Entrevista realizada por Basilio Pujante y Juan de Dios García Lolita revisited Con Cada noche, cada noche la narradora Lola López Mondéjar ha apostado fuerte en sus tesis sobre el mito de Lolita, el personaje “real” y su autor real, el personaje del imaginario colectivo y su evolución a lo largo de décadas, el original escrito por Nabokov y sus interpretaciones cinematográficas, un trabajo novelesco/argumentativo lleno de interrogaciones. Y en eso estamos: dispuestos a ladrar con la autora sobre causas y consecuencias, cumbres y abismos de este mito contemporáneo. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hay investigación detectivesca en tu última novela, hay poso dramático, cruces de sospechas entre personajes, tesis, venganzas y un asesinato. ¿Podríamos considerar Cada noche, cada noche una novela negra de atmósfera intelectual? —LOLA LÓPEZ MONDÉJAR: Mi intención era que así fuese, que la investigación que lleva a cabo Dolores Schiller sobre su madre se dosificase como en una novela negra, que el lector se sumergiese en una propuesta intelectual progresiva y amena, dosificada, que lo llevase hasta descubrir quién es realmente el asesino. —ECP: Sabemos que eres admiradora reconocida de Nabokov desde tu juventud. ¿Te has encontrado algún “nabokovista” fundamentalista que haya malinterpretado tu novela y la haya menospreciado? —LLM: Que yo sepa no, al menos públicamente. —ECP: El libro se plantea como una especie de secuela de Lolita. ¿Qué relación personal tienes a día de hoy con la obra de Nabokov? ¿Ha cambiado tu lectura a lo largo de los años? —LLM: Sigo considerando a Nabokov un maestro indiscutible, aunque encuentro un exceso de intelectualización en él que, como me sucede también con Borges, es ajeno a mi propio estilo, siendo como es también el mío bastante intelectual. Pero he disfrutado mucho con Ada o el ardor, y con casi toda su obra, y he aprendido siempre de sus propuestas. […] Con el tiempo mi modo de leer ha cambiado y se ha hecho más analítico, estoy más interesada en analizar sus recursos como narrador que en seguir las historias que nos cuenta. Un cambio que suele acontecer con los años. […] Respecto a la secuela, con Cada noche, cada noche quise hacer un experimento parecido al que realizó Jean Rhys en Ancho mar de los Sargazos respecto a la novela de Charlotte Brönte, Jane Eyre. Rhys da vida y rescata la figura de la loca mujer de Rochester de la novela de Brönte. Yo quise rescatar a Lolita de su mutismo estableciendo un juego intertextual, metaliterario, que reinterpretase su historia. —ECP: En las últimas décadas surgen voces que defienden una revisión del canon literario desde perspectivas feministas o postcolonialistas. ¿Se debe entender Cada noche, cada noche como una clara relectura feminista del mito de Lolita? —LLM: Lolita lleva el nombre de una niña que permanece casi muda a lo largo de toda la novela de Nabokov, una niña “creada” por la imaginación proyectiva de Humbert Humbert, como no se cansó de afirmar el propio autor. Mi interés consistía en darle voz a esa niña, en contar la historia desde su punto de vista (inventando unos fragmentos de su diario, que la muestran como una niña curiosa y sola), y del de su hija, que es la protagonista de mi novela. […] En ese sentido realizo una propuesta en la que los estudios de género no se cansan de insistir: la autodesignación; devolver la voz a las mujeres que han sido inventadas por los hombres, que han sido heterodesignadas. Hace poco leí otra novela de Carmen Boullosa, El libro de Ana, que rescata los diarios de Ana Karenina; puede que las escritoras estemos cansadas de los modelos patriarcales de mujer, de personajes que encontramos fallidos o mal interpretados, y busquemos representar otros personajes femeninos desde nuestra experiencia, contraponiendo estos personajes a los creados por la mirada de los hombres. […] Por otra parte, creo que los estudios de género están haciendo una excelente crítica sobre el canon, que siempre ha sido blanco, occidental y masculino. Mis novelas quieren interrogar distintos mitos todavía vigentes en nuestra cultura: el del amor maternal lo cuestiono en Mi amor desgraciado; el mito del amor romántico y de la revolución sexual que vivimos durante la transición española en La primera vez que no te quiero, y en Cada noche, cada noche, el mito de la nínfula, de la niña hipersexualizada y devoradora de hombres. Sin embargo, encuadrar mi obra en una perspectiva exclusivamente “feminista”, sería volver a particularizar y a reificar la literatura escrita por mujeres, pues la excluye del universal “literatura”, sin adjetivos, que seguiría perteneciendo a los varones. Y no estaría de acuerdo con este proceder. […] He escrito mucho sobre esta forma