LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
PABLO GARCÍA BAENA. EL SUBLIME JARDÍN DE LA PALABRA (Revista Ánfora Nova, Rute, 2021 - Número 123-124) por MANUEL GUERRERO CABRERA
Con estas palabras del director de la revista Ánfora Nova, que nadie mejor que él para decirlas, se justifica en el epílogo este número doble monográfico (números 123-12) en homenaje al poeta Pablo García Baena, publicado en 2021 con el título de Pablo García Baena. El sublime jardín de la palabra; para ello, se ha contado con más de 25 colaboraciones, firmas muy relevantes del panorama literario, entre las literarias y las gráficas, que se presenta repartido en cinco apartados. El primer apartado es el prólogo que está firmado por Federico Mayor Zaragoza, en el que manifiesta la importancia de la palabra, especialmente aquella que no olvida el pasado y que nos represente en el futuro, la palabra que alcance incluso a quienes no escuchan. El segundo apartado, «Crítica e investigación. Colaboraciones», constituye el bloque mayor del conjunto, y el más provechoso, puesto que los trabajos ofrecen una estupenda muestra de la calidad poética de la obra de García Baena junto a otros con variados detalles de su trayectoria vital. Así, la nómina de firmas nos confirma que todas las palabras escritas sobre García Baena se hacen con conocimiento de haber compartido lecturas y experiencias con el poeta: José Infante, María Victoria Atencia, Rafael Inglada, José Cosano, Ángeles Mora, Luis Antonio de Villena, Francisco de Paula Sánchez Zamorano, Javier Lostalé, María Rosal, Antonio Hernández, Ángel Aroca Lara, Francisco Ruiz Noguera, Antonio Jiménez Millán, Francisco Morales Lomas, Alejandro López Andrada, Carlos Clementson, Blas Sánchez Dueñas, Manuel Ángel Vázquez Mede, Joaquín Pérez Azaústre, Juan de Dios Torralbo Caballero, Antonio García Velasco, Antonio Moreno Ayora, Francisco Onieva y Ana Herrera. En resumen, cada texto es complementario a lo que uno dice de otro, pese a la variedad de estilo o de perspectivas. Por ejemplo, Javier Lostalé opta por unos maravillosos trazos poéticos para un retrato que titula «Radiografía»:
Y otro ejemplo, la extraordinaria Laudatio de María Rosal con apreciadas alusiones a las palabras del poeta:
Como se ha referido antes, complementarios, para dar en su conjunto una visión extensa de la figura de García Baena.
En este número de Ánfora Nova ocupa el tercer apartado al epílogo que firma, como apuntamos al principio, José María Molina Caballero, responsable de la publicación. Además de la intención de amistad y homenaje, Molina Caballero escribe sobre las colaboraciones que el poeta había aportado a Ánfora Nova en sus más de treinta años de existencia. así como el breve relato de su participación en los actos que conmemoraron los quince años de la revista en 2005. Las cuarta y quinta partes se titulan «La luz del alma. Manuscritos e inéditos» y «Epistolario de Pablo García Baena (selección)», respectivamente. Son dos capítulos que alegrarán a quienes tengan el alma curiosa hacia la composición de la palabra de García Baena, pues hallamos los textos escritos a mano por el poeta, con las correcciones, anotaciones, etc. hechas por él. Valiosísimo aporte, también, el del epistolario con una selección de cartas firmadas por Caballero Bonald, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Cayetana de Alba o Carmen Conde, entre otros. No podemos terminar nuestro escrito sin hacer mención a las numerosas fotografías que protagoniza el poeta homenajeado en cada página, ni sin colocar aquí los nombres de los ilustradores de este número: Antonio Povedano, Antonio Bujalance y Emilio Serrano. Enhorabuena a Ánfora Nova por Pablo García Baena. El sublime jardín de la palabra. Un sublime homenaje al poeta de Cántico, a uno de los grandes poetas andaluces del siglo XX.
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ANTONIO CRUZ CASADO. José María «El Tempranillo» y otros bandoleros andaluces (Ánfora Nova, Rute, 2021) por MANUEL GUERRERO CABRERA Es un motivo de alegría que Antonio Cruz Casado publique sus estudios en papel. Aunque es fácil encontrar sus extraordinarios artículos en Internet, desde los blogs que llevan su firma hasta Dialnet y la Biblioteca Cervantes Virtual, es difícil deslindar el nombre de Cruz Casado del de la Literatura del Siglo de Oro, la del XVIII, la del XIX… y, por ello, con una literatura que la mayoría ha leído en papel. Dejando aparte esta última reflexión, que no aporta nada relevante a este trabajo, comentaba que don Antonio Cruz, doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, ha sumado un libro más a las más de 350 publicaciones (entre libros, ediciones, monográficos, artículos, etc.), cifra que se dice pronto. En esta ocasión, nos brinda una selección de sus trabajos sobre otro de los temas que ha trabajado en múltiples ocasiones: el bandolerismo en Andalucía, con el título de José María «El Tempranillo» y otros bandoleros andaluces (Ánfora Nova, 2021). La obra consta de una breve introducción y cuatro estudios sobre la temática mencionada. La introducción tiene el clarificador título de «Notas personales sobre el bandolerismo andaluz: vivencias y recuerdos» es una maravillosa invitación a las páginas siguientes desde la experiencia del autor con el motivo de la tradición oral y la literatura sobre los bandoleros que había conocido desde la infancia.
