Entrevista realizada por MANUEL JESÚS SORIANO PINZÓN Tierra quemada Hay algo de cierta frescura e irreverencia poética en Rafael López Vilas, ese modo de tejer lo altivo con lo mundano. Hablar del país, de los bares, de su ciudad, y después vomitar versos y palabras sobre los pies de cartón, los sin techo, los vagabundos, los oprimidos por la sinrazón de la vida, los sin voces que juegan a la rayuela y cuentan los pasos por las calles angostas y frías de la urbe, mientras esperan la noche para ser devorados por los lobos que acechan, mientras los que tenemos voz dormimos entre almohadones y colchas acaudaladas. Ahora, en su novela Tierra quemada (Versátiles, 2020) nos habla de la desigualdad, la ruina, la corrupción y las fortunas alejadas de lo ajeno. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Una de las cosas que más llama la atención de su novela es el título, Tierra quemada. ¿Cuánto hay de «pandemia» en esta novela? —RAFAEL LÓPEZ VILAS: El título de este libro alude a esa táctica militar consistente en la destrucción de todo cuanto pueda ser de utilidad al enemigo cuando uno de los contendientes se retira o avanza a través del territorio del oponente. Tierra quemada bucea en el desolador escenario de la sociedad española tras la crisis del 2007 y hace un descarnado retrato de los despojos de las víctimas del desastre. Como ciudadanos, nos hemos acostumbrado a que los responsables de esa clase de catástrofes no sólo no paguen por sus crímenes, sino que, además, disfruten de una vida sufragada a costa del sufrimiento y de las vidas de muchas personas, con impúdica comodidad. Es una historia que se repite y, hasta la fecha, el ser humano no ha dado muestra alguna de tener intenciones de buscar una vacuna. —ECP: En su libro, con un discurso de acervo contemplativo, aborda poéticamente conceptos como la conciencia, la alteridad de sí mismo o la construcción del yo. ¿Deja lugar a la ficción? —RLV: Por supuesto. Esa conciencia o ese “yo” al que aludes, no me pertenecen, y sus vivencias, sus preocupaciones y su forma de afrontar la vida tampoco son las mías. La familiaridad que resuena en esta novela no debe confundirse con falta de ficción. Esto no es un reportaje periodístico, ni un documental. Obviamente está ambientada en una crisis que aplastó el país. En su corrupción política. Es un hecho real que nos ha jodido la vida a muchos. Esa construcción del “yo”, en realidad, es la construcción del “tú” y también del “él”, porque esta novela versa sobre un “todos nosotros” que yo, como escritor, a través de mi percepción de la realidad, sólo puedo imaginar. Es realismo social, sí, pero también una ficción jodidamente real a la que he dado vida a través de los personajes de la novela. En cualquier caso, creo que es bueno que el lector se vea reflejado o que crea conocer personas así, y sería mejor todavía que no las olvidasen. —ECP: Poesía, novela, El Lobo, Rafael, ¿Doctor Jekyll y el señor Hyde? —RLV: No lo creo. No hay nada que El Lobo hiciese a lo que Rafael no estuviese dispuesto y viceversa. El Lobo está aquí, es ese tipo que se sube al escenario que sabes que no va a dejarte indiferente. Es el tío que empuña el látigo, el que vierte limón en la herida y te retuerce el estómago porque no ha venido a agradar. Rafael no es distinto, pero no se patea los escenarios. Sabe lo que hace y del modo en que lo hace, y es consciente de la demasiada exposición y los riesgos que tiene decir las cosas que dice del modo en que las dice. Lógicamente, una novela y un poemario no comparten las mismas reglas y no parten del mismo lugar, aunque el fulano que las escribe, en este caso, sí. De todos modos, El Lobo y Rafael no prescriben paños calientes ni frascos de mercromina. —ECP: ¿Qué nos quiere contar en Tierra quemada? —RLV: Con la trascendencia que tuvo la crisis de 2007 en la vida de los españoles, llama la atención que la narrativa de este país haya pasado de puntillas sobre una época que marcará nuestro futuro durante décadas. Generaciones de escritores anteriores a la mía no han desenfundado el bolígrafo, y las más jóvenes tampoco lo han hecho. La poesía, en cambio, sí ha demostrado un interés y un compromiso mayores con el asunto. A mí, me interesaba escenificar cómo la crisis y la manera de gestionarla del gobierno español de entonces hundieron en la miseria a la clase trabajadora y a los más desfavorecidos, mostrando, además, la obscenidad con que el partido del gobierno y muchos empresarios poderosísimos se repartían el pastel mientras no dejaban de repetir que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Lo peor, sin embargo, no es que lo dijesen y lo repitiesen hasta el hartazgo, lo peor es que agachamos la cabeza y nos lo creímos. —ECP: ¿Escribir es un alimento y una necesidad? —RLV: Siempre he pensado que ese tipo de frases resultan rimbombantes y plagadas de afectación. El arte, la literatura, la poesía, rebosan de eslóganes que alimentan una mística y una magia de la que carecen la mayoría de los actores que trabajan en ellas. Hay muchos escritores que visten su personaje de esa guisa y adornan su labor con frases así. En la mayoría de los casos, es sólo pantomima, aunque queda bien decirlo y le confiere a dicho individuo cierto aire de distinción que, en parte, disimula su falta de talento. A mí escribir es lo que más me gusta. Lo que quiero hacer todo el tiempo que pueda y mientras quiera hacerlo. Pero alimento y necesidad son otra cosa. Necesidad es que tu hermana pase sin comer para darte de comer a ti. Necesidad es tener plásticos en lugar de cristales en las ventanas. Yo he tenido esa hermana y esas ventanas. He tenido que trabajar durante años para poder malvivir. ¿Que querría haber estado toda la vida