Entrevista realizada por JUAN ANTONIO LÓPEZ RIBERA El borde cortante A Ginés Sánchez (Murcia, 1967) le va la marcha. Quien lea sus novelas, se dará cuenta de que la complacencia no es su terreno de juego. Sus personajes siempre cargan con mochilas muy pesadas. Su futuro no va ser mucho mejor que su pasado. Los márgenes son su hábitat natural. De hecho, el lema de Ginés es que sus personajes han nacido para sufrir. Ahora nos llega El borde cortante (Tusquets, 2025), su octava novela, y en ella nos encontramos con tres (para nada típicas) adolescentes que deciden hacer una escapadita de fin de semana y respirar la libertad más allá de su internamiento psiquiátrico. Pero, obviamente, la cosa no va a ser tan fácil como parece. Porque para eso estamos en una novela de Ginés. Quedan ustedes advertidos. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Podría decirse, Ginés, aquello de que eres un escritor tardío. Publicaste tu primera novela a los 45 años. Ahora bien, en doce años has publicado ocho novelas (sin contar tus incursiones en la narrativa juvenil), y eres uno de los autores más reconocibles de la Región de Murcia y de tu editorial, Tusquets. ¿Cómo valoras tu trayectoria hasta el momento? ¿En qué se diferencia el Ginés de Lobisón del de El borde cortante? —GINÉS SÁNCHEZ: ¿Tardío? Puf, un montón. Y, sobre la trayectoria, pues espectacular [risas]. No, en serio, la verdad es que no sé si cuando empecé me imaginaba estar todavía a estas alturas por aquí. Y desde luego no me imaginaba haber escrito todos estos libros. Tampoco pensaba que, llegado el caso de escribirlos, sería a estas alturas tan poco millonario [risas]. Entonces, muchos libros y pocos millones. Luego, si nos ponemos serios, pues considerándome un absoluto privilegiado. Porque sigo pudiendo escribir libros que a mí verdaderamente me gustaría leer. Y, además, me los publica gente de grandísimo prestigio. Y, además, hay gente a la que le gusta lo que escribo. Poco más se puede pedir. En cuanto a las diferencias entre los Gineses. Pues más años significa más libros leídos. Y más horas de práctica. Significa, además, libros leídos de otra forma. Más profesional, tal vez. Más con consciencia de los recovecos, de las tramas que hay debajo de las tramas. De los submundos. Eso, al final, te da una visión de conjunto mucho más profunda. De pronto, sabes, o intuyes, mucho mejor lo que estás haciendo. O ves más posibilidades de las que veías al principio. De modo que te atreves con más cosas. O con cosas más complejas de las que te atrevías antes. Aparte, también están las clases en el Club Renacimiento. Ahí se genera un proceso de repensamiento del todo desde la base. Un replanteamiento del oficio. —ECP: Mari Cruz Goebbels, Litolbely Spears y Carrie King. Los nombres de las tres chicas protagonistas en El borde cortante, de entrada, prometen. ¿Qué fue antes, el personaje o el trauma? ¿Cómo afrontas la construcción de personajes tan complejos a nivel psicológico? —GS: Para mí, en este tipo de personajes, siempre es primero el trauma. Es parecido a lo que explica Litolbely sobre sí misma y la piedra en el camino. Yo lo hago, más o menos, porque no siempre es idéntico, de la siguiente forma: Quiero un personaje que tenga un problema en concreto. Supongamos una esquizofrenia. Establezcamos entonces cual sería su ideación. Y después busquemos cuáles son los motivos que generan esa esquizofrenia. Para que así el trauma no sea una causa, sino un efecto. Y después sigamos buscando. Porque los personajes no existen, lo que quiere decir que serán como nosotros queramos. Entonces, tracemos un personaje al que sea verosímil, o adecuado, que le suceda ese hecho que va a dar lugar a la esquizofrenia. Y, por supuesto, pensemos en cuales son los efectos a posteriori en su vida. Entonces, yo lo que hago es estar todo el tiempo preguntándome y ajustando. ¿Qué quiero que haga el personaje una vez que empiece la historia? ¿Cómo quiero que termine? Entonces ¿qué le pongo aquí y allá para que, al final, haga lo que yo quiero que haga? Y hay que pensar que, claro, muchas veces, o algunas, uno no sabe exactamente qué es lo que quiere que haga el personaje. O tiene solo una idea muy vaga. Entonces, uno escribe y va