Será el lucentino Francisco Esteban de Castro el bandolero protagonista del primer trabajo de Cruz Casado. Se trata de un estudio que avisa de que no se poseen datos veraces sobre el bandolero («parece como si un vendaval selectivo hubiese arramblado con todos los restos documentales del matón Francisco Esteban, de tal manera que no hemos encontrado datos fidedignos») y que lo más cercano a su vida ha de encontrarse en pliegos de cordel fechados hacia 1730, pliegos que, por ejemplo, sitúan la fecha de la muerte de Francisco Esteban hacia 1705. Seguidamente, Cruz Casado analiza otros datos que se extraen de obras literarias posteriores, por ejemplo, una novela portuguesa titulada Historia nova e verdadeira, em que se trata da vida e valerosas façanhas do mais valente Andaluz, Francisco Estevam de Castro, natural da cidade de Lucena, que tiene fecha de 1651 (como indica Cruz Casado, es errónea, pues en el interior se lee que Esteban murió en 1705) y atribuida en castellano a Miguel de Cervantes (lo que es imposible, porque Cervantes falleció antes de que naciera el bandolero). Así, tras recoger información de todas las fuentes fundamentalmente literarias, don Antonio Cruz Casado consigue trazar la trayectoria vital de Francisco Esteban de Castro, sin obviar la visión que el pueblo, o el público, tenían de él: «su figura representa un arquetipo, un mito, de libertad y de marginalidad profundamente atractivo para un amplio sector de la población». Los dos siguientes trabajos se centran en el jaujeño El Tempranillo: «La leyenda de José María El Tempranillo (Raíces literarias)» y «El mito romántico del bandolero andaluz: Los viajeros románticos y José María El Tempranillo». Ambos se complementan. Por un lado, en el primero, se explora el nombre del Tempranillo en diversas obras literarias de los siglos XIX y XX (por ejemplo, la obra teatral José María de Zumel, la novela José María El Tempranillo. Historia de un buen mozo de Manuel Fernández y González o el teatro La duquesa de Benamejí de Antonio y Manuel Machado, entre otras); por otro, «El mito romántico del bandolero andaluz…» comienza con la reproducción de la conversación entre el gobernador de Córdoba, Julián de Zugasti y el bandolero Garibaldino, hacia 1870, en que este conoce el drama Los bandidos del autor romántico alemán Friedich von Schiller ante la sorpresa del gobernador quien atribuye algunos delitos del bandolero a la fatalidad de su destino, algo que también se relaciona con el Romanticismo. Algo más adelante, en este mismo artículo, hallamos las palabras con las que varios autores extranjeros han contribuido al mito del bandolero, en especial, las de Prosper Merimée, que las publicó aún en vida del Tempranillo. No menos interesante es el último trabajo del libro, «Del trabuco a la pluma: autobiografías de bandoleros andaluces», que rompe con la idea de que el bandolero era una persona que no sabía escribir y que carecía de formación, aunque esto mismamente fuera lo habitual. Este último ensayo analiza las autobiografías de los bandoleros Juan Caballero El Lero y de Joaquín Camargo, el Vivillo; ambos de Estepa (Sevilla) y que, al parecer, pudieron llegar a conocerse, ya que, como indica Cruz Casado, «Camargo se siente muy atraído por la figura del contrabandista, del bandolero, y pretende emularlos». Lo más llamativo es el análisis del estilo de ambas publicaciones: la de Caballero es de un hombre poco letrado, con coloquialismos, frases cortas, «poco hábil en el manejo de la lengua»; mientras que la de Camargo poseen «un estilo literario muy cuidado, en ocasiones de alta calidad evocativa». ¿Quién diría que el siguiente párrafo había sido escrito por un bandolero?
Antonio Cruz Casado escribe en la introducción que los cuatro estudios del libro se relacionan con sus aficiones de la infancia y juventud, «ahora ya pasadas por el tamiz de la reflexión serena y crítica de las lejanas historias». El investigador consigue transmitirnos el afecto por dichas aficiones, así como que aprendamos aspectos atractivos del bandolerismo. Por todo esto y porque siempre se encuentra algo nuevo en una relectura, es motivo de alegría que don Antonio Cruz Casado publique su obra, fundamental para conocer mejor la Literatura, en un volumen como este José María «El Tempranillo» y otros bandoleros andaluces.
