Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Su objetivo principal es visibilizar y apoyar los proyectos literarios de las nuevas generaciones, vapuleadas por la falta de medios y la invisibilidad que todo comienzo lleva consigo. Desde su mismo nombre, Ver Sacrum, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conquistar nuevas tierras y conectar con la naturaleza, término que resume el tanteo, lleno de errores y éxitos, que domina a cada una de las voces invitadas al ciclo. Tras cada encuentro, la entrevista con cada uno de los participantes deja una huella palpable, a la vez que permite profundizar en su voz poética y, aún más, en su visión sobre el panorama literario nacional y, aún menos, en todo aquello que nos rodea y que, por desgracia, no somos capaces de ver. En esta ocasión, hablamos con Gala Hernández, cineasta y escritora, sobre las diversas relaciones entre imagen y palabra, el feminismo latente en sus creaciones, y el desbordamiento de su escritura poética, temas, entre otros, que entran en consonancia con su formación tanto en el Grado en Cinematografía y Medios Audiovisuales (ESCAC-UB) en la especialidad de Dirección de Ficción, como en el Máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneos (UPF) y el International Master in Audiovisual and Cinema Studies (Sorbonne Nouvelle-Paris X Nanterre). En paralelo a la teoría, estudió montaje audiovisual en el Taller Internacional de Montaje en San Antonio de los Baños (EICTV), ha dirigido el cortometraje en 35 mm Naturaleza muerta, y trabaja como editora de vídeo en Playground Magazine. En relación al campo literario, publicó por primera vez en esta revista, El coloquio de los perros, lo que le valió para darse a conocer y seguir en otros medios como Digo.palabra.txt, y la editorial Ad minimum, con la que editó la plaquette Ammnesia de las aves, y cuya editora, Beatriz Miralles, nos acompañó ese día. Eso, de momento, a lo que seguro le seguirán, pronto, más publicaciones y proyectos. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hasta ahora has vivido en ciudades tan dispares entre sí como Murcia, Barcelona y París. En ese sentido, ¿cómo ha influido cada una de ellas en tu escritura? ¿Has observado diferencias en la manera de gestionar la cultura y, concretamente, la poesía? —GALA HERNÁNDEZ: Murcia es un pozo de memoria, es mi infancia, mi adolescencia y en ese sentido pesa, infinitamente, claro, pero desde una cierta nostalgia de algo que ya no es, que ya no soy. No me siento especialmente murciana, ni regreso allí muy a menudo, aunque por otro lado, paradójicamente, es algo determinante en mi identidad, como toda ciudad natal, espacio de crecimiento y de formación. Pero me siento un poco desarraigada. Barcelona ha sido una ciudad crucial en mi desarrollo como poeta adulta: allí comencé a leer mucha más poesía —y de manera más consciente y constante—, a escribir, a conocer a otros jóvenes que también escribían. A mirar de otro modo también. Mi despertar poético sucedió en Barcelona. En París todavía me siento una recién llegada, casi una turista. Tendría que vivir más tiempo aquí para poder nombrar mejor París. De todos modos, la ciudad per se no es un motivo especialmente relevante en mis textos. En cuanto a la segunda pregunta, Francia es un país en el que tradicionalmente la cultura tiene un peso en la gestión pública muy distinto del que tiene en España. En ese sentido tenemos mucho que envidiar a los franceses; en otros no, y quizá no por mucho tiempo. La desgracia de Murcia —estoy convencida— es el PP, que lleva desde que nací en el poder, ¡24 años! Creo que no hace falta que explique cuánto le importan al PP la cultura, el arte, el cine o la poesía. —ECP: No obstante, esa transición ha estado marcada por el cine, tu principal pasión. ¿En algún momento pensaste que llegarías a publicar tus poemas en medios digitales y en editoriales? ¿Cómo has vivido todo ese proceso de exposición? —GH: No estoy segura de que el cine sea mi principal pasión. Muchas veces pienso que la poesía me llena más, aunque es absurdo tratar de establecer jerarquías. En cualquier caso, la diferencia principal es que al cine quiero dedicarme profesionalmente, mientras que la poesía es algo que surge por necesidad y de la que no espero nada. Por ese motivo, todo lo que me ha llegado a través de la poesía han sido gratas e inesperadas sorpresas. Por supuesto, me siento muy agradecida por todo, pero ha sido un camino que se ha abierto de forma muy natural frente a mí, siento que de algún modo casi no he tenido que lucharlo. Publicar un poema en internet no cuesta “nada”, mientras que en el cine todo es infinitamente más costoso y lento. En cuanto a la exposición, no me preocupa mucho, intento que lo que se exponga sean mis poemas, no yo. —ECP: En la entrevista que te hicieron en El Diario en 2015 comentabas que escribes los guiones de las historias que quieres contar. ¿Cómo diferencias ambos procesos? ¿Aprovechas las ideas que surgen en los poemas para tus cortometrajes y viceversa? —GH: No, para mí son procesos completamente distintos, aun siendo ambos muy íntimos. He de decir que llevo mucho tiempo sin escribir un guion, prácticamente el mismo tiempo que llevo escribiendo poesía. No sé cuándo volverá a suceder. Supongo que ese solapamiento temporal tiene algo de sintomático. Sospecho que la poesía vino a sustituir una escritura de ficción cinematográfica estandarizada —en la que me formé en la universidad, la que en cierta medida se me impuso— que no me satisfacía del todo. Siento que últimamente me cuesta un poco la narrativa, tanto en literatura como en el cine. De ahí mi creciente interés por el cine experimental; y la poesía, creo, es una forma hermanada con el cine experimental en muchos sentidos. Es un tema que me obsesiona bastante: qué mecánica creativa convocan ambas formas, en qué procesos se encuentran y coinciden. Le doy muchas vueltas a eso porque ha de haber algo esencial en ellas que interpela directamente a mi propio aparato psíquico, a mi propia naturaleza. —ECP: Tus poemas están llenos de referencias a la mirada (iris, párpado, retina, etc), a la capacidad del sujeto poético para concretar una imagen. ¿Hasta qué punto crees que ha influido el cine en tu manera de escribir? —GH: Sí, esas referencias existen, creo que bajo una influencia, más que del cine directamente —que también—, de mi interés por la teoría cinematográfica, por los estudios fílmicos. En la producción intelectual y teórica sobre el cine, el acto de mirar, las distintas formas de la mirada —de ver, no ver, ser visto, ser visto por la imagen— son centrales. Supongo que de ahí vienen esa manera de pensar el mundo y la retórica que la cristaliza, en torno al ojo y la visión. Por otro lado, suelo pensar mucho en imágenes, es cierto que mis poemas son muy visuales, y deduzco que se debe a la práctica audiovisual. Pero también me interesan cada vez más el lenguaje y la palabra, como materia primera y última de la poesía, así que trato de no dejar que la lógica visual del cine contamine mi escritura. Creo que la empobrecería. —ECP: Aún más, también hay referencias a la dualidad de la existencia humana, a la máscara, y a toda esa multitud de perspectivas que va modelando al sujeto poético. ¿Es el poema la búsqueda de la identidad, de los límites, en el caso de que existan? —GH: El poema es búsqueda, siempre sin objeto. Es pregunta, nunca afirmación, como creo que es cualquier creación valiosa. Y el hallazgo final, paradójicamente, es también el poema, al que nunca se llega de manera consciente. Siempre siento que el poema subyace, que ya está ahí, que nos precede —“como la herida”— y yo únicamente lo rescato, lo saco a la luz. No creo que esa búsqueda corresponda forzosamente con la de la propia identidad, a veces es un intento de comprensión (de lo otro) o de reconocimiento (de lo otro hacia mí y viceversa), no un gesto introspectivo, sino volcado hacia el exterior, hacia el mundo. Que muy a menudo me interesa más que yo misma. Pero sí, llevas razón en que el yo es central en mi búsqueda poética. Supongo que se trata de un yo “otro”, distinto al que conozco, del que a veces me canso, me aburro. El yo poético me sorprende. Pienso en Ada Salas, una poeta a la que admiro, cuando dice que, en el poema, el yo que vive se enfrenta descarnadamente al yo que escribe. —ECP: No en vano, Unai Velasco comenta en el prólogo de Amnesia de las aves que tu voz poética gira en torno al “desbordamiento” y su tratamiento desde una poesía corporal que enlaza con poetas como Blanca Andreu. —GH: Me cuesta mucho analizar objetivamente mis poemas, integrarlos en una tradición o en una determinada corriente estética. Es verdad que Blanca Andreu ha sido una poeta que he leído con entusiasmo, que seguramente ha tenido cierta influencia en la configuración de mi voz poética. Unai señalaba con acierto que tiendo al desbordamiento, que no practico la contención —se observa en la frecuente dilatación de mis poemas— pero es algo que está cambiando poco a poco y que no sé si tiene que ver con que todavía no he alcanzado una madurez total en mi voz poética. Me gusta esa idea: tener todavía una larga trayectoria que realizar, a través de la cual poder sorprenderme a mí misma, atravesar estadios y distintas voces, multiplicarme. El desbordamiento y la centralidad del cuerpo pueden deberse a mi juventud, a una edad en la que todo está en potencia y se vive con mucha urgencia e intensidad, y en la que se tiende a dar mucha importancia a las sensaciones físicas, a explorar los límites del propio cuerpo. Pero ya estoy empezando a abandonar ese momento vital y creo que se está reflejando en las últimas cosas que he escrito. —ECP: Dentro de este “desbordamiento”, a su vez, si bien es cierto que los poemas se proyectan hacia el futuro, ¿crees que hay cierta nostalgia en ese intento de superar el pasado, las experiencias vividas? —GH: No sé si entiendo la pregunta, no sé si los poemas se proyectan hacia el futuro. Pienso que el pasado no se supera nunca, lo arrastramos con nosotros y eso es algo positivo siempre y cuando no produzca un excesivo dolor. Pero el poema, pienso, no surge ni del pasado ni del futuro, surge de un tiempo otro y de un espacio otro; profundos, desconocidos y silenciosos. —ECP: Por otra parte, tu poesía combina cierta aceleración, arrebatamiento, en la abundancia de imágenes, con el equilibrio, la riqueza y la densidad del lenguaje. ¿Cómo te planteas la escritura de tus poemas? ¿Corriges exhaustivamente o lo das por terminado poco después de su escritura? —GH: He aprendido y sigo aprendiendo, poco a poco, a realizar una labor de corrección minuciosa de los poemas. Cuando comencé a escribir corregía poco o nada, tenía prisa por acabar el poema, quería darlo por zanjado rápidamente para poder contemplarlo como lectora, no como autora, y quedarme perpleja. Siempre me quedo extrañada al leer mis poemas, me descolocan, y es una parte del proceso que disfruto mucho también, ese extrañamiento final. Sabía que aquella no era una buena práctica, pero no podía remediarlo, supongo que por lo mismo que ya he mencionado, por esa urgencia propia de la juventud. Con el tiempo he conseguido acostumbrarme a repasarlos y a pulirlos mucho más, con mucha más atención sobre el lenguaje, más concreción en la elección de cada palabra, de cada silencio. Me queda, aun así, mucho trabajo que hacer al respecto. —ECP: Como consecuencia de ese tratamiento íntimo y elevado, por medio del lenguaje, de lo cotidiano, ¿hasta qué punto crees que tus poemas pueden ser herméticos o crípticos para los lectores? —GH: No creo que el poema tenga que ser comprendido. Al menos no en el sentido habitual en el que comprendemos, por ejemplo, la narración de una novela más o menos convencional. El hermetismo en la poesía no existe, en el sentido de que el lenguaje poético ha de ser polisémico, abierto, poroso e inestable (o no ser). —ECP: En el recital citabas a Alejandra Pizarnik, una de las poetas que más ha influido en esta última década, como una de tus principales influencias. Sin embargo, ¿qué otros autores te han fascinado o descubierto algún elemento de la poesía que has terminado haciendo tuyo? —GH: Pizarnik fue importante porque, como a muchos, al inicio me abrió las puertas de una percepción nueva del lenguaje, del mundo. Yo era (casi) una niña y me impactó. He leído sobre todo a mujeres, supongo que medio por un gesto político y por sentir una mayor sintonía o proximidad con la sensibilidad femenina —sensibilidad que, por otra parte, he hallado también en poetas hombres—. Pero no me gustan las listas de autores de referencia, creo que son inútiles. Así que mencionaré solo a un buen amigo que tiene tan solo veintiún años y al que considero un gran poeta, Rodrigo García Marina. La influencia externa también procede de intercambios enriquecedores