EL ESCRITOR AUDAZ Entrevista realizada por ANTONIO GUERRERO Todo requiere su tiempo. Una obra tan nítida y bien escrita necesita de un trabajo longevo y pormenorizado. De otra forma sería imposible crear maravillas como las que hace Antonio Orejudo. La literatura requiere de una gran responsabilidad y de un ejercicio fiable del instrumento de trabajo: el lenguaje. Lo contrario sería alejarse de la universalidad y la hibridación —las máximas aspiraciones posibles— circunstancias que si lleva de manera implícita la obra de este excelente escritor. No por mera casualidad es considerado uno de los grandes escritores nacidos en 1960, en esa generación literaria tachada de no tener identidad aunque elogiada por lo rico de sus frutos. Tal vez esa indeterminación los defina a todos como apuesta y viaje interior hacia la esencia de las letras. Pero Antonio Orejudo es además un profesional de reconocida competencia. Es licenciado en Filología Hispánica y doctorado en la State University of New York. Su labor docente lo sitúa en la actualidad en la Universidad de Almería, aunque su largo currículo lo reseña también en EEUU y Amsterdam. Su estreno en el mundo editorial comenzó con un libro de crítica, Cartas de batalla (PPU, 1993). También con Las “Epístolas familiares” de Antonio de Guevara en el contexto epistolar del Renacimiento (Madison, 1994). Desde ahí su naturaleza de escritor lo dividió en diversos ámbitos. Por una parte lo mantuvo elaborando nuevos trabajos de crítica y estudios literarios; por otra le propició la participación en varias obras colectivas como Páginas Amarillas (Lengua de trapo, 1997) y finalmente lo situó en la novela, extensión literaria más conocida por nosotros y motivo de esta entrevista. Su obra narrativa es exquisita. Comenzó en esta tarea narrativa con Fabulosas narraciones por historias (Lengua de Trapo, 1996). Con ella logró el Premio Tigre Juan. A esta le siguió Ventajas de viajar en tren (Alfaguara, 2000). Llegó después una novela corta: La nave (Junta de Andalucía. 2003). Entonces surgió Reconstrucción (Tusquets, 2005). Finalmente tiene en el mercado una obra muy reconocida: Un momento de descanso (Tusquets, 2011). Su labor ha sido incesante y precisa. Cada uno de estos trabajos son considerados baluartes narrativos con una gran consideración por la crítica. Su estilo provocativo, arriesgado, híbrido y metaliterario lo disciernen de otros escritores del panorama narrativo. Puede afirmarse que es uno de los más audaces escritores actuales. Tiene una pulcritud envidiable, a la vez que una pluma directísima y atractiva. Como en los clásicos, en Antonio Orejudo el humor y la ironía son síntomas de inteligencia. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Sr. Orejudo, y digo señor, solo usted ha tenido en mí el mismo efecto que Hesse con El lobo estepario. Al leer Ventajas de viajar en tren no pude parar. Lo leí en unas horas en las que, literalmente, dejé de existir. Toda mi energía estaba inmersa en el texto que tenía delante. Por ello, y reiterando lo de Sr. Orejudo, le doy las gracias. Desde entonces defiendo que tiene un estilo especial que cumple ejemplarmente todas las funciones del lenguaje. Su trazo es, además, peculiar. Tiene una hibridación muy llamativa. Mientras que Rosa Montero mezcla géneros y consigue el éxito de ventas, usted combina la influencia que tiene de Cervantes, Galdós o Mendoza con una dosis bastante cargada de humor e ironía. El resultado también es exitoso, pero yo incidiría más. Esta hibridación está provista también de una gran crítica social, religiosa y política, incluso de una crítica a la posmodernidad. ¿Ratifica esta afirmación? —ANTONIO OREJUDO: Pues sí, la verdad, ¿cómo voy a rechazar una definición tan elogiosa? Bromas aparte, me parece que usted lee esa novela de la misma manera que yo: como el resultado de una fusión de influencias variopintas. Esa es exactamente mi idea de literatura, y lo que más me divierte hacer. No encuentro mucho sentido a escribir en géneros ya establecidos. Me gustan las novelas policíacas, me gustan las novelas de terror, me gustan las novelas de aventuras, me gusta leerlas... Pero me aburre escribirlas. ¿Para qué hacer otra vez en literatura unas tortillas de patatas? Es más estimulante ensayar nuevas mezclas, combinar nuevos sabores y arriesgarse a fracasar, por amargo que sea. —ECP: De todas formas, y centrándonos cuestiones de estilo, ya sabe que el mestizaje narrativo es lo que da longevidad a los textos. Podríamos decir que es el verdadero motor histórico de la literatura. Ya lo dijo usted al afirmar que los