LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
MUNIR HACHEMI. COSAS VIVAS (Periférica, Cáceres, 2018) por ELENA TRINIDAD GÓMEZ Munir Hachemi (Madrid, 1989) conoce muy de cerca qué es sentirse inmigrante en su propia tierra —su padre es argelino, su madre española— y a partir de la propia experiencia ha sido capaz de crear este diario ficcional que es Cosas vivas. Un libro que rompe con los límites de la novela y hace homenaje a Bolaño; que busca aunar sin complejos diferentes luchas sociales —antiespecismo, explotación laboral, inmigración…— que se muestran atomizadas en el espectro de izquierdas, haciéndonos ver que toda explotación es seguida y retroalimentada por la otra y que los discursos no pueden ser independientes. Este escritor madrileño afincado en Granada también se dedica a la poesía, ha publicado varios cuentos y escribió anteriormente dos novelas que fueron autopublicadas, pero con Cosas vivas busca adentrar un arma afilada dentro del mercado literario —aunque ya podemos confirmar que lo ha conseguido— y moverse en los círculos culturales con mayor visibilidad. Visibilidad que le es más que justa y merecida, una obra que es especialmente necesaria. No podemos olvidar que toda expresión artística es un posicionamiento político en mayor o menor medida, pero que siempre lo es.
Cosas vivas nos presenta a cuatro españoles que buscan emigrar a Francia en verano (entre ellos el propio Munir) para trabajar en la vendimia. Cuatro jóvenes, que excepto por G, no tienen urgentes necesidades económicas y que lo único que buscan es capitalizar la experiencia. Pero para tener experiencias hace falta dinero, la precariedad del universitario sólo les permite adentrarse en el sufrimiento de las granjas, en el desprecio por su condición de inmigrantes, dejando a un lado todo romanticismo que sólo le es aceptado a quien puede pagárselo. En realidad, todo ocurre de un modo menos ruidoso, la violencia se hace presente poco a poco en el diario, como se hace presente en nuestro día a día. La radiografía a la precariedad la muestra sutil, te mata sigilosamente. La lengua, en esta historia, es una herramienta política especialmente importante: Munir se reconoce en aquel que repudia por compartir el argelino como dialecto, admitiendo tener un mínimo de lazo de unión con aquel personaje (Mohammad) que usa la fuerza como arma; también el conflicto al que se enfrentan sus amigos al no saber francés; el prejuicio hacia aquel que no habla tu mismo idioma y que su comunicación es desconocida para ti. Los amigos funcionan como un coro de voces donde, realmente, lo que está presente en el diario, es el diálogo interno de Munir con su vivencia en el camping de Francia, con el dolor de los demás y el suyo propio y todo lo que el sufrimiento que ello conlleva: querer huir del trabajo, pero sentir la necesidad de echar horas para compensar el viaje hasta allí, para no sentir que todo ha sido un error, un despilfarro de medios y posibilidades; no encontrarse tan perdedor, tan defraudado. El viaje es un símbolo de la pérdida emocional y económica que persigue a su generación desde los inicios de la crisis de la década anterior. Su escritura es fresca, busca agitarnos y no dejar a nadie indiferente con una expresión cruda pero valiente, directa, como no puede ser de otro modo cuando se pone en juego la vida. Hay que romper una lanza a favor de esta sutil revolución hecha novela que se libera del miedo de expresar todo tipo de explotación. Este prometedor escritor no es una promesa, es un hecho, y lo celebramos con conciencia y alegría.
1 Comentario
GINÉS SÁNCHEZ. LAS ALEGRES (Tusquets, Barcelona, 2020) por ANABEL ÚBEDA SI CADA NOMBRE FUESE UNA FIRMA Hoy tomaremos el carro para conducir hasta Cheetah, un condado en algún lugar de Latinoamérica y en todos los corazones de las mujeres que ven cada día cómo el sistema se desploma encima de ellas, el lugar donde los gritos se unieron en una causa común: hacer justicia. Hasta allí nos lleva Ginés Sánchez (Murcia, 1967) en Las alegres, su sexta novela, en la que se desarrolla la sincronía de un estallido tan violento como necesario, como cuestionable. ¿Cuáles son las causas de que un grupo de mujeres diga “basta” y cambie las palabras por las armas?
