Entrevista realizada por TERESA DOVELPAGE Cuando mi amigo el doctor Manuel Galguera —a quien he llamado antes, con buenas razones, embajador de la cultura cubana en todo el mundo— me habló de la novela El último secreto de Hermann Hesse, de H. G. Quintana, publicada por la editorial El barco ebrio en 2021, el título me dejó intrigada. ¿Qué habría escrito el autor, cubano como nosotros, sobre este escritor alemán no muy conocido en la isla? De Hesse solo recuerdo que se publicara en Cuba El juego de abalorios, obra a la que H. G. Quintana alude en la suya. No estaba segura de terminar la lectura antes de las vacaciones, pero a poco de empezar con El último secreto de Hermann Hesse, quedé enganchada y leí la novela en dos días. Dividida en capítulos alternos, la historia comienza con la llegada de Leopold Hanckle, un joven de 16 años, a Montagnola en agosto de 1939, justo después de firmarse el Pacto Ribbentrop-Molotov. Los capítulos correspondientes a Leopold están narrados en tercera persona, con una caracterización del personaje muy bien trabajada. Leopold ha llegado a la ciudad con una misión que permanece oculta hasta el final y de la que solo se sabe que tiene alguna relación con Hermann Hesse, que en aquellos momentos residía en Montagnola. En el capítulo siguiente se cambia de época y lugar. Lo narra en primera persona Ricardo, un escritor cubano que se dispone, en septiembre de 2001, a tomar un avión de La Habana a Madrid. Ricardo está escribiendo una novela sobre Hesse y, al llegar a España, se dedica buscar afanosamente a un pintor (que resulta ser un sacerdote conocido como el padre Leopoldo) pues este había conocido en sus mocedades al autor alemán. Así se van enlazando las dos tramas, la del escritor cubano y su relación con un ya anciano Leopoldo y la de un Leopold joven que hace amistad con Hesse y su familia. Llega un momento en que las dos trenzas de la obra se enlazan, pero decir más sobre esto sería revelar secretos de la trama o, como diría su autor, destripar la novela. Baste decir que está plena de suspense y emoción y con detalles interesantísimos sobre los acontecimientos de Europa, el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la vida de Hesse, al mismo tiempo que ilumina las vicisitudes de Ricardo en Cuba y su adaptación a la tierra española. El final es impactante y me ha dejado con deseos de leer una segunda parte donde se retomen los mismos personajes, que aún tienen mucho jugo para dar. Podría decir más, pero prefiero cederle la palabra a H. G. Quintana, que me descubrirá en este diálogo no solo por qué decidió escribir esta obra sino también otros secretillos literarios y no tan literarios. - EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué te motivó a escribir una historia que ocurre a principios del siglo XXI en Cuba y España y en la Alemania de finales de los años 30? ¿Cuál fue el chispazo, el origen de esta trama tan fascinante? - HÉCTOR GARCÍA QUINTANA: Es difícil explicar un solo motivo del porqué surgió esta novela. Quizá deba extenderme un poco. En Cuba, durante mucho tiempo dejé de entusiasmarme por la realidad. Los motivos son múltiples, empezando por la política, pero no era lo único. Lo que me sacaba de esa evasión era la lectura de libros que podían resultar extravagantes para nosotros los cubanos. Hablo de historias que ocurrían en otras latitudes, que me alejaban de ese entorno que consideraba tóxico. Yo empecé a escribir ficción varios años tras mi formación universitaria y conocí la existencia e importancia histórica de la literatura alemana antes de dedicarme a este oficio. Sin embargo, no tenía en la universidad suficientes lecturas ficcionales como para evaluarla por sí misma, más allá de su entorno sociohistórico. El descubrimiento explícito de Thomas Mann, Heinrich Böll, Erich Maria Remarque o Hermann Hesse, de esa literatura, para mí fue como una especie de epifanía. Hablo de leer sus textos, no ya sólo de libros de Historia del arte donde los analizaban y que yo consumía por obligación profesional. Fue reconocer algo que hablaba de mi propia realidad, la que yo conocía, pero con otra mirada. La literatura alemana me marcó para siempre. Concretamente