MARICRUZ GARRIDO. SIEMPRE ES DEMASIADO [Evocación a María Zambrano] (Ánfora Nova, Córdoba, 2019) por MANUEL GUERRERO CABRERA El pensamiento, vida y obra de María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904 – Madrid, 1991) han sido motivo de interés para los estudios contemporáneos; citemos como ejemplos recientes el estudio de Juana Castro en Editorial Sabina de 2016 o la edición de Javier Sánchez Menéndez de sus poemas en La isla de Siltolá de 2018. La escritora Maricruz Garrido Linares (Priego de Córdoba, 1958) realiza su aportación de manera creativa con Siempre es demasiado: poemas basados en sus aspectos filosóficos y vitales, recreando el espíritu de la autora malagueña. Garrido, que tiene una dilatada trayectoria poética y cultural (fue responsable del Aula de Literatura de Priego durante una década), vuelve a la poesía después de Festum (2017), un canto a la cultura latina en la localidad de Almedinilla, y del corte social de Café pendiente (2015). Hallamos tres posibles tipos de poemas en Siempre es demasiado. El primero lo conforman aquellos en los que se reconstruye su personalidad e inquietud, versos en los que Garrido consigue acercarnos a la agitación personal de Zambrano: La noche es mi refugio, mi noche inacabada y la brisa nocturna, evoca en mi memoria el hogar natural, la infancia desterrada, la sed de eternidad, del duermevela oculto, mas ando desmembrada, como brújula que no encuentra su norte, huida de la nada. Ser ella misma, deberse a ella misma, inventar una utopía… son algunos de los motivos con los que Maricruz Garrido ha escrito algunos de este primer tipo de poemas. Un segundo grupo trata de reconstruir el pensamiento de María Zambrano, o inspirarse en él, para ser más preciso; como entender la razón como aurora, o cuando dice ser «ciudadana del mundo» o «peregrina de todo», o cuando habla sobre la palabra: No sé si soy yo misma o es otra yo, que me acompaña en este arduo viaje de peregrinaje oculto para tratar de salvarme a través de esta palabra libre que elevo a lo imposible. El tercer grupo, el que más está presente en el poemario y que resulta el más interesante, es el que se inspira en aspectos vitales, como aquellos en los que aparece Araceli, la hermana de María: Yo sé que estás ahí, pues cada paso mío se entristece al no verte, […] en espera que un día de nuevo nos despierte un gato azul burlón retozando a tu lado. El exilio y España también se incluyen aquí, en especial, porque Garrido nombra el recorrido de Zambrano por el mundo y las personas que se relacionaron con ella. Cuba, tan bella como una luz de tarde, al igual que Xirau, Valladolid antiguo, o Morelia, San Nicolás, Michuca, México intenso y profundo. […] Salinas fue mi apoyo al tomar frente fijo y me encontré de nuevo mi corazón sangrando, apasionado y regio donde siempre habitó. Maricruz Garrido emplea un estilo intimista generalmente en este poemario, aunque en ocasiones tiende a lo reflexivo mediante el uso del verbo «ser», «vivir» y similares; y opta por imágenes claras y resolutivas. Con todo ello, la escritora prieguense arroja una visión personal con la que reconstruye la figura de María Zambrano, que nos resulta nítida en los versos que cierran este Siempre es demasiado: Yo sé que siempre he sido viva luz de mí misma,
un canto estremecido, soledad sumergida, territorio de nadie, mirando en mi pupila la desnudez del alma.
0 Comentarios
JOSÉ MANUEL VALLE PORRAS. Tras el oro del Rin. La imagen de Alemania de los viajeros españoles (1842-1920) (Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2019) por MANUEL GUERRERO CABRERA Quiero señalar otro [periodo] más amable: el que llevó a este país [Alemania] a convertirse en escuela, luz y estímulo de aquellos españoles que se dolían de las derrotas materiales y morales de su patria. Alemania podía ser, en aquella época el modelo para que España tomase el camino del progreso. Con la claridad y la lucidez que le caracteriza, José Manuel Valle Porras (Cabra, 1980) expone en la Introducción de Tras el oro del Rin. La imagen de Alemania en los viajeros españoles (1842 - 1920) (Cuadernos del Laberinto, 2019), al que pertenece el párrafo inicial, la justificación del libro y la siempre interesante relación entre nuestro país y el germano, de «unos vínculos inevitablemente más débiles, debido sobre todo a motivos geográficos», como dice el autor. El segundo capítulo presenta los autores tratados: Ramón de la Sagra, Juan Valera, Mariano Vázquez Gómez, Emilia Pardo Bazán, José Ortega y Gasset, Julio Camba, Ricardo León y Félix Díaz Mateo. A cada cual le hace un repaso biobibliográfico expuesto de modo ameno y especifica los detalles de sus viajes, salpicados por alguna que otra anécdota, siempre en aras de alentar a quien se acerque a esta lectura; es esta una de las virtudes del estilo de Valle Porras. Por ejemplo, sobre su paisano Juan Valera: El deseo amoroso de Valera le llevó a protagonizar una curiosa anécdota cuando, ansioso de amar a la princesa Badrul-budur, se presentó un buen día en su casa, creyendo que vivía sola, y allí se encontró al padre, la madre y las hermanas. Al preguntarle la familia quién era y el motivo de su visita, se formó una curiosa escena, en la cual fue destacado ingrediente el desconocimiento que esta familia tenía del francés, de forma que Valera tuvo que explicarse en un precario alemán. La tercera parte se titula «Alemania vista por los españoles», capítulo en el que el análisis cobra protagonismo, que aporta en apartados temáticos, un estudio no solamente por autor, sino también por la amplitud del tiempo y situación de cada uno. No deja atrás ningún rasgo: los lugares visitados, la política, la economía, la clase media, el carácter alemán, la gastronomía, costumbres, cultura, ciencia, literatura, música y filosofía. Lo anterior es una enumeración de los apartados antes referidos, el mérito de Valle Porras está en articular cada tema, según lo aportado por cada autor, y en conectar con las épocas posteriores dichas aportaciones. Buen ejemplo es el dedicado a la clase media, que parte de Ortega y Gasset: «existe una clase social –la más numerosa– que sirve de trazo de unión, los kaufmänner. Todos hacen la misma vida; […] comen en el mismo sitio y por el mismo dinero». Ricardo León también lo observa entre los obreros. Pero esto entrará en crisis con la Primera Guerra Mundial, para ello Valle Porras toma a Félix Díez, que contrasta la moralidad de antes y después de dicha guerra.
