Entrevista realizada por INMA LUNA Juan Pardo Vidal (Almería, 1967) ha publicado los libros de poemas La mujer sin brazos, Poemas de amor a una piedra y Poesía para insensibles, si bien el reconocimiento a su labor literaria le ha llegado de la mano de sus libros de prosa, entre los que destacan las colecciones de relatos Tus muertos y 35 maneras de sentirse solo o la novela corta La luz de la mesita de noche, con la que ha conseguido un notable éxito de crítica y público. Su obra más reciente, La memoria de los peces, aún está disponible para descargas gratuitas en la web del periódico La Voz de Almería, y dentro de unos meses se editará la que será su siguiente novela, Arquímedes está en el tejado, con la editorial tinerfeña Baile del Sol. Es un escritor agudo, es un escritor certero y singular. Esa mirada precisa que tiene sobre el mundo se intensifica con algunos de sus filtros favoritos, el sentido del humor y la ironía, por un lado, y las matemáticas y la ciencia, por otro. Por eso me gusta leerle, obligatoriamente, porque me permite asomarme a la creación literaria desde un balcón tan amplio como poco transitado. Lejos de estereotipos, con arrojo y posicionamiento, tal como cocina, tal como consigue que florezcan los jacintos, Pardo Vidal construye historias entreveradas de amor, soledad, números y hombres y mujeres que se nos hacen vivos y conmovedores. Me gusta lo que escribe porque me hace virar la mirada, sonreír a medias y dolerme un poco; porque me invita a dejar encendida la luz de la mesita de noche, valora en su justa medida la memoria de los peces y, sobre todo y especialmente, porque es el poeta que conoce el secreto de las acelgas y lo comparte ganándose así mi agradecimiento eterno. Juan Pardo Vidal sabe de la vida y sabe de la literatura, qué suerte que conozca también de modo extraordinario cómo convertirlas en una. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Tú eres autor de poesía, cuentos y novela. Te voy a hacer una pregunta que siempre me hacen a mí: ¿qué diferencia sustancial encuentras a la hora de escribir en los diferentes géneros? JUAN PARDO VIDAL: El control. Es evidente que hay muchas diferencias a la hora de escribir poesía, cuento o novela, no sólo en la concepción de la obra, sino también en el ritmo de la sintaxis, en el tono o en las herramientas... Pero la diferencia sustancial que yo encuentro, la que más me llama la atención cuando escribo uno u otro género es la falta de control que tengo sobre la poesía y el cuento, son lábiles, resbaladizos, inaprensibles. La madre que los parió. Sobre todo en su generación; después, cuando el texto avanza, tomo un poco más el control. He de reconocer que yo puedo decidir escribir una novela, pero nunca he sabido cuándo iba a comenzar a escribir un poema o un cuento. Con ellos me siento más un médium que un escritor. Algo que, ya te digo, no me pasa con la novela. La novela es más domesticable, es un animal literario más dócil, una maquinaria que yo decido construir y que va creciendo a mi antojo. Es cierto que el perfil psicológico de los personajes de la novela me hace ir por derroteros que no había previsto, pero siempre dentro de cierto control. —ECP: ¿En tus cuentos, el humor y la ironía se ocupan de dar salida a los grandes temas: el amor, la muerte, el tiempo, la soledad? JPV: El humor es un ejercicio de inteligencia, nuestro cerebro se esfuerza en anticipar lo que puede ocurrir a nuestro alrededor, se trata de un comportamiento adaptativo, ése es su trabajo, prever qué demonios va a suceder para que estemos preparados ante cualquier contingencia. Lo que hace el humor es sorprender al cerebro, mentirle y, justo en ese instante, mostrarle que lo ha engañado. A él esto no le molesta, al contrario, se parte de risa, le gustan estos ejercicios, le producen placer. El sentido del humor es el sexto sentido. El humor es un canalla con un puntito tierno, es libre y, lo mejor de todo es que no se puede copiar ni plagiar. Tomar la vida con un poco de sentido del humor es absolutamente imprescindible para descansar y darle vacaciones al racionalismo. A veces me pide el cuerpo tratar temas trascendentes con esa pátina de ironía, y así lo hago. No pretendo ser más interesante por ello, simplemente intento ser honesto al hacerlo, si me apetece ser