MANUEL GUERRERO CABRERA. LA CIENCIA DE ESTAR CONTIGO (Diputación de Cádiz, Ayuntamiento de Bornos, Cádiz, 2018) por JOSÉ MANUEL VALLE PORRAS En uno de sus programas de divulgación y reflexión, el psiquiatra murciano, afincado en Boston, Fernando Espí Forcén, advertía el hecho de que en España encuentra muy buenos pódcasts sobre humanidades, algunos de los cuales escucha con gran disfrute, pero apenas sobre ciencia, siendo esta la razón por la que, para tales temas, prefiere escucharlos en inglés, de países como Estados Unidos o Corea del Sur, donde son mucho más frecuentes, aunque, por el contrario, los relativos a historia, por ejemplo, sean escasos y, cuando los hay, bastante pueriles, a menudo limitados a la categoría del anecdotario. Mientras que los oyentes anglosajones o asiáticos son claramente más receptivos a las novedades de la investigación en física, genética o medicina, los españoles parecemos preferir, como pauta más extendida, las cuestiones literarias, historiográficas o, incluso, políticas. Tal vez en este terreno nuestra capacidad de comprensión, reflexión y goce estético sea mayor que en otras latitudes, pero no se nos oculta que hay un mundo en crecimiento que nos cuesta trabajo seguir. Un día es la recurrente noticia de los bajos resultados de nuestro alumnado en matemáticas, otro que los chicos y chicas de educación primaria son receptivos a la inseguridad con los números de sus maestros. Quien esto escribe intenta, más a salto de mata que con constancia, leer y escuchar, seguir las novedades del otro lado, estar más o menos al día. No nos basta, y hace falta un esfuerzo de nación, de la nación española en su conjunto, incluidas sus indeterminadas naciones alternativas, remando coordinados en una misma dirección. Hace falta ese esfuerzo colectivo que, sin embargo, me temo, sólo acabará llegando paulatinamente y por necesidad. A semejante propósito de conectar las letras y las ciencias, en nosotros mismos, en nuestro entorno y en nuestra nación, viene a contribuir este libro de Manuel Guerrero Cabrera, que, ya desde su propio título –La ciencia de estar contigo– es, en este sentido, toda una declaración de intenciones. Ciencia y amor son, en efecto, los dos ejes de esta obra lírica, algo que también se descubre en la estructura interna del poemario, organizado en cuatro capítulos que van desde «Tú en la métrica de Minkowski» a «Horizonte de tus sucesos», y cuyos encabezamientos se acompañan siempre de un discreto párrafo, a modo de nota a pie de página, explicando el concepto científico en que se basa cada uno de estos epígrafes. Pero la presencia de la ciencia, en particular de la física, es continua a lo largo de toda la obra. Uno tras otro, en los poemas se alude tanto a grandes cuerpos celestes (Marte, Saturno, su satélite Titán), como a pequeñas partículas (fotones, electrones, positrones), pero también a maravillosos logros de la tecnología moderna (la sonda Huygens), multitud de conceptos (gradiente geotérmico, equinoccio, calentamiento global, constante, celdas de memoria) y, finalmente, algún científico (Olbers) y autores tanto de divulgación científica (Asimov) como de su lúdica prima, la ciencia ficción (Philip K. Dick, Arthur C. Clarke, Bradbury). En realidad, de la ciencia, la astronomía, las matemáticas y la naturaleza procede el lenguaje con el que está escrito este poemario, el sustrato poético. Los temas, en cambio, son los eternos en la lírica –el amor, la vida y la muerte– y las metáforas, como ya lo advirtiera Borges, no pueden ser sino las de siempre. Pero es esta nueva vuelta de tuerca, esta espléndida fusión entre la tradición literaria, el espíritu poético y el más actual conocimiento científico lo que constituye la original, llamativa, espléndida aportación de Manuel Guerrero. Y no ha de creer quien aún no haya leído sus versos que el concepto es lo único meritorio. Antes al contrario, el autor se crece en cada nuevo poemario y nos ofrece nuevos y cada vez más cautivadores hallazgos, en los que el ritmo, la medida, las imágenes y la inspiración se aúnan con una exquisita sensibilidad.
Quien ahora les invita a disfrutar y aprender con este libro no puede citar todos los poemas y fragmentos que le han cautivado, pero sí permitirse la licencia de mencionar algunos. Destacan, como es habitual, los dedicados al amor y sus múltiples y siempre inagotables casuísticas. Y así desde el primero de todos, en el que, tras conjugar la emoción amorosa con las concepciones científicas, sentencia Manuel: «Contigo es la medida básica para el tiempo». En otro, la identificación del amor con la vida, que explicita en una larga enumeración que se extiende desde los olivares a Internet, pasando por los anillos de Saturno y las ideologías políticas, le lleva a afirmar, categórico, que «Nada valdrá la pena cuando cierres los ojos». Y, a vueltas con el tiempo, explica, con magistral dominio de la síntesis y el ritmo, que «ya son ayeres lo vivido sin ti, / ya son nuncas sin ti / y contigo son siempre». Como en anteriores poemarios, también el amor de padre tiene una presencia importante. Aparece, por ejemplo, hermosamente trenzado con el de pareja, en «Imaginando nubes», donde el fenómeno atmosférico ampara tanto los juegos infantiles como el deseo del poeta. Asimismo, al final de este libro encontramos poemas de compromiso, en las que los que comparece una extranjera guerra civil, la desigualdad o incluso la empatía con el sufrimiento animal. Junto a estos temas, encontramos algunos motivos, como el mar o el tango, que constituyen ya una marca de la casa del autor. Por otra parte, los ecos de sus lecturas surgen aquí y allá. A menudo se aprecian en las citas con las que se abren multitud de poemas. Uno incluso encuentra, no tanto influencias, sino más bien consonancias con Benedetti, como ese «porque es alivio el tiempo / dedicado a amar», que nos recuerda que, según el uruguayo, «cada hombre se abraza a alguna mujer / como si así aferrara la eternidad»; como el magnífico cierre «Borran las malas huellas / las olas de tus ojos», que me parece