Entrevista realizada por BASILIO PUJANTE La primera presentación del libro de relatos Todo en orden, recién publicado por la editorial albaceteña Chamán, se hizo en Murcia, ciudad donde reside Luis Sánchez Martín, que es autor, editor y muy comprometido con causas como la de salvar su vida con la literatura o ayudar a sus lectores a removerse entre la suciedad y la carcajada con el fin de mejorar y despejar telas de araña cotidianas. El coloquio de los perros pidió a Basilio Pujante que fuera generoso con nosotros y, aprovechando la coyuntura en la librería Traperos, aparte de presentarlo, le hiciese una entrevista para la revista. He aquí el jugoso resultado. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Luis Sánchez Martín, ¿poeta o narrador? ¿Cómo conviven en ti ambos géneros? —LUIS SÁNCHEZ MARTÍN: Pues siempre me he considerado, y lo dije en un par de entrevistas en prensa y radio, ante todo un relatista. Fue durante años el género en el que me encontraba más cómodo. Pero de un tiempo a esta parte, y quizá porque las temáticas salen directamente de mi vida (una separación, el fallecimiento de un hermano...) me resulta más natural la poesía, creo que me brinda el tono y la estructura que piden estas nuevas inquietudes. —ECP: ¿Qué te ha enseñado tu labor como editor a la hora de escribir este libro? —LSM: Nada (risas). Los relatos se escribieron antes de que existiera Boria Ediciones. Eso sí, me animé a enviarlo a las editoriales una vez sabía ya lo que era ser editor, y espero que me sirva para dar un buen apoyo a mis editores en la promoción y visualización de la obra. —ECP: ¿Qué diferencias encuentras entre escribir una novela, como Bebop Café, y el relato corto? ¿Qué coincidencias hay? —LSM: Coincidencias, muchas. De hecho Bebop Café empezó siendo un relato. Bastante largo, pero relato. Sin embargo, cuando creé el personaje de Facu Tucker, que no estaba en el plan original, vi las posibilidades que me daba de ampliar la historia y convertirla en novela. Las diferencias están en un plano bastante pragmático, al menos para mí, que no vivo de esto y me dedico a la literatura, tanto a escribir como a editar, en mi tiempo libre. Creo que logré terminar Bebop Café por lo mencionado, era un relato y sólo tuve que estirarlo un poco con un par de subtramas para convertirlo en novela. Pero tengo otra novela en un cajón desde 2016 y no veo manera de darle el repaso final que toda obra necesita (en principio está acabada, pero aún muy verde para ser publicada). Prefiero (o me da una satisfacción más inmediata) escribir poemas o relatos porque siento que termino algo en el poco tiempo que mi trabajo me deja. Quién sabe, si el mundo artístico no fuera tan precario y de algún modo pudiera sobrevivir sin el trabajo que ahora mismo paga mis facturas, tal vez sería novelista, porque tengo ideas para varias, pero no el tiempo necesario para ponerme con ellas. —ECP: En tu libro la temática laboral es importante, central en relatos como ‘De nueve a dos (y de cuatro a siete y media)’, casi siempre desde un punto de vista crítico. ¿Consideras que es un tema que debe aparecer más en la literatura? —LSM: Sin duda. De hecho, no soporto esas novelas en las que un personaje cualquiera (no policía ni detective) comienza a ir de aquí para allá tratando de arreglar su vida o investigando un crimen o un oscuro secreto familiar. Y lo hace todos los días, a todas horas y en todas las páginas. Pero bueno... ¡Y de qué vive! La gente tiene que ir a trabajar, tiene que poner lavadoras, hacer la compra, apenas tiene tiempo para nada, y todo eso intento reflejarlo en mis relatos, y me gustaría que este compromiso con la realidad fuera más respetado por otros autores, en detrimento de un glamour que no ayuda a nada. Porque yo quiero ayudar, considero mi obra en cierto modo activista. —ECP: La familia y sus miserias también aparecen con frecuencia. ¿Todas las familias felices se parecen y las desgraciadas lo son cada una a su manera, como dijo Tolstoi? —LSM: Sí, la gente buena es buena y punto. No hay dos maneras de ser buena persona, lo eres o no. Pero cada malnacido lo es de un modo, y aunque el mundo sería mejor si se muriesen todos de golpe al mismo tiempo (soy rencoroso y vengativo, nunca lo he negado ni me las doy de buenazo que perdona y olvida), hay que admitir que, al menos para mí, son un filón a la hora de sentarme a escribir, porque, por desgracia, me he cruzado con muchos, y algunos llevaban mis apellidos y he convivido con ellos. Mi familia son mis demonios, y sin demonios no hay realismo sucio, que es mi género. —ECP: Las parejas también suelen ser entornos tóxicos. ¿Te interesan más este tipo de relaciones que el amor romántico? —LSM: Me interesan las dos porque lo que llamamos ‘amor romántico’ en realidad es algo bastante tóxico. Ahora, si la pregunta fuera: ¿te interesan más las parejas tóxicas que las felices? Sí, sin duda, dan mucho más juego y me permiten, como ya he dicho antes, dar rienda suelta a mi ‘activismo literario’: en el mundo de las parejas tóxicas hay mucho que denunciar, y creo que esto se deja ver bastante en el relato ‘Siempre a tu lado’, donde la violencia física (que también la hay) queda en un segundo plano frente a la psicológica. —ECP: Hay vivencias de los personajes que coinciden con tu vida. ¿Intentas que tus relatos sean muy autobiográficos o te autocensuras? —LSM: No me autocensuro. Es más, mi obra poética es 100% autobiográfica, no soy capaz de meter ficción en ningún poema. En narrativa invento más, pero lo hago por el lector, para que no se aburra. Mi vida no ha sido tan apasionante como muchos piensan, aunque es cierto que los protagonistas suelen estar inspirados en mí, en un yo determinado de un momento de mi pasado, y que muchas situaciones de violencia o precariedad laboral las he vivido tal y como se cuentan. —ECP: La mayoría de tus relatos son muy realistas, a veces crudos. ¿Buscas incomodar al lector con esas descripciones que en ocasiones se acercan al gore? —LSM: Si incomodando al lector consigo que vea, que crea que esas cosas ocurren en la vida real, bienvenida sea la incomodidad. Y si por mucho que se las cuente sigue en su burbuja pensando que exagero y el mundo es un lugar feliz donde siempre triunfa el bien, también me gusta incomodarlo, por gilipollas. —ECP: Frente al realismo preponderante, existen algunos relatos, como ‘El graznido’ o ‘Doscientas cincuenta pesetas’, en los que aparece lo fantástico. ¿Qué te permite este recurso?