de marginalidad, en especial en las entregas de noviembre y diciembre de 2016 de la revista Quimera, donde apuesto por una escritura andrógina, queer, si se quiere, pues andróginos son los lugares desde los que creamos y el horizonte al que nos acercamos. —ECP: Tu novela está estructurada como la reivindicación de la figura de una mujer por parte de su hija. ¿Qué posibilidades crees que ofrecen a la literatura actual las relaciones materno-filiales? —LLM: Me parece que la exploración de las relaciones materno-filiales es inevitable a la hora de escribir desde el punto de vista de personajes femeninos. Son relaciones de una enorme ambivalencia, donde el amor y la identificación se unen con el rechazo y el esfuerzo por separarse de la madre, siempre muy presente en las mujeres. […] La maternidad ya fue el tema de mi novela Mi amor desgraciado y de La primera vez que no te quiero, y también está presente en mis libros de relatos, sobre todo en Lazos de sangre. Creo que mis novelas, pensadas como una unidad, tienen siempre esas relaciones que nos constituyen muy presentes, aunque falta mucho por escribir sobre la experiencia de las mujeres en estos órdenes. Encuentro, sin embargo, que muchas escritoras jóvenes se animan cada vez más a problematizar esa relación que demasiados hombres han idealizado y simplificado, y pienso en Albert Cohen, por ejemplo, en El libro de mi madre, o en Richard Ford en Mi madre, donde apenas la conoce y casi no puede hablar de ella. La madre para los hombres es una figura ideal o una auténtica desconocida, mientras que para las mujeres pertenece a un universo enigmático, pues esconde siempre la mujer que hay bajo la función maternal, cuyo misterio puede ser descifrado en parte cuando las hijas acceden a su propia maternidad. […] La ambivalencia del amor maternal, sus sutilezas más íntimas, son un territorio propicio para la literatura. —ECP: Frente a la imagen lúbrica que tradicionalmente se ha tenido de Lolita, Dolores Schiller, su hija en tu novela, es un personaje marcado por la inapetencia sexual. Este tema, tabú hasta hace poco tiempo, está ocupando cada vez más espacio en los medios de comunicación en los últimos años. ¿Podemos considerar la figura de Dolores Schiller como una reivindicación o, al menos, como una visualización de la asexualidad? —LLM: Cuando escribí la novela todavía no se había producido esa explosión a la que ahora asistimos de testimonios y artículos sobre la asexualidad. Pensé a Dolores Schiller como asexual para construir un personaje que fuese la antítesis de la figura de su madre, o mejor, de lo que la recepción de la obra, y posteriormente la película de Kubrick, hizo de su madre. Pero cuando la novela se publicó me llegaron mensajes de personas que encontraron en mi protagonista un ejemplo de su propia ausencia de deseo sexual, y me interesé más por un fenómeno que, en primer lugar, fue para mí un recurso literario y, sobre todo, una forma de concebir a un personaje-mujer cuyo protagonismo no girase alrededor del hombre, una mujer autónoma en todos los sentidos, cuyo placer es más textual que sexual. […] Creo que las mujeres estamos demasiado condicionadas por una sexualidad masculina y patriarcal, y hemos atendido poco a nuestros deseos por fuera de los deseos del hombre sobre nosotras; la asexualidad de Dolores Schiller me permitía apartarla de los hombres y definirla básicamente respecto a sí misma y a sus orígenes femeninos, entre los que se encontraba, obviamente, la madre que no conoció. —ECP: Ofreces en tu libro una visión radicalmente diferente a la habitual en el mito de Lolita. ¿Qué parte de culpa crees que han tenido las adaptaciones cinematográficas de Kubrick y de Adrian Lyne en la manera de leer Lolita de Navokov? —LLM: Creo que bastante, porque hay muchas personas que solo han conocido el mito de la nínfula a través el cine, pues nunca leyeron la novela. […] Sin embargo, para escribir la mía solo tuve en cuenta los testimonios de la crítica sobre la obra de Nabokov, que siempre fue interpretada, salvo excepciones, como una historia de amor, al margen de la versión cinematográfica. En la novela cito explícitamente algunas de estas opiniones. […] La pregunta que me acosaba era: ¿cómo es posible pensar como amor una relación tan asimétrica, donde la niña nunca dice que lo ama, donde cada noche, cada noche, llora apenas cree que su padrastro, su raptor y su abusador, se ha dormido? Asusta pensar que esta interpretación se impusiese hasta crear el mito de unas niñas demoníacas que seducen a los hombres adultos, y que solo unos pocos, entre ellos Martin Amis, hiciesen una lectura ajustada a lo que la novela propone. Asusta pensar que Lolita, la niña, haya pasado tan desapercibida para los lectores