con amigos de mi generación, como Rodrigo. —ECP: En tus poemas, influencias (“Siempre habrá alguna bota”, de Idea Vilariño), o en algunos de tus ensayos audiovisuales (A través del espejo, un recorrido por el autorretrato fílmico femenino) también analizas y reivindicas el cuerpo femenino. ¿Encuadrarías esa labor dentro del feminismo? ¿Dónde reside o cómo es posible solucionar esa desigualdad de género? —GH: Soy feminista. Mi poesía es feminista en la medida en la que surge de una voz femenina que quiere hablar, contarse y contar al mundo a través de una subjetividad femenina, pero no escribo para reivindicar nada. No me interesa la militancia a través del texto poético, la poesía social, activista. Creo que se milita sobre todo a través de la forma del poema, no del fondo. Puedes escribir un poema con un mensaje feminista —no me parece mal—, pero si lo haces a partir de la retórica y del léxico heredado, dominante, que de algún modo configura también el sistema patriarcal en el que vivimos, no estás rompiendo ni subvirtiendo nada. Es inútil. Pienso en Albert Serra cuando dijo que para él Ken Loach es de extrema derecha porque es convencional en la forma: es una boutade de las suyas, pero comulgo con esa lógica. En cuanto a la segunda pregunta, es demasiado compleja como para responderla aquí y zanjar el tema en dos frases. Diré que una de las cuestiones que me obsesionan últimamente es la inclusión del hombre en la lucha feminista, que se sientan también interpelados por ella. Muchas veces tengo la impresión, cuando hablo con hombres, de que sienten que es algo que no les concierne, que es cosa nuestra. Se posicionan al margen o no se posicionan, como si el patriarcado no les oprimiera también a ellos. O como si no fuera deseable la igualdad para todos, no sólo para nosotras, sino para el bienestar general. —ECP: Por último, me gustaría preguntarte por la influencia que ha tenido en tu formación el legado cultural de tus padres, Patricio Hernández, gestor cultural muy activo en Cartagena, y Lola López Mondéjar, psicoanalista y escritora reconocida a nivel nacional.
—GH: Crecer en una casa llena de libros, en la que se estimula la reflexión intelectual y el pensamiento crítico es un enorme privilegio para cualquier niño. No sé si hubiese tenido acceso a mucha de la producción cultural que llevo consumiendo desde niña si no hubiese tenido unos padres como los míos. Así que me siento muy agradecida por ello. Les admiro mucho. Son dos faros que a menudo me iluminan en la oscuridad.
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Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Se busca visibilizar los proyectos literarios de las nuevas generaciones. No en vano, desde su mismo nombre, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conectar con la naturaleza y buscar nuevas tierras en las que establecerse. De esta manera, la entrevista con cada uno de los participantes, frente al carácter efímero de los encuentros, permite profundizar en su mundo interior, en su renovada y particular visión sobre aquello que nos rodea y que, por desgracia, no somos capaces de ver. En esta ocasión hablamos con Francisco Vicente Conesa, quien además de poeta es cantante y compositor en la banda Ayoho (ganadora del certamen Vodafone Yu Music Talent 2014), y estudiante del grado en Psicología (Universidad de Murcia). Sus versos, que aparecieron en papel por primera vez en la antología Siete menos veinte (Huerga y Fierro, 2014), parten de cierta mirada nostálgica que intenta comprender el mundo que está a su alrededor, hecho que le llevó a tempranamente a publicar El mundo sin usted (Balduque, 2015), donde se produce un intento de superación del dolor mediante la belleza y el recuerdo de lo pasado, de lo que, más que probablemente, no volverá. Aparte, hablamos también de su mitomanía, sus últimas influencias o su opinión sobre el último Premio Nobel: el debate está servido. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En 2014 fuiste incluido, junto a otros muchos autores jóvenes como Hugo Cano, Laura Doménech o Patricia Teresa López, en la antología Siete menos veinte, coordinada por la Asociación Cultural Diván y Antonio Marín Albalate. ¿Qué supuso para ti publicar por primera vez y, aún más, superar esa prueba de fuego que es exponerse por primera vez? —FRANCISCO VIECNTE CONESA: En un principio, yo le mandaba poemas a Juan de Dios García para que me aconsejara y corrigiera. Luego, Juande me invitó a participar en la antología de su mano, al igual que Laura Doménech, y la verdad es que lo tomé con ilusión. No me preocupé demasiado por la prueba de fuego que es exponerse por primera vez, como dices. Sencillamente lo disfruté. Además, fue especial en muchos sentidos. En esa presentación conocí a José Alcaraz y, fruto de las conversaciones posteriores, surgió la publicación de El mundo sin usted, que es algo que también viví con ilusión. —ECP: Lo cierto es que las antologías siempre son un asunto polémico por sus presencias y sus ausencias, pero en este caso la antología mostraba la posibilidad de una nueva generación, de una serie de poetas que comenzaban a explorar su voz propia, tuviera o no que ver con el legado poético anterior, ¿no? —FVC: Desde luego, como mínimo, mostraba que en la cantera hay potencia y ganas. Hay muchos compañeros de antología que están funcionando y rindiendo a un muy buen nivel, como Hugo Cano y Pablo Velasco Baleriola, que también han sacado a la luz sus primeras publicaciones. Dos librazos, por cierto. Eso es una gran noticia. Comentando con otros asiduos del mundillo, al menos por aquí, observamos que hay un número considerable de interesantes poetas jovencísimos de mi quinta. Quizás en una concentración más alta que la de otras generaciones inmediatamente anteriores. —ECP: Bueno, quien dice regional, dice nacional: en la entrevista que te hizo Daniel J. Rodríguez para La Galla Ciencia comentabas que las nuevas generaciones están desarraigadas y poco o nada identificadas con los caminos poéticos del pasado. ¿Dónde se encuentra, pues, la vanguardia? —FVC: No era exactamente la idea que quería expresar. Creo que buena parte de lo más interesante que se está escribiendo entre gente de mi edad rompe con la escritura de la nueva sentimentalidad de los 80 y las influencias inmediatamente anteriores, y me resultan especialmente interesantes por eso. De hecho, yo, que en mi primer libro (fruto de lecturas concretas y de una situación vital que me pedía esa forma de expresión) recurro a esa estética, intento en mis trabajos actuales romper con eso y buscar nuevas vías de comunicación. Veremos a ver. En cuanto a la idea de generación, más que de grupo poético, hablaba de conciencia del tiempo en que vivimos. —ECP: Ahí está, también, el prejuicio de que los autores jóvenes ya no escriben poesía social. —FVC: ¿Ves? Ahí no estoy de acuerdo. Creo que, aunque la reivindicación social no sea explícita, mi generación escribe poesía social implícita. Es más, creo que no tenemos más remedio que hacerlo. Montero decía que escribir poesía era un acto de rebeldía, y veo en la poesía de la gente joven un aire de reivindicación, casi activista, una lucha por acogernos a nuestra identidad intelectual y nuestro papel como participantes de este mecanismo social. Y como participantes activos. Reiteramos y reivindicamos nuestras influencias culturales, cómo este país repercute en nosotros, y dentro de este marco esquizofrénico, ponemos una propuesta seria encima de la mesa. Que la política explícita no ocupe un papel central me parece irrelevante. —ECP: Aunque no sabemos lo que nos deparará el futuro, sí que se puede decir que tu trayectoria es breve, pero intensa: Sara J. Trigueros señaló en una reseña que en tu poesía había un «ansia de influencia», algo que se corresponde con el profundo conocimiento de tus referencias literarias y la mitificación de otros poetas, como ocurre en el caso de Javier Marín Ceballos. —FVC: Es cierto que soy un mitómano. Cada vez menos, creo. Pero cuando eres joven y te apasiona la literatura es fácil convertirte en uno. Además, la poesía es un caldo de cultivo perfecto para la mitomanía, porque la mayor parte del camino y la formación se recorren en soledad. Y cada descubrimiento es un mundo, y cada nuevo poema es el mejor poema que has leído. En ese sentido, Javier Marín Ceballos fue un eslabón clave en mi formación. Cambió mi percepción de la estética y de la literatura, y esa perspectiva me ayudó, sobre todo, a dilucidar qué tipo de escritor quería ser. En ello estamos. —ECP: Sin embargo, todo ese camino lleno de obstáculos y trampas te llevó, como decías antes, a abrir la colección B49 de la editorial Balduque con El mundo sin usted. La portada, que permite el libre diseño por cada uno de sus autores, tiene en tu caso un matiz geométrico implacable. ¿Cómo surgió la idea y la colaboración con Celia Peña? —FVC: La portada es idea y obra de Celia. En el libro aparece injustamente mi nombre también, pero lo cierto es que fue todo fruto de su creatividad. Me sigue pareciendo una portada genial, partiendo de la base de que me encantó la propuesta de los 49 puntos para la colección. La colaboración fue puntual, creo que no ha diseñado otras portadas (aunque debería). —ECP: “Implacable”, en este caso, entendido como “inevitable”: los poemas parten de la reflexión pausada, de esa intensa certeza de que las cenizas del amor no hay nada más, lo que influye en esa visión distanciada, “desde fuera”, abstracta y tamizada por los sentimientos. —FVC: Estoy de acuerdo, los poemas nacieron de la meditación pausada. Eran casi una forma de entender las cosas. Ya no los conceptos abstractos, sino las condiciones estéticas de cualquier elemento, como una calle o como una plaza. Era una forma de expresar un punto de vista, un filtro cognitivo desde la aceptación y la nostalgia. —ECP: Todo parte, en esa búsqueda ávida de una esencia, del mundo interior hecho pedazos, esperando recuperarse. —FVC: Es un libro primordialmente introspectivo. Las descripciones, las alusiones al espacio, a las calles, a la ciudad de Murcia, todo está sesgado por una perspectiva de nostalgia. El mundo que se retrata en ese libro no es el mundo fenoménico, si se quiere, sino un mundo que existía de esa forma y con esos matices sólo en los ojos de quien estaba observando, sin mucha intención de mantenerse fiel a la realidad. —ECP: Y, de fondo, la nostalgia como el elemento que aglutina y condensa los diferentes momentos, algo que también es característico de poetas como Iribarren. —FVC: Creo que es el epicentro de esa mirada introspectiva. Está nombrada de manera explícita varias veces a lo largo del libro. —ECP: Cambiando de tercio, también eres el cantante y uno de los compositores de Ayoho, ganadora del Vodafone Yu Music Talent de 2014, cuyo nombre parte de uno de los versos de Ceballos. ¿Crees que tu faceta musical ha influido en el ritmo y equilibrio de tu poesía o son dos facetas que están totalmente separadas? —FVC: Son facetas que en mi vida llegaron de forma distinta, se cultivaron de forma distinta y se desarrollan en mí de manera independiente. No hay un primer motor que sea fuente de inspiración y que luego se bifurque en una u otra forma de expresión. Sé cuándo se está gestando un poema y cuándo una canción, y son procesos cualitativamente diferentes. Como tener hambre o tener sed. —ECP: Desde luego, poesía y música, a pesar de su origen conjunto en la antigüedad, no es que ahora gocen en conjunto de muy buena fama, algo que se ha evidenciado con el Premio Nobel a Bob Dylan y el aperturismo o purismo en las Letras.
