Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Se busca visibilizar los proyectos literarios de las nuevas generaciones. No en vano, desde su mismo nombre, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conectar con la naturaleza y buscar nuevas tierras en las que establecerse. De esta manera, la entrevista con cada uno de los participantes, frente al carácter efímero de los encuentros, permite profundizar en su mundo interior, en su renovada y particular visión sobre aquello que nos rodea y que, por desgracia, no somos capaces de ver. En esta ocasión hablamos con Francisco Vicente Conesa, quien además de poeta es cantante y compositor en la banda Ayoho (ganadora del certamen Vodafone Yu Music Talent 2014), y estudiante del grado en Psicología (Universidad de Murcia). Sus versos, que aparecieron en papel por primera vez en la antología Siete menos veinte (Huerga y Fierro, 2014), parten de cierta mirada nostálgica que intenta comprender el mundo que está a su alrededor, hecho que le llevó a tempranamente a publicar El mundo sin usted (Balduque, 2015), donde se produce un intento de superación del dolor mediante la belleza y el recuerdo de lo pasado, de lo que, más que probablemente, no volverá. Aparte, hablamos también de su mitomanía, sus últimas influencias o su opinión sobre el último Premio Nobel: el debate está servido. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En 2014 fuiste incluido, junto a otros muchos autores jóvenes como Hugo Cano, Laura Doménech o Patricia Teresa López, en la antología Siete menos veinte, coordinada por la Asociación Cultural Diván y Antonio Marín Albalate. ¿Qué supuso para ti publicar por primera vez y, aún más, superar esa prueba de fuego que es exponerse por primera vez? —FRANCISCO VIECNTE CONESA: En un principio, yo le mandaba poemas a Juan de Dios García para que me aconsejara y corrigiera. Luego, Juande me invitó a participar en la antología de su mano, al igual que Laura Doménech, y la verdad es que lo tomé con ilusión. No me preocupé demasiado por la prueba de fuego que es exponerse por primera vez, como dices. Sencillamente lo disfruté. Además, fue especial en muchos sentidos. En esa presentación conocí a José Alcaraz y, fruto de las conversaciones posteriores, surgió la publicación de El mundo sin usted, que es algo que también viví con ilusión. —ECP: Lo cierto es que las antologías siempre son un asunto polémico por sus presencias y sus ausencias, pero en este caso la antología mostraba la posibilidad de una nueva generación, de una serie de poetas que comenzaban a explorar su voz propia, tuviera o no que ver con el legado poético anterior, ¿no? —FVC: Desde luego, como mínimo, mostraba que en la cantera hay potencia y ganas. Hay muchos compañeros de antología que están funcionando y rindiendo a un muy buen nivel, como Hugo Cano y Pablo Velasco Baleriola, que también han sacado a la luz sus primeras publicaciones. Dos librazos, por cierto. Eso es una gran noticia. Comentando con otros asiduos del mundillo, al menos por aquí, observamos que hay un número considerable de interesantes poetas jovencísimos de mi quinta. Quizás en una concentración más alta que la de otras generaciones inmediatamente anteriores. —ECP: Bueno, quien dice regional, dice nacional: en la entrevista que te hizo Daniel J. Rodríguez para La Galla Ciencia comentabas que las nuevas generaciones están desarraigadas y poco o nada identificadas con los caminos poéticos del pasado. ¿Dónde se encuentra, pues, la vanguardia? —FVC: No era exactamente la idea que quería expresar. Creo que buena parte de lo más interesante que se está escribiendo entre gente de mi edad rompe con la escritura de la nueva sentimentalidad de los 80 y las influencias inmediatamente anteriores, y me resultan especialmente interesantes por eso. De hecho, yo, que en mi primer libro (fruto de lecturas concretas y de una situación vital que me pedía esa forma de expresión) recurro a esa estética, intento en mis trabajos actuales romper con eso y buscar nuevas vías de comunicación. Veremos a ver. En cuanto a la idea de generación, más que de grupo poético, hablaba de conciencia del tiempo en que vivimos. —ECP: Ahí está, también, el prejuicio de que los autores jóvenes ya no escriben poesía social. —FVC: ¿Ves? Ahí no estoy de acuerdo. Creo que, aunque la reivindicación social no sea explícita, mi generación escribe poesía social implícita. Es más, creo que no tenemos más remedio que hacerlo. Montero decía que escribir poesía era un acto de rebeldía, y veo