Para examinar esta cuestión y presentarnos este escenario, Ginés Sánchez se vale de dos técnicas: por un lado, de la visión de un elenco de preadolescentes cuya infancia se ha visto truncada por la falta de educación de género, la violencia en sus hogares o vecindarios y la pornografía; y, por otro lado, de una serie de testimonios, conferencias, entrevistas y descripciones fotográficas que dotan a la narración de realismo, pero también de un análisis bidireccional que no olvida a ninguna de las dos corrientes de pensamiento. Dentro de un panorama cada vez más complicado surgen diferentes movimientos feministas que confluyen en una causa común para denunciar en las calles y en los medios, sin embargo, sus reclamaciones no son suficientes para crear conciencia, o conseguir medidas cautelares por partes de la fuerza del orden, pues la violencia se encuentra enraizada en los hombres jóvenes y mayores; y el silencio instaurado en la boca de las niñas, en las que la venganza se gesta con cada advertencia, amenaza o vejación que ocurre a su alrededor. Así, aunque encontramos hombres que van concienciándose a lo largo de las páginas y se convierten en colaboradores, otros reafirman su monstruosidad. Y que, además, las dos eran expertas en sonreír con la boca mientras sufrían con los ojos. Y eso fue lo decisivo: los cabellos negros recogidos y las caras casi tocándose y aquel sufrimiento en los ojos que quedaba acentuado por el patetismo de sus sonrisas tan falsas. «Lo que aparento y lo que siento», ese había sido el mensaje. (p. 91) Todo ello gesta dentro del movimiento madre, un subgrupo denominado ‘Las alegres’, que no solo realiza labores de acompañamiento a mujeres maltratadas o de vigilancia de las calles, sino que empieza a aplicar los mismos métodos que los hombres para hacerles comprender que vivir con miedo no es una opción y que ellos no son los dueños de sus voluntades. Frente al machismo endémico que las rodea, las jóvenes que compondrán ‘Las alegres’ irán creando una conciencia colectiva desde un lenguaje directo y no soez, que se enfrenta al registro de los personajes masculinos con menor formación que han pasado su infancia entre el visionado de pornografía y videojuegos, los cuales cosifican al género femenino. Estos últimos hechos, nos harán adherirnos más a la posición femenina o a la de sus aliados y sentir verdadera aversión por los personajes masculinos, capaces de esconder sus crímenes. Había empezado de una forma sutil, inocente. Aparentemente inocente. Ella en la silla de la cocina y el viejo detrás de ella. Mirando sus deberes y alisándole el pelo. Cogiéndoselo en una cola. (p.102) Este es el valor de ‘Las alegres’, una ficción que un día podría hacerse corpórea, que no tiene un final porque es el mundo real, pues el lector se convierte en un espectador que identifica y vive las situaciones, o mira al televisor, descubriendo personajes que se mueven entre lo humano y lo inmoral, para mostrarnos lo que puede engendrar una violencia sistémica, cuando no se conciencia mediante la educación, cuando no hay leyes de protección suficientes. --Porque uno de ellos actúa como si fuera un ejército en tiempo de guerra. Una guerra no declarada, si se quiere, pero guerra. Y mientras uno actúa así, ¿qué hace el otro? Pues poca cosa, la verdad. Casi que andar pidiendo perdón. Casi que nada más que andar educando al primero. (p. 63) Y si, por un momento, las paredes se llenasen de pintadas firmadas con las iniciales de las víctimas, ¿serían esas paredes el rastro suficiente que más allá del recuerdo se convirtiese en motor para el cambio? NOAM CHOMSKY. LA ARQUITECTURA DEL LENGUAJE (Barcelona, Kairós, 2003) por ÓSCAR MERINO MARCHANTE ¿UNA TEORÍA REALMENTE CIENTÍFICA? La teoría del filósofo, activista político y lingüista Avram Noam Chomsky (Filadelfia, 1928) supuso una revolución en el ámbito de la lingüística: intenta explicar las estructuras y principios más profundos del lenguaje, centrando sus argumentos en la teoría innatista y rechazando toda teoría empirista y conductista.