La cuarta parte ofrece las conclusiones a las que llega el autor, a partir de tres cuestiones: la comparación del carácter alemán con el español, la idea que de Alemania tienen los ocho escritores tratados y lo que estos buscaban en aquel país. Mientras que de las dos primeras se halla la respuesta en la tercera parte del libro, aquí atiende sobre todo a lo que España buscaba en Alemania: «Si ser un introductor de la música o de la filosofía alemanas equivalía a ser un renovador de la música o la filosofía españolas, volver la vista al ejemplo alemán equivalía […] a modernizar España. ANTONIO J. SÁNCHEZ. BUSCANDO A VELÁZQUEZ (Ediciones en Huida, Sevilla, 2018) por MANUEL GUERRERO CABRERA SEVILLA, ARTE Y LITERATURA La película Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017) trata de cómo durante una cena unas parejas amigas y un soltero deciden jugar a leer en voz alta los mensajes que les llegan al móvil y atender las llamadas en altavoz. A medida que avanza la noche y comparten los mensajes, se percatan de que, pese a la amistad, ni se conocen tanto ni cuentan todo lo que les pasa. En esta misma situación me encuentro con Antonio J. Sánchez (Sevilla, 1971), que se trasladó a la capital española por amor, donde trabaja de gestor económico, poeta de Balance de situación (Guadalturia, 2011), Leyenda urbana (Origami, 2012), Tebeos (Voces de tinta, 2014) y Libro de horas (Lastura, 2017), ganador del Premio «Saigón» de Literatura en 2008 y el Premio de Poesía Miguel Baón en 2015; una persona muy comprometida con lo cultural y a quien siempre le estaré agradecido de las palabras que dedicó a mi hija al poco de nacer y que utilicé como improvisado epílogo en uno de mis libros. Y toda esta información la he escrito de memoria, doy mi palabra (escrita aquí), además de otras cosas demasiado personales que me callo, porque no hay que contar aquí. Por lo que el día que supe de la novela Buscando a Velázquez, me sentí como uno de los personajes de la película antes mencionada: ¿Antonio J. Sánchez, de Sevilla, novelista? ¿Cómo pudo ser? ¿Desde cuándo? Buscando a Velázquez (Ediciones En Huida, 2018) trata de Lorenzo Castilla, un becario de Historia del Arte, oriundo de un pueblo de Segovia, que llega a Sevilla en 1997 y encuentra por azar una pista sobre dos cuadros desconocidos de Velázquez, lo que hará que den con ellos y se realice una subasta. La novela pasa por distintas fases de género, de la novela de misterio o intriga, en la búsqueda de los cuadros de Velázquez y la organización de la subasta, a la neocostumbrista-social con una buena relación o descripción de situaciones de un protagonista foráneo con la ciudad de acogida, Sevilla, pasando por la humorística y la amorosa o sentimental. La acción se divide en tres partes muy claras: la primera es la búsqueda y localización de los cuadros, la segunda confiere de lo relativo a la subasta, y la tercera actúa a modo de epílogo, para cerrar tramas secundarias. En el tratamiento de los personajes, Lorenzo Castilla lleva el peso fundamental de las tramas y de la novela en general. Es el personaje principal y el más completo, de cual se nos ofrece una imagen terminada: confiado, sincero, íntegro, serio y apasionado en Historia del Arte; su personalidad deja en evidente contraste la de los demás personajes, con Lucas (su guía por Sevilla, una suerte de Virgilio fiel e inteligente) en que este es burlón, con Luis Carlos (presidente de la asociación APTA) en que este es oportunista y deshonesto, o con Yolanda en que esta es decidida y resolutiva. Por lo tanto, no hay aspecto que no pase por él, pero el autor puede estar tranquilo, porque Lorenzo es un personaje sólido, incluso en los momentos de humor, como en su breve experiencia en el camino del Rocío. Tan sólido como Sevilla, pero esta ya tiene valor y fuerza de por sí. Por esto último, uno de los aspectos más interesantes de la novela es la expresión y representación de la sociedad sevillana, que no tiene reparos en mostrar amor por su ciudad, no solamente lugares conocidos de la ciudad (la catedral, la Casa de Pilatos, la Alameda…), sino también bares (también reales: el Tremendo y Casa Morales); su gente (destacamos la descripción de las distintas «tribus urbanas» en el segundo capítulo); y, en especial, sus costumbres, como la atención dada a la Semana Santa en uno de los mejores capítulos de la obra y el modo de asumirla como algo antropológico y social, junto con lo religioso.