en la poesía de la gente joven un aire de reivindicación, casi activista, una lucha por acogernos a nuestra identidad intelectual y nuestro papel como participantes de este mecanismo social. Y como participantes activos. Reiteramos y reivindicamos nuestras influencias culturales, cómo este país repercute en nosotros, y dentro de este marco esquizofrénico, ponemos una propuesta seria encima de la mesa. Que la política explícita no ocupe un papel central me parece irrelevante. —ECP: Aunque no sabemos lo que nos deparará el futuro, sí que se puede decir que tu trayectoria es breve, pero intensa: Sara J. Trigueros señaló en una reseña que en tu poesía había un «ansia de influencia», algo que se corresponde con el profundo conocimiento de tus referencias literarias y la mitificación de otros poetas, como ocurre en el caso de Javier Marín Ceballos. —FVC: Es cierto que soy un mitómano. Cada vez menos, creo. Pero cuando eres joven y te apasiona la literatura es fácil convertirte en uno. Además, la poesía es un caldo de cultivo perfecto para la mitomanía, porque la mayor parte del camino y la formación se recorren en soledad. Y cada descubrimiento es un mundo, y cada nuevo poema es el mejor poema que has leído. En ese sentido, Javier Marín Ceballos fue un eslabón clave en mi formación. Cambió mi percepción de la estética y de la literatura, y esa perspectiva me ayudó, sobre todo, a dilucidar qué tipo de escritor quería ser. En ello estamos. —ECP: Sin embargo, todo ese camino lleno de obstáculos y trampas te llevó, como decías antes, a abrir la colección B49 de la editorial Balduque con El mundo sin usted. La portada, que permite el libre diseño por cada uno de sus autores, tiene en tu caso un matiz geométrico implacable. ¿Cómo surgió la idea y la colaboración con Celia Peña? —FVC: La portada es idea y obra de Celia. En el libro aparece injustamente mi nombre también, pero lo cierto es que fue todo fruto de su creatividad. Me sigue pareciendo una portada genial, partiendo de la base de que me encantó la propuesta de los 49 puntos para la colección. La colaboración fue puntual, creo que no ha diseñado otras portadas (aunque debería). —ECP: “Implacable”, en este caso, entendido como “inevitable”: los poemas parten de la reflexión pausada, de esa intensa certeza de que las cenizas del amor no hay nada más, lo que influye en esa visión distanciada, “desde fuera”, abstracta y tamizada por los sentimientos. —FVC: Estoy de acuerdo, los poemas nacieron de la meditación pausada. Eran casi una forma de entender las cosas. Ya no los conceptos abstractos, sino las condiciones estéticas de cualquier elemento, como una calle o como una plaza. Era una forma de expresar un punto de vista, un filtro cognitivo desde la aceptación y la nostalgia. —ECP: Todo parte, en esa búsqueda ávida de una esencia, del mundo interior hecho pedazos, esperando recuperarse. —FVC: Es un libro primordialmente introspectivo. Las descripciones, las alusiones al espacio, a las calles, a la ciudad de Murcia, todo está sesgado por una perspectiva de nostalgia. El mundo que se retrata en ese libro no es el mundo fenoménico, si se quiere, sino un mundo que existía de esa forma y con esos matices sólo en los ojos de quien estaba observando, sin mucha intención de mantenerse fiel a la realidad. —ECP: Y, de fondo, la nostalgia como el elemento que aglutina y condensa los diferentes momentos, algo que también es característico de poetas como Iribarren. —FVC: Creo que es el epicentro de esa mirada introspectiva. Está nombrada de manera explícita varias veces a lo largo del libro. —ECP: Cambiando de tercio, también eres el cantante y uno de los compositores de Ayoho, ganadora del Vodafone Yu Music Talent de 2014, cuyo nombre parte de uno de los versos de Ceballos. ¿Crees que tu faceta musical ha influido en el ritmo y equilibrio de tu poesía o son dos facetas que están totalmente separadas? —FVC: Son facetas que en mi vida llegaron de forma distinta, se cultivaron de forma distinta y se desarrollan en mí de manera independiente. No hay un primer motor que sea fuente de inspiración y que luego se bifurque en una u otra forma de expresión. Sé cuándo se está gestando un poema y cuándo una canción, y son procesos cualitativamente diferentes. Como tener hambre o tener sed. —ECP: Desde luego, poesía y música, a pesar de su origen conjunto en la antigüedad, no es que ahora gocen en conjunto de muy buena fama, algo que se ha evidenciado con el Premio Nobel a Bob Dylan y el aperturismo o purismo en las Letras.