escribiendo? Pues claro... —ECP: ¿Qué opina de la novela y la poesía actuales? —RLV: Cuando desembarqué en Madrid en 2000, me encontré una ciudad plagada de un montón de gente pastando en el campo de la creación, aunque la calidad de la leche, en general, dejaba bastante que desear. Entonces no existía la fiebre que hay hoy con las redes sociales. Creo que las redes son un factor que ha transgenizado el carácter del forraje, y que la calidad de literatura y poesía que se publica en las editoriales también es peor. La mayor parte de las veces que vago por una librería tengo la sensación de deambular por el desierto. Claro que de vez en cuando me encuentro con alguna cosa interesante, y cuando sucede es como tener una inesperada erección. He leído muchos de los libros de las nuevas voces que han conquistado el estante librero y en su mayoría me resultan de una intrascendencia insoportable. También es cierto que soy bastante pejiguero y un poco gilipollas a la hora de contentar... —ECP: ¿Necesita alimentarse del recital poético y ver al público expectante a cada palabra que suelta con pasión, y algunas veces, con disparidad? —RLV: Ciertamente que no. Cuando subo a un escenario no disfruto en absoluto recitando. Es una forma de darse a conocer y que el personal escuche tu trabajo. Lo mismo puedo decir de los lectores. Por supuesto, me alegra que disfruten con mi trabajo, pero eso es algo que ya nada tiene que ver conmigo. Mi disfrute ya sucedió cuando escribí lo que recito o el libro que tienen entre manos. Soy egoísta y disfruto en soledad de ello. Es un ejercicio de onanismo puro y duro, lejos del mundanal opinario. No se trata de una pose ni del discurso hipócrita de un personaje. Las felicitaciones, los aplausos, las emociones que puedo inferir en el lector/espectador, personalmente me resultan indiferentes, y creo que, de no ser así, empezaría a intentar complacer a los demás escribiendo lo que se supone que esperan de ti y sería el principio del fin, porque esto va de lo que yo quiero decir y no de lo que tú esperas escuchar. Los aplausos, las buenas críticas, ayudan a vender libros, pero a veces ni siquiera eso. —ECP: En el prólogo del escritor Adolfo Gilaberte, éste dice: «La realidad que cuenta esta novela no es elegante ni sofisticada, no, es del color del hierro y del sudor, huele a días y noches sucesivos al borde del sumidero, sabe a cañerías y a sopa de sobre». ¿Cuántas noches de insomnio, de lágrimas vertidas y de querer borrarlo todo ha pasado creando Tierra quemada? —RLV: Una vez publicada, el grueso de la novela ha supervivido sin contratiempos a las correcciones, y pude terminar de escribir el libro sin derramar ninguna lágrima ni padecer insomnio alguno. Aun así, en muchos aspectos, no fue un libro fácil de escribir porque, precisamente, más allá de la tramoya de corruptela y depravación político-empresarial del decorado, Tierra quemada habla de un país plagado de gente arrasada por las urgencias y la necesidad. Gente que lo han perdido o le han quitado todo. Enfermos que mueren en un pasillo esperando la atención de un médico que nunca llega. Personas que trabajan para ser pobres. Indigentes que no son considerados ni siquiera bestias de carga y que son arrojadas a la marginalidad del olvido como si fuesen basura. No obstante, sí que hay un personaje, el de María Olmedo, cuya historia es una tragedia mayúscula y su escritura fue, sin duda, lo más difícil que he tenido que escribir nunca. —ECP: Si antes de la pandemia había desigualdad: ¿cómo lo ve desde ese punto, irreverente, del que acentúa sus palabras? —RLV: Como dices, necesidades y desigualdad ya estaban ahí antes de la pandemia. La covid ha tensado la cuerda y acentuado la indecencia de la situación de miles de personas en este país. Esta es la basura que hemos consentido. Durante los dos últimos gobiernos del PP, el desencanto y la abulia de gran parte de la población permitieron el desmantelamiento y el saqueo sin precedentes de las arcas públicas y el estado del bienestar sirviéndose de una crisis económica como coartada. La respuesta de aquel gobierno fue ideológica, una respuesta con absoluta conciencia de clase, en este caso, de las elites económicas, que se sirvieron del PP y del dominio de los medios de comunicación para minimizar el poder de la clase trabajadora y sufragar sus pérdidas. No obstante, la desigualdad no es la única que goza de que la sociedad española mire hacia otro lado. Igual ocurre con la violencia machista, con el cambio climático, la revitalización del franquismo o averiguar quién demonios es M. Rajoy. —ECP: ¿Próximos proyectos? —RLV: Dada esta interminable pandemia, predecir el siguiente paso sería casi un ejercicio de vaticinio de fin de carrera. Por el momento, continuaremos con la promoción de Tierra quemada, y con suerte, quizá antes de fin de año, se publicará Vosotros, el Pueblo: poemas anti-sociales, finiquitando así mi Bilogía obrera. Hasta entonces, seguiré con la novela y el poemario en los que estoy trabajando, y me sentaré a esperar, con permiso de mi editor en Versátiles, José Ángel Garrido, a que alguien en Mondadori o Anagrama levante el teléfono y me llame... Dejamos la charla, con pena, mientras sigue oliendo a tierra quemada por las calles lluviosas de la ciudad alejada del bullicio de antaño.
Gracias, amigo Rafael, el Lobo irreverente...
5 Comentarios
17/4/2021 03:04:51 am
"Personas que trabajan para ser pobres", magnífica entrevista, con perlas como ésta. ¡Ánimo!, vamos a necesitarlo...
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18/4/2021 01:47:10 pm
Muchísimas gracias, Alfonso. Celebro que te haya gustado. Por desgracia, me temo que sí... Un abrazo
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