Sevilla es una ciudad tradicional, muy aferrada a su pasado, para lo bueno y para lo malo. Y nada hay más tradicional que las devociones religiosas. Además, las hermandades tienen aquí un peso enorme, que va más allá de lo religioso, y se instala en lo cultural y en lo social. Esto nos lleva al gran motivo de la obra, que parece oculto, pero que está muy presente y se nos pasa: la defensa de la cultura y del arte, que lo perdido en estos ámbitos es irrecuperable. Valga como muestra la indignación de Lorenzo al conocer el derribo de la casa solariega del siglo XVIII de los Acosta de Villablanca, o el modo en el que Lucas le informa de cómo ha cambiado la Plaza del Duque en menos de cincuenta años que, de estar rodeada por palacetes nobles, ha pasado a estar llena de edificios modernos de grandes almacenes sin valor artístico. Es esta tesis la que da sentido al final de la obra que, evidentemente, no describiremos aquí. Quizá, en el futuro, exista una sociedad mejor preparada, sin tanto ánimo en lo lucrativo y más en lo artístico, para comprender el valor del hallazgo de un Velázquez o de la obra de otro gran artista. Dijo Rilke que la patria es la infancia y con Buscando a Velázquez conoceremos la de Antonio J. Sánchez. Como dice Lucas en la novela: «Es que saber de arte no es aprenderse de memoria un montón de fechas y nombres, sino conocer el mensaje que quiere transmitir cada obra». Y la suya transmite amor y admiración por Sevilla, la literatura y la cultura. HEBERTO DE SYSMO. MALDITO Y BIENAMADO BIBELOT (Baile del Sol, Tenerife, 2017) por MANUEL GUERRERO CABRERA Heberto de Sysmo (seudónimo del valenciano José Antonio Olmedo López-Amor), autor de los poemarios Luces de antimonio (2011), El testamento de la rosa (2014), La soledad encendida (2015) y La flor de la vida (2016), ofrece en Maldito y bienamado Bibelot cómo el lenguaje es expresado, desde su concepción hasta su plasmación. La obra se divide en cuatro partes: Physis, Mathesis, Mimesis y Semiosis; cuatro visiones complementarias de la relación de la palabra con quien la usa y le otorga existencia. En la primera, y desde el primer poema ('Dicotomía sausseriana'), el autor nos hace reflexionar sobre su pertenencia: Esta modo de creer que somos y decimos. Este acopio de signos sin ternura ¿es mi lenguaje? No emplearlo recuerda al hombre que es animal ('La fuerza de la Naturaleza'), aunque a veces sea partidario de la mentira ('Atavío': «Si en algo aprecias la sinceridad, / ¿por qué sigues leyendo?»), pero que es voluntad determinada por el tiempo lo que hace que se crea en ella ('Palabra'): Tu cuerpo azotado por el tiempo, lo eterno en ti, fugaz, te magnifica; avatar de la esencia que escombras a tu paso la fe de los indignos. Mathesis, la segunda parte, ahonda en lo anterior con el añadido del encuentro, de hacerlo de cada uno, como un aprendizaje: «nacer en ti, vivir, morir cantando» dirá en 'Ergógrafo del alma'. Y, así, va surgiendo ('Dicterio': «una delgada línea limita / la carne del vacío») y aspira a ser algo más, como expresa uno de los mejores poemas del conjunto, 'El encuentro':
Atrapado en la hora de papel palpita un verso; espera estremecer un corazón, deslumbrar una mente, desarbolar una conciencia… Para ser Poesía. Poesía con pe mayúscula que se hace nuestra, que consigue darle sentido a lo que declara… Esta es la intención de la tercera parte, Mímesis, en cada uno de sus breves poemas, algunos tan intensos como este 'Epifenómeno': Sentir: impulso ágrafo que escribe heridas. O la declaración de este sentimiento en 'Isocronía del dolor y la escritura', en el que se afirma que «Estamos vivos […] / por eso escribimos». El dolor se plasma en la palabra, adquiere relieve y relevancia; lo que nos lleva a la cuarta y última parte, Semiosis, la identificación de la palabra y su expresión con ese ser que siente y vive ('Células comunicantes'): Quien está muerto, calla; quien está vivo, expresa. El lenguaje es la vida, yo mismo soy lenguaje. La dicción es lo que nos entrega la vida, con la que se pueden crear otras formas de vida y de expresión. Este Maldito y bienamado Bibelot es un manifiesto ontológico de la palabra, un deseo alentado de ser mediante la palabra, unida a la vida para siempre: Decir para vivir, vivir para decir, y después de haber dicho volver a desdecirse. MARÍA JOSÉ CORTÉS / JOSÉ MARÍA CARNERO. AHORA (Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2016) por MANUEL GUERRERO CABRERA En estos tiempos inciertos en los que la poesía amorosa se vende con la etiqueta del falso sentimentalismo juvenil, da gusto encontrar un libro tan candoroso, maduro y sugerente en el amor como Ahora. Un poemario escrito a cuatro manos y entre dos corazones que firman María José Cortés y José María Carnero. La primera, nacida en Madrid en 1971, ha publicado Palabras derramadas (Vitrubio, 2008), Cicatrices de asfalto (Cuadernos del Laberinto, 2013) y El libro de los dones (Cuadernos del Laberinto, 2016), además de recibir el XVII Premio de Poesía Erótica Cálamo de Gijón en 2002 y ser finalista del Premio Adonais de Poesía en tres ocasiones; José María Carnero nace en Madrid en 1948 y es autor de Lluvia en el cristal (Vitruvio, 2002), Aroma de mandrágora (2007), Mientras la vida pasa (Vitruvio, 2008), Amaranta (Visión net, 2008), Adarve (s/f), Desamparo (Visión net, 2013) y Olor a nada (Vitruvio, 2016), a la que hay que añadir su obra pictórica. Lo más destacado de Ahora es que todo el libro, como conjunto, funciona como un único poema; es decir, los más de cincuenta textos pueden articularse como una obra unida, por la coherencia de las imágenes, propuestas e, incluso, estilo, al que cada uno es a sí mismo fiel, pero en el que no evitamos encontrar influencias mutuas, más allá de los motivos expuestos:
A esta idea de unidad contribuye el concepto de «Ahora», que llega a ser tan significativo que sobresale del concepto de tiempo y ha de escribirse con mayúscula, un «Ahora» que también se manifiesta de manera lírica con su persistente presencia al inicio del verso:
Una constante en todos los poemas es el empleo arriesgado de las imágenes (lluvia, noche, palabra…), en aras de la originalidad y de causar mayor interés en la lectura («la tarde un bosquejo de los dedos/ la noche el desafío de un tacón sobre las sábanas», escribe María José Cortés). Los ojos, la mirada o la pupila son elementos muy presentes en el poemario, motivos empleados por ambos poetas, que, a medida que nos adentramos en el libro, van ganando más fuerza. Anotemos que ambos hacen uso de ellos en su primer poema: «Ahora que me han visto tus ojos» (María José) y «A veces me miras con ojos de niña sorprendida» (José María). ¿Cómo no recordar a Gustavo Adolfo Bécquer en aquello de «que el alma que hablar puede con los ojos, / también puede besar con la mirada»? A través de este continuo asomo a las miradas de ambos llegamos a sus almas enamoradas, como en otro conocido poema del sevillano, hasta comprender que al final:
Ese «presagio de eternidad» se intuye y se descubre poco a poco en ambos. En verdad, la poesía, y con esto parafraseo a Raquel Lanseros, se reduce a hablar del paso del tiempo, de ahí que «ahora» sea el adverbio elegido por los amantes, un adverbio que confirma el avance del tiempo y que, a la vez, logra que no pase, el instante eterno. José María Carnero lo plasma de forma excelente así: “Tras la fugacidad del tiempo / la noche nos aguarda. […] / Ahora es… ese tiempo que no pasa…” Por último, creo necesario dejar una muestra de la íntima conexión que hay entre María José y José María en los textos, que se presenten por parejas, lo que nos llevó a afirmar que Ahora puede leerse como un único gran poema. Me centro en los poemas de las páginas 30 y 31, en los que hallamos diversos puntos en común que cada poeta trata de manera diferente, pero que se complementan mágicamente; de nuevo, la mirada (los ojos), las venas y las cuchillas:
Ahora es un poemario amoroso fuera de lo convencional y de la corriente juvenil-amorosa imperante. Frente al vacío de esta tendencia, por el contrario, en María José Cortés y José María Carnero encontramos versos llenos de imágenes, deseo y entrega, con los que vibrar y sentir el amor que se tienen dentro y fuera de esas páginas en el momento eterno de la vivencia de este sentimiento.
Ahora es siempre, amor… eternamente ahora… ahora… ahora. (Carnero) JESÚS AGUADO. LA INVENCIÓN DE LA PÓLVORA. CIENCIA Y POESÍA EN LA ANTIGUA CHINA (El orden del mundo, Lucena, 2017) por MANUEL GUERRERO CABRERA POESÍA SOBRE CIENCIA CHINA DE JESÚS AGUADO PARA UN NUEVO ORDEL DEL MUNDO En consideración con el modo en que está el planeta que habitamos, desde el presidente de una de las potencias mundiales negando el científicamente demostrado cambio climático, además de su controvertida postura en diversos asuntos como la inmigración; hasta la indiferencia de los organismos europeos con los refugiados de guerra de Siria, sin obviar la continua violación de derechos humanos en varios países asiáticos y africanos, varias veces permitida por los países de régimen democrático –de todo tipo–; no resulta trivial ni fortuito que una colección de poesía se llame «El orden del mundo». Porque la poesía es necesaria y, de frágil, se hace esencial con la delicadeza de esta colección, que se presenta como heredera de «Las 4 estaciones», que desde la localidad cordobesa de Lucena se publicó en los primeros años del siglo XXI a autores de primera línea (Luis Alberto de Cuenca, Joan Margarit, Mark Strand, María Rosal, Izet Sarajlic…) en una cuidada y bella edición, que entonces dirigió Lara Cantizani y que ahora vuelve a ejercer la dirección junto a su amigo y también poeta Jacob Lorenzo. El primer número ha correspondido a Jesús Aguado (Madrid, 1961), prolífico autor, ganador, entre otros premios, del Hiperión en 1990 por Los amores imposibles, y, sobre todo, un gran conocedor y amante de lo oriental; así, este primer número se titula La invención de la pólvora. Ciencia y poesía en la antigua China: una breve muestra de científicos de una lejana China (en el tiempo y en el espacio) a los que Aguado ha reescrito una biografía, entre la verdad y la ficción, que complementa con poemas de su autoría sobre cada uno de ellos. De nuevo, hay que hablar de delicadeza, pues nadie mejor que este poeta para acercarnos con su prosa y versos claros a estos autores: Lu Ban, Mo Zi (o Mo Ti), Zhang Heng, Shen Kuo, Chu Shih-Chieh y el imprescindible Li Po (o Li Bai), junto a la pólvora, sin duda, uno de los inventos chinos más conocidos. Ahora son los dragones los que huyen de nosotros.