incluso más bello que los versos «tus ojos son mi conjuro / contra la mala jornada»; o esos dos poemas de Manuel Guerrero, hacia el final de su libro, en los que lamenta el «tiempo y sus imposiciones», el monótono y repetitivo ritmo de los días, sin trascendencias, que dejan la misma desasosegante impresión que Benedetti cuando advierte que «nadie se asusta / nadie quiere / pensar que se ha nacido para esto». Que Guerrero haya alcanzado la misma belleza lírica que el escritor de la antigua Banda Oriental, y ello con un lenguaje bañado en ciencia y astronomía, podría ser una forma acertada de condensar sus virtudes. Sé que a mí nunca se me ha de creer, porque soy su amigo, pero no desistiré, una vez más, del intento. Este poemario es fruto de una inteligencia sensible, curtida en las multitudinarias lecturas y la constante práctica, y alimentada por la musa de sus sencillas pero viscerales vivencias. En un determinado momento, las asperezas de la vida le quebraron, como a todos, ciertas ramas. La tormenta se llevó entonces parte de su equipaje, pero dejó el camino despejado para nuevas aventuras. Y Manuel, aunque siempre sensible a los guarismos y los astros, emprendió un inesperado viaje como lector, oyente y espectador, un camino de curiosidad por las primicias del quehacer científico, obteniendo así savia fresca como escritor. A un poeta de esta forma renovado, ilustrado y sentimental, abierto al mundo y su sentido, es al que les invito a leer, en este libro afortunado. Déjense bendecir por él, doblemente, con el estímulo de la exploración y el bálsamo de la belleza. MARÍA TERESA ESPASA. UNA GRIETA EN EL TIEMPO (Verba Manent, 2020) por MANUEL GUERRERO CABRERA
CARMEN RAMOS. CUADERNO DE LABORATORIO (El libro feroz, Huelva, 2020) por MANUEL GUERRERO CABRERA 6 de diciembre (A mis padres) Quiero quemar todos y cada uno de los pasos que di hasta hoy y llegar a ese preciso momento en que me acunaste entre tus brazos por primera vez. Como Garcilaso, Lope o Antonio Machado, Carmen Ramos alude a los pasos, al camino, al estado que la han llevado al hoy, pero de entre todos, hay una fecha, un motivo, un amor que comparte en estos versos y que coincide con el principio, con la primera vez que se toma, o se acuna, este libro entre las manos. Ese «6 de diciembre», que presenta la primera parte del libro, «La letra mayúscula», contiene diecisiete poemas a caballo entre lo metapoético y lo metavital. Una acción poética lleva pareja una postura vital. Soy frágil. (Esto ya lo he dicho en un poema) Me he mudado. (Esto también lo he dicho antes) Todo pasa y todo queda. (Esto lo dijo Machado) […] ¿Qué nos quedará cuando no tengamos nada más que decir? Este primer conjunto de poemas es el más original, el que nos brinda una voz personalísima, propia de esa «mirada nueva» de la literatura de mujer a la que ha aludido en alguna ocasión la poeta Juana Castro. Así, hallamos poemas sobre el modo de escribir («esa inutilidad parecida a buscar un adjetivo nuevo»), sobre la propia escritura, sobre las palabras o sobre otras poetas, como el texto dedicado a las poetas que regresan, uno de los más logrados del libro: Emily Dickinson ha abierto la verja de su casa en Amberst. Virginia Woolf ha comenzado a vaciar sus bolsillos de piedras. Alfonsina Storni se ha dado media vuelta y camina hacia la orilla. Alejandra Pizarnik ha guardado el tarro de Seconal en el cajón. Anne Sexton ha quitado la llave de contacto de su coche. Sylvia Plath ha cerrado ha espita del gas. Marina Tsvetáyeva se ha bajado de la silla. Frida Khalo pide su cama con ruedas. Elizabeth Bishop jura que es abstemia. Todas han vuelto para patear sus peanas. A esto se une un uso de las imágenes muy lograda e interesante, como la del poema devorado por un pájaro (como aquel de Dickinson que partió un gusano), las hormigas en la boca del poeta o la del vómito de las palabras. Una de las propuestas metafóricas más brillantes es la del último poema de esta sección, en la que hay palabras que hay que saborear bien: Si llueve sobre esta palabra […]. Guárdala en el abrigo de tu boca, déjala sobre tu lengua como una hostia comulgada y nota cómo lentamente se deshace, se deshace, se xxxhace. La siguiente parte, «Palabras prestadas», ofrece una revisión de autores, obras o personajes más allá de lo literario; así, Bob Dylan, Neruda u Ofelia son motivos en estos versos; una suerte de preludio para la tercera, «Adjetivo secreto», en la que Carmen Ramos vuelve a ofrecer su voz más original. Son poemas breves, intensos, en una línea intimista que no se deja contener por el ritmo, la sintaxis, la propia poesía: No se elige el silencio como tampoco elige la sombra a la pared, la gota a esa nube, la escritura a la mano. Así volvemos al 6 de diciembre, pero del año 2029: «ahora sí que estoy sola». Bajo el título de «Jazmines», la poeta parece inspirarse en el haiku, pues cada texto tiene diecisiete sílabas, aunque se hayan escritos en una sola línea horizontal, como en Japón se publica esta composición métrica en vertical; si allí son hojas de cerezo, aquí lo son de jazmines; para recrear aspectos y objetos cotidianos bajo una visión poética: En la estantería los libros ordenados, menos uno. Abrimos la vieja caja de las fotos. Huele a bizcocho. Por último, 6 de diciembre de 2052, con un poema bajo esta fecha en la que la poeta se pregunta si quiso llegar hasta «aquí». Es inevitable descubrir que hemos viajado con Carmen Ramos desde el pasado, el comienzo, hasta este futuro, el final. Y en este futuro, llevada por la melancolía, trae tres poemas de distinto signo, entre los que destaca Karm, en el que desde su nombre hace una apuesta segura sobre sí misma: que sobreviviré, porque soy sarmiento y fui amamantada sobre una roca, que tengo la boca de vino y el paladar de agua. ¡Y tanto es así! Aquella poeta que en Mudanza interior (Ediciones en Huida, 2010) dejaba caer todo el peso del poema en la imagen va más allá en Cuaderno de laboratorio, hay una postura valiente y con fuerza, en un poemario que no deja indiferente, y sobre el que habrá que volver.