vigilando, vigilando, vigilando. Pero, simplificando, para mí primero es el trauma. Y después las facetas que se van “pegando” en torno a él. —ECP: Quizá el más llamativo de los recursos de caracterización de los personajes en El borde cortante sea el lenguaje, que se convierte en una puerta fundamental para entrar en el mundo de las protagonistas. Me interesa mucho saber cómo trabajaste ese aspecto de la novela. —GS: Bueno, yo soy muy obsesivo en el tema del lenguaje. Me gusta que los personajes hablen como “deberían” hablar. Y me gusta que cada uno tenga su propia voz que sea diferente de la de los demás personajes. Ello, claro, te complica la vida bastante de inicio. Aunque luego es apasionante y divertidísimo. Entonces, claro, hay, lo primero, una fase de inmersión en el lenguaje. Una fase de, llamaríamos, oreja-esponja. En esa fase tratas de “pegarte” en todo lo posible a la forma de hablar de los personajes. Acá con el añadido de que se trataba de adolescentes. En este caso lo que yo hice fue pasarme largas horas haciendo el Forrest Gump. Esto consiste en que te sientas en un banco cerca de donde hay un grupo de chavales hablando y pones la antena. O lo haces en el autobús (los buses son maravillosos para esto, ojalá en Murcia hubiera metro) o lo haces en una terraza mientras simulas tomarte un café. Entonces ¿cómo hablan?, ¿qué piensan de determinadas cosas? Eso lo primero. Y luego está el segundo problema. Y es que tus personajes tienen que ponerse a “actuar”. Con sus propias personalidades y sus propios problemas. Entonces, claro, ahí ya vas más a ciegas. Y, de alguna manera, lo haces. También pasó en este caso que, a base de oír a los adolescentes hablando, ellos mismos terminan por darte el pie. Es como si ellos te dieran ya el inicio de las conversaciones. En modo “empezamos desde aquí y luego ya vemos quien es cada una”. Eso pasa con bastante frecuencia. Aquí, desde luego, ha pasado. —ECP: Creo que te has propuesto reducir al máximo al narrador. La trama es más pausada, parece que no hay prisa por arrancar, y dejas hablar mucho a los personajes. Diálogos que funcionan a la perfección, como en todas tus novelas anteriores. ¿Es así? ¿Hay una intención por tu parte de, diríamos, diluir el narrador al máximo en esta novela? —GS: Sí, aquí pasa un poco lo que decía antes. Eso de que, con los años, tienes visión de conjunto y puedes hacer más cosas. Y aquí ha pasado eso. Tal vez sea, de mis novelas, la más de “dejarse ir” de todas. Y era que, de pronto, era muy interesante dejarlas a ellas a su aire. Encontré que así conseguía que ellas se presentaran ellas mismas y que el lector se sumergía en la atmósfera que ellas estaban creando. Y sí, soy muy fan de los diálogos. En cuanto a lo de diluir al narrador, totalmente. Odio esas novelas que no hacen más que decirte “Paquito era un iconoclasta tardío que sentía que la vida lo arrastraba como un torrente de desolación. Todo ello como consecuencia de la coyuntura que lo atravesó veinte años atrás”. Pues mire, no. En mis novelas, no. En mis novelas eso será contexto. O sea, será algo que yo sabré del personaje. Pero estará escondido. Y dejaré que sea el lector el que se dé cuenta de eso. O no. Y, sobre todo, dejaré que sea el lector el que juzgue a mi personaje. Mis narradores no lo harán. Y yo, desde luego, tampoco. Porque ninguna reflexión que haya en ninguno de mis libros es atribuible a mí. En mis libros, lo que yo opine o piense no importa. Y no figura. Entonces, siempre tenderé a diluir al narrador. Incluso cuando el narrador sea una primera persona. Mis primeras personas, que no son tantas, son, si alguien se fija, muy poco “reflexionadoras” y muy “actuantes”. Esto, en realidad, es muy aplicable a todo lo que yo escribo. Es decir, reflexión, sí, o algo. Pero siempre a través de la acción. Al final uno es muy “rulfero”. Y no puede, ni quiere, evitarlo. —ECP: Abramos campo, como dirían estas tres chicas. ¿Es esta una novela sobre la incomunicación? ¿Sobre el deseo de estar juntos y a la vez sobre las cosas que nos separan? Lo digo porque las tres chicas comienzan siendo una piña y poco a poco vamos viendo, a pesar de la proximidad física, cómo sus caminos son muy distintos. —GS: Bueno, aquí hay un círculo vicioso. Que es el de enfermedad