"LAS CICATRICES DE UNA NOVELA" Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO y ÁNGEL M. GÓMEZ ESPADA SARA MESA (Madrid, 1976), sevillana de adopción, ha vuelto a hacerlo, ha vuelto a firmar una novela memorable. Si con “Cuatro por cuatro” nos embaucó y nos dejó sin respiración por dibujarnos un microcosmos de violencia explícita, ahora con “Cicatriz” nos conduce por el universal y cancerígeno mundo de las relaciones que nacen de Internet con una contundencia que es adictiva. Una novela donde el lector piensa en todo momento que está resolviendo un puzle, para descubrir al final que la visión de su protagonista solo era la ilusión de un oasis. Como entonces, cuando descubrimos su magisterio con la novela que le valió ser finalista del Herralde, hemos querido charlar con ella y preguntarle sobre las cicatrices de su narrativa. Como entonces, ha aceptado gustosamente. Comenzamos. [Absténganse los cicatrizados de espíritu]. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Se basa Cicatriz en una gran mentira, una mentira que constituye por sí sola un microcosmos que atrapa a sus protagonistas y, por extensión, al lector? SARA MESA: Puede entenderse así, porque uno de los temas centrales de la novela es la fantasía, la necesidad de construirnos fantasías para compensar lo monocromo de ciertas realidades. El peligro es que esa fantasía legítima y que nos define como seres humanos puede terminar derivando hacia la impostura, el fingimiento, la mentira. ECP: "Internet literalmente estructura la búsqueda de pareja como un mercado o, para ser más exactos, formaliza la búsqueda de pareja como una transacción económica: transforma el yo en un producto envasado que compite con otros en un mercado abierto regulado por la ley de la oferta y la demanda" (Eva Illouz, Intimidades congeladas, p. 188). Quizá la cita es demasiado larga, pero me parece significativa de uno de los rasgos principales de tu novela: el comercio afectivo. Los protagonistas se sacian mediante los objetos, mediante la tasación, como reflejan teóricos como Illouz o Eloy Fernández Porta, de sus propios sentimientos. SM: Sí, el hecho de que la relación entre los dos protagonistas se establezca a partir de transacciones económicas -con la apariencia de regalos desinteresados- marca bien claro el tipo de juego que se plantea en la red, donde la gente no se ve, no se toca, y en el caso de mis personajes ni siquiera quieren verse o tocarse. En Cicatriz, además, estas transacciones se desarrollan en dos terrenos algo particulares: la cultura, en la forma de libros, y el lujo, en la forma del fetichismo erótico. Y en definitiva lo que consigue esto es objetualizar el amor, pervirtiéndolo. ECP: "Colgado en un pilar, el almanaque de una asociación benéfica, del año anterior, con algunas fechas rodeadas en rojo" (Cicatriz, p. 12). Aún más, los personajes quedan definidos por sus pertenencias, por su entorno material: la relación de Knut con los objetos es atrevida, pero nunca se los queda, es un cobarde que teme el fracaso de la posesión, mientras que Sonia está rodeada de, como reza la cita, objetos degradados, kitsch, que reflejan una sociedad en peligro de derrumbe o, en todo caso, ya tocada sin que nadie se haya dado cuenta. SM: En Cicatriz los objetos, y la manera en que se presentan estos objetos, es fundamental: se definen por su precio y su estado -Knut es extremadamente cuidadoso y sufre ante cualquier daño que pueda recibir el objeto, reprochándole a Sonia su descuido-, pero también por la forma en que se obtienen o se acumulan -uno los roba, o mejor dicho, se los apropia; la otra los recibe, aunque no los desee en sí, sino por el simple hecho de ser la destinataria-. Lo que lleva a Sonia al hartazgo es precisamente la acumulación de objetos, que casi invaden su casa, que se convierten en presencias que tiene que esconder y que hablan de su culpabilidad. ECP: "A pesar de todo, continuar. Una espiral sin fondo. Huecos, necesidades, añoranzas. Palabras, etiquetas, cajas, precios. Suben viajeros. Todo siempre en exceso. La expansión. Filtraciones. Colarse hasta en la grieta más pequeña. Pequeña