—LSM: Sí, también ocurre en ‘Páginas en blanco’ y en ‘El del gato’, aunque este último es más bien un divertimento bastante desvergonzado, una burrada que me apetecía soltar sólo para reírme. Pero es muy difícil responder a esta pregunta sin hacer spoiler. Digamos, simplemente, que necesitaba ese punto de realismo mágico para poder enfrentar a los protagonistas con sus traumas y sus miedos. —ECP: ¿Qué podemos esperar del Luis Sánchez Martín narrador en un futuro? —LSM: En un futuro inmediato poco, porque hay tres poemarios en camino. Pero, como he comentado antes, tengo una novela muchos años en un cajón a la que, poco a poco, en los ratos que me deje(n) mi(s) trabajo(s), intentaré dar una forma definitiva. Y, al margen de varios relatos independientes con los que podría crear un libro bastante heterogéneo (cosa que no me gusta, prefiero que haya una relación entre historias, temáticas comunes, que un libro de relatos pueda considerarse un cuerpo completo), también tengo un conjunto de relatos que nacen de descartes de la mencionada novela, y ese sí sería un libro bastante interesante, porque sería como una novela a saltos o, visto desde el ángulo contrario, un libro de relatos que dejaría sensación de novela al terminar su lectura.
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Entrevista realizada por BASILIO PUJANTE Ary Malaver es un profesor peruano afincado desde hace quince años en Estados Unidos. Allí da clases de lengua y literatura en la Universidad de North Georgia. Como investigador se ha ocupado, principalmente, de la minificción, tema sobre el que versa su ensayo La brevedad como poética (2019). Además, se acaba de estrenar como autor de ficción con el libro de microrrelatos, caligramas y haikus Incidentes (2019), recientemente publicado por la editorial Valparaíso. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Como todo autor, supongo que llegaste a la escritura desde la lectura. ¿Cómo fueron tus orígenes como escritor? —ARY MALAVER: Me decanté por la escritura breve desde mis primeros cuadernos de adolescente. Luego, ya de adulto, comenzaron a fluir relatos cortos de todo tipo en los que lo conciso comienza a dar paso al bosquejo, es decir, a relatos en los que lo no dicho es componente esencial. Estos relatos mínimos son mayoría, pero aún escribo algunos más verbosos de una, dos, tres páginas. Incidentes es un volumen en el que se pueden observar todas estas aproximaciones a lo breve a las que me he referido. —ECP: Al igual que otros escritores de minificción (David Lagmanovich, David Roas o Juan Armando Epple), compaginas la producción ficcional con la investigación. ¿Por qué crees que es tan habitual en este género? —AM: Quizá tenga que ver con un proceso en el que confluyen la fascinación por lo breve con una manera particular de entender la realidad. Esta fascinación devendría en escritura creativa en aquellos investigadores que entienden que la teoría es otra forma de ficción (en cuanto mera interpretación de la realidad). En investigadores con tal visión, el salto hacia la microficción resultaría una transición sin mayores tensiones. O quizá para algunos todo se explica desde la irresistibilidad: lo breve resulta tentador en cuanto a sus exigencias particulares en el espacio-tiempo. Haciendo eco de la idea anterior, creo que esta irresistibilidad o fascinación por lo breve se explica también al considerar dos puntos. Al investigador de brevedades le resulta bastante común contemplar, y aquí uso una expresión de Alexandra Anderson-Spivy, “la magnitud en algo pequeño”. Y luego está el placer de completar una obra en poco tiempo. Como dice Roland Barthes: «Como le gusta encontrar, escribir, comienzos, tiende a multiplicar este placer: es por ello que escribe fragmentos: mientras más fragmentos escribe, más comienzos y por ende más placeres». La ficción más breve sería una puerta idónea hacia este placer continuo de la escritura, y, en la convivencia con su objeto de estudio, el investigador de brevedades pronto aprendería a explorar este placer. —ECP: ¿Cómo llegaste a este género tan minoritario? —AM: Fue en el año 2011 o el 2012, mientras hacía el programa de doctorado. Ya no recuerdo qué texto o autor llegó a mí. Pero fue entonces cuando empecé a leer todo sobre microficción, teoría y creación. —ECP: Dentro de este género, ¿quiénes son tus referentes? —AM: Más que nombres, la ficción breve que resuena más con mi manera de ver el mundo es aquella llena de todo tipo de vacíos y que busca (exige) ser completada en la lectura. Hay que señalar que este género se distingue por rasgos como el final sorprendente, el juego intertextual o el registro lúdico-irónico. La gran mayoría de relatos que propongo hoy se alejan de estos matices. —ECP: ¿Cuál fue el punto de partida para escribir Incidentes? —AM: La observación cotidiana y la mirada introspectiva. La vida, la mente, el ser, todo está lleno de incidentes: sucesos que nos ocurren y que tienen la capacidad de cambiar el orden de cosas en nuestro universo. —ECP: La mayoría de los textos del libro se alejan del esquema habitual del microrrelato (final sorprendente, intertextualidad). ¿Crees que este es un camino que debe transitar el género? —AM: Como en toda representación de la realidad, hay espacio para todo(s). Sin duda, a mayor diversidad de (re)visiones del mundo, más cercanos estamos a una riqueza de expresión que beneficia a todos. —ECP: Otro aspecto que diferencia tu libro de otros pertenecientes a la minificción es su importante componente filosófico. ¿Crees que es uno de los caminos que debe transitar el microrrelato en el futuro? —AM: Espero que esa sea una manera de abordar cosas no solo desde el género sino desde cualquier representación de la realidad. Ante la prisa y repetitividad de los días, hace bien hacer pausa para reflexionar y ver si es necesario cuestionar, resistir y proponer alternativas a lo usual y habitual. —ECP: Incluyes en Incidentes varios textos cercanos al haiku. ¿Qué te interesa de este género japonés? —AM: Sí, géneros como el haiga (texto en el que se yuxtapone un haiku y una imagen) y el senryū (primo del haiku más enfocado en la naturaleza humana que en la naturaleza exterior) tienen un poder evocativo que resulta superlativo por la escasa fisicalidad de estos textos. En estos textos mínimos, en ocasiones hay que completar sentidos; en otras la interpretación parece unívoca. Sea cual fuere el caso, todos ellos coinciden por su efecto epifánico en la lectora o lector. Estos rasgos estéticos están muy presentes en Incidentes. —ECP: También aparecen caligramas. ¿Crees que se puede integrar este juego tipográfico en la minificción?