novelistas del siglo XIX habían muerto y que existía una novela mucho más dúctil en tiempos más recientes. Aunque eso lleva a otra cuestión, dado que su obra es una hibridación, ¿es usted un provocador? —AO: No de manera deliberada. Soy consciente de que algunas cosas que escribo provocan adhesión en unos lectores y rechazo en otros. Pero de eso se trata, ¿no? De cuestionar lo establecido, de sembrar dudas, de provocar preguntas, de chinchar, en una palabra. Como lector, si una novela o una película o una serie o un poema no me chincha de alguna manera, no me interesa. —ECP: Lo cierto es que su estilo es arriesgado. Nunca sabe el lector dónde termina la aventura de leerle. Cuenta con un alto nivel intelectual, nada soso, escrito con sencillez. Es apreciable la destreza en el uso de recursos literarios. Aunque, eso sí, recocerá que está al borde del abismo, ese que diferencia un best-seller de una obra oscura. Por ello, por su empeño en el evolucionismo y el mestizaje, le preguntaría algunas cosas: ¿tiene o no una buena opinión de esa bien o mal llamada “Generación Nocilla”? ¿Merecen la pena apuestas como esa que se alejan de la banalización de la literatura? ¿Podríamos acercarnos al autor puro así? —AO: Como profesor de literatura, estoy acostumbrado a explicar los rasgos que convierten a un grupo de escritores en generación literaria. Soy incapaz de decir qué tienen en común Manuel Vilas con Agustín Fernández-Mallo, escritores ambos a los que aprecio personal y literariamente. Pero como profesor de literatura me rebelo contra ese parentesco forzado. Si algo tienen en común Vilas y Fernández-Mallo es su irreductible singularidad, con la que yo me identifico. En cuanto a lo que me pregunta sobre el riesgo, ya le he contestado antes. Sin un poco de riesgo, se me hace muy cuesta arriba esto de la escritura. —ECP: Por otro lado, en sus obras cuestiona las falsedades de la actualidad. Es un rasgo suyo. Permítame que piense en voz alta... Si el hombre de nuestra época es un ser individualista y sin contenido, desprovisto de moralidad e inmerso en un contexto donde la cultura es un detritus y donde la política una acción preformativa, la cuestión de la identidad y la emancipación deben ser las que más le preocupen. Dicho de otra forma, ¿la crítica social que hace persigue la evolución del lector en el árido horizonte del presente? —AO: Aunque las cosas que escribo tienen un aire disparatado y me invitan a casi todas las mesas redondas en las que se habla de literatura y humor, yo me tengo por un escritor social, sí. La psicología de los personajes me interesa solo como elemento de una construcción más amplia. No soy buen lector de literatura intimista. Y tampoco se me da bien escribirla. Me interesan más las relaciones entre las personas, la política en un sentido amplio, lo social. La dificultad para identificar conceptos y personas es una característica de nuestro tiempo. Por eso nos parecemos tanto a los hombres barrocos, porque nosotros también estamos desengañados. Cometimos un error de identificación: pensábamos que las cosas y las personas eran de una manera y resulta que son de otra. —ECP: Centrémonos ahora en una revisión rápida su obra: En Fabulosas narraciones por historias hace una critica de la cultura y de los avatares ciertos y falsos de la generación del 27. Todos sabemos que se va a reeditar 11 años después, lo cual es un reconocimiento. Yo le inquiriría algunas cosas: ¿por qué eligió en ese momento ese tema? ¿El uso de la crítica fue intencionado? ¿Imaginó hasta donde podría llegar? —AO: Fabulosas narraciones por historias es la primera novela de la literatura española que lanza una piedra en las tranquilas aguas de lo que hoy se conoce por Cultura de la Transición. Y lo hace conscientemente, ambientando la peripecia en un momento histórico idolatrado por la izquierda española, que se reconoce hija de aquella Residencia de Estudiantes, que en la novela resulta ser una institución oscura, sectaria, elitista y corrupta, ideada para la conservación del status quo. —ECP: En Ventajas de viajar en tren, tal como en una novela cervantina se dibuja la realidad de forma grotesca y se declara el juego que puede hacer la literatura para la crítica social contemporánea. ¿Ese cervantinismo le sale de forma natural? —AO: Completamente natural. Cuando era estudiante, y leía las Novelas ejemplares, y leía a mis críticos de cabecera, que las explicaban tan bien, pensaba “¡Qué moderno es este tío!”