con Hesse fue el más inesperado y maravilloso. Lo leí más tarde que al resto, pero desde el primer momento me sorprendieron sus dotes de mímesis, su capacidad de tener un amplio registro de géneros y estilos para ejercer la creación. Me maravilló la idea de que, sin rebajar su estilo a una popularidad impostada, terminó siendo uno de los autores más influyentes de su generación. El paso obvio era introducirme en diferentes textos sobre su vida y obra; penetré su complejidad como ser humano, sus contradicciones, su humanidad, visto aquí tanto sus virtudes como sus defectos, y aquella figura que antes parecía un Dios, se convirtió en un amigo. Recuerdas que en esa época apenas había Internet en Cuba, lo poco que había no tenía la fuerza de hoy, y las redes sociales ni existían; no teníamos siquiera teléfonos portátiles ni smartphones ni nada por el estilo. Así que, como buen ratón de biblioteca, busqué cuánto se había escrito sobre Hesse en las bibliotecas. Pensé en escribir algún tipo de ensayo o texto de investigación, que era de dónde realmente venía tras terminar la carrera de Historia en La Habana, pero después me di cuenta que me iba a ser imposible aportar algo nuevo sobre la vida de Hesse y fui directo a escribir una novela que es el género cuyas herramientas tenía más frescas y donde es posible también echar a volar la imaginación. Así que, investigación y ficción terminaron mezclándose en mi texto. El último secreto de Herman Hesse fue la consecuencia inevitable de ese recorrido intelectual que empezó leyendo El juego de abalorios y que terminó con la escritura de mi novela en 2001. ¿Novela histórica?, me preguntan. No, no me atrevo a mancillar un género que admiro y respeto, pero la verdad es que historia y literatura se mezclan, en este libro como dos de las materias que me cautivan. Ha tenido un recorrido “tortuoso”. Está publicada ahora, aunque ya le había puesto punto final en 2007. Pero el final no era real. Salvo uno de mis lectores de prueba, todos los demás me decían que le faltaba algo y me abstuve de publicarla. Así que estuvo en un cajón hasta 2022, en que mi amigo el periodista Carlos Cuesta, me obligó a revisar todo lo que tuviera como borrador. Tras tantos años sin pensar en ella, la relectura me dio elementos que no había visto en revisiones previas. La leía como el texto de otro, y pude analizarla de manera más objetiva. No reescribí, porque el texto me parecía adecuado como estaba, pero sí reestructuré hasta llegar a lo que es hoy El último secreto de Herman Hesse. - ECP: Tienes razón, ha sido un recorrido literario tortuoso, pero muy interesante e iluminador y el resultado ha valido la pena. La relectura siempre da provecho, tanto en términos de final como de personajes. Hablando de estos, al comienzo de la novela Leopold se afirma como simpatizante de Hitler. El lector actual está acostumbrado a que muchas historias se cuenten desde el ángulo opuesto. ¿Qué me puedes decir de este personaje y su evolución? - HGQ: Leopold es un personaje que me ha encantado crear, caracterizar y vivir en su piel. Es probablemente una mezcla de mí mismo y de decenas de personas reales y ficticias a las que he conocido, pero trasladados a otra realidad y tiempo. Cuando ya había decidido la escritura de la novela necesitaba encontrar un contrapeso, una especie de antihéroe que me permitiera confrontarlo a la ideología y a la personalidad de Hermann Hesse, para evitar en la ficción la admiración que yo sentía en la realidad por el escritor alemán. Así que Leopold es la Némesis de Hesse, pero Némesis necesario, es otro Hesse; un otro yo, medio insolente, del propio Herman Hesse dentro de la novela. Un joven impetuoso e imprudente, a ratos hasta grosero, con ganas de ayudar a su país, aunque Alemania estuviera gobernado por un sistema totalitario, que él mismo no ve o le da igual, porque lo importante es la patria. Si lo piensas bien es como tantos jóvenes entusiastas (incluso como lo fuimos muchos en el caso cubano) que viven engañados, pero no lo saben, y que creen en determinadas ideas muy peligrosas, pero de las que no son conscientes, o que les han metido en vena que son las únicas correctas. Así