Entrevista realizada por MANUEL GONZÁLEZ MAIRENA Morir es un color Quedamos con Mario Marín en un bar del barrio de Viaplana en Huelva, uno de los escenarios de su última novela, Morir es un color. Para llegar hasta aquí hemos pasado por el Instituto Estuaria, lugar donde este autor, natural de Aroche, imparte clases de Plástica desde hace un buen puñado de años. A escasas calles se encuentra su estudio de pintura, donde da rienda suelta a su creatividad tanto de manera individual como dentro del Colectivopacopérez. Licenciado en Bellas Artes, docente, artista plástico, performer y escritor. Siempre con un libro entre las manos y con una curiosidad que contar. Conversador de café solo o de cerveza bien fría. Con todos estos ingredientes, iniciamos una breve entrevista que inevitablemente derivó en una gran charla. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo definirías esta novela? —MARIO MARÍN: Morir es un color es una historia fundamentalmente enraizada en el drama. Su género sería el doloroso. Aunque hay un par de acontecimientos que no puedo desvelar y que podrían situarla en lo negro, es su estructura narrativa la que de verdad pertenece a ese género. Está contada desde la contención y al alza, dejando varias cargas explosivas por el camino y una mayor para el final. Como también corre paralela una historia de amor y varias disertaciones cercanas al ensayo, pues apuntémosla a lo híbrido. —ECP: La divides en dos grandes bloques, “El Turbión” y “Los Barros”, cada uno de ellos con 15 capítulos. ¿Es premeditada esa división? ¿Qué supone cada parte? —MM: Esta división funciona como un titular, como un storyboard reducido de la novela. Es una metáfora visual. Primero la ventolera repentina, el turbión, con todo su arrase, y después el fanguizal, el destrozo causado; los barros. Una primera parte de mal, una segunda de muy mal. La capitulación simétrica responde a mis obsesiones como artista con todos los parámetros relacionados con el equilibrio y la composición. El índice, tal está maquetado, se ofrece como una pieza artística. Aparte de su cometido objetivo, plásticamente funciona, ofreciendo, además, mucha información en esos dos subtítulos. —ECP: Ese gusto por la estética, por lo visual, se vuelca también en la descripción de los distintos espacios por donde se desarrollan las acciones. ¿Tienes algún proceso para estas recreaciones de los escenarios en palabras? —MM: Quizás tenga en eso mucho que ver la manera en que construyo los proyectos creativos. Cuando me intereso por una idea, por un concepto, empiezo su maduración sin saber si finalmente acabará como relato, como serie pictórica o como novela. Toda esa primera parte de bocetos siempre es a expensas de un gran banco de imágenes. Veo y construyo en modo cómic, en modo cine, tratando de montar mentalmente un único gran plano secuencia. Inevitablemente, después, cuando empiezo a escribir, parte del modo y maneras de esa fase primera, acaba en el resultado final. Mi interés por el telón de fondo, por el atrezo, por el contexto de las distintas escenas, es máximo, a un nivel semejante al de la propia historia. Contar con el respaldo de una buena utilería no es lo mismo que hacerlo sobre un fondo neutro. —ECP: La novela, sus historias, se montan alrededor de dos personajes, con sus pasados y su presente. ¿Qué aporta Santi? —MM: Santi no abandona en ningún momento su presencia de chico de barrio con vida plana y anodina, pero es a la vez personaje que pasa de principal a secundario y finalmente de nuevo a principal. Su aportación es claramente de contrapeso de Carmen, es el molde, la horma adecuada para su vaciamiento, pero también es quien narra y le da el ritmo y los tiempos a la historia. Él tiene las claves para interpretar una parte del final, y ese poder lo sitúa en un plano de control a lo largo de toda la novela. Si en un principio Santi cuenta con el amparo del lector, su relación con Hao, la ambigüedad de esta y la posibilidad de ser causa de su derrumbe, ofrecen también un perfil de Santi bastante abrasivo que termina desconcertando. —ECP: Y Carmen, ¿qué papel tiene?
—MM: Carmen es mi personaje querido. Todo autor se encariña con alguno de sus personajes y Carmen es el mío. Su fragilidad y su dureza me enternecen. Marcada desde bien temprano por unos acontecimientos terriblemente turbios, vive siempre encaramada en un dolor inacabable. Esa persistencia en el sufrimiento parece ser, involuntariamente, su modus vivendi y lo que perfila cada una de sus palabras en la historia. Acuciada por una necesidad de contar, encuentra por fin en Santi al oyente que nunca tuvo. —ECP: Y ambos se encuentran en la Unidad de Salud Mental, menudo sitio... —MM: Es su sitio, solo este podría ser su sitio. Los dos necesitan el aire y el escenario adecuados para contar sus historias y el Área de Psiquiatría del Hospital Vázquez Díaz lo es. Allí llegan los dos cada uno con su ala tocada y encuentran la pista de aterrizaje perfecta. Durante años en un caso y por poco tiempo en el otro han estado guardando la carcoma en bucle que les roía por dentro. Ellos y el resto de tropa. Aquello es un hábitat, un microclima, un medio natural, un club de la majadería. Y todos lo saben. La Unidad de Salud Mental, la azotea, el huerto, los jardines, la habitación, el butacón de escay verde, se convierten en atriles para soltar vela. Carmen lo aprovecha pronto. Santi se resiste. Finalmente, también se entrega. —ECP: A medida que la novela acaba, se van cerrando varias historias, pero otras se quedan abiertas. ¿Hay un porqué? ¿Lo planteaste así desde un principio? Seguro que más de una persona que lo haya leído te ha planteado la posibilidad de una segunda parte... —MM: Para Carmen, cerrar su historia lo es todo. Tiene la necesidad acuciante de completar, de relatar, de sellar su drama. Y contarlo es el único modo. Santi en cambio se resiste, lucha consigo mismo por no sacar su daño, por no desescombrar, por eso su historia se mantiene abierta. Desde el principio sabía que sus dos relatos debían ser paralelos, un quid pro quo, un combate boxístico, pero además con pulsos y resultados distintos. La cuestión de la segunda parte no tiene visos, porque yo tampoco sé lo que pasó. Tengo mi apuesta, intuyo posibilidades, pero como autor decidí no darme tampoco demasiadas pistas. Varios lectores me lo han sugerido, pero siempre pensé que el verdadero disfrute está en lo incompleto. —ECP: Y para ir terminando, y ya que hablamos de los lectores. Cómo está siendo la acogida por parte del público y la crítica: ¿te sorprendieron las palabras de Lorenzo Silva? Cómo va la gira de presentaciones. Qué sorpresas te llevas una vez que ya los personajes no te pertenecen. —MM: La novela está funcionando bien. Los lectores la han acogido con entusiasmo y, tras su lectura, las críticas y reseñas son en su mayoría apasionadas. Ahora mismo, que a través de redes sociales el flujo de opinión es directo e inmediato, casi todas las semanas recibo comentarios emocionados que me provocan el engorde. Igualmente en las presentaciones, donde todo es más fresco y espontáneo; los cierres de acto, cuando el público toma la palabra, es donde constato que la novela ya es de ellos y que cada uno tiene su Carmen y su Santi. También Lorenzo Silva, que encontró la novela como una noir distinta y centrada en la fragilidad mental. Sus palabras suponen mucho para mí porque acierta bastante, y que te lean tan bien, siempre es un agrado.
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Entrevista realizada por BASILIO PUJANTE La primera presentación del libro de relatos Todo en orden, recién publicado por la editorial albaceteña Chamán, se hizo en Murcia, ciudad donde reside Luis Sánchez Martín, que es autor, editor y muy comprometido con causas como la de salvar su vida con la literatura o ayudar a sus lectores a removerse entre la suciedad y la carcajada con el fin de mejorar y despejar telas de araña cotidianas. El coloquio de los perros pidió a Basilio Pujante que fuera generoso con nosotros y, aprovechando la coyuntura en la librería Traperos, aparte de presentarlo, le hiciese una entrevista para la revista. He aquí el jugoso resultado. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Luis Sánchez Martín, ¿poeta o narrador? ¿Cómo conviven en ti ambos géneros? —LUIS SÁNCHEZ MARTÍN: Pues siempre me he considerado, y lo dije en un par de entrevistas en prensa y radio, ante todo un relatista. Fue durante años el género en el que me encontraba más cómodo. Pero de un tiempo a esta parte, y quizá porque las temáticas salen directamente de mi vida (una separación, el fallecimiento de un hermano...) me resulta más natural la poesía, creo que me brinda el tono y la estructura que piden estas nuevas inquietudes. —ECP: ¿Qué te ha enseñado tu labor como editor a la hora de escribir este libro? —LSM: Nada (risas). Los relatos se escribieron antes de que existiera Boria Ediciones. Eso sí, me animé a enviarlo a las editoriales una vez sabía ya lo que era ser editor, y espero que me sirva para dar un buen apoyo a mis editores en la promoción y visualización de la obra. —ECP: ¿Qué diferencias encuentras entre escribir una novela, como Bebop Café, y el relato corto? ¿Qué coincidencias hay? —LSM: Coincidencias, muchas. De hecho Bebop Café empezó siendo un relato. Bastante largo, pero relato. Sin embargo, cuando creé el personaje de Facu Tucker, que no estaba en el plan original, vi las posibilidades que me daba de ampliar la historia y convertirla en novela. Las diferencias están en un plano bastante pragmático, al menos para mí, que no vivo de esto y me dedico a la literatura, tanto a escribir como a editar, en mi tiempo libre. Creo que logré terminar Bebop Café por lo mencionado, era un relato y sólo tuve que estirarlo un poco con un par de subtramas para convertirlo en novela. Pero tengo otra novela en un cajón desde 2016 y no veo manera de darle el repaso final que toda obra necesita (en principio está acabada, pero aún muy verde para ser publicada). Prefiero (o me da una satisfacción más inmediata) escribir poemas o relatos porque siento que termino algo en el poco tiempo que mi trabajo me deja. Quién sabe, si el mundo artístico no fuera tan precario y de algún modo pudiera sobrevivir sin el trabajo que ahora mismo paga mis facturas, tal vez sería novelista, porque tengo ideas para varias, pero no el tiempo necesario para ponerme con ellas. —ECP: En tu libro la temática laboral es importante, central en relatos como ‘De nueve a dos (y de cuatro a siete y media)’, casi siempre desde un punto de vista crítico. ¿Consideras que es un tema que debe aparecer más en la literatura? —LSM: Sin duda. De hecho, no soporto esas novelas en las que un personaje cualquiera (no policía ni detective) comienza a ir de aquí para allá tratando de arreglar su vida o investigando un crimen o un oscuro secreto familiar. Y lo hace todos los días, a todas horas y en todas las páginas. Pero bueno... ¡Y de qué vive! La gente tiene que ir a trabajar, tiene que poner lavadoras, hacer la compra, apenas tiene tiempo para nada, y todo eso intento reflejarlo en mis relatos, y me gustaría que este compromiso con la realidad fuera más respetado por otros autores, en detrimento de un glamour que no ayuda a nada. Porque yo quiero ayudar, considero mi obra en cierto modo activista. —ECP: La familia y sus miserias también aparecen con frecuencia. ¿Todas las familias felices se parecen y las desgraciadas lo son cada una a su manera, como dijo Tolstoi? —LSM: Sí, la gente buena es buena y punto. No hay dos maneras de ser buena persona, lo eres o no. Pero cada malnacido lo es de un modo, y aunque el mundo sería mejor si se muriesen todos de golpe al mismo tiempo (soy rencoroso y vengativo, nunca lo he negado ni me las doy de buenazo que perdona y olvida), hay que admitir que, al menos para mí, son un filón a la hora de sentarme a escribir, porque, por desgracia, me he cruzado con muchos, y algunos llevaban mis apellidos y he convivido con ellos. Mi familia son mis demonios, y sin demonios no hay realismo sucio, que es mi género. —ECP: Las parejas también suelen ser entornos tóxicos. ¿Te interesan más este tipo de relaciones que el amor romántico? —LSM: Me interesan las dos porque lo que llamamos ‘amor romántico’ en realidad es algo bastante tóxico. Ahora, si la pregunta fuera: ¿te interesan más las parejas tóxicas que las felices? Sí, sin duda, dan mucho más juego y me permiten, como ya he dicho antes, dar rienda suelta a mi ‘activismo literario’: en el mundo de las parejas tóxicas hay mucho que denunciar, y creo que esto se deja ver bastante en el relato ‘Siempre a tu lado’, donde la violencia física (que también la hay) queda en un segundo plano frente a la psicológica. —ECP: Hay vivencias de los personajes que coinciden con tu vida. ¿Intentas que tus relatos sean muy autobiográficos o te autocensuras? —LSM: No me autocensuro. Es más, mi obra poética es 100% autobiográfica, no soy capaz de meter ficción en ningún poema. En narrativa invento más, pero lo hago por el lector, para que no se aburra. Mi vida no ha sido tan apasionante como muchos piensan, aunque es cierto que los protagonistas suelen estar inspirados en mí, en un yo determinado de un momento de mi pasado, y que muchas situaciones de violencia o precariedad laboral las he vivido tal y como se cuentan. —ECP: La mayoría de tus relatos son muy realistas, a veces crudos. ¿Buscas incomodar al lector con esas descripciones que en ocasiones se acercan al gore? —LSM: Si incomodando al lector consigo que vea, que crea que esas cosas ocurren en la vida real, bienvenida sea la incomodidad. Y si por mucho que se las cuente sigue en su burbuja pensando que exagero y el mundo es un lugar feliz donde siempre triunfa el bien, también me gusta incomodarlo, por gilipollas. —ECP: Frente al realismo preponderante, existen algunos relatos, como ‘El graznido’ o ‘Doscientas cincuenta pesetas’, en los que aparece lo fantástico. ¿Qué te permite este recurso?