sacudida, alguien protesta. Aparecer en cada resquicio. En lo que lee. En lo que escribe. En lo que viste. En lo que piensa. Su pretensión. Y el fingimiento de sumisión. De aceptación. De amor. Baja el anciano; ella recupera su sitio. Fingir que lee, fingir que escribe, fingir que viste, fingir que piensa" (Cicatriz, p. 156). Esto crea, en relación con la cita y la pregunta interior, una impostura inevitable muy grande en Sonia, una doble vida en la que ninguna es real. ¿Hasta qué punto crees que eso es lo que está sucediendo hoy en día con las formas de comunicación digitales? SM: Bueno, en relación con esta historia ya he dicho en alguna otra ocasión que la presencia de la red es en parte tangencial, y que esa tendencia al fingimiento -enfermiza en el caso de que conduzca a una doble vida- ya está presente en la naturaleza del ser humano. Somos entidades construidas, explicadas, artificiales casi. Es cierto que la red amplía todas estas posibilidades, pero fíjate que en mi novela lo que propicia la fantasía es mucho más simple: es únicamente la distancia. Cicatriz es básicamente una novela epistolar, y la presencia de la red se limita al hecho de que ellos se manden emails -como podrían ser, y de hecho son en algún momento, cartas postales- o a la manera en que se conocen. ECP: El esquema temporal en la novela es uno de sus grandes aciertos, en nuestra opinión. ¿Fue premeditado o espontáneo, según la narración le iba demandando los aconteceres? SM: Una mezcla de ambas cosas. Desde el principio supe que esta historia debía contarla resaltando algunos momentos clave -la escena de la camiseta del inicio, una llamada telefónica que pone fin a la primera parte de la relación, la conversación de la protagonista con una amiga, etc.-. Durante el proceso de escritura me di cuenta de que ese subrayado -que a su vez conlleva el emborronamiento o difuminación de las demás escenas- podía hacerse con saltos temporales. No es un capricho, como tampoco lo son las elipsis. Y siempre que algún lector señala esto, me siento muy agradecida, porque no me gusta que se entienda como un mero juego formal. ECP: De nuevo, la figura del perro como símbolo. En “Cicatriz” parece que Sonia se ve enjaulada como el perro de su vecina, en un espacio inhabitable. Como autora, ¿cuál de sus personajes vive en realidad más enjaulado, Sonia o Knut? Ambos, pero de maneras más distintas. La jaula de Sonia tiene más relación con circunstancias personales hasta cierto punto externas (la familia, el trabajo...) y la de Knut es más cerebral, parte de las propias limitaciones que él se impone. Lo cierto es que ambos están también limitados por su propia clase social. ECP: ¿Cuál es la verdadera cicatriz de Sonia? [Y en voz baja: ¿esa cicatriz coincide en cierto modo con algunas de las que tiene Sara Mesa?] SM: La verdadera cicatriz es, como se insinúa en la cita de Marta Sanz que abre el libro, la de la culpa. Cuando pasen los años, le dice Knut a Sonia, a lo mejor yo te habré olvidado, pero tú lo tendrás más difícil. Y es cierto. Toda la obsesión que siente él por ella termina trasladándose, y ella queda marcada. Respecto a la pregunta en voz baja, Sara Mesa está en cada unas de sus novelas, de sus cuentos y de sus personajes, como casi siempre sucede con los escritores. ECP: Al final de la novela, el lector se da cuenta de que no sabe nada de Knut, absolutamente. Que la realidad de la narración se fermenta gracias a su irrealidad, creando la verdadera fantasía. Cuando una relación se rompe, ¿nos damos cuenta de que no sabíamos nada del otro, despertamos de la fantasía o no? SM: Sí, esto enlaza con lo que hablábamos antes sobre las perversiones de la fantasía, pero es que el mismo Knut tampoco sabe nada sobre Sonia, de hecho no quiere saber nada, únicamente quiere construirla a su medida, así que al final lo que tenemos es una revisión del mito de Pigmalión, que, digamos, le sale rana. Y no, claro que no se conocen. Con el higienismo de los amores platónicos, las parejas nunca se conocen. ECP: "Las creaciones artísticas nacen de la anormalidad" (Cicatriz, p. 162). No obstante, entre ambos se crea una