. Encontré en él respuestas a problemas narrativos que yo me planteaba. Su mundo y el nuestro tienen muchas cosas en común, por eso lo sentía tan cercano. —ECP: Por otro lado está Reconstrucción, un libro del que tengo una grata memoria: asistí a su presentación en El Ejido y hasta tengo su dedicatoria. Junto a usted estaba Manolo, de la librería Sintagma. De esta obra maestra quisiera que me explicara por qué usted ha afirmado que no es exactamente una novela histórica sino de presente. —AO: Reconstrucción sucede en el siglo XVI, pero no trata del siglo XVI. Volvemos a lo que acabo de decir: hay tantos puntos en común entre aquella época y la nuestra que no pude resistirme a la tentación de hablar de problemas actuales (revolución tecnológica con la imprenta entonces y hoy con internet, pérdida de valores, disolución de certezas, resistencia al poder, utilización del miedo para la dominación civil...) recreando una historia real de aquellos años. —ECP: La última ha sido la más esperada por todos, Un momento de descanso. Ya ha dicho que le molestan las llamadas de los editores exigiéndole un plazo. Yo no voy a preguntarle eso. Prefiero preguntarle otras cosas más interesantes. En este libro hace una crítica que declara a la universidad española como casposa. No obstante, la universidad norteamericana tampoco se escapa de la quema, ya que la ridiculiza. La cuestión sería esta: ¿existen elementos positivos en ambos contextos? ¿Quedan algunos? —AO: Claro que hay elementos positivos. Yo no sería el mismo escritor si no hubiera pasado siete años de mi vida en Estados Unidos, estudiando primero y dando clases después en universidades de allá. Lo que leí entonces no lo hubiera leído en España, donde me habría aborregado como lector. Y aquí, lo mismo. No hay que confundir las instituciones con los individuos. Aunque la universidad española, como maquinaria administrativa y burocrática, hace todo lo posible por impedir la excelencia, tengo a mi alrededor colegas que no sólo son intelectualmente brillantes, sino que son héroes, héroes épicos que consiguen sobrevivir y trabajar en un clima adverso que premia la sumisión y la mediocridad. —ECP: Nos detendremos aquí. Ha manifestado que la universidad española es una prolongación de la enseñanza secundaria. Por eso exige un modelo más elitista intelectualmente sin renunciar al acceso libre. Sepa que el Sánchez Dragó tiene la misma opinión: defiende el elitismo educativo. Sin embargo, yo le preguntaría, mientras reflexiono: ¿una universidad elitista donde los profesionales tuvieran más capacidad y formación resolvería el problema de la in-construcción de individuos? Es decir, ¿una formación superior sería capaz de crear mejores profesionales y mejores personas o solo mejores profesionales? Ya sabemos que, por desgracia, ningún nivel educativo se preocupa ni de los valores y ni del humanismo de los alumnos. —AO: La función de la universidad no es crear buenas personas, eso es tarea de los padres de cada uno y, si acaso, de la enseñanza primaria y secundaria. La enseñanza superior, tal y como yo la entiendo, debe formar buenos profesionales, entendiendo este término en sentido amplio. En otras palabras, la universidad debe ocuparse de la calidad del conocimiento, no de la calidad de las personas. Aunque algunas veces una cosa lleve a la otra. —ECP: Le diré que en el ámbito de la Filosofía (que conozco bien) las universidades no sienten ningún interés por los problemas de la calle. Tanta fenomenología y hermenéutica para nada. En el caso español, tanta ética para nada. En ese sentido, ¿la universidad elitista que propone estaría más conectada a los problemas reales de las personas? —AO: La palabra elitista tiene mala prensa. Cuando digo que la universidad debe ser intelectualmente elitista quiero decir que solo deberían acceder a ella los mejores. Me extraña la resistencia a aceptar esto: nadie cuestiona el hecho de que no todo el mundo puede estar en la élite del deporte, pero sí hay una cierta resistencia a admitir que no todo el mundo puede estar en la élite del conocimiento. Yo, por ejemplo, no puedo estar en la élite de la Física Nuclear. Y tampoco en la élite del ajedrez, y me gustaría. Que la universidad se nutra de las élites intelectuales no tiene nada que ver con el hecho de que esté próxima o lejana a la calle. Naturalmente, es preferible que la universidad no viva en una burbuja. Ahora mismo a la universidad accede todo el mundo (todo el que pueda pagar la matrícula, pero este es otro asunto, y no está la selectividad a la que no me refiero), y sin embargo, en el terreno de las humanidades hay una desconexión absoluta con los intereses de la mayoría de la gente. —ECP: Como verá, me seduce su criticismo. Por ello me desviaré un poco. Le he leído en diversos medios de comunicación y he apreciado su opiniones políticas. Cuando dice que todos los ex-presidentes han hecho lo contrario de lo que han prometido lo presume porque el sistema se lo ha permitido. Con eso, ¿se refiere a nosotros los ciudadanos, se lo hemos permitido con nuestra pasividad y conformismo?