—FVC: La verdad es que no sé qué decir. Creo que la poesía, la literatura en general, y la música son dos elementos que son reflejo y bagaje de una cultura, aunque una influya más que otra. En cuanto al purismo y el aperturismo, bueno, el Nobel es un premio. En todos los premios hay opiniones y fallos. Puede que otros escritores lo merecieran más, o incluso que otros músicos hayan influido más en la historia de la literatura. Se me ocurren varios nombres ligados al jazz. El resumen de todo esto es: qué más da. Mi pensamiento es claro a este respecto, en cuanto a creación, que es lo que a mí me interesa, la frescura, el aperturismo, la vanguardia y las nuevas ideas son fundamentales para apartar un poco el espíritu rancio y eucarístico que aún muchos sectores poéticos quieren conservar. Por eso, tengo mucha fe en la gente joven, sin ir más lejos en la gente joven que conozco. Muchos ya no son promesas, sino realidades tangibles. Los premios se los dejo a los jurados. —ECP: Sin embargo, tu estilo ahora es diferente al de aquel joven que se enfrentaba a la labor de darle coherencia y unidad a su primera obra: hay más intensidad, más elementos cotidianos y mayor profundidad formal derivada de autores como Rojas, Vilariño o Varela. —FVC: Desde luego, cuando escribí El mundo sin usted lo hice de forma honesta, pero fue un break en el camino. Nada de lo que hice antes o después se parece demasiado a esta faceta. Lo cual es imposible de adivinar, obviamente, porque se trata de mi primer libro. En cualquier caso, siento que están cristalizando otras vías y otras maneras de expresar. Otra identidad poética con la que me siento más cómodo. Intento ser el poeta que me gustaría ser. Y en este proceso la literatura sudamericana me ha influido mucho: Idea Vilariño, Blanca Varela, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, y otros españoles brillantes como Aníbal Núñez, Pere Gimferrer, Javier Marín Ceballos, Pablo García Casado, Vázquez Montalbán, en fin. Puede que siga siendo un pelín mitómano aún. —ECP: Por último, también introduces citas de Los Simpsons o Star Wars, así como rasgos propios de la psicología (“Modelo clásico de test”). ¿Qué encuentras ahora en la cultura de masas? ¿Crees que existe o debe haber cierta horizontalidad entre la alta y la baja cultura? —FVC: Rechazo la dicotomía entre la alta y la baja cultura. Yo valoro el ingenio, la inteligencia y el talento. Y, sobre todo, me parece justo y necesario que la gente que ha crecido en un marco cinematográfico, televisivo, musical, académico, histórico y cultural en general reivindique ese arraigo de influencia. Creo que la frontera entre lo bajo y lo alto genera un elitismo que consigue que muchas veces la literatura, y en concreto la poesía, huela a viejo, húmedo y cerrado. Creo que (dentro de la poesía canónica) mucha gente está proponiendo nuevos caminos y nuevas formas de entender la estética. Como he dicho, tengo mucha fe en mis pares. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Se busca visibilizar los proyectos literarios de las nuevas generaciones. No en vano, desde su mismo nombre, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conectar con la naturaleza y buscar nuevas tierras en las que establecerse. De esta manera, la entrevista con cada uno de los participantes, frente al carácter efímero de los encuentros, permite profundizar en su mundo interior, en su renovada y particular visión sobre aquello que nos rodea y que, por desgracia, no somos capaces de ver. En esta ocasión, hablamos con Marina Alcolea, una poeta ligada a las cenizas que dejan las instantáneas fugaces, sobre sus intenciones futuras de publicación (dadas sus colaboraciones en Manifiesto azul, Obituario o Anónimos 2.3 y su actividad en su blog Fantasía indefinida), la problemática construcción de la identidad (evidente en poemas como ‘In memoriam’), la poesía como un viaje prolongado y exhaustivo por las islas del Ser, y los peligros de incluir los hechos autobiográficos más íntimos en las creaciones poéticas. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hasta ahora has colaborado en distintos fanzines (Hijos del aburrimiento, No eres consciente y Manifiesto azul), publicaciones digitales (Obituario magazine) y antologías (Obituario y Anónimos 2.3), pero no has llegado a publicar, de momento, un poemario que recoja esa obra dispersa, ¿cómo ha podido suceder eso? —MARINA ALCOLEA: Básicamente porque para publicar un libro primero hay que sentarse y escribir un libro, darle una forma, y aún no me he parado a hacerlo. Algunos libros son para mí objetos de culto, los lees y percibes todo aquello que no dice, pero que está ahí, te das cuenta de que hay mucho trabajo detrás, todo un viaje por el que el autor o autora nos guía a través de la palabra. Esos son los libros que me gusta leer y de publicar me gustaría hacer algo parecido. Ahora mismo tengo otras prioridades, supongo que ya llegará. —ECP: Estoy de acuerdo contigo cuando comentas la “excesiva prisa” por publicar que se ha impuesto en las últimas generaciones, aunque he de decir que esa coherencia que buscas, según tú, ya la tenías en el preciso momento en el que decidiste estructurar el recital en diversas partes (“La memoria”, “La ciudad”, “Las nubes”, y “El futuro”): no es algo que, precisamente, brille por su ausencia. —MA: Ya, peros son ámbitos diferentes, estructuras diferentes. Cuando selecciono poemas para un recital hay algunos que, aunque me gusten, se quedan fuera. Hay poemas que solamente pueden ser leídos en la intimidad del libro, poemas que buscan esa confesión silenciosa con el lector o lectora, que al decirlos en voz alta siento que se pierden. —ECP: Además, desde 2009 has ido publicando en tu blog, Fantasía indefinida, tus textos narrativos y tus poemas, que van desde una estética más adolescente (‘Puedo volar, pero no me da la gana demostrártelo’, 2011) hasta la conciencia ficcional de la poesía (‘.’, que contiene la frase «el poema es un espejismo», 2016). ¿Qué te empujó a abrirte un blog? ¿Cómo has ido viviendo ese proceso de exposición y feedback con el público? —MA: Creo que la curiosidad. Cuando llegó internet se abrió una ventana al mundo. Yo vivía en un pueblo de Murcia sin mucha oferta cultural, entonces la red me ofreció nuevas oportunidades. Leía lo que otros escribían, descubrí nuevos autores, muchos paisajes desconocidos e interesantes. Cuando comencé a escribir en el blog fue por un afán de ir más lejos de mi cuaderno, pero sin la pretensión de que nadie lo leyera. Fue un proceso extraño y confieso, también muy terapéutico, yo era una chica tímida y a veces a través de las historias decía lo que necesitaba decir. Más tarde empiezas a recibir el feedback de personas que te leen desde diferentes lugares del mundo, que comparten contigo sus experiencias y empiezas a tomar más consciencia de esa red de personas unidas online por la literatura. —ECP: Por otra parte, probablemente por tu formación en Comunicación Audiovisual, también le has prestado gran atención a la cultura audiovisual: colaboraste en un número dedicado a Francesca Woodman y has realizado series fotográficas como Instrospección onírica o La persistencia de la memoria, en las que combinas imagen y citas literarias. —MA: Instrospección onírica es un trabajo de la universidad en el que teníamos que realizar una serie fotográfica basada en la obra de otro autor o autora. Elegí a Francesca Woodman porque me fascinaba su trabajo y la relación entre su vida y su obra. Sentí mucha identificación con su manera entender la creación artística: «La fotografía es también una manera de conectar con la vida. Hago fotos de la realidad filtradas a través de mi mente». La fotografía era para ella lo que para mí es la poesía, una manera de entender el mundo, por eso conecté las fotografías con poemas. […] En cuanto a La persistencia de la memoria, es una serie de fotografías tomadas con el móvil en un momento en el que no encontraba las palabras exactas. Mi abuelo tenía Alzheimer en un estado bastante avanzado y me obsesioné con el tema de la memoria, con el pasado, con la pérdida, con esa extraña ausencia visible y quise capturarla, hacer que perdurase, para en algún momento comprenderla. —ECP: De hecho, cualquier persona que vea esas obras y que no conozca tu poesía puede adivinar sin problema algunos de los temas en los que se mueve tu estilo: la certeza de que el paso del tiempo nos lacera y nos borra, la nostalgia como resultado de que todo pasado es irrecuperable, la problemática construcción de la identidad y, en definitiva, la duda existencial de todo cuanto te (nos) rodea. —MA: Es hermoso que percibas todas esas cosas. —ECP: Eso permite hacer una relectura, ya que el intento de evocar lo indecible o la eternidad de un instante fugaz son características que comparten la poesía y las imágenes estáticas. Tus versos son muy visuales, y adquieren potencia en la medida en que partes de una visión íntima, de la exposición de tu vida personal. —MA: La exposición de lo personal es irremediable cuando se escribe desde la experiencia, desde lo que se ha vivido o desde la duda por lo que llegará, es algo que hay que asumir. Sí que es cierto que a veces esa exposición me da un poco de vértigo, pero luego pienso que al fin y al cabo solo hablo de cosas comunes, de sentimientos, de esos enigmas que nos rodean, y se me pasa. —ECP: En ese nudo gordiano, atado a la insuficiencia de la realidad y al refugio que ofrece la ficción, se encuentra “nefelibata”, la palabra con la que te defines en el perfil de tu blog, que la RAE define como «Soñadora, que no se apercibe de la realidad». ¿En qué momento te encontraste con la poesía? ¿Qué ha significado para ti en todo este tiempo? —MA: Lo primero que recuerdo haber leído fue a Gloria Fuertes. Estaba en el colegio, ahí empecé a escribir pequeños poemas sobre objetos cotidianos o cosas que sentía (ya os los enseñaré algún día). Luego la escritura se volvió más consciente, quería contar historias, ficcionar las cosas que me preocupaban, así que empecé a escribir relato corto, cuentos, etc. Todo era más narrativo, pero llegó un momento el en que sentí que eso no me bastaba, fue un punto de inflexión personal en esa incandescente etapa que es la adolescencia, tenía demasiadas preguntas y ese boom hormonal que hace que los sentimientos estén a flor de piel. Entonces encontré en la poesía un refugio, un lugar de autoconocimiento, una manera de intentar entender lo que me rodeaba y a mí misma. Era una poesía muy poco premeditada, casi inmediata: ahora puedo pasarme horas dudando entre poner una u otra palabra en un poema porque busco que sea la palabra precisa que de amplitud a la metáfora. —ECP: Sobre todo porque también te habrás encontrado con muchas referencias durante todo ese proceso, como muestran las citas de tus poemas, encabezadas por Alejandra Pizarnik, Charles Baudelaire, William Dafoe, Slavoj Zizek o Wislawa Zsymborska. —MA: Siempre he sido muy curiosa en ese sentido, me encanta descubrir autores, que me hagan recomendaciones. No cerrarme a los estilos con los que siento más afinidad, sino intentar leer un poco de todo, lo mismo pasa con las referencias que vienen desde la música, la pintura o el cine, a veces encuentras cosas sorprendentes donde menos lo esperabas. —ECP: Y muy especialmente con la intensidad hispanoamericana que se desprende de tus poemas, practicada por autoras como Carmen Ollé, Blanca Varela, Ida Vitale, Alejandra Pizarnik («porque —oh viejo hermoso Sigmund Freud— la ciencia psicoanalítica se olvidó la llave en algún lado: / abrir se abre / pero ¿cómo cerrar la herida?»), Idea Vilariño («Uno siempre está solo / pero / a veces / está más solo»), o las poetas suicidas. —MA: Gracias por el cumplido. Me interesa bastante la poesía hispanoamericana, la forma en la que construyen las metáforas y las imágenes me parecen muy potentes. Cuando entré a la universidad me di cuenta de que no conocía casi a mujeres artistas y sentí bastante rabia al ser consciente de que el sistema educativo (y la sociedad en general) había invisibilizado a las mujeres en la Historia, el arte, la ciencia… Así que transformé toda esa rabia en algo productivo e investigué hasta llegar a Pizarnik, Vilariño, Storni, De Castro, Woolf, Plath, Sexton, Szymborska, Tsvetáyeva, Maillard, entre otras, y más que referentes se han convertido en compañeras de viaje. —ECP: Al igual que sucede con esas autoras, tus poemas son dardos que nos dañan, que nos hacen darnos cuenta de que hay cierta irreversibilidad en las decisiones y experiencias que uno va pasando. Quizá por eso, aunque tu poesía está plagada de un continuo tránsito por islas y puertos, por zonas que supuestamente originan nuevas historias, siempre hay un obstáculo en la llegada, en el avance del sujeto poético. —MA: Esa isla existe. —ECP: Un viaje que, por cierto, también está contenido en el estilo: en tus poemas no hay un centro de gravedad ni un final catártico, sino que hay un proceso, que quizá aumente la incerteza, como ocurre en ‘In memoriam’. —MA: Ese poema que mencionas lo escribí tras la muerte de mi abuelo. Está dividido en cinco fragmentos, como las cinco etapas que se experimentan durante el duelo, ese proceso que va de la negación hasta la aceptación, algo parecido a lo que viví cuando le diagnosticaron Alzheimer. En este poema en concreto sí existe ese proceso del que hablas, y ese final incierto es lo enigmático de la ausencia que queda tras la certeza del cadáver. —ECP: Por último, como imagino que te habrá comentado más de algún amigo o conocido, si dijera que solo escribes poemas tristes, desgarradores, ¿qué dirías? —MA: Que cada cual encuentre la tristeza donde quiera. Nota del editor: Las fotos del evento que ilustran la entrevista, salvo que se especifique lo contrario, pertenecen a Ana Isabel Royo Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Coordino “Ver Sacrum: Ciclo de Poesía Joven”, producido por el Espacio Molinos del Río, dependiente de la Concejalía del Ayuntamiento de Murcia. Se busca visibilizar los proyectos literarios de las nuevas generaciones. No en vano, desde su mismo nombre, “Primavera sagrada” en latín, designa el peregrinaje iniciático de un grupo de jóvenes en pos de conectar con la naturaleza y buscar nuevas tierras en las que establecerse. De esta manera, la entrevista con cada uno de los participantes, frente al carácter efímero de los encuentros, permite profundizar en su mundo interior, en su renovada y particular visión sobre aquello que nos rodea y que, por desgracia, no somos capaces de ver. En esta ocasión, hablamos con Manuel Pujante, uno de los poetas más polivalentes de la Región, sobre el lado oscuro del mundo literario, la violencia y el elogio de la hemorragia implícitos en sus poemas (recogidos en el CreaJoven de Literatura 2012 y en diversas antologías digitales coordinadas por Joaquín Piqueras y Luna Miguel), la penetrante influencia de Alejandra Pizarnik en su tratamiento del dolor, el sacrificio que supone dirigir publicaciones literarias, la decepción que produce el fin del amor (Los afluentes del frío, Ad Minimum, 2014) y la certeza de la existencia ficcional de Dios, eje de su próximo y primer poemario “de pleno derecho”: La zarza y la ceniza, de próxima aparición en la editorial Balduque. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Tu participación en este encuentro supone, de algún modo, una vuelta al mundo literario después de un prolongado exilio, ¿no? Un descanso del postureo, de aquello que, según comentaste más de una vez, te impedía escribir. —MANUEL PUJANTE: Exilio es una palabra bastante exagerada. Durante mucho tiempo iba a todos los recitales como quien va a misa y, como con todo, al final acabas saturado y un poco hasta los huevos. […] No había escrito prácticamente nada. Publiqué en alguna antología, una plaquette y ya con eso iba en calidad de poeta a los sitios, a los recitales, a las comidas de polla grupales a la salida de los sitios de siempre. Llegó un momento en que me sentí bastante ridículo en medio de todo eso porque había gente que sí que había escrito, y mucho, y muy bien y yo no estaba haciendo nada, solo rular lo mismo una y otra vez y hacer como si ya hubiera llegado a algún sitio. Me vi bastante imbécil desde fuera y, además, con el paso del tiempo cada vez me da más respeto recitar. Me da la sensación de ser el típico follaorejas que se echa fotos con cara de afectación detrás de un micro y cuya poesía no va a trascender ni un poco. Es absurdo y somos demasiados, así que cada vez estoy menos a gusto en ese contexto, me da más pudor. Me siento bastante gilipollas. Sigo leyendo y escribo algo porque para mí es importante, pero lo otro lo dosifico todo lo que puedo. —ECP: Imagino que ha sido una época en la que te has concentrado en lo puramente literario, es decir, en escribir sin pensar en publicar, tal como confesabas en una entrevista que te hicieron en La Opinión en 2014: «Ahora Manuel Pujante dice leer mucho y escribir poco. “Leo poesía de manera compulsiva, de todo un poco y de forma bastante desordenada”, confiesa». —MP: Bueno, no exclusivamente. El trabajo me quita mucho tiempo. En el tiempo libre a lo que me he dedicado de forma compulsiva es a ver series y masturbarme, pero eso no quedaba bien decirlo en la entrevista. Sí que he leído bastante y bastante desordenado. Es la gracia de no hacerlo por obligación o por tener que revisar material para la revista, etc. La gracia es hacerlo cuando te apetezca y según te pida el cuerpo (me refiero ahora a la lectura, no a las pajas). Escribir ya es otro tema. No escribo casi nada, no soy nada disciplinado. Lo que suelo hacer es esperar y hay un momento en que todo sale de golpe y ya solo queda corregir. El problema es que la espera es bastante desquiciante y en la mayoría de ocasiones demasiado larga, de ahí lo de las series y las sesiones de onanismo. —ECP: Lo cierto es que llevabas razón: la lectura, sin su intensidad ni su locura compulsiva, no sirve de mucho. ¿En qué momento sentiste el virus de la poesía? —MP: Supongo que cuando realmente me cogió por los huevos casi como una religión o una venérea fue a raíz de leer a Pizarnik. —ECP: Mucho ha llovido, no obstante, desde entonces. ¿Qué referencias has guardado a lo largo de este viaje por los senderos de lo poético? —MP: Pizarnik, Gamoneda, Luis Rosales, Salinas, Borges, Vallejo, Lorca, Valente, José María Álvarez [...] Yo qué sé, son muchos los autores que me encantan. Luego, la parte buena de toda esa presencia en todos los actos literarios y demás que decía antes, sin duda, es haber conocido a gente como Cristina Morano, Ángel Paniagua, José Óscar López, Diego Sánchez Aguilar, Mª Luisa Castellón, José Antonio Martínez Muñoz “El Chota”, Héctor Castilla, Eugenio Sánchez Salinas, José Daniel Espejo, Antonio Marín Albalate, Isabelle García Molina y un largo etcétera. Cuando empezamos con Seconal, toda esta gente me parecía inaccesible y me parecía la hostia por cómo escribían muchos de ellos y de pronto te meten en su casa, se emborrachan, y en dos horas te enseñan más de literatura de lo que aprendes en Filología. Esa parte fue muy chula y es de las épocas que recuerdo con más cariño. —ECP: Pero no ha sido fácil, nada fácil, aunque eso lo sabes tú mejor que yo. Muestra de ello son algunos de tus poemas. ‘El erizo que se muerde la cola’, que hemos utilizado como ejemplo del encuentro, cae dentro de toda una poesía devastadora, llena de dolor. —MP: Sí, nada de lo que escribo es muy alegre. Como te decía antes, no escribo mucho, sólo cuando lo necesito. Y suele ser para sacar mierda fuera. Además, al hacerlo así, al pasarlo a un poema, es una forma de compartir o exorcizar más aceptable. Es un coñazo oír a alguien borracho en la puerta de un bar comiéndote la oreja con sus mierdas personales, sin embargo, parece que si lo conviertes en un poema o en un libro la aceptación es distinta. —ECP: Tiene gracia, ¿no? Nos va la vida en aparentar, pero es más que probable que lo único que somos es unos cobardes: nunca mostramos esas heridas, es más, nos refugiamos en una felicidad entusiasta, vacía, en el distanciamiento de las redes sociales. En ese sentido, tu poesía desmitifica, destruye todo ese ideario. —MP: Eso te ha quedado guay, súbelo a Facebook. —ECP: Otros poemas, como ‘Pasos a seguir para otro día de mierda’, tiran más por la dejadez, el hastío, la reivindicación de lo popular y de lo sucio, del desecho, de lo que nadie quiere (abyección). —MP: Sí (por contestar alguna pregunta con un monosílabo, que esto se hace largo). —ECP: No falta tampoco la visión crítica de las creencias religiosas, como ocurre en ‘La Sagrada Familia’, en la que el ejercicio de la violencia, de una forma inesperada, es irreversible. —MP: No, no falta. De hecho, es de lo que escribo el noventa por ciento de las veces, se note más o menos. Es una obsesión para mí. No escribo tanto desde una visión crítica como tal, más bien desde una rotura personal que no viene al caso pero que supuso para mí un giro muy bestia. Así que la configuración de la persona cimentada en lo religioso y la imposibilidad para deshacerse de eso me obsesiona bastante. No sé dónde leí, creo que en Twitter, que Dios ahoga pero no existe. Pues eso me parece fascinante y atroz. —ECP: Todo ello, además, no desdeña cierta influencia musical, visible en algunas de tus citas de ‘Martes 5:00 A. M.’ con Robe Iniesta y La Polla Records. —MP: Pues sí, en los sitios que menos te lo esperas hay material. —ECP: No obstante, esa poesía directa, más influenciada por Pizarnik, tiene su contrapunto en Los afluentes del frío, plaquette con la que comenzó su andadura la editorial Ad Minimum. Como comenta José Óscar López en su reseña publicada en El coloquio de los perros, se observa un nosotros del que no saldrán indemnes sus protagonistas y, aún más, unos tintes románticos en las que el sujeto no recorre el invierno, sino que deviene en él. —MP: Es quizá de lo poco que he escrito de temática amorosa como tal, pero era lo que tocaba en ese momento. Bea Miralles me pidió cinco poemas y estaban esos ahí. Hablaba del proceso de algo que se va a tomar por el culo, en realidad tampoco se distancia tanto de lo demás. —ECP: Por otra parte, también has estado en la otra cara de la literatura en la dirección de varias revistas: Seconal, junto a Inocencio Mateos y Rebeca Pérez, y La galla ciencia, desde una perspectiva menos fanzinera.
—MP: Sí, fue una época muy bonica la de Seconal, sobre todo porque en ese momento es en el que conocí a toda la gente que te decía antes y de la que he aprendido un montón, además de llevarme amigos a los que quiero mucho. En La galla ciencia la idea era más seria, sí, y llegó un momento en que, por varias circunstancias que no vienen al caso, me bajé del proyecto, que ahí sigue y haciendo cada vez cosas más chulas. —ECP: Por último, la vertiente desmitificadora de tu poesía va a tener un eje central en La zarza y la ceniza, de próxima aparición en la editorial Balduque, que recuerda el capítulo 3 del Éxodo. ¿Nos puedes ofrecer un adelanto de lo que será este primer poemario? —MP: No. Leedlo y juzgar sin piedad, es decir, que me digáis que os encanta a la salida de las presentaciones y me pongáis verde en las cervezas de después cuando no esté. "LAS CICATRICES DE UNA NOVELA" Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO y ÁNGEL M. GÓMEZ ESPADA SARA MESA (Madrid, 1976), sevillana de adopción, ha vuelto a hacerlo, ha vuelto a firmar una novela memorable. Si con “Cuatro por cuatro” nos embaucó y nos dejó sin respiración por dibujarnos un microcosmos de violencia explícita, ahora con “Cicatriz” nos conduce por el universal y cancerígeno mundo de las relaciones que nacen de Internet con una contundencia que es adictiva. Una novela donde el lector piensa en todo momento que está resolviendo un puzle, para descubrir al final que la visión de su protagonista solo era la ilusión de un oasis. Como entonces, cuando descubrimos su magisterio con la novela que le valió ser finalista del Herralde, hemos querido charlar con ella y preguntarle sobre las cicatrices de su narrativa. Como entonces, ha aceptado gustosamente. Comenzamos. [Absténganse los cicatrizados de espíritu]. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Se basa Cicatriz en una gran mentira, una mentira que constituye por sí sola un microcosmos que atrapa a sus protagonistas y, por extensión, al lector? SARA MESA: Puede entenderse así, porque uno de los temas centrales de la novela es la fantasía, la necesidad de construirnos fantasías para compensar lo monocromo de ciertas realidades. El peligro es que esa fantasía legítima y que nos define como seres humanos puede terminar derivando hacia la impostura, el fingimiento, la mentira. ECP: "Internet literalmente estructura la búsqueda de pareja como un mercado o, para ser más exactos, formaliza la búsqueda de pareja como una transacción económica: transforma el yo en un producto envasado que compite con otros en un mercado abierto regulado por la ley de la oferta y la demanda" (Eva Illouz, Intimidades congeladas, p. 188). Quizá la cita es demasiado larga, pero me parece significativa de uno de los rasgos principales de tu novela: el comercio afectivo. Los protagonistas se sacian mediante los objetos, mediante la tasación, como reflejan teóricos como Illouz o Eloy Fernández Porta, de sus propios sentimientos. SM: Sí, el hecho de que la relación entre los dos protagonistas se establezca a partir de transacciones económicas -con la apariencia de regalos desinteresados- marca bien claro el tipo de juego que se plantea en la red, donde la gente no se ve, no se toca, y en el caso de mis personajes ni siquiera quieren verse o tocarse. En Cicatriz, además, estas transacciones se desarrollan en dos terrenos algo particulares: la cultura, en la forma de libros, y el lujo, en la forma del fetichismo erótico. Y en definitiva lo que consigue esto es objetualizar el amor, pervirtiéndolo. ECP: "Colgado en un pilar, el almanaque de una asociación benéfica, del año anterior, con algunas fechas rodeadas en rojo" (Cicatriz, p. 12). Aún más, los personajes quedan definidos por sus pertenencias, por su entorno material: la relación de Knut con los objetos es atrevida, pero nunca se los queda, es un cobarde que teme el fracaso de la posesión, mientras que Sonia está rodeada de, como reza la cita, objetos degradados, kitsch, que reflejan una sociedad en peligro de derrumbe o, en todo caso, ya tocada sin que nadie se haya dado cuenta. SM: En Cicatriz los objetos, y la manera en que se presentan estos objetos, es fundamental: se definen por su precio y su estado -Knut es extremadamente cuidadoso y sufre ante cualquier daño que pueda recibir el objeto, reprochándole a Sonia su descuido-, pero también por la forma en que se obtienen o se acumulan -uno los roba, o mejor dicho, se los apropia; la otra los recibe, aunque no los desee en