un poco payaso lo soy, y si me pone ser sesudo y triste, pues me pongo profundo, intento que no haya mucha impostura en el tono de mi obra. Lo que pasa es que los grandes temas son siempre los mismos, los trates con humor o no. Es más, sospecho que, de una u otra forma, siempre estamos hablando de la soledad. De ella hablamos cuando hablamos del paso del tiempo, de la muerte, o de la infancia. El humor te permite digerir o pasar el mal trago que supone reflexionar sobre nuestra propia condición y sobre lo solos que podemos estar rodeados de tanta gente. Sin el humor la vida y la literatura serían un poco más insoportables. Vale, Inma, sí, lo reconozco, me sirvo del humor para suavizar las cosas que me duelen, soy un poco tramposo. Dicho queda. —ECP Con tu primer libro de relatos, Tus muertos, te acercas al tema de la muerte desde muchos ángulos, un tema sobre el que todavía quedan muchos tabúes. ¿Es tu intención romper con algunos de ellos? JPV: Sí, pretendía hacer algo distinto. Era un libro arriesgado porque es muy delgada la línea que separa el humor del mal gusto cuando se trata un tema tan delicado. Todos hemos perdido algunos de nuestros seres queridos, amigos, padres... En eso yo no era diferente de los demás. Con la colección de cuentos Tus muertos pretendía desdramatizar un tema tan serio, divertirme, hacer pasar un rato agradable al lector y al final, cuando hubiera bajado la guardia, lanzarle un gancho y dejarle un sabor agridulce. Tus muertos es un libro lleno de humor, sí, pero deja claro que la muerte no tiene maldita la gracia. Fue un libro que editó El Gaviero ediciones y al que estoy muy agradecido, gustó mucho y me dio a conocer como autor. Fue un pequeño y modesto homenaje a Senos de Ramón Gómez de la Serna. —ECP: Vamos con el libro 35 maneras de sentirse solo, una colección de cuentos. Comienza con un relato largo de contenido tierno y duro a partes iguales, también el amor y la muerte están presentes en este primer relato titulado ‘Para acordarme de ti’. JPV: Creo que nunca lo he contado, pero ‘Para acordarme de ti’ iba a ser una novela corta, al menos ésa era la idea que yo tenía cuando concebí la historia. Ocurrió que mientras la escribía los personajes crecieron psicológicamente de tal modo que tomaron el control y no pude terminarla como yo había previsto en un principio. Es un ejemplo claro de la autonomía del relato, de la que hablaba Borges. Este cuento se me fue de las manos como ningún otro, lo reconozco, yo quería hacer un cuento sobre el odio, lo tenía todo anotado, esquematizado. Personalmente eran tiempos complicados para mí y quería escribir sobre el dolor, sobre cuánto se puede odiar a alguien, pero los dos personajes centrales de la historia recondujeron la narración y me obligaron a terminar el cuento mucho antes de lo que yo había calculado, por eso una historia que había sido concebida para poco más de cien páginas, se quedó en treinta. Iba a escribir una historia sobre el odio y escribí un cuento sobre la esperanza, qué curioso. Cada vez me gusta más ese cuento, está ambientado en un futuro próximo, espero que se cumpla. —ECP: Le siguen una serie de relatos breves relacionados con la ciencia, son verdaderamente originales, ¿por qué este hilo conductor? JPV: Soy licenciado en Filología Hispánica porque desde que era un niño he escrito y amado la literatura, no pude resistirme al deseo de estudiar esa carrera, pero era evidente que se me daban mejor las asignaturas de ciencias. Me gustan las Matemáticas y la Física, no creo que podamos decir que somos “cultos” si no intentamos comprender cómo funciona el universo y la materia, cuáles son las leyes que lo rigen, me gusta mucho la literatura científica, mi hermana es matemática y me deja muchos e interesantes títulos. Hay tanta poesía en la Física que me fue muy fácil encontrar analogías con los aspectos más cotidianos de nuestra vida. El principio de incertidumbre de Heisenberg, la teoría del caos, el efecto Coriolis… En todos ellos es fácil encontrar correspondencias filosóficas y poéticas. Como sabes, estos cuentos se agrupan en una parte del libro titulada La madre de la ciencia. En la segunda edición, que ya estamos preparando, hemos incluido algunos más. —ECP: A partir de ahí, en 35 maneras de sentirse solo nos encontramos con un conjunto