mental-incomunicación-soledad. Puesto en ese orden. Es un poco lo que explica Mari Cruz en un momento dado sobre probarse unos vaqueros. Es: de pronto te ves raro, te das cuenta de que no eres como los otros. Ves o sientes cosas que son distintas. Entonces, empiezas a probar cosas. En modo “voy a ser así a ver si no se dan cuenta, o parezco normal”. Y lo controlas, pero has dejado de ser tú y te vas instalando en el caos. Y te vas alejando de los demás. De pronto ya no sabes cómo comunicar con los otros, como contactar. Entonces, te vas alejando, tu mundo se va haciendo cada vez más pequeño. Y, luego, sobre la piña. Yo diría aparente piña. La impresión que yo tengo es que, las tres, situadas en un contexto más normal, ni se hablarían. Entonces, sí, hay eso, una necesidad de compartir con alguien, de sentir que formas parte de algo. Aunque, por dentro, sepas que no. Y creo que no hace falta escribir muchas novelas ni imaginar muchas cosas para saber de qué estamos hablando. —ECP: En esta novela das mucha importancia a lo sensorial y a lo onírico. Por esas vías nos introducimos, como lectores, en un tema tan espinoso —y complicado narrativamente— como la enfermedad mental. Me gustaría que nos explicaras cómo te sumerges en ese campo, cómo lo abordas, incluso si hay algún autor, libro o fuente de cualquier otro tipo que te haya sido de especial ayuda o inspiración. —GS: Digamos que lo sensorial y lo onírico forman parte de mi bagaje desde siempre. Soy muy obsesivo con eso. Y piensa que yo no quiero “explicar” como se siente el personaje. Sino que lo que quiero es que se “vea” como está el personaje en ese momento de la narración. Que el lector, en la medida de lo posible, lo sienta con él. Ello te lleva, inevitablemente, a lo sensorial. Porque no queda más remedio. En cuanto a sumergirse en este campo. Bueno, cada vez es distinto. Me acuerdo, con Lobisón, que yo pretendía hacer un autista y, aparte, un esquizofrénico paranoide grave. Y no encontré a nadie que pudiera orientarme con los autistas. Y, sobre los esquizofrénicos, lo encontré en libros. Y ahí, más o menos, salí adelante. Esta vez, en cambio, he sido más profesional y he contado con ayuda sobre el terreno en modo de entrevistas con personas que tenían edades y problemas semejantes a los de mis tres chicas. Fue algo terriblemente duro, pero terriblemente hermoso. En realidad, después de ellas ya no hacía falta ninguna inspiración más para el libro. Hay que pensar, por ejemplo, que yo no sé, verdaderamente, cuál es el diagnóstico de ninguna de las tres. Era algo que me preocupaba al principio. Pero, luego, llegó un momento en que me di cuenta de que no importaba. Que lo importante eran las sensaciones y las frases que ellos habían dejado en mí. Que tan amablemente me habían regalado. —ECP: En un momento de la novela, Mari Cruz afirma que un loco es alguien que se conoce muy bien a sí mismo, pero al que nadie entiende. Y entonces suelta la que para mí es la frase más terrible y hermosa de la novela: «Si pudiera ser con alguien como yo de verdad soy, aunque no fuera más que una hora al día, me curaría». Hablábamos antes de incomunicación, de enfermedad mental. ¿No son todas ellas derivadas, en el fondo, de la soledad? ¿No te parece que la soledad, paradójicamente, es casi un signo de nuestro tiempo, de esta sociedad hipercomunicada? —GS: Es otra vez el círculo vicioso. Y sí, vivimos en una epidemia de soledad, que se irá agravando. Y no hablo ya de lo que decía Serrat en la canción. Aquello de “nadie conoce al vecino”. Eso ya está superado y nadie pretende conocer al vecino. Ni le importa. Me refiero a, por ejemplo, ¿quién va a tener tiempo de verdad de cuidar a los ancianos de dentro de diez años o de veinte? ¿Quién va a tener dinero para meter a los ancianos de dentro de treinta en una residencia? ¿Terminaremos como los ancianos japoneses, que roban en los supermercados para que los metan en la cárcel y así tener para comer y un poco de compañía? Entonces, soledad, mucha. Y luego la hipercomunicación y la época. Yo creo que eso es más bien una etiqueta. O lo aparente. Porque, al final, decimos que estamos tan comunicados porque tenemos los telefonitos inteligentes e internet. Pero yo creo que en lo que estamos es en