La arquitectura del lenguaje se estructura acertadamente en dos partes: una introducción, donde se refleja el pensamiento sobre el origen del lenguaje para Chomsky; y la transcripción de una conferencia donde contesta a preguntas de expertos en lingüística y que funciona de instrumento para repasar las líneas generales de su teoría: la Gramática Generativa Transformacional. En la parte introductoria, Chomsky expone varios conceptos vinculados entre sí: “mecanismo de adquisición del lenguaje”, “innatismo” y “facultad lingüística”. Para él, «existe una facultad del lenguaje, situada en el cerebro, que se dedica específicamente al conocimiento y al uso del lenguaje», es decir, en el cerebro existe un órgano lingüístico con el que nacemos, que se encarga de esa tarea. Para explicar esto en el ámbito científico, Chomsky alude que «es casi como si hubiera existido algún primate superior que hace mucho tiempo campase a sus anchas por el planeta, y como si se hubiera producido al azar una mutación, tal vez tras alguna extraña tormenta de radiaciones cósmicas, que hubiera reorganizado su cerebro y hubiera implantado un órgano de lenguaje». Por lo tanto, una mutación producida tras alguna “extraña tormenta”, provocó que se implantara en un “primate superior” una facultad lingüística (a partir de ese momento, innata para las generaciones posteriores) que se encargara del funcionamiento del lenguaje. La segunda parte es una conferencia del estadounidense en Nueva Delhi, donde expertos sobre lingüística le hacen algunas preguntas, a las que él contesta con todo tipo de detalle. Cabe destacar algunas: «¿Podría abundar más sobre sus opiniones en torno a la afirmación de que el lenguaje es algo innato, aunque también tiene una función superpuesta tanto en el nivel de la articulación como en el de la representación?». La respuesta fue la siguiente: «La cuestión del innatismo del lenguaje es muy curiosa. No hay nadie que defienda la tesis. Por eso resulta tan divertido el debate: porque en realidad no hay oponente, nadie se digna a rebatir sus argumentos. Decir que el lenguaje no es una cualidad innata es como decir que no hay la menor diferencia entre mi nieta, un conejo y una piedra. Dicho de otro modo: colocamos a mi nieta, a un conejo y a una piedra en una comunidad donde se hable inglés, y los tres acabarán hablando inglés. Si alguien cree eso, cree que el lenguaje no es innato»; «¿Podría abundar sobre la teoría de los rayos cósmicos que ha comentado? ¿Cómo se insertaron los principios del lenguaje en el material genético del simio que campaba a sus anchas?». La todavía más extraña respuesta fue: «Hace mucho tiempo hubo primates dotados de sistemas articulatorio-perceptivos y conceptuales-intencionales muy semejantes a los nuestros, pero que carecían de facultad lingüística, y tuvo lugar en un fenómeno natural que provocó una mutación que los dotó de dicha facultad». Vemos, pues, cómo Chomsky acude al azar para explicar la aparición de la facultad lingüística en los seres humanos, algo que escapa totalmente de toda teoría científica y demostrable. La mayor crítica que se le puede hacer a la teoría chomskyana es la que harían los funcionalistas (André Martinet o Simon Dik), que defienden que el uso principal del lenguaje es la comunicación, y a raíz de esta premisa, analizar cómo se comunican las personas y estudiar con profundidad todos los factores que intervienen en la conversación (participantes, contexto comunicativo...), cosa que, al parecer, rechaza Chomsky, considerando que el factor puramente comunicativo no forma parte de lo que debería estudiar el lingüista. Por otra parte, el lingüista norteamericano George Lakoff (Barkeley, 1941) añadía acertadamente que «la filosofía de Chomsky se identifica con la tradición cartesiana en muchos más aspectos de lo que parece. Las reglas formales de la gramática chomskyana no tienen limitaciones corporales ni materiales porque son tan abstractas como las propias matemáticas en las que de hecho se basan». Desde mi punto de vista, la teoría chomskyana tiene diversos errores: Chomsky considera que el lingüista debe estudiar la esencia del lenguaje, esto es, todo lo que pueda ser expuesto en términos puramente formales. A mi juicio, esta afirmación lo que provoca es que el lingüista se vea muy limitado, ya que todo lo que no se considera esencia no se estudia, por lo tanto, la semántica quedaría fuera del alcance del lingüista, algo que me parece impensable. Además, estoy totalmente en desacuerdo con el pobre argumento que Chomsky utiliza reiteradamente sobre que «hubo una especie de tormenta extraña que provocó una mutación...». Considero que utilizar algo tan infundado como el azar (doy por hecho que todos o casi todos creemos que una tormenta reorganizó el cerebro de un primate y le insertó una facultad del lenguaje es fruto del azar) para explicar la base del innatismo, que es el eje articulatorio por el que gira su teoría, es algo con muy poco fundamento. Asimismo, me parece muy perverso decir que quien piense que un conejo, su nieta y una piedra son iguales, es no creer en el innatismo. A mi juicio, comparar la facultad del lenguaje de un animal, de una persona y de algo inerte para defender su teoría es algo realmente vacío. Por otro lado, el libro es, al menos, interesante, ya que nos ayuda a entender qué es lo que propugna una figura tan ilustre como Chomsky para establecer esta revolucionaria, dificultosa y polémica teoría, que le costó la aprobación y la desaprobación a partes iguales tanto de lingüistas como de psicólogos y filólogos. ALBERTO CISNERO. EL MOVIMIENTO OBRERO GRANIZADO (Barnacle, Buenos Aires, 2019) por DIEGO L. GARCÍA EL MOVIMIENTO CONTRARIO Escribir para dar cuenta, para decir un sujeto en un lugar y en un momento, para decir la voz de éste, el pensamiento, un modo de ver. Escribir todo eso junto, en un ritmo sintético y notar que ese yo ya no es. Que no es pero está. Una huella posible requiere (en una instancia a la que no asistimos) un léxico fuera del tono de espera de la época y por ello mismo capaz de interpelar lo que está dicho. Volvemos, entonces, a poner en duda el comienzo: ¿escribe, Cisnero, para dar cuenta? En todo caso, con los mecanismos expuestos el dar cuenta no puede referir a una cámara televisiva sino a una interferencia en el discurso de los acontecimientos. El movimiento obrero granizado tensa lo que post 2001 grafiteaba el aire del conurbano, las pantallas de TV y el zumbido de las esquinas. Digo tensa porque absorbe, desubica y organiza en un granizado espeso que no es reproducción. Cisnero no es el-jugador-del-pueblo que arenga una voz compartida para ascender al texto y a la impresión (impresión, también en este otro sentido, de parecer y compartida pero tanto, saturada, tanto, que se vuelve su propia parodia). Lo que hace este libro está más cerca de la acción que del espectáculo.
