LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
LAURA FERNÁNDEZ. EL SHOW DE GROSSMANN (Aristas Martínez, Badajoz, 2013) por PEDRO PUJANTE Rethrick es un planeta fan de la Tierra, adora todo lo que en ella se hace. De hecho, Robbie Stamp, la famosa escritora de ciencia ficción (desconocida en la Tierra), es la más adorada y leída por los jóvenes rethrickianos. Y por supuesto el programa con mayores índices de audiencia no es otro que El show de Grossman. Sin embargo, en la Tierra no se tiene conocimiento de la existencia de este mundo extraterrestre. Vayamos a la historia. Esta divertida novela fantástica de Laura Fernández (Terrasa, 1981) cuenta la historia de unos adorables rethrickianos. Uno de ellos es Matson. Bueno, en realidad, Matson es mitad rethrickiano y mitad terrícola, o sea, un terrickiano. Solo hay que ver que le falta una antena y que en vez de los habituales tres ojos su cara solo presenta dos. Por supuesto, su piel no es tan verdosa como debiera. Junto a sus amigos se embarca en una misión arriesgada a bordo de la nave Wendy (que tiene el aspecto de una furgoneta) rumbo a la Tierra. A pesar de que creen que allí pueden ser llevados al desierto para ser diseccionados como les ocurrió a los marcianos de Roswell. ¿Por qué viajan a la Tierra? Porque Matson quiere conocer a su madre, una terrícola de la que solo sabe que fue camarera y que le encantan las palomitas. En la Tierra se verán envueltos en unas cuantas aventuras. Conocerán a Robbie Stamp y serán protagonistas del más famoso de los episodios emitidos jamás en El show de Grossman (hasta en otras partes remotas de la galaxia se hicieron eco del mismo). ¿Conocerá Matson por fin a su madre? ¿Qué les puede suceder a estos intrépidos marcianos? Las curiosas reflexiones de la nave espacial, las excentricidades de Grossman, la investigación sobre contrabando interplanetario de pinturas falsas o las extravagancias de la escritora Stamp. Todos y cada uno de los incidentes y anécdotas que salpican esta delirante historia contribuyen a que su lectura sea una experiencia absolutamente fascinante. Casi alucinógena y de una factura impecable. Laura Fernández construye la narración con una prosa fluida, original, coloquial, fresca y directa que hace que el lector se transfigure en un adicto. Las referencias nos remiten constantemente a un mundo pop, hiperrealista y muy colorido que bebe del magazine y del tebeo. Hay un travieso humor que recorre la novela desde la primera frase, Austin Grossman se despertó con la sensación de haber sido arrojado contra un trasatlántico… hasta la última. La capacidad de fabulación, inventiva y el despliegue de imaginación de la joven autora es apabullante. Porque a través de los capítulos de este thriller de ciencia ficción humorístico el lector viajará por un universo lisérgico con mimbres del mundo del cómic, el cine B, las series televisivas y la más rutilante de las fantasías. Además, Fernández apela al lector y de algún modo lo hace partícipe de las aventuras de sus queridas y extravagantes criaturas. Unas criaturas que recuerdan más a los jóvenes preadolescentes norteamericanos que a los alienígenas de La guerra de los mundos. Más cercanas a los protagonistas de una hilarante novela de Terry Pratchett que a los monstruos de Guillermo del Toro.
Laura Fernández, con esta atrevida novela en la que apuesta por un lenguaje renovador, nada convencional y una historia hiperdivertida, entronca con una rica tradición que se ha valido de la literatura para ironizar y parodiarse a sí misma. Desde las pioneras antihistorias de ciencia ficción de Lucio de Samosata, pasando por Swift o Bergerac hasta la delirante saga pratchettiana de Discworld. Quizá el único desmerito de la novela sea que la intensidad y el entusiasmo verbal no se acompañen con una trama más activa. No se han aprovechado demasiado la perfecta arquitectura, los extraños personajes y las situaciones que se presentan para introducir accidentes o intrigas de más calado. Para acabar hay que señalar que unas adecuadas ilustraciones de Martín López Lam (Lima, 1981) y una edición cuidada y colorista hacen que El show de Grossman sea un libro de lo más recomendable.