—LSM: Sí, también ocurre en ‘Páginas en blanco’ y en ‘El del gato’, aunque este último es más bien un divertimento bastante desvergonzado, una burrada que me apetecía soltar sólo para reírme. Pero es muy difícil responder a esta pregunta sin hacer spoiler. Digamos, simplemente, que necesitaba ese punto de realismo mágico para poder enfrentar a los protagonistas con sus traumas y sus miedos. —ECP: ¿Qué podemos esperar del Luis Sánchez Martín narrador en un futuro? —LSM: En un futuro inmediato poco, porque hay tres poemarios en camino. Pero, como he comentado antes, tengo una novela muchos años en un cajón a la que, poco a poco, en los ratos que me deje(n) mi(s) trabajo(s), intentaré dar una forma definitiva. Y, al margen de varios relatos independientes con los que podría crear un libro bastante heterogéneo (cosa que no me gusta, prefiero que haya una relación entre historias, temáticas comunes, que un libro de relatos pueda considerarse un cuerpo completo), también tengo un conjunto de relatos que nacen de descartes de la mencionada novela, y ese sí sería un libro bastante interesante, porque sería como una novela a saltos o, visto desde el ángulo contrario, un libro de relatos que dejaría sensación de novela al terminar su lectura. Desear la casa Entrevista realizada por ELENA TRINIDAD GÓMEZ Poeta, estudiante de Filosofía y médico, entre otras cosas, Rodrigo García Marina (Madrid, 1996) nos adentra con cada libro en un mundo único, como única es su visión del mundo y del conocimiento. Ha publicado La caricia de las amapolas (Premio Saulo Torón, 2015) Aureus (I Premio de Poesía Irreconciliables, 2017) y Edad (I Premio Tino Barriuso, 2019). Desear la casa, recién publicado por la editorial Cántico, es su último libro y con él hemos querido dialogar sobre la soledad, el peso de la violencia y su visión particular de la poesía. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Dónde encuentra Rodrigo García Marina esa casa deseada, ese espacio seguro, un hogar ante tanto desamparo e individualismo? —RODRIGO GARCÍA MARINA: En el libro hago una diferencia entre desear la casa y la casa deseada, porque el deseo, pese a que se puede enunciar como adjetivo o nombre, no se comporta ni como un atributo, ni como un sustantivo. A mi parecer, el deseo es un tránsito maquínico por el que discurrimos los seres sintientes o inertes haciendo que afecten a otros y que sean afectados. No es por esto un verbo, o sea, no constituye la acción, es una conjunción copulativa una secuencia de “y-es” que engarza modos de expresión constantemente. Respecto a lo que he encontrado tras el paso de estos años, ha sido una felicidad infinita. Como todas las personas que trabajamos en cultura, vivo una situación precaria, pero a mis veinticinco años estoy tan bien rodeado, tan querido, conciliado con cuestiones pasadas... La vida me permite disfrutar tanto que... ¡Ay! Me da un poco de vergüenza exteriorizar esto, porque quizá suene egoísta viviendo en el mundo en el que vivimos, pero soy una persona muy afortunada, feliz. —ECP: ¿Asesinar al yo es posible? —RGM: La historia de la filosofía ha sido una disciplina que me ha interesado especialmente y, aunque no pueda plantear lo siguiente con vigor, dudo bastante de todos esos bautizos de muerte filosóficos. La muerte de Dios, la del hombre, la filosofía a martillazos, la irreversibilidad del tiempo histórico, etc. Para ser ideas «históricas», la expectación que produce la violencia, también en el lenguaje, es una actitud con la misma edad que nuestra especie. La identidad, es decir, ese yo, no tiene reductos sobre los que no tengamos acceso más que a partir de un ideologema y de una mediación psicoanalítica. ¿Por qué me tengo que sentar yo en un diván? Que se sienten ellos. ¡Encima son incomodísimos! La identidad tampoco necesita de tiempos edípicos que asesinen al padre y olviden la materialidad de la memoria. La memoria tiene rastros y nuestra actitud frente a ella es más bien una arqueología y no un simple mito constituyente. De tener esos reductos habría que preguntarse por qué sí pueden ser entendidos a través de un método que, además, surge como clínica y que estipula dos sujetos abandonando a la gente que estaba fuera del discurso en el siglo XIX en las instituciones psiquiátricas, frente a las personas que podían participar de la coherencia discursiva. Acepto que ha habido críticas desde el paradigma psicoanalítico al respecto, pero pese a ello pervive la pregunta por la naturaleza de su disciplina. De dónde surge, para quién y por qué. Es posible asesinar a una persona, o a una oveja, pero de momento podemos estar tranquilos, los pronombres no son asesinables. —ECP: En uno de tus poemas dices: surge bajo el peso de la memoria / y vuela —vacía de sí— hacia el futuro. Surge aquí el lenguaje como encuentro, pero... ¿Hacia dónde va la poesía? —RGM: No sé hacia dónde se dirige la poesía. Podríamos preguntárselo al tarot. —ECP: ¿Es posible perdonar a través de lo poético? —RGM: Con la literatura es posible entender la densidad de los conflictos morales y para perdonar determinadas cuestiones primero se debe atravesar las arenas movidas de la comprensión. Muchos elementos que nos hacen sufrir de los otros surgen de sus propias fragilidades. En la actualidad estoy bastante interesado en la idea del pacto con el diferente. Este diferente tal y como muchas veces plantea la sociología no es exclusivamente el oprimido, o no tal y como entendemos la opresión. Sin embargo, es cuanto menos curioso que pese a esa estetización de la diferencia, todas nuestras vidas sean uniformemente equivalentes ante los ojos de la explotación del capitalista. Existen posturas reaccionarias dentro de la izquierda que desde los años noventa han querido tratar el resultado ambivalente de la diferencia, a mi juicio sin demasiado rigor. Sin embargo, es un debate que debe replantearse desde el sosiego. Existen estructuras epistémicas que hacen un reparto del conocimiento y de la ignorancia. En ocasiones somos crueles por ignorancia, nos falta entender las condiciones de los demás, nuestro escenario simplemente se construyó muy lejos de la vida de aquel al que mi forma de vida le hace daño. En cierto modo, esta ignorancia, bajo la falsa premisa de la autonomía del sujeto y por ende la ausencia de tejidos cooperativos, es un modo de opresión, aunque genere sujetos con ideas deleznables. Pactar implica el abandono de determinadas instancias, detener algunos prejuicios para establecer esa cooperación. Pese a que hemos estudiado una historia de guerras, cabe destacar la importancia antropológica de la noción de pacto. Cómo nos ayuda a vivir con personas que en principio no nos aceptarían, si no fuera porque, como escribo en el libro, se puede vivir o no vivir durante años en una casa condenados, donde nadie hable a tiempo, ni abandere el brazo a torcer, ni mueva ningún mueble, ningún dedo. Ese lugar es un verdadero infierno y además es contingente. Sí, claro que podemos dar el brazo a torcer. —ECP: ¿Cómo nace el acto creativo desde lo traumático? —RGM: La escritura surge de la mano del testigo, o sea, de aquel que presencia algo y lo cuenta. De manera que la teoría del daño y la literatura mantienen relación a través de esta posibilidad de testimoniar. Está muy bien expresado en el principio del libro de Anna Ajmátova. En las colas de la cárcel, una mujer reconoce a la escritora y le pregunta si puede contarlo, ella responde que sí. La capacidad para verbalizar el daño, especialmente aquel que queda bajo el umbral de lo irreconocible, construye la eticidad que sostiene las obras literarias donde existen problemas de gran calado moral. El trauma, quizá les sirva a algunos clínicos e historiadores del arte, pero tiene poco interés para pensar el agravio desde un plano político, a diferencia de la figura del testigo. La violencia muchas veces queda oculta no por un olvido del daño, sino por una omisión de socorro y un estigma social generado hacia quienes la sufren. Quisiera utilizar un ejemplo que no tiene que ver con el libro, pero sí con una performance que realicé en Conde Duque para que se entienda mejor la utilidad de la literatura dentro de la teoría del daño. Algunas violencias están sistemáticamente analizadas y acotadas, responden a modelos explicativos y se sostienen en teorías. Sin embargo, cuando cambiamos de actores sociales pueden quedar innominadas, haciendo creer a las personas que sufren ese daño que están desasistidas y que sus heridas morales no deben ser reparadas porque no se acogen a un marco de comprensión del suceso, quedando al margen de la moralidad. Esto ocurre en la incesante cantidad de abusos sexuales y violaciones que se acometen dentro de la comunidad gay. Si bien el análisis político del feminismo establece una serie de respuestas ante la dominación sexual que los hombres acometen contra las mujeres, no tiene elementos concluyentes para la violencia sexual que se ejercen en espacios característicos de la cultura gay como pueden ser saunas, chemsex, lugares de cruising, etc. Algunas personas postulan que nuestras vidas son una fotografía en negativo de la vida heterosexual. Como si nuestra comunidad no tuviera un valor afirmativo propio, un modo positivo de instituirse en la historia, lo cual es falso. Además, aceptan sin peros el argumento de la socialización, el cual es profundamente ingenuo y tiende a pelearse contra un determinismo biológico para caer en manos de un determinismo social y una tipología de la violencia, en vez de situar el problema en las estructuras políticas y culturales que permiten a unas personas ejercer violencia con total impunidad, frente a otras. Siendo este el verdadero problema y no si unas personas son esencialmente violentas respecto a otras. Dentro de los gay studies tampoco es sencillo encontrar análisis relevantes sobre el suceso de la violencia sexual entre congéneres. En este sentido, la literatura se puede volver reveladora poniendo de relieve a la figura del testigo y contando aquello que verdaderamente ocurre. Cuando carecemos de análisis, las ficciones rinden cuenta del agravio sin necesidad de utilizar una función explicativa del lenguaje, porque lo ficcional no explica cosas, tan solo las muestra. Esta manera de instituir un testimonio que sostienen las ficciones y que, sin embargo, no sirve para escribir papers, permite que la violencia sin nombre tenga entidad y que pueda existir una futura justicia restaurativa para sus víctimas. La ficción es capaz de ampliar los límites de la realidad política. —ECP: Desear la casa es uno de tus libros más personales, o al menos yo lo siento así. ¿Cuál es tu opinión al respecto y cómo te sentiste al escribirlo? —RGM: Supongo que bastante solo. Por eso el libro está lleno de objetos y carece de personas, al menos con nombre. Quizá esta cuestión explique por sí misma la sensación de soledad impuesta. —ECP: Hay un diálogo constante y la sensación de abandono es insostenible. El peso de la existencia se vuelve agotador...
