Entrevista realizada por ANDRÉS NORTES Rutina del asesino Después de un final de curso complicado, con múltiples moratorias por parte de Juan Antonio y por la mía, con la infinita paciencia de Juan de Dios, que no me apremia para que le dé la largo tiempo prometida entrevista con Juan Antonio por la publicación de su primer libro de relatos, Rutina del asesino (La Fea Burguesía, 2022), por fin concretamos una cita. Hace un calor de mil demonios. Quedo con Juan Antonio un 14 de julio. Hoy ha subido casi a cuarenta grados. Nos hemos citado a las cuatro de la tarde en un páramo posnuclear o centro comercial decadente del norte de Murcia y no conseguimos encontrar una cafetería fresca abierta. Buscamos en varios sitios hasta contentarnos con un bar muy español (mesas metálicas limpiadas con un paño de origen incierto, camarero displicente con los desconocidos, suelo lleno de burruños de servilleta y otros seres). Un café-bar no es, definitivamente, una cafetería. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Juan Antonio, quiero empezar la entrevista con una pequeña broma, a la manera en que tu libro me sacó una buena sonrisa cuando llegué a su final. ¿Estás dispuesto a responder a una pequeña Encuesta de satisfacción? —JUAN ANTONIO LÓPEZ RIBERA: Por supuesto. —ECP: Describe breve, pero brevemente, cómo conociste la literatura. —JALR: Eso se lo debo a mi madre, que siempre ha sido una gran lectora. Ella me acercó, con 11 o 12 años, a autores como Edgar Allan Poe o Stephen King, sin ningún tipo de prejuicio ni recomendación de edad. Me lanzó directamente a la piscina y se lo agradeceré siempre. —ECP: Describe brevemente qué aspecto te llamó más la atención del acto de escribir (o del acto de leer, a tu elección). —JALR: Recuerdo que mis primeros relatos de ficción los concebí en la adolescencia. En aquella época, yo quería hacer aquello que hacían mis autores favoritos. Quería ver si era capaz de despertar en otras personas esas sensaciones que yo tenía como lector. Eso sigue estando en el centro de mi escritura: provocar sensaciones en el lector. De eso va la literatura, en mi opinión: como lector, quieres experimentar sensaciones que en la vida real no tienes oportunidad de experimentar; como escritor, quieres conjurarlas en las palabras para que después se manifiesten en la lectura. —ECP: En caso afirmativo, describe brevemente qué es lo que más y qué es lo que menos te ha llamado la atención del producto. —JALR: Si te refieres a la escritura, me llaman la atención dos cosas. Primero, que es un constante pulso con mis propios límites, que me obliga a echar mano de todas aquellas habilidades que yo pueda tener (y no solo habilidades narrativas) para lograr, en el caso que nos ocupa, el mejor relato que yo sea capaz de escribir. Y en segundo lugar, y muy relacionado, me interesa mucho la capacidad de la literatura para, con las más variopintas historias, personajes y épocas, explicarnos el mundo en el que vivimos. Aunque se dice así de fácil, para mí sigue siendo el gran misterio de la literatura. —ECP: ¿Recomendarías a alguien la lectura y la escritura? —JALR: Por supuesto. Como docente, la recomiendo todos los días a mis alumnos, que son los futuros lectores y escritores. Les suelo recordar estas palabras de Michel Houellebecq: «No leer es peligroso: te obliga a conformarte con la realidad». Y otra cosa que me encanta es recomendar libros, conversar sobre ellos, compartir la experiencia lectora. Acercarte a los demás a través del arte es, sin duda, una de las cosas más hermosas de este mundo. —ECP: Bromas y tonterías aparte, lo primero que quiero hacer es felicitarte por tu colección de relatos, que me acabo de releer a gusto, más que la primera vez que los leí —aunque de esto hablaremos un poco más tarde—. Y después, lo que quiero es anotar lo recio de la estructura de tu libro, casi casi la de una novela del boom, y que consiste en varios bloques temáticos, formales y tonales muy definidos. ¿Quiere esto decir que planteas los libros como dispersión o como concentración? —JALR: Paradójicamente, los bloques temáticos, que podrían dar una idea de dispersión, son los que más me ayudaron a conseguir unidad en los relatos. Yo trabajé con un corpus de unos treinta relatos, de los que al final seleccioné diecinueve para incluir en Rutina del asesino. Y solo tenía claro, en un principio, cuál iba a ser el primer relato (‘Rutina del asesino’) y el último (‘Encuesta de satisfacción’, por motivos obvios). Me obsesioné