiten sirviendo de hitos de sentido. El agua es en sí misma la sustancia del libro y su valor es el discurrir, el mismo tránsito. Las flores emergen salpicadas como aquello que surge en las orillas. Existe en su presencia un impulso de detención, de arrobamiento, como en los vínculos que se producen con quienes te encuentras en la vida. Pero todo ha de seguir, y las relaciones, como las flores y a quienes quieres, mueren sin que nada pueda evitarlo. Además de agua y flores también hay muchas “manos” en Venero, todos elementos necesarios para el rito. —ECP: ¿Se podría decir que —por desgracia, por poeta, por mujer o por las tres cosas— eres especialista en dolor? —NM: Soy humana, esa es mi condición. Espero no ser especialista en dolor por ninguna circunstancia. Soy, eso sí, testigo del daño y doy testimonio del dolor que provoca. El dolor y su construcción cultural me interesan, al principio como motor intuitivo y más tarde como cimentador de imaginarios y creencias. Creo que hay circunstancias innegables que condicionan la existencia de cada cual, y dependiendo del entorno y la cultura se construye una idea de dolor y de sufrimiento, aunque también considero que existe la posibilidad de hacerse cargo del dolor, y que nada es más sanador que la idea de reparación y restitución de la propia autoestima y de la dignidad colectiva. —ECP: La partición de Venero son “Nacedero”, “Escorrentía”, “Curso subterráneo” y “Hontanar”. ¿Por qué hay cuatro estaciones en esta navegación y no tres o cinco? —NM: La respuesta corta es que el poemario así lo pedía. Quiero decir que no es una decisión planeada de antemano, si no que, en la construcción y agrupación de los poemas, poco a poco, se fue definiendo la estructura del libro. A este poemario le llevó mucho tiempo ser el que es, su periodo de escritura fue largo, pasó por varios títulos y otras disposiciones hasta que encontró la manera de sujetarse en esas cuatro estaciones que lo llevan a decir exactamente lo que dice. —ECP: Has escogido ocho citas de escritoras que robustecen Venero: Tsvetáyeva, López Mondéjar, Carolina Coronado, Chacel, Mercedes Cebrián, Paca Aguirre, Simone Weil y Mercè Marçal. Es evidente tu posición feminista que reclama, que vindica, que reivindica... ¿Querrías matizar tu postura? Lo digo por la confusión, no sé si inducida, que últimamente rodea a la causa. —NM: Soy feminista, tú lo has dicho. Existe un compromiso político en lo que hago y en cómo lo hago. Mi postura es evidente y explícita. Trato de no dejarme llevar por la confusión o las modas. No resulta fácil ni cómodo pero el feminismo es un faro que apunta en una dirección inequívoca y justa: acabar con todas las violencias que sufren las mujeres a causa del patriarcado en todos los rincones del mundo. Esa es la brújula y me sirvo de ella y de referentes de autoridad como las mencionadas, tal y como se ha hecho a lo largo de toda la historia humana, para sostener lo que hago y lo que pienso. —ECP: Juegas a menudo con el léxico, con las reglas gramaticales, en algunos poemas incluso con la grafía. Esta inclinación recuerda al estilo que ha hecho célebre a Berta García Faet. ¿Reconoces su influencia o, al menos, vuestra conexión? —NM: Admiro el trabajo de Berta, es una poeta magnífica que ha hecho de su particular juego con el lenguaje un estilo inconfundible. Berta es algo más joven que yo y aunque eso no implica que no pueda ser una gran referencia poética conocí su escritura después de comenzar a escribir este libro. Además, pienso que el trabajo de los poetas y de los escritores es precisamente aprender los fundamentos del lenguaje y jugar con ellos, no necesariamente en ese orden. En este sentido no conozco ningún poeta que no lo haga y no que trate de hacerlo a su manera habiendo aprendido antes de quienes les precedieron. —ECP: Una de las imágenes más conseguidas para mí es aquella en la que humanizas a unas flores domésticas que «sólo miran / los pájaros de afuera». ¿Es el hogar en Venero un trauma? —NM: Tal como dice Lola Nieto en el texto de la contraportada, Venero tiene reminiscencias de veneno. Una palabra que al principio designaba cualquier poción o bebedizo, bueno o malo, para la salud. Sólo con el tiempo adquirió su significado tóxico o perverso. Todo veneno animal genera una respuesta inmunológica y es de esta respuesta desde donde se debe elaborar el antídoto. A veces el daño o el trauma, que en su etimología es herida, es inevitable, pero como ya he dicho antes nos queda la reparación, la vacuna, la respuesta espontánea que da la supervivencia. —ECP: En tu caso, ¿te salva la escritura? —NM: Con el tiempo me desprendo de ciertos romanticismos. No sé si la escritura