—RGM: Me gusta mucho esta apreciación de lo insostenible. Sin embargo, creo más bien que lo que se vuelve insostenible en el libro es el peso de la violencia y justo esta cuestión permite que aparezca “Ite domum” invitando a la transformación, no solo formal, sino contextual. “Ite domum” es una verborrea que se resiste a la carga de los silencios. En la vida existen personas que hacen uso de la violencia para imponerse y, a mi juicio, una de las características que nos permiten salir de sus incesantes manipulaciones es acabar aburrido de sus desmanes. El aburrimiento resulta un arma poderosa para enfrentar la injusticia, cuando hacia donde te conduce la otra persona lo único que te despierta es un profundo tedio hay poco que hacer. Además, coexiste en el libro con una fijación por los objetos que tiene que ver con un restablecimiento de la justicia. Cuando nos hacen luz de gas y nos dicen que estamos locos porque nos conducen a estados contestatarios de furia o ansiedad es importante preguntarse por los hechos y sus causas. ¿Qué ocurrió primero? ¿Qué es imposición y qué contesta frente a aquello que nos imponen? Muy bien, estoy loco, pero por qué estas magulladuras, o este documento robado, o esta herramienta con la que trabajo está rota. ¿Tengo derecho a enfurecerme si violan mi intimidad, si me sustraen algo sin permiso o si me golpean? ¿Quién maltrata a quién en tal caso? Es importante observar con atención los rastros que van dejando aquellos que se relacionan a través del uso de la manipulación y la violencia precisamente para no darles rédito. En última instancia, cabría preguntarle a esos hombres y a esas mujeres por qué tratan así a personas que bajo su percepción perversa de las situaciones están locas. ¿No deberían ser algo más piadosas? Lo que comento tiene que ver con lo previo del testimonio y con que la verdad jurídica no es ni un hecho, ni un relato y por eso tiene la capacidad de relacionarse con ambas entidades. Tenemos una gran suerte de que los objetos contengan historias, aporten indicios y nos hablen de los otros. Y también tenemos una gran suerte de sentir aburrimiento y que este nos permita tomar distancia de aquellos que son premeditadamente crueles para obtener un beneficio propio. Entrevista realizada por ÁNGEL MANUEL GÓMEZ ESPADA A finales del año pasado presentaba el poeta y músico cubano Julio Hernández su última creación poética en un marco incomparable, según dije en aquella ocasión: la Casa de Fieras del Jardín del Retiro. Y me parece un lugar muy adecuado para hablar de la Poesía. Los poetas apaciguándose en una casa para fieras. Poética imagen, sin duda. De aquella tarde memorable quedaron muchas preguntas por hacer y otras que pensé después. Como no nos pareció prudente hacerlo entre cervezas y tequilas, creí oportuno que habláramos más profundamente de este libro, Te llamarás pueblo, en este escaparate al que le tenemos tanto cariño. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Me encanta la cita que abre el libro: la definición que la SantaWiki da del Bovarismo, como síndrome. ¿Por qué esa cita? JULIO HERNÁNDEZ: El Bovarismo es un síndrome muy poco estudiado en el caso de España. Y en mi opinión es porque en este país tan desigual y sobre todo entre las capas más humildes, es donde se manifiesta con más virulencia. Cuando José Luis Arrese, ministro de Vivienda en 1957 dijo: “Queremos un país de propietarios y no de proletarios” nos maldijo por los restos. Y es que hay mucha gente que vive el concepto a diario. Están en un “estado de insatisfacción crónica”, tanto en los afectos, como en el amor, como en su vida diaria, “producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones, casi siempre desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades, y la realidad”. Viven por encima de sus posibilidades en un continuo trapecismo que suele frustrarlas. ECP: ¿Por qué decidiste que este libro tendría que ir en paralelo con un proyecto musical? JH: Lo veo como algo complementario, y no tanto paralelo. Ambos proyectos dialogan entre sí. El proyecto musical, al ser un lenguaje más directo, permite que quién escuche amplíe el contexto de la obra. No es algo nuevo. Mi anterior proyecto literario, “Por si olvido que escribí”, era complementado con un trabajo discográfico, “El Negrosexual y otras Historias”. ECDP: 2020: decías, mientras confeccionabas este libro: “De la nueva normalidad, me gustaría que hiciésemos buena cuenta, y sacásemos lo mejor que nos ha legado (…) “Parar y repensar, sin prisas”. No te voy a decir si sigues pensándome lo mismo ahora. Solo quiero saber si podría ser una buena poética para adentrarse en Te llamarás pueblo. JH: En Te llamarás pueblo, sí. Vivimos con muchas prisas. Casi no tragamos los hechos cuando ya vomitamos nuestras opiniones y estamos tragándonos hechos nuevos. Es como curar una indigestión consumiendo sin medida. En el plano personal, escribí el poemario mientras estábamos en confinamiento. Casi al terminarlo, con la mascarilla puesta, y sin poder acompañar a mi pareja, más que cuando fue indispensable, nació mi hijo. Tuvimos suerte de haber sorteado lo peor de la pandemia, mas seguimos viendo a negacionistas y políticos, enredar los argumentos para enriquecerse con las desgracias de todos. Inmediatamente, terminé un Máster, la grabación de un CD. Y esto, solo en 2020. El 2021, no fue mejor. El asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero, por las hordas de Trump, y la “espantá” de “el emérito” entre otras efemérides. Y el 2022 apunta maneras. Los ayusers contra casado, los rusos y los ucranianos a garrotazos, instigados por las políticas expansionistas de la otan, los camionero en huelga, que no sabemos si es un paro patronal, el insipiente desabastecimiento con que recuerdo a algunos que, esa situación incómoda me recuerda al bloqueo que desde hace más de sesenta años sufre mi país, pero multiplicado por mil. Por eso, desearía que Te llamarás pueblo se leyera con calma, sin atragantamientos, porque la historia que cuenta es la de una nueva vida, en un mundo acelerado, que se tambalea. ECP: Aunque personalmente hubiera preferido un título más quevedesco, como Te llamarás Polvo, referencia a lo que terminamos y terminaremos siendo, te decides por uno que lleva reminiscencias de Hernández. Me gustaría que nos hablaras un poco de ese título, que parece un consejo más que una advertencia al heredero de este libro. JH: El título es un canto a la vida que nace. Pueblo es una palabra que ha quedado deslucida por el alud neoliberal que desde los 90 anda enlodando nuestras vidas. Aunque quedan acepciones positivas, como la del pueblo de donde viene tu familia, la gente está demasiado infectada por el síndrome del bovarismo social como para querer voluntariamente ser Pueblo. Y a mí me gustaría rescatar conceptos como este, que han sido rebasados por los acontecimientos. Me gustó hacer una lectura del pueblo que, como digo en uno de los poemas iniciales, al creer vivir como dioses, solo mira a la cima de un Olimpo inalcanzable. Si mirásemos a los lados y viésemos que somos muchos más, al menos cambiaría la correlación de fuerzas, y aumentaría nuestra autoestima al sentirnos más valiosos. O no, aunque en verdad me gustaría que así fuese. ECP: Cuando el mundo nos falla, acudimos a los dioses; cuando nos fallan los dioses, nos aferramos a la vida con uñas y dientes. Esa ha sido mi gran lectura del poemario. Y cómo lección se cruza por el camino con una única esperanza, la de hacernos partícipes de esa única certeza. ¿Qué mejor manera que aferrarse al mundo que ofreciéndole un hijo a la gran y única verdad que es la Vida? JH: Por fortuna no vinimos a quedarnos. Hay una vieja leyenda yoruba que dice que la muerte vino a llevarse a los más viejos para que los jóvenes pudieran, a través del trabajo, acumular experiencias. Por esa razón hay que vivir y hacer el trayecto. Y para ello, es indispensable nacer, con todo lo que ello conlleva. No solo a nivel de crecimiento, sino también de aprendizaje. No sé si la única y gran verdad es la Vida, pero sí que es bastante objetivable. Estás, a pesar de que cierres los ojos y pienses que así desaparece el mundo, como hacen los bebés. Estás, a pesar de que te niegues a crecer, como sucede durante la adolescencia. Estás cuando compartes la vida, trabajas, te manifiestas o directamente pasas y te vas de eremita a un desierto. Y cuando todo eso pasa. Dejas de estar. Y de mi Vida, solo quedará una obra capaz de trascenderme. Y esa obra es mi hijo. ECP: El libro es un canto a la fragilidad de la vida y al milagro de la fuerza indestructible de sus raíces. Incluso en la vorágine de un caos provocado por un remolino que no sabíamos de dónde veníamos, Julio Hernández fue capaz de crear y concebir. ¿Qué perspectiva adoptaste en ese tránsito? JH: Es difícil arrancar un árbol que está bien enraizado. Puede doblarse, incluso partirse, pero si está bien agarrado, vuelve a brotar. En todo este tiempo, he reencontrado un pasado rico y nutricio que me devolvió quien era, y cuales eran mis raíces. Los creyentes en la Regla de Ocha, una religión de origen africano muy practicada en Cuba, hacen la moyugba, un rezo en el que invocan la memoria de todos sus ancestros. Y en este libro, ancestros son los que con su ejemplo me dan armas para analizar el presente, para contextualizar los hechos que nos acontecen a diario. Los Chico Mendes, los Christopher Dorner, los El Hajj el Shavazz, los Evaristo Estenoz. ECP: La primera parte habla de la fragilidad de los dioses. Mejor dicho, de los que se creyeron dioses. Bueno, se creen porque íbamos a salir mejores, pero lo hemos dejado para el 2070, como los gobernantes de la India lo de dejar de contaminar. Dioses que dormían en habitáculos de 35m2 y sin despegar la cara de la pantalla donde veían e imitaban las experiencias multifrutas orgásmicas de los ricos. Ricos que, por ejemplo, cantaban para recaudar dinero y combatir a la Bestia Negra del virus desde los jardines versallescos de sus casas insultantes, que valían cinco o seis veces más de lo recaudado. Entonces, ¿fuimos dioses o santos inocentes que ni así quisimos abrir los ojos? JH: Fuimos y somos aún, demasiado ingenuos. Pero es lógico. No sabemos qué hacer para comprarnos un yate. Si evadimos impuestos, a lo máximo que llegamos es a pedir un préstamo para pagar la multa y endeudarnos. Tenemos una casa, y ya invitamos a todo el bar a cañas, que no da para más. Si tenemos dos o tres casas, nos creemos potentados y que vendrá una turbamunta de "okupas" a expropiarnos nuestras "propiedades". Solo sabemos vivir como pobres y los ricos lo saben. Saben que tenemos una fibra sensible y la tocan las veces que lo creen necesario. Mira, si cada rico pusiese a disposición de todos una cuarta parte de su patrimonio, habríamos salido antes de la crisis del 2008, de la del 2011 y de la pandemia. ECP: Todo libro de poemas es un cúmulo de momentos exactos y tengo la impresión de que su publicación también lo es. ¿Este era el momento exacto de publicar este libro? ¿No tenías miedo a que el público pensara: “otro libro postpandemia hablando del confinamiento…”? JH: Sin dudas el momento era este. La incertidumbre en el futuro es una de las grandes generadoras de ideas. La coyuntura de un aislamiento de meses, me generó un montón de preguntas, y no todas en positivo, pues el motivador número dos, no por ello menos importante, se iba acercando con el nacimiento de mi hijo. ¿A qué mundo lo traigo? ¿Con qué derecho dejarlo sin armas para la batalla, que es la vida, a que lo arrojaba? ¿Padre es solo el que engendra, o es también el que arma? Pues, todas esas incógnitas aún siguen martilleándome la cabeza. ECP: En la segunda parte tropezamos con la parte más difícil del libro, el momento más delicado, cuando todo se transforma con la aparición de Uriel. ¿Cómo ha transformado tu forma de concebir la Poesía la llegada de tu hijo? JH: A Uriel tengo que decirle las cosas claras. Dejar las florituras para un momento de más paz, porque hoy las florituras no valen en el discurso, mas que para encubrir la verdad. Por eso cada día amo más a Miguel Hernández de «Vientos del pueblo me llevan…», y al Antonio Machado del poema LIII de «Proverbios y cantares». Poesía que no se contempla en el río como Narciso, sino que habla directo al micrófono llamándonos a despertar. ECP: ¿Y no has tenido miedo de que el público piense: “otro poeta que nos habla de la paternidad… ¡Como si no hubiera libros ya!” Porque me parece llamativo la tendencia existente en la poesía de este siglo de la paternidad como objeto poético. ¿Has consultado otras lecturas al respecto para enfocar tu escritura? JH: ¿Por qué, si es de lo que más orgulloso he estado en mi vida? Una cosa es hablar de lo bello que es traer al mundo un niño, desde la perspectiva de un dios solitario y obnubilado con las alturas que promete la sociedad de consumo, «sinflictos», de eso que llaman ahora «clase media», y otra cosa es un libro que habla de raíces que no se pueden trasplantar porque enraízan en la tierra de muchos que han sido oprimidos, vejados y satanizados, pero que siguieron luchando a pesar de los pesares, como dijera José Agustín Goytisolo a Julia. ECP: La última parte, que da título al libro, me parece la más lograda del libro, junto al epílogo. Es la primera lección como padre, advertirle de a lo que va a enfrentarse, explicarle porqué has elegido ese nombre para él, Pueblo. Y cuál será la primera decisión importante, que le marcará el recorrido para siempre. JH: La primera decisión solo la puedo intuir, porque desde que el humano nace comienza a forzarse una personalidad independiente a la de sus progenitores. La educación no es más que un intento inútil por encauzar el río de la personalidad de hombre. Pero, quizá en el mismo título del libro estará su primer dilema. Ser Pueblo es una opción jodida, difícil. Y no tiene vuelta atrás. Yo solo intento indicarle un camino, mostrarle referentes y decirle que, como pueblo, vivir es un acto heroico diario mas, cuando posas la cabeza en la almohada, duermes tranquilo. ECP: Decías recientemente: “Decirlo todo, pero decirlo en la medida justa”. ¿Te has dejado algo que decir, en esta época de autocensura que nos han impuesto de la manera más sutil posible, sin mancharse las manos?