una época “chupeta”. Porque ¿qué pasa con el teléfono? Pues que es muy cómodo. Tú solo tienes que bajar tu atención hasta el punto de “atención pasiva” y te pones con él. Y él te da lo que tú quieres ver, lo que el algoritmo ya ha determinado que quieres ver. Entonces, te pones la chupeta y ahí estás un rato. Dopaminando tranquilamente con tu cerebro pasivo. Y con internet pasa igual. Porque todos hemos aprendido a usarla a favor de nuestros fines. Es decir, yo “quiero” que la tierra sea plana. Entonces, entro a las páginas en las que ya sé que me van a decir justo eso. Y me reafirmo en mi otra chupeta. —ECP: Dos chicas huyen, con el apoyo de una tercera, de un psiquiátrico. En busca de la libertad y, en el fondo, en busca de un mundo propio donde instaurar sus propias reglas. Quieren aislarse del exterior y buscar un refugio al margen de todo. ¿Podemos decir que en El borde cortante subyace una reflexión sobre el oficio y el mundo del escritor, o me he puto flipado demasiado con esta última pregunta?
—GS: Huyen en busca de la libertad, pero de un modo transitorio. Es decir, no se han fugado, han hecho un break para estar de chill un fin de semana. Entonces, no han roto con todo. Y sobre lo de la reflexión sobre el oficio de escritor, bueno. Indudablemente, si se le dan las suficientes vueltas a cualquier cosa se puede llegar a casi cualquier conclusión. Pero podemos, si quieres, reflexionar un poco sobre el oficio. Entonces, si partimos de la base de que cada persona es un punto de vista único y exclusivo de la realidad, podríamos decir que cada persona es un universo en si mismo. Y eso podría decirse, también, de alguna manera, de cada personaje de ficción. Entonces, sucede que, durante la escritura, se llega a momentos de concentración que permiten identificaciones con el personaje que son muy superiores a los que sienten los actores respecto de los suyos. Entonces, hay momentos en los que, al menos algo, estás saliendo de ti y estás siendo ese otro. Y estás pensando como él. Y viendo el mundo a través de él y no a través de ti. Entonces, no lo sé. Tal vez escribir sea eso. Aislarse en otros universos. Pero tal vez no sea aislarse, sino huir. O tal vez no sea huir, sino viajar, curiosear, bichear, jugar a ser. Lo bueno de todo esto es que, en el fondo, no tiene importancia. Porque para mí puede ser un día una cosa y otro día otra diferente. Y para el que esté escribiendo la novela en la mesa de al lado será otra distinta. Y todas y cada una de las formas valdrán. O podrían valer.
0 Comentarios
Entrevista realizada por ANDRÉS NORTES Rutina del asesino Después de un final de curso complicado, con múltiples moratorias por parte de Juan Antonio y por la mía, con la infinita paciencia de Juan de Dios, que no me apremia para que le dé la largo tiempo prometida entrevista con Juan Antonio por la publicación de su primer libro de relatos, Rutina del asesino (La Fea Burguesía, 2022), por fin concretamos una cita. Hace un calor de mil demonios. Quedo con Juan Antonio un 14 de julio. Hoy ha subido casi a cuarenta grados. Nos hemos citado a las cuatro de la tarde en un páramo posnuclear o centro comercial decadente del norte de Murcia y no conseguimos encontrar una cafetería fresca abierta. Buscamos en varios sitios hasta contentarnos con un bar muy español (mesas metálicas limpiadas con un paño de origen incierto, camarero displicente con los desconocidos, suelo lleno de burruños de servilleta y otros seres). Un café-bar no es, definitivamente, una cafetería. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Juan Antonio, quiero empezar la entrevista con una pequeña broma, a la manera en que tu libro me sacó una buena sonrisa cuando llegué a su final. ¿Estás dispuesto a responder a una pequeña Encuesta de satisfacción? —JUAN ANTONIO LÓPEZ RIBERA: Por supuesto. —ECP: Describe breve, pero brevemente, cómo conociste la literatura. —JALR: Eso se lo debo a mi madre, que siempre ha sido una gran lectora. Ella me acercó, con 11 o 12 años, a autores como Edgar Allan Poe o Stephen King, sin ningún tipo de prejuicio ni recomendación de edad. Me lanzó directamente a la piscina y se lo agradeceré siempre. —ECP: Describe brevemente qué aspecto te llamó más la atención del acto de escribir (o