que Leopold es el personaje necesario para afianzar el conflicto, para que este fuera más sugestivo dentro de esa esa historia que yo quería contar. - ECP: Sí, es un personaje clave como contrapunto de Hesse. Muy humanos los dos y bien construidos psicológicamente, con sus virtudes y defectos. En el caso de estos últimos, la misoginia de Hesse se expresa de diversas maneras, sobre todo en diálogos como: “A las mujeres les falta encarar las relaciones de pareja con raciocinio, el mismo que usan en otros momentos de su vida, y que olvidan cuando se entregan con esa dependencia.” (página 129) / Las mujeres, Leopold, las mujeres. Son las personas que más nos inspiran, luego no nos dejan trabajar con su carácter (página 157) / En estos momentos, sobre todo, resulta un dato que ayuda a retratar al personaje del escritor. ¿Cuánto hay de cierto y cuánto de imaginado en ello? - HGQ: Cierto, este fue un punto que intuía podía crear polémica. De alguna forma todos los seres humanos somos productos de una época, una educación, un entorno del que cuesta escapar. Yo lo he visto con conflictos morales a los que me he enfrentado fuera de Cuba, sobre catecismos que aprendí en la isla y de las cuales fui alejándome con aprendizaje, estudio, y practicando algo de lo que, por desgracia, carecen muchos cubanos: la práctica de la tolerancia. Sin embargo, hay otras ideas que es casi imposible soltarlas, por mucho que estudies, que practiques la tolerancia, que viajes, que luches contra tu naturaleza, porque están arraigadas como parte de nuestra educación y existencia. Porque las aprendiste como parte de un sistema moral que es muy difícil mover. Si lo trasladamos a la Europa de inicios y mediados del siglo XX, tener opiniones como las de Hesse sobre las mujeres no era del todo inmoral en su entorno como lo hacemos hoy, y con bastante lógica. Aunque no es lo mismo y se aleja algo, piensa que, en la Edad Media, en algunos países, era un orgullo para un siervo que el señor feudal fuera el primer encuentro sexual de su mujer. Lo comento como forma de comprender los cambiantes sistemas morales de la sociedad. Los excelentes profesores que tuve en la universidad, (en especial la Dra. Liliam Moreira) nos repetían esta idea del análisis histórico como loros: “no analicen la historia con nuestro sistema de valores actuales. Hay que trasladarse a la mentalidad de la época.” Uno de los grandes problemas que yo veía en la novela desde el principio fue como retratar a alguien, a quien yo consideraba un modelo perfecto y sin manchas, como un personaje más. El reto era cómo escribir sin adorar a alguien que existió y es, además, una especie de Dios para muchas personas. Tenía que buscar la forma de retratar a un ser humano normal, concebir al personaje y no adorar al escritor. Leyendo las diferentes biografías tanto la de Hugo Ball, la de José María Carandell y la propia correspondencia de Hesse con varios autores, indagué algunos detalles de cómo podía yo entender al ser humano Hermann y no al escritor Hermann Hesse. Me di a la tarea de encontrar aquellos elementos que me permitieran trasladar al lector, no solo virtudes sino también algún defecto. Así que, rastreando, encontré esos pequeños detalles en los cuales se habla de su difícil relación con las mujeres, el hecho de que tuvo tres relaciones serias, dos de ellas terminadas en matrimonio, y otra apenas. En su propia obra, muchas veces la atracción que sienten sus personajes por las mujeres, no se diferencia de la que sienten por otros jóvenes del mismo sexo, con la misma frialdad o cercanía, como si se tratara de algo en la que no están implicadas las emociones. Así que imaginé ese defecto como parte de una moral que, socialmente, no se discutía, y que afectaba a casi todos los hombres de la misma generación en casi todas las naciones. Ya sabemos que los derechos de la mujer han sido un largo recorrido y es algo de muy reciente adquisición, lo cual es desconcertante si lo analizas con herramientas históricas, pero que tuviera criterios polémicos sobre la mujer, visto desde la actualidad, no es extraño, ni en él, ni en gran parte de los hombres de su generación. - ECP: ¡Por supuesto! Cada