JH: Me han quedado muchas cosas por decir. No sé si tantas para dedicarle a cada una un libro pero, sí. Algunas polémicas como ¿Qué han hecho los eslóganes de la nueva izquierda por la redención de la clase obrera? ¿Ha sido el #metoo, como expresión de la liberación de la mujer de clase media y rica estadounidense, la antesala de la aparición de la reacción neoconservadora actual? ¿Por qué Black Lives Matters, no se convierte en Poor Lives Matters y moviliza a los oprimidos del mundo? ECP: Apoyándome en el título del otro libro que se presentaba ese mismo día, «La cuadratura imposible del verso» de María Givernau, te pregunto: ¿en esta situación actual que provoca el marco de tu libro la cuadratura imposible de qué hemos hecho? JH: No sé si la cuadratura, pero al menos muchas asperezas de las aristas podrían moldearse. ECP: Lo bueno de los libros de poemas es que están vivos y se van transformando conforme va pasando el tiempo. ¿Cómo se ha transformado este libro desde que lo escribiste, tanto exterior como interiormente? JH: Este libro nace en mitad del confinamiento. Ha habido 6 olas de recrudecimiento del virus. Un cambio de gobierno en Murcia. Ha dimitido - dimitido, que es una novedad histórica - un presidente del PP. Se ha negociado una reforma laboral insuficiente para la clase trabajadora. El emérito, pudiendo volver de su retiro dorado, decide que volverá cuando se le pinte en su real sexualidad. Ha comenzado la primera guerra europea del siglo XXI, mientras los yemeníes siguen cayendo bajo las bombas de Arabia Saudí. En Castilla y León ha entrado al gobierno la derecha más extrema, radical y neoliberal, y en Madrid, su presidenta autonómica confirma el secreto a voces de que gobierna en coalición tácita con el mismo partido de extrema derecha. Y mi libro sigue ahí. Escrito. En este mar de sucesos que no cesa de cambiar. No hay nada que en él se halla escrito que atrajera el futuro, lo definiera o diera forma. Y no me gustaría que fuese una bitácora de navegación. Me gustaría que fuese el registro de un grupo de injusticias que podría sufrir, no solo mi hijo, sino otros niños y nosotros mismos, dioses degradados. Es decir que exteriormente, mi libro no ha cambiado mucho. Interiormente, como he escrito antes, hay muchos temas por tratar y ampliar. Los lugares a los que los nuevos acontecimientos estan llegando, y que me resultan inspiradores, aún están en barbecho. Quizá de esta transformaciones nazcan poemas, pero serán de otro libro. Entrevista realizada por MANUEL ACOSTA Entre amigos El pasado febrero se publicó Entre amigos, la sexta entrega de los casos protagonizados por la detective Sonia Ruiz. En esta ocasión ha sido el escritor Antonio Parra Sanz el encargado de dar continuidad al personaje que crearon Lorenzo Silva y Noemí Trujillo y a los que en posteriores entregas siguieron Andreu Martín, Claudio Cerdán, Esteban Navarro y Jazz Bocanegra. Antonio Parra recoge el testigo marcado por la impronta que cada autor imprime en la protagonista y la lleva al que será, por el momento, su caso más personal sin dejar de lado la acción y el misterio en una trama ágil y rápida en la que no hay lugar para el aburrimiento. Entrevistamos al escritor para que nos desvele algunas de las claves para meternos de lleno en Entre amigos. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: La primera pregunta es obvia y necesaria. ¿Cómo llega Antonio Parra Sanz hasta la detective Sonia Ruíz? ¿Conocía al personaje? ¿Le seguía la pista de cerca? —ANTONIO PARRA SANZ: La verdad es que tuve la fortuna de encontrarme con ella ya en la primera entrega de la serie Seis Doble, cuando Lorenzo Silva y Noemí Trujillo la crearon, y he de confesar que al conocer el proyecto sentí una envidia enorme, y unas ganas brutales de poder participar de alguna manera en el mismo, quizá porque tanto la historia como la propia Sonia eran tremendamente atractivas. Luego leí las siguientes entregas, y cuando José Ángel Zapatero me llamó fue como si hubiera salido el genio de la lámpara dispuesto a que se cumpliera mi deseo. Bueno, en este caso un par de genios, porque sé que el bueno de Paco Marín algo había ido enredando por ahí. —ECP: Entre amigos sigue en la línea marcada por los anteriores casos, pero hay en esta historia un fondo más personal con respecto a la protagonista. ¿Cree que era el momento de darle a Sonia un caso que no fuera ajeno a ella y la tocara desde dentro? —APS: Al leer la última entrega, la quinta de la serie, me quedé con un sabor un poco agridulce al pensar en Sonia, porque lo ocurrido en ella la dejó un tanto descolocada (animo desde aquí al lector curioso a acercarse a Bala perdida de Jazz Bocanegra, y de paso a todos los títulos de la serie), y como de los momentos de extravío a veces surgen las decisiones más drásticas, o los volantazos más violentos, me dije que igual era un buen momento para sacudir un poco su universo, como usted dice, desde dentro, desde uno de sus rincones más personales, y ver hasta dónde sería capaz de llegar, cuánto le durarían las fuerzas. —ECP: Usted acostumbra a situar la acción de sus novelas en el Sureste, aunque alguna ya había desarrollado en Madrid, su ciudad natal. ¿Cómo ha sido volver a patear las calles de Madrid? —APS: Pues parecerá algo tópico, pero he agradecido también la posibilidad que Sonia me brindaba. Tras mi primera novela, que transcurría allí, no había terminado de volver narrativamente. Llevo muchos años fuera de Madrid y eso supone desconocer nuevos rincones o zonas que ya no son las mismas que uno conocía, pero por fortuna el barrio en el que suele moverse Sonia sí lo conozco, era el mío, así que no lo dudé a la hora de situar la acción. Lo demás ya fue fácil, no había más que seguir sus pasos y dejarse llevar un poco por la memoria y la inercia. —ECP: Su anterior novela, de la que se halla aún en plena promoción, es una historia que atípicamente ha unido a dos detectives de ficción, el suyo, Sergio Gomes y el de Alfonso Gutiérrez, Samuel Alonso. Con Entre amigos da continuidad a un personaje al que en cada entrega ha dado vida un escritor diferente. ¿Le gustan estos retos tan alejados de la novela convencional? ¿Cree que los lectores demandan cada vez más estos cambios en las normas tradicionales de la narrativa? —APS: A mí sí me gustan estas sinergias literarias, creo que cualquier autor se enriquece si trabaja en contacto con otro, y por consiguiente el producto final también ha de mejorar. Es cierto que tienen sus riesgos, como lo de escribir a cuatro manos, pero si no nos atrevemos a romper algunas tradiciones literarias de vez en cuando, ¿qué vamos a aportar? Creo que no se puede estar toda la vida transitando el mismo camino cuando hay tantos senderos bifurcándose alrededor. Dos mentes, o tres o cuatro, trabajando juntas, pueden ser más productivas, y brindar más puntos originales para el lector, logrando así atraerle con nuevas propuestas. Aunque, eso sí, hay que tener mucho ojo con la compañía de viaje que uno elija. —ECP: Volviendo a Sonia Ruiz, ¿cuál cree que es su mayor aportación a un personaje que ha ido creciendo a través de los ojos de seis escritores? —APS: Esta pregunta es difícil, pero que muy difícil. Podría salir por la tangente sugiriéndole que se la haga a la propia Sonia, pero seré considerado. No creo que yo haya aportado mucho a un personaje que nació ya fuerte, decidida, inteligente, atractiva, dura... Y podríamos seguir, porque así la hemos ido viendo los lectores a medida que llegaban sus historias. El carácter de esta detective se ha forjado gracias a cada narrador que ha caminado junto a ella, en mi caso, quizá he tenido la suerte de toparme con una mujer que ha tenido que mirar en su interior, camino ya de los cuarenta, y que no acaba de estar satisfecha con lo que ha visto, intuye que algo no encaja, no termina de saber bien qué es, pero sí tiene claro que ha de seguir luchando hasta averiguarlo, y a ello se pondrá, cuando logre finiquitar el caso que le ha saltado a la cara. —ECP: ¿En algún momento ha sentido la tentación de cambiar algo de manera radical y que trastocara todo el camino recorrido o se ha sentido cómodo en el camino abierto anteriormente? —APS: No he tenido en ningún momento la necesidad de dar un cambio brutal e irreparable a la vida de Sonia, creo que cada una de las entregas anteriores ya le ha ido dejando alguna muesca que otra. Por otro lado, ¿ha visto usted los nombres de quienes me han precedido?, ¿cómo no iba a sentirme cómodo con un camino abierto por Lorenzo y Noemí, por Andreu Martín, Esteban Navarro, Claudio Cerdán o Jazz Bocanegra? He procurado en todo momento ser muy respetuoso con el trabajo hecho anteriormente, y sobre todo tratar de acompañar a Sonia en lo que demandase, estar de su lado, que era lo más importante. —ECP: En esta entrega de Sonia Ruiz vuelve a haber una gran carga sexual que, además, sirve como catalizadora de las emociones a las que se ve sometida la protagonista. ¿Podría entenderse la historia y sobre todo el personaje sin ese aspecto tan marcadamente sexual? —APS: Fíjese que es algo que destaca mucha gente, la alta sexualidad de Sonia, y yo no creo que eso sea tan notorio. Me explico, es una mujer con un atractivo elevado, y con unas pulsiones sexuales que, si bien son intensas, tampoco creo que se salgan de lo normal. Quiero decir que en ningún momento vi a Sonia como una animal exclusivamente sexual, sino como una mujer decidida y valiente en todas sus acciones, con una personalidad muy marcada, y eso incumbe también a su percepción del sexo. Sí es cierto que ha tenido un pasado, sentimental y sexual, que no podemos ignorar, y que cada autor ha tratado de manejar a su manera, con mejor o peor suerte para Sonia. Ahora le devuelvo yo una pregunta: si hablásemos de un personaje masculino en una novela negra, ¿haríamos tanto hincapié en su sexualidad?, ¿le daríamos tanta importancia a los polvos que echara o dejara de echar? —ECP: Como en toda novela negra o policíaca también aquí hay un foco puesto en algunos temas de actualidad, en su caso las nuevas drogas de diseño y las mafias que las distribuyen o las nuevas redes sociales para adultos. ¿Por qué eligió estos temas? —APS: No fue algo premeditado, al hilo de la trama en la que quería enredar tanto a Sonia como a Pau, fueron surgiendo posibilidades, y como bien dice, la actualidad está ahí, a veces como fuente de información, y otras como recordatorio de cosas que no acaban de funcionar demasiado bien en nuestra sociedad, como las mafias y la trata de personas, tan difícil de perseguir y desmantelar, o esas nuevas drogas con las que parece que alguien quiera buscarle las vueltas a los más jóvenes, al igual que esas redes sociales que son casi siempre pornografía encubierta. Era una manera de centrar un conflicto con una serie de condicionantes que, por desgracia, son rematadamente reales, y le remito a un caso que se vio no hace mucho, de una sobredosis de esta droga, que llevó a un joven a arrancarse la piel del brazo a mordiscos, algo mucho más salvaje que lo que yo haya podido contar en la novela. Volvemos a ver algo ya muy habitual: el hecho de que la realidad siempre nos va a superar. —ECP: ¿Esta historia nace para esta novela o ya tenía una trama en la que colocar, en este caso, a la detective Sonia Ruiz? —APS: Pues si le soy sincero, lo único que andaba flotando por mi mente, o por la cazuela donde los escritores vamos guardando las ideas, como dice Antonio Orejudo, era el asunto de la droga, la pirovalerona, porque andaba buscando una trama en la que estuviera presente. Pero nada más. Cuando José Ángel Zapatero me propuso escribir la sexta trama de Sonia, todo encajó, fue surgiendo la historia y de manera facilísima en ella entró la droga, pero todo lo demás se creó exclusivamente para el universo ya conocido de estos personajes, aunque, eso sí, con el propósito de volverlo todo un poco del revés. —ECP: Junto a Sonia Ruiz aparecen unos personajes femeninos de marcado carácter que crean situaciones tensas pero que aguantan el pulso de la protagonista. ¿Le gusta crear personajes que se vienen arriba en situaciones límite? —APS: Es que pienso que la mejor forma de que un personaje dé su verdadera medida es colocarlo en una situación límite, así que en ese sentido decidí que no habría concesiones para Sonia, si acaso pequeños respiros, pero tenía que llevarla hasta un extremo en el que, o no hubiera estado nunca, o hiciera mucho tiempo que no había transitado. En cuanto a las otras mujeres, sí fueron buscadas, quería una especie de némesis de Sonia y por otro lado alguien del gremio policial, y la verdad es que, aunque suene inmodesto, estoy muy orgulloso de ambas, creo que tanto Alba Mendoza como la subinspectora Lidia Goya me han dado justo lo que esperaba de ellas. Ah, y no me olvido de Esther, la fidelísima amiga de Sonia, que también tiene su papel en esta trama. —ECP: Desde el principio de la novela está presente el tema de la amistad, no en vano todo gira entre Sonia y Pau, y a pesar de un distanciamiento anterior, eso no hará que Sonia dude de que su sitio está en volcarse con su compañero y amigo. Incluso el título, aunque con otra connotación, habla de ello. ¿Cree que la amistad es uno de los valores que más se deforman según la manera en que lo gestionamos? —APS: La amistad es una de las cosas más hermosas del mundo. Junto al amor, es lo que nos hace vivir, pero al mismo tiempo es una amiga caprichosa, que a veces se deja tambalear por un viento ingrato y nos da una bofetada de amargura. No sé si se puede deformar según la gestionemos, pero sí sé que cuando hay que empezar a “gestionar” una amistad es que está dejando de ser real. A un amigo no se le gestiona, ni se le discute nada, se le dicen verdades, aunque duelan, y se le ofrece lo que necesite, obviamente a veces hay decepciones, pero si la amistad es verdadera, no se duda. Como no duda Sonia a la hora de hacer lo que tiene que hacer, porque así lo siente, porque Pau es Pau y porque no hay otro camino. —ECP: Algunos personajes de los que transitan en Entre amigos son ya conocidos de los lectores. Otros, sin embargo, son de nueva factura. ¿Cree que alguno de ellos tendrá continuidad en próximas entregas? ¿Le gustaría que su sucesor mantuviera alguno de ellos? —APS: He procurado dar cabida a algunos que los fieles lectores de la serie reconocerán, tales como Esther, Arcadio Palacín, o el mismo Méndez, que aparece en el recuerdo, y por supuesto, Pau, creo que un personaje imprescindible para esta serie. Todos ellos forman parte del universo de Sonia y debían aparecer. En cuanto a los nuevos, ya no dependerá de mí sino del siguiente autor, pero los he creado con el cariño suficiente como para que puedan perdurar, y espero que lo consigan. La subinspectora Goya, por ejemplo, creo que puede tener mucho recorrido, y quién sabe, igual cierto inspector de la UDYCO, un tal Acosta, pueda hacer de nuevo alguna aparición. Es otra de las virtudes de esta serie, el respeto con el que los autores vamos acogiendo a los personajes que otros han introducido antes en el mundo de Sonia Ruiz.