—AO: Sí, a nuestra pasividad, a nuestro conformismo, y sobre todo a nuestro miedo. —ECP: Lógicamente la alternativa contraria a la pasividad es la rebeldía. Sabemos que existen chispas revolucionarias, pero falta la suficiente masa crítica como para generar una gran revuelta que cambie o mejore el sistema. Además, la manipulación mediática hace muy bien su trabajo. Con todo esto, ¿qué cree usted que ocurrirá? ¿Se regenerará el neoliberalismo, se destruirá o brotará un neo-neoliberalismo? ¿El pensamiento crítico tendrá sus frutos reales o solo será una moda intelectual perdida en lo romántico? De verdad, ¿qué le gustaría a usted que pasara? —AO: Nada, no pasará nada. Creo que España ha sido un banco de pruebas durante toda esta crisis económica. Las elites económicas han experimentado con nosotros para saber hasta dónde pueden llegar sin que nos rebelemos. Y han descubierto que pueden llegar donde quieran. Donde quizás sí suceda algo es en el llamado Tercer Mundo. La inmigración y sus consecuencias perturban el correcto funcionamiento del sistema. Y no olvido que a lo largo de la Historia, cuando ha habido un excedente de habitantes, se ha producido una guerra.
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Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Hubo un tiempo en que creí que amaba a mi ex mujer más que a la propia vida. Pero ahora lo aborrezco. De verdad. ¿Cómo se explica eso? ¿Qué ha sido de aquel amor? Qué ha sido de él, eso es lo que quisiera yo saber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo. Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor JOSÉ DANIEL ESPEJO, especialista en romper delgados límites acristalados a base de golpes e igualmente maestro en comentarios ingeniosos, lector becado de español, agente de apuestas, padre, amigo y poeta, empezó a publicar desde joven con Los placeres de la meteorología (2000) y Quemando a los idiotas en las plazas (2001), a los que siguieron Música para ascensores (2007), Un año checo (2014, disponible en Scribd) y la plaquette Psycho Killer Qu’est-ce Que C’est (2014). Implicado muy profundamente en la acción social con ese color rojizo que detestaba McCarthy, también ha colaborado en diversas revistas como El coloquio de los perros, Hache y Seconal, además de mantener durante muchos años tanto su blog personal, Trabajando con el vacío, como las entrevistas de ¡Famosos en acción! En la actualidad escribe una columna en La Opinión, colabora muy activamente en el blog de La galla ciencia y parte para Londres próximamente. Nos encontramos, como bien afirma la cita de Carver y la poesía de José Daniel Espejo, en una actualidad en la que domina la pérdida del sentido temporal, la disolución de la identidad común y la reverberación de algo auténtico que… se ha vuelto invisible: tenemos que volver a (re)situarnos en nuestro contexto. En este sentido, la entrevista orbita en torno a la poesía y su papel en el escenario posmoderno. Las frases en cursiva están tomadas de alguna de las obras del poeta Espejo: sin referencias, sin marcar las separaciones entre los versos, queda solamente la expresividad y la sugerencia para completar la pregunta. Por último, cabe agradecer a José Daniel Espejo la buena disposición, a José Alcaraz y María Teresa Royo las sugerencias y correcciones, y a Zalacaín de Murcia las fotografías de la entrevista. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Condensador de fluzo? ¡Fluzeando! A un lado, el parpadeo de la luz del ascensor se asemeja a la cuchillada furiosa del psicópata, y a otro, el sol quema placenteramente a los guiris en la plaza. Si te parece, ahora que acabas de publicar, empezamos por el final: ¿qué te deparan los próximos pasos de tu viaje? —JOSÉ DANIEL ESPEJO: La plaquette que acabo de sacar es la primera parte de una investigación más amplia que yo espero que se convierta en un libro. Tiene unos temas específicos: la puesta en conflicto de la identidad en la época que tenemos encima y la búsqueda de soluciones o de algún camino después de la ruptura de la identidad en nuestras coordenadas culturales. —ECP: Empiezo poemas, dijo, pero nunca los termino. ¿Qué tipo de libro vas a publicar entonces? ¿Va a tener un tono más ensayístico? —JDE: Supongo que va a tener un tema concreto, es la primera vez que lo hago con una investigación particular, sin que sea un cajón de sastre (una mezcla de todo como hacía hasta ahora). Yo no diría que es ensayístico a pesar de que se pueda entender que estoy leyendo filosofía o sociología de la posmodernidad. Pero, en fin, a mí el tono ensayístico académico no me gusta nada, lo que yo hago siempre es trabajar y jugar mucho con los tonos, no diría que es ensayístico, pero sí que parte de unas premisas que son comunes a muchas investigaciones filosóficas, sociológicas, etc., de la actualidad. —ECP: Miro fotos en el estado exacto en que mirarlas te coloca en torno a la trampa del tiempo. El tiempo pasa de manera fugaz, por ejemplo, sobre todo en las redes sociales lo que es noticia en un momento pasa rápidamente al olvido al día siguiente: presente, pasado y futuro se funden tanto en el diagrama como en tus poemas, ¿hemos perdido algo en esta fundición del tiempo? —JDE: Está muy bien esa pregunta, la respuesta es que no lo sé exactamente, pero desde luego no podemos seguir funcionando como si no existiesen unas nuevas formas de entender el tiempo y de estar en la cronología. No podemos seguir funcionando como si eso no se hubiese roto ni se hubiera inventado la sala de montaje. Porque esto es algo tratado hace cien años: ya los novelistas de principios del siglo XX, como Proust, lo trabajaron con la temporalidad y la vuelta atrás, son muy montadores. De hecho, la posmodernidad implica una ruptura de los referentes históricos: cada ciudadano de la sociedad posindustrial tiene que hacerse un collage con sus propios referentes, no los de su generación. —ECP: Y cinco minutos detuve el Sistema. El tiempo se ha vuelto demasiado fugaz, y la crítica política y artística sólo trata los hechos de manera externa. Incluso teóricos como Slavoj Zizek niegan el nacimiento de grandes cambios. ¿Todavía hay sitio para la acción y críticas más directas? —JDE: Estoy totalmente convencido de que sí, pero también insisto en que no podemos seguir funcionando como si esos referentes no se hubiesen roto. Ahora estamos en la reconstrucción de un espacio común de lucha con todo lo problemático que explica este término, en concreto, como bien decía Foucault con la resistencia que está en todas partes. Creo que nuestras coordenadas culturales difuminan o hacen un poco invisible esta ubicuidad de la resistencia pero es posible reconstruirla para volver a verla, pensarla y hacerla funcionar. Yo la veo funcionar todos los días y veo obras de reconstrucción todos los días en este sentido, desde luego no podemos pensar en esto con el viejo lenguaje marxista o con el lenguaje que utilizaban los poetas del 27. Es algo que tenemos que repensar, de acuerdo con la tesis de un mentor mío, Martín Rodríguez-Gaona, crítico literario, que habla de posthumanismo, de una reconstrucción de valores comunes y de resistencia común […] Por otra parte, creo que el término clave en ese enunciado es el adjetivo grandes. Lo que Zizek pone en cuestión es la existencia de esos movimientos, él no cree en las revoluciones pero sí en la pequeña revuelta, en cosas muy concretas. El gran problema de todo esto es construir con las pequeñas revueltas sin poner demasiado peso sobre los cimientos, es decir, construyendo estructuras que sigan funcionando por abajo. Ese es el gran reto y es el punto más interesante, no sólo de la teoría sociológica a la que accedo yo sino también de todo lo demás. Este punto de la teoría genera conflictos que estamos viendo a nuestro alrededor todos los días: véase el movimiento Podemos, o el encaje que tienen los diferentes movimientos que han surgido del 15-M con las típicas preguntas: ¿en qué ha quedado? La réplica y por qué tenía que quedar en nada, etc. —ECP: Y tú contestas oh, ya está el poeta, grandísimo pedante. Y en este entorno que muta por momentos, ¿cuál es el lugar del poeta y su poesía? —JDE: No tengo ni idea, eso es lo que estoy investigando ahora mismo con lo que estoy escribiendo, con los poemas de la última plaquette y también con las últimas cosas que he hecho, como la novela que puse online, Un año checo. Es lo que estoy pensando un poco continuamente y es lo que me hace escribir, no sólo poesía sino prácticamente todo lo que hago. Es decir, volviendo a esa analogía foucaultiana que estábamos haciendo digamos que hay una poesía en todas partes y en todos nosotros, pero la forma en que eso construye identidad es problemática. Es necesario problematizarlo, uno puede escribir poesía pero eso no te convierte automáticamente en un