del acto de leer, a tu elección). —JALR: Recuerdo que mis primeros relatos de ficción los concebí en la adolescencia. En aquella época, yo quería hacer aquello que hacían mis autores favoritos. Quería ver si era capaz de despertar en otras personas esas sensaciones que yo tenía como lector. Eso sigue estando en el centro de mi escritura: provocar sensaciones en el lector. De eso va la literatura, en mi opinión: como lector, quieres experimentar sensaciones que en la vida real no tienes oportunidad de experimentar; como escritor, quieres conjurarlas en las palabras para que después se manifiesten en la lectura. —ECP: En caso afirmativo, describe brevemente qué es lo que más y qué es lo que menos te ha llamado la atención del producto. —JALR: Si te refieres a la escritura, me llaman la atención dos cosas. Primero, que es un constante pulso con mis propios límites, que me obliga a echar mano de todas aquellas habilidades que yo pueda tener (y no solo habilidades narrativas) para lograr, en el caso que nos ocupa, el mejor relato que yo sea capaz de escribir. Y en segundo lugar, y muy relacionado, me interesa mucho la capacidad de la literatura para, con las más variopintas historias, personajes y épocas, explicarnos el mundo en el que vivimos. Aunque se dice así de fácil, para mí sigue siendo el gran misterio de la literatura. —ECP: ¿Recomendarías a alguien la lectura y la escritura? —JALR: Por supuesto. Como docente, la recomiendo todos los días a mis alumnos, que son los futuros lectores y escritores. Les suelo recordar estas palabras de Michel Houellebecq: «No leer es peligroso: te obliga a conformarte con la realidad». Y otra cosa que me encanta es recomendar libros, conversar sobre ellos, compartir la experiencia lectora. Acercarte a los demás a través del arte es, sin duda, una de las cosas más hermosas de este mundo. —ECP: Bromas y tonterías aparte, lo primero que quiero hacer es felicitarte por tu colección de relatos, que me acabo de releer a gusto, más que la primera vez que los leí —aunque de esto hablaremos un poco más tarde—. Y después, lo que quiero es anotar lo recio de la estructura de tu libro, casi casi la de una novela del boom, y que consiste en varios bloques temáticos, formales y tonales muy definidos. ¿Quiere esto decir que planteas los libros como dispersión o como concentración? —JALR: Paradójicamente, los bloques temáticos, que podrían dar una idea de dispersión, son los que más me ayudaron a conseguir unidad en los relatos. Yo trabajé con un corpus de unos treinta relatos, de los que al final seleccioné diecinueve para incluir en Rutina del asesino. Y solo tenía claro, en un principio, cuál iba a ser el primer relato (‘Rutina del asesino’) y el último (‘Encuesta de satisfacción’, por motivos obvios). Me obsesioné con cómo ordenar los relatos, cómo hacer la nómina y por qué unos sí y otros no. Hasta que me di cuenta, como bien dices, de que había diferentes núcleos temáticos y formales en ellos, y ahí encontré la clave para estructurar el libro. —ECP: También deseo que hablemos de la literatura en tu libro. ¿Te ha costado trabajo revivir, ucronizar, algunos de los clásicos más conocidos de la Historia de la Literatura en tu libro? ¿Qué hay de parodia, de la de homenaje pero también de la de caricatura en estos cuentos? ¿Y del viejo intertexto? —JALR: Es de las cosas que más disfruto cuando escribo: tomar algo real (un hecho histórico, una obra literaria, un personaje) y darle la vuelta, mirarlo desde una óptica diferente, llámese ucrónica, paródica o intertextual. De hecho, algunos de los relatos en los que se lleva a cabo con más claridad esto, como ‘El efecto Cortázar’ o ‘Gregor Samsa se marcha’, son de los más antiguos, son relatos que pueden tener perfectamente casi veinte años, cuya primera versión fue escrita al calor de esas lecturas adolescentes en que descubres a los autores que te marcarán para siempre. Son relatos que retomé, que revisé a fondo y que ahora tienen un aspecto muy diferente, pero en los que pervive ese gusto y ese ánimo por revivir y homenajear esas lecturas que fueron inolvidables. Pero también en los más recientes, en relatos escritos durante la pandemia, aparece esa literatura dentro de la literatura o sobre la literatura.