Neurobiología de la memoria Entrevista realizada por ELENA TRINIDAD GÓMEZ Psicólogo, músico y poeta. Francisco Vicente Conesa (1995) es parte de una generación poética sin miedo a la ruptura del lenguaje con los cánones más conservadores, alejándose de la sombra alargada de la poesía de la experiencia y revitalizando la poética española con una voz propia, vitalista, germen de lo que se está moviendo en esta nueva ola, si se permite decir. Con Neurobiología de la memoria (Dieciséis, Sevilla, 2022) teje una relación estética entre lo más analítico y literario, un encuentro brillante y bello de la mano del poeta cartagenero. Una verdadera alegría poder entrevistarlo para El coloquio de los perros. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En tu libro citas al torrencial Pere Gimferrer. Desde mi punto de vista, el ritmo de tu poesía es frenético, constante, como se lee en ‘Modelo clásico de test’. ¿Es su “culpa”? —FRANCISCO VICENTE CONESA: Creo que no solo es culpa de Gimferrer. Muchos autores contribuyen (como en casi todos los casos). Gimferrer juega a abrumar con ese espacio en forma de trazas de semántica que deja el torrente de imágenes potentísimas que usa, normalmente, de un modo abrumador. A veces para bien, otras para no tan bien. Digo esto pensando sobre la marcha... El caso es que de una manera más ¿costumbrista? siempre me interesó mucho el ritmo discursivo que Pablo García Casado desarrolla en Las afueras. Me interesa muchísimo Blanca Varela. No sé, a veces peco de fanático, yo creo. Pero como me hace ilusión, me parece bien. —ECP: En la hibridación que contiene Neurobiología de la memoria juegas, como bien dice Pablo Velasco, con la transposición del material. ¿Cuánto hay de poético en algo como el cerebro y los estudios neurocientíficos? —FVC: Bueno, pues, en realidad, ¡muchísimo! Creo que en ciencia se valora lo elegante, y la elegancia se otorga a la experiencia estética de lo complejo representado sencillamente. Hay belleza en la elegancia. Yo convivo permanentemente con la admiración: a las personas inteligentes, a sus pensamientos, a las ideas, a las soluciones. Eso es parte de mí. Admiro esa belleza también, y creo que eso está presente en el libro. Probablemente hay dos capas de recurso en el uso del lenguaje científico en el libro: la miscelánea poético-científica en sí misma, que es lo que el lector percibe, y lo que es para mí el recurso científico utilizado basado en la admiración a su elegancia. —ECP: ¿Funciona este libro como un cerebro enorme donde crear una memoria colectiva? —FVC: Uf, ¡qué va! Qué presión. No, no. De hecho, creo que aborda lo contrario. La construcción megaultrahipersubjetiva de la memoria. Es más, solo funciona como un intento de contemplar la estética de ¡una! memoria, que, como todas las memorias, trabaja para contener una realidad deformada hacia las cosas que me interesan. Esto es parte de la existencia humana, probablemente. Y de lo que más me interesa a nivel científico, junto con el estudio de la conciencia (y probablemente muy relacionado con esto): cómo recordamos y por qué. —ECP: ¿Crees que se ve con buenos ojos esta experiencia poética renovada? —FVC: Bueno, no te sé decir, pero me encanta divagar, así que lo intentaré. La poesía tiene mucho de industria (como la música, el arte...) y como tal viene determinada por los medios de difusión, y estos a su vez condicionan la valoración de los lectores, claro. Como aquí no hay mucho dinero, esto es importante, supongo. Volviendo a los medios de difusión, en el caso de la poesía es mucho menos democrático que en el caso de la música. Dependes de publicar, y eso no es fácil. E incluso las editoriales pequeñas, que hacen un trabajo estupendo, como Dieciséis, rescatando autores que subir a la superficie de lo legible subsisten en condiciones precarias. Muchas veces la publicación depende de los premios... Y creo que, siendo un tema central y probablemente a donde va dirigida tu pregunta, pues sí. Creo que con toda seguridad es un libro poco premiable. Pero me niego a pensar que la poesía no premiable se ve con malos ojos. La ve con buenos ojos mucha gente. Pero igual esa gente no da premios. Lo cual, la verdad, es que no es necesariamente malo. Ganaríamos mucho si dejáramos de valorarlo tanto. —ECP: ¿Qué opinas sobre la joven generación poética? Parece ser que hay gente todavía reacia a buscar nuevos códigos de escritura y entendimiento.
—FVC: A ver, partiendo de la base de que no sólo me interesa la poesía joven... Probablemente es a lo que más atención presto. Pero es normal, supongo. La gente que ha vivido cosas parecidas a las mías, que habita el mundo en condiciones parecidas a las mías, que mira a las figuras de interés de un modo parecido al mío... Probablemente van a proponer cosas que me interesen. Y así es, la verdad. Me encantan varios libros publicados en los últimos tres o cuatro años por gente cercana a mi quinta. Y lo de que hay gente reacia, bueno, supongo que es difícil ceder la atención, pero como dice un colaborador: you can’t argue with nature. La realidad es la que es. Los jóvenes escriben, y muy bien, y es lo único que me interesa: ¡leerles! —ECP: Últimamente se ha cuestionado la influencia y vigencia de los premios literarios, al menos como única herramienta para tener reconocimiento. Tú eres un claro caso de que es posible llegar a lectores y muchas editoriales de poesía están fichando a escritores no premiados. —FVC: Bueno, lo he dejado caer en una pregunta antes... No estoy en contra de los premios si se sabe entender lo que realmente significan. Las mejores lecturas de los últimos años no coinciden necesariamente con el reconocimiento a través de premios. Algunas sí, algunas no. Está claro que las editoriales pequeñas sostienen la escena (no sé si este término está bien usado, la verdad), en el sentido de que, sin ellas, nos habríamos perdido muchos muy buenos poemarios que no habríamos podido alcanzar de otra manera. Hay que comprar libros de editoriales independientes en nuestras librerías de confianza. Que es un statement como muy manido, pero es que es verdad. Entrevista realizada por: ÁNGEL MANUEL GÓMEZ ESPADA El pasado octubre (lo que nos ha llovido desde entonces) nos quedamos con muchas ganas de poder hablar tranquilamente con Andrea. Podríamos hablar horas y horas sobre este libro prodigioso y con una fuerza que nace de la rabia con la que se ara la tierra. Tuvimos que contentarnos con un minúsculo ratito a través de una pantalla que no supo arrancarle todo su potencial. Por eso, hemos buscado un rinconcito en los márgenes de estos meses iniciales que pocas buenas cosas han traído para compartir las incertidumbres propias que surgen de cada lectura. Un libro, Animales de costumbres, poliédrico, y que lleva dentro tantas lecturas que estas preguntas se nos quedan cortas. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: La primera pregunta es fácil: ¿somos los poetas Animales de costumbres? ANDREA LÓPEZ KOSAK: Mmm… no lo creo, al menos en mi caso, me parece que la poesía como oficio es una irrupción en la costumbre, o una mirada que no se acostumbra a lo que ve, más que un acto repetitivo. ECP: Animales de costumbres me ha parecido un ente demasiado vivo, con mucha sangre dentro. Para que un poema funcione, ¿tienen que sangrarnos las manos al cogerlo? ALK: Bueno, hay que enchastrarse en el barro propio para elegir con qué palabras decir lo que no se sabe que se quiere decir, creo que por ahí viene el poema. ECP: Vamos, que el poeta tiene que aprender a hozar la tierra para encontrar el poema. ALK: Algo así, creo. Remover un poco el suelo para descubrir lo que anda vivo por ahí. ECP: He visto que muchos lectores hablan de él como un libro de poemas inclasificable. Reconozcámoslo: ha escrito este poemario para escaparse de cualquier etiqueta. ALK: ¡No hubiera sabido cómo hacer eso! Honestamente, no podría haber escrito pensando en escapar de etiquetas que ni siquiera sé bien cuáles son, sino que es la única manera que encontré de transmitir lo que me latía y que se transformó en Animales de costumbres. ECP: Una de las lecturas que podemos extraer de Animales de costumbres es que, por mucho que nos hayamos pasado decenas de miles de años mirando las estrellas y buscando cómo escapar de aquí, estamos más conectados con lo telúrico de lo que imaginamos. ¿Este momento es esencialmente importante para reflexionar sobre esta verdad? ALK: No sé si es una verdad a la que haya que prestarle mayor atención, aunque a mí la expresión de “poner los pies en la tierra” me parece que puede tener un sentido hermoso. ECP: Hay un diálogo constante con la maternidad, como hija y como madre. La maternidad concebida como un hilo invisible que conecta a las mujeres entre generaciones. La maternidad concebida como algo descarnado, sin el romanticismo y la trascendencia que se le ha concedido en los últimos tiempos. ¿Qué concomitancias y diferencias encuentra en su poesía entre su manera de entender la maternidad y su forma de enfrentarse al poema? ALK: A la hora de escribir soy honesta con mi mirada, intento escuchar el poema, bajo la pretensión de querer decir, y ese es el desafío también de la maternidad (aunque manejando, claro, otras intensidades). Tanto maternar como escribir son actos creativos y crear es siempre enfrentarme a lo que no sé, lo que no conozco, lo que exige de mí algo que -sobre el momento- voy sabiendo que puedo dar. ECP: Otro motivo principal en su libro es la manera que tiene el yo poético de mirarse en el espejo de lo que hacen los animales de su entorno. Como si tuviéramos que aprender de ellos tanto como de la familia. ¿Hasta qué punto había premeditación a la hora de focalizar en ellos? ALK: Siempre sentí que podía ponerme en el lugar de los animales y la observación es desde ahí, desde sentirme un poco ellos, más que desde el lugar de tener que aprender. Me dan curiosidad los comportamientos de otros seres, así como las conversaciones ajenas que a veces escucho y me despiertan ideas. Pero no fue premeditado, fueron apareciendo animales según los requerían los poemas hasta que fui consciente y, ahí sí, me puse a investigar sobre comportamientos que observaba y otros que desconocía. Y los instintos, las reacciones, las formas de adaptarse, fueron el canal para hablar de algo humano, como la maternidad o el amor o la violencia. ECP: Decías recientemente de Latinoamérica que era un territorio borroso, diverso y resistente. ¿Te valdría esto también para definir su poesía? ALK: Bueno, lo de borroso es más de José Daniel Espejo que mío, digamos, porque él introdujo ese adjetivo en la pregunta y yo lo tomé para decir que quizás lo sea (sobre todo pensando en cómo se puede percibir desde afuera), pero que es resistente porque en definitiva no se borra, es un territorio de luchas que dejan huellas. Ojalá lo que escribo tenga esa potencia y resista también. ECP: Nos ha parecido un libro bastante cerrado. ¿En qué se diferencia Animales de costumbres del resto de su producción?