me ha salvado de algo alguna vez. Como dice Lola López Mondéjar en El factor Munchausen, la salida creadora es una gran herramienta para el sujeto herido. La capacidad creativa de reconstruir, transformar y elaborar un nuevo sentido se puede asociar con la idea de rescate o, de una manera más pragmática, como salva un buen zurcido a un viejo calcetín. —ECP: La culpa asoma también interrumpidamente en Venero. ¿Crees que alguien podría erradicar ese sentimiento, tan ligado a la creencia religiosa? —NM: La culpa es humana. No sabemos de otros animales que expresen culpa, aunque a menudo interpretemos sus comportamientos en base a nuestras premisas. Y es que la culpa es un mecanismo de reacción vinculado a la conciencia moral y de él se sirve cualquier sistema que quiera imponer sus normas. La familia, la publicidad o el capitalismo inoculan culpa todo el tiempo de maneras evidentes y sutiles. Y se sirven de ella para conseguir sus propósitos: perpetuarse. No creo que se pueda erradicar un sentimiento (y dudo que se deba) pero sí creo que debemos conocerlo, saber qué lo provoca y cómo hacernos cargo de él. También hay mucho de creencia religiosa en consultar el tarot, el I Ching, o encomendarse a los antepasados como una suerte oráculo. Las creencias religiosas también son humanas y sirven para calmar la incertidumbre, el vértigo de no saber percibiendo, sin embargo, la medida de quienes somos como algo insignificante, sin poder ni control verdaderos, en el devenir completo de lo que llamamos existir. No creo que haya que erradicar lo que sentimos, creo que hay que conocerlo y aceptarlo para poder hacer de ello algo bueno si está en nuestra mano. —ECP: En la dedicatoria final guardas un agradecimiento especial para Lola Nieto y Ana Martín Puigpelat, por sus ánimos, dedicación y apoyo. ¿Podrías detallar en qué zonas de Venero se nota más la mano consejera de una u otra mentora?
—NM: Ambas han sido imprescindibles en el proceso final del poemario. A Lola le envié el manuscrito en un brote de atrevimiento mientras pasaba por un periodo de inseguridad especialmente agudo. Su respuesta fue muy valiosa porque me infundió el arresto que necesitaba para enviar el poemario al editor. Después, cuando el libro estaba en fase de maquetación, le pedí que escribiera el texto para la contra, mientras que le hacía una petición similar a Sandra Jiménez (@miradademujercollage) para que se encargara de la imagen de portada. Recibí el texto de Lola y la imagen de Sandra el mismo día y al ver lo bien que se comunicaban entre sí comprendí que el libro tenía la capacidad de llegar claro a otras personas. Eso me llenó de alegría. En cuanto a Ana Martín Puigpelat, ella ha sido mi ojo de halcón en la última corrección del poemario. La conocí primero gracias a las alabanzas que hacía de ella un amigo en común y después en la Fundación Centro de Poesía José Hierro. Es una poeta formidable con una trayectoria menos reconocida de lo que se merece, quizá por estar apartada de lo mediático y las redes sociales, pero solvente y generosa como pocas. Su contribución, como la de los buenos traductores, resulta invisible para los lectores, pero invaluable para quienes hemos tenido la suerte de contar con su apoyo. Detecta las asonancias y las rimas internas al vuelo, tiene una capacidad de síntesis envidiable y consigue mejorar cualquier imagen floja con una naturalidad y pericia que ya quisieran muchos. Es un gran privilegio haber contado con ellas en este proceso y les estoy muy agradecida. —ECP: «Cuando miento no duele nada». ¿Hasta qué punto crees necesaria la mentira, Nares? —NM: La mentira es un asunto complejo y lo debemos tratar como tal. Supone una solución cortoplacista que exime de la responsabilidad momentáneamente, o al menos tan momentáneamente como se sea capaz de sostener. Resulta simple y muy asequible polarizar la opinión sobre ella y decir que es dañina o necesaria según convenga. La mentira tapa, pero no repara. La mentira simplifica y busca atajos. Según se mire, la mentira puede ser una amiga cómplice ante una verdad cruel que te deja expuesto y vulnerable. Soy amiga de no usar, y por supuesto no abusar, en lo posible de ningún tipo de mentira, ni piadosa, ni perversa, ni para huir ni para obtener. Hay ámbitos como en la política y la gestión de lo público en los que creo que debería sancionarse hacer un uso ilegítimo. Pero no pecaré de querer hacer de ella un absoluto y acabar lapidada por mi propia moral. Como dice otra amiga poeta, «todo está en todo» y en nuestra mano está cómo usarlo o qué interpretar. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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