—ECP: Tus cuentos se prestan a la participación de los lectores, sobre todo aquellos que más experiencia lectora atesoran. ‘El efecto Cortázar’ quiero leerlo como homenaje al ‘Ómnibus’ de Cortázar. Pero también como un arrebato de orgullo de la baja cultura frente a los anteojos y los guantes aterciopelados de la ópera. ¿Te puedo preguntar, al hilo de todo esto, quién habla en los fragmentos en letra cursiva de este cuento? —JALR: Más que quién habla, diría quién piensa. A través de esos pensamientos, conocemos a un personaje que aprecia la literatura, pero que se sitúa en una posición muy elevada con respecto al resto de lectores. Es un lector prejuicioso, que desprecia al resto de lectores porque sus lecturas no figuran dentro de su —llamémoslo así— canon personal. Para mí, el reto fue intentar meterme en la cabeza de alguien muy diferente a mí. Nunca he podido soportar esa especie de elitismo lector, que lo único que consigue es la espantada de potenciales lectores y que la lectura termine siendo considerada como algo propio de bichos raros. —ECP: Otros de los guiños de posmodernidad que leo en tu libro —en plena clave, repito, de libertad hermenéutica— son estos: las Heroicas de Ovidio en ‘Yo soy la que marca el ritmo’, la angustia sartreana en ‘Rutina del asesino’, Matadero 5 de Kurt Vonnegut en los saltos temporales en ambos sentidos de muchos de tus cuentos, el viejo Gilles de Raïs y el mito de Pandora y Epimeteo en ‘El último encargo de Harry Lightlost’, El coloquio de los perros de Cervantes y ‘Las babas del diablo’ de Cortázar en ‘Welcome to the machine’, El cementerio de animales de Stephen King en ‘Experiencia’. ¿Me comentas algo sobre los que quieras de todos estos? —JALR: Todas esas referencias me halagan, pero no puedo decir que estuvieran presentes de manera consciente cuando escribía esos relatos. En el inconsciente, es muy posible. Al fin y al cabo, un escritor encuentra su voz a través de los sedimentos que otras muchas voces han dejado en él. Y no solo voces literarias. El relato ‘Dos tiros’, por ejemplo, que está ambientado en la Guerra Civil, es fruto de las historias que me contaban mis abuelos, que vivieron la guerra siendo niños. O ‘Konigsberg’, que tiene como origen una imagen que se me apareció varias veces en distintos sueños. Uno nunca sabe dónde va a encontrar el germen de una buena historia, así que hay que estar siempre con el oído bien atento. —ECP: ‘El último encargo de Harry Lightlost’ y muchos otros relatos introducen elementos distópicos que realizan un giro sobre los sabrosos tópicos y clichés sobre los que se han construido los respectivos cuentos. ¿Para cuándo, Juan Antonio, una novela de cifi, de ucronía o de distopía? ¿Qué obras de estos subgéneros te han llamado más la atención como lector? —JALR: Lo de la novela es un sueño que quiero cumplir, pero para ello tengo que armarme de valor y de tiempo. Escribir una buena novela me parece un esfuerzo titánico. Pero no dudes de que lo intentaré. El género, no sabría decirte. Desde luego, en los que señalas están algunos de mis autores favoritos: Orwell, Bradbury, Huxley, LeGuin, Lovecraft... —ECP: Dicho lo dicho, sin embargo, hay un guiño a la metaficción y a la autoficción en ‘Welcome to the machine’. ¿Crees que un escritor puede mantenerse completamente libre en la composición de sus textos? ¿Qué intuyes que te pueda llegar a influir, empujar, condicionar en la redacción de ese siguiente libro, ya sea novela o colección de relatos? —JALR: La escritura es un espacio de libertad. Dentro de ella, el escritor debe sentirse completamente libre de ataduras. Si no, ¿para qué escribir? Por otra parte, suele decirse que el primer libro de un autor es el más libre, ya que no tiene ningún tipo de presión ni recae sobre él ningún tipo de expectativa. Puedo decir que yo lo he sentido así. Si hay un segundo, supongo que el condicionante principal será Rutina del asesino, que es de momento la única referencia para los lectores, porque me han conocido como escritor con él. Pero esto es inevitable, y por ello no me preocupa demasiado. La escritura debe ser un ejercicio de libertad y honestidad, para uno mismo y para los lectores. Y así es como me lo sigo planteando a día de hoy. —ECP: Me gusta mucho “Interlude”, el bloque de relatos hiperbreves que se halla en el