con cómo ordenar los relatos, cómo hacer la nómina y por qué unos sí y otros no. Hasta que me di cuenta, como bien dices, de que había diferentes núcleos temáticos y formales en ellos, y ahí encontré la clave para estructurar el libro. —ECP: También deseo que hablemos de la literatura en tu libro. ¿Te ha costado trabajo revivir, ucronizar, algunos de los clásicos más conocidos de la Historia de la Literatura en tu libro? ¿Qué hay de parodia, de la de homenaje pero también de la de caricatura en estos cuentos? ¿Y del viejo intertexto? —JALR: Es de las cosas que más disfruto cuando escribo: tomar algo real (un hecho histórico, una obra literaria, un personaje) y darle la vuelta, mirarlo desde una óptica diferente, llámese ucrónica, paródica o intertextual. De hecho, algunos de los relatos en los que se lleva a cabo con más claridad esto, como ‘El efecto Cortázar’ o ‘Gregor Samsa se marcha’, son de los más antiguos, son relatos que pueden tener perfectamente casi veinte años, cuya primera versión fue escrita al calor de esas lecturas adolescentes en que descubres a los autores que te marcarán para siempre. Son relatos que retomé, que revisé a fondo y que ahora tienen un aspecto muy diferente, pero en los que pervive ese gusto y ese ánimo por revivir y homenajear esas lecturas que fueron inolvidables. Pero también en los más recientes, en relatos escritos durante la pandemia, aparece esa literatura dentro de la literatura o sobre la literatura.
—ECP: Tus cuentos se prestan a la participación de los lectores, sobre todo aquellos que más experiencia lectora atesoran. ‘El efecto Cortázar’ quiero leerlo como homenaje al ‘Ómnibus’ de Cortázar. Pero también como un arrebato de orgullo de la baja cultura frente a los anteojos y los guantes aterciopelados de la ópera. ¿Te puedo preguntar, al hilo de todo esto, quién habla en los fragmentos en letra cursiva de este cuento? —JALR: Más que quién habla, diría quién piensa. A través de esos pensamientos, conocemos a un personaje que aprecia la literatura, pero que se sitúa en una posición muy elevada con respecto al resto de lectores. Es un lector prejuicioso, que desprecia al resto de lectores porque sus lecturas no figuran dentro de su —llamémoslo así— canon personal. Para mí, el reto fue intentar meterme en la cabeza de alguien muy diferente a mí. Nunca he podido soportar esa especie de elitismo lector, que lo único que consigue es la espantada de potenciales lectores y que la lectura termine siendo considerada como algo propio de bichos raros. —ECP: Otros de los guiños de posmodernidad que leo en tu libro —en plena clave, repito, de libertad hermenéutica— son estos: las Heroicas de Ovidio en ‘Yo soy la que marca el ritmo’, la angustia sartreana en ‘Rutina del asesino’, Matadero 5 de Kurt Vonnegut en los saltos temporales en ambos sentidos de muchos de tus cuentos, el viejo Gilles de Raïs y el mito de Pandora y Epimeteo en ‘El último encargo de Harry Lightlost’, El coloquio de los perros de Cervantes y ‘Las babas del diablo’ de Cortázar en ‘Welcome to the machine’, El cementerio de animales de Stephen King en ‘Experiencia’. ¿Me comentas algo sobre los que quieras de todos estos? —JALR: Todas esas referencias me halagan, pero no puedo decir que estuvieran presentes de manera consciente cuando escribía esos relatos. En el inconsciente, es muy posible. Al fin y al cabo, un escritor encuentra su voz a través de los sedimentos que otras muchas voces han dejado en él. Y no solo voces literarias. El relato ‘Dos tiros’, por ejemplo, que está ambientado en la Guerra Civil, es fruto de las historias que me contaban mis abuelos, que vivieron la guerra siendo niños. O ‘Konigsberg’, que tiene como origen una imagen que se me apareció varias veces en distintos sueños. Uno nunca sabe dónde va a encontrar el germen de una buena historia, así que hay que estar siempre con el oído bien atento. —ECP: ‘El último encargo de Harry Lightlost’ y muchos otros relatos introducen elementos distópicos que realizan un giro sobre los sabrosos tópicos y clichés sobre los que se han construido los respectivos cuentos. ¿Para cuándo, Juan Antonio, una novela de cifi, de ucronía o de distopía? ¿Qué obras de estos subgéneros te han llamado más la atención como lector? —JALR: Lo de la novela es un sueño que quiero cumplir, pero para ello tengo que armarme de valor y de tiempo. Escribir una buena novela me parece un esfuerzo titánico. Pero no dudes de que lo intentaré. El género, no sabría decirte. Desde luego, en