hombre (o cada mujer) y su circunstancia…Ahora, mi próxima pregunta tiene que ver con el aspecto formal de la novela. En varias ocasiones durante la obra juntas el pasado y el presente, a veces en la misma oración. Decidió poner todo su empeño en el primer acto social del día. Desciende las escaleras hacia el comedor y no puede evitar hacerlo con reparos (página 18) / Leopold sabe que no va a terminar bien esta conversación. –¿A qué te refieres? – dijo ocultando su aspereza. (página 157) / ¿Por qué decidiste hacer esto? - HGQ: Aunque mi formación literaria viene de grandes maestros de la literatura, veo la vida ficcional con ojos de un director de cine, donde filmo con una cámara y hago un proceso de montaje y edición de vídeos. Así que muchas veces suelo imaginar a los personajes con una cámara al hombro que me permite moverme entre ello cuando realizo diálogos. El proceso técnico en la literatura es más complejo, pero esta forma de explicarlo, le da una imagen visual al lector de cómo puede ser el trabajo de los puntos de vista. Salvo que exista alguna errata que haya pasado desapercibida, (que además es posible) hay momentos del libro donde establezco dos conversaciones que ocurren en dos momentos espacio-temporales diferentes. Una de las conversaciones remite a la segunda en forma de recuerdos de uno de los personajes. Pero tenía un problema: quería que el lector viviera las dos escenas como testigo, sin que nadie se las contara, pues es más creíble presentarle a los personajes en medio de la escena sin que medie alguien contando lo sucedido. Pero no me parecía útil ni necesario hacer dos capítulos para algo que podía resolverse sin machacar al lector con otras escenas suplementarias. Así que las escribí de forma que los saltos espaciales y temporales ocurren de una línea a otra, separadas apenas por un guion, una coma, o un punto y aparte. ¡Ojo! No lo inventé yo. Ya lo hizo Mario Vargas Llosa (y muy bien) en Conversación en La Catedral, y él dice que lo aprendió de Moby Dick y de Tirant Lo Blanc. De todas formas, tengo la impresión de que nadie ha sido capaz de algo tan eficaz como lo hizo Vargas Llosa. En mi caso fue la solución para un problema. En esto consiste la escritura: encontrar soluciones efectivas para problemas que te plantean la historia y el argumento. - ECP: Y estas soluciones hacen fluir la trama con gran sandunga. Como dato curioso, recuerdo la edición de El juego de abalorios que se publicó en Cuba en los setenta y que Ricardo descubre en su búsqueda de las obras de Hesse. Volviendo a libros, reales o imaginarios, ¿has pensado escribir una novela titulada Hijos de Shiva, dado el final abierto de esta? - HGQ: Es interesante tu comentario. La primera versión, casi hasta días antes de la publicación se titulaba Hijo de Shiva. El último secreto de Herman Hesse. Al final me parecía que la primera parte del título hacía algo de destripe, y hoy en día el consumidor de ficción es muy sensible a los spoilers. La idea de una continuación no la había pensado, pero ¡me has metido el diablo en el cuerpo! - ECP: ¡Ojalá que ese diablo dé origen a muchos diablitos literarios! Estoy segura de que hay cantidad de lectores esperando una segunda parte. ¿Algún consejo que puedas ofrecer a quienes empiezan este camino de la literatura, largo y tortuoso como el de Los Beatles? - HGQ: ¡Uf, es muy difícil ofrecer consejos a jóvenes escritores! El más sensato es que se hagan empresarios u hombres de negocio, que ganen mucho dinero y se olviden de esto de escribir. Pero eso no sirve para los que la creación de mundos ficticios es más importante y va más allá del reconocimiento o la fama. Haré algo de anécdota personal. En mi generación, en el ámbito donde me formé como escritor, en los ambientes literarios donde estuve, compartí con escritores muy buenos, mucho mejores que yo, probablemente la mayoría. Algunos con un talento inmenso. Yo siempre he sido un escritor medianito, una especie de segundón silencioso que tenía que trabajar el doble porque llegaba tarde y aprendía más lento, lo que me creaba a veces, algunas burlas ajenas, y dudas personales; casi hasta llegar al síndrome del impostor. Pero he tenido