no hay prisa. allí permanece. todo iba a ser saqueado, destruido, incendiado. y a partir de cuando ya no sabés qué profiere una palabra simplemente quedate chito contemplando el tizne a través de un candil. Así empieza el libro. ¿Qué profiere una palabra? Proferir, de proferre, echar fuera, qué reparte las cartas de la literatura en medio del temblor. Una pregunta otra vez actual, otra vez desordenadora de lo-poético que pudo asentarse en años mejores. Chispas de un sujeto que profiere sus palabras sin ser el yo que solo da cuenta: en la inestabilidad de un ambiente que empieza a retroceder en sus partículas, a desintegrarse en esquirlas de un disparo que es copia fiel de otras tragedias ya vividas, lo que puede ser proferido como identidad hace el movimiento contrario y se reafirma. Se reconstituye para recuperar sus características y desde ese agujero distópico deviene discurso. En una tierra sin ley, el lenguaje es la principal arma a disposición. 27- cisnero, sin ese, un chacal. sabe qué elegir, hacia qué dirección. y cada vez más cercano, menos vulnerable, da en pensar que no morirá de tifus ni acceder pretende al cieno. aún. y encantado muy de conocerse la jeta; en el remedo de algo ocurrido hace muchos años, en la vía de la enmienda o con la negra idea del perjurio. como todos, proviene de lo que el pasado instauró y está hecho de la materia de los yerros. alude que escribir incluye equivocarse para siempre y que la mierda no se toca con la mano. léase premisas sociales, helenajes. el precio de su plato se llama el único atajo admisible es la yugular. “cisnero”, una huella que intefiere, que se incrusta en la cadena nacional del desastre. Todo su bagaje forma una coraza y se planta. Quién o qué dice, qué bestia profiere y nosotrxs ante el candil... Hablar por hablar, escribir por escribir, puede ser la elección de un bando. Y por lo general, el más fácil, es el que destruye trocando vacío por figuritas del Pato Donald. El buen saqueado; el manso ante el candil que escucha las balas y se toma el pulso. No hay otrxs, no hay territorio ahí. Eso es justamente lo que pienso por identidad, un barro compartido e irrenunciable. Cisnero sabe que es todo lo que puede juntar en un bolsito de mano. Salir luego para aguantar los palos. El club del trueque. Las disputas por el objetivismo en la mesa de Mirtha Legrand. 2004 y 2019, en el medio una obra dialéctica en pos de ciertos pliegues sin premio. En cada texto de Alberto Cisnero hay alguien que se arma y alguien que se desarma; interlocutores poco avispados que colorean fuera del dibujo, pulsos conformes con seguir el contorno de los acontecimientos, la línea punteada de pertenecer. Desarmar esas posturas (no pocas veces escrituras) no es una batalla sino una consecuencia, digna de cierta pasividad activa de un zen bonaerense, de un armado propio. Estoy cerca de escribir la palabra ética. La pienso como una afirmación del proyecto personal cuando no deja de lado lo colectivo y la justicia de abarcar sus correspondencias. No es una escritura social porque eso no existe. El compromiso está en no proferir cuando no se sabe desde dónde. Desde dónde viene el viento que empuja, el viento que retrasa, el viento que derriba. Hay alguien escribiendo por vos tu desayuno de ciudadano, no te olvides empapelarte el pecho antes de salir. |
LABIBLIOTeca
|