ALK: Animales de costumbres me parece que está escrito desde una mirada más madura, si se quiere, que tiene que ver con una etapa nueva de mi vida donde empezó a tener más valor el silencio y creo que eso se nota en el libro. Vos decís cerrado, ¿en qué sentido? ECP: Por ejemplo, en el poema que abre el libro hablas no solo de venas, también de la leña, de lo que, aunque muerto, es necesario y nos calienta. En el último, acabas el libro diciendo que hay que someterse a “confiar en lo que crece”. Creo que, sin ser un libro circular, es un libro redondo y cerrado. ¿Coincidimos? ALK: Sí, coincidimos. No sé si eso fue del todo consciente. Aunque tiré de varios hilos dentro del libro, es una lectura que puedo hacer recién ahora desde más lejos. En eso se diferencia de los anteriores, y también en que cada uno decanta de diferentes experiencias procesadas de manera muy diferente. ECP: La nómina de poetas de Bahía Blanca que han llegado a nuestro país gracias a la labor de minúsculas editoriales es extensa. ¿Cómo es la interacción con todos ellos? ¿Hay algunos aspectos esenciales que debamos de conocer para entender por qué salen tan buenos poetas en esta región? ¿Qué lectura hace usted de ellos? ALK: Hay muy buenos y muy buenas poetas de Bahía, es cierto. No sé a qué se deberá, será alguna de esas maldiciones que se cuenta echaron sobre la ciudad, jaja. Me gusta leer lo que se escribe acá, encontrar guiños locales, paisajes que conozco desde miradas nuevas. En 2015 se creó la Escuela Argentina de Producción Poética de Bahía Blanca, coordinada por Mario Ortiz, Sergio Raimondi, Marcelo Díaz y Omar Chauvie, donde aprendí mucho y donde muchos escritores bahienses trabajamos libros que después se publicaron, en mi caso el libro Mula blanca. Es una ciudad donde la poesía subsiste y ayuda a subsistir, de alguna manera, obliga a escarbar en las capas de sentido del suelo que habitamos. ECP: La poesía como subsistencia. Me gustó. Creo que es otro de los temas latentes en todo el poemario. La poesía que también es hambre y amor, es animal sin hambre, es guarida, y con ella se hace de tripas corazón. Aunque no lo parezca, he visto mucha metapoesía dentro de él. No sé si volvemos a coincidir. ALK: Sí, me gusta que hayas leído eso. Creo que está latente en los poemas la idea de que la poesía es el hambre, el amor, el animal, la guarida. Es hacer de tripas corazón, sobre todo. ECP: ¿Cómo se ha recibido en casa y en Argentina este premio? ¿Qué ha supuesto a nivel personal y, si me lo permite, qué le motivó a presentarse a él? ALK: El libro era el universo en el que había estado metida en el último tiempo y tenía ganas de que se leyera, de que encontrara nuevas miradas, nuevos sentidos. El premio, de alguna manera, visibiliza el trabajo, es un reconocimiento y también una compensación económica, claro. Me presenta nuevos intercambios, como este que estamos teniendo, nuevos autores también. Lo he recibido con mucha emoción y agradecimiento. LA ANTOLOGÍA DE APOSTASÍA. CUANDO DEJÓ DE LLOVER. 50 POÉTICAS RECIÉN CORTADAS Entrevista realizada por ANABEL ÚBEDA BERNAL Hace ya algo más de un año, a finales de agosto de 2020, varios escritores jóvenes (maldita sea la etiqueta) de toda España recibían un correo de los editores de la revista Apostasía, dando luz a sus poemas para una antología que en principio sería Los hijos de los hijos de los hijos de la ira y que acabó siendo Cuando dejó de llover. 50 poéticas recién cortadas, editada en marzo de 2021. Las poéticas de los elegidos son las de los bisnietos de Dámaso Alonso, una gran variedad de voces que elevan un grito de disconformidad por una sociedad que no responde y tienen en común un sentimiento: la ruptura del concepto de patria noventayochista. Apadrinados por Ben Clark y Luna Miguel, en esta antología se juntaron las voces de recién premiados como Jesús Pacheco o Juan de Beatriz con poetas de más currículum como Rosa Berbel, Elizabeth Duval o Paula Díaz Altozano. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué es revista Apostasía? ¿Quiénes sois? —JORGE: Apostasía surge en marzo de 2019 como un fanzine dentro de la Facultad de Filología de Salamanca, gracias a la colaboración entre Markel Hernández, Miranda Martínez Santiago, Jorge Arroita y Alejandro Fernández Bruña (los dos últimos llevamos actualmente la dirección, por razones de tiempo y proyectos vitales). Alejandro fue quien ideó la formación y estableció el nombre, primeramente, para manifestar nuestro deseo de irreverencia a lo canónico o institucional y que, finalmente, ha terminado siendo simplemente el nombre de la “marca”, pues el nombre perdió buena parte de su significación primera y el proyecto ha ido cambiando y adaptándose progresivamente. De hecho, la revista está ligada estrechamente a la antología Cuando dejó de llover (Sloper, 2021) y lo rodean otra serie de proyectos paralelos que pueden apoyarse en ella y converger. Personalmente, para mí Apostasía no es tan solo la materialidad de todo aquello que hemos hecho desde entonces hasta aquí, ni tan solo lo que es ahora: no solo es texto o marca, sino también intención. Apostasía es una tentativa en constante movimiento y reestructuración. Una tentativa cinética, una prospección a mover el panorama literario joven a nivel local en Salamanca, y de ahí a nivel nacional, en consonancia y cooperación con las tantas otras proyecciones que dejan su trabajo en proyectos del estilo y que tanto aportan al panorama literario, generalmente sin recibir demasiado a cambio. La idea de Apostasía, para mí, es el puro movimiento de acción y la aportación sincera a la literatura. —ALEX: Un proyecto que nace en marzo de 2019 tras tres intentos previos (fallidos) de fundar una revista universitaria. En sus inicios era un mero contenedor para publicar nuestros textos, pero con el tiempo hemos ido ampliando radialmente los colaboradores habituales para enriquecer la revista de distintas miradas. Desde que nació hasta su momento actual ha habido cambios relevantes en la revista, pero seguimos intentando mantener cierta constante: la idea del texto como un tejido que establece conexiones con el pasado e intenta tender nuevos puentes hacia nodos futuros. —ECP: ¿Cómo surge la idea para esta antología? —J: Creo recordar que la idea de hacer una convocatoria de colaboración abierta para un número poético de la revista llevaba en el aire un tiempo. Aquella pudo ser la idea original. Pasó algo de tiempo y consideramos que, por qué no, tal vez podría formarse un libro si contactábamos con alguna editorial, entre una convocatoria abierta y el contacto con ciertos poetas que conocíamos, apreciábamos y queríamos su colaboración. Más tarde, vino la idea estructural para la antología, el hilo temático de la crisis y la precariedad, muy presente en las conversaciones del día a día, para este proyecto en particular. En ese momento, hicimos oficial la propuesta vía redes sociales. La maquinaria empezó a funcionar y el libro se fue formando en un constante fluir, una sensación muy gratificante, aunque en algunos momentos pareciera imposible su realización —ya sabéis, ese momento de tantear el mundo editorial—. Sin embargo, por suerte, terminó funcionando y convirtiéndose en algo real. Debemos aquí alabar el apoyo que nos brindó el poeta Ben Clark y la disposición de Sloper para llevar a cabo el proyecto. —A: Mientras nos iban llegando las propuestas nos dimos cuenta de que teníamos algo más grande que un número de la revista, algo que excedía totalmente las competencias de Apostasía. Ha sido todo un reto filológico y de edición: nunca habíamos tenido que hacer un puzle con tantas piezas. —J: El equipo fue puramente la matriz originaria de Apostasía: los cuatro miembros que la conformamos originalmente, aunque con diferentes funciones. Markel se encargó especialmente del contacto con ciertos poetas con los cuales tenía más relación, Miranda de una parte de los envíos de la convocatoria por redes, y Alex y yo del resto de la convocatoria abierta, de la selección de poemas enviados por autores contactados, de la selección final de los textos incluidos, su división en secciones y su exacta colocación para que dialogaran entre ellos de la mejor forma posible. Alejandro, además, se encargó personalmente de toda la edición del libro, aquel último paso a paso, verso a verso, hasta su imagen final. —A: Sí, pues a veces nos tienen que enseñar a mirar lo que no sabemos (ni podremos saber) ver. —ECP: ¿Cuáles son las mayores dificultades en un proceso de selección tan complejo? —J: Sin duda alguna, fue un proceso complejo. Por mi parte, me siento tremendamente orgulloso de cómo terminó quedando la selección, especialmente en cuanto al proceso de división en secciones y el diálogo directo entre los textos cercanos, aspecto que cuidamos con mucho mimo y que una mirada atenta al libro puede notar. Fue sumamente importante la gran sinergia que tuvimos Alejandro y yo a la hora de valorar qué introducir y, sobre todo, cómo introducirlo y colocarlo. Por otro lado, fue sumamente difícil elegir qué entraba y qué no, ya que había decisiones claras, pero otras sumamente relativas, en las que tienes que tomar finalmente una decisión. No es nada simple, pues también tienen que coincidir dos visiones diferentes, a pesar de la sinergia. Entre medias, de aquellos que entraban seguro y los que ni de lejos, se podía formar una zona de incertidumbre, una onda variable en un tramo en el cual se debe decidir y, además de ello, responder a aquellos que no terminan siendo seleccionados o el porqué de un texto sí y otro no, siendo del mismo autor (podían tener cabida en otro estado de la cuestión. No solo valoramos calidad, sino también la adecuación a: la heterogeneidad temática, las necesidades del libro según florecían, la posibilidad de inclusión en las secciones, los estilos o el diálogo con otros textos... Una serie de complicados factores que conlleva decisiones, en muchos casos relativas, pero que considero que terminaron generando un producto bastante interesante y bien formado. —A: El hecho de hacer una única unidad con todos los elementos disponibles. De ahí el inicio de la antología, precedida por una cita de San Agustín que dice: «Y nosotros, que somos muchos, cada uno dividido en muchas partes’». —ECP: ¿Cómo fue hilar tal pluralidad de voces por secciones o de alguna manera estas se interpelaban al vivir en la misma circunstancia sociocultural? —J: Como decía en la respuesta anterior, el proceso fue dificultoso. Aún así, creo que la mentada sinergia y las interrelaciones naturales entre los textos, ese famoso zeitgeist conjuntado con la existencia de un hilo temático de unión, facilitaron en parte el proceso de división y colocación. Creo también que es importante diferenciar estos dos últimos términos. La división en secciones fue, primero, una creación propia al observar las posibilidades que los textos ofrecían (probablemente lo que más nos costó fue elegir los títulos de las secciones), pero que terminaba teniendo bastante sentido, gracias a las interrelaciones naturales y a la adecuación artificiosa que se superpone a ellas y les otorga otra capa de sentido a posteriori. No obstante, hubo mucho trabajo de afinamiento, de elegir qué puede ir dónde según qué motivos a justificar, de realizar diversos traspasos de textos de una sección a otra hasta encontrar la respuesta más acorde, de subordinar textos a una sección en la que podrían no estar a causa de nivelar la calidad de esa sección o su heterogeneidad, o intentar aumentar el contraste mediante un diálogo concreto con otros textos que se encontraran dentro de ella. En este último punto es donde surge el proceso de colocación, que refiere no solo a la inclusión en secciones, sino también al diálogo interno entre los textos que las componen. Este fue el proceso de mayor minuciosidad, puesto que quisimos que (dentro de lo posible) cada texto pudiera dialogar, especialmente en contraste o progresión argumentativa, con aquellos que lo rodeaban, estableciendo una cierta cadencia en la lectura del libro dentro de su “página a página”. —A: Intentamos hacer un cuadro panorámico con todos los textos que nos mandaron (que no todos los textos existentes). Es cierto que hay muchos más autores y poéticas fuera de la antología, pero tuvimos que hacer un filtro de las distintas voces que nos iban llegando a la bandeja de entrada para ofrecer cierta idea de coherencia textual. —ECP: Desde la salida de la antología en febrero de 2021, ¿ha recibido la difusión y la promoción que esperabais por parte de los medios culturales?