los que señalas están algunos de mis autores favoritos: Orwell, Bradbury, Huxley, LeGuin, Lovecraft... —ECP: Dicho lo dicho, sin embargo, hay un guiño a la metaficción y a la autoficción en ‘Welcome to the machine’. ¿Crees que un escritor puede mantenerse completamente libre en la composición de sus textos? ¿Qué intuyes que te pueda llegar a influir, empujar, condicionar en la redacción de ese siguiente libro, ya sea novela o colección de relatos? —JALR: La escritura es un espacio de libertad. Dentro de ella, el escritor debe sentirse completamente libre de ataduras. Si no, ¿para qué escribir? Por otra parte, suele decirse que el primer libro de un autor es el más libre, ya que no tiene ningún tipo de presión ni recae sobre él ningún tipo de expectativa. Puedo decir que yo lo he sentido así. Si hay un segundo, supongo que el condicionante principal será Rutina del asesino, que es de momento la única referencia para los lectores, porque me han conocido como escritor con él. Pero esto es inevitable, y por ello no me preocupa demasiado. La escritura debe ser un ejercicio de libertad y honestidad, para uno mismo y para los lectores. Y así es como me lo sigo planteando a día de hoy. —ECP: Me gusta mucho “Interlude”, el bloque de relatos hiperbreves que se halla en el centro del libro. Lo he leído varias veces en clase con mi alumnado y les (nos) ha encantado la traslación semántica efectuada con una o dos palabras, un sintagma, una oración. ¿Le ves proyección al microrrelato como género? La novela corta no la tuvo... —JALR: Pues una de las cosas que más me han sorprendido con Rutina del asesino es que yo, al publicar un libro de relatos, iba un poco contracorriente, en el sentido de que el género rey de la narrativa es la novela y todo lo que no sea novela es algo marginal y, en apariencia, poco apetecible. Pero no. Muchos lectores me han agradecido el formato del libro, el poder leer una historia completa en pocos minutos. Esas pequeñas píldoras, así llamaban muchos lectores a mis relatos, y en especial a los microrrelatos. Supongo que es consecuencia del ritmo de vida que llevamos. Pero tal vez eso beneficie al género. No sabría decirte. —ECP: Tu libro es una panoplia de técnicas literarias narrativas, tipos de texto, etc. Cuéntanos algo sobre tus favoritas y sobre aquellas que se te muestren más rebeldes. —JALR: Manejar tantas técnicas y tonos fue una de las cosas más divertidas a la hora de escribir estos relatos. Cada relato era como un comienzo desde cero. Había una voluntad de explorar las posibilidades y límites de cada tipo de narrador, de cada estructura formal, de cada tipología textual... Y ponerlos en juego con distintas historias. Hay diecinueve relatos en Rutina del asesino, y me atrevería a decir que hay diecinueve mundos distintos. Dicho esto, no quiero que se entienda que el libro es una especie de batiburrillo; hay conexiones temáticas, estilísticas y tonales que le dan unidad. —ECP: ¿La literatura será política o no será? ¿Cuántos locutores de ‘Kaiser’ tenemos que aguantar? —JALR: La vida es política, por muy denostado que esté en estos momentos el término. ¿La literatura es política? Entiendo que sí, al ser parte de la vida y al suponer un posicionamiento del escritor dentro de ella. Otra cosa es la literatura al servicio de la política o de unas ideas políticas. Ahí ya estaríamos entrando en el terreno del panfleto, y un panfleto sirve para lo que sirve. Un panfleto no es literatura. La literatura no está para servicio de nadie. —ECP: Un buen escritor es un mejor lector, de eso estoy seguro y pienso que tú también. Y casi con seguridad, un buen aficionado a otras artes. Por series no te pregunto, que se nos van las horas. ¿Qué estás leyendo en la actualidad? ¿Y oyendo? —JALR: Ahora mismo estoy leyendo El corazón helado de Almudena Grandes. Antes de él, y que me hayan gustado en el género novela, Los gatos pardos de Ginés Sánchez y El ferrocarril subterráneo de Colson Whitehead. En cuanto a relato, he estado releyendo a Carver y descubriendo a Jorge de Cascante con Una ciudad entera bañada en sangre humana. El ensayo ¿Soy yo normal? de Luisgé Martín, publicado en Cuadernos Anagrama, también me sorprendió. También leo de vez en cuando sobre Historia, especialmente sobre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial: lo último que he leído en este sentido ha sido El holocausto español de Paul Preston. En verano, con los calores, me gusta leer novela negra; este verano voy a disfrutar las