—AM: Claro que sí. Al crear una imagen visual, el caligrama amplifica sentidos en un texto. Una configuración tipográfica cuidada permite que las palabras mismas desde su fisicalidad puedan enfatizar o sugerir todo tipo de asociaciones. Entonces la palabra es capaz de contar no solo por su contenido (su aspecto semántico) sino también desde su forma (las manipulaciones tipográficas sobre la letra). Debo agregar que, además del caligrama o la poesía concreta como referentes para los textos que calificas de caligramas, yo mencionaría también a la cábala hebrea. —ECP: Como peruano que vive y enseña en Estados Unidos, ¿en qué situación está la literatura escrita en nuestra lengua en este país? —AM: Hace poco leí una estadística en la que se reportaba setenta títulos traducidos del castellano al inglés en los Estados Unidos durante el año 2015. Un número modesto para un país donde se estima viven 42 millones de castellanoparlantes. Y, claro, lo que llega a traducirse suelen ser abrumadoramente selecciones desde el canon. Más allá del canon peninsular y latinoamericano, hay voces de particular interés para la región como lo son las literaturas del Caribe, México y Centroamérica. Obras que tienen como ejes temáticos la biculturalidad, los movimientos diaspóricos (desde estas regiones a los Estados Unidos y viceversa), la inmigración, o el sueño americano, todos elementos fundamentales en la fábrica de la realidad vital estadounidense. En cuanto a la ficción más breve en castellano, me parece que la obra de Ana María Shua es la única que se puede encontrar traducida al inglés. Sin duda, el etnocentrismo estadounidense sigue siendo una barrera a una mayor presencia de literatura de distintas latitudes. Entrevista realizada por BASILIO PUJANTE «Es conveniente la confrontación del personaje con sus demonios interiores» Con cada nueva novela Ginés Sánchez (Murcia, 1967) se afianza un poco más en la elite de la narrativa española contemporánea, estatus que ha conseguido con unas obras que apuestan por la ficción. Su último libro, Mujeres en la oscuridad (Tusquets, 2018), otorga el protagonismo a tres personajes femeninos que se ven envueltos en una trama con múltiples ramificaciones y en la que confluyen numerosos intereses. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Mujeres en la oscuridad posee una estructura compleja (tres tramas paralelas que desembocan en una cuarta) y extensa (casi seiscientas páginas). ¿Cuál fue el germen del libro? ¿Qué te planteó mayor dificultad a la hora de escribirlo? —GINÉS SÁNCHEZ: Establezcamos que uno es persona, o casi. Una persona-escritora. Bien. Es una persona-escritora no-sicario o no-asesino en serie o no-mujer. Entonces hay velos entre esa persona escritora no-mujer y una mujer. Velos o, como decía Kundera, fronteras, posibilidades que no se llegaron a explorar. Y ese es el juego, en esta ocasión. Descorrer ese velo tenue que corre entre los géneros y escribir una novela desde el punto de vista femenino exclusivamente. Desde ese punto de vista y tomando las posiciones a las que el relato nos lleve. Asumiéndolas. Eso en cuanto al germen. En cuanto a las dificultades estas fueron más que nada de carácter formal y por autoimposición. Por ejemplo, se fue muy estricto con el hecho de que las cuatro voces —tramas— tuvieran el mismo peso en el conjunto de la historia. Por supuesto, eso provocó que hubiera que hacer, en determinados momentos, no pocos equilibrios. —ECP: La sección final del libro, desde el punto de vista cronológico, relata la huida de las tres protagonistas con un ritmo casi cinematográfico. ¿Reconoces la influencia de alguna road trip en esta parte de la novela? —GS: Las road movies y las road trips son apasionantes. Uno de mis géneros favoritos. Esa sensación de que el paisaje mismo va contando la historia… La influencia principal, en ese sentido, que yo le reconozco a la novela es de Gente nocturna de Barry Gifford. Por supuesto es distinta en cuanto a tema y muchos no la considerarán una road-lo-que-sea. Pero yo sé de qué hablo… —ECP: Miranda es prostituta. Retratas a una mujer fuerte que parece mantener siempre el control en un mundo sórdido. ¿Crees que hay demasiados tópicos relacionados con la prostitución tanto en la sociedad como en la literatura? —GS: La prostituta es un tópico en sí mismo. Lo es porque es una figura que conoce secretos, que trabaja en un lugar difuso, oculto. Todo ello hace que apasione en el imaginario colectivo. Al mismo tiempo que repele y al mismo tiempo que está estigmatizado (ahí están los insultos). También creo que es una figura que es muy desconocida y que está, en literatura (habría que repasar, por ejemplo, a García Márquez), excesivamente idealizada. Creo, además, que el punto de vista que se suele tener de ellas en la literatura es eminentemente machista. Porque poco de romántico debe haber. En cualquier caso, lo más chocante con ellas es la hipocresía que mantiene la sociedad. Fíjate que yo me he encontrado con mujeres, muy feministas, que son favorables al aborto pero que opinan que la prostitución debería ser abolida. Es decir, sostienen que una mujer puede decidir sobre su cuerpo para abortar pero no para lo otro. Aparte de la indefensión absoluta en que se encuentran aquellas que quieran ejercer esa profesión porque sí. Porque les apetece a ellas o porque prefieren estar de eso que de camareras. Me da la impresión, también, que el problema de fondo es que hay muchas mujeres que las ven como enemigas en la “guerra” contra los hombres. —ECP: Julia es una profesional de éxito, pero cuya vida personal está llena de lagunas emocionales. ¿Consideras que la ambición sigue viéndose como un rasgo negativo en las mujeres? —GS: Julia ha tenido que trabajar mucho. También ha tenido que soportar cosas que no han tenido que soportar sus compañeros varones. Entonces es ambiciosa, sí. Y ha alcanzado una posición por la