de historias que van desde lo costumbrista a lo surrealista. Como uno de mis favoritos, ‘El secreto de las acelgas’, muchos tienen una gran carga poética. JPV: Son 35 cuentos, 35 historias que, de una forma u otra, hablan de la soledad. Es cierto que ‘El secreto de las acelgas’ es especialmente poético, yo quería que cada cuento fuera diferente, que hubiera para todos los gustos y las sensibilidades. Pero he de decir que a veces la poesía la aporta el propio lector, no es sólo mérito del autor. Un cuento puede ser completamente distinto dependiendo de quién lo lea. El cuento es como un iceberg, delante de nuestros ojos sólo se muestra una pequeña parte de él, el resto está oculto, escondido, no lo podemos ver pero intuimos que está ahí. Esa parte que no vemos es tan real como la que podemos leer y es, a menudo, la que lo sostiene. —ECP: Háblanos de la novela La luz de la mesita de noche. La protagonista es una mujer peculiar, alejada de estereotipos femeninos, una profesora de matemáticas llamada Pi que se refiere con números a los hombres que pasan por su vida. JPV: La luz de la mesita de noche es una novela que ha tenido un reconocimiento de crítica y público que yo no esperaba. Me gusta escribir historias aparentemente sencillas y dejar que sea el lector quien les dé la trascendencia. Es una historia ágil y amena, repleta de reflexiones, curiosidades matemáticas y buen humor. Todo el mundo se enamora de Pi, tal vez porque tiene un poco de todos nosotros. Es una mujer con la que es fácil identificarse, una mujer de unos treinta y tantos años, inteligente y fuerte, especial. Intenta cuidar y se preocupa todo lo que puede de un vecino, el Sr. Misaki, un anciano algo demente ya, que trabajó en la embajada japonesa y que, aunque es español, natural de Murcia, se cree japonés y como tal actúa. Es tierno y divertido. Pi llama a los hombres que han pasado por su vida con números, en vez de utilizar sus verdaderos nombres; los chicos, de una forma o de otra, siempre la han decepcionado. La historia comienza cuando Pi conoce a Trece, da la impresión de ser un hombre perfecto, por lo que no parece lógico que no tenga pareja. —Éste oculta algo —piensa Pi — Seguro que me trae mala suerte. —ECP: Otra vez las matemáticas. JPV: Sí, Inma. Ya te he dicho que me atrae la ciencia, literariamente me da mucho juego, aunque tampoco es premeditado, es algo natural en mi obra, supongo. Por un lado me sirve para hacer un contrapunto con la poesía y la literatura, porque realmente creo que hay que ser racionales, afrontarlo todo desde un punto de vista científico y empírico, pero por otro lado pienso que la ciencia es muy soberbia, se cree que puede explicarlo todo, y no es así. Por eso hay que bajarle los humos. La luz de la mesita de noche es una extraña comedia romántica, supongo. Necesitamos creer en algo, pero no ha de ser necesariamente en lo que vemos, en los teoremas que podemos demostrar, necesitamos faros en la noche, luces hacia las que caminar; como cuando te levantas al baño de noche y regresas a la cama caliente siguiendo la claridad de la débil luz de la mesita de noche que has dejado encendida. —ECP: Después llega La memoria de los peces, un libro que en lugar de editar —me consta que podías— cuelgas para descargas gratuitas en la red. Esto es lo primero que llama la atención ¿por qué lo hiciste? JPV: Creo que no fue bien entendido este gesto por otros autores o críticos, pero sí que fue celebrado por muchos lectores. Era una novela que, sin serlo, tenía cierto aire juvenil y poético, por lo que no me apetecía ir a presentarla de un lado a otro (algo ineludible si la editas). Algunos pensaron que le restaba valor a mi obra regalándola (debe ser gente que piensa que sólo lo que vale dinero merece la pena). Yo quería que la leyese mucha gente, gente de todas las edades y, sobre todo, de formación distinta. Me salí con la mía, la novela ha gustado mucho y el número de descargas ha sobrepasado con creces las mejores expectativas; algo que me ha hecho ganar muchos lectores, gente que se ha acercado a mi obra a través de esta novela. Eso, para un autor que no tiene acceso a los grandes medios de comunicación, es un tesoro incalculable. —ECP: Vas a publicar próximamente la novela Arquímedes está en el tejado. ¿Te metes en el territorio de