novelas del vallisoletano César Pérez Gellida. Y en cuanto a música, ya suelo tirar de mi discografía personal; me cuesta mucho más abrirme a nuevas experiencias musicales que literarias. Te puedo decir mis últimas adquisiciones: I don’t live here anymore de The War on Drugs, WE de Arcade Fire, Dance fever de Florence & The Machine y Hey what de Low. —ECP: Antes de acabar, háblanos un poco sobre tu labor de promoción de la lectura como profesor, concejal de Cultura de tu pueblo, Alguazas, y escritor. Y como director de un club de lectura, que eso tampoco se me escapa... —JALR: Son experiencias muy gratificantes. Promocionar la lectura (o la cultura en general, en mi etapa de concejal de gobierno) la mayoría de veces parece aquello de predicar en el desierto, pero cuando se consigue algo, por pequeño que sea, se siente como un gran logro. Lo último, el club de jóvenes lectores de Abarán (localidad donde trabajo como docente), al que hemos llamado “En mayúsculas” y con el que ya llevamos un año de andadura. Contamos con unos veinte miembros, y a través de él muchos de ellos han llegado a formar parte de un grupo de teatro joven que este verano estrenó su primera obra. Todo esto supone un gran esfuerzo personal por parte de quienes coordinamos estas actividades, pero cuando ves que los jóvenes disfrutan con la lectura, con el teatro, con la cultura en general, y que se implican porque quieren más, no hay mayor ni mejor recompensa. Y 4. Tras la entrevista, seguimos hablando de cuestiones personales —Juan Antonio, cuando ejercía como concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Alguazas, me casó con mi pareja actual y antes de eso habíamos pasado once años trabajando en el mismo lugar, a los que les siguieron todavía dos más, y no puedo dejar, ya a micro cerrado, de exponerle uno de mis miedos: si quiere seguir escribiendo, no le va a caber más remedio que elegir, o para todo su discurso o para cada obra: tomar un camino entre tantos otros sugeridos en su primera obra. Que no va a poder abarcar tanta diversidad en una segunda, vamos. Este breve libro de cuentos, para quien no lo sepa, es extremadamente variado. En sus ciento cincuenta páginas hay primera, segunda y tercera persona; hay relato histórico, de ciencia-ficción y de autoficción; hay relatos que son entradas de Wikipedia, informes de la Guardia Civil y entrevistas en programas de radio a lo Cuarto milenio. Le expreso esta reserva y él me contesta que es el motivo por el que se animó a agrupar los relatos en bloques, como hemos leído más arriba. También me comenta que puedo añadir toda esta coda y lo que sigue a la entrevista, que conste.
Otro de los temas que quedaron off the record fue que disfruté mucho más con la segunda lectura que con la primera. En la primera lo rudo, lo inventivo, lo anecdótico, llamaba la atención por la imaginación de guionista que se gasta Juan Antonio. Sin embargo, fue en la segunda cuando empecé a apreciar detalles, sutilezas, diálogos abiertos con el lector. Yo le digo que, detrás de ‘Dos tiros’ y el problema de la memoria histórica, observo cómo los personajes del cuento se recuperan y se llaman, quizá simbólicamente, “Gallardo” (valiente) y “Aurelio” (dorado, por Judas), mientras que los nombres de los asesinos caen en el pozo de la desmemoria dado por el sustantivo común con el que son referidos en el texto. Me anota más bien que el segundo se trata de un nombre relativamente frecuente en generaciones anteriores y que responde a una persona de su experiencia familiar, por lo que me digo que me he pasado tal vez de frenada, pero que como la lectura es del lector, no tengo por qué rechazar mis lecturas. Con los cuentos de Juan Antonio se puede dialogar tan bien como con su autor. Llevamos un par de horas y estamos ya habituados al nefasto café-bar, tinnitus mediante, cuando decidimos dejar la conversación por respectivas obligaciones. Quedamos emplazados sin fecha para una cerveza, pero es que no importa cuánto tiempo pase hasta que vuelva a charlar con Juan Antonio: es de esas personas que, pasados muchos días o meses, te hace sentir exactamente (igual de bien) como si lo hubieses visto ayer, que es de las mejores cosas que creo puedes decir de alguien. Voy a afirmar lo mismo de ese segundo nonato libro. Ojalá cuando venga, en algunos meses o años, se nos haga tan familiar y perennemente natural como su escritor.
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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