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ALFONSO GARCÍA-VILLALBA. ESQUIZORREALISMO (Eda, Málaga, 2014)
NATALIA CARBAJOSA. LA VIDA EXTRAÑA (Amarante, Salamanca, 2014) por ANTONIO GÓMEZ RIBELLES EL ASOMBRO DE MIRAR Extraño mecanismo de lo cotidiano CONCHA GARCÍA Annie Leibovitz respondía a la pregunta de «¿Qué es ser fotógrafa?» que era ver el mundo a través de una lente, pero las fotografías que produce no son el mundo. El suyo, en todo caso. También contaba la anécdota de sus obligatorios viajes siguiendo los forzosos destinos de su padre, militar. En aquellos tiempos infantiles, la vida, el paisaje y el país quedaban enmarcados por el rectángulo de la ventanilla del coche. Era un formato desde el que ver el mundo como proyectado en una pantalla. Y la visión de ese mundo asombraba a la fotógrafa. Había un dentro y un afuera, pero no dentro y fuera del coche, sino dentro y fuera de sí misma. «La infancia es ante todo el reino de los ojos y el asombro» (Clara Janés). Todos los artistas buscamos una forma de enfrentarnos al mundo, todo el mundo lo hace de una manera u otra, de una manera práctica. Nosotros no somos prácticos. Convertimos las respuestas en actos intelectuales ante lo cotidiano, como si lo importante no fueran las cosas, el entorno ni lo que ocurre, sino la manera en que respondemos a esas cosas y acontecimientos, por nimios que sean, por diarios y molestos, cargas necesarias de vida doméstica, o fragmentos de naturaleza que atraen la mirada. Y esas reflexiones son dentro de nosotros la construcción del pensamiento. La vida extraña, asombra. El poeta lo es también ante las cosas intrascendentes que están precisamente ahí porque las elegimos, sorprendidos de que estén (‘Lo mejor del año’). Hay en el mundo elegido de Natalia Carbajosa (Puerto de Santa María, 1971) un afán de exploración, ver cada cosa por primera vez, un deseo de ver el mundo como algo nuevo siempre, y convertirlo en palabra, «Dicen que la poesía nació allí, en la necesidad de nombrar por primera vez las cosas consabidas» (Tomás Sánchez Santiago en el prólogo). Y ante las cosas consabidas muestra una actitud idéntica a cuando habla de sí misma, porque en ella se encuentran también todo lo cotidiano, lograr penetrar en todo porque el conocimiento se genera desde dentro. El magnífico poema que abre el libro ya es su tesis poética ante la cotidianeidad: En la tierra sucia de las patatas, En los errores de gramática Late lo que acaso sí somos: seres no preferentemente duales, dócil presa (como en la tierra el surco, el balbuceo primero) de una identidad que es forma de las cosas y en las cosas La distancia entre dentro y fuera se rompe en la frontera borrada por la poeta. Podemos plantearnos si vemos el afuera y lo integramos en nosotros, o somos nosotros los que nos proyectamos en ese afuera. O todo es la misma cosa: Y tan familiar este otro lado desde el que reclama lo suyo la mirada fuera otra yo, ella… y soy lo que veo y vivo o lo que me rodea es mi elección, de la misma manera que la memoria es elección. (‘Acuérdate de las cerezas’, ‘Tiempo recobrado’). La escritura es en Natalia espacio ceremonial, no aislante desde donde escribir, sino refugio interior bañado siempre por la luz de fuera, desde donde ver lo físico de las cosas, desde el asombro del artista. El asombro de mirar, el asombro de que la vida nos contenga y siga admitiendo preguntas y que le demos respuestas. Todo está en aquellas pequeñas cosas, atado con hilos a ellas aunque el discurso sea complejo, múltiple o multiforme. Los poetas entierran palabras bajo las cosas pequeñas, convirtiéndolas en verbos para así localizarlas a la manera de señales de vuelo. Las formas se convierten en palabras, la observación de las cosas en palabras, y las palabras nos ascienden al nivel del pensamiento. «Es la actitud de estar dispuesto a todo, aún a pesar de no entender los engranajes elementales de la existencia» (Sánchez Santiago). Como intentar evocar la lluvia.