poeta, o sí, no lo sé. Pero tú has de pensarlo y problematizarlo en la sociedad a la que perteneces, es decir, ¿qué soy? ¿Soy un poeta? ¿Por qué lo soy? ¿Qué tengo que hacer para serlo? ¿Qué me convierte en un poeta? […] Una preocupación que no es sólo mía, porque las vías tradicionales, lo que se llamaba la carrera literaria, está totalmente colapsada aunque aún quede gente por ahí que se emociona con un discurso de un académico de la lengua. Uno tomaba una carrera: se buscaba un mentor, empezaba a escribir, buscaba el aplauso de otros mentores, peloteaba un poco y tal y cual y entonces te daban una oportunidad. Pero esa carrera está totalmente rota, no podía ser de otra manera, hemos hablado de la posmodernidad: ahora las cosas no son así, no son tan sencillas, y estamos obligados a hacérnoslo nosotros mismos con los problemas añadidos que eso conlleva […] Tienes que ser muy consciente de a dónde van tus poemas, en qué círculo, qué mueven y qué te viene de vuelta. Por supuesto es mucho más complejo que antes cuando te bastaba con ver un poema tuyo apareciendo en la Revista de Occidente, con recibir una carta de Pedro Salinas, o con publicar en alguna editorial institucional. Eso ya te convertía en un poeta, en realidad era mucho más fácil, pero ¿a dónde iba tu poesía? No lo sé, no lo sabías, eso no se problematizaba, no te cuestionabas ese tipo de cosas, tú eras un poeta porque habías recibido la carta de Pedro Salinas, era tu insignia. Pero ahora recibir una carta de Manuel Vilas, por ejemplo, no te convierte en un poeta. No tiene nada de malo repensar todo el proceso y darle vuelta a lo que estás haciendo para ver qué significa lo que haces. Si tú estabas convencido de que eso era ser poeta, y la gente entonces lo estaba, con esos mecanismos de evaluación pues ya era suficiente, yo creo que tú ya eras feliz con tu libro publicado y tu carta elogiosa de un poeta mayor […] Pero esto, obviamente, no es así, a lo mejor soy yo el raro pero creo que cuando alguien escribe ahora tiene que ver qué mueve eso. No hay un mecanismo de evaluación único, no existe, de hecho hay muchas cosas que no existen con respecto a la carrera literaria clásica, muchos mecanismos que simplemente no están: la amenaza del vacío siempre está ahí, la amenaza de pensar «esto no vale para nada», «escribo para el vacío», etc. Ahora tienes que ser mucho más valiente pero estoy convencido de que el viaje es mucho más rico. —ECP: Oh, dinos cómo curarse de la ironía - Adam Zagajewski. Carver, Bukowski, Regreso al futuro, Zizek… son algunas de tus muchísimas referencias. ¿Qué podrías contarme sobre tus influencias? ¿Destaca alguna sobre las otras? —JDE: Bueno… La época en la que leí a Eliot, por ejemplo, fue muy importante para mí, y Carver también. Has mencionado también un verso de Adam Zagajewski, lo leí hace poco, digamos que hace diez años, pero muchas de las cosas que estoy diciendo hasta ahora las he pensado después de leer su poesía y sus ensayos, para mí es una persona muy importante. —ECP: Algunas veces yo también conecto un par de fotos con un par de titulares, tu rostro y el del tipo de las fotocopias. Los referentes culturales se van amontonando, sobre todo desde la perspectiva de la cultura de masas: ¿Qué papel tiene? ¿Podría ser la nueva vía, anteriormente tan criticada, para los nuevos estudios culturales? —JDE: Sí claro, estudios culturales y cultura de masas lo veo como un continuo, la distinción entre alta y baja cultura de masas es esnob y típica del siglo XIX. No creo en esa distinción para nada, no nací en 1800, pero el término de cultura de masas a su vez es muy problemático porque si bien nos alimentamos de esa fuente también está contaminada a veces de elementos extraños y mercantiles, así como de alienación (esa es la palabra que estaba flotando todo el rato). Me nutro de eso pero no sé, supongo que es como la comida, tienes que ver bien las distinciones y ver cómo se cocina. —ECP: Ven que te enseñaré todo el Horror toda la Angustia toda la Muerte. Pero muchas veces al mirarnos vemos el espejo roto, fragmentado: en tus poemas la vida se experimenta bajo el filtro del sufrimiento o bajo una realidad bruta sin filtrar, como muchas veces sucede en la obra de Raymond Carver. —JDE: A mí me gusta pensar que mi poesía se hace jugando con esos filtros, cambiando la lente a ver qué pasa y poniendo este filtro y este otro para ver qué ocurre, ¿no? A lo mejor en algún momento puede parecer crudo pero al momento siguiente estoy seguro de que es más luminoso, más lúdico. Hombre, lo que no quiero es no abrir tal puerta porque lo que haya