—J y A: Sin duda. De hecho, más de lo que esperábamos inicialmente. No solo las ventas y su rapidez fueron más sorprendentes de lo esperado (incluso contando con que yo era bastante optimista en cuanto a ello), sino también la recepción cultural en el campo literario. Más sorprendente aún fue cuando salió el primer artículo en El Cultural de manos de Túa Blesa, luego el precioso artículo de Daniel J. Rodríguez en Zenda, la perfecta entrevista colectiva proyectada en artículo por Álvaro Macías Rondán en 20minutos, la gran síntesis de José García Obrero para Diario de Córdoba, y por último la incisiva mirada de Celia Corral Cañas en la revista Presente. La recepción ha sido amplia y buena. Estamos sumamente contentos con todas las apreciaciones que se realizaron, con cómo fueron leídos, descargados y sintetizados muchos de los códigos que quisimos imprimir en la antología, aunque siempre se dieran quizá más prioridad a unos que a otros (por ejemplo, al tema de la precariedad, quizá con excesivo ahínco, y menos a otras temáticas internas del libro o a los diálogos internos entre textos). La verdad es que, en general, estamos sumamente encantados con la recepción de Cuando dejó de llover, tanto en ventas como en lecturas y análisis. Me cuesta imaginar que pudiera haber ido mejor. —ECP: Actualmente, ¿en qué proyectos estáis insertos o cuáles podéis contarnos? —J: Actualmente, en sentido colectivo, estamos en proceso de organización y publicación de dos nuevos números de la revista. El siguiente será una especia de antología narrativa en forma de número de la revista, que desde mi punto de vista quiere proyectarse como una defensa de la narrativa joven y sus formas breves, tan abandonada por el discurso y los premios literarios (casi parece a veces que solo existe “poesía joven”, por diversas razones que tienen sentido, pero que no debieran ser tal). Ambos números contarán con diversas colaboraciones, y tenemos mucha fe en ellos. Por otro lado, Miranda y yo estamos en proceso de diálogo para la creación de un canal de YouTube destinado a la divulgación literaria, que veremos qué tal se desenvuelve. Por su parte, Markel anda sumamente inmerso en el mundo del teatro y de la poesía, viviendo ahora en Granada. Aparte de ello, me encuentro en otros proyectos propios, al igual que el resto, los cuales serían: la creación de dos novelas (que llevan largo tiempo en proceso, paradas desde hace casi dos años), un poemario al que le quedan unos cuantos detalles por afinar, y la recolección de diversos relatos (algunos breves y algunos largos) en forma final de libro, si dios quiere algún día. —A: Estoy editando un número especial de Apostasía sobre la Bauhaus mientras planeo una editorial. Entrevista realizada por PEDRO ALCARRIA VIERA Con cada libro que publica Abel Santos (Barcelona, 1976) parece completar una especie de estudio minucioso, en detalle, de la explosión a cámara lenta que es la vida. Creador del realismo bastardo y autor de libros tan reconocidos como El lado opuesto al viento (Parnass, 2010), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (Chamán, 2016) o Huelga decir (Boria, 2019), Abel se ha convertido indudablemente en una de las voces más interesantes de su generación. Lo que hace que el lector conecte con su vivencia y con una vida aparentemente en las antípodas de lo “normal” —poeta maldito a su pesar, portavoz del infortunio, ex-alcohólico y ex-drogadicto...— no es lo que tenemos en común todos nosotros, pobres desgraciados: la noción de la degradación y de la muerte futura que ya nos aguarda sin remedio. No es eso tan sólo lo que cala en su poesía, no es la visión del acabamiento o de un transitar por lo salvaje, sino el dibujo general, el tejido complejo de la vida que vemos trazado en sus poemas, con sus capas de pérdida, abuso, tristeza, muerte... Pero también de comprensión y reflexión serenas. Sedimentos de la vida que van conformando el pasado. Ahora con El camino de Angi (Poémame, 2021) añade también a los materiales anteriores el amor y esa lucha a brazo partido que es una relación de pareja. En forma de diario emocional, vemos dibujarse una sucesión de momentos, anécdotas y pequeñas escaramuzas y refriegas contra ese futuro que acecha en cada momento del presente. Cuando estamos enamorados y el tiempo parece querer agotarse, consumirse a toda velocidad. Y lo cumple, porque así es lo efímero, su detestable perfección, tal como él mismo nos lo describe en su próximo libro, Algo te queda, con el que ha sido finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca, y en el que nos describe buena parte del proceso de duelo de su divorcio, la despedida de la hermosa luz que siempre fue su camino en la ciudad. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Creo que siempre escribes en verso libre, sin embargo tus poemas parecen cortados y decantados con una intención. ¿Hay en ello una voluntad de aproximarse al fraseo jazzístico? —ABEL SANTOS: Es una forma que tengo de violentar el lenguaje sin perder el ritmo interior y particular del verso libre. El fraseo jazzístico tiene mucho que ver, sí. En mi libro Jass hay varios poemas con esta forma, pero ya aparecieron este tipo de composiciones en mi primer libro, Esencia, y curiosamente son estos poemas los que más calan profundamente a mis lectores, algo inexplicable, pues en estos tiempos acelerados y convulsos que vivimos, en los que todo va muy rápido y no tenemos tiempo para detenernos en algo y se valoran más los poemas breves, que un poema de carácter narrativo, prosaico y de más de una página atrape al lector es un verdadero logro. Me fascinaron en mi juventud los antipoemas de verso libre y prosaico de Nicanor Parra, así como el Aullido de Ginsberg o toda la obra poética de Walt Whitman o Bukowski. Como soy un autor autobiográfico y la realidad exige poner en contexto y atmósfera los hechos, escribir poemas de carácter narrativo es un puente entre el mundo real y el mundo poético. —ECP: ¿Cuánta atención dedicas a la arquitectura del poema? —AS: El poema se va escribiendo solo sin empuñar en el papel una palabra mientras voy viviendo y acumulando en la memoria creativa sensaciones, una canción o la frase de alguien que se cruza y que escucho al azar o que estoy leyendo y que tienen sentido con lo que ocurre en mi interior, por lo que estoy pasando emocionalmente. Nunca sé cuándo va a estar terminado el poema, si lo escribiré del tirón o me llevará más tiempo madurar su filosofía de vida. Hay una frase taoísta que refleja muy bien lo que quiero decir: «Cuando tengas hambre sabrás cuándo comer». [Risas]. —ECP: ¿Quién es tu enemigo? ¿Contra qué o contra quién escribes? —AS: Me falta espacio, y me sobra el vacío. Escribo contra la usura de esa gente tan tacaña que no suelta aquello que no le pertenece: mi libertad. —ECP: ¿Cómo surge el poema? ¿Qué significa para ti tener un pensamiento o una experiencia y querer trasladarlo a una forma poética? —AS: Tiene que conllevar un cambio, asentar una nueva base en mi historia o en mi vida, como quieras llamarlo. Y el poema es una forma de comprender ese cambio de piel en mi identidad, en mis valores o mis principios. —ECP: ¿Como poeta qué te hace completamente único y diferente? —AS: La naturalidad y la honestidad en lo que escribo. Persigo hacer una poesía que se entienda acerca de temas que no se entienden, como las adicciones, el abandono, o la sospecha de que existe algo más. Sin embargo, tampoco quiero ni pretendo demostrar nada ni agradar a nadie. Sólo intento que mi experiencia haga algo útil. —ECP: ¿Te gustaría contarnos algo sobre tu infancia? ¿Identificas en ella algún tipo de acontecimiento o conflicto que te condujera hacia la poesía? —AS: De niño yo solía jugar en el patio interior de casa. El vecino del ático era abogado, y pasaba largas horas escribiendo a máquina y escuchando jazz. Si bien en mi familia la música no faltaba, era la primera vez que escuchaba yo ese tipo de música, tranquila y nerviosa al mismo tiempo, casi narcótica. Aquello me fascinó. El conflicto principal que me llevó a la escritura fue la de crecer sin conocer a mi padre biológico, esto me llevó desde muy temprana edad, con 6 o 7 años, a volverme un niño callado, solitario, pero creativo, que se hacía preguntas sobre la identidad o la vida. —ECP: ¿Qué poema podrías recitar de memoria? —AS: ‘Madre’, de mi primer libro, Esencia. O ‘El boxeador’, de mi libro Todo descansa en la superficie, un poema que habla sobre mi padrastro. —ECP: Tu poesía tiene una fuerte carga personal. ¿Te parece imposible escribir fuera de lo autobiográfico? —AS: Imposible. Todos mis poemarios son autobiográficos, incluso en aquellos que eran de crítica social, como Huelga decir, en el que traté la crisis económica del 2009 pero mediante situaciones personales para hablar de política o hipocresía. La prueba más reciente de que mi poesía es totalmente autobiográfica es mi próximo libro, Algo te queda, con el que he sido finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca y en el que trato el proceso de duelo de mi divorcio; este libro es el otro lado del telón de su libro precedente, El camino de Angi, un diario en verso en el que narré con lenguaje poético todo los pasos por los que camina una relación de pareja. Uno es la luz de un hombre que se siente amado y adora a su mujer, y el otro es la inesperada y rabiosa separación de esa luz. —ECP: Tras más de 20 años escribiendo, descríbenos cuál ha sido la evolución de tu poesía.