centro del libro. Lo he leído varias veces en clase con mi alumnado y les (nos) ha encantado la traslación semántica efectuada con una o dos palabras, un sintagma, una oración. ¿Le ves proyección al microrrelato como género? La novela corta no la tuvo... —JALR: Pues una de las cosas que más me han sorprendido con Rutina del asesino es que yo, al publicar un libro de relatos, iba un poco contracorriente, en el sentido de que el género rey de la narrativa es la novela y todo lo que no sea novela es algo marginal y, en apariencia, poco apetecible. Pero no. Muchos lectores me han agradecido el formato del libro, el poder leer una historia completa en pocos minutos. Esas pequeñas píldoras, así llamaban muchos lectores a mis relatos, y en especial a los microrrelatos. Supongo que es consecuencia del ritmo de vida que llevamos. Pero tal vez eso beneficie al género. No sabría decirte. —ECP: Tu libro es una panoplia de técnicas literarias narrativas, tipos de texto, etc. Cuéntanos algo sobre tus favoritas y sobre aquellas que se te muestren más rebeldes. —JALR: Manejar tantas técnicas y tonos fue una de las cosas más divertidas a la hora de escribir estos relatos. Cada relato era como un comienzo desde cero. Había una voluntad de explorar las posibilidades y límites de cada tipo de narrador, de cada estructura formal, de cada tipología textual... Y ponerlos en juego con distintas historias. Hay diecinueve relatos en Rutina del asesino, y me atrevería a decir que hay diecinueve mundos distintos. Dicho esto, no quiero que se entienda que el libro es una especie de batiburrillo; hay conexiones temáticas, estilísticas y tonales que le dan unidad. —ECP: ¿La literatura será política o no será? ¿Cuántos locutores de ‘Kaiser’ tenemos que aguantar? —JALR: La vida es política, por muy denostado que esté en estos momentos el término. ¿La literatura es política? Entiendo que sí, al ser parte de la vida y al suponer un posicionamiento del escritor dentro de ella. Otra cosa es la literatura al servicio de la política o de unas ideas políticas. Ahí ya estaríamos entrando en el terreno del panfleto, y un panfleto sirve para lo que sirve. Un panfleto no es literatura. La literatura no está para servicio de nadie. —ECP: Un buen escritor es un mejor lector, de eso estoy seguro y pienso que tú también. Y casi con seguridad, un buen aficionado a otras artes. Por series no te pregunto, que se nos van las horas. ¿Qué estás leyendo en la actualidad? ¿Y oyendo? —JALR: Ahora mismo estoy leyendo El corazón helado de Almudena Grandes. Antes de él, y que me hayan gustado en el género novela, Los gatos pardos de Ginés Sánchez y El ferrocarril subterráneo de Colson Whitehead. En cuanto a relato, he estado releyendo a Carver y descubriendo a Jorge de Cascante con Una ciudad entera bañada en sangre humana. El ensayo ¿Soy yo normal? de Luisgé Martín, publicado en Cuadernos Anagrama, también me sorprendió. También leo de vez en cuando sobre Historia, especialmente sobre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial: lo último que he leído en este sentido ha sido El holocausto español de Paul Preston. En verano, con los calores, me gusta leer novela negra; este verano voy a disfrutar las novelas del vallisoletano César Pérez Gellida. Y en cuanto a música, ya suelo tirar de mi discografía personal; me cuesta mucho más abrirme a nuevas experiencias musicales que literarias. Te puedo decir mis últimas adquisiciones: I don’t live here anymore de The War on Drugs, WE de Arcade Fire, Dance fever de Florence & The Machine y Hey what de Low. —ECP: Antes de acabar, háblanos un poco sobre tu labor de promoción de la lectura como profesor, concejal de Cultura de tu pueblo, Alguazas, y escritor. Y como director de un club de lectura, que eso tampoco se me escapa... —JALR: Son experiencias muy gratificantes. Promocionar la lectura (o la cultura en general, en mi etapa de concejal de gobierno) la mayoría de veces parece aquello de predicar en el desierto, pero cuando se consigue algo, por pequeño que sea, se siente como un gran logro. Lo último, el club de jóvenes lectores de Abarán (localidad donde trabajo como docente), al que hemos llamado “En mayúsculas” y con el que ya llevamos un año de andadura. Contamos con unos veinte miembros, y a través de él muchos de ellos han llegado a