Ya han comprobado, en sus colas y escamas chamuscadas, que nuestro fuego es más poderoso que su fuego. En esta línea de los inventos chinos, este número presta una gran importancia a los puentes colgantes, de tal manera que es la imagen de la cubierta, plasmada con brillante exquisitez en una serigrafía de tinta roja sobre el fondo blanco roto. Este puente, que es símbolo de la unión de dos tierras, de dos mundos, de acercamiento y de entendimiento, no es sino una declaración de intenciones en «El orden del mundo». Valgan estos agudos versos de Aguado sobre Li Po como complemento a lo expuesto: Amigo, dame un puente colgante y luego márchate a donde quieras porque con él podré alcanzarte cuando un abismo se abra entre nosotros y las lágrimas rueden como torrentes. No cabe sino felicitar a los directores de «El orden del mundo» por esta iniciativa y por el planteamiento tanto estético como literario de la edición. La invención de la pólvora. Ciencia y poesía en la antigua China de Jesús Aguado es uno de esos libros de los que cualquier amante de la poesía oriental no tiene otra cosa que hacer sino enamorarse, puesto que el autor consigue en nosotros, gracias a la poesía, lo que muestra en estos versos dedicados a Shen Kuo: Porque eres mi norte verdadero y la brújula de mi corazón se vuelve loca cuando la aparto de tu lado. JESÚS HILARIO TUNDIDOR. EL ACONTECIMIENTO POÉTICO. LA CULPABILIDAD DE LAS IMÁGENES (Cuadernos del laberinto, Madrid, 2016) Por MANUEL GUERRERO CABRERA De principio, creo que el hombre no tiene más espejo ante sí mismo que la nada. […] Tal cual os hable, tal cual me siento y me veo ante el espejo de la personalidad, que es la propia conciencia. Con estas palabras comienza El acontecimiento poético. La culpabilidad de las imágenes de Jesús Hilario Tundidor, un documento de documentos en la que el poeta zamorano analiza, o confiesa, los motivos y el sentido de su obra. De ahí la imagen del espejo, de ahí la conciencia, que enfrenta lo pasional con lo intelectual; así, al apuntar cómo leer su poema Construcción de la rosa, afirma que se ha de hacer «como una sentimentalización de lo inteligente»: En primer lugar la elaboración de la forma orgánica, representada por la formación de la rosa desde los meristemas formadores de la flor hasta alcanzar la perfección última de la belleza; en plano paralelo de escritura se contempla un proceso creativo de finalidad concreta: la elaboración de la obra artística. Y en tercer sustrato de significación: el plano vital propio en su construcción de vida personal. Concluyendo, el poema en sí es el cumplimiento vocacional de la ora del hombre poeta como acto creativo en los ámbitos de la escritura, el Arte y el mismo vivir. Este volumen ofrece pistas de sus influencias, que no todas son literarias: Rolan Barthes, Nietzsche, Lacan, Derrida, Wolfang Iser, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Leonard Cohen… Esto enlaza con su concepto de poesía como pensamiento o pensamiento como poesía, el capítulo «primario»: El significante poético actualiza el significado del pensamiento y la actuación de aquél organiza en los espacios creacionales la representación de éste. Pero, ¿qué puede definirse como poético, como hecho lírico? El poeta nos lo revela con sencillez e inteligencia: «Vida misma que actúa en nosotros […] como llave, singularizando la experiencia humana y amplificando su contenido hasta mundos insospechados». El capítulo «Dos» está dividido en dos partes, una general sobre el poema y otra concreta sobre Mausoleo. Ambas se conjugan y nos brindan una visión de los poemas de este poemario desde el interior, una exposición, unas anotaciones que complementan la lectura de Mausoleo.