—AS: En mi realismo bastardo ha sucedido lo que me pareció siempre algo ajeno: ser padre. Mi hijo es ahora la mayor fuente de inspiración en mi obra y mi vida. —ECP: Algo que me llama mucho la atención de tu estilo es la aparición en ocasiones de cierto acento filosófico o meditativo. ¿De dónde proviene? —AS: Como hablábamos antes, de ese vacío que me provocó saber que mi padre biológico se desentendió de mí y que nunca llegaría a conocer. Quitando unos pocos datos sobre su persona, siempre le rodeó una niebla de misterio. Esto me llevó a hacerme preguntas sobre él y sobre mí en mi infancia, y más tarde, a empezar a leer filosofía, desde Lao Tsé a Nietzsche, de los estoicos como Séneca al humanista de Erasmo de Rotterdam. Creo que es totalmente necesario que en la belleza de la poesía haya una base filosófica que sostenga el mensaje entregado. —ECP: ¿Qué título le pondrías a la edición de tus obras completas? —AS: Nunca del todo. Entrevistado por ERNESTO GARCÍA LÓPEZ El pasado 13 de diciembre de 2021, en la librería La Central de Callao de Madrid, tuve la oportunidad de acompañar a Álex Chico en su ruta de presentaciones de Los nombres impares. Lo que sigue no es solo la charla que mantuvimos aquella tarde, sino una conversación que se prolongó durante los siguientes días. Un diálogo que nos acercó hasta ese personaje difuso llamado Damián Gallego y, a partir de él, nos llevó hacia otros temas igual de complejos: por qué escribimos, qué nos mueve de un lugar a otro o por qué motivo uno se convierte en rehén de su propio deseo. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Escribimos desde la memoria, leemos en Los nombres impares. Y añades una frase de Faulkner: El pasado no pasa nunca, ni siquiera es pasado. ÁLEX CHICO: Así lo creo. Muchas veces retenemos algo sin que nos demos cuenta. Está ahí, en nosotros, durante días o incluso años. Después, pasado el tiempo, reaparece, porque los mecanismos de la memoria son muy caprichosos. Esperan el momento oportuno para hacernos conscientes de que no lo habíamos olvidado del todo. La literatura es una forma de hacer emerger ese recuerdo durmiente. ECDP: En ese sentido, estas novelas, junto a Un final para Benjamin Walter y Los cuerpos partidos, podrían formar una trilogía de la memoria. AC: Sin duda. Yo añadiría un texto breve anterior a estos libros, Un hombre espera. Esa tetralogía tiene un hilo conductor: la memoria, el pasado que se hace presente, la manera en que nos condiciona todo lo que nos ha sucedido previamente... Y, de igual manera, la necesidad de la huida, del desplazamiento, porque todos estos personajes están en continuo movimiento: emigrantes, exiliados, prófugos, errantes. Aunque el universo de un autor es amplio y cabe casi todo, reconozco que me gustaría que, en algún momento, esas cuatro novelas se publicaran en un solo volumen. ECDP: También les unen que todas se aglutinen bajo una forma similar, a la que defines como novelas de ensayo ficción. ¿En qué consisten? ¿Cómo llegaste hasta esta forma narrativa? AC: Creo que llegué desde diferentes vías. Y, quizás, desde un camino menos azaroso del que parece, porque estoy seguro de que esa forma de narrar se estaba gestando en mi escritura. Por un lado, está la influencia que han ejercido en mí determinados autores, como Sebald, Vila-Matas, Olga Tokarczuk o Vicente Valero, es decir, un tipo de autor que no se adscribe a un solo género, sino que juega constantemente con los diferentes modos de escritura. Por otro lado, está la importancia que le concedo al ensayo, que está dando, me parece, las mejores páginas de la literatura actual española. Y, por último, es la crónica de una imposibilidad, de una frustración. Cuando comencé a escribir Un final para Benjamin Walter, el planteamiento inicial era bien distinto. Quise ser el escritor que no era: convertirme en un novelista de literatura policíaca que destapara la verdad sobre la muerte de Walter Benjamin. Pero yo no jugaba en esa liga. Por eso la cosa no avanzó demasiado. Sin embargo, tenía un material espléndido que debía tratar de otra manera. Recordé una frase de T. S. Eliot: La poesía es sacarle partido a una mala situación. A partir de ahí comencé a escribir algo distinto, un tipo de libro que estuviera a mitad de camino entre el ensayo, las memorias, la crónica y que empleara con frecuencia la prosa poética. Una obra que apostara, más que por la ficción, por otras vías, como la hipótesis y la conjetura y que otorgara más importancia a la verosimilitud que a la verdad. Y, sobre todo, que apostara por conceder un papel activo al lector, que fuera él quien decidiera en último término qué tipo de libro había leído. ECDP: Hay algo que también unifica esas novelas: el estilo que empleas. En un momento de Los nombres impares comentas que lo importante es «poseer un estilo sin que parezca que lo tienes». AC: Ese comentario me lo hizo, hace un tiempo, José Ángel Cilleruelo, a propósito de Un final para Benjamin Walter. Me pareció muy oportuno. Un espejo en el que mirarse. Conseguir una voz sin que estés vociferándosela al lector. Una forma de narrar única, excepcional, que sea capaz de identificarse a ti y que, sin embargo, sea difícil de definir o encajar. Me gustó mucho una frase que leí en los diarios de Rafael Chirbes, refiriéndose a Galdós. Dijo de él que poseía un estilo que envuelve el tema de forma tan suave e invisible como el guante de látex que envuelve una mano. Quizás sería eso lo que busco, ese guante de látex al que se refiere Chirbes. ECDP: Ese estilo es claro, aparentemente coloquial o natural en ocasiones, sin renunciar a estructuras más experimentales, como si se unieran tradición y modernidad. AC: Ojalá se perciba así, sobre todo en lo que a unión entre tradición y modernidad se refiere. En todo caso, lo que uno escribe carece normalmente de aprioris. No hay una planificación previa ni apenas estímulos que dirijan la escritura, más allá del deseo de explicar una historia de la mejor manera posible. Que luego todo eso dé más de sí es otra cosa. Y me alegra que se perciba de esa forma. He comentado en más de una ocasión que la escritura consiste básicamente en tener algo que decir y encontrar la mejor forma de hacerlo.
ECDP: También el miedo surge en ese proceso creativo… AC: Sin duda. Un miedo atroz. Piensa que estás poniendo sobre la mesa de tu escritorio una buena parte de tu vida y que, además, buscas compartirlo con quien quiera escucharte o leerte. Estás corriendo un riesgo que, a veces, no puedes asumir del todo, porque lo que sucede después puede ser devastador: que lo publiquen o no, que lo lean o no lo lean, que te presten atención o nadie se entere de que has sacado nuevo libro… En fin, es un camino con demasiadas sombras. ECDP: Si hay algo que define tanto esta novela como el resto de tu obra, es la importancia que le concedes al tema del lugar, al despliegue físico de los territorios, así como al gusto por la precisión toponímica. De hecho, los representas con sus topónimos auténticos, buscando esos “reales de referencia”. AC: Sin duda. El tema del lugar, de la influencia que ejercen sobre nosotros determinados espacios, es algo que ha estado desde mi primer poema hasta esta última novela. El lugar y la ausencia de lugar. Uso esos topónimos reales por varios motivos, entre ellos porque no creo tener una gran imaginación literaria como para ponerme a inventar ciudades o pueblos. Pero hay otra razón que me interesa más: quiero que cada libro mío proponga a los lectores un viaje distinto. Que ese mismo lector adopte un papel activo y que después de leer el libro, o durante la lectura, visite esos lugares que menciono. Si le es posible, claro. Una de las cosas que más me gustan es saber que hay lectores que se han desplazado a Portbou después de leer Un final para Benjamin Walter o que visiten el barrio de Vallcarca a partir de las menciones que hago de ese territorio fronterizo en Los nombres impares. Si no escribiera y no diera clases en un instituto, creo que sería feliz con ese trabajo, enseñando lugares a la gente, hablándoles de lo que hubo y hay ahora en determinados emplazamientos. ECDP: En Los nombres impares hay múltiples referencia a los grupos de vanguardia latinoamericanos, desde los infrarrealistas hasta los autores de Hora Zero. En uno de los diálogos con Bruno Montané, pareces definir a buena parte del grupo. Te refieres a ellos como tristes, santos y locos. ¿Así juzgas a Darío Galicia o al propio Damián Gallego? AC: Así es como lo juzgo, efectivamente. Esos tres apelativos, lo de triste, santo y loco, aparece en un poema de Bruno Montané. Me pareció una buena manera de englobar a buena parte del grupo. A Damián y a Darío, en primer lugar, y también a muchos escritores de aquella época. Es una conjunción algo extraña, pero creo que encaja en varios autores. ECDP: ¿Dirías que Los nombres impares homenajea a Roberto Bolaño? No hablo del autor, sino a su modo de entender la literatura: un pulso de vida efímero, vulnerable, frágil y siempre intenso. AC: Más que un homenaje, lo que creo que hay es una relectura, una reinterpretación. No pretendo desmitificar a Roberto Bolaño. A lo que aspiro, más bien, es a mostrar que aquel grupo de infrarrealistas no son forzosamente los realvisceralistas de Bolaño. Que hay ficción en ellos, porque todo es ficción en cuanto usamos el lenguaje para comunicarnos. No podemos tomarnos al pie de la letra lo que explica Bolaño. En cierta forma, como dice uno de los personajes, todos deberían tener la oportunidad de explicar cómo fue aquella época. Bolaño la describió de manera magnífica. Quizás sea el momento de descubrir otras interpretaciones. ECDP: Hay un interés, ya decimos, por los linajes de escritores latinoamericanos. ¿De qué forman te han influido estos grupos en tu escritura? AC: Bolaño está, sin duda. Pero también otros. Y no hablo solo de los grandes autores. No me refiero a la inevitable influencia de Borges o Cortázar, por citar a dos maestros. Hablo también de escritores menos conocidos con una obra espléndida, como Darío Galicia o Néstor Sánchez. No sé si estéticamente me han influido demasiado. Lo que sí sé es que su modo de entender la literatura ha podido permear de alguna manera en mi forma de entenderla. ECDP: En la novela mencionas un término: los puntos ciegos de la narrativa. ¿Podrías desarrollar un poco esta idea?
AC: Es un término que empleó Javier Cercas, aunque en mi caso le otorgo otro significado. Para mí define ese momento en el que te das cuenta de si una historia merece o no ser narrada. Ese momento llega si durante el proceso de documentación la historia ha logrado ramificarse hacia otros territorios, si ha alcanzado otras historias con las que no contaba en un inicio. Si ha conseguido conectarse con otros universos, siguiendo el sebaldiano «delirio de relación», entonces descubro que sí, que lo que tengo entre manos debe ser llevado hasta el final. Si no lo logra, prefiero guardar la historia en un cajón, a la espera de que encuentre su momento para ser narrada. Ese es el punto ciego al que me refería. ECDP: La voz narrativa comenta, en una ocasión, que su deseo es anotar y olvidar. Podría ser una paradoja para un escritor que otorga tanta importancia a la memoria… AC: Esta es una paradoja que me ha surgido recientemente. Quiero decir que no me la había planteado hasta que no he escrito Los nombres impares. Siempre he confiado en que la memoria es necesaria. Y, por supuesto, lo sigo pensando. Sin embargo, tras escribir este libro me he dado cuenta de que el ser humano tiene derecho también a lo contrario. Solemos pensar que todo el mundo debe tener la oportunidad de ser recordado. De un tiempo a esta parte, he descubierto que otra gran conquista sería justo lo opuesto. Y más en el momento en el que vivimos, en el que cada cosa que hacemos, buscamos, consultamos, queda archivado para siempre en algún lugar del universo cibernético. Debemos tener derecho a ser olvidados, a borrar nuestro paso por el mundo. Debemos tener derecho a que nuestro pasado no se convierta en un constante ajuste de cuentas con nuestro presente. ECDP: La literatura no es útil, sino necesaria, nos dice Damián Gallego. ¿Coincides con esta perspectiva del personaje? AC: Absolutamente. Vivimos en una dictadura de lo útil. Esto se ve muy bien en la pedagogía. Los alumnos miden la importancia de algo según la utilidad que ellos crean, o les hayan explicado, que tiene aquello que le explicas. Encaminar a esos alumnos a la práctica, a la utilidad, sin hacer que se planteen otras cuestiones, es un fracaso de la educación contemporánea. Porque detrás está el poder, que es quien decide para qué te quiere en la sociedad. Te convierte en alguien útil, medio analfabeto, sin capacidad de reflexión, para manipularte como le dé la gana. En la literatura ocurre igual. No debemos medir la importancia de una obra por el rédito que pueda calcular el departamento de marketing de una editorial. Es paradójico que en la actualidad ciertos medios oficialistas conmemoren a Joyce y, a la vez, no sean capaces de atender a otras obras actuales porque se escapan del canon comercial. ECDP: Partiendo de la continuidad de la escritura, de esos vasos comunicantes entre autores y textos, ¿dirías que escribimos un mismo libro polifónico? AC: Yo diría que sí. Por eso valoro tanto el concepto de universo literario de un autor. Buena parte de las cosas que he escrito ya estaban en mis primeros textos. En mis primeros ensayos, en los relatos inacabados, en los poemas previos que luego no fueron publicados. Esas obsesiones nacen al comienzo de una escritura. Luego no hacemos más que escribir anexos, epílogos, a partir de esas obsesiones originales. Cuando comenzamos a escribir, elegimos sin darnos cuenta unos pocos temas. Por eso es tan delicado saber con qué te comprometes. Después no vas a hacer más que dar forma a esas preocupaciones. Con distinta voz, con tonos diferentes, pero sin salir de esas angustias existenciales que surgen en la infancia y, sobre todo, en la adolescencia. |
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April 2022
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CARBAJOSA, NATALIA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ESPEJO, JOSÉ DANIEL FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALINDO, BRUNO GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LINAZASORO, KARLOS LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MOR, DOLAN MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PARDO VIDAL, JUAN PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PARRA SANZ, ANTONIO PÉREZ CAÑAMARES, ANA PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [URRE AROA] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SUANE, SAÚL ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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