sí, sino por el simple hecho de ser la destinataria-. Lo que lleva a Sonia al hartazgo es precisamente la acumulación de objetos, que casi invaden su casa, que se convierten en presencias que tiene que esconder y que hablan de su culpabilidad. ECP: "A pesar de todo, continuar. Una espiral sin fondo. Huecos, necesidades, añoranzas. Palabras, etiquetas, cajas, precios. Suben viajeros. Todo siempre en exceso. La expansión. Filtraciones. Colarse hasta en la grieta más pequeña. Pequeña sacudida, alguien protesta. Aparecer en cada resquicio. En lo que lee. En lo que escribe. En lo que viste. En lo que piensa. Su pretensión. Y el fingimiento de sumisión. De aceptación. De amor. Baja el anciano; ella recupera su sitio. Fingir que lee, fingir que escribe, fingir que viste, fingir que piensa" (Cicatriz, p. 156). Esto crea, en relación con la cita y la pregunta interior, una impostura inevitable muy grande en Sonia, una doble vida en la que ninguna es real. ¿Hasta qué punto crees que eso es lo que está sucediendo hoy en día con las formas de comunicación digitales? SM: Bueno, en relación con esta historia ya he dicho en alguna otra ocasión que la presencia de la red es en parte tangencial, y que esa tendencia al fingimiento -enfermiza en el caso de que conduzca a una doble vida- ya está presente en la naturaleza del ser humano. Somos entidades construidas, explicadas, artificiales casi. Es cierto que la red amplía todas estas posibilidades, pero fíjate que en mi novela lo que propicia la fantasía es mucho más simple: es únicamente la distancia. Cicatriz es básicamente una novela epistolar, y la presencia de la red se limita al hecho de que ellos se manden emails -como podrían ser, y de hecho son en algún momento, cartas postales- o a la manera en que se conocen. ECP: El esquema temporal en la novela es uno de sus grandes aciertos, en nuestra opinión. ¿Fue premeditado o espontáneo, según la narración le iba demandando los aconteceres? SM: Una mezcla de ambas cosas. Desde el principio supe que esta historia debía contarla resaltando algunos momentos clave -la escena de la camiseta del inicio, una llamada telefónica que pone fin a la primera parte de la relación, la conversación de la protagonista con una amiga, etc.-. Durante el proceso de escritura me di cuenta de que ese subrayado -que a su vez conlleva el emborronamiento o difuminación de las demás escenas- podía hacerse con saltos temporales. No es un capricho, como tampoco lo son las elipsis. Y siempre que algún lector señala esto, me siento muy agradecida, porque no me gusta que se entienda como un mero juego formal. ECP: De nuevo, la figura del perro como símbolo. En “Cicatriz” parece que Sonia se ve enjaulada como el perro de su vecina, en un espacio inhabitable. Como autora, ¿cuál de sus personajes vive en realidad más enjaulado, Sonia o Knut? Ambos, pero de maneras más distintas. La jaula de Sonia tiene más relación con circunstancias personales hasta cierto punto externas (la familia, el trabajo...) y la de Knut es más cerebral, parte de las propias limitaciones que él se impone. Lo cierto es que ambos están también limitados por su propia clase social. ECP: ¿Cuál es la verdadera cicatriz de Sonia? [Y en voz baja: ¿esa cicatriz coincide en cierto modo con algunas de las que tiene Sara Mesa?] SM: La verdadera cicatriz es, como se insinúa en la cita de Marta Sanz que abre el libro, la de la culpa. Cuando pasen los años, le dice Knut a Sonia, a lo mejor yo te habré olvidado, pero tú lo tendrás más difícil. Y es cierto. Toda la obsesión que siente él por ella termina trasladándose, y ella queda marcada. Respecto a la pregunta en voz baja, Sara Mesa está en cada unas de sus novelas, de sus cuentos y de sus personajes, como casi siempre sucede con los escritores. ECP: Al final de la novela, el lector se da cuenta de que no sabe nada de Knut, absolutamente. Que la realidad de la narración se fermenta gracias a su irrealidad, creando la verdadera fantasía. Cuando una relación se rompe, ¿nos damos cuenta de que no sabíamos nada del otro, despertamos de la fantasía o no? SM: Sí, esto enlaza con lo que hablábamos antes sobre las perversiones de la fantasía, pero es que el mismo Knut tampoco sabe nada sobre Sonia, de hecho no quiere saber nada, únicamente quiere construirla a su medida, así que al final lo que tenemos es una revisión del mito de Pigmalión, que, digamos, le sale rana. Y no, claro que no se conocen. Con el higienismo de los amores platónicos, las parejas nunca se conocen. ECP: "Las creaciones artísticas nacen de la anormalidad" (Cicatriz, p. 162). No obstante, entre ambos se crea una relación literaria: Knut quiere que Sonia publique. Es, por decirlo de alguna manera, una de sus obsesiones. ¿Crees que la literatura, el arte en general, surge de estas fuerzas de tensión? SM: No tiene por qué. La literatura puede surgir por miles de razones, no deja de ser una forma más de expresión cuyas manifestaciones son tan variadas como variados son los emisores. Así que la obsesión o la anormalidad es una de estas posibilidades, pero no la única. Hay literatura de acción, literatura lúdica, literatura evasiva, etc. Y en todas ellas hay ejemplos de calidad. ECP: Y si surge, ¿cuál es el motor? ¿Para quién lo hacemos? ¿Por qué escribe Sara Mesa? SM: Esa es en realidad la pregunta más difícil de contestar, y de hecho cada vez contesto algo diferente, porque no termino de saberlo bien. A día de hoy, te diría que escribo porque encuentro en el acto de hacerlo una forma de expresión necesaria (para mí) e inevitable (para mí) absolutamente diferente de la expresión del lenguaje normal y cotidiano. ECP: Parece que vivimos en una sociedad liberal, pero qué va, de vez en cuando salen declaraciones que atañen directamente a lo femenino. Sensaciones neoliberales para un pensamiento medieval. ¿Qué destacarías de las últimas escritoras españolas? Pienso, aunque puedes comentarlo libremente, en mujeres como Jenn Díaz, Nere Basabe, Aixa de la Cruz, Elena Medel, Lara Moreno, etc. SM: Qué voy a pensar, es de cajón saber que alcanzan igual calidad que los escritores hombres, aunque aún haya una visibilidad menor de la literatura escrita por mujeres. Pero al mismo tiempo, me disgusta esta tendencia a agruparnos únicamente por el sexo. De las autoras que nombras -algunas he leído, y son muy buenas- no hay ninguna con la que literariamente me sienta próxima. Y en multitud de sitios nos nombran juntas, no sé por qué. Tenemos que tener cuidado para que las reivindicaciones por la igualdad no nos lleven al guetto, no sé si me explico. ECP: ¿Quizá es porque, como asegura Marta Sanz, todavía pervive, por desgracia, una mentalidad de «pubis infantil»?
SM: Sí, aparte está eso: el paternalismo y la sexualización. Marta lo explica todo muchísimo mejor que yo. ECP: No obstante, para terminar, uno de los rasgos esenciales de las teorías de Illouz y Fernández Porta es la temporalidad, la confrontación entre un TiempoTM prefabricado por los medios de comunicación y un RealTime, natural, que intenta desarmarlo. Hace unos días colgaste en Facebook una imagen que te relajaba: un collage formado por cuadros renacentistas, gatos edificios, peces voladores, una oveja, un coche, etc. ¡Es tan cómica! Pero también es un síntoma de la novela, de Sara Mesa: vivimos rodeados de referencias, de marcasTM a las que adscribirnos, de objetos, de tradiciones temporales que podemos colocar a nuestro antojo. ¿El retorno del pasado, diríamos, es incesante, pero está en nuestras manos que sea crítico o un mero revival nostálgico: «ya sabes: echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos entonces» (Cicatriz, p. 186)? SM: Uf, la pregunta me sobrepasa porque no soy nada teórica, cuando escribo me dejo llevar por un impulso mucho más emocional (deseo de expresión, de comprensión de la realidad, de comunicación), no soy nada cerebral y, si acaso, todo tipo de interpretaciones racionales, filosóficas o del tipo que sean vienen después. Sí que es cierto que la temporalidad es un elemento con el que me gusta jugar; de ahí, por ejemplo, lo que hablábamos antes sobre la estructura de esta novela, o sobre otros libros míos en los que también hay elipsis o saltos temporales. Y además me atrae la técnica del collage... Éste que mencionas es un divertimento hecho por mí que pasa incluso por la desacralización de ciertas formas de arte, la posibilidad de reinventar cosas, pero sobre todo de divertirme... de ahí que afirmara que "me relajaba", aunque, claro, las cosas que se cuelgan en facebook no hay que tomárselas muy en serio, casi nunca. por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Las agujas del minutero se mueven sin cesar. Juegan a perseguirse, pero como Sísifo, su tarea será eterna. No intercederán por nada ni por nadie, y su veredicto dictará la última tarea por cumplir. Aunque ésta sea, como otras tantas, incompleta. Aún más, darle la importancia que merece al presente, con sus nombres, frases y acontecimientos desapercibidos a primera vista, es una tarea que conoce bien el periodista, y escritor, Sergio del Molino. Debutó con el volumen de relatos Malas influencias (2009, Tropo), que trata sobre las frustraciones, la intimidad y la muerte; el ensayo Soldados en el jardín de la paz (2009, Los Tres Sorores), sobre cómo Aragón cambió con la llegada de inmigrantes; la antología de sus textos periodísticos de El restaurante favorito de Nina Hagen (2011, Anorak), que habla de cómo nos importa lo despreciable; y No habrá más enemigo (2012, Tropo), acerca de la alienación del sujeto y el condicionamiento del legado. Pero han sido La hora violeta (2013, Random House Mondadori), el emotivo periplo de Sergio más allá de los límites cartográficos; y de manera definitiva, Lo que a nadie le importa (2014, Random House Mondadori), que se origina con la frase de José Molina, las obras que han hecho de Sergio del Molino un nombre con ciertas resonancias para nuestro presente (no es casualidad que Jordi Corominas lo mencione en “Tres autores en el límite de la ficción”). El autor es quien escribe, aunque es el lector el que debe seguir su hilo. A veces tan sólo se tantea, y en otras ocasiones se bifurca en posibilidades infinitas. Pese a todo, el camino se construye con el diálogo: novelas, Proust, goce, individualidad, arte, convención, y otras tantas cosas más. Las armas: los libros. --EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Hace un par de meses, el 23 de septiembre se publicó Lo que a nadie le importa, tu última novela, ¿cuál es la impresión que le está causando a los lectores y a la crítica? --SERGIO DEL MOLINO: Bueno, a mí me llegan respuestas muy parciales de unos y de otra, porque me he pasado todo ese tiempo en una burbuja de promoción, respondiendo muchas entrevistas y atendiendo a muchos lectores, pero sin pararme a leer muchos dosieres ni nada de eso. En general, la respuesta que me llega es buena, halagadora. Pero no me gusta entrar a valorarla porque los elogios son imposibles de apostillar desde la elegancia, y los reproches, por razones opuestas, también. Con este libro he aprendido al fin a hacer algo que me ha costado mucho tiempo aprender: callarme ante el juicio ajeno. También he aprendido a filtrar los juicios indeseados, a no enterarme de lo que no me quiero enterar. No siempre es posible, pero procuro no leer opiniones que me puedan hacer daño. Porque me hacen daño, eso no me da miedo reconocerlo: mis libros son muy míos, una parte hipersensible de mí, y me tomo cualquier apreciación sobre ellos de una forma muy personal. Visceral. Puede que enfermiza. Así que procuro no escuchar todo lo que se dice de ellos. --ECP: Porque Lo que a nadie le importa comienza en Francia, mientras que en Revista de Letras comentabas que «leer a Proust es lo más radical». --SDM: Sonaba a boutade, pero lo siento así. Yo me reivindico parte de una vertiente esteticista, convencida de que la literatura sólo es una forma de mirar que se expresa exclusivamente en el estilo. La frase venía a cuento de que la crisis ha hecho renacer una forma suave pero insistente de literatura engagé que, a mi juicio, no pasa de comentario periodístico sobre noticias de actualidad. El único compromiso que se le puede exigir a un escritor es con su oficio. Creo que la literatura, su existencia misma, es una forma de resistencia frente a la ramplonería ambiental y frente a la cultura práctica que apela a la utilidad de las personas y acaba condicionando su existencia a su contribución a la sociedad. Aferrarse a una idea diletante e inútil de la literatura es algo que atenta contra la idea central de la cohesión social y que subraya la humanidad de la sociedad que consiente algo así. Se lo escuché a José Luis Cuerda el otro día, citando a Tonino Guerra, el guionista de muchas películas de Fellini. Guerra estuvo en un campo de concentración nazi y