No se debe terminar este artículo sin aludir a la excepcional edición de El libro feroz y a las ilustraciones de Francisca Alfonso, encargada de que la poeta aparezca realmente, y no es una forma de hablar, en el libro. Ya lo dijimos unas líneas más arriba: una acción poética lleva pareja una postura vital; lo que las ilustraciones confirman. CONCHA GARCÍA. VASTA SED (Cántico, Córdoba, 2020) por MANUEL GUERRERO CABRERA Tengo todo el instante resumido en un libro y abro las piernas para mentir. La editorial Cántico, de Córdoba, presentó la colección de poesía “Palabra de mujeres” bajo la coordinación de Raúl Alonso, quien ha conseguido que contemos con una nueva obra de Concha García. En verdad, y como la propia poeta manifiesta en el prólogo, se trata de una selección de algunos poemas que formaron parte de Otra ley (1987), Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas (1986), Ya nada es rito (1988) y Desdén (1990). En otras palabras, una revisión de textos que vieron la luz hace más de treinta años, pero que conservan la misma fuerza y sugerencia de entonces; probablemente, como dice la propia Concha García: «Era un decir oscuro que daba luz al deseo. Las palabras para decirlo no fueron halladas en el repertorio de mi tradición y me inventé la manera de cantar el goce de estar viva»; una aportación original que ha logrado que sea una de las voces de mujer más destacadas en la poesía hoy.
Atónita habla de ahondarse y rápida vigila la manta como si ebullición fuese ser solo pauta o inverosímil temporalidad. El rasgo principal de los poemas de Vasta sed es el sugerente erotismo que hallamos en ellos, estimulado, además, por el estilo intenso de la autora que en sus breves poemas plasma una original visión femenina. Amo el desliz con el que me lo dijiste, y tu perfil abrasando mi acarreo de besos y tu izamiento al ser tendida toda la tarde en tus alfombras y tus succiones de esfinge arrebato en dos jornadas que yo amé. Y esa terrible manera de decantarse por lo absoluto. El poemario ofrece un prólogo o, mejor dicho, una introducción firmada por la poeta acerca de la selección publicada. María Rosal, otra indispensable poeta cordobesa, ha manifestado en alguna ocasión (la memoria me lleva a la presentación del libro Freud me debe una explicación, editado en Lucena) que no es habitual hallar metapoéticas o autoras que reflexionen sobre cómo han escrito; por lo que esta introducción resulta muy valiosa para comprender el ánimo de nuestra poeta, ayer y hoy, y conocer mejor sus propósitos estéticos o poéticos. Los textos poéticos recogían vivencias lejos de los estereotipos femeninos de aquellos años en España. [...] Era un decir oscuro que daba luz al deseo. Las palabras para decirlo no fueron halladas en el repertorio de mi tradición y me inventé la manera de cantar el goce de estar viva. Así, luego expone cómo el yo poético se plasma en el amor, y sus modos, en otras mujeres; para concluir que estos poemas ya no están sujetos a su tiempo, al contrario que la poeta: «la mujer que escribió aquellos poemas ya no está»; sin embargo, Concha García es consciente de lo que han aportado estos versos: «una nueva mirada para visibilizar el sujeto poético femenino sin sesgos tradicionalmente patriarcales». En definitiva, Vasta sed nos devuelve una serie de poemas que Concha García escribió hace más de treinta años, como si los hubiera escrito hace unas semanas, pues tienen, y me repito, la misma fuerza y sugerencia de entonces por el siempre necesario erotismo y la expresión original del amor a la mujer. [...] y me como los dedos de mi amante que no me amó, y me lamento de la humedad que da eso en la mirada, todo más lejos, y me acuso de divinizar lo que toco con el ojo, y me asusta llevar la incertidumbre en los besos, y me pongo celosa porque soy olvidable. MARICRUZ GARRIDO. SIEMPRE ES DEMASIADO [Evocación a María Zambrano] (Ánfora Nova, Córdoba, 2019) por MANUEL GUERRERO CABRERA El pensamiento, vida y obra de María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904 – Madrid, 1991) han sido motivo de interés para los estudios contemporáneos; citemos como ejemplos recientes el estudio de Juana Castro en Editorial Sabina de 2016 o la edición de Javier Sánchez Menéndez de sus poemas en La isla de Siltolá de 2018. La escritora Maricruz Garrido Linares (Priego de Córdoba, 1958) realiza su aportación de manera creativa con Siempre es demasiado: poemas basados en sus aspectos filosóficos y vitales, recreando el espíritu de la autora malagueña. Garrido, que tiene una dilatada trayectoria poética y cultural (fue responsable del Aula de Literatura de Priego durante una década), vuelve a la poesía después de Festum (2017), un canto a la cultura latina en la localidad de Almedinilla, y del corte social de Café pendiente (2015). Hallamos tres posibles tipos de poemas en Siempre es demasiado. El primero lo conforman aquellos en los que se reconstruye su personalidad e inquietud, versos en los que Garrido consigue acercarnos a la agitación personal de Zambrano: La noche es mi refugio, mi noche inacabada y la brisa nocturna, evoca en mi memoria el hogar natural, la