la novela histórica? ¿Qué nos puedes adelantar de este nuevo libro? JPV: Arquímedes está en el tejado cuenta la historia de un soldado llamado Vinci que por azar termina sirviendo en la guardia del famoso matemático griego. La acción transcurre en el año 212 a.C., durante los últimos meses del sitio de Siracusa, ciudad-estado griega de la isla de Sicilia por la que pugnan cartagineses y romanos. La influencia de la ciencia, de Arquímedes y de la hija de éste convertirán a este soldado en una persona bien distinta a la que era antes de entrar en contacto con ellos […] Llevaba mucho tiempo con ganas de escribir una novela en la que apareciera Arquímedes, ha sido uno de los más grandes matemáticos de la historia y un adelantado a su tiempo. Las lagunas de su biografía y los enigmas que rodean su vida permitían novelar, ha sido un trabajo, a la vez, reconfortante y muy duro, no sé si seré capaz de encontrar las fuerzas para acometer de nuevo una empresa así. Me ha costado más de tres años terminarla. No soy un autor profesionalizado y aunque soy muy disciplinado y me lo paso bien escribiendo, no tengo mucho tiempo para hacerlo, he de robar horas al sueño, a mi familia y a mi vida para poder escribir dos o tres horas al día. De todas formas, no es ésta una novela que en el tono y en el estilo sea muy diferente del resto de mi obra en prosa, es amena, es rigurosa, no es un tocho y se lee cuesta abajo. He intentado no caer en todos los estereotipos y topicazos de la novela histórica. Estoy muy contento con ella. Mucho. —ECP: ¿Cómo te sientes tratado en el mundo literario? Me refiero a editoriales, libreros, crítica... JPV: Nunca he entendido esto como una “carrera literaria”, sino como un “paseo literario”, admiro el paisaje, lo paso bien escribiendo, me pone, no es una batalla encarnizada con la sintaxis. No me planteo qué merezco, supongo que es pronto para eso. Y si algún día me lo planteo, ya seré tan viejo que no me importará. Me parece muy bien cómo me tratan, lo que importa no soy yo, lo que importan son mis obras y a ellas los lectores las tratan muy bien. Me gusta pensar que ellas serán más conocidas que yo. Si pudiera elegir ser un autor eligiría ser Mary Shelley y que alguna de mis obras fuera más famosa que yo, como le pasó a ella con Frankenstein […] No me cuesta publicar lo que escribo y las ventas de mis libros gotean poco a poco con el boca a boca. No me siento maltratado porque no me gustan las aglomeraciones y porque no tengo prisa. Nunca tengo mucha prisa, soy la tortuga de la fábula ‘La liebre y la tortuga’. Y, por supuesto, no soy de los que ven conspiraciones masónicas para que triunfe éste o aquel autor, lo que pasa es que hay gente con mucho talento por ahí. —ECP: Háblame de tus últimas lecturas, o de aquellas que siempre han estado presentes.
JPV: Hace ya algunos años que leo más cuentos que novela, Askildsen, Olgoso, Chejov, Cheever, Miguel A. Muñoz, Juan José Millás, Asimov, Carver o Yates y, por supuesto, a otros muchos y magníficos autores y autoras españolas entre las que estás tú, claro. La verdad es que leo cualquier colección de cuentos que cae en mis manos o me recomiendan, ayer mismo terminé unos cuentos de Truman Capote que me habían dejado. Y cuando frecuento la novela suelo elegir obras de 250 páginas como máximo, sin embargo es paradójico que cuando he de referirme a mis libros de cabecera, aquellos que más me han marcado de joven y que he releído en varias ocasiones, siempre vienen a mi mente libros como Ana Karenina, La Regenta, El Quijote y otros libros voluminosos que reposaban en las estanterías de la casa de mis padres y que se me han hecho breves cada vez que los he releído. Ya he dicho también que me gusta mucho leer libros de divulgación científica (ahora estoy leyendo Apología de un matemático de Hardy). También siento debilidad por la poesía. Cuando voy a una librería compro antes la novela de un amigo, o de un autor de quien tengo referencias, que el título de moda del autor norteamericano de turno en los culturales de los periódicos, soy un poco chovinista para eso, lo reconozco.
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20/9/2022 10:27:43 am
Buenos días señor / señora,
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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