que va a luchar hasta el final. Al respecto de esa connotación negativa, pues tal vez siga existiendo. Pero yo creo que es cada vez más escasa y que va quedando reducida a determinadas facciones del machismo. A aquella que en las altas esferas se siente amenazada por la irrupción de las mujeres. En cualquier caso lo bueno, entiendo, es que el concepto de ambición femenina, o de éxito femenino, ya no está mal visto entre las propias mujeres. Tal vez ese sea el primer adelanto. —ECP: El trío protagonista lo cierra Tiff, una chica muy joven que, como todas las de su generación, viven una vida en la que las redes sociales son muy importantes. ¿Cómo crees que afectan estas nuevas formas de relacionarse a la juventud? —GS: Tiff, más que de redes sociales, es una persona conectada a un aparato. Lo hace hasta el punto de que el aparato es un apéndice de su vida, del que depende para estar en contacto con los amigos pero también para obtener sexo, aunque también para tomar decisiones al respecto de su vida. Con Tiff, más que el concepto red social, se examina el concepto “chupete para adultos” que fue la televisión hace años. Solo que con evidentes diferencias. Porque la televisión no podía venir con nosotros en el metro. Ni tampoco podía interactuar. Y no seré yo quien diga que eso es mejor ni peor. Es distinto. En cuanto a en qué pueda estar afectando a la juventud, pues yo diría que, de momento, hay una pérdida de rituales. El ritual del juego, por ejemplo. El ritual de mirarse a la cara. De tener que buscar una forma de entretenerse que no sea meramente pasiva, que implique imaginación y levantar la cabeza. La pregunta, al final, es al respecto del ocio. Y de su gratuidad. Tal vez ese sea el cambio primordial. —ECP: Estas tres mujeres, fuertes aunque vulnerables, se ven mezcladas en una trama urdida por varios hombres. ¿Incluimos Mujeres en la oscuridad en este nuevo contexto de resignificación del lugar de la mujer en la sociedad? —GS: La realidad es que los hombres, en la novela, y salvo alguna excepción, mantienen conductas que son típicas de determinado tipo de comportamiento social muy extendido hasta la fecha y por el que, gracias a dios, empieza a haber gente en la cárcel. Y es ese comportamiento de “el mundo es nuestro y por tanto podemos hacer lo que nos dé la gana porque vosotros no sois más que objetos o, si acaso, esclavos”. En ese sentido, en la novela ese comportamiento se les arroga a los hombres. Y es frente el rol asumido que se rebelan las mujeres protagonistas. Y lo hacen a modo de canto general. Lo dicen ellas mismas: «Otra vez somos mujeres ante una reja. Y no deberíamos». —ECP: Las tres protagonistas acarrean diferentes traumas familiares: Julia con lo ocurrido entre sus hermanos; Miranda por la necesidad de apoyar económicamente a su familia; Tiff por el ambiente opresivo de su casa. ¿Cómo influyen estos hechos en su caracterización? —GS: Bueno, no se trata de personajes construidos a partir de un trauma. Pero entendí, y entiendo siempre, que es conveniente la confrontación del personaje con sus demonios interiores. Un personaje sin demonio es menos personaje. Porque esos demonios, o traumas, le otorgan complejidad, contradicción. Imperfección, al fin. Y todo ello con el añadido de que, si uno lo piensa bien, las formas de reaccionar de todas ellas al respecto de esos problemas, sus modos de afrontarlos, son más que discutibles. No son, desde luego, las que uno le aconsejaría a un amigo. Y, en cualquier caso, ¿Quién no arrastra piedras de su pasado? —ECP: La trama de intereses en la que las protagonistas se ven inmersas está relacionada con un personaje histórico que nunca citas directamente. ¿La teoría sobre su muerte que aparece en el libro es tan sólo ficción o responde a algún tipo de sospecha? —GS: Yo creo que esa es una cuestión que debería plantearse más desde el símbolo que desde el hecho concreto. Piensa, entonces, si fuera así como en la novela se cuenta, ¿tú crees que no habría tipos traficando con eso mismo? Es más bien a eso último a lo que yo quiero referirme. En cuanto símbolo. De ese determinado estado de las cosas del que hablaba antes. Y sí, es ficción. —ECP: Y hablando de Historia, ¿cómo interpretas la polémica sobre la Memoria Histórica en España? —GS: Pues como que hay dos Españas. Siempre las hubo. Y la sensación es que hay una España, la que “ganó”, que siente tanta culpa y tanta vergüenza que no puede permitirse siquiera que las heridas se curen. Esto es muy español. Y por supuesto la otra España, la que “perdió”, se siente afrentada. Y es normal. —ECP: En general, tu narrativa carece de elementos autobiográficos evidentes y se sitúa, al menos en apariencia, lejos de la autoficción. ¿Qué opinas sobre esta tendencia tan denostada últimamente desde algunos sectores de la literatura? —GS: Entiendo que dices que la autoficción está denostada, lo que me llena de desconcierto. Yo pensaba que era al revés. De hecho me he encontrado en entrevistas recientes teniendo que justificar la ficción. Pero, entrando al tema, me parece un recurso muy interesante y muy válido. La cuestión, tal vez, sea que hay diversos tipos de “narradores”. Rulfo decía que él no era bueno para contar algo que estuviera viendo. Que él, para narrar, tenía que fantasear con lo que veía, porque lo que veía no lo llenaba lo suficiente. En cualquier caso yo creo que la cuestión no es ficción o autoficción, sino hacer el trabajo de uno de una forma honesta y delicada. Y lanzo una pregunta al respecto y enlazo con una cuestión anterior. ¿Qué son las redes sociales sino un mastodóntico ejercicio de autoficción? Entrevista realizada por BASILIO PUJANTE «La literatura de calidad surge de un lugar andrógino» Tras la buena acogida de su última novela, Cada noche, cada noche (Siruela, 2016), Lola López Mondéjar vuelve con el volumen de cuentos Qué mundo tan maravilloso (Páginas de espuma, 2018). Charlamos con ella sobre esta última criatura y sobre la presencia de la mujer en la literatura, tema importante tanto en la obra como en las declaraciones públicas de la narradora murciana. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El volumen de cuentos Qué mundo tan maravilloso consta de dos partes muy diferentes. ¿Fue deliberada esta decisión o surgió espontáneamente? —LOLA LÓPEZ MONDÉJAR: Fue una decisión deliberada. Quise que la primera parte, en la que sus protagonistas, burgueses acomodados, disfrutan de los recursos del mundo como si fuesen infinitos, tuviese continuidad en la segunda, donde exploro algunas de las futuras, y hoy ya presentes también, consecuencias de esta depredación que ha sufrido la naturaleza de nuestra parte; consecuencias que sufrirán nuestros hijos y nietos. —ECP: En la primera parte, “Estos mundos”, todos los cuentos siguen el mismo esquema: la protagonista hace un viaje a un sitio turístico. ¿Qué nos aporta viajar? ¿Qué opinas de la turismofobia? —LLM: El viaje ha sido siempre una forma de distanciamiento, de alejarnos de los roles que jugamos día a día y encontrarnos con otra parte de nosotros mismos más oculta. Es un tiempo de reflexión, de “viaje interior”, que necesitamos o, al menos, que yo he necesitado desde muy joven. He viajado mucho, recuerdo cuando a La India o a África iban muy pocos españoles y el viaje era todavía algo excepcional para muchos. Pero siempre he sabido que era solo una turista más, que tenía billete de vuelta, que no era un viajero del XIX que podía dedicar uno o dos años de su vida a recorrer un continente. He deseado mucho ser ese viajero, pero no he conseguido serlo. [...] No sé nada de la turismofobia, solo desde el punto de vista de la escasez de recursos y la contaminación, es decir, por razones ecológicas, puedo rechazar el gusto por lo diferente que el viaje implica. Viajar para mí es documentarte sobre el destino, leer su literatura, saber algo de su historia e intentar comprender a los otros. Es un encuentro con la alteridad. Si bien cada vez hay menos alteridad, porque el mundo globalizado nos asimila y nos homogeniza a todos, y convierte los lugares más exóticos en casi idénticos en sus prestaciones. El viaje del turista que visita determinados lugares por imitación o por glamour no lo conozco. No conozco a esos turistas y no puedo escribir sobre ellos. —ECP: El relato ‘Si empezásemos a pensar con el corazón’ está protagonizado por tres mujeres de épocas muy diferentes que comparten espacio. ¿Cómo crees que ha evolucionado el papel de la mujer en la sociedad? —LLM: Las mujeres hemos hecho la revolución feminista, que hoy ha triunfado al menos en uno de sus aspectos más importantes: la conquista de los ideales. Hoy es vergonzoso ser machista, excepto para algún grupo de recalcitrantes, y esto es un avance imprescindible para seguir caminando en la senda de la igualdad. Las mujeres ocupamos ya la plaza pública desde hace décadas, si bien en condiciones aún no igualitarias, por lo que ha empezado a cambiar nuestra vida y nuestra forma de ser y de representarnos en las artes. Sin embargo, en ese relato quería también mostrar las afinidades entre la hembra humana de cualquier época. La reproducción y la creación como formas distintas del hecho de ser mujer. Enlazar temporalmente varias experiencias femeninas, la creación y la decepción, la muerte, la soledad y el parto. —ECP: Has afirmado que la literatura es un campo “machista”. ¿Qué crees que debe cambiar con más urgencia para conseguir la igualdad en este ámbito? —LLM: La literatura no es machista sino las academias y las instituciones literarias que se apropian del discurso literario. El canon es occidental, blanco y masculino, como ya se ha señalado hasta la saciedad. Ni la Academia de la Lengua Española ni la Sueca, por poner dos ejemplos, han tomado en serio la producción estética de las mujeres. En este sentido son machistas. Mientras que para mí la literatura de calidad surge de un lugar andrógino, híbrido, por fuera de los determinantes de género. Creo que aunque ya estemos cambiando algunas cosas, en la lucha de las escritoras por que su obra no sea considerada “escritura de mujeres”, se aceptan con más facilidad aquellas reivindicaciones que no molestan al sistema patriarcal presente en el poder literario. Por ejemplo: el día de las escritoras ha sido una feliz ocurrencia adoptada por bibliotecas y ayuntamientos. En realidad ese día funciona como una recompensa por el castigo y la exclusión que sufren las escritoras el resto del año al excluirlas de los congresos, premios, jurados, suplementos, e invisibilizarlas en libros de texto y otras muchas manifestaciones culturales, pero hacer realidad el artículo 26 de la Ley de Igualdad que exige la paridad en los actos culturales es una tarea aún pendiente, pues supondría compartir el protagonismo en esos actos todos los días. Hay mucho que cambiar en la mentalidad de los hombres que detentan el poder en el ámbito literario. En este sentido, creo que en la lucha por construir un nuevo canon también sería interesante particularizar la literatura escrita por hombres como se ha hecho con la nuestra. Ver sus constantes, sus temas, sus obsesiones, identificarlos y hacerlos notar. Por ejemplo, se dice siempre que los once relatos de mi libro están protagonizados por mujeres, lo que parece excluir a los hombres de mi propuesta estética, como si no fuese interesante para ellos; sin embargo, no se señala que la mayoría de cuentistas varones escriben sobre hombres casi exclusivamente, porque eso parece que no nos excluye a nosotras, que las preocupaciones masculinas son universales. Los personajes femeninos tienen mucho que aportar a los varones, entre otras cosas, la más evidente, porque sus madres e hijas son mujeres —y sus parejas muy frecuentemente—, y espero y deseo que les apetezca saber qué sienten y piensan esas mujeres a las que dicen amar. Si no les interesa saberlo, mal nos va, a ellos y a nosotras. Por otra parte, porque lo que tiene que ver con lo humano, como insisto en mi libro, es muy semejante en un género y otro: las generaciones, la vida, la muerte, el amor, la amistad, las relaciones paterno-filiales, el sinsentido del mundo, que a todos nos competen. —ECP: Se invalida entonces la que iba a ser mi siguiente pregunta, que qué te ofrecen los personajes femeninos frente a los masculinos. —LLM: Creo que deberíamos preguntarle a casi todos los cuentistas y novelistas de la literatura universal, salvo alguna excepción, ¿qué le aportan los personajes masculinos frente a los femeninos? El problema estriba en que esta pregunta se nos formula a las escritoras y no a los escritores, que también suelen escribir casi exclusivamente sobre protagonistas de su mismo sexo. Por otra parte, está bien que