infancia desterrada, la sed de eternidad, del duermevela oculto, mas ando desmembrada, como brújula que no encuentra su norte, huida de la nada. Ser ella misma, deberse a ella misma, inventar una utopía… son algunos de los motivos con los que Maricruz Garrido ha escrito algunos de este primer tipo de poemas. Un segundo grupo trata de reconstruir el pensamiento de María Zambrano, o inspirarse en él, para ser más preciso; como entender la razón como aurora, o cuando dice ser «ciudadana del mundo» o «peregrina de todo», o cuando habla sobre la palabra: No sé si soy yo misma o es otra yo, que me acompaña en este arduo viaje de peregrinaje oculto para tratar de salvarme a través de esta palabra libre que elevo a lo imposible. El tercer grupo, el que más está presente en el poemario y que resulta el más interesante, es el que se inspira en aspectos vitales, como aquellos en los que aparece Araceli, la hermana de María: Yo sé que estás ahí, pues cada paso mío se entristece al no verte, […] en espera que un día de nuevo nos despierte un gato azul burlón retozando a tu lado. El exilio y España también se incluyen aquí, en especial, porque Garrido nombra el recorrido de Zambrano por el mundo y las personas que se relacionaron con ella. Cuba, tan bella como una luz de tarde, al igual que Xirau, Valladolid antiguo, o Morelia, San Nicolás, Michuca, México intenso y profundo. […] Salinas fue mi apoyo al tomar frente fijo y me encontré de nuevo mi corazón sangrando, apasionado y regio donde siempre habitó. Maricruz Garrido emplea un estilo intimista generalmente en este poemario, aunque en ocasiones tiende a lo reflexivo mediante el uso del verbo «ser», «vivir» y similares; y opta por imágenes claras y resolutivas. Con todo ello, la escritora prieguense arroja una visión personal con la que reconstruye la figura de María Zambrano, que nos resulta nítida en los versos que cierran este Siempre es demasiado: Yo sé que siempre he sido viva luz de mí misma,
un canto estremecido, soledad sumergida, territorio de nadie, mirando en mi pupila la desnudez del alma. JOSÉ MANUEL VALLE PORRAS. Tras el oro del Rin. La imagen de Alemania de los viajeros españoles (1842-1920) (Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2019) por MANUEL GUERRERO CABRERA Quiero señalar otro [periodo] más amable: el que llevó a este país [Alemania] a convertirse en escuela, luz y estímulo de aquellos españoles que se dolían de las derrotas materiales y morales de su patria. Alemania podía ser, en aquella época el modelo para que España tomase el camino del progreso. Con la claridad y la lucidez que le caracteriza, José Manuel Valle Porras (Cabra, 1980) expone en la Introducción de Tras el oro del Rin. La imagen de Alemania en los viajeros españoles (1842 - 1920) (Cuadernos del Laberinto, 2019), al que pertenece el párrafo inicial, la justificación del libro y la siempre interesante relación entre nuestro país y el germano, de «unos vínculos inevitablemente más débiles, debido sobre todo a motivos geográficos», como dice el autor. El segundo capítulo presenta los autores tratados: Ramón de la Sagra, Juan Valera, Mariano Vázquez Gómez, Emilia Pardo Bazán, José Ortega y Gasset, Julio Camba, Ricardo León y Félix Díaz Mateo. A cada cual le hace un repaso biobibliográfico expuesto de modo ameno y especifica los detalles de sus viajes, salpicados por alguna que otra anécdota, siempre en aras de alentar a quien se acerque a esta lectura; es esta una de las virtudes del estilo de Valle Porras. Por ejemplo, sobre su paisano Juan Valera: El deseo amoroso de Valera le llevó a protagonizar una curiosa anécdota cuando, ansioso de amar a la princesa Badrul-budur, se presentó un buen día en su casa, creyendo que vivía sola, y allí se encontró al padre, la madre y las hermanas. Al preguntarle la familia quién era y el motivo de su visita, se formó una curiosa escena, en la cual fue destacado ingrediente el desconocimiento que esta familia tenía del francés, de forma que Valera tuvo que explicarse en un precario alemán. La tercera parte se titula «Alemania vista por los españoles», capítulo en el que el análisis cobra protagonismo, que aporta en apartados temáticos, un estudio no solamente por autor, sino también por la amplitud del tiempo y situación de cada uno. No deja atrás ningún rasgo: los lugares visitados, la política, la economía, la clase media, el carácter alemán, la gastronomía, costumbres, cultura, ciencia, literatura, música y filosofía. Lo anterior es una enumeración de los apartados antes referidos, el mérito de Valle Porras está en articular cada tema, según lo aportado por cada autor, y en conectar con las épocas posteriores dichas aportaciones. Buen ejemplo es el dedicado a la clase media, que parte de Ortega y Gasset: «existe una clase social –la más numerosa– que sirve de trazo de unión, los kaufmänner. Todos hacen la misma vida; […] comen en el mismo sitio y por el mismo dinero». Ricardo León también lo observa entre los obreros. Pero esto entrará en crisis con la Primera Guerra Mundial, para ello Valle Porras toma a Félix Díez, que contrasta la moralidad de antes y después de dicha guerra.