algo que es mi gran virtud y no estoy siendo pretencioso: trabajo como un mulo. A trabajar fuerte en este oficio no me gana nadie, porque sé que no soy el más inteligente, ni el más popular, ni el más preparado. Pero sí tengo una capacidad de análisis intuitivo de mi entorno muy cercano al que se realiza en filosofía, materia que leo mucho, y trato de leer bastante de lo que se escribe en materia de creatividad por parte de neurocientíficos. Esas dos materias me han preparado para tratar al éxito y al fracaso, al elogio y a la crítica con la misma indiferencia; como a los dos impostores que son, como decía Rudyard Kipling. Así que mi consejo vale no sólo para la literatura, sino para todo en la vida: encuentra tu motivo, aquello para lo que crees que te han puesto en esta tierra, y no te rindas ante nada. Sea escribir, hacer música, cantar, hacer sillas de madera o montar un negocio, analiza si sirves para eso y tira adelante sin miedo. Da igual que se burlen de ti, da igual que haya otros que tengan un éxito que parezca inmerecido, porque el listón no está en tus contemporáneos, sino en los que te precedieron. Tu competencia verdadera no es superar a los vivos sino dialogar de tú a tú con los muertos. - ECP: ¡Excelentes consejos para la vida y la literatura! Me encanta esa definición de la competencia. Pero discrepo de tu autodefinición como “escritor medianito.” ¡Nada de medianito ni de segundón, que escribes muy bien! ¿En qué estás trabajando en estos momentos? - HGQ: Ando con varios frentes abiertos. Tras la publicación de No sucedió en el downtown, (un libro de relatos misteriosos o historias inexplicables que disfruté mucho escribir y que surgió tras un viaje a Los Ángeles) estoy a la espera de la salida de una novela que me ha gustado mucho escribir. Se titula Un chelo bajo dos lunas, y tiene algo de dos historias o dos puntos de vista sobre el amor y el desamor, sobre unos mismos hechos que viven dos personajes. Esto ya está listo, es sólo esperar la salida. Estoy revisando una traducción que he hecho del libro de memorias The Summing Up, de William Somerset Maugham; y hago lo mismo con La Formación del Estilo, del escritor francés Antoine Albalat. Tengo dos historias en previsión que me tienen atrapado casi a todas horas como posibles novelas, pero son todavía proyectos. Podría decir que una tiene como título provisional Sólo un milímetro, y tiene que ver con la insatisfacción común, pero irracional, que sentimos muchas veces al amor de pareja. La otra novela tiene como título provisional, La importancia de llamarse Paula Wilde, y es un triángulo amoroso donde se mezclan la literatura y el teatro con personajes que ya están definidos y donde habrá mucho de secretos, mentiras y búsqueda de reafirmaciones personales y profesionales. - ECP: ¡Cuánto haces! Traducciones, novelas, y encima de todo eres profesor. ¿Dónde y qué enseñas? Cuéntame un poco sobre tu trabajo universitario.
- HGQ: He dado clases los últimos seis años en la universidad de Tours, donde además he hecho trabajos investigativos y he pasado por varias materias del español, el cine y la literatura y donde busco el doctorado. Estoy en una pausa reflexiva en estos momentos. Los años previos fueron muy fuertes desde el punto de vista emocional. Por circunstancias personales, durante la cuarentena de la COVID-19 quedamos encerrados solos mi hija de 6 años y yo, durante mucho tiempo. Esos momentos de zozobra me hicieron reflexionar sobre muchas cosas: la probabilidad de una muerte prematura, la necesidad de replantearme el futuro. Ver a mi hija totalmente dependiente de una situación que ella no entendía y yo no sabía cómo explicar de forma lógica, me hizo pensar que quizás el magisterio me estaba alejando de lo que realmente me importaba. Luego ha habido situaciones en las aulas universitarias que me han provocado reflexionar si la misión con mis hijos ya no es suficiente como para meterme en una educación que tiene que ver más con la disciplina que con la ilustración, propiamente dicha. Mi paradoja tiene que ver con esta nueva sociedad donde un gran porcentaje de jóvenes se preocupan mucho de sus derechos, pero poco de sus deberes, que ven