En contraste, el capítulo «Tres» que contiene una epístola, en un tono muy distinto al ensayístico del anterior. En esta carta, podemos acceder a convicciones, pensamientos u opiniones de Hilario Tundidor sobre su propia trayectoria; por ejemplo, nuestro poeta no cree que su poesía pueda encuadrarse en grupo o generación alguna, sus impresiones sobre Junto a mi silencio con el que consiguió el Premio Adonais en 1962, lo poco valioso de la poesía social (salvo la de Blas de Otero), la creación de Pasiono y Tetraedro, las mujeres que han marcado su vida, entre otros asuntos. La obra se completa con un repaso a su bibliografía, en la que selecciona varios trabajos de crítica, que, de consultarlos, nos ofrecerán otra visión de nuestro poeta; porque en La culpabilidad de las imágenes tenemos al Jesús Hilario Tundidor más apasionado y más intelectual, capaz de enfrentarse a su imagen en el espejo para hablar de su obra con conciencia crítica y abriendo sus versos a sus influencias y motivos vitales. En verdad, así habla él mismo de la creación poética: Nace de la necesidad de expresarse que condena y dignifica al hombre, y vive del origen remoto de la voluntad sobre estas emociones. JESÚS URCELOY. VISIBLES E INVISIBLES (Cuadernos del laberinto, Madrid, 2015) por MANUEL GUERRERO CABRERA A nadie se le escapa la pasión literaria de Jesús Urceloy (Madrid, 1964). Autor, entre otros títulos, de Libro de los salmos (1997), Berenice (2005), Diciembre (2008), Misa de Réquiem (2012), La biblioteca amada (2012), Matar en casa (2013), El pie sin huella (2014, novela escrita con otros siete autores) y Visibles e invisibles. Falsa antología de poetas verdaderos (2015). Es miembro fundador y colaborador de la decana revista cultural en internet Ariadna-rc.com, también es miembro de XATAFI (Asociación de amigos de la ciencia ficción en España) y de la Tertulia Holmesiana de Madrid. En 2004 ganó el I Premio de Haikus de la RENFE, en 2008 ganó el Premio de Microrrelatos del Ayuntamiento / Feria del Libro de Madrid y el III Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro, de la Fundación José Hierro. Ha sido finalista del Premio Nacional de la Crítica (2001) y del Premio Nacional de Poesía (2006). Por ello, Visibles e invisibles. Falsa antología de poetas verdaderos es una manifestación expresa de admiración a una buena –en amplitud de su significado– nómina de autores actuales, pues Jesús Urceloy se vuelve camaleónico y les dedica un poema escrito bajo el signo del estilo de cada uno, además de imaginarlos en una situación, a modo de motivo central o inspirador del poema. Valga el ejemplo de Javier Lostalé que «contempla la claridad» y que, sin duda, hubiera firmado estos versos: los pasos de los árboles que afinan su copa al caminar contra corriente, y un despertar valiente cuando las rosas por amor se inclinan. O el gran poema que dedica a Isla Correyero, quien «se piensa un guion para un corto y le sale en endecasílabos»:
Llevo toda la tarde con la caja de clínex: una angustia insoportable me tiene destrozada. Menos mal que has llamado. Te juro que no sé lo que me pasa… Qué se creen esos tíos de mierda. Ven, estoy muy sola… En efecto, Urceloy no es solamente un buen lector de poesía actual, sino también un brillante intérprete de la misma, pues reflexiona, considera y hace suya el modo de la escritura de sus coetáneos, con el fin de rendirles merecida consideración, como hemos dicho anteriormente. Otro de los aspectos fundamentales de esta Falsa antología de autores verdaderos es la presencia de autores conocidos (los dos anteriormente citados, Luis Alberto de Cuenca, Félix Grande o Amalia Bautista, entre otros) junto a los que no lo son, «poetas excelentes y no se merecen un gramo más de olvido», en palabras de Urceloy. De ahí el título: Visibles e invisibles. Por traer otros dos poetas menos conocidos, en correlación con los ya expuestos, rezando desde el nacimiento del río Ebro Juan Hospital recibe el testimonio literario en estos tres versos formidables: Todo el dolor y todo cuanto amé y todo cuanto soy ya estaba escrito en las manos abiertas de mi padre. Y David Foronda, a propósito de la lectura de Pórtico de Frederik Pohl: La eternidad consiste en un segundo, sólo un segundo sin cerrar los ojos para volver –ya muerto– a su perdón. Félix Grande, Javier Lostalé, Ángel Guinda, Ana Rossetti, Enrique Gracia Trinidad, Luis Alberto de Cuenca, Marisol Huerta, Julio Martínez Mesanza, Rafael Pérez Castells, Fernando Beltrán, Hipólito García “Bolo”, José Luis Morante, Antonio Polo, Isla Correyero, José Cereijo, Juan Carlos Mestre, Luis Felipe Comendador, Carlos Tejero, Manuel Moya, Ángel Rodríguez Abad, Jesús Cuesta, Amalia Bautista, Pedro Díaz del Castillo, Jaime Alejandre, Julio Castelló, José Antonio Rodríguez Alva, Juan Hospital, Álvaro Muñoz Robledano, Eduardo García, David Torres, Francisco García Prados, Román Piña, Antonio Luis Ginés, Juan Manuel Navas, María José Cortés, María Eloy, Pablo García Casado, Iñaki Carrasco, Gonzalo Escarpa, Julio Reija, Sebastián Fiorilli, Aarón García Peña, David Foronda y Antonio Rómar. O, dicho de otra manera, Jesús Urceloy, en una honrada manifestación de amor a la poesía actual. Mª