La cuarta parte ofrece las conclusiones a las que llega el autor, a partir de tres cuestiones: la comparación del carácter alemán con el español, la idea que de Alemania tienen los ocho escritores tratados y lo que estos buscaban en aquel país. Mientras que de las dos primeras se halla la respuesta en la tercera parte del libro, aquí atiende sobre todo a lo que España buscaba en Alemania: «Si ser un introductor de la música o de la filosofía alemanas equivalía a ser un renovador de la música o la filosofía españolas, volver la vista al ejemplo alemán equivalía […] a modernizar España. ANTONIO J. SÁNCHEZ. BUSCANDO A VELÁZQUEZ (Ediciones en Huida, Sevilla, 2018) por MANUEL GUERRERO CABRERA SEVILLA, ARTE Y LITERATURA La película Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017) trata de cómo durante una cena unas parejas amigas y un soltero deciden jugar a leer en voz alta los mensajes que les llegan al móvil y atender las llamadas en altavoz. A medida que avanza la noche y comparten los mensajes, se percatan de que, pese a la amistad, ni se conocen tanto ni cuentan todo lo que les pasa. En esta misma situación me encuentro con Antonio J. Sánchez (Sevilla, 1971), que se trasladó a la capital española por amor, donde trabaja de gestor económico, poeta de Balance de situación (Guadalturia, 2011), Leyenda urbana (Origami, 2012), Tebeos (Voces de tinta, 2014) y Libro de horas (Lastura, 2017), ganador del Premio «Saigón» de Literatura en 2008 y el Premio de Poesía Miguel Baón en 2015; una persona muy comprometida con lo cultural y a quien siempre le estaré agradecido de las palabras que dedicó a mi hija al poco de nacer y que utilicé como improvisado epílogo en uno de mis libros. Y toda esta información la he escrito de memoria, doy mi palabra (escrita aquí), además de otras cosas demasiado personales que me callo, porque no hay que contar aquí. Por lo que el día que supe de la novela Buscando a Velázquez, me sentí como uno de los personajes de la película antes mencionada: ¿Antonio J. Sánchez, de Sevilla, novelista? ¿Cómo pudo ser? ¿Desde cuándo? Buscando a Velázquez (Ediciones En Huida, 2018) trata de Lorenzo Castilla, un becario de Historia del Arte, oriundo de un pueblo de Segovia, que llega a Sevilla en 1997 y encuentra por azar una pista sobre dos cuadros desconocidos de Velázquez, lo que hará que den con ellos y se realice una subasta. La novela pasa por distintas fases de género, de la novela de misterio o intriga, en la búsqueda de los cuadros de Velázquez y la organización de la subasta, a la neocostumbrista-social con una buena relación o descripción de situaciones de un protagonista foráneo con la ciudad de acogida, Sevilla, pasando por la humorística y la amorosa o sentimental. La acción se divide en tres partes muy claras: la primera es la búsqueda y localización de los cuadros, la segunda confiere de lo relativo a la subasta, y la tercera actúa a modo de epílogo, para cerrar tramas secundarias. En el tratamiento de los personajes, Lorenzo Castilla lleva el peso fundamental de las tramas y de la novela en general. Es el personaje principal y el más completo, de cual se nos ofrece una imagen terminada: confiado, sincero, íntegro, serio y apasionado en Historia del Arte; su personalidad deja en evidente contraste la de los demás personajes, con Lucas (su guía por Sevilla, una suerte de Virgilio fiel e inteligente) en que este es burlón, con Luis Carlos (presidente de la asociación APTA) en que este es oportunista y deshonesto, o con Yolanda en que esta es decidida y resolutiva. Por lo tanto, no hay aspecto que no pase por él, pero el autor puede estar tranquilo, porque Lorenzo es un personaje sólido, incluso en los momentos de humor, como en su breve experiencia en el camino del Rocío. Tan sólido como Sevilla, pero esta ya tiene valor y fuerza de por sí. Por esto último, uno de los aspectos más interesantes de la novela es la expresión y representación de la sociedad sevillana, que no tiene reparos en mostrar amor por su ciudad, no solamente lugares conocidos de la ciudad (la catedral, la Casa de Pilatos, la Alameda…), sino también bares (también reales: el Tremendo y Casa Morales); su gente (destacamos la descripción de las distintas «tribus urbanas» en el segundo capítulo); y, en especial, sus costumbres, como la atención dada a la Semana Santa en uno de los mejores capítulos de la obra y el modo de asumirla como algo antropológico y social, junto con lo religioso.