decía que el día más feliz de su vida fue cuando, tras ser liberado, vio una mariposa y no tuvo ganas de comérsela. Es curioso que hayan sido miembros de generaciones tan desgraciadas, tan castigadas por la adversidad, quienes hayan defendido con más firmeza lo bello y lo inútil, mientras que los adalides del realismo útil, del contenido sobre el continente, muchas veces han vivido vidas cómodas de mesa camilla y tres comidas calientes, sin apenas sobresaltos. Exagero, claro, pero no me parece casual que quienes han tomado conciencia de la fragilidad humana se emocionen con tanta facilidad con las cosas más “aristocráticas” y alejadas de lo “necesario” y “útil”. --ECP: ¿Cuáles son esos escritores de estirpe proustiana o, al menos, qué rasgos destacarías de ellos? --SDM: Para mí, va más allá de la obsesión por la memoria y por el recuerdo como motor literario. Es una actitud, una mirada que se traduce en una subjetividad radical centrada en la depuración del estilo. Para enclavarse en esa estirpe hay que escribir muy bien. Lo que vulgarmente se entiende por escribir muy bien. Escritores de lectura gustosa, de querencia poética, de obsesión lingüística. Aquí no caben los desaliñados ni los feístas. Reconoces a un proustiano porque su prosa tiene un sentido de la elegancia que no se reconoce en otros escritores. Una limpieza aristocrática que no le impide ser procaz o llano, pero que siempre es elegante. Para mí, Nabokov es el ejemplo perfecto. Entre los escritores actuales, quizá Banville encarne ese espíritu. Umbral, por supuesto, fue proustiano. Uno de los pocos proustianos que dio España. Como ves, mi concepto de lo proustiano es muy heterodoxo, ningún experto en teoría o historia literaria lo aceptaría. --ECP: Eso demuestra, entonces, que hay algunos escritores y obras clave del pasado que son necesarios. Sus textos, al fin y al cabo, siguen vigentes y, de un modo u otro, nos acercan a una “visión más pluralista del mundo”. --SDM: Muchísimos. ¿Qué vamos a hacer sin ellos? Aunque la palabra “necesario” atenta contra mi idea de lo inútil y lo prescindible. Creo que cada escritor apela a sus contemporáneos. Sólo un imbécil puede escribir para la posteridad. Sin embargo, sus miradas enriquecen las nuestras. La forma en que han mirado su mundo inspira nuestras miradas al nuestro. A mí me interesan todos los autores de estirpe proustiana. --ECP: El debate está escindido. Hay quien dice que hay que volver a la tradición, incluso a Virgilio, por varios motivos: los temas siguen siendo los mismos, y los escritores se han empeñado en romper las reglas sin sentido con sus juegos vanguardistas. ¿Pero leer las obras contemporáneas no es una manera de recoger toda esa tradición ancestral? --SDM: Yo creo que un escritor debe leer de todo y a todas horas. Sin sistema ni prejuicios. Creo que debe conocer a sus contemporáneos y a sus clásicos. Yo no reivindico volver a ningún origen, pero sí recuperar cierta ingenuidad que el siglo XX nos ha quitado. La experimentación postvanguardista ha creado una literatura muy cerebral y unos lectores muy cínicos y en cierto modo desconfiados ante cualquier mirada nueva. Lectores que desconfían de su propio placer como lectores, que han (hemos) sido educados en la lectura sufriente, en el prestigio de lo antisentimental, del distanciamiento y de cierta soberbia intelectual. A mí me gustaría desactivar esas barreras mentales y devolverle a la literatura cierto sentido del goce. No lo conseguiré, claro, pero escribiré como si pudiera. --ECP: Por encima de todo, en la última década muchos escritores como Miguel Serrano Larraz, Javier Gutiérrez, Miguel Ángel Hernández Navarro, o Javier Moreno han incluido en sus obras un punto de vista determinado, una reflexión que roza lo ensayístico, demostrando al final que ningún lector es inocente, que leemos interpretando de manera constante. --SDM: Toda lectura construye un libro distinto al que está escrito. Por eso escribí en mi última novela que me da mucha vergüenza leer libros prestados y ver los subrayados y los apuntes que el dueño del libro ha hecho en los márgenes. Porque siento que estoy metiéndome en la intimidad de su mente, que estoy espiándole. Si yo incluyo elementos ensayísticos en mis libros es por una voluntad de hibridación narrativa, porque percibo como muy artificiosas y poco comunicativas las convenciones de los géneros que separan la novela del ensayo y estos del artículo, del diario, de la crónica o de los epistolarios e, incluso, de las colecciones de aforismos. Yo me siento muy cómodo con la visión literaria de Pessoa o incluso de Benjamin, que se manifiesta en estos días en gente como Sebald, por ejemplo. En mi caso, por tanto, la deriva no roza lo ensayístico, sino que lo aborda de lleno y sin prejuicios ni peros. --ECP: Tus obras recuperan muchas expresiones: los mapas medievales, el arte de vanguardia, la música folk americana, etc. Y, como una constante, la presencia de Hans Castorp en Lo que a nadie le importa. Si le sumamos que, además sucede en Zaragoza, la conexión con Autopsia, de Serrano Larraz, es muy evidente: la experiencia personal como literatura, el trauma, la pérdida, el miedo al fracaso, etc. --SDM: Bueno, más allá de esas coincidencias, creo que me separan bastantes cosas de Miguel Serrano, y eso que no sólo es amigo sino que le considero muy afín intelectualmente. Pero él se inscribe en una tradición de autoficción, de juego literario, que a mí me es un tanto ajena. En cuanto a los temas, quizá sí: es algo generacional, venimos de mundos parecidos. A veces, sí que he reconocido mi propia perplejidad en la perplejidad de Miguel, pero creo que nuestros caminos literarios divergen en muchos aspectos. Como no podía ser de otra forma. Como creo que ya te he dicho, yo creo en la figura del autor, en su individualidad, no creo en grupos ni en tendencias, sino en la individualidad de las voces literarias. --ECP: De hecho, también utilizas a Goya en dos sentidos: la claridad de los tapices y de las escenas costumbristas de Lo que a nadie le importa, y la terribilidad y la oscuridad de la Quinta del Sordo en La hora violeta. ¿Qué tiene de especial este pintor para ti? ¿Más allá, cuál es su relevancia en nuestro contexto actual? --SDM: Goya forma parte de la educación sentimental de cualquier persona cultivada y sensible del mundo actual. Mucho más si eres español. Goya es el mito del genio solitario e incomprendido. Como todos los mitos, es mentira: ni fue tan solitario ni tan incomprendido. Pero encarna como pocos la voluntad de un artista frente a un mundo hostil que él se empeña en representar en toda su hostilidad, frente a la complacencia ambiental. Goya es raro y único, hipnótico. Más allá de eso, creo que su obra es incomprensible si no se tiene en cuenta que fue español. Es españolísimo. De hecho, inaugura la mirada moderna sobre España. Parece que todo el arte y la literatura posteriores que han centrado su mirada en España no han hecho más que dar vueltas en torno a Goya. Nadie había contemplado el país con esa mezcla de fascinación, amor y asco. Cuando miras España, Goya aparece tarde o temprano. Es ineludible, está ahí siempre. Puede llegar a ser molesto, nos ha condicionado muchísimo la imagen del país. Demasiado, quizá. Pero no hay forma de sacudírselo, no hay forma de ignorarlo. --ECP: Este florecimiento, también, nos conduce a otra pregunta, casi una conclusión (y da para una tesis): ¿cuál es la tarea del escritor hoy en día? ¿Debe imponer un límite entre la realidad y la ficción? ¿O es esto una afirmación culta para evitar la entrada de elementos de la cultura de masas, por ejemplo? --SDM: La tarea del escritor es muy sencilla: consiste en escribir. No puede imponer límites entre la realidad y la ficción porque, en términos literarios, no existen. Incluso la verosimilitud, que tantas veces se invoca como elemento nuclear de “lo literario”, es una convención cuestionable y cuestionada. ¿Qué es lo verosímil? Como me has dicho que esto da para una tesis, me pongo un poco académico, que a veces también sé, aunque cultive la imagen de escritor antidoctoral: la verosimilitud es una percepción, es decir, algo subjetivo. No está en el texto, sino en la mente del lector. Por tanto, los criterios por lo que algo es verosímil varían de un lector a otro. Cada uno, dependiendo de nuestra cultura, nuestra vida y otros factores, tenemos una noción más o menos elástica de lo verosímil. Un superviviente de Auschwitz está dispuesto a creerse más barbaridades de un relato de terror que alguien que no ha visto una escena de violencia en su vida, y una persona con dos divorcios asume como verdaderos ciertos relatos sobre el amor que a un chaval de catorce años le parecerán inverosímiles. Sin embargo, el canon utiliza una noción intersubjetiva de verosimilitud, un mínimo común denominador que dice qué resulta verosímil en un determinado momento y en un determinado lugar. De esta convención que puede servir más o menos para entendernos, la crítica de cada época hace un axioma o una vara de medir “lo literario”. Y esto, como tantos otros empeños de imponer un canon, es ridículo, no resiste la experiencia del lector individual. Corrijo lo que he dicho al principio: la tarea del escritor no sólo consiste en escribir, sino en intentar subvertir la convención sobre lo verosímil vigente en su época. Ten en cuenta que muchas de las obras clásicas que hoy celebramos como grandes logros fueron a su vez grandes empeños por romper el canon de lo verosímil. Así lo hizo Cervantes y así lo hizo Kafka. Lo que no debería hacer el escritor es escribir con el deseo de complacer el canon. Ha de complacerse a sí mismo. Y pronto se dará cuenta de que esa necesidad de complacerse a sí mismo le va a llevar necesariamente a cuestionar el canon de lo verosímil. --ECP: Como afirmas en todoliteratura, tu objetivo es hacer una novela, contar una historia. Las etiquetas, el estilo, vienen después. ¿Lastran estos aspectos formales la escritura hoy en día? Parece que muchos autores buscan un estilo, una etiqueta, antes de que su obra se publique. --SDM: Eso es porque nos movemos en un mercado que funciona con etiquetas. Tiene que ver con la creación de una imagen de marca. O, dicho en términos escatológicos, tiene que ver con marcar el territorio, una meada de perro. Los escritores, además de escribir, vendemos lo que escribimos, tenemos que salir ahí fuera a explicar lo que hacemos. No es que yo rechace eso, sino que, en mi caso, me parece contraproducente. Por mi forma de entender la literatura, por lo que escribo, por cómo soy. No es que renuncie a competir según las normas del mercado, no es eso. Quizás es que no estoy muy seguro de cómo etiquetar lo que hago, y tampoco me siento muy cómodo con las etiquetas que se me atribuyen. De hecho, percibo una tendencia a sobredimensionar el aspecto periodístico de mis obras, cuando yo no lo siento así. Entre otras cosas, porque creo que mis libros son descarnadamente íntimos, y el periodismo es incompatible con la expresión de la propia intimidad. --ECP: En tu caso, al menos con la última novela, está muy claro. Esta pregunta ya te la hizo Miguel Ángel Hernández Navarro, pero algunas influencias son inevitables: ¿cómo ha sido la experiencia de investigar en archivos y ensayos para una novela? Das un paso decisivo hacia la tarea del historiador (además, comienzas la novela con una cita de Raymond Aron y su Introducción a la filosofía de la historia), con la revelación de una narración oculta en un sentido benjaminiano: la Guerra Civil sí, pero también un día está la churrería y al día siguiente cierra y es como si cambiara todo. Ya lo decía, también, Chantal Maillard en Hilos (2007): «Cuando no hay movimiento fuera, / la historia ocurre dentro. Puede haber / muchas historias a partir de un solo / movimiento». --SDM: Me interesa mucho la historia y los archivos no son un lugar ajeno para mí, pero lo que yo hago no tiene nada que ver con lo que hace un historiador. Puede haber un diálogo con el discurso histórico, pero yo no me apeo de mi parcela literaria. Dialogo con los historiadores desde mi condición de escritor literario. Mi experiencia investigadora, en ese sentido, es asistemática y antimetódica. Uso la documentación con mucha libertad y sin ánimo exhaustivo. Se parece más a una sesión de espiritismo que a un estudio serio y concienzudo. Necesito ver los papeles, las fotos y los documentos porque son objetos que me ponen en contacto con la historia. Necesito tocarlos y palparlos para ver qué me dicen. Trabajo con la inspiración que me despiertan, dejo que la literatura fluya a partir de ellos. En ese sentido, estoy de acuerdo con Maillard. De hecho, a mí sólo me interesa la historia que ocurre dentro, la intuición de que los grandes sucesos de la humanidad están hechos en realidad de pequeñas miserias cotidianas, que