detrás resulte demasiado crudo, demasiado visceral, pero me gusta creer que sí que soy capaz de abrir todas las puertas dentro de una poética amplia […] También desde mi primer libro, que lo escribí leyendo a Carver al mismo tiempo, creo que es una influencia que se ve de una manera bastante clara. Yo creo que lo que hace Carver, y ahí está la clave de su atractivo, es la capacidad de aligerar el relato y limpiar la óptica de una tradición dramática, melancólica y lírica un poco cliché. Es muy potente, pero en realidad no porque haya añadido cosas sino porque ha quitado. Aunque tiene un gran papel el editor, incluso él redactaba finales enteros de los relatos. No soy muy experto en el tema pero creo que ese sabor Carver de esos finales abiertos maravillosos y de esa humanidad es cosa del editor, aunque editores de esos ya no existen, claro, era de armas tomar, porque decía: «tú vas a escribir esto». Por ejemplo Omar Khayyam, columna de la lírica universal, es cosa de su traductora al inglés, que lo tradujo a la Inglaterra victoriana buscando en su lírica las vetas románticas o cosas que sabían que iban a funcionar en su público. —ECP: Y quién quiere a un borracho. Situados en un mundo que no nos tolera, la realidad se presenta en su máxima pureza, acompañada por la brutalidad, la rutina y los pequeños hechos trágicos, que se funden con nosotros junto con las drogas, los desfases y las bebidas alcohólicas que habitan tus versos. —JDE: Es verdad, tiro bastante de ese tipo de repertorio. No me importa, a mí sí me gusta el repertorio del realismo sucio siempre que respete una línea roja detrás de la cual todo va a ser cliché. Las adicciones, la neurosis o la depresión de nuestro entorno son tentaciones y peligros que están vivos, no son clichés, por eso me gusta explorarlos y trabajarlos. —ECP: Llegar a algún lugar allá, más allá de las Ligas Menores, y no salir derrotado, ni rendirse. Con todos estos elementos, el lector, al otro lado del ring, se embarca en un combate intentando esquivar los continuos golpes de los poemas, pero siempre está el riesgo a perder: los versos traspasan, y mucho. —JDE: Bueno pues si es así en algún momento, o con alguna persona (no se puede hablar del lector sino de lectores individuales) me doy por bien pagado, para eso lo hago. —ECP: Y puede que justo en ese instante se pregunte por qué, por qué cantaba mi padre. Pocas cosas triunfan, entre ellas, la música. ¿Qué papel tiene actualmente? ¿Simboliza las épocas pasadas y sus consecuentes relevos generacionales? —JDE: Hay un papel que no tengo claro si podría seguir atribuyéndole, porque era un papel que le daba yo cuando empecé a escuchar música cuando era pequeño. Antes hemos hablado de que cada persona tiene que buscarse sus referentes porque la posmodernidad lo demanda: ya no hay un colectivo cultural, igual de importante puede ser para ti los frescos barrocos de una iglesia en Módena que para otro The Jesus and Mary Chain, es decir, hay una intercambiabilidad en los referentes porque no son comunes ni colectivos. La posmodernidad tiene una acción corrosiva sobre todo lo colectivo: en los años 90 al menos la música para mí sí tenía ese valor colectivo, la gente de mi generación, por ejemplo, se sigue enorgulleciendo y bravuconeando de haber visto a Kurt Cobain en Las Ventas, a la altura de dos cervezas seguro que te lo cuenta […] Pero ahora no, las generaciones posteriores van a un festival, al Primavera o al Fib, y van buscando el concierto más minoritario: presumen de lo no colectivo, presumen de haber visto al Dj más desconocido del universo mientras estaba tocando Damon Albarn en los escenarios grandes, y además a lo mejor estaban viendo a Damon Albarn pero lo esconden. Ese valor colectivo me sigue conectando con mi generación, pero no estoy seguro de que no se haya roto ese lenguaje común. Esto tiene algo que ver con que el indie, la fuente de la que bebo yo, ha entrado en su fase barroca, que es la fase hipster. La cultura hipster tiene ese valor de lo minoritario, lo menos colectivo posible, es como si fuesen buscando la alienación total. Pero eso no es lo que nosotros decíamos ni lo que nosotros queríamos hacer cuando éramos jóvenes, cuando empezábamos a escuchar música, más bien todo lo contrario. Está muy bien la libertad total, la teoría de la long tail, la larga cola, que hace a cada uno poder elegir entre una infinidad de referentes, pero también creo que es necesario no perder de vista lo colectivo, que la música pop debería ser un lenguaje y no una larga serie de opciones. Un lenguaje, una serie de coordenadas que no sean