y para los espectadores, condicionados culturalmente para percibir como amor recíproco una historia de abusos contada por un narrador no fiable. […] ¿En qué sociedad nos encontramos cuando todavía se banaliza así la pederastia? Me di cuenta de que muchos escritores habían mantenido relaciones con niñas. Poe es un ejemplo paradigmático, pero también Machado con Leonor, la niña de trece años de la que se enamoró casándose con ella a los quince, cuando él tenía treinta y cuatro. Comprendí que esta asimetría está en la base de la dominación, que demasiados hombres no buscan parejas simétricas, sino que, aquejados de un síndrome de Pigmalión, se acercan a las niñas para diseñarlas y esculpirlas a su antojo. Para ejercer sobre ellas su poder y su dominación. Esto es todavía así hoy en otras culturas, pero la literatura occidental que conozco está también llena de estos encuentros tan desiguales, que nos han pasado desapercibidos, precisamente, porque eran muy sintónicos con la cultura dominante, y que hoy podemos identificar mejor al alejarnos de esa cultura desde una crítica feminista. Y comprendí, por último, que todo esto influyó poderosamente en esa popularidad artificiosa, en palabras de Nabokov, que alcanzó a Lolita durante los años 60 y 70, en plena expansión de la revolución sexual. —ECP: Efectivamente, el de Lolita es uno de los grandes mitos de la literatura occidental contemporánea y ha quedado muy marcado por la interpretación de la obra en las décadas de los sesenta y de los setenta del siglo XX. ¿Crees que la novela de Nabokov se hubiera entendido de manera distinta si se hubiera publicado en nuestros días? —LLM: Estoy segura de que sí. La recepción de Lolita hoy no sería la que fue, todavía figura en la contraportada de su edición española como una maravillosa historia de amor. Hoy estaríamos más de acuerdo con lo que Nabokov quiso que se pensase sobre ella: la historia de una pobre niña raptada por un hombre maduro que proyecta en ella sus fantasías, derivadas de un temprano amor infantil. La historia, sobre todo, de la perversión de ese narrador poco fiable que es Humbert Humbert, que se inventa a Lolita, dotando a su historia del erotismo de una relación inaugural, púber e igualitaria, como la que tuvo con otra niña, Annabel, que lo marcó para siempre. […] La asimetría entre Lolita y Humbert, el rapto, las protestas de la niña, la voz seductora de Humbert como ejercicio de persuasión, serían puestas hoy en primer plano porque la sensibilidad de la sociedad ha cambiado. No así, quiero pensar, su consideración como una excelente obra literaria. —ECP: Además de escritora, también eres psicoanalista. ¿Cómo ha influido este perfil profesional en tu manera de leer o de escribir concretamente Cada noche, cada noche?
—LLM: Creo que a lo largo de los veinte años que llevo publicando novelas, libros de relatos y ensayos, he ido integrando progresivamente mis conocimientos sobre el alma humana en todo lo que hago. Escribo con todo lo que soy: psicoanalista, mujer, madre, amiga de mis amigos, docente de mis alumnos… No concibo otro modo de hacerlo que desde el esfuerzo por poner en juego todo lo que conozco para ofrecerlo a mis lectores. La literatura es para mí una vía de conocimiento privilegiada sobre lo humano. No la concibo como mero entretenimiento, sino como una ascesis personal que provoca un movimiento paralelo de reconocimiento y autoconocimiento en el lector. Escribimos y leemos para comprender cómo y quiénes somos. Como decía Camus, si el mundo fuese claro no existiría el arte. Es la opacidad del ser humano y del mundo lo que motiva la reflexión artística. Y a esa opacidad me acerco desde el psicoanálisis y desde la literatura. —ECP: Obviamente, nadie es dueño de la interpretación de su libro una vez que se ha parido y entregado al mundo de los lectores, pero ¿qué idea principal querrías que quedara muy clara respecto a tu intención ética (independientemente de la valoración narrativa) a través de Cada noche, cada noche? —LLM: Creo que mi libro se ha entendido tal y como yo deseaba, cosa que no pudo decir Nabokov de su novela. Que se ha hecho justicia con una niña violada que, sin embargo, ha servido para representar una fantasía erótica demasiado presente en los hombres patriarcales. […] Concibo la literatura como una corriente inagotable, un diálogo infinito entre un libro y otro, y me gustaría que algún día, otra novela dialogase con la mía y la reinterpretase, levantando otro eslabón más del juego intertextual que la literatura nos propone.
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20/9/2022 09:12:30 am
Buenos días señor / señora,
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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