la gran historia es una ficción, que la vida no existe fuera de la intimidad. Ahora mismo me obsesiona una idea sobre la que no sé si escribiré: la Primera Guerra Mundial, la gran matanza, lo que cambió el curso de Europa, fue provocada por cuatro señores con problemas de libido. No follaban lo que querían ni con quien querían, y eso nos llevó a la guerra. Que no te suene tan raro: he leído a algunos historiadores que se atreven a insinuarlo, y aportan pruebas. --ECP: El objetivo es hacer una narración sencilla, contar la vida tal cual sucede: fuera exageraciones, patetismos. El pretérito perfecto simple para las grandes historias y la eternidad, ¿pero no debería “importarnos” más el presente? ¿Lo que sucede a nuestro alrededor, el intento de captar las cosas? Como los padres de Pablo, atrapados en una “hora violeta”, que parece no tener fin, pero que se puede capturar. --SDM: A mí el presente es lo único que me preocupa. El pasado me interesa en la medida en que persiste y condiciona el presente, pero mi mirada se centra siempre en el aquí y el ahora. Escribo para mis contemporáneos. Como todos los escritores, por otra parte. Mirar al pasado es un ejercicio presentista. El pasado al que miro es todavía presente, por eso lo puedo ligar. Por otra parte, no tengo muy claro que mi objetivo sea hacer una narración sencilla. Sí que me esfuerzo por que la lectura sea acogedora y amable, pero la estructura de mis libros es compleja y muy trabajada, porque no responde a un deseo de traslación de la vida, sino de las sensaciones que la vida provoca. No me interesa la vida tal cual sucede, sino tal cual la siento. --ECP: Pero la vida siempre tiene otra cara, es susceptible de ser percibida como iluminación. Ahí es donde entra en juego tu capacidad continúa para fabricar imágenes poéticas: los ríos de tinta fluyen, las emociones se sienten, pero también llegas a ver la escena completa. Por ejemplo, yo me imagino un cartel de cine (o una imagen épica), con tu abuelo en una trinchera, los tanques, el búnker y el rostro de Franco ocupando la mitad, invadiéndolo todo con su respiración, que se traduce en neblina. --SDM: Ojalá un productor de cine vea también el mismo cartel. Los derechos para la adaptación al cine están disponibles, hablen con mi agente. Me alegra que me comentes eso porque, en esos pasajes, mi empeño es trasladar una sensación de sofoco al lector mediante la superposición de imágenes y el trabajo del ritmo de las frases. Si el lector logra formarse una imagen en su cabeza, es que no lo he hecho tan mal. --ECP: Terminar, como empezar una entrevista, siempre es difícil. La vista se pone en el futuro, llega la pregunta comprometedora: ¿será este escritor una joven promesa? El cuerpo queda en tensión. Pero mejor economizar. Más bien cabría volver la vista atrás, porque hemos hablado en torno a dos ejes pero tienes más libros, artículos de periódico, ensayos, etc. ¿Estás, de momento, satisfecho con tus publicaciones, con cómo se están desarrollando los acontecimientos? ¿Cambiarías algo?
--SDM: Cambiaría todo y no cambiaría nada. Yo creo que un escritor se hace sobre la marcha. Como lector, me gusta ver crecer a los escritores, cómo se van haciendo con sus temas, cómo va creciendo su estilo, cómo se va puliendo y rompiendo su voz. No soy lector de libros, sino de escritores, y eso me lleva a ser un lector puntilloso pero generoso a la vez. Entiendo que la literatura tiene mucho de oficio y, como tal, requiere un aprendizaje largo. Dominar el arte lleva mucho tiempo y esfuerzo, por lo que renegar de los inicios, por mucho que avergüencen conforme te vas haciendo con el oficio, es estúpido. Creo que empiezo a reconocer mi voz, empiezo a estar cómodo. Hay muchas cosas de mis primeros libros que ya no reconozco, pero hay otras que sí, y me gustaría no perder del todo la ingenuidad y la osadía que me llevaron a publicar mis primeros cuentos o la soberbia que me llevó a compilar unos artículos que hoy pienso que estaban mejor volátiles, porque la vida del artículo es por necesidad efímera, no aguanta bien el encuadernado en libro. Me gustaría seguir teniendo margen para equivocarme, pero soy consciente también de que éste se reduce cada vez más, de que debo afinar y ser mejor cada vez. Tengo fuerzas y ánimo para seguir intentándolo. Entrevista realizada por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Hubo un tiempo en que creí que amaba a mi ex mujer más que a la propia vida. Pero ahora lo aborrezco. De verdad. ¿Cómo se explica eso? ¿Qué ha sido de aquel amor? Qué ha sido de él, eso es lo que quisiera yo saber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo. Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor JOSÉ DANIEL ESPEJO, especialista en romper delgados límites acristalados a base de golpes e igualmente maestro en comentarios ingeniosos, lector becado de español, agente de apuestas, padre, amigo y poeta, empezó a publicar desde joven con Los placeres de la meteorología (2000) y Quemando a los idiotas en las plazas (2001), a los que siguieron Música para ascensores (2007), Un año checo (2014, disponible en Scribd) y la plaquette Psycho Killer Qu’est-ce Que C’est (2014). Implicado muy profundamente en la acción social con ese color rojizo que detestaba McCarthy, también ha colaborado en diversas revistas como El coloquio de los perros, Hache y Seconal, además de mantener durante muchos años tanto su blog personal, Trabajando con el vacío, como las entrevistas de ¡Famosos en acción! En la actualidad escribe una columna en La Opinión, colabora muy activamente en el blog de La galla ciencia y parte para Londres próximamente. Nos encontramos, como bien afirma la cita de Carver y la poesía de José Daniel Espejo, en una actualidad en la que domina la pérdida del sentido temporal, la disolución de la identidad común y la reverberación de algo auténtico que… se ha vuelto invisible: tenemos que volver a (re)situarnos en nuestro contexto. En este sentido, la entrevista orbita en torno a la poesía y su papel en el escenario posmoderno. Las frases en cursiva están tomadas de alguna de las obras del poeta Espejo: sin referencias, sin marcar las separaciones entre los versos, queda solamente la expresividad y la sugerencia para completar la pregunta. Por último, cabe agradecer a José Daniel Espejo la buena disposición, a José Alcaraz y María Teresa Royo las sugerencias y correcciones, y a Zalacaín de Murcia las fotografías de la entrevista. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Condensador de fluzo? ¡Fluzeando! A un lado, el parpadeo de la luz del ascensor se asemeja a la cuchillada furiosa del psicópata, y a otro, el sol quema placenteramente a los guiris en la plaza. Si te parece, ahora que acabas de publicar, empezamos por el final: ¿qué te deparan los próximos pasos de tu viaje? —JOSÉ DANIEL ESPEJO: La plaquette que acabo de sacar es la primera parte de una investigación más amplia que yo espero que se convierta en un libro. Tiene unos temas específicos: la puesta en conflicto de la identidad en la época que tenemos encima y la búsqueda de soluciones o de algún camino después de la ruptura de la identidad en nuestras coordenadas culturales. —ECP: Empiezo poemas, dijo, pero nunca los termino. ¿Qué tipo de libro vas a publicar entonces? ¿Va a tener un tono más ensayístico? —JDE: Supongo que va a tener un tema concreto, es la primera vez que lo hago con una investigación particular, sin que sea un cajón de sastre (una mezcla de todo como hacía hasta ahora). Yo no diría que es ensayístico a pesar de que se pueda entender que estoy leyendo filosofía o sociología de la posmodernidad. Pero, en fin, a mí el tono ensayístico académico no me gusta nada, lo que yo hago siempre es trabajar y jugar mucho con los tonos, no diría que es ensayístico, pero sí que parte de unas premisas que son comunes a muchas investigaciones filosóficas, sociológicas, etc., de la actualidad. —ECP: Miro fotos en el estado exacto en que mirarlas te coloca en torno a la trampa del tiempo. El tiempo pasa de manera fugaz, por ejemplo, sobre todo en las redes sociales lo que es noticia en un momento pasa rápidamente al olvido al día siguiente: presente, pasado y futuro se funden tanto en el diagrama como en tus poemas, ¿hemos perdido algo en esta fundición del tiempo? —JDE: Está muy bien esa pregunta, la respuesta es que no lo sé exactamente, pero desde luego no podemos seguir funcionando como si no existiesen unas nuevas formas de entender el tiempo y de estar en la cronología. No podemos seguir funcionando como si eso no se hubiese roto ni se hubiera inventado la sala de montaje. Porque esto es algo tratado hace cien años: ya los novelistas de principios del siglo XX, como Proust, lo trabajaron con la temporalidad y la vuelta atrás, son muy montadores. De hecho, la posmodernidad implica una ruptura de los referentes históricos: cada ciudadano de la sociedad posindustrial tiene que hacerse un collage con sus propios referentes, no los de su generación. —ECP: Y cinco minutos detuve el Sistema. El tiempo se ha vuelto demasiado fugaz, y la crítica política y artística sólo trata los hechos de manera externa. Incluso teóricos como Slavoj Zizek niegan el nacimiento de grandes cambios. ¿Todavía hay sitio para la acción y críticas más directas? —JDE: Estoy totalmente convencido de que sí, pero también insisto en que no podemos seguir funcionando como si esos referentes no se hubiesen roto. Ahora estamos en la reconstrucción de un espacio común de lucha con todo lo problemático que explica este término, en concreto, como bien decía Foucault con la resistencia que está en todas partes. Creo que nuestras coordenadas culturales difuminan o hacen un poco invisible esta ubicuidad de la resistencia pero es posible reconstruirla para volver a verla, pensarla y hacerla funcionar. Yo la veo funcionar todos los días y veo obras de reconstrucción todos los días en este sentido, desde luego no podemos pensar en esto con el viejo lenguaje marxista o con el lenguaje que utilizaban los poetas del 27. Es algo que tenemos que repensar, de acuerdo con la tesis de un mentor mío, Martín Rodríguez-Gaona, crítico literario, que habla de posthumanismo, de una reconstrucción de valores comunes y de resistencia común […] Por otra parte, creo que el término clave en ese enunciado es el adjetivo grandes. Lo que Zizek pone en cuestión es la existencia de esos movimientos, él no cree en las revoluciones pero sí en la pequeña revuelta, en cosas muy concretas. El gran problema de todo esto es construir con las pequeñas revueltas sin poner demasiado peso sobre los cimientos, es decir, construyendo estructuras que sigan funcionando por abajo. Ese es el gran reto y es el punto más interesante, no sólo de la teoría sociológica a la que accedo yo sino también de todo lo demás. Este punto de la teoría genera conflictos que estamos viendo a nuestro alrededor todos los días: véase el movimiento Podemos, o el encaje que tienen los diferentes movimientos que han surgido del 15-M con las típicas preguntas: ¿en qué ha quedado? La réplica y por qué tenía que quedar en nada, etc. —ECP: Y tú contestas oh, ya está el poeta, grandísimo pedante. Y en este entorno que muta por momentos, ¿cuál es el lugar del poeta y su poesía? —JDE: No tengo ni idea, eso es lo que estoy investigando ahora mismo con lo que estoy escribiendo, con los poemas de la última plaquette y también con las últimas cosas que he hecho, como la novela que puse online, Un año checo. Es lo que estoy pensando un poco continuamente y es lo que me hace escribir, no sólo poesía sino prácticamente todo lo que hago. Es decir, volviendo a esa analogía foucaultiana que estábamos haciendo digamos que hay una poesía en todas partes y en todos nosotros, pero la forma en que eso construye identidad es problemática. Es necesario problematizarlo, uno puede escribir poesía pero eso no te convierte automáticamente en un poeta, o sí, no lo sé. Pero tú has de pensarlo y problematizarlo en la sociedad a la que perteneces, es decir, ¿qué soy? ¿Soy un poeta? ¿Por qué lo soy? ¿Qué tengo que hacer para serlo? ¿Qué me convierte en un poeta? […] Una preocupación que no es sólo mía, porque las vías tradicionales, lo que se llamaba la carrera literaria, está totalmente colapsada aunque aún quede gente por ahí que se emociona con un discurso de un académico de la lengua. Uno tomaba una carrera: se buscaba un mentor, empezaba a escribir, buscaba el aplauso de otros mentores, peloteaba un poco y tal y cual y entonces te daban una oportunidad. Pero esa carrera está totalmente rota, no podía ser de otra manera, hemos hablado de la posmodernidad: ahora las cosas no son así, no son tan sencillas, y estamos obligados a hacérnoslo nosotros mismos con los problemas añadidos que eso conlleva […] Tienes que ser muy consciente de a dónde van tus poemas, en qué