completamente intercambiables de la noche a la mañana como ocurre en la cultura hipster, hace poco una amiga me dijo: «lo hipster es la muerte de lo maravilloso», sí porque como se apropian mercantilmente de todo lo que mola para incorporarlo a su puré, se comen lo maravilloso, y lo maravilloso para mí tiene un valor cargado de colectividad. —ECP: Se dice ahora sí, el Gran Poema, la música que hace brotar la maravilla. Recientemente Natxo Vidal hablaba en el blog de La galla ciencia sobre la importancia de la música para la poesía. ¿Le atribuyes el mismo papel? —JDE: Para mí es fundamental, creo que deberíamos estudiarlo, experimentarlo y trasladar a nuestros textos las texturas de la música. Está muy claro, deberíamos dotar a todos nuestros textos de unos valores musicales, de unos tonos. —ECP: Que vamos a ganar. Y yo haré por ti lo que me pidas. Pero también gana el amor, que ofrece tanto disgustos como infinitas alegrías. —JDE: Es lo mismo que antes, qué es la vida, qué es la poesía, qué es el amor, qué significado tiene para ti. Es importante hacerse esa pregunta continuamente, qué significa esto, a dónde me lleva, qué me da. Aunque no responderse, porque no creo que ninguna respuesta pudiera ser definitiva. Puedes decir algo, pero siempre va a ser algo incompleto, algo esclerótico porque es un proceso. La respuesta es la respuesta del día y de este momento, pero la pregunta va a continuar. —ECP: Y te quedas mirando para siempre la puerta del futuro del lado del pasado, como sueles. Y, en último plano, la lucha mítica entre nuestra pretendida identidad como individuos sociales y el vacío existencial al que nos vemos empujados. —JDE: Claro, antes hemos mencionado a Foucault, y él habla del poder y de la resistencia, yo creo que el vacío (por algún motivo tendría que venir Lacan a decirme por qué) pero lo identifico con el poder y la resistencia con lo que no es el vacío. El proceso sería: poder-alienación-vacío. La poesía genera el espacio de la resistencia en el movimiento doble en el que saltan chispas por necesidad de choque. Estaría bien hablar de poesía en esos términos. El tercer libro mío, Música para ascensores, digamos que gira sobre ese tipo de planteamientos. —ECP: A la izquierda (y por encima, y por debajo, y todo alrededor), sin peso conocido y sin altura, el vigente campeón, el Negro Rivas. Es cierto, Música para ascensores comienza con el poeta Espejo frente al vacío, reflejando la ruptura posmoderna, en la que quizá el sujeto sea un mero cúmulo de experiencias sin identidad. —JDE: Este es uno de los grandes temas de Guy Debord contenidos en La sociedad del espectáculo (1967), donde analiza la forma en la que la posmodernidad fractura la forma de crearte una identidad, por ejemplo, con el predominio de lo joven: tienes que ser joven, tienes que reinventarte, tienes que cambiar. Al final se bloquea la posibilidad de que algo se solidifique: Zygmunt Bauman lo llama sociedad líquida por algo, se basa en esta idea. Está claro que esta vía de solidificación ya no existe en la sociedad posindutrial, pero también creo que hay esperanza y que hay una necesidad de resistirse, por utilizar la palabra que veníamos utilizando en términos foucaultianos, la resistencia a la alienación a esa especie de lluvia ácida que te impide conformar una identidad […] De hecho, ahora no existen las tribus urbanas, son irónicas porque esta semana he decidido que voy a ir de heavy metal. En realidad es un actitud profundamente hipster, es la vuelta irónica de una cosa que en su día tuvo un sentido, una sustancia, por eso antes has citado la ironía corrosiva que nos aliena y nos impide salvarnos de Zagajewski: la reelaboración, la vuelta como farsa y producto de consumo de todas las cosas. La ironía es el mecanismo propio de nuestras coordenadas culturales, no creo que sea posible volver atrás para dejar de usarla. Al final parece que somos independientes pero tenemos repertorios de temas y de lenguajes muy marcados, y creo que eso se consigue a base de ser fluido, irónico, posmoderno (que está un poco en todas partes), que decide que puedes decir y que no. —ECP: Muchas gracias por la entrevista, Joseda. —JDE: A ti, compa, me lo he pasado muy bien en este rato, aunque espero no haber dicho muchos disparates. [Y ambos, entrevistador y entrevistado, nos fuimos a la presentación de Esquizorrealismo (EDA, 2014) de Alfonso García-Villalba, perfecto final para la entrevista: buena compañía, buenas lecturas y… un poco de locura]. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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