Sevilla es una ciudad tradicional, muy aferrada a su pasado, para lo bueno y para lo malo. Y nada hay más tradicional que las devociones religiosas. Además, las hermandades tienen aquí un peso enorme, que va más allá de lo religioso, y se instala en lo cultural y en lo social. Esto nos lleva al gran motivo de la obra, que parece oculto, pero que está muy presente y se nos pasa: la defensa de la cultura y del arte, que lo perdido en estos ámbitos es irrecuperable. Valga como muestra la indignación de Lorenzo al conocer el derribo de la casa solariega del siglo XVIII de los Acosta de Villablanca, o el modo en el que Lucas le informa de cómo ha cambiado la Plaza del Duque en menos de cincuenta años que, de estar rodeada por palacetes nobles, ha pasado a estar llena de edificios modernos de grandes almacenes sin valor artístico. Es esta tesis la que da sentido al final de la obra que, evidentemente, no describiremos aquí. Quizá, en el futuro, exista una sociedad mejor preparada, sin tanto ánimo en lo lucrativo y más en lo artístico, para comprender el valor del hallazgo de un Velázquez o de la obra de otro gran artista. Dijo Rilke que la patria es la infancia y con Buscando a Velázquez conoceremos la de Antonio J. Sánchez. Como dice Lucas en la novela: «Es que saber de arte no es aprenderse de memoria un montón de fechas y nombres, sino conocer el mensaje que quiere transmitir cada obra». Y la suya transmite amor y admiración por Sevilla, la literatura y la cultura. HEBERTO DE SYSMO. MALDITO Y BIENAMADO BIBELOT (Baile del Sol, Tenerife, 2017) por MANUEL GUERRERO CABRERA Heberto de Sysmo (seudónimo del valenciano José Antonio Olmedo López-Amor), autor de los poemarios Luces de antimonio (2011), El testamento de la rosa (2014), La soledad encendida (2015) y La flor de la vida (2016), ofrece en Maldito y bienamado Bibelot cómo el lenguaje es expresado, desde su concepción hasta su plasmación. La obra se divide en cuatro partes: Physis, Mathesis, Mimesis y Semiosis; cuatro visiones complementarias de la relación de la palabra con quien la usa y le otorga existencia. En la primera, y desde el primer poema ('Dicotomía sausseriana'), el autor nos hace reflexionar sobre su pertenencia: Esta modo de creer que somos y decimos. Este acopio de signos sin ternura ¿es mi lenguaje? No emplearlo recuerda al hombre que es animal ('La fuerza de la Naturaleza'), aunque a veces sea partidario de la mentira ('Atavío': «Si en algo aprecias la sinceridad, / ¿por qué sigues leyendo?»), pero que es voluntad determinada por el tiempo lo que hace que se crea en ella ('Palabra'): Tu cuerpo azotado por el tiempo, lo eterno en ti, fugaz, te magnifica; avatar de la esencia que escombras a tu paso la fe de los indignos. Mathesis, la segunda parte, ahonda en lo anterior con el añadido del encuentro, de hacerlo de cada uno, como un aprendizaje: «nacer en ti, vivir, morir cantando» dirá en 'Ergógrafo del alma'. Y, así, va surgiendo ('Dicterio': «una delgada línea limita / la carne del vacío») y aspira a ser algo más, como expresa uno de los mejores poemas del conjunto, 'El encuentro':
Atrapado en la hora de papel palpita un verso; espera estremecer un corazón, deslumbrar una mente, desarbolar una conciencia… Para ser Poesía. Poesía con pe mayúscula que se hace nuestra, que consigue darle sentido a lo que declara… Esta es la intención de la tercera parte, Mímesis, en cada uno de sus breves poemas, algunos tan intensos como este 'Epifenómeno': Sentir: impulso ágrafo que escribe heridas. O la declaración de este sentimiento en 'Isocronía del dolor y la escritura', en el que se afirma que «Estamos vivos […] / por eso escribimos». El dolor se plasma en la palabra, adquiere relieve y relevancia; lo que nos lleva a la cuarta y última parte, Semiosis, la identificación de la palabra y su expresión con ese ser que siente y vive ('Células comunicantes'): Quien está muerto, calla; quien está vivo, expresa. El lenguaje es la vida, yo mismo soy lenguaje. La dicción es lo que nos entrega la vida, con la que se pueden crear otras formas de vida y de expresión. Este Maldito y bienamado Bibelot es un manifiesto ontológico de la palabra, un deseo alentado de ser mediante la palabra, unida a la vida para siempre: Decir para vivir, vivir para decir, y después de haber dicho volver a desdecirse. |
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