los hombres hablen de hombres y nosotras de mujeres. Muchos estereotipos femeninos se los debemos a que los hombres se han inventado las mujeres y las han elevado a modelos de feminidad, cuando en realidad no las conocían, sino que proyectaban en ellas sus necesidades y deseos, o sus temores, idealizándolas o demonizándolas. —ECP: También comparten los cuentos de esta sección el hecho de venir encabezados por citas de otros textos. ¿Se trata de simples homenajes o han tenido influencia en la creación de los relatos? —LLM: Esos textos son la síntesis de mis preocupaciones y también el motor de algunos de los ejes del libro. El de Hofmannsthal, por ejemplo, es la clave de mi propuesta. Pensar la humanidad y la naturaleza como un todo indisociable, una materia común, y dudar de que el arte pueda reflejar la complejidad y la belleza del mundo. El texto de Bauman que abre la segunda parte es central. Nos habla de los efectos de esta sociedad de consumo de bienes que nos trae de la mano el precariado, la fragilidad e inestabilidad laboral que sufrirán nuestros hijos, lo que da pie para los relatos de la segunda parte. Soy lectora de ensayo y me nutro de algunos de los conceptos que considero más fructíferos para explicar la realidad en la que vivo. —ECP: En la segunda sección, “Mundos futuros”, abordas temas polémicos (la obesidad, la eutanasia, el uso de robots sexuales) desde un punto de vista un tanto distópico. ¿Eres optimista sobre el futuro de nuestra sociedad? —LLM: En absoluto, creo que hemos llegado tarde a una posible solución del cambio climático, que no hemos hecho ni hacemos nada por evitarlo, y que las consecuencias traerán mucho sufrimiento a las generaciones futuras. —ECP: Uno de los temas de esta sección, en concreto el del relato ‘Apoptosis’, es el suicidio. ¿Crees que estamos ante lo que algunos han llamado “una epidemia silenciosa”? —LLM: Por supuesto. Ya traté la eutanasia en Cada noche, cada noche, y el suicidio en ese pequeño relato. Ahí es un suicidio social, pero en el fondo creo que esa epidemia silenciosa habla del fracaso de la sociedad para hacer vivible la vida, habitable el planeta, acoger a quienes más dificultades tienen y no dejarlos al margen. Me preocupa mucho el suicidio como síntoma de un fracaso colectivo y no solo individual. —ECP: A lo largo de tu carrera literaria has cultivado tanto el cuento como la novela. ¿Qué es lo que prefieres de cada uno de estos dos géneros?
—LLM: No prefiero ninguno de los géneros, se dan como resultado del mismo proceso creativo. Surgen los cuentos como conejitos, que diría Cortázar, y las novelas como necesidad de introducirme en un mundo mucho más tiempo. No siento preferencia por un género u otro, sino que depende del tema, de las necesidades formales de lo que deseo contar, que exigen su propia estructura. —ECP: Tu anterior libro, Cada noche, cada noche, ofrecía una visión distinta a la que mucha gente tiene de Lolita de Nabokov. ¿Estás contenta con la recepción que tuvo tu novela? —LLM: Mi novela se anticipó un poco al movimiento #Metoo y sus derivados al denunciar la banalización que la cultura patriarcal impuso sobre el abuso y la violación, e insistir en la necesaria relectura de muchos textos literarios, como ya hiciera Angela Carter respecto a los cuentos clásicos, que nunca fueron interpretados en el sentido que hoy podemos apreciar, precisamente porque corrían paralelos al pensamiento hegemónico que erotiza a las niñas y desculpabiliza al agresor. Una necesaria relectura que no excluye el valor del texto, sino que lo sitúa en un espacio y un tiempo determinados. Puede leerse al respecto mi artículo ‘Los claroscuros y la obra de los monstruos’. La recepción de Lolita como “una maravillosa historia de amor”, así sigue siendo calificada en la contraportada del libro en español aún hoy, es un ejemplo más de esta ceguera hacia el abuso sexual de las niñas que mantuvo el pensamiento hegemónico hasta hace bien poco; un ejemplo más de esos “derechos del deseo” de los hombres para inventarse la reciprocidad del deseo de las mujeres a las que someten y violan. Se trata de una forma vil de disculpa: ella lo estaba deseando también, llevaba minifalda... Creo que nos suenan demasiado estas cosas. Se trata de desresponsabilizar al agente y hacer recaer la culpa en la víctima, lo que ha sido una constante histórica en lo que a las mujeres se refiere. Expuse estos argumentos más ampliamente en un artículo en El País. Creo que muchos lectores han sabido apreciar mi contribución a identificar y denunciar esta ceguera, y eso me satisface. De hecho, me llegan testimonios de quienes reconocen mi aportación, si bien en el terreno de la literatura todo es modesto y poco trascendente. Somos una minoría los que leemos libros, y no podemos esperar grandes transformaciones sociales con nuestro insignificante granito de arena, por interesantes que sean nuestras propuestas. Entrevista realizada por Basilio Pujante y Juan de Dios García Lolita revisited Con Cada noche, cada noche la narradora Lola López Mondéjar ha apostado fuerte en sus tesis sobre el mito de Lolita, el personaje “real” y su autor real, el personaje del imaginario colectivo y su evolución a lo largo de décadas, el original escrito por Nabokov y sus interpretaciones cinematográficas, un trabajo novelesco/argumentativo lleno de interrogaciones. Y en eso estamos: dispuestos a ladrar con la autora sobre causas y consecuencias, cumbres y abismos de este mito contemporáneo. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hay investigación detectivesca en tu última novela, hay poso dramático, cruces de sospechas entre personajes, tesis, venganzas y un asesinato. ¿Podríamos considerar Cada noche, cada noche una novela negra de atmósfera intelectual? —LOLA LÓPEZ MONDÉJAR: Mi intención era que así fuese, que la investigación que lleva a cabo Dolores Schiller sobre su madre se dosificase como en una novela negra, que el lector se sumergiese en una propuesta intelectual progresiva y amena, dosificada, que lo llevase hasta descubrir quién es realmente el asesino. —ECP: Sabemos que eres admiradora reconocida de Nabokov desde tu juventud. ¿Te has encontrado algún “nabokovista” fundamentalista que haya malinterpretado tu novela y la haya menospreciado? —LLM: Que yo sepa no, al menos públicamente. —ECP: El libro se plantea como una especie de secuela de Lolita. ¿Qué relación personal tienes a día de hoy con la obra de Nabokov? ¿Ha cambiado tu lectura a lo largo de los años? —LLM: Sigo considerando a Nabokov un maestro indiscutible, aunque encuentro un exceso de intelectualización en él que, como me sucede también con Borges, es ajeno a mi propio estilo, siendo como es también el mío bastante intelectual. Pero he disfrutado mucho con Ada o el ardor, y con casi toda su obra, y he aprendido siempre de sus propuestas. […] Con el tiempo mi modo de leer ha cambiado y se ha hecho más analítico, estoy más interesada en analizar sus recursos como narrador que en seguir las historias que nos cuenta. Un cambio que suele acontecer con los años. […] Respecto a la secuela, con Cada noche, cada noche quise hacer un experimento parecido al que realizó Jean Rhys en Ancho mar de los Sargazos respecto a la novela de Charlotte Brönte, Jane Eyre. Rhys da vida y rescata la figura de la loca mujer de Rochester de la novela de Brönte. Yo quise rescatar a Lolita de su mutismo estableciendo un juego intertextual, metaliterario, que reinterpretase su historia. —ECP: En las últimas décadas surgen voces que defienden una revisión del canon literario desde perspectivas feministas o postcolonialistas. ¿Se debe entender Cada noche, cada noche como una clara relectura feminista del mito de Lolita? —LLM: Lolita lleva el nombre de una niña que permanece casi muda a lo largo de toda la novela de Nabokov, una niña “creada” por la imaginación proyectiva de Humbert Humbert, como no se cansó de afirmar el propio autor. Mi interés consistía en darle voz a esa niña, en contar la historia desde su punto de vista (inventando unos fragmentos de su diario, que la muestran como una niña curiosa y sola), y del de su hija, que es la protagonista de mi novela. […] En ese sentido realizo una propuesta en la que los estudios de género no se cansan de insistir: la autodesignación; devolver la voz a las mujeres que han sido inventadas por los hombres, que han sido heterodesignadas. Hace poco leí otra novela de Carmen Boullosa, El libro de Ana, que rescata los diarios de Ana Karenina; puede que las escritoras estemos cansadas de los modelos patriarcales de mujer, de personajes que encontramos fallidos o mal interpretados, y busquemos representar otros personajes femeninos desde nuestra experiencia, contraponiendo estos personajes a los creados por la mirada de los hombres. […] Por otra parte, creo que los estudios de género están haciendo una excelente crítica sobre el canon, que siempre ha sido blanco, occidental y masculino. Mis novelas quieren interrogar distintos mitos todavía vigentes en nuestra cultura: el del amor maternal lo cuestiono en Mi amor desgraciado; el mito del amor romántico y de la revolución sexual que vivimos durante la transición española en La primera vez que no te quiero, y en Cada noche, cada noche, el mito de la nínfula, de la niña hipersexualizada y devoradora de hombres. Sin embargo, encuadrar mi obra en una perspectiva exclusivamente “feminista”, sería volver a particularizar y a reificar la literatura escrita por mujeres, pues la excluye del universal “literatura”, sin adjetivos, que seguiría perteneciendo a los varones. Y no estaría de acuerdo con este proceder. […] He escrito mucho sobre esta forma de marginalidad, en especial en las entregas de noviembre y diciembre de 2016 de la revista Quimera, donde apuesto por una escritura andrógina, queer, si se quiere, pues andróginos son los lugares desde los que creamos y el horizonte al que nos acercamos. —ECP: Tu novela está estructurada como la reivindicación de la figura de una mujer por parte de su hija. ¿Qué posibilidades crees que ofrecen a la literatura actual las relaciones materno-filiales? —LLM: Me parece que la exploración de las relaciones materno-filiales es inevitable a la hora de escribir desde el punto de vista de personajes femeninos. Son relaciones de una enorme ambivalencia, donde el amor y la identificación se unen con el rechazo y el esfuerzo por separarse de la madre, siempre muy presente en las mujeres. […] La maternidad ya fue el tema de mi novela Mi amor desgraciado y de La primera vez que no te quiero, y también está presente en mis libros de relatos, sobre todo en Lazos de sangre. Creo que mis novelas, pensadas como una unidad, tienen siempre esas relaciones que nos constituyen muy presentes, aunque falta mucho por escribir sobre la experiencia de las mujeres en estos órdenes. Encuentro, sin embargo, que muchas escritoras jóvenes se animan cada vez más a problematizar esa relación que demasiados hombres han idealizado y simplificado, y pienso en Albert Cohen, por ejemplo, en El libro de mi madre, o en Richard Ford en Mi madre, donde apenas la conoce y casi no puede hablar de ella. La madre para los hombres es una figura ideal o una auténtica desconocida, mientras que para las mujeres pertenece a un universo enigmático, pues esconde siempre la mujer que hay bajo la función maternal, cuyo misterio puede ser descifrado en parte cuando las hijas acceden a su propia maternidad. […] La ambivalencia del amor maternal, sus sutilezas más íntimas, son un territorio propicio para la literatura. —ECP: Frente a la imagen lúbrica que tradicionalmente se ha tenido de Lolita, Dolores Schiller, su hija en tu novela, es un personaje marcado por la inapetencia sexual. Este tema, tabú hasta hace poco tiempo, está ocupando cada vez más espacio en los medios de comunicación en los últimos años. ¿Podemos considerar la figura de Dolores Schiller como una reivindicación o, al menos, como una visualización de la asexualidad? —LLM: Cuando escribí la novela todavía no se había producido esa explosión a la que ahora asistimos de testimonios y artículos sobre la asexualidad. Pensé a Dolores Schiller como asexual para construir un personaje que fuese la antítesis de la figura de su madre, o mejor, de lo que la recepción de la obra, y posteriormente la película de Kubrick, hizo de su madre. Pero cuando la novela se publicó me llegaron mensajes de personas que encontraron en mi protagonista un ejemplo de su propia ausencia de deseo sexual, y me interesé más por un fenómeno que, en primer lugar, fue para mí un recurso literario y, sobre todo, una forma de concebir a un personaje-mujer cuyo protagonismo no girase alrededor del hombre, una mujer