la vida entonces, huye del acomodo del exilio, de los días sin lluvia y sin memoria de intemperie, la vida extraña cuando abraza, y abraza cuando somos Es éste un libro de reconocimientos: de reconocimiento de que el poeta no es exclusivamente eso, de que también es lo otro, y de re-conocimiento, de volver a admirar lo ya admirado, o lo más simple, de recobrar tiempo, y memoria, de re-conocimiento de lo conocido. ¿Qué ha pasado, pues? Apenas nada. Por la retina, sin embargo, siguen cruzando nubes, nubes, nubes. Y esta vez, no parecen que tengan intención de perdernos de vista. DIONISIA GARCÍA. HOMENAJE DEBIDO (Renacimiento, Sevilla, 2014) por JOSÉ LUIS MORANTE BALANCE PERSONAL Con acierto se ha dicho que toda arquitectura literaria asienta los cimientos en la tierra firme de la tradición; cada escritor selecciona obras y predecesores que modularán su largo recorrido por los itinerarios de las palabras. Así que es gesto de gratitud serena recordar las deudas contraídas en la cálida conversación del homenaje. Dionisia García (Fuente Álamo, Albacete) ha publicado una extensa obra poética y alterna su labor lírica con el cultivo de géneros como el aforismo, la autobiografía y el ensayo breve. Ahora compila en Homenaje debido sus vivencias lectoras con nombres propios del legado cultural, identidades que el transcurrir del tiempo ha convertido en compañeros de viaje. Las páginas prologales del profesor Francisco Javier Díez de Revenga definen el propósito del volumen: establecer un diálogo cordial con personalidades que habitan el espacio interior de Dionisia García, y justificar la cercanía y afinidad que le han proporcionado en la diaria tarea de la lectura. La selección de Homenaje debido es muy abierta; no le asusta la disparidad de ámbitos o la cronología histórica del paréntesis existencial elegido. Se atiene al criterio subjetivo y nada discutible del gusto propio. Ahonda en la sensibilidad de columnas centrales de su casa literaria para resaltar los indicios sembrados por su permanente lección, porque las preocupaciones esenciales de cada sujeto son pocas y se reiteran: el amor, la muerte y el discurrir temporal, que ya fueron argumentos nucleares de los clásicos. Con un autor latino, el poeta Horacio, inicia la ensayista este recuento. A Horacio se le atribuye la paternidad de dos tópicos literarios relevantes; el carpe diem aconsejaba cerrar los ojos a cualquier otro tiempo que no fuese el ahora para superar nuestra condición transitoria; la aspiración sosegada del aurea mediocritas aconsejaba moldear sueños de talla media, al alcance de las capacidades reales del sujeto y desdeñaba el vuelo alto de la idealización. La voz de Horacio mantiene una vigencia indeclinable porque consiguió entrelazar sin fisuras filosofía vital y expresión literaria. Así lo resalta Dionisia García. En este compendio de miradas críticas los perfiles femeninos siempre son una referencia central, acaso por la posibilidad del desdoblamiento o por el trasvase de rasgos comunes entre escritora e interlocutores. El primero, Aldonza Lorenzo, la luminosa invención cervantina, regresa a las páginas porque pone en pie el ideal amoroso, la sentimentalidad que protege y sirve de brújula en los actos más simples. De este rumbo emotivo se nutre también la palabra en el tiempo de Antonio Machado con los contraluces de la muerte temprana de Leonor y los estados afectivos que el acontecer fue añadiendo a la biografía del poeta.