JESÚS SOLER ARTEAGA. ANTES DE QUE OLVIDES (Anantes, Sevilla, 2016) por MANUEL GUERRERO CABRERA Como si de un aviso se tratara, Antes de que olvides llega después de cinco años de la publicación de Carta lunar. Como un afortunado encuentro con alguien con quien no coincidías en bastante tiempo, sus versos aparecen «como una pequeña luz a lo lejos, / como una esperanza que crece», porque «quedan grabados los detalles / […] que nos mantienen vivos». Además de los títulos antes citados, Mª Jesús Soler Arteaga (Sevilla, 1977) es autora de los poemarios Recóndita armonía (2010), Las horas muertas (2008) y Ciudad imposible (2005); ha participado en varias antologías, como Poesía viva de Andalucía (2006) y Homenaje a la Generación del 27 (2009) y ha colaborado en distintas revistas (Ágora, Mester de Vandalia, Saigón, Cuarto Creciente, etc.); ha obtenido el premio Voces Nuevas 2007 y el VI Premio Noches del Baratillo con el antedicho Recóndita armonía. Bien justo y merecido es destacar aquí su labor de investigadora de la literatura femenina (Carmen Conde, Elena Soriano, etc.) Los poemas de Antes de que olvides se agrupan en cuatro partes (La luz, Las palabras, Un lugar, Los paseantes) y cada uno nos lleva desde su título a París, un paseo poético para el amor, los cafés, las bibliotecas, el río, porque Después de atravesar la noche, los mapas, las señales, la tierra y los paisajes, saldremos a la luz. […] brotaremos como palabras de amor en las aceras. (‘Gare D’Austerlitz’) La luz es uno de los elementos esenciales del poemario y a ella pertenece la primera parte. La poeta establece toda una definición de lo que somos desde los primeros compases del libro: Luz. Somos luz. Éramos luz. […] lo que un día nos arrancaron porque era luz. (‘Notre-Dame’) Lo que somos, lo nuestro, todo lo que cabe en un nosotros es luz: La sensación oscura y penosa de estar siempre fuera de sitio, en un lugar que no podemos llamar nuestro, […] Luz del día al romperse la noche. (‘Châtelet’) Y, por supuesto, el nosotros, el tú y el yo, dando sentido a un límite de tiempo: Hay un instante de triunfo, el momento en el que tus ojos despiertan a la luz del día. (‘Triomphe’) O, cuando el tiempo ya se ha consumido, como en ‘Père-Lachaise’, que alude al cementerio parisino, obviamente, desde la muerte, pero también desde el amor y el dolor, en uno de los mejores poemas del conjunto: Si alguna vez la vida nos separa que sea yo quien caiga en el olvido, quien me adentre en las calles de Père-Lachaise […] quien pregunte a sus habitantes por el tiempo perdido. En la segunda parte del libro, Mª Jesús Soler nos deja las palabras para proseguir el paseo; evidentemente, las palabras de cada poema, de cada imagen, de cada sensibilidad, las escritas y las habladas: Será como decir amor en todos los idiomas. (‘Shakespeare& Co.’) Las palabras son las que permanecen contra el olvido, como ‘Les invalides’ o ‘Montparnasse’, las que construyen lo cotidiano como poesía, como ‘Place du Tertre’ o ‘Jardin des Plantes’, al que pertenecen estos versos: Sonríes en las sílabas que no habitan mis versos cuando la vida se convierte en algo más que unas pocas metáforas y unas páginas hilvanadas. La visita continúa con la sección de “Un lugar”, en la que ‘Orsay’ nos habla de que la ciudad no nos pertenece, porque se transforma del mismo modo que nosotros; que llama al recuerdo en ‘Rivoli’, ‘Seine’ o en ‘La Bastille’, siempre acompañado de la pesada losa del tiempo («Han pasado veinte años / y ahora es tu sombra la que deambula / por los pasillos y se sienta / a la cabecera de aquella mesa»). Los paseantes «de lo vivido y lo venidero» completan el camino por París. Sentimos lo andado, porque «estos pies doloridos y cansados / son la muestra prosaica / de la vida como camino»; un trayecto que decidimos realizar con esta lectura y que nos deja tantos recuerdos… de manos enlazadas, dos nombres que se anudan cuando la eternidad se difumina efímera y vana cada atardecer. El amor se vuelve sutil erotismo en la parte final del libro: cuando los que pasean se abracen al miedo que los ahoga, cuando los amantes enlacen sus manos y también sus cuerpos. (‘Bois de Vicennes’) Este poema es el cierre del libro, que supone un brillante broche final, por las connotaciones recibidas en el poemario, por la sugerencia final, en palabras de la prologuista Anabel Caride «no podrían ser mejor epílogo para la obra completa»: El jardín en silencio, la ciudad y su historia, la noche y los amantes aguardan una palabra de amor prendida en un instante de vida. Como insinuábamos al comienzo, Mª Jesús Soler es una poeta con un largo recorrido de títulos, que no nos agotan; con esto quiero decir que Antes de que olvides no solamente se realiza sobre París, sino también sobre las logradas imágenes que la autora construye y a la que nos tiene tan acostumbrados: Aquellos fueron buenos tiempos, la gente, el río, los poemas perdidos en el fondo de la memoria, al otro lado del espejo del agua, como esta tarde y el susurro del río. Pero, además, las estructuras bimembres (alguna trimembre) y los paralelismos aportan ritmo, una musicalidad natural a sus poemas; que se complementa con el uso reiterado del relativo, que consigue envolver la idea en el desarrollo de cada verso:
con la certeza y la esencia del tiempo, con la nostalgia de la tierra que va quedando atrás. Mª Jesús Soler abría el poemario con una cita de Baudelaire, quien escribió en ‘Confesión’, en boca de una mujer que lo acompañaba: Que tout craque, amour et beauté, Jusqu'à ce que l'Oubli les jette dans sa hotte Pour les rendre à l'Eternité! El instante de vida, el amor, el recuerdo, la vivencia. Antes de que se olvide, antes de que vuelva eterno, todo se ofreció en París. MANUEL GUERRERO CABRERA. LAS SALINAS DEL ALIENTO (Cuadernos del laberinto, Madrid, 2015) por FRANCISCO MOYA ÁVILA Todo está en silencio. Nada se mueve en la habitación hasta que de repente un temblor resuena por encima del mundo atravesando la pantalla, las miradas vidriosas y la sonrisa impertérrita tejida a lo largo de tantos meses. Como si fuese cosa de magia, la vida surge abriéndose paso a través del camino que marcan tres inexplicables fases: primero vino el eco, luego el latido delator y por último una vida nueva que al fin nace. Así comienza Las salinas del aliento, como un huracán de tiempo concentrado en ese maravilloso instante en el que la paternidad coge de la mano su informe cuerpo y se desnuda ante unos ojos inexpertos y temerosos de estar a la altura de semejante reto. Y así va Manuel Guerrero Cabrera, ahora más que nunca poeta desde la cuna, hilando los versos que marcan los tempos de un sueño hecho niña y con nombre de tango: Malena. Cuando leemos poesía a menudo creemos que, al igual que el resto de géneros literarios, la ficción envuelve por completo las letras, y aquello que leemos no es más que la prolongación de una imagen, de una duermevela cotidiana, o de una imaginación desbordante que por azares del destino alguien posee la impagable capacidad de traducir los sentimientos en palabras. Sin embargo, en muchas ocasiones los versos se llenan por completo de experiencias que dan sentido a cada una de las estrofas, configurándose así una poética vital que sin duda despierta nuestros más escondidos recuerdos transformándose en un cuerpo, en una risa que juguetea por el pasillo, jardín de nuestra infancia, o en una mirada a quemarropa que cubre todas las naciones de la tierra. De esta forma, caminando por la ciudad de los abrazos y el fuego, la pena al ritmo del bandoneón colorea el son que envuelve este poemario de sueños, de miedos y de esperanza, donde la herida de la vida se abre y cierra lentamente, al mismo tiempo que una mirada de sol descubre su desangelado cielo. Ahora sí, los versos vuelan solos por la habitación, por las calles y las avenidas, y las historias que contamos surgen detrás de todas y cada una de las esquinas donde somos poetas de cada día. Jugamos a no saber quiénes somos, a que tú no estás, e incluso a guardarnos en un cajoncito de trigo, donde el vientre retumbe sobre el oído dormido, anhelante y callado. Finalmente poco a poco pasan las horas y las semanas, y luego los meses como olas de un mar cuya espuma te atrapa en una espera finita y lejana, bajo las notas musicales de las adelfas del tiempo negro y la voz blanca. Y aún diciendo tu nombre no estás. Aún no. De repente llegas, y todo cobra sentido. Todos vienen a verte y tú estás ahí tan inocentemente dormida, sin saber que ya nunca te perderemos de vista. Ya no duele el mundo, sino la vida de un padre que empieza a sentir su corazón latir en dos mitades, una en la sal de recuerdo, y otra en los brazos de una mariposa que lucha contra el viento. Todo es esperanza, y alegría y pavor al ritmo continuo de un baile, donde cada golpe de pecho aún dejando sin habla, refuerza el ánimo de dos valientes ante cualquier espina que se clave. Esta no es mi voz, ni tampoco la de tu padre, sino la de aquellas salinas del aliento que un día, tiempo atrás, nos regalaste. Con una temática sobre las luces y sombras de la paternidad, el recuerdo del tiempo atrás vivido, y la esperanza en el futuro de una vida que al fin nace, Manuel Guerrero Cabrera se inserta en una corriente literaria que canta a los pequeños del alma, infantes del mundo actual que tanto nos define y gobierna. Usando una métrica donde destaca por encima de todo la asonancia de sus rimas, el poeta cordobés nos deleita con este poemario donde el sentimiento traspasa las paredes invisibles del papel, colándose en las vidas de cada uno de sus lectores, para traer a la luz de lo vivido, todos y cada uno de los recuerdos que permanecen recogidos en lo más profundo de nuestro pensamiento. De esta forma, padres e hijos sienten como los años que han pasado regresan cargados con las vivencias que más los marcaron, convirtiéndose así Las salinas del aliento en una obra por y para la vida, ya sea de ayer o de hoy, ya sea de jóvenes o ancianos. Un libro donde los ecos de nuestra poesía también tienen su protagonismo, y donde la música negra y el tango argentino cubren por completo el caminar pausado por sus páginas. Como un adiós desnudo, el eco de tu nombre…
Un momento después queda la tierra ungida Por la lluvia callada que me deja tu aroma. Tu melena de novia trae un recuerdo inútil. La tristeza de siempre trenza remordimientos. |
LA BIBLIOTE
|