círculo, qué mueven y qué te viene de vuelta. Por supuesto es mucho más complejo que antes cuando te bastaba con ver un poema tuyo apareciendo en la Revista de Occidente, con recibir una carta de Pedro Salinas, o con publicar en alguna editorial institucional. Eso ya te convertía en un poeta, en realidad era mucho más fácil, pero ¿a dónde iba tu poesía? No lo sé, no lo sabías, eso no se problematizaba, no te cuestionabas ese tipo de cosas, tú eras un poeta porque habías recibido la carta de Pedro Salinas, era tu insignia. Pero ahora recibir una carta de Manuel Vilas, por ejemplo, no te convierte en un poeta. No tiene nada de malo repensar todo el proceso y darle vuelta a lo que estás haciendo para ver qué significa lo que haces. Si tú estabas convencido de que eso era ser poeta, y la gente entonces lo estaba, con esos mecanismos de evaluación pues ya era suficiente, yo creo que tú ya eras feliz con tu libro publicado y tu carta elogiosa de un poeta mayor […] Pero esto, obviamente, no es así, a lo mejor soy yo el raro pero creo que cuando alguien escribe ahora tiene que ver qué mueve eso. No hay un mecanismo de evaluación único, no existe, de hecho hay muchas cosas que no existen con respecto a la carrera literaria clásica, muchos mecanismos que simplemente no están: la amenaza del vacío siempre está ahí, la amenaza de pensar «esto no vale para nada», «escribo para el vacío», etc. Ahora tienes que ser mucho más valiente pero estoy convencido de que el viaje es mucho más rico. —ECP: Oh, dinos cómo curarse de la ironía - Adam Zagajewski. Carver, Bukowski, Regreso al futuro, Zizek… son algunas de tus muchísimas referencias. ¿Qué podrías contarme sobre tus influencias? ¿Destaca alguna sobre las otras? —JDE: Bueno… La época en la que leí a Eliot, por ejemplo, fue muy importante para mí, y Carver también. Has mencionado también un verso de Adam Zagajewski, lo leí hace poco, digamos que hace diez años, pero muchas de las cosas que estoy diciendo hasta ahora las he pensado después de leer su poesía y sus ensayos, para mí es una persona muy importante. —ECP: Algunas veces yo también conecto un par de fotos con un par de titulares, tu rostro y el del tipo de las fotocopias. Los referentes culturales se van amontonando, sobre todo desde la perspectiva de la cultura de masas: ¿Qué papel tiene? ¿Podría ser la nueva vía, anteriormente tan criticada, para los nuevos estudios culturales? —JDE: Sí claro, estudios culturales y cultura de masas lo veo como un continuo, la distinción entre alta y baja cultura de masas es esnob y típica del siglo XIX. No creo en esa distinción para nada, no nací en 1800, pero el término de cultura de masas a su vez es muy problemático porque si bien nos alimentamos de esa fuente también está contaminada a veces de elementos extraños y mercantiles, así como de alienación (esa es la palabra que estaba flotando todo el rato). Me nutro de eso pero no sé, supongo que es como la comida, tienes que ver bien las distinciones y ver cómo se cocina. —ECP: Ven que te enseñaré todo el Horror toda la Angustia toda la Muerte. Pero muchas veces al mirarnos vemos el espejo roto, fragmentado: en tus poemas la vida se experimenta bajo el filtro del sufrimiento o bajo una realidad bruta sin filtrar, como muchas veces sucede en la obra de Raymond Carver. —JDE: A mí me gusta pensar que mi poesía se hace jugando con esos filtros, cambiando la lente a ver qué pasa y poniendo este filtro y este otro para ver qué ocurre, ¿no? A lo mejor en algún momento puede parecer crudo pero al momento siguiente estoy seguro de que es más luminoso, más lúdico. Hombre, lo que no quiero es no abrir tal puerta porque lo que haya detrás resulte demasiado crudo, demasiado visceral, pero me gusta creer que sí que soy capaz de abrir todas las puertas dentro de una poética amplia […] También desde mi primer libro, que lo escribí leyendo a Carver al mismo tiempo, creo que es una influencia que se ve de una manera bastante clara. Yo creo que lo que hace Carver, y ahí está la clave de su atractivo, es la capacidad de aligerar el relato y limpiar la óptica de una tradición dramática, melancólica y lírica un poco cliché. Es muy potente, pero en realidad no porque haya añadido cosas sino porque ha quitado. Aunque tiene un gran papel el editor, incluso él redactaba finales enteros de los relatos. No soy muy experto en el tema pero creo que ese sabor Carver de esos finales abiertos maravillosos y de esa humanidad es cosa del editor, aunque editores de esos ya no existen, claro, era de armas tomar, porque decía: «tú vas a escribir esto». Por ejemplo Omar Khayyam, columna de la lírica universal, es cosa de su traductora al inglés, que lo tradujo a la Inglaterra victoriana buscando en su lírica las vetas románticas o cosas que sabían que iban a funcionar en su público. —ECP: Y quién quiere a un borracho. Situados en un mundo que no nos tolera, la realidad se presenta en su máxima pureza, acompañada por la brutalidad, la rutina y los pequeños hechos trágicos, que se funden con nosotros junto con las drogas, los desfases y las bebidas alcohólicas que habitan tus versos. —JDE: Es verdad, tiro bastante de ese tipo de repertorio. No me importa, a mí sí me gusta el repertorio del realismo sucio siempre que respete una línea roja detrás de la cual todo va a ser cliché. Las adicciones, la neurosis o la depresión de nuestro entorno son tentaciones y peligros que están vivos, no son clichés, por eso me gusta explorarlos y trabajarlos. —ECP: Llegar a algún lugar allá, más allá de las Ligas Menores, y no salir derrotado, ni rendirse. Con todos estos elementos, el lector, al otro lado del ring, se embarca en un combate intentando esquivar los continuos golpes de los poemas, pero siempre está el riesgo a perder: los versos traspasan, y mucho. —JDE: Bueno pues si es así en algún momento, o con alguna persona (no se puede hablar del lector sino de lectores individuales) me doy por bien pagado, para eso lo hago. —ECP: Y puede que justo en ese instante se pregunte por qué, por qué cantaba mi padre. Pocas cosas triunfan, entre ellas, la música. ¿Qué papel tiene actualmente? ¿Simboliza las épocas pasadas y sus consecuentes relevos generacionales? —JDE: Hay un papel que no tengo claro si podría seguir atribuyéndole, porque era un papel que le daba yo cuando empecé a escuchar música cuando era pequeño. Antes hemos hablado de que cada persona tiene que buscarse sus referentes porque la posmodernidad lo demanda: ya no hay un colectivo cultural, igual de importante puede ser para ti los frescos barrocos de una iglesia en Módena que para otro The Jesus and Mary Chain, es decir, hay una intercambiabilidad en los referentes porque no son comunes ni colectivos. La posmodernidad tiene una acción corrosiva sobre todo lo colectivo: en los años 90 al menos la música para mí sí tenía ese valor colectivo, la gente de mi generación, por ejemplo, se sigue enorgulleciendo y bravuconeando de haber visto a Kurt Cobain en Las Ventas, a la altura de dos cervezas seguro que te lo cuenta […] Pero ahora no, las generaciones posteriores van a un festival, al Primavera o al Fib, y van buscando el concierto más minoritario: presumen de lo no colectivo, presumen de haber visto al Dj más desconocido del universo mientras estaba tocando Damon Albarn en los escenarios grandes, y además a lo mejor estaban viendo a Damon Albarn pero lo esconden. Ese valor colectivo me sigue conectando con mi generación, pero no estoy seguro de que no se haya roto ese lenguaje común. Esto tiene algo que ver con que el indie, la fuente de la que bebo yo, ha entrado en su fase barroca, que es la fase hipster. La cultura hipster tiene ese valor de lo minoritario, lo menos colectivo posible, es como si fuesen buscando la alienación total. Pero eso no es lo que nosotros decíamos ni lo que nosotros queríamos hacer cuando éramos jóvenes, cuando empezábamos a escuchar música, más bien todo lo contrario. Está muy bien la libertad total, la teoría de la long tail, la larga cola, que hace a cada uno poder elegir entre una infinidad de referentes, pero también creo que es necesario no perder de vista lo colectivo, que la música pop debería ser un lenguaje y no una larga serie de opciones. Un lenguaje, una serie de coordenadas que no sean completamente intercambiables de la noche a la mañana como ocurre en la cultura hipster, hace poco una amiga me dijo: «lo hipster es la muerte de lo maravilloso», sí porque como se apropian mercantilmente de todo lo que mola para incorporarlo a su puré, se comen lo maravilloso, y lo maravilloso para mí tiene un valor cargado de colectividad. —ECP: Se dice ahora sí, el Gran Poema, la música que hace brotar la maravilla. Recientemente Natxo Vidal hablaba en el blog de La galla ciencia sobre la importancia de la música para la poesía. ¿Le atribuyes el mismo papel? —JDE: Para mí es fundamental, creo que deberíamos estudiarlo, experimentarlo y trasladar a nuestros textos las texturas de la música. Está muy claro, deberíamos dotar a todos nuestros textos de unos valores musicales, de unos tonos. —ECP: Que vamos a ganar. Y yo haré por ti lo que me pidas. Pero también gana el amor, que ofrece tanto disgustos como infinitas alegrías. —JDE: Es lo mismo que antes, qué es la vida, qué es la poesía, qué es el amor, qué significado tiene para ti. Es importante hacerse esa pregunta continuamente, qué significa esto, a dónde me lleva, qué me da. Aunque no responderse, porque no creo que ninguna respuesta pudiera ser definitiva. Puedes decir algo, pero siempre va a ser algo incompleto, algo esclerótico porque es un proceso. La respuesta es la respuesta del día y de este momento, pero la pregunta va a continuar. —ECP: Y te quedas mirando para siempre la puerta del futuro del lado del pasado, como sueles. Y, en último plano, la lucha mítica entre nuestra pretendida identidad como individuos sociales y el vacío existencial al que nos vemos empujados. —JDE: Claro, antes hemos mencionado a Foucault, y él habla del poder y de la resistencia, yo creo que el vacío (por algún motivo tendría que venir Lacan a decirme por qué) pero lo identifico con el poder y la resistencia con lo que no es el vacío. El proceso sería: poder-alienación-vacío. La poesía genera el espacio de la resistencia en el movimiento doble en el que saltan chispas por necesidad de choque. Estaría bien hablar de poesía en esos términos. El tercer libro mío, Música para ascensores, digamos que gira sobre ese tipo de planteamientos. —ECP: A la izquierda (y por encima, y por debajo, y todo alrededor), sin peso conocido y sin altura, el vigente campeón, el Negro Rivas. Es cierto, Música para ascensores comienza con el poeta Espejo frente al vacío, reflejando la ruptura posmoderna, en la que quizá el sujeto sea un mero cúmulo de experiencias sin identidad. —JDE: Este es uno de los grandes temas de Guy Debord contenidos en La sociedad del espectáculo (1967), donde analiza la forma en la que la posmodernidad fractura la forma de crearte una identidad, por ejemplo, con el predominio de lo joven: tienes que ser joven, tienes que reinventarte, tienes que cambiar. Al final se bloquea la posibilidad de que algo se solidifique: Zygmunt Bauman lo llama sociedad líquida por algo, se basa en esta idea. Está claro que esta vía de solidificación ya no existe en la sociedad posindutrial, pero también creo que hay esperanza y que hay una necesidad de resistirse, por utilizar la palabra que veníamos utilizando en términos foucaultianos, la resistencia a la alienación a esa especie de lluvia ácida que te impide conformar una identidad […] De hecho, ahora no existen las tribus urbanas, son irónicas porque esta semana he decidido que voy a ir de heavy metal. En realidad es un actitud profundamente hipster, es la vuelta irónica de una cosa que en su día tuvo un sentido, una sustancia, por eso antes has citado la ironía corrosiva que nos aliena y nos impide salvarnos de Zagajewski: la reelaboración, la vuelta como farsa y producto de consumo de todas las cosas. La ironía es el mecanismo propio de nuestras coordenadas culturales, no creo que sea posible volver atrás para dejar de usarla. Al final parece que somos independientes pero tenemos repertorios de temas y de lenguajes muy marcados, y creo que eso se consigue a base de ser fluido, irónico, posmoderno (que está un poco en todas partes), que decide que puedes decir y que no. —ECP: Muchas gracias por la entrevista, Joseda. —JDE: A ti, compa, me lo he pasado muy bien en este rato, aunque espero no haber dicho muchos disparates. [Y ambos, entrevistador y entrevistado, nos fuimos a la presentación de Esquizorrealismo (EDA, 2014) de Alfonso García-Villalba, perfecto final para la entrevista: buena compañía, buenas lecturas y… un poco de locura]. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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