Sorprende un poco la elección de André Maurois en estos ensayos. Le hace sitio la pluralidad de su labor creadora y su condición de pensador empeñado en la búsqueda, siempre fiel a sí mismo a pesar de las adversidades. También un punto de lejanía sugiere la poeta rusa Anna Ajmátova cuya lírica abre ventanas a una fusión entre experiencia personal y sentir colectivo. Otras tres intelectuales de compleja voz son objeto de estudio: Edith Stein, Simone Weil y Etty Hillesum, las tres tienen recorridos vivenciales que exaltan el compromiso político, la exigencia intelectual y la actitud solidaria. Cierran el libro dos aportaciones diversas, la visión de un paisaje monumental, Palermo, a la sombra de Lampedusa y una reflexión sobre el pensamiento filosófico de María Zambrano. Los breves ensayos de Homenaje debido proponen una mirada humanística, crean en su interés plural un espacio de reflexión en el que se integran algunos fundamentos del itinerario creador de Dionisia García. Son hilos culturales que permiten fijar los ojos sobre el mapamundi de la tradición, esa geografía múltiple en la que se contempla siempre la mejor literatura. OSCAR CURIESES. HOMBRE EN AZUL (Jekyll & Jill, Zaragoza, 2014) por CARLOS HUERGA Escribir un libro que lleve por título Hombre en azul y que sea el diario ficticio del pintor Francis Bacon ya es de por sí un hecho que llama la atención a cualquiera. El hallazgo del diario póstumo del pintor angloirlandés supone el motivo principal para que Óscar Curieses emprenda este libro sorprendente. Hombre en azul se divide en un tríptico (tres cuadernos de los diarios de Bacon que van del año 1989 a 1992), un prólogo y una coda final titulada “Sueño de agosto de 1990”. Por tanto, podríamos hablar de novela, desde su estructura, desde el sentido que cobra el prólogo a modo borgeano, hasta el divertido juego cervantino o austeriano que Curieses desarrolla con ironía y sutileza a lo lago de sus 132 páginas (por no hablar del entramado lúdico en las notas a pie de página, los anagramas de los nombres de algunos autores o de ciertas referencias bibliográficas). Pero el grueso del libro lo constituyen los tres cuadernos donde Bacon exhibe sus reflexiones, la mayoría más cercanas a los aforismos que a la narración. Encontramos en ellas lucidez, provocación, tensión, buscando leer la pintura de Bacon y establecer un diálogo constante. De manera que Curieses no solo explora desde la escritura, sino que también investiga desde la lectura. Y en ese cruce se coloca el lector. Dice Ricardo Piglia a propósito del diario: «Un diario es también un género que uno puede reconstruir. (…). Uno en un diario anota conversaciones cotidianas, lecturas o reflexiones sobre cuestiones múltiples y por lo tanto, esa forma tiene la virtud de combinar registros distintos, que es en última instancia un intento de reproducir la experiencia, porque, ¿qué es la experiencia después de todo?». Y en ese sentido, Hombre en azul aglutina distintos géneros que se (con)funden en una experiencia única. La identidad es ese arduo y apasionante teorema que siempre falla porque uno solo puede aproximarse a ella, jugando con los límites, cuestionando lo conocido y lo desconocido: “todo es autorretrato”. Pero también: «Pasa el tiempo y me voy pareciendo a mis autorretratos». Y tal vez, de entre los muchos temas que subyacen del libro, ese sea el más decisivo. El cuestionamiento de la identidad desde la pintura y la reflexión. Leemos en la entrada del 24 de febrero del segundo cuaderno: «Me interesa más rajar la visión, como hizo Buñuel en Un perro andaluz, que rajar la imagen, como ha hecho Lucio Fontana en sus series de los años cincuenta». Y creo que estas palabras contienen la esencia de Hombre en azul, tanto desde su autenticidad como desde su lado más filosófico. Curieses/Bacon raja la imagen para colocar al lector/espectador dentro del cuadro/jaula y observarse dentro de un espacio aislado.
Antes hablábamos de la investigación de Curieses en la lectura (y la pintura) de Bacon, pero no podemos soslayar que también es una escritura de alguien que hasta ahora había publicado poesía, de ahí la importancia de este libro en la trayectoria del autor, ampliando su propuesta, pero a la vez, manteniendo gran coherencia poética con respecto a su obra anterior: «Vincent Van Gogh: ‘la jaula sigue allí y el pájaro vive loco de dolor’». Óscar Curieses lleva tiempo dialogando con otros lenguajes aparentemente ajenos a lo propiamente literario. Prueba de ello, es su último libro de poesía publicado hasta la fecha, Hay una jaula en cada pájaro, donde la poesía enlazaba su expresividad con la música experimental y la performance. En Hombre en azul la pintura se funde con la novela, el aforismo, la poesía o la fotografía. Si la literatura expone problemáticas e indaga en ellas y plantea preguntas (en la mayoría de los casos sin respuesta), Hombre en azul sigue esta estela de exploración, no solo desde la reflexión, sino también desde el juego y la diversión. |
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