formar parte de un grupo de teatro joven que este verano estrenó su primera obra. Todo esto supone un gran esfuerzo personal por parte de quienes coordinamos estas actividades, pero cuando ves que los jóvenes disfrutan con la lectura, con el teatro, con la cultura en general, y que se implican porque quieren más, no hay mayor ni mejor recompensa. Y 4. Tras la entrevista, seguimos hablando de cuestiones personales —Juan Antonio, cuando ejercía como concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Alguazas, me casó con mi pareja actual y antes de eso habíamos pasado once años trabajando en el mismo lugar, a los que les siguieron todavía dos más, y no puedo dejar, ya a micro cerrado, de exponerle uno de mis miedos: si quiere seguir escribiendo, no le va a caber más remedio que elegir, o para todo su discurso o para cada obra: tomar un camino entre tantos otros sugeridos en su primera obra. Que no va a poder abarcar tanta diversidad en una segunda, vamos. Este breve libro de cuentos, para quien no lo sepa, es extremadamente variado. En sus ciento cincuenta páginas hay primera, segunda y tercera persona; hay relato histórico, de ciencia-ficción y de autoficción; hay relatos que son entradas de Wikipedia, informes de la Guardia Civil y entrevistas en programas de radio a lo Cuarto milenio. Le expreso esta reserva y él me contesta que es el motivo por el que se animó a agrupar los relatos en bloques, como hemos leído más arriba. También me comenta que puedo añadir toda esta coda y lo que sigue a la entrevista, que conste.
Otro de los temas que quedaron off the record fue que disfruté mucho más con la segunda lectura que con la primera. En la primera lo rudo, lo inventivo, lo anecdótico, llamaba la atención por la imaginación de guionista que se gasta Juan Antonio. Sin embargo, fue en la segunda cuando empecé a apreciar detalles, sutilezas, diálogos abiertos con el lector. Yo le digo que, detrás de ‘Dos tiros’ y el problema de la memoria histórica, observo cómo los personajes del cuento se recuperan y se llaman, quizá simbólicamente, “Gallardo” (valiente) y “Aurelio” (dorado, por Judas), mientras que los nombres de los asesinos caen en el pozo de la desmemoria dado por el sustantivo común con el que son referidos en el texto. Me anota más bien que el segundo se trata de un nombre relativamente frecuente en generaciones anteriores y que responde a una persona de su experiencia familiar, por lo que me digo que me he pasado tal vez de frenada, pero que como la lectura es del lector, no tengo por qué rechazar mis lecturas. Con los cuentos de Juan Antonio se puede dialogar tan bien como con su autor. Llevamos un par de horas y estamos ya habituados al nefasto café-bar, tinnitus mediante, cuando decidimos dejar la conversación por respectivas obligaciones. Quedamos emplazados sin fecha para una cerveza, pero es que no importa cuánto tiempo pase hasta que vuelva a charlar con Juan Antonio: es de esas personas que, pasados muchos días o meses, te hace sentir exactamente (igual de bien) como si lo hubieses visto ayer, que es de las mejores cosas que creo puedes decir de alguien. Voy a afirmar lo mismo de ese segundo nonato libro. Ojalá cuando venga, en algunos meses o años, se nos haga tan familiar y perennemente natural como su escritor. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHESSA, ALBERTO [Non finito] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GAIRÍN, RAMIRO GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO [La nueva subjetividad] GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LARA ALBERCA, JOSÉ MANUEL LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ PELLICER, PABLO LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MARTÍNEZ MÁRQUEZ, ALBERTO MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PARRA SANZ, ANTONIO [Gómes & Cía] PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA ROVALHER, DANIEL RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [El borde cortante] SÁNCHEZ, GINÉS [Mujeres en la oscuridad] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Factbook] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [La cadena del frío] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Los que escuchan] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
Archivos
Junio 2025
Categorías
Todo
|