relación literaria: Knut quiere que Sonia publique. Es, por decirlo de alguna manera, una de sus obsesiones. ¿Crees que la literatura, el arte en general, surge de estas fuerzas de tensión? SM: No tiene por qué. La literatura puede surgir por miles de razones, no deja de ser una forma más de expresión cuyas manifestaciones son tan variadas como variados son los emisores. Así que la obsesión o la anormalidad es una de estas posibilidades, pero no la única. Hay literatura de acción, literatura lúdica, literatura evasiva, etc. Y en todas ellas hay ejemplos de calidad. ECP: Y si surge, ¿cuál es el motor? ¿Para quién lo hacemos? ¿Por qué escribe Sara Mesa? SM: Esa es en realidad la pregunta más difícil de contestar, y de hecho cada vez contesto algo diferente, porque no termino de saberlo bien. A día de hoy, te diría que escribo porque encuentro en el acto de hacerlo una forma de expresión necesaria (para mí) e inevitable (para mí) absolutamente diferente de la expresión del lenguaje normal y cotidiano. ECP: Parece que vivimos en una sociedad liberal, pero qué va, de vez en cuando salen declaraciones que atañen directamente a lo femenino. Sensaciones neoliberales para un pensamiento medieval. ¿Qué destacarías de las últimas escritoras españolas? Pienso, aunque puedes comentarlo libremente, en mujeres como Jenn Díaz, Nere Basabe, Aixa de la Cruz, Elena Medel, Lara Moreno, etc. SM: Qué voy a pensar, es de cajón saber que alcanzan igual calidad que los escritores hombres, aunque aún haya una visibilidad menor de la literatura escrita por mujeres. Pero al mismo tiempo, me disgusta esta tendencia a agruparnos únicamente por el sexo. De las autoras que nombras -algunas he leído, y son muy buenas- no hay ninguna con la que literariamente me sienta próxima. Y en multitud de sitios nos nombran juntas, no sé por qué. Tenemos que tener cuidado para que las reivindicaciones por la igualdad no nos lleven al guetto, no sé si me explico. ECP: ¿Quizá es porque, como asegura Marta Sanz, todavía pervive, por desgracia, una mentalidad de «pubis infantil»?
SM: Sí, aparte está eso: el paternalismo y la sexualización. Marta lo explica todo muchísimo mejor que yo. ECP: No obstante, para terminar, uno de los rasgos esenciales de las teorías de Illouz y Fernández Porta es la temporalidad, la confrontación entre un TiempoTM prefabricado por los medios de comunicación y un RealTime, natural, que intenta desarmarlo. Hace unos días colgaste en Facebook una imagen que te relajaba: un collage formado por cuadros renacentistas, gatos edificios, peces voladores, una oveja, un coche, etc. ¡Es tan cómica! Pero también es un síntoma de la novela, de Sara Mesa: vivimos rodeados de referencias, de marcasTM a las que adscribirnos, de objetos, de tradiciones temporales que podemos colocar a nuestro antojo. ¿El retorno del pasado, diríamos, es incesante, pero está en nuestras manos que sea crítico o un mero revival nostálgico: «ya sabes: echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos entonces» (Cicatriz, p. 186)? SM: Uf, la pregunta me sobrepasa porque no soy nada teórica, cuando escribo me dejo llevar por un impulso mucho más emocional (deseo de expresión, de comprensión de la realidad, de comunicación), no soy nada cerebral y, si acaso, todo tipo de interpretaciones racionales, filosóficas o del tipo que sean vienen después. Sí que es cierto que la temporalidad es un elemento con el que me gusta jugar; de ahí, por ejemplo, lo que hablábamos antes sobre la estructura de esta novela, o sobre otros libros míos en los que también hay elipsis o saltos temporales. Y además me atrae la técnica del collage... Éste que mencionas es un divertimento hecho por mí que pasa incluso por la desacralización de ciertas formas de arte, la posibilidad de reinventar cosas, pero sobre todo de divertirme... de ahí que afirmara que "me relajaba", aunque, claro, las cosas que se cuelgan en facebook no hay que tomárselas muy en serio, casi nunca.
1 Comentario
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20/9/2022 10:10:42 am
Buenos días señor / señora,
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