más importante la aceptación social y cómo son percibidos en las redes sociales, que el conocimiento que puedan aprender, y la poca capacidad que demuestran ante la frustración. No he tomado aún la decisión de si volver o no, pero la realidad es que todavía no encuentro los motivos para regresar a las aulas. Imagino que cuando apriete la economía, habrá que dejar de pensar. - ECP: Comprendo lo que dices, una experiencia que mal que bien todos los que enseñamos hemos tenido. Pero a la vez no hay nada tan lindo como la interacción con los estudiantes y la alegría que da cuando “les cae el veinte,” como dicen aquí, de un concepto difícil. Veo en tu biografía que te licenciaste en inglés en la Facultad de Lenguas Extranjeras. ¿Algo que quieras compartir sobre la facultad, los profesores, si estudiar inglés ha influido en tu escritura, etc.? - HGQ: El inglés lo tenía desde niño. Todo comenzó porque mi padre me enseñaba ruso mientras lo estudiaba en horarios nocturnos cuando yo tenía apenas 10 y 11 años. La idea de la existencia de palabras diferentes que significaban lo mismo me cautivó desde el principio. Luego mi padre estuvo en Etiopía en una de esas misiones absurdas que se inventaron soviéticos y cubanos para extender el comunismo. Allí él asesoraba en agronomía y tuvo que lidiar con varios idiomas y dialectos. Así que cuando regresó me dijo: “olvida el ruso, que eso no sirve para nada. Estudia inglés.” Y así empezó mi placer por los idiomas, algo que comparto con mi hija, que se mueve como bilingüe en francés y español, y con bastante soltura en inglés; aunque ya me dijo que quiere aprender también japonés, coreano e italiano, ¡imagina! Cuando entré a la universidad, mis notas no eran suficientes para competir por la gran demanda de estudiar inglés, pero sí ciencias sociales. Así que entré en Historia para luego cambiar de carrera, pero la Historia me cautivó y terminé graduándome en Filosofía e Historia; algo de lo cual no dejo de alegrarme cada vez que lo pienso, porque me dio herramientas profesionales que luego me han servido para la literatura. Pero a la vez, tuve la suerte de establecer vínculos fuertes con la facultad de idiomas, que en mi época estaba cerca de la terminal de ómnibus de La Habana. Estos vínculos iban desde una novia, amigos como Humberto, que luego formó Moneda Dura y tener un gran profesor como Luis Enrique Wong. Allí me motivé a seguir en paralelo el inglés, que terminé con muy buena nota, y el alemán, que nunca pude empezar. El conocimiento, tanto del inglés como del francés, sí han influido en mi escritura. Soy incapaz de medir cuánto. Probablemente sea solo de forma intuitiva. Pero ser consciente de las similitudes y diferencias entre las tres lenguas que he podido aprender, más los rudimentos de otras que he intentado, me ha hecho más tolerante ante los errores, me hace ser consciente de la fuerza que puede tener una palabra cuando descubres su origen, su etimología o los matices de su definición en otra lengua. Lo mismo con los errores de mis alumnos en español. En un aula donde tienes estudiantes que escriben en español con errores que vienen de francés, inglés, árabe, alemán, etc., te vuelves más tolerante porque comprendes más esos errores. Más de una vez me ha pasado ver una castellanización de un término de otro idioma, y antes de señalar el error, voy a varios diccionarios para evitar la necedad de creer saber que conozco todos los significados de un término. Y efectivamente, más de una vez, el estudiante, sin ser consciente, escribió una palabra correcta y con un uso perfectamente aceptable del español. Esto, de alguna forma ha cambiado mi escritura. ¿Cómo? Soy incapaz de medirlo de forma incuestionable. - ECP: ¡Qué fascinante ha de ser vivir en medio de una comunidad tan multicultural como esa! Seguro que tu literatura se beneficia y se nutre de todo eso. Bueno, pues muchas gracias por esta entrevista, ¡y que el próximo libro y todos los demás tengan el éxito que mucho se merecen! - HGQ: Muchas gracias a ti y a Manuel, por el entusiasmo con este entintador de folios.
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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