autónoma en todos los sentidos, cuyo placer es más textual que sexual. […] Creo que las mujeres estamos demasiado condicionadas por una sexualidad masculina y patriarcal, y hemos atendido poco a nuestros deseos por fuera de los deseos del hombre sobre nosotras; la asexualidad de Dolores Schiller me permitía apartarla de los hombres y definirla básicamente respecto a sí misma y a sus orígenes femeninos, entre los que se encontraba, obviamente, la madre que no conoció. —ECP: Ofreces en tu libro una visión radicalmente diferente a la habitual en el mito de Lolita. ¿Qué parte de culpa crees que han tenido las adaptaciones cinematográficas de Kubrick y de Adrian Lyne en la manera de leer Lolita de Navokov? —LLM: Creo que bastante, porque hay muchas personas que solo han conocido el mito de la nínfula a través el cine, pues nunca leyeron la novela. […] Sin embargo, para escribir la mía solo tuve en cuenta los testimonios de la crítica sobre la obra de Nabokov, que siempre fue interpretada, salvo excepciones, como una historia de amor, al margen de la versión cinematográfica. En la novela cito explícitamente algunas de estas opiniones. […] La pregunta que me acosaba era: ¿cómo es posible pensar como amor una relación tan asimétrica, donde la niña nunca dice que lo ama, donde cada noche, cada noche, llora apenas cree que su padrastro, su raptor y su abusador, se ha dormido? Asusta pensar que esta interpretación se impusiese hasta crear el mito de unas niñas demoníacas que seducen a los hombres adultos, y que solo unos pocos, entre ellos Martin Amis, hiciesen una lectura ajustada a lo que la novela propone. Asusta pensar que Lolita, la niña, haya pasado tan desapercibida para los lectores y para los espectadores, condicionados culturalmente para percibir como amor recíproco una historia de abusos contada por un narrador no fiable. […] ¿En qué sociedad nos encontramos cuando todavía se banaliza así la pederastia? Me di cuenta de que muchos escritores habían mantenido relaciones con niñas. Poe es un ejemplo paradigmático, pero también Machado con Leonor, la niña de trece años de la que se enamoró casándose con ella a los quince, cuando él tenía treinta y cuatro. Comprendí que esta asimetría está en la base de la dominación, que demasiados hombres no buscan parejas simétricas, sino que, aquejados de un síndrome de Pigmalión, se acercan a las niñas para diseñarlas y esculpirlas a su antojo. Para ejercer sobre ellas su poder y su dominación. Esto es todavía así hoy en otras culturas, pero la literatura occidental que conozco está también llena de estos encuentros tan desiguales, que nos han pasado desapercibidos, precisamente, porque eran muy sintónicos con la cultura dominante, y que hoy podemos identificar mejor al alejarnos de esa cultura desde una crítica feminista. Y comprendí, por último, que todo esto influyó poderosamente en esa popularidad artificiosa, en palabras de Nabokov, que alcanzó a Lolita durante los años 60 y 70, en plena expansión de la revolución sexual. —ECP: Efectivamente, el de Lolita es uno de los grandes mitos de la literatura occidental contemporánea y ha quedado muy marcado por la interpretación de la obra en las décadas de los sesenta y de los setenta del siglo XX. ¿Crees que la novela de Nabokov se hubiera entendido de manera distinta si se hubiera publicado en nuestros días? —LLM: Estoy segura de que sí. La recepción de Lolita hoy no sería la que fue, todavía figura en la contraportada de su edición española como una maravillosa historia de amor. Hoy estaríamos más de acuerdo con lo que Nabokov quiso que se pensase sobre ella: la historia de una pobre niña raptada por un hombre maduro que proyecta en ella sus fantasías, derivadas de un temprano amor infantil. La historia, sobre todo, de la perversión de ese narrador poco fiable que es Humbert Humbert, que se inventa a Lolita, dotando a su historia del erotismo de una relación inaugural, púber e igualitaria, como la que tuvo con otra niña, Annabel, que lo marcó para siempre. […] La asimetría entre Lolita y Humbert, el rapto, las protestas de la niña, la voz seductora de Humbert como ejercicio de persuasión, serían puestas hoy en primer plano porque la sensibilidad de la sociedad ha cambiado. No así, quiero pensar, su consideración como una excelente obra literaria. —ECP: Además de escritora, también eres psicoanalista. ¿Cómo ha influido este perfil profesional en tu manera de leer o de escribir concretamente Cada noche, cada noche?
—LLM: Creo que a lo largo de los veinte años que llevo publicando novelas, libros de relatos y ensayos, he ido integrando progresivamente mis conocimientos sobre el alma humana en todo lo que hago. Escribo con todo lo que soy: psicoanalista, mujer, madre, amiga de mis amigos, docente de mis alumnos… No concibo otro modo de hacerlo que desde el esfuerzo por poner en juego todo lo que conozco para ofrecerlo a mis lectores. La literatura es para mí una vía de conocimiento privilegiada sobre lo humano. No la concibo como mero entretenimiento, sino como una ascesis personal que provoca un movimiento paralelo de reconocimiento y autoconocimiento en el lector. Escribimos y leemos para comprender cómo y quiénes somos. Como decía Camus, si el mundo fuese claro no existiría el arte. Es la opacidad del ser humano y del mundo lo que motiva la reflexión artística. Y a esa opacidad me acerco desde el psicoanálisis y desde la literatura. —ECP: Obviamente, nadie es dueño de la interpretación de su libro una vez que se ha parido y entregado al mundo de los lectores, pero ¿qué idea principal querrías que quedara muy clara respecto a tu intención ética (independientemente de la valoración narrativa) a través de Cada noche, cada noche? —LLM: Creo que mi libro se ha entendido tal y como yo deseaba, cosa que no pudo decir Nabokov de su novela. Que se ha hecho justicia con una niña violada que, sin embargo, ha servido para representar una fantasía erótica demasiado presente en los hombres patriarcales. […] Concibo la literatura como una corriente inagotable, un diálogo infinito entre un libro y otro, y me gustaría que algún día, otra novela dialogase con la mía y la reinterpretase, levantando otro eslabón más del juego intertextual que la literatura nos propone. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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