—FVC: La verdad es que no sé qué decir. Creo que la poesía, la literatura en general, y la música son dos elementos que son reflejo y bagaje de una cultura, aunque una influya más que otra. En cuanto al purismo y el aperturismo, bueno, el Nobel es un premio. En todos los premios hay opiniones y fallos. Puede que otros escritores lo merecieran más, o incluso que otros músicos hayan influido más en la historia de la literatura. Se me ocurren varios nombres ligados al jazz. El resumen de todo esto es: qué más da. Mi pensamiento es claro a este respecto, en cuanto a creación, que es lo que a mí me interesa, la frescura, el aperturismo, la vanguardia y las nuevas ideas son fundamentales para apartar un poco el espíritu rancio y eucarístico que aún muchos sectores poéticos quieren conservar. Por eso, tengo mucha fe en la gente joven, sin ir más lejos en la gente joven que conozco. Muchos ya no son promesas, sino realidades tangibles. Los premios se los dejo a los jurados. —ECP: Sin embargo, tu estilo ahora es diferente al de aquel joven que se enfrentaba a la labor de darle coherencia y unidad a su primera obra: hay más intensidad, más elementos cotidianos y mayor profundidad formal derivada de autores como Rojas, Vilariño o Varela. —FVC: Desde luego, cuando escribí El mundo sin usted lo hice de forma honesta, pero fue un break en el camino. Nada de lo que hice antes o después se parece demasiado a esta faceta. Lo cual es imposible de adivinar, obviamente, porque se trata de mi primer libro. En cualquier caso, siento que están cristalizando otras vías y otras maneras de expresar. Otra identidad poética con la que me siento más cómodo. Intento ser el poeta que me gustaría ser. Y en este proceso la literatura sudamericana me ha influido mucho: Idea Vilariño, Blanca Varela, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, y otros españoles brillantes como Aníbal Núñez, Pere Gimferrer, Javier Marín Ceballos, Pablo García Casado, Vázquez Montalbán, en fin. Puede que siga siendo un pelín mitómano aún. —ECP: Por último, también introduces citas de Los Simpsons o Star Wars, así como rasgos propios de la psicología (“Modelo clásico de test”). ¿Qué encuentras ahora en la cultura de masas? ¿Crees que existe o debe haber cierta horizontalidad entre la alta y la baja cultura? —FVC: Rechazo la dicotomía entre la alta y la baja cultura. Yo valoro el ingenio, la inteligencia y el talento. Y, sobre todo, me parece justo y necesario que la gente que ha crecido en un marco cinematográfico, televisivo, musical, académico, histórico y cultural en general reivindique ese arraigo de influencia. Creo que la frontera entre lo bajo y lo alto genera un elitismo que consigue que muchas veces la literatura, y en concreto la poesía, huela a viejo, húmedo y cerrado. Creo que (dentro de la poesía canónica) mucha gente está proponiendo nuevos caminos y nuevas formas de entender la estética. Como he dicho, tengo mucha fe en mis pares.
1 Comentario
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20/9/2022 09:11:01 am
Buenos días señor / señora,
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
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